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¿Qué es y
cuáles son los 9 eneatipos?
Como personas con una historia de vida moldeamos la realidad que percibimos a
través de nuestro mapa mental y psicoemocional. Imagínate un prisma en el que
incide la luz del sol, al atravesarlo, la luz se descompone en diferentes colores. Cada
color es una manifestación de la misma luz original. Cada eneatipo sería algo así
como cada uno de los colores, una distorsión de ese rayo de luz. En el eneagrama,
ese prisma serían las pasiones y las fijaciones.
La fijación es la idea por la que pienso que la mejor manera de ver el mundo es la
mía. Es el sostén cognitivo de la pasión dominante, la explicación que me doy para
justificar la pasión.
El carácter es la función defensiva que construimos ante ese dolor emocional y está
estructurado con la pasión y fijación.
ENEATIPO 1
Tiene como fijación el perfeccionismo, que no es más que corregir la realidad para
que se ajuste a su manera de verla. La pasión es la ira que es un estado interno que
contrapone como piensan que deberían de ser y como se sienten que son. Un rencor
hacia sí mismos que nace de la envidia de no poder ser espontáneos con los demás.
ENEATIPO 2
Tiene como fijación la adulación o falso amor. Tienen la vivencia de que tienen
mucho amor que ofrecer encubriendo su propia necesidad. La pasión es
el orgullo por el que engrandecen su propia imagen porque en el fondo consideran
que no son dignos de amor.
ENEATIPO 3
Tiene como fijación el engaño: sustituyen sus propios deseos y emociones por los
que deberían tener en función de la imagen que desean dar. La pasión es
la vanidad: vivir a través de los ojos de los demás.
ENEATIPO 4
Tiene como fijación la insatisfacción: dar intensidad al sufrimiento porque es lo que
les da sensación de ser. La pasión es la envidia: doloroso sentimiento de carencia y
ansia por aquello que les falta y suponen que los demás tienen.
Si bien en un principio los estados displacenteros son vividos como ocasionados por
él mismo, más adelante los relacionará con la madre, también percibida como parte
de sí mismo, por lo que introyectará (la introyección es un mecanismo de defensa
psicoemocional por el que se incluyen como propias cualidades inherentes a otras
personas que se perciben como origen de displacer. Su función en el núcleo del
carácter oral es defender al “yo” de la angustia de sentir el deseo de destrucción del
objeto del cual depende: la madre) a la madre hostil, que no le ha proporcionado
satisfacción en el momento de su demanda. La introyección de una madre que nutra
estará condicionada por la posibilidad del niño de ver reconocida su necesidad por
parte de esta, es decir, que el niño pueda comprobar que cuando siente una
necesidad esta se ve satisfecha de forma más o menos satisfactoria.
De cara melancólica a cara con franca hostilidad (puede variar). Siempre hay un
matiz de sufrimiento. La mirada es demandante e invita a la compasión y al mismo
tiempo presenta un punto de desconfianza. Como si la mirada triste fuese un
señuelo. Los ojos pueden ser saltones. La cabeza suele presentarse adelantada: el
movimiento se inicia desde ahí. Los músculos maseteros hipertrofiados (contacto
con la rabia y la pena) y bloqueados en tensión. Si no se notan es porque están más
desconectados de la rabia y la pena.
Piernas débiles, poco aptas para el movimiento y sobre todo para estar de pie quieto.
Tendencia a poner las piernas rígidas. Se apoyan en los talones y se desequilibran
con facilidad. Tendencia a pie con poco arco plantar agarrándose al suelo con los
dedos para compensar su centro de gravedad desplazado hacia atrás.
Trabajar segmentos oral y cervical. Todo este grupo funcional que comprende
músculos de estos segmentos, constituyen la zona funcional más importante en la
percepción sensorial de la rabia, necesaria para preparar la reacción de protesta y
defensa, que luego se extiende a los brazos y mandíbulas como órganos para su
expresión. Si se da la expresión, la zona vuelve a la relajación tras la tensión de
alerta. Cuando hay contacto con la rabia y no se expresa (contención) no se llega a la
relajación y la tensión va siendo crónicamente acumulada. Esta tensión provoca en
un principio dolor, pero al estar crónicamente mantenida va produciendo un
cansancio fibrilar que deja la zona insensible a la excitación que acompaña a la
emoción de rabia. Como mecanismo de inhibición y contención del genuino impulso
de agresión rabiosa, y de la emoción de pena que acompaña a esta necesidad de
contención, la intensidad de este bloqueo estará en relación directa con la
importancia del componente masoquista propio de cada desarrollo individual. Por
ello es eficaz comenzar una psicoterapia en el carácter oral, dándole al
componente masoquista la importancia que tiene y atendiéndolo desde el
inicio, incluso con masajes en esta zona que, aunque pueden resultar dolorosos, son
siempre muy liberadores y facilitadores, ya que irán en la dirección de disolver la
primera y una de las más importantes resistencias a la psicoterapia, siempre y
cuando trabajemos paralelamente el desarrollo del arraigamiento, trabajo prioritario
en el carácter oral.
Descalifican al terapeuta: “No me comprendes”, “No me das lo suficiente”
(hostilidad activa hacia la madre). Es importante que aparezca la transferencia
negativa. En un principio usa la transferencia positiva que va a evitar el proceso de
terapia. Hay que evitar esa escucha. Esta transferencia negativa hay que asumirla y
no devolverla. No es algo personal.
ENEATIPO 6
Tiene como fijación la acusación: defecto cognitivo desarrollado a causa del miedo
y que justifica vivir el mundo como enemigo y en estado de alerta. La pasión es
el miedo o la cobardía: miedo a manifestarse tal cual es, actitud de autoinhibición o
temeraria por desconfiar en sus propias capacidades, confundir el valor con la
valentía.
La introyección del niñ@ es: “por más que te esfuerces eres incapaz de hacerlo
mejor”, “nunca lo haces suficientemente bien” o “siempre lo haces mal”. Desde la
incorporación de estos mensajes al inconsciente del niñ@ su esfuerzo estará
centrado en no ser descalificado. El mecanismo de defensa es la proyección, con la
que pone en el otro cualidades, sentimientos, actitudes o/y deseos que no reconoce o
que rechaza de sí mismo, tanto buenos como malos, y reacciona ante ellas. Se
produce una proyección de la hostilidad (“tú no vales”) ya que las amenazas internas
se interpretan como externas y nunca se está seguro de que las decisiones adoptadas
sean las mejores para evitar la amenaza que suponen. El eneatipo 6 compite por el
poder con el otro y no está seguro de tener el poder necesario. Hay una profunda
insatisfacción pues nunca cumplen sus verdaderos deseos y están pendientes de las
expectativas foráneas. Muy apegado a la imagen a través del temor que siente.
Hay una distorsión en la confusión de ternura con debilidad. Si soy débil vuelvo a
ser manipulado, seducido y pierdo mi independencia. Por ello, necesita obtener un
lugar de poder, mantener la exigencia en el logro y controlar tanto a sí mismo, como
a las situaciones que se producen a su alrededor. Esto lo realizará ejerciendo la
fuerza mediante la manipulación del poder directo: asustar a los demás para
mantenerlos alejados (aspecto físico o/y mirada retadora o/y tipo de discurso o/y voz
bronca…) y si aún así pasan la barrera de seguridad, que lo hagan sobrecogidos, en
inferioridad, asustados. Pero además del tipo “ogro” que amedrenta con un aspecto
amenazador, también lo puede hacer con una belleza y sexualidad exuberante y
potente, o con una eficiencia y calidez excesiva difícil de igualar por otro
competidor. Por otro lado, hay un miedo a hacerse independientes y libres. Miedo a
quedar en el vacío: “no hay personas que me amenacen”.
La herida nuclear de este eneatipo proviene de haberse desarrollado en un
ambiente vivido como amenazante o imprevisible, en el que no puede confiar, de
modo que construye su realidad alrededor de la alarma reactiva y de la ansiedad por
la supervivencia. En esta situación cualquier contenido interior es sometido a
sospecha, desechado por la mente y privado de vida. Es una forma de
autocastración, de autoinhibición ante el miedo inconsciente al daño físico o
emocional, o la pérdida de poder en manos de una figura autoritaria.
El cuerpo se defiende de esta experiencia dolorosa con una estructura en la que hay
un desplazamiento energético hacia la cabeza desde el diafragma. El tórax, la
cabeza y los brazos están más energetizados que el resto del cuerpo.
Llama la atención la mirada: es una mirada inquietante, escrutadora y controladora.
Pone límite, marca distancia (mantenerte por debajo) hasta que sienten que tienen la
situación controlada, entonces puede cambiar la expresión hacia una mirada
seductora o hacia el amedrentamiento en caso contrario. Es una mirada enfriada que
pretende controlar la propia emocionalidad. La consecuencia de la actitud de
vigilancia (detectar competidores o los que se fijan en mí) con la mirada, hace que
haya grandes tensiones en los músculos de la nuca (dificultades en relajar el cuello).
La cara, con frecuencia suele tener los rasgos más bien duros y fríos, aunque sean
bellos, salvo en el subtipo de conservación que tienen una expresión más blanda,
redonda y tierna. En general tiene un aire de “firme decisión parada” bien sea hacía
la hostilidad o hacía la seducción, que nos predispone a estar a la expectativa ante
ellos. Músculos maseteros duros (contención emocional).
La mayor diferencia con otras estructuras es que la energía está del diafragma hacia
arriba y poco hacia abajo. La cintura escapular, brazos, hombros más desarrollados
que las piernas.
ENEATIPO 7
Tiene como fijación la planificación: evadirse del contacto con la realidad para
evitar la frustración del contacto con la misma. La imaginación reemplaza la acción.
La pasión es la gula: deseo de incorporar cada vez más experiencias extraordinarias
porque el presente les resulta insatisfactorio.
ENEATIPO 8
Tiene como fijación la venganza: derecho a imponer su justicia sin ninguna
justificación. No hay bondad en el mundo, el inocente y el bondadoso son hipócritas.
La pasión es la lujuria: pasión por el exceso y la intensidad a través del sexo y toda
clase de estímulos sensoriales extremos para no percibir la angustia / soledad.
ENEATIPO 9
Tiene como fijación el olvido de sí: permanecer inconsciente de su mundo interior y
de sus necesidades reales conduciendo su atención hacia afuera satisfaciendo las
necesidades del entorno. La pasión es la indolencia: cualidad de la pereza que
dificulta saber en qué sentido moverse, de establecer sus prioridades.
El carácter masoquista se fija en la fase anal del desarrollo, que se prolonga desde
el año y medio de vida hasta los dos años y medio o tres. El niño empieza a tener
nuevas sensaciones como consecuencia de la maduración del aparato excretor.
Percibe la necesidad de evacuar, y su correspondiente relajación y placer cuando lo
ha hecho. Es decir, desde este momento puede empezar a relacionar el placer y la
relajación con la satisfacción de las necesidades.
Comienza a ver de otra manera el mundo de los adultos, alcanza nuevos lugares e
incluso intenta alejarse de la madre. Vive el permiso y la complacencia o la
prohibición y el castigo. También descubre la ambigüedad en las respuestas de los
adultos, por ello, el niño tiende a confundirse. A medida que se confronte con el
medio se dará cuenta de cómo es la respuesta de los adultos ante la expresión de sus
necesidades, y por otro lado, la adaptación a las demandas de estos mismos adultos
para poder encontrar satisfacción a algunas de estas necesidades, en especial la
necesidad básica de seguridad.
En esta época empieza a introyectar las normas familiares, desarrolla su conciencia
moral, lo que puede y no puede hacer, hacer suyas las normas de convivencia que
observa y comprende, así como las que le son impuestas.
El control voluntario sobre sus esfínteres le otorga el poder de dar o no dar algo de sí
mismo. Va conociendo cuales son las consecuencias de dar o no dar, y descubre que
tiene cierto poder sobre sí y sobre los que le rodean. Significa que comienza a influir
voluntariamente sobre el medio, y desarrolla una intuición que cristaliza en
consciencia de sí y de sus actos. Pero también percibe las manipulaciones de que es
objeto por parte del medio que le infunden confusión en esta consciencia de sí y en
su autonomía.
En este momento es capaz de compartir sus experiencias y confrontarlas, e
igualmente de oscurecerlas, transformarlas o silenciarlas. Va aprendiendo que sus
necesidades y deseos no siempre coinciden con lo que se le pide o se le impone.
Comienza a comprender el significado de la palabra NO, y la llena de significado
propio, sirviéndole para iniciar su proceso de individualización del otro, pues le
otorga la capacidad de oponerse a las acciones que ejercen sobre él y que no desea.
Si esta situación de la expresión de la necesidad básica que el niño tiene de
diferenciarse de los otros (madre incluida) se atiende y se respeta, se sentarán las
bases adecuadas para que el niño adquiera seguridad en su autonomía e
individualización.
Hacia el final de la fase anal, aparece su necesidad de exhibirse como individuo y de
mostrar su cuerpo y lo que puede hacer con él, es decir, exhibir lo que es y lo que
sabe de sí. Manipularlo, ignorarlo, descalificarlo o humillarlo supone un serio
inconveniente para la idea que se va forjando de su estar autónomo en el mundo.
Cuando el niño no se siente apoyado, al igual que ocurre en las etapas anteriores,
asocia que la satisfacción de la necesidad no conduce a la relajación, sino que se
mantiene la tensión o aparecen nuevas tensiones. Para evitar la tensión y el
displacer, se puede llegar a evitar el contacto con la necesidad, y que su defensa se
disponga en el sentido de interrumpir la satisfacción antes de evocar el estado
displacentero. Cuando esta disfunción se mantiene de forma persistente en el
tiempo, se produce una distorsión en la asociación de los procesos sensoriales,
emocionales y cognitivos que acompañan a la percepción de las necesidades, así
como a su manifestación y satisfacción. Esto dificulta la capacidad del niño para
tomar conciencia de los estados que percibe sobre sí mismo.
Paralelamente, sucede que no son respetadas las necesidades genuinas del niño y se
le imponen satisfacciones para necesidades que no siente y no demanda, o que son
inadecuadas y contradictorias con las que siente como propias, con lo que queda
dificultada también su capacidad para evitar tensiones y displacer. Se bloquea
entonces su mecanismo de diferenciación cuando dice NO, a través del cual el niño
intenta establecer límites a las experiencias displacenteras.
Con todo esto se dificulta su capacidad para estar en contacto íntimo con sus
deseos, para sentirlos como propios y para, a través de ellos, ir reafirmando su
individualidad como ser autónomo. Se produce por tanto un insuficiente
arraigamiento del Sentimiento Básico en la individualización para la autonomía
del ser y para procurarse activamente satisfacción a sus propias necesidades y a sus
deseos. De forma defensiva sustituye sus propias percepciones por las demandas de
la madre, pasando a ser más o menos confluyente con ella, pagando el precio de un
estado de tensión interna permanente.
Resumiendo, las necesidades básicas del niño se ponen en función de las
necesidades de la madre, de su necesidad de contener la angustia. Pondrá las
necesidades básicas del hijo en función de la contención de su angustia. Por
ejemplo, forzará a su hijo a comer para ella sentirse tranquila al tener un niño bien
nutrido. Cuando el niño esté satisfecho dirá NO, pero esto la angustiará más y
deberá comer más hasta que ella considere que es lo adecuado. Se unen en este caso
dos circunstancias desagradables para el niño: ver como aumenta su tensión por
tener que comer sin apetito, y sentir la impotencia de no poder poner sus límites.
Las necesidades básicas de un niño a esta edad son las de alejarse de la madre,
correr, tocar, oponerse y diferenciarse, mostrarse y exhibirse, saber lo que siente y lo
que le satisface… En definitiva, necesita ser aceptado tal y como es, ser protegido y
respetado.
Algunos rasgos masoquistas están, en mayor o menor medida, presentes en todas las
estructuras caracteriales como pautas de conducta estructuradas y repetitivas que nos
dificultan la obtención de satisfacción y placer. Suponen una desconexión del
contacto con la necesidad y el deseo como estrategia de evitación de la angustia.
Tórax en tonel (redondo) por el desarrollo de los músculos pectorales. Parecería que
tienen una gran capacidad pulmonar, pero esto está lejos de la realidad, ya que los
pulmones están forzadamente expandidos por lo que guardan una gran cantidad de
aire residual. El diafragma está bloqueado en inspiración profunda. Es bajo y tienen
tendencia a tener barriguita.