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COMPRESIÓN DE LA REALIDAD
Esas tres formas tienen un fundamento distinto: es un hecho real que varios siglos nos
separan de la Edad Media y varios miles de kilómetros de las sociedades melanesias; en
cambio, es una convención considerar que el aislamiento de los sistemas políticos o
económicos con respecto a los demás es suficiente para justificar la existencia de
disciplinas separadas. Se ha llegado a sostener legítimamente que este descuartizamiento
arbitrario de los fenómenos sociales desemboca en la deshumanización de diversas
maneras.
En primer lugar, podemos preguntarnos si todos los fenómenos sociales tienen un mismo
grado de realidad y si algunos de ellos – los mismos de los que se trata aquí – no son una
ilusión, una especie de fantasmagoría colectiva. En segundo lugar, se plantea el problema
de saber si algunos niveles son aislables, o si dependen de otros niveles con los que
mantienen relaciones dialécticas. Por último, la ciencia mantiene siempre el postulado de la
coherencia de su objeto y, a este respecto, cabe preguntarse si las ciencias sociales en
cuestión no se definen con respecto a un pseudobjeto y no se reducen a una especie de
juego y manipulación gratuita de símbolos. En caso de respuesta afirmativa, nos
hallaríamos en el ámbito de la mistificación, que es absolutamente contraria a la
humanización.
La tercera ola
La etnología y la historia nos ponen en presencia de una evolución de tipo idéntico. Durante
mucho tiempo se creyó que la historia sólo apuntaba a una reconstitución exacta del
pasado. De hecho, tanto la historia como la etnología estudian sociedades “distintas” de la
sociedad en que vivimos. Ambas disciplinas tratan de que una experiencia particular cobre
las dimensiones de una experiencia general –o más general, por lo menos– para que sea así
accesible a los hombres de otros países y otros tiempos.