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Una página que puede considerarse como un gran derrotero para los matrimonios es lo
que nos entrega el apóstol Pedro comenzado el capítulo 3 de su primera carta. Una página
dedicada a las parejas. Pero ojo, hay aquí mucho más allá que aquel mensaje tan parecido al
que da San Pablo cuando indica a las mujeres que se sujeten a sus maridos (cf. Ef 5,22-24 y
Col 3,18); claro está que, en el caso de San Pablo, el mensaje va más allá de la pura moral
familiar, sino que, como en muchas oportunidades en las Sagradas Escrituras, se utiliza el
matrimonio como “pretexto” para hablar de la relación entre Dios y su pueblo, entre Jesús y
su Iglesia. Pues bien, el texto de Pedro no me parece que sea la excepción.
Con todo, el aspecto más relevante de este capítulo 3 estriba en la fuerza y necesidad de
la fe, a ejemplo del mismo Jesús que siempre se mantuvo, gracias a ella, aferrado al bien y
triunfante ante cualquier situación adversa.
SIGNO DE CONTRADICCIÓN
Ese es el destino de los creyentes, de los seguidores y consagrados a Cristo Jesús. En el
capítulo 4 de su primera carta, el Apóstol San Pedro muestra cómo es que quienes han
conocido, aceptado y asumido a Jesús como Dios y Señor, inmersos en un mundo hostil no
tendrán más destino que ser signo de contradicción y rechazo. Pues las palabras, obras y
sentimientos que prodigan no se aparejan con las propuestas del mundo sino con el Reino
de Dios y su justicia.
Pedro será reiterativo con el tema del sufrimiento por Cristo. Es inevitable, seremos no
solo rechazados sino insultados y repudiados por nuestra opción fundamental de vida. Ese
es nuestro destino, que al final es destino glorioso. Esto me recuerda los principios
fundamentales de la acción evangelizadora, cuando se indica que es necesario encarnar las
realizades más profundas y crudas del mundo en el que vivimos para procurar iluminarlas y
servir como mediación para transformarlas, sino que no hay salvación si no se pasa por el
crisol del sufrimiento. Y eso es la vida cristiana. Pedro predica, pues, un mensaje de
esperanza y gloria atravesado por la verdad más grande del misterio cristiano, el paso por la
cruz, el paso por el sufrimiento.