Está en la página 1de 6

República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para la Educación

Universidad Bicentenaria de Aragua

Escuela de Psicología

Cátedra de Psicología de la personalidad

Psicología Comunitaria

Profesora: Yesennia Hernandez Alumno: Ewdin Jimenez

San Antonio de los Altos, 19 de Febrero del 2022


La Psicología comunitaria es una disciplina que refleja y respeta las
diferentes formas de hacer Psicología en distintas culturas y sociedades. En
este sentido, rara vez una disciplina en Psicología se ha preocupado por
remarcar esta circunstancia con tanta intensidad e, incluso, ha hecho de ello
una de sus principales señas de identidad como la Psicología comunitaria. Y es
que no es sólo una cuestión de diferencia práctica, sino, como se verá a lo
largo de este trimestre, de una distinta forma de hacer teoría y práctica.
Seguramente, respetando las prioridades de cada sociedad y guiada por los
valores de cada cultura, lo que obligaría, por tanto, a hablar no de una sino de
varias psicologías comunitarias.

Aunque el desarrollo de esta disciplina está condicionado en parte a las


situaciones socio-económicas y políticas por las que atraviesan las
comunidades en las que se aplica, existe un sustrato teórico común que, con
algunas matizaciones, se ha venido aplicando tanto en Europa (y el mundo
anglosajón) como en Latinoamérica. Este sustrato común es el que ha sido,
principalmente, el objeto de este material, cuya exposición pensamos que
puede ser un buen referente para la formación del profesional del trabajo
comunitario, así como parte fundamental del que hacer de todo profesional de
la psicología.

La psicología comunitaria surge a partir de las demandas y déficits específicos


de una realidad social, política y cultural concreta que impregna todos sus
espacios teóricos, metodológicos, de intervención y, obviamente, ideológicos.

Esto implica que lo que los psicólogos comunitarios entienden por Psicología
comunitaria, sus referentes teóricos y, especialmente, el tipo de intervenciones
que llevan a cabo no sean coincidentes e, incluso, que discrepen radicalmente
en contextos como el anglosajón o el latinoamericano. Es más, dentro de este
último podemos también constatar la existencia de diferencias entre Brasil y
Argentina, y especialmente en Venezuela, por mencionar algunos ejemplos.

La capacidad que tiene la Psicología comunitaria de adaptarse a cada realidad


concreta, o quizás la capacidad de la realidad de cada país para desarrollar un
determinado tipo de Psicología comunitaria, es probablemente una de las
mayores riquezas de esta disciplina. Por tanto, aunque es importante que ésta
busque modelos teóricos propios y capaces de dar coherencia y unidad a la
gran diversidad de intervenciones y aplicaciones prácticas que incluye, también
debe considerar las particularidades de cada realidad social, e incorporarlas a
su desarrollo teórico y metodológico.

A su vez se conoce como una disciplina que podría concebirse


metafóricamente como casi camaleónica, en el sentido de que se adapta y se
transforma en función de la realidad sociopolítica. Por otra parte, esta
necesaria adaptación a la realidad más cercana tampoco debe hacer caer a la
disciplina en la autosuficiencia. Nada resulta tan enriquecedor como conocer y
relacionar los desarrollos teóricos, las aplicaciones prácticas y las realidades
sociales de diferentes ámbitos culturales. Precisamente, en el gran espacio de
la globalización es importante conjugar hábilmente los elementos generales y la
continua transferencia de información entre ámbitos culturales muy diversos
con la capacidad de concretar y operar la realidad más próxima. Con la
finalidad de articular estos componentes, describiremos a continuación el
desarrollo de la Psicología comunitaria en los contextos anglosajón,
latinoamericano y español.

Los primeros antecedentes de la Psicología comunitaria en Estados Unidos


pueden situarse en los estudios epidemiológicos realizados a finales del siglo
XIX y principios del siglo XX, realizados principalmente por sociólogos de la
Escuela de Chicago, y en los que se relaciona el desorden mental con factores
sociales tales como una falta de integración social. En este lado del Atlántico
no se puede olvidar la figura de Durkheim, cuyas ideas sobre los problemas
generados por la emigración mantienen hoy la vigencia de hace cien años. No
obstante, cuando se trata de situar un momento concreto y decisivo en el
origen de la disciplina, se alude, de forma reiterada, a la Conferencia celebrada
en Swampscott en 1965.

De hecho, es en esta conferencia, organizada con la finalidad de analizar la


formación de los psicólogos que trabajan en la comunidad, donde se utiliza por
primera vez el término psicología comunitaria y donde se sitúan las bases de
esta disciplina en Estados Unidos.
En la Conferencia de Swampscott se reúnen psicólogos y profesionales de la
salud mental que ya trabajan en la comunidad, como consecuencia de la
creación en 1963 de los centros de salud mental comunitaria.

La decisión política de crear estos centros tuvo mucho que ver con el origen de
la disciplina y da cuenta de la importante conexión existente entre la Psicología
comunitaria y su entorno social. La decisión de su creación es, a su vez,
consecuencia de ciertos acontecimientos previos y del espíritu de esta época.
Así, el desarrollo y las conclusiones de esta Conferencia son, también, en
términos más amplios, fruto del movimiento social existente en los años
sesenta en Estados Unidos.

Durante la década de los sesenta, la sociedad norteamericana se encuentra


más receptiva a nuevas orientaciones y parece más consciente de las
profundas desigualdades existentes entre la población (desigualdades tanto
económicas como en el acceso a los recursos sanitarios, asistenciales y
educativos). Igualmente, es relevante el cambio que se produce en la
concepción de la salud, que ya no se define como la ausencia de enfermedad,
sino como un estado de bienestar físico, psicológico y social. Las alusiones a
este momento histórico y a los factores que lo originan son frecuentes y, en
cierto modo, obligados, al analizar el origen de esta disciplina, al menos en el
ámbito norteamericano.

En este contexto social comienza a gestarse entre los profesionales de la salud


mental una insatisfacción con el modelo médico tradicional, que atribuye al
paciente un rol pasivo en la interacción y al profesional una actitud de espera
ante los problemas de salud mental. Este modelo tradicional defiende un
acercamiento individual que desatiende la influencia que en el origen y
desarrollo de estos problemas tienen los factores sociales y ambientales. Un
acercamiento que, por otra parte, se muestra insuficiente para alcanzar a toda
la población que requiere de algún tipo de tratamiento o intervención.

Aunque existen raíces y precedentes, la Psicología comunitaria cristaliza


institucional y académicamente en Estados Unidos, en la década 1960-70,
ligada al campo de salud mental. La historia y prehistoria del movimiento
comunitario estadounidense está suficientemente detallada en varios libros
(como el de Levine, 1981), lo que nos exonera de su relato más detallado de él
porqué del surgimiento de la Psicología comunitaria.

Por citar algunas fechas, 1963 y 1965 son dos a destacar. En 1963 la
Administración Kennedy aprueba la creación del Instituto mental comunitario,
núcleos básicos e iniciales del movimiento comunitario. En 1965 se reúne en
un barrio de Boston un grupo de psicólogos, profesionales de la salud mental
que ya trabajaban en la comunidad, para discutir la formación en ese ámbito.
Acaban, sin embargo, con una propuesta mucho más amplia que asigna al
psicólogo el papel de agente de cambio social y conceptualizado participante
en las transformaciones comunitarias y que es apropiadamente denominada
Psicología Comunitaria.

En realidad, la propuesta de la psicología comunitaria es más cercana al


proceso de fortalecimiento, donde el poder no es un regalo o una donación,
sino un logro que surge de la reflexión, la conciencia y la acción de las
personas según sus propios intereses, es decir, el poder y el fortalecimiento
son procesos colectivos.

Esto supone que la investigación en psicología social comunitaria es


participativa, y el desarrollo y puesta en marcha de proyectos de intervención
toman en cuenta muchos factores (psicosociales) que van más allá de la
psicología o la personalidad de los individuos.

Algunos ejemplos de los elementos a tomar en cuenta son son la ubicación


geográfica, los datos demográficos, las características socioculturales, la
historia de la comunidad, las actividades cotidianas, la educación, las
características de las instituciones, los procesos de salud y enfermedad, los
recursos, los problemas y las necesidades, que se detectan mediante
diagnósticos participativos.
Referencias Bibliográficas

Montenegro, M., Rodríguez, A. & Pujol, J. (2014). La Psicología Social Comunitaria


ante los cambios en la sociedad contemporánea: De la reificación de lo común a la
articulación de las diferencias. Psicoperspectivas, 13(2): 32-43.

Montero, M. (2012). Teoría y práctica de la psicología comunitaria. La tensión entre


comunidad y sociedad. Paidós: Buenos Aires.

Mori, M.P. (2008). Una propuesta metodológica para la intervención comunitaria.


Liberabit, 14(14): 81-90.

Montero, M. (1984). La psicología comunitaria: orígenes, principios y fundamentos


teóricos. Revista Latinoamericana de Psicología [En línea] Recuperado 6 de abril de
2018. Disponible en http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=80516303 ISSN 0120-0534.

También podría gustarte