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POLÍTICAS CIENTÍFICAS, TECNOLÓGICAS E INNOVACIÓN PARA VENEZUELA

EN EL SIGLO XXI: PROPUESTA ESTRATEGICA PARA UN DESARROLLO


SUSTENTABLE E INCLUSIVO.

SCIENTIFIC, TECHNOLOGICAL AND INNOVATION POLICIES FOR VENEZUELA IN


THE 21ST CENTURY: A STRATEGIC PROPOSAL FOR A SUSTAINABLE AND
INCLUSIVE DEVELOPMENT.

Paulino Antonio Montilla.


Código Orcid: https://orcid.org/0000-0002-9505-7696
pmontilla@urbe.edu.ve
Doctorado Ciencias, mención gerencia. URBE
Venezuela
Centro Investigación de Ciencias Administrativas y Gerenciales cargado a la
derecha
Eje temático: Innovación y tecnología

RESUMEN

ESTE ARTÍCULO ES UN AVANCE DE MI TESIS DOCTORAL REFERIDO AL


ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN DE LA CIENCIA Y LA TECNOLOGÍA EN VENEZUELA
Y AMÉRICA LATINA Y SU OBJETIVO PRINCIPAL, SE CENTRA EN UN ANÁLISIS
CRÍTICO HISTÓRICO DE LAS POLÍTICAS CIENTÍFICAS Y TECNOLÓGICAS EN
VENEZUELA EN EL SIGLO XXI, EN BASE A UN RECORRER DOS PERIODOS
HISTÓRICOS COMPRENDIDOS DESDE EL AÑO 1958 HASTA EL 1999
RESPECTIVAMENTE Y DESDE 1999 HASTA 2020.
PARA EL ANÁLISIS SE TOMA COMO FUNDAMENTO LA NOCIÓN DE LA
DEPENDENCIA TECNOLÓGICA ORIGINADA EN EL PROYECTO MODERNO Y LAS
TEORÍAS DEL DESARROLLO QUE PLANTEABAN DENTRO DE SU ENFOQUE
EVOLUCIONISTA LA TRANSFORMACIÓN DE LA SOCIEDAD A TRAVÉS DE UN
MODELO CONCEPTUAL Y NORMATIVO REFLEJADO EN ESTRATEGIAS
POLÍTICAS QUE DEBEN CARACTERIZAR Y DAR LUGAR AL PROCESO O ESTILO
DE DESARROLLO EN EL PAÍS.

PALABRAS CLAVE: POLÍTICAS CIENTÍFICAS, INNOVACIÓN, TECNOLOGÍA,


DESARROLLO SUSTENTABLE, VENEZUELA
ABSTRACT
THIS ARTICLE IS AN ADVANCE OF MY DOCTORAL THESIS REFERRING TO THE
ANALYSIS OF THE SITUATION OF SCIENCE AND TECHNOLOGY IN VENEZUELA
AND LATIN AMERICA AND ITS MAIN OBJECTIVE IS FOCUSED ON A CRITICAL
HISTORICAL ANALYSIS OF SCIENTIFIC AND TECHNOLOGICAL POLICIES IN
VENEZUELA IN THE XXI CENTURY , BASED ON A TOUR OF TWO HISTORICAL
PERIODS RANGING FROM 1958 TO 1999 RESPECTIVELY AND FROM 1999 TO
2020.
FOR THE ANALYSIS, THE NOTION OF TECHNOLOGICAL DEPENDENCE
ORIGINATED IN THE MODERN PROJECT AND THE DEVELOPMENT THEORIES
THAT POSITED WITHIN THEIR "EVOLUTIONIST" APPROACH THE
TRANSFORMATION OF SOCIETY THROUGH A CONCEPTUAL AND NORMATIVE
MODEL REFLECTED IN POLITICAL STRATEGIES THAT THEY MUST
CHARACTERIZE AND GIVE RISE TO THE PROCESS OR STYLE OF
DEVELOPMENT IN THE COUNTRY.

KEYWORDS: SCIENTIFIC POLICIES, INNOVATION, TECNOLOGY, SUSTAINABLE


DEVELOPMENT, VENEZUELA

Introducción

En ese contexto, la definición estratégica del objeto de estudio consiste en tejer algunas
reflexiones sobre las implicaciones específicas de la formulación de políticas científicas
y tecnológicas implementadas durante los dos periodos en estudio y bajo las cuales, se
desarrolló una comunidad científico técnica en Venezuela representadas éstas en un
sector científico y tecnológico, que hacen posible tener una historia local de la ciencia.
Se considera en lo que se refiere a la selección del periodo, cuatro aspectos que
adquieren relevancia: uno, es alrededor de la década de los años 60, cuando puede ser
identificado el comienzo de la institucionalización de la ciencia y de la política científica,
que regula el encuentro de la ciencia con el Estado; es a partir de ese periodo que
comienza a estructurarse fomentada desde el Estado en articulación con los postulados
“internacionales” la relación del papel de la ciencia en el desarrollo y la institucionalidad
básica que dio paso a la producción de conocimiento científico sistemático, financiado y
con cierto reconocimiento social.
Otro posible elemento a considerar es la creación de organizaciones científicas y el
planteamiento de políticas incipientes de fomento a la ciencia y, casi de manera
marginal, a la tecnología, también estudiaremos la aparición de nuevos modelo
científicos, que desde la óptica política, producto de la crisis, significó para el año 1999,
el fin de una era política y el comienzo de otra.
Se estudiaran y analizaran las políticas públicas públicas desde 1999 hasta el 2020 y su
impacto para la sociedad venezolana. Con base en lo expresado, este articulo trata de
aportar algunas ideas sobre la temática en un intento de aproximarse a la ciencia y la
tecnología como productora de conocimiento.

LA INNOVACIÓN, CIENCIA Y TECNOLOGÍA COMO ELEMENTOS DETERMINATES


PARA LA CONFIGURACIÓN DE UN SISTEMA NACIONAL DE CIENCIA Y
TECNOLOGÍA.

Innovación

Según el Manual de Olso, la innovación puede definirse como: “La introducción de un


nuevo, o significativamente mejorado producto (bien o servicio), de un proceso, de un
nuevo método de comercialización, o de un nuevo método organizativo, en las prácticas
internas de la empresa, la organización del lugar de trabajo o relaciones exteriores”
(OECD, 2005, pág. 46).
Desde el enfoque de Sistemas Nacionales de Innovación (SIN), es decir, sistemas
constituidos por las organizaciones e instituciones de un país que influyen en el
desarrollo, difusión y uso de las innovaciones, desarrollados por Freeman (1993),
Lundvall (1992), Nelson (1993) y Edquist (1997), la Innovación se concibe como “un
proceso iterativo y no lineal en el cual las empresas interactúan con otras
organizaciones —por ejemplo, institutos de investigación, clientes, autoridades,
organizaciones financieras—, en un contexto institucional particular determinado por la
normatividad y regulación vigentes, la cultura, la estructura productiva, entre otros
aspectos.

Sistemas de innovación

Los estudios que existen sobre los sistemas de innovación constituyen un marco
conceptual o enfoque, más que una teoría como tal. Así mismo, el análisis sistémico del
proceso de innovación presenta una fundamentación conceptual ecléctica, derivada de
varias teorías o corrientes de pensamiento económico, entre ellas: la economía
evolucionista e industrial, la nueva teoría del crecimiento o crecimiento endógeno y la
economía institucional.
El sistema de innovación es una manera de articular diversas instituciones,
organizaciones y actividades. Este conjunto de instituciones y organizaciones, al
interactuar, comparten conocimientos y habilidades que contribuyen al desarrollo y a la
difusión de nuevas tecnologías creando un ambiente de innovación. La estructura de
los sistemas de innovación ayuda a explicar por qué los procesos de innovación difieren
de unos países, regiones a otros.
La primera definición académica de Sistema Nacional de Innovación (SIN) conocida por
el autor de este trabajo, la establece Freeman (1987) quien la define como una red de
instituciones públicas y privadas, cuyas actividades e interacciones van encaminadas a
iniciar, importar, modificar y difundir nuevas tecnologías. La idea de SNI fue inventada
por el economista sueco Lundvall (1992), quien se basó en el concepto de Friedrich List
contemplado en su obra “The National System of Political Economy”, publicado en
1841, y puso el acento sobre las relaciones entre usuarios y productores, dentro de la
economía nacional.
En este sentido, se puede señalar que un SNI comprende elementos y relaciones que
interactúan en la producción, difusión y uso de conocimiento nuevo y económicamente
viable, localizado dentro de las fronteras de un Estado o nación. Las finalidades
principales de un SNI son contribuir a que las instituciones y organizaciones que formen
parte de él obtengan fácilmente la transferencia de conocimientos, facilitar la resolución
de problemas y reducir los riesgos y costos derivados de la innovación.
El concepto de SNI pone de manifiesto la importancia fundamental de las redes de
actores y los entornos institucionales dentro de los cuales se desarrollan los procesos
innovadores. La importancia de este nivel se explica porque, en un contexto de
liberalización de los mercados internacionales, se genera un fuerte aumento de la
competencia. La adaptación a las nuevas condiciones de las firmas se ve enormemente
facilitada por el aprovechamiento de la infraestructura tecnológica, lo cual será más
eficaz mientras mayor sea el esfuerzo de colaboración entre empresas y otros actores
(Montero y Morris, 1999).

Ciencia y tecnología

Según la REA, la ciencia se define como el “Conjunto de conocimientos obtenidos


mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los
que se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables
experimentalmente.
Así mismo, define la Tecnología como el “Conjunto de teorías y de técnicas que
permiten el aprovechamiento práctico del conocimiento científico” o como el “Conjunto
de los instrumentos y procedimientos industriales de un determinado sector o producto.”
La Ciencia y la Tecnología (CT), según la (OEA, 2017), son los principales motores de
la economía global de hoy.

CIENCIA, TECNOLOGÍA E INNOVACIÓN EN AMÉRICA LATINA

En los países del denominado “Tercer Mundo”, a la zaga del desarrollo, los SNI se han
instalado de manera formal, existiendo solamente, en el mejor de los casos, como una
meta a alcanzar enunciada en los planes y políticas de los gobiernos nacionales. Entre
estos casos, se encuentran Argentina, Chile, México, Venezuela, entre otros. En los
países latinoamericanos, es fundamental la intervención del Estado, para crear las
condiciones necesarias que hagan posible la instalación de un ambiente propicio para
la consecución de los procesos generalizados de innovación y la inserción competitiva
de estos países dentro de los escenarios internacionales (Genatios y Lafuente, 2004).
En el trabajo editado por Oro y Sebastián (1993), se describen los sistemas de ciencia y
tecnología de los países iberoamericanos, pudiendo observarse un diferente grado de
desarrollo, debido no sólo a la heterogeneidad real presente en el espacio
iberoamericano, sino también al diferente compromiso político de los propios países en
relación con el desarrollo científico y tecnológico.
En dicho trabajo, puede evidenciarse que en la mayor parte de los países de América
Latina, el sistema de ciencia y tecnología se organizó inicialmente de manera bastante
semejante, de acuerdo con un modelo organizativo en el que un consejo o comisión
nacional se ocupa de la promoción del desarrollo científico a través de centros de I+D
públicos, esencialmente universidades y organismos de investigación, asociados al
mismo, que suele complementarse con algunas organizaciones de I+D de carácter
sectorial.
En el área de desarrollo científico y tecnológico latinoamericano, el desiderátum
organizativo fue la construcción y el fortalecimiento del sistema (sector) científico y
tecnológico en donde se ubican las instituciones encargadas de generar y transmitir los
conocimientos eventualmente requeridos por la sociedad. Dicho sistema o sector queda
entendido como un espacio institucional ubicado fuera del ámbito económico. El
sistema o sector, en fin, representa la oferta y la sociedad la demanda. Se ignora la
ubicuidad de las capacidades que entran en juego en el proceso innovativo e
igualmente se concibe a éste como un hecho científico y no como un hecho
eminentemente económico (Ávalos, 1992).
En las décadas de los años de 1950 y 1960, en un número significativo de países de
América Latina tiene lugar una mejora sustancial en la institucionalización de la ciencia
y en la creación de infraestructura para el desarrollo científico. Sin embargo, el modelo
generalizado de política industrial y económica propició más la compra de tecnologías
en el exterior que el incentivo nacional por desarrollar una capacidad de generación de
tecnologías o, al menos, para asimilar mejor y rentabilizar las tecnologías adquiridas.
Por lo tanto, la mayor parte del esfuerzo en el ámbito de la investigación se centró en la
ciencia básica, siguiendo un modelo de oferta, dedicando una escasa inversión en el
campo de I+D por parte del sector productivo y, en consecuencia, con una mínima
vinculación entre ambos campos. Estas características confieren cierta debilidad
estructural a los sistemas de ciencia, tecnología e innovación de los países
latinoamericanos.
A esta debilidad se unió en los años de 1980 cierta reducción en el financiamiento y en
el apoyo institucional y político al desarrollo científico, como consecuencia de la crisis
económica general en los países de América Latina. Esta evolución, que afectó en
términos generales a los países más desarrollados de la región, apenas incidió en los
de menor desarrollo, en los que todavía persisten dificultades para consolidar
capacidad nacional para desarrollar la I+D.
A partir de finales de los años 80 y comienzo de los 90 se vislumbran ciertos cambios
en esta tendencia. La ciencia, la tecnología y la innovación reaparecen en las agendas
políticas y el desarrollo científico y tecnológico se asocia con la imprescindible
modernización y con la necesaria incorporación a la economía internacional. Sin
embargo, los problemas estructurales y financieros de la I+D en América Latina siguen
siendo serios.
Recientemente, se ha comenzado a difundir el concepto de sistema nacional de ciencia,
tecnología e innovación (SNCTI), el cual ha sido incorporado en algunas leyes
nacionales de ciencia y tecnología aprobadas en América Latina, como la de Argentina
(marzo de 2001) y Venezuela (agosto de 2001 y reformulada en 2005).
La intención primaria que se persigue es tornar explícitamente la importancia de la
ciencia, la tecnología y la innovación como espacio de promoción de la política pública.
Por lo tanto, los objetivos de política deben considerar la innovación en el centro de la
política al mismo nivel de otras prioridades sociales; no se trata de colocar, o no, la
innovación en el centro de la política, se trata de impulsarla con fines de brindar
bienestar a la sociedad (Mercado y colaboradores, 2002).
Política científica y tecnológica
La política científica y tecnológica adquiere importancia argumentativa para los
gobiernos, porque precisamente trata de un factor decisivo e imprescindible para el
desarrollo socioeconómico y el bienestar de las naciones. Tal afirmación se puede
evidenciar cuando se revisan los planes de la nación y todos los debates, agendas y
encuentros que han tenido lugar promovidos por agentes internacionales y posturas
críticas de las escuelas de pensamiento latinoamericano en favor de la misma.
En esa perspectiva desde la Conferencia promovida por Naciones Unidas (1979), o la
de Budapest (Unesco, 1999), se puede vislumbrar el papel preponderante que podría
desempeñar la ciencia y la tecnología en el desarrollo. De igual manera, el Banco
Mundial (1999) plantea que el conocimiento era lo que hacia la diferencia entre el
desarrollo de unos países y el rezago de otros, lo que explicaba, al menos
parcialmente, las diferencias de ingreso per cápita entre uno y otro país, de hecho
afirma que la distancia que separa a los países ricos de los pobres era mayor respecto
de la generación de conocimientos que de los niveles de ingreso.
De igual forma el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en el que se
intenta establecer una relación entre el nivel de desarrollo científico y tecnológico y el
nivel de desarrollo social de las naciones para tratar de establecer un complejo índice
de desarrollo humano.
Desde la perspectiva económica también se han establecido líneas argumentativas que
precisan su preponderancia en la agenda pública, destacando el vínculo existente entre
actividades científicas y tecnológicas y los objetivos de desarrollo nacional.
En esta dirección Licha (1994) señala la importancia de considerar las estadísticas e
indicadores de ciencia y tecnología como parte de las estadísticas del desarrollo,
sugiriendo la importancia de establecer valoraciones de estas actividades que permitan
medir las estimaciones del impacto de la investigación sobre la productividad.
Con respecto a este propósito lamayoría de las estimaciones han mostrado tasas de
retorno positivas, además de los beneficios en relación a un nuevo conocimiento útil
que está incorporado en los procesos o productos, el reclutamiento por la industria de
investigadores y posgraduados o el papel y función que pueden cumplir las redes de
investigadores financiados públicamente.
En estos términos conviene subrayar que las actividades científicas y tecnológicas se
podría considerar como un bien público, las cuales tienen un efecto en el desarrollo y
generan beneficios públicos, su relevancia como la importancia de preservarla y
financiarla con recursos; se trata entonces de una actividad que se origina a partir de
una necesidad o un problema advertido y definido como público.

Ciencia, Tecnología y Desarrollo: La función social de la Ciencia.

Se desprende de esta definición que la función social de la ciencia se encuentra


intrínsecamente involucrada a la manera como ella, por medio de la tecnología, influye
en el desarrollo socio económico de las naciones.
En esta dirección Jaimes (2012, p.136), reseña que la Segunda Guerra Mundial trajo
consigo uno de los momentos más cruciales del siglo: la Revolución Científica-
Tecnológica la cual complementó, reforzó y profundizó los sistemas socialistas y
capitalistas, dando lugar a una profunda y radical transformación de los métodos de
producción.
Este evento adquiere significación en el siglo XX, porque apertura el proceso para que
la ciencia y tecnología se posicione en la sociedad de manera prácticamente universal;
sin que esa “Universalidad” signifique una distribución justa, igualitaria y proporcionada.
A lo largo de la historia distintas teorías ha surgido sobre la función social que debería
cumplir la ciencia y tecnología. De la misma manera se han dado pronósticos, utopías, y
programas de acción política, inspirado por la ciencia y tecnología o contra la ciencia y
tecnología, que la han utilizado como plan de acción o en su defecto la han rechazado
como algo inútil.
La misma en cuanto: a) la ciencia necesita generar soluciones tecnológicas para las
grandes necesidades de la sociedad; b) la ciencia puede ser instrumento de progreso,
pero también de destrucción; c) la ciencia es poder de una clase dominante.
Esta vinculación, exige que se tenga claro la naturaleza de la tecnología como actividad
única y separada de la ciencia y como actividad interrelacionada a esta. Tanto la ciencia
como la tecnología tienen rasgos y connotaciones particulares que se analizan en
contextos diferentes
Estas consideraciones permiten establecer que la diferencia entre ellas es reveladora
en dos aspectos: Primero, el campo central de la ciencia se ubica en la estructura de
las teorías científicas y en las tendencias de los esquemas teóricos y metodológicos
que aseguran la producción de conocimientos de validez universal; segundo; el campo
central de la tecnología se ubica en otras categorías en relación directa con el
desarrollo económico de las naciones, debido a que esas categorías son aquellas que
brindan ganancias a la productividad y brindan nuevas contribuciones a los procesos
industriales.
Se evidencia en consecuencia, que las tecnologías avanzadas dependen en gran
medida del conocimiento científico y además ha conllevado que estos términos, ciencia
y tecnología, sean usados en la cotidianidad, en los medios de comunicación, sectores
económicos y políticos con la genérica denominación de Proceso Científico-
Tecnológico, involucrándose ambos términos en un solo proceso. Lo cual significa que
el hombre en su afán de aumentar su capacidad de rendimiento, fue aumentando el uso
de la ciencia para ir a la par del progreso económico y satisfacer sus necesidades.

LA CIENCIA Y LA TECNOLOGÍA. RETOS PARA VENEZUELA EN EL SIGLO XXI

Venezuela entra al siglo XXI, en materia de política pública encaminada mediante un


discurso de filosofía de liberación enmarcada en los Planes de desarrollo económico y
social de la Nación, en teoría con acciones de seguridad y soberanía vinculadas a la
participación corresponsable entre Estado y sociedad donde se enfatiza en el
conocimiento, la ciencia y la tecnología como recursos estratégicos de la nación en
procura de beneficios a su economía.
Para ello, el Estado venezolano, manifiesta el fortalecimiento de la soberanía
tecnológica, expresada en el texto Constitucional en su artículo 110, declara un modelo,
donde la finalidad en cuanto a la concepción de la ciencia, se fundamenta en enaltecer
la calidad de vida del venezolano por intermedio de la producción de proyectos
investigativos y de producción de conocimientos.
Así mismo, y en función de desarrollar esos proyectos, el Ejecutivo Nacional contempla
en el I y II Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación (MPPP, 2007-2013;
2013-2019), específicamente en su cuarto objetivo, prioridades de desarrollo en materia
de fomentar la ciencia y la tecnología al servicio del desarrollo nacional reduciendo
diferencias en el acceso al conocimiento y así mismo pareciera dirigir esfuerzos en
materia de geopolítica internacional, para avanzar en la transformación de los sistemas
multilaterales de cooperación e integración mundial, sobre la base de profundizar el
intercambio cultural y la independencia científica tecnológica.
Se destaca también, El Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación 2005-2030,
sustentado en el marco legal que establece el Texto Constitucional, y la Ley Orgánica
de Ciencia, Tecnología e Innovación (LOCTI), en sus artículos del 11 al 19, donde se
configura el carácter democratizador en cuanto a estrategias públicas en su
componente científico tecnológico. Para darle fortaleza a la propuesta se crea el
Ministerio de Ciencia y Tecnología, hoy Ministerio del Poder Popular para la Educación
Universitaria, Ciencia y Tecnología
De este modo, el nuevo modelo científico parece configurar un esquema vertical, y el
Ministerio absorbe las cuatro funciones sectoriales: conducción, planificación,
financiamiento y producción. Estos cambios expresado en la formulación de políticas
públicas, al menos en el plano teórico, parecían representar un giro en la visión del
Estado con relación al papel de la ciencia y la tecnología en el desarrollo socio-
económico de la nación.
Ahora bien, en contraposición al nuevo paradigma científico, esquema desde la cual
sus actores y valores perciben la forma de hacer política pública, cobra importancia
analizar la percepción científica que se tienen a partir de una visión homogénea
regulada por la universalidad y que ocurre a mediados del siglo XX en el país; la misma
permite aflorar para la investigación ópticas reveladoras de miradas pluriverbales sobre
la noción de ciencia y tecnología y los efectos de las políticas públicas implementadas
por parte del Estado.
El siglo XX representó para el país, los primeros estadios del proceso de
institucionalización de la Ciencia y Tecnología, la cual fue concebida por el Estado
como las reformas estructurales que permitirían adecuar los procesos al proyecto
modernizador. La postura más crítica en ese periodo, se centraba en circunscribir las
actividades científicas a través del Conicit como ente Rector, con los Consejos de
Desarrollo Científico y Humanístico – CDCH; la diversificación de opciones de estudio y
docencia y la creación de nuevas facultades de Ciencias.
En su creación jugó un rol importante los postulados de la UNESCO “.. que reflejaban
enfoques y experiencias supuestamente exitosas en países industrializados” (Freites,
1984; Coronil, 2002; Vessuri, 2005; Naim y Piñango, 1984). Todas esas iniciativas
formales coincidieron circunstancialmente con el “boom” de la trasferencia tecnológica
apoyada en la tesis del subdesarrollo, en los planteamientos del nuevo orden
económico internacional y en los grandes proyectos de industrialización del país, e
influenciadas además, de nuevos actores en la formulación de estrategias: el
empresariado, gremios profesionales, partidos políticos y muy especialmente una cierta
tecno burocracia gubernamental ubicadas en organismo del Estado.
Esa inserción de la tecnología marcó una vinculación directa entre el desarrollo
tecnológico y el desarrollo industrial, donde se evidencia que los procesos de
transferencia de tecnología adolecían de la mismas características de dependencia y
sumisión que las observadas en el plano económico de la producción de bienes y
servicios entre países desarrollados y subdesarrollados, resaltando así una situación de
desigualdad e injusticia ética entre estos.
En el contexto donde se desarrollan estos intentos de institucionalización de la ciencia,
la “modernización” aparece como un tema dominante, aunque de manera compleja e
incluso contradictoria. La recepción de la modernidad científico-tecnológica estuvo
estrechamente entretejida con la experiencia, no necesariamente indeseada, de
subordinación cultural; los científicos y tecnólogos terminaron siendo asimilados dentro
de un marco elitista conservador, donde se observa que se asume posturas de
representatividad de la sociedad civil e intereses particulares (Vessuri, 2005; Varsavsky,
Así mismo la noción de cultura, que subyace como componente ideológico en el
proyecto moderno, postulado por la Unesco se lograría por la adopción en todos los
países de los patrones y normas de la actividad científica comunes en la mayoría de los
países desarrollados, asegurando de este modo un mayor estatus y estabilidad social y
política al individuo.
Esta situación se hizo visible en el sistema de ciencia y tecnología como política de
Estado y ejerció una atracción especial sobre los pocos científicos locales quienes,
adoptaron modelos organizacionales de la ciencia, metodologías y temas de
investigación promovidos por agencias internacionales como la Organización de
Estados Americanos - OEA, la Unesco y el Banco Interamericano de Desarrollo - BID.
Asi también, en cuanto a la noción de ciencia, Varsavsky (1972, p.2-10) señala que “La
ciencia actual es universal, sólo porque responde a un tipo de sociedad que domina el
mundo: la sociedad de consumo, individualista competitiva, burocratizada”, el autor la
caracteriza como un estilo de masificación burocratizada, la cual no debería formar
parte de un concepto ligado a la revolución científica, salvo en su extensión en términos
cuantitativos, por lo que se favorece la uniformidad y el internacionalismo científico.
Ahora bien, las políticas científicas aplicadas en el país a partir del año 1999, adolecen
de indicadores que permitan medir no sólo el gasto en actividades científicas, sino
también el impacto en el desarrollo de capacidades científicas, tecnológicas y socio-
productivas, así como el valor agregado generado.
Al respecto Bustamante (2011) plantea la importancia de reflejar los esfuerzos del
sector en la materia, de modo que los indicadores de ciencia y tecnología permiten
visualizar el desempeño de los aportes de la ciencia; la eficiencia de las políticas
públicas, la labor y el apoyo del estado y el desarrollo cultural y socio productivo de un
país, pero también pueden visualizar la producción de bienes y servicios creados por la
actividad de conocimiento y por la alta tecnología.
Estos últimos darán cuenta de la capacidad de un país para desprenderse de la
producción de materias primas y diversificar la producción a través de capacidades
científicas y tecnológicas. En consideración a ello, se puede indicar que el país al
dedicar un porcentaje de su PIB al área de ciencia y tecnología, el cual figuraba para
esa fecha(1999) en 2,5% (Menéndez, 2011)
Estos elementos son tomados como acción, en virtud de que son actividades de interés
público financiada con recursos de Estado, de manera que es imprescindible evaluar y
medir la tasa de retorno producto del esfuerzo en las actividades de generación de
conocimiento, ya que esto impacta la aplicación de las políticas tecnológicas y
productivas en beneficio del desarrollo socio económico del país.
Con esto se quiere significar, que la evaluación real del Sistema Nacional de Ciencia
Tecnología e Innovación es compleja, su orientación es determinar cómo ha contribuido
este sector con el crecimiento económico, es decir en términos del incremento de la
productividad o por ejemplo, con innovaciones en el campo industrial o educativo.
En resumen se puede señalar que el porcentaje dedicado del producto interno bruto en
un área tan estratégica, debe sobre todo convalidar la tasa de retorno producto los
esfuerzos múltiples para apoyar la actividad de generación de conocimiento, así mismo
fijar como política de estado el financiamiento adecuado de una actividad científica
nacional que debiera causar un efecto positivo en la economía nacional, en el caso
específico a manera de ejemplo contribuir al principal factor de generación de empleo
de carácter formal.

EL SISTEMA NACIONAL DE CIENCIA, TECNOLOGÍA E INNOVACIÓN EN


VENEZUELA. EVOLUCIÓN Y RESULTADOS.
Entre 1936 y 1958, Ruiz (1992) hace un análisis de la ciencia y la tecnología en
Venezuela. Allí señala tres aspectos esenciales que influyeron en el desarrollo de la
actividad científica en el país. Uno de ellos fue el crecimiento y la complejización del
Estado, con el objetivo de modernizar el país. La acción del Estado permitió la
institucionalización de las actividades científicas.
Un segundo aspecto, posteriormente a 1940 y producto de la expansión de los sectores
profesionales con formación científica fue el movimiento de agremiación que comenzó a
darles un perfil social más nítido a los investigadores y que se fortaleció con la creación
de instituciones estrictamente científicas. Por último, como resultado de estos dos
procesos, se incrementó la aparición de publicaciones periódicas a lo largo de este
período.
Es a partir del inicio de los años de 1950 cuando en Venezuela se puede hablar de un
desarrollo científico moderno (Freites, 1989), sin embargo, es después de 1958, que
tomó mayor empuje la actividad científica producto de la democracia de partidos, la
industrialización de sustitución de importaciones, la expansión de la educación y la
urbanización del país.
Tal como afirma Charles (2003) el momento político iniciado en 1958 empalma con la
emergencia de los postulados de la Organización de las Naciones Unidas para la
Educación, la Ciencia y la Cultura (en inglés, UNESCO) sobre la planificación, asunto
que incide en la creación de la Oficina Central de Coordinación y Planificación de la
Presidencia de la República (CORDIPLAN) en el mismo año 1958, del Centro de
Estudios del Desarrollo (CENDES) en 1960 y del Consejo Nacional de Investigaciones
de Científicas y Tecnológicas (CONICIT) en 1967, en Venezuela.
En esta misma dirección Freites (1989), señala que en el lapso que va de 1959 a 1968,
el desarrollo de las instituciones científicas estuvieron vinculadas al crecimiento de la
educación universitaria, ya que no existía presupuesto público, para sufragar la ciencia.
Durante casi una década, lo que va de 1960 a 1970, algunos científicos, de manera
personal, así como la Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia (ASOVAC),
le propusieron al Estado venezolano la creación de un organismo que permitiera el
financiamiento y la creación de las condiciones para la investigación, pero no se
mencionó la planificación para tal fin.
De manera que el CONICIT surge del apoyo de la comunidad científica venezolana que
aliada con educadores, ingenieros y algunos empresarios demandaban que el Estado
asumiese la responsabilidad y la obligación directa de impulsar, proteger y financiar el
desarrollo científico y tecnológico en el país.
Consecuencialmente el área científica y tecnológica, para ese entonces, comienza a ser
incorporada en los programas electorales de los candidatos que concurren a los
comicios presidenciales de 1973. Es entonces, a finales de los años 1970 y,
específicamente, a consecuencia de la creación del CONICIT, que la idea de
planificación comienza a tomar cuerpo, en principio indirectamente y luego, a través de
un proceso gradual, de manera más explícita.
Es importante señalar, de acuerdo con Sánchez (2003), que el CONICIT adoptó
inicialmente el enfoque del “modelo lineal” de la innovación, según el cual ésta se inicia
con la investigación básica y continua de manera secuencial con la investigación
aplicada, el desarrollo tecnológico, hasta que se produce finalmente la transferencia de
los resultados de la investigación al sector productivo.
Bajo esta concepción también denominada “ofertista”, el progreso y el crecimiento
económico son el resultante del desarrollo de la ciencia y la tecnología. Esto se traduce
en el establecimiento de políticas y diseño de instrumentos que sirvan para el
fortalecimiento de la capacidad de investigación.
Como resultado de estas iniciativas, durante las décadas del 70 y el 80 era casi
unánime el planteamiento de que el objetivo fundamental a perseguir era la
construcción de una masa crítica de investigadores. Enmarcado entonces en el
proyecto la “Gran Venezuela” durante la primera presidencia de Carlos Andrés Pérez,
en 1974, comenzó a hablarse de un nuevo CONICIT, cuyo supuesto fundamental era la
necesidad de cerrar el triángulo, para estrechar el funcionamiento interrelacionado entre
la ciencia, el sector productivo y el Estado.
En el ámbito académico prevalecía la concepción según la cual el atraso científico y
tecnológico explicaba el subdesarrollo de nuestro país. No obstante, prevalecía el
modelo lineal imperante en el viejo CONICIT. En este marco de acción la planificación
aparecía como el mecanismo más acorde para promover el sector de ciencia y
tecnología, posición que tendría un marcado sesgo centralista e intervencionista.
Bajo estas consideraciones en 1976, CONICIT formuló el Primer Plan Nacional de
Ciencia y Tecnología, el cual asumía los mismos lineamientos que orientaban el V Plan
de la Nación, estableciendo una equivalencia directa entre las prioridades para el
desarrollo científico y tecnológico y las prioridades económicas.
Es importante destacar que, cuando en la década de 1960 se impulsa el proceso el
industrialización por sustitución de importaciones, a decir de Freites (1989), era bien
poco lo que la sociedad venezolana podía exhibir en cuanto a capacidad tecnológica;
hasta ese entonces había pocas industrias en el país, y la más grande, la petrolera, era
manejada por consorcios extranjeros.
De acuerdo con Freites (1989), la industrialización en Venezuela se basó en la compra
de plantas industriales en las cuales se producirían los productos que desde los años
de 1920 la población venezolana se había acostumbrado a consumir. De manera que
durante ese período, se crearon las industrias nacionales, en su mayoría destinadas a
sustituir, ensamblando los productos que antes importaban, porque ya desde esa
época, tanto el sector público como privado, tendía a concebir la tecnología como un
factor exógeno al proceso productivo, de la cual sólo interesaba conocer dónde se
podía adquirir y cuánto valía.
Es a mediados de 1994, cuando el CONICIT inicia un proceso transformador, a través
de consultas intra y extrainstitucionales, destinadas a “repensar el CONICIT”, que
intentaban recoger la necesidad de superación de la visión lineal de la innovación, junto
al mantenimiento de la exigencia de utilidad social de la ciencia.
En esta dirección, Peña (2001), señala que hasta 1994, la estructura y funcionamiento
del CONICIT venezolano no permitía distinguirlo de las organizaciones nacionales de
ciencia y tecnología latinoamericanas del momento, las cuales fueron diseñadas (y con
una amplia experiencia ganada) dentro de las perspectiva de la planificación y
financiamiento de las tareas asociadas a la investigación académica, procurando hacer
realidad los postulados que soportaban el modelo lineal.
Sustentándonos en Peña (2001), el núcleo de la propuesta planteada consistía en el
cambio radical del centro de atención de la acción pública liderada por CONICIT,
abandonando la pretensión de controlar el sector ciencia y tecnología desde una
institución rectora e intentando a la vez liberarla de ataduras excesivamente estrechas a
los objetivos propios de la comunidad científica, para convertirse más bien en una
instancia promotora que permitiera crear lazos entre los elementos que deberían
constituir el SNI.
En este sentido, estos propósitos obligaron a CONICIT a crear durante 1995-1998
nuevas maneras de intervención. Entre estas formas de iniciativas están las
relacionadas con el apoyo a los procesos de innovación y las agendas de innovación.
Ésta última constituye, tal vez, el ejemplo más representativo del cambio de actitud
institucional profundo que procuraba el CONICIT. Posteriormente, con la creación del
Ministerio de Ciencia y Tecnología (MCT) en agosto de 1999, las agendas se
consolidaron y repotenciaron.
El MCT se orienta a la consolidación de un sistema nacional de ciencia, tecnología e
innovación que articule y sintonice los distintos actores sociales, dirigido a generar un
crecimiento productivo con equidad. A través del lema “Ciencia y Tecnología para la
Gente”, el MCT resume su intención de convertir la ciencia, la tecnología y la innovación
en los motores del desarrollo económico y social del país. Así mismo, la Constitución de
1999, la promulgación de la Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación, en el
2001 y reformulada en 2005, así como el Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e
Innovación 2005-2030, apuntan en la misma dirección.
CONCLUSIONES

Analizar las políticas científicas y tecnológicas implementadas en Venezuela, en el siglo


XXI, a través de un enfoque crítico-histórico es, sin duda un trabajo complejo, tomando
en consideración los tiempos históricos, además de las notables distancias y diferencias
en las dimensiones a abordar.
Así, en términos generales, puede decirse que en el periodo que va desde la colonia
hasta mediados del siglo XX, el movimiento científico venezolano institucionalizado
estuvo prácticamente ausente en el país como actividad sistémica, organizada y
financiada; a excepción de algunos personajes y sus obras, circunscritas a un reducido
espacio y aún más reducido impacto social.
En ese sentido, se destaca que para la década del 50 puede ser identificada la
institucionalización de la ciencia en el país la cual dio origen a la creación de
organizaciones científicas y al planteamiento de políticas incipientes de fomento a la
ciencia y, casi de manera marginal, a la tecnología; en contexto de políticas públicas
prevaleció una concepción que privilegiaba la ciencia pura, bajo el supuesto de que ello
redundaría, a mediano o largo plazo, en su aplicación y, consecuentemente, en el
desarrollo tecnológico (Parra, 2007).
Las condiciones políticas, sociales y económicas se conjugan para ser el escenario del
nacimiento de los primeros mecanismos, expresamente creados con el objetivo de
apuntalar y fortalecer la producción de conocimiento científico tales como el Instituto
Venezolano de Neurología e Investigaciones Cerebrales (IVNIC) que daría origen
posteriormente al Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), la Facultad
de Ciencias de la Universidad Central de Venezuela y la Asociación Venezolana para el
Avance de la Ciencia (AsoVAC), quienes enfatizan la idea de la importancia de la
ciencia por ser un instrumento modernizador y de progreso.
No obstante, aún con estos esfuerzos, en la concepción de las primeras instituciones
científicas, privaba la orientación hacia la ciencia por la ciencia misma, lo que daba
cuenta de su antecedente positivista; de allí el predominio de las llamadas ciencias
básicas y de la investigación sin pretensión utilitaria o tecnológica, siendo más
importante el estudio directo de la naturaleza, cuya consolidación debería ser previa a
cualquier intento de investigación aplicada (Freites, 1984).
Se destaca en este periodo el hecho de que a partir de 1994, a través del CONICIT se
dio origen a la formulación de políticas que concibe al sector como un sistema integrado
e interconectado de actores, instituciones, Estado y en tanto tal se propuso la figura de
las “Agendas” como una práctica que permitiría la combinación del capital social y el
capital intelectual con el objetivo de mejorar la capacidad productiva y la calidad de vida
de las personas (Ávalos, 2006).
Se observa también en cuanto al financiamiento, por parte del CONICIT como un sector
marginal en la sociedad (el científico) y una actividad con poco reconocimiento social (la
investigación), obtenían su participación en la distribución de la renta nacional, sin
menoscabar los alcances que en el ámbito universitario por ejemplo permitió la
formación de los investigadores con estudios de cuarto nivel, la dotación de
infraestructura y el fortalecimiento de las publicaciones científicas, todo lo cual
contribuyó a la consolidación del sector de ciencia y tecnología, de acuerdo con los
cánones que al respecto prevalecían.
De allí hasta el siglo XXI, marco institucional en el cual se da iniciaron procesos de
impulso a la investigación científica y tecnológica que parece que quedaron en
documentos
En este orden de ideas, es vital tomar en consideración que una de las críticas
fundamentales que se le han hecho a la política científica-tecnológica en los periodos
1958-1999 y 1999-2020 es que fueron concebidas ajenas a un proyecto de país, por lo
que estudios de esta naturaleza contribuyen a incentivar nuevas políticas que el Estado
venezolano necesita y debería llevar adelante

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