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Octavio Paz

(Ciudad de México, 1914 - id., 1998) Escritor mexicano. Junto con Pablo Neruda y
César Vallejo, Octavio Paz conforma la tríada de grandes poetas que, tras el
declive del modernismo, lideraron la renovación de la lírica hispanoamericana del
siglo XX. El premio Nobel de Literatura de 1990, el primero concedido a un autor
mexicano, supuso asimismo el reconocimiento de su inmensa e influyente talla
intelectual, que quedó reflejada en una brillante producción ensayística.

Nieto del también escritor Ireneo Paz, los intereses literarios de Octavio Paz se
manifestaron de manera muy precoz, y publicó sus primeros trabajos en diversas
revistas literarias. Estudió en las facultades de Leyes y de Filosofía y Letras de la
Universidad Nacional. Sus preocupaciones sociales también se dejaron sentir
prontamente, y en 1937 realizó un viaje a Yucatán con la intención de crear una
escuela para hijos de trabajadores. En junio de ese mismo año contrajo
matrimonio con la escritora Elena Garro (que le daría una hija y de la que se
separaría años después) y abandonó sus estudios académicos para realizar, junto
a su esposa, un viaje a Europa que sería fundamental en toda su trayectoria vital
e intelectual.

Hasta finales de septiembre de 1937 permaneció en España, donde conoció


personalmente a Vicente Huidobro, Nicolás Guillén, Antonio Machado y a
destacados poetas de la generación del 27, como Rafael Alberti, Luis
Cernuda, Miguel Hernández, Emilio Prados y Manuel Altolaguirre. Además de
visitar el frente, durante la Guerra Civil española (1936-1939) escribió numerosos
artículos en apoyo de la causa republicana.
Tras volver de nuevo a París y visitar Nueva York, en 1938 regresó a México y allí
colaboró intensamente con los refugiados republicanos españoles,
especialmente con los poetas del grupo Hora de España. Mientras, trabajaba en
un banco y escribía diariamente una columna de política internacional en El
Popular, periódico sindical que abandonó por discrepancias ideológicas.
Silencio

Así como del fondo de la música


brota una nota
que mientras vibra crece y se adelgaza
hasta que en otra música enmudece,
brota del fondo del silencio
otro silencio, aguda torre, espada,
y sube y crece y nos suspende
y mientras sube caen
recuerdos, esperanzas,
las pequeñas mentiras y las grandes,
y queremos gritar y en la garganta
se desvanece el grito:
desembocamos al silencio
en donde los silencios enmudecen.
Las palabras

Dales la vuelta,
cógelas del rabo (chillen, putas),
azótalas,
dales azúcar en la boca a las rejegas,
ínflalas, globos, pínchalas,
sórbeles sangre y tuétanos,
sécalas,
cápalas,
písalas, gallo galante,
tuérceles el gaznate, cocinero,
desplúmalas,
destrípalas, toro,
buey, arrástralas,
hazlas, poeta,
haz que se traguen todas sus palabras.
La calle

Es una calle larga y silenciosa.


Ando en tinieblas y tropiezo y caigo
y me levanto y piso con pies ciegos
las piedras mudas y las hojas secas
y alguien detrás de mí también las pisa:
si me detengo, se detiene;
si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie.
Todo está oscuro y sin salida,
y doy vueltas en esquinas
que dan siempre a la calle
donde nadie me espera ni me sigue,
donde yo sigo a un hombre que tropieza
y se levanta y dice al verme: nadie.
Jaime Sabines
(Tuxtla Gutiérrez, México, 1926 - Ciudad de México, 1999) Poeta mexicano. En el
horizonte de la penúltima poesía mexicana, la figura de Jaime Sabines se levanta
como un exponente de difícil clasificación. Alejado de las tendencias y los grupos
intelectuales al uso, ajeno a cualquier capilla literaria, fue un creador solitario y
desesperanzado cuyo camino se mantuvo al margen del que recorrían sus
contemporáneos. Hay en su poesía un poso de amargura que se plasma en obras
de un violento prosaísmo, expresado en un lenguaje cotidiano, vulgar casi,
marcado por la concepción trágica del amor y por las angustias de la soledad. Su
estilo, de una espontaneidad furiosa y gran brillantez, confiere a su poesía un
poder de comunicación que se acerca, muchas veces, a lo conversacional, sin
desdeñar el recurso a un humor directo y contundente.

En 1952 regresó a Chiapas; residió allí durante siete años, el primero de ellos
consagrado a la política y los demás trabajando como vendedor de telas y
confecciones. En 1959, tras conseguir el premio literario que otorgaba el Estado,
Sabines comenzó a cultivar seriamente la literatura. Tal vez por influencia de su
padre, el mayor Sabines, un militar a quien dedicó algunas de sus obras, y, pese
al evidente pesimismo que toda su producción literaria respira, Jaime Sabines
participó de nuevo y repetidas veces en la vida política nacional; en 1976 fue
elegido diputado federal por Chiapas, su estado natal, cargo que ostentó hasta
1979. Y en 1988 se presentó y salió elegido de nuevo, pero esta vez por un distrito
de la capital federal.

Compaginar esta actividad política, que parece exigir cierta disciplina ideológica
y un proyecto colectivo de futuro, había de ser difícil para un hombre como el que
nos revela sus escritos, autor de una obra marcada por el pesimismo y por una
actitud descreída y paradójicamente confesional, imbuida de una concepción
trágica del amor y transida por las angustias de la soledad. Su poesía se apartó
del vigente "estado de cosas", se mantuvo al margen de las actividades y
tendencias literarias, tal vez porque su dedicación profesional al comercio le
permitió prescindir del mundillo y los ambientes literarios.
TU NOMBRE

Trato de escribir en la oscuridad tu nombre.


Trato de escribir que te amo.
Trato de decir a oscuras todo esto.
No quiero que nadie se entere,
que nadie me mire a las tres de la mañana
paseando de un lado a otro de la estancia,
loco, lleno de ti, enamorado.
Iluminado, ciego, lleno de ti, derramándote.
Digo tu nombre con todo el silencio de la noche,
lo grita mi corazón amordazado.
Repito tu nombre, vuelvo a decirlo,
lo digo incansablemente,
y estoy seguro que habrá de amanecer.
TE DESNUDAS IGUAL QUE SI ESTUVIERAS SOLA

Te desnudas igual que si estuvieras sola


y de pronto descubres que estás conmigo.
¡Cómo te quiero entonces
entre las sábanas y el frío!

Te pones a flirtearme como a un desconocido


y yo te hago la corte ceremonioso y tibio.
Pienso que soy tu esposo
y que me engañas conmigo.

¡Y como nos queremos entonces en la risa


de hallarnos solos en el amor prohibido!
(Después, cuando pasó, te tengo miedo
y siento un escalofrío.)
CASIDA DE LA TENTADORA

Todos te desean, pero ninguno te ama.


Nadie puede quererte, serpiente,
porque no tienes amor,
porque estás seca como la paja seca
y no das fruto.
Tienes el alma como la piel de los viejos.
Resígnate. No puedes hacer más
sino encender las manos de los hombres
y seducirlos con las promesas de tu cuerpo.
Alégrate. En esa profesión del deseo
nadie como tú para simular inocencia
y para hechizar con tus ojos inmensos.
Amado Nervo
(José Amado Ruiz de Nervo; Tepic, Nayarit, 1870 - Montevideo, 1919) Poeta
mexicano. Hizo sus primeros estudios en el Colegio de Jacona, pasando después
al Seminario de Zamora, en el Estado de Michoacán, donde permaneció desde
1886 hasta 1891.

Los problemas económicos que atenazaron a su familia, un hogar de clase media


venido a menos, le forzaron a dejar inconclusos sus estudios eclesiásticos, sin que
pueda descartarse por completo la idea de que su decisión fuera también influida
por sus propias inclinaciones. En cualquier caso, siguió alentando en su interior
una espiritualidad mística, nacida sin duda en estos primeros años y que empapó
su producción lírica en una primera etapa; en ella meditó fundamentalmente
sobre la existencia humana, sus problemas, sus conflictos y sus misterios, y sobre
el eterno dilema de la vida y la muerte.

Abandonados los estudios, Amado Nervo empezó a ejercer el periodismo,


profesión que desarrolló primero en Mazatlán, en el Estado de Sinaloa, y más tarde
en la propia Ciudad de México, adonde se trasladó temporalmente en 1894. Sus
colaboraciones aparecieron en la Revista Azul. Junto a su amigo Jesús E.
Valenzuela, fundó la Revista Moderna. Estas dos publicaciones fueron el resultado
de las ansias e impulsos modernistas que aparecieron, en aquella época, en todos
los rincones de la Latinoamérica literaria y artística.

En 1900, el diario El Imparcial lo envió como corresponsal a la Exposición


Universal de París, donde residiría durante dos años. Entabló allí conocimiento y
amistad con el gran poeta nicaragüense Rubén Darío, quien más tarde diría de
Nervo: "se relacionó también con el grupo de literatos y artistas parnasianos y
modernistas, completando de ese modo su formación literaria."

Todos los estudiosos parecen estar de acuerdo en afirmar que adoptó los
principios y la filosofía del Parnaso, grupo de creadores franceses que intentaba
reaccionar contra la poesía utilitaria y declamatoria tan en boga por aquel
entonces, rechazando también un romanticismo lírico en el que los sentimientos,
las encendidas pasiones y las convicciones íntimas de los autores, interfiriendo en
su producción literaria, impedían, a su entender, el florecimiento de la belleza
artística pura.

A Leonor

Tu cabellera es negra como el ala


del misterio; tan negra como un lóbrego
jamás, como un adiós, como un «¡quién sabe!»
Pero hay algo más negro aún: ¡tus ojos!

Tus ojos son dos magos pensativos,


dos esfinges que duermen en la sombra,
dos enigmas muy bellos… Pero hay algo,
pero hay algo más bello aún: tu boca.

Tu boca, ¡oh sí!; tu boca, hecha divinamente


para el amor, para la cálida
comunión del amor, tu boca joven;
pero hay algo mejor aún: ¡tu alma!

Tu alma recogida, silenciosa,


de piedades tan hondas como el piélago,
de ternuras tan hondas…
Pero hay algo,
pero hay algo más hondo aún: ¡tu ensueño!
A una francesa

El mal, que en sus recursos es proficuo,


jamás en vil parodia tuvo empachos:
Mefistófeles es un cristo oblicuo
que lleva retorcidos los mostachos.

Y tú, que eres unciosa como un ruego


y sin mácula y simple como un nardo,
tienes trágica crin dorada a fuego
y amarillas pupilas de leopardo.
Cobardía

Pasó con su madre. ¡Qué rara belleza!


¡Qué rubios cabellos de trigo garzul!
¡Qué ritmo en el paso! ¡Qué innata realeza
de porte! ¡Qué formas bajo el fino tul…!
Pasó con su madre. Volvió la cabeza:
¡me clavó muy hondo su mirar azul!

Quedé como en éxtasis…


Con febril premura,
«¡Síguela!», gritaron cuerpo y alma al par.
…Pero tuve miedo de amar con locura,
de abrir mis heridas, que suelen sangrar,
¡y no obstante toda mi sed de ternura,
cerrando los ojos, la deje pasar!
Manuel Acuña
(Saltillo, 1849 - México, 1873) Poeta y dramaturgo considerado uno de los más
destacados y característicos representantes del romanticismo mexicano. Su
inflamado carácter romántico, el lirismo que fue apoderándose, poco a poco, de
sus anhelos literarios y su naturaleza enfermiza conformaron paulatinamente
unos poemas en los que se advierten los destellos de su pasión y su genio poético,
características que la turbulencia de sus amores y desamores irían acentuando,
para conducirlo, en medio de la locura de amor rechazado, al suicidio.

El romanticismo del autor, sin embargo, incluyó, como en otros autores de la


época, la actividad política y periodística y una visión filosófica liberal y positivista
en que se reconoce el peso de Ignacio Manuel Altamirano, verdadero mentor de
la generación romántica.

Impulsivo, con destellos de genio, la vida y la obra de Manuel Acuña se truncaron


sin llegar a cuajar: becqueriano en Hojas secas y materialista en Ante un cadáver,
llega a la ingenuidad romántica en su Nocturno, que es el poema que le ha valido
más notoriedad. Acuña es realmente un romántico de primera época, con su
significación de protesta revolucionaria sin compensaciones, sin el consuelo de la
fe y sin la resignación que la madurez suele proporcionar o propiciar. Los
prosaísmos y la superficialidad que lo aquejan son pecados de juventud: la
sencilla eficacia de su popular Nocturno nos mueve a pensar en lo que podría
haber sido el poeta en su madurez.
Los poemas de Manuel Acuña vieron la luz póstumamente con el título de Versos,
que se cambió por el de Poesías en la segunda edición (París, Garnier, 1884), y
por el de Obras en la más reciente, o sea la publicada por José Luis Martínez
(México, 1949). Produjo Acuña su obra poética entre 1868 y 1873, toda ella de
carácter lírico, si se exceptúa el ya citado drama El pasado, que figura en las
ediciones a partir de la de 1884.
Aparte de un grupo de poemas que pudiéramos llamar ideológicos (los
tercetos Ante un cadáver, El hombre, etc.), los restantes pueden clasificarse en
amorosos, patrióticos, humorísticos, descriptivos y de circunstancias. Entre los
primeros, es uno de los mejores Resignación, motivado por su ruptura con Laura
Méndez, al que siguen en mérito los tercetos A Laura y el Nocturno. De los
patrióticos, son dignos de mención El Giro, Hidalgo, 15 de septiembre y Cinco de
Mayo; de los humorísticos, La vida del campo y A la luna, y de los descriptivos, el
rotulado San Lorenzo.

UN SUEÑO

A Ch....

¿Quieres oír un sueño?...


Pues anoche
vi la brisa fugaz de la espesura
que al rozar con el broche
de un lirio que se alzaba en la pradera
grabó sobre él un «beso»,
perdiéndose después rauda y ligera
de la enramada entre el follaje espeso.
Este es mi sueño todo,
y si entenderlo quieres, niña bella,
une tus labios en los labios míos,
y sabrás quién es «él», y quién es «ella».
SONETO

Porque dejaste el mundo de dolores


buscando en otro cielo la alegría
que aquí, si nace, sólo dura un día
y eso entre sombras, dudas y temores.

Porque en pos de otro mundo y de otras flores


abandonaste esta región sombría,
donde tu alma gigante se sentía
condenada a continuos sinsabores.

Yo vengo a decir mi enhorabuena


al mandarte la eterna despedida
que de dolor el corazón me llena;

Que aunque cruel y muy triste tu partida,


si la vida a los goces es ajena,
mejor es el sepulcro que la vida.
A UNA FLOR

Cuando tu broche apenas se entreabría


para aspirar la dicha y el contento
¿te doblas ya y cansada y sin aliento,
te entregas al dolor y a la agonía?

¿No ves, acaso, que esa sombra impía


que ennegrece el azul del firmamento
nube es tan sólo que al soplar el viento,
te dejará de nuevo ver el día?...

¡Resucita y levántate!... Aún no llega


la hora de que en el fondo de tu broche
des cabida al pesar que te doblega.

Injusto para el sol es tu reproche,


que esa sombra que pasa y que te ciega,
es una sombra, pero aún no es la noche.
Jaime Torres Bodet
(México, 1902 - id., 1974) Escritor mexicano que fue uno de los principales
animadores del grupo formado en torno a la revista Contemporáneos (1928-1931),
cuya particular síntesis de tradición y vanguardia resultaría de gran trascendencia
en el devenir literario y cultural del país.

Cuando, en 1928, aparece en Ciudad de México la revista Contemporáneos y


comienza a actuar el grupo de poetas y escritores que componen su redacción y
que, durante tres años, animarán su publicación, se produce uno de los hechos
capitales en el devenir de la literatura mexicana posterior. Sin aquella empresa
cultural que optaba por la experimentación creadora defendiendo, al mismo
tiempo, la especificidad mexicana; sin su interés por las nuevas tendencias
creadoras que aparecían en Europa, pero también sin su empeño en mantener
una originalidad que bebía en las fuentes autóctonas que tanto habían influido,
anteriormente, en la generación de los grandes muralistas como Diego
Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, las letras y la cultura
mexicana del siglo XX serían muy distintas: habrían quedado amputadas de
alguno de sus componentes fundamentales. Junto a Salvador Novo, Xavier
Villaurrutia y otros escritores, Jaime Torres Bodet fue uno de los portaestandartes
de aquel grupo fecundo y versátil.
Nacido en Ciudad de México el 17 de abril de 1902, la vida de Jaime Torres Bodet
es el paradigma de una estirpe de literatos mexicanos que distribuyeron sus
intereses personales, su inteligencia y su laboriosidad entre la creación literaria y
las funciones políticas o diplomáticas. Tras sus estudios en las escuelas Normal,
Nacional Preparatoria y de Jurisprudencia, se inscribió en la Facultad de Altos
Estudios de la Universidad de México donde, en 1921, fue nombrado secretario
personal de su rector que, por aquel entonces, era el insigne escritor José
Vasconcelos.

Inició de este modo una casi ininterrumpida sucesión de cargos que prosiguió, en
1922, con su nombramiento como jefe del Departamento de Bibliotecas de la
Secretaría de Educación Pública, puesto que ocupó hasta 1924, para convertirse
luego, de 1925 a 1928, en profesor de literatura francesa en la Facultad de Altos
Estudios. En 1929 ingresó, por oposición, en el Servicio Exterior, ocupando el cargo
de secretario en la Legación mexicana en Madrid y en París. En 1934 regresó a
América como encargado de negocios en Buenos Aires y, al año siguiente, cruzó
de nuevo el Atlántico convertido ya en primer secretario de la embajada de México
en Francia.
Ruptura

Nos hemos bruscamente desprendido


y nos hemos quedado
con las manos vacías, como si una guirnalda
se nos hubiera ido de las manos;
con los ojos al suelo,
como viendo un cristal hecho pedazos:
el cristal de la copa en que bebimos
un vino tierno y pálido...

Como si nos hubiéramos perdido,


nuestros brazos
se buscan en la sombra... Si embargo,
ya no nos encontramos.

En la alcoba profunda
podríamos andar meses y años, en pos uno del otro,
sin hallarnos.
Canción de las Voces Serenas

Se nos ha ido la tarde


en cantar una canción,
en perseguir una nube
y en deshojar una flor.

Se nos ha ido la noche


en decir una oración,
en hablar con una estrella
y en morir con una flor.

Y se nos irá la aurora


en volver a esa canción,
en perseguir otra nube
y en deshojar otra flor.

Y se nos irá la vida


sin sentir otro rumor
que el del agua de las horas
que se lleva el corazón...
La Primavera de la Aldea

La primavera de la aldea
bajó esta tarde a la ciudad,
con su cara de niña fea
y su vestido de percal.

Traía nidos en las manos


y le temblaba el corazón
como en los últimos manzanos
el trino del primer gorrión.

A la ciudad la primavera
trajo del campo un suave olor
en las tinas de la lechera
y las jarras del aguador...
Pablo Neruda

Diseminada en miles de versos ha quedado para la posteridad la biografía, íntima


y pública, secreta y militante, del gran poeta chileno Pablo Neruda. Nos legó
además la crónica de sus días agitados y viajeros en unas líricas memorias
tituladas Confieso que he vivido, y sobre su figura han escrito numerosos amigos
del escritor, su apasionada viuda Matilde Urrutia y centenares de críticos e
historiadores. La abrumadora personalidad de este hombre de credo comunista,
resuelta y tozuda hasta el sacrificio por todo aquello en lo que creía, estalla en su
obra con un aliento vital que apenas deja entrever las muchas tribulaciones y las
muchas horas sombrías que hubo de atravesar.

Para algunos que lo conocieron, especialmente para aquéllos que compartieron


con él la lucha contra la miseria y la opresión de los pueblos, Pablo Neruda gozó
del carisma excepcional de aquellos elegidos a quienes encaja como un guante
la palabra ejemplaridad; pero para la mayoría de los lectores que no gozaron de
la fortuna de su abrazo, el poeta será siempre aquel personaje tímido, invisible y
agazapado que se ocultaba tras los barrotes horizontales y tenues de sus lindas
canciones de amor.

Nacido en 1904 en Parral con el nombre de Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto,
Neruda se sintió durante toda su vida profundamente enraizado en su tierra
chilena pese a haber llevado una existencia de viajero incansable. Su madre, Rosa
Basoalto, murió de tuberculosis poco después de dar a luz, y su padre, conductor
de un tren que cargaba piedra, José del Carmen Reyes Morales, se casó dos años
después con Trinidad Cambia Marverde, de quien Neruda escribiría: "Era una
mujer dulce y diligente, tenía sentido del humor campesino y una bondad activa
e infatigable". Para el pequeño Neftalí fue su nueva madre como el hada buena;
tuteló al muchacho con una solicitud incluso mayor que su auténtico padre, con
quien, en su adolescencia, no tardaría en mantener graves disputas.

Residiendo en Temuco, ingresó en el Liceo de la ciudad en 1910, y cuando aún no


había salido de esta institución, el 18 de julio de 1917, pudo leer emocionadamente
en un periódico local, La Mañana, el primero de sus artículos publicados, que tituló
"Entusiasmo y perseverancia". Para entonces había tenido la suerte de conocer a
una imponente señora, "alta, con vestidos muy largos", que no era otra sino la
célebre poetisa Gabriela Mistral, quien le había regalado algunos libros
de Tolstoi, Dostoievski y Chéjov, decisivos en su primera formación literaria.

Amor

Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte

la leche de los senos como de un manantial,

por mirarte y sentirte a mi lado y tenerte

en la risa de oro y la voz de cristal.

Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos

y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,

porque tu ser pasara sin pena al lado mío

y saliera en la estrofa -limpio de todo mal-.

Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría

amarte, amarte como nadie supo jamás!

Morir y todavía

amarte más.

Y todavía

amarte más

y más.
Soneto 93

Si alguna vez tu pecho se detiene,

si algo deja de andar ardiendo por tus venas,

si tu voz en tu boca se va sin ser palabra,

si tus manos se olvidan de volar y se duermen,

Matilde, amor, deja tus labios entreabiertos

porque ese último beso debe durar conmigo,

debe quedar inmóvil para siempre en tu boca

para que así también me acompañe en mi muerte.

Me moriré besando tu loca boca fría,

abrazando el racimo perdido de tu cuerpo,

y buscando la luz de tus ojos cerrados.

Y así cuando la tierra reciba nuestro abrazo

iremos confundidos en una sola muerte

a vivir para siempre la eternidad de un beso.


Soneto 45
No estés lejos de mí un sólo día, porque cómo,
porque, no sé decírtelo, es largo el día,
y te estaré esperando como en las estaciones
cuando en alguna parte se durmieron los trenes.
No te vayas por una hora porque entonces
en esa hora se juntan las gotas del desvelo
y tal vez todo el humo que anda buscando casa
venga a matar aún mi corazón perdido.Ay que no se quebrante tu silueta en
la arena,
ay que no vuelen tus párpados en la ausencia:
no te vayas por un minuto, bienamada,porque en ese minuto te habrás ido
tan lejos
que yo cruzaré toda la tierra preguntando
si volverás o si me dejarás muriendo.
Jorge Luis Borges
(Buenos Aires, 1899 - Ginebra, Suiza, 1986) Escritor argentino considerado una de
las grandes figuras de la literatura en lengua española del siglo XX. Cultivador de
variados géneros, que a menudo fusionó deliberadamente, Jorge Luis Borges
ocupa un puesto excepcional en la historia de la literatura por sus relatos breves.

Aunque las ficciones de Borges recorren el conocimiento humano, en ellas está


casi ausente la condición humana de carne y hueso; su mundo narrativo proviene
de su biblioteca personal, de su lectura de los libros, y a ese mundo libresco e
intelectual lo equilibran los argumentos bellamente construidos, simétricos y
especulares, así como una prosa de aparente desnudez, pero cargada de sentido
y de enorme capacidad de sugerencia.

Recurriendo a inversiones y tergiversaciones, Borges llevó la ficción al rango de


fantasía filosófica y degradó la metafísica y la teología a mera ficción. Los temas y
motivos de sus textos son recurrentes y obsesivos: el tiempo (circular, ilusorio o
inconcebible), los espejos, los libros imaginarios, los laberintos o la búsqueda del
nombre de los nombres. Lo fantástico en sus ficciones siempre se vincula con una
alegoría mental, mediante una imaginación razonada muy cercana a lo
metafísico.

Ficciones (1944), El Aleph (1949) y El Hacedor (1960) constituyen sus tres


colecciones de relatos de mayor proyección. A pesar de que su obra va dirigida a
un público comprometido con la aventura literaria, su fama es universal y es
definido como el maestro de la ficción contemporánea. Sólo su ideario político
pudo impedir que le fuera concedido el Nobel de Literatura.

Jorge Luis Borges procedía de una familia de próceres que contribuyeron a la


independencia del país. Un antepasado suyo, el coronel Isidro Suárez, había
guiado a sus tropas a la victoria en la mítica batalla de Junín; su abuelo Francisco
Borges también había alcanzado el rango de coronel. Pero fue su padre, Jorge
Borges Haslam, quien rompiendo con la tradición familiar se empleó como
profesor de psicología e inglés. Estaba casado con la delicada Leonor Acevedo
Suárez, y con ella y el resto de su familia abandonó la casa de los abuelos donde
había nacido Jorge Luis y se trasladó al barrio de Palermo, a la calle Serrano 2135,
donde creció el aprendiz de escritor teniendo como compañera de juegos a su
hermana Norah.

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