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Me contó que era muy joven, que la enfermedad fue larga y dolorosa. Por
las tardes salía al jardín y se sentaba en una hamaca; poco después llegaban
su novia y algunos amigos; con naturalidad, sin prisas, hablábamos de todo
un poco. Cuando todo terminó —me explicó con cierta emoción— su novia
siguió viniendo a verme; se casó con un ayudante mío de cátedra; tienen
dos hijos, que también vienen a verme; son mis nietos; la hamaca también
sigue allí.
Me sigo preguntando si habrá que conformarse, como él, con los recuerdos.
Desde luego, el recuerdo es una presencia densa, simbólica, evocadora. Si
queda el recuerdo, queda algo noble. De hecho, en las religiones
tradicionales africanas, mientras el difunto es recordado por su nombre, aún
no está muerto del todo; pertenece a la categoría de los “muertos
vivientes”.
El “más allá” no es verificable ni refutable; algo puede ser relevante sin ser
científico
Es lícito, obligado incluso, soñar con escenarios más justos. Kant, afirma
Adorno, postuló la inmortalidad para huir de la “desesperación”, para
abrirse “al ansia de salvar”.
Incontables seres humanos llegaron al final de sus días sin que hubiese sido
tenida en cuenta su humilde solicitud de una vida digna; siempre fueron
meros aspirantes a lo elemental, candidatos injustamente rechazados.
Eso sí: las religiones no informan de lo que saben, sino de lo que creen. De
ahí que grandes creyentes como el cardenal Newmann suplicasen: “Que
mis creencias soporten mis dudas”. En este sentido, el “más allá” no es
científicamente verificable ni, por tanto, refutable.
Las religiones consideran que algo puede ser significativo sin ser científico.
Entre paréntesis: parece que, al principio, la nueva vida, la resurrección,
solo se esperaba para los mártires, es decir, para los más afectados por el
mal y el sufrimiento; pero lentamente se fue abriendo paso el
convencimiento de que en mayor o menor medida todos terminamos
compartiendo la condición de mártires: la muerte, que no es solo el final de
la vida, sino su permanente amenaza, se encarga sobradamente de ello.