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I.- Introducción
e.- Ofrecerle una vía recursiva amplia e idónea para que sean
revisadas las condenas.1
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Si bien tradicionalmente la vía recursiva no se la consideraba como parte del elenco de manifestaciones
esenciales del derecho de defensa, ello ha cambiando a partir de la vigencia de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos (pacto de San José de Costa Rica), el que reconoce y exige que se respete como
un derecho humano el de que los condenados puedan recurrir su condena ante un juez o tribunal superior
(art. 8º, inc. 2º apartado h). Este tema lo he desarrollado en un articulo titulado”la Impugnación Procesal,
los Recursos y el Pacto de San José de Costa Rica” publicado en Derecho Penal Tomo 11 de Editorial
Juris (Rosario, Argentina, Septiembre 2005). Asimismo consagra el derecho a recurrir de los condenados
ante un tribunal superior El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos ( art. 14 inc 5to).
Recientemente la Excma. Corte Suprema de Justicia de la Nación de la República Argentina dictó un
docente fallo donde fijó los alcances que debe tener dicho recurso para cumplir con las exigencias de los
tratados internacionales referidos (causa Casal, Matías Eugenio, causa 1681 del 20 de septiembtre de
2005)
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Atento la multivocidad de los términos en materia jurídica, expresamente aclaro que entiendo por etapa
preparatoria la que trascurre desde la noticia de un posible delito hasta la acusación. Ello significa
entenderr que el procedimiento penal tiene cinco tramos: la etapa preparatoria, ya referida, la intermedia
que ocurre entre la acusación y el juicio, la de éste o proceso en sentido estricto, la de las impugnaciones
y la de la ejecución.
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Se debe destacar que el modelo inquisitivo, heredado del sistema continental europeo, ha impregnado
los proceso penales de toda América latina, existiendo en el último cuarto de siglo un proceso de cambio
que ya se ha consolidado en algunos estados de la región.
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Uno de los lugares más resistente a esos cambios es, justamente, la provincia de Santa Fe, en Argentina,
siendo la única que conserva el sistema escrito para el enjuiciamiento penal.
Por lo tanto se advierte, sin mayor esfuerzo, que, con modelos como el
referido, el derecho de defensa del imputado (futuro acusado y
eventualmente condenado) adquiere una relevancia superlativa en la etapa
preparatoria porque puede ser determinante respecto a la suerte del juicio y
que, a pesar de ello, se lo suele desconocer tanto por la estructura orgánica
como por la dinámica del procedimiento previsto para ese tramo.
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La situación originada en que el mismo juez investigue y juzgue, autorizada por diversas normas (al
menos en mi país) ha motivado muchos pronunciamientos doctrinarios y jurisprudenciales en contra. Un
desarrollo de ellos puede verse en mi artículo “La Garantía Constitucional del Juez Imparcial en materia
Penal.” publicado Derecho Penal Tomo 10 de Editorial Juris (Rosario, Argentina, Octubre de 2003) y es
de interés resaltar que en un reciente fallo la Corte Suprema de Justicia de la República Argentina ha
consagrado que viola la imparcialidad objetiva que quien ha intervenido en la investigación lo haga luego
como juez (causa Llerena, Horacio Luis, causa 3221 C del 17 de mayo de 2005)
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La ideología que he de seguir es la que surge del liberalismo político, entendiendo por tal el que
reconoce derechos fundamentales en las personas anteriores al estado y que brega por la defensa de la
dignidad humana de todos, incluso de los imputados. Esta ideología es la que se consagra en la
Constitución Nacional Argentina y en los tratados internacionales sobre derechos humanos vigentes en la
región, tales como la Convención Americana sobre Derechos Humanos (pacto de San José de Costa Rica)
y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
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El derecho de las víctimas, actúen o no en el procedimiento penal, tiene una superlativa importancia,
extremo que no siempre ha sido tenido debidamente en cuenta y que en los últimos años, por suerte, ha
convocado la atención de la doctrina, la legislación y la jurisprudencia. Sobre el tema puede verse en “
Derecho Procesal Penal-Temas Conflictos”. Héctor Supeti, Editorial Juris, Rosario, Argentina, 1998, pág.
79 y stes.
Desde este punto de vista, y tal como fue anunciado, pondré el acento
en dos órganos que, independientemente de otras cuestiones anexas, entiendo
esenciales y que son el denominado juez de instrucción, como encargado de
la investigación, y la defensoría oficial.
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Un desarrollo de los alcances de la imparcialidad de los jueces puede verse en el artículo citado ut supra
“La Garantía Constitucional del Juez Imparcial en materia Penal.”
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En tal sentido puede consultarse “Derecho Procesal Penal” Tomo I, Alfredo Vélez Mariconde Editorial
Marcos Lerner, Córdoba, Argentina, Tercera Edición 1981 pág. 131 y stes..
Para profundizar esta cuestion hay que recordar que los modelos
garantizadores de los derechos individuales, es decir que son fieles a la
ideología del liberalismo político, no sólo reconocen los derechos
(preexistentes a la constitución del Estado) sino que también los protegen a
través de las garantías, evitando eventuales atropellos, fundamentalmente por
parte del propio estado11.
Por ello esos modelos determinan que los conflictos entre poderes
estatales y garantías y derechos individuales deben ser resueltos por un juez,
quien decidirá si se justifica o no excepcionar la garantía y restringir o
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El tema de los límites es particularmente importante e interesante porque en general todos los aceptan,
y con mucha amplitud, como proclama de principios, pero cuando se trata de aplicarlos a los casos
concretos las soluciones distan de ser unánimes. En esos supuestos los criterios jurisprudenciales (que
operan sobre situacions particulares y definidas) pueden clasificarse entre los que le dan amplitud a las
garantías (incluso se utiliza la expresión “garantistas”para identificarflos) y los que son mucho más
“duros” y las restringen en beneficio del poder del estado de investigar delitos, llegando a extremos
donde, de hecho, se terminan extinguiendo. Estos son los que hacen culto a la doctrina según la cual “ el
fin justifica los medios". Un desarrollo de este tema puede verse en el libro citado “Derecho Procesal
Penal Temas Conflictivos” (pág. 277y stes)
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Si bien se discute si las garantías constitucionales también son operativas frente a agresiones de
particulares (tema relevante a partir del caso “Kot” sentenciado por la Excma. Corte Suprema de Justicia
de la Nación de la República Argentina (Fallos 241-291), lo que no se discute es que funcionan cuando el
derecho que protegen puede ser afectado por el Estado.
Por esa razón puede definirse a los jueces de las garantias como
aquellos órganos jurisdiccionales (tienen jurisdicción) con aptitud (tienen
competencia) para resolver conflictos constitucionales entre el Estado
ejerciendo su poder y los particulares que invocan garantías
constitucionales pretendiendo se respeten sus derechos fundamentales.
Si estima que no lo está debe pedir las medidas que considera faltantes
sobre cuya realización se expedirá definitivamente el juez y, en algunos
modelos, por vía de apelación la Cámara.14
Pero para apuntalar la tesis que he sostenido hay que considerar que
para iniciar un proceso penal solamente son imprescindibles las pruebas de
cargo, dado que, por imperio del estado de inocencia, no hacen falta pruebas
en tal sentido.
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Es interesante como en la exposición de motivos del Código Procesal Penal Modelo para Iberoamérica
sobre este aspecto, luego de advertir la contradicción que implica encomendar las funciones de investigar
y decidir a una misma persona pretendiendo resguardar la dignidad del perseguido, dice que “...no es
susceptible de ser pensado que una misma persona se transforme en un investigador eficiente y, al mismo
tiempo, en un guardián celoso de la seguridad individual; el buen inquisidor mata al buen juez o el buen
juez destierra al inquisidor. Esto es, precisamente, lo que ha sucedido al colocar la instrucción en manos
de jueces inquisidores...” (págs 228/229)
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Tal como ocurría en el sistema chileno recientemente derogado
Este aspecto fue uno de los primeros que ha sido superado en muchos
códigos provinciales de Argentina, e incluso en el Código Procesal Penal de la
Nación, aunque subsiste en el vigente en la provincia de Santa Fe.19
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Luego, los sistemas más atenuados también han facultado a iniciar la investigación a la policía y al
fiscal, pero conservando la facultad judicial de hacerlo de oficio.
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El art. 174 del C.P.P. de Santa Fe dice textualmente “La instrucción puede iniciarse por requerimiento
fiscal o prevención policial. Sin embargo, con salvedad de lo dispuesto en los arts. 185 y 200 II, el juez
instructor podrá proceder de oficio....”.
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Estimo adecuado, a todos estos fines, que la etapa preparatoria se tramite por el sistema de audiencias,
donde cada uno de los conflictos se debaten oralmente por los interesados frente al juez que debe
resolver. Ello desburocratiza y agiliza el procedimiento aumentando su eficacia y, a la ves, protege
debidamente los derechos de las partes. Un ej. lo podemos ver en el nuevo sistema procesal penal de
Chile donde se aplica esta metodología.
a 4.- Conclusión
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La sustanciación previa será muy relevante cuando esté en juego la libertad del imputado. En tal sentido
la prisión preventiva no podría disponerse sin ese debate.
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En Argentina, y ante un importante aumento de secuestros extorsivos, se introdujo una reforma al
C.P.P. de la Nación en función de la cual estos delitos los investiga directamente el Fiscal (art. 196 bis),
mientras que en los demás delitos la regla es que investigan los jueces, y que ellos pueden allanar
domicilios por decisión propia en casos extremos. Concretamente el art. 227 inc. 5to dice que si se
tiene”....sospechas fundadas de que en una casa o local se encuentra la víctima de una privación de la
libertad y corra peligro inminente su vida o integridad física ( art. 34 inc. 7 del C. Penal de la Nación) el
representante del Ministerio Público Fiscal deberá autorizar la diligencia y será necesaria su presencia en
el lugar.”
Frente a voces que se han alzado ante estas observaciones y que ponen
el acento en que el respeto de la defensa hacer perder eficacia al estado en
su noble tarea de investigar los delitos y llevar a juicio a los sospechosos, cabe
una reflexión muy puntual: no necesariamente lo garantizador le va a
quitar eficacia a la organización de la justicia penal.
Por este motivo creo que esta cuestión es muy conflictiva porque sin
desconocer, incluso con vehemencia, que es una función indelegable del
estado hacerse cargo de proveer defensores técnicos a los imputados que
lo requieran, debe hacerlo con un modelo orgánico de la defensoría pública
que no termine destruyendo el derecho cuya eficacia se quiere respetar.
art. 8vo, inc. 2º apartado e) adjudicando una discutible naturaleza jurídica a un derecho (atento a que
renunciarlo es siempre una forma de ejercerlo) pero inspirado en la elogiable satisfacción a la necesidad
de un debido proceso como sustento de las condenas penales.
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Por ejemplo Jorge Claría Olmedo ha definido al defensor penal como “el auxiliar letrado o técnico en
derecho de los sujetos privados, que interviene en el proceso para asistirlos profesionalmente en lo
jurídico sustancia y formal...” -Derecho Procesal Penal- Editorial Marcos Lerner, Editora Córdoba, año
1984, tomo II pág. 95.
Por ello siempre consideré como una gravísima dificultad que quien
deba defender a un imputado sea y actúe como funcionario público,
integrante estable del mismo estado que acusa y juzga a su defendido como
autor de un delito.
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Un desarrollo del secreto profesional y los procesos penales puede verse en libro citado “ Derecho
Procesal Penal -Temas conflictivos" pág. 287 y stes.)
27
Siempre recuerdo una experiencia en la cárcel de encausados de Rosario, donde los internos me
expresaron, comentado la carrera judicial de diversos funcionarios y magistrados, su conocimiento
respecto a que quienes ahora eran sus defensores antes había sido secretarios de juzgado penales, o
quienes lo habían sido eran jueces de ese fuero, trasmitiéndome la idea de que todos formaban parte de un
mismo aparato que era el que los tenía presos y lo podía condenar. Con esa imagen es muy difícil que
pueda generarse el clima de confianza necesario para la relación profesional de la defensa en causas
penales.
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En la Provincia de Santa Fe los defensores públicos y lo fiscales pertenecen al Ministerio público y
tienen un superior común, extremo que atenta manifiestamente con la independencia de la defensa. A
nivel nacional el problema fue advertido en la convención constituyente de 1994, motivo por el cual, si
bien se creó un único ministerio publico que incluye a los Fiscales y a los defensores, fue organizado de
manera bicéfala, pues tiene dos cabezas: el Procurador General, que es el jefe de los fiscales y el Defensor
General, que lo es de los defensores. Lo ideal es que ese servicio se organice por fuera del Poder judicial
y del Ministerio Público y se le adjudique autarquía financiera y autonomía funcional para que pueda
desplegar sus funciones con la mayor libertad posible.
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Esta cuestión está desarrollada en el libro citado "Derecho Procesal - Temas Conflictivos", (Pág. 287 y
stes.) donde critico un fallo de la Excelentísima Corte Suprema de Justicia de la Nación de la República
Argentina en el que algunos votos hicieron prevalece explícitamente la calidad de funcionario sobre la de
profesional, en ese caso analizando una denuncia efectuada por un médico del estado.
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Un estudio de campo realizado en Santa Fe, hace ya varios años, demostró que los imputados que no
llegaban detenidos declaraban sin haber sido entrevistados por su defensor, el que recién tomaba
conocimiento de la causa luego del procesamiento. Por un lado eso evidencia que los momentos más
importantes (por ej. el de la declaración indagatoria) el imputado los transitaba sin defensor técnico y que,
conociendo la vocación de servicio de los defensores oficiales, ello se debe pura y exclusivamente a que
no tienen posibilidad material de asistir a todos los que requieren su actuación. Basta tener presente que
en la ciudad de Rosario ( provincia de Santa Fe) los juzgados Penales de primera instancia
(correccionales, de sentencia y de instrucción) suman treinta y los defensores penales a penas ascienden a
seis.
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En nuestro país la escuela cordobesa fue la que puso el acento en cambiar el sentido de medio de
prueba por medio de defensa. El fiel exponente de ella, Jorge Claria Olmedo, la definía como “el
principal acto de defensa material del imputado...” (obra citada , pág 602). Pero, a pesar de ello quedo
impregnada por el sistema inquisitivo, a tal punto que se la siguió llamando “ declaración indagatoria” por
mucho tiempo e incluso así se la denomina en numerosos códigos en la actualidad.
Esa pregunta puede tener dos respuestas, según el ángulo desde el que
se aborde la pregunta, y ellas son que interesan por un lado al investigador y
por otro al investigado.
Por otra parte tampoco hay dudas que también interesa al investigado,
dado que hace al más primario derecho de defensa el ser oído para explicar
todo aquello que sirva para su descargo.
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La Convención Americana de derechos Humanos ( pacto San José de Costa Rica) lo prevé en el art. 8º
.y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos en el art. 14.
En este último aspecto fue decisivo el pacto de san José de Costa Rica
que consagró el derecho del imputado a conferenciar con su defensor en
forma libre y privada, siendo ello un esencial punto de partida en la reforma
de los sistemas que consagraban la incomunicación absoluta.35
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No puedo dejar de señalar que en la Provincia de Santa Fe existe todavía la posibilidad de que se le
reciba al imputado declaración directamente por la policía. Esa declaración se denomina “interrogatorio
sumario” y el propio código establece que es “...al solo efecto de orientar la investigación...” (art. 190 inc.
12) por lo que queda expresamente establecido que está predispuesta al servido del investigador. Para
más, aunque luego la indagatoria ante el Juez se la reglamente como un medio de defensa , la
jurisprudencia dominante le da prioridad al interrogatorio sumario que contiene una confesión frente a
una indagatoria donde el mismo imputado niega su responsabilidad, sosteniendo que aquélla, por ser más
inmediata, es “más sincera” mientras que los dichos vertidos en la segunda los consideran un artilugio
para mejorar la situación procesal.
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En la Provincia de Santa Fe y en el orden federal todavía hoy es el Juez quien decide cuando indagar,
oportunidad en que se formulan los cargos y se lo invita a declarar y es luego interrogado. Algunos
sostienen que, como en ese momento el indagado pude abstenerse de declarar sin que implique
presunción en su contra, el problema no existe. Creo que no es así porque el solo hecho de tener que “
abstenerse” conlleva a un “desgaste” que, mas allá del texto de ley, no pasa desapercibido para el
imputado ni para el tribunal. He visto casos donde, a pesar de la abstención ,el juez dejó constancia en el
acta de las preguntas que “tenía preparadas” y, en luego de cada una, colocaba en el acta “se abstuvo”,
hecho que necesariamente afectó al imputado que con ello sintió que generaba una sospecha en su contra
por no contestar. A diferencia de ello en el sistema chileno ese acto se reemplazó por el de formalización
de la investigación, oportunidad en que se comunican los cargos, (arts. 229 y stes del Código Procesal
Penal), pero la declaración queda librada al criterio del imputado, quien “..podrá manifestar lo que
estimare conveniente...”(art. 232)
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El art. 8º inc.2 apartado “d” de la Convención dice que el inculpado tiene derecho a “...comunicarse
libre y privadamente con su defensor...”
Sería necio no aceptar esa posibilidad, pero en ese caso el tema central
pasa a ser el de la voluntad imprescindible que debe existir en esa declaración
para que pueda ser valorada como elemento de cargo.
Para que se cumplan las dos exigencias no sólo tiene que existir
conciencia y decisión de lo que se dice sino, además, que ello se está
transmitiendo al Estado y que éste lo puede usar en su contra.
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Uno de los orígenes de este recaudo es el conocido caso Miranda, de EEUU, motivo por el cual los
funcionarios de aquel país suelen denominar a ese acto como “mirandizar” al detenido.
Por ello insisto en que la mayor garantía de que no sucedan esos graves
excesos radica en permitir que sea el imputado quien decida cuando declarar
ante el investigador u órgano competente y que ello ocurra siempre previa
entrevista con su defensor técnico, quien sabrá informarle cuales son sus
derechos y las consecuencias de sus dichos efectuados en ese marco.
Ello es típico de los procesos escritos, por suerte casi desterrado de los
sistemas procésales penales relativamente modernos41.
cuestión es altamente polémica y un desarrollo mayor puede verse en el libro citado “Derecho Procesal
Penal - Temas Conflictivos” pág. 23 y stes, donde sigo, al igual que en muchos otros temas, las
enseñanzas del profesor Adolfo Alvarado Velloso, fundamentalmente consignadas en su libro “El Debido
Proceso de la Garantía Constitucional”, Editorial Zeus S.R.L., Rosario, Argentina, año 2003.
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Ello sucede con el C.P.P. de Santa fe, donde el juez puede fundar una sentencia de condena no sólo con
las pruebas recogidas en la instrucción judicial sino, incluso, en la investigación policial, donde la
intervención del imputado y su defensa es prácticamente inexistente.
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Entiendo que el imputado debe proponer las diligencias probatorias al investigador público (fiscal),
pero si éste no acepta proveerlas de conformidad, debe tener un recurso ante el Juez de garantías que,
previo audiencia, deberá expedirse sobre su procedencia. Obviamente su rechazo no debe impedir que las
reedite en caso de que se realice el juicio. El C.P.P. de Chile prevé que la defensa proponga diligencias,
pero si son rechazadas establece un recurso ante las autoridades del Ministerio Público ( art. 183)
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Otra cuestión que puede originarse es la relativa a determinar frente a quien se produce la prueba
ofrecida por el imputado en la etapa preparatoria. Entiendo que también debe ser ante el investigador
publico, sin perjuicio de que esté facultado para pedir la intervención del juez de garantías si entiende que
su actuación se ve obstaculizada por el fiscal.
III.- Conclusiones
Por eso la posible utilidad del marco teórico es, tal como se anunciara,
doble, pues permite abrir el debate sobre las ideas fundamentales que deben
inspirar al procedimiento penal y también analizar modelos concretos a
efectos de poder realizar un juicio de valor respecto de ellos.