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CARRERA DE POSGRADO DE ESPE CIALI ZACI ÓN EN DERECHO PENAL

FACULT AD DE DERECHO – UNIVERSIDAD NACI ONAL DE ROSARI O

BREVES COMENTARIOS A LA REFORMA INTRODUCIDA AL


CÓDIGO PROCESAL PENAL SANTAFESINO POR LEY 12.162.
MATERIA: PROBLEM ÁTICA DEL PROCESO PENAL – FICH A DOCENTE N° 030
AUTOR: HÉCTOR SUPERTI

Se ha reformado recientemente el Código Procesal Penal de la Provincia de Santa


Fe y las normas concordantes de la LOPJ, mediante la ley 12.162 publicada en el B.O. del 3
de diciembre de 2003.

Ante una reforma de tal magnitud siempre es bueno reflexionar no solo respecto a lo
que se hizo sino también a lo que “no” se realizó, ámbito en el que, en este caso, todas las
críticas son pocas, máxime si se considera los procesos de transformación profunda que se
están realizando en casi todas las provincias argentinas y en numerosos países de la
región.

Se ha perdido, en consecuencia, la oportunidad de un necesario y profundo cambio


en búsqueda de una mayor eficacia del sistema de enjuiciamiento penal en un marco
de adecuadas garantías que aseguren el pleno respeto a la dignidad humana.

También, como agudamente expresara el Dr. Omar Tedesco en una conferencia


sobre la ley que nos ocupa, el hecho que esas modificaciones sean una pretendida
“modernización” de nuestro procedimiento penal, posiblemente tendrá como uno de sus
efectos el diferir por mucho tiempo la trasformación que se necesita, jugando como una
circunstancia dilatoria en cuanto encarar esa imprescindible tarea.

De todas maneras, ante el hecho consumado se debe profundizar el estudio de la


normativa hoy vigente, que , nos guste o no, deberá ser utilizada por todos los operadores
judiciales.

Encaminado en ese sentido, debe inicialmente señalarse que la actual reforma


presenta matices muy variados que van desde meras modificaciones instrumentales hasta
incluir la incorporación de institutos que se corresponden con las más modernas corrientes
doctrinarias del derecho procesal.

Pero, en ese amplio abanico , exhibe, como común denominador, una manifiesta
carencia de unidad ideológica, porque, por ejemplo, mientras incrementa la importancia
del actor penal, en una adhesión al sistema acusatorio , simultáneamente mantiene los más
recalcitrantes resabios del sistema inquisitivo como son el inicio de la instrucción de oficio,
la figura del Juez de instrucción y las facultades probatorias del tribunal en el plenario, el
que, por regla, sigue siendo el único escrito de la Argentina.

Una de las consecuencias de esa incoherencia es la innegable dificultad en la tarea


de intentar sistematizarla, e incluso , al imaginar su futuro “funcionamiento”, se vislumbran
la aparición de posibles problemas que atenten contra su eficiencia, tal como puede
acontecer con las relaciones del Ministerio Fiscal y el Juez de Instrucción, porque en
lugar de haberse organizado la actuación de cada uno de ellos con claras y definidas
funciones ( como corresponde a la acción y a la jurisdicción respectivamente, asumiendo la
fiscalía la investigación y acusación y la judicatura exclusivamente la resolución de conflictos
sin involucrarse en ellos), se les ha otorgando un campo de actuación común que, incluso,
permiten pronosticar fricciones de poder entre esos órganos las que, si ocurren, en nada
han de beneficiar a los justiciables.

Buscando, a pesar de todo ello, analizar sintéticamente su contenido, procurando


hacerlo de la manera más ordenada posible, se advierte que algunas de sus normas se
limitan a incorporar en el texto de la ley soluciones prácticas que ya estaban
establecidas pretorianamente, tal como la declaración informativa y el archivo de las
actuaciones en supuestos distintos a los previstos en el art. 200 de la antigua versión del
código.

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Algo similar ocurre con la reglamentación del sumario de prevención, siendo la ley
más minuciosa en el tratamiento de la actuación que le cabe a la policía, destacándose lo
atinente al reconocimiento (por fotografías o directamente) de los sospechosos, a la
remisión de mayor cantidad de información y documentación inmediatamente de iniciada la
prevención ( buscando evitar que se puedan “modificar” esas actuaciones) , a la intervención
de testigos de actuación en actos irreproductibles y definitivos , como los secuestros,
requisas, etc.

Es interesante el tratamiento del “levantamiento del cadáver “ y la forma en que


relaciona esa importante actuación con la necroscopia, preocupándose, incluso, de las
formas de registrar esas medidas probatorias.

En general, todo lo legislado en este aspecto apunta a dar mayores garantías con
relación a la actuación de la prevención, la que continua en la órbita del Poder Ejecutivo,
por lo que encontramos lo mismo con algunas pequeñas mejoras.

En cuanto a la regulación de la etapa de investigación en el ámbito judicial


aparecen cambios garantizadores que contrastan con otros que aumentan desmedidamente
el poder del instructor, no existiendo un norte ideológico que le trasmita coherencia al
tratamiento de estas delicadas cuestiones.

Es así que por un lado se introducen alternativas al encierro cautelar, el que queda
por tanto limitado a aquellos casos donde la prisión preventiva sea la única manera de
asegurar que no se afecte la investigación o que el sospechoso se sustraiga a la acción de
la justicia, en una manifiesta reivindicación del derecho a la libertad y al principio de
inocencia, y por otro lado se permite para los plazos de la etapa preparatoria un sistema
tan amplio de prorrogas que reciente la seguridad jurídica de los imputados.

Al establecer normativamente la obligación del imputado de ser sometido a


reconocimiento en rueda de personas, consagrando en su letra criterios jurisprudenciales,
regula como debe actuarse en el caso que el sospechoso obstruya el desarrollo del acto,
evitando que el criterio que adopta se frustre por la conducta del obligado.

Simplifica, o intenta simplificar, en el desarrollo de la instrucción el régimen de las


medidas cautelares personales , partiendo de la base que la prisión preventiva solo debe
dictarse con el procesamiento cuando se vislumbre como “efectivamente procedente” (
antes solo podía obviarse al procesar en las causas de instrucción cuando se confirmaba la
libertad provisional o al delito atribuido no le correspondía pena privativa de libertad o
estaba sancionado con ella pero con la alternativa de multa), exigiendo que el juez
disponga de oficio la libertad del imputado cuando no corresponda su dictado en el
procesamiento y estuviere detenido.

También, acorde con las nuevas modalidades que prevé, regula el dictado de ese
encierro cautelar de manera especial tanto para los supuestos de instrucción a cargo de la
fiscalía como en los procedimientos abreviados.

Innova en el tratamiento del sobreseimiento por causales “sustantivas”, dado que


permite que se lo dicte no solo durante la instrucción, como ocurría hasta la reforma, sino
también en el plenario, cuando de las pruebas producidas surge con evidencia que el hecho
no ocurrió, o es atípico , o no lo cometió el imputado, o existe una causal que enerva su
responsabilidad penal., aunque solo lo prevé para el supuesto que lo pida la fiscalía
fundadamente.

Se legisla en la reforma sobre la denominada instrucción abreviada, que tiene la


virtualidad de evitar el procesamiento en aquellos caso que son de rápida y fácil dilucidación
y llegar, en el menor tiempo posible, a la resolución del caso.

La reforma es importante en cuanto a las modificaciones que introduce respecto a


la organización, funciones y facultades de las fiscalías, llegando a disponer que se
establezcan por parte del Ministerio Público prioridades en el ejercicio de la acción
procesal penal, modalidad que podría ser el principio del fin de la legalidad enceguecida
que rige esa materia.

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Permite también, aunque de manera excepcional y subestimada ( para hechos no tan
relevantes), que sea el actor penal público el encargado de la investigación preliminar,
exigiendo de tal manera que exista una injustificada duplicación de la estructura
necesaria para esa tarea.

Pero, en discordancia con ello, mantiene la figura del Juez de Instrucción, con sus
inquisitivas facultades de excepcionar garantías constitucionales en “ su propia
investigación” , la que puede iniciar y continuar, como regla, oficiosamente; investigador
que, en el juzgamiento de delitos de competencia correccional, interviene como juez del
plenario en la misma causa, perdiendo necesariamente la imparcialidad objetiva
imprescindible para el debido proceso.

En esa idas y venidas entre manifestaciones acusatorias e inquisitivas , no puede


dejar de señalarse el limite impuesto a la jurisdicción, en cuanto , ante una pretensión
absolutoria del fiscal, está impedida de dictar un fallo condenatorio.

En esa línea debemos ubicar a la imposibilidad del Tribunal de aplicar una pena
superior o más grave a la pedida por el actor penal aunque, como solo se consagra la
congruencia fáctica y no la jurídica, esa restricción se excepciona cuando la sentencia
realice un cambio de calificación jurídica respecto a la que efectuara la fiscalía.

Posiblemente lo más elogioso de la reforma sea el capítulo que le dedica las


victimas y la introducción del procedimiento abreviado, que eran dos asignaturas
pendientes en nuestra provincia.

En cuanto a los damnificados y víctimas consagra un catálogo de derechos que


es muy similar al incorporando en los códigos más modernos del país, catálogo donde se
evidencia la falta de respeto que suelen padecer, de momento que la primer exigencia que
se establece es que deben recibir un “tratamiento digno y respetuoso”.

Además abre un importante espacio para las mediaciones penales entre víctimas
y victimarios, en cuanto, de manera expresa, dispone una serie de efectos jurídicos
penales ( determinación de la pena, de las cautelares, etc.) para los casos de reparación
voluntaria del daño, arrepentimiento activo y en general frente a toda solución o
morigeración del conflicto humano correspondiente a la comisión del delito.

Pero, a pesar de esos innegables avances, no incorpora la figura del querellante


conjunto, motivo por el cual a la víctima se le sigue impidiendo participar activamente, si lo
desea , en el proceso penal desencadenado por el hecho delictivo que sufrió.

De esta manera se han captado los sucesos encaminados a una conciliación entre el
imputado y el sujeto pasivo del delito , pero mantiene la imposibilidad que la víctima pueda
actuar cuando esa solución no se logra, debiendo resignarse a tener solo algún tipo de
ingerencia a través de la fiscalía.

El procedimiento abreviado que establece se caracteriza, a diferencia de muchos


otros vigentes en Argentina, por su amplitud, dado que puede aplicarse a cualquier tipo de
delito, sin importar el monto de pena que corresponda, siendo irrelevante para su
procedencia la oposición de la víctima o de los damnificados.

No puede dejar de señalarse lo curioso que resulta admitir estos acuerdos entre
imputado y Fiscal en el marco de un sistema que mantiene el plenario escrito.

La primer admisión del pedido de este alternativa corresponde al juez de la


instrucción mientras que el trámite, que se limita básicamente a una audiencia pública
donde participen el imputado su defensor y el fiscal, y la resolución definitiva ( condenando
o rechazando el acuerdo) están a cargo del juez de sentencia.

Como contrapartida, es decir en detrimento del instituto, se establece que si el juez


de sentencia discrepa con la calificación convenida por las partes debe rechazar la solicitud
y es “ese mismo juez” el que deberá intervenir en el juicio que se regirá por las reglas
ordinarias y donde tendrá que considerar que la fiscalía no queda vinculada por el pedido
de pena ni puede ser tomada en contra del imputado la conformidad prestada por éste y
su defensor.

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No hace falta demasiada imaginación para darse cuenta que este último supuesto
jugará muchas veces como obstáculo para elegir este camino, fundamentalmente desde la
defensa, atento a que es muy difícil, por no decir imposible, que quién estuvo en una
audiencia, cuya base fue el reconocimiento del hecho y la responsabilidad por parte del
imputado , luego aborde el caso desde un lugar de “ neutralidad.

Asimismo la ley faculta al juez para que , a pesar del acuerdo ,absuelva o aplique
una pena menor a la convenida, pero nunca puede superarla ni en monto ni en gravedad.

Luego de este rápido recorrido por las principales modificaciones introducidas


por la ley en análisis, solo cabe insistir en las consideraciones iniciales, en cuanto una vez
más se perdió una importante posibilidad de transformar el sistema procesal penal de la
provincia, ocupándose mucho tiempo y esfuerzo en realizar, estudiar y poner en marcha
una reforma que , lejos de significar un verdadero avance, y más allá de algunas mejoras,
sigue manteniendo a nuestro sistema de enjuiciamiento en permanente conflicto con la
Constitución y sin que se pueda pronosticar mayor eficacia en la investigación y
juzgamiento de los delitos.

Rosario, febrero de 2004.

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ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA RECIENTE REFORMA DEL C.P.P. DE LA PROVINCIA DE
SANTA FE Y LA FISCALÍA.

Dr. Héctor Superti.

I.- Introducción
Se ha reformado recientemente el Código Procesal Penal de la Provincia de Santa
Fe y las normas concordantes de la LOPJ, mediante la ley 12.162 publicada en el B.O. del 3
de diciembre de 2003.

Ante una reforma de tal magnitud siempre es bueno reflexionar no solo respecto a lo
que se hizo sino también a lo que “no” se realizó, ámbito en el que, en este caso, todas las
críticas son pocas, máxime si se considera los procesos de transformación profunda que se
están realizando en casi todas las provincias argentinas y en numerosos países de la
región.

Pero, obviando momentáneamente esta situación, que sigue ubicando a nuestro


sistema procesal penal entre los más inquisitivos, atrasados y divorciados de los mandatos
constitucionales, debemos aceptar que estamos ante un hecho consumado que impone
realizar la tarea de estudiar las reformas introducidas.

En ese camino merecen en esta oportunidad la atención tres aspectos referidos al


Ministerio Público y que se relacionan con sus funciones y forma de actuación , atento que
en la reforma aparecen ideas de “oportunidad“, de “trabajo en equipo” y de “investigación
Fiscal”, las que si bien no se adecuan en absoluto a un desarrollo acabado de ellas, pueden
ser el comienzo de un cambio, que esperamos algún día llegue y sea de verdad una
transformación del sistema de enjuiciamientos penales en la Provincia de Santa Fe.(1)

II.- El Ministerio Público y las Prioridades en materia de Persecución Penal.


De las modificaciones introducidas por la ley 12162 al art. 65 del CPP, concordadas
con la que efectúa en los arts. 131 inc. 3ro y 134 inc. 13 de la LOPJ surge un extremo
indiscutible: aparece en la actuación de los Fiscales el concepto de prioridad en materia de
persecución penal, tema que no es menor si se considera que puede ser el principio del fin
del sistema de legalidad que impera en ese terreno(2).

La reforma es clara en cuanto a que el establecimiento de esas prioridades reposa


en la cabeza del Ministerio Público, a la vez que ratifica la verticalidad que lo rige.

Es así que del análisis conjunto de las normas referidas surge que es el Procurador
General quien debe establecer las pautas generales de esas prioridades, las que incluso
deben variar en las distintas circunscripciones judiciales de la provincia según sus
“particularidades“.

Establece, además, que los fiscales de cámara son los encargados de coordinar,
según esas pautas, con los fiscales de primera instancia “...el orden de prioridades que
deberán atender los mismos ...” .

Debe destacarse, entonces, que las prioridades no surgen, ni deben surgir, de


ningún concepto abstracto, sino de lo que en cada circunscripción acontece,

(1)
Confrontar “Derecho Procesal Penal; Temas Conflictivos” del Dr. Héctor Superti; Capitulo VIII: “Pautas para
la Transformación del Sistema de Enjuiciamiento Penal”; Editorial Juris.
(2)
Art. 65 inc. 7 del C.P.P. de Santa Fe: “Deberes y atribuciones del Fiscal de Cámara de Apelación.
Además de las funciones que le acuerda la ley y este Código, le corresponde… Coordinar el accionar de los
Fiscales de Primera Instancia, según las pautas que fije el Procurador General”.

Art. 131 inc. 3 de la L.O.P.J.: Al Procurador General, además de las funciones que le acuerdan otras leyes le
compete… “Dirigir a los demás integrantes del Ministerio Público instrucciones por escrito de carácter particular
o general, que son obligatorias, y dictar pautas generales que establezcan para los fiscales de primera instancia,
según las particularidades de cada circunscripción judicial, prioridades en materia de persecución penal”.

Art. 134 inc. 13 de la L.O.P.J.: A los Fiscales de las Cámaras de Apelación, además de las funciones que le
acuerdan otras leyes, les compete… “Coordinar con los fiscales de primera instancia, según las pautas que fijen
el Procurador General, el orden de prioridades que deberán atender los mismos”.

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introduciéndose la idea de una persecución penal acorde a las circunstancias de cada
tiempo y lugar.

Ello es reivindicar que la respuesta estatal al fenómeno del delito no pude quedar
plasmada en meras consideraciones generales, sino que a partir de ahora demanda un
atento observar de la realidad para que sea lo más a “medida posible” de lo que sucede
en los distintos puntos de nuestra provincia, respetándose las particularidades que, en ese
aspecto, tienen cada uno de ellos.

Por lo tanto el Procurador General deberá disponer los estudios necesarios (legales
y extralegales ) para que esta orden de la nueva legislación sea debidamente cumplida y
que, en consecuencia, las prioridades no se transformen en un mero dispositivo
burocrático, sino, por el contrario, en la reacción concreta ante problemas penales
también concretos y puntuales.

Posiblemente no se advierta en una primer lectura el profundo cambio que todo ello
implica, aunque, lamentablemente, el tema no fue agotado debidamente en la reforma, de
tal suerte que puede naufragar por la inercia de los paradigmas que nos rigen (como el de
la enceguecida legalidad), paradigmas que no se acompasan en nada con esta nueva idea
de persecución penal.

Era conveniente, por no decir necesario, que la ley tratase (extremo que no ocurrió)
el contenido y alcance de las denominadas “prioridades”, considerando lo que ello significa
en cuanto al ejercicio en sentido amplio de la actuación de los fiscales, tanto en cuanto
promover la acción procesal penal como, de acuerdo a las posibilidades del nuevo estatuto,
hacerse cargo directamente de la investigación.

Basta considerar dos extremos que convergen en esta cuestión para abonar lo
expuesto: por un lado una circunstancia normativa originada en que el Código Penal
determina que las acciones procesales penales públicas siempre deben promoverse y
mantenerse (arts. 71 y cts.C.P.) , siendo este deber de tal envergadura que su
incumplimiento puede implicar, incluso, la comisión de delito (vg. art 274 C.P.), y por otro
una circunstancia de la realidad, debida a que la capacidad operativa de nuestros
órganos de persecución, en relación a la cantidad de delitos, suele ser insuficiente, lo que
nos hace pensar, sin demasiado esfuerzo, que lo que no se considere “prioridad “
posiblemente se reserve para la prescripción.

El conciliar esos extremos, frente al vacío legal que se ha apuntado, es lo que no


resulta muy sencillo, pudiendo interpretarse lo establecido en la reforma de distintas
maneras que se extienden desde considerar a las prioridades como un mero “orden” de
tratamiento de causas, sin otra connotación (lo que resulta difícil por la mencionada falta de
capacidad operativa) hasta, incluso, sostenerse que nuestra provincia adhirió a una
corriente, cada vez más fuerte, que reivindica para los gobiernos locales la reglamentación
de la acción procesal referida a los delitos (legalidad u oportunidad ), pudiendo inferirse que
la norma en análisis, como se adelantara, pone en marcha el fin de la legalidad en Santa Fe.

Dicho de otra manera, podemos sostener que hoy la legalidad es solamente “teórica”
porque en los hechos muchos delitos quedan sin investigarse y sus responsables sin ser
perseguidos, extremos que se evidencia de manera indiscutible con la cantidad de causas
que finalizan con la prescripción .

En esa línea de ideas, si simplemente se compara la cantidad de causas


correccionales que se inician por año en el Distrito Judicial de Rosario y se las compara con
la posibilidades reales que tienen sus juzgados de esa competencia, no puede menos que
concluirse que la gran mayoría de ellas , en los hechos, no tendrán respuesta alguna por
parte del sistema de persecución penal, mas allá de la buena voluntad de jueces y
funcionarios.

Hasta ahora esa cruda realidad (elegir que causas se “trabajaban” y cuales
esperaban apiladas en los rincones de los juzgados su prescripción) no tenía ninguna
captación normativa.

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Ello también servía para eximir de toda responsabilidad a los operadores, porque
nadie se hacía, ni se debía hacer, formal y fundadamente responsable de ese muchas veces
importante grupo de expedientes que nunca eran activados.

Ahora el panorama ha cambiando y mucho. Con el nuevo sistema existe un


responsable de las prioridades quien también, por lógica consecuencia, es responsables
de las “ no prioridades “, donde seguramente se han de incluir numerosas causas que,
por no haber sido consideraras prioritarias, pueden terminar en prescripción.

El tema se complica porque esta modificación es literalmente incompatible con el


sistema inquisitivo que nos rige, a tal punto que por un lado se faculta al actor penal
público a fijar prioridades en la persecución pero, por otro, también se mantiene la potestad
de la jurisdicción de iniciar o avanzar oficiosamente en ese terreno.

En ese sentido debe señalarse que se mantiene el inicio oficioso de la


instrucción, siendo posiblemente uno de los pocos códigos en Latinoamérica que la
contempla, sostenida a pesar de que se modificó el artículo que la dispone (174 CPP)
limitándose la reforma al recorte de facultades del Juez solo en supuestos en que intervino
el fiscal de Cámara apoyando al fiscal de primera instancia en sus pedidos de desestimación
de la denuncia (art. 185) o de archivo de las actuaciones (art. 200 II).

Ante ello puede darse el caso que las “prioridades “ del Ministerio Público no
coincidan con las prioridades que, en los hechos, planteen los jueces y la anarquía se
vislumbra como un resultado inevitable si así ocurriese.

Como siempre, los remiendos no son parte de la buena confección, para más
cuando se realizan con distinta tela, de allí las dificultades hermenéuticas que hoy
enfrentamos, sin perjuicio de lo cual, y consciente de la necesidad de organizar una
respuesta eficaz que la comunidad reclama al fenómeno delictivo, en una interpretación
contextual adecuada debe reivindicarse esta nueva facultad -deber del Ministerio Público
como una forma racional de utilizar el sistema judicial frente a las prioridades en
materia delictiva que en cada región y tiempo determinados aparecen en nuestra
provincia.

A esa tarea, que no es simple ni se limita a lo jurídico, deberá dedicarse de inmediato


la Fiscalía como conjunto en el marco de la verticalidad que la norma reivindica, y
difundirse adecuadamente las pautas generales que establezcan por parte del Sr.
Procurador General ,en cada circunscripción judicial, las prioridades en materia de
persecución penal, para que ese importante acto de gobierno pueda ser conocido, e
incluso criticado, como corresponde a un régimen republicano, tal como el que disponen
nuestras normas fundamentales.

III.- El “ Equipo “ de Fiscales y La Ratificación de una Desigualdad.


En el camino de organizar una actuación de las Fiscalías más dinámica y eficaz, la
reforma de la ley 12.162 introdujo modificaciones tanto en el art. 65 inc. 8vo. del C.P.P.
como en el art. 134 inc. 14 de la L.O.P.J.,(3) en función de las cuales el fiscal de cámara
puede disponer la afectación conjunta de dos o mas fiscales o auxiliares en una causa
cuando se justifique por la complejidad de la investigación como por cualquier otro motivo.

Ello , que aparenta limitarse a concederles a los fiscales de cámara una facultad
antes reservada exclusivamente el Procurador General (art. 131 inc. 11 de la L.O.P.J.) (4),
presenta algunas dificultades de interpretación si se comparan ambas situaciones.

(3)
Art. 65 inc. 8: “Deberes y atribuciones del Fiscal de Cámara de Apelación. Además de las funciones que le
acuerda la ley y este Código, le corresponde… Disponer la afectación conjunta o alternativa de dos o más
fiscales o de sus auxiliares cuando razones de complejidad de la investigación u otro motivo así lo justifique”.

Art. 134 inc. 14: “A los Fiscales de las Cámaras de Apelación, además de las funciones que les acuerdan otras
leyes les compete… Disponer la afectación conjunta o alternativa de dos o más fiscales, o de sus auxiliares a
determinada causa cuando razones de complejidad de la investigación u otro motivo lo justifique”.
(4)
Art. 131 inc. 11: “Al Procurador General, además de las funciones que le acuerdan otras leyes le compete…
Disponer la actuación conjunta o alternativa de dos o más fiscales de igual jerarquía en un mismo proceso,
cuando la importancia o complejidad del asunto lo justifique”.

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Embarcados en esa tarea resulta al menos contradictorio que esa posibilidad sea
más amplia para los inferiores jerárquicos del Presidente del Ministerio Público que para él
mismo, en cuanto a éste solo le cabe usar esa atribución motivada exclusivamente en la “
importancia o complejidad del asunto” mientras que sus subordinados pueden hacerlo
invocando, en definitiva, cualquier motivo que lo justifique.

Similar consideración merece el hecho que, a diferencia de su superior, los fiscales


de cámara puede también afectar no solo fiscales sino también a sus “auxiliares”, extremo
que por otra parte es discordante con nuestro actual sistema en función del cual el Ministerio
Público no cuenta con empleados que dependan exclusivamente de él, sino que todo su
personal (auxiliares) son dependientes del Poder Judicial de la Provincia, y por tanto sujetos
a la autoridad del presidente de la Corte Suprema de Justicia(5), pudiendo traer esta norma,
a poco de andar, conflictos en este marco y que afecten directamente la propia
organización de las oficinas judiciales.

Pero, más allá de esas desarmonías, es positivo que se busque una fiscalía más ágil
y eficaz, que con estas modificaciones se pretende conseguir, permitiendo el trabajo en
equipo.

Lo que no es tan destacable es que esta reforma, y en este tema, haya dejado pasar
la oportunidad de terminar con una inexplicable desigualdad en el tratamiento de la
intervención de los fiscales si se lo compara con lo que ocurre con los defensores de
los imputados.

El núcleo de esta cuestión radica en que no se ha modificado el art. 86 del Código


Procesal Penal que limita el número posible de abogados defensores simultáneamente a
dos (6), norma que se la ha interpretado como una limitación que no solo alcanza la
intervención en los distintos actos concretos de ese numero máximo (por ej. asistiendo a la
indagatoria), sino en un sentido mucho más amplio, en función del cual no pueden estar
designados en forma simultánea en la causa más de dos abogados por imputado.

Esta norma atenta contra el trabajo “en equipo” de una defensa técnica,
fundamentalmente en causas complejas, mientras que permite que su contraditor, la
Fiscalía, se organice de esa manera.

Ello viola manifiestamente la igualdad ante la ley y la consecuente igualdad entre las
partes, porque tanto la fiscalía como las partes civiles no padecen una limitación tan
perjudicial.

Es más, la intervención de la actora penal pública es incluso plural en todas las


causas que lleguen al máximo Tribunal de la provincia, porque en la baja instancia interviene
un fiscal, ante la Alzada otro y frente a la Corte el propio Procurador General, superándose
el numero límite que rige para los defensores técnicos.

Ese número puede ser ampliado sin límite, ahora no sólo por decisión del titular del
Ministerio Público, sino también por los fiscales de cámara, invocando simplemente
causales que, a su criterio, lo justifique.

Cabe agregar, para resaltar la desigualdad que nos ocupa, que en relación a las
eventuales partes civiles, como la intervención profesional puede realizarse mediante
apoderado y estos no tienen límites, podrían intervenir mucho más de dos.

(5)
Art. 22 inc. 12 de la L.O.P.J.: “Al Presidente de la Corte Suprema de Justicia, con facultad de delegar le
compete… Disponer, por razones de mejor servicio, el traslado de oficinas, de funcionarios y de empleados del
poder judicial. Cuando el traslado implica cambio de residencia, no puede efectuarse sin la previa conformidad
del interesado”.
(6)
Art. 86 del C.P.P. de Santa Fe: “Número de defensores: El imputado no podrá ser defendido simultáneamente
por más de dos abogados, pero esta actuación simultánea solo podrá producirse cuando la intervención de uno de
ellos no signifique un motivo de apartamiento del Juez o de un miembro del Tribunal o del Funcionario del
Ministerio Fiscal. Las notificaciones hechas a uno de los defensores valdrán como si hubiesen sido hechas a
ambos y la sustitución de uno por el otro no alterará los trámites ni los plazos”.

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Ahora bien : ¿porqué la defensa técnica del imputado es la única encorsetada en
cuanto a la cantidad?.

Las razones habitualmente invocadas, referidas a que esa restricción existe para que
una defensa numerosa no afecte el desarrollo del procedimiento, se superan con
simplemente exigir que en las actuaciones personales concretas (vg. audiencias ) nunca
intervengan más de dos curiales, pero que ello no se óbice para que en la defensa trabajen
más .

Por eso nos parece objetable la reforma que, si bien reforzó la idea de “equipo” de la
Fiscalía, omitió la posibilidad de igualar a las partes en este aspecto.

IV.- La Investigación a cargo de los Fiscales.


La reforma de la ley 12162 también incursiona en el tema de la investigación a cargo
de los Fiscales, estableciendo un régimen similar al del C.P.P. de la Nación, en cuanto
consagra una suerte de sistema mixto , dado que permite la coexistencia de causas donde
instruye un juez y causas donde esa etapa queda a cargo de titular de la acción pública.

No es la oportunidad de criticar tal decisión, no solo desde la óptica del sistema


constitucional como del eminentemente práctico, mereciendo objeciones muy serias desde
ambos ángulos, sino de realizar un análisis del sistema establecido mediante la
interpretación de las normas pertinentes.

Para introducir esta posibilidad se modifica el art. 66 del C.P.P., al que le suma el inc.
8, repitiendo similar agregado en el art.142 de la L.O.P.J., con la incorporación del inc. 13,
para luego establecer los casos en los que procede esta variante, tema que trata en el art.
374 II, desarrollando la mecánica que se debe implementar en esos casos en las preceptos
siguientes, conformando ellos el Capítulo XIII del Título III de la actual versión del código,
titulado “Investigación Fiscal.”(7)

Lo primero que “llama la atención” es que se fija como punto de partida de esa
posibilidad exclusivamente el pedido de la propia fiscalía, en cuanto para que proceda se
requiere imprescindiblemente que sea el fiscal quien lo solicite dentro de los cinco días de
notificado de la apertura de la instrucción, asumiendo una postura opuesta a la del régimen
del sistema federal, donde la decisión es del juez (8).

(7)
Art. 66 inc. 8 del C.P.P. de Santa Fe : “Deberes y atribuciones del Fiscal. Además de las funciones que le
acuerda la ley y este Código, le corresponde… Dirigir la investigación cuando así proceda según las normas de
este Código, practicando y haciendo practicar los actos inherentes a ella y ajustando su proceder a las reglas
establecidas en el Capítulo XIII del Título III, del Libro II de este cuerpo”.

Art. 142 inc. 13 de la L.O.P.J.: “Además de las funciones que les acuerdan otras leyes a los fiscales, les
compete… Dirigir la investigación penal cuando así proceda según el C.P.P., practicando y haciendo practicar
los actos inherentes a ella, y ajustando su proceder a las reglas establecidas en dicho cuerpo”.

Art. 374 II del C.P.P. de Santa Fe: “Procedencia . La investigación Penal quedará a cargo del Fiscal cuando lo
solicitare dentro de los cinco (5) días de notificado de la apertura de la instrucción. El Juez tomará o continuará
a cargo de la investigación cuando estimare, a primera vista, que procederá la prisión preventiva del imputado o
si la complejidad probatoria del caso lo aconsejare; en estos supuestos, o cuando corresponda la acumulación de
causas, los actos procesales que hubiere cumplido el fiscal según las normas de este Código conservarán su
validez”.
(8)
La regla, pues hay excepciones es que “El Juez de Instrucción podrá decidir que la dirección de la
investigación de los delitos de acción pública de competencia criminal quede a cargo del agente fiscal quien
deberá ajustar su proceder a las reglas establecidas en la Sección Segunda del presente Título. En aquellos casos
en los cuales la denuncia de la Comisión de un delito de acción pública sea receptada directamente por agente
fiscal o promovida por el la acción penal de oficio, éste deberá poner inmediatamente en conocimiento de ella al
juez de instrucción, practicará la medida de investigación ineludibles cuando corresponda, solicitará al juez de
instrucción que recepte la declaración del imputado, conforme las reglas establecidas en la Sección Segunda de
este Título, luego de lo cual el juez de instrucción decidirá inmediatamente si toma a su cargo la investigación, o
si continuará en ella el agente fiscal. Los jueces en lo correccional, en lo penal económico, de menores, en lo
criminal y correccional federal de la Capital Federal y federales con asiento en las provincias, tendrán las
mismas facultades que el párrafo primero del presente artículo otorga a los jueces nacionales en lo criminal de
instrucción”. (art. 196 del C.P.P. de la Nación).

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Posiblemente ello se debió a que esta posibilidad fue considerada un instrumento
que esté dentro del plan de prioridades que fije el Procurador cuando establezca las pautas
para cada circunscripción judicial, porque de lo contrario pueden generase situaciones
anárquicas, o al menos muy desordenadas, si todo depende del criterio de cada uno de los
numerosos fiscales de la provincia.

Además del pedido fiscal pareciera que se subestima esta variante porque se limita
por extremos que tienen en común referirse a la importancia de la causa, quedando en la
esfera de la investigación del actor penal aquellas que no lo son, sin perjuicio de considerar
que, desde determinado punto de vista, toda causa penal es “importante”.

Es así que no es posible realizarla cuando proceda a primera vista la prisión


preventiva del imputado, cuando el caso presente complejidad probatoria o cuando
corresponda la acumulación.

Sin pretender discurrir sobre las dificultades constitucionales de este modelo, que
lamentablemente no puso fin definitivamente a la figura del juez de instrucción, quien es
manifiestamente incompatible con nuestro modelo de derechos y garantías consagrados en
nuestra Carta Magna (9), cabe señalar que, sin demasiado esfuerzo, se advierten posibles
problemas operativos en lo inmediato y que tienen que ver con la actual estructura de las
agencias fiscales, absolutamente deficitarias para encarar por si investigaciones penales,
aun de causas que no sean tan importantes.

Obviamente el crecimiento de esas estructuras, que seguramente se encararan a la


brevedad, nos llevan a preguntarnos si se justifica tener la capacidad de investigación
desdoblada en juzgados y fiscalías, con la posibilidad que parte de ella quede
inoperante, por ejemplo en el supuesto que esta facultad no se ejerza habitualmente.

V.- Conclusión
De las breves reflexiones precedentes puede concluirse que no ha existido un norte
ideológico en las modificación que introduce la ley 12.162, la que oscila entre ideas nuevas,
apenas insinuadas, e ideas viejas, mantenidas cuanto no reforzadas, sin la necesaria
decisión de cambio que las circunstancias actuales y los mandatos constitucionales exigen
en estos temas.

(9)
Confrontar “Derecho Procesal Penal; Temas Conflictivos” del Dr. Héctor Superti. Capítulo III
“Inconstitucionalidad del Juez de Instrucción”; Editorial Juris.

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