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dignidad
Cuento 1: En el camino a la escuela
Autor: Eva María Rodríguez
Valores: envidia, esfuerzo, dignidad
Por el camino, César le hablaba a Julián sobre todas las cosas chulas -y caras-
que tenía, sobre las cosas interesantes -y caras- que comía, sobre los
juguetes guays -y caros- que tenía, sobre los impresionantes -y caros- viajes
que hacía y muchas otras cosas más, todas ellas muy costosas..
Julián se sentía muy miserable cuando César le hablaba de esas cosas. Sin
embargo, aunque sentía mucha envidia de él, en el fondo había algo en la
forma de hablar de César que le daba cierta lástima.
-Entonces, tampoco -dijo Julián-. Y doy por sentado que tampoco podremos
quedar en ningún puente ni en vacaciones porque te vas a uno de esos
increíbles viajes con tus padres.
Desde ese momento Julián dejó de sentir envidia de César. Tal vez Julián no
tuviera tantas cosas, ni vistiera tan bien, pero al menos tenía tiempo de jugar
y de disfrutar de su tiempo libre, de compartirlo con otros.
Además, tomó una decisión. Desde ese día dedicaría mucho más tiempo a
estudiar. Porque, sin duda, el día de mañana su amigo César estaría mucho
más preparado que él. Y, aunque estuviera claramente en desventaja, tenía
que poner todo lo que pudiera de su parte para llegar todo lo alto que
pudiera.
CUENTO 2: La Tetera
Autor: Hans Christian Andersen
Valores: dignidad
Hace mucho tiempo había una tetera muy arrogante. La tetera estaba
orgullosa de su porcelana y de sus maravillosas formas, y a todo el mundo
se lo hacía notar. Sin embargo, de lo que nunca hablaba era de su tapadera,
que estaba rota y encolada porque, al estar defectuosa, no gustaba a nadie.
¿A quién iba a gustarle algo defectuoso? Bien sabía la tetera que las tazas,
la mantequera y la azucarera ya se habían fijado en el defecto de su tapa y
que no hablaban más que de eso, en vez de su maravillosa asa o cualquiera
de sus otras virtudes.
- ¡Las conozco! -decía para sus adentros la tetera-. Pero conozco también
mis defectos y los admito; en eso está mi humildad, mi modestia. Defectos
los tenemos todos, pero una tiene también sus cualidades. Las tazas tienen
un asa, la azucarera una tapa. Yo, en cambio, tengo las dos cosas, y además,
por la parte de delante, algo con lo que ellas no podrán soñar nunca: el pitón,
que hace de mí la reina de la mesa de té. El papel de la azucarera y la
mantequera es de servir al paladar, pero yo soy la que reina sobre todos,
pues reparto bendiciones entre la humanidad sedienta y, en mi interior, las
hojas chinas se elaboran en el agua hirviente e insípida.
Fuente: http://www.cuentoscortos.com/cuentos-de-dignidad