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01-ESTUDIO POR LIBRO – 17.

EXÓDO:Una visión más correcta de Dios (19.1-25)


Una visión más correcta de Dios (19.1-25)

En el mes tercero de la salida de los hijos de Israel de la tierra de Egipto, en el


mismo día llegaron al desierto de Sinaí. Habían salido de Refidim, y llegaron al
desierto de Sinaí, y acamparon en el desierto; y acampó allí Israel delante del
monte. Y Moisés subió a Dios; y Jehová lo llamó desde el monte, diciendo: Así dirás
a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel: Vosotros visteis lo que hice a
los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí (19.1-4).

Hay ciertas cosas tan demasiado maravillosas y sobrecogedoras que escapan a toda
definición. Por ejemplo, ¿quién es Dios? Podremos llamarle Creador, Padre o Roca.
Podremos describirlo como santo, majestuoso o grande. Sin embargo, ¿podremos
descifrar quién es Dios? Estas frases dicen algo acerca de Dios, pero no nos dicen
quién es Él.
¿Quién es Dios? Él es nuestro Padre que está en los cielos. Cuando Moisés le
preguntó a Dios Su nombre, Él le respondió: «YO SOY EL QUE SOY» (3.14). Esta
respuesta en realidad no nos dice quién es Dios.
Cuando Jesús vivió sobre la tierra, Él dio una idea de quién es Dios. No obstante,
imagínese a los israelitas que vivieron antes de la venida de Jesús, tratando de
entender quién es Dios. El esfuerzo de Dios por revelarse a Su pueblo podría
compararse con el del Sol tratando de revelarse al hombre. Si el hombre pudiera
acercarse al Sol, éste lo quemaría. Si el hombre mirara directamente al Sol durante
cierto período de tiempo, se quedaría ciego.
El Dios de gloria, de santidad, de majestad, de absoluta perfección y de infinito
poder, estaba dándose a conocer en Éxodo 19, a Su pueblo recién formado. Él no
deseaba «quemarlos» ni hacerlos «quedar ciegos».
Estaba preparando a los israelitas para que aceptaran Su pacto. Les iba a dar Su
ley, pero necesitaba que entendieran algo de Su majestad, con el fin de que lo
obedecieran y reverenciaran. Les dijo: «Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y
guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos;
porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente
santa» (19.5-6).
Dios tomó posesión de Su pueblo. Se propuso hacer de Israel Su pueblo, mediante
un pacto con ellos.
El pueblo respondió: «Todo lo que Jehová ha dicho, haremos» (19.8). Ellos
aceptaron ser posesión de Dios.
Moisés le llevó a Dios este mensaje acerca de la disposición de ellos, y Dios le dio a
Moisés instrucciones acerca de la manera como prepararía a Su pueblo para tener
un encuentro con Él:
Y Jehová dijo a Moisés: Ve al pueblo, y santifícalos hoy y mañana; y laven sus
vestidos, y estén preparados para el día tercero, porque al tercer día Jehová
descenderá a ojos de todo el pueblo sobre el monte de Sinaí. Y señalarás término al
pueblo en derredor, diciendo: Guardaos, no subáis al monte, ni toquéis sus límites;
cualquiera que tocare el monte, de seguro morirá. No lo tocará mano, porque será
apedreado o asaeteado; sea animal o sea hombre, no vivirá. Cuando suene
largamente la bocina, subirán al monte. Y descendió Moisés del monte al pueblo, y
santificó al pueblo; y lavaron sus vestidos. Y dijo al pueblo: Estad preparados para
el tercer día; no toquéis mujer (19.10-15).
Con estas instrucciones dadas por Dios se le estaba enseñando a Israel (y a
nosotros) acerca de la naturaleza de Él.
DIOS ES INACCESIBLE MIENTRAS NO HAYA CONSAGRACIÓN
Dios le dijo a Moisés: «Ponle límites al pueblo alrededor del monte. Si tocáis el
monte en que me encuentro, moriréis. En efecto, mientras estéis siendo apedreados
o asaeteados a muerte, ¡nadie deberá tocaros! Estaréis llenos de la santidad de
Dios». Nadie podía tener tratos con Dios, a menos que se hubiera preparado
apropiadamente para ello. El primer día, los israelitas debían consagrarse.
Debían lavar sus vestidos. Hasta las parejas casadas debían abstenerse de
relaciones sexuales (19.15). Nuestro Dios todavía habita en lo que Pablo llama «luz
inaccesible», en 1era Timoteo 6.15-16: «El bienaventurado y solo Soberano, Rey de
reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad, que habita en luz
inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver».
El salmista intentó describir el esplendor y majestad de Dios en el Salmo 104:
Bendice, alma mía, a Jehová. Jehová Dios mío, mucho te has engrandecido; Te has
vestido de gloria y de magnificencia.
El que se cubre de luz como de vestidura, Que extiende los cielos como una cortina,
Que establece sus aposentos entre las aguas, El que pone las nubes por su carroza,
El que anda sobre las alas del viento; el que hace a los vientos sus mensajeros, Y a
las flamas de fuego sus ministros.
Él fundó la tierra sobre sus cimientos; no será jamás removida…. ¡Cuán
innumerables son tus obras, oh Jehová! Hiciste todas ellas con sabiduría; La tierra
está llena de tus beneficios…. Todos ellos esperan en ti, Para que les des su comida
a su tiempo…. Sea la gloria de Jehová para siempre, Alégrese Jehová en sus obras.
Él mira a la tierra, y ella tiembla; Toca los montes, y humean. A Jehová cantaré en
mi vida; A mi Dios cantaré salmos mientras viva.
Dulce será mi meditación en él; Yo me regocijaré en Jehová. Sean consumidos de la
tierra los pecadores, Y los impíos dejen de ser.
Bendice, alma mía, a Jehová.
Aleluya.
Muchos se preguntan: «¿Por qué es Dios así?».
Aunque no es una pregunta fácil, no por ello carece de respuesta.
LO QUE ESTO QUIERE DECIR ACERCA DE DIOS
Dios es santo. Ser santo significa ser muy especial -único. Por nuestra condición de
seres creados que somos, hallamos esto difícil de entender. Es fácil entender lo que
podemos ver con nuestros ojos y oír con nuestros oídos, pero Dios no es visible a
ojos ni a oídos humanos.
Dios está aparte y es único. Es por esta diferencia entre él y nosotros, que no
podemos acercarnos a Él sin habernos consagrado. La consagración es el proceso
mediante el cual uno se purifica para llegar a ser digno de acercarse a Dios. Aun
después de que los israelitas fueron consagrados, a ellos sólo se les permitió situarse
al pie del monte a observar: Aconteció que al tercer día, cuando vino la mañana,
vinieron truenos y relámpagos, y espesa nube sobre el monte, y sonido de bocina
muy fuerte; y se estremeció todo el pueblo que estaba en el campamento. Y Moisés
sacó del campamento al pueblo para recibir a Dios; y se detuvieron al pie del
monte. Todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre él en
fuego; y el humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía en
gran manera. El sonido de la bocina iba aumentando en extremo; Moisés hablaba,
y Dios le respondía con voz tronante. Y descendió Jehová sobre el monte Sinaí,
sobre la cumbre del monte; y llamó Jehová a Moisés a la cumbre del monte, y
Moisés subió. Y Jehová dijo a Moisés: Desciende, ordena al pueblo que no traspase
los límites para ver a Jehová, porque caerá multitud de ellos. Y también que se
santifiquen los sacerdotes que se acercan a Jehová, para que Jehová no haga en
ellos estrago.
Moisés dijo a Jehová: El pueblo no podrá subir al monte Sinaí, porque tú nos has
mandado diciendo: Señala límites al monte, y santifícalo. Y Jehová le dijo: Ve,
desciende, y subirás tú, y Aarón contigo; mas los sacerdotes y el pueblo no
traspasen el límite para subir a Jehová, no sea que haga en ellos estrago. Entonces
Moisés descendió y se lo dijo al
pueblo (19.16-25).
Nunca antes se había revelado Dios en Su gloria de tal manera. El Sinaí estaba
cubierto de humo. El fuego en la cima era el mismo Iahveh. Una bocina o trompeta
daba un sonido cada vez mayor. Como no se menciona que el sonido de bocina o
trompeta fuera producido por seres humanos, es de suponer que debió haber tenido
origen divino.
Cuando Cristo vuelva por segunda vez a llevarse a los cristianos a casa con Él,
también dará sonido una trompeta: He aquí, os digo un misterio: No todos
dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y
cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos
serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados (1era Corintios
15.51-52).
Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de
Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero (1era
Tesalonicenses 4.16).
Mientras Israel observaba y escuchaba, un terremoto sobrevino. No fue éste un
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insignificante. Todo el monte tembló al escucharse
el gran YO SOY. Este es uno de los pocos lugares de
la Escritura, donde tenemos lo que se conoce como
teofanía, que es una aparición de Dios en Su gloria.
Dios no ha cambiado desde ese día. En la era
cristiana, Él ha cambiado la manera como tiene
tratos con los humanos; pero la esencia de Dios, Su gloria, no ha cambiado.
LO QUE ESTO SIGNIFICA PARA NOSOTROS
El tamaño de nuestra fe es un reflejo de la idea
que tengamos de Dios. Una mujer me dijo que
según ella cree, es lo que está en nuestros corazones
lo que constituye la esencia de nuestra fe. Según ella
lo expresa, no importa lo que creamos, con tal de que
nos sintamos bien con ello. ¡El Dios de ella es
extremadamente pequeño! No es así el Dios del Sinaí.
El poderoso Dios del Sinaí espantó a los israelitas. El
temor de ellos se describe en Hebreos 12.18-21:
Porque no os habéis acercado al monte que
se podía palpar, y que ardía en fuego, a la
oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad, al
sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba,
la cual los que la oyeron rogaron que no se les
hablase más, porque no podían soportar lo que
se ordenaba: Si aun una bestia tocare el monte,
será apedreada, o pasada con dardo; y tan
terrible era lo que se veía, que Moisés dijo:
Estoy espantado y temblando…
La gente clamaba aterrorizada. Incluso Moisés
estaba temblando. El pueblo estaba diciendo: «¡Por
favor, oh Dios, no hagas oír tu voz más!». ¡No se
olvide usted de este Dios de gloria! Dios es digno
de nuestro culto, de nuestra adoración, de nuestra
absoluta obediencia y de ser alabado. No es de
extrañar que los salmistas no pudieran dejar de
escribir acerca de este Dios de los cielos:
Alabad el nombre de Jehová (113.1).
A la presencia de Jehová tiembla la tierra,
A la presencia del Dios de Jacob (114.7).
Te exaltaré mi Dios, mi Rey,
Y bendeciré tu nombre eternamente y para
siempre.
Cada día te bendeciré,
Y alabaré tu nombre eternamente y para siempre
(145.1-2).
Alabad a Dios en su santuario;
Alabadle en la magnificencia de su firmamento.
Alabadle por sus proezas;
Alabadle conforme a la muchedumbre de su
grandeza…
Todo lo que respira alabe a JAH.
Aleluya (150.1-6).
No tenemos palabras apropiadas de alabanza para
nuestro Rey, el cual se sienta en gloria y majestad,
inaccesible en luz gloriosa.
Estamos delante de un santo y glorioso Dios,
Rey de reyes y Señor de señores. Nuestra fe no es
mayor que nuestra percepción de Dios. La carencia
de fe de algunos de nosotros, da como resultado
que tengamos un Dios pequeño e incapaz. Tenemos
un Jesús que se acomoda a nuestros gustos, y que
nos hace sentir bien. Es un Jesús que fortalece
nuestra autoestima y nos da buenos «consejos».
Algunos tienen un Dios cuyo único propósito es
hacernos sentir bien con nosotros mismos. Tenemos
un Dios que nos da una organización social que se
llama iglesia, dentro de la cual nos asociamos con
otros y nos sentimos amados.
Profesamos nuestra religión de modo egoísta,
egocéntrico e interesado. Algunos participamos en
el culto a Dios con el único interés de recibir
inspiración. Necesitamos que nos inquiete profundamente
la presencia de un Dios santo. Venimos
al culto llenos de culpa, sin haber pedido perdón
por nuestros pecados, y con una actitud de rebeldía
en nuestros corazones. Nos parece que nadie se
enterará de nuestro pecado, sin embargo, para
nuestro santo Dios, nuestros corazones son como
libros abiertos, y en Él no hay tolerancia para el
pecado.
Nos gusta la idea de un Dios bonachón que, al
igual que un abuelo complaciente, deja pasar
nuestras faltas. Si este es nuestro concepto de Dios,
seremos incapaces de valorar la magnitud de lo
que Jesús hizo por nosotros en la cruz del Calvario.
¿Con qué propósito sufrió Jesús? Puede que la
idea de que alguien haya muerto por nosotros
nos humedezca los ojos, pero, ¿entenderemos
realmente el problema que se nos resolvió?
Merecemos ser castigados por la eternidad
Nuestro Dios es santo, no existe la más remota
posibilidad de que tolere el pecado. Todos los seres
humanos hemos pecado. Hemos perdido el derecho
de acercarnos a Dios. Merecemos estar separados
permanentemente de tan grande Dios. Pablo
expresó: «… por cuanto todos pecaron, y están
destituidos de la gloria de Dios,…» (Romanos 3.23).
Lo que merecemos es la condenación: «Porque
la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de
Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro»
(Romanos 6.23). Pues, se nos advierte: «¡Horrenda
cosa es caer en manos del Dios vivo!» (Hebreos
10.31). Habrá algunos que, el día del Juicio Final,
tendrán que bajar la cabeza para oír a Dios decir:
«Apartaos de Mí a la muerte eterna». La conducta
moral de algunas personas podrá ser muy buena,
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no obstante, sin la sangre de Jesucristo no se
salvarán de tal destino.
Sin purificación estamos condenados
Puesto que todos pecan, y todos los que pecan
van para el infierno, ¿qué esperanza nos queda?
Del mismo modo que los israelitas estuvieron
presentes delante de su santo Dios, y fueron testigos
del humo, el fuego, los temblores y el sonido de la
trompeta, nosotros también estamos destinados a
comparecer delante de Aquel mismo temible Dios
en el día del Juicio Final. No obstante, hubo uno
que se interpuso entre nosotros y ese majestuoso
Dios, y recibió el golpe de muerte que le sacrificó:
«Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar
en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por
el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del
velo, esto es, de su carne,…» (Hebreos 10.19-20).
Cristo es el único camino que lleva al cielo. No
podemos ser salvos sin ser purificados por Su
sangre: «… y sin derramamiento de sangre no se
hace remisión»; «… pero ahora, en la consumación
de los siglos, se presentó una vez para siempre por
el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el
pecado» (Hebreos 9.22, 26).
Hágase una idea de lo que sucedió en el
Calvario:
Cuando le hubieron crucificado, repartieron
entre sí sus vestidos, echando suertes, para que
se cumpliese lo dicho por el profeta: Partieron
entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron
suertes. Y sentados le guardaban allí. Y pusieron
sobre su cabeza su causa escrita: ESTE ES JESÚS,
EL REY DE LOS JUDÍOS. Entonces crucificaron
con él a dos ladrones, uno a la derecha, y otro
a la izquierda. Y los que pasaban le injuriaban,
meneando la cabeza, y diciendo: Tú que derribas
el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a
ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la
cruz. De esta manera también los principales
sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y
los fariseos y los ancianos, decían: A otros
salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el
Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y
creeremos en él. Confió en Dios; líbrele ahora si
le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios. Lo
mismo le injuriaban también los ladrones que
estaban crucificados con él. Y desde la hora
sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la
hora novena. Cerca de la hora novena, Jesús
clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama
sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has desamparado? (Mateo 27.35-46).
A Cristo se le desamparó en la cruz en el momento
que fue hecho pecado por nosotros (2a Corintios
5.21). La santidad de Dios debía ser satisfecha; sus
justos requerimientos para la consagración, debían
ser satisfechos. En Romanos 3.23-26, se nos explica:
… por cuanto todos pecaron, y están destituidos
de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente
por su gracia, mediante la redención que
es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como
propiciación por medio de la fe en su sangre,
para manifestar su justicia, a causa de haber
pasado por alto, en su paciencia, los pecados
pasados, con la mira de manifestar en este
tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y
el que justifica al que es de la fe de Jesús.
Dios siempre ha sido justo y santo. Todos sus
justos requerimientos fueron satisfechos cuando
Su golpe de muerte recayó en este amoroso Salvador,
el Hijo unigénito de Dios. El Salvador llegó a
ser un sacrificio que se cubrió con nuestros pecados:
«… quien llevó él mismo nuestros pecados en su
cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando
muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por
cuya herida fuisteis sanados» (1era Pedro 2.24).
Nuestro santo y perfecto Salvador tomó el lugar
del castigo que a nosotros, con toda justicia, nos
correspondía recibir.
La purificación está disponible en
la sangre de Cristo
En el día de Pentecostés según se relata en Hechos
2, Pedro le predicó un mensaje de esperanza en Cristo
a una audiencia que había crucificado al Hijo de Dios.
Los oyentes, compungidos por sus pecados, creyeron
en Cristo como Hijo de Dios y preguntaron qué
podían hacer para ser salvos. Pedro les dijo que se
arrepintieran y se bautizaran en el nombre de este
Salvador. Sus pecados serían perdonados, y ellos
recibirían el Espíritu Santo en sus vidas.
Saulo de Tarso fue confrontado por el
Señor cuando estaba camino a Damasco. Cuando
creyó en este Jesucristo Salvador, le dijo
Ananías: «Levántate y bautízate, y lava tus pecados,
invocando su nombre» (Hechos 22.16).
Sin purificación, por más buenos que seamos,
estaremos destinados a enfrentarnos, con todos
nuestros pecados a cuestas, con el santo Dios del
Sinaí en el día del Juicio Final.
CONCLUSIÓN
¿Qué visión tiene usted de Dios? Dios es
omnipotente, santo y justo, pero también, es
misericordioso. Proporcionó una vía por la que
podemos escapar de las consecuencias de
nuestro pecado. Aproveche usted esa vía de escape
obedeciendo los mandamientos que Él da en
Hechos 2.38: «Arrepentíos, y bautícese cada uno
de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón
de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu
Santo».

01-ESTUDIO POR LIBRO – 15.EXÓDO: Trajeron más de lo que se necesitaba


(Éxodo 35-36)

diciembre 30, 2008 in 3.0. MODULO LIBROS III, 3.1. EXÓDO


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que se necesitaba
Trajeron más de lo que se necesitaba (Éxodo 35-36)

Inmediatamente después de que les fue dada la ley en el monte Sinaí, la atención de
los israelitas se centró en la construcción del tabernáculo.

Capítulo tras capítulo se nos dan los detalles. Éste no era simplemente un lugar
donde adoraraban; funcionaba como el centro de la vida religiosa de los israelitas.
Les ayudaba a mantenerse unidos como un solo pueblo.
Había varios métodos a los que Dios podía haber recurrido para reunir los
materiales necesarios.
Tenía el derecho de decir: «¡Tráiganlos o se atendrán a las consecuencias!». Pero en
lugar de esto, Dios eligió el método del libre albedrío (35.4-5). El relato de la
asombrosa manifestación de amor de ellos se encuentra en 35.20-22, 29; 36.2-6.
Trajeron más de lo que se necesitaba. ¡Moisés tuvo que detenerlos para que no
siguieran ofreciendo más!

I. LOS ISRAELITAS
A. Había una necesidad: Era necesario construir el tabernáculo.
B. Dios les indicó un medio por el cual podía llenarse esa necesidad: Las ofrendas
voluntarias.
C. Se debía cumplir con una condición para que Dios aceptara la ofrenda de ellos,
una condición implícita en la frase: «libre albedrío»: Un corazón dispuesto.
D. La tarea se abordó de un modo práctico. Se dio un hecho: El pueblo dio.
E. Cuando dieron hubo abundancia. ¡Dieron más de lo que se necesitaba!
F. Obtuvieron resultados.
1. La obra se hizo (39.32).
2. El pueblo fue bendecido (39.43).

II. LA CONGREGACIÓN LOCAL


A. Nosotros también partimos de una necesidad.
1. La necesidad se expresa en 1era Co. 16.2.
2. La necesidad en sí es el presupuesto de este año.
a. Hay obligaciones que atender.
b. Hay tareas esenciales que llevar a cabo cuando hay fondos para ellas.
B. Dios ha indicado un medio por el cual esta necesidad puede ser llenada.
1. No es por medio de ferias ni de ventas de productos horneados. No haga que los
injustos paguen lo que los justos consumen.
2. No por la fuerza. Nadie averigua cuánto es lo que usted da.
3. Por medio de ofrendas voluntarias (1era Co. 16.2; 2a Co. 9.6-8).
C. La condición que debe cumplirse es la de un corazón dispuesto (2a Corintios
8.12).
1. Dios desea no solamente su dinero; Él desea su corazón.
2. Hay muchas razones para estar dispuestos:
a. Dios así lo desea.
b. Amamos Su obra (Mt. 6.33).
c. Porque nuestras prioridades están establecidas en su justo orden; nos preocupa
más hacernos tesoros en el cielo antes que en la tierra (Mt. 6.19- 21; Lc. 12.21, 31-
34).
d. ¡Porque Dios nos ha dado!
D. ¿Expresaremos nuestro amor mediante el acto de dar?
E. ¿Será abundante lo que vayamos a dar? ¿Iremos a dar más de lo que se
necesita?
1. ¿Cubriremos el presupuesto y podremos hacer todo lo que hay que hacer?
2. Podemos tener plena certeza de que sí lo lograremos por al menos dos razones:
a. Hemos pasado pruebas en el pasado.
b. Si tenemos un corazón dispuesto, ¡no hay duda en cuanto al resultado final!
F. Habrá dos resultados:
1. La obra de Dios se hará en las cosas que esperamos hacer este año. Se ha dicho
que:
a. La iglesia que da es la iglesia que vive.
b. La iglesia que otorga es la iglesia que crece.
c. La iglesia que gasta es la iglesia que gana.
d. La iglesia que retiene es la iglesia que cría moho.
2. Seremos bendecidos.
a. Seremos bendecidos materialmente (Lc. 6.38; 2a de Co. 9.9-10).
b. Lo más importante es que seremos bendecidos espiritualmente. La fe nos salva
de la incredulidad. El arrepentimiento nos salva de una vida inicua.
El bautismo nos salva de una condición de iniquidad. La acción de dar nos salva del
egoísmo. ¡Que Dios nos ayude a dar como deberíamos!
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-ESTUDIO POR LIBRO – 14.EXÓDO: Liderazgo (18.1-27)

noviembre 30, 2008 in 3.0. MODULO LIBROS III, 3.1. EXÓDO


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Liderazgo (18.1-27)

Oyó Jetro sacerdote de Madián, suegro de Moisés, todas las cosas que Dios había hecho con
Moisés, y con Israel su pueblo, y cómo Jehová había sacado a Israel de Egipto…

Y Jetro el suegro de Moisés, con los hijos y la mujer de éste, vino a Moisés en el desierto, donde
estaba acampado junto al monte de Dios (18.1-5).
Hay un hombre bíblico que no acapara la atención de los estudiantes de la Biblia. Se trata de un
sabio hombre que fue asesor de Moisés. Era un hombre que carecía de educación formal que se le
conociera, sin embargo poseía sentido común. Tal hombre fue Jetro, el suegro de Moisés.
El primer encuentro de Moisés con Jetro se relata en Éxodo dos. Moisés había matado a un capataz
egipcio y había huido de Egipto al desierto de Madián. Al llegar a esta tierra desértica, Moisés les
ayudó a siete hermanas en la obtención de agua para sus rebaños, de un pozo, del cual habían sido
echadas por unos intrusos. Las muchachas llevaron a Moisés al padre de ellas, el cual le fue
presentado como Reuel, o Jetro, sacerdote de Madián. A Moisés se le invitó a comer y a vivir con
ellos. Jetro le dio por mujer a Séfora, una de sus hijas.
En Éxodo dieciocho se relata que Jetro vino a Moisés, procedente de Madián, con Séfora y dos
hijos de Moisés. Moisés los había enviado anteriormente a Madián. En Éxodo dieciocho se incluye
el asombroso relato de la conversión de Jetro al culto a Jehová, el único y verdadero Dios de los
cielos. Cuando oyó a Moisés hablar acerca de todo lo que había sucedido a Israel, y de cómo Dios
los había liberado de la esclavitud en Egipto, Jetro alabó a Dios:
Y Jetro dijo: Bendito sea Jehová, que os libró de mano de los egipcios, y de la mano de Faraón, y
que libró al pueblo de la mano de los egipcios. Ahora conozco que Jehová es más grande que todos
los dioses; porque en lo que se ensoberbecieron prevaleció contra ellos. Y tomó Jetro, suegro de
Moisés, holocaustos y sacrificios para Dios; y vino Aarón y todos los ancianos de Israel para comer
con el suegro de Moisés delante de Dios (18.10-12).
La acción de Jetro de sentarse a comer con Moisés selló el compromiso. Este sacerdote pagano, el
cual probablemente creía en muchos dioses, reconoció la supremacía de Yavé y ofreció sacrificios a
Dios.
Jetro se convirtió rápidamente en un valioso miembro de la comunidad israelita. El haber prestado
servicio como sacerdote de Madián1 lo capacitó para darle sabio consejo a Moisés, del mismo
modo que un líder se lo daría a otro: Aconteció que al día siguiente se sentó Moisés a juzgar al
pueblo; y el pueblo estuvo delante de Moisés desde la mañana hasta la tarde. Viendo el suegro de
Moisés todo lo que él hacía con el pueblo, dijo: ¿Qué es esto que haces tú con el pueblo? ¿Por qué
te sientas tú solo, y todo el pueblo está delante de ti desde la mañana hasta la tarde? Y Moisés
respondió a su suegro: Porque el pueblo viene a mí para consultar a Dios. Cuando tienen asuntos,
vienen a mí; y yo juzgo entre el uno y el otro, y declaro las ordenanzas de Dios y sus leyes.
Entonces el suegro de Moisés le dijo: No está bien lo que haces. Desfallecerás del todo, tú, y
también este pueblo que está contigo; porque el trabajo es demasiado pesado para ti; no podrás
hacerlo tú solo. Oye ahora mi voz; yo te aconsejaré, y Dios estará contigo. Está tú por el pueblo
delante de Dios, y somete tú los asuntos a Dios. Y enseña
1 Es probable que se tratara de un puesto de carácter más que religioso, con implicaciones para todo
ámbito de la vida en la comunidad madianita.
2
a ellos las ordenanzas y las leyes, y muéstrales el camino por donde deben andar, y lo que han de
hacer. Además escoge tú de entre todo el pueblo varones de virtud, temerosos de Dios, varones de
verdad, que aborrezcan la avaricia; y ponlos sobre el pueblo por jefes de millares, de centenas, de
cincuenta y de diez. Ellos juzgarán al pueblo en todo tiempo; y todo asunto grave lo traerán a ti, y
ellos juzgarán todo asunto pequeño. Así aliviarás la carga de sobre ti, y la llevarán ellos contigo. Si
esto hicieres, y Dios te lo mandare, tú podrás sostenerte, y también todo este pueblo irá en paz a su
lugar (18.13-23).
Jetro le dio a Moisés una breve lección de liderazgo, la cual constituye, además, un análisis
inspirado de la situación. Échele una mirada al versículo veintitrés: «Si esto hicieres, y Dios te lo
mandare, tú podrás sostenerte, y también todo este pueblo irá en paz a su hogar» (énfasis nuestro).

ES NECESARIO ESTABLECER UN ORDEN CORRECTO DE PRIORIDADES


El plan de liderazgo de Jetro es una lección para ancianos, diáconos y líderes de ministerios.
Algunos de estos principios se aplican a los padres, incluso al marido en su condición de jefe de
hogar.
Los que ocupan posiciones de liderazgo pueden verse tan enredados en los detalles, que la obra
esencial del liderazgo jamás llega a realizarse. El contexto del pasaje también parece sugerir que los
líderes pueden verse agobiados de detalles. No es que sea malo que los líderes se encarguen de
cosas pequeñas, sin embargo, a Jetro le preocupó que Moisés tuviera que cargar indebidamente con
todos los asuntos. Moisés tenía necesidad de revisar el orden de sus prioridades. Jetro le recomendó
que encargara a otros los detalles.
A los ancianos les pasa que, en su afán por ser útiles, a menudo se les estrecha la noción que tienen
de sus principales responsabilidades como líderes. A los ancianos que invierten su tiempo en
detalles, a menudo se les distorsiona su visión de conjunto. Cuando son llamados a cumplir con
alguna función propia del liderazgo, sienten que ya han hecho demasiado. Cuando ven las
necesidades de la congregación, y a la vez sienten su propio agotamiento, se frustran.
Los líderes necesitan priorizar sus esfuerzos.
No hay suficientes líderes para hacer todo lo que hay que hacer. Las recomendaciones de Jetro
orientan a los líderes a darles prioridad a las actividades propias de los líderes. Estos principios a
menudo señalan la dirección que debe tomar el ministerio.
Los ancianos necesitan imaginar las posibilidades y fijarse metas concretas. Hace aproximadamente
350 años, un barco cargado de pasajeros arribó a la costa noreste de los Estados Unidos. El primer
año fundaron una ciudad. Al siguiente año eligieron un gobierno municipal. Al tercer año el
gobierno municipal decidió construir un camino de unos ocho kilómetros en dirección oeste, que se
adentrara en tierra virgen. Al cuarto año el pueblo trató de destituir al gobierno municipal, pues
pensaron que era un despilfarro de recursos públicos la construcción de un camino que se adentrara
en tierra virgen. Estas personas habían viajado casi cinco mil kilómetros a través de un océano, y
habían vencido grandes dificultades para llegar a donde se encontraban, sin embargo, fueron
incapaces de poner su mirada ocho kilómetros fuera de los límites la ciudad. Habían perdido su
visión de pioneros. Los líderes de la iglesia pueden ayudarnos a detectar tendencias. Pueden
ayudarnos a discernir el rumbo que estamos tomando. Moisés estaba tan inundado de deberes
administrativos que ignoraba el rumbo que estaba tomando el pueblo. La vida se le había convertido
en una serie tras otra de problemas. Jetro le dijo: «Que otros se encarguen de esto, y tú dedícate a
ser el líder de ellos».
Los líderes necesitan ver la dirección que la congregación debe tomar. Deben hacerse preguntas
tales como: ¿Somos una iglesia que ministra? ¿Estamos mirando hacia afuera o hacia adentro?
¿Estamos ocupados en lo que debemos estar ocupados? ¿Estamos cumpliendo la misión primordial
de la iglesia?
Las metas señaladas por el consejo de Jetro a Moisés, se encuentran en el versículo veintitrés:
1) Que los líderes no se vean agobiados; 2) que el pueblo esté satisfecho; y 3) que se agrade a Dios.

LA NECESIDAD DE MANTENER UN LIDERAZGO DE PUERTAS ABIERTAS


Jetro le dijo a Moisés: «Escoge a otros que también lleven la carga. Tú todavía serás responsable y
tomarás los asuntos más importantes, pero pondrás a otros en la tarea del liderazgo».
Muchas congregaciones gozan de la bendición de contar con una estructura de liderazgo que da
participación al máximo número de hombres y de mujeres en campos definidos de responsabilidad.
De esta manera se fomenta la creatividad.
Lo que Jetro le estaba diciendo a Moisés, era, en efecto, que el liderazgo no debía ser cerrado. Si los
líderes se cierran a las necesidades y problemas de las personas a su cuidado, sucederá entonces que
los que se encuentran debajo de ellos, querrán tomar por sí mismos el liderazgo. He visto a líderes
hacer esto en la iglesia, y es pecaminoso.
Los líderes deben ser sensibles y mantenerse abiertos. Siempre me ha impresionado la sensibilidad
de los apóstoles para con la iglesia de Jerusalén, durante la polémica sobre la necesidad de que se
circuncidaran los varones cristianos.
Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo: Es necesario
circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés. Y se reunieron los apóstoles y los
ancianos para conocer de este asunto. Y después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo:
Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles
oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen. Y Dios, que conoce los corazones, les dió
testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; y ninguna diferencia hizo entre
nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones. Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo
sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?
Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos (Hechos
15.5-11).
Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia, elegir de entre ellos
varones y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé: a Judas que tenía por sobrenombre Barsabás,
y a Silas, varones principales entre los hermanos (Hechos 15.22).
Los ancianos dieron participación a toda la iglesia en la determinación y propagación de la doctrina
correcta.
Los apóstoles mostraron seguridad en el desempeño de su papel de líderes al percatarse de que a la
gente había que darle participación, para que el liderazgo fuera en alguna medida eficaz. Era
necesario que la gente aceptara y entendiera el punto de vista de ellos, así, toda la iglesia tomó parte
en el proceso. Para que tal proceso dé resultado es necesaria la tercera cualidad que Jetro le indicó a
Moisés en su lección sobre liderazgo.

LA NECESIDAD DE MANTENERSE HUMILDES


Todo liderazgo debe tener humildad suficiente como para escuchar. A Moisés se le ordenó escuchar
(18.19). El liderazgo que cierre sus oídos, será un liderazgo aislado de su rebaño. Un pastor está
siempre verificando la situación de sus ovejas. Hay que estar al tanto y darle atención a todo caso de
extravío y a todo balido de dolor.
A nadie le gusta ser criticado; sin embargo, el prestarle atención a la crítica es quizá, el más
amoroso gesto que un líder le puede mostrar a otro -gesto que consiste en escuchar la verdad y
aceptar la corrección. Moisés no reprendió a su suegro por su crítica constructiva. Él escuchó. Dios
le estaba hablando a través de este nuevo miembro. «Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los
humildes» (1era Pedro 5.5b).

LA NECESIDAD DE SERVIR DE EJEMPLOS


Oye ahora mi voz; yo te aconsejaré, y Dios estará contigo. Está tú por el pueblo delante de Dios, y
somete tú los asuntos a Dios. Y enseña a ellos las ordenanzas y las leyes, y muéstrales el camino
por donde deben andar, y lo que han de hacer (18.19-20).
Los líderes deben mostrarle a su rebaño la manera de vivir correctamente. No basta con enseñar.
Uno debe ser modelo de esa manera de vivir. Ustedes, los ancianos, los diáco¢os, los líderes de
ministerios, los padres y las madres, y otros líderes espirituales, escuchen esto. Es obvio, pero debe
decirse: «Si no somos modelos de lo que enseñamos, ¿qué derecho tenemos de enseñarlo?».
¿Por qué nos sorprende que haya falta de entrega a la voluntad de Dios en la iglesia, cuando
nosotros, como líderes que somos, no estamos siendo modelos de entrega? ¿Cómo podemos animar
a otros a asistir fielmente a los servicios de la iglesia, cuándo nosotros los líderes, faltamos a los
servicios y después presentamos excusas? ¿Cómo podemos fomentar el estudio de la Biblia cuando
nosotros mismos ignoramos las Escrituras? ¿Cómo podemos enseñar acerca del amor desinteresado,
cuando un contratiempo nos impide ministrarles a otros? ¿Cómo podemos enseñar sobre el
sacrificio viviendo en la opulencia? Las ovejas siguen a los pastores. Es natural.
Mientras los pastores no se sometan completamente al señorío de Jesús en todo aspecto de sus
vidas, las almas estarán siendo guiadas a la tibieza espiritual.

CONCLUSIÓN
Un buen liderazgo supone la aplicación de buenos principios. Los líderes de la iglesia están
llamados a dar buenos ejemplos y a estar dispuestos a guiar, a la vez que escuchan y muestran
humildad.

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ESTUDIO POR LIBRO – 13.EXÓDO: La importancia deanimarnos unos a
otros (17.1-16)

noviembre 19, 2008 in 3.0. MODULO LIBROS III, 3.1. EXÓDO


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a otros

La importancia deanimarnos unos a otros

(17.1-16)
Y sucedía que cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; mas cuando él
bajaba su mano, prevalecía Amalec.
Y las manos de Moisés se cansaban; por lo que tomaron una piedra, y la pusieron
debajo de él, y se sentó sobre ella;
y Aarón y Hur sostenían sus manos, el uno de un lado y el otro de otro; así hubo
en sus manos firmeza hasta que se
puso el sol. Y Josué deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de espada (17.11-13).
Amalec era una de las naciones que más sobresalía por su maldad, cuando Israel
hizo su éxodo de
Egipto. Esta nación enojaba a Dios por su pasmosa maldad. Amalec fue
sentenciada a la extinción por el
incidente que se relata en el capítulo diecisiete.
Israel no había estado en combate por más de cuatrocientos años; sin embargo,
sin motivo alguno,
Amalec atacó al pueblo de Dios en Refidim.
Entonces vino Amalec y peleó contra Israel en Refidim. Y dijo Moisés a Josué:
Escógenos varones, y sal a
pelear contra Amalec; mañana yo estaré sobre la cumbre del collado, y la vara de
Dios en mi mano. E hizo Josué
como le dijo Moisés, peleando contra Amalec; y Moisés y Aarón y Hur subieron a
la cumbre del collado. Y
sucedía que cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; mas cuando él
bajaba su mano, prevalecía Amalec.
Y las manos de Moisés se cansaban; por lo que tomaron una piedra, y la pusieron
debajo de él, y se sentó sobre
ella; y Aarón y Hur sostenían sus manos, el uno de un lado y el otro de otro; así
hubo en sus manos firmeza hasta
que se puso el sol. Y Josué deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de espada. Y
Jehová dijo a Moisés: Escribe esto
para memoria en un libro, y di a Josué que raeré del todo la memoria de Amalec
de debajo del cielo. Y Moisés
edificó un altar, y llamó su nombre Jehová-nisi; y dijo: Por cuanto la mano de
Amalec se levantó contra el trono
de Jehová, Jehová tendrá guerra con Amalec de generación en generación (17.8-
16).
Este es un inolvidable relato del Antiguo Testamento. Las manos de Moisés
estaban levantadas hacia
Dios, cuando él estaba sobre la colina que daba vista a la batalla entre los
israelitas y los amalecitas. Las
tropas estaban combatiendo por sus vidas, y Moisés, como buen pastor de ellos,
se estuvo sentado allí todo
el día con las manos en alto. Siempre y cuando sus manos estuvieran en alto, a
Israel le iba bien en la batalla.
Cuando sus manos se cansaban y las ponía a descansar, los amalecitas
prevalecían. Aarón, el hermano de
Moisés, y Hur, el cual se cree, según algunos historiadores judíos, era el cuñado
de Moisés, le sostenían sus
manos en alto cuando éstas se cansaban y le acondicionaron un lugar donde
pudiera sentarse. ¡Cuán gran
imagen de devoción unos a otros! La preocupación de Moisés por la gente a su
cuidado, aun con toda la
frustración que a veces le causaba, era lo suficiente como para interceder por
ellos delante de Dios. Cuando
las tropas estaban en el fragor de la batalla, ellos alzaban la vista a la colina y
veían aquella figura a lo lejos,
con sus manos extendidas al cielo. ¡Cuánto poder!
Este es un ejemplo para nosotros. ¡Aarón y Hur animaban al animador! ¡Es una
situación que guarda
ciertas semejanzas con nuestras vidas como cristianos!
Nosotros estamos en una batalla espiritual, y se nos dice:
Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.
Vestíos de toda la armadura
de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque
no tenemos lucha contra sangre
y carne; sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de
las tinieblas de este siglo, contra
huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la
armadura de Dios, para que
podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes (Efesios
6.10-13).
2
El ser cristianos supone entrar en conflicto con
nuestro enemigo, Satanás. La batalla es por el
territorio de nuestros corazones.
Necesitamos ayuda divina para ganar esta batalla.
Una actitud independiente que excluya a Dios de
este conflicto, es espiritualmente mortal.
Necesitamos ánimo para ganar esta batalla. ¡Cuán
gran cadena de ánimo vemos en esta situación! Los
soldados que combatían en batalla se prestaban
atención entre sí y a Moisés, a la vez que éste oraba
por ellos a lo largo del día. Moisés tuvo necesidad
de un lugar donde sentarse, y de alguien que le
sostuviera sus manos, así que ¡Aarón y Hur le
dieron una roca para que se sentara y fortaleza
para que resistiera! La iglesia necesita una cadena
de animadores.
ANIME A LOS DEMÁS
Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de
vosotros corazón malo de incredulidad para
apartarse del Dios vivo; antes exhortaos los
unos a los otros cada día, entre tanto que se
dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se
endurezca por el engaño del pecado (Hebreos
3.12-13).
La acción de exhortar o animar significa «venir
al lado». Esto es lo que la palabra griega parakaleo
significa: Estar allí por el otro, haciéndose partícipe
de su dolor. La gente busca algún lugar donde
pueda recibir ánimo. Somos como ovejas sin pastor.
Rara vez tenemos hermanos preocupados que
velen por nosotros y nos motiven. Por lo general, lo
que recibimos en nuestras vidas diarias, es crítica
en lugar de ánimo.
He aquí un relato verdadero sobre dos cristianos
recién casados a los que llamaremos Roberto y
Susana. No eran precisamente lo que se llama
extrovertidos, así que era relativamente poca la
gente que los conocía en su congregación local.
Una familia se les acercó bastante y pasaban tiempo
juntos en sus casas. Como no tenían hijos, el estar
a solas en su apartamento durante el día, no era
satisfactorio para Susana, así que la joven esposa
se dedicó a una profesión. Después de varias
semanas, un cambio le sobrevino. Se distanció de
sus amigos y de su marido. Un día Roberto se fue
solo a casa de sus amigos. Susana le había dicho
que lo dejaba, que había hallado a otra persona. En
las semanas que siguieron a su separación y eventual
divorcio, la iglesia donde asistían tomó una
postura de no intervención, no porque tuvieran la
intención de causarle daño, sino porque no sabían
qué decir o qué hacer. Roberto comenzó a ser
excluido de las funciones sociales de la iglesia, a las
cuales él y su esposa solían asistir. Obviamente
estaba incómodo, pero sus amigos no lo dejaban
morirse espiritualmente. Lo llamaban y lo recogían
para llevarlo a la iglesia. Había días cuando no
deseaba ir, pero como sus amigos estaban allí para
recogerlo, él iba, aun cuando su corazón no estaba
en ello. Le escuchaban, lloraban con él, y lo incluían
en casi todas las cosas que hacían en familia. Cuando
el proceso de divorcio por fin se completó, sus
amigos cristianos estuvieron allí para escucharlo,
para ser partícipes del dolor, las lágrimas, y la
angustia. Para deshacerse de su dolor, Roberto se
mudó de apartamento. Antes de salir, les dijo a sus
amigos cuán importantes habían sido ellos para él,
y de la forma como ellos lo habían mantenido fiel
al Señor, cuando le parecía que tenía todas las
razones del mundo para dejar de serlo. Hoy día,
este profesor universitario tiene una esposa cristiana
y dos excelentes hijos que están siendo criados en
un hogar cristiano.
RECIBA ÁNIMO
Necesitamos estar inspirados para vivir justamente.
El mundo está en contra de nosotros todo el
tiempo. No es de extrañar que el Espíritu Santo le
conceda tan alta prioridad al acto de congregarnos
para adorar juntos:
Así que, hermanos, teniendo libertad para
entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de
Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él
nos abrió a través del velo, esto es, de su carne,
y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de
Dios, acerquémonos con corazón sincero, en
plena certidumbre de fe, purificados los corazones
de mala conciencia, y lavados los cuerpos con
agua pura. Mantengamos firme, sin fluctuar, la
profesión de nuestra esperanza, porque fiel es
el que prometió. Y considerémonos unos a
otros para estimularnos al amor y a las buenas
obras; no dejando de congregarnos, como algunos
tienen por costumbre, sino exhortándonos; y
tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca
(Hebreos 10.19-25).
El peligro espiritual está a todo nuestro alrededor.
Lo que está en juego es de valor infinitamente
elevado; el desánimo podría afectar nuestros
destinos eternos. Podemos perder un negocio o un
empleo, y aun así gozar de felicidad eterna en los
cielos. Si perdemos nuestras almas, no obstante,
nuestra existencia terrenal (por opulenta que sea)
será tan sólo un tiempo de espera por la destrucción
eterna. ¡El congregarse es de crucial importancia!
¡No hay vida en Cristo si no hay vida en la
iglesia! Dios nos dice sin rodeos que tenemos
necesidad unos de otros. ¡Necesitamos ánimo! El
faltar a un culto cualquiera es una receta para el
3
desastre. Nos moriríamos de hambre espiritualmente
si no recibiéramos el alimento espiritual que
proviene del mutuo estímulo. El Día del Juicio se
está acercando. Está más cerca hoy que el día de
ayer. ¿Por qué arriesgarnos a perder la más preciosa
de nuestras posesiones, nuestra alma?
Una joven mujer llamada Linda, viajaba sola
por la escabrosa carretera, llena de baches, que sale
de Alberta, Canadá, al Yukón. Ignorando cuán peligroso
era viajar hasta Whitehorse en su desvencijado
automóvil, Linda condujo por un camino, sobre el
cual solamente con vehículos de doble tracción, se
aventuraban otros a conducir. La primera noche la
pasó en un cuarto de un motel de montaña que
halló allí, y pidió que la llamaran para despertarla
a las cinco de la mañana, pues deseaba partir muy
temprano por la mañana. No entendió por qué el
recepcionista reaccionó sorprendido a tal solicitud,
sino hasta que despertó para ver la típica niebla de
la mañana que envolvía a la montaña. No queriendo
parecer boba, se fue a desayunar. Dos camioneros
la invitaron a su mesa. Le preguntaron dónde iba,
y les dijo que iba para Whitehorse. Los camioneros
le cuestionaron: «¿En ese automovilito? Este paso
es peligroso en un tiempo como el actual». Linda
respondió animadamente: «¡Me he propuesto hacer
el intento!». Entonces uno de los camioneros le dijo:
«Me parece que vamos a tener que abrazarte».
Linda se apartó diciendo: «¡No me toque!». Los
camioneros se rieron y explicaron: «¡No de esa
manera! Mantendremos un camión delante de su
vehículo y otro detrás, para que pase las montañas».
Toda aquella mañana llena de niebla, Linda siguió
las luces del camión que iba adelante, y contó con
la tranquilidad del gran acompañante que iba detrás
de ella, a medida que todos se abrían paso sin
mayor peligro a través de las montañas.
No se puede vivir la vida cristiana sin que haya
cristianos delante y detrás de nosotros, unos tirando
y otros empujando, dirigiéndonos por el camino.
Necesitamos estudiar la palabra de Dios y orar.
Nuestras disciplinas espirituales privadas son
esenciales, pero jamás debemos olvidar el recurso
de estar juntos.
CONCLUSIÓN
No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios,
creed también en mí. En la casa de mi Padre
muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo
hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para
vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar,
vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para
que donde yo estoy, vosotros también estéis. Y
sabéis a dónde voy, y sabéis el camino. Le dijo
Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo,
Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie
viene al Padre, sino por mí. Si me conocieseis,
también a mi Padre conoceríais; y desde ahora
le conocéis, y le habéis visto. Felipe le dijo:
Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. Jesús
le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con
vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que
me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo,
pues, dices tú: Muéstranos el Padre?… Y yo
rogaré al Padre, y os dará otro Consolador,
para que esté con vosotros para siempre (Juan
14.1-9, 16).
Dios es el animador y el inspirador por excelencia.
El Consolador que Jesús prometió enviar a Sus
discípulos, es el «paracleto» (el intercesor, el
ayudador, el animador), vocablo que proviene de
la palabra griega que se traduce por «animar»,
parakaleo. El Espíritu Santo es el Espíritu de ánimo.
En Hechos 9.31, se lee: «Entonces las iglesias tenían
paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran
edificadas, andando en el temor del Señor, y se
acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo».
Es el Espíritu de Dios implantado en nuestros
corazones lo que produce el fruto del ánimo: «Mas
el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, fe,…» (Gálatas 5.22). Tome
nota especialmente de estos dos frutos del ánimo
que da el Espíritu: la paciencia y la fe. El Espíritu
obra en nuestros corazones a través de Su palabra, la
palabra de Dios. «Porque las cosas que se escribieron
antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin
de que por la paciencia y la consolación de las
Escrituras, tengamos esperanza» (Romanos 15.4).
¡También los demás cristianos dan ánimo!
Podemos sostenernos las manos unos a otros durante
nuestro diario vivir.

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