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Anton Pavlovich Chejov

El Aniversario

-Adaptación de Gastón Ares-


PERSONAJES:

ANDRÉI ANDRIEVICH SCHIPUCHIN


Director del Banco.

TATIANA ALEKSEIÉVNA
Su mujer: joven.

KUZMÁ NIKOLAIÉVICH JIRIN


Contable en el Banco. Hombre mayor.

NASTASIA FEDOROVNA MERCHÚTKINA


Mujer mayor vestida con prendas humildes.

EMPLEADO 1

EMPLEADO 2

DIRECTIVO 1

DIRECTIVO 2

-La acción tiene lugar en el despacho del director del Banco-


(CANCIÓN INICIAL)

Casatchok… Casatchok… Casatchok…


Ras, Ba, Tri
Otra vez el invierno ha llegado,
otra vez el fuego hay que encender.
su rigor que se lo lleve el infierno
nada hay, amigos que temer
Su rigor que se lo lleve el infierno
nada hay, amigos que temer…
Casatchok… Casatchok… Casatchok…

Petruchka toca la balalaika


como tú la aprendiste a tocar
y al cantar los remeros del volga
para al fin poder todos juntos bailar.

Ras, Ba, Tri


Casatchok… Casatchok… Casatchok…
Ras, Ba, Tri
Cuando ya la nieve cubre el llano
cuando sientes frio en el corazón
es cantar con un vodka en la mano
olvidar la pena y la aflicción
es cantar con un vodka en la mano
olvidar la pena y la aflicción…
Casatchok… Casatchok… Casatchok…
ACTO ÚNICO

Despacho del director. A la izquierda, una puerta que da a las oficinas del banco. Dos
mesas de escribir. Mobiliario presuntuoso, asientos tapizados con terciopelo, flores,
estatuas, tapices, teléfono. Mediodía.

JIRIN (está solo; lleva botas de fieltro)

JIRIN.
-(Grita por la puerta.) ¡Manden a buscar quince «kopeks» de gotas de valeriana a la
farmacia quince y que traigan también agua fresca al despacho del directo!... ¡Ya se los dije
cien veces! (Yendo hacia la mesa.) ¡Estoy rendido!... ¡Ya son tres días y tres noches las que
llevo escribiendo, sin pegar un ojos!... ¡Desde la mañana hasta la noche me la paso aquí,
escribe que te escribe, y de la noche a la mañana escribiendo en casa!... (Tose.) ¡Y encima,
por consecuenciaa, siento todo el cuerpo congestionado!... ¡Tengo temblor..., calor..., tos...,
dolor de piernas y hasta siento como unas chispas en los ojos!... (Se sienta.) A nuestro
director..., ese canalla..., hoy no se le ocurre mejor idea que disponerse a leer en la
asamblea general sobre el tema: «La reputación de nuestro Banco en el presente y en el
porvenir»... ¡Bastante sinvergüenza está hecho!... (Escribiendo.) Dos..., uno..., uno..., seis...,
cero..., siete... Luego seis… cero… uno… El quiere deslumbrar a todos, a costas de que yo
esté aquí clavado, trabajando para él, como un presidiario… ¡En este informe él no pone
más que su labia , mientras que yo, me paso día tras día sacando cuentas con el ábaco, ¡que
se lo lleve el diablo!... (Utilizando el ábaco.) ¡No lo tolero!... (Escribiendo.) ¿Entonces
era?... uno..., tres..., siete..., dos..., uno..., cero... Prometió recompensarme gratamente por
mi trabajo... ya que si hoy todo iba bien y lograba embaucar al público, me daría una
medalla de oro y trescientos rublos... Veremos si es verdad... (Escribe.) Eso sí..., si resulta
que he estado trabajando en balde..., entonces hermano cuidado... Soy un hombre colérico,
y cuando me acaloro..., sería capaz de llegar a cometer un crimen... ¡Sí que sí!... (Se oyen
sonidos de aplausos, ruidos y un ligero barullo.)

LA VOZ DE SCHIPUCHIN.
-« ¡Gracias! ¡Muchas gracias! ¡Estoy emocionado!»... (Entra SCHIPUCHIN. Viene
vestido de frac y corbata blanca, y sostiene entre las manos un álbum que acaban de
obsequiarle.)
EMPLEADO 1.
-Señor Director los empleados del banco queríamos obsequiarle con este álbum, este
pergamino (Le entrega el pergamino) y un jarrón de plata (Se lo entrega el EMPLEADO 2)...
que nunca está de más. Por su gran aporte al haber elevado a gran altura el prestigio del
Banco.
EMPLEADO 2.
-Espero que nos disculpe por toda esta pompa... sucede que para nosotros usted es alguien
supremo y consideramos que se merece un gran festejo.
EMPLEADO 1.
-Este pergamino ha sido compuesto por mí..., como igualmente he sido yo quien compró el
jarrón de plata... A ellos solos no se les hubiera ocurrido. También me ocupé personalmente
de la encuadernación del pergamino que como verá es muy buen gusto (en complicidad con
risitas) costó cuarenta y cinco rublos.
EMPLEADO 2.
-Pero, sin embargo, son gastos de los que no nos arrepentimos en absoluto. En nuestras casas
podemos ser modestos burgueses y obedecer a nuestras costumbres, pero aquí todo tiene que
ser ¡en grande!... ¡Esto es un Banco!... ¡Aquí el menor detalle tiene que imponer un aspecto
solemne!

SCHIPUCHIN.
(Acercándose al umbral de la puerta, para invitarlos poco a poco a retirarse de su
despacho.) ¡Este obsequio vuestro, estimados colaboradores, lo conservaré hasta mi propia
muerte y constituirá el recuerdo de los días más felices de mi vida!... ¡Sí, queridos míos!...
¡Una vez más les doy las gracias! (Envía un beso y se vuelve hacia JIRIN.) ¡Mi querido...,
mi apreciadísimo Kuzmá Nikoláievich!...

(Durante el tiempo que permanece en el escenario, entran, de cuando en cuando,


empleados con papeles para la firma.)

JIRIN.
(Levantándose.) Tengo el honor de felicitarle, ANDRÉI Andriévich, con motivo del
decimoquinto aniversario de nuestro Banco y deseo que...

SCHIPUCHIN.
-(Estrechándole fuertemente la mano.) ¡Gracias, querido mío... ¡Muchas gracias!... ¡En
un día tan célebre como el de hoy, en el día del aniversario, creo que podemos besarnos!
(Se besan.) ¡Estoy muy, muy contento! ¡Gracias por su trabajo! ¡Gracias por todo! ¡Por
todo!... ¡Si mientras tuve el honor de ocupar la dirección de este Banco hice algo útil, se
lo debo, principalmente, a mis colaboradores!... (Susíra.) ¡Sí amigo mío!... ¡Son quince
años! ¡Tan cierto que son quince años, como que me llamo Schipuchin!... (Vivamente.)
Bueno ¿Y mi informe?..., ¿qué tal va? ¿Viene avanzando?

JIRIN.
-Sí. Solo me faltan unas cinco páginas.

SCHIPUCHIN.
-¡Magnífico! ¿Estará, entonces, preparado a eso de las tres?...

JIRIN.
-Lo terminaré sin duda. Lo que queda, es ya una insignificancia.

SCHIPUCHIN.
-¡Magnífico! ¡Magnífico!... ¡La asamblea es a las cuatro, así que, por favor, querido!... ¿A
ver?... Déme la primera mitad, que voy a repasarla... Démela pronto... En este informe
tengo puestas grandes esperanzas. (Toma el informe.) Es mi «professión de foi» o, mejor
dicho, «mis fuegos artificiales»... (Se sienta y empieza a leer para sí.) Sin embargo estoy
cansado, me siento terriblemente cansado. Anoche me dió un ataque de gota, y después
tuve que pasarme toda la mañana de aquí para allá, ocupado en un montón de cosas. Y se
le suma, el nerviosismo..., las ovaciones..., la agitación... ¡Estoy cansado!
JIRIN.
-(Escribiendo.) Dos..., cero..., cero..., tres..., nueve..., dos..., cero... Esta cantidad de
cifras me nubla los ojos. Tres..., uno..., seis..., cuatro..., uno..., cinco... (Utilizando el
ábaco.)

SCHIPUCHIN.
-¡A su vez he tenido un terrible disguto! Hoy por la mañana vino a verme su señora
esposa y volvió a quejarse de usted... Me dijo que ayer, a la noche, estuvo
persiguiendola a ella y a su cuñada con un cuchillo... ¡Kuzmá Nikoláich! ¡Esto ya es
demasiado! ¿Cómo se le ocurre hacer estas csoas? ¡Ay, ay, ay!

JIRIN.
-(Secamente.) Con motivo del aniversario, ANDRÉI Andriévich, me atrevo a
dirigirme a usted para hacerle encarecidamente un ruego. Le ruego, aunque solo sea
en atención a mi trabajo de presidiario, que no se meta en mi vida privada. ¡Se lo
ruego!

SCHIPUCHIN
- (Suspirando.) ¡Tiene usted un carácter imposible, Kuzmá Nikoláich!... ¡Es usted una
persona excelente..., honorable…, respetable..., pero con las mujeres se comporta como un
cualquiera! La verdad, ¡No comprendo por qué les tiene tanto odio!...

JIRIN.
-(Con intensión.) ¡Y yo no comprendo otra cosa: ¿por qué usted las quiere tanto? (Pausa.)

SCHIPUCHIN.
-¡Qué carácter más insoportable tiene usted!... Pues, como le iba diciendo...; en mi casa
puedo ser un modesto burgués y obedecer a mis costumbres, pero aquí todo tiene que ser
«en grande», ya lo oyó... ¡Esto es un Banco!... ¡Aquí el menor detalle tiene que
imponer!... ¡Tiene que tener como todos ya lo saben, un aspecto solemne! (Emprolijando
algún detalle.) Mi mérito está, precisamente, en haber elevado a gran altura el prestigio
del Banco... Los detalles son asunto de suma importancia. (Examinando a JIRIN)
¡Querido mío!... ¡De un momento a otro puede presentarse aquí el Consejo Directivo, y
usted ahí, con los «valenkii» puestos, esa bufanda y esa americana de no se sabe qué
color!... ¡Podía haberse vestido de frac o, por lo menos, llevar una levita negra!

JIRIN.
-Para mí la salud es más importante que cualquier cosa, incluso que todos sus
dirigentes bancarios. Tengo el cuerpo congestionado.

SCHIPUCHIN.
-(Agitado.) Pero ¡convenga usted en que introduce un desorden! ¡Su actitud y accionar altera
el conjunto!

JIRIN.
-Si viene la Comisión, puedo esconderme... ¡No es tan grave la cosa! (Escribiendo.) Siete...,
uno..., siete..., dos..., uno.., cinco..., cero. Tampoco a mí me gusta el desorden... Siete..., dos...,
nueve... (Utilizando el ábaco.) ¡Aborrezco el desorden!... ¡Sepa que haría usted bien en no
invitar hoy a la comida del aniversario a las damas!

SCHIPUCHIN.
-¡Qué tonterías! ¿Por qué dice eso?

JIRIN.
-Ya sé que para que resulte más «chic», llenará usted con ellas el salón... Pero ¡cuidado!...
¡Podrían estropearlo todo!... De ellas no puede esperarse más que daño y desorden.

SCHIPUCHIN.
-¡Todo lo contrario!... La presencia de las mujeres eleva el espíritu.

JIRIN.
-¡Sí!, ¿eh?... Su dama es una mujer instruida y, sin embargo, el lunes pasado dijo una cosa
que me tuvo perplejo dos días... De pronto, y en presencia de extraños, pregunta: «¿Es
cierto que mi marido ha comprado para nuestro Banco las acciones del Banco Driazhski-
Priazhski, que bajaron en la Bolsa?»... Y todo esto, repito, delante de gente extraña... ¿Qué
necesidad tiene usted de hacerle confidencias de este tipo? ¡No lo comprendo! ¿O quiere
usted ir a parar a los tribunales?

SCHIPUCHIN.
-¡Bueno, basta ya!... ¡Todo eso en un día de aniversario es demasiado sombrío!... A
propósito... Me lo ha recordado usted. (Consultando el reloj.) Mi conyugue debe estar por
llegar. En realidad, yo debería haber ido a la estación a esperarla, pobrecilla; pero no tengo
tiempo, y me encuentro demasiado cansado. A decir verdad, no me pone muy contento su
venida. Quiero decir...
Me alegra, pero me habría sido más agradable que hubiera permanecido unos días más en
casa de su madre. Exigirá que pase con ella toda la tarde, y hoy teníamos organizada, para
después de comer, una pequeña excursión. (Estremeciéndose.) Sin embargo, me empiezo
ya a temblar de nervios. (Se sacude). ¡Tengo los nervios a flor de piel que basta, me
parece, la más pequeña tontería para que me pong a llorar!¡Pero…No!... ¡Hay que ser
fuerte, tan cierto como que me llamo Schipuchin!
(Entra TATIANA ALEKSEIÉVNA cubierta con un «waterproof» y una bolsa de viaje
cruzada al pecho.)

JIRIN.
-¡Hablando de Roma, por la puerta se asoma!

TATIANA ALEKSEIÉVNA
-¡Querido! (Corre hacia su conyugue. Largo beso.)

SCHIPUCHIN.
-Estábamos, precisamente, hablando de ti. (Consulta el reloj.)

TATIANA ALEKSEIÉVNA.
-(Con el aliento entrecortado.) ¿Me has hechado mucho de menos? ¿Estás bien? Yo
todavía no he pasado por casa. Me he venido directamente acá desde la estación. Tengo
muchas, muchas cosas que contarte. La impaciencia me consume… No me quito nada,
porque vengo sólo por un minuto. (A JIRIN.) ¡Buenos días, Kuzmá Nikoláich! (A su
marido.) ¿Y por casa? ¿Va todo bien?

SCHIPUCHIN.
-Todo bien. En esta semana has engordado... estás más guapa. Bueno, ¿qué tal el viaje?

TATIANA ALEKSEIÉVNA.
Magnífico. Mamá y Katia te envían recuerdos... Vasili ANDRÉIch me encargó te diera un
beso... (Le besa.) La tía te envía un tarro de mermelada..., y todos están enfadados porque
no les escribes. También Zina me encargó que te diera un beso. (Vuelve a besarle.) ¡Ay, si
supieras lo que ha pasado!... ¡Lo que ha pasado!... ¡Me horroriza hasta la idea de
contártelo! ¡Ay, lo que ha pasado!... ¡Querido, estoy notando en tus ojos que no te alegras
con mi regreso! ¿No te alegra verme?...

SCHIPUCHIN.
-¡Todo lo contrario, querida! (La besa.)

(JIRIN tose con enfado.)

TATIANA ALEKSEIÉVNA.
-(Suspirando.) ¡Ah!... ¡Pobre Katia!... ¡Pobre Katia!... ¡Me da tanta lástima!...
¡Tanta pena!...

SCHIPUCHIN.
-Hoy, querida, celebramos aquí el aniversario... La Comisión de la Directiva va a entrar de
un momento a otro, y tú estás sin vestir...

TATIANA ALEKSEIÉVNA.
-¡Es verdad!... ¡El aniversario!... Los felicito, señores... Les deseo... ¿Entonces hoy habrá
junta... y comida?... ¡Eso me gusta!... ¿Y aquel maravilloso informe..., del que me venías
comentando..., que tardaste tanto en escribir y preparar para el Consejo Directivo del
Banco?... (JIRIN tose con enfado.) ¿Vas a leerlo hoy?

SCHIPUCHIN.
-(Azarado.) ¡Querida! ¡De eso no hay que hablar!... ¿Verdad?... ¿No sería mejor que te
fueras a casa?

TATIANA ALEKSEIÉVNA.
-Ahora mismo. Ahora mismo... En un momento te lo cuento todo y me marcho...
(Entusiasmada) ¡Te lo contaré todo desde el principio hasta el fin! Pues verás... Recordarás
que cuando me acompañaste a la estación me senté junto a aquella señora gorda y me puse
a leer. No me gusta entablar conversaciones en el tren... Ya llevábamos pasadas tres
estaciones, y yo seguía leyendo sin haber cruzado una palabra con nadie... Sin embargo, al
llegar el anochecer, empezaron a dar vueltas en mi cabeza unos pensamientos ¡tan
sombríos!...
Frente a mí iba sentado un moreno que no esta nada mal... Un muchacho bastante
guapo... El caso es que nos pusimos a charlar...; después se nos acercó un marino..., luego
un estudiante (se ríe). Yo les dije que no estaba casada..., ¡y qué galantería la de todos
ellos!...
Estuvimos charla que te charla hasta la medianoche... El moreno contaba unas
anécdotas divertidísimas, y el marino se pasó todo el tiempo cantando... Me dolía el
pecho de tanto reirme. Y cuando el marino, ¡ah, ese marino!, cuando se enteró por
casualidad de que me llamaba Tatiana..., ¿sabes lo que empezó a cantarme?... (Canta
imitando la voz de bajo.) « ¡Onieguin, no te lo voy a ocultar, yo amo locamente a
Tatiana!». (Ríe a carcajadas).

(JIRIN tose con enfado.)

SCHIPUCHIN.
-Escucha, Taniushka, estorbamos a Kuzmá Nikoláich. Vete a casa, querida...
Después me comentás todo en detalle… además te estará incomodando JIRIN parando la
oreja.

TATIANA ALEKSEIÉVNA.
-¡No! ¡No importa! ¡Que lo escuche él también! (A JIRIN) ¡Esto es muy interesante!
¡Ya estoy por terminar! Pues verán... En la estación me esperaba Seriozha. Cuando justo
estaba hablando con ella un joven, creo que era inspector de contribuciones o algo así…
no estaba mal, era muy simpático, sobre todo los ojos ¡Esos ojos! Seriozha me lo
presentó y subimos los tres al coche. El tiempo era espléndido…

UNAS VOCES DETRÁS DEL ESCENARIO (EMPLEADO 1 Y 2)


-«¡No se puede entrar! ¡No se puede!... ¿Qué desea usted?»... (Entra MERCHÚTKINA.)

MERCHÚTKINA.
-(En el umbral de la puerta, librándose de quienes intentan retenerla.) ¿Qué es eso de no
dejarme pasar?... ¡No faltaba mas que esto! ... ¡Tengo que hablarle hoy mismo!...
(Entrando y dirigiéndose a SCHIPUCHIN.) Tengo el honor, excelencia... soy Nastasha
Fedoróvna MERCHÚTKINA..., la esposa del secretario provincial.

EMPLEADO 1:
-Mil disculpas su excelencia, no pude detenerla.

EMPLEADO 2:
-El error fue mío, no hice todo lo posible… le pude haber mordido la oreja, pero tengo
un dolor en la muela y estoy sin poder ir al dentista (Gesto de dinero)…

SCHIPUCHIN.
-(A los empleados) Pueden retirarse. (A MERCHÚTKINA) ¿En qué puedo servirla?

(Los EMPLEADOS se retiran)

MERCHÚTKINA.
-Verá usted, excelencia. Mi marido, el secretario provincial, Merchútkin, ha estado
enfermo durante cinco meses, y mientras permanecía en casa, curándose, lo han despedido,
sin motivo alguno, excelencia... Y cuando he ido a cobrar su sueldo, me han descontado,
figuresé, su excelencia, veinticuatro rublos con treinta y seis «kopeks»... ¿Por qué razón?,
pregunto. «Es que él – me contestan – ha pedido dinero de la mutualidad, y otros han
respondido por él» ¿Cómo es posible? ¡Él no pediría nada sin mi consentimiento!... ¡Estas
cosas no se hacen, excelencia!... Soy una mujer pobre, vivo solo de lo que me pagan mis
huéspedes a quienes les subalquilo mi vivienda... ¡Soy una mujer débil, indefensa! ¡No
recibo más que ofensas, nadie tiene siquiera una buena palabra para mí!

SCHIPUCHIN.
-¿Me permite? (Coge la solicitud y, la lee de pié.)

TATIANA ALEKSEIÉVNA.
-(A JIRIN.) ¿En donde me quedé?... Mmmmmm… Bueno, comienzo desde el principio.
La cuestión es que la semana pasada recibo un buen día una carta de mamá... En ella me
dice que un tal Grendilévski ha pedido la mano de mi hermana Katia... Parece ser que se
trata de un muchacho excelente, modesto, pero carente de medios económicos y sin una
posición... Y para colmo, figúrese usted, Katia se había enamorado de él... ¿Qué hacer en
un caso así?... Por eso me escribía mamá..., para que yo, sin pérdida de tiempo, fuera a
influir sobre Katia...

JIRIN.
-(En tono severo.) ¡Perdone, pero me ha hecho equivocar! Entre usted, su mamá y Katia
no entiendo nada.

TATIANA ALEKSEIÉVNA
-¡Para entender tiene que prestar atención! ¡Cuando una señora le habla, debe usted
escucharla!... ¿Por qué tiene hoy tan mal humor? ¿Cuestiones de amores? (Ríe.)

SCHIPUCHIN.
-(A MERCHÚTKINA.) Pero ¿qué es todo esto?... No entiendo en absoluto.

(JIRIN aprieta los dientes y presiona sus labios hasta ponerse rojo.)

TATIANA ALEKSEIÉVNA.
¿Conque está usted enamorado?... ¡Ah..., se ha puesto colorado!

SCHIPUCHIN.
-(A su mujer.) ¡Taniushka! ¡Querida!... ¡Pasa un momento a la oficina! En seguida estoy
contigo.

TATIANA ALEKSEIÉVNA.
-¡Está bien!... (Sale.)

SCHIPUCHIN.
-No entiendo nada de esto... Usted, señora, viene aquí equivocada... Esta solicitud, por lo
que se deduce de su contenido, no nos corresponde a nosotros. Tenga la bondad de
dirigirse a la institución donde trabajaba su marido.

MERCHÚTKINA.
-Mire, su excelencia... He ido ya a cinco sitios y en ninguno me la han querido siquiera
aceptar. Yo ya había perdido la cabeza cuando Boris Matviéich, mi yerno, me aconsejó que
viniera a verlo a usted... «Lo que tiene que hacer, mamaíta -me dijo- es recurrir al señor
Schipuchin. Es una persona de mucha influencia y todo lo puede...» ¡Ayúdeme, excelencia!

SCHIPUCHIN.
-Nosotros, señora MERCHÚTKINA, no podemos hacer nada por usted.
¡Compréndalo!... Su marido, por lo que he podido deducir, trabajaba en una institución
médico-militar..., mientras que la nuestra es de carácter particular, comercial... Esto es un
Banco... ¿Me comprende?

MERCHÚTKINA.
-Excelencia... Tengo un certificado del médico que demuestra que mi marido
estaba enfermo. Aquí lo tiene. Véalo, haga el favor.

SCHIPUCHIN.
-(Ligeramente irritado.) Magnífico... le creo; pero le repito que este asunto nada tiene
que ver con nosotros.

(Resuena la risa de TATIANA ALEKSEIÉVNA; luego, otras.)

SCHIPUCHIN.
¡Ya está ahí molestando a los empleados! (A MERCHÚTKINA.) ¡Resulta extraño y
hasta ridículo! ¿Será posible que su marido no sepa a donde usted tiene que dirigirse?

MERCHÚTKINA.
¡Mi marido, su excelencia, no sabe nada!... No hace más que decirme: « ¡Esto no
es cosa tuya! ¡Largo de aquí!» Y así cree que lo arregla todo...

SCHIPUCHIN.
-Se lo repito, señora: su marido estaba empleado en una institución médico-militar..., y
esto es un Banco..., una empresa privada..., comercial...

MERCHÚTKINA.
-No digo que no...; eso no lo estoy negando... Lo comprendo, su excelencia... Pero ¡en
ese caso, señor mío, ordene que me paguen por lo menos quince rublos. ¡Me conformo
con no cobrarlo todo de una vez!

SCHIPUCHIN.
-(Suspirando.) ¡Uf!...

JIRIN.
-ANDRÉI Andrievich... ¡Así nunca terminaré el informe!

SCHIPUCHIN.
-Ahora mismo. (A MERCHÚTKINA.) ¡Es imposible hacerle a usted comprender!...
¡Entienda de una vez que dirigirse a nosotros con una solicitud de ese género es tan
impropio como, por ejemplo, presentar una demanda de divorcio en una farmacia! (Se
oyen unos golpecitos en la puerta, y después la voz de TATIANA ALEKSEIÉVNA
diciendo: « ¿Se puede entrar?»... SCHIPUCHIN alza la voz.) ¡Espera, querida!...
¡Enseguida!... (A MERCHÚTKINA.) A usted, señora, entiendo que no le han pagado, pero
nosotros no tenemos nada que ver. Además hoy festejamos nuestro aniversario y estamos
ocupados... De un momento a otro puede entrar alguien... Perdone…

MERCHÚTKINA.
-¡Excelencia, tenga piedad de mí, tenga piedad de una pobre huérfana!... ¡Soy una mujer
débil..., indefensa!... ¡Me faltan las fuerzas!... ¡No puedo mas!... ¡Los juicios con los
inquilinos, los asuntos de mi marido, ocuparme de mi casa..., y ahora, para colmo, mi
yerno está sin trabajo!

SCHIPUCHIN.
-Señora MERCHÚTKINA, yo... ¡No, perdone, no puedo seguir hablando con usted!...
¡Hasta la cabeza me da vueltas!... ¡Usted nos está molestando y pierde el tiempo
inutilmente!... (A JIRIN.) ¡Kuzmá Nikoláich! ¡Explíqueselo, por favor, a la señora
MERCHÚTKINA!... (Hace un gesto de impaciencia y entra en la sala de empleados.)

JIRIN.
-(En tono severo.) ¿Qué se le ofrece?

MERCHÚTKINA.
-¡Soy una mujer débil..., indefensa!... ¡Quizá parezca fuerte, pero, si se me mira
detenidamente, usted verá que no hay en mí un solo pedacito sano! Apenas me sostengo
de pié. ¡He perdido el apetito! ¡Hoy he tomado el café sin ninguna satisfacción!

JIRIN.
-(Severo.) Le estoy preguntando qué es lo que se le ofrece, señora.

MERCHÚTKINA.
-¡Ordene, señor mío, que me paguen quince rublos!... ¡El resto, si quieren, pueden
dármelo aunque sea dentro de un mes!

JIRIN.
-Ya se le ha dicho a usted con toda claridad que esto es un Banco.

MERCHÚTKINA.
-Eso sí... Así es... Pero, si es necesario, puedo presentar un certificado médico.

JIRIN.
-¿Eso que lleva usted sobre los hombros, es una cabeza o qué?

MERCHÚTKINA.
-¡Mi buen señor, yo pido lo que por ley me corresponde!... ¡Para nada me hace falta lo de los
otros!

JIRIN.
-Yo le pregunto: «Madame»..., ¿eso que lleva usted sobre los hombros, es o no es una
cabeza?... ¡Qué diablos! ¡No tengo tiempo como para andar perdiéndolo hablando con
usted! ¡Estoy ocupado! (Señalando a la puerta.) ¡Haga el favor!

MERCHÚTKINA.
-(Asombrada.) Y del dinero..., ¿qué?

JIRIN.
-¡En una palabra: usted lo que tiene sobre los hombros no es una cabeza, sino... (Dando
con el dedo unos golpecitos en la mesa y llevándoselo después a la frente) esto!

MERCHÚTKINA.
-(Ofendida.) ¿Cómo?... ¡Bueno, bueno!... ¡Los golpecitos guárdeselos para su mujer!
¡Yo soy la esposa de un Secretario provincial! ¡Conmigo, cuidadito!

JIRIN.
-(Acalorándose y con voz contenida.) ¡Fuera de aquí!

MERCHÚTKINA.
-¡Eh, eh, eh… cuidadito! ¡Mire bien lo que hace!

JIRIN.
-(Con voz estrangulada.) ¡Si no sale en este mismo instante, mandaré llamar al portero!...
¡Fuera!.. (Da una patada al suelo.)

MIRCHUTKINA.
-¡Bueno, bueno!... ¿Cree, acaso, que le tengo miedo?... ¡Me he topado con gente
verdaderamente peligrosa en mi vida! ¡Mamarracho!

JIRIN.
-¡Me parece no haber conocido en toda la vida ser más repugnante!... ¡Uf! ... ¡Si hasta
se me ha subido la sangre a la cabeza!... (Con respiración fatigosa.) ¡Te lo digo una
última vez!... ¿Me oyes? ... ¡Si no se marcha de aquí, vieja bruja..., la haré polvo!...
¡Tengo tal carácter, que podría llegar a dejarla inválida para toda la vida!... ¡Soy capaz
de cometer un crimen!

MERCHÚTKINA.
-¡El ladrido de perro, el viento se lo lleva! ¡No le tengo miedo!... ¡He visto matones de verdad
y a usted le hace falta hasta cambiarse la vestimenta! Usted es un ridículo, llevando en una
oficina pública botas de fieltro. ¡Por favor!

JIRIN.
-(Con desesperación.) ¡Ya no puedo soportar su presencia!... ¡Me pone mal!... ¡No
puedo!... ¡No lo resisto! (Se dirige a la mesa y se sienta. Comienza a golpear su frente
contra la mesa.) ¡Han llenado el Banco de mujeres y no puedo escribir el informe!... ¡No
puedo, no puedo!...

MERCHÚTKINA.
-¡No pido nada que no me pertenezca!... ¡Lo que pido es mío según la ley!... ¡Valiente
desvergonzado!... ¡Estar dentro de una oficina y con los «valenki» puestos!...
¡Ridículo!...

(Entran SCHIPUCHIN y TATIANA ALEKSEIÉVNA.)

TATIANA ALEKSEIÉVNA.
-(Que viene siguiendo a su marido.) Fuimos a la fiesta de Berejnitzki... Katia llevaba un
vestido de «foulard» azul clarito, adornado con encajes finos y con el escote descubierto.
A ella le sienta muy bien el peinado alto; que ha decir verdad la había peinado yo misma,
con mis propias manos. ¡Iba peinada y vestida de tal modo que estaba hecha un
encanto!...

SCHIPUCHIN.
-(Ya con jaqueca.) ¡Sí, sí!... ¡Un encanto!... ¡En cualquier momento pueden estar llegando!...

MERCHÚTKINA.
-¡Excelencia!...

SCHIPUCHIN.
-(Con voz apagada.) ¿Qué hay? ¿Qué desea usted?

MERCHÚTKINA.
-¡Excelencia! (Señalando a JIRIN con el dedo.) ¡A ese que se pega la frente contra la
mesa, le había mandado usted que arreglara mi asunto y lo que hace es burlarse de mí y
soltar palabrotas!... ¡Soy una mujer débil..., indefensa!...

SCHIPUCHIN.
-¡Está bien, señora!... ¡Yo lo resolveré!... ¡Haré las gestiones necesarias; pero
váyase! ¡Después...! (Aparte.) Siento que estoy enloqueciendo.

JIRIN.
-(Acercándose a SCHIPUCHIN y bajando la voz.) ANDRÉI Andrievich... Mande a
buscar al portero y que la ponga de patitas en la calle. ¡Es ya inaguantable! ¿Hasta donde
vamos a llegar?

SCHIPUCHIN.
-(Asustado.) ¡No, no!... ¡Se pondrá a chillar como una condenada, y esta institución tiene
muchos empleados! Además la Comisión Directiva pueda estar por llegar en cualquier
momento.

MERCHÚTKINA.
-¡Excelencia!

JIRIN.
-(Con voz llorosa.) ¡Pero piense que tengo que terminar de escribir el informe! ¡No voy a
tener tiempo! (Volviendo a la mesa. Continúa golpeando su frente.) ¡No puedo! ¡No puedo
más!
MERCHÚTKINA.
-¡Excelencia!... ¿Pero cuándo voy a cobrar el dinero?... ¡Lo necesito hoy!

SCHIPUCHIN.
-(Indignado.) ¡Qué mujer más vil! (A ella en tono suave.) Señora... ¡Ya le he dicho que
esto es un Banco..., una institución de carácter privado..., comercial!...

MERCHÚTKINA.
-¡Tenga la bondad, excelencia!... ¡Sea como un verdadero padre para mí! ... ¡Si no
basta el certificado médico, puedo darle también el de la comisaría!... ¡Ordene que me
paguen el dinero!

SCHIPUCHIN.
-(Con un fatigoso suspiro.) ¡Uf!

TATIANA ALEKSEIÉVNA.
-(A MERCHÚTKINA.) ¡Abuela!... ¡Le están diciendo que está estorbando!... ¡Qué
rara que es usted, la verdad!

MERCHÚTKINA.
-¡Hija mía! ¡No tengo a nadie que pueda interceder por mí!... ¡El comer y el beber para mí
ya no son más uqe un nombre, y por si no lo sabía hoy me he bebido el café sin pizca de
ganas!

SCHIPUCHIN.
-(Agotado, a MERCHÚTKINA.) ¿Cuánto quiere usted que le den?

MERCHÚTKINA.
-Veinticuatro rublos con treinta y seis «kopeks».

SCHIPUCHIN.
-¡Está bien!... (Sacando veinticinco rublos de su bolsillo y entregándoselos.) Aquí
tiene usted veinticinco... ¡Cójalos y váyase!

(JIRIN tose, enfadado.)

MERCHÚTKINA.
-¡Muchas gracias, excelencia! (Se guarda el dinero.)

TATIANA ALEKSEIÉVNA.
-(Sentándose junto a su marido.) A todo esto, ya es hora de que me vaya a casa. (Mirando
el reloj.) Sólo que todavía no he terminado.¡Ay, lo que pasó!... ¡Lo que pasó!... Fuimos,
como te decía, a la fiesta de Berenzhnitzki... Estaba bastante bien..., animada..., aunque no
sucedía nada extraordinario. Naturalmente, uno de los presentes era Grendilevski, quien
suspiraba por Katia... Pues bien..., yo ya había hablado con mi hermana, habíamos llorado
juntas y la había convencido, por lo que, precisamente, en esa fiesta habló con Grendilevski
y lo rechazó... Pero, ¡imagínate!... ¡Piensa!... ¡Todo se había arreglado lo mejor posible!...
Tranquilizada mamá y salvada Katia, yo también podía estar tranquila..., pero, ¿qué
crees?... Momentos antes de la cena, cuando me paseaba con Katia por la alameda..., de
pronto... (Excitándose), oímos un tiro... ¡No!... ¡No puedo hablar de esto con sangre fría!...
(Abanicándose con el pañuelo.) ¡No..., no puedo!...

SCHIPUCHIN.
-(Suspirando.) ¡Uf!

TATIANA ALEKSEIÉVNA.
-(Llorando.) ¡Corremos hacia la glorieta y allí..., allí..., encontramos al pobre
Grendilevski, tendido en el suelo. ¡Con una pistola en la mano!...

SCHIPUCHIN.
-¡No!... ¡No lo puedo soportar! (A MERCHÚTKINA.) ¿Qué necesita usted aún?

MERCHÚTKINA.
-¿No sería posible, excelencia, que usted gestionase el que mi marido ingresara otra vez en
su trabajo?

TATIANA ALEKSEIÉVNA.
-(Llorando.) ¡Se había disparado directamente al corazón! ¡Aquí, mira!... ¡Mi pobre
hermana cayó desmayada del susto!... ¡Y él estaba allí tendido, terriblemente asustado,
pidiendo que se llamara al doctor. Pronto acudió el médico y… y salvó al infeliz.

MERCHÚTKINA.
-¡Excelencia!... ¿No podría mi marido volver a ocupar su puesto?

SCHIPUCHIN.
-¡No!... ¡No lo soporto!... (Llorando.) ¡No lo soporto! (Tendiendo los brazos a JIRIN con
gesto desesperado.) ¡Échela de aquí! ¡Échela..., se lo suplico!

JIRIN.
-(Avanzando hacia TATIANA ALEKSEIÉVNA.) ¡Fuera de aquí!

SCHIPUCHIN.
-¡No!... ¡A ella no!... ¡A esa!... ¡A esa espantosa mujer! (Señalando a
MERCHÚTKINA.) ¡A esta!

JIRIN.
-(Sin comprender, a TATIANA ALEKSEIÉVNA.) ¡Fuera de aquí! (Pegando patadas al piso.)
¡Lárguese!

TATIANA ALEKSEIÉVNA.
-¿Cómo?... Pero ¿qué le pasa? ¿Se ha vuelto loco?

SCHIPUCHIN.
-¡Esto es terrible! ¡Soy un desgraciado!... ¡Échela! ¡Échela!

JIRIN.
-(A TATIANA ALEKSEIÉVNA.) ¡Fuera! ¡La dejaré tullida! ¡La haré trizas! ¡Voy
a cometer un crimen!

TATIANA ALEKSEIÉVNA.
-(Corriendo para escapar del alcance de JIRIN, quien la persigue con un cuchillito.)
¿Cómo se atreve?... ¡Insolente!... (Gritando.) ¡ANDRÉI! ¡Sálvame! ¡ANDRÉI!...
(Lanzando un chillido.)

SCHIPUCHIN.
-(Corriendo a su vez tras ellos.) ¡Basta, paren! ¡Se los suplico! ¡Silencio! ¡Tengan
compasión de mí!

JIRIN.
-(Corre detrás de MERCHÚTKINA.) ¡Fuera de aquí! ¡Agarrele! ¡Degollenla!

SCHIPUCHIN.
-(Gritando.) ¡Basta ya! ¡Se los ruego! ¡Se los suplico!

MERCHÚTKINA.
-¡Ay de mí! ¡Socorro! (Lanza un chillido.)

TATIANA ALEKSEIÉVNA.
-(Gritando.) ¡Auxilio! ¡Auxilio!... ¡Ay!... ¡Me desmayo! (De un salto se sube a una silla,
cayendo luego en el sillón, donde permanece gimiendo, como víctima de un
desvanecimiento.)

JIRIN.
-(Persiguiendo a MERCHÚTKINA.) ¡Agarrela! ¡Degollela!...

MERCHÚTKINA.
¡Ay de mí!... ¡Se me nubla la vista!... ¡Ay!... (Cae en brazos de SCHIPUCHIN. Se oyen
unos golpecitos dados contra la puerta y una voz que, detrás del escenario, anuncia: «¡El
Consejo Directivo!»)

SCHIPUCHIN.
-¡Los Directivos!... ¡La reputación!... ¡La ocupación!...

JIRIN.
-(Pataleando.) ¡Fuera de aquí! (Remangándose.) ¿Me quieren conocer? ¡Soy capaz de
cometer un crimen! (Entra en el Consejo Directivo, todos vestidos de frac. Uno de ellos
sostiene en las manos un pergamino encuadernado en terciopelo y otro un jarrón.
TATIANA ALEKSEIÉVNA está echada sobre el diván. MERCHÚTKINA descansa en
los brazos de SCHIPUCHIN. Ambas exhalan ligeros gemidos.)

EL DIRETIVO 1.
-(Declamando.) «¡Muy respetable y querido Andréi Andreievich!... ¡Echando un vistazo
retrospectivo sobre el pasado de nuestra empresa financiera y recorriendo con una mirada
mental la historia de su intachable y paulatino desarrollo, experimentamos una impresión
sumamente satisfactoria!...

EL DIRECTIVO 2.
-(Declamando.) «¡Cierto es que en los primeros tiempos de existencia, el pequeño
volumen de capital de base, la carencia de operaciones de cierta envergadura, así como la
imprecisión de los objetivos ponían sobre el tapete el interrogante de «Hamlet»...«Ser o no
ser»!; y en cierto momento llegaron a elevarse incluso algunas voces pidiendo que se
cerrara el Banco.

EL DIRECTIVO 1.
-(Declamando.) «Pero he aquí que al frente del establecimiento se coloca usted.¡Su saber,
su energía y su peculiar tacto que le caracteriza han dado lugar a un éxito extraordinario y a
un florecimiento pocas veces visto!... ¡La reputación del Banco... (Tosiendo.) ¡La
reputación del Banco... »

MERCHÚTKINA.
-(Entre gemidos.) ¡Ay!... ¡Ay!

TATIANA ALEKSEIÉVNA.
-(Ahogándose. Repitiendo.) ¡Agua! ¡Necesito agua!

EL DIRECTIVO 1.
- (Prosiguiendo con su declamación.) «¡La reputación!... (Tosiendo.) ¡La reputación del
Banco ha sido elevada por usted a tal altura, que hoy en día nuestro Banco está en
condiciones de competir con las mejores instituciones del extranjero!...»

SCHIPUCHIN.
-(Repite incansablemente estos dichos con las piernas sobre una silla agarrándoselas entre sus
brazos.) La comisión... La reputación...
«El amor es una locura
Que solo el cura lo cura
Pero el cura que lo cura
Comete una gran locura»…

EL DIRECTIVO 2.
-(Declamando.) «Luego, hechando una mirada objetiva al presente… (Observan ambos
Directivos, el entorno.) Nosotros, muy respetable y querido Andréi Andrievich…
(Bjando el tono de voz.) Consideramos en este caso, que vendremos después… (Se miran
los DIRECTIVOS.)

DIRECTIVO 1.
-(Retirándose de espaldas, lleno de confusión.) Mejor será que regresemos después…

DIRECTIVO 2.
-(Retirándose de espaldas, lleno de confusión.) Sí, después…

(Telón.)

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