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Estudiante:

Carlos Alejandro Felipe Alvarez


Matricula:
2021-1086
Maestra:
Mercedes Ledesma Dolores
Materia:
Redacción Castellana
Tema:
Biografía de Gerard Genette
Biografía de Gerard Genette.

Crítico literario francés, nacido en París el 7 de


junio de 1930 y fallecido el 11 de mayo de
2018. Fue uno de los principales
representantes del análisis estructural y de la
teoría de las formas literarias. Fue profesor de
Literatura francesa en la Universidad de la
Sorbona de París. Colaboró en numerosas
revistas francesas como en Tel Quel y
Comunications. Rechazó todo dogmatismo,
pero se interesó por todas las épocas literarias.
Realizó investigaciones críticas sobre todo en
el campo de la poesía barroca. Se ocupó,
sobre todo, del estructuralismo, y reunió sus
mejores artículos en Figures (Figuras, 1966),
Figures II (Figuras II, 1969) y Figures III
(Figuras, 1972). En Mimologiques: voyage en
Cratylie (Mimológicas: viaje a Cratylie, 1976), realizó un estudio sobre el
lenguaje. En 1980 publicó Introduction à l´architexte (Introducción al
architexto) y en 1982 Palimpsestes (Palimpsestos), en el cual realizó un
estudio sobre el fenómeno de la intertextualidad como elemento central de la
expresión literaria. Por último, en Nouveau discours du récit (Nuevo discurso
sobre la narración, 1983), profundizó sobre los constituyentes semiológicos
de la literatura.

La obra de Genette.
.
Gérard Genette asume las posturas del estructuralismo desde el
conocimiento previo de los principios tradicionales de los estudios de la
literatura. Ello es perceptible, por ejemplo, en la atención constante que
Genette ha concedido a la retórica, bien recuperando manuales clásicos, bien
revisando sus concepciones desde otros presupuestos lingüísticos; de ahí, la
famosa titulación de sus tres primeros libros, Figures, en los que reúne
trabajos de diversa naturaleza.

La síntesis que alcanza Genette resulta enriquecedora, si se la compara con


el talante de otros críticos, más radicales en su rechazo de lo anterior, como
sucedía con R. Barthes. Frente a ello, Genette es capaz de saludar los
hallazgos del formalismo, de atender a las propuestas de Lévi-Strauss y de
Jakobson, pero sin olvidar las mejores ideas de Thibaudet, Mallarmé o Valéry.

La medida del estructuralismo.

En 1966, publicó un trabajo titulado "Structuralisme et critique littéraire", en el


que se interesa por fijar los límites de la crítica literaria, enfocada desde las
orientaciones del estructuralismo y que él fundamenta en la caracterización
con que Lévi-Strauss define el pensamiento mítico: «una suerte de bricolaje
intelectual», ya que se procede a una doble operación de análisis (se extraen
varios elementos de distintos conjuntos constituidos) y de síntesis (se
reconstruye, desde esos datos, un nuevo conjunto). Para Genette, la crítica
literaria obra de esta manera: "...se distingue formalmente de las otras
especies de crítica por el hecho de que utiliza el mismo material (la escritura)
que las obras de que se ocupa: la crítica de arte o la crítica musical no se
expresan en sonidos o en colores, pero la crítica literaria, en sí, utiliza la
lengua de su objeto; es metalenguaje, «discurso sobre un discurso»: hasta
puede ser meta-literatura, es decir, «una literatura cuya literatura misma es el
objeto impuesto»

La crítica se caracteriza por tres funciones: a) la propiamente «crítica» (que


coincide con la periodística: "que consiste en juzgar y apreciar las obras
recientes para aclarar las elecciones del público", p. 146), b) la «científica»
("esencialmente ligada a la institución universitaria", id.) y c) la «literaria», en
el sentido que había precisado Barthes de que el crítico acaba convirtiéndose
en escritor.

Es esta idea la que permite contemplar a la crítica literaria como una


«actividad estructuralista», cuyo método ofrecerá ventajas notables sobre las
concepciones anteriores sobre el hecho literario. Tal es lo que le impulsa a
construir una «nueva retórica», una especie de trans-lingüística que acogiera
el estudio de los elementos formales y estilísticos. Genette no olvida el
carácter estructural del lenguaje (admitido en todos sus niveles) con el que
propone este acercamiento estructuralista a la expresión literaria. Es uno de
los medios para alejarse del inmanentismo y de las corrientes hermenéuticas,
ya que la crítica estructural pretende iluminar las estructuras que se
encuentran en el interior de la obra y que forman su armadura latente, como
principios de la única inteligibilidad objetiva posible.

El discurso del relato.

En "Frontiers du récit", aparecido en el nº 8 de Communications, Genette


analiza los principales juegos de oposiciones con que, tradicionalmente, se
ha caracterizado al relato. Así, en primer lugar, considera la pareja
«diégesis»/«mímesis», articulada por Aristóteles en su Poética al afirmar que
el relato (diégesis) es uno de los modos de imitación poética (mímesis),
distinguiéndose entre la simple narración (cuando el autor habla él
directamente) y la imitación literal (cuando el autor habla por boca de un
personaje); Genette afirma que la imitación literal no puede conseguirse: "la
imitación perfecta ya no es una imitación, es la cosa misma y finalmente la
única imitación es la imperfecta. Mímesis es diégesis".

Enfoca, después, la dicotomía «narración»/«descripción», que de siempre ha


supuesto una diferenciación entre un aspecto activo de la narración (las
acciones y los acontecimientos) y otro contemplativo (los objetos y los
personajes), para indicar que, en cuanto modo de representación literaria, la
descripción no se distingue con nitidez de la narración: "Si la descripción
marca una frontera del relato, es sin duda una frontera interior".

Examina, en fin, la pareja «relato»/«discurso», con la que se ha separado


tradicionalmente un relato en el que nadie habla de un relato en el que el
lector es consciente de quién está hablando, para afirmar que estas
diferencias nunca se encuentran en estado puro: "hay casi siempre una cierta
proporción del relato en el discurso y una cierta dosis del relato en el
discurso".

El análisis de la obra de Proust.

Estos planteamientos le van a pemitir a Genette ofrecer uno de los análisis


narratológicos más valiosos del estructuralismo, en el que involucra con
decisión los dos términos anteriores; se trata de su Discurso del relato,
articulado como un medio de penetrar en À la recherche du temps perdu,
guiado siempre con la finalidad de articular un método de conocimiento
narratológico: "Lo que yo propongo aquí es esencialmente un método de
análisis: tengo que reconocer que buscando lo específico he hallado lo
universal, y que, queriendo poner la teoría al servicio de la crítica, pongo la
crítica al servicio de la teoría".

Genette asienta este modelo en la distinción de tres planos en el proceso de


la comunicación narrativa: a) historia, el significado o el contenido, sin
importar su intensidad dramática, b) relato, el significante enunciado bajo
forma de discurso, por tanto el texto narrativo en sí, y c) narración, el acto
narrativo productor, o conjunto de la situación real o ficticia en la que toma
lugar. Lo importante es que, de este modo, se supera la dicotomía entre
«historia»/«discurso» que, desde Propp hasta Todorov, había definido los
comportamientos narrativos. Las relaciones son evidentes: la historia y la
narración -afirma Genette- sólo existen por la magia del relato, aunque,
recíprocamente, el relato sólo sea en cuanto que cuenta una historia sin la
que no sería narrativo.

Genette aprovecha, después, las tres categorías propuestas por Todorov


para analizar el discurso narrativo -tiempo, aspecto, modo-; esto es lo que le
permite concebir el relato como una forma verbal en el sentido gramatical del
término, como si se tratara de un verbo en continua expansión; habla, en
consecuencia, de tres categorías extraídas de la gramática del verbo: 1)
tiempo (relaciones entre relato e historia), 2) modo (indica las formas y grados
de la «representación» narrativa) y 3) voz (manera en que la narración se
implica en el relato).
El orden narrativo.

Los primeros problemas a que se enfrenta Genette son los derivados de la


dualidad que impone la existencia de un tiempo de la historia (el del desarrollo
argumental) confrontado con otro del relato (de carácter instrumental: es el
tiempo en que se cuentan las acciones); de esta tensión surgen continuas
discordancias, que Genette clasifica en tres grupos: a) prolepsis (toda
maniobra narrativa que consiste en contar o evocar por anticipado un
acontecimiento ulterior), b) analepsis (evocación de un acontecimiento
anterior al punto de la historia en que se encuentra) y c) anacronías
(desacuerdos que no se someten a las dos formas anteriores).

La duración narrativa.

Dentro de la noción del «tiempo del relato», Genette confronta su duración


con la de la historia, para dar cuenta de una gradación continua que iría de la
velocidad infinita (un segmento nulo de relato corresponde a una duración
cualquiera de la historia) a la lentitud absoluta (un segmento cualquiera del
discurso narrativo corresponde a una duración de la historia nula).

Considerando que TR es Tiempo del relato y TH, Tiempo de la histoira,


Genette destaca cuatro posibilidades: a) Pausa: TR=n, TH=0, con esta
consecuencia: TR @> TH; b) Escena: TR = TH; c) Sumario: TR < TH; d)
Elipsis: TR=0, TH=n, con la consecuencia de que TR >@ TH.

En la obra de Proust, no hay ni sumarios (en unos pocos párrafos resumir un


tiempo largo de acción) ni pausas (visibles en las descripciones por ejemplo),
sólo elipsis (y es importante considerar la duración del tiempo elidido: y habría
elipsis explícitas e implícitas) y escenas (una de las grandes novedades
proustianas: puesto que la escena se convierte en un polo magnético para
toda clase de informaciones y de circunstancias ajenas).

La frecuencia.

En las relaciones entre relato e historia, Genette integra los problemas del
aspecto, ya que un hecho no sólo se produce, sino que también se puede
repetir (en lo que sería la recurrencia de un mismo acontecimiento) y, a la
vez, un enunciado narrativo puede ser reproducido una o varias veces en un
texto. Las posibilidades básicas serían las siguientes: a) 1R/1H: contar una
vez lo que ha pasado una vez; b) nR/nH: contar n veces lo que ha pasado n
veces; c) nR/1H: contar n veces lo que ha pasado una vez; d) 1R/nH: contar
una sola vez lo que ha pasado n veces.

El primer y el segundo caso se denominarían "relato singulativo" (la forma de


relato más corriente), el tercero, "relato repetitivo" (frecuente en los procesos
epistolares), y el cuarto, "relato iterativo" ("Todos los días de la semana...";
usual en descripciones).
El modo.

El modo se refiere a la variación de los grados narrativos; se puede contar


«más o menos» lo que se cuenta y contarlo «según tal o cual punto de vista»;
de esta manera, el relato puede suministrar al lector más o menos detalles y
de manera más o menos directa, de forma que se mantenga a mayor o menor
«distancia» de lo que cuenta.

El modo regula también la información que presenta según las capacidades


de conocimiento de las partes de la historia, en lo que sería la «perspectiva»;
en este apartado, se encauzan problemas como saber quién es el narrador o
quién el personaje cuyo punto de vista orienta esa perspectiva; como ya
indicó Todorov, habría tres posibilidades a este respecto: a) el narrador sabe
más que el personaje, b) el narrador sabe lo mismo que el personaje y c) el
narrador sabe menos que el personaje; Genette, con estas modalidades,
habla de tres tipos de relato: a) relato no focalizado, b) relato de focalización
interna (en el que no se abandona nunca el punto de vista seleccionado) y c)
relato de focalización externa (el lector nunca conocerá las motivaciones que
guían la conducta del héroe).

La voz.

Genette determina que un enunciado cualquiera sólo se puede descifrar


cuando se considera a quien lo enuncia y la situación en la que se enuncia;
de ahí, la pertinencia de la categoría de voz (aspecto de la acción verbal,
considerada en sus relaciones con el sujeto), que se dedica a determinar la
relación del narrador con respecto a lo que está contando; hay dos
posibilidades básicas: el relato heterodiegético (el narrador está ausente de
la historia) y el homodiegético (el narrador está presente como personaje de
la historia) o autodiegético (por cuanto el narrador es el héroe de su relato).

Como puede comprenderse, tras esta rápida valoración, el «Discours du


récit» que contiene Figures III constituye una de las más lúcidas
interpretaciones narratológicas, tanto por su capacidad de síntesis como por
los distintos caminos que inaugura.

La arquitectura textual.

Genette se ha interesado no sólo por describir el modo en que se construye


el discurso narrativo, sino por las cuestiones que rodean a la obra una vez
producida, es decir, las conexiones que los textos podían mantener entre sí;
es decir, se trata de analizar el modo en que ese texto se informa por una
serie de elementos significativos que la rodean (prólogos, notas, dedicatorias,
títulos, subtítulos, etcétera). A estas dos cuestiones dedicará dos importantes
libros en la década de los ochenta: Palimpsestes (1982) y Seuils (1987).
En Palimpsestos amplía la mirada de los procesos comunicativos que afectan
a la literatura; propone que el objeto de la poética no debería ser el texto en
sí, sino el «architexto» o lo que sería «la literariedad de la literatura», es decir,
todos los tipos de discurso, modo de enunciación, géneros literarios de los
que depende cada texto singular. Para estudiar este tipo de relaciones,
Genette aventura el término de «transtextualidad» y configura una
clasificación de cinco categorías:

1) La intertextualidad (en la línea de J. Kristeva): "una relación de copresencia


entre dos o más textos, es decir, eidéticamente y frecuentemente, como la
presencia efectiva de un texto en otro" (p. 10). Con estas modalidades: la cita,
el plagio (copia no declarada, pero literal) y la alusión (el significado de un
enunciado depende de otro).

2) El paratexto, que supone una relación menos explícita y más distante que
el texto mantiene con esa serie de materiales que luego estudiará en Seuils:
título, subtítulo, intertítulos, prefacios, epílogos, etc., que pueden ser
esenciales para la recta comprensión de los significados de la obra (el Ulises
cuando apareció por entregas tenía títulos en los que se evocaba la Odisea
que luego James Joyce eliminó, por ejemplo).

3) La metatextualidad o «comentario» que une un texto con otro sin citarlo


explícitamente, tal como sucede en La Fenomenología del espíritu de Hegel
con Le Neveu du Rameau; es, por tanto, una relación crítica.

4) La hipertextualidad (objeto del libro): "Llamo, pues, hipertexto a todo texto


derivado de un texto anterior por transformación simple (diremos en adelante
transformación sin más) o por transformación indirecta, diremos imitación".

Es decir, se trata de una forma de derivación de orden descriptivo o


intelectual, que implica un grado de transformación; así, La Eneida y el Ulises
son, en grados distintos, dos hipertextos de un mismo hipotexto: La Odisea.

5) La architextualidad, que, en sí, es una relación muda, fijada en menciones


paratextuales (títulos o subtítulos) que cumplen funciones taxonómicas,
mediante las que el texto remite a unas informaciones de sus cualidades
genéricas (aspecto importante para abordar el estudio de las corrientes que
desembocan en obras que resultan inclasificables: La Divina Comedia, por
ejemplo).

El análisis de la ficción.

En Ficción y dicción de 1991, Genette analiza los regímenes, los criterios y


los modos de la literariedad, con la intención de averiguar en qué condiciones
puede percibirse un texto, ya sea oral o ya escrito, como una «obra literaria»:
"...o, en sentido más amplio, como un objeto (verbal) con función estética,
género cuyas obras constituyen una especie particular, definida, entre otras
cosas, por el carácter intencional (y percibido como tal) de la función".

Genette habla de dos regímenes de literariedad: 1) el constitutivo (que estaría


garantizado por un complejo de intenciones, convenciones genéricas y
tradiciones de todas clases) y 2) el condicional (que corresponde a una
apreciación estética subjetiva, siempre del lector).

Además del régimen, Genette señala que hay que tener en cuenta la
categoría del criterio en que se basa ese diagnóstico de literariedad: a)
temático (relativo al contenido del texto) y b) remático (formal, relativo al tipo
de discurso).

La conexión de estas categorías define los modos de literariedad. El criterio


temático desemboca en el modo de ficcionalidad (es la propia actitud de
lectura la que permite percibir ese alejamiento con respecto al mundo real) y
el criterio remático determina dos modos de literariedad por dicción: a) la
poesía (sus rasgos formales se encargan de asegurar ese reconocimiento) y
b) la prosa no ficcional (que sólo puede percibirse como literaria de forma
condicional, es decir, desde un texto que remita a esos modelos). La dicción,
por último, afecta a las cuestiones de estilo. Véase también ficción.

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