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ANT} ae L ae Mi HISTORIADDR OP Cm ALE ear ea caer maitalect CAPITULO IIT EN LOS ORIGENES DE LA HISTORIA CRITICA “Por primera vez se erigia la historia sobre su verdadera base; el hecho palpable, pero totalmente desapercibido hasta entonces, de que el hombre necesita en primer término comer, beber, tener un techo y vestirse, y por to tanto, trabajar..”" Federico Engels, “Carlos Marx", 1877. Si rechazamos abiertamente volver a hacer la historia abu- trida, complaciente, cémoda y estéril de los historiadores | Positivistas, y si queremos eludir conscientemente el caer en los mas de siete pecados capitales del mal historiador, ebemos entonces intentar construir y elaborar, y luego en- , una historia nueva y diferente, que sera también sin luda una historia critica. Y silo que deseamos es ser capa- s de inscribir nuestra labor como historiadores 0 como tificos sociales dentro de este terreno de la historia crifi- i, lo primero que tenemos que hacer, es volver de nuevo la sta hacia los fundamentos mismos de esta historia critica tem pordnea, hacia aquellas que fueron sus primeras ver- es, y que afirmandose en tanto que tales, son las que entaron las bases de toda historia critica posible. texto citado. Se sugiere inadvertido, n. del e. ¢ Ya que la historia critica ro es uN proyecto reciente, ni una preocupacion que haya aparecido solo en los altimos tiem- pos, sino que es, en Jas modalidades especificas que hoy presen- ta, un proyecto que practicamente acompana, desde su propio nacimiento, a los discursos y a las formas de hacer historia que hoy podemos Tamar estrictamente contemporti- neas. Formas que habiendo comenzado su desarrollo singu- lar, desde la segunda mitad del siglo XIX cronoldgico, se han desarrollado y complejizado de diferentes maneras, para mantenerse hasta el dia de hoy, como las especificas formas vigentes de hacer historia hasta la actualidad. Corlos Antonio Aguirre Rojas Porque cuando investigamos con mas detalle, acerca de los origenes historicos de los tipos de historia que hoy son to- davia vigentes en el mundo entero, resulta claro que dichos origenes se encuentran en esa segunda mitad del siglo XIX cronolégico. Ya que es en estas tiltimas décadas cle ese siglo XIX que se afirma, por un lado, el modelo de la historia po- sitivista que antes hemos mencionado, y que intenta “co- piar” la “exactitud” de las ciencias naturales, promoviendo una historia puramente descriptiva, factica, empirista, €S- pecializada y reducida a “narrar los hechos tal y como han acontecido”, mientras que del otro lado se va configurando y difundiendo, también progresivamente, Ja primera version de la historia critica contemporanea, que es justamente la historia que se encuentra jncluida dentro del complejo y mas vasto proyecto critico de Carlos Marx. Asi, es claro que ha sido Marx el que ha sentado los funda- mentos de la historia critica, tal y como ahora es posible concebir a esta altima, y tal y como ella se ha ido desarro- flando a lo largo de los tltimos ciento cincuenta amos. Ya que no existe duda respecto al hecho de que, después de z Antimanval del mal historiador M : res = he nit en mayor o menor medida enel tipo de co tael oe y cientifica que él ha promovido y estableci- oa rou ido afirmando, a lo largo de todo el siglo XX pees - ntas corrientes, autores y trabajos gue Sak ce eda ‘marxistas’, han alimentado ak le el acervo de los pro; SS el ace gresos y de los d . ae aa oe del siglo XX. y june, res de la Escuela de Frankf 1 i i ‘rankfurt que | Seis LACE y hasta los autores de la fais manent ame coe a o de la historiografia critica , orld-system analysis” (del isi : : el andlisi a Pica Sh ard por los trabajos sain é istas polaca, o alemana, o itali i | Aiden entre muchas otras, son todas sien ser | sees y proyectos intelectuales que es veihatt a eens ee esa vasta presencia global y dentro de es artanee via viva y poderosa, de esa primera ver- ote storiografia critica, que ha sido la historia de a y propuesta por el propio Marx. : Y si bien la caida del Muro de Berlin en ( 1989, ha signifi oO” oom Da Ms todos esos proyectos de ans ice te Cay i ey dentro de sociedades esencialmente Si csydel i a sooo carecian de las condi- a 4 4 ecesarios, en lo econémi- eae, lo politico, yen lo cultural, para shih i cisidan es no capitalistas —, también es claro que em , para nada, el fin del discurso critico y de la a = cas critica marxistas, que encuentran en sina mento, Ho en esas sociedades del socialis- _ existente que hoy estan en proceso de cam- pic hte a 0S; sino en las contradicciones esenciales el capitalismo, hoy mas vivas y apremiantes que Carlos Antonio Aguirre Rojas a nunca, asi como en la necesidad todavia vigente y urgente de Ja necesaria superaci6n historica de ese mismo capitalismo. Puesto que si es claro que, en donde hay explotacién habra lucha en contra de esa misma explotacién, y si donde hay opresién habra siempre resistencia, y si es una experiencia reiterada de la historia, que la injusticia y la discriminacién sociales engendran también ineludiblemente la rebeldia y la sublevacién contra dicha discriminaci6n e injusticia, en- tonces también es evidente que mientras exista capitalismo habra un pensamiento critico, destinado a explicar su natu- raleza destructiva y desp6tica, y a orientar la reflexién que ilumine la lucha contra ese capitalismo y la bsqueda de las vias concretas de su superacion real. Por eso, y en contra de las visiones simplistas y siempre apresuradas de ciertos pe- riodistas y de ciertos politélogos actuales, el pensantiento cri- fico sigue mds vigente que nunca, junto a la necesidad y posibilidad de una historia igualmente critica. ¢Cuales son, entonces, las lecciones todavia vigentes para una historia atin critica, derivadas de su versién marxista fundadora y originaria?. La primera de ellas, en nuestra opinion, se refiere al estatuto mismo de la historia, es decir, a la necesidad de concebir que toda la actividad que desa- rrollamos, y todos los resultados que vamos concretando, estan claramente encaminados hacia la consolidacién de un proyecto de construccién de una ciencia de la historia. Una ciencia de la historia que, de acuerdo a la nocién del mismo Marx, deberia abarcar absolutamente a todos los territorios que hoy estan ocupados por las llamadas “ciencias socia- les”, y que en la medida en que hacen referencia a los dis- tintos aspectos, actividades, manifestaciones 0 relaciones sociales construidas por los hombres, en el pasado 0 en el gz Antimanual del mal historiador rae engloban igualmente dentro de esa “historia de oe 3 cuyo estudio corresponde justamente a dicha teases rica. Ciencia de la historia que entonces, y con- oo eigenen dimension, es para Marx una historia ; Gee ae una historia que posee la amplitud ete a ial-humano en el tiempo, considerado en ©xpresiones y manifestaciones Posibles. fy, Sena de nuestra disciplina, concebida en esta englobante definicion, que se h Se hace necesario rej Tar ahora de nueva cuenta, tanto frente a las Maiseereiiag que pretendiendo “defender” diend una fanta: “i idad” _ dura la historia, distinta de las Shdentidaciegt pecs | sd Ete bglogti la economia, la psicologia, etc. ee E n reduciéndola también al simple trabaj i di ee cnicn, de antigiiedades y di i een “cosas del pasado”, erudito ¥ positivista, e so como Mare Bloch lo ha repetido, la historia es la 1a que estudia “la obra de los hombres en el tiempo”, ‘0 de esta declarada vocacién de Carlos Antonio Aguine Rojos £ de teorias de orden general, y que busca y recolecta dichos hechos y acontecimientos histéricos, para ensamblarlos e insertarlos dentro de explicaciones cientificas comprehensivas, y dentro de modelos de distinto orden de generalidad, que definen tendencias de comportamiento de los pracesos sociales, y regularidades de las lineas evoluti- vas de las sociedades, a la vez que dotan de sentido y de significacién a esos mismos sucesos y fendmenos histéricos particulares. Nocién fuerte de la historia como verdadera ciencia, que implica entonces que la historia, como cualquier ciencia, se haya ido configurando a partir de diferentes y complejas tradiciones intelectuales, estando atravesada por debates teéricos, epistemoldgicos y metodolégicos, y apoyadaen un amplio conjunto de teorias, de paradigmas, de modelos tes- ricos y de armazones conceptuales diversas. Lo que des- miente entonces, la repetida frase de que “el buen historiador se hace en los archivos”. Porque nunca sera dentro de los archivos, en donde el historiador se pondra al tanto de esas tradiciones, debates y teorias que conforman el verdadero edificio de su ciencia. Y de lamisma manera en que el fisico va al laboratorio, o el bidlogo a la practica de campo, solo después de haber aprendido lo que es, lo que investiga, lo que quiere comprender y resolver la fisica o la biologia, asi el buen historiador solo va al archivo después de que ha asi- milado lo que es y lo que debe ser la historia, y luego de haber definido con claridad una problematica historiografica determinada, desde y con las teorias, la metodologia y los conceptos y categorias de su propio oficio. Y también es claro que, aunque la historia incluye sin duda una cierta dimensién artistica, y otra dimensién narrativo- gs Antimanval del mal historiador fons aes dimensiones que cuando son conocidas y bien pe tha ee el trabajo y los resul- a e' Aistoriador, sin embargo la historia no se reduce a més alla de la mera transmisio: i i n de las técnicas de fich ae ir ’ fromclonias y de series de datos, ¥ eaten ondicion de simple crénica de fechas, lug; : , lugares y suce- at ae es a m a la Hen retlucido pices Fee ‘os historiadores y de | i ce y de los malos profesores de his- os etter importante de esta historia cientifica n arx, ¥ que sigue manteniendo tod i gencia hasta el dia de hoy, es el d i pee a s bir a la histori todas sus dimensiones, temati eae S itotiadis , tematicas y problemas abord. como una historia profundame: Z epienie nte social. Es deci Mas de estudiar a los indivi jn E iduos, a los grand j de todo tipo y a las éli ‘ iedee tl tes y clases dominantes, la histori lebe investigar también wibesila tag F alos grandes grupos social Masas populares, a las clases social, tpt : i les mayoritarias conjunto de los Pprotagonistas hasta ities mu’ bana ” Be fe Justamente a Marx, a quien debemos la incorpora- istemuitica de las clases Populares como verdaderos 2 protagonistas de la historia, al habernos ilustrado como han sido los esclavos y las comunidades arcaicas, lo mismo que los siervos, los obreros, los campesinos y los grupos socia- les explotados y sometidos, los que en gran medida “han hecho la historia”. Clases sociales sometidas, que involucradas dentro de un conflicto social o lucha de clases que atraviesa una gran parte de la historia humana, —y en particular, aquella que ha comenzado luego de los miulti- ples procesos de disolucién de las muy diversas y variadas formas de la comunidad, que estan en el punto de partida de fodas las sociedades humanas —. han ido tejiendo con su trabajo cotidiano y con su actividad social permanente, pero también con sus luchas y con sus acciones de resistencia y de transformacién, el especifico tejido de lo que en térmi- nos coneretos ha sido y es justamente la historia humana. Carlos Antonio Aguizre Rojas Y esclaro que no hay historia cientifica 0 critica posible, que no tome en cuenta, por ejemplo, a las formas de la cultura popular, oa los grandes movimientos sociales, @ las expre- siones de la lucha de clases 0a los grandes intereses econ6- micos colectivos, lo mismo que a las grandes corrientes de los diversos contextos y las creencias colectivas 0 a condicionamientos sociales generales de cualquier proceso, fenémeno o hecho hist6rico analizado. Lo que no implica, ni mucho menos, que dejemos de estu- diar a los individuos, alos grandes personajes, a las élites, pero si en cambio modifica de raiz. el enfoque tradicional desde el cual han sido, y son atin a veces abordados, estos grupos o clases minoritarias y estos individuos. Porque todo individuo es fruto de sus condiciones sociales, y son estas filtimas las que determinan siempre Jos limites generales de sus acciones diversas. ¥ si bien su propia accion, es Un 2 ai nents influir en el cambio de estas mismas cir- cunstancias, lo es solo dentro de los mar, ij ; tendencias, una vez ma: i ieee om - ; s sociales, de la evoluci6n iff ‘ I especifi que vive esa sociedad determinada en esa época o a to también particular. sel Antimanval del mal historiador “aa mat la historia critica es social en un doble sentido: ee za ny era fh a para la explicacién de cual- I meno histérico, tiene que involuer . e bi peer serra los grandes actores colectivos que ae Sass cbtiaas eo y que son siempre el entorno in- , tanto de la formacion como de las acci . 8 a8 pent pace eae personaje individual. Y en segundo lu s grrr! i Ee que panes cualquier suceso 0 aaa! 1 nvuelve dentro de un determinado y mal a pote social general, que lo condiciona y Sree ee ee como sus posibilidades de reper. inada. Y parece ser claro dencias mas marcadas di i SD ah isi encia le practicamente fodas | i historiograficas que se hi cried ae. an desarrollado durante el si é e e lo XX, ae ome y obvia excepcién de la tendencia nea Bcc ae os historiadores, ha sido ésta de incorporar a los Bre “al prac Seer oa sensibilidades colectivas, a a ;, a las formas de conciencia ma’ ones , a las clases y movimientos sociales en todas bai de : ence LG de los terrenos y de las perspectivas i. aes le la historia. Lo que, necesariamente, ha sido 5 he ae de esa introduccién sistematica de los \ xtos sociales — politicos, intelectuales, orc es j ee cos, civilizatorios, etc. — dentro de las explicaciones his- ‘as cotidianas, ; ome importante de la historia que Marx ha cons- ), la tercera, es su dimensién como historia materialis- Carles Antonio Aguirte Rojas z ia. ¥ no en el sentido vulgar, aunque muchas veces repeti- do, de que lo “espiritual” sea un simple “reflejo” directo o dependiente de lo material, sino mis bienen la linea de que, en general, resulta imposible explicar adecuadamente los procesos culturales, las formas de conciencia, los elementos del imaginario social, las figuras de la sensibilidad colecti- va, etc., sin considerar también las condiciones materiales en que se desenvuelven y apoyan todos esos productos, y to- das esas manifestaciones diversas de los fendmenos inte- lectuales, y de la sensibilidad humana en general. Porque las ideas no flotan en el aire, separadas de los hom- bres y de los grupos sociales que las producen, y los pro- ductos de la cultura, de la conciencia o de la sensibilidad, solo se hacen vigentes en la medida en que se encarnan y “materializan” en determinadas practicas, en instituciones, en comportamientos y en. realidades totalmente materiales. Lo que, sin embargo, no elimina el hecho de que el tipo de relacion especifica y concreta que se establece, entre esa di- mensién intelectual y sus condiciones materiales de produc- ciény de efectivizacion, sea un problema abierto y por establecer, y que puede abarcar desde la forma de la condensacién o la transposicién sublimada que a veces se expresa en el arte, hasta la forma del “reflejo invertido” que en ocasiones des- cubrimos en la religion, y pasande por diversas y complejas variantes como la de la “ traduccién’”, la negacién, la simbolizacién, la construccién de fetiches o las multiples figuras de una cierta reconstruccién diferente de ese mun- do material en el nivel cultural. Por lo tanto, afirmar que la buena historia critica debe de ser también materialista, solo implica que no es posible ha- cer una historia, por ejemplo de Jas Hamadas “mentalida- 2 Antimanval del mal historiador des", sin considerar los contextos sociales, politicos, econé- micos y generales de esas mismas “mentalidades”. Es de- cir, que debemos evitar una historia idealista de los fenémenos culturales e intelectuales, como la que ha escrito por ejemplo Philippe Aries. O también una historia pura- te logocéntrica, y puramente ocupada del plano iscursivo o conceptual, como la ny enacts que proponen Hyden En cambio, la buena historia debe estar siempre atenta, cuan- do se ocupa de esos hechos, fendmenos y procesos del Ila- mado “espiritu humano” —y que nosotros llamariamos mas bien fenémenos de la conciencia y de la sensibilidad socia- les—, de las condiciones materiales que acompaiian y se imbrican con dichos fenémenos intelectuales, conscientes de que el tipo de relacién que se establece entre ambas esfe- ras, la material y la “espiritual”, es un problema abierto y por investigar y redefinir en cada caso concreto, pero segu- Tos a la vez de que sin esas condiciones materiales, no es realmente comprehensible la naturaleza profunda y el sen- tido esencial de todos esos fendmenos de la mente y de la economia psiquica de los individuos y de las sociedades. Y es precisamente este error, de ignorar la importancia de pesa base material y de ese conjunto de condiciones reales, el que reencontramos no solo en muchas de las versiones de la historia de las “mentalidades” antes referida, sino tam- bién en multiples historias de la religién, del arte, de la lite- tura, de la cultura y de las ideas, que prosperan dentro del gremio de los seguidores de Clio. E incluso, y muy fre- cl entemente, en muchas de las historias predominantemen- te politicas que han escrito los historiadores positivistas de estro pais, historias donde también ese nivel de lo politi- ‘Coros Antonio Aguirre Rojas & co parece “cerrarse sobre si mismo” y ser totalmente autosuficiente, y en donde se ignoran por completo también las condiciones sociales reales y las condiciones materiales de esas procesos politicos que se estudian. La cuarta posible leccién derivada de los trabajos de Carlos Marx, para una historia genuinamente critica, es la relevan- cia fundamental que tienen, dentro de los procesos sociales globales, los hechos econdmicos. Una lecci6n marxista que quiza sea la mas vulgarizada y la mas mal interpretada de todas, por parte tanto de los historiadores, como incluso de una gran mayoria de los cientificos sociales. Y ello, debido a la amplia difusi6n e influencia importante del marxismo vulgar en practicamente todo el mundo, y a lo largo de casi todo el siglo XX cronoldgico. Porque esta leccién no impli- ca, ni mucho menos, que todos los fenémenos sociales de- ben de “reducirse” a la base econdémica, ni que la economia es la “esencia” oculta o el “espiritu profundo” escondido de todo lo social, sino simplemente —jsimplemente!— que, en Ja historia que los hombres han recorrido y construido des- de su origen como especie y hasta el dia de hoy, los hechos y las estructuras econémicas han ocupado y ocupan todavia un rol que posee una cenfralidad y una relevancia fundamenta- les innegables. Lo que significa que dichos procesos sociales globales son incomprensibles sin la consideracién de las evo- luciones y la naturaleza determinada de esa dimensién eco- némica, pero no significa, en cambio, que debamos buscar cual es, por ejemplo, “la base econémica de la pintura de Picasso”, o la “estructura econémica en que se apoya esa “superestructura’ que ha sido el arte surrealista”, lo que es a todas luces una empresa ridicula y sin sentido, a pesar de haber sido alguna vez planteada por los marxistas vulgares de Francia en la primera mitad del siglo XX. gz Antimanval del mal historiador Reconociendo ento: : ences esta centralidad de | i a . interpretacion de los Procesos sects Haida Brobales, el buen historiador critico sabe también an ins Te- niveles i ay ace Seen hasta la posibilidad de relaciones cla- ati 's de determinacién directa de ese mismo ni Dasara Z one nuevamente por vinculos de ncia, © condicionamiento sé]o ecteuee de limitacién indirecta o de ay ane ey tices de influencias de mayor o de menor peso seaiiass d iP ws ee calificar de obras de “historia economica”, te Ss eee por Rosa Luxemburgo © por Neary man, otros—, hasta las variantes simplificadas

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