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LA LITURGIA ROMANA Y EL CANTO LLANO

La liturgia romana

La liturgia romana es compleja, siendo el resultado de una larga historia de


adiciones y codificaciones.

El propósito de la liturgia

El papel de la Iglesia consistía en inculcar el cristianismo y salvar las almas. El


propósito de los oficios religiosos era reforzar las lecciones de la Iglesia de Roma a
los fieles, y el papel de la música consistía en transportar esas palabras, acompañar
esos rituales e inspirar a los fieles

El calendario eclesiástico

La iglesia conmemoraba acontecimientos o santos con días festivos, creando


así el calendario eclesiástico, lo cual es importante para entender la liturgia. Una
parte del oficio religioso es igual en todas las ceremonias, pero otras partes varían
dependiendo del día o de la estación.

La misa

El oficio religioso más importante es la misa, que conmemora la Última Cena,


ya que el sacerdote consagra el pan y el vino como el cuerpo y la sangre de Cristo.
Con el tiempo se fueron añadiendo oraciones, lecturas, salmos,… para aprovechar a
enseñar la Biblia a los iletrados. Se celebraba en domingos y en festivos.
En la misa hay textos que siempre son iguales (Ordinario de la Misa), mientras
que otros sí cambian (Propio de la Misa).

LA MÚSICA EN SU CONTEXTO

La experiencia de la misa

El cometido de la Iglesia consistía en educar e inspirar a los fieles. El edificio


estaba concebido para provocar sobrecogimiento. Altos techos y ventanas,
esculturas, tapices y pinturas,… y espacios resonantes para transportar los cantos.

La misa empezaba con la procesión de entrada del sacerdote y los acólitos. El


coro cantaba un salmo, el Introito. Una vez sentados todos, continuaban con el Kyrie
(Kyrie eleison, Christe eleison y Kyrie eleison). Los domingos y festivos continuaban
con el Gloria o Doxología Mayor. Después se entonaba la colecta, una plegaria
colectiva.

Después la liturgia se concentraba en las lecturas de la Biblia (la epístola del


día), los cantos (el Gradual o el Aleluya) y la lectura del evangelio y el sermón.

En la eucaristía, el coro cantaba el Ofertorio mientras el cura preparaba el pan


y el vino. Después se entonaban el Sanctus, el Canon, el Padrenuestro, y el Agnus
Dei. Después de la comunión se cantaba la Comunión y el Ite missa est.

Durante toda la misa, la música tenía el cometido de transportar las palabras y


de cautivar a los fieles, como observó San Basilio.

El oficio
Los primeros cristianos oraban y cantaban salmos con frecuencia a
determinadas horas del día, en reuniones públicas y privadas, mediante los oficios,
una serie de 8 ceremonias breves que se celebran diariamente.

Los monasterios y conventos seguían un manual llamado la Regla de San


Benito. Incluían varios salmos, cada uno con una antífona (canto de antes y de
después del salmo), las lecturas de la Biblia con respuestas musicales (responsorios),
himnos, cánticos, pasajes poéticos y oraciones.

Libros litúrgicos

Los textos de la misa se encuentran en un libro llamado el Misal y los cantos


están en el Gradual. Los textos de los oficios están recogidos en el Breviario, y la
música en el Antifonario.

A finales del XIX y principios del XX se hizo público el Liber usualis, que
contiene textos y cantos usados con frecuencia durante los oficios, y las ediciones de
Solesmes fueron adoptadas como libros oficiales de uso en las prácticas religiosas.

Características del canto llano

Los cantantes usaban 3 modos de interpretación del canto: responsorial (de


respuesta), en el que el solista alterna con el coro; antifonal (retorno del sonido), en
el que dos grupos o mitades de un coro se alternan; y directo, sin alternancia.

Existen otros 3 estilos de relación entre la música y los textos. Los cantos en
los que cada sílaba lleva una sola nota se llaman silábicos. Los cantos en los que las
sílabas se corresponden con entre 1 a 6 notas se llaman neumáticos. Los pasajes
melódicos sobre una única sílaba son melismas, y los cantos que constan de ellos
son melismáticos.
Algunas partes de los oficios se cantan mediante fórmulas de recitación,
mientras que otras partes de la liturgia se cantan mediante melodías plenamente
configuradas.

Melodía y declamación

En los retumbantes espacios de las iglesias se entendían mejor las palabras


cantadas que las meramente enunciadas. Las melodías del canto llano reflejan la
forma y el ritmo del texto, y su melodía se articulaba en frases y períodos que se
correspondían con los del texto. Las frases asemejaban un arco, con un comienzo
grave, un clímax en agudo en el que se demoraban, y finalmente descendían. Podía
ocurrir que se le asignaran varias notas a una misma sílaba, o que varias sílabas
seguidas entonaran la misma nota.

Cronología: la liturgia romana y el canto

Géneros y formas del canto

Cada tipo de canto posee una forma distintiva, tanto en el texto como en la
música, así como un modo particular de interpretación.

Fórmulas de recitación

Los cantos más simples consistían en fórmulas para entonar las oraciones y las
lecturas de la Biblia como la colecta, la epístola o el evangelio. El propósito de la
música era proyectar claramente las palabras, sin embellecimiento, y con fórmulas
austeras. El texto se cantaba sobre una nota de recitación, un Do o un La, con breves
motivos marcando los finales, y con algunas fórmulas que dan inicio a frases
(melodía que asciende hasta la nota de recitación).

Los tonos de los salmos

Los tonos salmódicos eran ligeramente más complejos. Había un tono para
cada uno de los 8 modos y utilizaban el tenor del modo como nota de recitación.
Había un noveno, que disponía de dos notas de recitación, y se llamaba tonus
peregrinus.

Cada tono salmódico consiste en: una entonación (initium), un motivo


ascendente para el primer verso, una recitación sobre el tenor, la mediante, una
cadencia en mitad de cada verso, una nueva recitación, y la terminación (terminatio)
que era la cadencia final. Cada verso está compuesto de 2 sentencias, siendo la 2ª
un eco o complemento de la 1ª. Un ejemplo de tono salmódico es el Dixit Dominus.

Las antífonas de los oficios

Una antífona es un canto que precede o sigue a un salmo, resultando de una


forma musical ABB … BBA. Al contrario que los salmos son los mismos, las antífonas
varían dependiendo del día según el calendario, y el texto hace referencia al
acontecimiento o personaje conmemorativo del día.

El modo de la antífona determinaba el modo del tono salmódico, y los


cantantes desarrollaban diversas terminaciones para encadenarlas con los tonos
salmódicos.

En las interpretaciones modernas, el cantor canta las palabras iniciales para


establecer el tono, y el coro entero completa la antífona, luego se reparten las
mitades entre medio y medio coro, y luego canta todo el coro.
Las antífonas son simples y en su mayoría silábicas, pero son melodías
enteramente independientes. El tono salmódico y la antífona se combinan para
crear una pieza musical con dos estilos contrastados, melodía libre y recitación.

Los himnos de los oficios

Son el tipo más conocido de canto sacro, y son estróficos (varias estrofas que
se cantan con la misma melodía). Las estrofas pueden tener de 4 a 7 versos y
algunas son rimadas (p. ej. Christe Redemptor omnium).

La salmodia antifonal en la misa

La salmodia es el canto de los salmos. Junto con las antífonas fueron usados
para acompañar los actos: la procesión de entrada y la entrega de la comunión.
Posteriormente estos cantos fueron desplazados, y ya sus cantos no tenían que ser
tan largos.

Las antífonas de la misa están más elaboradas que las de los oficios, por su
solemnidad y componente espléndido (p. ej. Viderunt omnes). El estilo es más
ornamentado: frases articuladas, progresión por grados conjuntos y terceras, y
líneas arqueadas que ascienden hasta un punto culminante y descienden hacia la
cadencia, girando en torno a y concluyendo sobre las notas importantes del modo.

La salmodia responsorial en los oficios y en la misa

Estos son: los responsorios de los oficios y el gradual, el aleluya y el ofertorio


de la misa. Un solista interpreta cada verso y la congregación o el coro responde con
un breve estribillo. Cantantes y virtuosos instrumentistas añadían adornos en los
pasajes más elaborados.
El texto era reducido a un único verso salmódico con una respuesta coral
precediendo y, en ocasiones, siguiendo al verso.

Estos responsorios adoptaron distintas formas, pero todos contenían una


respuesta, un verso y una repetición total o parcial de la respuesta.

Los graduales son considerablemente más melismáticos que los responsorios.

Aunque la melodía es más extensa y efusiva, sus características son las


mismas que las de la salmodia antifonal (articulación, progresión y líneas
arqueadas).

Los ofertorios son tan melismáticos como los graduales, pero incluyen
solamente la respuesta. En la Edad Media se interpretaban durante la ofrenda del
pan y el vino.

Los tractos son los cantos más largos de la liturgia, con varios versos
salmódicos compuestos en un estilo muy adornado. En su origen consistían en una
salmodia puramente solista, sin respuesta, pero hoy día se interpretan como
graduales. Cada verso combinaba la recitación con floridos melismas.

En todo estos cantos destaca la interpretación solista: largos y virtuosos


melismas que permiten el lucimiento de la voz, así como pasajes que parecen
improvisados. Todos menos el ofertorio llevan asociada la lectura de la Biblia.

Los cantos del ordinario de la misa

Antes el ordinario lo cantaba la congregación, pero cuando se les restringió la


participación, el coro asumió el canto del ordinario.

El Credo está compuesto en estilo silábico por tener el texto más largo. El
Gloria tiene un texto extenso también, pero su mayor parte de composiciones son
neumáticas. En ambos casos el sacerdote entonaba las palabras de inicio y el coro
completaba el canto.

La mayoría de la melodía del Sanctus y del Agnus Dei son neumáticas, y sus
textos contienen repeticiones.

El Kyrie es más reiterativo, la mayor parte de sus versiones musicales


contienen melismas sobre las sílabas finales, y se interpretaba usualmente de
manera antifonal, con ambas mitades del coro alternando las frases.

A partir del S XIII los cantos del Ordinario se agruparon en ciclos, con una
composición para cada texto con excepción del Credo.

Estilo, uso e historia

Las fórmulas de recitación eran apreciadas por su capacidad de proyectar las


palabras claramente en espacios amplios y por ser de fácil memorización.

Todos estos cantos partieron de los textos de los salmos, utilizaron los modos
y formas melódicas de los judíos y de Oriente Próximo y Bizancio, poniendo énfasis
en el fraseo correcto y en la declamación del texto (herencia latina).

Las adiciones a los cantos autorizados

Se siguieron agregando nuevas composiciones, entre ellas los tropos, las


secuencias y los dramas litúrgicos.

Tropo

Extendían un canto existente de tres modos 1) añadiendo nuevas palabras y


nueva música antes y durante las frases 2) añadiendo material melódico o melismas
y 3) agregando solo texto a los melismas ya existentes. Incrementaban la
solemnidad del canto y daban cabida a cierta creatividad de los músicos.

Secuencia

Se componían en estilo silábico sobre un texto y se cantaban después del


aleluya y de la misa. Su origen es incierto.

Consistían en una única frase inicial, frases o locuciones emparejadas y una


frase final sin pareja. Los pares tenían el mismo número de sílabas y estaban escritas
sobre la misma música. La longitud de las locuciones emparejadas tendía a crecer o
a decrecer según un modelo simple.

El Concilio de Trento prohibió casi todos los tropos y gran parte de las secuencias.

El drama litúrgico

Algunos tropos tomaron la forma de diálogos (p. ej Quem queritis in sepulcro)


y aunque no formaban parte de la liturgia, se interpretaban en las iglesias.
Comprenden una serie de cantos unidos por un hilo conductor a los que a veces se
añaden canciones más profanas. Todos los papeles eran cantados por hombres.

Hildegard von Bingen

Las mujeres eran excluídas del sacerdocio y las iglesias, pero en los conventos
podían llevar una vida más libre y llevar un cierto liderazgo. En este contexto,
Hildegard von Bingen fue priora y abadesa, también escritora y compositora.
Compuso himnos silábicos, secuencias, y responsorios altamente melismáticos.
Destaca el carácter sumamente individual de sus melodías (llegando a superar una
8ª). Su obra más importante es el Ordo virtutum, el drama musical más antiguo y no
vinculado a la liturgia que se conserva. Es sacro en verso, tiene moraleja con
personajes alegóricos (profetas, virtudes, y distintos tipos de almas) y todos usan el
canto llano excepto el diablo, que solo es capaz de hablar, ya que la ausencia de
música lo separa de Dios. Aparte tiene 43 antífonas, 18 responsorios, 7 secuencias, 4
himnos y 5 cantos diversos.

La presencia continuada del canto llano

El canto llano fue importante en sí mismo y por su influencia en otras músicas.


Se empleó en las ceremonias cristianas de toda Europa central y occidental hasta la
Reforma, cuando se permitió que las ceremonias católicas se celebrasen en lenguas
locales o vernáculas, en lugar de en Latín. El canto llano se vio reemplazado y casi
dejó de usarse, excepto en monasterios, conventos o conciertos, y a finales del Siglo
XX se dio a conocer por una grabación de los monjes benedictinos de Santo
Domingo de Silos, llegando a ser best-seller en 1993.

De los siglos IX al XIII el canto llano fue la base fundamental de casi toda la
música polifónica. Desde el inicio de la Reforma, los compositores adaptaron un
buen número de cantos para su uso en las iglesias protestantes, y durante los siglos
XIX y XX los compositores usaron frecuentemente las melodías del canto tanto en la
música sacra como en la profana.

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