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2013 Epistemus
2013 Epistemus
Volumen 2
Diciembre 2013
Editores
Isabel C. Martínez y Favio Shifres
Universidad Nacional de La Plata
Comité editorial
Florentino Blanco
Universidad Autonoma de Madrid
Silvia Español
Conicet-Flasco
Fernando Iazzetta
Universidad de San Pablo
Michel Imberty
Universidad de Paris X Nanterre
Copyright © 2013 Sociedad Argentina para las Ciencias Cognitivas de la Música (SACCoM,
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Volumen 2 Diciembre 2013
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Epistemus (ISSN 1853-0494) es una publicación de SACCoM -
Sociedad Argentina para las Ciencias Cognitivas de la Música
para las ciencias cognitivas de la musica
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Volumen 2 Diciembre 2013
Editor responsable
Isabel Cecilia Martínez
Universidad Nacional de La Plata
Asistente editorial
Matias Tanco
Universidad Nacional de La Plata
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Parte 2 - Artículos
6 Percepción interna y externa de la distribución de las voces en un coro
gospel
Alina Pelé y Blas Payri - Universidad Politécnica de Valencia 179
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obra musical y se generaliza por medio del aprendizaje. María Victoria Assinatto elabora la
reseña del libro de Aaron L. Berkowitz The Improvising Mind: Cognition and Creativity in
the Musical Moment donde se abordan múltiples aspectos de la experiencia de la improvi-
sación musical desde los campos pedagógico, neurobiológico y neuropsicológico, así como
sus implicancias culturales y lingüísticas.
Isabel C. Martínez
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Parte 1
Dossier
Cognición Musical Corporeizada
RUBÉN LÓPEZ CANO
Escuela Superior de Música de Cataluña
Nota Editorial.
El error de Descartes y las tres venganzas de René.
Introducción al Dossier Cognición Musical Corporeizada.
Reflexionando en la cognición corporeizada
Uno de los momentos más importantes de la preparación de este dossier coin-
cidió con una estancia de trabajo que realicé en la ciudad de Milán. Para escapar
del sofocante calor del incipiente verano y del demencial modelo económico de
la ciudad, me refugié en algunos de sus maravillosos museos y galerías. Pensando
en los temas y problemas abordados en esta colección, me reencontré con algu-
nas obras pictóricas y con las particulares sensaciones que me han acompañado
desde que las conozco. Siempre me cautivó el hálito de irrealidad que otorga la
perfección matemática de la composición de la Sacra Conversación (ca. 1472) de Pie-
ro della Francesca (ca. 1415-1492) (ver figura 1) que se encuentra en la Pinacoteca
de Brera.
Figura 1. La Sacra Conversación (ca. 1472) de Piero della Francesca (ca. 1415- 1492).
Varias salas más adelante salió a mi encuentro Los discípulos de Emaús (1606)
de Caravaggio (1571- 1610) (ver figura 2). El cuadro es una versión posterior y
mucho más contenida de su anterior y espectacular Cena de Emaús (ca. 1600) (ver
figura 3). Pese a su discreción expresiva, muestra a la perfección por qué se consi-
dera a Caravaggio el inventor de la foto instantánea: captura un momento preciso
de una amplia trayectoria de acción compleja. Es como un thumbnail o fotograma
extraído de una secuencia de video que nos informa de su contenido. Los gestos
y posturas de cada uno de los personajes son una acción-reacción correlativa a
las posturas y gestos de los otros. Es una performance global donde cada cuerpo,
que expresa un estado mental determinado de cada sujeto, se ensambla con el
conjunto en una interacción interpersonal plena. Si se pudiera observar la acti-
vidad cerebral de cada uno de los individuos representados, seguramente se les
iluminaría la misma zona: las neuronas especulares de todos estarían activadas al
máximo. Aún mirando de reojo el cuadro desde la sala contigua, mi sensación no
era la de ver una pintura estática y bidimensional, sino de atisbar indiscretamente
los movimientos y acciones de un grupo de personas reales.
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El error de Descartes y las tres venganzas de René. Introducción al Dossier Cognición Musical Corporeizada
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Epistemus - año 2 - volumen 2
Seguimos atrapados en la fórmula cartesiana que opone la res extensa a la res cogitans:
la materia (y el cuerpo dentro de ella) a la mente. Y todo ello después de que neu-
rocientíficos tan respetables como Antonio Damasio hace años que nos vienen
advirtiendo de este error de Descartes (1994). Por otro lado, con estas perspectivas
tampoco se logra, a la Caravaggio, capturar un mínimo fotograma instantáneo de
la cognición musical como performance global e interdependiente que hace de
la mente, cuerpo y entorno, una red sólida única, indiferenciada e indivisible por
donde circula la percepción, comprensión, emoción y kinesis musical.
El divorcio cognitivo
Existen nuevos modelos corporizados de cognición que se están desarrollan-
do en el ámbito de la filosofía y la teoría cognitiva no experimental. En ellas se
mira el cerebro no como un ordenador central, sino como un dispositivo articu-
lado a otras partes del cuerpo del cual es codependiente y con las cuales desarro-
lla las labores de cognición. Todas estas teorías en ocasiones se engloban en el
término cognición enactiva. Sin embargo, entre ellas existen diferencias sustancia-
les que se observan fundamentalmente en su aceptación o rechazo a la noción
de representación mental. Entre las que aceptan la existencia de representaciones
mentales se encuentra la teoría filosófica de la proyección metafórica de Mark
Johnson y George Lakoff (Johnson 1987, 2007; Lakoff y Johnson 1980, 1999;
Lakoff y Núñez 2000). Existen teorías que matizan la noción de representación
mental aceptando su existencia pero subordinando su acción a su articulación con
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El error de Descartes y las tres venganzas de René. Introducción al Dossier Cognición Musical Corporeizada
Rubén López Cano
Entre muchas otras cosas, esta ruptura del pacto transdiciplinar se debe a
cuestiones de financiación toda vez que las ciencias experimentales y aun más
los desarrollos tecnológicos son más favorecidos con subvenciones y apoyos.
También ha influido la hiperespecialización disciplinar que día con día dificulta la
comunicación entre investigadores de campos diferentes. Tiene que ver también
la crisis sufrida por las humanidades hacia los años ochenta y el desgaste que les
propinaron los discursos posmodernos, criticando ácidamente todas sus bases.
Si bien la crítica fue positiva en muchos aspectos, el ensañamiento abusivo y las
soluciones a las contradicciones de la modernidad, en ocasiones contaminadas de
gran arbitrariedad, pasaron una factura demasiado cara. Pero muy particularmente
ha influido un cambio sustancial en el modelo social de la ciencia y el científico.
A mediados de del siglo XX, cuando aun la astronomía seguía siendo la punta
de lanza de la ciencia más avanzada y reconocida socialmente, el paradigma de
investigador estuvo dominado por científicos con fuerte formación filosófica. La
formulación de teorías complejas sobre el extraño comportamiento de las partí-
culas subatómicas, la unidad del espacio y el tiempo así como la flexibilidad de
este último; la incertidumbre e indeterminación, la existencia de múltiples dimen-
siones, los procesos irreversibles en química, la autoorganización, autopoiesis y
los sistemas emergentes, etc., obligaron a complejos ejercicios de imaginación. La
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El error de Descartes y las tres venganzas de René. Introducción al Dossier Cognición Musical Corporeizada
Rubén López Cano
Es hasta hace muy poco tiempo que una parte de los estudios musicales cog-
nitivos experimentales hegemónicos comenzaron a incorporar sistemáticamente
el problema del cuerpo (Leman 2008). Si bien es innegable su aporte a un paula-
tino cambio de paradigma, hemos de aceptar que el modelo de mente implícito
en la mayoría de sus investigaciones sigue siendo el computacional centralizado.
Es verdad que en trabajos recientes como Godøy y Leman (2010), se mencionan
algunos de los trabajos filosóficos y teóricos antes referidos que proponen mode-
los consistentes de mente corporizada.1 Sin embargo, esta referencia no implica
un diálogo con ellos: es meramente testimonial. Sus contenidos no se discuten o
aplican. Es notorio también el desconocimiento de las discusiones que existen en-
tre los diversos modelos y sus implicaciones y consecuencias tanto metodológicas
como epistémicas. Si bien autores fundamentales como Marc Leman afirman que
su investigación sobre el gesto musical supera “la clásica división cartesiana entre
mente y materia” pues el gesto mismo introduce tanto una dimensión material
como conceptual, al concebir explícitamente que la conducta motora en situación
musical es una piedra angular de la mediación entre mente y entorno físico, deja
intacta esta dicotomía cartesiana limitándose a introducir lo corporal como mero
intermediario de esta oposición (Leman 2010, pp. 129-130). Por otro lado, el pro-
pio Descartes ya había hecho un movimiento similar en su Tratado de las pasiones
del alma (1649). En él, coloca en estrecha relación pasiones del alma con acciones
corporales a un tiempo producto y productoras de éstas a través de una aproxi-
mación que epistémicamente oscila entre la fisiología y la metafísica. El alma se
materializa en la glándula pineal y se relaciona con el resto del cuerpo por medio
de “partículas sutiles de la sangre” que llamó espíritus animales (López Cano 1996,
2012). Esta es la segunda venganza de René.
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El error de Descartes y las tres venganzas de René. Introducción al Dossier Cognición Musical Corporeizada
Rubén López Cano
Diálogo recobrado
Como podemos ver, es indispensable reconstituir ese diálogo perdido entre
los estudios filosóficos y los experimentales en la investigación de la cognición
musical. Los artículos que se reúnen en este dossier apuntan en esa dirección.
No es de extrañar que esta iniciativa no provenga del centro hegemónico de la
investigación cognitiva en música sino desde una de sus más sanas, fascinantes y
creativas periferias. Los trabajos de esta colección han sido elaborados por jóvenes
investigadores que transitan por su fase final de formación a nivel de maestría y
a punto de comenzar el doctorado. Geográficamente, estos estudiosos se ubican
en América del Sur, en el seno de un naciente grupo de investigación en cogni-
ción musical en la Universidad Nacional de la Plata, Argentina. Intelectualmente,
sin embargo, su ámbito cubre un espectro muchísimo mayor al de la mayoría de
sus pares norteamericanos o europeos. Su instrucción en metodologías experi-
mentales rigurosas y homologadas, no se opone a una formación humanística
sólida y, sobre todo, a una conciencia, deseo y necesidad epistémica de nutrir
mutuamente la dimensión filosófica de avanzada con el trabajo experimental en la
investigación. Eso es realmente inusual e impensable en núcleos institucionales de
investigación con tradiciones más longevas y con apoyos y compromisos creados.
Estamos en presencia de la emergencia de un centro alternativo, el mayor en el
mundo hispanoparlante, de estudios de cognición musical. Su agenda, propósitos
y trabajo realizado, le dan una identidad propia que seguramente aportará mucho
al conjunto de este ámbito de estudios con refrescantes y diversas miradas. Prueba
de ello son los artículos que presentamos.
En “Representación, predicción, y música”, Fernando Anta revisa el papel
de las representaciones mentales dentro del complejo dispositivo de inferencias
lógicas y metafóricas que permiten la predicción y que constituyen uno de los
elementos básicos de nuestra experiencia fenomenológica del mundo. En efecto,
según la vieja fenomenología ahora revisitada por los estudios neurocientíficos
mas interesantes, nos insertamos en el presente en el hálito de la resonancia de lo
que ha pasado (retención) y direccionándonos hacia lo que va a pasar (protensión). La
aproximación de Anta no es fenomenológica. Él analiza la predicción cognitiva
desde el punto de vista de las expectativas musicales, verdadero motor de la cog-
nición musical.
María de la Paz Jacquier y Daniel Callejas Leiva, en su “Teoría de la metáfora y
cognición Corporeizada. ¿Cómo se introduce la teoría de la metáfora conceptual
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El error de Descartes y las tres venganzas de René. Introducción al Dossier Cognición Musical Corporeizada
Rubén López Cano
Notas
1- Jensenius et al. (2010) mencionan a Noë (2004) y Varela et al. (1991). Godøy (2010) menciona a
Johnson (1987), Lakoff (1987) y Petitot et al. (2000). Leman (2010) menciona a Varela et al. (1991).
2- Es necesario recordar que Johnson (1987, 2007) insiste en la diferencia entre el objetivismo y su
realismo experiencial, el rol que cumple la imaginación en éste y en la diferencia entre la representación
como duplicación de la realidad y la construcción imaginativo-metafórica de la misma que se logra a
través de un proceso que va desde la experiencia sensorio-motora hacia la construcción del significado.
lingüístico. Agradezco esta oportuna observación a Isabel Martínez.
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Referencias
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El error de Descartes y las tres venganzas de René. Introducción al Dossier Cognición Musical Corporeizada
Rubén López Cano
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JUAN FERNANDO ANTA
Universidad Nacional de La Plata
Resumen
Las representaciones mentales ocupan un lugar clave en el ámbito de la Psicología Cognitiva.
En este artículo se intenta avanzar sobre tres preguntas acerca del tema, con relación espe-
cíficamente a la cognición musical: i) ¿cuál es el origen de las representaciones?; ii) ¿cómo se
relacionan con la realidad externa?; y iii) ¿para qué sirven? De este modo se abordará el análi-
sis de las relaciones existentes entre las representaciones y el complejo mente-cuerpo, las rep-
resentaciones y la realidad, y las representaciones y su función psicológica, respectivamente.
Se argumenta que el ‘para qué sirven’, o su ‘función psicológica’, es el componente más
significativo de las representaciones mentales, y también de las representaciones mentales es-
pecíficamente musicales. Más precisamente, se propone que, más allá de su constitución, las
representaciones están orientadas al futuro, y que su poder predictivo es la razón misma de
su existencia psicológica. Un claro ejemplo de ello lo constituirían las representaciones que el
oyente utiliza para predecir la música, las cuales, al ser frustradas, promoverían el contenido
afectivo de la experiencia musical.
Palabras Clave:
representación mental – símbolo – acción – predicción – música
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JUAN FERNANDO ANTA
Universidad Nacional de La Plata
Abstract
Mental representations are a central issue in the field of Cognitive Psychology. The present study
addressed three questions about this issue, specifically related to music cognition: i) What is the
origin of representations?; ii) How do they relate to external reality; and iii) What are they for? In
this way, the relationships between representations and the body-mind system, representations
and reality, and representations and their psychological functions will be analyzed. It is argued that
the ‘what for’, or the psychological function, is the key aspect of mental representations, and also
of musical representations. More precisely, it is proposed that, regardless of how they are formed,
representations are oriented towards the future, and that their predictive power is the very cause
of their psychological existence. One clear example of this would be the representations that
listeners use to anticipate the course of music, which, when violated, would promote the affective
content of musical experience.
Key Words:
mental representation - codification - prediction - action - music
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Representación, predicción y música
Juan Fernando Anta
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Representación, predicción y música
Juan Fernando Anta
por Harnad (1990) como el problema del anclaje (o ‘grounding’) del símbolo. Según
Harnad, el problema tiene dos versiones, una difícil y una imposible de superar: la
versión difícil consiste en casos como el de tener que aprender una segunda lengua
(en el ejemplo, el chino) teniendo como única fuente de información un dicciona-
rio de dicha lengua (por caso, chino-chino); la segunda versión consiste en tener
que aprender la lengua materna sólo con el diccionario. Esta última versión sería
imposible de resolver debido a que los símbolos, y entonces las representaciones,
deben estar conectadas con el mundo, no pueden valerse por sí mismas. Por caso,
la palabra ‘silla’ no representaría nada per se si no se ha visto o utilizado una silla.
Piénsese en el ejemplo musical: ¿qué sentido tendría para un neófito que le dijeran
que do4 es el ‘do central’, que se escribe de una u otra forma según la clave o el
instrumento? Los músicos han escuchado y tocado el do4 cientos de veces, por lo
que cuando hablan de él (o ‘lo leen’ en el pentagrama) la representación activada
queda ‘anclada’ en su imaginario sonoro o motriz. Pero, ¿qué hay del neófito, del
no-músico? En suma, el hecho de que los símbolos son arbitrarios hace que estén
expuestos a la falta de ‘anclaje’, debido a que no están restringidos por la interac-
ción física y/o material con el entorno. Esta idea llevó a Harnad a plantear que, al
menos en parte, las representaciones no deben ser simbólicas, sino icónicas. Sobre
esta idea se volverá en el apartado siguiente.
Lo segundo que implica el asumir que las representaciones son símbolos es
aceptar que son el elemento de un hipotético ‘lenguaje’ de la mente o del pensa-
miento. Esta es una idea clave para la Teoría Computacional de la Mente. La idea
es que las representaciones, en tanto símbolos, son la manifestación auténtica de
lo mental, y que lo mental es, finalmente, independiente de lo no-mental. Como lo
expusiera Harnad (1990), para simbolistas como Fodor o Pylyshyn los símbolos
constituyen la vida mental, un nivel funcional independiente, y esa implementa-
ción-independiente es la que hace la diferencia entre lo realmente cognitivo y lo
meramente físico, perceptual.
Efectivamente, Fodor (1981, pp. 230-231) señala que en tanto asumamos que
los procesos mentales son computacionales (es decir, operaciones formales de-
finidas sobre las representaciones), asumiremos que la mente realiza una u otra
manipulación de símbolos que sean constitutivas de los procesos computaciona-
les hipotetizados. Finalmente, deberemos asumir que, en tanto formales, dichos
procesos tienen acceso sólo a las propiedades formales de las representaciones del
entorno que proveen los sentidos. Por lo tanto, no tienen acceso a las propiedades
‘semánticas’ de esas representaciones, tales como la de ‘ser verdad’, la de ‘tener
referencia’ o, de hecho, la propiedad de ‘ser representaciones del entorno’. En
la base del pensamiento de Fodor está, como es bien sabido, el pensamiento de
Descartes; más precisamente, la idea de que no es posible distinguir la realidad de
la ilusión y que, entonces, cómo es el mundo no hace ninguna diferencia sobre los
estados mentales1. El lector debe tener en claro, al respecto, que la interrogante
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Representación, predicción y música
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en-ella. Sin embargo, la ‘oferta de soporte’ no está dada para cualquiera (o para
todos). Por ejemplo, si la superficie que se ve como horizontal, plana y rígida está
por sobre el suelo y a la altura de las rodillas de un adulto, es probable que ‘ofrezca
soporte o asiento’ para un adulto, pero no para un niño; y a la inversa, si es que
la superficie está muy abajo. El punto central aquí es que el potencial de acción
del entorno, lo que ofrece (por caso, una superficie), depende de las propiedades
físicas del organismo (por caso, del tamaño del adulto, o del niño). El ‘físico’ del
agente pasa a ser el determinante del modo en que dicho agente se representa su
entorno. El cuerpo le gana así el lugar a la mente; las representaciones son, desde
esta perspectiva, la información que el cuerpo nos provee acerca de algo en térmi-
nos de lo que es capaz de hacer sobre o con ese algo.
Sin duda, la idea de que nos representamos el mundo en términos de las accio-
nes que este nos ofrece tiene un rico potencial. Por ejemplo, permite concebir a la
persona como un todo integral en el que los conceptos de mente-(pensamiento)
y cuerpo-(acción) ya no tienen por qué dar lugar a la clásica discusión dualista.
En palabras de Gibson (1979), el dualismo del observador y el entorno pasa a
ser innecesario. Además, permite ‘naturalizar’ las representaciones. Las represen-
taciones ya no tienen que ser vistas como símbolos abstractos de un lenguaje in-
corpóreo; por el contrario, pueden ser consideradas como información sensorial,
nerviosa, que finalmente se procesa y almacena en el cerebro. De hecho, una de
las evidencias que suele esgrimirse a favor de la naturaleza orientada-a-la-acción
de las representaciones es el hallazgo de las neuronas espejo, cuya activación ocu-
rre no sólo cuando realizamos una acción, sino también cuando observamos que
otros la realizan (Pezzulo 2008; para una revisión sobre el tema de las neuronas
espejo, ver Cattaneo y Rizzolatti 2009).
Ahora bien, ¿qué significado podría tener la idea de que las representaciones
musicales están orientadas a la acción?, ¿cuál sería la utilidad representada acerca
de la música, aquella con relación a la cual actuaríamos sobre ella? Una posible
respuesta sería que la música es útil para ‘regular el humor’, o para regular el modo
en que se lleva a cabo una labor (ver, por ejemplo, Lesiuk 2010; Huang y Shih
2011). Pero, ¿para qué puede servir aquella nota do4 tocada en el clarinete, en el
fagot, o cualquier otro instrumento?; por otro lado, ¿sólo debemos ver utilidad en
La consagración de la primavera? Ciertamente, uno puede utilizar la obra de Stravinsky
para la acción de danzar (de una manera especial), según el autor lo ideara origi-
nalmente. Pero, ¿solo nos representamos la obra en términos de que ‘sirve para tal
acción’? El problema central de la perspectiva de las representaciones orientadas a
la acción es su completa dependencia de la competencia corporal, de la reducción
a la acción corporeizada como criterio explicativo. De hecho, esta perspectiva
puede conducir a la anulación de la noción misma de representación como ‘objeto
interno’ o ‘mental’, según se la concibiera inicialmente. Este punto fue sugerido
por Clark (1997), quien señala que los trabajos de Gibson conllevan el error de
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Representación, predicción y música
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Epistemus - año 2 - volumen 2
Sherman 2007). Según Dennett (1996), por ejemplo, la mente humana es funda-
mentalmente un anticipador, un generador de expectativas, y tiene la posibilidad
de actuar racionalmente sobre la base de las anticipaciones conseguidas. No resul-
ta extraño, entonces, considerar la posibilidad de que las representaciones tienen
fundamentalmente un rol predictivo, que esa es su razón de ser, y su naturaleza.
Retómese el ejemplo de la superficie horizontal, plana y rígida. Suponiendo que
está a la altura del adulto, ¿qué pasaría si al intentar el adulto sentarse la superfi-
cie toda se desplazara sistemáticamente hacia un costado? Ciertamente la ‘oferta
de soporte’ quedaría descartada, y el modo en que la superficie es representada
cambiaría también, pues ya no tendría capacidad de predicción. Cuando se habla
de sillas, al hablar de las ‘sillas de madera’ o las ‘de plástico’, las ‘sillas marrones’
o ‘verdes’, deberían generarse representaciones diferentes, pues si bien pueden
quedar asociadas a las mismas acciones, las predicciones a las que dan lugar son
diferentes: si una persona le dice a otra ‘tráeme la silla de madera’, espera que ese
otro ‘traiga-la-silla-de-madera-y-no-traiga-la-de-plástico’. Si este pronóstico no se
cumple, la representación de la ‘silla de madera’ pierde su propósito, su capacidad
de predecir (por caso, el comportamiento de la otra persona ante la demanda);
finalmente, entonces, sería eliminada.
Ahora bien, retomando nuevamente el problema de la representación de aquel
do4 que toca el clarinetista, o un fagotista al comienzo de La consagración de la pri-
mavera, ¿qué aporta la idea de que las representaciones están orientadas a la pre-
dicción? El aporte radica en que permite observar que cuando ‘decimos do4’, o
cuando ‘leemos do4’ en una u otra ‘clave’ para tal o cual ‘instrumento’, la ‘represen-
tación de do4’ tiene que permitir predecir qué sonido se sigue de eso que decimos,
leemos, o tocamos. Y esto no es un hecho trivial, porque el saber cómo suena tal
o cual sonido o grupos de sonidos significa para el sujeto saber qué ha de ‘sentir’,
al menos en el sentido llano de ‘sensación perceptual’, al escuchar tal o cual pasaje
musical. Piénsese en otro ejemplo, uno un poco más práctico y musical. Imagínese
que tenemos al fagotista tocando el comienzo de La consagración, y cuando tiene
que tocar el do4 toca do#4, y que de hecho hace esto una y otra vez que realiza el
pasaje. El problema en este tipo de situaciones, bastante frecuente cuando se co-
mienza a estudiar una pieza, no suele ser el que el intérprete no sabe o no puede
tocar la nota correcta, sino que ‘no se da cuenta’ o ‘no tiene una representación
auditiva’ de cómo debe sonar el pasaje. Es decir, no puede predecir cómo debe
sonar, qué debe ‘sentir’ cuando toca lo que toca y, entonces, no logra corregir el
error (pues para él no hay error, ya que no posee una adecuada representación).
De manera interesante, uno puede escuchar que el fagotista está tocando la nota
errónea sin tener ningún conocimiento (o representación) acerca de cómo tocar
el fagot (o cualquier otro instrumento). Es decir, podemos tener la representa-
ción de cómo la música debe ser, y/o qué debemos ‘sentir’ al escuchar una obra,
sin tener la representación de cómo se debe hacer para tocar la obra. En suma,
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Conclusiones
En este artículo se asumió que las representaciones internas, psicológicas, tie-
nen su origen en el sistema cuerpo-mente, y no en la mente como elemento aisla-
do; ciertamente, resulta ilógico pensar que podría ser este último el caso, pues no
existe el caso de una mente sin un cuerpo. Sin embargo, se argumentó que el rasgo
definitorio de las representaciones, en términos experienciales, no es el hecho de
que estén ‘orientadas a la acción’ y/o a la intervención corporal en el entorno, sino
que estén ‘orientadas al futuro’. La idea aquí es que nos representamos el mundo
no sólo para hacer cosas en él, sino para predecir su comportamiento, aún cuando
ese comportamiento no nos involucre directamente. Esta naturaleza predictiva
de las representaciones sería su función psicológica específica, determinante. ¿Y
cómo incide todo esto en el modo en que podemos entender a las representacio-
nes musicales?
Pues bien, parece lógico concluir que las representaciones musicales están an-
cladas en nuestro conocimiento sensible y corporeizado de la música, pero no
necesariamente para actuar sobre la música, por caso para tocar música, sino para
poder predecirla y estar adecuadamente preparados para comprenderla y apreciar-
la. Un aspecto crítico a tener en cuenta es que la música puede ser entendida o
representada como una ‘cosa-sonido en movimiento’ y, entonces, como sujeta a
los mismos principios físicos que rigen el movimiento de cualquier otro cuerpo,
incluso el nuestro (ej. Brower 2000; Larson 2004). Consecuentemente, puede pen-
sarse que para comprender cómo fluye el discurso musical utilizamos los mismos
esquemas-imagen que utilizamos para operar con nuestro cuerpo en el entorno
(Brower 2000). De hecho, parece ser que nuestras representaciones del entorno
son en parte icónicas, es decir, que lo que guardamos de la experiencia es una
copia analógica (no-simbólica) de la información sensorial, de su forma (Clark
1997; Harnad 1990). Es lógico pensar entonces que podemos utilizar una forma
analógica para comprender otra; por caso, la información de las formas sensorio-
motoras para comprender el despliegue de las formas musicales. Sin embargo,
todo esto no necesariamente lleva a la conclusión de que las representaciones
musicales deban estar orientadas a la acción o, de manera más general, que su
finalidad sea la de establecer algún tipo de asociación con alguna acción corporal.
El objetivo de las representaciones musicales parece ser, como el de cualquier otra
representación, la predicción, y no la acción o el anclaje corporeizado. El significa-
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Epistemus - año 2 - volumen 2
do de esta idea tal vez resulte más claro si se la plantea en términos de relaciones
de causa-efecto.
Vuélvase sobre el caso de la hipotética persona que escucha La consagración de
la primavera y que nota que, una y otra vez, al comienzo de la obra el fagotista toca
do#4 en vez de do4. El aspecto más importante de esta experiencia, desde el punto
de vista del oyente (y en lo que interesa aquí al autor) sería el ‘malestar’ o ‘disgusto’
que este experimentaría ‘corporalmente’, ya sea en términos de súbito (e injusti-
ficado) incremento de la ‘tensión musical’, de ‘movimiento erróneo de la línea
melódica’, o de alguna otra metáfora vinculada a la experiencia física-corporal. La
pregunta sería entonces si el aspecto saliente de la experiencia musical, el ‘males-
tar’ o ‘disgusto’ que experimentaría el oyente, emerge a causa de la representación
analógica de acción o movimiento mediante la cual el oyente comprende la músi-
ca, o de la recurrente invalidación de las predicciones hechas por el oyente a partir
de dicha representación. Como el lector podrá prever, aquí se asume como más
significativa la segunda respuesta. Efectivamente, la violación de las expectativas
musicales, lo que aquí ha venido denominándose como predicciones acerca de la
música, se considera el aspecto causal de la emergencia de la experiencia afectiva
frente a la música (Meyer 1956; Huron 2006). Es que, de hecho, la segunda res-
puesta parece ser más consistente. Por ejemplo, mientras que no es el caso con
la primera respuesta, la segunda permite aceptar la idea que dos o más oyentes
pueden tener representaciones analógicas diferentes acerca de La consagración (aún
cuando ambas de índole físico-corporal) pero aún así sentir el mismo ‘malestar’
o ‘disgusto’ si el fagotista inicia una y otra vez con una nota inesperada. Incluso
más, la segunda respuesta tolera la posibilidad de que los oyentes puedan tener una
representación computacional o analítica de la obra, a la manera de ‘la nota inicial
es X, la siguiente es Y, etc.’, y aún así experimentar el mismo ‘malestar’ o ‘disgusto’
al notar que la predicción de la nota inicial de cada grupo termina por ser ineficaz.
En suma, desde la perspectiva aquí planteada el conocimiento corporeizado
de la música, su representación en términos analógicos y con relación a una ac-
ción físico-corporal, podría facilitar o permitir la adecuada predicción del curso
musical, pero no parece ser el aspecto más significativo para la experiencia afectiva
de la música. Una adecuada representación de la música, que permita apreciar su
contenido afectivo, sería aquella que tiende a ser predictiva y, entonces, que pueda
ser burlada. Esto, de hecho, sería particularmente importante cuando se trata de la
cognición musical, en donde la audición es la actividad por excelencia. Cuando es-
cuchamos música no estamos comprometidos en hacer nada corporal con la mú-
sica, no necesitamos hacer nada para escuchar, sólo escuchar. Ciertamente pasan
muchas cosas por nuestras cabezas, y hacemos muchas cosas para escuchar bien,
pero ¿por qué las hacemos? Según se argumentó aquí, porque necesitamos poder
predecir el discurso musical, para evaluar si lo comprendemos, si para nosotros
tiene coherencia (o ‘es previsible’), y/o si lo estamos juzgando adecuadamente.
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Representación, predicción y música
Juan Fernando Anta
Notas
1-Estrictamente hablando, Descartes no plantea sin más que lo mental es independiente de lo no-
mental, o que lo mental no tienen acceso a las propiedades ‘semánticas’ de las representaciones, como
lo hace posteriormente Fodor. Con relación a estos temas, Descartes señala, por ejemplo, por un lado
que ‘a través de las sensaciones la naturaleza me enseña que no sólo estoy alojado en mi cuerpo, sino
que estoy además tan íntimamente unido o mezclado con él que mi cuerpo y mi mente forman una
cierta unidad’ (ver Descartes 1924 [2008], p. 117), y por otro lado que, si bien la información sensorial
en ocasiones es confusa o falsa, ‘puedo concluir con seguridad que tengo en mí mismo los medios
para llegar a la verdad’ (p. 116).
2-Es importante aclarar en este punto que Gibson (1979) tiende a negar la existencia de las represen-
taciones mentales, por lo que una teoría ecológica de la cognición sólo tiene cabida en una discusión
acerca de las representaciones si se adoptan sus versiones más recientes y/o moderadas. Este punto
se abordará nuevamente en los párrafos que siguen. (Agradezco al Dr. R. López Cano por sugerirme
esta aclaración).
3- Efectivamente, Gibson (1979) señala que los esfuerzos de los filósofos y los psicólogos por clari-
ficar el significado del término ‘representación’ han fallado porque el concepto al que hace referencia
es en sí es erróneo.
Referencias
Anderson, J. R. (1976). Lenguage, Memory and Thought. Hillsdale, NJ: LEA.
Anderson, J. R. (1983 [1996]). The Architecture of Cognition. Mahwah, NJ: LEA.
35
Epistemus - año 2 - volumen 2
36
Representación, predicción y música
Juan Fernando Anta
tación (P. López de Santa María, trad.) Madrid: Trotta, 2003] Liepzig: Brockhaus.
Sternberg, R. J. (2009). Cognitive Psychology. Belmont, CA: Wadsworth.
Discusión
María de la Paz Jacquier
Según el autor, mientras la palabra silla refiere a un objeto por todos conocido,
en “música, la nota do4, por ejemplo, suele ser nuestra representante arbitraria del
sonido que conocemos como ‘el do central’: tanto la ‘palabra do4’ como el ‘gráfico de
do4’ en la notación musical no son más que representaciones arbitrarias de una
altura particular…” (p. 26,cursivas mías). En realidad este sonido no lo conoce-
mos, salvo que tengamos oído absoluto y/o tengamos conocimientos teóricos
musicales. Sí hay una arbitrariedad en la palabra y la grafía de ese sonido, pero
perceptualmente la analogía es diferente. Vemos la silla y conocemos el nombre
de ese objeto; escuchamos la música pero no sabemos el nombre de las notas. Sin
embargo, conocemos (o podríamos conocer) otros componentes: reconocemos
el estilo, conocemos las emociones que nos produce, identificamos gestalts meló-
dicas, reconocemos instrumentos, autores e intérpretes, etc.
Esto no niega la arbitrariedad de los símbolos musicales y los términos que los
designan. Podría pensar que la palabra ‘silla’ corresponde a un idioma determina-
do, y si no lo conozco, no me ‘representa’ nada. Pero la diferencia que se trata de
señalar reside en la necesidad de un conocimiento teórico específico, como es la
teoría de la música, para decir que es ‘un sonido que conocemos como do4’. Cuan-
do canto una melodía, conozco esa melodía, y puedo prescindir del nombre de las
notas (como se explica desde Harnad más adelante en el artículo). Es cierto que
también podría ver un objeto que no sé cómo se llama, y sin embargo lo veo. Pero
la música parece ‘permitirnos’ algo menos arbitrario en su percepción-cognición
y significación. Quizá porque menos frecuentemente percibimos el do4, sino una
melodía; con menor frecuencia percibimos una tablita de madera, sino una silla.
Es decir, una parte importante de la cognición musical no se desarrollaría en el
nivel de las notas aisladas, sino en niveles más abarcadores, que incluyan segmen-
tos musicales, junto a otros factores como el conocimiento de un género musical,
determinadas circunstancias de recepción musical, emociones, entre otros. Enton-
ces, las representaciones mentales en la música podrían asociarse y analizarse más
como parte de esos ‘niveles’ que en el de las notas aisladas.
Cuando el autor señala que la audición es la actividad más importante relativa a
la cognición musical, y refiere que no hay un compromiso corporal, que no hace-
mos nada, sino que simplemente escuchamos. ¿No es una postura contradictoria
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Epistemus - año 2 - volumen 2
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Representación, predicción y música
Juan Fernando Anta
construir una ‘representación interna’ de lo que una silla es. Si efectivamente pu-
diera construir una representación, ¿cómo sería? ¿sería cualitativamente diferente
de la que podría construir alguien que tiene la experiencia de utilizar la silla? Como
un caso extremo, propone comparar la representación que podría generar una
persona que solo accede a una narración de una obra respecto de otra que escucha
la obra. Asumiendo que esas representaciones son diferentes, es verdaderamente
difícil saber cuán diferente son, pero en definitiva serían dos maneras posibles de
representar un mismo evento. Entonces, ¿las representaciones se configuran a
partir de acciones de muy diversa naturaleza y a su vez, esas acciones son determi-
nantes sobre el tipo de representación que la persona configurará?
El autor afirma que el actuar puede ser más importante o abarcador que el
sólo pensar. ¿Ese actuar estaría incluyendo al pensar, por ejemplo en términos de
lo que propone Sheets-Johnstone (1999) como pensar en movimiento? ¿Coincide
con el planteo de Noë (2004) sobre la imposibilidad de separar acción, percepción
y pensamiento?
Anta sostiene que el problema central de la perspectiva de las representaciones
orientadas a la acción es su completa dependencia de la competencia corporal,
de la reducción a la acción corporeizada como criterio explicativo. Este enfoque
además no permite explicar como el no-músico hace para representarse la música,
dado que no tiene en cuenta otras acciones (aquellas que no están vinculadas con
la teoría musical) también importantes para que se genere una representación.
Desde esta perspectiva, el no-músico no tendría posibilidad alguna de represen-
tarse la música.
Para el autor, la representación como predicción es la que permite representar
aquello que continúa luego de decir, tocar o leer do4. En este sentido, es posible
representarse la música aún sin tener la representación de cómo tocar, leer o ha-
blar de esa música. Pero ¿qué es lo que permite predecir? Quizás la representa-
ción como predicción podría ser un tipo de representación orientada a la acción,
porque lo que la persona puede hacer en función del ofrecimiento de los objetos
estaría mediado también por aquello que es capaz de predecir.
El autor sostiene que al escuchar música “no estamos comprometidos en ha-
cer nada corporal con la música, no necesitamos hacer nada para escuchar, sólo
escuchar”. Si bien puede no haber un compromiso explícito, ¿qué sucede con lo
que puede ocurrir a nivel implícito, por ejemplo, en términos de la hipótesis mi-
mética de Cox (2001)?
El tipo de abordaje inicial que hace Anta del concepto de representación im-
plica de alguna manera una duplicación de la realidad en la cual distinguimos por
un lado la representación, lo mental, lo subjetivo y por otro la realidad física, mate-
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Epistemus - año 2 - volumen 2
rial y objetiva. Una de las preguntas guías del trabajo es “¿qué relación guardan dichas
representaciones con la realidad a la que refieren?” (p. 25). Se afirma la existencia de dos
realidades: las representaciones mentales como objetos y los objetos representa-
dos. En consecuencia, el cuerpo y cerebro como soporte físico no constituyen ‘la
mente’ considerada inmaterial sino que actuarían como un nexo entre estas dos
realidades. Al extenderse sobre esta conceptualización de representación en un
sentido estricto Anta se ubica al comienzo del artículo en una postura dualista del
problema mente-cuerpo por lo que el cuerpo queda en un lugar relegado como
nexo entre objetos físicos y objetos mentales. El cuerpo corre el riesgo de con-
vertirse de esta manera en un problema más a resolver si consideramos el tipo de
abordaje inicial del problema de la representación como tema de estudio.
La perspectiva sobre las representaciones aquí planteada propone en muchos
apartados una no compatibilidad entre representación orientada a la acción y re-
presentación orientada al futuro. El cuerpo es un problema en tanto no podamos
encontrar una ‘utilidad’ a lo representado en términos de “poder hacer algo corporal-
mente con ellas” (p. 31, en referencia a las representaciones). Con respecto a esta
no compatibilidad entre acción y orientación al futuro podría contra argumen-
tarse sobre la base del modelo de expectaciones de Huron (2006). En esta teoría
se propone que la condición biológica de predicción y de ‘orientación al futuro’
que tienen los diferentes organismos estaría desarrollada a partir de la necesidad
de garantizar su supervivencia. La evolución de los mecanismos psicológicos de
expectación de esta manera está desde los comienzos orientada a la acción. Vol-
viendo a la oposición entre acción y orientación al futuro, si la representación no
está orientada a la acción, ¿a qué está orientada cuando decimos que se orienta al
futuro? ¿A otra representación? Entonces podríamos estar nuevamente posicio-
nados en una teoría representacional de rasgos clásicos en la que el objetivo sería
establecer nexos entre diferentes representaciones mentales y donde el anclaje en
lo corporal o la percepción es secundaria.
Los ejemplos utilizados en el trabajo en los cuales se habla de ‘mi silla’, ‘la
silla cómoda’, ‘la-silla-de-plástico’ como representaciones, son ejemplos que con-
figuran proposiciones que bien podrían expresarse en términos de símbolos en una
teoría computacional. Si las representaciones son objetos inmateriales que dupli-
can la realidad material, y luego nos ocupamos de las relaciones entre las repre-
sentaciones, se hace muy difícil en un tercer momento ocuparnos de cómo estas
representaciones se relacionan con la realidad material. El foco de atención está en
la relación entre objetos inmateriales y el pensamiento no es considerado en este
trabajo como una forma de acción.
En cuanto a la aplicación que se hace en este trabajo de la idea de represen-
tación en el dominio específico de la música, podría decirse que: los ejemplos
musicales que propone el autor, como el sonido do o La consagración de la primavera,
son entendidos como musicales en tanto son considerados objetos susceptibles de
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Representación, predicción y música
Juan Fernando Anta
ser representados mentalmente en la audición. Pero habría que definir en qué con-
diciones se da la audición de estos ‘objetos musicales’. Las posibilidades que nos
darían una escucha en vivo en el teatro, una escucha en casa en un reproductor de
audio, la observación de una partitura o la escucha en la performance por parte
de un ejecutante o un bailarín nos propondrían diferentes tipos de representación
posibles, donde quizás, lo corporal tenga diferentes grados de significación o di-
ferente función. La acción corporal puesta en juego en estas diferentes situacio-
nes contextuales podría involucrar desde manifestaciones claramente observables
como la danza o el movimiento del arco en un violinista, hasta un movimiento
mínimo pero más agitado de nuestros fluidos internos. Anta propone que la audi-
ción es la actividad por excelencia de la cognición musical, lo que puede sostenerse
en el hecho de que por lo general los estudios clásicos de la psicología cognitiva
de la música fueron realizados en la audición. Esta afirmación se contrapone de
lleno con un corpus enorme de trabajos en los que la performance y la acción
en música son el foco de atención (Sundberg y Verrillo 1980; Palmer 1989; Repp
1998; Shifres 2006, 2007; entre otros). Stubley (1992) define desde la filosofía crí-
tica diferentes modos de conocimiento musical como la composición, la escucha y
la performance. Estos modos de conocimiento estarían fuertemente relacionados
con un contenido que no puede separarse de las implicancias de acción de la acti-
vidad comunicacional que implica la experiencia musical.
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Epistemus - año 2 - volumen 2
Salvo que sean oyentes que tengan memoria de su sonoridad, y estén enfocados
en dicho momento en su audición específica. Por lo tanto, en este razonamiento,
tener en la memoria ese do4 me ayudaría quizás sólo para utilizarlo de forma aislada
dentro de una secuencia musical significativa en algunos momentos particulares. Y
acá se plantea claramente el problema de la unidad en música: ¿Cuál es la unidad
musical más pequeña?, ¿la altura musical?
Por otro lado, si el do4 está desafinado en un contexto armónico particular
pero dentro del discurso musical está afinado. ¿Cómo se predice ese do4 según el
contexto armónico o según la línea melódica? Surgen entonces las siguientes pre-
guntas: ¿en qué experiencia estaría basada la representación do4? ¿Cuáles serían los
límites de afinación para la representación de ese do4? ¿Las características internas
del sonido influirían en la representación de esa altura? ¿Y qué tipo de rol jugaría
el cuerpo en la representación mental de esa experiencia?
Luego tendríamos que preguntarnos cómo son los procesos de pensamiento
que conectan la representación do4 con la experiencia musical. Hago una descrip-
ción de mi propio proceso de pensamiento, promovido por el artículo:
-Stravinsky,
-ballet,
-orquestación,
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Epistemus - año 2 - volumen 2
mentales que nos permiten predecir, y por ello, interactuar cognitivamente con la
música.
En mi artículo no intento negar la idea de que “el no-músico puede realizar acciones
que aunque no se vinculen con la formación musical, puedan serle significativas y activen su
representación de lo que conoce como do4 a partir de la escucha, del movimiento y del canto”. La
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Representación, predicción y música
Juan Fernando Anta
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Epistemus - año 2 - volumen 2
Disiento con Callejas Leiva en la idea de que ‘do4’ no es una unidad de pensa-
miento musical, o de que “al pensar en un do4, estoy pensando en una categoría física más
que musical, es decir, una cierta cantidad de vibraciones por segundo.” Cuando pienso en
do4 pienso también en ‘la claridad del do4 en el piano’, ‘la estridencia del fagot al
comienzo de La consagración….’. do4 es el inicio de La consagración de la primavera, ¿el
fagotista lo tocará como si nada, o lo ‘pensará’ como algo musicalmente impor-
tante?1 El hecho de que durante muchas décadas se haya dicho que alguna teoría
musical o algún músico se preocupaba sólo por las notas y no por los grupos
musicales no debería volverse un interés por no considerar los aspectos musicales
de las notas.
Finalmente, me resultó muy interesante el que Callejas Leiva me hiciera notar
mi confusión acerca de que La consagración… no comienza con do4, como yo lo
consignara en mi escrito, sino con do5. Muy interesante porque recordaba el soni-
do un poco estridente del sobreagudo del fagot, pero lo asocié con el do central
del piano del cual estaba hablando. Muy interesante porque, creo, sugiere que yo
poseía una representación del comienzo de la pieza como distinta de la realidad
externa. Es decir, que pensé en algo (para mí musical) que de haberlo llevado a
la práctica (por ejemplo, de pedirle a un fagotista que toque) hubiese generado
un error, una mala predicción, lo cual me llevaría a reemplazar mi representación
por otra. Esta situación sintetiza la idea de mi artículo: el aspecto central de las
representaciones sería su papel predictivo, y en pos de poder predecir la música
(o lo que sea) desplegamos múltiples circuitos de generación de representaciones.
El punto que creo hay que subrayar es que propongo que no todos los productos
de mi experiencia los determina el cuerpo (¡lo cual no tiene nada que ver con ‘des-
corporeizar’ la experiencia!). Evidencia de ello son las representaciones erróneas
(pues mi conocimiento corporal es complejo pero verdadero –no siento como
‘fuerte’, ‘tenso’, etc. algo que en algún sentido no lo es–). La pregunta sería si del
mismo modo en que genero representaciones erróneas puedo generar representa-
ciones correctas (es decir, predictivas). Insisto en que la imaginación es clave para
la respuesta.
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Representación, predicción y música
Juan Fernando Anta
etc. En cualquier caso, mi escrito no versaba sobre el ‘do4’, ‘do4’ era un ejemplo que
como cualquier otro cuesta generalizar. Lejos de mi interés discutir si “do4 sería una
representación atómica (entendiendo al do4 como un ‘átomo’ musical) de la música, un sonido
descontextualizado”. Basta con señalar que creo que el ‘imaginario’ do4 tiene cualida-
des musicales, que es algo que se relaciona con la música y mi experiencia musical:
si bien no es ‘la música’, en algo se relaciona con ella. Es que no adhiero a la idea
de la música, y de allí el desacuerdo. Si no se parte de un denominador común de
que un sonido puede comunicar algo, discutir sobre semejante problema como el
sistema mente-cuerpo es inviable.
Acuerdo con los autores en que “Sería muy difícil pensar en “acciones” desde una
audición descorporeizada. En nuestra opinión, no sería oportuno separar la acción de las pre-
dicciones.” También es mi opinión. Ahora, ¿a qué se refiere la audición imaginativa
de la que hablaba Jacquier?..., ¿es una audición desmentalizada? Estamos en un
contexto donde parece primar una reacción contra la idea de mente y todo lo que
se le asocie; decir ‘mente’ parece valer como ‘descorporeizado’. Entonces, ¿hay
que anular la idea de mente?, ¿sólo somos un cuerpo? Ese es el problema hoy,
creo, no si el cuerpo es o no relevante para la cognición. De allí que acuerde con
Tanco y Aún en que “la idea de representaciones como acciones, como predicciones y como
orientaciones a futuro nos ayudan a entender cómo nos relacionamos con la música: sería posible
una combinación de todas ellas, la presencia de una no inhabilita a la otra.”
No acuerdo con López Cano en que “la cognición musical y sus posibles represen-
taciones se dan en términos más completos, a niveles más altos y holísticos.” Al menos no si
ello implica decir que lo que discutimos aquí se refiere a ‘la música’, y no a ‘los
sonidos’. Ya expuse sobre este punto más arriba. Es que no estoy pensando en
‘obras de arte’ sino en ‘fenómenos sonoros’. Es que no estoy pensando sólo en
oyentes expertos, sino en oyentes en general, que se comunican mediante sonidos
a los que en algunos casos llaman música. Debe ser mi formación en la música
académica contemporánea, y el interés por considerar a todo fenómeno sonoro
como comunicativo, como musical.
Acuerdo con López Cano en que “el papel de la cognición en los modelos interaccionis-
tas mente-entorno no es simplemente captar la información percibida y transformarla en símbolos,
sino en complementar la percepción con nuestro conocimiento del mundo de tal suerte que aquello
que comprendo es mucho más de lo que percibo”. Ahora, ¿qué es esto de ‘completar’, es
tan sencillo como suena? Acuerdo también en que “es necesario reflexionarlo dentro
del paradigma de la mente corporizada”. Ahora, creo también que en el contexto del
estado actual sobre el tema la pregunta ya no es sólo “cómo interviene el cuerpo en la
formación de esas representaciones mentales que nos permiten predecir, y por ello, interactuar cog-
nitivamente con la música”. Como lo señalé en mi artículo, hace tiempo que se asume
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Epistemus - año 2 - volumen 2
que el cuerpo interviene en la cognición. Las preguntas que siguen, creo, tienen
que ver con aceptar o rechazar si eso a lo que llamamos ‘mente’ existe, y luego con
ver si nos detenemos en el estudio ‘del cuerpo’ o si pensamos en la integración
mente-cuerpo. Quien lea mi artículo tal vez note que apunto a una integración.
Notas de la Discusión
1-En este punto del escrito no había notado mi confusión acerca de que La Consagración… no
comienza con do4 sino con do5; lo noté luego, al leer el comentario de D. Callejas Leiva sobre mi
artículo. Opté por dejar mis comentarios así para luego reflexionar sobre mi error.
Referencias de la Discusión
Cox, A. (2001). The mimetic hypothesis and embodied musical meaning. Musicae Scientiae,
5 (2), 195-212.
Huron, D. (2006). Sweet Anticipation: Music and the Psychology of Expectation. Cambridge, MA:
MIT Press.
Johnson, M. (2007). The Meaning of the Body: Aesthetics of Human Understanding. Chicago:
University of Chicago Press.
Noë, A. (2004). Action in Perception. Cambridge: MIT Press.
Palmer, C. (1989). Mapping musical thought to musical performance. Journal of Experimen-
tal Psychology: Human Perception and Performance, 15 (2), 331-346.
Repp, B. H. (1998). A microcosm of musical expression: I. Quantitative analysis of pia-
nists’ timing in the initial measures of Chopin’s Etude in E major. Journal of the Accousti-
cal Society of America, 104 (2), 1085-1100.
Sheets-Johnstone, M. (1999). The Primacy of Movement. Philadelphia: John Benjamins
Publishing Company.
Shifres, F. (2006). Tocar juntos: ¿Entrainment, comunicación o comunión?. En F. Shifres
y G. Vargas (eds.), Sonido, Imagen y Movimiento en la Experiencia Musical. Buenos Aires:
SACCoM, 189-203.
Shifres, F. (2007). Beyond Cognitivism: Alternative perspectives on the communication of musical
structure through performance. Tesis de Doctorado inédita. Londres: University of Roe
hampton.
Stubley, E. (1992). Philosophical foundations. En R. Colwell (ed.), Handbook of Research in
Music Teaching and Learning. New York: Schirmer Books, 3-20.
Sundberg, J. y Verrillo, V. (1980). On anatomy of retard: A study of timing in music.
Journal of the Acoustical Society of America, 68, 772–779.
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MARIA DE LA PAZ JACQUIER Y DANIEL CALLEJAS LEIVA
Universidad Nacional de La Plata
Resumen
La Teoría de la Metáfora de Lakoff y Johnson señala que parte de nuestra forma de compren-
der el mundo es metafórica, en el sentido de vincular patrones experienciales de un dominio
cognitivo conocido con otro menos conocido. En este proceso participan ciertas estructuras
imagen-esquemáticas, interrelacionadas y dinámicas, que surgen de nuestra propia experi-
encia corporal con el entorno. Considerando esto, podemos situar esta teoría dentro de las
teorías cognitivas corporeizadas. Algunos investigadores han tomado la Teoría de la Metáfora
Conceptual para explicar la experiencia y la cognición en el ámbito musical, donde se ob-
servan diferentes interpretaciones e implicancias. Proponemos, entonces, analizar diferentes
componentes de la teoría, integrando los estudios en música ya existentes, a partir de cuatro
niveles explicativos: (i) el origen corporeizado de los esquemas-imagen como un estrato pro-
fundo de base sensorio-motora; (ii) la proyección metafórica como un proceso que depende
de esa experiencia corporal; (iii) la metáfora lingüística como descripciones verbales de una
experiencia y comprensión metafórica; y (iv) las representaciones gráficas de los esquemas-
imagen en la explicación teórica y la grafía como descripción de la experiencia musical.
Palabras Clave
teoría de la metáfora - experiencia musical - cognición musical - cognición corporeizada
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MARIA DE LA PAZ JACQUIER Y DANIEL CALLEJAS LEIVA
Universidad Nacional de La Plata
Abstract
Lakoff and Johnson’s Theory of Metaphor suggests that part of our way to understand
the world is metaphoric. This is accomplished by means of correlations between experiential
patterns from one well-known experiential domain and another less-known domain. Inter-
related, dynamic image-schematic structures participate on this cognitive process, and they
emerge from our own immediate bodily experience in the environment. In this way, we can
put this theory inside of a large group of embodied cognitive theories. Some researchers
have grasped the Theory of Conceptual Metaphor to explain musical experience and cogni-
tion, with observable differences about interpretations and implications. Then, we propose
to analyze many components of that theory, integrating pre-existent music studies, following
four explicative levels: (i) embodied origin of image-schema as a deep stratum with a sensory-
motor base; (ii) metaphoric mapping as a process that depends on embodied experience;
(iii) linguistic metaphor as verbal descriptions of metaphoric understanding and experience;
and (iv) graphic representations of the image-schemas in theoretical explanations as musical
experience descriptions.
Key Words
theory of metaphor - musical experience - musical cognition - embodied cognition.
52
Teoría de la metáfora y cognición corporeizada
María de la Paz Jaquier y Daniel Callejas Leiva
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Epistemus - año 2 - volumen 2
zando las metáforas que le son propias a la ontología de esa cultura musical (Cook
1990; Zbikowsky 1998).
Encontramos que ciertas teorizaciones musicológicas proponen aspectos de
la teoría de la metáfora como una alternativa a los modelos tradicionales de aná-
lisis musical. Allí, las estructuras imagen-esquemáticas se introducen como herra-
mientas de análisis. Algunos revisores de la teoría de la metáfora señalan que este
rápido pasaje hacia el análisis de la música ha sido controversial en al menos tres
puntos (Peñalba 2005). El primero se refiere al modo en que se explica el proceso
cognitivo en la comprensión metafórica, pues no quedaría claro cómo pueden
vincularse dos dominios de la experiencia si a priori es necesario identificar las es-
tructuras abstractas de las dos partes de la metáfora (esquema-imagen y fenómeno
musical). El segundo aspecto controversial alude a las connotaciones lingüísticas
de los esquemas-imagen, es decir el término que los designa lingüísticamente. En
este caso, el nombre asignado a un esquema-imagen comparte ciertas característi-
cas semánticas con las construcciones propias de la teoría musical, y de ese modo
se termina describiendo dichas construcciones y no el fenómeno musical en sí
mismo y su comprensión. El tercer punto se refiere a la representación gráfica.
Nuevamente, el inconveniente surge de la importancia que cobran las cualidades
visuales del gráfico y el descuido de las cualidades sensoriomotoras del esquema-
imagen.
No solamente en el ámbito musical, sino en otras disciplinas también, se han
realizado observaciones y revisiones de trabajos teóricos y empíricos que se basan
en la teoría de la metáfora. R. López Cano (2003) puntualiza una serie de proble-
máticas. En primer lugar, se refiere al reduccionismo ontológico, es decir, la utilización
de un esquema-imagen para explicar un modo de experiencia de la música, sin
considerar otros posibles modos; se entiende como la utilización de un esquema-
imagen en aislamiento del resto de los fenómenos que pueden intervenir en la
experiencia de la música. Incluso cuando se reconoce que los esquemas-imagen
pueden desarrollarse e interactuar junto a otros esquemas para sustanciar expe-
riencias, existe un vacío en el modo en que estos operan en colaboración al consti-
tuirse la experiencia. Respecto de la aplicación a la música, un solo esquema podría
dar cuenta de algunos aspectos durante la experiencia musical, pero no debería
considerarse que un único esquema-imagen sea el responsable de toda una expe-
riencia musical en un sentido atomizado (Adlington 2003).
En segundo lugar, alude a la asimetría epistemológica, esto es, al uso de conceptos
sin un marco meta-teórico previo como herramienta operativa del análisis mu-
sical. En este sentido, se ha tomado, por ejemplo, el esquema-imagen ciclo en
relación al concepto teórico musical ciclo de quintas, sin considerar en profundidad
cuáles son las características epistemológicas de ambos constructos, y, consecuen-
temente, los paradigmas psicológicos que subyacen a la teoría de la metáfora.
En tercer lugar, introduce la pertinencia sistemática, entendida como una deri-
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en la medida que existe una acción sobre él. Así, también la percepción constituye
una guía de posibles acciones sobre el mundo haciendo que el sentido que se tiene
del entorno y del sí mismo puedan actualizarse (Varela et al. 1991; López Cano
2004; Steward 2010).
Entre los puntos que acercan el pensamiento de Johnson (2007) al enactivis-
mo, podemos destacar que la elaboración de significados se concibe vinculada
a la acción del cuerpo en el entorno. El autor señala que, ante un ambiente en
continuo cambio, la producción de sentido “… está modelada por nuestras capacidades
para percibir cosas, manipular objetos, mover nuestros cuerpos en el espacio y evaluar nuestra
situación” (Johnson 2007, p. 11), sea aquél un sentido básico o elaborado mediante
un razonamiento. Esto hace que no exista una discontinuidad entre los procesos
cognitivos catalogados como ‘inferiores’ o ‘superiores’. Esta relación adquiere una
elocuencia significativa cuando pensamos en el quehacer musical. Por ejemplo,
cuando un músico ejecuta una partitura a primera vista, no se da un ‘procesa-
miento de alto orden’ aislado de la percepción de las notas escritas en la partitura.
En ese momento, las posibilidades que existen de ‘procesar’ la información que
contiene la partitura dependen en gran medida de las acciones que él ha realizado
en el entorno musical a lo largo de su historia de vida musical. Esto evidencia el
ciclo de acción-percepción en una actividad musical, que en este caso también se
nutre de la resultante sonora. Incluso, en un contexto de ejecución grupal, juega
un rol crucial el ajuste temporal y expresivo como otro elemento que participa
dentro del ciclo.
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demos el mundo por primera vez y nos comunicamos con él para satisfacer nece-
sidades básicas para el desarrollo. Las investigaciones de Piaget nos permitieron
conocer mejor el funcionamiento de la interacción entre los seres humanos y su
entorno en los primeros años de vida. Observando esta interacción, podemos es-
tablecer que nuestro primer conocimiento del mundo es de origen sensoriomotor.
Johnson (2007) recuerda, además, que el bebé no utiliza ninguna clase de conoci-
miento proposicional, ni de base lingüística para obtener sentido de este mundo
y, sin embargo, está comprometido en acciones de comunicación, percepción y
manipulación de objetos, y movimientos corporales que le permiten funcionar
correctamente en su ambiente físico y social. Es en las interacciones sensoriomo-
toras que se tienen durante los primeros momentos de la vida donde se puede ras-
trear la formación de los esquemas-imagen. Pensemos en el gesto de protrusión
de la lengua en el bebé: cómo puede sentir propioceptivamente el movimiento de
la lengua entrando y saliendo, a la vez que siente el cambio de temperatura entre el
interior y el exterior; cómo el bebé imita este gesto de los adultos que lo cuidan sin
hacer una inferencia acerca de cómo se hace. En estas dimensiones de la interac-
ción con el mundo y con sí mismo, aparece un sentido de organización primaria
de la experiencia, que no es conceptual, ni proposicional. Es un patrón sentido y
percibido a través de distintos medios. Es una organización que otorga sentido a
los seres y objetos del mundo circundante.
Para Stern (1985), esta organización permite la emergencia de la subjetividad
en los infantes, y está sustentada por las maneras que ellos tienen de sentir el me-
dio que lo rodea, es decir, por la percepción amodal, la percepción fisiognómica y
los afectos de la vitalidad. Stern plantea que las primeras experiencias del bebé con
su entorno se dan en un nivel sensoriomotor, extrayendo cualidades perceptuales
globales (como la forma, la intensidad, el movimiento, el ritmo y el número) y ob-
teniendo mediante éstas sus primeras significaciones del mundo. Esta experiencia
es amodal en el sentido de que no existe una categoría perceptual definida para
sus sensaciones, y ellas pueden, transmodalmente, intercambiar su significación de
un modo a otro sin que esto constituya un proceso asociativo en el sentido piage-
tiano, es decir, sin que haya una experiencia anterior de asociación entre los pares
actualmente asociados. Para ejemplificar: en estudios realizados con bebés se dio
cuenta de la existencia de relaciones entre intensidad lumínica y sonora, o entre la
textura de una superficie experimentada mediante el tacto y la visión, sin que estas
estuvieran asociadas a experiencias anteriores. Entonces, a partir de esto, se dedu-
ce que el infante está preparado orgánicamente para percibir de forma amodal. A
su vez, esta capacidad innata es reforzada por la interacción multimodal que tiene
con los adultos que están a su cuidado. El bebé está intercambiando informa-
ción provista de patrones dinámicos con características similares desde distintos
ámbitos perceptuales, como la escucha del canto tranquilizador y las caricias en
la espalda, que le permiten significar un aspecto de la experiencia con cualidades
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puerta para llamar’ y se espera que el oyente lo escuche de esa manera (de hecho,
se explica que es un ejemplo de la técnica text-painting, en la que la música sugiere
la imagen que representan las palabras). Además, la dimensión textual de esta red de
integración conceptual implica conocer el significado -en alemán- de la palabra
klopfe; porque de otro modo no tendrá lugar la dimensión integradora. Al menos
en los términos en que está planteada la ejemplificación, la dimensión integradora
resulta una dimensión cerrada, en el sentido de restringir el proceso imaginativo
que caracteriza la comprensión metafórica.
Incluso, en la teoría de la metáfora –y en las propuestas corporeizadas en
general- se propone que el significado musical expresa el modo de lo sentido, de lo
vivido, y no su contenido. Es por ello, justamente, un significado corporeizado (Jo-
hnson 2007). La música no re-presenta nada en especial, aunque existan algunos
trabajos musicales particulares con algunos elementos referenciales. La cognición
corporeizada prefiere hablar de estructuras de la experiencia en lugar de representaciones
de la experiencia. Porque en un sentido clásico el concepto de representación alude a
entidades puramente mentales que se encuentran separadas de lo corporal. Ade-
más, los símbolos mentales dependen de una relación uno a uno, es decir, una
idea interna que re-presenta una realidad exterior. En una audición comprometi-
da imaginativamente, la experiencia de la persona tiene cualidades sentidas de la
música, entramos imaginativamente en su ‘movimiento’: es el flujo vivido de la
experiencia. De acuerdo a ello, no deberíamos necesitar conocer la palabra klopfe,
porque construir la ‘sensación’ de golpear es sentir el golpe, con su aspecto tem-
poral, su tensión, su direccionalidad, su intensidad, etc.
Más arriba habíamos señalado que Peñalba (op. cit.) advierte acerca de la im-
posición del contenido semántico de la denominación del esquema-imagen. El
inconveniente radica en desconocer o relegar la experiencia corporal que conlleva
y su relación con un significado vivido. En estos casos, las descripciones metafóri-
cas se constituyen en descripciones de los constructos de la teoría musical, que re-
sultan desvinculadas de una práctica de significados más rica y vívida. Por ejemplo,
se usa el esquema-imagen contenedor para explicar cómo se percibe el retardo
como nota extraña al acorde. El acorde sería un recipiente que delimita qué notas
pertenecen a él y cuáles no. Una nota que no forme parte del acorde-contenedor
será comprendida como un elemento agregado a dicha estructura.
En esta descripción, observamos que se presenta más una vinculación entre
el concepto de recipiente -un objeto del mundo- y el concepto de retardo -un
concepto de la teoría musical-, que la explicación de una proyección metafórica
entre el esquema-imagen contenedor -que es de origen sensorio-motor como
se explicó más arriba- y la manera en que experimentamos la música cuando en
ella se presenta un retardo. (Tal vez, sentimos un retardo como una tensión que
se sostiene y luego resuelve, sin advertir a qué sonoridad -acorde- pertenecen teó-
ricamente cada uno de los sonidos individuales que integran el flujo musical.) La
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diferencia es tan sutil que parece quedar sujeta a interpretaciones: en ciertos casos
no es fácil advertir si se trata de una sobre-simplificación de la explicación del
proceso metafórico o de la ausencia de un encuadre corporeizado de la cognición.
Johnson (2008) analiza cómo en la presentación de la teoría de la metáfora
conceptual se emplean metáforas lingüísticas y proyecciones metafóricas que son
necesarias para la conceptualización de la naturaleza misma de la metáfora. Pero
señala que una conceptualización cuenta una parte de la historia, que nunca podría
ser absoluta, y por ello es imprescindible reflexionar acerca de las propias asuncio-
nes metafóricas y las limitaciones que pueden acarrear. De este modo, podremos
pensar profundamente qué es lo que entendemos por cognición.
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Por último, supongamos que vemos por primera vez el gráfico de la figura 4,
¿a qué experiencia corporal nos remite? Probablemente las respuestas sean muy
vastas y aludan a situaciones muy diversas. Dar ejemplos de lo que nos sugiere
esta imagen a nosotros, sería coartar la imaginación del lector. El gráfico de la
figura 4, que denominamos esquema-imagen x para no condicionar la lectura, co-
rresponde a la representación propuesta por Saslaw, en Forces, containers, and paths:
the role of body-derived imagen-schemas in the conceptualization of music (1996), para el
esquema-imagen fuerza. A pesar de que la autora advierte que los gráficos de los
esquemas-imagen que realizó responden a sus propias representaciones visuales
de las estructuras mentales abstractas, el aspecto visual parece ser tan fuerte que a
veces se confunde esa representación con el propio esquema-imagen.
Hasta aquí hemos considerado la representación gráfica de los esquemas-imagen
como el último nivel en las explicaciones de la teoría de la metáfora. Sin embargo,
si la consideramos no desde las ejemplificaciones teóricas sino como gráfico de la
experiencia musical sentida por un sujeto en particular, los dibujos de los oyentes
pueden constituir una especie de ‘metáfora gráfica’. En tal sentido la situaremos
junto a la ‘metáfora lingüística’, es decir, como expresión de la proyección metafóri-
ca que tuvo lugar en esa experiencia musical. En otras palabras, existe una posibili-
dad de considerar los gráficos como expresiones que dan cuenta de la experiencia
musical, y no sólo de la explicación de la teoría metafórica.
Por ejemplo, si observamos expresiones gráficas de dos oyentes surgidas de la
audición de la misma obra, posiblemente no sean muy semejantes. Aún así, quizá
podamos identificar puntos de vinculación entre los dibujos resultantes y/o los
movimientos realizados para generarlos (en el tiempo real de la música), teniendo
en cuenta la presencia de ciertos afectos de la vitalidad compartidos, o el hecho
de que algunas características de esas representaciones gráficas serían similares
porque ‘enactivaron’ esquemas-imagen similares.
Implicancias
Partiendo de la pregunta ¿cómo se introduce la teoría de la metáfora conceptual en los
estudios musicales?, hemos organizado la presentación de las observaciones a es-
tos estudios intentando ubicarlas en cuatro niveles explicativos: la formación del
esquema-imagen, la proyección metafórica, la metáfora lingüística, y la represen-
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tación gráfica. Suponemos que esta organización, que considera diferentes niveles
que se integran sucesivamente desde la explicación teórica, colaborará con la com-
prensión del espacio en donde podría ubicarse la teoría de la metáfora conceptual
dentro de las ciencias cognitivas corporeizadas o de segunda generación.
El nivel más profundo o básico, entendido como estrato de conocimiento,
surge de la experiencia de nuestros cuerpos en el entorno y subyace a todos los de-
más niveles. Los niveles pueden describirse como yendo de lo subjetivo-individual
a lo socio-cultural, en el sentido de que, en un extremo -en el nivel más básico-,
el esquema-imagen es construido por la experiencia del propio cuerpo de cada
sujeto en el entorno, y, en el otro extremo, una expresión metafórica lingüística
o una representación gráfica es una manera de ‘hablar acerca de’ la experiencia
(posible gracias a los esquemas-imagen disponibles o a las proyecciones meta-
fóricas que sean enactivadas), que requiere de un proceso de abstracción, con el
objetivo de compartir socialmente esa experiencia. A su vez, la elaboración de
esquemas-imagen involucra a todos y cada uno de los sujetos en el transcurso de
toda su vida -para el bebé la cognición es acción, pues todo es sensoriomotor-,
mientras que esbozar un gráfico vinculado a un esquema-imagen específico es dar
cuenta de una cristalización de la experiencia de un único sujeto, es decir, implica
una representación visual individual, que además podrá ser compartida como una
convención socio-cultural.
Presentar diferentes aspectos de la teoría de la metáfora en estos estratos expli-
cativos nos permite rever también la discusión acerca del rol de la cultura (aunque
no nos explayaremos puntualmente en este asunto). El supuesto de ubicuidad de
la corporalidad en la formación del esquema-imagen pone de manifiesto que no depen-
de de un conocimiento previo ni está afectada por la cultura. Esto no quiere decir
que el esquema-imagen en sí no sea sensible a las nuevas experiencias (recorde-
mos el ciclo perceptual de Neisser descripto anteriormente), pues allí se cimenta
su característica dinámica, ni que el ambiente -incluido el aspecto cultural- no im-
plique ciertas affordances, es decir, ciertas posibilidades de interacción. No se trata
de los límites lingüísticos de la cultura, porque, recordemos, los esquemas-imagen
tienen un origen somato-sensitivo. Ahora bien, a medida que nos alejamos de esta
capa básica que da origen a los esquemas-imagen y nos situamos en capas más
integradoras, el rol de la cultura va cobrando mayor dimensión, por ejemplo, en
la representación gráfica de un esquema-imagen y en las expresiones metafóricas.
Para concluir, una propuesta interesante para la captura de la experiencia mu-
sical en términos del esquema-imagen implicaría relacionar los esquemas-imagen
con módulos de activación y valencia, correlacionar estos esquemas básicos con
experiencias afectivas en términos de afectos de la vitalidad, y no perder de vista
que el objetivo es comprender cómo los esquemas-imagen pueden guiar nues-
tro conocimiento y no si constituyen un modo predefinido de audición. De este
modo, resignificamos por qué Varela (1988, 1991) ubica a Lakoff y Johnson en
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un lugar muy próximo al enactivismo, es decir, a una postura teórica que propone
que la cognición está basada en la actividad de sujetos-agentes autónomos que ac-
tivamente se sustentan y se generan haciendo surgir de esta actividad sus propios
dominios de significado y valor (Thompson y Stapleton 2008) y que enactúan
en una historia de acoplamientos entre cuerpo y entorno. Notemos la similitud
en las siguientes definiciones de esquema-imagen (en particular la que proporciona
Johnson recientemente) y de enacción:
el acercamiento enactivo se fundamenta en dos puntos: (i) la percepción consiste en acciones per-
ceptualmente guiadas y (ii) las estructuras cognitivas emergen de patrones sensorio-motores recu-
rrentes que posibilitan que la acción sea perceptualmente guiada (Varela et al. 1991, p. 173)
Agradecimientos
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Epistemus - año 2 - volumen 2
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Discusión
Juan Fernando Anta
Los comentarios que presento se focalizan en dos aspectos de los recientes es-
tudios de cognición musical corporeizada. Por un lado, el conflicto latente acerca
de si las ideas del computacionalismo deberían descartase. Por otro lado, el hecho
de que las ‘competencias predictivas’ pueden explicar las ideas y observaciones de
diferentes tipos de estudios cognitivo musicales.
En el estudio de Jacquier y Callejas Leiva, las ideas del computacionalismo
tienden a ser descartadas. Específicamente, los autores adhieren a una concepción
de la mente diferenciada de la concepción computacional, lo cual nos acercaría a
“la explicación de la experiencia de la música y no a la música como un objeto preexistente en
el mundo cuyos rasgos predefinidos deban ser captados en un modo único” (p. 74). Es claro
que el interés está en la experiencia musical. Ahora, ¿nada de la música preexiste?,
¿nada preexiste, uno crea todo?. ¿Por qué se sugiere que según el computaciona-
lismo la música preexiste y ha de ser captada de modo único? Por otro lado, en el
escrito se sigue hablando acerca de la ‘mente’, ¿hay o no algo ‘mental’? Si lo hay, el
computacionalismo no podría descartarse sin más.
Luego, se advierte que según la Teoría de la Metáfora nuestro pensamiento
es metafórico porque correlaciona un patrón de un dominio cognitivo con otro menos
conocido, con el objetivo de organizarlo (p. 53). Ello equivale a decir que ‘pensar’ es,
al menos en parte, predecir un comportamiento en el dominio-meta gracias al
dominio-origen. La predicción, por lo tanto, sería el ‘objetivo’ de la proyección
metafórica, aquello que permite determinar si es cognitivamente eficiente (si efec-
tivamente ‘organiza’ o no). Sintomáticamente, los autores señalan que, más allá del
nivel explicativo al que finalmente se integren, los esquemas-imagen que utiliza-
mos para comprender la realidad surgen de patrones recurrentes y dinámicos de la
acción corporal en el entorno que nos rodea (p.57). Dado que el efecto inmediato
de la ‘recurrencia’ sobre el sistema cognitivo es la previsibilidad (es decir, dado
que lo recurrente se asimila como predecible), ello equivale a decir que la causa
del origen de un esquema es la previsibilidad de un patrón: claramente, esto con-
cuerda con la idea de que el poder predictivo de un esquema es su objetivo mismo,
y sinónimo de su utilidad cognitiva. A la luz de estas ideas resulta muy sugestiva
la afirmación de que “un esquema-imagen es un patrón recurrente […] de interacciones
organismo-medioambiente” (Johnson 2007, p. 136; en Jacquier y Callejas Leiva, p. 74).
La pregunta entonces es, ¿la metaforización se subordina a la predicción? Si es así,
sería útil indagar cómo es que ello sucede.
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Matías Tanco
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música luego de oírlo tocar los 24 Preludios de Chopin y le pidió que se la explica-
ra. Entonces, Schumann tocó nuevamente todos los preludios. En esta anécdota,
explicar la música estaría incluyendo aquí la experiencia de oír esa música, pero
¿no serían necesarios también otros tipos de explicaciones? Para entender esa
música Schumann consideraba solamente ese tipo de experiencia, que a los ojos
del alumno no era del todo suficiente. Entonces, el entendimiento que Schumann
y el estudiante tenían a partir de esa experiencia, ¿podría ser el mismo? ¿O sería
probablemente muy diferente, dado que estaría apoyado en las experiencias ante-
riores de cada uno?
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MARÍA VICTORIA ASSINNATO Y JOAQUÍN BLAS PÉREZ
Universidad Nacional de La Plata
Resumen
Este trabajo postula que el gesto realizado por un músico durante la performance puede
involucrar un significado que se proyecte más allá del mero propósito de producir sonido. Se
inicia con la revisión de un cuerpo de investigaciones que desarrollan el rol comunicacional
del gesto en el habla y en la ejecución musical; desarrolla el concepto de gesto como acción
epistémica (Kirsh y Maglio 1994; López Cano 2009; Pereira Ghiena 2009, 2010) y selecciona
categorías que serán utilizadas para el análisis del gesto (Laban 1948 [1975]; McNeill 1992;
Mauléon 2010). Posteriormente, analiza el gesto en la improvisación musical en un conjunto
de improvisadores, incluyendo declaraciones que los músicos ofrecen en una entrevista luego
de observar sus propios gestos en la improvisación. La discusión final gira en torno a (i) la
posibilidad de que el gesto pueda ser pensado como una acción ineludible para el desarrollo
de la performance, idea que podría ser asociada a la de acción epistémica, y (ii) la realidad de la
experiencia musical como un todo indisociable, en el cual se construye el significado no solo
a partir del sonido sino también del movimiento corporal que puede ser visto por el público
y/o vivido por el mismo performer improvisador.
Palabras Clave
improvisación – gesto – función – acción epistémica – experiencia
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MARÍA VICTORIA ASSINNATO Y JOAQUÍN BLAS PÉREZ
Universidad Nacional de La Plata
Abstract
This paper argues that gestures carried out by a musician during performance can involve
meanings that project themselves beyond the mere purpose of producing sound. In this
paper: (i) a body of research that focuses on the role of communication in speech and
gesture in musical performance is reviewed; (ii) the concept of gesture as epistemic action is
developed (Kirsh and Maglio 1994; Lopez Cano 2009; Pereira Ghiena 2009, 2010); and (iii)
categories that will be used in the analysis of gesture are identified and selected (Laban 1948
[1975]; McNeill 1992; Mauléon 2010). Subsequently, the gestures of a group of improvisers
are analyzed in musical improvisation sets, together with statements that musicians produce
in an interview after observing their own gestures while improvising. The final discussion
focuses on (i) the possibility that gesture can be thought of as an unavoidable action for the
development of performance, an idea that could be associated with epistemic action; and (ii)
the reality of music experience as an inseparable whole, in which meaning is constructed not
only from the sound but also from body movement, as it can be appreciated by the public
and / or lived by the performers improvisers themselves..
Key Words
improvisation – gesture – function – epistemic action – experience
90
Improvisación musical y corporeidad. Acción epistémica y significado corporeizado
María Victoria Assinnato y Joaquín Blas Pérez
Gesto y habla
El concepto de gesto ha sido utilizado para referirse a una serie de movimien-
tos corporales que tienen un significado comunicable (Hummels et al. 1998 en Ca-
doz y Wanderley 2000). En los trabajos de McNeill (1992, 2008) sobre la gestuali-
dad del hablante se ha postulado que gesto y habla se integran, con el fin de dar a
entender lo que se está queriendo comunicar mediante el lenguaje. Gesto y habla
se originan -de acuerdo a este autor- a partir de una única unidad de pensamiento
y poseen propiedades diferentes, por lo que se podría suponer que desde esta uni-
dad se generarían dos tipos de articulaciones – verbal y gestual – que se llevarían
a cabo durante el acto comunicacional. En un trabajo posterior, McNeill (2008)
avanza en la conceptualización del rol comunicacional del gesto. En sintonía con
las ideas de la psicología corporeizada, el autor caracteriza en estos trabajos al ges-
to como una forma natural y corporal del lenguaje que permite, por medio de la
imitación, acceder al significado entre los hablantes. Esta imitación del gesto entre
hablantes se explica a partir de la actividad de las neuronas espejo, que estarían
generando en una suerte de interacción corporal a partir de la cual emerge un sig-
nificado común. Tal como acontece en el habla, se puede asumir que en la música,
en tanto experiencia comunicacional, ocurre algo similar: el gesto del intérprete se
integra en la performance para dar a entender lo que se desea comunicar a partir
del lenguaje sonoro. No obstante ello resulta complejo trasladar el planteo de Mc-
Neill al campo de la música, ya que implicaría involucrarse con la problemática del
significado, lo cual no constituye el objeto principal de este trabajo.
91
Epistemus - año 2 - volumen 2
tanto para quien la efectúa como para aquel que la disfruta: el músico experimen-
ta y comunica la música a través de la unidad corporal unidad gesto-sonido y el
oyente la comprende a partir de esta misma unidad.
Teniendo en cuenta estas particularidades, en este escrito se va a denominar
gesto a todos aquellos movimientos que se suceden en la performance y que no
necesariamente están directamente vinculados con la necesidad técnica del ejecu-
tante para tocar su instrumento.
Son numerosos los trabajos que abordan el estudio del gesto en la ejecución
musical. Constituyéndose en uno de los primeros en desarrollar con profundidad
el tema, Delalande (1988) conceptualiza el gesto a partir de la observación de las
ejecuciones del pianista Glenn Gould, clasificando los gestos que el intérprete rea-
liza según las funciones que cumplirían en la ejecución. Davidson (2001) aborda
el problema de manera similar en un estudio de caso en el que examina los gestos
de la cantante Annie Lennox, diferenciando entre los gestos que están orientados
hacia la audiencia y los que están orientados hacia el interior del individuo que
los produce. Mauléon (2010) analiza el gesto en la performance del canto lírico y
destaca principalmente su rol en la intencionalidad comunicativa durante la eje-
cución musical.
Pereira Ghiena (2009, 2010) analiza el rol del gesto manual en la lectura canta-
da a primera vista en estudiantes iniciales de música, destacando la funcionalidad
que éste podría tener más allá del fin meramente comunicativo. Es aquí donde
introduce la posibilidad de que el gesto pueda considerarse una acción epistémica
(Kirsh y Maglio 1994) en el sentido de que constituye una acción que estaría fa-
voreciendo el desarrollo del procesamiento cognitivo de una determinada tarea.
El presente trabajo intenta ir más allá de esta idea, al postular que la acción
epistémica no mejora el proceso, sino que forma parte del mismo, constituyendo una
acción ineludible para que el proceso pueda llevarse a cabo. Dicho de otro modo, el
procesamiento cognitivo estaría incluyendo la acción epistémica.
López Cano (2009) realiza un importante estudio del gesto a partir de una
observación detallada del concierto solista del pianista Keith Jarret en Tokyo‘84,
categorizando en su trabajo las diferentes funciones del gesto en relación a la pro-
ducción de significado y avanzando en el desarrollo de la idea de gesto como ac-
ción epistémica. El autor destaca la importancia de las ideas de acción epistémica
y mente extendida (Clark y Chalmers 1998) para la comprensión del rol del gesto
en la construcción del significado en la performance musical. En este trabajo es
central el concepto de acción epistémica y por ello se desarrolla en profundidad
en el siguiente apartado.
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Improvisación musical y corporeidad. Acción epistémica y significado corporeizado
María Victoria Assinnato y Joaquín Blas Pérez
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Epistemus - año 2 - volumen 2
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Improvisación musical y corporeidad. Acción epistémica y significado corporeizado
María Victoria Assinnato y Joaquín Blas Pérez
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Epistemus - año 2 - volumen 2
con el contenido semántico del discurso hablado y considera que dichos gestos
pueden constituir representaciones figurativas de los objetos y de las acciones.
Esto puede ser un punto importante a la hora de analizar las improvisaciones,
porque tal vez también allí sea posible observar relaciones de iconicidad gesto-so-
nido. La importancia de lo icónico ha sido señalada en otros estudios sobre gesto
en música (Pereira Ghiena 2009; López Cano 2009), en los cuales se describe el
modo en el que el gesto traduciría inter-semióticamente el contenido estructural
de la música relativo al ritmo, la altura, la métrica, la forma y la expresión, entre
otros aspectos musicales.
Teniendo bien presente toda la información recabada sobre los diferentes as-
pectos comunicativos y epistémicos del gesto, además de las categorías reciente-
mente expuestas, este trabajo se propone (i) describir rasgos generales y puntuales
de la gestualidad del improvisador; (ii) explicar el tipo de relación que se establece
entre el gesto y el sonido durante la performance; y (iii) evaluar la función que
puede desempeñar el gesto del improvisador en su performance. Para tal fin se
realiza un análisis de una serie de videos de improvisaciones efectuadas por solis-
tas en diversos instrumentos y se entrevista a cada uno de los músicos participan-
tes, en donde se indaga sobre el rol del gesto en la performance improvisada. A
continuación se detallan los análisis del gesto y las entrevistas realizadas.
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Improvisación musical y corporeidad. Acción epistémica y significado corporeizado
María Victoria Assinnato y Joaquín Blas Pérez
Tabla 1. Descripción de los gestos observados en el ámbito de la kinesfera y clasificación de los gestos en
las categorías efector/pragmático y no efector/epistémico.
con las manos libres podría gesticular eventualmente con sus manos y sus brazos
mientras que un bajista o un pianista no podrían hacerlo de la misma manera.
Los gestos no efectores del bajista, del pianista o del cantante podrían emerger de
otras articulaciones corporales. En contraposición a estas restricciones impuestas
por el instrumento puede observarse que algunos gestos no efectores/epistémi-
cos como los gestos faciales son compartidos por más de un tipo de instrumen-
tistas. Esto llevaría a pensar que los gestos epistémicos serían de un orden más
general en la acción del ejecutante que trasciende esas restricciones.
Una vez descriptos los gestos y movimientos a un nivel general, se realizó un
micro-análisis de un grupo de fragmentos de las improvisaciones para discriminar
con mayor exactitud la categoría del gesto y su vinculación con el material sonoro.
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Improvisación musical y corporeidad. Acción epistémica y significado corporeizado
María Victoria Assinnato y Joaquín Blas Pérez
Figura 1. Micro-análisis del gesto en fragmento 1. Comparación de las temporalidades de las distintas
fases en relación al MS correspondiente. La información está consignada en segundos y centésimas de
segundo.
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Epistemus - año 2 - volumen 2
4-5-6-7 están agrupados en lo que categorizamos como frase 2. También hay una
relación icónica entre el momento más agudo y tenso de la frase melódica y el P
(2,43; en negro) del gesto que involucra a las comisuras. El movimiento del resto
del cuerpo (ascendente) es análogo a la dirección ascendente de las alturas que
componen las frases melódicas 1 y 2. El cambio de dirección en el movimiento se
corresponde con la secuencia melódica compuesta por dos frases indicadas en el
gráfico como frase ascendente 1 o 2, según corresponda.
Fragmento 3
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Improvisación musical y corporeidad. Acción epistémica y significado corporeizado
María Victoria Assinnato y Joaquín Blas Pérez
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Epistemus - año 2 - volumen 2
día. El P del gesto está sincronizado con dicho material, como puede observarse
en la relación entre los P del movimiento de la boca (0,63; 0,93; 1,30; 1,66; 2,00)
y los ataques del MS (2, 3, 4 ,5 y 6). En este mismo fragmento cuando el MS con-
siste en un conjunto de eventos sonoros que se agrupan en una unidad jerárquica
mayor como en el caso de las frases melódicas ascendentes 1 y 2, se observa que
los P del movimiento del torso/cabeza (0,86 y 1,05 seg.), están desplazados con
respecto a las frases que iconizan en el MS (frase ascendente 1 y 2). De manera
similar en el fragmento 1 (figura 1), el inicio de la forma en un gesto que iconizaría
el trino (0,20 seg.) y el pico (0,93 seg.) están desplazados en relación al ataque del
material sonoro MS1 (0,30 seg.).
El micro-análisis de las fases del gesto y de las relaciones entre MS y gesto es
indispensable para la comprensión del rol del gesto y la corporeidad en la impro-
visación. Sin embargo, este análisis puede resultar insuficiente, dado que aún no
ha contemplado las declaraciones de los músicos sobre sus propios gestos en la
improvisación.
102
Improvisación musical y corporeidad. Acción epistémica y significado corporeizado
María Victoria Assinnato y Joaquín Blas Pérez
Tabla 2. Declaraciones de los sujetos 1, 2 y 3 para la pregunta 3, a la que los músicos respondían luego de
observar fragmentos breves de sus improvisaciones con y sin audio.
a la unidad gesto-sonido, aunque desde distintos lugares. Dicho de otro modo, los
improvisadores describieron la experiencia de la performance diciendo que gesto y
sonido conforman una unidad. El sujeto 1 lo dice de modo explícito, mientras que
el sujeto 2 destaca además la cuestión emotiva; el sujeto 3 explica que en esa uni-
dad canto-movimiento, el movimiento le estaría permitiendo ser consciente, por
ejemplo, del ritmo. La segunda pregunta se formulaba una vez visto el fragmento
de 1 minuto sin audio, con la intención de que los improvisadores se centren fun-
damentalmente en el movimiento. Ellos debían consignar en una escala de valor
de 5 grados (nada/poco/bastante/mucho/indisociable) cuanto consideraban que
el gesto/movimiento se vincula con determinados aspectos de la improvisación,
tales como la comunicación, el control melódico, el control rítmico, la expresivi-
dad y la creatividad. Las opciones comunicación de la música y expresividad estuvieron
muy vinculadas o fueron consideradas indisociables para los 3 sujetos, en tanto
que control rítmico resultó indisociable para 2 improvisadores. El control melódico y la
creatividad son las opciones que presentaron repuestas más dispares. Por último, en
la tercera pregunta, luego de observar los fragmentos breves (3 a 7 segundos) con
y sin audio, los improvisadores debían responder si ese movimiento específico
era parte de la improvisación y justificar su respuesta. Nuevamente por razones
de espacio, sólo se muestran aquí las respuestas dadas para la última pregunta.
Los datos restantes se brindan en el anexo y se traerán a colación en la próxima
103
Epistemus - año 2 - volumen 2
sección. La tabla 2 presenta las explicaciones que ofrecieron los músicos luego de
observar el fragmento de breve duración.
En estas respuestas, al igual que en las respuestas brindadas para la pregunta
1, queda nuevamente en evidencia el concepto de unidad gesto-sonido, aunque
cada sujeto aporta distintos matices: el sujeto 1 considera que el movimiento está
‘al servicio’ de la idea que suena en la improvisación, quizás influenciado por sus
preconceptos o creencias previas, mientras que para el sujeto 2 el movimiento se
vincula con cuestiones técnicas y con la naturaleza de la performance improvisa-
da. En otras palabras, la declaración del sujeto 2 podría estar haciendo referencia a
las restricciones corporales, entendidas como melodías que el improvisador tiene
la voluntad de tocar pero que pueden no salirle en el momento y la forma en que
éstas se ponen de manifiesto en el gesto. La restricción se deriva de la declaración
que el sujeto realiza cuando dice tener la voluntad de tocar cosas que tiene en la
cabeza pero que no siempre tiene en dedos. Por su parte el sujeto 3, considera
que el gesto facial está relacionado con lo tímbrico y lo expresivo, con lo cual,
también aparece una unidad implícita, que estaría compuesta por los elementos
gesto-sonido-emoción en continua interrelación.
Discusión
La interacción improvisador-instrumento-contexto
A partir del análisis general del gesto de los improvisadores en cada una de las
performances, es posible considerar que los gestos observados estarían sujetos al
tipo de instrumento musical empleado en la improvisación. El instrumento musi-
cal condicionaría tanto los gestos efectores/pragmáticos como los no efectores/
epistémicos restringiendo ciertos movimientos y partes del cuerpo y favoreciendo
otros. El gesto como parte de la experiencia musical en la improvisación sería
un emergente de la interacción del improvisador con su instrumento. Es en la
relación que el músico construye con el instrumento donde están inscriptas las
posibilidades de acción del improvisador. Este tipo de relación improvisador-ins-
trumento puede entenderse en términos de lo que Gibson (1979) llama affordances,
conceptualizando determinadas posibilidades de acción latentes en el ambiente.
Parte de los resultados de este trabajo llevan a reflexionar acerca del modo en que
el improvisador se vincula con el instrumento como el elemento más inmediato
en su entorno durante el desarrollo de la performance. Dicha vinculación queda-
ría evidenciada en el gesto corporal del improvisador y podría ser explicada en el
marco de la cognición musical corporeizada en términos de interacción corporal
(cuerpo-instrumento) por ejemplo, atendiendo al proceso de emulación que tiene
lugar durante la interacción entre un músico y su entorno musical (Leman 2008).
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Improvisación musical y corporeidad. Acción epistémica y significado corporeizado
María Victoria Assinnato y Joaquín Blas Pérez
Este proceso implica la imitación de lo sonoro sobre la base del movimiento cor-
poral y la ocurrencia de distintos niveles de imitación corporal que constituyen la
sincronización, el entonamiento y la empatía. El análisis del gesto entendido como
interacción corporal puede ofrecer pistas para comenzar a comprender cómo se
vinculan estos niveles en dicha interacción.
Otras problemáticas vinculadas con la interacción improvisador-instrumento
podrían plantearse a partir de algunas consideraciones más bien generales que sur-
gieron luego del análisis efectuado. La primera de ellas se refiere a la identificación
de una supuesta equivalencia gestual, dado que algunos de los gestos analizados
tendrían sus análogos en otro instrumento. Por ejemplo, el gesto que efectúa un
cantante al mover su torso y cabeza desde abajo hacia arriba sería equivalente
al que efectúa un bajista sólo moviendo su cabeza. La segunda contempla la re-
flexión sobre la posibilidad de que los gestos se vinculen con el género musical en
el que se desarrollan, es decir, que podrían estar regulados por los rasgos caracte-
rísticos de dicha práctica. En este sentido, el gesto podría analizarse en vinculación
a los modos en que el improvisador interactúa con el ambiente en un sentido
más amplio que abarca el contexto estilístico, el grupo de interés musical, la zona
geográfica, el condicionamiento cultural o histórico del instrumento y la música
sobre la que improvisa, etc. Las limitantes culturales son una parte importante de
la interacción sujeto/entorno además de las limitantes naturales vinculadas con las
posibilidades físicas y biológicas (Leman 2008). En síntesis, la comprensión de lo
cultural, ligado a lo estilístico del género musical y a lo histórico del instrumento
involucrado también conformarían objetos de estudio que podrían y deberían
vincularse a la investigación de la corporeidad y del gesto en la improvisación.
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Improvisación musical y corporeidad. Acción epistémica y significado corporeizado
María Victoria Assinnato y Joaquín Blas Pérez
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Epistemus - año 2 - volumen 2
Notas
1 Comprendiendo la unidad gestual dentro de un período de tiempo que va desde que una extremidad
comienza a moverse hasta que vuelve a la posición de descanso, McNeill (1992) ha propuesto las fases
denominadas preparación, ataque y retracción para su análisis. Mauléon (2010) hace una adaptación en
la que propone algunas categorías más, tales como el inicio de la forma, el pico y el sostén. En el inicio de
la forma los movimientos comienzan a organizase en una línea o contorno que parece bocetar una figura;
en el pico, es el momento en que el gesto denota mayor energía y en el sostén, se produce una demora en el
cierre de la forma que se da después del pico.
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María Victoria Assinnato y Joaquín Blas Pérez
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Anexo: Entrevista
Observe los fragmentos de video y responda las siguientes preguntas
Tal como habrá podido notar en la observación de su propia ejecución, sus gestos/
movimientos son evidentes. Nos interesa que reflexione acerca de esta cuestión. Las si-
guientes preguntas contienen opciones para que Ud. responda. Si bien no pretenden agotar
el problema ofrecen algunas alternativas para su consideración. Le solicitamos que las tome
en cuenta al responder. Muchas gracias.
Porque desde los inicios en su formación musical asocia ciertos gestos a distintos aspectos de
la interpretación (articulaciones, carácter, ritmo u otros aspectos)
Porque lo usa para comunicar la idea musical
Porque imita a alguien
Porque está acostumbrado/a
Si es por otras razones, por favor especifíquelas detalladamente
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María Victoria Assinnato y Joaquín Blas Pérez
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Discusión
María de la Paz Jacquier
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Matías Tanco
Desde el subtítulo del trabajo la palabra “significado” aparece como una parte
constituyente de la acción musical basada en la improvisación. Asimismo, el gesto
se define en términos de la comunicación de un significado que, según los auto-
res, sería difícil de ser trasladado a la música en los términos del planteo original
de McNeill. Es aquí donde se desaprovecha la oportunidad de definir y situar la
palabra significado en este estudio, lo que queda en manos de la interpretación del
lector. Hubiera sido posible al menos dar cuenta brevemente de los principales
puntos que presentan dificultad para realizar este traslado, o quizás haber plantea-
do en qué términos fue abordado en el estudio.
Continuando la lectura, el término “significado” reaparece, siempre asocia-
do a la idea de la comunicación. Los mismos improvisadores entrevistados dan
cuenta de una estrecha vinculación de los gestos/movimientos para la comuni-
cación de la música. Más aún, la performance musical es definida en términos
de comunicación entre el improvisador y el público a través de dichos gestos y
movimientos.
Entonces, el gesto es definido como acción epistémica en la improvisación
del músico, donde el significado es corporeizado. Sin embargo, se aplican también
otras categorías de análisis abordadas en trabajos que estudian los gestos de los
músicos ante el público, pero en este trabajo las improvisaciones son realizadas
en un contexto sin público. Para este caso, la idea de los gestos hacia el interior del
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María Victoria Assinnato y Joaquín Blas Pérez
que piense. Esta última pregunta es muy amplia, de carácter general, y pertenece
a un conjunto de preguntas filosóficas relacionadas con el ‘ser’ que exceden el
límite de este trabajo. Sin embargo, consideramos que el pensamiento musical
estaría involucrando la acción, el movimiento y la relación que se construye en
la interacción con el entorno, al punto que depende del mismo y solo es posible
‘en el entorno’. La mente resulta de la interacción entre estos elementos, es decir,
la mente implica el entorno y el cuerpo en acción, a través del movimiento. No
queremos decir que sólo se piensa en música cuando se gesticula, sino que el gesto
es un componente a partir del cual es posible reflexionar acerca de cómo está pen-
sando un músico. Ahora intentemos una reflexión al respecto, ¿piensa una mente?
Si la respuesta resulta afirmativa, convocamos a la máxima cartesiana ‘pienso
luego existo’. Si por el contrario adscribimos a un paradigma epistemológico en
el que pensamos en un mundo co-creado en nuestra interacción con el ambiente,
la máxima cartesiana debiera invertirse: ‘existo luego pienso’ y pienso corporal-
mente, en interacción con el ambiente. Este último enfoque es el que intentamos
en nuestro escrito.
Luego, Anta supone que la acción epistémica (Kirsh y Maglio 1994) es funda-
mentalmente predictiva. La verdad es que no estamos seguros de esto. Además,
Kirsh y Maglio no lo plantean así, o por lo menos, no lo dicen abiertamente.
Las relaciones icónicas entre gesto y sonido se dan en tipos de relaciones que
pueden ser simultáneas o a posteriori más que anticipatorias. Anta sugiere que
las representaciones mentales son icónicas para ser predictivas, y que esto parece
ser también el caso de los gestos. Desde nuestro punto de vista, que el gesto sea
icónico parecería no ser lo mismo que la representación sea icónica. Para nosotros
no habría necesidad de representación en tanto que mente-cuerpo-entorno se
sustentan de la acción y la interacción. Una perspectiva corporeizada como la que
intenta plantearse en nuestro trabajo considera que no es necesaria la duplicación
de la realidad entendida como mundo real – mundo representado. Lo icónico es
solo un vínculo que se establece en el análisis, muy distinto sería afirmar que tiene
una función icónica.
Tanco observa que en nuestro trabajo las improvisaciones son realizadas en
un contexto sin público y opina al respecto que los gestos hacia el interior del
individuo tal como Davidson los propone (en nuestro caso redefinidos en la im-
provisación) hubieran sido más apropiados que los que finalmente utilizamos.
Además, plantea si estos gestos u otros serían posibles en la interacción de los
improvisadores para la comunicación con el público. Es verdad que no mantene-
mos el modelo tripartito que sugiere Leman (2010) donde aparecen el músico, el
oyente y el observador. Pero también es cierto que el investigador, en este caso,
puede cumplir ambas funciones (oyente y observador) y que, aun estando en una
situación sin público, los improvisadores realizaron movimientos de distintos ti-
pos (incluso algunos que intentaban comunicar algo) mientras improvisaban. El
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Epistemus - año 2 - volumen 2
hecho de que cuando actuamos no estemos en una situación real con el público
no quiere decir que en la actuación no haya intencionalidad comunicativa. Sobre
la idea de ‘perspectiva de segunda persona’ de Antoni Gomila (2008) puede en-
tenderse que aunque no se esté presente físicamente, la interacción con ‘el otro’
de todos modos se da. En palabras del propio autor, “lo interesante a nuestros efectos,
es que la perspectiva de segunda persona puede activarse también en situaciones no canónicas; es
decir, en situaciones que no son de interacción cara a cara.” (Gomila 2008, p. 5).
Además, Tanco sugiere que sería necesario centrarse en un único estilo mu-
sical para el análisis de los gestos. Tal vez sea beneficioso centrarse en un único
estilo, dado que las reglas y los constreñimientos del estilo estarían permitiendo un
número ilimitado de opciones posibles (Berkowitz 2010), tanto de movimientos
como de MS. Sin embargo, estaríamos ante la dificultad de definir qué es un estilo
en nuestro contexto y por el momento, esta observación nos excede. Lo que sí
podemos afirmar es que los improvisadores que conformaron nuestra muestra
son músicos populares, algunos con formación académica y otros no, reclutados
en la ciudad de La Plata, en el año 2009.
Callejas Leiva pregunta qué contenido estaría iconizando el gesto icónico y
qué relación se establece efectivamente entre el MS y el gesto. En algunos casos,
la relación de iconicidad se da directamente con un contenido específico, por
ejemplo, con la altura; en otros, con el carácter; aunque es muy difícil separar
elementos que en la música aparecen como una unidad. En otras palabras, los
improvisadores realizan gestos que se vinculan más con algún contenido en parti-
cular, pero no por ello dejan de conectarse con los demás elementos de la música
que están produciendo. Posteriormente, sugiere que las alturas no serían el objeto
iconizado, sino el modo en que éstas se piensan; y ello lo iconizado sería el resul-
tado del proceso de significación que ha relacionado cuerpo y material sonoro. Si
bien estamos de acuerdo en esto, también consideramos que todo lo referente al
plano de las alturas puede ser iconizado con mayor fidelidad, estableciendo así una
correspondencia mutua entre movimiento y sonido.
Más adelante, Callejas Leiva opina sobre la relación metafórica entre sujeto y
MS, en términos de sucesivas interacciones que podrían ‘constituirse en la expe-
riencia como un tipo de marco que organice la improvisación’. Esta observación
es muy acertada, puesto que nos ayudaría a definir el modo en que el gesto es parte
del significado y de la cognición en la improvisación. El gesto está en las bases de
la construcción metafórica del significado musical del improvisador, es parte del
cómo hemos construido históricamente ese significado en la historia de nuestras
interacciones y por lo tanto emerge sin que nos lo propongamos conscientemen-
te, pero a la vez posee paradójicamente una intención comunicativa.
Por su parte, López Cano indica la necesidad de definir y distinguir con mayor
exactitud la tarea cognitiva a la que se está haciendo referencia, para poder final-
mente decir cómo el gesto colaboraría con ella. Si sirve aquí la aclaración, intenta-
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María Victoria Assinnato y Joaquín Blas Pérez
Notas de la Discusión
1-Ver Shifres, F; Pereira Ghiena, A.; Herrera, R. y Bordoni, M. (2012), donde se presenta un ex-
perimento sobre la recepción del estilo en el tango, que incluye diferentes condiciones experimen-
tales, (i) auditivos (diferentes orquestas), (ii) visuales (bailarines) y (iii) audio-visuales, basado en
las formas de la vitalidad, concepto proveniente de la teoría de Daniel Stern (2010).
Referencias de la Discusión
Berkowitz, A. (2010). Defining improvisation: spontaneous creativity within constraints.
En The Improvising Mind. Cognition and Creativity in the Musical Moment. Oxford: Oxford
121
Epistemus - año 2 - volumen 2
122
MATÍAS TANCO Y AGUSTÍN AÚN
Universidad Nacional de La Plata
Palabras Clave
música – audición armónica – cognición corporeizada - mente extendida –
ciclo de percepción-acción
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MATÍAS TANCO Y AGUSTÍN AÚN
Universidad Nacional de La Plata
Key Words
music – harmonic hearing – embodied cognition – extended mind – perception-action cycle
124
Audición armónica extendida. El rol del cuerpo y la experiencia en el uso del instrumento musical
Matías Tanco y Agustín Aún
Introducción
El desarrollo de la habilidad auditiva en los músicos se vincula fuertemente
con el modo en que éstos perciben y configuran las características de la música,
entre ellas la que es el resultado de la organización de las alturas en el componente
armónico. La enseñanza tradicional de la audición armónica desestima el uso del
cuerpo y los instrumentos musicales en el aprendizaje, basándose en una división
que prioriza a la mente como actividad cerebral y dejando de lado a las acciones
corporales.
La psicología cognitiva de segunda generación recupera la importancia de con-
siderar el rol del cuerpo en el pensamiento. Específicamente, la cognición musical
corporeizada se interesa en el estudio del rol que tiene el cuerpo en la configu-
ración de la experiencia musical (Leman 2008). Para ello se toman en cuenta las
acciones corporales que los sujetos realizan cuando se involucran con la música.
En un estudio anterior (Tanco y Aún 2011), se investigó el concepto de men-
te extendida (Clark y Chalmers 2002) en una tarea de audición armónica donde
los participantes utilizaban un instrumento musical y se encontró que los sujetos
podían extender su mente en un sistema cognitivo integrado, del tipo computadora-
sujeto-instrumento. Pero aún queda pendiente contextualizar dicha extensión pro-
fundizando en el rol que el cuerpo adopta para extraer el componente armónico
de la música.
En este artículo presentamos en primer lugar una caracterización de la teoría
de la mente extendida; en base a los datos obtenidos en la tarea de audición armó-
nica propuesta en Tanco y Aún (2011) intentamos establecer vinculaciones entre
la música, el cuerpo y el instrumento, con el fin de dimensionar las posibilidades
que ofrece el cuerpo para extender la mente hacia el entorno en el aprendizaje y
el desarrollo de dicha audición.
Finalmente, abordamos el estudio del cuerpo como portador de información
acerca de la experiencia; analizamos el rol de las acciones que realizaron los sujetos
durante la tarea, identificando en el cuerpo indicadores de la experiencia musical
construída con el instrumento en situaciones anteriores de aprendizaje, produc-
ción y audición. Asumimos que el esfuerzo por entender la interacción dinámica
que se produce durante la realización de la tarea nos acercará a un conocimiento
más cabal del funcionamiento del sistema cognitivo de mente extendida en este
contexto musical.
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Audición armónica
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Si, al enfrentarnos a una tarea, hay una parte del mundo que funciona como un proceso
que, si se hiciera en la cabeza, no dudaríamos en reconocerlo como parte del proceso
cognitivo, entonces esa parte del mundo es (así lo afirmamos) parte del proceso cognitivo.
¡Los procesos cognitivos no están (todos) dentro de la cabeza!. (Clark y Chalmers
2002, p.65).
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Matías Tanco y Agustín Aún
aspectos importantes que tienen que ver con la toma de decisiones similares a la
de encontrar la posición correcta de la figura. En el caso de la audición armónica,
las acciones llevadas a cabo con un instrumento musical como objeto externo no
proporcionan por sí solas una respuesta correcta, sino que dependen en última
instancia de las evaluaciones y tomas de decisiones que realiza el ejecutante cons-
tantemente con respecto a la disposición de un acorde y a la correspondencia
entre lo escuchado y lo ejecutado para determinar si es o no correcto.
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frecuente entre los músicos, que equivale en la práctica corriente a sacar “los acor-
des de un tema” para poder cantar encima la melodía o acompañar a un cantante.
Los resultados obtenidos comprobaron que la consigna resultó funcional a los
objetivos del trabajo. Al finalizar la tarea los participantes respondieron mediante
una entrevista semiestructurada a preguntas relativas a su formación musical y a
aspectos de la tarea realizada. El cuestionario completo presentaba 61 preguntas
agrupadas en categorías según los aspectos que se pretendían analizar: (i) expe-
riencia musical, (ii) experiencia armónica y (iii) realización del test. El análisis de
las respuestas de los sujetos para las categorías de experiencia armónica y realiza-
ción del test mostró que en la práctica habitual, la mayoría de ellos sacaba acordes
con la utilización del instrumento y prefería éste tipo de estrategia en lugar de rea-
lizar la tarea solamente escuchando. En cuanto a la tarea en sí, expresaron que el
instrumento estuvo muy integrado al proceso, formando parte de las evaluaciones
que realizaban constantemente acerca de sus ejecuciones y permitiéndoles saber
si una parte del tema estaba correctamente sacado (corroboración auditiva) ya sea
tocando sobre la grabación o no.
Las conclusiones del estudio indican que los sujetos abordaron la tarea con
el instrumento de una manera integrada a las sucesivas acciones realizadas. Las
descargas producidas por ellos hicieron “visibles” las acciones de pensamiento ex-
tendido en el sistema cognitivo integrado computadora-sujeto-instrumento. La
observación y el análisis de la actividad sensorio-motora llevada a cabo por los
participantes brindó indicios acerca del modo en que los componentes del sistema
cognitivo cuerpo-mente se manifiestan en cada descarga (reproducción, acciones
motoras y efectoras del sonido, gestos). Las acciones realizadas van modifican-
do la forma que toma la resolución de la tarea. Así, la generación, recepción y
evaluación de la información armónica se combina con las reproducciones de la
grabación y se manifiesta en las diferentes articulaciones sonoro-kinéticas de las
ejecuciones vocales e instrumentales. Los gestos corporales exteriorizan la ima-
gen interna de la obra brindando información acerca de: (i) el reconocimiento de
estructuras y progresiones armónicas; (ii) la reacomodación y transformación de
dichas estructuras; (iii) la actividad inferencial desplegada por el sujeto y (iv) la
evaluación permanente de la tarea.
Se observaron también en el análisis de los videos posturas corporales que
combinaban el uso de la computadora y del instrumento conformando un dis-
positivo integrado de extensión de la mente. Cuando realizaban la tarea, algunos
sujetos podían por momentos tocar en simultáneo con la grabación utilizando
una de sus manos, mientras que con la otra mantenían contacto o manipulaban
la computadora. Llamamos a esto “Postura Extendida” y creemos que da cuenta
-mediante la integración del dispositivo de reproducción de la grabación, el suje-
to y el instrumento- de un sistema de actividad cognitiva en ambos sentidos, en
donde el cuerpo del sujeto es el mediador o el punto de conexión física entre la
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Consideramos por esto que las implicancias de su uso en el ámbito educativo po-
drían ser beneficiosas para los alumnos.
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1 – Este segmento corresponde a la comprobación de acordes que sacó anteriormente. Realiza dos
audiciones seguidas de un fragmento que presenta un acorde de dominante.
2 - Toca la nota de la melodía que se corresponde con el acorde e intenta asociar otra altura en un
bicordio. Luego, reproduce el fragmento y adelanta la reproducción hasta el acorde de domi
nante.
3 - Saca y toca una segunda nota del acorde y le suma la nota de la melodía en un bicordio.
4 - Sobre la reproducción del acorde de dominante, toca en tiempo real el bicordio.
5 - Prueba una estructura acórdica incorrecta que incluye el bicordio,
6 - toca la progresión armónica completa para evaluar nuevamente el bicordio, y luego
7 - vuelve a tocar la nota del bicordio que no se presenta en la melodía.
8 - Saca y canta una tercera nota del acorde de dominante, y
9 - una estructura arcórdica incorrecta que incluye en
10 - una ejecución de la progresión armónica. Luego, realiza varias reproducciones del acode de
dominante en loop, hasta dar
11 - con la tercer nota, y
12 - y 13 - toca un encadenamiento de terceras menores en lo que se deduce un reconocimiento y
transformación de la estructura del acorde disminuido.
14 - al encontrar la posición buscada del acorde disminuido realiza un gesto corporal de afirmación.
15 - Vuelve a tocar la progresión armónica, esta vez con el acorde correcto y
16 - lo corrobora con la grabación tocando en simultáneo.
Figura 2: Análisis de los videos (Captura del programa ANVIL con descripciones de las acciones) (Tanco
y Aún 2011).
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Discusión
En el presente trabajo se hipotetizó acerca del alcance de la teoría de la mente
extendida aplicada en una tarea de audición armónica. Para confirmar o deses-
timar la pertinencia del acomplamiento mente-cuerpo-entorno implicada en el
análisis de la mente extendida primero fue necesario considerar el contexto en el
que las acciones se llevaron a cabo.
En primer lugar, la utilización de un instrumento musical para descargar datos
en el entorno y así poder recuperar la información necesaria para realizar la tarea
estuvo orientada a la realización de acciones de evaluación y corroboración de
la relación sonido escuchado-sonido ejecutado. Hemos descripto a la audición
armónica como una tarea compleja; en ese sentido entendemos que las ejecu-
ciones instrumentales en tanto descargas que permiten simplificar algunas tareas
cognitivas sirvieron, por ejemplo, para la identificación o la reconstrucción de un
acorde. En este caso, una parte del proceso computacional ocurrió más allá de los
límites del cerebro.
Sin embargo, creemos necesario diferenciar a una tarea de audición armóni-
ca de la tarea de un cálculo matemático, por ser este uno de los ejemplos para-
digmáticos utilizados para explicar el funcionamiento de la mente extendida. La
cognición auditiva en tanto recreación de una versión posible y creíble de lo que
se escucha, difiere claramente de una operación de cálculo de resultado exacto,
como algunas de las operaciones matemáticas. Por otro lado, una obra musical
es una manifestación estética cuya forma dinámica presenta una lógica temporal
que difiere de la forma del cálculo matemático. Si utilizáramos una herramienta
para el cálculo matemático, como la calculadora (ejemplo utilizado en la teoría
para describir el modo en que la mente se extiende en el ambiente) el dispositivo
realizaría el cálculo por nosotros; en cambio, la observación de las acciones que
los sujetos realizan con el instrumento como mediador para sacar el tema muestra
que no todos obtienen los mismos resultados, ya que éstos dependen del uso que
cada uno hace dicho medio para llegar a acercar su “imagen” de la música a las
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Sujeto 2
Descripción de la realización de la tarea
Las audiciones son fragmentadas, no realiza nunca una audición completa de la canción.
Durante las reproducciones de los fragmentos toca con el piano en simultáneo y en
algunos casos también canta la melodía. Se observan reproducciones de los fragmentos
en loop, ayudado por el software de la computadora; estas reproducciones se realizan sin
interrupciones entre una y otra. Las ejecuciones realizadas reproducen fielmente cada nota
del acompañamiento en el piano. Las armonías se reconstruyen a partir de la nota más aguda
de cada acorde y a partir de eso se completan con la disposición de la mano correspondiente.
Continúa con los siguientes fragmentos (la mayoría de las veces correspondientes a un
acorde) una vez que toca los acordes correctos imitando el acompañamiento del piano. Se
producen ejecuciones en solitario en dos momentos de la tarea en los cuales se toca todo lo
extraído; las mismas se producen al final de cada sección y al final de la canción, en donde
se realiza una ejecución completa.
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el piano. Durante la tarea no tuvo la sensación de haber hecho algo similar con anterioridad.
Sujeto 3
Descripción de la realización de la tarea
Realiza una audición completa del tema, durante la cual alterna dos tipos de
comportamiento: (i) articulación de tiempos sobre la guitarra (sin producción de sonido
tónico) y (ii) ejecución de acordes. Las siguientes audiciones también son del tema completo;
los movimientos producidos con la mano izquierda arman posiciones de acordes que
prueba en sonido sobre la grabación, intentando encontrar aquellos que son correctos. Los
acordes que coinciden con los que presenta el tema son nuevamente tocados cada vez que
se reproduce la grabación. A lo largo de la tarea el sujeto suma nuevos acordes correctos
en cada audición completa.
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Matías Tanco y Agustín Aún
Sujeto 4
Descripción de la realización de la tarea
Durante la primera audición (completa) del tema, realiza movimientos y cambios
en la postura corporal de acuerdo con la segmentación formal; en algunos casos estos
movimientos se corresponden con la dirección de la mirada hacia el diapasón de la guitarra.
Al finalizar la audición canta el sonido de tónica. En las siguientes audiciones, se producen
fragmentaciones en unidades que abarcan de 2 a 3 acordes, que pueden coincidir o no con las
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Epistemus - año 2 - volumen 2
progresiones que el tema presenta; durante las mismas, canta la melodía y se acompaña con
los acordes que extrae de la grabación a partir de líneas melódicas del acompañamiento. Las
ejecuciones con el instrumento que acompañan el canto se corresponden con diferentes
posibilidades de acordes que construye desde el instrumento como realizando una
elaboración compositiva. Realiza gestos de aprobación y desaprobación de las ejecuciones
realizadas; en el caso de producirse los primeros continúa con la audición y extracción de
nuevos fragmentos.
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ciertos aspectos de la audición de las armonías. Al abordar la tarea como una práctica de
hacer musical, esta beneficia la transformación y elaboración de los materiales, generando
un producto musical que a pesar de no corresponderse detalladamente con el original,
constituye uno de los posibles abordajes vinculados a la tarea de “sacar un tema”. En el
otro caso, su experiencia vocal determina el modo en que aborda la audición de los acordes,
centrándose en el reconocimiento de voces dentro de las armonías que no siempre logran
constituir una estructura. Como resultado se obtiene una versión creíble del tema aunque
no una reproducción exacta del mismo.
Sujeto 5
Descripción de la realización de la tarea
Comienza a tocar desde el primer sonido del tema en la primera audición, que se realiza
completa; busca con la mano izquierda los bajos de las armonías y arma los acordes que
luego toca sobre la grabación. Estos bajos se corresponden a veces con la nota más grave
del acompañamiento y en otros casos corresponden a movimientos melódicos de otras
líneas de los estratos texturales. Sobre el final de la primera audición toca por primera
vez el acorde de tónica luego de la cadencia final. A partir de este descubrimiento, en la
siguiente audición (completa) toca correctamente las armonías que se corresponden con
los grados pilares de la tonalidad (I, IV y V) y aquellas que se presentan al cierre de cada
progresión armónica. Luego realiza audiciones más breves, interrumpiendo la grabación
luego de aquellos acordes que no toca correctamente; repite dichos fragmentos hasta que
toca correctamente las armonías.
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Sujeto 6
Descripción de la realización de la tarea
En la primera audición realiza movimientos sobre la guitarra buscando tocar algunas
notas y contornos melódicos en el estilo de la canción. Mantiene la atención visual hacia
la pantalla del ordenador, por momentos mira a la guitarra y toca correctamente sobre la
grabación acordes pilares de la tonalidad (aquellos que se corresponden con las funciones
de tónica, dominante y subdominante) que aparecen en las progresiones armónicas
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que presenta el tema. A continuación realiza una segunda audición completa, en donde
toca sobre la grabación construyendo con la mano izquierda los acordes a partir del
reconocimiento del bajo, en muchos casos comprobando la correspondencia del acorde
mayor y menor que pueda funcionar con dicho bajo; además, repite los acordes correctos
de la primera audición y completa correctamente algunos de los demás. Sobre el final de la
segunda audición realiza la primera fragmentación y repetición (3 veces) de la progresión
cadencial que aparece al final de la canción. En las siguientes audiciones continúa tocando
sobre la grabación, fragmentando por progresiones armónicas.
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Sujeto 7
Descripción de la realización de la tarea
Realiza una primera audición del tema en forma completa, durante la cual utiliza el piano
para tocar conducciones de líneas de los enlaces armónicos. Las ejecuciones son realizadas
sobre la grabación hasta finalizar la audición, en donde toca la nota que corresponde a la
tónica. Durante las siguientes audiciones fragmenta por sucesiones de acordes (de 2 a 3)
en las que realiza ejecuciones imitando el estrato textural del piano, armando y probando
acordes en base a las líneas tocadas anteriormente. A lo largo de la tarea sólo logra tocar
correctamente los acordes de tónica y dominante.
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Sujeto 8
Descripción de la realización de la tarea
En la primera audición completa del tema no toca el instrumento y mantiene su
atención hacia la pantalla. En la siguiente audición (también completa) toca el acorde de
tónica, algunas líneas de las progresiones armónicas y acordes que prueba sobre esas
líneas. En las siguientes audiciones parte de la fragmentación de una unidad formal
significativa en términos de coherencia armónica que alterna con ejecuciones en solitario,
procedimiento que repite sucesivas veces. A partir de encontrar las armonías correctas
avanza paulatinamente con audiciones de nuevos fragmentos en los que retoma el final
del anterior y avanza mientras consigue reconocer las armonías procediendo de la misma
manera (alternando audiciones y ejecuciones).
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Sujeto 9
Descripción de la realización de la tarea
Realiza audiciones parciales del tema, de a dos o tres armonías, tocando en simultáneo
y en solitario. En sus ejecuciones se observan tres tipos de aproximación a las armonías:
(i) tocar el acorde (reconocimiento automático), (ii) tocar las líneas que se mueven en las
progresiones armónicas y (iii) reconstruir las armonías nota por nota. En sus ejecuciones
logra adaptar las texturas de la grabación en la guitarra, puede tocar dos líneas armónicas
en contrapunto así como también tocar a la vez la melodía y el acompañamiento; además,
toca respetando la sonoridad de cada acorde, incluyendo las séptimas
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Nombre:
Edad:
Sexo:
A) Experiencia musical
1. ¿A qué edad empezaste a hacer música?
2. ¿Cómo aprendiste música?
3. ¿Quién o quienes te enseñaron música? ¿Dónde?
4. ¿Aprendiste solo?
5. ¿Podés estimar tu conocimiento acerca de la Teoría Musical con un puntaje del 1
al 10? (1 es poco, 10 es mucho)
6. ¿Cuál es tu instrumento musical principal?
7. ¿Tocás otros instrumentos?
8. ¿Cantás?
9. ¿Has tocado o tocás con otros?
10. ¿Cantás con otros? ¿A varias voces?
11. ¿En qué lugares tocás o cantás? ¿Tocás o cantás para otros? (Especificar si son
situaciones del ámbito privado o público, con presencia de espectadores, de
manera profesional o no)
12. ¿Creás o compones música?
13. ¿Enseñas o enseñaste (de alguna manera) música?
14. ¿Sacás temas de oído?
15. ¿Cómo aprendiste a sacar temas? ¿Alguien te lo enseñó en algún momento?
¿Quién?
16. ¿Podrías explicar que cosas hacés cuando sacás un tema?
B) Experiencia armónica
17. ¿Qué entendés por acorde?
18. ¿Qué entendes por armonía?
19. ¿Qué maneras de escribir acordes o armonías conoces? ¿Cuáles utilizás? ¿Cuáles
leés? ¿Cuál es el que te resulta más cómodo? ¿Cuál es el que más usás?
20. Cuando compones o creas música, ¿Cómo pensas la armonía?
21. ¿Cómo aprendiste a sacar acordes? ¿Alguien te lo enseñó en algún momento?
¿Quién? ¿Dónde?
22. ¿Cómo es la manera de sacar acordes que te resulta más fácil/cómoda?
23. ¿Cómo escuchas un acorde? ¿Escuchás una estructura o todas las notas? ¿Lo
escuchás de otra manera?
24. ¿Qué importancia le das a la melodía de una canción para sacar los acordes?
25. ¿Utilizás algún instrumento cuando sacas los acordes? ¿Cuál?
26. ¿Sacás temas solamente escuchando? (sin tocar)
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53. ¿Cómo hacías para guardar en la memoria lo que sacabas? ¿Cómo hacías para
mantenerlo presente?
54. Cuando escuchabas mucho un fragmento antes de tocar. ¿En qué estabas pensan
do? ¿Escuchabas lo mismo en cada reiteración de un fragmento? ¿O prestabas
atención a diferentes cosas?
55. ¿Tocaste sobre la grabación? ¿Por qué?
56. Después de escuchar la grabación: ¿Pensabas qué ibas a tocar antes de hacerlo o
directamente ponías las manos en el instrumento y probabas?
57. ¿Pensás la música mientras la escuchás o necesitás pensarla después?
58. ¿Pensás la música mientras la estás tocando o necesitás pensarla antes/después?
59. ¿Creés que pensas en la música ayudándote con el instrumento?
60. Después de todas estas preguntas que respondiste, ¿Qué dirías si tuvieras que
decirle o enseñarle a alguien a sacar los acordes del tema?
61. ¿Cómo te sentiste al ser filmado con una cámara de video? ¿Esto modificó o
alteró de alguna manera tu manera de comportarte? ¿Podías sentir su presencia?
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Discusión
María de la Paz Jaquier
El artículo brinda un marco teórico general que permite perfilar cómo será
interpretada la unidad mente-cuerpo-entorno en una experiencia musical particu-
lar que involucra al estudiante de música, al contenido armónico y a la presencia
del instrumento musical. No obstante, se encuentran algunos puntos que podrían
profundizarse o re-pensarse; particularmente nos referiremos al modo de caracte-
rizar la tarea solicitada en este particular entorno.
En primer lugar, cuando los autores describen la tarea (compleja) de análisis
auditivo del componente armónico, señalan que se trata de comprender y extraer ese
aspecto de la música. Comprender, sentir y rotular desde la teoría el componente
armónico de la música es parte de las habilidades que desarrollan los músicos
profesionales. Se agrega sentir porque es una parte importante de la vivencia armó-
nica, entendida como relaciones de tensión y relajación, por ejemplo.
A menudo, los músicos (no alfabetizados) alcanzan habilidades muy desa-
rrolladas para ‘sacar de oído’ los acordes de una canción (algo a lo que refieren en
una parte del artículo), ¿será porque se apoyan en una ‘intuición-sentida’? En un
contexto educativo, se observan dificultades en el proceso de enseñanza-apren-
dizaje cuando se solicita que los estudiantes piensen esos acordes como funciones
armónicas, relegando el cuerpo-mente que siente y centrándonos en la teoría de
la música. ¿Cómo pueden articularse, entonces, comprender, sentir y extraer el
componente armónico?
En segundo lugar, se considera que la idea de percepción-acción puede ser un
poco más amplia que esa interacción con el instrumento, donde voy probando y
cotejando cómo suenan los acordes, para abarcar también un componente emo-
cional (qué voy sintiendo-percibiendo con los cambios armónicos), en línea con
lo que plantea Martínez (2007) y con lo que señalan en la discusión puntualmente
respecto del tipo de acorde (mayor, menor, con 7ma, etc.). ¿A ello se refieren
cuando hablan de una interpretación de la armonía basada en ‘sensaciones’? Esta
idea se plantea muy escuetamente y quizá sea un punto de partida para pensar
la armonía como felt-sense (significado sentido, experimentado) en términos de
Johnson (2007).
En tercer lugar, se puntualiza en la determinación de la tarea de audición
armónica como ‘compleja’. Aunque se presentan evidencias para su explicación,
podrían explicitarse otras cuestiones. Así, dicha ‘complejidad’ puede entenderse
como involucrando a diferentes actores: (i) al estudiante, a quien le cuesta resol-
ver la tarea de análisis armónico desde la audición (y/o ejecución); (ii) al docente,
quien realiza un planteo desde la teoría musical y, a veces, intenta vincularla con la
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Los autores definen la tarea del oyente analista como una tarea compleja,
porque implica identificar en la superficie musical acordes que se presentan en
dimensiones diferentes (horizontal/plano melódico y vertical/plano armónico).
El punto es que estas dimensiones conforman una unidad musical, que aún si se
presentan aisladas, probablemente hagan posible reconstruir la armonía a partir
de la escucha de una melodía e incluso, haciendo el camino inverso, imaginar una
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dificable por medio de la experiencia” pues “se transforma por la información tal y como se
la ofrece la superficie sensitiva de lo que percibe”. Pero el esquema, a su vez, “orienta los
movimientos y actividades de exploración perceptual” que permiten el “acopio de mayor infor-
mación perceptiva” la cual “posibilita nuevas modificaciones en el esquema” (Neisser 1976,
p. 54). La información con la que se forman los esquemas no sólo es perceptual-
mente directa. La cultura provee también de contenidos para ellos. La investiga-
ción de campo de Tanco y Aún puede apuntar a esta dirección. El aprendizaje
armónico y la producción de esquemas y tipos cognitivos que nos permiten reco-
nocer progresiones armónicas o inferir la armonía requerida para acompañar una
determinada melodía, puede estar en estrecha relación, en el caso de los instru-
mentistas, con la gestualidad necesaria para hacer sonar esa armonía en el instru-
mento. Tal gestualidad, en la medida que sea percibida como un hecho efectivo o
como una hipótesis en los casos estudiados, sería una affordance.
Según esta hipótesis, la armonía formaría esquemas abstractos basados en
las reglas armónicas pero que estarían atravesados por esquemas visuales que in-
forman de cómo se obtiene esa sonoridad en el instrumento, pero también de
esquemas corporales y aun táctiles que hacen que busquemos la sonoridad que se
infiere o imagina, con movimientos de los dedos sobre el teclado o el diapasón.
Una interrogante que aparece continuamente en la lectura del trabajo de Tan-
co y Aún es cuál es precisamente la tarea cognitiva que se está estudiando. Inferir,
extraer y reconstruir la armonía de una canción es una conducta extremadamente
compleja que presupone una serie de diversos procesos cognitivos determina-
dos. Son estos procesos los que se deben detallar. Algunos de ellos seguramente
estarían auxiliados por acciones epistémicas, otros serías significados musicales,
otros affordances, etc. Vecinas e interrelacionadas, estas funciones son, sin embargo,
distintas entre ellas. Por ello, es sumamente importante detallar cada uno de estos
procesos cognitivos y establecer en qué momento y de qué manera interviene la
corporalidad. Existe un abismo entre una tarea mediada por cognición, que en es-
171
Epistemus - año 2 - volumen 2
172
Audición armónica extendida. El rol del cuerpo y la experiencia en el uso del instrumento musical
Matías Tanco y Agustín Aún
173
Epistemus - año 2 - volumen 2
es agregada a nuestro escrito cuando hace nuestra la frase “el conocimiento de los par-
ticipantes les permitía anticiparse a los eventos futuros y utilizar el instrumento sólo en contados
momentos de la tarea” (p. 167). En nuestro artículo, la frase sólo hace referencia al
participante 1 (ver pp. 143 y 150). De todas maneras, lo manifestado por este su-
jeto en la entrevista podría entenderse como ‘acciones basadas en la predicción’, y
en acuerdo a la cita extraída de Leman (2008). Aún así, tengamos en cuenta que:
(i) es uno de los nueve sujetos del estudio (1/9), y que (ii) posee una considerable
experiencia en el estilo de la canción utilizada en el test (una de las variables en
que se centra el estudio). Por esto, la producción sonora en el uso del instrumento
no debe ser desestimada, ya que (tomando la idea de ‘affordances gestuales’ de Go-
døy) el sólo hecho de haber tenido a su disposición el instrumento podría haber
beneficiado el pensamiento de los sujetos en relación a la armonía, evocando
experiencias pasadas.
Una tarea de audición armónica suele ser compleja para el estudiante o el
músico (para esto nos basamos en nuestros años de experiencia como músicos,
alumnos y docentes), probablemente más aún si se aborda de acuerdo a cómo
la teoría musical expone sus principios. Por esto también en libros teóricos y de
investigación la cognición del componente armónico como percepción es una
temática que no suele desarrollarse –en algunos casos directamente ni es consi-
derada- . En nuestro trabajo, como ya hemos mencionado, la complejidad de ésta
tarea se manifiesta en la síntesis de las alturas que se presentan en el despliegue
temporal de la música; un detalle (que no pretende ser definitivo) de los procesos
cognitivos que podrían implicarse en dicha tarea se ha presentado en el trabajo
anterior (Tanco y Aún 2011).
Con respecto a las dimensiones vertical y horizontal de la música representa-
das en la partitura (Tanco, Tobio y Aún 2012) son dimensiones diferentes a las
que se han aplicado en la tradición del análisis musical específicamente al abordar
el componente armónico (Cook 1994; Shifres submitido). Quizás sea necesario
aclarar que nuestro trabajo se orienta hacia las prácticas musicales informales, que
no necesariamente implican una audición de tipo musicológica (Cook 1990) y por
lo tanto consideramos a la audición como un modo de abordaje de la práctica
musical. La distinción teórica entre dos planos (melódico y armónico) es tomada
de otro trabajo (Perez y Aún 2010) y acordamos con Assinnato en que el ‘plano
armónico’ no es exclusivo de la dimensión vertical de la música: también puede
reconstruirse a partir de una melodía, aunque no siempre es posible: dependerá
de cómo se la presente en el desarrollo textural de la armonía (como ejemplo de
ésto, ver ‘La recta’ en Toch 1989).
Continuando con la distinción analítica en el abordaje de la música en dos
dimensiones, la audición armónica suele presentar la percepción de una agrupa-
ción de sonidos como acorde y muchas veces se tiende a abordar la audición del
174
Audición armónica extendida. El rol del cuerpo y la experiencia en el uso del instrumento musical
Matías Tanco y Agustín Aún
175
Epistemus - año 2 - volumen 2
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Matías Tanco y Agustín Aún
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177
Parte 2
Artículos
ALINA PELÉ Y BLAS PAYRI
Universidad Politécnica de Valencia
Resumen
Un debate activo en dirección coral es la posición idónea que deben adoptar las cuerdas del
coro: soprano, alto, tenor y bajo (SATB). Grabamos un coro gospel con su director y sala
de ensayo habituales, combinando 2 tipos de canto (vertical o contrapuntístico), 2 acom-
pañamientos (a cappella o con instrumentos), y las 4 distribuciones más frecuentes en los
coros gospel.
Los propios coristas (N=33) han evaluado el sonido global coral mientras cantaban (percep-
ción interna). Los coristas (N=24) y un grupo de músicos profesionales (N=14) evaluaron la
grabación del coro del punto de escucha del director (percepción externa).
Los resultados muestran una preferencia significativa por la distribución coral clásica en to-
dos los casos. Hay una alta concordancia en las respuestas. La presencia de instrumentos
reduce la valoración. La preferencia está correlacionada con la homogeneidad (escucha ex-
terna) y con la homogeneidad y con la facilidad de oírse (escucha interna). La escucha interna
provoca más diferencias de preferencia entre distribuciones. Los hombres son más sensibles
a la distribución para la facilidad de cantar y de oír su voz, prefiriendo distribuciones donde
las voces graves están detrás. Las mujeres no distinguen entre distribuciones para la facilidad
de cantar y oírse.
Palabras Clave:
canto coral, percepción vocal, mezcla de sonido, dirección coral
179
ALINA PELÉ Y BLAS PAYRI
Universidad Politécnica de Valencia
Abstract
An active debate in choral directing concerns the ideal distribution of the different choral voices:
soprano, alto, tenor and bass (SATB). A Gospel choir was recorded with its usual director and
rehearsal room, combining the type of song (vertical or contrapuntal), the accompaniment (a
cappella or with instruments) and the four voice distributions most common in Gospel choirs.
The choristers themselves (N = 33) evaluated the overall choral sound while singing (internal
perception). The choristers (N = 24) and a group of professional musicians (N = 14) rated the
recordings of the choir taken from the director’s point of hearing (external listening).
Results show a significant preference for the classical choir distribution in general. The responses
coherence is very high. The presence of an accompaniment lowers the evaluation. Preference is
significantly correlated with homogeneity (external listening) and with homogeneity and ease of
hearing (inner listening). Inner listening prompts higher differences in preference between distri-
butions. Men are more sensitive to distribution concerning the ease of singing and hearing their
voice, and prefer distributions where lower pitched voices are behind. Women do not distinguish
between distributions concerning the ease of hearing or singing.
Key Words:
choral singing, voice perception, sound mixing, choir directing
180
Percepción interna y externa de la distribución de las voces en un coro gospel
Alina Pelé y Blas Payri
1. Introducción
En este artículo abordamos la distribución de las voces en un coro (posición
relativa de soprano, alto, tenor, bajo), una cuestión que genera debate en la direc-
ción de coros. Los artículos de investigación y los manuales sobre el canto coral
suelen centrarse en el sonido global tal y como es percibido en el punto de escucha
del público, o más frecuentemente, el punto de escucha del director que es el pri-
mer “público” que decide acerca de la calidad de las distribuciones.
Este estudio preliminar se centra en dilucidar si se perciben diferencias entre
las posiciones, de manera coherente para diferentes oyentes. También aborda el
punto de escucha, ya que nociones como la homogeneidad del sonido varían en
función de quién capte el sonido y dónde se sitúe la escucha. De los múltiples
puntos de escucha posibles, se escogen dos que tienen una importancia determi-
nante en la producción del sonido del coro: la escucha del director de coro y la
escucha de los coristas en el momento de cantar. Partimos de la hipótesis de que
la facilidad experimentada por cada corista para oírse y para cantar puede influir
significativamente en la emisión misma del sonido y por consiguiente en el sonido
global del coro.
Entre las investigaciones relacionadas con la música coral, existen diferen-
tes líneas que delimitan el estado del arte de nuestra investigación. Encontramos
investigaciones que se concentran en la preferencia del sonido global (Lambson
1961; Killian 1985; Tocheff 1990; Daugherty 1999, 2003; Morris et al. 2006); otras
se basan en la técnica vocal empleada (Rossing et al. 1986, 1987; Ekholm 2000),
en la percepción del canto (Bregman 1990; Sundberg 1999), en técnicas de análisis
de la voz (Basinger 2006), en el ratio entre cantantes (Ternstrom 1994), o en la
respuesta estética y emocional a la música (Madsen y Geringer 1990; Howard et al.
2000; Davis 2003; Lychner 2008; Iwai y Adachi 2008).
El presente artículo se sitúa en la línea de los estudios de preferencia o equi-
librio global en función de la distribución de los registros vocales, iniciada por
Lambson (1961) que utilizó un coro universitario con cuatro formaciones (por
bloques de cuerda o por “compatibilidad acústica”, un procedimiento subjetivo
utilizado por algunos directores que se basa en el tipo de técnica vocal) utilizando
cantos homofónicos y polifónicos. Diez oyentes, sin acceso visual al escenario,
escucharon al coro en distintas distribuciones en vivo y luego por cinta de audio.
Los oyentes afirmaron que algunas de las distribuciones producían un sonido
variado, pero tuvieron dificultad en identificar las distribuciones, tanto en vivo
como por cinta de audio. Los oyentes mostraron preferencias varias en cuanto
a la distribución, aunque de un total de diez, cinco preferían la formación mixta
para la obra homofónica. Los resultados de las dos pruebas (en vivo y por cinta
181
Epistemus - año 2 - volumen 2
audio) fueron muy similares. La conclusión de esta investigación nos indica que
las distintas distribuciones no han dado resultados claros de percepción y además
no hay estudio de la significatividad.
Tocheff (1990) también investigó el efecto de la “colocación acústica” (o com-
patibilidad vocal) de los cantantes de dos coros universitarios y su consecuencia en
el sonido global. Utilizó obras polifónicas y homofónicas, y cuatro formaciones.
En total, 32 fragmentos musicales fueron interpretados por una duración total
de 75 minutos de música, en un estudio en vivo que duró aproximadamente dos
horas. Cinco oyentes, sin acceso visual al escenario, valoraron varios aspectos de
cada interpretación, incluyendo entonación y sonido coral global. La formación
por cuerdas fue valorada más positivamente que la formación mixta en cuanto a la
entonación y homogeneidad de las voces. Contrastando los resultados de Lamb-
son (1961), Tocheff afirma que la colocación acústica tiene una gran influencia
sobre el sonido global y mejora la homogeneidad del conjunto. Los resultados
no tienen un estudio de significatividad y la fatiga durante un experimento de tan
larga duración pudo influir en las contestaciones de los oyentes.
Daugherty (1996, 1999, 2003) ha examinado sistemáticamente los efectos de
la formación y el espacio entre coristas en la percepción de coristas y oyentes.
En 1996, la preferencia de 72 oyentes sin acceso visual al escenario y 46 coristas,
relativa al sonido global producido por un coro de estudiantes de bachiller, fue
valorada en tres formaciones y tres espacios (distancias entre cada cantante) dife-
rentes, mientras cantaban un fragmento musical homofónico. La duración total
del experimento fue de 47.20 minutos y dio lugar a fatiga, tanto por parte de los
coristas como por parte de los oyentes; y esta fatiga pudo explicar la diferencia de
percepción entre formaciones y espacios.
En 1999, Daugherty utilizó otro coro de estudiantes de bachiller y evaluó la
preferencia y la percepción de 46 coristas y 160 oyentes sobre dos formaciones
corales (por bloque de cuerdas y mixto) y tres tipos de distanciamiento entre
cada cantante (cerca, lateral, y circumambiental o espaciado) teniendo en cuenta
la formación de los oyentes y de los coristas. Los resultados muestran que es el
espacio y no la formación el factor significativamente decisivo en cuanto al soni-
do coral global. Tanto los oyentes como los cantantes prefieren un espacio entre
los coristas mayor al habitual, aunque los cantantes prefieren este espacio mayor
especialmente en la formación mixta (SCTB).
En 2003, Daugherty confirmó los resultados con un estudio sobre la percep-
ción de 20 coristas, miembros de un coro de cámara universitario, y de 60 oyentes.
Los coristas fueron distribuidos en dos formaciones (por bloque de cuerdas al
azar y sinérgica) y en tres distanciamientos (cercano, lateral, y circumambiental).
Los resultados mostraron preferencias significativas por parte de los cantantes y
de los oyentes en cuanto al distanciamiento mayor entre coristas. En el caso de los
coristas, hay una preferencia significativa en cuanto al sonido en la formación por
182
Percepción interna y externa de la distribución de las voces en un coro gospel
Alina Pelé y Blas Payri
bloque de cuerdas al azar por sobre la formación sinérgica. Los oyentes favore-
cen significativamente el espacio circumambiental para la sección de mujeres y el
espacio lateral para la sección de hombres. Todos los coristas están de acuerdo en
cuanto a la influencia positiva causada por el mayor espacio sobre el sonido coral
global, asegurando que hay menos tensión vocal y una mejor proyección vocal.
Igual que en la previa investigación de Daugherty, los coristas prefieren cantar en
una formación mixta o sinérgica a cantar en una formación por bloque de cuerdas.
Ekholm (2000) utiliza un coro de 22 alumnos de canto de un conservatorio su-
perior con experiencia en canto solístico y coral, cuya interpretación fue valorada
por 37 directores de coro, 33 profesores de canto y 32 músicos no especializados
en canto; los mismos alumnos valoraron la propia comodidad vocal y el sonido
global del coro. Los resultados mostraron una preferencia significativa para oyen-
tes y cantantes en cuanto a la distribución acústica sobre la distribución aleatoria.
Aspaas et al. (2004) compararon la percepción de los cantantes y las diferen-
cias acústicas de tres distribuciones (por bloques de cuerda, mixto, y secciones en
columnas) para una obra homofónica y otra polifónica, interpretadas a cappella.
30 coristas evaluaron la dificultad de cantar el sonido global del coro en una for-
mación dada y la facilidad de escuchar las demás cuerdas. Aunque los coristas
indicaron diferencias de percepción, los resultados acústicos no mostraron di-
ferencias significativas entre las distintas distribuciones, lo que nos muestra que
la difusión del sonido no se ve afectada por una distribución u otra, sino que,
tanto la proyección vocal como la homogeneidad del coro se mantienen a través
del cambio de distribuciones. Se notaron algunas diferencias de percepción entre
las obras homofónicas y polifónicas. Hay diferencias significativas en cuanto a la
percepción entre los géneros: los hombres prefieren la distribución en columnas,
mientras que las mujeres prefieren las otras dos distribuciones (mixta o por blo-
ques de cuerdas). Hay reservas en cuanto a la validez de la encuesta ya que los
coristas apuntaron sus respuestas al final de una interpretación que duró una hora.
Si nos referimos a las opiniones de los directores de coro, tenemos un énfasis
en el sonido global. Por ejemplo Elizabeth Green afirma que “como director, tu mayor
lucha es llegar a un balance ideal entre las distintas cuerdas” (1961, p. 2). Daugherty (2003)
confirma que “el lugar en el que se sitúan los cantantes de forma individual dentro
de un ensemble coral es una inquietud histórica”. Muchos directores creen que
la manera de colocar a los cantantes así como la distribución de las voces tiene
una gran influencia en la homogeneidad del sonido (Aspaas et al. 2004), aunque
Lambson (1961) afirma que la diferencia entre las distribuciones de las cuerdas
en un ensemble coral no es tan pronunciada como se piensa. Algunos libros de
texto utilizados como herramienta de trabajo por parte de los directores de coro
describen resultados sonoros que se obtienen en función de la distribución de las
cuerdas (Green 1961), aunque Daugherty (2003) opina que las investigaciones rea-
lizadas hasta el momento no presentan una validación sólida que respalde las afir-
183
Epistemus - año 2 - volumen 2
maciones de dichos libros. Brandvik (1993) opina que hay tantas opiniones sobre
el sonido coral como directores de coro. La literatura muestra una diversidad de
resultados, a veces contradictorios, pero destacamos como elementos pertinentes
el tipo de escritura de la obra interpretada y la cuestión de homogeneidad de las
voces asociada generalmente a la preferencia.
2. Diseño experimental
2.1.Tipo de coral y estilo musical
Para poder medir mejor la dificultad de cada distribución de las cuerdas para
los coristas se ha utilizado un coro no profesional, de modo que los coristas no
tengan una técnica vocal desarrollada y sobre todo, que sean dependientes de la
escucha de las líneas melódicas para poder cantar; a diferencia de los músicos
profesionales que pueden abstraerse de lo que oyen para poder cantar su línea me-
lódica a partir de la partitura. La falta de educación musical presenta un gran reto
a la hora del aprendizaje de nuevas obras y los directores buscan continuamente
métodos eficaces no sólo para enseñar las líneas melódicas, sino también para que
permanezcan bien memorizadas.
Por otra parte, se ha escogido el estilo gospel antes que el repertorio clásico o
tradicional europeo, ya que pone más en evidencia los desequilibrios que pueda
haber entre voces y distribuciones. En efecto, la música gospel ofrece el reto de
aprender a cantar en un estilo musical menos conocido en Europa, estilo que
incluye bailes y palmas a contratiempo; aún y así, el mayor reto lo ofrece la parte
vocal de los hombres (tanto tenor como bajo) con una tesitura mucho más aguda
que la que encontramos en las partituras corales convencionales. Al subir la tesi-
tura de las voces de hombres nos encontramos con una intensidad vocal que mu-
chas veces se apodera de las demás voces y provoca una pérdida de homogeneidad
del coro. Una de las posibles soluciones reside en requerir a las voces de hombres
que proyecten menos el sonido, lo que técnicamente resulta a veces imposible.
Otra solución puede ser cambiar la distribución de las voces dentro del coro para
encontrar la homogeneidad adecuada sin sacrificar la técnica vocal.
El estilo gospel es particularmente relevante para la presente investigación ya
que los directores experimentan con más distribuciones de las voces que en el
estilo clásico. También se adaptan a lugares de concierto más variados que en
música clásica, lo que a veces también influye en la distribución. Finalmente, el
coro gospel se asocia a lugares de culto religioso afines a los espacios que se
encuentran en Estados Unidos, es decir, que no tienen las propiedades acústicas
particularmente reverberantes de las iglesias tradicionales, con lo que la separación
de las voces es mayor.
184
Percepción interna y externa de la distribución de las voces en un coro gospel
Alina Pelé y Blas Payri
Las dos canciones forman parte del repertorio del coro y se han trabajado pre-
viamente al experimento de una forma exhaustiva para asegurar una buena calidad
musical y una gran seguridad vocal por parte de los coristas con la intención de
utilizar una proyección correcta y similar a la de un concierto.
185
Epistemus - año 2 - volumen 2
2.4.1. Participantes
En la primera fase del experimento los participantes cantaron el material que
grabamos para su utilización en las otras dos fases del experimento, al mismo
tiempo que evaluaban su percepción como cantantes. 33 cantantes participaron,
186
Percepción interna y externa de la distribución de las voces en un coro gospel
Alina Pelé y Blas Payri
2.4.2.Tarea perceptiva
En el caso de la evaluación interna o propiocepción, los participantes debían
a la vez cantar y evaluar la percepción de cada distribución como cantante. Se
grabaron 16 tomas correspondientes a las combinaciones de los 2 cantos, con 2
acompañamientos (a cappella o con instrumentos) y las 4 distribuciones. Para fa-
cilitar la interpretación de los cantos, se grabaron primero las 8 tomas de un canto;
para cada distribución se utilizó primero la versión con instrumentos y luego la
versión a cappella.
Se diseñó una encuesta para los mismos miembros del coro con referencia a
su percepción de su propio sitio en el coro y la percepción global del coro. En la
encuesta, se pedía indicar el nombre del sujeto, su cuerda, los años como miembro
de algún coro, y su nivel musical (bajo, medio, alto).
Tres preguntas fueron diseñadas para este experimento: 1. “Oigo mejor mi
propia voz y me es más fácil cantar”; 2. “Mi cuerda suena más con respecto a las
otras cuerdas”; y 3. “El coro en general suena mejor.” A estas tres preguntas, los
sujetos tenían que contestar se preferencia escogiendo una opción de las siguien-
tes: 1. Desacuerdo; 2. Más bien desacuerdo; 3. No sé, no se aplica; 4. Más bien de
acuerdo; y 5. De Acuerdo. Los sujetos contestaron a estas preguntas inmediata-
mente después de cada interpretación y grabación de un fragmento, dejando su-
ficiente tiempo para apuntar correctamente las respuestas. Los sujetos recibieron
información detallada sobre la encuesta antes del comienzo del experimento, ade-
más de proveer un tiempo de preguntas abiertas para resolver cualquier posible
duda.
2.5.1. Participantes
Los participantes fueron 24 miembros del coro Gloria, con edades entre 15
y 56 años, incluyendo cantantes que habían participado en la grabación del ma-
terial y participantes del coro que conocían el material pero no habían estado en
187
Epistemus - año 2 - volumen 2
188
Percepción interna y externa de la distribución de las voces en un coro gospel
Alina Pelé y Blas Payri
2.5.3.Tarea perceptiva
Una encuesta se diseñó para el experimento de percepción con los coristas
como oyentes, en donde se les preguntó el nombre, el género (hombre/mujer), los
años como miembro/a de algún coro, su cuerda y sobre el nivel musical (bajo, me-
dio, alto). Los sujetos tenían que indicar su preferencia del sonido global, en una
escala de 1 a 5, siendo 1 la distribución de las voces con las que el sujeto está más
en desacuerdo y 5 la distribución de las voces que más agrada al oyente: 1. Des-
acuerdo, 2. Más bien desacuerdo, 3. No sé, no se aplica, 4. Más bien de acuerdo,
5. De Acuerdo. También se les pidió intentar averiguar si alguna cuerda destacaba
sobre el resto, indicando cuál (soprano, contralto, tenor, bajo, ninguna, no sé).
El test de percepción fue pasado a los coristas como oyentes. Se utilizó la sala
habitual de ensayos, la misma donde se hizo el experimento. La sala contaba con
un equipo de reproducción de audio (ordenador portátil OKI Intel Pentium Dual
Core) y altavoces modelo Community TD 215 de 400 W, con sistema 2-way. Los
sujetos se posicionaron en una relación equidistante con la fuente sonora dentro
de las posibilidades. Los sujetos recibieron información detallada sobre la encues-
ta previo al comienzo del experimento además de proveer un tiempo de preguntas
abiertas para resolver cualquier posible duda.
2.6.1. Participantes
La evaluación por músicos profesionales que no hubieran participado en las
actividades del coro se hizo por alumnos del master de música de la Universidad
Politécnica de Valencia (España), que debían tener estudios superiores de música
en el conservatorio. Un total de 14 participantes evaluaron la percepción del coro,
189
Epistemus - año 2 - volumen 2
con edades entre 23 y 43 años, de los cuales 5 eran mujeres y 9 hombres. Los suje-
tos de esta segunda etapa del proyecto tenían entre 0 y 9 años de experiencia coral,
acumulando como media de la clase 1,7 años de experiencia coral.
2.6.2.Tarea perceptiva
Una encuesta se diseñó para el experimento llevado a cabo con los alumnos
de master con referencia a la percepción global del coro. En la encuesta se pedía
indicar el nombre del sujeto, el género del sujeto (hombre/mujer), los años de
experiencia en un coro, y su instrumento principal. Los sujetos tenían que indicar
su preferencia del sonido global en una escala de 1 a 5, siendo 1 la distribución
de las voces con las que el sujeto estaba más desacuerdo y 5 la distribución de
las voces que más agradaba al oyente: 1. Desacuerdo, 2. Más bien desacuerdo, 3.
No sé, no se aplica, 4. Más bien de acuerdo, 5. De Acuerdo. También se les pidió
intentar averiguar si hay alguna cuerda o cuerdas que sobresale o sobresalen a
la o las demás, e indicar de la siguiente manera: soprano, contralto, tenor, bajo,
ninguna, no sé.
Se utilizó una sala habitual para impartir las clases de master. La sala contaba
con un equipo de reproducción de audio (ordenador Compaq Intel Core 2 Duo)
y altavoces estéreo modelo JBL Control 28 de 175 W, con sistema 2-way. Los su-
jetos se posicionaron en una relación equidistante con la fuente sonora dentro de
las posibilidades. Los sujetos recibieron información detallada sobre la encuesta
previa al comienzo del experimento además de proveer un tiempo de preguntas
abiertas para resolver cualquier posible duda.
3. Resultados
3.1. Fiabilidad de las respuestas
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Percepción interna y externa de la distribución de las voces en un coro gospel
Alina Pelé y Blas Payri
los diferentes participantes del coro tienen un acuerdo muy alto sobre la distri-
bución preferida, y que no está influenciado por la cuerda de cada cantante o de
la distribución en la que se halle. Notamos también una mayor fiabilidad en las
respuestas de los coristas en escucha externa que la de los oyentes del máster, que
desconocen la música analizada: esto podría explicarse por una mayor familiaridad
con el material cantado, y sobre todo, un mayor acuerdo en cómo debe sonar el
coro, cómo debe sonar cada canción, y lo que se considera un defecto de canto.
Estadísticos de fiabilidad
Grupo de evaluadores Parámetro α Nº evaluadores
Coro en interno Preferencia ,931 33
Preferencia ,876 24
Alto destaca ,797 24
Tabla 1: Análisis de la fiabilidad de respuestas para las diferentes preguntas realizadas a los tres grupos de
oyentes.
191
Epistemus - año 2 - volumen 2
elemento que crea acuerdo entre los oyentes y los siguientes análisis estadísticos
están, pues, bien fundamentados.
Figura 2: Media de la preferencia (con intervalo de confianza) del sonido global coral entre todos los
sujetos en función de las distribuciones. Se marca en azul la media significativamente superior al resto.
Consideramos pues que la pregunta esencial de este estudio tiene una respues-
ta positiva: hay una clara diferencia perceptiva de las distribuciones del coro.
192
Percepción interna y externa de la distribución de las voces en un coro gospel
Alina Pelé y Blas Payri
Figura 3: Media de la preferencia (con intervalo de confianza) de todos los sujetos en cuanto a las distri-
buciones en Adoración (izquierda) y Anthem of Praise (derecha) Se marca en azul la media significativa-
mente superior al resto, y en ocre la media significativamente inferior.
193
Epistemus - año 2 - volumen 2
autoevaluación interna) para cada distribución en cada ejemplo musical indica los
siguientes resultados:
En Adoración, en la distribución 1, hay una diferencia significativa entre la pre-
ferencia del grupo de autoevaluación externa e interna (p = .048); no hay una
diferencia significativa entre el grupo de escucha externa y los dos grupos de
autoevaluación.
No hay diferencias significativas para las distribuciones 2 y 3. En la distribu-
ción 4, hay diferencias significativas entre el grupo de escucha externa y los de au-
toevaluación interna (p <.01) y entre el grupo de autoevaluación externa y interna
(p <.01); no hay una diferencia significativa entre el grupo de escucha externa y el
grupo de autoevaluación externa (ver figura 5).
En Anthem of Praise, en la distribución1, hay una diferencia significativa entre
el grupo de escucha externa y el grupo de autoevaluación interna (p =.05) y entre
el grupo de autoevaluación externa e interna (p <.01); no hay una diferencia sig-
nificativa entre el grupo de escucha externa y el grupo de autoevaluación externa.
No hay diferencias significativas en la distribución 2 entre los tres grupos. En
la distribución 3, hay diferencias significativas entre los grupos de escucha externa
y el grupo de autoevaluación interna (p <.01) y los grupos de autoevaluación ex-
terna e interna (p <.01); no hay diferencias significativas entre el grupo de escucha
externo y el grupo de autoevaluación externo.
Figura 5. Medias de la preferencia (con intervalo de confianza) para las diferentes distribuciones del coro
en función del tipo de escucha (interno, externo, coro externo). En azul medias significativamente supe-
riores; en ocre medias inferiores.
194
Percepción interna y externa de la distribución de las voces en un coro gospel
Alina Pelé y Blas Payri
Figura 6. Medias de la preferencia (con intervalo de confianza) entre todos los sujetos en función del
acompañamiento, separado por distribuciones. Se marca en ocre los valores significativamente inferiores.
195
Epistemus - año 2 - volumen 2
Figura 7. Medias de la preferencia (con intervalo de confianza) entre todos los sujetos en función del
acompañamiento, separado por grupo de oyentes y por distribución. Se marca en ocre el valor significa-
tivamente inferior.
196
Percepción interna y externa de la distribución de las voces en un coro gospel
Alina Pelé y Blas Payri
Figura 8. Medias de la preferencia (con intervalo de confianza) entre todos los sujetos en función del
acompañamiento, separado por grupo de oyentes y por distribución.
Figura 9. Medias de la preferencia de los coristas mientras cantaban separadas por cuerdas y distribución
espacial.
197
Epistemus - año 2 - volumen 2
También podemos destacar que los hombres han contestado que sus voces
destacan más (F = 14, p < .001) y que tienen mayor facilidad para cantar (F = 9, p
= .003) que lo que han contestado las mujeres, siendo en general las voces agudas
(es decir femeninas) las que más destacan y mejor se siguen en cualquier forma-
ción musical, aunque en un coro gospel quizás las voces de los hombres tengan
mayor protagonismo melódico.
En escucha externa, los propios coristas hombres o mujeres no han indicado
que ninguna cuerda destacara. Tanto para mujeres como para hombres hay una
correlación significativa (p < .001) entre preferencia, facilidad para cantar y la
preponderancia de la propia voz.
Figura 10. Medias de la facilidad para cantar su línea melódica (izquierda) y la sensación de que las voces
de su propia cuerda destacan sobre las otras (derecha) expresadas por los coristas mientras cantaban sepa-
radas por cuerdas y distribución.
4. Discusión
En esta investigación se ha buscado la variedad entre los grupos de sujetos
para contrastar lo mejor posible los resultados obtenidos. Los coristas mostraban
su percepción y preferencia como cantantes en el mismo momento de la gra-
bación. El grupo del master de música, casi totalmente ajeno al mundo musical
coral y sin ningún conocimiento previo del repertorio, mostraba su preferencia y
percepción como oyentes expertos en música pero no en música coral ni técni-
198
Percepción interna y externa de la distribución de las voces en un coro gospel
Alina Pelé y Blas Payri
199
Epistemus - año 2 - volumen 2
200
Percepción interna y externa de la distribución de las voces en un coro gospel
Alina Pelé y Blas Payri
201
Epistemus - año 2 - volumen 2
5. Conclusiones
Las conclusiones principales indican que sí hay diferencias de percepción en
función de las distribuciones de los coristas y que hay una concordancia alta entre
los evaluadores, ya sea en escucha interna como externa. Curiosamente, tenemos
la mejor concordancia para los coristas en escucha interna, cuando tienen que
evaluar la coral mientras cantan. Como cada corista tiene una escucha diferente
en función de su cuerda vocal y de la posición en la que esté respecto a las otras
cuerdas vocales, hubiésemos podido esperar que las discrepancias fueran mayores,
en particular entre las voces de mujer y hombre. Esta alta concordancia de las res-
puestas permite afirmar que hay una pertinencia en la evaluación de los coristas.
Encontramos resultados diferentes para los diferentes elementos de acompa-
ñamiento y el tipo de canto interpretado, y encontramos una correlación signifi-
cativa entre la homogeneidad y la preferencia, es decir que los oyentes prefieren
que no destaque ninguna de las partes vocales. Pero lo que se desprende ante todo
es que la distribución 4 es la preferida en la escucha interna. Esta distribución de
voces es la más utilizada históricamente en las corales clásicas, ya sea el coro de la
Filarmónica de Viena como corales locales. Por el contrario, la escucha externa no
distingue tanto entre distribuciones. La distribución afecta pues más a facilidad de
interpretación que a la audición externa. Si tenemos en cuenta que en el punto de
escucha del público la fusión de las voces es bastante mayor que en el punto de
escucha del director del coro, podemos concluir que la escucha del público distin-
guirá aún menos entre las distribuciones que en el material sonoro que hemos uti-
202
Percepción interna y externa de la distribución de las voces en un coro gospel
Alina Pelé y Blas Payri
Agradecimientos
203
Epistemus - año 2 - volumen 2
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205
JUAN FERNANDO ANTA
Universidad Nacional de La Plata
Palabras Clave:
cognición tonal – patrones tonales – generalización por clases
207
JUAN FERNANDO ANTA
Universidad Nacional de La Plata
Abstract
In this paper, two well-known models of tonal cognition are reviewed: the distributional model and
the interval classes’ vectors (or functional) model. It is argued that these models have some intrinsic
problems, particularly about how they propose that tonality is induced and mentally represented.
The main problem would be that both of them assume that tonality is represented in terms of
classes of musical elements, classes of pitches or classes of pitch intervals, respectively; this is a
problem because these classes of elements may not have cognitive reality in listeners’ musical
mind. Hence, a model of tonal cognition is proposed that is not based on the idea of ‘class of ele-
ments’, but on the idea of inference and progressive generalization of tonal sense. According to
this model, tonality would be inferred from the actual elements contained in the musical context
being perceived and, finally, it would be represented in terms of tonally active areas whose size and
internal profile depend on both musical context and listener’s musical training.
Key Words:
tonal cognition – tonal patterns – class generalization
208
Patrones tonales, generalización por clases, y representación de la tonalidad
Juan Fernando Anta
1. Introducción
Un aspecto central de la experiencia musical del oyente es el de percibir cómo
fluye la tensión a lo largo de la obra que está escuchando; de ello depende el modo
en que comprende y aprecia la música, cómo le atribuye momentos de actividad
y de reposo, de movimiento y detención, de apertura y cierre. Coincidentemente,
un problema clave para los estudios psicomusicológicos es el de determinar qué
factores inciden en la percepción de la tensión musical. Este es un ‘problema’
porque, ciertamente, la tensión musical percibida por el oyente depende de un
sinnúmero de factores. Sin embargo, en la audición de música de tradición occi-
dental un factor determinante es cómo se organizan jerárquicamente las alturas
musicales, es decir, la tonalidad. La tonalidad constituye, en términos cognitivos,
un esquema de referencia mediante el cual el oyente puede precisar cuáles eventos
han de considerarse más estables y cuáles más inestables o con la ‘necesidad’ de
resolver en eventos de mayor estabilidad.
En consonancia con esta idea, existe una importante tradición de investigacio-
nes orientadas a examinar el alcance de la tonalidad en la experiencia del oyente
(ej. Deutsch y Feroe 1981; Lerdahl y Jackendof 1983; Meyer 1956, 1973; Brower
2000; Krumhansl 2002). Tales investigaciones tuvieron básicamente tres objeti-
vos. El primero, en términos funcionales, determinar qué mecanismos psicológi-
cos se ponen en juego para asignarle a una obra una tonalidad dada. El segundo,
examinar cómo la tonalidad, una vez identificada, es representada mentalmente. Y
el tercero, establecer cómo la tonalidad determina el contenido intelectual y afecti-
vo de la experiencia musical. En el presente estudio se aborda el segundo objetivo,
el de examinar el modo en que se representa la tonalidad. Sin embargo, se revisa
la evidencia disponible acerca de la inferencia tonal y acerca de la incidencia de la
tonalidad, una vez inferida, en el contenido de la experiencia del oyente. Esto se
hace sobre la base de dos hipótesis. Por un lado, que la representación de la tona-
lidad, como cualquier otra representación, es ‘intencional’; es decir, que ‘refiere a’
o está ‘anclada en’ unos u otros atributos del estímulo musical (ver Brentano 1874
[1995]; Harnad 1990). Y por otro lado, que dicha representación, como cualquier
otra, tiene que incidir en el procesamiento y/o la apreciación musical; de no ser
ese el caso, no habría necesidad de especular acerca de tal o cual característica de
la misma (ver Keijzer 2001).
Como se mostrará más adelante, las investigaciones previas en el tema adop-
taron uno de dos modelos (o, en su defecto, una combinación de ambos): el de la
acumulación de clases de eventos (AdCdE) y el del vector de clases de intervalos (VdCdI)1.
Sintéticamente, la tonalidad es representada según el modelo AdCdE en térmi-
nos de clases de alturas más o menos prominentes, donde la prominencia viene
209
Epistemus - año 2 - volumen 2
210
Patrones tonales, generalización por clases, y representación de la tonalidad
Juan Fernando Anta
6 fragmento inical
(hasta el corchete)
4
fragmento completo
2 Representación:
(incluido el corchete)
sib Jerarquía
0
tonal de
reb fa Sibm
Melodía A
mib solb
do lab
mi re solb
Melodía B
la sol
Melodía C Representación:
Vector interválico
4, 5, 6, 5, 5, 3
Histograma de Melodía B
8
Duración (en x)
6 fragmento inicial
(hasta el corchete)
4
fragmento completo
2 (incluido el corchete)
0
Figura 1. Melodía A: extraída de del lied op. 89 de F. Schubert. Melodías B: variación de la Melodía A por
transposición y reordenamiento de los eventos. Melodía C: variación de la Melodía A por transposición
de los eventos. Arriba: histograma de las duraciones acumuladas por cada clase de evento en la Melodía A;
abajo: idem para Melodía B. A la derecha: representaciones gráficas de cómo se propone que se representa
la tonalidad según el modelo AdCdE (arriba) y el modelo VdCdI (abajo) –ver texto.
211
Epistemus - año 2 - volumen 2
solb (que completan la ‘escala menor’), y finalmente los eventos restantes (los ‘cro-
matismos’). Además, la representación propuesta parece tener otras dos virtudes.
Primero, conlleva cierto dinamismo: véase en el histograma de la Melodía A que
la activación de Sibm es menor antes del final (hasta el corchete) que en el final
(incluido el corchete) de la melodía; esto se corresponde con la idea de que la to-
nalidad se afianza a medida que avanza la forma musical, o hacia las cadencias. Y
segundo, no es una copia de cómo las alturas se acumulan en la melodía dada, sino
una esquematización de cómo han de acumularse (según su clase) por ser música
tonal: nótese que en la Melodía A reb acumula la misma duración que do, no obs-
tante lo cual en la representación aquel ocupa una posición de mayor jerarquía que
este; esto se corresponde con la idea de que, en la música tonal, el tercer grado es
más estable que el segundo.
Ahora bien, más allá de sus posibles virtudes, la representación de la tonalidad
que propone el modelo AdCdE conlleva al menos dos aspectos críticos. Uno, el
supuesto inicial de que la representación de la tonalidad resulta de la mera acumu-
lación de eventos. Y otro, el supuesto de que las alturas de la misma clase son equi-
valentes. Con relación a uno y otro supuesto, obsérvese la Melodía B de la Figura
1, que es una redistribución en el tiempo y el registro de los eventos de la Melodía
A conservando la duración total acumulada por cada clase. Según el modelo AdC-
dE, y en tanto el contenido de la representación sea la duración, el sentido de que
Sibm es la tonalidad de referencia debería ser igual de ‘claro’ al escuchar la Melodía
A o la Melodía B; de hecho, como lo sugiere el histograma inferior, la tonalidad de
Sibm debería establecerse antes en la Melodía B (en su ‘fragmento inicial’), dado
que las clases sib, reb y fa acumulan más rápidamente una duración mayor. Luego,
en tanto las octavas sean equivalentes, de presentarse la Melodía B como conti-
nuación de la Melodía A, el sentido tonal del oyente debería mantenerse más bien
constante. En la actualidad, sin embargo, se dispone de evidencia de que ninguno
de estos supuestos del modelo AdCdE puede sostenerse sin más.
Una parte de esa evidencia proviene de los estudios realizados acerca de la
incidencia de la información secuencial (es decir, de cómo se suceden las alturas)
en el sentido tonal. En una serie de estudios seminales en el tema, Butler y Brown
(Butler y Brown 1984; Brown 1988; Butler 1989) observaron que la certeza de los
oyentes acerca de cuál es la tónica de una secuencia de sonidos varía según su con-
tenido interválico. Incluso más, observaron también que secuencias de eventos
con la misma duración y frecuencia acumulada pueden o no promover un claro
sentido tonal según cómo dichos eventos se ordenen en el tiempo. Y este mismo
resultado fue reportado más recientemente por Matsunaga y Abe (2005), quienes
examinaron un número más variado de secuencias y órdenes temporales. Estas
evidencias sugieren, entonces, que el sentido de tonalidad surge de la información
interválica provista por un pasaje u obra musical y, consecuentemente, que el
contenido de la representación tonal es de naturaleza secuencial, y no acumulativa.
212
Patrones tonales, generalización por clases, y representación de la tonalidad
Juan Fernando Anta
Para los ejemplos analizados, de ello se sigue que pese a tener las mismas dura-
ciones y casi las mismas frecuencias acumuladas las melodías A y B de la Figura 1
pueden dar lugar a un sentido de tonalidad diferente, o cuanto menos a una varia-
bilidad en la magnitud de la claridad (o certeza) del sentido tonal. Las evidencias
mencionadas, finalmente, dan cuerpo a lo que aquí se referirá como el modelo de
cognición tonal basado en los vectores de clases de intervalos, por lo que sus supuestos
teóricos serán examinados en detalle en el apartado siguiente.
Otra parte de la evidencia que contradice al modelo AdCdE proviene de los
estudios sobre la equivalencia de las octavas. Deutsch (1972), por ejemplo, infor-
mó que la habilidad de reconocer una melodía familiar desaparece si, pese a con-
servarse la sucesión de clases, sus sonidos se transponen aleatoriamente a octavas
diferentes, lo que sugiere que las octavas no son tan equivalentes entre sí como
para configurar un mismo percepto melódico (ver también Dowling y Hollombe
1977). Posteriormente, Kallman (1982) reportó que los sonidos a distancia de una
o más octavas no son juzgados como particularmente similares entre sí, sobre
todo cuando las personas poseen escasa formación musical. Y coincidentemente,
Sergeant (1983) observó que en juicios de similitud entre grupos musicales for-
mulados por niños la incidencia de las relaciones de octavas es prácticamente nula,
lo que indicaría que el fenómeno de equivalencia es cuanto menos dependiente
del aprendizaje. En su conjunto, estas evidencias sugieren que las octavas no ne-
cesariamente son percibidas como equivalentes y, entonces, que el sentido tonal
puede verse alterado según como los eventos se dispongan en una u otra octava
del registro. De ello se sigue una vez más, y contrariamente a lo que propone el
modelo AdCdE, que el sentido tonal promovido a lo largo de las melodías A y B
de la Figura 1 puede no ser el mismo. Y esto no solo por una cuestión de orden:
dado que las octavas pueden no ser equivalentes, el sentido tonal promovido por
las melodías A y C de la Figura 1, de las cuales la última resulta de transponer a oc-
tavas diferentes los eventos de la primera pero conservando el orden de las clases,
también podría ser diferente. No obstante ello, el histograma y la representación
de la tonalidad propuesta por el modelo AdCdE para una u otra melodía son las
mismas.
En suma, si bien la distribución de las alturas según su clase puede incidir en
cómo los oyentes juzgan que el contenido tonal de la música y, entonces, dicho
contenido podría representarse como una organización jerárquica de las clases de
eventos acumulados, parece ser que también la información secuencial de la altura
incide sobre tales juicios y, entonces, que la representación de la tonalidad retiene
al menos alguna información de tipo temporal o secuencial. Por otro lado, y dado
que no necesariamente las octavas son percibidas como equivalentes, podría ser
que la representación de la tonalidad no necesariamente se apoye en la percepción
de clases; si esto último fuera necesario, debería concluirse que no se podría per-
cibir el contenido tonal de una obra si primero no se percibe la equivalencia entre
213
Epistemus - año 2 - volumen 2
las octavas. Como se verá más adelante, actualmente se dispone de evidencia que
refuta esta idea, lo cual sugiere la necesidad de plantear un modelo de cognición
tonal que no se funde en tal equivalencia. Sobre la formulación de dicho modelo
se volverá en la sección 3 del presente artículo.
214
Patrones tonales, generalización por clases, y representación de la tonalidad
Juan Fernando Anta
215
Epistemus - año 2 - volumen 2
las melodías A y C promueven un sentido tonal a favor de Sibm del mismo modo,
con la misma claridad, lo cual tampoco parece ser el caso: antes bien, y aún cuan-
do se conserve el orden de las clases, la ruptura de la continuidad registral parece
anular la coherencia tonal que puede haber entre los eventos, según se describe en
la siguiente sección.
216
Patrones tonales, generalización por clases, y representación de la tonalidad
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Patrones tonales, generalización por clases, y representación de la tonalidad
Juan Fernando Anta
Formación
Fragmento 1 - musical +
Tipo de
representación
tonal
1a 1b 1c
Formación
- musical +
Fragmento 2
Tipo de
representación
tonal
2a 2b 2c
Formación
- musical +
Fragmento 3
Tipo de
representación
tonal
3a 3b 3c
Formación
- musical +
Fragmento 4
Tipo de
representación
tonal
4a 4b 4c
219
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Patrones tonales, generalización por clases, y representación de la tonalidad
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Patrones tonales, generalización por clases, y representación de la tonalidad
Juan Fernando Anta
eran hacia eventos de la tríada de dominante, mientras que cuando se les pidió
juzgar ‘completamiento’ reflejaron un estado representacional más generalizado
en el cual, además, las continuaciones jerarquizadas eran hacia eventos de la tríada
de tónica. En su conjunto, entonces, estos resultados sugieren que la educación
musical formal es un factor que incide fuertemente sobre el desarrollo del sentido
tonal; de allí que la misma sea considerada como un factor clave en el modelo aquí
propuesto.
En suma, se propone aquí un modelo de cognición tonal basado en la idea de
una inferencia y generalización progresiva del sentido de tonalidad. Sus hipótesis
centrales pueden sintetizarse como sigue:
- la representación tonal del oyente está fuertemente ‘anclada’ en los even-
tos del contexto musical de referencia;
- la misma codifica patrones tonalmente esperables;
- su tamaño (i.e., la ‘cantidad de patrones que codifica’) se incrementa me-
diante la generalización progresiva de los patrones codificados, a medi-
da que se incrementa el nivel de formación musical del oyente;
- su constitución interna (con áreas de activación primaria y secundaria)
es variable, dependiendo tanto del contexto musical como del monto y
tipo de conocimientos musicales formales que posea el oyente;
- en uno u otro caso, el de oyentes con uno u otro nivel de formación, el
estado de la representación tonal fluctúa en el tiempo conforme fluctúa
(en el registro) el contenido reciente del material musical de referencia;
es decir, dicha representación está informada momento-a-momento
por mecanismos que computan, según una demanda específica, los atri-
butos del material musical considerado.
Notas
1- Lo que aquí se refiere como modelos AdCdE y VdCdI equivale básicamente a lo que en otros
estudios se refiere como ‘modelo estructural’ y ‘modelo funcional’ (Brown, 1988), o como ‘teoría de la
jerarquía tonal’ y ‘teoría de la rivalidad interválica’ (Butler, 1989), respectivamente. Se opta por utilizar
los términos aquí elegidos porque precisan cómo se asume que se infiere y se representa la tonalidad
en cada caso, en términos de cantidad y de orden respectivamente, y porque permiten incluir diversos
estudios sobre el tema que adoptan los mismos supuestos. Además, los dos primeros términos (‘es-
tructural’ y ‘funcional’) que venían utilizándose son ambiguos, pues se utilizan ya en el lenguaje musical
(uno para diferentes aspectos-‘estructurales’-de-la-música, y el otro para referirse a la ‘función’ tonal de
las notas y acordes); y los dos últimos términos (‘jerarquía tonal’ y ‘rivalidad interválica’) no son auto-
excluyentes, sino que se cimentan en una misma idea, la idea de que la tonalidad se representa como
jerarquías de ‘clases’ de elementos –ver texto.
225
Epistemus - año 2 - volumen 2
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227
Parte 3
Reseñas de libros
Reseñas de Libros
Este libro ofrece una exposición de temas sobre la improvisación musical que
abarca una serie de indagaciones en el ámbito pedagógico, algunas investigacio-
nes neurobiológicas y neuropsicológicas, descripciones sobre la experiencia del
performer y de la audiencia en determinados contextos culturales y, finalmente,
comparaciones entre la adquisición y la producción en el lenguaje y en la improvi-
sación musical. Si bien la idea de comparar la improvisación musical con el lengua-
je coloquial no es nueva (ver por ejemplo Hemsy de Gainza 1983; Molina 1998;
Terrazas 2006) este autor efectúa la comparación entre dos procesos centrales
–la adquisición y la producción– que examina más detalladamente. A diferencia
de otras publicaciones importantes sobre la improvisación musical (por ejemplo
Pressing 1987; Bailey 1992; Berliner 1994; Monson 1996; Nettl y Russell 1998;
Solís y Nettl 2009), en particular aquí la inclusión de estudios neuropsicológicos y
neurobiológicos y de la experiencia de performer, no sólo la posiciona en el cruce
de diferentes disciplinas para dar una explicación sobre el tema; sino que también
hace más completa, acabada y compleja esa explicación.
La Introducción (capítulo I) define la improvisación como una práctica que re-
quiere espontaneidad dentro de un marco que presenta restricciones. En este con-
texto, las limitaciones pueden ser de tipo estilístico, pueden estar impuestas por
la performance o por el performer y por la memoria (explícita/implícita, que se
observa a partir de la menor o mayor automatización de aquello que el músico está
improvisando). Además, fija el alcance de la comparación con el lenguaje, partien-
do de las siguientes premisas: la composición musical es análoga a la escritura en
el lenguaje, en tanto que la composición en el momento [improvisación] es más
afín a la retórica y al teatro y de este modo, no es totalmente creada, sino más
bien recreada (p. 11). Más generalmente, las distintas tradiciones de improvisación
alrededor del mundo varían el grado en que permiten tal recreación en sus perfor-
mances. Por otra parte, este autor propone que la metáfora del improvisador como
hablante en el lenguaje musical, además de ser muy común, invita a preguntarse si
aprender a improvisar es comparable con aprender el lenguaje, cuáles serían los
aspectos que deberían compararse en estos dos tipos de aprendizaje y cómo es-
tas habilidades son desarrolladas. Entonces sería válido también preguntarse si
aprender a improvisar puede compararse con aprender a hablar en el lenguaje.
Este conjunto de preguntas surge como demasiado abarcador, y finalmente no se
responden completamente a lo largo del libro, dejando planteada la necesidad de
continuar indagando en esta dirección. Consecuentemente, esta obra se convierte
más bien en un puntapié inicial que indica un rumbo en la comparación entre
improvisar y hablar.
A continuación el libro se divide en dos grandes partes. La primera, Cognición
en la pedagogía y en el aprendizaje de la improvisación, expone cinco apartados que co-
mienzan con un estudio histórico de la enseñanza de la improvisación y finalizan
en el primer planteo de comparación con el lenguaje.
El segundo capítulo, Pedagogía de la improvisación I: tratados de improvisación a me-
diados de siglo XVIII y principios de siglo XIX, presenta tanto tratados de ejecución
musical de la época (el de C.P.E. Bach de 1753; A. F. Kollmann de 1792) como
así también cartas de compositores reconocidos (por ejemplo Carl Czerny) que
describen los requerimientos o pre-requisitos para improvisar que se considera-
ban indispensables en cada época. Entre ellos se destacan, por ejemplo, poseer
excelente nivel técnico, conocimiento del estilo, de la armonía, natural aptitud,
entrenamiento de determinados elementos del lenguaje musical, entre otros. Es
preciso aclarar que, notablemente, algunas de esas premisas siguen siendo consi-
deradas como prerequisitos en las miradas actuales de la ejecución improvisada.
El tercer capítulo, Pedagogía de la improvisación II: Estrategias pedagógicas, trata los
principales recursos para generar la improvisación, tales como la transposición,
la variación, la recombinación. También observa las implicancias cognitivas de su
uso, en términos de memoria y de recursos del pensamiento -inversamente a otros
autores que ven tales recursos como mecanismos que favorecen el procesamiento
cognitivo que suscita la improvisación- es decir como condición de posibilidad
de la improvisación (Johnson Laird 1991; Pressing 1998). Estos mismos recursos,
conocidos por la literatura clásica como procedimientos compositivos, están pre-
sentes de manera reconocida en diferentes tradiciones de improvisación musical.
Aprendiendo a improvisar: perspectivas del improvisador, es el nombre del cuarto ca-
pítulo, que se ocupa de analizar las capacidades de aprendizaje de la mente hu-
mana utilizadas para este tipo de comportamiento experto (p. 81). A partir de la
comparación entre un conjunto de estudios sobre el proceso de aprendizaje de
la improvisación en diferentes culturas, el autor identifica tres aspectos comunes
que tienen lugar en dicho proceso: la incubación (también llamada internaliza-
ción y asimilación), el ensayo y el desarrollo posterior a través de los actos de
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Reseñas de libros
María Victoria Assinnato
improvisación (p. 82). Luego, se analizan una entrevista a Rober Levin en cuanto
a cómo aprendió a improvisar1. Allí se destacan la práctica deliberada de fórmu-
las y patrones, la consciencia (al menos al comienzo) de las reglas del estilo y del
lenguaje, y la relevancia de lo armónico y lo sintáctico como aspectos ineludibles
para aprender a improvisar. El autor concluye que primeramente hay un proceso
de memorización de un pequeño repertorio de patrones y fórmulas que luego
van siendo internalizados y configuran el conocimiento de base (Pressing 1998;
Kenny y Gellrich 2002).
Finalizando la primera parte, Comparación I Cognición en música y en el lenguaje:
Adquisición, examina la apropiación del lenguaje y la del lenguaje musical, para
luego establecer paralelismos y analogías. En orden a cumplir esa tarea, el autor
describe primero la competencia lingüística. De acuerdo con esta descripción un
individuo manifiesta su competencia al utilizar las reglas del lenguaje en la con-
versación diaria. Entonces, propone la existencia de una competencia perceptual
y otra productiva, que funcionan a partir de un mismo conocimiento de base.
Sostiene que ambas existen simultáneamente en la música definiendo la compe-
tencia perceptual como la “habilidad para reconocer y comprender la música de una cultura
a la cual se ha estado expuesto” (p. 98) y la productiva, como la “habilidad para generar
música estilística nueva en tiempo real, es decir, la capacidad para improvisar” (p. 98). No
obstante esta última habilidad sólo es posible luego de un extenso entrenamiento.
Esta diferencia entre ambas competencias también es advertida por el autor en
el lenguaje, a través de la presentación de evidencia empírica que señala que en
determinados momentos del desarrollo, los niños pueden comprender el lenguaje
mucho más de lo que lo pueden producir. Cabe preguntarse si para la música esto
podría darse de la misma manera. En esta reflexión Berkowitz refiere al significa-
do que adquiere en cada cultura el concepto de músico. En algunas culturas, ser
músico significa tener la habilidad para componer y para improvisar música; en
tanto que en otras, ser músico puede implicar la composición y no necesariamen-
te la interpretación de esa música, o la improvisación. Posteriormente, orienta la
comparación música-lenguaje al conocimiento de base. Para ello, plantea niveles
de incumbencias de cada lenguaje: el lenguaje verbal incluye la fonología, la mor-
forlogía, la sintaxis, la semántica y la pragmática2; y asume que el lenguaje musical
tiene su correlato para cada uno de estos componentes. Así, en el nivel fonológico
en la música nos encontramos con alturas, intervalos, duraciones y timbres; en
el morfológico y semántico, con fórmulas y esquemas; y en el sintáctico y prag-
mático, con convenciones estilísticas y con un rango de variaciones y posibles
combinaciones (p. 101). Para el autor, el punto en común entre la adquisición del
lenguaje y de la música reside en que para ambos se adquieren esquemas única-
mente a través de la producción. Hacia el final del capítulo plantea el interrogante
sobre si la adquisición puede ser entendida como el desarrollo de una dotación in-
nata, adhiriendo a la hipótesis chomskiana, o si se puede pensar en la adquisición
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Epistemus - año 2 - volumen 2
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Reseñas de libros
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Epistemus - año 2 - volumen 2
cual redunda en una menor conciencia sobre el hecho, una mayor automatización
y menor control de cada uno de los elementos que conforman ese lenguaje. Fina-
liza el capítulo sugiriendo que las producciones lingüística y musical podrían com-
partir sustratos neuronales. En ese sentido, partiendo de una concepción clásica
de la mente modular, concluye en entender una superposición entre la producción
lingüística y la musical y la posibilidad de que ambas compartan recursos para la
producción sintáctica (p. 152).
El penúltimo capítulo, denominado Cadencia, comienza con la comparación
de las opiniones sobre las implicancias de las cadencias para la improvisación de
Daniel Gottlob Türk4 y de Robert Levin. Luego se presenta un detallado análisis
de algunas cadencias en música compuesta por Mozart y se comparan con lo eje-
cutado en las mismas cadencias por Levin. De acuerdo con la evidencia mostrada
pareciera haber una interconexión entre la capacidad de imaginar y ejecutar en el
momento, esto es, la habilidad para emplear el conocimiento de base. No obstan-
te, en las cadencias estarían presentes además algunos elementos particulares de
cada compositor y de cada intérprete que se desarrollan, se ordenan y se desor-
denan, cumpliendo o violando las expectativas, jugando entre los límites entre la
libertad y las restricciones.
En el último capítulo, Coda. Limitaciones y libertad: improvisación en música, lenguaje
y naturaleza, el autor manifiesta que la improvisación no solamente estaría limitada
por el tiempo real, sino también por el proceso cognitivo y la actividad motora
que funcionan como límites, al ser condición para una improvisación eficiente. De
este modo, se podría pensar que proceso cognitivo y actividad motora cumplen
una doble función, pues son al mismo tiempo requerimientos y restricciones de la
improvisación. Asimismo el autor propone que para improvisar el músico tendría
la necesidad de operar dentro de un sistema que es transcendido por la propia
improvisación resultante (p. 179). Sin embargo no explicita qué implica ese tras-
cender. Otra conclusión relevante es la que destaca que sin bien las limitaciones
son características de muchas tradiciones musicales, paradójicamente, estos cons-
treñimientos proveen un marco de libertad, que es el corazón de la improvisación
(p. 180).
Describir la improvisación como una serie de movimientos dentro de límites
bien determinados parece dejarnos con una definición incompleta, ya que no dice
demasiado sobre cómo opera el individuo. De modo similar, el uso del lenguaje
verbal obedece a reglas y convenciones, pero es importante remarcar que ese uso
no disminuye la increíble habilidad humana para comunicarse rápidamente y con
muchísima precisión en la miríada del sistema lingüístico. Entonces, tanto en la
improvisación como en el lenguaje, hay un comportamiento que está sujeto a la
utilización de reglas, pero también está determinado por la capacidad humana
para comportarse de ese modo. Las reglas, tanto en la música como en el lenguaje,
limitan las elecciones disponibles, que sin la habilidad que presentan improvi-
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Reseñas de libros
María Victoria Assinnato
Notas
1- Robert Levin (nac. 1947) es pianista, musicólogo, director y compositor americano, famoso por
sus improvisaciones sobre música del período clásico.
2- Berkowitz toma las definiciones de Gleason y Ratner (2009) que definen la fonología como el
conocimiento de los sonidos y las reglas para combinarlos y formar palabras; la morfología, como
las reglas que gobiernan los morfemas que son las unidades mínimas de significado; la sintaxis,
como las reglas sobre cómo combinar palabras para formar oraciones aceptables; la semántica,
cómo el sistema de significados y la pragmática, como el conocimiento del uso de las reglas socia-
les en el lenguaje.
3- Esto se vincula con el planteo de Clark (1999) cuando afirma que la unidad mente-cuerpo-entorno
opera en íntima interacción durante la realización de una tarea y sugiere la imposibilidad de separar
y de establecer límites concretos entre una cosa y otra.
4- Gottlob Türk (1750-1813) fue un compositor, organista y profesor de música durante el final del
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