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CARRERA DE POSGRADO DE ESPECIALIZACIÓN EN DERECHO PENAL

FACUL TAD DE DERECHO – UNIVE RSIDAD NACIONAL DE R OSARIO


EXTRACCIÓN COMPULSIVA DE SANGRE.
MATERIA: PROBLEMÁTICA DEL PROCESO PENAL – FICHA DOCENTE 029

CONTIENE:
1.- SOBRE EL F ALSO CONF LICTO ENT RE INTIMIDAD Y LA PRUEBA DEL ADN: A PROPÓSITO DE LA SENTENCIA DE LA
CSJN IN RE “VÁZQUEZ , EVELYN” . POR SALVADOR MAR ÍA LOZ ADA (PRESIDENTE HONORARIO DE LA ASOC.
INTERN AC. DCHO. CONSTITUCIONAL).
2.- FALLO RELATIVO A LA EX TRACCIÓN COMPULSIVA DE SANGRE DE UN PRESUNTO DESAPARECIDO DE LA
C.N.C.C .F EDERAL, SALA 2.

SOBRE EL FALSO CONFLICTO ENTRE INTIMIDAD Y LA PRUEBA DEL ADN: A


PROPÓSIT O D ELA SENTENCIA DE LA CSJN IN RE “VÁZQUEZ, EVELYN”.

1. Intimidad e Individualismo

Discurrir sobre la intimidad humana y sus límites no es algo que pueda disociarse del concepto
que se profese sobre la primera. A esta altura de los tiempos no debiera estar esa noción
afectada por prejuicios heredados del liberalismo individualista y de sus egocentrismos
entrañables. De tal individualismo se ha dicho que "es un sistema de costumbres, de
sentimientos, de ideas y de instituciones que organiza el individuo sobre sus actitudes de
aislamiento y de defensa. Fue la ideología y la estructura dominante de la sociedad burguesa
occidental entre los siglos XVIII y XIX. "Un hombre abstracto, sin relaciones ni comunidades
naturales, dios soberano en el corazón de una libertad sin dirección ni medida, enfrentando al
otro con la desconfianza, el cálculo y la reivindicación; las instituciones reducidas a asegurar la
protección de sus egoísmos, o el mejor rendimiento por la asociación reducida al lucro: tal el
régimen de la civilización que agoniza a nuestros ojos". Así decía Emmanuel Mounier en los
años pasados entre las dos guerras mundiales (1).

La persona humana desde hace décadas se concibe como un centro de relaciones concretas,
de comunicación, de solidaridad, de apertura. "Ella no existe que hacia otro, no se conoce que
por el otro, no se encuentra sino en otro. La experiencia primitiva de la persona es la
experiencia de la segunda persona. El tu, y el nosotros, precede al yo o al menos lo
acompaña", agrega Mounier citando a Nedoncelles, a Buber y a Midinier (2).
El derecho a la intimidad no puede escapar a la realidad concreta y a la situación socio-
histórica en que se realiza y ejerce, ni cabe predicarlo de un yo abstracto, desligado del hic et
nunc ineludible de la existencia humana, lo cual es particularmente relevante en el caso
anotado, como es fácil advertir y se insistirá luego.

2. Los Límites de la Intimidad.

Un concepto individualista de la intimidad de la persona humana sería hoy inadmisible. Pero


aun cuando no lo fuera, aceptado como mera hipótesis, ello no mejoraría la suerte de la errada
decisión mayoritaria. Porque no se discute – ni lo discute la sentencia- que el fundamento
normativo de la intimidad está en nuestro ordenamiento en el art. 19 del viejo texto
decimonónico. Como se sabe, a pesar de la Weltanschauung liberal de la que es tributaria, la

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constitución de 1853 atenúa la autonomía personal al erigir tres límites bien consabidos al goce
de la intimidad: el orden, la moral pública y el perjuicio a terceros. Complementariamente, el
código civil opone también una triple barrera al abuso de los derechos en el art.1071: la buena
fe, la moral y las buenas costumbres.
La resistencia a la prueba hemática opuesta por Evelyn Vázquez, avanza sobre estas tres
fronteras conceptuales de la ley máxima y del derecho común.

No hay duda que la filiación de los habitantes, su estado civil y su adecuada identificación
concierne claramente al orden público y al poder de policía del Estado contemporáneo. No en
vano tenemos un Registro Nacional de las Personas y desde hace más de un siglo numerosos
Registros Civiles ocupados de esta tarea de verificación y de autenticidad, en suma de la
verdad concerniente a las personas de la población, muy en particular sobre la identidad de las
personas, lo cual depende centralmente de la filiación. No en vano tampoco, el Código Penal
ha hecho de esos valores de certidumbre y veracidad un bien jurídico protegido, como se
desprende del Título IV, Capitulo II del Libro Segundo de ese cuerpo normativo.

Es que la filiación, ese eje de la identidad, es la faz externa de la persona humana, la que se
ofrece a la comunidad y a todas las relaciones sociales y estatales. El concepto de identidad
personal excede con creces la intimidad, la desborda nítidamente. Ser en la sociedad y en el
Estado, tener identidad en ellos, es un hecho que se proyecta hacia lo público de la persona.
Está claro, pues, que la invocación de la intimidad para resistirse a la prueba hemática carece
de fundamento porque la filiación y la identidad tienen una notoria significación supra íntima y
ostensiblemente trascienden y desplazan las propensiones y deseos de la intimidad.
Con otras palabras, literalmente, no es "una de las acciones (u omisiones) privadas de los
hombres (o mujeres) que no ofenden el orden".
Esa resistencia, por el contrario, sí, muy efectivamente, ofende al orden público porque frustra
uno de los cometidos más obvios del poder de policía respecto de la población del Estado y
desconoce realidades sociales que sin duda exceden la órbita de lo privado.

También esa resistencia ofende la moral pública mentada por el art. 19. Tal moralidad no es
otra que la ley mosaica trasmitida como parte del acervo judeocristiano que reflejan las
convicciones de la vasta mayoría del país, que ha informado sus instituciones y las "buenas
costumbres" del medio social, para decirlo con los términos del código civil. Y en ella destaca
"el honrar al padre y a la madre" de un modo eminente (Deuteronomio,
V, v. 16). Naturalmente, se trata del padre y la madre de la familia genuina y real, natural o
legítima, no de la familia ficticia, fingida, inventada como secuela de conductas delictuales, y
urdida con fraude en un medio de violenta antijuridicidad. No obstante los respetables afectos y
emociones que de hecho esta vinculación fáctica haya explicablemente podido con los años ir
engendrando, nada de esto altera los términos de la cuestión ni ayuda a sustentar en lo más
mínimo la invocación del derecho la intimidad. Sin daño a esta, ni a los sentimientos aludidos,
la renuente podría haberse prestado a la prueba de ADN y seguir cultivando esas emociones
no necesariamente excluyentes de la obligación moral de honrar al padre y a la madre. La
resistencia a conocer los verdaderos progenitores, así pues, siendo premisa fáctica ineludible
del poder honrarlos, se revela entonces como muy clara infracción a esa moralidad prevista por
la exigencia constitucional limitativa del derecho a la intimidad. Otro tanto cabe decir del deber
de veracidad que se impone como elemento de la moral pública aludida y de la buena fe,
moralidad y buenas costumbres, también opuesta al abuso del derecho por la legislación
común. El deber de veracidad no alcanza solo al decir la verdad sino también a contribuir a que
la verdad sea sabida por todos aquellos a quienes tiene razonablemente puede concernir.
Resistirse, y al resistirse obstruir el establecimiento de la verdad respecto de la propia filiación,
no es comportamiento que conjugue con esa exigencia ética compartida, obvia, indiscutida, de

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obstaculizar el conocimiento de la verdad - la sociedad, el Estado y la familia presunta -, que
tienen derecho a ella. Adviértase que no se le ha requerido a Vázquez que diga la verdad. Se le
ha pedido algo sustancialmente diferente y mucho menor como contribución al proceso: solo
que no obstruya el acceso a elementos materiales que están, por así decirlo, en su posesión y
de los que es portadora de un modo involuntario e inconsciente. Se trata de algo
inconfundiblemente diverso de la prueba testimonial.

Así pues el sustraerse a la prueba hemática para impedir la verdad sobre la propia filiación no
es una de las "acciones (u omisiones) privadas de los hombres (o mujeres)" que no ofenden la
moral pública, lo que invalida también la posibilidad de ampararse en el derecho a la intimidad
a este respecto.

Finalmente, el perjuicio a terceros se proyecta en varias direcciones. Por un lado, el perjuicio al


vasto público de la Nación que tiene interés en la certidumbre y en el conocimiento de la
identidad, y por ello de la filiación, de sus congéneres; mas aun y sobre todo, y con más alto
signo axiológico, el perjuicio a los órganos del Estado que necesitan igual certidumbre sobre la
identidad y filiación de todos los ciudadanos y administrados. Pero aun mucho más todavía,
más viva y fuertemente aparece el perjuicio a la familia natural o legítima de la requerida.
No se trata de una construcción artificial ni de una valor ideológico. La familia es la titular
inequívoca de derechos que han sido reconocidos, ahora en el nivel constitucional, por la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, cuyo art.17.1 deja puntualmente asentado
"La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y debe ser protegida por la
sociedad y el Estado".
Habida cuenta que la familia aparente ha quedado desechada por la prueba del propio proceso
como un engendro delictual y fraudulento, la expectativa de establecer la verdadera familia
adquiere una enorme significación para esa sociedad, para la cual ella es su "elemento natural
y fundamental". Los intereses de la sociedad y del Estado, que por imposición constitucional
deben ver en la familia su elemento natural y fundamental, están pues atacados por la
renuencia a la prueba del ADN.

La decisión de no contribuir a la certidumbre sobre los lazos de parentesco que,


prioritariamente, sus presuntos abuelos aspiran a tener, es una muy clara lesión a los intereses
en expectativa de estos tan próximos terceros, los probables miembros de esa familia sobre la
que imperiosamente hay hoy que obtener certidumbre. Y también una lesión muy determinada
y honda a la posibilidad de que la sociedad y el Estado cumplan con su deber de protección
sobre esa familia, como precisa la norma ya citada de la Convención americana.
De tal modo, la resistencia a la prueba hemática no es una de "las acciones (u omisiones) de
los hombres (o mujeres)" que no perjudican a un tercero. Quien se resiste a la prueba hemática
no puede ampararse, pues, en el derecho a la intimidad enunciado por el art. 19 de la
Constitución, contrariamente a lo que ha decidido penosa y muy infundadamente la mayoría del
tribunal.

3. La Verdad Jurídica Objetiva


Dicho todo esto tan simple y obvio para el exégeta sin prejuicios ni intereses ulteriores,
convienen algunas consideraciones adicionales. Las circunstancias que dan origen al proceso
en el que se le ha requerida la prueba de sangre a Evelyn Vázquez son las del terrorismo de
Estado de los años 70 y principios de los 80. Es la etapa tal vez más cruenta y trágica del
pasado nacional, en las que se generalizó la desaparición forzada de personas junto a la
apropiación de recién nacidos durante el cautiverio de sus madres antes de ser
clandestinamente ejecutadas. Esto tiñe con colores de excepcional y horrible intensidad la
causa resuelta. No se trata en consecuencia, de una duda filiatoria emergente de disputas

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habituales, conflictos familiares o habladurías mediáticas al uso televisivo, ni de una
controversia por reclamos hereditarios, hipótesis éstas que parecen francamente baladíes
comparadas con la duda producida en el horror de aquellos años siniestros. Hay una distancia
inmensa entre esos supuestos más o menos anodinos de investigación de la filiación y la
requerida a causa de la la comisión de crímenes atroces e imprescriptibles.

Durante los últimos algunos fiscales, jueces y alzadas han realizado una tarea esforzada y
meritísima para corregir la impunidad legislativa de aquellos hechos terribles, bendecida en
1987 por este mismo tribunal con el voto de algunos de los ministros (3) que ahora también
concurren a la infortunada solución del presente caso. Asimismo se ha avanzado
considerablemente en la labor jurisdiccional con pareja orientación. Por otra parte, en los
últimos meses hay signos que apuntan a respaldar esos esfuerzos desde el Poder Ejecutivo y
por su iniciativa en el ámbito del Congreso, que han creado una atmósfera más limpia,
desconocida en las deplorables ultimas décadas de densa e interesada opacidad.

Que la Corte Suprema persista en la obstrucción de esta corriente reparadora de la justicia


omitida y establecedora de la verdad, produce enorme perplejidad, asombro y verdadera
alarma. Sobre todo cuando se examina la rebuscada índole y la indigente fuerza de convicción
de los argumentos a los que no se ha evitado descender para forzar lo insostenible: unos
retorcidos recursos abogadiles de nivel insignificante, como los que pretenden hacerle decir a
normas del código procedimental cosas que de ningún modo afirman, y que otro votos de la
sentencia, también errado pero hermenéuticamente más pudoroso, se ocupa de rectificar. En
mejores tiempos que los presentes, la jurisprudencia de la Corte Suprema supo oponer con
energía la decidida busca de la verdad jurídica objetiva a la complacencia en los ritualismos
formales "sustitutivos de la sustancia que define la justicia"(4-9-73). La mayoría del tribunal
para amparar la resistencia de la prueba hemática ha construido una suerte de apoteosis del
ritualismo formal y de los bizantinismos curialescos, Haberle concedido a la intimidad de la
renuente un poder exorbitante y disfuncionales a la significación jurídica y social de la filiación y
de la identidad, con un claro desborde de los tres límites del art. 19, es cosa que excede por
completo lo opinable y lo debatible en cualquier tiempo; mucho más cuando esto ocurre en
2003, cuando una nueva etapa se ha abierto, aparentemente, en materia de derechos
humanos en la Argentina y parecían destrabadas las antiguas reticencias, turbiedades y
ocultaciones, para no decir complicidades respecto del pasado en estos temas (4).

Azorado por la capacidad para eludir la verdad jurídica objetiva, por el esfuerzo que la mayoría
del tribunal se ha sentido obligada a desplegar laboriosa y como desesperadamente, el lector
no puede sino confiar en la instancia supranacional prevista en la convención arriba mentada,
como nueva etapa para la reparación de la justicia sustraída.

NOTAS
(1) Emmanuel Mounier, Le Personalisme, Presses Universitaires de France, Quatorziéme édition, pag.
32.
(2) E. Mounier, ob.cit., pag. 33.
(3) V. Salvador María Lozada, Los derechos Humanos y la Impunidad en la Argentina (1974-1999),
Grupo Editor Latinoamericano, pag. 205
(4) V. Salvador María Lozada, ob.cit. pag. 236
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2.- Fallo de la Cámara Nacional en lo Criminal y Correccional Federal, Sala 2. Retención y
ocultamiento de un menor de 10 años. Presunto hijo de desaparecidos. Extracción
compulsiva de sangre.

V. S. E.
Buenos Aires, 14 de Julio de 2004

Y VISTOS Y CONSIDERANDO:
I- Llegan las presentes actuaciones a conocimiento y decisión del Tribunal en virtud del recurso
de apelación interpuesto a fs.6/9 por E. V. S., contra la resolución que luce a fs.1/5 en cuanto
dispone la realización de un estudio hemático sobre el nombrado, que deberá realizarse, aún
en caso de no prestar su consentimiento, mediante el auxilio de la fuerza pública.
II- Agravios de las partes
En la oportunidad prevista por el artículo 454 del Código Procesal Penal de la Nación, E. V. S. -
patrocinado por el Dr. R. Calandra-, presentó el memorial que luce a fs.26/31 en el que solicita
que se revoque el auto recurrido.
Sostiene que sobre cualquier otro derecho que se pretenda anteponer, debe primar el que
protege su intimidad y la libre disponibilidad de su persona y sus sentimientos.
Que la medida ordenada por el a quo vulnera lo establecido en el artículo 79 del Código
Procesal Penal de la Nación, en cuanto el Estado debe garantizar a las víctimas de un delito un
trato digno y respetuoso durante el proceso penal.
Agrega que las medidas coercitivas pueden llevarse a cabo siempre que el experto que las
realice las considere sin riesgo para su salud, extremo que no se da en el caso, ya que podría
verse afectada su salud psíquica.
Finalmente dice, que como se desprende de los fallos “V. F.” y “F.”, emitidos por la Corte
Suprema de Justicia de la Nación y la Sala IV de la Cámara Nacional de Casación Penal,
respectivamente, la extracción compulsiva de sangre resulta improcedente porque se opone a
expresas disposiciones del Código Procesal Penal de la Nación.
Por un lado, a los artículos 178, 242 y 243, en tanto posibilitaría la condena de aquellos a
quienes considera sus verdaderos padres, cuando dichas normas autorizan a protegerlos; y por
otro, porque se viola la excepción contenida en el artículo 206 del Código citado, referida al
modo en que se prueba el estado civil de las personas.
Por su parte, la Dra. Alcira Ríos, en representación de N. C. W. de T. -presunta abuela
biológica de V. S.-, sostuvo en el escrito que luce a fs.32/4, que la Constitución Nacional no
garantiza crímenes de lesa humanidad sino que protege a las víctimas de ellos.
Que ser víctima de un delito no le da derecho al apelante a lesionar derechos de terceros, ya
que los invocados por él terminan donde empiezan los de los familiares víctimas del terrorismo
de Estado, que hace veintisiete años que buscan sólo verdad y justicia.
En cuanto al supuesto daño psíquico que se alegó, sostuvo que el mayor daño no se le infringe
ahora, sino que le fue provocado al nacer en un Centro Clandestino de Detención y al cometer
contra él los graves delitos que en esta causa se investigan, con el agravante de, por ser
permanentes o continuados, aun no han cesado.
Por otro lado dijo que el fallo emitido recientemente por el Alto Tribunal, ha sido dictado contra
legem, violando la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño y la Convención
Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas, además de lesionar las garantías
esenciales que la Constitución Nacional otorga.
Concluye alegando que es incorrecto que el apelante pretenda sostener que se viola el artículo
79 del Código Procesal Penal de la Nación, ya que estos actuados se rigen por el Código de
Procedimientos en Materia Penal.
III- Ley aplicable a las presentes actuaciones.

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En virtud de lo que fuera sostenido en cuanto a la ley que rige el trámite de este proceso,
corresponde señalar que aunque se inició con la ampliación de la querella efectuada en los
autos n° A-178/89 caratulados “T. de R., Rosa” bajo las previsiones de la ley 2372,
posteriormente, a partir de la petición que en dicho expediente efectuaron el Ministerio Público
y la querellante (ver fs.1.248/9 y 1250, respectivamente, y fotocopias que lucen en el principal
de estos actuados a fs.177/8 y 179), el a quo ordenó la formación de causa por separado y
dispuso que su tramitación continuaría bajo las disposiciones de la ley 23.984, de lo que fueron
notificados los peticionantes sin que plantearan oposición al trámite que se les imprimió (ver
fs.181 y 182 del principal).
Por otra parte, y aunque se ordenó a fs.174 del principal la citación a prestar declaración
informativa de J. V. S., de conformidad con el artículo 236, 2da parte, del Código de
Procedimientos en Materia Penal -legislación anterior-, el error fue enmendado a fs.414,
ocasión en la que se dejó sin efecto la mencionada declaración y se reanudó el trámite bajo las
previsiones de la ley 23.984, habiendo sido nuevamente notificadas las partes intervinientes,
quienes consintieron la medida.
Tampoco se cuenta con objeción por parte de la imputada S. M. E., quien a fs. 430 fue
notificada de la existencia del sumario e invitada a aclarar los hechos y aportar la prueba que
estimara corresponder de conformidad con los artículos 73 y 279 del Código Procesal Penal de
la Nación, luciendo a fs.450/1 la presentación espontánea que hiciera con el patrocinio letrado
del Dr. Luis Miguel Herraez Prieto.
Finalmente, y en relación al co-imputado J. C. V. S., a fs.587 fue ordenada su captura a fin de
recibírsele declaración indagatoria, reiterándose dicha citación a fs.892, sin que hasta la fecha
se tenga noticia de su paradero.
IV- Hechos y pruebas
En virtud de su relevancia, corresponde efectuar a continuación una breve reseña de los
hechos que se investigan, y las pruebas que hasta el momento fueron obtenidas.
Como se adelantara, en los autos donde se investigaba la retención y supresión del estado civil
de F. G., la Dra. Alcira Ríos amplió la querella criminal -esta vez en representación de N. C. W.
de T., presunta abuela biológica del apelante-, por los delitos previstos en los artículos 139,
inciso 2, 146, 292 y 293, todos del Código Penal, contra J. C. V. S. y S. M. E., poniendo en
conocimiento de la instrucción que denuncias anónimas recibidas en la Asociación Abuelas de
Plaza de Mayo, aseguraban que quien fuera inscripto como E. V. S., era en realidad hijo de M.
G. T. y su esposo J. D. R. -desaparecidos el 15 de mayo de 1977-, encontrándose el acta de
nacimiento del nombrado firmada por el mismo médico de la Aeronáutica que falsamente
acreditó el nacimiento de F. G., Dr. P. A. C. (ver fs.22/3).
En consecuencia, separadas las causas, fueron incorporadas al principal fotocopias de las
declaraciones que brindara el nombrado en los autos originarios, quien al ser interrogado sobre
el acta de nacimiento de G. que contiene su firma, aunque la reconoció, sostuvo que dicha
constancia era aseveratoria de que él había asistido a un parto, pero que el parto no lo
presenció y que mal podía certificar algo que no había visto.
Agregó en su descargo, que era médico clínico auditor y no partero. Que firmó aquel
documento a pedido de unos camaradas, pero que fue la única vez que lo hizo (ver fotocopias
certificadas de fs.12/3 y 68/9). Dichos que como se verá, posteriormente quedan desvirtuados.
Obran glosadas a fs.106/7 y 108/10 copias de las declaraciones testimoniales brindadas por J.
M. T. -Vice Comodoro de la Fuerza Aérea- y la del Mayor C. E. S., quienes dijeron que durante
los años 1977 y 1978, cumplieron servicios en la Regional de Inteligencia “Buenos Aires” a
cargo del Comodoro R. S.. Que compartieron su destino con el Suboficial Mayor J. C. V. S.,
que en aquella época era Cabo Primero, y que según dichos de T. era apodado “El Colorado” o
“Colo”.

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También se agregó la declaración testimonial de C. O. M., quien dijo haber ingresado a la
Regional de Inteligencia “Buenos Aires” en 1976, desempeñándose como personal civil a cargo
del sector dibujo técnico y como agente de inteligencia.
Afirmó que fuera de la unidad se practicaban tareas de inteligencia, y que esa información la
centralizaba V. S., a quien, como su superior jerárquico, le entregaba los informes de los
hechos que recogía de los distintos puntos a los cuales concurría (ver fs.132/4).
Finalmente, J. A. C., militar retirado, dijo haber cumplido servicios en la Regional de Inteligencia
“Buenos Aires” desde mediados de 1977 hasta 1983, y que durante los años 1977 y 1978
prestaba servicios J. C. V. S., apodado el “Colorado” o “Colo”.
Asimismo, aunque negó que en la División a su cargo se alojaran personas detenidas, agregó
que de haber alguna, tenían que derivarla inmediatamente al Cuerpo I del Ejercito. Explicó que
las patrullas, compuestas de oficiales, suboficiales y soldados de las fuerzas de tarea que
salían por la zona, paraban colectivos y automóviles revisando la presencia de armas o
explosivos y pidiendo documentos, y si detectaban algún sospechoso se lo entregaban a la
autoridad policial que normalmente acompañaba a la patrulla (ver fs.149/59).
Se incorporó a fs.186/351 el legajo personal de J. C. V. S., del que surge que su grado es
Suboficial Mayor, su especialidad Auxiliar de Inteligencia y que entre los años 1977 y 1978 su
destino fue la Regional de Inteligencia “Buenos Aires”.
Ahora bien, como los dichos de P. A. C. se vieron prima facie desvirtuados con la incorporación
del Acta de Nacimiento de E. V. S. que contiene su firma (ver fs.123), se le hizo saber al
nombrado que se encontraba imputado en autos, cursándole citación a tenor de los artículos 73
y 279 del Código Procesal Penal de la Nación (ver fs.430). No compareció en dicha
oportunidad, acreditándose posteriormente su defunción con el certificado glosado a fs.603.
Por otra parte, se cuenta con las copias certificadas de las declaraciones testimoniales
brindadas en la causa “T. de R.” por J. C. L., militar retirado de la Fuerza Aérea, quien también
dijo haber compartido su destino en la Regional de Inteligencia “Buenos Aires” con J. C. V. S.,
que en ese entonces era Cabo Primero.
Sostuvo que en la regional se llevaban a cabo procedimientos, que en algunas oportunidades
se efectuaban detenciones y que los apresados eran alojados en la comisaría de Castelar,
recordando los casos de las chicas R. y T..
Agregó que por comentarios supo que las criaturas de las detenidas embarazadas -cuyo parto
se efectuaba en la ESMA- se entregaba a distintas familias de personal de Fuerza Aérea. Que
con dichas entregas fueron favorecidos V. S. y G., y que el niño que le dieron al mencionado en
primer término era el de la chica T. (ver copias de fs.555/6).
Asimismo, interrogado sobre el lazo de camaradería que existía entre el Comodoro S. -a cargo
de la Regional- y sus subordinados, dijo que J. C. V. S. era uno de los Oficiales inferiores que
alternaba en reuniones de índole familiar y de amistad con el Comodoro (ver copias de
fs.559/62).
Ahora bien, citado en estos actuados J. C. L. para que ampliara sus dichos en relación al
operativo de G. T., reconoció haber participado en su detención, que fue alojada en “Mansión
Seré”, y que pasados unos días, él personalmente la trasladó a la comisaría de Castelar.
Afirmó que después de unos meses, una noche en la que estaba de guardia le ordenaron
preparar un auto para fraguar un enfrentamiento. Posteriormente se enteró que en el automóvil
Fiat 1600 verde iba la chica T. y otras dos personas cuyo nombre no recordaba.
Interrogado sobre quién le dio el niño a V. S., dijo que suponía que habría sido S. o T. que eran
los que tenían una afinidad con el nombrado (ver fs.703/5).
Cabe reseñar aquí, que en la causa n° A-178/89 caratulada “T. de R., Rosa”, se acreditó la
defunción del Comodoro R. S.
Por otra parte, también se cuenta en autos con la declaración testimonial brindada por J. G.
(ver 767/8 y fs.770), quien refirió haber compartido el cautiverio en la Escuela de Mecánica de
la Armada con G. T. de R., la que dio a luz un varón entre septiembre y octubre de 1977,

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manifestando que pudo hablar con ella antes y después del parto, relatándole la nombrada las
vicisitudes de su detención y original alojamiento.
Finalmente, a fs.749/51 se incorporaron las copias del Acta de Nacimiento de quien también ha
sido inscripta como hija de J. C. V. S. y S. M. E., P. C., la que nuevamente contiene una rúbrica
que prima facie pertenece a P. A. C., habiéndose presentado M. J. F. de Casado -posible
abuela biológica de P. C.-, a ampliar la querella contra el matrimonio y solicitar que
oportunamente se realicen los análisis hematológicos de rigor (ver fs.761).
Para concluir sólo resta agregar, que la imputada S. M. E. sostuvo en la presentación
espontánea de fs.450/2, que luego de cinco años de casada nacieron sus dos hijos, E. el
1/11/77 y P. C. el 10/10/78, y aunque no aportó datos relativos a la clínica o sanatorio donde
hubiera dado a luz, afirmó que E. es su hijo biológico.
Respecto al co-imputado J. C. V. S., citado a indagatoria a fs.587 y reiterada a fs.892, de
momento no se han logrado obtener noticias de su paradero.
Ahora bien, de la reseña efectuada se desprende la especial magnitud de los hechos que se
investigan, ya que no se trata de un menor víctima del abandono de sus padres, quien pudo
haber sido recogido en un verdadero acto humanitario, y que luego de crear fuertes lazos
afectivos se lo pretende despojar de esta nueva familia revictimizando su originaria situación.
Por el contrario, E. V. S., quien hoy ha adquirido la mayoría de edad, sería presumiblemente
hijo biológico del matrimonio T.-R., de cuyo seno fue expulsado de un modo violento por el
secuestro y posterior desaparición de su propia madre, M. G. T..
En tal sentido, aunque no pueda afirmarse de momento que J. C. V. S. tuvo una intervención
directa en esos hechos, tampoco puede descartarse, pero lo cierto es que participó el personal
de la Regional de Inteligencia “Buenos Aires”, cuyas tareas de inteligencia centralizaba el
imputado.
A ello debe sumarse, los serios indicios aportados por L. en su declaración, en cuanto a que los
niños nacidos en cautiverio eran entregados a distintas familias de militares, sosteniendo que al
encartado “se le entregó el hijo de la chica T.”.
Cabe señalar que los dichos de L. se vieron corroborados en las actuaciones n° A-178/89 (en
donde se inició la presente), ante el reconocimiento que hicieran los imputados F. G. y P. A. C.,
lográndose acreditar que quien fuera inscripto como hijo biológico del primero, era un niño de
padres desaparecidos entregado por el Comodoro S. a personal civil de la regional a su cargo,
y que el Acta de Nacimiento falsa del menor la rubricó el Dr. C. (ver declaraciones indagatorias
del imputado F. G. de fs. 718/9, 760/1 y 787/8 de los citados autos y las copias de la
declaración del co-imputado A. C. agregada a fs.71 de estos actuados).
En virtud de la gravedad que reviste el hecho que ha sido narrado, en el que existen serios
indicios de que nuevamente estamos en presencia de la apropiación de un menor hijo de
desaparecidos, no puede dudarse de la pertinencia de la prueba hemática ordenada, ya que
resulta la única medida viable para hacer C. los efectos del delito y lograr su esclarecimiento,
ante la imposibilidad de interrogar a S., C. y V. S. , sumado a la afirmación de S. M. E. de que
E. V. S. es su hijo biológico.
V- Diferencias con el pronunciamiento emitido por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en
el caso “E. V. F.”.
Como el apelante invoca el reciente pronunciamiento emitido por el Alto Tribunal para sostener
que la medida dispuesta debe revocarse, resulta necesario mencionar las significativas
diferencias que presenta ese caso con el que nos ocupa.
1- En primer lugar debe recordarse, que en ese antecedente fue decisivo el hecho de que la
extracción de sangre ordenada sobre el cuerpo de E. V. F., había sido considerada como
prueba complementaria por la Sala I de este fuero, Tribunal que confirmó la decisión del a quo.
Surge de los Considerandos del fallo, que en ese caso quienes hicieron la falsa inscripción,
admitieron que E. no era su hija biológica y que les fue entregada en circunstancias que les
hacían presumir que sus padres eran desaparecidos, de modo que se había logrado avanzar

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sobre los hechos pesquisados y la responsabilidad de sus autores, con independencia de la
prueba hemática ordenada.
Por el contrario, en las actuaciones puestas a estudio de esta Cámara, la co-imputada S. M. E.
sostiene que E. es su hijo biológico (ver fs.450/2), al tiempo que se desconoce el paradero de
su esposo, J. C. V. S., al que se lo intenta localizar desde el 4 de marzo de 2002 (ver fs.174).
Por otra parte, aunque se cuente con un Acta de Nacimiento presumiblemente falsa, a la luz de
los dichos que en la causa originaria brindó P. A. C., el nombrado no podrá ser interrogado
sobre estos hechos (ver acta de defunción de fs.603). Encontrándonos en la misma situación,
en relación al Comodoro S., señalado como uno de los posibles entregadores del menor y
gestor en la obtención de dicho documento.
2- En ambas causas se investiga -entre otros- el delito de sustracción, retención y ocultación de
un menor de 10 años (artículo 146 del Código Penal), que en su modalidad de retención y
ocultación es de carácter permanente, así mientras que en el precedente “E. V. F.” el ilícito
había cesado, en estos actuados aún se estaría cometiendo.
Debe recordarse que sostuvo esta Cámara: “...que su consumación se extiende a través del
tiempo y cesa cuando se acaba la acción típica, por lo que son atribuibles todos sus momentos,
quedando configurado no solamente reteniéndolo durante el tiempo que resulte necesario para
ser considerado fuera de la esfera de custodia de aquel que ejerza la patria potestad sobre
él...sino que también se consumará a través de una acción que impida el restablecimiento del
vínculo pertinente...”.
“...en esta clase de delitos el mantenimiento del estado antijurídico creado por la acción punible
depende de la voluntad del autor, de manera que en cierto modo el hecho se reanuda
continuamente...”, en consecuencia,“...la acción típica desarrollada cesa en la fecha en que
pudo descubrirse la verdadera identidad...” (conf. causa n°17.414 “Del Cerro”, reg. n°18.381,
rta. 8/2/2001 y sus citas, y en igual sentido causa n°15.592 “G.”, reg. n°18.634, rta. el
3/5/2001).
En consecuencia, como en estos actuados la co-imputada S. M. E. afirma que E. V. S. es su
hijo biológico, la acción típica aún se estaría llevando a cabo. Por lo que debe concluirse que la
medida ordenada por el a quo, resulta determinante para la acreditación del delito y sus
responsables, e incluso se torna indispensable para ponerle fin a un delito que, como proviene
de la desaparición forzada de personas -M. G. T. y su esposo J. D. R.-, puede caracterízarse
como delito de lesa humanidad.
Aunque no habrán de recrearse en esta oportunidad las consideración que hemos desarrollado
para sostener la condición de delitos de lesa humanidad que presentan los hechos de esta
gravedad, cabe recordar que a partir de la numerosa jurisprudencia citada en la Causa 17.889
“Simón”, reg. n°19.192, rta. el 9/9/91, se sostuvo que: “...existe expreso reconocimiento sobre la
inalienabilidad del derecho a la verdad, así como el derecho a conocer la identidad de los niños
nacidos en cautiverio y la consecuente obligación del Estado Argentino de investigar y castigar
a los responsables...” (ver en igual sentido de la Sala 1 Causa n°30.580 “Acosta”, reg. n°747,
Causa n°30.514 “M.”, reg. n°742 y Causa n°30.312 “V.”, reg. n°736, todas del 9/9/99).
También el Alto Tribunal ha reconocido el derecho de la sociedad a conocer la verdad sobre las
violaciones a los derechos humanos ocurridas con anterioridad al establecimiento del orden
institucional y, en particular, el derecho de los familiares de las víctimas a conocer lo que
aconteció con sus seres cercanos como presupuesto para la reconstrucción de sus vínculos
familiares y, con ello, de su identidad (ver Fallos 321:2767 y recientemente, Considerandos 16
del Voto del Dr. Boggiano por la mayoría, y 35 del Voto en Disidencia Parcial del Dr. Maqueda
en causa “E. V. F.” ).
Finalmente debe decirse, que entre las obligaciones básicas que ha asumido el Estado a través
de la ratificación de los Tratados de Derechos Humanos con rango constitucional (artículo 75,
inciso 22 de la Constitución Nacional), se encuentra la de garantizar -a través de sus órganos
internos-, la persecución y sanción penal de los delitos de lesa humanidad (Corte

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Interamericana de Derechos Humanos, caso “Velázquez Rodríguez”, sentencia del 29 de Julio
de 1988, Serie C, n°4, párrafo 166, Citado por Pinto, Mónica. ob. cit. pág.48).
En consecuencia, a nuestro juicio, las características de este caso trascienden las
consideraciones efectuadas por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el precedente
invocado, ya que para dirimir la pertinencia o no de la medida dispuesta por el instructor,
deberán armonizarse los intereses en pugna: el de V. S. -adulto víctima del delito investigado-,
los de los familiares biológicos -también víctimas del hecho- y el del Estado, en representación
de la sociedad.
VI- De los derechos constitucionales involucrados.
El apelante considera vulnerado su derecho a la intimidad, y a la libre disponibilidad de su
persona y sus sentimientos, sosteniendo que deben primar sobre cualquier otros derechos que
se pretendan anteponer.
Opone la querella, que el artículo 19 de la Constitución Nacional protege el derecho a la
intimidad siempre que no esté interesado el mencionado orden público, la moral y los derechos
de terceros.
Ahora bien, se encuentra reconocido que el derecho a la intimidad protege jurídicamente un
ámbito de autonomía individual constituida por las relaciones familiares, que comprende a la
esfera doméstica, el círculo familiar y de amistad, y otros aspectos de la personalidad espiritual
o física de las personas tales como la integridad corporal (Fallos: 306:1892, entre muchos
otros).
En consecuencia, aunque V. S. encuentra conculcados su derecho a la intimidad y rechaza
toda intromisión tendiente a poner de manifiesto su realidad biológica, la que no le interesa
conocer, también debe valorarse que si la medida se revoca, se produciría la subsiguiente
afectación al derecho a la intimidad del querellante, ya que se le impediría reconstruir los lazos
familiares que le fueron ilegalmente arrebatados, al despojarla de la posibilidad de conocer y
criar a quien sería su nieto biológico.
Cabe entonces recordar, que los principios y garantías que la constitución consagra no tienen
carácter absoluto, la ley puede imponer restricciones a su ejercicio que guarden adecuada
proporción con la necesidad de preservar los derechos de los demás y los intereses generales
de la sociedad (Fallos 300:67; 308:814; 312:318; 314:225; 315:380; 320:196 entre otros).
En tal sentido, se han emitido diferentes pronunciamientos que restringen el derecho invocado
por el apelante.
Ante la afectación a los derechos de terceros y estando en juego el interés tutelar de un menor,
la Corte Suprema de Justicia de la Nación sostuvo: “...que debe rechazarse el agravio referente
al derecho a disponer del propio cuerpo, en relación con la zona de reserva e intimidad del
individuo, toda vez que la negativa a la extracción de sangre no se dirige al respeto de aquel
(vid. Causa B.605.XXII. “Bahamondez, Marcelo”, rta. el 6/4/93), sino a obstaculizar una
investigación en la que ellos resultan imputados y la menor víctima, es decir afecta los
derechos de terceros (art.19 de la Constitución Nacional a contrario sensu...” (Fallos:318:2518,
Considerando 11).
Al evaluar la afectación al interés público se dijo: “...que las mismas razones elaboradas por
esta Corte en el caso “H.91.XXIV” para dejar de lado la oposición de los imputados de un delito
al examen hematológico en cuestión, son totalmente relevantes para el caso de autos a los
fines de dejar de lado los planteos de los representantes de la posible víctima de un delito de
acción pública, cuya persecución no puede quedar -precisamente en razón de dicho carácter
público- supeditada a la voluntad de aquella” (Considerando12 del Voto en Disidencia emitido
por los Dres. Fayt y Petracchi al resolver la causa C-1266 XXVIII “C.J.A. s/querella por
retención y ocultación de menor”, rta. el 4/12/95- ED.5/12/96).
Finalmente, al resolver la causa “Guarino”, se afirmó que: “medidas como las decretadas en
este caso en concreto deben entendérselas razonablemente dirigidas a la averiguación de los
hechos delictivos, lo que constituye en definitiva el fin y objeto del proceso” (Fallos:319:3370)

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A lo dicho cabe agregar, que aun cuando en el reciente pronunciamiento emitido por el Alto
Tribunal la mayoría arribara a un temperamento adverso, no se desconocieron los diferentes
intereses en pugna y la necesidad de conciliarlos de un modo armónico (ver Considerando 7 y
9 del Voto del Dr. Boggiano -que integra el de la mayoría- al resolver la causa “V. F.”).
Por su parte, el Dr. Maqueda entendió, que aunque la Carta Magna ha estructurado un escudo
de protección de los habitantes de nuestro país para que sus derechos no sean injustamente
vulnerados, no lleva a impedir la ejecución de medidas que requiera el Estado para dilucidar la
verdad en el ámbito del proceso penal, las que al estar expresamente consignadas, no es
posible impugnarlas con el sólo argumento de que restringen aquellos derechos (Considerando
27 de la causa mencionada).
El tema también ha sido analizado por la doctrina, en la que existen posturas polarizadas entre
los que rechazan totalmente la posibilidad de que se realice forzadamente la pericia y aquellos
que la postulan sin reserva, dando paso a una corriente intermedia, que se orienta a restringir
el derecho individual de negarse a realizar exámenes biológicos como el impugnado.
En este último sentido, Cecilia Grossman y C. Ariana, sostienen que estos derechos
mantenidos a ultranza vulneran otros derechos e intereses legítimos, como el de los menores a
su identidad y el del Estado y la sociedad, a la verdad en el curso de un proceso judicial (conf
“Los efectos de la negativa a someterse a los exámenes biológicos en los juicios de filiación
paterna extramatrimonial”, La Ley T.1992, vol. B, pág.1193).
También se ha dicho, que si bien el sujeto es amo y señor de su intimidad, no puede hacerse la
misma afirmación categórica respecto de su identidad cuando los demás aparecen
involucrados, ya que en todo lo relativo a las relaciones de familia -integrada por la
determinación del origen genético-, las personas se desenvuelven en el campo inter-subjetivo,
donde la vigencia del principio de inviolabilidad hará que el derecho a la intimidad que se
invoque por uno, quede automáticamente limitado y restringido en cuanto afecte el derecho a la
identidad familiar que esgrime otro (Mauricio Luis Mizrahi, “Limitación jurisprudencial a las
pruebas biológicas compulsivas”, La Ley, año LXVII, n°2003).
Otros la admiten sólo cuando se está en presencia de un proceso penal en donde se investigan
delitos relacionados con la desaparición forzada de personas -que conlleva la supresión y
sustitución del estado civil en la época comprendida entre 1976/1983-, sosteniendo que debido
a los derechos en juego y el interés que debe predominar en estas, resulta procedente la
medida compulsiva (Nestor E. Solari, “Acerca de la extracción compulsiva de sangre en el
proceso penal a propósito de los casos V. y Ferretón”, J.A. 2004-1 -fascículo n°12-, 24/3/2004)
A criterio de este Tribunal, aun cuando en estos actuados el estudio hemático ordenado está
dirigido a un mayor de edad que resulta víctima del delito, se reúne la legitimación para obtener
de él esa prueba, merced a la restricción de los derechos que invoca, desde que resulta
estrictamente pertinente dentro de los límites formales de la ley en un Estado de Derecho.
En tal sentido, teniendo en cuenta el principio de proporcionalidad entre los bienes o derechos
que pueden afectarse, a la alegada conculcación del derecho a la intimidad en la persona de V.
S., se le opone idéntico derecho que ampara a la querellante, posible abuela biológica, que se
vería imposibilitada de reconstruir los lazos familiares que fueron quebrados por el terrorismo
de Estado.
A ello debe sumarse, que la extracción de sangre que se pretende realizar, guarda
razonabilidad con el objeto del proceso, cual es el descubrimiento de la verdad material y la
averiguación de los autores y/o cómplices de un delito de lesa humanidad que no ha cesado, y
que como se verá, no puede afirmarse que resulte lesiva de la salud psico-física de su
destinatario.
VII- La invocada afectación a normas procesales.
1- Relativas a la violación del artículo 79 del C.P.P.N.

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No será receptado favorablemente el agravio del apelante, que sostiene que en su condición de
víctima no se le da un trato digno y respetuoso, ya que las constancias de la causa acreditan
que la norma invocada no ha sido vulnerada por el instructor.
En efecto, no sólo se lo puso en conocimiento del objeto procesal del sumario desde su inicio,
sino que cuando fue invitado a practicarse una extracción hemática, se libró oficio al Servicio de
Psicología del Cuerpo Médico Forense de la Justicia Nacional, haciendole saber a la
Licenciada C. G. que debería concurrir al Tribunal para darle el debido resguardo y contención
psicológica, habiendo mantenido dicha profesional la correspondiente entrevista personal con
E. V. S. (ver fs.167 y fs.170, respectivamente).
Cabe adunar a ello, que entendiendo el a quo que existe un interés directo del nombrado en la
orden judicial atacada, le ha otorgado el derecho a recurrir, dándose a través de la presente
acabado responde a cada uno de los planteos que ha ensayado -patrocinado por el Dr.
Calandra-, de modo que independientemente de su conformidad o disconformidad con la
solución que propiciarán los Suscriptos, podrá acceder, de considerarlo pertinente, a la revisión
del Superior Tribunal de la causa.
2- Relativas a los artículos 178, 242 y 243 del C.P.P.N.
Afirma el apelante, que su negativa se encuentra justificada al amparo de las mencionadas
normas procesales, que se refieren a la inadmisibilidad de denuncia y prohibición de testimonio
en casos de parentesco.
Ahora bien, el artículo 178 dispone la prohibición de denunciar del cónyuge, ascendiente,
descendiente o hermano, al menos que el delito aparezca ejecutado contra el denunciante o un
pariente suyo de grado igual o más próximo que el que lo liga con el denunciado.
El artículo 242 establece la prohibición de testificar en contra del imputado, alcanzando a las
personas mencionadas anteriormente, con idéntica limitación.
Finalmente, el artículo 243 establece la facultad de abstención de declarar en contra del
imputado, la que se extiende a parientes colaterales hasta el cuarto grado de consanguinidad o
segundo de afinidad, tutores, curados y pupilos, a menos que el testigo fuere denunciante,
querellante o actor civil o que el delito aparezca ejecutado en su perjuicio o contra un pariente
suyo de grado igual o más próximo con el que lo liga con el imputado.
En primer lugar debe decirse, que es incorrecto pretender asimilar la extracción de sangre con
una declaración testimonial, ya que como lo afirmó la Corte Suprema de Justicia de la Nación
en innumerables precedentes, lo prohibido por la Ley Fundamental es compeler física o
moralmente a una persona con el fin de obtener comunicaciones o expresiones que debieran
provenir de su libre voluntad, pero ello no incluye los casos en que cabe prescindir de esa
voluntad, en que la evidencia es de índole material (doctrina de Fallos: 255:18, 318:2518 entre
otros).
En ese mismo sentido, recientemente se ha dicho, que la extracción compulsiva de sangre
constituye un medio de prueba que no compele a producir testimonio alguno, por lo que, en
principio y a falta de regulación expresa, no es admisible extender a su respecto las reglas
especiales de las norma citadas, por más analogía que pueda encontrarse entre ambas
situaciones (Ver Considerando 10 del Voto del Dr. Boggiano, que integra la mayoría en causa
“E. V. F.”).
En efecto, la garantía contra la autoincriminación sólo ampara a una persona como sujeto u
órgano de prueba, como quien con su relato, incorpora al procedimiento un conocimiento cierto
o probable sobre un objeto de prueba. No la ampara, en cambio, cuando ella misma es objeto
de prueba, cuando es objeto investigado, como cuando por ejemplo se extrae una muestra de
sangre o de piel, o se lo somete a un reconocimiento por otra persona (J.. B. J. M., “Derecho
Procesal Penal Argentino”, Tomo I-b, pág 444, y su cita)
Por otra parte, las normas invocadas por el apelante encuentran su fundamento en el
mantenimiento de la institución familiar, conjurando su destrucción por el obrar de sus propios
miembros. En palabras de Clariá Olmedo, se restringe la amplia regla en materia penal de la

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libertad de la prueba en homenaje a la solidaridad familiar (Conf.Ivana V. Bloch y M. C. Hockl
“La extracción compulsiva de sangre según la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia
de la Nación”, J.A. 2004-I, fascículo nº12, pág.3/14).
En dicha inteligencia se ha previsto la excepción contenida en el último párrafo, cuando el delito
ha sido ejecutado contra el propio declarante o contra un pariente suyo con grado más próximo
con el que lo liga con el imputado, ya que la cohesión familiar se encontraría quebrada por el
accionar ilícito de alguno de sus integrantes.
Si se analiza el caso puesto a estudio, esta última es la hipótesis que se plantea, ya que lo que
se pretende probar a través de la investigación, es la comisión del delito de retención y
ocultación de un menor ejecutado contra el propio apelante que ya ha adquirido la mayoría de
edad y los parientes de grado más próximos, sus verdaderos progenitores.
Como lo afirma el Procurador General Dr. Nicolás Becerra:“...tampoco se vería satisfecho el
sentimiento de justicia si se concediera al autor una carta indefinida cada vez que lograra
consolidar una relación de afecto con el niño del que se ha apropiado o que se ha retenido,
reclamando paralelamente resignación y aceptación de la situación a los padres y a la familia,
en general, de los que ha sido arrebatado...” (ver Dictamen en autos “V. F.”).
El Alto Tribunal ha dicho que la finalidad de proteger los lazos familiares -que inspira la
exclusión de ciertos medios de prueba- debe equilibrarse razonablemente con el propósito de
averiguar la verdad sobre los delitos investigados; y en esta confrontación ha de prevalecer la
potestad judicial de reunir todas las pruebas que no sean inequívocamente excluidas por ley
(Ver Considerando 10 del Voto del Dr. Boggiano, que integra la mayoría en causa “E. V. F.”).
Así las cosas, y sin dejar de comprender la difícil situación en la que se encuentra E. V. S., este
Tribunal no puede avalar su negativa, cuando la finalidad de las normas procesales invocadas
resulta contraria al derecho que se pretende proteger.
3- Relativas al artículo 206 del C.P.P.N.
3.a- Manifiesta el apelante, que la libertad probatoria que rige el proceso penal y que posibilita
ejercer coerción estatal, se encuentra limitada cuando existe un grave riesgo para la salud,
resultando afectada su salud psíquica.
Este Tribunal sostuvo: “...que por practicarse la prueba hemática con todas las garantías de la
ciencia médica al efecto, en modo alguno puede presentar riesgo para la salud o integridad
física de aquella, ni tampoco a su dignidad humana...” (ver causa n°10.988 “Guarino”, rta el
4/5/95, reg. n°11.951)
La Corte Suprema de Justicia de la Nación, ha reconocido que la extracción de unos pocos
centímetros de sangre, si se realiza por medios ordinarios adoptados por la ciencia médica,
ocasiona una perturbación ínfima en comparación con los intereses superiores de resguardo de
la libertad de los demás, la defensa de la sociedad y la persecución del crimen (Fallos
318:2518).
Con idéntico criterio se expide la doctrina, sosteniendo que igual a lo que acontece con la
vacunación coactiva general ante una epidemia, no se estimada en sí ofensiva ni irrazonable
para un hombre medio; y que constituye una prueba de que resulta inocua, el hecho de que la
extracción de sangre es una práctica de rutina en múltiples exámenes médicos que
precisamente se hacen con el objeto de prevenir y preservar la salud de las personas (Conf.
Augusto Mario Morello “La obligación de cooperar para acceder a la verdad en el ámbito del
proceso a propósito de la obtención coactiva de sangre a fin de realizar la prueba
hematológica” (JA, 1991-III-52); y Cecilia Grossman y C. Ariana “Los efectos de la negativa a
someterse a los exámenes biológicos en los juicios de filiación paterna extramatrimonial”, La
Ley T.1992, vol. B, pág.1193).
En consecuencia, si no puede afirmarse que el estudio ordenado ocasione algún tipo de daño
real, ya sea físico, psicológico o emocional, la sola invocación del apelante de un hipotético
daño psicológico o emocional -que no ha sido acreditado-, no puede justificar un impedimento

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para llevar a cabo una prueba, que como se viene analizando, se advierte como estrictamente
neC.ia.
Aún ante la trascendencia que en la esfera personal pueda tener la medida ordenada, no
puede soslayarse que como las víctimas se encuentran en posiciones antagónicas -apelante y
querellante-, y que debe resguardarse la integridad psíquica de ambas, pudiendo verse
seriamente afectada la de su posible abuela biológica, si después de una incansable búsqueda
de 27 años y ante los serios indicios que existen en autos de haber hallado a su nieto, le fuera
ahora negada la posibilidad de adquirir certeza.
A todo evento, y como fuera señalado en el punto VII.1- de la presente, el a quo ha tomado los
pertinentes recaudos al disponer la intervención de los Servicios de Psicología del Cuerpo
Médico Forense de la Justicia Nacional para que le brinde contención a E. V. S., la que como
fuera solicitado por el Agente Fiscal, deberá extenderse durante todo el proceso (ver fs.177 del
principal).
En consecuencia, no existiendo serias y comprobadas razones que pudieran llevar a los
Suscriptos a considerar que la prueba hemática le pueda producir al nombrado una
perturbación psíquica mayor a la que le ha generado ser víctima del delito que se investiga, el
agravio esgrimido habrá de ser rechazado.
3.b- Finalmente sostuvo el apelante, que la libertad probatoria contenida en el artículo 206 del
Código Procesal Penal de la Nación, también se encuentra restringida por la excepción fijada
en su último párrafo, relativas al modo en que se prueba el estado civil de las personas,
debiendo estarse a la prohibición de extracción compulsiva de sangre contenida en la ley
23.411.
Al analizar los alcances de la citada normativa, esta Cámara afirmó: “...la presunción contenida
en el artículo 4 de la ley 23.511 en cuanto a que la negativa a realizar examen como el
ordenado en el proceso principal sólo acarrea como consecuencia una presunción que admite
prueba en contrario, no resulta operativa en el proceso penal, donde no es factible arribar a un
procedimiento merced a presunciones de tal naturaleza. Esa norma (y tal presunción), sí puede
adquirir relevancia en el marco de un proceso civil, del modo como está expresado.
No debe perderse de vista que la ley 23.511 es la de creación del Banco de Datos Genéticos, y
la norma en su artículo 4 resulta una regulación procesal que como quedó dicho genera una
presunción no operativa para el proceso criminal, que por otra parte es regulado en un
ordenamiento que contiene reglas como el artículo 322 sobre los exámenes periciales, y los
artículos 196, 198 y 199, sobre la capacidad de investigación de los Magistrados sobre los
presuntos delitos que lleguen a su conocimiento. Y en estos contenidos se enmarca la medida
de prueba ordenada, requiriéndose un examen pericial del Organismo instaurado por la
mentada ley 23.511...” (ver Causa n°9264, “Recurso de queja interpuesto por Domingo G.
Maggiotti”, reg. n°10.736, rta. el 15/4/94)
En cuanto a la posibilidad de fundar la negativa a la extracción de sangre sobre la base de lo
dispuesto en el art.4 de la ley 23.511, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha dicho:
“...que la sola referencia a ese precepto no es fundamento suficiente para descartar la prueba
ordenada, toda vez que los recurrentes no demuestran por qué esa norma destinada a regir los
procesos de filiación debe aplicarse al ámbito penal, cuando ambos procedimientos tienen
causa, objeto y finalidad diferentes...” (Considerando 12, Causa H.G.S y otros s/apelación de
medida probatoria” H.91. XXIV. rta. el 4/12/95).
En estos actuados, la aseveración o la exclusión del vínculo de sangre entre quien fue inscripto
como E. V. S. y quien se atribuye ser su abuela biológica, resulta una prueba neC.ia y
razonable, ya que permitirá esclarecer los hechos delictivos, en donde el emplazamiento del
estado civil resulta una consecuencia del ilícito que se encuentra investigado.
Por otra parte, y aún en la hipótesis de que corresponda aplicar las disposiciones de la ley
23.511, no puede afirmarse que ella vede la posibilidad de disponer los análisis compulsivos.

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Ha sostenido la doctrina, que aunque la ley no lo dice expresamente, el juez tiene amplias
facultades para ordenar la obtención de muestras compulsivas, ya que el artículo 36 del Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación le otorga la facultad de ordenar las diligencias neC.ias
para esclarecer la verdad de los hechos controvertidos respetando el derecho de defensa de
las partes ( Mauricio Luis Mizrahi, “La compulsión en la ejecución de la prueba genética para
determinar la identidad de origen”, ED, 13/2/2004).
Agrega el autor citado, que no se puede aceptar la discriminación entre el derecho a conocer
los vínculos familiares y la atribución de exigir compulsivamente la realización de una pericia a
tales fines. Si existe aquel derecho debe posibilitarse, en la medida que constituye una práctica
indolora con una ínfima molestia, ya que la ley no establece ninguna prohibición a los jueces
para que dispongan la ejecución forzada de la prueba (Mauricio Luis Mizrahi, “Limitación
jurisprudencial a las pruebas biológicas compulsivas”, La Ley, año LXVII, n°2003).
Aunque comúnmente se sostuvo que una de las diferencias más tajantes entre el proceso civil
y el proceso penal, consistía en la primacía de la verdad formal para el primero, mientras en el
segundo rige de manera irrestricta la verdad material, frente al avance de la ciencia que permite
una prueba certera sobre la filiación, se han dictado pronunciamientos de Tribunales Civiles y
Comerciales, que se inclinan por hacer emerger la realidad material, ya que no resulta valioso
acudir a una presunción basada en una negativa
En tal sentido se ha entendido, que la actitud renuente del demandado constituye un indicio,
pero insuficiente para fundar una sentencia. Que de ello deriva que la técnica de ADN alcanza
virtualmente la certeza absoluta y es el método en sí más exacto, pudiendo disponerse aún de
oficio (A. F. Bosch (h), “La filiación de las personas y los métodos compulsivos para obtener
pruebas, La Ley 2003-B, pág.1116 y sus citas jurisprudenciales).
Como lo ha sostenido la Corte Suprema de Justicia de la Nación, aunque no pueda
prescindirse de las palabras de la ley, tampoco debe atenerse rigurosamente a ellas,
resultando propio de la función judicial indagar sobre lo que ellas dicen jurídicamente. En esa
interpretación los jueces no puede apartarse de las transformaciones históricas y sociales, ya
que la realidad viviente en cada época perfecciona el espíritu de las instituciones de cada país
o descubre nuevos aspectos no contemplados antes (Fallos:310:2214, Considerando 8 del
Voto de los Dres.Fayt y Bacqué).
En consecuencia, si los exámenes de ADN son -en el actual estado de los avances científicos-
el método adecuado y conducente para la determinación de la filiación, sostener que la
pretensión de la abuela biológica como particular ofendida en causa penal se satisface a través
del trámite de una reclamación de estado, constituye un criterio contrario a los principios que
rigen el proceso penal. En particular, si se considera que la negativa de E. V. S. a realizarse un
estudio hemático y la aplicación de tal mecanismo formal, llevarían a que se afirme su
condición de nieto de los querellantes por vía de presunción legal.
Dicha situación se contrapone con el deber de investigar que tienen los Tribunales y en
particular con la finalidad de alcanzar la verdad real en el ámbito penal, tarea que debe
emprenderse con seriedad, y como un deber jurídico propio, de modo que no basta una mera
formalidad que se sabe infructuosa de antemano o una mera gestión de intereses particulares
que carga toda la iniciativa en los aportes privados o de las víctimas ( ver de esta sala causa
17.889 “Simón”, reg. n°19.192, rta. el 9/9/91).
VIII- Las consideraciones efectuadas llevan a este Tribunal a concluir que en autos concurren
las circunstancias previstas en el artículo 218 del Código Procesal Penal de la Nación -en la
que el a quo fundó la medida-, en cuanto autoriza al juez interviniente a proceder a la
inspección corporal del imputado o de otra persona en los casos de absoluta necesidad.
En efecto, si se tiene en cuenta que a partir de la prueba reunida en autos, E. V. S. sería
presumiblemente el hijo del matrimonio T.-R., en cuyo secuestro y posterior desaparición
intervino personal de la Regional de Inteligencia “Buenos Aires”, cuyo encargado de centralizar
los informes de inteligencia, J. C. V. S., lo inscribió como propio, sumado a que su esposa -la

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co-imputada E.- sostiene que es su hijo biológico, puede decirse que la prueba hemática
responde acertadamente a la condición de idoneidad, referida al logro del objetivo al que va
dirigida, cual es esclarecer si se ha cometido el delito de sustracción y retención de un menor,
hacer C. su comisión y determinar quienes son sus autores y/o cómplices.
También resulta necesaria e imprescindible para responder a dicho interrogante, ya que no
existe un medio menos gravoso para obtener idénticos resultados.
Finalmente, cumple la condición de proporcionalidad que hace al equilibrio de los intereses
afectados, respecto al interés general, a los intereses estaduales y a los intereses individuales
involucrados.
Por lo expuesto el Tribunal RESUELVE:
CONFIRMAR la resolución que luce a fs.1/5 de esta incidencia en todo cuanto dispone y fuera
materia de apelación.
Regístrese, notifíquese al Sr. Fiscal General y remítase al Juzgado de origen a fin de que se
realicen las restantes notificaciones a que hubiera lugar.
La presente se encuentra firmada por los Sres jueces integrantes de la Sala II, Dres. Horacio
Cattani, Martín Irurzun y Eduardo Luraschi y por el Secretario de Cámara, Dr. Pablo Herbón.

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