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VISIÓN DEL

FIN DE LOS TIEMPOS


Iván Ardila
EN EL NOMBRE DE DIOS,
CLEMENTÍSIMO CON LA CREACIÓN,
MISERICORDIOSÍSIMO CON LOS CREYENTES.
Introducción.

"Dios propone como parábola una ciudad, segura y tranquila, que recibía abundante sustento de todas partes. Y no agradeció las gracias de
Dios. Dios, en castigo por su conducta, le dio a gustar la vestidura del hambre y del temor." (S.C. 16:112). Si un investigador se encuentra
con la civilización náhuatl de Tenochtítlan, el asombro será su constante. Descubrirá que superó casi en cualquier campo a las otras
comunidades humanas que fueron sus contemporáneas, no sólo en las ciencias, también en sus tecnologías derivadas como la ingeniería, y a
tal grado, que es la hora en la que ésta Ciudad de México, erigida sobre su antecesora, no consigue imitar sus éxitos hidráulicos por donde
se le mire, sin entrar en vergonzosos detalles. En la medicina inclusive, tanto preventiva (medicina superior), como en las terapias de
diversa índole para curar todos los padecimientos de este continente en esa Era (medicina inferior), lo cual necesita subrayarse y meditarlo.
En la organización social y en la ética aventajábamos a los colonialistas hasta resultarles inalcanzables e incomprensibles. En fin, en
prácticamente cualquier área en donde los humanos podemos desarrollar los dones que nos legó nuestro formador, nosotros descollábamos
por varias cabezas al que se comparara con nuestros logros. La religión no podía quedarse atrás, y de ella se preserva una heredad cuya
trascendencia va más allá de las fronteras y tiempos de ese imperio destinado a esperar centurias para volver a florecer.
Todas las culturas indias son y han sido culturas proféticas, y uso el término "indianidad" con absoluta propiedad, pues si bien
comenzó como equívoco y continuó como insulto, ahora es asumido como designativo por los consejos indios. En la nación que se
investigue se encontrará el rastro claro de la guía. ¿De cuál guía? es menester preguntar. ¿De aquella que un libro de la extinta materia de
civismo explaya?, ¿la que un filósofo occidental, o intelectual, o maestro del mismo cuño dictan en sus charlas? No, de esta guía no hay
traza alguna en la herencia ineludible de los indios americanos. Ni siquiera podemos encontrarle el sello del ego a las artes de variados
medios que hallaron su más alta expresión en los lares amerindios, pues esas firmas de derecho autoral, invariablemente guían hacia el
tallador, el pintor, el escribano, no a aquello que nuestras inmortales obras orientan.
En los innumerables restos físicos o intangibles de nuestra religión están las señales de la guía de Dios dada en custodia a sus
mensajeros. Su lengua común habla un abecedario ajeno al que escribo en estos momentos, pero expresa un discurso que trasciende los
idiomas, pues a cada uno puede trasladar sus contenidos sin pérdidas cuando se traducen sus símbolos, o mejor dicho, cuando sus mensajes
y profecías son interpretados.
En este texto quiero abordar principalmente los monolitos proféticos, pues en ellos se observan fácilmente las intenciones y
principales mensajerías de sus hacedores. De hecho, en ese evidente deseo de conservación que se induce por la calidad perdurable del
medio elegido para entregar los discursos, en este caso piedras, se ve destacada la suprema importancia para sus redactores de esas cartas
que hasta ahora los destinatarios recibimos y comenzamos a comprender. Es más sencillo prender fuego a un códice, que excavar
aleatoriamente tratando de encontrar el código pétreo oculto para destruirlo, e incluso encontrándolo, sigue siendo todo un reto convertirlo
en polvo.
¿Por qué razones los talladores crearon obras que mayoritariamente terminaron ocultas bajo capas y capas protectoras de diversos
materiales, e incluso quedando también escondidas bajo nuevas construcciones superpuestas al edificio original que las cobijaba? Un
motivo se ha comentado recién, y es el de otorgar protección a esas tallas a través del tiempo y las gentes. Sin embargo, no ha quedado
claro para algunos que se enterraran esas ingentes esculturas casi recién se terminaban de hacer. Un artista estaría escandalizado si le
compraran sus mármoles para enterrarlos al poco tiempo, valga este ejemplo.
Otra razón explicando el velamiento que poco se ha considerado es la visión que un profeta náhuatl proclamó recién
inaugurábamos en nuestra amada ciudad lacustre. El mensajero le dijo a los festejantes que esa ciudad que sus pies pisaban encontraría su
ruina un día no lejano. El festín trocó en llantos y ayes.1 Es decir, los abuelos dieron crédito a una profecía expresada oralmente (y
afortunadamente conservada como tal) que contravenía sus deseos naturales de pervivencia. A este grado se le otorga verosimilitud al verbo
visionario en las naciones originarias. Estando el destino decretado, era natural petrificar nuestras visiones y construirle en nuestros
edificios sus receptáculos, pues sabíamos con antelación que sólo ellas serían capaces de arribar a estos días para entregar fielmente su
mensaje y guía, no sólo a los nietos, sino al mundo pleno del fin de los tiempos.
La seguridad que permitió a esos cinceles trabajar verdaderamente sin descanso en el correr del tiempo tenochca se funda en la fe
de sus mentes y corazones, sin la cual esos afanes carecerían de un sentido integral. Nuestros tatas (abuelos, en cariñoso náhuatl) se
empolvaron los mandiles día y noche para obsequiarnos sus joyas del alma sabedores por la revelación divina que debían hacerlo y que les
recibiríamos los malacates (piedras) en tiempo y forma. ¿Cómo estaban apercibidos de que con precisión cronométrica germinarían las
tallas de sus nichos?, a través de la confianza que otorgan las inspiraciones e intuiciones provenientes de Dios, alabado sea.
En cada elemento iconográfico de los libros náhuas, ya sean de papel amate o de canteras, yacen las expresiones que Dios inscribió
en la creación para comunicar ciertas realidades comunes a la humanidad.
Un sencillo observador del mundo natural puede entender que la serpiente detenta y simboliza tanto al poder de dañar como al de
curar , pues de sus colmillos se extrae una sustancia que es, a la par de veneno, medicina, y que ambas potestades, tanto la simbolizante
como la práctica, se las ha dado aquel que la formó y la ha encaminado, lo cual le acercará indefectiblemente a también entender ambas
caras inherentes a la realidad crotálica inscritas en las imágenes de los códices pétreos.
Aún más. Una persona versada en los símbolos coránicos, por ejemplo, podrá descifrar prestamente las alegorías serpentinas de
Quetzalcóatl o Coatlicue con base en la afinidad semántica de las mismas con las menciones que el Sagrado Corán realiza de sendos tipos
de serpientes en, por ejemplo, la escena vivida por el Profeta Moisés y los magos del faraón egipcio, ocasión en la que los hechiceros
embaucan a los espectadores con sogas, que emulan sierpes en movimiento, para a continuación ser engullidas por el báculo del Profeta de
Dios, que aventado por su diestra se ha convertido en un imponente dragón que anula en su realidad innegable a cualquier truco fraudulento
de los siervos de Egipto, que a partir de ello se convirtieron en seguidores del Dios único.
En síntesis, aquel que nos dió vida y lenguaje, en su infinito poder, ha dotado de significados todos y cada uno de los elementos
constituyentes del cosmos, y los náhuas no fueron una excepción a la hora de expresarse usando alguno de los variados diccionarios
disponibles para nosotros por la gracia de Dios en este plano.
La diferencia que existe entre las páginas que esas benditas manos escribieron en las rocas y una película en la que la ficción
delirante de un artista nos lleve a ver la representación actoral y virtual de la batalla entre un caballero y un dragón de cartón o pixeles, es la
misma que existe entre una profecía de comprobada veracidad de la Biblia, como las del libro de Daniel y el de Apocalipsis, y la
alucinación febril de un escritor que redacta qué vió y sintió cuando ingirió el ácido lisérgico que le regaló un agente de la c.i.a. Creo que se
entiende el punto.
Culminando por el momento, si Téotl lo faculta: La diferencia entre un mensaje revelado a Profetas de Dios o a Mensajeros
Divinos y cualquier otro, es el milagro. Con él se legitima. Mismo que llevó a cabo Moisés (que la paz sea con él) con el tirano de su
tiempo. Las sogas de la momia del Cairo, con las cuales ataba los destinos de sus prosélitos, eran de utilería. Mientras que los dragones
náhuas, igual que el mosaico, enuncian verdades trascendentes y liberadoras, con un silabario que señala con coincidencia semiótica y
cronológica milagrosa a laverdad de este sexto sol, y la verdad, como se sabe, es Dios. Apuntan a Él, aquí y ahora (nikan ashkan). Es la
horade aventarle los 7 malacates aztecas al diablo.¡Y sólo Dios dispone de los signos! ¡Al.lahu Akbar! ¡Él es Dios! Ciudad de Meshíhco-
Tenochtítlan.

"No enviamos a ningún profeta a ciudad que no infligiéramos a su población miseria y desgracia -quizás, así se humillaran-, y que no
cambiáramos, a continuación, el mal por el bien hasta que olvidaran lo ocurrido y dijeran: «La desgracia y la dicha alcanzaron también a
nuestros padres». Entonces, nos apoderábamos de ellos por sorpresa sin que se apercibieran. Si los habitantes de las ciudades hubieran
creído y temido a Dios, habríamos derramado sobre ellos bendiciones del cielo y de la tierra, pero desmintieron y nos apoderamos de ellos
por lo que habían cometido. ¿Es que los habitantes de las ciudades están a salvo de que Nuestro rigor les alcance de noche, mientras
duermen? ¿O están a salvo los habitantes de las ciudades de que Nuestro rigor les alcance de día, mientras juegan? ¿Es que están a salvo de
la intriga de Dios? Nadie cree estar a salvo de la intriga de Dios sino los que pierden." S.C. 7:94-99

1. “ Concediste, a los que Te temen por Tu verdad, una bandera para elevarse. Sela.” “¿Quién me guiará hasta la ciudad sitiada?...” 1
Compatriotas, pueblo mío: La bandera de nuestro país es una imagen de profundos contenidos y de graves historias, y entenderla es posible
si interpretamos sus signos con la guía del Creador.
Qué mejor manera de escuchar su lenguaje que acudiendo a la palabra visionaria de los profetas de Dios, esa misma palabra que se
encuentra en el legado profético de la Sagrada Biblia, el Corán y las tradiciones que permanecen con nosotros, tradiciones que celosamente
han guardado los custodios de la palabra a través de las eras, milenios, siglos, décadas, años, días y hora.
Como la bandera mexicana dispone una herencia universal, acudimos primero al Libro del Génesis, para partir desde un mensaje
conocido y compartido ya casi por toda la humanidad encontrando así el punto de apoyo común a todos, y de esta manera arribar por fin a
las particularidades de las tradiciones mexicanas, cuna de discursos iconográficos y profecías poéticas afines y complementarias de la
divisa de nuestro estandarte nacional, si Dios quiere: “Y el Eterno y Autoexistente2 Dios Único3 dijo a la serpiente: Porque hiciste esto,
maldita serás más que todas las bestias, y que todos los animales del campo: sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los dias de tu
vida.” Gn 3.14
La anterior es la primera cita bíblica que se hace de la serpiente, y como se puede observar es una maldición directa de Dios sobre
aquel que se disfraza de ella. Es hasta el Apocalipsis (el Libro de Revelaciones) donde podremos leer la culminación y explicación del
impío personaje: “Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero;
fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.” Ap 12.9
Así nos es posible identificar sin duda al personaje simbolizado por la serpiente como el constante enemigo del hombre, Satanás.
En nuestra bandera podemos encontrarlo en la franja blanca de enmedio, agarrado, literalmente, por la fuerte extremidad del águila, que se
le impone igualmente con su pico y así le somete por completo. El águila, y no muchos lo saben o toman en cuenta, también es un animal
bíblico, y al igual que el reptil que encarna a Satanás, se encuentra en el Apocalipsis. A diferencia del diablo corre una suerte beneficiosa, y
podemos conocerla así: "El primer ser viviente era semejante a un león; el segundo era semejante a un becerro; el tercero tenía rostro como
de hombre; y el cuarto era semejante a un águila volando. Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y alrededor y por dentro
estaban llenos de ojos; y no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que
ha de venir.” Ap 4.7-8
Mientras que el diablo queda constreñido a habitar por la fuerza la Tierra teñido del oprobio de Dios, el cuarto ser viviente del
Apocalipsis entona noche y día la alabanza del Todopoderoso. El canto del águila ensalza a su hacedor mientras el dragón engulle polvo sin
fin del piso de nuestro hogar, simbolizando con ello la inacabable ambición por la materia de los seguidores del inmundo cornudo. Dos
mundos. Dos seres vivientes. Dos sendas. Y la que el aguileño escudo nos indica es clara como la franja en la que se encuentra, que
simboliza el camino de enmedio, el camino sin extremos, el camino de la purificación y de la lucha contra los poderes serpentinos. Ahora
explicaremos con la anuencia de Dios, el símbolo originario de la serpiente del lábaro patrio, el Atl-Tlachinol.li...

1
- Salmo 60, vrs. 6 y 11 (frag.).
2
- ‫ יהוָה‬- Yejová : (el) auto Existente o Eterno; Jehová, nombre nacional judío de Dios:-Jehová, El Señor.
3
- ‫ ים‬0 ‫ לָה‬2-‫א‬Elojím : dioses en el sentido ordinario; pero específicamente que se usa (en plural así, específicamente con el artículo) del Dios
supremo; ocasionalmente se aplica como forma deferente a magistrados; y algunas veces como superlativo:-ángeles, Dios (dioses), diosa,
extremo, grande, ídolo, juez, poderoso, rey.
2. ATL-TLACHINOL.LI, LA VIRTUD DEL AGUA Y EL PODER DEL FUEGO: EL MAR INCANDESCENTE. “Luego, después de
eso, se endurecieron vuestros corazones y se pusieron como la piedra o aún más duros. hay piedras de las que brotan arroyos, otras que se
quiebran y se cuela el agua por ellas, otras que se vienen abajo por miedo a dios. dios está atento a lo que hacéis. Si dudáis de lo que hemos
revelado a nuestro siervo, traed una visión semejante y, si es verdad lo que decís, llamad a vuestros testigos en lugar de llamar a dios. Pero,
si no lo hacéis -y nunca podréis hacerlo-, guardaos del fuego cuyo combustible lo constituyen hombres y piedras, y que ha sido preparado
para los infieles.” S.C. 2.23-24,74

Que la paz sea con todos. Quiero mostrar, si me lo otorga Dios, una enseñanza que el Munífico ha otorgado a diversos Mensajeros
alrededor de nuestro planeta a lo largo de las Eras. Este conocimiento profético ha preanunciado algunos fenómenos que hasta ahora
descubrimos y otros tantos que también hasta ahora estamos produciendo.
Respecto a nuestros recientes descubrimientos científicos comento brevemente que hace pocos decenios en nuestro país, México,
la Doctora Esther Del Río (sic) encontraría en los organismos humanos unas vías fisiológicas para fotones y otro tipo de emisiones
radiantes celulares y orgánicas, formadas por agua cristalizada en clatratos, como el de la derecha, y hierro, de las cuales depende la vida.
Al agua que las forma la llamó agua-cristal-vivo.
Por su parte, el investigador del gobierno estadounidense George Carlo hallaría que estos mismos caminos lumínicos y
electromagnéticos, son colapsados por la radiación de micro-ondas que fuentes como los teléfonos pórtatiles y demás emisores propagan a
su entorno, debido no sólo a su influencia térmica, pues son capaces de calentar el agua (de ahí la forma de trabajar de un horno), sino que
también tergiversan las polaridades normales de las moléculas acuosas, inciden en los campos energéticos mencionados y la comunicación
que entre ellos media, y destruyen los cristales comentados impidiendo así su funcionamiento, además de provocar reacciones celulares de
emergencia que terminan por clausurar estas vías de formas desde agudas a crónicas, y cuando sobreviene el envenenamiento celular y
subsecuente muerte por este cierre, definitivas, con el evidente daño para el organismo que esta situación provoca.
Lo anterior para muchos es completamente desconocido, pues este tipo de ciencia no se enseña todavía en las aulas de las
universidades, con contadas y seleccionadas excepciones (sic). El conocimiento de estos hechos lleva por necesidad a poner en tela de
juicio los fundamentos que se tienen sobre fisiología, para empezar, y para concluir, llevar a sus últimas consecuencias las implicaciones de
esta ciencia pasa por objetar el principal medio electromagnético que actualmente está en boga. Me refiero por supuesto a las transmisiones
de micro-ondas, que sirven tanto para comunicar, como para agredir mientras tanto, ya sea directamente por la sola exposición a ellas, como
por el hecho de que sus ofrecimientos nos llevan a perder el bien menospreciado del tiempo, pecado de omisión o pasivo que viene
resultándonos invisible.
Un hecho de esta magnitud no podía ser relegado en La Guía que Dios ha heredado al mundo, y la huella del mismo ha quedado
grabada imborrablemente en diversas tradiciones de mensajería divina, desde la llamada judeo-cristiana, hasta la islámica, y de forma más
reciente, la tradición oral de los náhuas que fundarían Tenochtítlan, misma que hallaría su desarrollo y culminación en el lábaro tenochca,
en los códices que se redactarían al respecto, y en los monolitos que atestiguan el mismo principio místico y profético de las bodas
alquímicas del fuego y del agua.
Para la religión azteca, el símbolo dual donde se imprime esta realidad se llama Atl-Tlachinol.li, palabra compuesta por las
partículas agua, "atl", y fuego, "chinol.li". Se dibuja como una vía de agua que ha intersectado otra de fuego. En la vía del agua se encuentra
una floritura de cuatro pétalos rematados externamente a la izquierda y derecha por dos cuentas verdes, y al interior por dos caracolas. Esta
es la flor de agua. Las caracolas nombran los animales de agua dulce y salada, y los chalchíhuitl, o cuentas de jade (por su color verde)
apuntan a los vegetales de mar salobre como a los melíferos, respectivamente. Al escindirse dos pétalos hacia la porción superior y dos a la
inferior, señalan tanto al agua de procedencia celeste como a la terráquea, y de igual forma caracoles y cuentas mencionan seres hídricos de
cielo y tierra, tanto de morfologías y funciones vegetales como animales; de lo anterior pudo "darse cuenta" el escritor e investigador
Masaru Emoto cuando vió como germinaban y florecían algunos de estos seres en forma de cristales, lo cual nos compartió en sus libros
con fotografías sin precedente sobre ellos.
En el símbolo cromático que acompaña a estos párrafos se ha suprimido la cuenta que tradicionalmente le
cuelga al icono del fuego, cuestión digna de destacarse, pues enuncia que se ha dejado de "tomar en cuenta" este
principio ígneo, En la figura originaria de nuestro escudo nacional (la que se podemos encontrar en la portada de
esta obra: el estandarte invicto de Cuitláhuac) todavía se puede apreciar cómo del Atl-Tlachinol.li que ofrenda el
águila sí pende ascendiendo aquello que nos "cuenta de las llamas". Es posible que el Tlacuilo (el codificador, el
que pintó este códice mínimo) haya olvidado adherirle su "cuento al ideograma", o que apercibido de que ya no
"contamos con ciertas llamas", tan sólo le implicara, de manera tácita, para el que tiene ojos y oí-dos. De cualquier
forma, esta ausencia nos dice con claridad que cierto elemento, que constituye nuestra historia sagrada como nación
heredera de mensajeros divinos, ha sido dejado a un lado, ha sido ignorado y olvidado. Subrayemos esta idea
explayándonos...
Es miríada la multitud del mundo que desconoce el inmenso daño del acuarayo, es decir, de la microonda sobre todos los sistemas
vivos, que dependen del agua cristalina y sus funciones. Y la minoría que sí está más o menos in-formada sobre su ataque prefiere dar la
vuelta a su cerebro y conscientemente dejar de evocar la trascendencia de este hecho innegable, pues adoran al producto del rayo y a su
productor más inmediato. De esta minoría informada surge a su vez otra minoría que ha decidido no formar parte del ejército de víctimas y
victimarios del acuarayo. Son realmente pocos, y como dije, son la minoría de la minoría. Con ellos, "no se cuenta" para este juego. He aquí
otro más de los significados posibles del emoticón cin-cuenta en la vía del fuego. Y no importa que el codi-cero tuviera un acceso de
amnesia a la hora de forjar su amate, pues allí donde el hombre ejerce el defecto, El Señor obra su virtud, como se observa.
Se podría pensar llegados a este punto que el símbolo se queda en esta declaración admonitoria sobre el aliento del dragón sobre
los cuerpos de agua, sin embargo, quien conozca las palabras de Dios, que ha permeado con sutileza a través de innumerables visiones,
sabrá que se puede esperar mucho más del dueño del Verbo. Y tratará por tanto de encontrarle más sentidos a sus enunciados. En este caso,
con propiedad podemos dejar en claro que cualquier ejercicio humano que destruya las facultades vitales del agua queda enmarcado dentro
de estas iconografías explícitas. Y como infausto ejemplo de reciente advenimiento, quiero mostrar el desastre de Fukushima, central
nuclear que ha contaminado a los mares y a las lluvias de todo el mundo con mayor o menor proporción de flamas radioactivas. Un caso
más del camino del fuego intersectando por asalto las vías del mar cristalino de la vida.
He plasmado suficientemente la develación funesta del acuarayo, o Atl-Tlachinol.li; la buenaventuraviene a continuación, si Aquel
cuyo Trono está en el agua lo permite: "Él es quien ha creado los cielos y la tierra en seis días, teniendo su trono en el agua, para probaros,
para ver quién de vosotros es el que mejor se comporta." Con este fragmento de la Aleya 7, que se encuentra en la Sura 11, la Sura de Hud
el Profeta, Dios resume con su inigualable elocuencia la prueba universal a la que nos ha sometido. Es justo rematar con la inalterable
comunicación del Sagrado Corán esta breve exégesis. A traves de estas frases nos comparte la realidad oculta del secreto del agua: en ella se
encuentra Su Regencia indisoluble. El trono aludido no es obviamente un asiento cuajado de perlas y hecho de oro. La palabra "trono" tiene
aquí un significado metafórico muy lejano de cualquier antropomorfización del Sustentador.
Aquella cualidad de ascendencia divina que Dios nos insufló y la cual nos hace a imagen y semejanza suya, en un sentido concreto
y visible, se encuentra exactamente en esas moléculas de oxígeno e hidrógeno que nos conforman, y a las cuales, para creciente asombro
nuestro, dotó de propiedades únicas. Cuando blandimos las variadas antorchas en su contra, no sólo le declaramos la guerra a nuestro
principal constituyente vital, aquel por medio del cual el espíritu se adhiere a la materia y la sojuzga, sino que además nos declaramos
enemigos de la regitura del Soberbio pues justo en ese "mar de cristal" tiene su AposentoReal. Así lo ha declarado Él tanto en el Antiguo
Testamento, al inicio del libro del Génesis, cuando escribe que "el Espíritu de Dios se movía sobre la haz de las aguas" (que temprano lo
testimonia en el segundo versículo de toda Biblia), como en el perfecto testamento eterno del Sagrado Corán, ya mencionado. La falta por
lo tanto es grave, pero leve es no cometerla, en verdad. Y al alcance de cualquiera esta vedarse este incendio: es el encendedor-interruptor
del fuego maldito, el cual debe ser apagado y no debe ser encendido.
Ruego a Dios que al igual que el águila del monolito explicitado, logremos todos condescender al mandato silencioso de Dios, que
nos impera a tener un respeto a toda prueba por su Trono Majestuoso. Le pido con el corazón que al igual que el humilde agua hiende la
dura piedra con el tiempo y roma sus aristas y la doblega, así pula las almas de los habitantes del fuego con su inescrutable misericordia,
para que al final de la jornada "cuando vino nuestra orden y el horno hirvió", la barca que estamos construyendo con La Palabra "llegue a
buen puerto en el Nombre de Dios".
Este es el testimonio del águila tenochca, ésta es la constitución de su orden marcial. Su atavio son alas que dan resguardo celeste a
los polluelos de la profetizada Segunda Tenochtítlan, y garras con las que ha sujetado y ofrendado a la suprema realidad del Señorío de
Dios, de Téotl, de Al.láh: el Mar Incandescente; líbranos Señor de naufragar en sus ingentes aguas, protégenos por tu amor de los ahogos,
sálvanos por la memoria y guía de nuestros amados mensajeros de perder el rumbo entre tus olas. Señor, los que testimoniamos te lo
pedimos.
“Y vi también como un mar de cristal mezclado de fuego, y a los que habían triunfado de la bestia y de su imagen y de la cifra de
su nombre, de pie junto al mar de cristal, llevando las cítaras de dios.” Ap 15.2

3. La Bestia y El Cordero. "No hay bestia sobre la tierra a cuyo sustento no provea Dios, que conoce su madriguera y su depósito: todo
está en una Escritura clara." Sagrado Corán 11:6. El surgimiento mundial de una entidad de gran poder y de sorprendente presencia en el
final de los tiempos ha sido anunciado por Dios, el Omnisciente, a multitud de mensajeros alrededor del mundo en diversas épocas. El
nombre con el que le conocen judíos, cristianos y musulmanes es "la bestia" y se encuentra mencionada en el Antiguo Testamento, en el
Nuevo Testamento y en el Sagrado Corán por igual. En las visiones con las que fue mostrada a los profetas, su imagen adquirió varias
representaciones en las que se imbricaron símbolos precisos, con los que son comunicadas algunas de sus características.
Por ejemplo, con el Profeta Daniel se narra en el capítulo séptimo de su libro profético que posee once cuernos y no se la identifica
con ningún animal específico, como sí se hace con otras entidades o representaciones apenas en el siguiente capítulo, el octavo, donde las
fuerzas del mal son ilustradas con un macho cabrío que viene del oeste, y las del bien con una oveja paciente que resiste su embestida. Esta
ausencia descriptiva tiene el fin de ampliar la gama de interpretaciones que a su respecto se realizan cuando se la interpreta; es paradójico
liberar la imaginación al no nombrar un animal exacto desde el cual partir, sin embargo ésta paradoja se entiende al constatar la magnitud
de significados que surgen al no limitarnos a una zoomorfización específica para simbolizar, sobre todo en este caso particular.
Ejemplifiquémoslo para que se aclare: en el capítulo siguiente al citado adjudicarle la característica de ser un macho cabrío a la
bestia que viene de occidente, enseña por principio de cuentas que estamos ante la animalización de las potestades satánicas, pues como
cualquiera lo sabe, este humilde animal ha sido designado para encarnar la identidad tanto del diablo como de sus prosélitos, que con él se
identifican, ya sea tatuándoselo, pintándolo, trayéndolo de dije, colgándolo disecado en la pared, o reconociéndose entre sí por su medio.
Llanamente podemos decir que donde le encontremos estamos ante un icono demoniaco.
La oveja macho, o carnero, es el opuesto exacto pues representa al bien e incluso le creemos signo de las virtudes, y como tal es
mencionada en los cánticos y rezos al exclamar en los ritos católicos (por decir un caso): "cordero de Dios que quitas el pecado del mundo".
No olvidemos que los corderos son los carneros u ovejas de corta edad.
El hecho de la universalidad de la bestia se constata cuando los profetas la ven emerger del mar, símbolo de la humanidad entera, y
al atacar por igual a todos con sus astas o cuernos, incluso al selecto grupo de los santos de Dios. Es evidente que la visión tiene márgenes
geográficos acotados sólo en el capítulo ocho, a contrapartida de la bestia singular del siete, que es la que nos interesa, pues el macho cabrío
del capítulo octavo sólo se presenta a cornar al carnero en los márgenes de los ríos de Susa, donde le recibe la oveja citada. Es sumamente
curioso que el lugar del encuentro entre la cabra y la oveja sea precisamente donde Saddam Hussein arremetía no hace mucho tiempo
contra la recién formada República Islámica de Irán con el patrocinio militar y económico para su guerra de parte de los Estados Unidos.
Obviamente se trata de la verificación de la profecía, como cualquiera verá. Empero, estos animales no nos atañen por el momento más que
marginalmente. Lo que queremos destacar es el hecho de que ha sido anunciada una potestad temible y bestial de variadas maneras y desde
hace milenios, y como prueba de ello hemos presentado el ejemplo del libro del Profeta Daniel, que fue sellado desde hace más de dos
milenios y medio. Esto, en cuanto al Antiguo Testamento.
En el Nuevo Testamento podremos encontrar que tiene un cuerno menos cuando se la describe: se la menciona con diez solamente
y con siete cabezas. No es que se trate de otra bestia, sino del momento intermedio entre su emergimiento con una decena de cuernos y el
momento siguiente, cuando tres cuernos son desplazados e integrados por el undécimo. Es como si Dios hubiera decidido intercalar toda
una porción de la profecía del Apocalipsis entre dos versículos del libro de Daniel. Así, los segmentos apocalípticos que hablan de la bestia
con la cornamenta de diez puntas, quedarían insertos entre su aparición marítima atestiguada por Daniel en su visión, y el momento
posterior donde caen un trío de esa decena al incluirse sus potestades en el último y undécimo cuerno que surge de ella. Así, las partes del
Apocalipsis que describen signos y actos de la bestia de diez cuernos y siete cabezas, se insertan con precisión entre los versículos siete y
ocho del octavo capítulo del Libro de Daniel. Esta justa adición engrandece el legado de un profeta que en repetidas ocasiones fue
declarado por Dios un varón de sus predilecciones, tal y como haría más de medio siglo después con Jesús. Sólo ellos dos nos son
conocidos por este nombramiento, que también puede traducirse como que son los bienamados del Señor. Imaginemos pues la altura
escatológica de la encomienda de ambos.
Sumar la revelación de Juan a la de Daniel se justifica plenamente con lo que hemos descrito, empero, todavía podemos legitimarla
más si recordamos que Jesús le menciona en repetidas ocasiones apuntando a su legado entero cuando dice "como decía el Profeta Daniel",
refiriéndose a su herencia plena y sin adulteraciones. Desafortunadamente y por motivos que desconocemos, este pasaje evangélico referido
ha sido borrado de multitud de traducciones de la Sagrada Biblia y sólo se puede encontrar en algunas de ellas en el Evangelio de Mateo,
Capítulo 24, Versículo 15 y el de Marcos, Capítulo 13, Versículo 14. Incluso hay Biblias que son editadas después de quitarles casi todo el
Antiguo Testamento, asunto que entendemos todavía menos.
Si en la Biblia representan al mal y al bien el macho cabrío y el carnero, respectivamente, la bestia, a pesar de su poderosa
hostilidad, se yergue del mar sin una identidad moral específica, pero eso sí, con una guerra terrible que no discierne a sus víctimas, pues
ataca por igual a todos, subrayando el profeta que en su agresión las víctimas destacadas son los justos de la tierra, quizá porque en gente de
tal dignidad no se entiende a la primera que vivan tal infortunio, lo cual nos deja a la interpretación por qué precisamente se les nombra
como habiendo sido "dejados en sus manos" (Daniel 7, 25). Este vacío ético que no presenta como susceptible de filiación moral a esta
potestad bestial se vuelve a presentar en el Sagrado Corán, libro con el que culminan las revelaciones de todos los profetas y que restaura
las adulteraciones que se han realizado con sus palabras y obras. En sus páginas podemos leer una aparentemente corta declaración a su
respecto: "Cuando se pronuncie contra ellos la sentencia, les sacaremos de la tierra una bestia que proclamará ante ellos que los hombres no
estaban convencidos de Nuestros signos." Sagrado Corán, Capítulo 27, Aleya 82.
Aquí, la bestia surge de la tierra, ¿se trata de la misma entonces? Sí, porque la bestia que surge "del mar" hace alusión a su
emergimiento desde el ingrediente principal del que estamos constituídos: agua isotónica, es decir, agua similar a la salada agua marina,
llena de sustancias vivificantes y nutricias, como lo prueban las maravillosas curas que al ingerir agua marítima en cantidades y calidades
adecuadas se obtienen, contradiciendo una vez más a la ciencia del cabrón, o macho cabrío. Entonces, a esta agua le hace falta el barro si se
trata del líquido que constituye al mar humano, ¿verdad? He aquí el papel de la tierra, en esta frase coránica.
Y una vez más la Sagrada Biblia y el Sagrado Corán son complementarios, como por la gracia de Dios se ha venido demostrando,
y esto aún contando los cambios que ha sufrido el Testamento, pues Dios ha permitido que quedaran en este libro tan maltrecho (me refiero
a la Biblia) profecías enteras que aparentemente no contienen vejaciones a sus santas palabras. La causa que argüimos para esto es sencilla:
se han preservado estos signos porque los adulteradores no fueron capaces de ver en ellos significado alguno. Más bien pensaron que eran
alucinaciones sin sentido. Es sintomático de los diabólicos carecer de la capacidad de la imaginación, no en balde los lectores de poesía, en
este mundo que decae, van desapareciendo conforme borran las facultades de sus cortezas cerebrales con microondas y pantallas que
suplantan sus capacidades de proyección interna. En la gente maligna la capacidad visionaria ha sido suplantada por las prospectivas de
dominio, lo cual vacía de espacio al alma constriñéndola en pulsiones.
En el Corán culmina el ciclo bestial anunciado con Daniel y Jesús, cual debe de ser si le pretendemos el libro que sella a su vez el
ciclo correspondiente de los profetas y de sus profecías. En él la bestia adquiere con claridad los tintes divinos que le corresponden pues
Dios la reclama en plural mayestático (es decir en un uso lingúístico propio de Reyes) como surgida desde su mandato, y es a su través que
lanza una proclama terribilísima hacia los impíos, hacia los incrédulos, hacia aquellos, incluso, que aún siendo creyentes osaron negar los
signos claros con los que invitó a seguir el camino recto. No es cualquier cosa. El momento de esta declaración es posterior a la realización
de un juicio realizado en nuestra contra. Se trata, ni más ni menos, del juicio que en representación de Dios realiza su vicario en la Tierra, el
anciano de días, mismo que es detallado tanto en el Libro de Daniel como en el Libro de Revelaciones del Profeta Juan, o Apocalipsis.
La bestia, entonces, es algo que amalgama a seres y cosas. No a animales, como se ve por extensión en el aparentemente impreciso
símbolo de Daniel. Se trata de nosotros, los seres humanos, y de aquello que construímos y nos engulle mientras también traga al planeta y
lo convierte en desechos. Esta bestia, como cúlmen de la íronia divina (permítaseme expresarlo así), al final termina respondiendo a la voz
de mando del Creador; de hecho, nunca deja de estar bajo su poder, como todo en la creación. Si pretendimos que somos los dueños
absolutos de nuestros ingeniosos inventos, fue porque Dios nos otorgó en custodia y uso al mundo entero para tener en él y con él nuestras
vidas mientras gozábamos, sólo por un determinado tiempo, del libre albedrío. Este libre albedrío para ser perfecto debió permitirnos llegar
al extremo de la virtud o a su correspondiente opuesto, pues de otra forma, el bien nos sería obligatorio y no podríamos hablar de libertad
humana. Pensemos en Hiroshima y Nagazaki, y en Hitler y Stalin, y luego en Pasteur y la Madre Teresa, y en las vacunas mexicanas que
curan el cáncer y la hepatitis. Así es: somos libres para lo peor, o para lo mejor, pero sólo por un tiempo.
Llegará un momento, y por sus señas proféticas se ve cercano, en el que Dios prefigurará en la Tierra el Juicio Final. Si como
vemos es temible su solo precumplimiento, ya podemos ir imaginando cómo será entonces el juicio definitivo, una vez que hayamos sido
levantados de nuestras tumbas en la Resurrección. En este adelanto, que se ha dado en llamar Apocalipsis, Tribulación, Fin de los Tiempos,
Dios toma en cierto instante las riendas de la bestia, y en un despliegue de su majestuosa soberanía, le usa para pregonar, para espetarnos
nuestros desvíos. Nótese que mientras la bestia estuvo en nuestro poder, sirvió para sojuzgarnos indiscriminadamente en tanto asola la
Tierra y todos sus seres sin excepción. Es una vergüenza para la humanidad que hayamos fallado a tal grado, y es una justa humillación que
se decrete nuestra perdición a través, justamente, del ente que nuestras manos fabrican y usan diariamente, cuya manufactura siembra un
precio de sangre que sólo Dios conoce y que sólo Él, en verdad, será capaz de perdonar al que lo pida.
"Sentose para juzgar y fueron abiertos los libros", nos dice Daniel. Y casi setecientos años después nos anuncia Juan que de ese
juicio serán sellados ciento cuarenta y cuatro mil. Y uno se pregunta: ¿falta mucho?

4. "Me volví a ver qué voz era la que me hablaba y al volverme, vi siete candeleros de oro". Ap 1.12 Juan recibe la visión inaugural de su
ciclo apocalíptico inmediatamente después de escuchar una voz que le habla. Lo primero que observa son siete candeleros de oro. Un
candelero es el artefacto donde se coloca una vela. Podríamos pensar que en esta séptupla de candeleros hay siete bujías encendidas si no
fuera porque la única luz que se menciona en este pasaje proviene de aquel que “camina entre los siete candeleros”, personaje que aparece
inmediatamente después de los siete recipientes y cuyos ojos son “como llama de fuego”, porta en la “mano derecha siete estrellas”, “y su
rostro” es “como el Sol cuando brilla con toda su fuerza”. La luz proviene de él, no de los candeleros, que podrían estar vacíos o bien
podrían tener en sí siete cirios que aún no se han encendido. En este momento no descubriremos quién es este personaje o qué representa,
pero si Dios nos lo facilita hemos de explicar qué significan estas séptuplas y otras más que se encuentran en el inicio del Santo Libro de las
Revelaciones. El personaje lumínico explica, como en su tiempo le explicaron al profeta Daniel, ciertos datos sobre el par de séptuplas: de
los candeleros dice que representan a las siete iglesias, y de las estrellas, que son sus correspondientes ángeles. No tenemos tiempo de
explicar por medio de la ciencia angeológica (que en verdad existe y es extensa) a través de qué procesos los ángeles designados por Dios
ejercen sus funciones, sobre todo en un territorio exegético tan amplio como el que se menciona: siete ángeles para siete iglesias. Este
campo es en verdad vasto y sobre él podría escribirse un libro. Nos limitaremos a márgenes que den una idea general de las realidades
sensibles representadas tanto por la idea del ángel como la de la iglesia.
La séptupla de iglesias: el número siete representa la completitud de algo, su integralidad, su llegada a término. En este caso habla
de todos los seres humanos divididos por las afiliaciones de sus espíritus, es decir, por sus credos, desde el más puro, hasta el más oscuro,
mencionado por la voz como “la sinagoga de Satanás”, misma que habiendo infiltrado a la Iglesia de Esmirna la calumnia. Podríase pensar
que un ateo o un satanista no pertenecen a una iglesia, pero cuando se analizan sus vidas se puede descubrir que en ambos casos llevan a
cabo actos de adoración y entrega espiritual que son acompañados de sus correspondientes ideologías, mismas que podemos rebautizar con
la palabra credo para acercarnos más a definir con exactitud cómo justifican sus seguidores este tipo de vida cuando realizan sus oficios
materialistas o diabólicos. Si además pensamos que en tales acciones no existe diferencia alguna con otros humanos que comparten este
camino, y que juntos suman multitudes, ya podemos hablar con precisión de las “iglesias” propias de estas tendencias y haberes del
corazón; y quien dude que en el materialismo o los hedonismos diabólicos hay adoración, que se percate de las formas en las que las
personas son entregadas a sus objetos, pensamientos o sentires, y como cuerpos, mentes y almas son convocados hacia ellos tal cual haría
con Dios un fiel de la verdad. Concediendo entonces que con la palabra “iglesia” se entrevé la adhesión grupal a ciertos conocimientos,
prácticas y creencias en el marco de una entrega devocional a las mismas, nos es entonces posible inferir que detrás de este vocablo ha
quedado enmarcada la humanidad toda en la gama más incluyente de sus saberes, acciones, y supuestos y certezas. De esta forma queda
saldado el carácter universal del mensaje del Apocalipsis. El conjunto entero de seres humanos sin excluir uno sólo ha quedado inscrito
desde el comienzo de la revelación del libro de Juan. Somos por lo tanto los destinatarios de las siete cartas que mediante Juan nos son
entregadas.
La séptupla de candeleros: Estos recipientes que rodean al ser de luz son el símbolo de la posibilidad latente de la iluminación
humana. Cada grupo, cada Iglesia es invitada a la gracia de la luz, que en su camino borra las tinieblas y otorga, tanto la verdad, como la
paz, pues es en la ignorancia donde fructifica el mal, ya sea en la inocencia desprotegida, como en la cegazón autoasumida. Nadie otorgará
la vela del candelero que corresponde a cada uno, pues uno mismo es esa candela a encenderse. El candelero es una invitación
personalísima a colocarse en él en la única forma que le es propia, es decir como ser que prende su vida para dar luz, para otorgar a otros
nuestra virtud, ¿o la vela se ve a sí mientras se consume, mientras muere? Queda clara entonces la misión profética que se espera de todos
nosotros en el fin de los tiempos, y que puede sintetizarse en la palabra “iluminación”. No se trata de la iluminación que pugnan por
conseguir los atribulados occidentales en los retiros de fin de semana en los centros de filosofías orientales, misma que no concurre hacia el
exterior y que se pierde cuando uno retorna a la vorágine de la vida real. Estos destellos innegables no forman parte de aquello a lo que
somos invitados por mano del bienamado de Jesús, y de hecho en muchos casos son su antítesis misma, como pueden atestiguarlo tantas
víctimas del culto a sí mismos, de la adoración a los estados placenteros, de la concentración que se enmarca siempre en las cosas y seres de
la creación en vez de trascenderla y avocarse al ser que está más allá del tiempo y del espacio, de la materia y la energía, sólo por la simple
razón de haberlos creado y estar antes de todo antes y después de todo después. Es evidente que en esta entrega se nos pide un sacrificio, y
se entiende la necesidad del mismo cuando se observa el estado del mundo en estos postreros días.
La séptupla de estrellas: Dicen de alguien con fortuna que cuenta con buena estrella, y de esta manera se trasluce el conocimiento
de las declaraciones divinas que ciertas personas pueden leer en los astros, mismas que por necesidad sólo el poder de Dios pudo inscribir
en el cielo. También se usa el símbolo estelar para dar a entender los viajes nocturnos, pues es con ellas con quienes los navegantes
orientaban su trayecto en las noches más oscuras. Y a su vez este camino representa la vida del hombre, pues en verdad es como una noche
a campo abierto la vida para quien ha atrevido caminar hacia el nuevo día. Entonces las estrellas representan la guía sutil a la que con
atención se debe acatar, la guía que sólo quien se atreve a mirar lejos encontrará. Y por ser del cielo, estas luces nos aclaran que su
conocimiento es de ascendencia divina, es decir, lo otorga el Altísimo, Creador del cielo y de la tierra. Volveremos sobre esta séptupla más
tarde, si es voluntad de Dios. Entretanto bástenos con decir que en esta constelación se esconde el secreto de un gran tesoro cuya intención
bondadosa ya se ha dejado ver sutilmente. Justo será empeñar la confianza en tan buen augurio estelar.
La séptupla de cartas: No a todos se habla con un gran léxico, no a todos con extrema simpleza; cada gente tiene su particular
predilección para entender, y puestas así las orejas, hemos de explicar según cada quien comprenda. Una tradición de los profetas tal cual la
conocemos los musulmanes es que apalabraron con sus comunidades de acuerdo a la capacidad que tenía de entendimiento desde el más
humilde de sus miembros hasta el más avezado de ellos. He aquí el misterio de la comunicación. Este hombre de luz entrega por lo tanto un
mensaje en medio tal, que es entendido por todos. Y ya que he hablado de mi filiación religiosa, quisiera comentar una anécdota pertinente,
si Aquel que inventó la expresión me lo facilita. En el disco digital donde venía el Corán que leí y por cuya lectura me convertí, también
venía un documento de título intrigante: “La cima de la elocuencia”. Cuando leí esta frase, no pude más que proyectar mi ego de escritor y
concluir que era un apelativo presuntuoso. Por principio de cuentas no concedí el derecho de la duda. Tuvo que pasar mucho tiempo para
que me atreviera a preguntar si ese enunciado le hacia honor a lo que contenía el texto. Y cuando lo abrí, conforme leía sorprendido y
saltando como chapulín de texto a texto, comprobé que efectivamente era verdad. Esa antología era, después del Sagrado Corán, el texto
más hermoso y elocuente que hubiera leído jamás. ¿Quién pronunció tales palabras? Ni más ni menos que el sucesor del último de los
profetas de Dios, el hermano espiritual de aquel hombre que prometió Dios a Moisés cuando le dijo: suscitaré un profeta como tú. Estoy
hablando de Ali Ibn Abu Talib, el Aarón de Muhammad, el primer mártir de la docena de descendientes de Ismael que conforma la primera
mitad de los 24 ancianos del Apocalipsis. Y como yo, sólo aquel que incline la cerviz un tanto y acuda a la comprobación, sabrá sin dudas
que boca como la suya jamás ha existido. Después de esta aparente disgresión, retomo el qüid de este tema epistolar. El anciano no entrega
de mano las cartas más que a Juan, y las mismas no han sido redactadas, nótese. Es Juan quien deberá escribirlas a partir de la visión.
Nuestra es la responsabilidad de hacer otro tanto con esa gama múltiple de congéneres que implican esas siete entregas que efectivamente
Juan realiza con esas siete Iglesias contemporáneas suyas y que simbolizan, como he dicho, a los habitantes del globo terráqueo de los
cuatro puntos cardinales (4), del cenit y del nadir (2) y, primero, a nosotros mismos (1). Lo que no ha sido asimilado, no puede ser legado.
(4+2+1=7).
Resumiendo las séptuplas del inicio de las revelaciones de Juan, podemos explicarlas pensando que Dios por medio de sus vicarios
o representantes nos extiende una invitación para acudir al sendero de la guía, recordando que es nuestra responsabilidad convertirnos en
“seres de luz”, y entrecomillo la frase porque quiero destacar que ya ha sido utilizada por muchas congregaciones espirituales de diversa
índole a lo largo de estos últimos años, no encontrando a su través más sentido que aquel que un libro de autoayuda puede ofrecer por
medio de sus sencillos consejos, que aunque útiles, necesariamente no pueden ser lo suficientemente profundos, pues no provienen de
revelaciones divinas puras, implicando así un vicio de origen. Y no importa la buena voluntad que el escritor o guía tenga en el uso del
término, pues si no proviene y sigue el sendero recto que muestran los representantes santos de Dios, jamás imaginarán su extensión y
profundidad, y menos aún llegarán ellos y sus prosélitos muy lejos en un sendero de tan cortas luces como el que un hombre puede
encontrar dentro de sí y sin la mediación de la guía divina. Por ello se presenta el anciano como una tea radiante: él es vicario de Dios, él es
su representante. Por eso emana de varias formas una luz desde su puro ser. ¿Cómo son sus ojos?,
“como llama de fuego”, ¿cómo es su rostro?, “como el sol cuando brilla con toda su fuerza”,
¿cómo es su voz?, “como de grandes aguas”, ¿qué tiene en la mano?, “siete estrellas”. Y su boca,
sorprendente vehículo de la palabra, que de por sí entraña tanto poder para crear o destruir, su
boca es la puerta de “una espada de dos filos”, misma que amenaza con usar en contra de cierta
Iglesia cuando le exclama: “Arrepiéntete, pues; si no, iré pronto donde ti y lucharé contra ésos
con la espada de mi boca”. "El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias: al
vencedor le daré maná escondido; y le daré también una piedrecita blanca, y, grabado en la piedrecita, un nombre nuevo que nadie conoce,
sino el que lo recibe." Ap 2.17

5. "Después seguí mirando, en mis visiones nocturnas, y vi una cuarta bestia, terrible, espantosa, extraordinariamente fuerte; tenía enormes
dientes de hierro; comía, trituraba, y lo sobrante lo pisoteaba con sus patas." Daniel 7.7 Imagine un mundo donde no se conoce la palabra
bondad y menos aún lo que es. Allí será difícil desarrollar la cualidad que esa palabra señala. A la maldad que emerja no habrá algo que
oponerle, algo contrario a ella, algo que dice con claridad el término bondad, justo opuesto de lo que la maldad hace. Es como ser alguien y
sin embargo no tener nombre. ¿De qué forma podrán llamarnos en medio de una multitud si no tenemos distintivo? "¡Hey, tú!" gritarían, y
enseguida todos los que oyeron y les venga en gana voltearán, pero no sabremos por principio si nos hablan a nosotros.
Algo parecido ocurre con aquel que susurra la maldad al alma del hombre. La palabra con la que fue bautizado existe, es Satanás,
pero para muchos es un nombre hueco que no señala a nadie en realidad y menos aún a lo que ese personaje hace con nosotros. Su apelativo
está allí, sin embargo se usa en falso al creerle un invento de leyendas cristianas impuestas al mundo a través de la predicación y de la
Biblia.
Se cuenta que el logro más grande del diablo fue hacernos creer que no existe, y es casi verdad. puesto que el enemigo que no se
vé es más efectivo en atacarnos. De hecho, esta pequeña victoria es inferior a otra que ha conseguido principalmente en los últimos siglos, y
es convencer a millones de personas, no ya de que él no está por allí, sino de que Dios mismo es una invención. ¿Cómo lo ha conseguido?
De esta forma: las palabras y discursos que señalan con lógica y certidumbre hacia el Creador son sustituídos por creencias -sin pruebas-
que niegan con fanatismo al Ser Supremo. En el colmo del absurdo, he conocido satanistas que hablan con apego amoroso de su ídolo y al
mismo tiempo afirman que Dios no existe, como si la misma doctrina satánica no incluyera en sí la lucha entre dos entidades opuestas por
principio y por principios, es decir, la feroz guerra protagonizada entre el susurro infernal y la inspiración angelical, proveniente por
supuesto de los emisarios de Dios. Llegados a este razonamiento les he inquirido sobre su absurdo, pero como buenos satánicos que son,
sencillamente le dan vuelta a la hoja y se postran ante el cornudo, enojados, eso sí, con Dios, que aseguran para empezar que es una
invención, repito, porque creen que sólo el bicho feo, el cornudo, puede conseguirles sus caprichos demoniacos. Caprichos que siempre
pasan por obtener los deseos más irrefrenados en medio del torbellino de las peores emociones. Qué aburrido. Como si existiera sólo esta
vida y no tuviéramos por delante una eternidad incalculable.
Volviendo al tema de las creencias anteístas (contra Dios), que no simplemente ateas, vale comentar que no han sido hechas al
descuido. Para nada. Son tomos y tomos de apalabramientos mareadores que siempre tienen algo en común: una de sus creencias
fundadoras es falsa. Como la teoría de la evolución. Esta teoría la inventó un hombre que pensaba que sus tatarabuelos lejanos eran
changos, y quiso que todos creyéramos que nuestros ascendientes también lo son. Se basa en pensar que hemos surgido por azar, y que
hemos desarrollado casual y muy lentamente cada una de nuestras cualidades, como la vista, la bondad, el pensamiento, la memoria, el
ejército de nuestro sistema inmune, la capacidad de hablar e imaginar, y un largo etcétera cuya extensión, por necesidad, sólo conoce Dios,
pues Él es precisamente el que "fabricó" todo ello. Es importante aclarar aquí que estos creyentes desviados se han engreído a tal punto, que
aunque no saben ni de lejos cómo estamos construídos íntegramente, lo cual demuestra la grandiosa complejidad de nuestra creación por el
Supremo, persisten en negar lo evidente: que solo un ser de infinita sabiduría es capaz de haber realizado tamaña obra, que sigue
asombrando por su minuciosa construcción y la interdependencia absoluta de sus elementos y seres constituyentes, ensamblados unos con
otros de forma más exacta que cualquier mecanismo de relojería o producto inventado por manos humanas.
Este credo ha llevado a la decadencia al mundo y sus criaturas, pues a través de él sus seguidores le han restado a la vida su
significado y por lo tanto su finalidad. Pensando que sus vidas y las de cualquiera son sencillamente un accidente de la materia, y que no
existe por lo tanto una meta superior que pasarla lo mejor posible, han sido capaces de comerse el mundo entero y excretarlo deteriorado,
tal y como lo vemos en Fukushima, donde un accidente atómico ha calcinado la existencia, y la ha vuelto imposible. Y todo por los placeres
que brinda la electricidad sin función ni medida y el descuido a su respecto que la ambición obnubilada consigue, pues en la pasión de la
insaciabilidad económica, poco importa activar las antenas productoras de sismos y tsunamis en el otro lado del mundo, mientras puedas
amedrentar con tu ataque silencioso a una población de ojos rasgados y piel amarilla que consideras tu enemiga mientras no se atenga
sumisamente a tus órdenes imperiales. Hablo de H.A.A.R.P., y de su tridente maldito: Al.lah-ska, Shia-paz y Tierra del fuego, lugares de
América desde los que amenaza y transmite a casi todo el mundo con el Rayo de la Muerte.
Y es que es razonable pensar que si la propia existencia termina aquí y surgió por accidente, es menester engullir la mayor cantidad
de gozos y propiedades sin importarnos el prójimo, pues de hecho el prójimo bajo esta perspectiva, no es más que barro con agua, sin alma
ni trascendencia, algo parecido a un robot del que se debe sacar provecho y desechar cuando ha cumplido nuestros comandos.
¿Se vé cómo la ausencia de una palabra, o la negación de su significado, implica cometer errores que nos han conducido al peor
estado de la Tierra y de todos sus habitantes? Esa palabra es en este caso "Dios", y negarLe pasapor negar la creación que Él ha hecho,
viéndola sencillamente como una cosa que está allí sin más, sin atribuírle una intención por la cual existe y una meta para la que fue
diseñada.
Algo similar ocurre con el antagonista de Dios. Al pensarlo solamente un personaje de novelas y películas, dejamos de observar
que su existencia tiene un origen y un cometido. Dejamos también de percatarnos de su influencia y por lo tanto de oponernos a ella, cosa
que deberíamos hacer, pues invariablemente sus obras quieren llevarnos a la perdición.
Sin entrar en detalles que merecen estar en otro escrito, me limito a destacar que, en síntesis, el partido de Satanás y sus diablos
susurran el mal al hombre. Algo parecido, aunque más efectivo, que un anuncio subliminal empujándonos a tomar el tóxico potaje de la
coca cola o las indignas papas de sabritas porque nos muestra junto a la botella o la bolsita una escena que se antoja para estar en ella, ya
sea porque hay actores o cosas bellas, o lo que están haciendo mientras se venden nos lo vuelven apetecible. Como las regurgitantes escenas
navideñas del refresco que inventó al satán clós (sí: los pubicistas de la droga genocida diseñaron la imagen del panzón chimuelo, risueño y
cardiopático del simpático diablo rojo decembrino).
Y sinceramente, esta pócima venenosa es un ejemplo maravilloso de la malévola inducción de Shaytán, y de eso da cuenta el gran
número de daños que resultan de consumirla: desde el robo de los aguajes de los países donde hace su negocio, hasta el hurto de la salud de
los bebedores, dado que cada botella lleva en sí varios venenos, como el ácido fosfórico (corroe los riñones, los dientes, produce
osteoporosis, etc.), el azúcar refinada de maíz transgénico (potente diabetogénico, cancerígeno y antivitamínico), la cafeína (adictiva), y una
que otra rata molida que a veces se les cuela (en serio). Además, para coronar este pastel con cerecita, en cada contenedor de aguas negras
está inscrito varias veces y de varias formas el número y signo de la bestia del Apocalipsis, por si no lo sabía aún. Este bestial detalle podrá
ser para el antéo (que no ateo) sólo una casualidad o broma publicitaria, perdiendo así su corroboración y culminación profética, lo cual
sería otro ejemplo más de lo dicho en este escrito hasta ahora, y sólo los ojos avisados y ciertos pueden comprobar en éste hecho la
veracidad de este tramo, por lo menos, del libro de las revelaciones, o Apocalipsis.
Véase el código de barras que los láseres cegadores leen para saber sus datas; se encontrará que tienen tres pares de líneas delgadas
formando parte de la derecha, centro e izquierda del icono rayado; pues bien, cada par de rayitos, además de ser el once de la bestia del
libro de Daniel, capítulo siete, es a su vez en la nomenclatura de códigos un número seis, aunque el exdirector de la Sida-Soda en México,
que desgraciadamente también fue presidente del país (me refiero a Vicente Fox), diría al serle preguntado este asunto que son marcas de
ajuste de los láseres para calibrar la lectura a la hora de robarnos. Otra forma de ver el triple seis es buscarlo en la divisa que reza con
cursivas "Coca Cola", pues con las letras se formó en la mesa del diseñador un bonito juego de seises que promete para encontrarlos más
diversión que los nuevos crucigramas numéricos, los sudokus, que remplazaron a los de palabras, pues ya pocos pueden hacerlos gracias a
tanto ataque cerebral recibido. He de culminar este párrafo, si faculta Dios, advirtiendo sobre la existencia de toxinas en los dos tipos de
botella que dispensan este trago infausto. La primera es la neurotoxina del aluminio, y la segunda es la endocrinotoxina que
traicioneramente se libera desde los plásticos para feminizar varones y masculinizar hembras, además de cancerarlos. Podemos empiezar a
entender la eclosión de la homosexualidad a partir de esto, si lo extrapolamos a los todos los plásticos “alimentarios”. Un horror,
ciertamente. Y no hablo de los endulzantes artificiales porque da para rato y llevamos prisa. Investíguelos usted bajo el nombre de
excitotoxinas en la red y se llevará un buen y merecido susto.

6. En algunos sectores de los prácticantes de las tradiciones indias se hurtó la realidad satánica en un intento de deshacerse de la
evangelización sangrienta que llevaron a cabo los jerarcas católicos, su policía religiosa (llamada “santa inquisición” y su “tribunal del
santo oficio”) y aquellos que fungieron como sus ayudantes y cómplices. Éstos últimos, los cómplices, eran desde los delatores insertos en
las comunidades, hasta los críos sometidos a lavado de cerebro, que avisaban a los curas si sus padres realizaban en secreto algún tipo de
culto indígena.
Cuando alguien declara que en la adaptación realizada de la doctrina católica a la tierra americana hubo una fusión o sincretismo
de mutuo acuerdo entre ambas teologías, miente. Nadie puede creer que aquel que ha sido asesinado, torturado o amenazado, puede en el
uso de su libertad convenir un pacto. Las componendas de los ritos vaticanos se hicieron con el propósito de facilitar la introducción de su
arma espiritual e ideológica más allá de los territorios que consecutivamente conquistaban, y prueba de ello es el ajuste que se vieron
forzados a hacer con su calendario, el cual era menos exacto que los precisos sistemas de predicción y medición temporal y astral de los
sabios indios, lo que permitió que se emparejaran las fiestas solsticiales y equinocciales de la calenda romana con las ceremonias que se
siguen practicando en esos días del año a lo largo y ancho del continente.
Para dar un ejemplo de lo anterior cito el caso de los usos de los danzantes de Tenochtítlan, que se han dividido principalmente en
dos tipos de grupos: los tradicionales y los puristas. Los danzantes tradicionales son llamados concheros, debido a que utilizan en sus
danzas y cantos conchas de armadillo que adecúan al cuerpo de sus mandolinas, guitarras y guitarrones de cuerdas de metal. Los nuevos
danzantes, que en algunos grupos se derivan directamente de la cadena de mando y tradición conchera, han quitado de sus ceremonias los
instrumentos de cuerda mencionados, en un afán de “limpiar” su credo de los elementos que consideran ajenos a él por provenir de Europa,
lugar de donde arribaron los conquistadores hace más de medio siglo.
Indudablemente este deslinde tiene una legitimidad evidente, empero, los que se deshicieron de las tildes y acentos del mensaje de
la danza que heredaron, olvidan que todos los artefactos que se adoptaron a la “costumbre” fueron incorporados por razones que todavía no
se evidencian.
Mencionemos uno solamente, para reflejar esta ausencia con hechos: la concha de armadillo. Dios, alabado sea, dotó a cada
elemento constituyente de la creación de funciones y de significados. El ahuehuete, árbol de proverbial longevidad, es la palabra vegetal
con la que simbolizó el transcurso útil de una larga vida. Si se sigue esta idea, concluiremos que la escuadra de danzarines encordados y
cantadores son la palabra ceremonial del grito de guerra llevado a los instrumentos, cosa que se entenderá en su realización concreta si
pensamos en el papel que están jugando los instrumentos computacionales en las revoluciones del mundo, activados también por dedos que
les llevan a entonar mensajes libertarios que llegan a los oídos de muchos a través de las cuerdas del cableado físico y virtual de sus
componentes y de las redes mundiales de comunicación, respectivamente. Esto, en cuanto a la melodía que el escuadrón genera al unísono.
Y en cuanto al reverso de los instrumentos, que es precisamente donde se encuentra la concha de armadillo generando una particular
resonancia, comentamos que es la palabra que Dios ha designado para señalar la protección, el escudo, la construcción de un instrumento
que genere un mensaje trascendente y de ascendencia divina que al mismo tiempo considere protegerle de los predadores naturales del
legado profético. Hasta aquí llegamos por hoy en el análisis de una partícula del discurso de la tradición de los tatas, pues con lo anterior se
comprende qué concepto ha sido robado involuntariamente de la conseja de los abuelos, nada más y nada menos que la advertencia de
protegernos bien y proteger también lo que decimos cuando engarzamos La Palabra, así, con mayúsculas, que se diferencia de la palabra
común en cuanto a su importancia, ya que con ella se debe comunicar, en el tiempo y espacio sagrado que brinda el rito, el mensaje de
salvación dejado en resguardo a todas las culturas de ascendencia profética. Así como en un grupo tradicional se encuentran aquellos que
tocan sus melodías de acuerdo al mensaje de letanía tradicional, que les menciona de esta forma: “y las conchas de armadillo entonando
bien su son”, así, de igual forma, se entiende su papel en la guerra sagrada cuando se sabe que las jerarquías de la danza son grados
militares: hay cabos, capitanes, etcétera. Y todos ellos, se induce, están esperando a su general desde hace tiempo, pues nadie puede
detentar ese cargo si no lo ha autorizado aún el único que puede volver a otorgarlo. Estamos hablando de Quetzalcóatl, que prometió
regresar, y que liderará la lucha universal contra el partido de Satanás dirigiendo un ejército enorme comandado por trescientos trece
generales, como Rey o Tlahtoani mundial designado por Téotl, Dios. En esto se ve cómo engarzan a la perfección, a pesar de sus
adulteraciones, las diversas tradiciones terráqueas, pues todas apuntan al mismo plan de Dios, prometido a todos los mensajeros y profetas
del mundo. Y en esto también se vé la función que tiene una ausencia autorizada por los guardianes de la tradición: la ausencia del mando
superior en la cadena, el de general. Cosa que como se observó, no ocurre con la carencia de conchas de arma-dillos, impuesta por puristas
sin razón real.
El terrible error anterior, el de deslindar la cultura náhuatl y cualquier otra cultura india, de la cultura llamada equívocamente
judeo-cristiana, ha sido llevado a tal extremo, que realidades que diariamente se constatan y nombran en las comunidades indígenas, como
la influencia y eclosión de los demonios, son amputadas de su espejo natural e insertas dentro de la superstición o peor aún, la hechicería,
prohibida por Dios tajantemente. Y no es un fenómeno que sólo ocurra por estos lares, pues en Europa ha ocurrido de igual forma al pensar
que los llamados gnomos, duendes, ángeles (falsos), fuegos de San Telmo y demás, son algo diferente de los diablos al servicio del partido
de Satanás, lo que consigue despojar la interrelación con ellos de las debidas precauciones que sí nos brinda, por ejemplo, la cultura
islámica. Tan sólo en México, en vez de llamar a los genios demoniacos por su correcta denominación, se les ponen nombres como alushes,
chaneques, nahuales, etcétera, separándolos así del registro profético a su respecto, el cual, vale mencionarlo, se encuentra plenamente
detallado en la cultura musulmana a través del Sagrado Corán y de la tradición verídica de las narraciones comprobadas de los hadices
auténticos.
Esta negación se ha extrapolado incluso a los restos que nos quedan de la sabiduría india plasmados en códices, en monolitos, en
frescos y en la llamada tradición oral, heredera esta última del mismo tipo de resguardo que se ha dado en el Islam de lo que dijo, hizo, y
dejó de hacer el último profeta de Dios sobre el planeta y sus sucesores, que por fortuna, sí ha podido ser registrado en libros o papiros, en
textos escritos sobre hojas, piedras o huesos, de igual forma a como en estos momentos escribo, pues a diferencia de este texto, el registro
indio de los náhuas era con ideogramas discursivos. En un trabajo de deslinde retroactivo, se ha despojado a la iconografía indígena de
cualquier paralelismo con la cosmogonía bíblica, y a pesar de que la coincidencia entre ambos mundos es mayúscula, se terminó
divorciando al diluvio bíblico del de las historias americanas de las eras; a la serpiente genesiaca, de la correspondiente sierpe levógira
(siniestra) de la llamada piedra del sol o calendario azteca; al báculo serpentino de Moisés, del simbolismo salvífico de la serpiente
emplumada o Quetzalcóatl.
Es más, dado que la historia que queda de Quetzalcóatl lo señala como un varón de piel blanca que llega de allende el mar y que
tiene barba y conocimientos insólitos, civilizatorios y culturizantes, incluso algunos autoproclamados líderes de la tradición y sus
correspondientes sectas de prosélitos, le niegan como herencia y promesa futura, y le consideran únicamente una leyenda. A esos, que han
llegado a tal extremo, les invito a prospectar en el mundo actual, un porvenir sin ese juramento divino. ¿Qué sería del mundo de no advenir
un hombre como él? Ciertamente en el juego de la demonocracia, perdón, democracia, la humanidad no encontrará jamás el gobierno
perfecto. Quien conozca el Islam, sabrá que el autogobierno más acabado y bello lo dan sus ordenanzas, y el Islam bajo esta perspectiva, no
es más que la tierra fundacional del mensaje de aquel humano ejemplar. Es natural, por lo tanto, buscar y encontrar en ese mensaje
universal el anuncio de un futuro donde es Dios el que designa un líder inmaculado que dirija a los justos a la conquista del mundo para
conseguir el mejor de los mundos posibles, como ya hizo parcialmente con Saúl y los hijos de Israel, y con David y Salomón. Alterar esa
jura que nos hizo Quetzalcóatl, enviado divino, consigue invisibilizar en nuestra imaginación un mañana diferente al que con tristeza vemos
diariamente. Y además, nos quita una herramienta fundamental para construirlo, a saber: la esperanza. Este es un triunfo más de la goma
que borra desde la mano susurrante de Satanás. Pero esta victoria parcial del genio enfermo del chamuco y sus huestes no se ha de
conservar por mucho tiempo, pues cualquiera puede someter al juicio de su criterio lo que en estas líneas se ha explicado. De hecho esta
invitación siempre ha estado abierta de una u otra forma, aunque como dice la frase: “son muchos los llamados, pero pocos los elegidos”.
Lo maravilloso de esto, es que Dios ha prometido que en esta Era que termina el nuevo milagro será que a través de nuestra inteligencia,
facultad que nos ha obsequiado el Creador, cualquiera podrá discernir entre la verdad o la falsedad.
El mensaje de Dios tenía que ser universal por necesidad, incluyente por principio, bueno al final, y bello ante el corazón. Entre la
heredad de Moisés, la de Jesús, la de Quetzalcóatl o Kukulkán, y la de Nezahualcóyotl, no media más que cierta distancia en el tiempo y en
el espacio, y más allá de esto, su sustrato es idéntico e indica el mismo fin común: la era de la utopía, el reinado del guiado y elegido del
Supremo, el Mahdi (que Dios apresure su manifestación). Cualquiera está invitado al convite de este festejo mayor a cualquier otro que
hayamos visto, pues es la culminación de la misión humana y el inicio del mejor ciclo que ha visto este planeta perdido en el magnífico
espacio sideral. Eso sí, en este espectáculo ocuparán mejores gradas los que lleguen temprano. Que Dios nos bendiga y nos otorgue
sabiduría, salud y longevidad como equipajes previos a la marcha hacia la nueva Era, la era del duodécimo descendiente del último profeta
de Dios sobre la Tierra, la era donde llega la hora, anunciada por Jesús, hijo de María, como umbral apocalíptico previo donde hemos de
pasar por las pruebas que Aquel que nos ha creado y dirigido ha designado para nosotros. Buen viaje compañeros; feliz destino también:
aquí, y en el más allá.

Una vez, cuando el Príncipe de los Creyentes estaba en el púlpito, una serpiente entró
por una de las puertas de la mezquita. La gente quería matarla, sin embargo, `Ali les
pidió que la dejaran sola y así lo hicieron. La serpiente comenzó a arrastrarse hacia el
púlpito. Se estiró y saludó a Amir al-Mu'minin (la paz sea con él). El Imam le hizo un
gesto para que esperara hasta que el sermón se completó. Cuando terminó, el Imam 'Ali
llegó a la serpiente y le dijo: “¿Quién eres?” Dijo: "Yo soy Amr ibn 'Uthman, tu
representante entre los demonios. Mi padre ha muerto y su última voluntad fue pedirme
que venga para saber tus instrucciones y por eso estoy aquí. ¿Qué me ordenas hacer y
cuál es tu instrucción?" Amir al-Mu'minin dijo: "Te pido que seas piadoso ante Dios y vuelvas y actúes como el sucesor de tu padre entre
los demonios. Te nombro mi delegado entre ellos ".4

7. El dúo de serpientes del monolito del fin de los tiempos, o piedra del sol, encarna dos principios contrapuestos que durante toda la
historia conocida de la humanidad la han representado; dicho escuetamente, se trata de la lucha entre el bien y el mal. Y aclaro que cuando
hablo de la historia de la humanidad no estoy evocando aquel registro que los investigadores ateos llevan con sus libros, en el que el papel
de Dios en el sendero del hombre es secundario y sólo se le contempla como una curiosidad antropológica; me refiero al registro sintético,
fundamental, esencial que del devenir de sus criaturas hace el Verídico en su revelación más luminosa: el Sagrado Corán. En sus
inigualables páginas se encuentra la historia del cosmos de principio a fin, al lado de la nuestra, desde el primer humano hasta la reunión de
todos en el Juicio Final, y el Más Allá.
Y también incluyo al registro que queda más o menos alterado en otras tradiciones como la judía y la cristiana, pues no por que en
ellas se encuentren múltiples adulteraciones, hemos de relegarlas sin escardar de sus paginas el grano nutricio. En el
libro del Génesis capítulo tercero, por ejemplo, encontramos un pasaje clave para descifrar por completo al monolito:
es cuando el demonio incita a nuestros primeros padres a comer del árbol prohibido. En el Corán no se menciona que
Satanás se transformó en un ser reptante para llevar a cabo su cometido, pero en la Biblia sí. Es como si Dios quisiera
implicar para un buen observador que a pesar de que la revelación coránica es perfecta, no podemos descalificar de
ninguna manera por completo las revelaciones fragmentarias que la antecedieron y precedieron, sino al contrario;
parece invitarnos a repasarlas con el prisma coránico para destacar de ellas su pureza originaria, separando aquello
que les sumaron manos traicioneras y añadiendo aquello que les robaron. En este pasaje, por ejemplo, pareciera que
Dios nos dice que allí, en el Antiguo Testamento, yace un tesoro capaz de tender un puente entre muchas tradiciones
reveladas por Él: el puente serpentino. Y no me refiero sólo a la religión americana, islámica en esencia como ninguna
otra, aparte de la que renace en arabia; también hablo de naciones de Asia donde observamos, por sus signos, el
rescoldo del fuego de la profecía serpentina.
En el monolito del fin de los tiempos podemos observar claramente la mención que de las revelaciónes
serpentinas se hace si observamos las colas de ambas serpientes. En ellas se tallaron los ideogramas del papel oriundo
de estas tierras. Así como se escribió la Biblia en papiros, aquí se pintaron los códices sobre amates, una especie de papel muy bello que se
sigue fabricando a partir de la corteza del árbol del mismo nombre, el árbol del amate o ámatl.
En cada comienzo de los cuerpos de las víboras, se observan cuatro atados de amates, que además de simbolizar un ciclo completo
por sí mismos (cuatro trecenas, igual a cincuenta y dos, el número de años que comprenden un siglo) también mencionan, por el hecho de
ser justamente receptáculos del escribano y del codicero o tlacuilo, las diversas escrituras que los profetas han legado a la herencia humana.
Esto, cuando hablamos de los amates de la serpiente dextrógira, por supuesto. En cuanto a la serpiente levógira (la que se mueve en
contrasentido de las manecillas del reloj), se trata del mensaje que las contradice, claro está, lo que se infiere a partir de que sigue un
camino opuesto que la confronta con la serpiente Quetzalcóatl, no solamente al ser la de la izquierda, la sierpe siniestra, versus la diestra.
Cabe señalar que las palabras que en náhuatl se utilizan para hablar de una persona recta y de una desviada son las mismas que se acuñan
para hablar del lado derecho y del izquierdo: yectli y pochtli, respectivamente, lo cual añade un ámbito más que confirma la interpretación
propuesta.

El que sean cuatro los amates anudados nos explica que se están considerando, bajo la óptica indígena, la tetrada conformada por
el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento, el Sagrado Corán, y la confirmación del mensaje de Dios que se dió a lo largo y ancho de
América con diversos mensajeros y profetas, desde los primeros habitantes que migraron al continente, hasta aquellos a los que les toca
4
http://www.al-islam.org/commentary-tafsir-suratul-jinn-makarim-shirazi/9.htm
recibir a los conquistadores europeos durante más de quinientos años, hasta finalizar el ciclo que el mismo monolito señala.
Sobreentendemos, dada ésta y otras evidencias, que los mensajeros y profetas informaron de estas revelaciones a los nativos americanos,
como queda demostrado en las enseñanzas de la Serpiente Preciosa, Quetzalcóatl, nombre náhuatl del duodécimo descendiente del sello de
los profetas; los indios Hopi le conocen como Pahana, no sobra decirlo, y en su cultura se conserva la memoria de que prometió regresar
trayendo consigo el fragmento faltante de otro artefacto profético que hasta estos días se encuentra incompleto. Quien tenga la oportunidad
de conocer la espiritualidad india se percatará de su extremo parecido con aquella que se irradia desde el Islam, y atinará a comprender,
después de estudiar ambas, que se trata del mismo núcleo doctrinario con las variantes propias que dan los diversos usos culturales y las
singularizaciones que otorga el transcurso de los años, como se vé en el uso del velo islámico por las mujeres de las naciones americanas,
como las huicholas podrán atestiguar. Esto da fé de que el contenido del mensaje que Dios siempre ha ofrecido al mundo es el mismo,
cuestión que cuando sea entendida borrará de un tirón las diferencias aparentes entre los diversos sistemas de creencias y sus doctrinas,
adoptando de nuevo el germen en el cual se encuentra una similitud entre todos ellos que muestra la identidad propia de un mensaje unitario
que compartimos más allá de el tiempo y la distancia, más allá de las transformaciones que con buena o mala intención le hicieron a la
heredad original de cada pueblo.
Posiblemente los hermanos musulmanes querrán contradecirme cuando afirmo que después del Profeta del Islam se siguió
revelando a los hombres un mensaje proveniente de Dios, pues como sabemos, con Muhammad (con él sea la paz) se cierra el ciclo de la
profecía. Y es verdad que con este hombre excepcional quedó sellado el camino que la humanidad debe seguir para arribar al Paraíso, si
bien es cierto también que innegablemente Dios ha seguido dando a los hombres comunicaciones de lo oculto a los sentidos y al
entendimiento, y sólo cuando estas mismas se oponen al Sagrado Corán y a la tradición muhammadiana pueden ser atajadas sin
preámbulos; sin embargo, cuando estos mismos mensajes confirman de entrada a la Escritura Eterna y al proceder del Mensajero, es
menester comprobar si en ellos yace otra promesa coránica que podemos encontrar en los versículos del Criterio, y es que Dios revelaría a
aquellos con quienes se encuentra complacido las realidades invisibles. Éste es el caso del mensaje americano, sin duda.
Si hace medio siglo en vez de recibir a los españoles católicos, fundamentalistas en su religión y extremistas en su obrar,
hubiéramos hospedado musulmanes, con éstos últimos no hubiéramos tenido confrontaciones teológicas, como sí las tuvimos, y muy serias,
con la doctrina cristiana de la trinidad (un invento del concilio de Nicea), y con la supuesta cruci-ficción del hijo de María (que la paz sea
con ambos). Además, de ninguna manera hubiera sucedido el genocidio que ha desolado estas tierras restándoles sesenta millones de
víctimas mortales a manos transcontinentales, asunto éste que no ha cesado en lo más mínimo. Incluso, dados los usos musulmanes, de
estas supuestas manos islámicas hubiéramos tomado todos y cada uno de los conocimientos que ellas enarbolaban, como queda demostrado
si se observa la deuda enorme y ocultada que Europa tiene con la sociedad musulmana. Citemos un ejemplo: de no haber traducido los
musulmanes los libros griegos y romanos, sencillamente no los tendría occidente en su haber. Se reconoce que a estos clásicos grecolatinos
debe en gran medida su avance Europa.
Es pertinente subrayar que éste fenómeno sí está ocurriendo ahora (me refiero al trasvase de ciencia, tecnología, filosofía y religión
de parte de una civilización musulmana), pero no son ya los clanes de Arabia los que lo están llevando a cabo, sino una nación que en
treinta años ha conseguido ser la que mayor velocidad de desarrollo tiene y más logros ha conseguido, en cualquier campo. Es la nación
persa. Y de esto podrán hablar los pueblos de Bolivia, de Venezuela, de Cuba, de Ecuador, e incluso de Estados Unidos, pues su capacidad
en la guerra defensiva (que no ofensiva) ha llegado a tal grado, que intervinieron el sistema madre de un avión espía y gringo no tripulado
que sobrevolaba por sus tierras fisgoneando, lo hicieron descender, le aplicaron ingeniería inversa, se apropiaron de todos sus secretos
tecnológicos, y ahora lo producen en masa, a menos de un año del aterrizaje del agente alado en Irán. En un acto que además de estratégico
es el cúlmen de la generosidad, han enseñado con éxito a la nación venezolana a construir sus propios drones para servicio gubernamental y
civil, lo que nunca haría un imperio demoniaco como el que rige en la Casa Blanca. Sirva esto de ejemplo paradigmático de lo que una
civilización islámica es capaz de conseguir en tan sólo treinta años después de su instauración a través de la primera y única revolución
islámica que produjo el siglo veinte. Pero expliquemos como lo entendemos qué significa una revolución islámica: es la acción coordinada
de un pueblo que lucha por instituir en su tierra el gobierno de Dios y sus principios, en contra de los poderes del mal verdadero. Amén. Y
ese es el porvenir inmediato del mundo. Por ello se ha creado la islamofobia y somos tan atacados los que detentamos y ejercemos el más
puro Islam.
Y al lado de Irán, a parte de Arabia se le ha impuesto el apodo de saudita, para denotar que allí gobierna un clan familiar, los saud,
que se ha arrogado, gracias al imperio inglés, el trono de este territorio sagrado para cada musulmán, pues allí fue construido por Adán, por
primera vez en el mundo, el templo de adoración a Dios, que Abraham reconstruyó y que Muhammad purificó de la idolatría (que la paz de
Dios sea con todos ellos). Mientras tanto, el mundo piensa que ese tipo de despotismo sin ilustración es el ejemplo de cómo gobernaría el
Islam a cualquier país donde se instaure. Es en verdad una ironía. Y lo mismo podemos decir del terrorismo de al-qaeda o sus sucursales
sirias, pakistaníes o inglesas. En Siria sus ejércitos de autoproclamados musulmanes tratan de derrocar el gobierno de un alauita, Assad, que
definitivamente se encuentra más cerca del Islam originario que los misiles tierra-aire pagados por Israel al ejército de liberación y sus
secuaces. Y en Pakistán, los drones matan semanalmente a víctimas supuestamente accidentales de la lucha contra el terror (sic) que desde
su cómodo escritorio autoriza Obama. Niños, mujeres y ancianos inocentes que estallan en pedazos en tanto un adolescente vestido de caqui
juega su “videogame” mortal desde una base de la agencia DARPA a cientos de millas de distancia y en tiempo real a través de ARPANET,
la web de guerra, el fuego satelital del diablo. Grotesco.
Úsese el anterior caso para ilustrar en nuestro planeta actualmente la lucha protagonizada por los dos seres bífidos. En el caso de la
serpiente que gira a contrasentido del tiempo sagrado, su veneno se vislumbra con claridad con lo mencionado. Y sobre la serpiente que da
vuelta en acuerdo del tiempo que corre hacia el porvenir, es decir, aquella que va hacia el futuro y que enfrenta a los colmillos malvados,
también tenemos un parangón si acudimos al caso iraní y a los otros pueblos revolucionarios de la historia más reciente, como el egipcio, el
boliviano o el venezolano. Pero esto ya pertenece casi al final de la exégesis de este monolito, no nos adelantemos.
Nos basta decir para concluir esta sección que el punto de contacto visible entre ambos seres zoomórficos, o antropomórficos si se
quiere, es allí donde se encuentran sus lenguas de obsidiana. Curiosamente en ese toque no se ve estallido alguno, flama que surja, rayo que
emane; sólo se constata, del lado de Quetzalcóatl, cierto vapor misterioso que parece parte de una respiración que va de salida por su nariz y
boca. La interpretación de este conjunto de signos nos expresa que el lugar principal donde la titánica lucha por las almas se lleva a cabo al
final es en el intelecto, porque ¿a dónde si no va la palabra? Entrará por las orejas, pero termina su viaje instalándose en la cabeza, desde
donde dejará el oyente que germine aquello que contiene, o vidente si se quiere ampliar el campo semiótico del simbolismo y sin confundir
la videncia que el espectador vive de esta parte de los discursos proferidos, con la visión que ambos personajes tienen uno del otro, indicada
por sus miradas confrontadas.
Es decir, es usted quien tiene la última palabra sobre el tema. Los dos discursos han sido presentados ante su entendimiento y debe
decidir que semilla es pulverizada, como si fuera una semilla terminator, de ascendencia demónica pues es transgénica, y qué semilla ha de
ser colocada en el centro de la tierra para alimentarla con sus actos rectos, derechos, con paciencia. ¿Qué significa esto? Que la lucha no es
sólo entre grupos o individuos unos con otros. El campo de batalla es usted también, su entendimiento, lo que resulte del conocimiento de
ambos senderos que serpean. La presea es su alma. La victoria de Quetzalcóatl en usted es la eternidad de su discípulo en el Paraíso. La del
demonio es que en el día del juicio Dios le entregue una cuenta con deudas tales que la pase por siempre en el infierno. La elección le
pertenece. De hecho, es lo único que le pertenece.

8. Los tiempos del fin de los tiempos. El exégeta bíblico Perry Stone Jr., en su libro "SE DESATA la BESTIA", hace referencia en
repetidas ocasiones a un período de tiempo que es mencionado por el Antiguo Testamento en el Libro de Daniel, como de "un tiempo,
tiempos, y medio tiempo", y que podemos encontrar tanto en el séptimo capítulo, versículo vigésimo quinto, como en el décimo segundo,
versículo séptimo. Nos dice que la palabra "tiempo" corresponde al transcurrir de un año y su plural "tiempos" al de dos, por lo que
concluye para empezar que ésta frase expresa la cantidad de tres años y medio. Esta mención suya podemos encontrarla en la página 29 de
la edición electrónica en castellano de su obra
Adjunta a su interpretación anual, el autor hace una homologación con otro pasaje de la Biblia, ya no del Antiguo Testamento, sino
del nuevo. A saber, el versículo de Revelaciones encontrado en el folio duodécimo, versículo sexto, donde, según nos recuerda el escritor
"Juan dijo que el marco del tiempo final sería de 1.260 días..." (vea la notación inglesa, con el punto dentro de la cifra, en una edición
española, volviéndonos imposible encontrar la cifra 1260 o 1,260 dentro del texto con un buscador), y a continuación y sin pausa prosigue
su exégesis al parear esta cantidad nuevamente con "...-tres años y medio", terminando por señalarnos su lugar en Apocalipsis, donde
podremos leer lo siguiente: "Y la mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar preparado por Dios para ser allí alimentada 1.260 días" (ídem
del número; hemos copiado el versículo de la edición electrónica de la Biblia de Jerusalén).
Veamos si es cierto que 1,260 días corresponden a tres años y medio: 365 + 365 + 365 + 182.5 = 1277.5, resultado que no equivale
a 1260. Obviamente el intérprete se ha tomado la libertad de rasurarle algunos días a la suma de años para poder afirmar su equivalencia
entre los testamentos bíblicos. En total redondeó la cantidad restándole diecisiete días y medio aproximadamente al resultado de la suma,
pues no se ha tomado en cuenta para esta adición el cuarto de día "excedente" que posee cada año exacto. ¿Lo hizo arbitrariamente o
procedió con algún método? Esto lo ignoramos, pero lo que sí sabemos es que hay un sistema natural para hacer las cuentas calendáricas
que coincide con las cifras que estamos manejando, y que en nuestro planeta existen por lo menos dos lugares donde de formas tanto
oficiales como culturales se usan estos calendarios: el calendario indio americano, y el calendario iraní. En la calenda irania se cuentan doce
meses de treinta días cada uno, lo que suma 360 días, así que ya tenemos de dónde se puede sacar esta cifra de 1260 días con corrección.
¿pero dónde es que quedan los cinco días restantes que completan el número 365, que como sabemos es la cantidad que tiene un año de
días, más un decimal de .25 o seis horas, que sumado durante cuatro años nos da el día de más del año bisiesto? Esos días existen también
en los calendarios persa, náhuatl y maya, pero son añadidos a la cuenta de una forma con características impresionantes. En la cultura
náhuatl a estos días se les llama Nemontemi, es decir, infaustos, y son días de guardar; en ellos se ora, se apagan los fuegos, se medita, se
realiza penitencia, para a su término llevar a cabo las fiestas de año nuevo en el momento del equinoccio, inauguración del siguiente inicio
del ciclo de la Tierra alrededor del Sol y principio de nuestra primavera. En la nación adoptiva del profeta Daniel esos cinco días son los
días de los festines de Nowruz, se les llama Panyé, y dan ocasión a una temporada increíble de fiestas, ritos, ceremonias, convites, visitas y
banquetes, que como celebración tiene una innegable similitud con la parte festiva de la tradición indígena citada.
Si hacemos la suma con los días anuales calendarizados a los que se les han quitado los días Nemontemi o Panyé, la cuenta resulta
como sigue: 360 + 360 + 360 + 180 = 1260, tal y como adelantamos palabras antes.
Esta cifra nos da la cantidad mencionada en repetidas ocasiones en el Nuevo Testamento y de la cual el Pastor Stone ha inferido
que significa, según el Profeta Iranio, "tiempo, tiempos, y mitad de un tiempo".
Llegados a este punto quiero aclarar algo sobre Daniel (que la paz sea con él). Varias veces me he referido a él como habiendo sido
adoptado por Persia, o contemporáneamente por la nación de Irán, y quiero explicar este punto que podría ser controversial. Seguramente
alguien argüiría que Daniel fue secuestrado por Nabucodonosor, monarca babilónico, y que siendo así cómo puedo hablar de la
naturalización de este personaje sin par. Ante esto deseo recordar que cuando estaba en el trono el sucesor de Nabucodonosor, el rey persa
Darío, los judíos gozaban ya de la libertad para retornar a Tierra Santa y reconstruir el templo. Que Daniel eligiera quedarse fue voluntad
suya, pues no estaba obligado a permanecer en Persia. Sin embargo al permanecer allí nos otorgó la oportunidad de tener a la mano el
mausoleo que contiene sus restos mortales justo en el estado actual del cual fue gobernador, Susa, y configuró para bien por su influencia el
destino y cultura de la nación iraní, como quien la estudie podrá comprobar. De hecho si como hemos visto en internet, se encuentran ellos
también en el año 2570 aproximadamente de su calendario imperial, correspondiente al año 1390 de su calendario corriente de 360 días, el
inicio de esta otra cuenta Real coincidiría justamente con el período en el que el Profeta moraba allí. Si a lo anterior añadimos el respeto
con el que cuenta su tumba, estación obligada de los visitantes de las religiones judía, cristiana y musulmana, ya podremos verificar que la
nación iraní también le ha adoptado a él con un profundo amor vivo todavía a la distancia de dos mil quinientos años después de su tránsito
al más allá. Y si a lo último rememoramos que ha sido consignado en su rollo profético que Daniel mismo regresaría para vivir el triunfo de
los justos en el tiempo del fin, ya estamos entonces en territorio seguro. Que Dios bendiga a Daniel y que bendiga también a quienes le
aman y veneran.
En lo personal sostengo que la mención de los tiempos tiene más correspondencias e interpretaciones que las citadas, incluyendo la
interpretación que he propuesto a su respecto y en la cual menciono que esta alusión señala a las variadas ocasiones en las que las mismas
profecías de Dios se saldan, con nuevas gentes cometiendo mismos pecados y llevándolos a cabo incluso en los mismos lugares. Es decir,
creo que la profecía divina tiene su cumplimiento y verificación una y otra vez, como incluso ya se deja ver a partir del Libro de Daniel,
que habla de la caída próxima de los reinos y monarcas que le son contemporáneos al Profeta por igual que indicia a aquellos que ya no le
tocaría ver más que en visiones, y que similarmente a los primeros, caerían algún día, con excepción, claro está, del advenimiento del
último, el Reino de Dios y su Rey, el "anciano de días" o Mahdi, en la Tierra, para lo cual seguirá esperando pacientemente desde su casa en
Susa un tiempo, tiempos, y una fracción más, misma que se deja ver cuando quedó escrito que "Dios acortaría esos días por amor a sus
elegidos".
Para ejemplificar esta repetición cíclica he escrito antes que en las márgenes actuales del estado iraní con el iraquí se llevó a cabo
el drama profético de la confrontación entre el cabrón con la oveja, esta vez protagonizado en la nueva frontera de dos nuevos estados que
corresponde de forma milagrosa con el territorio señalado con precisión desde el rollo octavo de la profecía escatológica de Daniel, que sin
embargo fue consignado hace 2 milenios y medio. Y para reiterar esto, cabe destacar que otra vez el macho cabrío se encuentra
confrontando con su cornamenta al cordero pues conviene recordar el artefacto guerrero que arribó al cielo iraní "recorriendo la tierra
entera sin tocar el suelo", referencia explícita de Daniel a un artefacto volador que, como el avión no tripulado de Satanás, llega por el aire,
como no hace mucho los misiles del dictador Saddam. ¿Podemos ser más claros en esto? Es suficiente, creo, para probar el punto exegético
sobre los ciclos repetitivos mencionados.
Mas esta interpretación no aclara por sí misma el sentido que tiene para el Libro del Apocalipsis el entrelazarse en el Capítulo 12,
Versículo 6 con los sistemas calendáricos que sí toman en cuenta el movimiento real del Sol y de la Tierra y sus encuentros angulares en los
solsticios y equinoccios. Para esto tenemos que realizar otro trabajo. Destaquemos entretanto que si aglomeramos el número de capítulo
(12) con el del versículo (6) y añadimos el numeral que otorga el poder de la multiplicación y del vacío (0), resulta 1260. Un subrayado
muy significativo de mano del Profeta Juan.
La explicación brota casi sola si recordamos que la bestia cambiaría "las fechas y las fiestas". Hemos de revisar el calendario
actual que se usa en el mundo occidental. ¿Por qué el octavo mes lleva el nombre de agosto?, por el emperador Augusto. ¿Y por qué el
siguiente mes, el noveno, carga la palabra séptimo, es decir, septiembre, y el subsecuente, que es el décimo de la cuenta, la de un octavo,
octubre? Y no hablemos de Julio, homónimo directo del César de Roma, conocido emperador pagano. Es comprensible así que tenemos un
calendario arbitrario, fruto de componendas, añadidos, variaciones y ajustes, uno de los cuales se llevó a cabo gracias al calendario
mesoamericano, al percatarse de que el calendario europeo se había desfasado por mucho respecto al movimiento real de los astros y no así
el método de medición del tiempo y las Eras que los indígenas llevan a cabo.
Llegamos así a dos sorprendentes sincronías. La primera es que se hubieran entendido a la perfección los musulmanes recién
expulsados de España y los indios en los tiempos de la conquista, pues ambos tenían instaurada en su memoria la historia verdadera de
Jesús, unos a través del velo en el mito de Coatlicue y de Huitzilopochtli, y los otros gracias a las revelaciones del Sagrado Corán y del
Profeta Muhammad, tal cual hemos intentado demostrar. Y la segunda es que si se hubiera tratado de persas el arribo, celebrarían con cada
indígena los cinco días restantes de las cuentas calendáricas en la misma fecha y también el comienzo del verdadero año nuevo, y con el
mismo fasto y pompa con que los naturales de este continente son dados a acompañar esta recta final. Dos coincidencias para las que una
nueva historia podría comenzar y que entrelazan todo un continente con el mejor pueblo de la Tierra por principio, de cuentas... Es más,
valdría la pena proponer un Fuego Nuevo – Nowruz conjunto como prenda de paz mundial y paso previo al “ajuste de cuentas” calendárico
que todavía el mundo tiene que realizar para sincronizarse, mismo que naturalmente ofrece Dios cuando implica en los legados de sus
profetas la existencia real de otro año que a pesar de las imposiciones, se sigue verificando gracias a las tradiciones persas y americanas.
Dios confirma así, con un enigma bíblico ahora resuelto, que aquellos festejantes siempre han tenido la razón, y también al dárselas les pide
de una forma tácita que observen cuán exactas son sus cuentas y por tanto cuan verídicos son los pasajes citados de su heredad
testamentaria comprobada. Y apuntemos al respecto que esta confirmación nos avisa también del final de una cuenta, del Fin de los
Tiempos. Sigue siendo una paradoja majestuosa de parte del Creador finalizar algo al mismo tiempo que comienza otra cosa, más grande
aún. Me viene a la mente que en el Corán (y cito confiando en la memoria) Dios dice que no quita un signo sin poner en su lugar uno mejor.
Un detalle más antes de terminar: recalquemos que los días de la cuenta apocalíptica son incomprensibles e injustificables si no
resultan de una suma calendarica real, natural, que tome en cuenta las posiciones verdaderas del Sol respecto a la Tierra en los ángulos que
el Calendario Azteca ha graficado con hermosura y porte y que los iranios celebran al igual que los descendientes y herederos de los
patriarcas de América. Por lo demás, podrá encontrar la frase "tiempo, tiempos y mitad de un tiempo" en la "Piedra del Sol" (o más
correctamente dicho: Kuauhshikal.li) de igual forma a como encontrará los días Nemontemi o Panyak. Estos últimos están representados
por las cinco cuentas que tomarán en sí las dos garras animales del personaje central. De hecho, eso estamos haciendo juntos. La garra del
este representa la cuenta oriental del tiempo, la garra del oeste, obviamente a la cuenta occidental. Es, como les ha dado por decir, con
"suma razón": una sincronización. ¿Contamos con usted? Volveremos sobre el tema, si Dios nos lo obsequia. ¡Y nunca, nunca, deje de
contar con Dios! ¡Alabado sea! “Él les retribuirá por lo que cuentan. Él es sabio, omnisciente.” S.C. 6.139

9. Ahora la escritura se hace en un teclado y lo escrito se lee en una pantalla. Sólo en caso de necesitarlo se imprime con líquido teñido que
inyectan finísimas agujas en las impresoras de inyección de tinta, o con polvo adherido al papel mediante luz de altísima intensidad que al
sobrecalentarlo lo funde a la hoja que pasa por los rodillos de la impresora láser.
Este tipo de escritura tiene la desventaja de que necesita un caro y aparatoso equipo: desde la computadora donde se visualiza el
texto al escribirlo y editarlo, hasta la maquinaria de impresión. Es necesario destacar que los elementos físicos mencionados del proceso,
hardware, por su nombre en inglés, y los intangibles, como los programas de edición y los que les acunan, como los sistemas de paga
Windows© y Macintosh©, el software, tienen un elevado costo que sólo pueden pagar aquellos que tienen recursos o los que sacrificándose
ahorran para adquirirlos cuando se enteran de la necesidad que existe de este tipo de artilugios para llegar al día de mañana.
Además de lo anterior, resulta que tanto los programas como las máquinas tienen una fecha de caducidad decretada desde los
"laboratorios de calidad" de los productos (nombre que resulta una ironía y un sarcasmo voluntario, dadas las encomiendas bajo las que
trabajan): se llama "obsolescencia programada". Esta función incorporada al software y al hardware lo sentencia a desconfigurarse y
descomponerse, respectivamente, poco tiempo después de vencida la garantía que lo ampara. Por supuesto, hay excepciones, pues gracias a
ellas el consumidor incauto pensará que sólo a él le ha ocurrido el infortunio de que el monitor se le comenzara a quemar estando él
presente "¡gracias a Dios!" (¿o gracias también a la cámara invisible que nos vé mientras le vemos y que traen incorporada todos los
monitores que conozco, viejos o nuevos?). Sobran ejemplos: desde el modo de autodestrucción programada de Windows©, que también
borra todos nuestros trabajos cuando se suicida, hasta el disco duro que se descompuso "seguramente" porque al tropezarnos con la carcasa
de la compu lo rayamos (cuando le bastaría, de haber ocurrido esto, no tomar en cuenta el sector defectuoso de ahí en adelante). Y no es
privativo de programas y computadores, ¡no! También alcanza al foco incandescente y a la lavadora este revolucionario concepto gracias al
cual la Bestia actualiza sus garras y ojos mientras nos esquilma los pocos oros que ganamos como esclavos suyos para sobrevivir
sirviéndole. ¿Qué no?
Culminando con un consejo la idea expuesta del suicidio y resurreción de la Bestia ante nuestros impávidos ojos y robados
monederos, basta subrayar que conforme la Bestia crece más maligna se vuelve, y como ejemplo de su maldad cito que tanto los polvos
usados por las impresoras láser como las tintas de aquellas a inyección son demostradamente tóxicos. En el primer caso generan gases
sumamente reactivos que envenenan al ambiente y a aquellos que se encuentran inhalándoles; y en el segundo, se trata de químicos que
nada tienen que ver con los tintes naturales basados en animalitos como la cochinilla o en minerales, a usanza de los frescos teotihuacanos o
tenochcas; no sólo en su elaboración se generan venenos, sino que al usarlos también se respiran sus solventes y fijadores. Además, quien
haya imprimido a inyección recordará que cualquier líquido que le caiga a la hoja impresa borrará con un dejo de acuarela aquello que
imprimió gastando material, tiempo y dinero. Ya no me extenderé sobre cómo las impresoras de agujas escupen chorros de tinta al ser
encendidas con el pretexto de limpiar los cabezales, cuando en realidad están gastándose los cartuchos. Ni tampoco detallaré al circuito
integrado o chip de la muerte que cada impresora trae, y que tiene la función de denegar para siempre el servicio de impresión una vez
llegado el número crítico de impresiones que el fabricante de impresoras fija en él. Sólo comento que gracias a los hackers se puede
transgredir esta programación malévola mediante los programas que han diseñado para "resetear" o borrar la programación del circuito
mencionado de denegación de servicio. Quien quiera salir de este programa que abusa de él, que consulte en la red para encontrar la
vacuna, después de encomendarse a Dios, pues Él otorga lo que quiere a quien quiere, siéndole propicio a aquel que le pide, claro está.
La escritura de este tiempo, cuando no tiene el sustrato físico mencionado, se lleva a cabo entre pantallas: en algún lugar una
persona escribe una charla o chat y en otro llega el mensaje al destinatario por medio de oleadas del fuego invisible de las microondas a su
monitor, ya sea el de su computadora casera o portátil, o a las diminutas pantallas de teléfonos y demás adminículos de llamas parlantes.
Usualmente lo escrito no tiene más duración que la de ser un mensaje instantáneo que se lee de inmediato, y de inmediato se olvida para
siempre, gracias también a ese fuego que le transmitió, cuyas llamas transparentes son un probado amnésico militar con décadas de
desarrollo y perfeccionamiento. Es paradójico que entre más herramientas de comunicación se tienen, la comunicación misma se deteriora
más, tanto como para ser momentánea, sin persistencia y rápidamente olvidada, además de que aquello que se comunica cada vez es menos
inteligente, menos profundo, menos genial, menos trascendente. Una resta que aumenta sin detenerse.
Y qué decir del medio del mensaje, siempre atenido a una pila cargada o a una toma de corriente sin apagones, lo que convierte a la
comunicación en una lisiada que necesita cada momento de las muletas electrónicas para dar un paso en el peligro inminente de la caída del
voltaje. ¿Alguien ha observado a un adolescente en estado de sicosis porque su teléfono iPhone© no carga más la pila y es imposible
cambiársela porque viene herméticamente sellado? Podrá darnos risa la escena, pero para el puberto adicto este corte súbito de su cordón
umbilical es más grave que perder al amor de su vida. De hecho la historia reciente ha registrado varios casos en los que por cortarles la
corriente a sus vídeojuegos esta casta de jóvenes se convirtieron en matricidas súbitos. Pero esto ya es hiel de otra vejiga.
Todavía vive la generación de la pluma y de la máquina de escribir, y recalco el todavía, porque el inmisericorde ataque de la
Bestia la está extinguiendo para desaparecerla de una vez por todas, pues le representa un mediano peligro. No es extraño que uno de ellos
arribe a un hospital privado o público y allí se encarguen de él hasta envolverlo en el fardo a calcinarse para llevarlo a toda prisa al nicho
que le espera en el cementerio después, claro, de la parada en el homenaje de cuerpo presente al que se invita a su comunidad, a su familia,
al estado y a la prensa. Ahora que Eduardo Galeano estuvo en un hospital, los que saben pensaron que ya podían despedirse de él. Un buen
hombre, pero desafortunadamente tan ignorante como tantos otros que cultivan el intelecto y la crítica, sin germinar las artes sublimes de la
supervivencia: varón incompleto. Si no ¿cómo es que puso su vida en manos de la medicina de la Bestia, tan genocida como la de los nazis
con los judíos, o la de la C.D.C. y la F.D.A. con los gringos, o la de la O.M.S. con el mundo? Es tan sencillo que una de las laureadas
plumas llegue con inmunodeficiencia al hospital por haber comido grasas trans, disfrazado el cuadro de SIDA nutrimentario de gripe
severa, y ya allí administrarle el supuesto antiviral (Tamiflu© u Oseltamivir©) que en realidad, termina matándole, camuflado de
agravamiento del cuadro supuestamente gripal que traía. Tan sencillo, que uno se da cuenta de que no basta escribir, ni basta leer cualquier
cosa.
Allí están: las plumas frescas y las máquinas de escribir cargadas. Una generación que se despide. Es importante despedirla. Es
necesario decirles que están en extinción. No porque sus plumas caduquen de la mano de sus máquinas mecánicas de escritura, ¡no! Esos
artilugios seguirán vivos, pero los usarán otras manos. Se están muriendo porque nunca llegaron al fondo. Quien no llega al fondo de la
Bestia, no hace por salir, y el oxígeno se le termina acabando antes de que se percate de que no hay más aire. Se están yendo, porque con
ellos se fue el tiempo, es decir, la vida, de todos sus lectores, que distraídos con sus lecturas divertidas, ignoraron que una guerra
transmilenaria se estaba llevando a cabo en su contra, en contra de escritores y lectores, en contra de los vivos, de todos los vivos de este
planeta. Acabaron con nuestro tiempo, ahora su tiempo se acaba.
Con ellos se va un ingenio, cierto tipo de creatividad, algunos usos del lenguaje. Con ellos pierde temporalmente la humanidad un
legado para dar pie a otro que regresa. Representan el escalón anterior a los modernos usos y medios de la comunicación. Y precisamente
por ello es que sus encuadernados testamentos pervivirán, pues las imprentas les trabajaron durante siglos esa herencia para que les
sobreviviera: antes ellos se convertirán en polvo que sus libros. Éste es su réquiem.
Ahora esos libros tienen el medio que siempre les debió ser propio: el de las intangibles pantallas. Ya el papel no se siente, ya no
permanece. La página se corre al deslizar el dedo por la pantalla. El rollo bíblico se despliega por un índice que le recorre para soltarle sus
luces. ¡Pero me adelanto! No hablemos todavía del futuro. Sigamos con el réquiem de los antiguos libros y escritores a la antigua,
injertados en un medio que les fue siempre propio: el medio que en sí tiene su caducidad instaurada, el medio electrónico.
Allí, en la memoria RAM, la que se borra y reescribe innumerables veces, allí está la casa propicia de sus palabras encantadoras, la
mansión de sus hechizos caducos.
Quien quiera distraerse con los juguetes fabricados en la factoría de la Bestia, mientras le quitan el tiempo y la vida, es libre de
hacerlo.Quien quiera utilizar las pilas ultratóxicas y el coltán asesino en nimiedades, es libre de hacerlo.Quien quiera entrar al paraíso falso
y temporal mientras gana el infierno real y eterno, es libro de hacerlo.
Y tú, juguetero, tu pinocho nunca estuvo vivo. Siempre fue un muñeco que idolatraste y diste a adorar antes que a aquel que te dió
la vida. Y ahora, partes también mientras el maniquí de tu cuerpo se convierte en el juguete y la comida de los gusanos, que ya no en el
objetivo de las cámaras. Contigo resucitará tu obra como pesada carga el día de tu juicio y enfrentarás el cargo de robar el tiempo con
intrascendencias, en el mejor de los casos. Y en otros, responderás por aquellos que perdieron, de tu mano agarrados, el sendero de la
rectitud que les llevaría a la vida verdadera.
Antaño, se escribieron palabras graves, tanto, como para registrar comunalmente discursos descomunales en piedras colosales.
Antaño, se habló y registró La Palabra. Y se entendía por tal al discurso benevolente que el Creador en su dilecta elocuencia obsequió a sus
mensajeros para ofrendarlo a la humanidad. Y también por tal se tenía a las luces que los sabios extractaban de la Luz de la Revelación.
Para los musulmanes La Palabra así entendida es El Cálamo, y los destellos de su prisma, La Escritura. Y cualquiera con oídos,
con ojos y corazón sabrá reconocer de este discurso sus páginas, doquiera que le encuentre. Este discurso se halla, aquel que busca, en
todos los lugares del mundo, pues fueron 124,000 los testatarios que Dios dignificó a través de nuestra historia. Raro sería no encontrar este
rosario de perlas en el continente americano.

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ivanardila@gmail.com
Coatlicue: La Vía de las Guerreras / The Path of Warrior Women.
“Aunque sea en una piedra, ¡pero cree!”: Profeta Muhammad, que la paz sea con él.

I. Dios ejemplifica su capacidad de crear en cualesquier circunstancia al hombre con cuatro ejemplos
paradigmáticos que se hallan en las páginas del Sagrado Corán. En el primer caso crea del humilde barro al
primer ser humano y en el segundo a su consorte a partir de él. En el tercero a Jesús del vientre de María. En el
cuarto y último caso nos encontramos todos, al ser creados mediante el concurso de macho y hembra: nuestros
padres y madres. Es curioso constatar que con el nacimiento milagroso de Jesús (que la paz sea con él) se
completan los casos que evidencian la potencia creadora de Dios en cualquier circunstancia. Esperó cierto
momento para obrar el milagro que evidenciara la glosa de sus capacidades dando al mismo tiempo por nacida
una nueva era: la Era Cristiana.
Sin embargo, este nacimiento, a la par de milagroso, estuvo rodeado de peligros que le acecharon a tal
grado, que de haberse cumplido estas amenazas, sería la hora en la que Jesús yacería muerto en alguna tumba
infantil de Palestina, al lado de los miles de infantes martirizados por el estado sionista de Israel. Recordemos que
la comunidad de Tierra Santa había sido anunciada del advenimiento de un gran profeta entre ellos, y previo al
nacimiento de María, pensaron que en vez de ella nacería un varoncito que les guiaría al Reino prometido por
Dios. Para descrédito de sus padres, y en aras de proteger preventivamente el nacimiento de Jesús, el vientre de
Ana obsequió al mundo a una mujercita especial, la Santa María. Y tan especial, que fue consagrada al templo,
mismo que con sus manos cuidó desde que tuvo edad suficiente. Así los ánimos de los jerarcas de Jerusalem se
calmaron durante más de un decenio pues no encontraron en la niña nada que amenazara sus puestos y prebendas.
Pero esta chiquilla crecería y por su santidad ganada a pulso encontraría tal gracia a los ojos de Dios que en ella
se cumpliría la profecía del nacimiento virginal de un enviado del Misericordioso, el Profeta de la unción: Jesús
de Galilea.
Los corazones compasivos desearían el mejor de los embarazos y partos para cualquier mujer, pues por
más que ella fuera una mala persona, sabemos que el fruto de su seno es puro y merece la mejor de las
circunstancias. De María sólo conocemos virtudes, y nos puede resultar paradójico que haya tenido que atravesar por el martirio emocional
y el castigo social, debido a la incapacidad de su pueblo de persistir creyendo en su prístina moralidad cuando la vieron trayendo un bebé en
brazos siendo una mujer de pretendido celibato. Por supuesto, ella no quizo vivir este trance, y se entiende claro por qué razón: era lógico
para su comunidad concluir que había roto sus votos religiosos de la peor manera, al observar en su regazo a un ser cuya formación
atribuían necesariamente al concurso de un hombre y una mujer que han suscitado por la vía sexual una preñez. Y esta concepción tenía el
agravante de carecer de un matrimonio que le sustentara moralmente, sumado el hecho anterior de la ruptura del pacto de pureza y
consagración absoluta a Dios de parte de la reciente madre.
Así fue como Dios otorgó la oportunidad a María de corroborar su adhesión al contrato que ambos signaron, pues con la frente en
alto y los labios callados, acudió a confrontar a su gente con Jesús en brazos. El primer milagro público del hijo de María que la humanidad
conoció, no sería aquel que falsas manos le han atribuído en la Sagrada Biblia: convertir al agua en vino para un festín de personas ya
tomadas. ¡No! Jesús habló por él, por su madre y por Dios desde el estrado de su progenitora y dijo, siendo un recién nacido, lo siguiente:
“«Soy el siervo de Dios. Él me ha dado la Escritura y ha hecho de mí un profeta. Me ha bendecido dondequiera que me encuentre y me ha
encomendado la oración y el pago del impuesto religioso mientras viva y que sea piadoso con mi madre. No me ha hecho violento,
desgraciado. La paz sobre mí el día que nací, el día que muera y el día que sea resucitado a la vida». Tal es Jesús, hijo de María, para decir
la Verdad, de la que ellos dudan.”
Estas palabras cortaron de tajo las acusaciones infundadas de la comunidad, y con ellas inició la misión profética del bienamado de
Dios y se inauguró la época actual.
Para prologar el parto excepcional y la cualidad divina de su producto, y al mismo tiempo esconderle de las intenciones malignas,
protegiendo así su cometido, se suscitaron varios mitos alrededor del mundo.
Uno de ellos es la historia de la Coatlicue, mujer que la narración india describe como la partícipe de un embarazo milagroso,
obrado sin concurso de padre, y sometida al intento de asesinato de su propia hija, que le atribuye haber quedado preñada de forma
ilegítima, igual que en su tiempo le atribuyeron a María. Su vástago recién nacido, Huitzilopochtli, le salva del matricidio que planea su hija
Coyolxauhqui, igual que la interpelación sobrenatural de Jesús hurta a su madre de la carga de infundios que los hijos de Israel le espetaron.
El paralelismo entre estas dos narraciones tiene un sentido oculto que todavía no ha sido develado ni comprendido. Esta narración
de la cultura india de América es el umbral de paso que jamás cruzaron los religiosos europeos cuando arribaron a este continente generoso,
y quedarse afuera les costó el verse compelidos a evangelizar por la fuerza con una doctrina que reconocimos como desviada y con una
historia que nos destacó por lo falsa.
Si en vez de predicarnos al Cristo del Evangelio tal y como lo dejó la cirugía de amputación del Concilio de Nicea, nos hubieran
predicado al Cristo del Sagrado Corán, tal y como lo trajo Quetzalcóatl centenas de años antes de que ellos arribaran, nuestra respuesta ante
la prédica hubiera sido bien distinta. El Jesús del mutilado Nuevo Testamento era irreconocible en nuestro compendio de Mitologías
Iniciáticas. En ellas, el elegido por Dios obra su milagro recién llegado al mundo para defender a su madre de sus enemigos, mientras que
en los evangelios conciliares recién empiezan sus milagros en un convivio de incrédulos dedicados a libaciones de cantina, para mayor
desgracia de la reputación católica del Santo Varón.
Conviene señalar que en repetidas ocasiones la Biblia condena sin miramientos ni concesiones el consumo de bebidas
embriagantes y la compañía de los bebedores por igual, lo cual deja en claro que el supuesto primer milagro de Jesús entra en contradición
directa con las páginas anteriores al mismo, grabadas a fuego en el alma todavía viva del Antiguo Testamento.
Se entienden las razones económicas, sociales y doctrinales de tamaño descarrío novotestamentario: Por el lado económico, esta
aseveración permite tener el beneplácito y colaboración de la gran industria del alcoholismo. Por el lado social, se obtiene la adhesión de
todos los que quieren refrendar con atribuciones divinas sus compulsiones etílicas. Y por el lado doctrinal (lo que constituye el apartado
más grave de la cuestión), se consigue robarle el sentido a la Revelación, fundamentando así cualquier alteración exegética subsecuente,
pues se presenta a la guía del Profeta Jesús partiendo de un acto milagroso carente de sentido común y por lo tanto de ética natural, lo que
en adelante legitima interpretar la Biblia haciendo a un lado al mensaje moralizante que se pudiera encontrar aún en ella, relativizándolo
tanto como hace ese Jesús apócrifo de la francachela referida, cuando a un público inconsciente de gente ya borracha obsequia su primer
milagro dotándole de cántaros repletos de intoxicante, sin importarle a este personaje la gravedad veterotestamentaria de tamaño sacrilegio.
Con la fabulación referida, la civilización autoproclamada como judeocristiana, fue condenada desde un conciliábulo a transcurrir
las centurias presa del adormecimiento propio de la borrachera, lo que la dotó del pretexto idóneo para generar a partir de su obnubilación
los peores frutos torcidos de la humanidad. La decisión del emperador politeista Constantino constituyó el basamento de una mentira que
no sólo transfiguró el mensaje y la historia del bienamado de Dios, sino que también le dió la patente de corso a generaciones y
generaciones de seres que vieron cómo en aras del vicio se perdían sus más hermosos sueños.
Se evidencia en estos párrafos que una ligera desviación al inicio de un acto puede terminar desviándolo por completo, tal como un
arquero consumado sabe bien. Este desvío engendró los contingentes de criminales que se embarcaron con rumbo a lo desconocido para
terminar por avasallarnos casi por completo.
A la par de estas proclividades demoniacas, los evangelizadores trajeron una historia sagrada que nunca pudo ser empatada con los
moldes maestros que nuestro culto posee. Por ello nos opusimos radicalmente a que nos imbuyeran su credo, pagando la gesta con nuestras
vidas martirizadas por decenas de millones a lo largo de cinco siglos que ya entraron al sexto.
Si en vez de desembarcar los “castillas” hubiera arribado el contingente de Quetzalcóatl, las doctrinas de ambas naciones se
hubieran reconocido entre sí como dos hermanos que nunca se han visto y de repente se encuentran en la calle. Ambos saben que tienen el
mismo “aire de familia”, y lo que queda es comprobar las demás similitudes. Recuerdo cómo, en alguna ocasión, reconocieron a mi primo
en mí sólo por mi voz. Hasta el timbre vocal es similar, además del físico, en parientes de grados más lejanos que dos medios hermanos. Y
después del reconocimiento, en la profundización de la relación, los sellos de los misterios mitológicos se hubieran roto uno tras otro hasta
demostrar que más allá de las formas, en esencia la doctrina es una y la misma: el monoteísmo, la Revelación Profética, la adoración
unívoca al Creador, las historias de los profetas y mensajeros de Dios escondidas tras el velo de las fabulosas historias del llamado Panteón
de Dioses Aztecas (¡válgame Dios!).
¿Pero por qué no confesamos nuestro monoteísmo y con él nuestra doctrina a los advenedizos de allende el mar? La respuesta
maravillará al mundo: para preservar su herencia intacta en los restos que desenterrarían las futuras generaciones y que el último Rey del
mundo, y albacea de este legado, se encargaría de reclamar como propio de él y del Dios único. Lo que en estas líneas se intenta es un
barrunto del discurso integral que sólo él puede declarar, pues es él quien ingenió estas historias o sobre él que se ingeniaron. Si alguno
hubiera atrevido el descorrimiento del velo a destiempo, pondría en peligro este arcón de tesoros, y por seguro correría la suerte de que los
zelotes náhuas lo convirtieran en recuerdo del pacto de silencio que cada sabio debe respetar.
Sin embargo, todo plazo se cumple, y conforme se acerca “la hora” y los signos que la anuncian se despliegan uno tras otro, se
hace más urgente declarar lo que se sabe en advertencia y anuncio del porvenir que velozmente se aproxima. La declaración misma
constituye un signo en sí de la hora. A lo largo y ancho del mundo las profecías advierten del día en el que cada sello iba a ser roto como
preámbulo del surgimiento del nuevo día.
En esta circunstancia se puede dar una relectura interpretativa del mito velado de la Coatlicue: la Coatlicue simboliza la matriz de
este mundo en la que se está gestando el mundo del mañana, amenazado antes de nacer por todas las potencias oscuras que quieren
mantener la decadencia imperante. Como he dicho en textos anteriores, los símbolos de Dios son tan abarcantes en su simplicidad aparente,
que permiten que surjan varias luces de sus prismas sin antagonizarse entre ellas. Así es Dios: ¡alabado sea!

II. “Pero, ¡ay de las que estén embarazadas y amamantando en aquellos días!...” Mt 24.19 Ese bebé que interpeló milagrosamente a los
escarnecedores de su madre crecería, y poco tiempo antes de su ascención a los cielos declararía un vaticinio profético que también tiene
relación con el estado materno desde el que obraba estos primigenios milagros de la elocuencia: la preñez y la lactancia, y es la frase
inmortal con la que comienza esta segunda entrega de la explicación del mensaje de la Coatlicue: “Mas ¡ay de las que estén encintas y de
las que estén lactando en aquellos días!”, advertencia que acompaña y entrelaza al Capítulo Vigésimo Cuarto del Evangelio de Mateo,
digno de leerse con atención íntegramente, pues a la par de la frase admonitoria que nos ocupa, contiene una multitud de preciosos signos
con los que millones de creyentes a lo largo del cristianismo han encontrado una guía para sus almas y, Dios lo quiera, la siguen
encontrando. El bebé que con claros argumentos defendió a su madre de los jerarcas religiosos y de su pueblo, ahora adulto, infunde el
terror con esa misma boca justo a las madres del fin de los tiempos, y clama los “ayes” infaustos que ya no albrician, sino amenazan a la
humanidad del porvenir lejano, ese porvenir que terminaría llegando al cabo de dos milenios, ese, en el que nos encontramos inmersos.
Desafortunadamente muchas personas han malinterpretado esta contundente visión y han concluído absurdamente que Jesús quería
con su discurso apocalíptico ordenarle a sus seguidores que se abstuvieran de procrear; así, multitudes de familias de filiación
novotestamentaria han visto diluirse sus vidas en la estéril soledad, y esto, cuando los creyentes citados han tenido a bien por lo menos
casarse, pues hay casos, y no pocos, en los que se han permitido persistir hasta la muerte en una llana e improductiva soltería. Tal ha sido el
equívoco de los seguidores de esta interpretación desviada. No les ha importado que desde el primer libro de la Biblia, el de Génesis, Dios
le impera a su máxima creación, la humanidad, a crecer y reproducirse. Y tampoco han tomado en consideración para sus yermas vidas que
Jesús tampoco vino a transgredir esta encomienda divina, sino, como él mismo lo dice, “a darle su cumplimiento”. Es tiempo de desterrar
esta precaución infundada, pues parte de supuestos que contradicen indiscriminadamente al mismísimo Dios y a sus órdenes más evidentes
y principales. No es a cualquiera que dió la orden del crecimiento y la reproducción, sino a los primeros humanos sobre la Tierra, a nuestros
abuelos, y en consonancia, no podremos encontrar en los Testamentos pasaje alguno que confirme este error, sino al contrario: merma de
descendencia y maldice con la esterilidad a los impíos, e incrementa de hijos y bendice con la fertilidad a los devotos. Recordemos a Sara,
esposa de Abraham, que siendo ya una anciana adquiere la capacidad reproductiva y rejuvenece, a la misma madre de María, la Santa Ana,
y también el padre del profeta Juan, por mencionar unos cuantos ejemplos de gente selecta a quienes incrementa, es decir, crece, tanto en
bienes concretos como en bienes divinos, y a los cuales incluso les da naciones enteras como descendientes: a uno de los hijos de Abraham,
el pueblo judío, y al primogénito Ismael, hijo suyo con su segunda esposa, Agar, le satisface con el doble de herencia y la paternidad de la
nación árabe, de la que desciende, hay que recordarlo, el último profeta de Dios sobre este planeta, el profeta Muhammad, sobre él la paz.
Es menester apuntalar una sabiduría de la que carecen aquellos que han evitado los esponsales: en el sagrado vínculo del
matrimonio y en la crianza de los hijos se verifican multitud de pruebas que de ninguna forma se darían en cualquier otra circunstancia.
Destacan para la mujer, principalmente, el embarazo, el parto y la lactancia, situaciónes que a la par de los retos psicológicos que implican,
también fisiológica y espiritualmente son un rito de paso indispensable para comprender la grandeza de nuestro Creador y a nuestras
mismas madres, pues toda comprensión que al respecto quiera tener una mujer por medio de su imaginación, se queda corta comparada con
la experiencia de vida que dan estos episodios. Ser madre o padre es además de lo anterior, un acto de la más elemental justicia, pues
solamente así podremos regresar aquello que nos ha sido dado: la vida. Quien pretenda otra cosa, siendo él o ella fértil, no actuará con
justicia. Y por el lado del hombre, podemos apuntar también que parte de su crecimiento ha sido puesto en el rol que debe jugar en el
establecimiento de un vínculo sólido que fundamente a la sociedad humana, papel que pasa desde un desempeño laboral justo que le
otorgue ser un buen proveedor, hasta la entereza mental y sentimental necesarias para garantizar la construcción de una familia, además de
la atención en toda circunstancia al plan divino que le ha sido encomendado como pilar de los suyos, y que Jesús, bendito sea, resume
magistralmente y aplica a nuestros contemporáneos con las siguientes palabras del mismo capítulo de Mateo, versículos 42 al 43: “Velad,
pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora de la noche iba a venir el
ladrón, estaría en vela y no permitiría que le horadasen su casa.” Es sorprendente que se subestimen a tal grado la procreación y el
matrimonio, que con una ligereza escandalosa se decidan evitarlos y además se les ataque con tantos medios, como veremos adelante, si
Dios nos lo permite. Mientras queremos resumir lo visto señalando que el establecimiento integral de una familia no debe ser motivo de
miedo y menos debe concluirse que el lamento de Jesús es una señal que otorga evitarle como sea. Esa mujer por la que el hijo de María
clama los “ayes” no los obtiene de su condición de parto ni amamantamiento, sino por el medio que rodea esta bendita ocasión, que
palabras adelante explica con la frase “...no permitiría que le horadasen su casa.”
Pensemos en la maravillosa casa que Dios ideó para los fetos en los vientres maternos: una serie de cubiertas diseñadas para
variados fines les protegen, desde la placenta hasta el útero en sí y aún más. Dios no ahorró en medios para acunar la creación de una nueva
criatura. Y allí, en esa intimidad sagrada e inviolable, ha llegado el hombre con su guerra a destruir, a trastocar, a desviar y pervertir. No me
refiero a los sanguinarios aborteros quirúrgicos o químicos, que con sus pócimas seudohormonales, camufladas de anticoncepción o de
píldora del día siguiente, botan de los endometrios a las criaturitas recién se les acercan para implantarse, no... Estos son los más evidentes
enemigos de la vida. Estoy aludiendo a los que se han escondido detrás de aparatos y certificados para obrar sus espantosas eugenesias.
Hablo de los aparentes amigos de las madres y sus hijos, que no tienen reparo en usar en ellos tecnologías que les cambiarán los sexos o
fármacos que les garantizarán a las bebitas tener cánceres en sus úteros una vez hayan crecido. ¿O alguien que conozca el tema negará que
los ultrasonidos disrrumpen los sexos de los fetos garantizando que un porcentaje radicalmente alto se feminice a tal punto que donde iba a
nacer un varón nazca ahora “una mujer”?; y entrecomillo la frase “una mujer”, porque hasta la fecha nadie ha realizado públicamente
experimentos para determinar que estas feminizaciones producen seres que sean auténticamente mujeres, y no varones feminizados a tal
punto que pareciera que son mujeres, cuando en realidad son hombres con tal grado de disrrupción genética que no generaron fisiologías
plenas. Recalco: en estos días en nuestro planeta hay una multitud de “mujeres” que viven sus vidas ignorantes de que en realidad su
destino era ser varones, y que es posible que jamás puedan ser madres porque sencillamente sus organismos no son femeninos, sino
masculinos en su esencia, y por lo mismo, imposibilitados de otorgar a la humanidad un óvulo funcional y fértil que otorgue vida. Y por el
lado de los químicos cancerosos, resta decir que las inyecciones anticonceptivas que se han venido usando para rechazar los óvulos
fecundados desde el mismo endometrio, una vez abandonado su uso, dejan suficientes restos químicos en los organismos maternos que una
vez embarazadas estas mujeres, se los legan a sus hijas, siendo estas generaciones de mujercitas presas de cánceres cervicouterinos
derivados del uso de hormonas que hizo mamá para evitar concebirlas antes. Si esto no es dantesco y no tiene relación con los “ayes”
citados, pido, es más, exijo que se me explique en qué parte de la Biblia ha anunciado Dios en su infinita sabiduría que seríamos víctimas
de atrocidades como las citadas. ¿Acaso nos ha dejado expuestos a los más terribles peligros sin habernos advertido?, ¿o nos encomienda
que velemos con entrega puesto que sólo aquel que está atento en medio de la noche humana “...no permitiría que le horadasen su casa.”?
Creo que es evidente ahora a qué casos hace alusión el Evangelio, y pienso que he explicado satisfactoria y brevemente algunos, pues la
lista de iniquidades del hombre parece en verdad, interminable. Basta observarla un poco para justificar la existencia del Infierno.
Hemos viajado desde el mito arquetípico de la Coatlicue hasta su verificación en algunas de las vidas a las que alude: la de Jesús,
hijo de la Coatlicue de su tiempo, y la de ella misma. Y de la palabra del mesías, auténtico detentador de los atributos de Huitzilopochtli,
arribamos al presente, donde la maternidad en el temor se lleva a cabo debido a las numerosas amenazas que se ciernen en la mayor parte
de las mujeres de la actualidad y de sus vástagos. Resta interpretar hacia dónde señalan las serpientes que dan nombre al arquetipo de la
Coatlicue (la de la falda serpentina), símbolo ejemplar y único, tan colmado de mensajes, que resulta fácil inferir que fue inspirado por
revelación divina. Esas serpientes se entienden incluso desde el mismo báculo que hurtaron los actuales responsables de la salud, pues con
el que ellos llaman “caduceo de Mercurio” expresan dos realidades complementarias, la del veneno, que queda expresada en la serpiente del
lado izquierdo, y la del antídoto, que desde el lado derecho la otra serpiente opone cuando le enfrenta a la primera sus colmillos. Aunque
debemos puntualizar que el estado actual de la medicina es tal, que el símbolo con el que se identifican estas personas les nombra, no en las
moléculas del remedio, sino en las de la ponzoña, como quedó demostrado con los casos de las hormonas sintéticas y los ultrasonidos.
Abro un paréntesis para informar que una compañía ha inventado un equipo de ultrasonido pórtatil que se adosa a los teléfonos
inalámbricos de microondas, artilugio que además se encuentra ya a la venta después de haber sido aprobado por la agencia estadounidense
que controla a los alimentos y las medicinas, la F.D.A., por sus siglas en inglés. Su nombre es... “Signos”. Ahora los fetos pueden gozar de
dos violaciones vibrantes de sus sagrados aposentos mientras se desarrollan: los ultrasonidos y las microondas. Más allá de este doliente
sarcasmo, continuemos...
No es casualidad que los senderos que siguen los sonidos y las emisiones electromagnéticas sean idénticos al rastro que deja una
serpiente sobre la arena de su trayecto, pues Dios ha querido significar con ello una realidad a la cual alude tanto en ese humilde animalito
como cuando la usa en las revelaciones proféticas o en los hechos milagrosos, como la transformación del báculo mosáico en una
impresionante serpiente, que asustó tanto al faraón de su tiempo, que perdió el control de sus esfínteres en el acto. La realidad serpentina es
un fenómeno universal cuyo desenvolvimiento ha sido gradual, acusando ahora su máximo desarrollo a la par de nuestra manipulación de
cada sendero serpentino que vamos conociendo, como el lumínico, el sonoro, el radioactivo, etcétera. Falta que seamos mentalmente lo
suficientemente flexibles para aceptar esta nueva alfabetización, que más que enseñarnos letras nos enseña símbolos y signos entrelazados
entre sí, que además nos entrelazan con los mundos que describen. En la descripción de la falda del monolito podremos entonces atribuir
dos significados. El primero, a las serpientes que vienen del lado izquierdo, equivalente a la ponzoña, que por el lugar que abarca, nos
muestra los peligros que corren los sexos femeninos, ya que es una falda en donde se encuentra. Y el segundo, sería el remedio, las
serpientes que se entrelazan a las primeras, y de las cuales está protegiendo a ese mismo vientre, a ese aparato reproductor, a ese sexo. La
falda de la Coatlicue será entonces el instrumento de una consecución, y ese logro es haber apartado a los sexos femeninos y sus funciones
de los peligros que les acechan, mismos que apenas comenzamos a ver. Este logro otorga a su vez los frutos de esta victoria a la mitad de
los pobladores del planeta, es decir, a las mujeres, y esos frutos son algo que se dice en corto y sin embargo es enorme: la vida actual y la
vida eterna, el gozo actual y el gozo eterno. No poca cosa, en verdad.
Es así como encontramos que la sabiduría mostrada con el pretexto del monolíto profético, abarca tanto a la realidad de los mismos
profetas y sus benditas madres, como a la realidad de las mujeres de hoy en día. Así como esas madres santas anduvieron el sendero de la
virtud y cuidaron con el faldón serpentino, es decir, con sus saberes hechos actos, a sus genitales y a su progenie, así la mujer
contemporánea debe ser enseñada de los numerosos daños que la persiguen: desde la relación amoral del fornicio, la infidelidad y sus
enfermedades genitales, pasando por la peligrosa esterilidad forzada con abortivos y cancerogénicos,
hasta la soledad multiplicadamente estéril de la soltería, verdadero veneno del alma y del cuerpo.
Ciertamente, en la exposición de esta exégesis nos hemos quedado cortos, pero si Aquel que da la vida
nos lo permite, regresaremos con más explicaciones, con más luces desde su inmemorial discurso.
Alabamos a Dios, que nos ha obsequiado sin merecerla, la oportunidad de sumar unos párrafos más al
discurso que le nombra bajo los velos de las formas. Que Dios nos bendiga, y que bendiga también especialmente a todas nuestras mujeres,
hoy, y siempre. Amén.

III. “Las madres amamantarán a sus hijos durante dos años completos si desea que la lactancia sea completa.” S.C. 2.233 Si usted se
dedicara al negocio de los biberones, los chupetes, las “fórmulas lácteas”, la farmacología eugenésica y la ingeniería social (disciplina
científica encargada de rediseñar a la humanidad de acuerdo a intereses materialistas y cuya meta es matarnos después de despojarnos de
todo aquello que es posible quitarnos mientras nos asesinan lentamente), si se dedicara a estas transas carentes de valores, nada le
importaría que sus clientas criaran generaciones enteras de enfermos, de seres cuyos desarrollos mentales han sido detenidos en seco por
consumir sus lechadas anémicas y perniciosas, porque esos mismos humanos que ahora tienen una y otra vez infecciones, le consumirán al
mismo tiempo que sus polvos ponzoñosos, aquellos antibióticos que sus colegas también fabrican y venden, antibióticos que deberían
recatalogarse como quimioterapias en toda forma, porque igual que la “quimio” del canceroso que al mismo tiempo que le mata
supuestamente las células cancerosas, le mata las sanas, estos remedios de la infección recurrente matan también aquellos animalitos o
microbios benéficos que esos hijos desgraciados necesitan para sobrevivir en esta guerra contra ellos. Y no hablo solamente de la flora o
biota que sus estomaguitos necesitan para que se genere la vitamina de la coagulación, la vitamina ká, que es el caso más sonado del tema.
Hay microbios o bacterias que se encuentran en el interior de las células y que no son reconocidos como tales porque de inmediato se
asociaría que los antibacteriales o microbicidas sistémicos también les aniquilan: estoy hablando de las mitocondrias, verdaderos rebaños
celulares que generan sin parar la energía necesaria para nuestras vidas. ¿Acaso este conocimiento es, como debería, del dominio público?,
¿o forma parte de las materias secretas que aprovechan sólo a aquellos que desean sobrevivirnos mientras observan nuestro genocidio en
sus pantallas planas gigantes?
Desde las mesas de planeación mercantil y desde los cerebros satánicos se reinventa el porvenir de la humanidad, y en vez de
adiestrar a la mujer acerca de la sabiduría gigantesca de la lactancia, se la adoctrina a creer que bastan seis meses para que se satisfaga la
necesidad de su crío íntegramente, en caso de que quiera dar el pecho, pues ya desde la cama del hospital le ofrecen en su debilitado
espíritu postparto los biberones preparados para inducirla a convertirse en clienta de potajes demoniacos y progenitora de subhumanos, tan
útiles como empleados sin escrúpulos y como esclavos de los bancos. Hay incluso “médicos” que en manifiesta imbecilidad recomiendan
no dar la chiche al escuincle porque según ellos les produce caries. Una aberración. Que Dios les maldiga en esta vida. No en balde el
colectivo que estadísticamente tiene más cancerosos por cada mil personas que lo forman es el de los médicos, genuinos enemigos de la
salud y la vida. Y esta generalización es justa, pues las excepciones a la regla son mínimas: prefieren el honorario sin honor, que el honor
sin honorarios.
Este conocimiento sobre el amamantamiento en alguna ocasión fue cosa común en la sociedad, y esgrimo como prueba de ello la
existencia en el sureste mexicano de la primera y única, hasta la fecha, Universidad Femenina. Hablo de aquello que alguna vez fue “Isla
Mujeres”, nombre que de su pasado es lo único que queda, pues cuando los conquistadores inhumanos llegaron a este centro americano (o
Anahuaka) de altos estudios, se dedicaron a lo único que podían imaginar: violaron, torturaron, mataron, robaron; asuntos que por otro lado
se continúan haciendo solapadamente, como ya quedó expuesto con brevedad. La otra prueba es el significado que estamos explicando del
discurso esotérico de los monolitos tenochcas, verdaderos prismas de la gran luz de nuestras antiguas sabidurías, todas ellas de origen
teológico por supuesto, es decir provenientes de Dios.
Un ejemplo sublime son los senos yertos y vacíos que cuelgan del pecho de la Coatlicue, cuya estética es decididamente
impresentable en un mundo que da prioridad a la juventud y sus formas y excluye a la plenitud y sus características. Estas tetas (que así es
como las bautizan los infantes con cariño) han sido vaciadas evidentemente por la alimentación a término de los críos innumerables de la
Coatlicue, que según la historia son los cuatrocientos surianos, multitud que nos simboliza a todos nosotros,
pues como arquetipo la Coatlicue es la mujer ideal, por lo cual sus hijos, desde los que son malos, hasta el
último, Huitzilopochtli, bastión de la germinación del alma, ejemplifican a su vez toda la gama de hijos que
una madre ejemplar podría generar. Aquí yace de hecho un bello misterio, el del libre albedrío, pues no
necesariamente una buena madre va a tener un buen hijo, y al contrario, por supuesto. Se observa cuán íntegro
es el mito divino a la hora de ennumerar las realidades en las que estamos sumergidos los habitantes de este
plano. De hecho, la existencia de la Coatlicue, nombra dialécticamente de forma tácita a su contraria, a la mala madre, a la mala hija, pues
sin este opuesto el juego de la vida sencillamente no se llevaría a cabo. Y en verdad así es, pues este personaje siniestro es encarnado ni más
ni menos que por su propia hija, Coyolxáuhqui. Señalamos por el momento que a diferencia de su madre, la “Coyolita” se presenta como
una hembra de senos llenos y turgentes, factores que señalan tanto una lubricidad insatisfecha como una lactancia inconclusa, pues es en
esta circunstancia inacabada en la que la misma Coyolxauhqui muere. Si Téotl nos lo permite, en algún momento nos dedicaremos a esta
hija pródiga que jamás encontró la redención, por lo menos en el mito.
Los conocimientos femeniles que esbozamos en estas explicaciones fueron enseñados en cada gineceo indio de manera general y
en la facultad isleña en las especialidades que les son propias, por supuesto, y nos atrevemos a decirlo respecto también de los temas
misóginos decididamente contemporáneos, porque contamos para ello con las implicaciones exegéticas a las que señalan cada uno de estos
elementos que conforman los monolitos y lo corroboran. Fueron dados no sólo para el tiempo y el espacio propios del primer florecimiento
americano, sino para su segundo tiempo, el último, aquí y ahora: Nikan-Axkan; el pareamiento de cada signo con el mundo moderno es
perfecto, como se ha visto hasta ahora y se seguirá viendo, Dios mediante. De hecho cuando nos adentramos en el tema se vuelve una
obviedad que existieron mujeres cuyo desarrollo espiritual fue tal que el porvenir del género femenino les era detalladamente mostrado,
cosa rara para algunos, pero no para los musulmanes del Islam originario, pues este sector (Taifa) del Islam goza de profecías tales que las
que quedan de las teofanías mundiales palidecen al confrontar sus ingentes legados. Esto lo sabe, claro, solo aquel que abreva de esta
heredad islámica.
Al respecto de la valía otorgada por Dios a la maternidad deberemos destacar los riesgos que corrió otra mujer maravillosa, la
madre de un Profeta muy amado y cuya vida fue espectacular, tanto así que la gesta de este enviado sin igual acompaña a las mejores
películas que el cine norteamericano ha producido y las supera en cualquier cualidad cinematográfica posible: hablo de Moisés, patriarca de
los hijos de Israel, emisario de Dios ante el pueblo egipcio. No abundaremos en su épica vida, de tantos conocida; hemos de mencionar en
cambio que esta misión no hubiera culminado, ni sido el deleite de tantos creyentes, de haberse vencido el ánimo de su madre ante la
amenaza del reyezuelo de esos lares y esos días, el terrible Faraón. Rememoremos que si bien este monarca desmesurado no creía en Dios,
sí que creía en sus signos, pues cuando sus astrólogos avistaron en la bóveda celeste la cercanía del fin de su reinado a manos de un varón
elegido, en vez de garantizar la transición pacífica de mandos a alguien definitivamente superior a él, decidió en cambio realizar un
infanticidio tal con el pueblo israelí que casi garantiza su exterminio.
Fue en esta circunstancia donde la madre de Moisés se atrevió a desafiar la orden anticonceptiva del asesino de bebés y prefirió
vivir una “maternidad en el miedo”, que por otro lado cumplía aquella orden que le había sido dada desde el libro primero del pentateuco:
“creced y reproduciros”, ¿se recuerda esto? Es así como Dios, Omnipotente, le otorga a su entregado corazón a la par de cada prueba, el
resguardo correspondiente, pues ese hijo no sólo sorteó cada peligro de la mano invisible pero tangible de Dios, sino que llevaría a cabo el
porvenir anunciado por su protector en el cielo constelado, papiro astral donde Su Supremo Hacedor escribió su destino increíble. E
increíble será también para muchos constatar que Moisés se encuentra mencionado al igual que su madre en otro personaje femenino del
visionario náhuatl, además de la Coatlicue mencionada. Estoy hablando de Citlalinicue, la de la falda constelada. Este faldón estrellado
germina la historia de aquellos cuyo especial destino ha sido narrado desde el alto cielo, espejo cósmico de negra obsidiana que refleja las
mejores melodías humanas, eco de los mejores cantos de los mejores seres, y esos, son los Profetas, los Santos, los Inmaculados. En
Citlalinicue quedaron tallados los moldes estelares que cualquier astrólogo interpreta como las señales de los advenimientos de los albaceas
del Dios Verdadero. Moisés no es el único nombrado engarzando al vientre de la Citlalinicue, pues también Jesús y Muhammad (que Dios
les bendiga) fueron anunciados a sus contemporáneos por los lectores de las noches luminosas. Así, cada símbolo será el nítido reflejo de la
verdadera historia humana, pues no otra cosa ha sido escrita con la pluma y el cincel. ¡Gloria a Dios!
Ya demostradas las concordancias entre las historias de los profetas y los monolitos, será sencillo dar una prueba
determinante y conclusiva de la interpretación propuesta. Se recordará el primer milagro que le presenta Dios al jerarca egipcio
de la mano de Moisés. Después que se ha creído que el Profeta del Nilo es simplemente un mago de poca monta y para
demostrarlo se ha dado cita a los mejores prestidigitadores del reino, y ya que sus bastones y sogas han hipnotizado los ojos y
atemorizado los corazones tanto que hasta el del pecho del enviado ha titubeado, allí el Mensajero lanza su Báculo y este se
transforma en un Dragón de tal poder que ingiere cuerdas y palos de los hechiceros, que en el acto caen postrados en adoración
del Dios Genuino. Y ese Báculo milagroso lo detenta la diestra del hijo de la Coatlicue, ¡cómo no!, es la Xiuhcóatl, o serpiente
de fuego, atributo que acompaña la mano derecha de Huitzilopochtli. La equidad con el Báculo del Enviado no puede ser más
explícita. En este caso lo intrigante será de qué manera podríamos parear este Dragón Ígneo con las cualidades de Jesús o las
de otro enviado cuya madre haya vivido una “maternidad en el temor”, pero esto será demostrado, con la anuencia de Dios, en
otra entrega. Basta adelantar que en el visionario indio hay momentos en los que los personajes de Huitzilopochtli y
Quetzalcóatl son evidencia de una misma realidad, lo que entendido nos lleva a pensar en qué persona es por principio Quetzalcóatl.
Quetzalcóatl es aquel hombre que hace centurias legó a los indígenas americanos las ciencias exotéricas y las esotéricas, las
técnicas materiales y espirituales, y de sus enseñanzas hay tales restos, que pensarle como un hombre musulmán que enseña el Islam en este
continente como misionero, resulta natural. Sólo que hay un detalle: prometió regresar. Y según los musulmanes son pocas las personas que
tienen la capacidad de hacer un juramento así, tan abarcante en el tiempo que su cumplimiento sólo pasa por experimentar una gran
longevidad. De hecho, es tan amplia la trayectoria de Quetzalcóatl en el Anáhuak que para haberla realizado ya en esos tiempos debió gozar
de una vida muy larga: su mensaje se encuentra sembrado desde Alaska, pasando por Norteamérica (donde los Hopis le conocen como
Pahana) y arribando al Imperio Mexihca, hasta encontrarse en tierra maya bajo el nombre de Kukulkán. Entre aquellos personajes de larga
vida conocidos por la tradición islámica se encuentra uno solamente que a la par de vivir su madre una “maternidad en el temor” le fue
prometida una vida extremadamente larga: el Mahdi.
Por lo tanto son tres personas quienes encarnan al mito de la Coatlicue: en la primera parte del devenir humano encontramos a
Moisés y su madre; en la segunda, la Era Cristiana o tiempo actual, a Jesús y María; y para concluir el plan divino, nos topamos con el hijo
de la Princesa Naryis, Quetzalcóatl, El Esperado. Que la paz, la misericordia y bendiciones de Dios sean con todos ellos.
A su vez este mito tallado en los monolitos engarza una triste realidad cuya escenografía mundial y a gran escala sólo se daría en el
Final de los Tiempos: la guerra contra los úteros y los fetos, las madres y los hijos, las mujeres y los hombres. Resta decir que a las que han
bautizado los actuales sabios del Anáhuak como la Ciencia Quetzalcóatl, la Ciencia Huitzilopochtli, la Ciencia Coatlicue y demás, habrá
que añadir a sus asignaturas complementarias los conocimientos salvíficos que en estos escritos sólo se tratan de paso y sin entrar en sus
profundidades, pues de otra forma, y en plena contradicción del destino manifiesto del mito, nuestros hijos “huitzilíhuitl”, nuestros
pequeños colibríes, moradores del lado “pochtli”, del lado siniestro, no alcanzarán a nacer a sus verdaderos destinos, mismos que las
estrellas han susurrado con sus ténues luces en aquellas noches campireñas, nunca citadinas, en las que hemos girado nuestras cabezas
hacia el cielo.
Que el Dios de Quetzalcóatl y Citlalinicue, Huitzilopochtli y Coatlicue, Señor del Cielo y de la Tierra, otorgue a sus criaturas las
ciencias visibles y ocultas del bien, y las maneras tangibles e invisibles de las bienaventuranzas. Amén.

IV. “Dios os ha sacado del seno de vuestras madres, privados de todo saber. Él os ha dado el oído, la vista y el intelecto. Quizás, así, seáis
agradecidos.” S.C. 16.78 Nos explica el feminismo que hace algunos siglos el cuerpo y funciones de las mujeres fue invadido por una secta
ataviada de batas blancas y caduceos en la solapa como signo de su pertenencia a su culto hipocrático o galénico, y abunda en ejemplificar
de cuántas formas promovió su doctrina en todo el mundo, hasta casi conseguir que las filosofías, consejas, remedios y fórmulas que
suplantaron respectivamente sus ciencias, idearios, fármacos y métodos desaparecieran o se escondieran de este acoso, que más que
misógino, es misantrópico, destaquémoslo. Creen estas féminas que la agresión enorme que viene de las manos, bocas y plumas de los
hombres de blanco sólo se ha cebado en sus contras, y es tal el ataque que atestiguan diariamente hacia la mitad del género humano, que
naturalmente concluyen ser las únicas víctimas. Algún día se levantará la voz contestataria y liberadora que englobe la diatriba a favor de la
humanidad y en acusación de esta fraternidad diabólica, y veremos nítido que el principal interés de esta manada de bestias fue la
consecución de un exterminio y obtener las mayores ganancias posibles en este holocausto tan silencioso. Que Dios otorgue su favor a esas
gargantas acalladas y a aquellos que dentro de esta logia maquiavélica se oponen a ser comparsas de este rito sanguinario. Si usted ha
engrosado la estadística de triunfos de este colectivo individualista, es decir, si ha caído en sus garras, le informo que en Su Misericordia
Dios ha prometido escuchar y atender sus “ayes”, sus reclamos de justicia para sí y para los suyos, pues tanto se puede ser víctima primaria
(por ejemplo una mujer a la que han tajado con una cesarea) como víctima secundaria (su esposo e hijos, sin lugar a dudas). No titubee en
ejercer esta bondad divina, y le aseguro que en el tiempo y forma de Dios, le saldará su pedimento.
Recuerdo cuando tuve un atisbo a la sorprendente cantidad de cesareas que se hacen; me quedé reflexionando que, o bien no
estábamos construidos correctamente (idea absurda), o algo desconocido para mí estaba ocurriendo. Agradecí que existiera la
ginecoobstetrícia moderna, pues de otra manera, pensaba, ni siquiera yo hubiera nacido. Ignoraba en esos momentos que basta con que la
parturienta se coloque en una posición similar a la que uno tendría sentándose en el aire y apoyando cada muslo con la pantorrilla
correspondiente (estado en el que la gravedad realiza más del cincuenta por ciento del trabajo de expulsión) para facilitar el alumbramiento
(¡qué bonita palabra: dar a luz!). Este método lleno de sentido común es doctamente ignorado por los doctores. Si a esto añadimos que en
vez de tenderse a la mujer de inmediato, se la deja caminar, el bebito corona con mayor facilidad y al colocarse presionando el canal, ayuda
a su dilatación pronta y efectiva. Podemos encontrar en las culturas visionarias las tallas que dan cuenta de esta
postura psicoprofiláctica: es Tlazoltéotl, cuyo nombre indica con la partícula “téotl”, relativa a Dios, de qué forma
se pare “como Dios manda” a la par de inculcar la sacralidad inherente del sublime acto materno. A diferencia de las
culturas hindúes que subrayan el erotismo en sus estatuas, esta “clase de esculturas” didácticas no rasgan el velo del
pudor propio de los seguidores de los mandatos divinos, pues como se ha mencionado, este tipo de conocimientos
está enmarcado dentro de las enseñanzas que les eran dadas a las mujeres en cada estadio de desarrollo físico,
mental y espiritual. Si atrevo como seguidor de este credo a mostrar estas figuras, es porque representan la
contraparte de la avalancha pornográfica que cualquiera puede constatar en los puestos de revistas del quiosco o de
la tienda, o en bibliotecas o museos. Peor aún: en las pantallas de la televisión al alcance de los infantes o en las
páginas de internet. Estas presentaciones ginecoobstétricas están destinadas a imbricar corazones y mentes en un
sistema natural y sagrado de vida haciendo uso de asociativos más poderosos que las palabras: son las imágenes y
sus signos. Es menester rescatar de tanta malinterpretación los restos que nos quedan de las escuelas de sabidurías
que teníamos a lo largo y ancho de este maltratado continente, para darles su contexto e interpretación adecuados a
nuestro tiempo, en aras de revivir su cosmogonía y valores para que nutran de nuevo civilizaciones ecológicas y morales, espirituales y
proféticas. Las cosas no han funcionado así desde hace algunos cientos de años, cortesía del avasallamiento caballeresco de los infatuados
facultativos, que disfrazados del color que moralmente no les es propio, velan por transgredir las leyes de la gravedad y otras tantas que han
decidido ignorar con todo el propósito.
Al principio creí que esta sarta de equívocos e ideas obsesivas y dogmáticas se debía a un vicio de origen, es decir, a que habían
razonado incorrectamente, habían investigado parcialmente, habían aprendido mal, etcétera. Esto es cierto en algunos casos, como las
consabidas luchas que tuvieron consecutivamente contra Pasteur sus colegas, primero, cuando comunicó al mundo la existencia de vida
microscópica a la que acusaba de ser la causante de los estados mórbidos que llamamos infecciones, para las cuales invitó a tener la misma
higiene que siglos antes ya tenían los médicos musulmanes en Europa. Sus pares, tanto científicos como terapeutas en activo, se le
opusieron a tal punto que parecían la Inquisición con la peor herejía. Casi al final, la evidencia a favor de la teoría microbiológica de la
enfermedad les convenció, y a tal grado, que cuando quizo presentar su siguiente descubrimiento, volvieron a oponérsele: Pasteur murió sin
poder mostrarnos la Ley Microbiológica del Medio o Base, que enseña a quien desee saberlo, que si la fisiología es sana, la hay infección se
dificulta o imposibilita, y al revés, cosa que estuvo a punto de demostrar recientemente el doctor que se inyectó sangre de un sidoso.
Desgraciadamente murió antes de probar el punto, pues tuvo un transtorno cardiaco mortal, típico de este tipo de transgresores al
establecimiento iatrogénico. Con el estudio me percaté de que los mayores jerarcas de la medicina, aquellos de la cúspide que controlan
cada piso hasta el inframundo, están al servicio de intereses materialistas e inhumanos, pues boicotean por principio cada descubrimiento
que contradice sus postulados o a cada medicina que desbancará sus recetarios. Las intenciones humanistas que les presumimos las pierden
en el transcurso del indoctrinamiento que se lleva a cabo en las aulas donde los forman, y esto, si no entraron ya a las mismas con la mirada
fija en la cuenta de banco y en la aniquilación del prójimo. La carnicería ginecobsTÉTRICA es la norma de esta variante bastarda de la
medicina de Dios, no la excepción. En la medicina del Creador los efectos secundarios son, o nulos o pocos, y la ética es mucha y para
todos. Se vé lejano el día del retorno a los fundamentos divinos de la práctica médica, y lo será todavía más si nadie aboga por recuperar
estos dones e impulsar el regreso, por esto la invitación que escribo espera resonancia.
Volviendo al tema de la cesarea, tan común en los quirófanos y tan socorrido por los hambrientos cuchilleros, no se piense que es
normal su abundancia, como ya se pudo dilucidar con el consejo gravitatorio de la Tlazoltéotl. Si usted observa con detenimiento el
desglose de los honorarios deshonrosos que se llevan los tajadores, sus ayudantes y las instituciones que rentan estas mesas de tablajero,
verá la razón primordial de la promoción abyecta del tajo iatrógeno. Y si esta cuenta materna la multiplica por el número de operaciones
que se llevan a cabo diariamente en los hospitales, se pasmará al verificar que se trata de sumas monetarias tales, que se pueden emparejar
con cualquier meganegocio rápido y de gran rendimiento que conozca. El tipo entra (en su horario, claro, no en el del bebé) abre, saca,
cierra y en el acto se ha llevado lo que se gana en uno o dos o tres meses de trabajo rudo y bien sudado. Y esto, sin siquiera moverse la
corbata un centímetro. Cosa diferente a estar pacientemente esperando el tiempo que Dios decreta para el nacimiento de su creatura, pues
de esta forma, no es usted quien se apunta en el espacio que le asigna este hombre de negocios en su agenda. Cuestión de conveniencias y
de dineros. Y observemos que el estipendio que genera este tipo de anomalías da para este doctor y para unas cuantas alimañas más, desde
el anestesista, pasando por la enfermera, hasta el pediatra que le obligará a inyectarle al recién nacido mercurio neurotóxico en
inoculaciones renombradas como vacunas, hasta peligrosa vitamina ká, para que su protocolo de daños quede cubierto satisfactoriamente.
¿Merecen piedad estos equipos malignos?, pues Dios dice que sí, siempre y cuando se arrepientan, reparen sus iatrogenias y nunca más las
repitan. En tanto esto ocurre, asomémonos a sus trucos para evidenciar su maldad.
La pareja ha decidido contratar un parto sin dolor, o psicoprofiláctico, o en una bonita piscina o yacusi estéril, ¿pueden estar
seguros de que su hijo nacerá sin contratiempos y que mamá sorteará victoriosa los escalpelos del destripador? De ninguna forma. Aún con
toda esta buena voluntad y con la declaración de buena fe de su médico, se le puede colar la sed inagotable de agenciarse unas talegas más a
sus consistentes inversiones. Son CIENTOS los trucos que pueden utilizar en su contra para trastocar la vía natural que Dios nos ha
ofrecido y secuestrar madre y producto hacia la plancha metálica del sacrificio. Puede argüirle una pretendida presión anormal, unos
resultados sanguíneos sospechosos, un supuesto sufrimiento fetal monitorizado con su estetoscopio en circunstancias propicias para alterar
los latidos de su pequeño corazón, incluso utilizan los ultrasonidos como cuadros abstractos en los que interpretan, desde anormalidades de
peso y forma en su vástago, hasta calcificaciones fabulosas de la placenta que le proteje. Entonces, ustedes caen, y una vez en la red, ni
siquiera ayudará que vayan con otro ginecoobstetra, pues en una maliciosa complicidad gremial, o he de decir colusión criminal, este
segundo doctor refrendará el diagnóstico del primero, sabedor de que este “colega” quiere despojarles a como de lugar esos miles de
monedas plus que sin cesarea se esfumarían de los tentáculos de las secciones de pediatría, anestesia, enfermería, quirófano, farmacia y
gineco del hospital. Este tipo de conductas propias de mafias, en las que unos a otros se cubren las espaldas mientras fomentan su negocio y
persisten en su ataque contra aquellos que juraron beneficiar en cualquier circunstancia, son la regla bajo la que se rigen estas sociedades
iniciáticas, que no otra cosa son. Si usted ha encontrado la excepción, Dios le ha bendecido, créalo. Y compártalo, por favor. La pequeña
acción de darle a esa pareja el teléfono correcto es gigantesca, y he de demostrarlo si el Dios Vivo me concede la licencia. Un hijo de parto
normal es distinto de otro nacido por cesarea en todos los aspectos, y no se diga uno alimentado con pecho a término comparado con el
bebito sambutido de batidos transgénicos y cancerógenos.
¿Qué hacer, entonces? Después del muestrario de bestialidades es evidente que embarazarse y parir equivale en este Fin de los
Tiempos a un acto heróico en todos los sentidos. Pongámoslo así: si no se paren los hijos que construyan otro mañana y se les forma
precisamente en esta misión, la más cara de la humanidad, ¿qué porvenir nos espera? Cada pareja tiene la obligación de educarse para la
paternidad extensa y profundamente. El proceso del embarazo, el parto y el nacimiento son una parte tan solo de una tarea mayor e igual de
trascendente. Como hemos visto, esta tríada ha quedado destacada eternamente en el Antiguo Testamento, en el Nuevo Testamento, en el
Sagrado Corán y en la Tradición Indígena Americana, en particular en aquella que floreció por completo, como su misma bandera lo indica:
la Tradición Náhuatl de Tenochtítlan. Dios ha puesto énfasis en este proceso tripartita enunciando su importancia y complejidad, y además
nos ha advertido con tiempo de cuál sería la circunstancia del mundo en el que vivimos con la meta de que supiéramos que en su
Omnisciencia lo previó y dio a la par de su anuncio las albricias del mundo por venir, de la morada postapocalíptica de nuestra
descendencia. Ese mundo que se gesta merece similares cuidados a los que ahora y seguramente daremos a nuestros hijos por nacer. Y
fíjese que también la figura de la partera divina existe en el imaginario náhuatl, y su correspondencia con las labores que nos conciernen es
ahora manifiesta.
Las escondidas parteras, comadronas y nodrizas de leche deben ser rescatadas del olvido y estigmatización donde las colocaron los
usurpadores acusados. Sus saberes, herencia todavía pujante de tiempos gloriosos, deben esgrimirse como defensa ante el mundo
mecanizado y sus hordas satánicas, siempre listas para arrogarse las facultades que Dios otorgó a las madres y sus hijos, y a las custodias
mencionadas. Podríase pensar que llamo al abandono absoluto de la medicina, y no es así: llamo a valerse de ella mientras la vigilamos con
el conocimiento adquirido a pulso desde las fuentes en las que abrevó. Esas ciencias nos pertenecen: las destilaron de nuestros cuerpos y
vidas. Alguien debe extractarlas y explicárnoslas. Mientras esos héroes de la glosa y elocuencia llegan, nos toca hacer el trabajo duro y
recobrar los trozos que podamos del compendio científico para que puedan ser usados a nuestro favor y no en nuestra contra. No es ninguna
casualidad que comprar un artículo médico cueste un dineral ni que las bibliotecas que los alojan se encuentren disponibles fácilmente sólo
para los que han firmado la membresía del club iatreugenésico. Esta noble labor será difícil en el mundo esclavo, el llamado occidental, y
su consecución tendrá sus más tempraneros frutos, como ya se deja ver, en países como Bolivia, Cuba, Ecuador, Irán o Venezuela.
¡Albricias por ellos y nosotros!, no hay uno que atesore para sí sus descubrimientos y rescates; ¡al contrario!, están deseosos de ponerle el
faldón serpentino a las mujeres para procrear los hijos del futuro y que esos “ayes” se troquen en exclamaciones de júbilo y gozo al fin.
«Y los más adelantados de los más adelantados, esos son los más cercanos (a Dios).» S.C.56:10 y 11.

V. EXPROPIANDO LA TETA 1. El título que he elegido para este escrito es polémico por decir lo menos, y produce de entrada una
reacción visceral; por supuesto ésta es mi meta al haberle elegido. Uso el bocablo "teta" en singular porque un bebé sacia su estomaguito
con una a la vez y de ellos hablaré si Dios me da licencia. Este tema no merecía un título tibio, condescendiente o que produjera
indiferencia. Comencemos con las benditas palabras del Supremo Benefactor consignadas en el Corán sobre la lactancia, para
inmediatamente después explicarnos.
En la Sura 2 podemos leer la siguiente revelación en la Aleya 233: "Las madres amamantarán a sus hijos durante dos años
completos si desea que la lactancia sea completa. El padre debe sustentarlas y vestirlas conforme al uso. A nadie se le pedirá sino según sus
posibilidades. No se dañará a la madre por razón de su hijo, ni al padre. Un deber semejante incumbe al heredero. Y no hay inconveniente
en que el padre y la madre quieran, de mutuo acuerdo y luego de consultarse, destetar al niño. Y si queréis emplear a una nodriza para
vuestros hijos, no hacéis mal, siempre que paguéis lo acordado conforme al uso. ¡Temed a Dios y sabed que Dios ve bien lo que hacéis!"
Y en la Sura 46.15: "Hemos ordenado al hombre que se porte bien con sus padres. Su madre le llevó con molestia y con molestia le
dio a luz. El embarazo y la lactancia duran treinta meses. Hasta que, al alcanzar la madurez y cumplir cuarenta años, dice: «¡Señor!
Permíteme que Te agradezca la gracia que nos has dispensado, a mí y a mis padres, y que haga obras buenas que Te plazcan! ¡Dame una
descendencia próspera! Me vuelvo a Ti. Soy de los que se someten a Ti»."
Como podemos observar en la luz de la lactancia, esta labor para ser completa debe durar aproximadamente dos años, sin embargo
en las declaraciones que acompañan a esta puntualización sobre el lapso ideal de amamantamiento se menciona que los padres tienen la
libertad de delegar tan alta tarea a una nodriza de leche. Esta flexibilización obedece a muchas razones. Y cualquier madre puede imaginar
alguna. En ocasiones un susto puede cortar la leche. En ciertos casos la leche disminuye por algún motivo, desde el hormonal hasta el
electromagnético. También se da la situación en que la madre se ve obligada a trabajar y no le cae nada mal contratar una ama de leche que
la complemente en casa cuidando al pequeño mientras tanto y otorgándole el níveo don. En fin, razones para la existencia de nodrizas de
este tipo sobran, y a tal punto, que incluso se han creado asociaciones de mujeres independientes que brindan este nobilísimo servicio,
como la Liga De La Leche, por no citar al sector salud en México, pues en algunos afortunados hospitales contrata mujeres lactando con tal
propósito. Dios por necesidad se adelanta al hombre, su creación, en la asignación del sendero recto; somos nosotros los que vamos
comunmente a la zaga. Para ejemplificarlo, quiero citar la estadística más reciente sobre la lactancia en mi país. En el Hospital Infantil de
México "Federico Gómez" se realizó un estudio que concluyó arrojando este resultado: el 56.7% de las mujeres que tuvieron un bebé
abandonaron la lactancia total o parcialmente a los tres días del parto. Este dato es escalofriante si pensamos con profundidad en el
innegable hecho de que el único alimento que ha diseñado Dios para los recién nacidos es la leche materna. No hay otro. No hay
sucedáneos. No hay opciones. Las llamadas "fórmulas" no son seguras ni se acercan siquiera a emular a la leche humana, y para
comprobarlo basta comparar las tallas e historiales de salud de aquellos que corrieron el infortunio de estar a engorda con estos nefandos
polvos con aquellos robustos, altos, saludables y biendentados seres que sus madres pudieron alimentar de buen grado. Además, con la
moda eugenésica de usar transgénicos en donde se pueda, estas pólvoras deshidratadas se han convertido en auténticas cajas de Pandora: no
sabemos qué genes o aminoácidos enrarecidos traen ni cual será el resultado de deglutir sus pócimas. Y ni qué decir de los biberones de
plásticos tóxicos, reservorios discretos de esta misma guerra química. Terrorífico. ¿Verdad? Pero no siempre ha sido así y tampoco es así
para todos. Por lo menos para los musulmanes de cualquier denominación el asunto queda claro desde el principio. También para las
culturas ancestrales de continentes como América. Es normal ver niños cachetones que ya caminan acudir presurosos a los pechos de sus
madres en aquellos escondrijos que ellas buscan en las calles de la ciudad para pedir limosna o vender sus dulces ultranutritivos de
amaranto (las famosas "alegrías"), palanquetas de cacahuate, canastitas de palma coloreada, etcétera. Esos humildes pequeños gozan de un
mundo aparte, porque el pecho no sólo nutre, también crea su atmósfera benéfica, tanto física como emocional. Ante las miradas ausentes y
tensas de los citadinos, miles de madres sumidas en la pobreza, herederas del imperio indio, cumplen con Dios y con sus hijos. ¿Alguna
duda entonces sobre la frase bíblica que reza: "...de los pobres será el reino..."? Visto este cumplimiento materno en tal adversidad vital, es
justo su merecido: ni más ni menos que el Reino. Estas madres, por cierto, no portan equipos ultrasofisticados de guerra electrónica,
perdón, de comunicación inalámbrica, los llamados teléfonos celulares, para América, o móviles, para España. En este sector poblacional la
profecía de la abominación dictada por Jesús no tiene cabida por principio; recordémosla:
Marcos 13 - "Mas cuando viereis la abominación desoladora, de que habló el profeta Daniel, que estará donde no debe estar (el que
lee, entienda), entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; y el que esté sobre el terrado, no descienda a la casa, ni entre para tomar
algo de su casa; Y el que estuviere en el campo, no vuelva atrás para tomar su capa. Mas ¡ay de las que estén encinta, y de las que
amamanten en aquellos días! Orad, pues, que vuestra huida no acontezca en invierno. Porque aquellos días serán de tribulación cual nunca
ha habido desde el principio de la creación que Dios creó, hasta este tiempo, ni habrá. Y si el Señor no hubiese acortado aquellos días,
ninguna carne sería salva; mas por causa de los elegidos que Él escogió, acortó aquellos días. Y entonces si alguno os dijere: Mirad, aquí
está el Cristo, no le creáis; o: Mirad, allí está, no le creáis. Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y mostrarán señales y
prodigios, para engañar, si fuese posible, aun a los escogidos. Mas vosotros mirad, he aquí, os lo he dicho todo antes."
Cuando en la revelación encontramos los "ayes", debemos atender con entrega su contexto. Se trata de una admonición grave, de
una advertencia, amenaza, reconvención o amonestación. Esto aplica a los herederos del monoteísmo en sus tres vertientes, es válido para
judíos, cristianos y musulmanes. El "ay" citado alude al escenario de la tribulación y cualquier cristiano que se haya ocupado un poco de su
Biblia lo conoce. De hecho el trayecto tortuoso al que alude, es el paso previo a la obtención del Reino, por lo que muchos creyentes al
constatar que ya lo están viviendo sienten su corazón albriciado, porque ya se acercan por lo tanto los mejores días de la humanidad.
Parafraseemos a Jesús con el afán de explicar sin que queden dudas, cuál es el mejor marco de la lactancia: ¡ay de aquellas que parirán y no
cuidan los fetos de sus úteros de los males que allí mismo les amenazan!, ¡albricias por aquellas que les protegen de las maldades visibles y
más aún, de las invisibles, porque han creído en lo oculto a los ojos sin verlo más que con sus corazones y mentes!, ¡ay de las que ofertan
sus senos sin completar las excelsitudes de las viandas que en ellos y con ellos deben darse con calidad y pureza!, ¡albricias para las que
forman con justicia los cuerpos, mentes y almas de los vástagos del luminoso mañana!
Terminemos pidiéndole a Dios que otorgue a nuestros pequeños los mejores nutrientes físicos, sicológicos y espirituales. Te
rogamos Señor que no conviertas a nuestros hijos en ocasión de la prueba de los impíos. Te pedimos que adelantes tu Magnanimidad al
error deliberado o inconsciente de aquellos a los que otorgaste poder sobre nuestra infancia. En el nombre bendito del más humilde de tus
siervos, el profeta del Islam, y en el nombre de aquel que le anunció como el consolador que llegaría a nuestro mundo, el mesías, en los
nombres de Muhammad y de Jesús hijo de María te suplicamos la mayor de tus misericordias sobre los inocentes e inermes niños del
mundo que nos has dado en resguardo. Protégeles por tanto de los numerosos maleficios que les acechan y bendice con generosidad a sus
celadores y guías. Que Dios bendiga a los hijos de los hombres. Amén.
Post scriptum. De mi libro SILIMARINA, CURA DE LA DIABETES, quiero obsequiarles un fragmento: "La leche materna no
es cualquier cosa. Pocos son capaces de justipreciarla percibiendo la magnificencia de ese lácteo don, de esa líquida gracia, de ese blanco
amor. No es unicamente el alimento completo por antonomasia de un ser que descubre por primera vez al mundo, lo cual ya sería
demasiado decir. Es esto, y también mucho más que esto. Es el río que contiene al ejército matriarcal que defenderá de los enemigos vivos e
inanimados al pequeño vástago indefenso, es decir, en ese líquido vital, vitalizante, vivo, viajan anticuerpos dispuestos a luchar hasta la
muerte en contra de virus, bacterias, hongos, parásitos y toxinas que de otra forma pondrían en riesgo de enfermedad, envenenamiento o
muerte al lactante. Es el vehículo de una comunicación química precisa entre la madre y la diminuta vida a su cargo: el bebé realiza
automática e inconscientemente el diagnóstico de sus deficiencias y necesidades comunicándolo al seno de mamá y ella corresponde dando
exactamente aquello que la sabiduría innata de su hijo le ha demandado. Es cauce de dos vías para el amor más profundo que existe, el
níveo cordel que ata a dos seres en el acto amoroso más evidente e incondicional. Es lluvia nutricia para el infante, que al igual que el maná
que Dios ofrendó desde su Reino a sus hijos elegidos para salvarles, lo da todo. Es el pan exacto, el vino preciso para calmar sed y hambre
de cuerpo y alma, además, dado en tiempo y forma. Dios da a la madre oportunidad de emularlo: llena de tibia miel sus senos
disponiéndolos al banquete y en temprana hora anuncia con un evangelio de amor su inminente Eucaristía con tal de que el nacido tenga el
refrendo y la memoria de la comida celestial que le aguarda y la añore de por vida. Sólo Dios le calmará la sed y el hambre para siempre."

VI. EXPROPIANDO LA TETA 2. "Lo que adoran aparte de él, no son mas que ídolos femeninos y no adoran mas que a un satanás
rebelde a quien dios ha maldecido y que dice: «tomaré a un número determinado de tus siervos y les extraviaré. les haré concebir falsas
esperanzas y les ordenaré que corten las orejas del ganado y que alteren lacreación de dios.» Y quien tome a satanás por amigo y protector,
en lugar de a dios se habrá perdido de manera evidente. Les hace promesas y les hace concebir falsas esperanzas, pero lo que satanás les
promete es sólo ilusión. Su morada será el infierno y no hallarán manera de escapar de él." S.C. 4.117-121

Los prosélitos del diablo son contratados como guías y expuestos en los horarios de mayor audiencia en la televisión, principalmente;
dictan su cátedra malintencionada disfrazados de pastores de almas en el radio, en las revistas de cursilerías y chismorreos y en las
secciones de preguntas y respuestas de la red mundial. Les encontramos lambisconas frases como "queridos/as: la ídolo de moda tiene un
gran compromiso con nosotros, y sabemos cómo es eso de la imagen y de la competencia. Tooodos le apoyamos ahora que ha decidido
añadirse unos centímetros", "...un respingue a su nariz", "...una talla a su encanto", "...hacerse la liposucción", "...broncearse con aerógrafo
permanente", "...corregirse ese cráneo", "...mutilarse ese defecto", "...tasajearse esa fealdad", y así hasta la náusea. La satánica cosmovisión
que permea cada medio de expresión le ha convertido en una herramienta de indoctrinamiento sexual y estético: desde la anatómicamente
imposible muñeca Barbie, hasta los oferentes personajes de animación en tercera dimensión que en todo momento adoptan poses de cortejo
y bailes de bacanal, ritos cinematográficos que no rayan en lo subliminal, pero que los padres prefieren ignorar convenientemente para
evitar abordarlos con vetos informados, pues la presión por ver la película de moda es tal, que hasta Evo Morales le destaca a Avatar lo
loable, sin criticar lo objetable. Aprovechemos este espacio de expresión que el Generoso nos ha dado para objetar aquello que ensucia
formas y contenidos convirtiéndolos en bisturí espiritual que silencia en las almas la pureza originaria, aquella que por principio y
generalmente está conforme con el legado físico que nos ha dado Dios, la naturaleza "fitri".
Podríamos pensar que la victimización humana en el altar idolátrico de las formas comienza a una edad tan avanzada en la
formación como la niñez, empero puede iniciar mucho antes, desde el momento en el que la madre decide proseguir con su transtorno
alimenticio a pesar de que se acaba de dar cuenta de su embarazo. Y puede seguir en los primeros meses de vida de su cría: conozco madres
que nunca le dieron pecho a sus lactantes por temor a perder la forma de sus glándulas mamarias. En resumen: el canon diabólico de la
forma externa impone un modo de vida que convierte a sus protagonistas en emuladores de la Venus del momento y de su equivalente
masculino. Esta religión tiene un altísimo costo humano, y es ignorada como tal, como culto, a pesar de que en consonancia con lo que es,
lleva a cabo sus rituales, adora a sus ídolos, vende y promueve sus fetiches, esgrime su parafernalia, fija su calenda, posee sus oficiantes y
ceremonias, publica sus doctrinarios, realiza iniciaciones individuales y masivas, etcétera. Podemos ubicar el origen de este mazacote
orgánico de creencias fácilmente, pues el Creador del Cálamo nos ha regalado la herramienta para precisar con exactitud el basamento de
este credo: el Sagrado Corán. Comencé este texto justamente con la promesa que el apedreado Satanás le hizo a Dios mismo sobre sus
nefastas intenciones con su nueva creación: el hombre. El condenado juramentó que nos ordenaría (así, en imperativo) cambiar la creación,
es decir, alteraría el orden, la orden de Dios, e impondría en sus acólitos obedientes y sumisos a él su voluntad, a saber: el deseo de
tergiversar lo creado, sean seres o cosas. No podemos desmentir su vana promesa dadas las pruebas de que la ha cumplido, pero en llevarla
a cabo como sus cómplices hemos destruído no sólo el planeta, sino nuestros propios organismos. Miremos de cerca entonces, apliquemos
el espejo y veámonos: ¿cuánta disconformidad artificial nos han inducido a tener con lo que somos?, ¿cuán motivados nos hemos sentido a
transformarnos para ser otros exteriormente?
Entremos a la frase coránica que sigue y reflexionemos sobre su sentido: "Lo que adoran aparte de Él, no son mas que ídolos
femeninos y no adoran mas que a un Satanás rebelde a quien Dios ha maldecido...". El privilegio exclusivo de Dios de ser adorado se lleva
a cabo con nuestros reflejos y con los modelos que nos implantan a través del condicionamiento multimedios. Son legión los ídolos
femeninos que enseñan a la masa cuál es, según sus artífices, la mujer perfecta, y así se impone el arquetipo. Se crea entonces una
disonancia cognitiva entre aquello que nos muestran y nuestra misma identidad. Nos ponen por lo tanto herramientas de modificación a la
mano de nuestra compulsión y las utilizamos. Las mujeres, intentan sin éxito estar a la altura de sus siempre nuevas diosas y los hombres
pugnan por ser el tipo de comparsa ideal de estos fantoches, y entretanto ciertas gentes se hacen ricas condenando. De esta forma se inicia
el rito, que por necesidad terminará mal, pues la existencia a término borra las formas, las fuerzas, las pulsiones y los atractivos. Llega la
vejez, y se vé por fin que ese tiempo dedicado al vacuo emperifolle fue totalmente inútil, pero ya es demasiado tarde para recuperar algo,
pues la muerte toca a la puerta. Quien corra la fortuna de tener mente todavía, descubrirá si Dios quiere que adorar al espejo y a las
deidades paganas resultó en poco beneficio comparado con la adoración al dueño de nuestras vidas, que en todos los niveles de la existencia
siempre da beneficios.
En ocasiones Dios vierte su bondad antes de que sea demasiado tarde para nosotros, y ocurren cosas como el asunto de los postizos
tóxicos. Concedo que de entrada es hasta extraño verle su bien a este tipo de infortunios, mas con el razonamiento adecuado sí que se puede
vislumbrar la ventaja humana de estos episoDios mundiales rayanos en la tragedia. Allí están, sus contingentes suman miles y miles y se
encuentran apostados en todos los rincones del mundo donde un cirujano plástico pudo ejercer sus oficios: son las implantadas. En los
medios destacan que se usaron sustancias de uso industrial para la manufactura de aquellas prótesis que ahora deben extirparse, aunque si
usted indaga más, descubrirá que no existen los implantes inocuos, es un mito. Todos proveen a los tejidos internos mamarios de químicos
que de ninguna forma deben de estar allí, no sólo aquellos que fabricó JeanClaude Mas, ejemplo por antonomasia del misógino extremo
camuflagelado.
En un emotivo artículo escrito por algún periodista de buena fé, después de mostrar el viacrucis seudomamario, de una forma muy
integral por cierto, concluye el autor tirándole la bolita a los varones y diciendo que deberíamos amar más a nuestras mujeres. Es una
conclusión parcial que despoja una vez más a esas mismas mujeres, que aparentemente defendía, de lo único que puede significar en verdad
una ventaja en su situación: la responsabilidad individual. Y en esa responsabilidad deberán adquirir la consciencia de la transgresión que al
modificar sus cuerpos han cometido. Es cómodo alcahuetear los vicios ajenos, sobre todo si como comunicador se quiere conservar la
audiencia o como comerciante la cartera, y riesgoso socialmente derivar la frustración y el enojo de las féminas debidos a sus propios
errores hacia los hombres en general; se exculpan sus consciencias y se inventa el chivo expiatorio ideal: la humanidad de género
masculino, ¿por qué?, según el autor, porque no las amamos como deberíamos. Sencillísimo. Punto final según él. Como se vé, cualquiera
que argumente con un poco de coherencia algún asunto, puede opinar sobre él en el multipicador de la voz, sin importar las consecuencias,
pues al final, los lectores son invisibles o son sólo los comentarios posteados al pie de nuestros dichos.
Como cualquier padre de familia lo sabe, evitarle a la hija exponerse a los inductores mediáticos es imposible, a menos que se esté
en paraísos como Irán, que recientemente tuvo a bien prohibir la venta de la juguetóxica y siempre rosa Barbie. Y si en una niña uno tiene,
como su celador, que limpiarle literalmente de la cabeza estas exposiciones con pacientes charlas y atractivos argumentos, en una mujer ya
formada esta tarea se convierte en los doce trabajos de Hércules, a los cuales, en el uso de su derecho, puede negarse absolutamente. La
niñez es permeable a la inducción en mayor medida que la adultez, justamente de esto se aprovechan los improntadores oscuros. Y
justamente de esto deberían fiarse los padres y madres que en un grave error se creen poca cosa para influir en sus hijas e hijos, o peor aún
que les entregan a los medios a deformarlos a voluntad, conscientemente, en una renuncia a sus deberes y facultades. Dios abrió vías en
nosotros, y de ellas somos responsables en medida creciente mientras maduran, de las nuestras y de las de aquellos a nuestro cargo;
mantengámonos vigilantes a su respecto, para que ningún contrabando burdo o sutil penetre por ellas e invada con su mácula. Pedimos al
Omnisciente la voluntad de pasar la prueba de los caminos que Él ha instaurado en nuestra potestad y la sabiduría que discierne lo bueno de
lo malo, para elegir siempre aquello que nos da el beneficio eterno. Así sea.
Post Escriptum. La reciente y triste muerte de la cantante pop Whitney Houston es un ejemplo del infortunio que enmarca y
persigue, por necesidad, el estrellato de los iconos mediáticos surgidos de la industria mundial que fabrica y desecha productos comerciales
de carne y hueso. Ella comenzó, hasta donde me da la memoria, como cantante de Gospel, es decir, como una especie de salmodiadora
moderna de la maravillosa liturgia protestante norteamericana negra, prosiguió como figurín de MTV y de Hollywood, y terminó en un
baño, ahogada en tranquilizantes y alcohol. Su muerte no sería tan grave si no fuera una más de las diosas ejemplares que sirven de
arquetipos femeninos a las generaciones mujeriles a las que ofrendó su vida y deceso. ¿Cuántas chicas se sienten identificadas con ella al
vivir diariamente el acoso social que las requiere estéticamente competitivas, a la par de la desafortunada diva negra?, ¿cuántas ya saben, de
hecho, cual es la receta precisa para morir "dulcemente", deslizándose en la tibia agua de una bañera dispuesta, mientras afuera se queda
esperando por siempre la fiesta a la que no quisieron asistir vivas?, ¿cuántas tienen a la mano el Xanax mortal y la botella de licor para
producirse el coctelito mortuorio? Que Dios proteja a las niñas, jovencitas y mujeres que se encuentran presas del bullying estético, que les
muestre la otra belleza claramente, la imperecedera, la que construyen los actos y los corazones. Whitney: descansa en paz, y que Dios te
perdone. Amén.

VII. Hiyab Profundo I. "¡Profeta! Di a tus esposas, a tus hijas y a las mujeres de los creyentes que se cubran con el manto. Es lo mejor
para que se las distinga y no sean molestadas. Dios es indulgente, misericordioso…" S.C. 33:59

Antecedentes. Este texto hace tiempo me lo pidió un hermano debido a que constató que entre las mismas creyentes existe un concepto
sobre el velo islámico que no ha terminado de perfeccionarse, y por ello, algunas creen que el hiyab solamente es una especie de tela que
cubre más o menos sus cabelleras, siendo esto solo parcialmente cierto. El velo que se lleva en la cabeza es sólo una minúscula parte de un
tema ordenado por Dios en el Sagrado Corán que incluye, por una no tan obvia necesidad, otros elementos que voluntaria o
involuntariamente son ignorados por algunas personas. En este texto, Dios mediante, haré por aclarar a la altura de mi entendimiento sobre
el tema, aquellos puntos ignorados o tergiversados acerca de la filosofía práctica del uso del hiyab, que como dije, es más que una sencilla
tela, mucho más. Es un estilo de vida. Que Dios nos acompañe en estas palabras dedicadas a su misericordia.
Víctimas de la impudicia programada. Cuando comencé mi adultez y tuve mi primera relación seria, profunda y duradera, me
llamaba la atención que mi pareja no pudiera contener la compulsión de mostrarse a otros hombres. Para mí era lógico que se hubiera
puesto linda hasta conocerme (así pensaba en ese entonces), pero después de iniciar nuestro amorío, no comprendía que persistiera
mostrando sus adornos corporales a otros varones que en respuesta se mostraban atraídos hacia ella, al grado incluso de acosarla. Si ya nos
habíamos encontrado e incluso le eran molestos los piropos, persecuciones y groserías de las que era víctima, ¿qué razón la impelía a
persistir en su exhibicionismo?
El tiempo siguió corriendo y tuve otras parejas, y siguió ocurriendo lo mismo con ellas. Mujer con la que anduviera, mujer que se
mostraba a otros hombres. Parecía una epidemia. Y a mí me ocurría lo mismo, por cierto, yo también me mostraba: con unos pantalones
ajustados, una camisa abierta en el pecho, o unos pantalones cortos, etcétera. También caía en el juego y quería de ellas lo que tampoco les
daba; esta forma de actuar se llama doble moral y es un nombre acertado en tanto señala la lucha entre dos sistemas éticos contrapuestos en
un mismo individuo, que desea para sí lo que no permite a los otros.
El ámbito ideal del eros. Así persistí hasta que encontré el Islam y redescubrí el sentido común que allí yacía en mi cabeza,
adormecido por una sociedad indoctrinada en la impudicia y en la conducta erotizante. Las reflexiones de mi adolescencia sobre el recato
profundizaron tanto con el Islam que descubrí la realidad subyacente al hecho de enseñarse a los otros de formas sensuales o sexuales: la
religión de Dios me mostraba que esto era parte de mi sexualidad, no de mi vida social, y mi sexualidad tenía su noble expresión
únicamente en el marco bendecido por el Creador del matrimonio. En la pareja consolidada por el pacto del contrato matrimonial el natural
deseo de resultar atractivos encuentra su luz sublime, es aquí y no en otra ocasión o con otra persona donde las llamadas a la procreación y
a la recreación sexual pueden y deben darse.
Despues de purificar mi ideario, de descontaminar mi creencia, de descondicionar mi mirada, de purgar mi imaginación, y dicho en
corto, de retornar a mi naturaleza primigenia, luminosa y vibrante, volver al mundo en el que vivo resultó un shock múltiple.
Súbitamente, las playas nudistas dejaron de ser un libertario parque acuático para mostrárseme como lo que en verdad son.
Los anuncios multimedia donde destacan los ululares reproductivos, los reclamos hormonales, se vieron en su dimensión correcta
y por lo tanto nauseabunda.
El entronizamiento de la epidermis. Los comunales ritos de desnudamiento para tomarse en la plaza central de la ciudad la foto de
moda sin más prenda que el frío se desnudaron de su pretendida culturalidad para mostrarse tal cual son, es decir, como un cortejo de
humillados voluntarios esclavos de su rebeldía intrascendente. La anulación del individuo y el subrayamiento de su parte más animalesca:
piaras feromónicas.
Es de destacarse que cuando las fotografías mencionadas fueron tomadas, varios hombres incontenidos acosaban con miradas,
olfateos y pasos a las nada incautas e inocentes mujeres que acudieron a transgredir al pudor para encontrar, ¿qué?, ¿otra respuesta? ¿Se
fingiran inocentes de haber sucitado una fuerza instintiva en aquellos que las perseguían como podían? Repito: ¿cómo pretendieron
encontrar otra respuesta de aquellos varones si al mostrar sus cuerpos desnudos activaban mecanismos involuntarios de un circuito casi
autónomo puesto por Dios en la mismísima fisiología de aquellos señores? Un juego muy diabólico este de provocar el hambre, alejar el
alimento y después fingir inocencia.
Y ahora, para extremar el daño, los niños y niñas. Ayer leía que en la televisión aparecen en programas de concurso niños y niñas
con vestimentas de burdel cantando temas impropios, por principio, de su misma edad. El autor destacaba que mueven sus cuerpos en poses
de franco ofrecimiento sexual.
¡Cuán lejos hemos llegado! En vez de atacar mediáticamente los centenares de robos de niños que se están llevando a cabo en éste,
mi país, en vez de informar puntualmente sobre las redes de tráfico sexual infantil y de armar a los padres con herramientas de prevención,
en vez de inculcar valores en los infantes, en vez de esto, se les pone en el camino de su propia perdición con el visto bueno de sus padres-
padrotes y madres-madrotas. De aquí a vender abiertamente a sus pequeños para el comercio franco sexual esclavista de infantes, ¿cuánta
distancia hay? Por Dios, ¿qué les ocurre a estos progenitores?
¿Dónde está la falla de este sistema, dónde el retorno a la sanidad? He mencionado en estas líneas sólo unos ejemplos de una
sociedad develada, todos ellos repugnantes. Si en el desarrollo de esta cultura se hubiera permitido que persistiera la ordenanza de Dios
sobre el hiyab, nada de lo anterior existiría, y no se crea que las comandas del Creador sobre la sexualidad son propias solamente de la
última y más reciente revelación de Dios, es decir, del Islam, ¡no! También podemos encontrar claras anotaciones al respecto en lo que nos
ha quedado del Nuevo Testamento, y en el Antiguo Testamento también se hayan preceptos prístinos sobre el tema aunque manos
maliciosas hayan querido hurtar este mensaje de recato del cuerpo de revelaciones veterotestamentarias.
Quien tenga una Biblia católica, o una que incluya los libros llamados deuterocanónicos, podrá encontrar en el libro de Daniel la
historia de Susana (que Dios preserve su memoria y la bendiga), una creyente fiel que prefería morir lapidada a permitir la vejación de dos
jueces impíos que falsamente la acusaban de adulterio por haberse negado a concederles sus nauseabundos deseos.
En la narración del juicio montado en su contra se lee que en un acto de suprema humillación pública estos falsos émulos de David
(que Dios le bendiga) tomaron el velo que cubría su cabellera y le despojaron de él. El fin de la historia se da cuando Daniel (que Dios
apresure su resurrección) llama la atención de todos destacándoles la falsedad de este juicio. El juez que atiende la causa le deja obrar y así
les llama a ambos litigantes por separado, les pregunta a cada uno bajo qué árbol había encontrado a Susana en pecado, y como para esta
pregunta ninguno de los dos se había puesto en contubernio con el otro, contestan con respuestas divergentes, lo cual les indicia obviamente
a los dos como impostores. El juicio culmina con la afortunada muerte de estos despreciables hombres. Que Dios les de el Infierno Eterno.
Ahora, el develamiento podemos encontrarlo en el evidente robo que en un principio manos demoniacas llevaron a cabo con éste
capítulo del libro de Daniel (que Dios preserve intacto su mensaje). Resulta sumamente conveniente quitar de enmedio un rollo tan claro
como este (que versa sobre el recato femenino y su resistencia a muerte al develamiento) en aras de poder terminar mostrando a miríadas de
mujeres y niñas en gestos de reclutamiento sexual para vender una pasta de dientes o una marca de leche.
Ahora la solución a este problema puede resultar obvia: el retorno a las órdenes de Dios. Así como un servidor pasó por un camino
iniciático de retorno a la pureza siempre creciente, cualquiera es invitado a recorrerlo. Hermanos, hermanas, compañeros y compañeras de
tiempo y espacio, os invito al retorno, os invito a limpiarnos de los añadidos oscuros y a resguardarnos de las malignas luces de la obsesión
egóica. Que brillen nuestras virtudes, no nuestras formas externas indiscriminadamente.

VIII. Hiyab Profundo II. "Di a los hombres creyentes que bajen la vista y guarden sus partes privadas; eso es más puro para ellos. Dios
está bien Enterado de lo que ellos hacen" S.C. 24:30

En cierta ocasión al presentarme una hermana a otra recién conversa al Islam, callé a pesar de encontrar a la nueva hermana transgrediendo
las órdenes de Dios al vestir con velo, sí, pero con un amplio escote que yo no veía directamente, pero ante el cual tampoco bajé la mirada.
Acudieron muchos pretextos a mi mente:
...si le digo algo pensará que soy un represivo, misógino, entrometido;
...si bajo la mirada se puede turbar por mi actitud y sentirse ofendida (ya me ha ocurrido);
...si no la miro a los ojos pensará que al desviar mi mirada es porque tengo alguna obsesión sexual;
...¿en verdad tengo que decirle algo?, no sé...;
...¿no debería la hermana que la acompaña haberle enseñado el correcto uso del hiyab?;
...es una recién conversa, no quiero correr el riesgo de desanimarla;
...etcétera.
Estoy seguro de que por lo menos alguna de las anteriores reflexiones la han tenido los hermanos y por ellos, y ellas, después de
haber aclarado mis dudas y cimentado mi certeza, si Dios lo permite compartiré lo que he encontrado al respecto de estas ocurrencias.
Primero analicemos el hecho de llamar la atención sobre una falta a otro hermano o hermana. Finquemos nuestra seguridad en el Sagrado
Corán. Algunas respetables aleyas que hablan al respecto son las siguientes: "¡Que constituyáis una comunidad que llame al bien,
ordenando lo que está bien y prohibiendo lo que está mal! Quienes obren así serán los que prosperen. No todos son iguales. Entre la gente
de la Escritura hay una comunidad honrada: durante la noche, recitan las aleyas de Dios y se prosternan, creen en Dios y en el último Día,
ordenan lo que está bien, prohíben lo que está mal y rivalizan en buenas obras. Esos tales son de los justos." S.C. 3.104, 113-114
Como se puede observar en la aleya 113 (3), Dios menciona a cierto grupo de creyentes que se encuentran entre la gente de la
Escritura, es decir, entre judíos y cristianos; algunas de sus características son, de acuerdo al Libro, que ordenan lo que está bien, prohíben
lo que está mal y rivalizan en buenas obras. Junto con ellos, quienes tuviéramos estas características resultaríamos ser entonces aquellos que
menciona la aleya 104 de la misma sura, quienes constituyen una comunidad que “llama al bien...”, y el Bendito nos secunda esta obra
comunal prometiéndonos otra vez más una de sus maravillosas promesas, pues concluye: “Quienes obren así serán los que prosperen.”.
¿Queremos prosperar?
Se puede inducir ya con claridad que llamar a las hermanas y hermanos al recato del hiyab, que no solamente es para las mujeres,
es parte de lo que Dios nos pide hacer, además mencionándonos su natural conclusión, pues por medio de este llamado la comunidad se
encuentra motivada a purificarse y desarrollarse, al grado que aquellos que instan a su sociedad a la rectitud cosecharán la prosperidad a
resultas de este llamado y de sus concomitantes acciones pías, como la competencia entre los creyentes por llevar a cabo buenas obras. Esta
competencia, cuán diferente resulta de las competencias de los incrédulos. La motivación y reconocimiento que el Creador otorga a tales
personas es incluso mayor que lo que podríamos pensar, pues con elocuentes palabras que revindican esta actitud se dirige a esos seres así:
"Sois la mejor comunidad humana que jamás se haya suscitado: ordenáis lo que está bien, prohibís lo que está mal y creéis en Dios. Si la
gente de la Escritura creyera, les iría mejor. Hay entre ellos creyentes, pero la mayoría son perversos." S.C. 3.110
Repitámoslo: “Sois la mejor comunidad humana que jamás se ha sucitado”, ¿en dónde cimenta y explica el Misericordioso esta
adjetivación? Con los hechos que le siguen: “ordenáis lo que está bien, prohibís lo que está mal y creéis en Alláh.”, así estampa este
grandioso reconocimiento, este galardón tan sublime de llamarles a estos hombres y mujeres “la mejor comunidad humana”. No es poca
cosa.
Nos han enseñado lo contrario, hemos sido programados a ver y a callar, y en esta Era la actitud llegará a su máxima expresión,
según lo consignan los hadices. Aunque solo nuestro sentido común nos dijera que enfrente de nosotros hay un pecado que merece
corrección, preferimos guardar silencio y seguir de frente. Nuestra programación o nuestra conveniencia resultan mayores a las órdenes del
Generoso. A fines prácticos, es como si Dios hubiera permanecido callado a nuestro respecto o peor aún, innovamos creyendo que la moral
que se nos enseñó como incrédulos es superior a la que nos inculca el Islam.
Un servidor cayó en la trampa y permaneció silencioso ante la falta flagrante de una hermana, lo siente y por ello pide disculpas.
Para equilibrar su balanza es que escribe este texto, entre más motivos. Tenía la autoridad dada por Dios para intentar algún comentario
pertinente y no la usé, ¿cuántos preferimos obrar así? ¿En verdad vale la pena adelantar esta mala acción a nuestro juicio? ¿No tentamos así
al Soberbio a pagarnos con la misma moneda? Imaginémonos el caso: nosotros no encomiamos, no guiamos, ¿merecemos entonces la guía
cuando nos extraviamos?, ¿no nos ha resultado muy fácil perdernos a lo largo de la vida a algunos de nosotros cuando no contábamos con
la guía, como para permitirnos perder a otros por una omisión nuestra? Es un riesgo alto en verdad. Dios nos libre de su peligro.
Ahora abordemos la forma de esta ordenanza que el creyente debe dar; para ello extraemos del Corán la siguiente bendita aleya:
"Llama al camino de tu Señor con sabiduría y buena exhortación. Discute con ellos de la manera más conveniente. Tu Señor conoce mejor
que nadie a quien se extravía de Su camino y conoce mejor que nadie a quien está bien dirigido." S.C. 16.125
Es claro entonces que la orden que hemos de proferir requiere de ciertas cualidades en su enunciación que algunos no tenemos
bien desarrolladas, o de plano carecemos de ellas: sabiduría es la primera, la segunda, buena exhortación. Ahora, ¿carecer de alguna es
pretexto para la quietud? Para nada. Es justo en el ejercicio de imaginar y planear de antemano estos menesteres donde el alma lima su
aspereza y construye su virtud, para terminar siendo de los llamados por Dios “la mejor comunidad” al realizarlo por fin. En esa antelación
preparatoria al momento de ordenar y prohibir con sabiduría y buena exhortación es que escribo también este texto. No es sencillo realizar
aquello para lo cual uno no está preparado. Sirvan estas palabras como una invitación a realizar estas dos buenas obras, no sólo para la
comunidad musulmana, pues como el Amado menciona en su eterno cálamo: “Si la gente de la Escritura creyera, les iría mejor.”. ¿No es
evidente así que el acatamiento de sus comandas entraña el juramento de una mejoría en sus circunstancias? ¿No resulta digna de ser
tomada en cuenta esta implicación: si creyeran les iría mejor? ¿En serio gozamos de tal posición y seguridad tal a su respecto que podemos
prescindir de la mejoría que nos ofrece el Ángel de la Revelación? ¿No convendría humillarnos y al creer experimentar el dulce fruto que se
alcanza con los incrementos que el Grandioso no escatima para sus prosélitos obedientes? Por Dios: si hemos de ser ambiciosos, seámoslo
en esto, ¡ambicionemos la gracia que nos jura quien sí cumple su palabra!
A algunos hermanos les basta pensar en el hadiz que dice que si no podemos oponernos al mal ni con la acción ni con la palabra,
opongámonos aunque sea en el interior de nuestros corazones. Seamos sinceros: ¿es nuestro silencio en estos casos un asunto en realidad
debido a nuestras conveniencias económicas, sociales, culturales, o algo parecido? Lo pido de nuevo: seamos lo suficientemente sinceros
como para admitir ante Dios que sí hemos podido actuar pero preferimos nuestra ganancia. Al final, como dije, esta ganancia a cortísimo
plazo, se ha de traducir en nuestra pérdida, porque nuestras omisiones son sólo una semilla visible de una cadena arbórea fructífera. Un acto
encierra esto. Un sólo silencio produce monstruos a la larga. Y quien lo niegue, sólo recuerde aquel consejo que no le dieron a tiempo y por
el cual tuvo que pasar por el túnel oscuro. Y sí, para obedecer a Dios se necesita crecer, ya lo dice Luqman (P): "¡Hijito! ¡Haz la azalá!
¡Ordena lo que está bien y prohíbe lo que está mal! ¡Ten paciencia ante la adversidad! ¡Eso sí que es dar muestras de resolución!". S.C.
31.17 Demos pues muestras de resolución en la ordenanza de Dios, y que el Clementísimo perdone nuestras faltas, nuestras omisiones,
nuestros pretextos, nuestros silencios, nuestras desidias, en fin, todo aquello que invocamos en nuestro extravío.
Un musulmán mexicano con el sello del Profeta Daniel.

Primera parte. Con el permiso de Dios, quiero hablarles de cómo me convertí en creyente. El recuerdo más lejano que tengo se remite a
más de 33 años atrás, en mi cuarto de infancia, donde una mujer, con permiso de mi madre, me habló de Jesús y me regaló un folleto
evangelizador de portada couché y tinta azul y negra que olía deliciosamente a imprenta. Cuando me quedé a solas con él y lo leí, me entró
mucho deseo de que se manifestara de alguna forma Dios o Jesús, y en esa intimidad que por primera vez sentía le hablé al Señor y le pedí
que si me estaba escuchando se apersonara de alguna manera para constatarle. Me quedé esperando un rato mientras volteaba a todos lados
en mi habitación con una vergüenza creciente pues me sentía algo ridículo al haber pedido ese pequeño milagro y no obtener aparentemente
respuesta alguna. Todavía no sabía que Dios cumple el pedimento del creyente cuando y como Él quiere, pero no tardaría muchas décadas
en obtener lo que había pedido.
A los veinte años aproximadamente tuve un sueño visionario en el que veía a Jesús con un nimbo iridiscente de colores plateados y
vivos coronándole cabeza y cuello y refulgiendo con una luz viva más fuerte que la del Sol que no lastimaba mis ojos; su diestra señalaba al
cielo, y su izquierda a la tierra; a la altura del corazón se encontraba el mango de una espada de doble filo que también señalaba hacia
abajo, y entre el mango y la hoja, una rosa florecida e intensamente roja que parecíame su corazón. Me miraba sin titubeo mientras
mostraba sus signos, y su vestimenta era una túnica blanquísima de lino que no dejaba ver sus pies. Era una visión beatífica y subyugadora.
Por cierto, su rostro era tal y como lo pintan, ¡sumamente hermoso!
Por esos días soñadores y visionarios había sido iniciado en la masonería y comenzaba formalmente a conocer el sentido oculto de
los símbolos gracias a los trabajos semanales que en la logia me encargaban, labor que se me facilitaba mucho, pues tenía en mi haber
cuatro largos años escribiendo poesía sin parar. De vez en cuando el tema a presentar en las tenidas era libre, es decir, podía elegir sobre qué
iba a hablar, y sin dudas escribí unas palabras acerca de mi visión, que en esos momentos, a pesar del tinte sobrehumano que tenía,
consideraba solamente un sueño. Para mi sorpresa, mis hermanos remataron mi exposición regañándome pues creían que había leído sobre
grados superiores al mío, lo cual no era mi atribución, y me instaron a no meterme en lo que definitivamente no me importaba. No les dije
nada, a pesar de lo injusto del coscorrón verbal, mas me quedé intrigado por las conclusiones a las que habían llegado por mi sueño y
decidido a averiguar de qué se trataba. Apenas pude, fui a la librería que estaba a la entrada de la Gran Logia Valle de México y compré
cuanto libro creí que podría orientarme. Leí con cuidado los símbolos de cada grado desde el primero y al llegar al grado 18, descubrí
sorprendido que los signos de mi sueño tenían un paralelo innegable con la parafernalia de este peldaño iniciático. Estaba la rosa, por
ejemplo, y sólo difería de la visión en que lo que para mi vista era una espada, para el décimo octavo grado era una cruz. Culminé pensando
que había sido iniciado, como se dice masónicamente, "en sueños", a un grado superior al mío. Por supuesto me sentí muy orgulloso,
aunque no tenía una idea clara de lo que podía significar.
Mucho tiempo después supe, gracias a la tradición musulmana, que cuando uno tiene una visión onírica con un profeta de Dios, en
verdad ha visto a ese enviado, pues no existe ser o entidad que pueda suplantar su forma engañándonos. Es decir, ¡había visto a Jesús, hijo
de María!
Y gracias a la tradición bíblica adquirí más elementos para interpretar mi visión, pues en el Evangelio, en Mateo, capítulo 17, está
escrito sobre Jesús: "...y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la
luz...", que es justamente una descripción idéntica a la forma gloriosa con que Dios tuvo a bien mostrarme a su bienamado. Esto implicaba
que no sólo había visto a Jesús, sino que le había visto, además, transfigurado.
Continuando con la Biblia, a mí me parecía extraño que el varón santo tuviera al frente de su pecho una espada, hasta que hallé su
relación con un enigmático pasaje que se encuentra en Lucas, capítulo 22 y que dice así: "(Jesús) ...les dijo «Pues ahora, el que tenga bolsa
que la tome y lo mismo alforja, y el que no tenga que venda su manto y compre una espada..." Este pasaje revela a un profeta que incita a la
guerra, sin duda alguna, y por supuesto, a la guerra defensiva, no a la que ofende, y claro está, no muchos quieren destacar este pasaje, y
menos aún interpretarlo, pues prefieren para sus congregaciones el pasmo característico de una fe yerma en obras y fructífera en palabras.
Es más cómodo referir un Jesús siempre victimizado que subrayar su enorme ira cuando expulsa sin miramientos a los mercaderes del
templo. Hagamos una pregunta que cierna un tanto la luz del pasaje citado: ¿cómo ha quedado aquel que no tenía bolsa ni alforja y que ha
vendido hasta su manto para quedarse tan sólo con una espada? Desnudo de protección material (el símbolo del manto), privado de
posesiones (alforja y bolsa) y pertrechado para la guerra (la espada, presta a la orden).
Después de estos pasajes evangélicos, ¿dónde volvemos a encontrar a la espada? En la revelación que Jesús mismo le hace al
Profeta Juan (no al decapitado, sino al venerable y longevo Juan, el discípulo más amado del hijo de María, que recibe este testimonio, de
su mismo maestro, en la isla de Patmos, siendo preso y sometido a trabajos forzados), inscrita en el libro de Revelaciones, o Apocalipsis,
capítulo primero, versículos 13 en adelante: "...y en medio de los (siete) candeleros (vi) como a un Hijo de hombre, vestido de una túnica
talar, ceñido al talle con un ceñidor de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos, como la lana blanca, como la nieve; sus ojos como llama
de fuego; sus pies parecían de metal precioso acrisolado en el horno; su voz como voz de grandes aguas. Tenía en su mano derecha siete
estrellas, y de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro, como el sol cuando brilla con toda su fuerza." Héla aquí, la espada
de dos filos nuevamente, para que no quede duda alguna a su respecto. ¿De qué es símbolo ahora?, de la palabra, del verbo que encarna la
lucha por la verdad y que separa entre la falsía y el testimonio liberador, pues según Jesús mismo declara en Juan 8 , versículo
32:"...conoceréis la verdad y la verdad os hará libres...". Y por cierto que aquí, de nuevo, aparece Jesús radiante, transfigurado, tal cual es,
sin mengua en su divina luz: "...Al Ángel de la Iglesia de Pérgamo escribe: Esto dice el que tiene la espada aguda de dos filos...",
"...Arrepiéntete, pues; si no, iré pronto donde ti y lucharé contra ésos con la espada de mi boca..."
Sin embargo, a los veinte años, mi visión me dejó en las mismas prácticamente; tendrían que pasar casi otros veinte años para que
madurara las sublimes imágenes que el Severísimo me había obsequiado, y el crisol donde comenzó la transformación fue mi propio
corazón, pues un día de un no tan lejano noviembre sentí un sopor que me obligó a sentarme, y allí, en ese sofá, quedó mi cuerpo tendido y
adormecido mientras mi consciencia tenía ciertas percataciones: con los ojos cerrados veía a un ser que enfrente mío se encontraba y
mientras sus manos entraban a mi corazón para curarlo me decía lo siguiente: "se enferma por el amor que se ha debido dar y no se ha dado,
por el amor que uno ha creído merecer y ha creído no recibir, y por el amor que se nos ha dado y hemos rechazado". Ahora sé que era un
Ángel. Y que había venido a fortalecer mi corazón para lo que en adelante vendría a mi vida. He de comentar, si Dios lo permite, que
durante la mayor parte de mi vida había padecido de fuertes tristezas que en muchas ocasiones culminaron enfermando mi corazón a tal
grado que parecíame que una espada lo atravesaba dolorosamente. Pues esto terminó por completo, jamás volví a padecer esas lesiones. Mi
corazón quedó curado gracias a los maravillosos oficios de este bendito Ángel de Dios. ¡Cómo te agradezco tu purificación; que Dios te
bendiga! Sin un corazón en buen estado, me hubiera sido imposible soportar la revelación de la verdad. Y con esa afinación y balanceo
cardiacos proseguí mi mundana vida sin muchos miramientos hasta que un día leí por eso que llaman casualidades a otro bienamado de
Dios, al profeta Daniel, que la paz sea con él. Ese día fue cuando me convertí en creyente. Allí comenzó formalmente la Odisea. Dios me
daba la bienvenida con las luces terribles y majestuosas del visionario Daniel, ¡alabado sea!
En la jerga "new age" existe un supuesto método adivinatorio llamado bibliomancia, que consiste en abrir al azar un libro sagrado
o de pretendida espiritualidad preferentemente, aunque para un bibliomante empedernido le puede bastar literatura como "El Quijote" para
sus fines. Lo que ignoran estos empaginados adivinadores es que para el Creador de la expresión, no existe cosa como el azar, y en todo,
grande o pequeño, deja ver sus determinaciones, sus señales. Mucha gente se confunde con la pertinencia de los mensajes que se les
muestran y los atribuye a causas que se enmarcan dentro de la creación y que no aluden al Creador, y tal es el caso de algunos taoístas que
piensan que los hexagramas del libro I-Ching son generados por el inaccesible Tao y no por el percatable Dios, o los adictos a la
cosmovisión de la Guerra de las Galaxias, que atribuirían los claros mensajes a la nebulosa "fuerza", cuando esa misma fuerza se enmarca
en el finito cosmos, al que antecede y precede el Creador de la energía, la materia, el tiempo y el espacio. Así pensaba a veces un servidor,
por eso lo puedo enunciar con claridad. Hasta que se abrió la Sagrada Biblia en el capítulo séptimo del libro de Daniel ante mis ojos. Las
palabras que leía se correspondían exactamente con aquello que observaba en la ventana diariamente y no podía deberse a una simple
bibliomancia, pues el presupuesto implícito de la Biblia es que consiste en una revelación de Dios, por lo que un mensaje significativo
emanado de ella tenía por fuerza que serLe atribuído, en primer lugar; entonces, si el mensaje me atañía, debía haberlo articulado
especialmente para mí en ese tiempo y espacio. Y por ende, si estaba esperándome desde hacía 2600 años, también esperaba de mí una
respuesta. Ya mi razón le había dado su acuerdo: las imágenes de la visión de Daniel empataban precisas con la realidad. Ahora faltaba mi
compromiso. O les daba la espalda, con lo que esto significaba, o me adhería a ellas, lo que me convertía de inmediato en creyente. Dios me
había puesto entre la espada y la pared. Negarme era rechazar la más increíble invitación que hubiera recibido hasta ese momento, y
también constituiría un desafío estúpido hacia Aquel que me ofrecía el mejor de los senderos. Sinceramente, Dios me la puso fácil. Acepté
de inmediato. Y como mi formación infantil había sido de católico sin pactos, resultó natural regresar a la Madre Iglesia después de haber
pasado por el culto náhuatl, la magia, el budismo, el taoísmo y alguna que otra filosofía decadente europea.
¿Pero en qué consiste la visión? En resumen, son cuatro bestias, de las cuales la última tiene diez cuernos, entre ellos despunta un
undécimo ante el que caen tres de los anteriores. Este postrer cuerno espeta enormes voces con altanería y tiene ojos similares a los
humanos. Habiendo sabido de antemano que las antenas de transmisión de microondas tienen tres sectores ocupando cada uno 120 grados
hasta irradiar una circunferencia entera, me resultó sencillo asociar los tres cuernos con cada haz de los tres que tiene una torre, y sabiendo
que de estas abominaciones salen rayos que transportan telecomunicaciones, entretenimiento y guerra electromagnética, también fue simple
concluir que cada cuerno significa una función de las mencionadas. Las grandes voces son tan estentóreas que llegan a kilómetros de
distancia, y tan altaneras, que su frecuencia penetra seres y cosas en su trayecto, cocinando a los que se les interponen. Mientras tanto, sus
ojos metaestereoscópicos ven justamente de forma similar a la nuestra, con la diferencia de que su vista no sólo es tridimensional (otra vez
el tres) sino intradimensional, pues no únicamente es visible la superficie de los objetos, sino que se les ve por dentro, sean, repito, seres o
cosas, de idéntica forma a una tomografía en movimiento.
Lo que no sabía todavía era que lo que consideraba una síntesis de los tres cuernos que caen, hacia la incorporación de sus
funciones por el cuerno que les expulsa, también era una profecía dentro de una profecía, porque un día, ante mis ojos azorados, vi cómo de
una azotea desmontaban la antena tripartita para colocar en su lugar el cuerno-nano (11), la nueva antena de transmisión exponencial, la que
emite, además de las telecomunicaciones y las frecuencias agresoras específicas, cientos de canales televisivos de basura en High Definition
a treinta cuadros por segundo. El horno de microondas a su plena potencia, la banda ancha desde las alturas cortesía del Skynet de
Terminator. Y como dice el Sagrado Corán: "...cuando el horno hirvió..." (11:40).
En el espíritu innato ("fitri") de cada ser humano yace la esperanza, y cuando la misma se topa con un mensaje de procedencia
divina que anuncia el Apocalipsis (o Tribulación), a la par de sus terribles visiones uno espera naturalmente los barruntos de redención, y
avanzando en las palabras del Apocalipsis de Daniel, encontré que sí, que allí estaba el triunfo del pueblo de los creyentes, y que el mismo
se daba, según el profeta, sin mediación de manos humanas. Era un alivio. Yo pensaba que tendríamos que hacer algo más que abandonar
nuestros teléfonos móviles y emisores varios de microondas, y no, no teníamos que ir a la batalla a tumbar con escaleras y sogas las torres
del mal. Ya es bastante con que en casi cada parte del mundo se encuentren los martillos de Thor clavando al rayo en las carnes de todos los
vivos, y profiriendo su amenaza silenciosa y su estado de sitio no declarado, como para que además tengamos que formar ejércitos de
combatientes contra el rayo, sabiendo que serán poquísimos los que acudan al enrole, y no teniendo leva instaurada en ningún lado. Además
¿quién quiere abandonar su i-Phone 7, su Blackberry, su descarga sin límites de bytes, su internet portátil, su televisión hiperrealista, su
sistema de control, espionaje y ataque?, ¿quién, por Dios? Constatar día con día que la masa se ha empotrado voluntariamente el rayo hasta
la médula y más allá y que además no va a dejarlo de ninguna forma, sería tristísimo si no tuviera la profecía su magnífica albricia: el
triunfo será de los pacientes.
¿Por qué motivo ha permitido Dios que semejante infortunio ocurra? Parte de la respuesta se encuentra entre el versículo 25 y el 27
de este capítulo, donde declara al respecto del undécimo cuerno, representante del nuevo reino de las microondas (una de las mayores
potencias económicas del mundo actual y recién surgida) que "...pondrá a prueba a los santos del Altísimo. Tratará de cambiar los tiempos y
la ley, y los santos serán entregados en sus manos por un tiempo y tiempos y medio tiempo. Pero el tribunal se sentará, y el dominio le será
quitado, para ser destruido y aniquilado definitivamente. Y el reino y el imperio y la grandeza de los reinos bajo los cielos todos serán dados
al pueblo de los santos del Altísimo. Reino eterno es su reino, y todos los imperios le servirán y le obedecerán."
Mayor fortuna no puede haber, por supuesto. Se trata ni más ni menos del acrisolamiento del selecto grupo que ha de regir al
mundo venidero, y corresponde con exactitud a la tradición de nuestro Creador, que no otorga el galardón si no lo ha antecedido la prueba.
¿De qué otra manera podría ser, si no? Hasta ahora, los que gobiernan lo hacen sin que los hubiéramos sometido a ningún examen de
calidad humana, y casi siempre nos llevamos la sorpresa de que una vez instaurados en el poder, resultan un fraude sus promesas y terminan
sirviendo a los mismos intereses que en sus campañas electorales combatían con sus discursos. Y si no, que los norteamericanos nos den su
opinión sobre Obama, para ejemplificar el punto: "Yes, he could!" Unfortunately...
Retornando y resumiendo lo esencial, gracias al acondicionamiento lingüístico que viví al estar cerca de la palabra en sus mejores
expresiones, pude acometer sin tropiezos y naturalmente la traducción factual de los signos de la profecía que Alláh otorgó al bienamado
Daniel (que Dios le bendiga); gracias a la cirugía espiritual que el Ángel tuvo la bondad de realizar en mi pecho, me fue posible enfrentar la
realidad sin que el corazón se replegara; y sobre todo, gracias a que Dios legó al benefactor del actual Irán un mensaje atemporal y
absolutamente contemporáneo, pude comprender que a lo largo de nuestra historia, el tinte del Decreto de Dios ha permeado cada uno de
nuestros derroteros sin abandonarnos a la infortunada suerte que con nuestras manos construimos.
Por lo anterior, sé sin dudas que el destino de la más alta creación de Dios es glorioso, y que verdaderamente no hay motivo para
menguar nuestros ánimos. Tomar la elección de ser creyente es fácil en estas circunstancias, por eso, cada vez que un musulmán empieza
una obra, lo hace mencionando esos atributos divinos que caracterizan al Imperecedero, tanto con su creación toda, como con sus
afortunados siervos: en el Nombre de Dios, Clementísimo con la creación, Misericordiosísimo con los creyentes, ¡albriciaos todos, pues! Es
cuanto, por ahora, inshAlláh.

Segunda parte. En mis anteriores palabras he narrado cuál fue mi puerta a la creencia: el legado de un profeta legítimo de Dios asumido
como tal. Hay gente que reconoce este tipo especial de herencias divinas como lo que son gracias a los milagros que encierran y no fui la
excepción: el milagro que atestiguo de la profecía de Daniel (que la paz sea con él) consiste en la frescura transmilenaria de un anuncio
apocalíptico que se sigue cumpliendo y que se encuentra a punto de culminar. Es decir que reconozco sus palabras como una verdad
revelada y trascendente. Lo cual no nos lleva a saber por qué me convertí al Islam, ¿verdad? Sólo se explica con lo dicho cómo fue que
decidí aceptar que Dios tiene mensajeros: el mensaje al que accedí es sobrenatural, innegable, y de evidente factura divina. Pues justamente
de la misma manera me ocurrió con el Sagrado Corán, como podrían imaginarse, pero antes de entrar en el tema coránico, quisiera explicar
cuál fue el mecanismo cognitivo que me facilitó aceptar sin resistencia la profecía del bienamado de Dios como verídica y vinculante.
En un mundo cuya humanidad ha perdido mayoritariamente la capacidad de la poesía, entender mis razones puede ser dificultoso
por principio, por lo que deseo detallar en síntesis cómo se realiza este despojo mental en las víctimas pasivas y cómo lo llevan a cabo las
víctimas propiciatorias. Sin la explicación que merece este punto de partida, le será imposible a alguien hurtado de estas capacidades
entender mi proceso. Este robo mencionado consiste en privar del mundo de las abstracciones a las cabezas de las personas, es decir, la
garra del ladrón atrapa y se lleva la facultad de la imaginación, y con ella otras tantas.
Un neurólogo moderno, por ejemplo, condicionado por un sistema universitario que más que enseñarle le programa e indoctrina,
creerá que se debe sencillamente al azar que cada vez menos gente lea o escriba. Y concluirá que también es fruto de la casualidad que la
poesía de manera creciente se aleje de la mano de los pocos lectores en extinción que todavía deambulan por allí. Un neurólogo de la vieja
escuela pensará en medio de su encanecida cabeza que algo le ha ocurrido al mundo, pues cada vez pierde más la humanidad, no sólo el
don de la lecto-escritura, sino también cada una de las capacidades neurales que nos diferencian de las fieras. Éste último facultativo tiene
más cercanía con las verdaderas causas de estas enormes privaciones que disminuyen nuestra virtud como especie y nos emparentan con las
máquinas o con algo peor. Quizá querrá investigar los procesos mediante los cuales menguamos nuestras nervaduras y con ello anulamos
sus capacidades. Empero, el problema seguirá allí: una incapacidad manifiesta de concebir los mundos sutiles siquiera como posibilidades,
adjunta a un empecinamiento mortal por preservar el estado tan cómodo que semejante estado disociado produce.
Mi historia nunca fue así. Mi vida ha estado enriquecida desde su principio por esos mismos mundos que ahora sólo son
concebibles y soportables en las pantallas de las teles, las computadoras y los cines. Mi abuela me contaba cuentos antes de dormirnos y
juntos escuchábamos los programas en Amplitud Modulada de la XEW, las radionovelas de RadioRed, las declamaciones inspiradas de los
locutores en programas especiales de poesía; mi madre narraba a sus amigos sus epopéyicas aventuras transcontinentales y multiculturales
mientras la escuchaba embelesado escondido en el pasillo de la casa; mi padre componía canciones al igual que mi mamá y además en sus
bocas los poemas más bellos se convertían en dulces arrullos acompasados por las cuerdas de sus guitarras. Recuerdo, por ejemplo, que
gracias al generoso departir de mi madre, me enteré de primera mano de innumerables tradiciones indias de los pueblos originarios de Norte
América, como sus profecías y cosmovisiones. Y no hablo de los cientos y cientos de libros que he devorado desde que comencé a leer en
forma.
De hecho, el primer día en el que estrené la capacidad de leer fue una revelación: viajaba con mi abuela en el camión y tuve la
inspiración de descifrar, como Dios me dio a entender, las palabras que se sucedían unas tras otras en el bombardeo de los espectaculares de
los edificios, las nomenclaturas de las calles, las palabras inscritas en cada superficie apalabrable. Esta experiencia resultó tan
sobrecogedora que aún late en mi piel el estremecimiento que tuve al penetrar por primera vez en este mundo sutil de los signos y los
significados. Este mundo, lector, es el paraíso perdido de las generaciones que se alejan al más abyecto olvido ante nuestros ojos azorados y
mudas bocas. Y esto también me estremece, pero ya no es una sensación agradable. Al perder los significados, han perdido los sentidos, y
son presas fáciles de los sucedáneos que los medios les ofrecen para indigestar sus sistemas nerviosos de sensaciones.
A este cúmulo de seres que se satisfacen masturbatoriamente de invasiones visuales, acústicas, táctiles y electromagnéticas les será
obviamente muy arduo recuperar el tono sensorial que han desorientado gracias a los excesos que cometen a cada momento. Con ellos se
debe partir desde cero en muchos ámbitos, y el que me atañe en este momento es el de la lecto-escritura. Cuando estamos hablando de
personas que aprendieron a leer y a escribir antes de la invasión de microondas (influencia inhabilitante de miles de procesos cerebrales,
nerviosos y fisiológicos), podemos abordar el tema desde la reeducación o el reacondicionamiento, para lo que disponemos de muchas
herramientas efectivas, siempre y cuando haya voluntad de la persona en cuestión; y cuando la población de la que tratamos es aquella que
llegó a la educación primaria después de la expropiación silenciosa del espectro del fuego invisible de las microondas, deberemos tomar en
cuenta siempre que su analfabetismo no sólo se debe a que voluntariamente se han sometido al trance del rayo, sino que además han sido su
objetivo primario desde el mismo comienzo de esta guerra que los ojos no pueden constatar, y para cuyo atestiguamiento se necesitan
justamente aquellas capacidades que el mismo horno ha impedido que se desarrollaran plenamente.
¿Por qué motivo debería iniciar una pedagogía en este momento que aborde esas potencias del ser que se han relegado al baúl del
Alzheimer? Porque sin su abordaje el fenómeno que me ha ocurrido con la palabra revelada no se comprendería. Estoy convencido de que
esta riqueza no debe ser menospreciada ni malentendida, pues en ello el sentido de nuestra existencia se perdería. La revelación profética es
el faro del fin de los tiempos, nadie encontrará más luz que ella. Es menester encuadrarla en su magnitud y destacar con justicia su sublime
trascendencia. Además, para seguir explicando lo que me ha ocurrido, debo estar seguro de que ciertos puntos han sido suficientemente
explicados; de otra forma corro el riesgo de no haber construido un puente de entendimiento entre aquellos que lean estas palabras y su
mensaje. Por esto, pondré un ejemplo sencillo de la operación de esta facultad tan necesaria que nos sirva para plantear el marco desde el
que la revelación puede ser asimilada, si Dios lo otorga.
Si en un poema el lector encontrara la frase “tus ojos de mar” será natural inferir que los ojos aludidos son, o bien azules, o
húmedos y brillantes como la superficie marina, o profundos como el fondo del océano, o todo ello junto, aunque quien lo haya escrito sólo
haya querido subrayar un aspecto de los mencionados. Estas interpretaciones no solo son posibles, sino válidas. Esta figura que asocia las
cualidades inherentes de un elemento para permitir que otro se interprete a partir de él se llama metáfora. La profecía que he comentado
abunda en este tipo de figuras, las cuales aluden al devenir de la creación de Dios a lo largo de la historia. De hecho, se adelantan a la
historia pues la anuncian sin el detalle de un ensayo de prospectiva o la verborrea de un análisis de inteligencia, ambos, productos
netamente humanos y de demostrada falibilidad.
Si usted tiene la fortuna de que en cierto domingo acuda a su casa un par de testigos de Jehová, podrá pedirles un ejemplar de la
exégesis que la Watch Tower ha realizado sobre el Libro de Daniel, y a lo largo de sus páginas hallará, no sólo representaciones literales
muy bien hechas de las imágenes que tuvo el bienamado en sus visiones, sino pareamientos puntuales y precisos de las figuras visionarias
con los sucesos históricos que las mismas anunciaban. Este pequeño libro tiene la virtud de casar cada visión con su correspondiente
acatamiento de parte de la realidad, pues se ha tratado ni más ni menos que del decreto de Dios llevado a cabo por el mundo con o sin su
acuerdo, a sabiendas o ignorandas. Esto, por sí mismo, constituye un magnífico milagro digno de destacarse, y ningún libro le ha hecho
tanta justicia como el libro mencionado. Le ruego que no lo acepte regalado, pues de esta forma será el testigo quien lo pague de su bolsillo;
páguelo usted generosamente y disfrútelo: es un libro de impecable edición, y aunque podríamos no estar de acuerdo en la parte dedicada a
interpretar los sucesos actuales y el porvenir, ello no demerita el caudal de verdades que corren por sus páginas. Este opúsculo es un claro
producto de una pedagogía religiosa brillante pues se vale de muchos recursos para lograr su cometido con efectividad, sin embargo, los
que no contamos con estas herramientas y como en mi caso, sólo tenemos la palabra, debemos actuar con elocuencia y precisión en el uso
de este poderoso medio. La meta que persigo es destacar la cualidad intrínseca de la palabra de Dios como puente que lleva al
entendimiento a través de múltiples encuadres, subrayando, no la forma literal del verbo visionario, como hacen los testigos con los dibujos
que engalanan las hojas de sus materiales, sino aquello a lo que apuntan esos símiles, esos constructos que el discurso testamentario pugna
por proyectar en el área de la visión en nuestros cerebros, luchando por conectar a su vez este mundo de suyo tan etéreo con el reino
concreto y material de nuestra existencia. Así y Dios queriendo, podremos revivificar para nuestras almas un legado que nos pertenece por
completo: la heredad profética.
Volviendo a mi experiencia, debo conceder que habiendo desarrollado casi de manera involuntaria las capacidades comentadas,
como la abstracción, la lecto-escritura, la imaginación, etcétera, me fue sencillo abarcar de un vistazo la profecía de Daniel y reconocer que
su visión no se salía del marco descriptivo del mundo que me circundaba. Reconocí también que Dios se arrogaba plenamente la autoría de
tan imponente cuadro y lo hacía a través de un milagro, milagro que consiste en describir con precisión metafórica la historia humana desde
el instante de la visión hasta nuestros días y más allá. El profeta era solamente el honorable intermediario entre el regalo de Dios y sus
criaturas. Asunto nada minúsculo, por cierto, como consta en el libro homónimo del mensajero.
¿Cómo reconocer, tal como lo hice, la verosimilitud del testamento de Daniel? Primero se ha de conceder el derecho de la duda,
éste es el umbral de paso. Luego, se deberá despojar de materialismo la lectura para llevarla a su terreno fértil, desde el que florece y
perfuma al entendimiento: Daniel se debe leer como uno leería un poema. Enseguida, debemos emparentar cada elemento visionario con su
correspondiente explicación o interpretación, y aquí, analizar si se llevan bien el símbolo y lo que representa. Para hablar de longevidad
viene bien el símbolo de un ahuehuete, por ejemplo, árbol de milenaria vida, y para señalar breves lapsos de tiempo se adecuará una flor
efémera, cuya vida acaso llega a dos días de duración, por lo que se ve que cada símbolo, cada elemento de una imagen, necesariamente es
una palabra escondida, elocuente, que merece desentrañarse, y que además no admite interpretaciones que no le sean propias, ¿verdad? Este
es un buen camino para descifrar la visión y de hecho para escanciar la riqueza, no ya de unos versos delirantes, sino del maravilloso
conjunto de dádivas de los profetas.
Empero, sigo sin explicar mi conversión al Islam. No me gustaría que se pensara que hubo un abandono en el sentido de concluir
que el Corán y las tradiciones del mensajero del Islam (que Dios le bendiga) borran de tajo las luces testimoniadas de la Biblia. No fue así.
En realidad me convertí en musulmán desde el momento en el que admití que Dios me había obsequiado un mensaje a través de un
humano como yo en apariencia, pero muy disímil en virtudes, y lo incorporé a mi vida. Este fue el paso crucial. Lo que seguiría sería sólo
una transición gradual desde un mensaje adulterado en cierta medida (la Biblia) hasta el reconocimiento de la pureza absoluta y nula
alteración del Sagrado Corán. Y en este camino, como se constata, no ha habido un segundo en el que abandonara la Biblia mi corazón.
Pero ahora, después de darme cuenta de que el Corán me permite discernir qué cosa es cierta de ella, cuál falsa, y cuál se queda en
cuarentena, sé apreciar por completo al Antiguo y al Nuevo Testamentos. Soy capaz de cernir de sus Capítulos, de sus Versículos, de sus
Libros, la luz sin sombras de su preciosa lámpara. Esta capacidad la otorga un libro en cuyos apelativos se encuentra denominado como “El
Criterio”. Vaya que lo es. Aunque demostrarlo será parte de otros párrafos, inshAlláh.
Sólo quiero por el momento destacar que “El Criterio” (Al Furqan) promete muchas cosas y las cumple todas; una de ellas es que
cualquier ámbito de la realidad se encuentra acotado por sus letras, por lo que en algún momento decidí averiguar dónde estaba la
concordancia entre la visión de Daniel del cuerno de reciente aparición y las aleyas coránicas. Contaba con encontrarlas, porque ya sabía
que el Corán era absolutamente confiable en sus promesas, pero de cualquier forma me sorprendió la suprema elocuencia con la que se
halla descrito el episodio en cuestión. En este sentido el Sagrado Corán es superior a la Biblia. Sumamente superior. Sus descripciones
tienen múltiples niveles de profundidad, y el entendimiento que de ellas podemos sacar siempre será superior al de las generaciones que nos
anteceden, debido a que su explícito mensaje acompaña la intimidad de cada nueva área de sabiduría que la humanidad conquista. Entre
más avanzamos en nuestro conocimiento, más se constata que el nivel adquirido ya estaba descrito en el Corán y además, en las palabras
que empatan con lo que recién sabemos, se encontrará siempre un adelanto que señala al escalón siguiente de ese mismo territorio recién
conquistado. Este es uno de los innúmeros milagros imbricados en las 114 Suras del Sagrado Corán. Uno solo.
He aquí las aleyas de marras: “Id hacia una nube de humo con tres ramificaciones, que no da sombra ni protege de las llamas. En
verdad, él lanza lenguas de fuego como castillos.”, Sura 77. En estas breves palabras se describen los tres sectores de la antena de
microondas, cada uno de ellos siendo víctima de llamas que no por ser invisibles a nuestros ojos, dejan de ser efectivas a la hora de
quemarnos. La transparencia ante este fuego avasallante de nuestro cuerpo y de la pared también está descrita con precisión cuando dice
que “no da sombra ni protege de las llamas”, y la distancia a la que llegan sus ígneos rayos queda apuntada cuando habla de ellos como
“lenguas de fuego como castillos”, imagen propia de un objeto de grandes dimensiones y agresivas facultades. ¿Qué decir de las
evaporaciones humeantes de los vivos que circundan tan espantosa abominación? Esas quedan señaladas en la “nube de humo con tres
ramificaciones”, para descrédito de los ojos que se niegan a ver y de los oídos que se hacen sordos a voluntad y consciencia. ¿Se vé ahora
por qué es sorprendente el Sagrado Corán?

Tercera parte. Acusar a los escribanos de la Sagrada Biblia de haberla adulterado es un juicio que debe sustentarse en sólidos
fundamentos. El primero que rememoro es que al cotejar mi Biblia católica con otras ediciones me percaté de que mientras mi ejemplar
tenía setenta y tres libros contando desde el Génesis y terminando con el Apocalipsis o Libro de las Revelaciones, otras versiones sólo
tenían sesenta y seis libros y algunas porciones de los que restaban incluso carecían de algunas partes que había descubierto esenciales.
Por ejemplificar este punto cito ciertos hurtos del estimado Libro de Daniel (P): el Salmo de alabanza a Dios que los tres varones
santos entonan en el horno acompañados del Ángel Gabriel es uno de estos robos flagrantes. Esta carencia incluso ha dado pie a que ciertos
pastores concluyan que quien acude a los castigados es Jesús mismo, cuando en la versión completa con el Salmo se puede encontrar
claramente que es el Ángel de la Revelación quien presuroso se aviene a la cita en medio de las llamas para protegerles, de idéntica forma a
como hizo Dios con el Profeta Abraham (P) cuando el déspota e incrédulo regente de su tiempo, Nimrod, preso de una ira fulminante, quiso
convertir al Mensajero en cenizas para destruirlo, igual que Abraham (P) hizo con todos sus ídolos cuando estuvo a solas con ellos en la
ciudad.
Esta interpretación equívoca de la escena en el horno ha llevado a muchos creyentes a pensar que Jesús se apersonó con el trío
devoto en un momento en el que ni siquiera había aún nacido, cosa evidentemente ilógica, pero plausible según la exégesis forzada de los
intérpretes de la Biblia que carecen en sus tomos del Salmo mencionado. Algunos que se han casado con sus versiones explican que la
ausencia del Salmo, así como de otras partes del Libro, se debe a que las porciones excluidas se calificaron cono falsas (o apócrifas, según
el uso moderno de esta palabra) gracias a que representan contradicciones doctrinales con la creencia que sostienen. Invariablemente he
indagado este punto cuando me espetan este pensamiento y descubro una y otra vez que es un indoctrinamiento de segunda mano, es decir,
no son ellos quienes han llegado a esta idea, sino que los han llevado a ella y no la han cuestionado nunca; ¿cómo se puede descubrir, tal
cual lo hago, que es así? Preguntándoles a quienes sostienen este argumento cuál es la contradicción que contienen los pasajes
supuestamente añadidos de la Biblia: nunca podrán dar razones claras que mantengan sus palabras. Más vergonzoso es pedirles que
expliquen cómo es que Jesús llega a la Tierra a laborar atributos angélicos cuando todavía no existía ni siquiera su madre. Pero los hay que
también pugnan por sostener lo anterior a pesar de que hasta donde sabemos estos atributos se los ha otorgado Dios a los Ángeles y no a los
hombres, como ha probado el pasaje de la historia sagrada mencionado en el que el padre del primogénito Ismael (P) y de Israel (P) fue
invitado a ser preservado del fuego por intermedio de los alados y benditos seres.
Estar comprometido a ultranza con la propia versión de un asunto dado se convierte en un acto de rebeldía a los ojos de Dios
cuando el discernimiento con el que nos ha dotado se opone a aquello en lo que queremos creer. Librar batalla con el raciocinio es
realmente entablar una lucha estéril contra Dios, pues el Soberano ha instituido un puente de ancha avenida directo hacia Él justo en las
herramientas de la mente. Como declara la Sagrada Biblia y el Corán también, Dios es la verdad. Incluso cualquier científico ateo
coincidirá en que el medio para llegar a ella pasa precisamente por la lógica. Si lo anterior resulta endeble a los ojos de alguno a pesar de lo
esgrimido, invito a leer el “Salmo en el Horno” a cualquiera que desee conocer de primera mano un canto de alabanza coyuntural que, en
serio, no le pide nada en forma y fondo a los bellos Salmos otorgados al Profeta David (P).
Otras expropiaciones realizadas en contra de la herencia de Daniel (P) son los Capítulos 13 y 14 de su Libro. Justifican los
ladrones su expolio arguyendo que estos Capítulos, al igual que el Salmo, sólo fueron preservados en griego y al no haber encontrado
versiones de estos textos en arameo o alguna lengua afín, deben por necesidad ser falsos. Ya quiero verles borrando de tajo todo el Nuevo
Testamento por idéntica razón, pues como sabemos, de él no tenemos más versiones para traducir que las que se preservaron en griego,
lengua que definitivamente no usó Jesús (P) para hablar siquiera con la gente. ¡Ya quiero verlos! Además, como consta en el Libro mismo
del Profeta, sus versículos aluden de clara manera al Rey de los Griegos. En esta relación deberían sustentar para comienzo de cuentas la
inclusión total del legado de Daniel en sus Biblias. Otro punto al respecto es que el mensaje de Jesús está emparentado íntimamente con el
del Profeta de Persia, no sólo por la mención que de él hace Jesús en la vivencia del trayecto que tiene con sus adeptos del Templo de
Jerusalén al Monte de los Olivos, apuntando con ella a su palabra íntegra cuando exclama “como decía Daniel, el Profeta”, sino por la
fusión explícita de las versiones del Fin de los Tiempos que ambos nos proyectan como visiones, el primero, a lo largo de todos los
Capítulos de su Libro, y el segundo, en cada declaración escatológica que realiza, desde la mención de la “abominación desoladora” hasta
su testimonio visionario consignado por su discípulo más amado en el Libro del Apocalipsis. Además, para mayor colindancia entre el
Profeta que escribía en griego y arameo, y el Profeta arameo que se preservó en griego, Jesús se encuentra anunciado en su segundo
adviento en la majestuosa visión del varón “como hijo de hombre” que desciende de las nubes para encontrarse con el Anciano de Días (que
Dios apresure su aparición).
Invito por tanto a conceder que es evidentemente claro que el Libro de Daniel debe restaurarse en toda su luz para que no seamos
acusados, ante el Juez Severísimo, de haber realizado aquello que Jesús señala casi al final de la visión que otorga Dios de su testimonio a
Juan (P), en la cárcel inclemente de Patmos, a saber: “Yo advierto a todo el que escuche las palabras proféticas de este libro: «Si alguno
añade algo sobre esto, Dios echará sobre él las plagas que se describen en este libro. Y si alguno quita algo a las palabras de este libro
profético, Dios le quitará su parte en el árbol de la Vida y en la Ciudad Santa, que se describen en este libro.»...” Libre, la clemencia de
nuestros raciocinios, del castigo divino a nuestras almas. Amén.

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