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La mencionadas condiciones fueron las que generaron una situación de crisis que
llevó a que más del 50 % de la población estuviese por debajo de la línea de la pobreza.
Esta situación es lo que genera la ruptura en la trama social que es, lo que en su
esencia constituye, el fenómeno de la exclusión social.
“La pobreza hace referencia a la carencia de recursos materiales suficientes para atender
las necesidades básicas de una población determinada, que impide vivir de una forma
digna. La noción de pobreza alude a “factores materiales cuantificables, a aquellos
parámetros que en una sociedad pueden ser considerados en un momento determinado
como el mínimo vital necesario para poder vivir adecuadamente. El pobre es el que carece
de estos medios y, por lo tanto, lo es en un sentido contextual, en función del propio
desarrollo global y de los estándares de la sociedad en la que vive.” (Tezanos 1999 citado
en Jiménez Ramírez, 2008 p.176)
En este sentido resulta aún más clarificador el desarrollo que realiza Jiménez
Ramírez (2008) quien en relación a la exclusión social y la pobreza establece
comparaciones interesantes de considerar.
“Si establecemos elementos comparativos entre los términos de pobreza y exclusión social
podemos afirmar que aunque ambos pueden tener aspectos comunes, no necesariamente
son sinónimos y a la vez tienen espacios de intersección, puesto que no conviene perder
de vista “el papel fundamental que tiene en los procesos de exclusión social, así como el
hecho de que la pobreza es, casi siempre, la forma a través de la cual se manifiesta la
exclusión. Ciertamente, la pobreza puede ser resultado de una exclusión política, social o
cultural (por ejemplo, discriminación sexual o racial en el mercado de trabajo). Pero los
prejuicios y discriminaciones sólo producen exclusión social, en última instancia, en la
medida en que provocan incapacidad para lograr unos ingresos y un nivel de vida
aceptables, generando una carencia de opciones y alternativas que los que no son pobres,
aunque estén excluidos en algún sentido, pueden, sin embargo, disfrutar” (Tezanos 2001
citado en Jiménez Ramírez, 2008 p.176)
La sociedad tiende a dividirse entre los grupos que tienen acceso a todo y los otros
(mayoría) que tienen acceso a poco implicando formas de reacciones violentas,
delincuencia y la necesidad de medidas asistenciales del estado para contener a los
excluidos.
“El término exclusión social no debe ser utilizado para cualquier tipo de privación, porque
trata específicamente de las privaciones originadas en las relaciones sociales deficientes
que impiden que los individuos hagan parte de la vida en comunidad. Se trata de procesos
de desintegración social y de ruptura de las conexiones e interacciones sociales con ciertos
grupos o individuos. Es un concepto más amplio que la pobreza, pues estudia a los
individuos y los grupos inmersos en sus relaciones familiares, comunitarias, sociales, con las
asociaciones y las instituciones del Estado e investiga las causas y consecuencias de los
desgarros y rupturas de esta red de vínculos que determinan el desempeño de los seres
humanos en sus diversas dimensiones, necesidades y capacidades biopsicosociales y
culturales de la vida.” (Escobar Triana, 2011 p.178)
“El deterioro de las condiciones de vida, agravado por la crisis económica del año 2001,
acarreó una secuela de desempleo y precariedad laboral sin precedentes. En el año 2003,
alrededor del 50% de los ciudadanos argentinos se encontraban bajo la línea de pobreza y,
dentro de este porcentaje, poco más de la mitad pertenecía a hogares en estado de
indigencia, es decir, que sus ingresos no alcanzaban a cubrir la canasta básica de
alimentos.” (Ministerio de Educación de la Nación Argentina. 2008 p.5)
Estos cambios del sistema económico social se hicieron en nombre del desarrollo,
había que lograr un país desarrollado, se incrementó el producto bruto interno a costa de
un aumento abismal entre quienes acumularon riquezas y la mayoría de la población
empobrecida. Se confundió aumento de las riquezas del país con desarrollo y se olvidó que
el desarrollo se refiere a los seres humanos y no a los objetos o estadísticas nacionales. El
mejor proceso de desarrollo será aquel que permita elevar más la calidad de vida de las
personas. Esta dependerá de las posibilidades que tengan las personas de satisfacer
adecuadamente sus necesidades humanas fundamentales.
Frente a un extraño las primeras apariencias permiten prever en que categoría
se halla y cuales son los atributos (identidad social de ese sujeto).
Estas anticipaciones se transforman en expectativas normativas, en demandas
rigurosamente pautadas.
Estas demandas no son conscientes y se las puede denominar demandas básicas
o esenciales y el carácter que se le atribuye al individuo debe ser considerado como una
imputación hecha prejuiciosa y apodícticamente (categorización, en esencia) lo que
algunos autores denominan “identidad virtual”.
Las categorías y los atributos que, de hecho, según puede demostrarse le
pertenecen al sujeto es lo que algunos autores denomina su identidad social real.
El estigma es una clase especial de relación entre atributos y estereotipia. Es
una discrepancia especial entre la identidad social virtual y la real.
El primer mito que crea la marginalidad resulta entonces ser, el de la "
normalidad", que estaría vinculado a esas categorías que se establecen.
Los miembros en grupos sociales o colectividades proveen de una base
importante para la definición media de los sujetos. De este modo en adición a los modos
o características que la gente usa para describirse como individuos únicos (a veces
referidos a la propia identidad personal) se localizan en el contexto social a través de sus
demandas a las categorías sociales que son formuladas.
Las Actitudes, entonces pueden pensarse como ideas provistas de una carga
emocional que predisponen a una clase de acciones ante un determinado tipo de
situaciones sociales.
Las actitudes no son intrínsecamente negativas pues cumplen importantes
funciones: ayudan a entender el mundo que nos rodea organizando el complejo número
de estímulos del entorno y proporcionando claridad y consistencia. Ayudan a las
personas a proteger su autoestima o auto imagen ante posibles conflictos internos o
externos. Maximizan los refuerzos y minimizan los castigos o penalizaciones
potenciales, predisponiendo a los sujetos hacia aquellos objetos que les resultan
recompensantes, al mismo tiempo que posibilitan el satisfacer sus necesidades mediante
el logro de los objetivos deseados. Las actitudes también ayudan a las personas a
expresar sus valores fundamentales. Esta expresión implica una gratificación ya que
ayuda a la realización de la identidad personal y sirve como vehículo para la auto-
satisfacción.
No obstante estos aspectos positivos, las actitudes tienen un precio: en la
medida en que los estereotipos son inadecuados o excesivamente generalizados, se
actúa de forma inadecuada o inapropiada.
Las actitudes son básicas para comprender los procesos de formación de
prejuicios, que son adquiridos a través de la identificación de un sujeto con su grupo
social, así como de la asimilación de valores mantenidos por los padres e iguales.
“Desde la perspectiva estructural, las actitudes son esquemas que se definen como
sistemas de elementos vinculados por una red de relaciones y organizados de manera
jerárquica. Las implicaciones de dicha concepción se relacionan con la idea de estabilidad
y cambio; aquellos elementos evocados con más frecuencia y más centrales en la
organización jerárquica tienen a ser más estables y resistentes al cambio. La persuasión
estaría orientada a la modificación de esos elementos.” (Parales Quenza y Vizcaino
Gutierrez, 2007 p.354)
Las actitudes no aparecen de repente en una persona sino que son aprendidas
gradualmente a través de la experiencia. Inicialmente, un determinado objeto actitudinal
puede ser percibido de forma neutral, pero, a medida que se van desarrollando nuevas
creencias asociadas con determinados atributos, consecuencias o antecedentes, estos
objetos actitudinales irán perdiendo su neutralidad.
Las actitudes son, por tanto, aprendidas y este proceso empieza a desarrollarse
en el seno de la familia. Eventos positivos o negativos y palabras positivas o negativas
son asociados por los padres con determinadas categorías y de este modo las actitudes
se van formando en los niños. La manera en que el niño es socializado, el grupo de
referencia y las pautas de socialización son importantes determinantes de las actitudes.
Cuando una categoría de personas o de comportamientos hacia ellas es
asociado frecuentemente con sucesos positivos o negativos, la persona aprende unas
actitudes hacia la categoría o comportamientos que reflejan la vivencia favorable o
desfavorable de esos eventos.
Este aprendizaje puede adquirirse a través de experiencias directas o indirectas,
pudiendo ambas ser positivas o negativas.
Esto permite comprender en relación al presente trabajo, las actitudes de los
adolescentes y adultos jóvenes al escoger los sistemas educativos a los que se iban a
integrar.
Existía en ellos una actitud negativa en general respecto al sistema educativo
formal, ya que muchas veces y por diversas razones (repitencia, problemas de
aprendizaje, conflictos con compañeros, dificultades con la autoridad, etc.) habían sido
expulsados directa o indirectamente del mismo con la consecuente experiencia negativa
de rechazo y amonestación de su persona, conllevando la consabida disminución de la
autoestima o un sentimiento de inadecuación. En general se escogían sistemas no
formales e informales de educación para dar su contraprestación por la beca. Es
importante mencionar que uno de los motivos más frecuentes que referían para estas
elecciones era el poder capacitarse para un trabajo concreto y lo más pronto posible
poder comenzar en él (Véase el apartado de análisis estadístico).
Un concepto importante es el de estereotipo, que son las creencias sobre una
categoría de personas. Un estereotipo implica la creencia de que los miembros de un
grupo concreto tienen ciertos rasgos o atributos en común.
En relación con el desarrollo de los estereotipos, dado que las personas están en
contacto con experiencias positivas y negativas con los objetos actitudinales, si las
experiencias positivas son más frecuentes y de mayor magnitud o están más
claramente asociadas en el tiempo o en el espacio con éste, entonces la actitud hacia
ese objeto actitudinal será más positiva.
Sin embargo, las personas no siempre tienen experiencias directas con los
objetos actitudinales, y la mayoría de las actitudes que se han formado en la escuela o
en el hogar están basadas en lo que la gente dice de ellas. Así, uno de los principales
determinantes de los estereotipos es lo que a las personas se les dice en sus años de
formación, sin olvidar los otros medios de comunicación (escritos, televisión, etc.) que
tienen un fuerte impacto en la formación de las actitudes.
Los limpiavidrios como fenómeno social toman su mayor importancia entre el 2002
-2004 tras la crisis de fines del 2001. La opinión pública, especialmente la clase media
argentina, arengada por los medios de comunicación masiva adopta una mirada respecto
a todos los limpiavidrios, asociándolos al delito. Esta imagen estereotipada de los
limpiavidrios es lo que lleva a las prohibiciones respecto a su actividad, en Mendoza
concretamente en la Capital y las acciones compensatorias o de apoyo asistencial que se
realizaron en diferentes ámbitos del país. En Mendoza fue el Programa Juntos.
“El alcance y número de las investigaciones sobre actitudes desarrolladas en las primeras
décadas del siglo veinte fue tan grande, que G. W. Allport (1935, 1968) las caracterizo
como el concepto más importante de la psicología social norteamericana contemporánea.
Los estudios de actitudes suponían un concepto cuantificable que prometía, tanto
posibilidades de elaboración teórica, como aplicaciones empíricas y prácticas en un
momento en el que la cuantificación se erigía como aspecto fundamental en la retorica de
la cientificidad.” (Parales Quenza y Vizcaino Gutierrez, 2007 p.353)
Para Millon, la personalidad, en su acepción más simple “(…) podría ser entendida
como la representación del mayor o menor estilo distintivo de funcionamiento adaptativo que exhibe
un organismo o una especie particular frente a sus entornos habituales.” (Millon, 1998 p.74).
Agrega que los rasgos que componen la personalidad, son intrínsecos y generales y
que surgen de una compleja matriz de determinantes biológicos y aprendizajes,
comprendiendo un patrón idiosincrásico de percibir, sentir, pensar, afrontar y comportarse
de un individuo.
“Habitantes de la calle son aquel grupo de personas que sin distingo de edad, sexo, raza,
estado civil, condición social, condición mental u oficio, viven en la calle permanentemente o
por períodos prolongados y con ella establecen una estrecha relación de pertenencia y de
identidad, haciendo de la vida de la calle una opción temporal o permanente, en contextos
de una racionalidad y una dinámica sociocultural que le es propia y particular. Dentro de este
grupo pueden ubicarse a los niños, jóvenes y adultos de la calle, a las familias de la calle, a
los recicladores de la calle, a los mendigos indigentes, a los enfermos mentales de la calle, a
los dependientes callejeros de sustancias psicoactivas, y a los grupos de los y las
trabajadores sexuales”. (Moreno y Esther, 2003 p.2)
“Las reacciones que la sociedad tiene ante estos niños tienden a ser polares y cargadas de
sentimientos contradictorios. Por un lado se desea salvarlos y por el otro se les señala,
separa y condena. En la expresión de los medios de comunicación social, en los discursos
políticos, en las opiniones de cualquier ciudadano, encontramos con frecuencia la confusa
antítesis entre un discurso paternalista que dispensa lástima, y uno molesto o asustado que
exige control” (Llorens, Alvarado, Hernández, Jaramillo, Romero y Suoto, 2005 p.18)
A los fines de lograr mejores precisiones, UNICEF (1995 p.22) establece una
distinción en dos grupos:
“Niños en la calle: son aquellos que pasan la mayor parte del tiempo en la calle, pero que
tienen algún tipo de soporte familiar y vuelven a su casa por la noche.
Niños de la calle: pasan el día y la noche en la calle y están funcionalmente sin soporte
familiar”. (UNICEF 1995 p. 22)
Manuel Llorens (2005), critica la denominación de niños en o de la calle por tres
razones: porque implica una rotulación negativa, vivido como violento y despectivo, la
categoría sigue siendo difusa, a pesar de los intentos de precisarla y finalmente porque no
da cuenta de la dinámica, de los movimientos que pueden tener los niños, niñas y
adolescentes que pasan muchas horas en las calles. Hay diferentes maneras de llegar a la
calle, no suele ser abrupta y las relaciones con las familias no son similares, la frecuencia
de contacto y las particularidades de cada vínculo varían de unos a otros. Este autor
prefiere el término de “niños y niñas con experiencia de vida en la calle” y al respecto
explica:
“Este término intenta ofrecer un marco amplio que permita incluir distintas aproximaciones a
la vida en la calle y, al mismo tiempo, pretende ser más exacto caracterizando a este agrupo
como jóvenes que han tenido importantes experiencias de vida en la calle pero que no son
“de” la calle”. (Llorens et al. 2005 p.52)
Asimismo, se estima que 100 millones de niños y niñas viven y trabajan en las calles
de las ciudades del mundo en desarrollo a esa fecha. De esos, 40 millones están en
América Latina. La mayoría de los niños y niñas en las calles (el 75%), tienen algunos
vínculos familiares, pero pasan la mayor parte de sus vidas en las calles mendigando,
vendiendo baratijas, lustrando zapatos o lavando autos para complementar los ingresos de
sus familias. Es raro que alguno o alguna de ellos hayan pasado del cuarto grado en la
escuela.
Los niños de familias más pobres realizan los trabajos más marginales, ya que el
sitial marginal y la poca solución que les da el Estado, les permite (o les obliga a), elaborar
estrategias de urgencia que les proporcionan algún recurso económico (limpieza de
parabrisas, venta de estampitas, robo u otros). A las cuales el imaginario social llama
trabajo infantil, pero que en realidad no debería llamarse trabajo, ya que realmente son solo
actividades destinadas a la supervivencia. En el presente trabajo de investigación, porque
no puede desconocerse su amplio uso en la bibliografía e investigaciones existentes, se
habla de trabajo infantil, aunque se considera más adecuado hablar de estrategias de
supervivencia en la calle.
“El trabajo como tal, tiene una función social relevante, la reproducción material para la
vida, es el “contrato de obligación social, proceso de socialización, identidad social, para
mantener la solidaridad y la cohesión social” (Kelly, 2000:10). Es así que el trabajo tiene la
función trascendente de lograr el desarrollo y cambio de la sociedad.” (Rodríguez et al.
2010 p.547)
Para las personas adultas, la ausencia de trabajo puede lesionar seriamente sus
posibilidades de construir lazos sociales sólidos, puede menoscabar su autoestima y su
valoración como proveedor de los ingresos del hogar generando crisis en la vida familiar y
muchas veces disfunciones familiares.
En nuestro país, desde fines de la década de los años ochenta, comienza a
aumentar el desempleo, situación que se sostiene salvo por pequeñas fluctuaciones, y en
la que factores como la crisis económica, la hiperinflación y el impacto de las crisis
económicas extranjeras conducen a la creación de puestos de trabajo precarizados, a un
proceso de reestructuración económica en que se multiplica el trabajo clandestino o en
negro. Asociado a esta circunstancia aparecen dos hechos que agudizan el desempleo: el
desarrollo tecnológico, que lleva al aumento del uso de maquinaria que resulta más barata
y efectiva para ciertas tareas que los hombres; la modificación de las regulaciones
laborales de 1995, que abarató los costos de despido y flexibilizó las condiciones de
protección laboral.
Este proceso generó una elevada inestabilidad laboral que recayó especialmente
en los jefes de hogar, principales proveedores de ingresos de las familias.
La desocupación ha sido la principal causa del mantenimiento de la pobreza y del
aumento de la intensidad de la misma, llegando en el 2001 ha hablarse de casi un 50% de
la población Argentina por debajo de la línea de pobreza.
“En el caso de los jóvenes los datos del año 2003 eran particularmente duros: el 57,3% de
los adolescentes entre 13 y 15 años eran pobres, y el 42,7%, indigente. Esta situación
acentuaba la presión para su ingreso al mundo laboral. Los porcentajes de finalización del
nivel secundario: entre los alumnos que pertenecían a familias con menores ingresos, solo
el 27,3% terminaba el colegio, mientras que egresaba el 73,1% de los chicos de clase
media. Esta diferencia reforzaba la convicción de que se debía asegurar una mejor
distribución de los recursos públicos y otorgar igualdad de oportunidades para todos.”
(Ministerio de Educación de la Nación Argentina, 2008 p.5)
“Alrededor del 70% de la población que tenía entre 5 y 18 años provenía de familias
pobres, y en las provincias del noroeste esta cifra llegaba a un pico del 82%. Si bien en el
año 2004 se había logrado bajar ese promedio a 40,2%, las condiciones de vulnerabilidad
social repercutían severamente en las posibilidades de los jóvenes para mantener una
escolarización regular.” (Ministerio de Educación de la Nación Argentina, 2008 p.5)
“Un trabajo realizado por niños menores de 15 años, con la excepción del trabajo
efectuado en casa de los padres” (siempre que sea una ayuda y no impida al niño asistir a
la escuela. Esta misma organización señala que no siempre es evidente cuándo el trabajo
infantil es realmente trabajo y cuándo hay que considerarlo como un sistema de
aprendizaje. Fija criterios que permiten juzgar cuando el trabajo se vuelve una forma de
explotación: si es realizado por niños menores de 6 años que trabajan en fábricas; si las
jornadas laborales son demasiadas largas (más de 8 horas diarias); si los ingresos son
insuficientes; si las condiciones de trabajo son peligrosas; si hacen peligrar la integridad
psíquica o moral del niño; si son obligados a trabajar por los padres u otras personas.” (OIT
2010a p.3)
“(…) los Estados partes reconocen el derecho del niño a estar protegido contra la
explotación económica y contra el desempeño de cualquier trabajo que pueda ser peligroso
o entorpecer su educación, o que sea nocivo para su salud o para su desarrollo físico,
mental, espiritual, moral o social.
Siguiendo este artículo es que —al igual que la OIT— este organismo considera que no
toda participación laboral es nociva, (…) cuando los niños o adolescentes trabajan con sus
padres en tareas menores donde incluso tal actividad es espacio de transmisión de
conocimientos y desarrollo de habilidades, evidentemente esto no perjudica el desarrollo
del niño. En estos contextos el trabajo no impide ni afecta el desempeño escolar, por lo
tanto, su futuro (…). Sin embargo, de otro lado, existe un trabajo mayoritario, en particular
en zonas urbanas, donde por trabajar niños y adolescentes vulneran algunos de sus
derechos consagrados en la Convención. Cuando el trabajo afecta el desarrollo integral del
niño, de modo mediato o inmediato, éste es el trabajo nocivo que nos comprometemos a
eliminar.” (UNICEF 1990 p.10-11).
“(…) toda actividad económica realizada por niños, niñas y adolescentes, por debajo de la
edad mínima general de admisión al empleo especificada en cada país, cualquiera que sea
su categoría ocupacional (asalariado, independiente, trabajo familiar no remunerado), y
que sea física, mental, social o moralmente perjudicial o dañino para el niño, e interfiera en
su escolarización: privándole de la oportunidad de ir a la escuela; obligándole a abandonar
prematuramente las aulas, o exigiendo que intente combinar la asistencia a la escuela con
largas jornadas de trabajo pesado” (OIT, 2010a p. 2 )
“Se entiende por «trabajo peligroso» realizado por niños cualquier actividad u ocupación
que, por su naturaleza o características, tiene, o puede producir, efectos perjudiciales en la
seguridad, la salud (física o mental) y el desarrollo moral de los niños. El carácter peligroso
también puede deberse a una carga de trabajo excesiva, a las condiciones físicas del
trabajo, y/o a la intensidad del trabajo por su duración” (OIT 1999 p. 6-7).
“La visión universal de la infancia como etapa privilegiada e inocente difundida por
organismos como OIT y Unicef no es compartida por los miembros de Ifejant, quienes
consideran que debe darse un alejamiento del modelo adultocéntrico (que subordina al
niño o niña frente a la persona adulta y lo ubica en el ámbito de lo privado) en pos de una
mirada que vea en la persona menor a alguien capaz de opinar y tomar decisiones sobre
su futuro, entre ellas, la de optar por trabajar. Para ellos y ellas sería más apropiado hablar
entonces de “infancias” diversas según los contextos sociales, y no de infancia en singular,
ya que insisten en que gran parte de lo que suele afirmarse sobre la niñez no es universal,
sino cultural.” (Rausky 2009 p.694)
Los discursos acerca de la niñez suelen surgir desde los llamados países
desarrollados y adoptado por los países periféricos. Aunque sus enunciados, en términos
ideales, son muy bellos usualmente no se adecuan a las situaciones reales de los países
emergentes o en vías de desarrollo. Es en estos contextos en donde surgen voces que
critican los postulados de la OIT y UNICEF, en tanto definen posiciones desde “cómodos
escritorios”, sin un conocimiento de la realidad que viven niños, niñas y adolescentes y sin
escuchar sus voces.
“Desde esta posición se postula la importancia del protagonismo infantil que (…) no es
otra cosa que reconocer la vocación de todo colectivo social a pensar, proponer y actuar
con perfil propio, con imaginación propia, con capacidad de autodeterminación propia (…).
No se promueve un protagonismo individual de la infancia sino que se busca el colectivo
social. (…). En este proceso de construcción de protagonismo infantil hay que señalar a los
niños y niñas trabajadores como una porción emblemática del conjunto de la infancia”
(Cussianovich 1997 p.108-109 citado en Rausky 2009 p.694)
“Los NATs (Niños/as y Adolescentes Trabajadores) aspiran a tener (…) una infancia no
sólo como beneficiaria de derechos (que nosotros los adultos hemos redactado para
ellos), sino como infancia activa con capacidad de contribuir a la mejora de su situación.
Estas niñas y niños no quieren verse excluidos, no quieren ser ciudadanos del futuro, sino
del presente (…) A diferencia de la infancia que viven los niños de los países del Norte, la
infancia de los niños trabajadores no es una etapa de preparación para la vida, sino la vida
misma, en la que el trabajo se convierte en una parte integral de su quehacer cotidiano.
Por ello los NATs defienden como necesario legislar y establecer el derecho a trabajar y, al
igual que cualquier otro trabajador, reclaman que sin su profesionalización será imposible
mejorar sus condiciones de vida y trabajo.” (Martínez 2001 p. 51 citado en Rausky 2009 p.
694)
Cuadro 2
Posiciones de los organismos sobre el trabajo infantil.
Como refieren Esther Picco y Beatriz Galende (2002) son miles de voces que
denuncian la dramática situación en la que viven franjas cada vez mayores de población,
cuyo acceso a niveles mínimos de calidad de vida resulta verdaderamente insostenible.
La niñez es quien recibe más el impacto de esta situación.
“Articulo 3° - Interés Superior: A los efectos de la presente ley se entiende por interés
superior de la niña, niño y adolescente la máxima satisfacción, integral y simultánea de los
derechos y garantías reconocidos en esta ley
Debiéndose respetar:
e) El equilibrio entre los derechos y garantías de las niñas, niños y adolescentes y las
exigencias del bien común;
f) Su centro de vida. Se entiende por centro de vida el lugar donde las niñas, niños y
adolescentes hubiesen transcurrido en condiciones legítimas la mayor parte de su
existencia.
Este principio rige en materia de patria potestad, pautas a las que se ajustarán el ejercicio
de la misma, filiación, restitución del niño, la niña o el adolescente, adopción, emancipación
y toda circunstancia vinculada a las anteriores cualquiera sea el ámbito donde deba
desempeñarse.
Cuando exista conflicto entre los derechos e intereses de las niñas, niños y adolescentes
frente a otros derechos e intereses igualmente legítimos, prevalecerán los primeros.”
La persona que tome conocimiento de malos tratos, o de situaciones que atenten contra la
integridad psíquica, física, sexual o moral de un niño, niña o adolescente, o cualquier otra
violación a sus derechos, debe comunicar a la autoridad local de aplicación de la presente
ley.
Los organismos del Estado deben garantizar programas gratuitos de asistencia y atención
integral que promuevan la recuperación de todas las niñas, niños y adolescentes.”
Finalmente, otro punto importante para el presente trabajo es el Artículo N° 25, que
versa sobre el trabajo adolescente:
Siguiendo los lineamientos propuestos por Picco y Galende (2002) Se puede decir
que las actividades laborales de las niñas, niños y adolescentes resultan de la
superposición de la esfera económica y la esfera doméstica.
“Ahora bien, desde el punto de vista de la OIT, no todo el trabajo infantil puede
considerarse adverso, la expresión trabajo infantil no hace referencia a todos los tipos de
trabajo realizados, en el concepto “no se incluyen actividades como la de ayudar, después
de la escuela y realizados los deberes escolares, en los trabajos de la casa o el jardín, el
cuidado de los niños o cualquier otra labor ligera” (OIT 2010 p.9).
“El trabajo infantil que debe abolirse prioritariamente es: a) el que no alcance la edad
mínima especificada por el tipo de trabajo del que se trate; b) el “trabajo peligroso” (pone
en peligro el bienestar físico, moral) y c) las llamadas “formas incuestionablemente peores
de trabajo infantil”.” (Rausky 2009 p.686)
La mayoría de los autores coinciden en señalar como causa principal del trabajo
infantil a la pobreza. Cuando la situación económica familiar no permite la subsistencia de
sus miembros, las niñas, niños y adolescentes deben realizar actividades que les
permitan ganar dinero para subsanar esta situación. En este contexto el trabajo infantil es
una “estrategia de supervivencia familiar” ante situaciones de desempleo adulto, bajos
ingresos o desintegración familiar.
Si bien lo anterior es válido, son diversos los autores que sostienen que adjudicar
a la pobreza la aparición del trabajo infantil de manera unidireccional, es cuestionable.
“…si bien la situación de pobreza de las familias es un detonante en la aparición del trabajo
infantil, ésta no es condición suficiente para explicar la emergencia del fenómeno. Se trata
más bien de una combinación de factores en los que a la situación de pobreza se suman la
insuficiencia de políticas públicas de fortalecimiento familiar y las dificultades del sistema
educativo para enseñar en contextos de diversidad. Se menciona también que los patrones
culturales son elementos que coadyuvan a la explicación del fenómeno: las valoraciones y
actitudes hacia el trabajo infantil tanto de los padres como de los niños y niñas, la
concepción sobre el rol de la infancia y la adolescencia y sus derechos, el peso de la
tradición y el imaginario de ciertos sectores dominantes que ven el trabajo infantil como
algo que dignifica a los sectores excluidos.” (Duro y Marcón 2002 citado en Rausky 2009
p.690)
Como se ve existen otras causas del trabajo infantil, encuestas realizadas por la
OIT pusieron de manifiesto la relación positiva entre el trabajo de menores y de otros
factores, como el analfabetismo, el nivel de subdesarrollo rural, la situación de los barrios
urbanos pobres, la falta de asistencia a la escuela, los niños abandonados o fugitivos, el
fallecimiento o la ausencia permanente del padre, las familias de gran tamaño y la
ocupación de los padres. Los niños que abandonaron la escuela antes de finalizar la
escolarización representan un elevado porcentaje entre los menores que trabajan.
“(…) si bien la escasez de ingresos constituye un importante factor causal del trabajo
infantil no es el único. En realidad, si se limita al aspecto de los ingresos, la pobreza explica
el trabajo infantil considerablemente menos que otros factores como las desigualdades, la
falta de educación, una gran dependencia de la economía en general con respecto a la
agricultura” (OIT 2010a p.53).