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Analiza primero tu propia vida espiritual, ¿Qué pienso acerca de Dios? ¿Qué
lugar ocupa Él en mi vida? ¿Me preocupo por mantener una conexión o
relación íntima con Él? La espiritualidad de tú familia será el reflejo de tu
propia espiritualidad como padre o madre.
La fe no es solo lo que decimos, sino lo que hacemos. Por ello, nuestra vida
espiritual se debe reflejar en las cosas más sencillas , como las palabras al
hablar y nuestra forma de actuar.
“Hijo, yo sé que Dios me ama porque un día estaba afligido por una
enfermedad de mi madre. Entonces…”
“Hija, te entiendo, sé cómo es sentirse rechazada por las amigas. Sabes,
cuando yo estaba en el colegio secundario…”
¡Qué maravilla poder oír de boca de padres sabios el relato de cómo se vive la
auténtica vida religiosa!
3. Señala las cosas simples de la vida cotidiana que reflejan el actuar de
Dios. El ser agradecido a Dios por las pequeñas cosas que suceden a
diario.
El altar familiar:
Es tiempo de hacer del culto familiar un hábito. Leer la Biblia, orar,
ayunar, compartir juntos en armonía. Poner nuestras limitaciones y
adversidades, unidos en oración, delante de Dios. Caminar unánimes en
las decisiones y pasos que vayamos a dar como familia.
Muchas veces olvidamos este importante tiempo familiar donde todos y
cada uno tiene un papel fundamental. Velar por los niños, por el
matrimonio, por la familia, es parte de este tiempo. Darle el primer lugar
al Señor es vital para la salud de tu familia.