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Ante una reforma de tal magnitud siempre es bueno reflexionar no solo respecto a lo
que se hizo sino también a lo que “no” se realizó, ámbito en el que, en este caso, todas las
críticas son pocas, máxime si se considera los procesos de transformación profunda que se
están realizando en casi todas las provincias argentinas y en numerosos países de la
región.
Pero, en ese amplio abanico , exhibe, como común denominador, una manifiesta
carencia de unidad ideológica, porque, por ejemplo, mientras incrementa la importancia
del actor penal, en una adhesión al sistema acusatorio , simultáneamente mantiene los más
recalcitrantes resabios del sistema inquisitivo como son el inicio de la instrucción de oficio,
la figura del Juez de instrucción y las facultades probatorias del tribunal en el plenario, el
que, por regla, sigue siendo el único escrito de la Argentina.
En general, todo lo legislado en este aspecto apunta a dar mayores garantías con
relación a la actuación de la prevención, la que continua en la órbita del Poder Ejecutivo,
por lo que encontramos lo mismo con algunas pequeñas mejoras.
Es así que por un lado se introducen alternativas al encierro cautelar, el que queda
por tanto limitado a aquellos casos donde la prisión preventiva sea la única manera de
asegurar que no se afecte la investigación o que el sospechoso se sustraiga a la acción de
la justicia, en una manifiesta reivindicación del derecho a la libertad y al principio de
inocencia, y por otro lado se permite para los plazos de la etapa preparatoria un sistema
tan amplio de prorrogas que reciente la seguridad jurídica de los imputados.
También, acorde con las nuevas modalidades que prevé, regula el dictado de ese
encierro cautelar de manera especial tanto para los supuestos de instrucción a cargo de la
fiscalía como en los procedimientos abreviados.
Pero, en discordancia con ello, mantiene la figura del Juez de Instrucción, con sus
inquisitivas facultades de excepcionar garantías constitucionales en “ su propia
investigación” , la que puede iniciar y continuar, como regla, oficiosamente; investigador
que, en el juzgamiento de delitos de competencia correccional, interviene como juez del
plenario en la misma causa, perdiendo necesariamente la imparcialidad objetiva
imprescindible para el debido proceso.
En esa línea debemos ubicar a la imposibilidad del Tribunal de aplicar una pena
superior o más grave a la pedida por el actor penal aunque, como solo se consagra la
congruencia fáctica y no la jurídica, esa restricción se excepciona cuando la sentencia
realice un cambio de calificación jurídica respecto a la que efectuara la fiscalía.
Además abre un importante espacio para las mediaciones penales entre víctimas
y victimarios, en cuanto, de manera expresa, dispone una serie de efectos jurídicos
penales ( determinación de la pena, de las cautelares, etc.) para los casos de reparación
voluntaria del daño, arrepentimiento activo y en general frente a toda solución o
morigeración del conflicto humano correspondiente a la comisión del delito.
De esta manera se han captado los sucesos encaminados a una conciliación entre el
imputado y el sujeto pasivo del delito , pero mantiene la imposibilidad que la víctima pueda
actuar cuando esa solución no se logra, debiendo resignarse a tener solo algún tipo de
ingerencia a través de la fiscalía.
No puede dejar de señalarse lo curioso que resulta admitir estos acuerdos entre
imputado y Fiscal en el marco de un sistema que mantiene el plenario escrito.
Asimismo la ley faculta al juez para que , a pesar del acuerdo ,absuelva o aplique
una pena menor a la convenida, pero nunca puede superarla ni en monto ni en gravedad.
I.- Introducción
Se ha reformado recientemente el Código Procesal Penal de la Provincia de Santa
Fe y las normas concordantes de la LOPJ, mediante la ley 12.162 publicada en el B.O. del 3
de diciembre de 2003.
Ante una reforma de tal magnitud siempre es bueno reflexionar no solo respecto a lo
que se hizo sino también a lo que “no” se realizó, ámbito en el que, en este caso, todas las
críticas son pocas, máxime si se considera los procesos de transformación profunda que se
están realizando en casi todas las provincias argentinas y en numerosos países de la
región.
Es así que del análisis conjunto de las normas referidas surge que es el Procurador
General quien debe establecer las pautas generales de esas prioridades, las que incluso
deben variar en las distintas circunscripciones judiciales de la provincia según sus
“particularidades“.
Establece, además, que los fiscales de cámara son los encargados de coordinar,
según esas pautas, con los fiscales de primera instancia “...el orden de prioridades que
deberán atender los mismos ...” .
(1)
Confrontar “Derecho Procesal Penal; Temas Conflictivos” del Dr. Héctor Superti; Capitulo VIII: “Pautas para
la Transformación del Sistema de Enjuiciamiento Penal”; Editorial Juris.
(2)
Art. 65 inc. 7 del C.P.P. de Santa Fe: “Deberes y atribuciones del Fiscal de Cámara de Apelación.
Además de las funciones que le acuerda la ley y este Código, le corresponde… Coordinar el accionar de los
Fiscales de Primera Instancia, según las pautas que fije el Procurador General”.
Art. 131 inc. 3 de la L.O.P.J.: Al Procurador General, además de las funciones que le acuerdan otras leyes le
compete… “Dirigir a los demás integrantes del Ministerio Público instrucciones por escrito de carácter particular
o general, que son obligatorias, y dictar pautas generales que establezcan para los fiscales de primera instancia,
según las particularidades de cada circunscripción judicial, prioridades en materia de persecución penal”.
Art. 134 inc. 13 de la L.O.P.J.: A los Fiscales de las Cámaras de Apelación, además de las funciones que le
acuerdan otras leyes, les compete… “Coordinar con los fiscales de primera instancia, según las pautas que fijen
el Procurador General, el orden de prioridades que deberán atender los mismos”.
Ello es reivindicar que la respuesta estatal al fenómeno del delito no pude quedar
plasmada en meras consideraciones generales, sino que a partir de ahora demanda un
atento observar de la realidad para que sea lo más a “medida posible” de lo que sucede
en los distintos puntos de nuestra provincia, respetándose las particularidades que, en ese
aspecto, tienen cada uno de ellos.
Por lo tanto el Procurador General deberá disponer los estudios necesarios (legales
y extralegales ) para que esta orden de la nueva legislación sea debidamente cumplida y
que, en consecuencia, las prioridades no se transformen en un mero dispositivo
burocrático, sino, por el contrario, en la reacción concreta ante problemas penales
también concretos y puntuales.
Posiblemente no se advierta en una primer lectura el profundo cambio que todo ello
implica, aunque, lamentablemente, el tema no fue agotado debidamente en la reforma, de
tal suerte que puede naufragar por la inercia de los paradigmas que nos rigen (como el de
la enceguecida legalidad), paradigmas que no se acompasan en nada con esta nueva idea
de persecución penal.
Era conveniente, por no decir necesario, que la ley tratase (extremo que no ocurrió)
el contenido y alcance de las denominadas “prioridades”, considerando lo que ello significa
en cuanto al ejercicio en sentido amplio de la actuación de los fiscales, tanto en cuanto
promover la acción procesal penal como, de acuerdo a las posibilidades del nuevo estatuto,
hacerse cargo directamente de la investigación.
Basta considerar dos extremos que convergen en esta cuestión para abonar lo
expuesto: por un lado una circunstancia normativa originada en que el Código Penal
determina que las acciones procesales penales públicas siempre deben promoverse y
mantenerse (arts. 71 y cts.C.P.) , siendo este deber de tal envergadura que su
incumplimiento puede implicar, incluso, la comisión de delito (vg. art 274 C.P.), y por otro
una circunstancia de la realidad, debida a que la capacidad operativa de nuestros
órganos de persecución, en relación a la cantidad de delitos, suele ser insuficiente, lo que
nos hace pensar, sin demasiado esfuerzo, que lo que no se considere “prioridad “
posiblemente se reserve para la prescripción.
Dicho de otra manera, podemos sostener que hoy la legalidad es solamente “teórica”
porque en los hechos muchos delitos quedan sin investigarse y sus responsables sin ser
perseguidos, extremos que se evidencia de manera indiscutible con la cantidad de causas
que finalizan con la prescripción .
Hasta ahora esa cruda realidad (elegir que causas se “trabajaban” y cuales
esperaban apiladas en los rincones de los juzgados su prescripción) no tenía ninguna
captación normativa.
Ante ello puede darse el caso que las “prioridades “ del Ministerio Público no
coincidan con las prioridades que, en los hechos, planteen los jueces y la anarquía se
vislumbra como un resultado inevitable si así ocurriese.
Como siempre, los remiendos no son parte de la buena confección, para más
cuando se realizan con distinta tela, de allí las dificultades hermenéuticas que hoy
enfrentamos, sin perjuicio de lo cual, y consciente de la necesidad de organizar una
respuesta eficaz que la comunidad reclama al fenómeno delictivo, en una interpretación
contextual adecuada debe reivindicarse esta nueva facultad -deber del Ministerio Público
como una forma racional de utilizar el sistema judicial frente a las prioridades en
materia delictiva que en cada región y tiempo determinados aparecen en nuestra
provincia.
Ello , que aparenta limitarse a concederles a los fiscales de cámara una facultad
antes reservada exclusivamente el Procurador General (art. 131 inc. 11 de la L.O.P.J.) (4),
presenta algunas dificultades de interpretación si se comparan ambas situaciones.
(3)
Art. 65 inc. 8: “Deberes y atribuciones del Fiscal de Cámara de Apelación. Además de las funciones que le
acuerda la ley y este Código, le corresponde… Disponer la afectación conjunta o alternativa de dos o más
fiscales o de sus auxiliares cuando razones de complejidad de la investigación u otro motivo así lo justifique”.
Art. 134 inc. 14: “A los Fiscales de las Cámaras de Apelación, además de las funciones que les acuerdan otras
leyes les compete… Disponer la afectación conjunta o alternativa de dos o más fiscales, o de sus auxiliares a
determinada causa cuando razones de complejidad de la investigación u otro motivo lo justifique”.
(4)
Art. 131 inc. 11: “Al Procurador General, además de las funciones que le acuerdan otras leyes le compete…
Disponer la actuación conjunta o alternativa de dos o más fiscales de igual jerarquía en un mismo proceso,
cuando la importancia o complejidad del asunto lo justifique”.
Pero, más allá de esas desarmonías, es positivo que se busque una fiscalía más ágil
y eficaz, que con estas modificaciones se pretende conseguir, permitiendo el trabajo en
equipo.
Lo que no es tan destacable es que esta reforma, y en este tema, haya dejado pasar
la oportunidad de terminar con una inexplicable desigualdad en el tratamiento de la
intervención de los fiscales si se lo compara con lo que ocurre con los defensores de
los imputados.
Esta norma atenta contra el trabajo “en equipo” de una defensa técnica,
fundamentalmente en causas complejas, mientras que permite que su contraditor, la
Fiscalía, se organice de esa manera.
Ello viola manifiestamente la igualdad ante la ley y la consecuente igualdad entre las
partes, porque tanto la fiscalía como las partes civiles no padecen una limitación tan
perjudicial.
Ese número puede ser ampliado sin límite, ahora no sólo por decisión del titular del
Ministerio Público, sino también por los fiscales de cámara, invocando simplemente
causales que, a su criterio, lo justifique.
Cabe agregar, para resaltar la desigualdad que nos ocupa, que en relación a las
eventuales partes civiles, como la intervención profesional puede realizarse mediante
apoderado y estos no tienen límites, podrían intervenir mucho más de dos.
(5)
Art. 22 inc. 12 de la L.O.P.J.: “Al Presidente de la Corte Suprema de Justicia, con facultad de delegar le
compete… Disponer, por razones de mejor servicio, el traslado de oficinas, de funcionarios y de empleados del
poder judicial. Cuando el traslado implica cambio de residencia, no puede efectuarse sin la previa conformidad
del interesado”.
(6)
Art. 86 del C.P.P. de Santa Fe: “Número de defensores: El imputado no podrá ser defendido simultáneamente
por más de dos abogados, pero esta actuación simultánea solo podrá producirse cuando la intervención de uno de
ellos no signifique un motivo de apartamiento del Juez o de un miembro del Tribunal o del Funcionario del
Ministerio Fiscal. Las notificaciones hechas a uno de los defensores valdrán como si hubiesen sido hechas a
ambos y la sustitución de uno por el otro no alterará los trámites ni los plazos”.
Las razones habitualmente invocadas, referidas a que esa restricción existe para que
una defensa numerosa no afecte el desarrollo del procedimiento, se superan con
simplemente exigir que en las actuaciones personales concretas (vg. audiencias ) nunca
intervengan más de dos curiales, pero que ello no se óbice para que en la defensa trabajen
más .
Por eso nos parece objetable la reforma que, si bien reforzó la idea de “equipo” de la
Fiscalía, omitió la posibilidad de igualar a las partes en este aspecto.
Para introducir esta posibilidad se modifica el art. 66 del C.P.P., al que le suma el inc.
8, repitiendo similar agregado en el art.142 de la L.O.P.J., con la incorporación del inc. 13,
para luego establecer los casos en los que procede esta variante, tema que trata en el art.
374 II, desarrollando la mecánica que se debe implementar en esos casos en las preceptos
siguientes, conformando ellos el Capítulo XIII del Título III de la actual versión del código,
titulado “Investigación Fiscal.”(7)
Lo primero que “llama la atención” es que se fija como punto de partida de esa
posibilidad exclusivamente el pedido de la propia fiscalía, en cuanto para que proceda se
requiere imprescindiblemente que sea el fiscal quien lo solicite dentro de los cinco días de
notificado de la apertura de la instrucción, asumiendo una postura opuesta a la del régimen
del sistema federal, donde la decisión es del juez (8).
(7)
Art. 66 inc. 8 del C.P.P. de Santa Fe : “Deberes y atribuciones del Fiscal. Además de las funciones que le
acuerda la ley y este Código, le corresponde… Dirigir la investigación cuando así proceda según las normas de
este Código, practicando y haciendo practicar los actos inherentes a ella y ajustando su proceder a las reglas
establecidas en el Capítulo XIII del Título III, del Libro II de este cuerpo”.
Art. 142 inc. 13 de la L.O.P.J.: “Además de las funciones que les acuerdan otras leyes a los fiscales, les
compete… Dirigir la investigación penal cuando así proceda según el C.P.P., practicando y haciendo practicar
los actos inherentes a ella, y ajustando su proceder a las reglas establecidas en dicho cuerpo”.
Art. 374 II del C.P.P. de Santa Fe: “Procedencia . La investigación Penal quedará a cargo del Fiscal cuando lo
solicitare dentro de los cinco (5) días de notificado de la apertura de la instrucción. El Juez tomará o continuará
a cargo de la investigación cuando estimare, a primera vista, que procederá la prisión preventiva del imputado o
si la complejidad probatoria del caso lo aconsejare; en estos supuestos, o cuando corresponda la acumulación de
causas, los actos procesales que hubiere cumplido el fiscal según las normas de este Código conservarán su
validez”.
(8)
La regla, pues hay excepciones es que “El Juez de Instrucción podrá decidir que la dirección de la
investigación de los delitos de acción pública de competencia criminal quede a cargo del agente fiscal quien
deberá ajustar su proceder a las reglas establecidas en la Sección Segunda del presente Título. En aquellos casos
en los cuales la denuncia de la Comisión de un delito de acción pública sea receptada directamente por agente
fiscal o promovida por el la acción penal de oficio, éste deberá poner inmediatamente en conocimiento de ella al
juez de instrucción, practicará la medida de investigación ineludibles cuando corresponda, solicitará al juez de
instrucción que recepte la declaración del imputado, conforme las reglas establecidas en la Sección Segunda de
este Título, luego de lo cual el juez de instrucción decidirá inmediatamente si toma a su cargo la investigación, o
si continuará en ella el agente fiscal. Los jueces en lo correccional, en lo penal económico, de menores, en lo
criminal y correccional federal de la Capital Federal y federales con asiento en las provincias, tendrán las
mismas facultades que el párrafo primero del presente artículo otorga a los jueces nacionales en lo criminal de
instrucción”. (art. 196 del C.P.P. de la Nación).
Además del pedido fiscal pareciera que se subestima esta variante porque se limita
por extremos que tienen en común referirse a la importancia de la causa, quedando en la
esfera de la investigación del actor penal aquellas que no lo son, sin perjuicio de considerar
que, desde determinado punto de vista, toda causa penal es “importante”.
Sin pretender discurrir sobre las dificultades constitucionales de este modelo, que
lamentablemente no puso fin definitivamente a la figura del juez de instrucción, quien es
manifiestamente incompatible con nuestro modelo de derechos y garantías consagrados en
nuestra Carta Magna (9), cabe señalar que, sin demasiado esfuerzo, se advierten posibles
problemas operativos en lo inmediato y que tienen que ver con la actual estructura de las
agencias fiscales, absolutamente deficitarias para encarar por si investigaciones penales,
aun de causas que no sean tan importantes.
V.- Conclusión
De las breves reflexiones precedentes puede concluirse que no ha existido un norte
ideológico en las modificación que introduce la ley 12.162, la que oscila entre ideas nuevas,
apenas insinuadas, e ideas viejas, mantenidas cuanto no reforzadas, sin la necesaria
decisión de cambio que las circunstancias actuales y los mandatos constitucionales exigen
en estos temas.
(9)
Confrontar “Derecho Procesal Penal; Temas Conflictivos” del Dr. Héctor Superti. Capítulo III
“Inconstitucionalidad del Juez de Instrucción”; Editorial Juris.