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Los restos vegetales frescos (los de cocina, del jardín o del huerto, el césped,
etc.) son ricos en nitrógeno. Cuando se descomponen, este elemento puede
escaparse del compost (y por tanto perderse) en forma de amoníaco (NH3),
que es un gas de marcado carácter alcalino y cuyo olor característico le delata
cuando se forma en el compostador.
Como dato orientativo, resulta útil saber que la naturaleza química de la roca
de la que proviene el suelo nos puede indicar el pH del terreno. Como
ejemplos, y en términos generales, se sabe que las zonas cercanas a la Sierra
de Collserola, el Montseny y muchas áreas de los Pirineos tienen el suelo ácido
porque la roca principal es el granito o la pizarra. En cambio, en las cercanías
de Montserrat, Sant Llorenç del Munt, los Cingles de Bertí u otras zonas
prelitorales, los suelos acostumbran a ser alcalinos porque la roca principal es
calcárea.
La dureza del agua que transcurre por un terreno también nos puede indicar el
pH del suelo. Las aguas duras suelen corresponder a tierra calcáreas, y por
tanto alcalinas, mientras que las aguas blandas acostumbran a estar
relacionadas con suelos ácidos.
Sin embargo, el sistema más fiable es la determinación directa del pH del suelo
donde se quiera aplicar un determinado compost, con los métodos explicados
anteriormente.