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APORTES DE DETERMINADAS CIENCIAS SOCIALES A LA

COMPRESIÓN DE LA REALIDAD

Cabe preguntarse cuál es la característica común de los trabajos de investigación que se


agrupan bajo el nombre de ciencias sociales. Todas estas ciencias guardan relación con la
sociedad y la mejora del conocimiento de ésta, aunque por razones diferentes. Unas veces
se trata de problemas con características tan peculiares que optamos por aislarlos de los
demás para poder resolverlos mejor: así ocurre con el derecho, la ciencia política y la
ciencia económica. Otras veces nos proponemos estudiar fenómenos comunes a todas las
formas de la vida social, pero tratando de analizarlos a un nivel más profundo: este es el
ambicioso propósito que comparten la sociología y la psicología social. Otras veces, por
último, queremos integrar en el conocimiento del hombre formas de actividad que son
“muy distantes” en el tiempo o en el espacio, y los trabajos de investigación a este respecto
entran en el ámbito de la historia y la etnología. En suma, peculiaridad, profundidad y
distancia: he aquí tres formas de resistencia de los hechos sociales que las correspondientes
disciplinas tratan de vencer paralelamente, pero con medios diferentes.

Esas tres formas tienen un fundamento distinto: es un hecho real que varios siglos nos
separan de la Edad Media y varios miles de kilómetros de las sociedades melanesias; en
cambio, es una convención considerar que el aislamiento de los sistemas políticos o
económicos con respecto a los demás es suficiente para justificar la existencia de
disciplinas separadas. Se ha llegado a sostener legítimamente que este descuartizamiento
arbitrario de los fenómenos sociales desemboca en la deshumanización de diversas
maneras.

Ciencias sociales: ¿manipulación gratuita de símbolos?

En primer lugar, podemos preguntarnos si todos los fenómenos sociales tienen un mismo
grado de realidad y si algunos de ellos – los mismos de los que se trata aquí – no son una
ilusión, una especie de fantasmagoría colectiva. En segundo lugar, se plantea el problema
de saber si algunos niveles son aislables, o si dependen de otros niveles con los que
mantienen relaciones dialécticas. Por último, la ciencia mantiene siempre el postulado de la
coherencia de su objeto y, a este respecto, cabe preguntarse si las ciencias sociales en
cuestión no se definen con respecto a un pseudobjeto y no se reducen a una especie de
juego y manipulación gratuita de símbolos. En caso de respuesta afirmativa, nos
hallaríamos en el ámbito de la mistificación, que es absolutamente contraria a la
humanización.

La tercera ola

La etnología y la historia nos ponen en presencia de una evolución de tipo idéntico. Durante
mucho tiempo se creyó que la historia sólo apuntaba a una reconstitución exacta del
pasado. De hecho, tanto la historia como la etnología estudian sociedades “distintas” de la
sociedad en que vivimos. Ambas disciplinas tratan de que una experiencia particular cobre
las dimensiones de una experiencia general –o más general, por lo menos– para que sea así
accesible a los hombres de otros países y otros tiempos.

La civilización técnica no es una civilización aparte

A falta de textos escritos y monumentos figurados, estos modos de conocimiento son a un


tiempo más exteriores y más interiores –también podríamos decir “más gruesos y más
finos”– que los de las restantes ciencias sociales, ya que comprenden un estudio desde fuera
(antropología física, prehistoria y tecnología) y otro desde dentro (identificación de la
etnología con el grupo con el que comparte la existencia). Situada siempre “más acá” y
“más allá” de las ciencias sociales, la etnolog ía no puede disociarse de las ciencias
naturales ni de las ciencias humanas. Su originalidad estriba en la unión de los métodos de
ambas poniéndolos al servicio de un “conocimiento generalizado” del hombre, esto es, de
una “antropología”.

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