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Eneagrama de la personalidad.

¿Qué es y
cuáles son los 9 eneatipos?
Como personas con una historia de vida moldeamos la realidad que percibimos a
través de nuestro mapa mental y psicoemocional. Imagínate un prisma en el que
incide la luz del sol, al atravesarlo, la luz se descompone en diferentes colores.  Cada
color es una manifestación de la misma luz original. Cada eneatipo sería algo así
como cada uno de los colores, una distorsión de ese rayo de luz. En el eneagrama,
ese prisma serían las pasiones y las fijaciones.

La fijación es la idea por la que pienso que la mejor manera de ver el mundo es la
mía. Es el sostén cognitivo de la pasión dominante, la explicación que me doy para
justificar la pasión.

La pasión es el impulso que expreso para recuperar el sentimiento de “ser” que he


perdido. El origen es la defensa del dolor emocional que me ha causado la pérdida
del contacto amoroso conmigo y el medio. Lo que cambia de unos a otros es la
manera en que reaccionamos ente el dolor y cómo nos defendemos.

El carácter es la función defensiva que construimos ante ese dolor emocional y está
estructurado con la pasión y fijación.

Cada eneatipo tiene una pasión y fijación propia. En Bioenergética


Integrativa intentamos profundizar en este camino. Para ello nos apoyamos en la
comprensión del origen de la neurosis a través del análisis del carácter, la dinámica
emocional que el eneagrama nos muestra, y la actitud que aporta la terapia Gestalt.
El trabajo a través del cuerpo está soportado por tres pilares: el enraizamiento, la
respiración y la vibración.
Si continuamos con el símil del experimento de Newton en el que la luz se
descompone en colores, “este camino” sería el proceso en el que colocamos un
segundo prisma de manera invertida, para que la luz blanca original vuelva a
aparecer.

ENEATIPO 1
Tiene como fijación el perfeccionismo, que no es más que corregir la realidad para
que se ajuste a su manera de verla. La pasión es la ira que es un estado interno que
contrapone como piensan que deberían de ser y como se sienten que son. Un rencor
hacia sí mismos que nace de la envidia de no poder ser espontáneos con los demás.
ENEATIPO 2
Tiene como fijación la adulación o falso amor. Tienen la vivencia de que tienen
mucho amor que ofrecer encubriendo su propia necesidad. La pasión es
el orgullo por el que engrandecen su propia imagen porque en el fondo consideran
que no son dignos de amor.

ENEATIPO 3
Tiene como fijación el engaño: sustituyen sus propios deseos y emociones por los
que deberían tener en función de la imagen que  desean dar. La pasión es
la vanidad: vivir a través de los ojos de los demás.

CARÁCTER PSICOPÁTICO HISTERICO ¿CUÁL ES SU ORIGEN? ¿CUÁL ES SU


HERIDA? ¿CÓMO ES SU CUERPO? EL PROCESO TERAPÉUTICO
Vamos a profundizar en el eneatipo 3, que desde la caracterología bioenergética se
corresponde con el carácter psicopático de estructura histérica (frente al psicopático
obsesivo que se corresponde con el eneatipo 6): conocer acerca de su origen o
etiología, saber de su herida original, cuáles son los rasgos corporales más comunes
y, los puntos críticos a abordar en el proceso terapéutico desde una perspectiva 
bioenergética  integrativa que nuestro equipo propone. El carácter psicopático hace
referencia a un carácter abocado a la acción compulsiva. Esta acción puede ser
interna o externa. Se fija en la fase fálica del desarrollo (que abarca
aproximadamente desde los dos años y medio hasta los tres y medio o cuatro) en la
que se persigue la búsqueda de la independencia. Se inicia el movimiento edípico
(el niño trata de encontrar su lugar en la familia, tanto entre ambos progenitores
como entre sus hermanos),  un entrenamiento para que el niño pueda proyectarse en
lo social, y por ende, entra en juego la función padre que facilita el comienzo de la
separación de la función madre. Para que este movimiento se desarrolle con
normalidad la madre tiene que retirarse e investir de autoridad al padre. Por parte de
la madre se inicia un leve duelo (igual que tras el parto) como motivo de la pequeña
separación que se inicia y que da lugar a que entre la función padre en la vida del
niño.
Si uno de los padres tiene un déficit de insatisfacción narcisística colocará en el hijo
la necesidad de sus deseos. El hijo será seducido e inhibirá o postergará
indefinidamente sus deseos para satisfacer los del padre o madre seductor. Esta
seducción se apoya en un si me haces caso te quiero, si no, no. Como figura
complementaria a la seductora aparece la figura de identificación en la que
establezco una alianza inconsciente de asemejarme a ella para evitar un riesgo de
agresión (identificación con el agresor).
La introyección del niñ@ es: “no es suficiente y tienes que esforzarte más”. El
mecanismo de defensa es la identificación en la que hago mía la imagen que me
proyectas. La imagen es el fin en sí mismo. El eneatipo 3 juega el deseo del otro y
no está seguro de tener el éxito suficiente. Hay una profunda insatisfacción pues
nunca cumplen sus verdaderos deseos y están pendientes de las expectativas
foráneas. Muy apegado a la imagen de éxito.
Hay una distorsión en la confusión de ternura con debilidad. Si soy débil vuelvo a
ser manipulado, seducido y pierdo mi independencia. Por ello, necesita obtener un
lugar de poder, mantener la exigencia en el logro y controlar tanto a sí mismo, como
a las situaciones que se producen a su alrededor. Esto lo realizará desde la seducción
a través de la manipulación del deseo del otro.  Por otro lado, hay un miedo a
hacerse independientes y libres. Miedo a quedar en el vacío: no hay personas a las
que satisfacer.

La herida nuclear de este eneatipo es el sentimiento de fracaso que queda en su


interior  al sentir que lo que ellos son no tiene valor ninguno, que no han sido
suficientes como persona para ser merecedoras de amor. Sienten que su único valor
deriva de la imagen que ofrecen y de sus logros. Sus deseos y logros genuinos
fueron descalificados o no tenidos en cuenta, y ellos fueron seducidos y
manipulados para que se pusiesen en función de satisfacer los deseos y obtener los
logros que satisfacían los ideales de uno o ambos progenitores, generalmente el de
sexo opuesto (aunque no siempre) sintiéndose sólo valorados por dichos logros. Por
ello su sensación de yo reside en el reflejo en los ojos del otro, subordinando la
experiencia interior a los logros externos, consecuencia de haberse tenido que
identificar con los deseos del progenitor seductor para así sentirse valorados.
El cuerpo se defiende de esta experiencia dolorosa con una estructura en la que hay
un  desplazamiento energético hacia la cabeza desde el diafragma. El tórax, la
cabeza y los brazos están más energetizados que el resto del cuerpo.
Llama la atención la mirada: es una mirada inquietante, escrutadora y controladora.
Pone límite, marca distancia (mantenerte por debajo) hasta que sienten que tienen la
situación controlada, entonces puede cambiar la expresión hacia una mirada
seductora o hacia el amedrentamiento en caso contrario. Es una mirada enfriada que
pretende controlar la propia emocionalidad. La consecuencia de la actitud de
vigilancia (detectar competidores o los que se fijan en mí) con la mirada, hace que
haya grandes tensiones en los músculos de la nuca (dificultades en relajar el cuello).
La cara, con frecuencia suele tener los rasgos más bien duros y fríos, aunque sean
bellos, salvo en el subtipo de conservación que tienen una expresión más blanda,
redonda y tierna. En general tiene un aire de “firme decisión parada” bien sea hacía
la hostilidad o hacía la seducción, que nos predispone a estar a la expectativa ante
ellos. Músculos maseteros duros (contención emocional).
La mayor diferencia con otras estructuras es que la energía está del diafragma hacia
arriba y poco hacia abajo. La cintura escapular, brazos, hombros más desarrollados
que las piernas.

Se da la respiración paradójica: inspira hinchando el pecho y elevando los


hombros  a la vez que elevan el diafragma y contraen el abdomen. Queda un hueco y
el tórax hinchado.
Pelvis más estrecha que los hombros, pero eso no quiere decir que la pelvis sea
estrecha. Tórax duro, acostumbrado a mantener las emociones (casi tanto como el
masoquista). Brazos suficientemente musculados en comparación con las piernas
(capacitadas para carrera, salto).
Gran déficit de arraigamiento. La energía está arriba. También porque hay una
zona de mayor tensión en las corvas y parte posterior de la pierna. Tendencia a
levantar las piernas al golpear (pierde fuerza). Tensiones en la parte posterior de la
espalda (posición rígida para poder observar). Nalgas apretadas. Tendencia a
contenerse, apretarse.
Diafragma elevado y tenso con dificultad para inspiraciones profundas. Las
necesidades están desafectivizadas.
Se da la frigidez y eyaculación precoz con más frecuencia que en otros caracteres.
En un proceso de psicoterapia corporal integrativa bioenergética con personas
que “funcionan” de esta manera nunca hay que atacar las defensas de frente. Esto
es una regla general, pero en el caso del paciente psicopático es para casi tener un
poster en el despacho para recordarlo en todo momento. Al abordar directamente las
resistencias se moviliza angustia paralizante, cobardía. Hay que tratar de ponerle en
contacto en todo momento con el sentimiento y con la emoción para que vaya
tomando contacto con la ternura hacia sí mismo. El otro punto nuclear es que vaya
tomando conciencia de sus proyecciones y referencias que hace sobre los demás. La
duda sanadora, la duda de la duda compulsiva sobre la certeza proyectiva. Pero
sobre todas las cosas conseguir que discrimine entre ternura y debilidad, eso es
lo más esencial.  Tener en cuenta que son personas que se colocarán muy a la
defensiva desde la racionalización, planteando la duda constantemente.
Trabajar piernas y arraigamiento junto con el contacto emocional. Si se da la
respiración paradójica típica de este carácter, debemos centrarnos en la relajación
del diafragma hasta recuperar el movimiento respiratorio natural.
Otro punto nuclear es el miedo al vacío, con sus derivados de pérdida de control,
debilidades, límites, rendición. Tarde o temprano se enfrentarán a esta sensación de
que detrás de la imagen no hay nada (por eso prefieren que antes que no haya nada
que haya angustia). Ahí es cuando empiezan a aparecer contenidos fantaseados de
angustia con síntomas fóbicos, es cuando suelen aparecer en la terapia los síntomas
agorafóbicos. El psicopático histérico es muy agorafóbico. Es el miedo a caerse,
miedo a marearse, miedo a perder el control en definitiva.  Ese es uno de los
momentos críticos de la terapia, con posibilidad de descalificación y abandono. En
éste momento es necesario el apoyo explícito del terapeuta, y evitar que a la angustia
ante el vacío se le pongan contenidos fantaseados: miedo a la muerte, a la locura, a
la desgracia, etc. Todos esos contenidos fantaseados vienen a desviar de su objetivo
y de su sentido a la angustia ante el vacío de ser que hay detrás de la imagen. Detrás
de la imagen de auténticos está su ser autentico, a ese ser es al que le tienen miedo,
no al vacío.
La rebeldía hacia fuera es minúscula si lo comparamos con la interna. Lo que frena
el proceso y el crecimiento es la rebeldía contra uno mismo. El calvario del
psicopático es estar en contacto consigo mismo. Al desapegarse del carácter en el
proceso llega la sensación de vacío.
Es necesario tener en cuenta que en los subtipos obsesivos es más aparente que en
los histéricos el juego de doble cara. Tienen una cara social y una cara familiar.
Personas que familiarmente son retraídas, autoritarias, despóticas, etc. y socialmente
todo lo contrario. Son personas que parecen estar abiertas y que suelen ser
complacientes hacía fuera, pero tiranos hacía dentro, lo mismo que hacen consigo.
Suelen ser excelentes amantes, pero no tan buenos como pareja estable, y mucho
menos si hay contrato matrimonial. Ese juego de doble cara es muy frecuente, una
cara  para adentro y otra cara para afuera; es nuclear en la situación traumática
original. Sin embargo, generalmente hay lealtad hacía la pareja en el hombre y
fidelidad en la mujer, como expresión del conflicto edípico y del machismo y
feminismo cultural.

La actitud de duda compulsiva les coloca generalmente en la situación del cazador


cazado. Primeramente con su radar controlador detectan a las personas que sienten
que pueden estar interesadas en ellos, según la circunstancia del momento;
seguidamente intuyen que puede esperar esa persona de ellos, y se lo ofrecen desde
una actitud seductora: se dejan seducir mientras creen que seducen. De este modo,
mantiene la fantasía de haber sido ellos los que han seducido cuando en realidad se
han puesto a disposición de su presunta víctima. Tomar consciencia de la trampa de
este mecanismo, lo que resulta relativamente fácil en terapia, supone para ellos,
además de una sorpresa, un cambio en su actitud y en la consideración de sí que
contrarresta su tendencia a la racionalización constante de sus emociones. Es una de
las defensas que viene bien desmontar cuanto antes porque facilita
considerablemente el proceso.
A tener en cuenta en el trayecto terapéutico las siguientes dificultades:

 El juego de la seducción: “Si lo que te digo no te va a gustar…”


 Necesidad de reconocimiento que pasa por no defraudar al terapeuta.
 Delegan la responsabilidad en el terapeuta: “¿Qué debo hacer para…?
 Parecer especiales e interesantes
 “Niños buenos” que no confrontan y no muestran al “niño malo”.
 Dificultad en contactar con las sensaciones corporales y las
emociones.
 Comunicar para confirmar afuera lo que no puedo confirmar dentro de
mí.
 La eficacia: el objetivo que nos ciega.
El darse cuenta no asegura la sanación, ya que “San Acción” requiere de acción. A
Dios rogando y con el mazo dando.

ENEATIPO 4 
Tiene como fijación la insatisfacción: dar intensidad al sufrimiento porque es lo que
les da sensación de ser. La pasión es la envidia: doloroso sentimiento de carencia y
ansia por aquello que les falta y suponen que los demás tienen.

CARÁCTER ORAL ¿Cuál es su origen? ¿Cuál es su herida? ¿Cómo es su cuerpo? EL


PROCESO TERAPÉUTICO

Vamos a profundizar en el eneatipo 4 que desde la bioenergética se corresponde con


el carácter oral: conocer acerca de su origen o etiología, saber de su herida original,
cuáles son los rasgos corporales más comunes, y los puntos críticos a abordar en el
proceso terapéutico desde el abordaje bioenergético  integrativo que nuestro equipo
propone. Semanalmente iremos publicando sobre estos mismos puntos para cada
uno de los eneatipos.
El carácter oral se fija en la fase oral del desarrollo, que se prolonga desde el final
del tercer mes de vida hasta el año y medio. En esta etapa pasará de sentirse el
centro del universo (fusionado como estaba con la madre a la que no diferenciaba de
sí mismo) a darse cuenta de que depende de otra persona ajena y externa a él. Esto
supondrá evolucionar desde el sentimiento de que todas sus necesidades han de ser
satisfechas inmediatamente, sin tolerancia a la frustración, hasta ir asumiendo que
depende de otro, que aunque lo cuide y alimente, también será fuente de dolorosas
frustraciones. Frustraciones que van desde la postergación en la satisfacción de sus
necesidades hasta la percepción de sí mismo de no encontrarse en el centro del
mundo. Así aprenderá a verse como un ser dependiente, y pasará a ver como la
madre empieza a atenderle cuando ella lo decida y no cuando él lo necesite o quiera.
Es este el momento cuando comienza a desarrollarse y a arraigarse el sentimiento
básico de confianza en el medio y en la propia identidad.
En esta época el niño no dispone de un sistema que neutralice o contenga la angustia
originada por las experiencias frustrantes. Cuando siente displacer el bebé llora y
patalea, y si no se le satisface esta sensación empieza a vivirse como angustia. La
percepción de la angustia como falta de satisfacción dependerá de que la frustración
sea lo suficientemente intensa y duradera, ya que continuará llorando hasta que se le
satisfaga o se le consuele, o bien hasta que se agote y se deprima como mecanismo
de defensa.

Si bien en un principio los estados displacenteros son vividos como ocasionados por
él mismo, más adelante los relacionará con la madre, también percibida como parte
de sí mismo, por lo que introyectará (la introyección es un mecanismo de defensa
psicoemocional por el que se incluyen como propias cualidades inherentes a otras
personas que se perciben como origen de displacer. Su función en el núcleo del
carácter oral es defender al “yo” de la angustia de sentir el deseo de destrucción del
objeto del cual depende: la madre) a la madre hostil, que no le ha proporcionado
satisfacción en el momento de su demanda. La introyección de una madre que nutra
estará condicionada por la posibilidad del niño de ver reconocida su necesidad por
parte de esta, es decir, que el niño pueda comprobar que cuando siente una
necesidad esta se ve satisfecha de forma más o menos satisfactoria.

Cuando la energía empleada en la demanda se ve frustrada más de lo tolerable (por


su intensidad o duración), esta demanda agresiva (sana) se convierte en una
exigencia de satisfacción (que puede ser inadecuada o desmedida). Cuando esta
satisfacción de la demanda es tan duradera y repetida que lleva al niño al
agotamiento físico, este se deprime energéticamente, y acaba llegando a la
conclusión de que sus esfuerzos por demandar lo que necesita son inútiles o poco
eficaces. Esto le llevará a percibirse como carente de valor para la persona de la que
depende, e irá cayendo en una situación depresiva energética y emocional, al perder
la autovaloración amorosa de sí mismo, al no poder establecer un contacto tierno
con sus sensaciones.

Así, al acumular experiencias de fracaso y angustia, su componente agresivo perderá


su papel original (satisfacer su necesidad), y parte de esta agresividad se dirigirá
hacia sí mismo, que es quien siente las tensiones de las necesidades no satisfechas, y
como todavía no se distingue del mundo externo, sentirá rabia contra sí mismo al
percibirse como origen de su tensión, de su frustración y de su incapacidad para
autosatisfacerse.

A medida que se da cuenta de que la fuente de insatisfacción es ajena a él, parte de


esta hostilidad se dirigirá a la madre. Si esta hostilidad es muy intensa, puede llegar
a sentir odio hacia la madre (o necesidad de destruir a quien necesita), de modo que
se verá atrapado en la angustiante experiencia de necesitar a la madre y el deseo de
destruirla. Este odio se convertirá, para no destruir realmente a la madre, en una
agresión hostil sádica que frustrará a la madre. Castigará a la madre negándole el
amor. Estos sentimientos acabarán siendo introyectados, de modo que el amor que
se le negaba a la madre, se lo acaban negando también a ellos mismos.

Es un carácter desenergetizado por el insuficiente contacto tierno consigo mismo, es


decir la energía ya no se utiliza para detectar la necesidad, pues esto es origen de
displacer. Por otro lado, la energía agresiva (para conseguir lo que quiere), también
está inmovilizada conteniendo su propia hostilidad. En consecuencia tendrán poca
energía disponible para atenderse ellos mismos. Esta desenergetización ocasiona en
este carácter una permanente sensación de vacío y un sentimiento crónico de
carencia. Además está obstaculizada su capacidad para retener los estímulos
energetizantes que provengan del exterior, y en consecuencia su demanda será
constante y voraz, sin que puedan llegar nunca a sentirse satisfechos. Esta
dificultad para retener lo que reciben es la base energética de la envidia.
La herida original de este eneatipo es la sensación de haber sido abandonado
debido a que en la relación con la madre sólo hubo un contacto formal y superficial
con un déficit importante en el vínculo amoroso y tierno. Queda una sensación de
carencia que se vive cómo si faltase la propia esencia y un gran anhelo de volverse a
conectar con ella, de volver a establecer el vínculo amoroso con su origen.
El cuerpo se defiende de esta experiencia dolorosa sin presentar grandes tensiones
ni contracturas musculares salvo en zonas muy concretas como el diafragma, las
piernas, la región interescapular y las mandíbulas.
En general, el cuerpo es delgado, estrecho y longilíneo y la musculatura es flácida
(poco marcada, no fofa). La piel es pálida y húmeda (no cetrina y seca como el
esquizoide).

De cara melancólica a cara con franca hostilidad (puede variar). Siempre hay un
matiz de sufrimiento. La mirada es demandante e invita a la compasión y al mismo
tiempo presenta un punto de desconfianza. Como si la mirada triste fuese un
señuelo. Los ojos pueden ser saltones. La cabeza suele presentarse adelantada: el
movimiento se inicia desde ahí. Los músculos maseteros hipertrofiados (contacto
con la rabia y la pena) y bloqueados en tensión. Si no se notan es porque están más
desconectados de la rabia y la pena.

La cintura escapular descarnada, no invita a reposar la cabeza. Brazos débiles que


cuelgan y manos estrechas y finas para compensar la dificultad de retención. El
tórax estrecho o poco desarrollado: déficit de ventilación, respira poco. El diafragma
bloqueado en un nivel más bajo de lo normal. Las vísceras comprimidas hacia abajo:
barriguita redondita.

Piernas débiles, poco aptas para el movimiento y sobre todo para estar de pie quieto.
Tendencia a poner las piernas rígidas. Se apoyan en los talones y se desequilibran
con facilidad. Tendencia a pie con poco arco plantar agarrándose al suelo con los
dedos para compensar su centro de gravedad desplazado hacia atrás.

En un proceso de psicoterapia corporal integrativa bioenergética con personas


que “funcionan” de esta manera hay que establecer límites claros, precisos y
mantenidos (ponerlos con mucho cariño). Tienden a saltárselos. Mucho ojo con la
relación simbiótica que establecen con el terapeuta.
Bioenergéticamente hay que trabajar el arraigamiento y la energetización. El
arraigamiento de pie lo toleran mal (en grupo mejor por su competitividad), tienden
a quejarse. Hacer arraigamiento tumbado o sentado (talones un poco levantados) y
poco a poco y desde ahí, al arraigamiento de pie. Hay que tener cuidado, ir despacio,
pidiendo permiso. Es fácil que si no entren en angustia y abandonen la terapia o
entren en una resistencia pasiva refugiándose en actitudes sadomasoquistas que
harán de la terapia un lugar de frustración constante, tanto para el paciente como
para el terapeuta. Al energetizar y arraigar se podrá tolerar la movilización de
angustia que se dé a lo largo del proceso terapéutico. El cansancio corporal les
genera angustia.

El arraigamiento tumbado facilita las regresiones. Valorar lo positivo. No rebatir. No


prestar atención a lo negativo. Al movilizar energía aparecen emociones y podemos
trabajarlas. La respiración es muy importante (simplemente poniendo la mano en el
pecho es fácil que vengan emociones) para arraigar a la persona  y energetizarla.

Trabajar segmentos oral y cervical. Todo este grupo funcional que comprende
músculos de estos segmentos, constituyen la zona funcional más importante en la
percepción sensorial de la rabia, necesaria para preparar la reacción de protesta y
defensa, que luego se extiende a los brazos y mandíbulas como órganos para su
expresión. Si se da la expresión, la zona vuelve a la relajación tras la tensión de
alerta. Cuando hay contacto con la rabia y no se expresa (contención) no se llega a la
relajación y la tensión va siendo crónicamente acumulada. Esta tensión provoca en
un principio dolor, pero al estar crónicamente mantenida va produciendo un
cansancio fibrilar que deja la zona insensible a la excitación que acompaña a la
emoción de rabia. Como mecanismo de inhibición y contención del genuino impulso
de agresión rabiosa, y de la emoción de pena que acompaña a esta necesidad de
contención, la intensidad de este bloqueo estará en relación directa con la
importancia del componente masoquista propio de cada desarrollo individual. Por
ello es eficaz comenzar una psicoterapia en el carácter oral, dándole al
componente masoquista la importancia que tiene y atendiéndolo desde el
inicio, incluso con masajes en esta zona que, aunque pueden resultar dolorosos, son
siempre muy liberadores y facilitadores, ya que irán en la dirección de disolver la
primera y una de las más importantes resistencias a la psicoterapia, siempre y
cuando trabajemos paralelamente el desarrollo del arraigamiento, trabajo prioritario
en el carácter oral.
Descalifican al terapeuta: “No me comprendes”, “No me das lo suficiente”
(hostilidad activa hacia la madre). Es importante que aparezca la transferencia
negativa. En un principio usa la transferencia positiva que va a evitar el proceso de
terapia. Hay que evitar esa escucha. Esta transferencia negativa hay que asumirla y
no devolverla. No es algo personal.

No entrar en la descalificación de lo que dicen. Podrán ser dramáticos, pero el


sufrimiento es real. Hay que contenerlo. Son frecuentes estados de ansiedad y
angustia. Hay que ser contenedor y empatizar con su sufrimiento para ver las causas
y que se ponga en contacto con eso. Lo que ayer contaron blanco, hoy es negro. El
paciente de entrada pide empatía. Si hay un cuestionamiento rápido lo normal es que
no vuelvan. Hay que contener la angustia. A menudo empiezan a contar cuando
faltan 10 minutos para terminar la sesión (búsqueda de sitio de privilegio). Por
ejemplo, poder decirle que si está muy apurado en dos días le puedes dar cita.
La transferencia negativa es muy importante (relación con la madre). Hay que tener
cuidado y poner atención porque puede no ser el  momento para trabajarla en el
momento en que aparece. Si no está claro el vínculo terapéutico mejor apuntarlo y
decirlo en otro momento (sesiones más adelante). El carácter oral no ha roto la
simbiosis con la madre. La figura del padre es rescatadora. La madre está idealizada
y el padre en bronca. Esto cambia a lo largo de la terapia. Si por ejemplo fuera un
maltratador hay que colocarle en su sitio. Es frecuente la ausencia de figuras.

Cuando el oral se da cuenta de la importancia de sus sentimientos de envidia, su


proceso terapéutico da un cambio cualitativo que rápidamente alivia las tormentosas
relaciones, beneficiándose ellos, los demás, y el propio proceso terapéutico que
queda considerablemente dinamizado. Recordar que su virtud es la
ECUANIMIDAD. No sólo con ellos, sino hacia afuera.
ENEATIPO 5
Tiene como fijación el desapego patológico: preferencia por vivir con poco,
minimizar sus necesidades y distanciarse de los demás. La pasión es
la avaricia: incapacidad de darse y compartirse en cualquier aspecto.

CARÁCTER ESQUIZOIDE ¿Cuál es su origen? ¿Cuál es su herida? ¿Cómo es su cuerpo?


EL PROCESO TERAPÉUTICO

Vamos a profundizar en el eneatipo 5 (que desde la bioenergética se corresponde


con el carácter esquizoide): conocer acerca de su origen o etiología, saber de su
herida original, cuáles son los rasgos corporales más comunes, y los puntos críticos
a abordar en el proceso terapéutico desde el abordaje bioenergético  integrativo que
nuestro equipo propone. Semanalmente iremos publicando sobre estos mismos
puntos para cada uno de los eneatipos.
El carácter esquizoide se fija en la fase preoral del desarrollo que se corresponde con
los tres primeros meses de vida del bebé. Para un desarrollo satisfactorio debe de
arraigarse el sentimiento básico de confianza en la existencia (SBCE).
En esta fase sólo disponemos del reflejo de succión para alimentarnos y las únicas
percepciones son las de nuestro sistema sensitivo, ya que no hay madurez de la
corteza cerebral y por tanto no hay proceso cognitivo. El mundo exterior no existe y
somos uno en un universo ilimitado, por lo que no hay conciencia del “aquí”. Este
sistema sensitivo nos informa de estados displacenteros (hambre, frío, dolor, sed…)
y por tanto de cuando nos separamos de un contacto plácido con nosotros mismos.
Si estas interrupciones son intensas y continuadas habrá una distorsión y un déficit
en el SBCE.
El niño viene al mundo en un momento en el que la madre no es capaz de ofrecerle
un contacto tierno ya que en ese momento tiene congelada su capacidad amorosa. La
hostilidad no tiene por qué estar dirigida al bebé, pero está presente en la vida de la
madre puede que incluso durante el embarazo. Puede presentarse de diversas
maneras: hostilidad en forma de odio (los componentes tiernos están congelados y
hay un deseo de destrucción del objeto de deseo),  estados depresivos de moderada
intensidad con pensamientos y sentimientos de muerte (sin autolisis), situaciones
momentáneas conflictivas que den lugar a estados de irritabilidad… La madre no
atenderá satisfactoriamente a su hijo e incluso lo vivirá como un estorbo. Si la
congelación del sentimiento amoroso de la madre deriva de su estructura caracterial
el conflicto será mayor pues no habrá conciencia por parte de la madre de que el
sentimiento proviene de ella.
Por tanto, en el momento en que el bebé manifiesta su necesidad, a fin de que ésta
sea satisfecha, sentirá un intenso displacer producido por el estado emocional de la
madre. Dicho de otro modo, al tiempo que satisface una necesidad básica, percibe
como su vivencia de existir se ve interrumpida, quedando fijada una experiencia de
displacer en vez de satisfacción, al ser ésta sensorialmente mucho más intensa.
Por eso en el carácter esquizoide la satisfacción de las necesidades va ligada a
una intuición sensitiva de amenaza a la existencia. A esta edad, este peligro no lo
puede todavía ubicar en el mundo exterior, y por tanto, procederá de él mismo. Por
eso la defensa se organizará de la siguiente manera: si cuando siente la necesidad y
pide se siente profundamente alterado, su energía se dispone para disminuir la
sensación de necesidad y para disminuir la intensidad de la demanda, quedando
la energía disponible pulsando como sensación de angustia.
La herida original de este eneatipo es haberse sentido invadido por los sentimientos
hostiles del mundo externo/madre al mismo tiempo que eran satisfechas sus
necesidades básicas elementales. Ante esta amenaza el recurso es volverse
emocionalmente invisible para la madre. El problema es que en esa etapa del
desarrollo no hay una diferenciación entre la madre y él mismo, y por ello pierde el
contacto y la sensación de su propia realidad. Se aísla para sobrevivir, pero se aísla
incluso de sí mismo.
La experiencia del eneatipo 5 sería: Sé que soy porque me pienso en la experiencia
de lo que ocurre a mi alrededor, pero el mundo exterior no es ni interesante ni
acogedor; por tanto sólo me dejaré sentir las experiencias internas que yo controle y
comprenda intelectualmente de forma suficiente. Buscaré experiencias intelectuales
por mí mismo y las controlaré.
El cuerpo también se prepara para defenderse de esta experiencia dolorosa. En
general todo el cuerpo del esquizoide está sometido a un estado de tensión
importante, de tal manera que su musculatura está contraída y su relieve resulta
fácilmente perceptible a la piel, siendo su tacto fibroso.
Se establecen bloqueos fuertes en el cuello (no procesa lo que necesita), en el fondo
de la nuca. Bloqueo en  la mirada (cuando menos hay temor). Ojos abiertos,
diafragma elevado (bloqueado en un movimiento de espiración forzada) con un
corte importante (para no sentir), cabeza hacia atrás (cuanta más patología más
evidente) como cuando recibes un susto.
El bloqueo en las articulaciones dificulta que la energía fluya hacia los extremos del
cuerpo, así se limita el riesgo que implica la posibilidad de entrar en contacto y de
percibirlo, y se puede controlar mejor. Procuran no entrar en contacto físico, pero
aunque entren tienen dificultad para percibirlo sensitiva y emocionalmente.
En un proceso de psicoterapia corporal integrativa bioenergética con personas
que “funcionan” de esta manera es importante que aquello que expresan o
manifiestan se transforme en emociones o sensaciones. Incluso desde lo obvio:
¿Cómo vienes en manga corta con el frío que hace? Hay que llevarle a la
experiencia porque eso es lo que evita. Que se comparta con el terapeuta y para ello
es muy importante que el terapeuta esté. Si no, hará una terapia de “como si”.
Tienen que entender que la confianza incondicional no existe. La manera más
común de establecer una relación afectiva, pero racionalizada, es mantener a la otra
persona en una posición idealizada de poder intelectual, pero a medida que
empiezan a desidealizar la situación y la relación empieza a ser real, se retiran, al
menos emocionalmente. A medida que van tomando consciencia de que no se da la
incondicionalidad cómo ellos la necesitan, contactan con el miedo al riesgo de ser
invadidos. Este miedo, a su vez, pone en peligro el precario contacto que mantienen
consigo mismos, porque evoca la situación original de interrupción de su sensación
de intimidad. Ante la frustración de su anhelo de confianza, no reaccionan con una
expresión agresiva, sino con una inhibición de la agresión y retirada de los afectos
hacia una posición de frialdad emocional: se desconectan emocionalmente. Este
movimiento es muy importante en psicoterapia, puesto que de él depende que se
establezca y mantenga el vínculo con el terapeuta.
Un mal trabajo terapéutico con un esquizoide es transformar su dificultad para el
movimiento agresivo (ir hacia) en sacar la agresividad desde el componente hostil
del odio. Esto es un riesgo, ya que por un lado habrá que acompañarlo hacia la no
retirada contactando con lo “agresivo” pero con cuidado de no dejarlo en un odio
permanente.
A los anillos de tensión alrededor del tobillo y la muñeca, hay que prestarles
especial atención durante la psicoterapia corporal. De la disolución de este bloqueo
van a depender las posibilidades de arraigamiento en el tipo esquizoide, y por tanto
de su capacidad para contactar con la realidad e intervenir en ella. A medida que
vamos resolviendo este bloqueo, la energía del subimpulso agresivo (satisfacer la
necesidad) fluye hacia los pies, aumentando su temperatura y adquiriendo mejor
coloración: es un cambio tan notable, que tiene inmediatas consecuencias en la vida
de relación de estas personas.
¿Cómo procesa el eneatipo 5 la reacción de su auditorio, en el que él realmente está
poco interesado?: “Evidentemente no merece la pena el esfuerzo que hago para
comunicar mis ideas; ellos no están a la altura, no merecen la pena. Lo que yo les
tengo que contar no les interesa porque no están a la suficiente altura intelectual”.
Posteriormente, con el devenir de la psicoterapia, serán ellos los que comprendan
que no se bajan al nivel necesario para que su auditorio se pueda interesar. Este
proceso implica un pasaje de autodescalificación que hay que cuidar delicadamente.
El padre es una figura que durante el proceso de psicoterapia hay que reconstruir.
No se trata de que haya desaparecido, o que haya sido negado, pero sí que hay una
carencia de presencia emocional tan importante que hace necesaria su
reconstrucción, no sólo su reelaboración. En el adulto, esta falta en la función padre
se manifiesta por la desconfianza que los esquizoides (eneatipo 5) tienen en su
capacidad para poner límites. Por ello “optan” por ponerlos amplia, indiscriminada e
innecesariamente: no teniendo clara percepción de “hasta donde sí y hasta donde no”
es bueno para ellos.
Al ser la función padre la que canaliza y limita la función del subimpulso agresivo
(satisfacción de su necesidad), y resultar operativamente tan deficiente, el esquizoide
será una persona que teniendo tantas limitaciones en la vida relacional, racionaliza
su infantil sentimiento íntimo de omnipotencia. Una omnipotencia intelectual como
defensa para contener la angustia, derivada del casi total fracaso del subimpulso
tierno (darme cuenta de mi necesidad) para arraigar el sentimiento de confianza
básico en su existencia, y del agresivo para buscar contención, apoyos y
satisfacciones fuera.

ENEATIPO 6 
Tiene como fijación la acusación: defecto cognitivo desarrollado a causa del miedo
y que justifica vivir el mundo como enemigo y en estado de alerta. La pasión es
el miedo o la cobardía: miedo a manifestarse tal cual es, actitud de autoinhibición o
temeraria por desconfiar en sus propias capacidades, confundir el valor con la
valentía.

ENEATIPO 6 – CARÁCTER PSICOPÁTICO OBSESIVO ¿CUÁL ES SU ORIGEN?


¿CUÁL ES SU HERIDA? ¿CÓMO ES SU CUERPO? EL PROCESO TERAPÉUTICO
Vamos a profundizar en el eneatipo 6, que desde la caracterología bioenergética se
corresponde con el carácter psicopático de estructura obsesiva (frente al psicopático
histérico que se corresponde con el eneatipo 3): conocer acerca de su origen o
etiología, saber de su herida original, cuáles son los rasgos corporales más comunes
y, los puntos críticos a abordar en el proceso terapéutico desde una perspectiva 
bioenergética  integrativa que nuestro equipo propone.
El carácter psicopático hace referencia a un carácter abocado a la acción
compulsiva. Esta acción puede ser interna o externa. Se fija en la fase fálica del
desarrollo (que abarca aproximadamente desde los dos años y medio hasta los tres y
medio o cuatro) en la que se persigue la búsqueda de la independencia. Se inicia el
movimiento edípico (el niño trata de encontrar su lugar en la familia, tanto entre
ambos progenitores como entre sus hermanos),  un entrenamiento para que el niño
pueda proyectarse en lo social, y por ende, entra en juego la función padre que
facilita el comienzo de la separación de la función madre. Para que este movimiento
se desarrolle con normalidad la madre tiene que retirarse e investir de autoridad al
padre. Por parte de la madre se inicia un leve duelo (igual que tras el parto) como
motivo de la pequeña separación que se inicia y que da lugar a que entre la función
padre en la vida del niño.
Si uno de los padres tiene un déficit de insatisfacción narcisística colocará en el hijo
la necesidad de sus deseos. El hijo será seducido e inhibirá o postergará
indefinidamente sus deseos para satisfacer los del padre o madre seductor. Esta
seducción se apoya en un si me haces caso te quiero, si no, no. Como figura
complementaria a la seductora aparece la figura de identificación en la que
establezco una alianza inconsciente de asemejarme a ella para evitar un riesgo de
agresión (identificación con el agresor).

La introyección del niñ@ es: “por más que te esfuerces eres incapaz de hacerlo
mejor”, “nunca lo haces suficientemente bien” o “siempre lo haces mal”. Desde la
incorporación de estos mensajes al inconsciente del niñ@ su esfuerzo estará
centrado en no ser descalificado. El mecanismo de defensa es la proyección, con la
que pone en el otro cualidades, sentimientos, actitudes o/y deseos que no reconoce o
que rechaza de sí mismo, tanto buenos como malos, y reacciona ante ellas. Se
produce una proyección de la hostilidad (“tú no vales”) ya que las amenazas internas
se interpretan como externas y nunca se está seguro de que las decisiones adoptadas
sean las mejores para evitar la amenaza que suponen. El eneatipo 6 compite por el
poder con el otro y no está seguro de tener el poder necesario. Hay una profunda
insatisfacción pues nunca cumplen sus verdaderos deseos y están pendientes de las
expectativas foráneas. Muy apegado a la imagen a través del temor que siente.
Hay una distorsión en la confusión de ternura con debilidad. Si soy débil vuelvo a
ser manipulado, seducido y pierdo mi independencia. Por ello, necesita obtener un
lugar de poder, mantener la exigencia en el logro y controlar tanto a sí mismo, como
a las situaciones que se producen a su alrededor. Esto lo realizará ejerciendo la
fuerza mediante  la manipulación del poder directo: asustar a los demás para
mantenerlos alejados (aspecto físico o/y mirada retadora o/y tipo de discurso o/y voz
bronca…) y si aún así pasan la barrera de seguridad, que lo hagan sobrecogidos, en
inferioridad, asustados. Pero además del tipo “ogro” que amedrenta con un aspecto
amenazador, también lo puede hacer con una belleza y sexualidad exuberante y
potente, o con una eficiencia y calidez excesiva difícil de igualar por otro
competidor. Por otro lado, hay un miedo a hacerse independientes y libres. Miedo a
quedar en el vacío: “no hay personas que me amenacen”.
La herida nuclear de este eneatipo proviene de haberse desarrollado en un
ambiente vivido como amenazante o imprevisible, en el que no puede confiar, de
modo que construye su realidad alrededor de la alarma reactiva y de la ansiedad por
la supervivencia. En esta situación cualquier contenido interior es sometido a
sospecha, desechado por la mente y privado de vida. Es una forma de
autocastración, de autoinhibición ante el miedo inconsciente al daño físico o
emocional, o la pérdida de poder en manos de una figura autoritaria.
El cuerpo se defiende de esta experiencia dolorosa con una estructura en la que hay
un  desplazamiento energético hacia la cabeza desde el diafragma. El tórax, la
cabeza y los brazos están más energetizados que el resto del cuerpo.
Llama la atención la mirada: es una mirada inquietante, escrutadora y controladora.
Pone límite, marca distancia (mantenerte por debajo) hasta que sienten que tienen la
situación controlada, entonces puede cambiar la expresión hacia una mirada
seductora o hacia el amedrentamiento en caso contrario. Es una mirada enfriada que
pretende controlar la propia emocionalidad. La consecuencia de la actitud de
vigilancia (detectar competidores o los que se fijan en mí) con la mirada, hace que
haya grandes tensiones en los músculos de la nuca (dificultades en relajar el cuello).
La cara, con frecuencia suele tener los rasgos más bien duros y fríos, aunque sean
bellos, salvo en el subtipo de conservación que tienen una expresión más blanda,
redonda y tierna. En general tiene un aire de “firme decisión parada” bien sea hacía
la hostilidad o hacía la seducción, que nos predispone a estar a la expectativa ante
ellos. Músculos maseteros duros (contención emocional).
La mayor diferencia con otras estructuras es que la energía está del diafragma hacia
arriba y poco hacia abajo. La cintura escapular, brazos, hombros más desarrollados
que las piernas.

Se da la respiración paradójica: inspira hinchando el pecho y elevando los


hombros  a la vez que elevan el diafragma y contraen el abdomen. Queda un hueco y
el tórax hinchado.
Pelvis más estrecha que los hombros, pero eso no quiere decir que la pelvis sea
estrecha. Tórax duro, acostumbrado a mantener las emociones (casi tanto como el
masoquista). Brazos suficientemente musculados en comparación con las piernas
(capacitadas para carrera, salto).
Gran déficit de arraigamiento. La energía está arriba. También porque hay una
zona de mayor tensión en las corvas y parte posterior de la pierna. Tendencia a
levantar las piernas al golpear (pierde fuerza). Tensiones en la parte posterior de la
espalda (posición rígida para poder observar). Nalgas apretadas. Tendencia a
contenerse, apretarse.
Diafragma elevado y tenso con dificultad para inspiraciones profundas. Las
necesidades están desafectivizadas.
Se da la frigidez y eyaculación precoz con más frecuencia que en otros caracteres.
En un proceso de psicoterapia corporal integrativa bioenergética con personas
que “funcionan” de esta manera nunca hay que atacar las defensas de frente. Esto
es una regla general, pero en el caso del paciente psicopático es para casi tener un
poster en el despacho para recordarlo en todo momento. Al abordar directamente las
resistencias se moviliza angustia paralizante, cobardía. Hay que tratar de ponerle en
contacto en todo momento con el sentimiento y con la emoción para que vaya
tomando contacto con la ternura hacia sí mismo. El otro punto nuclear es que vaya
tomando conciencia de sus proyecciones y referencias que hace sobre los demás. La
duda sanadora, la duda de la duda compulsiva sobre la certeza proyectiva. Pero
sobre todas las cosas conseguir que discrimine entre ternura y debilidad, eso es
lo más esencial.  Tener en cuenta que son personas que se colocarán muy a la
defensiva desde la racionalización, planteando la duda constantemente.
Trabajar piernas y arraigamiento junto con el contacto emocional. Si se da la
respiración paradójica típica de este carácter, debemos centrarnos en la relajación
del diafragma hasta recuperar el movimiento respiratorio natural.
Otro punto nuclear es el miedo al vacío, con sus derivados de pérdida de control,
debilidades, límites, rendición. Tarde o temprano se enfrentarán a esta sensación de
que detrás de la imagen no hay nada (por eso prefieren que antes que no haya nada
que haya angustia). Ahí es cuando empiezan a aparecer contenidos fantaseados de
angustia con síntomas fóbicos. Es el miedo a caerse, miedo a marearse, miedo a
perder el control en definitiva. Ese es uno de los momentos críticos de la terapia, con
posibilidad de descalificación y abandono. En éste momento es necesario el apoyo
explícito del terapeuta, y evitar que a la angustia ante el vacío se le pongan
contenidos fantaseados: miedo a la muerte, a la locura, a la desgracia, etc. Todos
esos contenidos fantaseados vienen a desviar de su objetivo y de su sentido a la
angustia ante el vacío de ser que hay detrás de la imagen. Detrás de la imagen de
auténticos está su ser autentico, a ese ser es al que le tienen miedo, no al vacío.
La rebeldía hacia fuera es minúscula si lo comparamos con la interna. Lo que frena
el proceso y el crecimiento es la rebeldía contra uno mismo. El calvario del
psicopático es estar en contacto consigo mismo. Al desapegarse del carácter en el
proceso llega la sensación de vacío. Disolver la rebeldía para el psicopático es
alcanzar un aceptable estado de salud emocional, al comprender que es una forma
contrafóbica de la dependencia, pero dependencia al fin y al cabo: depender de algo
o alguien a quien satisfacer, o a quien rebelarse o estar en competición.
Es necesario tener en cuenta que en los subtipos obsesivos es más aparente que en
los histéricos el juego de doble cara. Tienen una cara social y una cara familiar.
Personas que familiarmente son retraídas, autoritarias, despóticas, etc. y socialmente
todo lo contrario. Son personas que parecen estar abiertas y que suelen ser
complacientes hacía fuera, pero tiranos hacía dentro, lo mismo que hacen consigo.
Suelen ser excelentes amantes, pero no tan buenos como pareja estable. Ese juego de
doble cara es nuclear por su situación traumática original. Sin embargo, en general
hay lealtad hacía la pareja en el hombre y fidelidad en la mujer, expresión del
conflicto edípico y del machismo y feminismo cultural.

La actitud de duda compulsiva les coloca generalmente en la situación del cazador


cazado. Primeramente con su radar controlador detectan a las personas que sienten
que pueden estar interesadas en ellos, según la circunstancia del momento;
seguidamente intuyen que puede esperar esa persona de ellos, y se lo ofrecen desde
una actitud seductora: se dejan seducir mientras creen que seducen. De este modo,
mantiene la fantasía de haber sido ellos los que han seducido cuando en realidad se
han puesto a disposición de su presunta víctima. Tomar consciencia de la trampa de
este mecanismo, lo que resulta relativamente fácil en terapia, supone para ellos,
además de una sorpresa, un cambio en su actitud y en la consideración de sí que
contrarresta su tendencia a la racionalización constante de sus emociones. Es una de
las defensas que viene bien desmontar cuanto antes porque facilita
considerablemente el proceso.
A tener en cuenta en el trayecto terapéutico las siguientes dificultades:
 Desconfianza hacia el terapeuta  y altas expectativas en el proceso
terapéutico. Esto no lo expresa para mantener el control de la relación,
así como de evitar la dependencia emocional; siendo un límite en el
avance.
 Desconfianza en sí mismo y por tanto en el éxito del proceso. Siempre
hay alguna razón que lo justifique.
 Falta de honestidad: miedo a decir lo que quiere y lo que no en la
relación terapéutica.
 Dificultad en mostrar las emociones y el miedo. Puede ser utilizado en
mi contra.
 Controlarse a sí mismo y a los demás a través de la racionalización:
sirve para explicar lo sucedido. Entender es lo que calma su ansiedad y
lo que soluciona el problema.
 Desmontar la proyección para que el culpable sea el otro y él el
inocente.

ENEATIPO 7 
Tiene como fijación la planificación: evadirse del contacto con la realidad para
evitar la frustración del contacto con la misma. La imaginación reemplaza la acción.
La pasión es la gula: deseo de incorporar cada vez más experiencias extraordinarias
porque el presente les resulta insatisfactorio.

ENEATIPO 8 
Tiene como fijación la venganza: derecho a imponer su justicia sin ninguna
justificación. No hay bondad en el mundo, el inocente y el bondadoso son hipócritas.
La pasión es la lujuria: pasión por el exceso y la intensidad a través del sexo y toda
clase de estímulos sensoriales extremos para no percibir la angustia / soledad.

ENEATIPO 9 
Tiene como fijación el olvido de sí: permanecer inconsciente de su mundo interior y
de sus necesidades reales conduciendo su atención hacia afuera satisfaciendo las
necesidades del entorno. La pasión es la indolencia: cualidad de la pereza que
dificulta saber en qué sentido moverse, de establecer sus prioridades.

El cuerpo humano es el soporte biológico a través del cual expresamos nuestras


emociones. Su inhibición supone una rigidez en la musculatura que es la base para
que siga manteniéndose reprimida. Para desarrollar su expresión o represión, el
cuerpo se dispone en segmentos que se especializan en “sensar” y expresar
determinado tipo de emociones.

CARÁCTER MASOQUISTA ¿Cuál es su origen? ¿Cuál es su herida? ¿Cómo es su


cuerpo? EL PROCESO TERAPÉUTICO
Vamos a profundizar en el eneatipo 9 que desde la bioenergética se corresponde con
el carácter masoquista: conocer acerca de su origen o etiología, saber de su herida
original, cuáles son los rasgos corporales más comunes, y los puntos críticos a
abordar en el proceso terapéutico desde el abordaje bioenergético  integrativo que
nuestro equipo propone. Quincenalmente iremos publicando sobre estos mismos
puntos para cada uno de los eneatipos.
Lo primero es dejar constancia de que los rasgos masoquistas del carácter no
implican un disfrute con el dolor o con el sufrimiento, sino la dificultad de obtener
placer, ya que el intento de conseguirlo está dificultado por la fantasía del miedo al
castigo o/y humillación.

El carácter masoquista se fija en la fase anal del desarrollo, que se prolonga desde
el año y medio de vida hasta los dos años y medio o tres. El niño empieza a tener
nuevas sensaciones como consecuencia de la maduración del aparato excretor.
Percibe la necesidad de evacuar, y su correspondiente relajación y placer cuando lo
ha hecho. Es decir, desde este momento puede empezar a relacionar el placer y la
relajación con la satisfacción de las necesidades.
Comienza a ver de otra manera el mundo de los adultos, alcanza nuevos lugares e
incluso intenta alejarse de la madre. Vive el permiso y la complacencia o la
prohibición y el castigo. También descubre la ambigüedad en las respuestas de los
adultos, por ello, el niño tiende a confundirse. A medida que se confronte con el
medio se dará cuenta de cómo es la respuesta de los adultos ante la expresión de sus
necesidades, y por otro lado, la adaptación a las demandas de estos mismos adultos
para poder encontrar satisfacción a algunas de estas necesidades, en especial la
necesidad básica de seguridad.
En esta época empieza a introyectar las normas familiares, desarrolla su conciencia
moral, lo que puede y no puede hacer, hacer suyas las normas de convivencia que
observa y comprende, así como las que le son impuestas.

El control voluntario sobre sus esfínteres le otorga el poder de dar o no dar algo de sí
mismo. Va conociendo cuales son las consecuencias de dar o no dar, y descubre que
tiene cierto poder sobre sí y sobre los que le rodean. Significa que comienza a influir
voluntariamente sobre el medio, y desarrolla una intuición que cristaliza en
consciencia de sí y de sus actos. Pero también percibe las manipulaciones de que es
objeto por parte del medio que le infunden confusión en esta consciencia de sí y en
su autonomía.
En este momento es capaz de compartir sus experiencias y confrontarlas, e
igualmente de oscurecerlas, transformarlas o silenciarlas. Va aprendiendo que sus
necesidades y deseos no siempre coinciden con lo que se le pide o se le impone.
Comienza a comprender el significado de la palabra NO, y la llena de significado
propio, sirviéndole para iniciar su proceso de individualización del otro, pues le
otorga la capacidad de oponerse a las acciones que ejercen sobre él y que no desea.
Si esta situación de la expresión de la necesidad básica que el niño tiene de
diferenciarse de los otros (madre incluida) se atiende y se respeta, se sentarán las
bases adecuadas para que el niño adquiera seguridad en su autonomía e
individualización.
Hacia el final de la fase anal, aparece su necesidad de exhibirse como individuo y de
mostrar su cuerpo y lo que puede hacer con él, es decir, exhibir lo que es y lo que
sabe de sí. Manipularlo, ignorarlo, descalificarlo o humillarlo supone un serio
inconveniente para la idea que se va forjando de su estar autónomo en el mundo.

Cuando el niño no se siente apoyado, al igual que ocurre en las etapas anteriores,
asocia que la satisfacción de la necesidad no conduce a la relajación, sino que se
mantiene la tensión o aparecen nuevas tensiones. Para evitar la tensión y el
displacer, se puede llegar a evitar el contacto con la necesidad, y que su defensa se
disponga en el sentido de interrumpir la satisfacción antes de evocar el estado
displacentero. Cuando esta disfunción se mantiene de forma persistente en el
tiempo, se produce una distorsión en la asociación de los procesos sensoriales,
emocionales y cognitivos que acompañan a la percepción de las necesidades, así
como a su manifestación y satisfacción. Esto dificulta la capacidad del niño para
tomar conciencia de los estados que  percibe sobre sí mismo.
Paralelamente, sucede que no son respetadas las necesidades genuinas del niño y se
le imponen satisfacciones para necesidades que no siente y no demanda, o que son
inadecuadas y contradictorias con las que siente como propias, con lo que queda
dificultada también su capacidad para evitar tensiones y displacer. Se bloquea
entonces su mecanismo de diferenciación cuando dice NO, a través del cual el niño
intenta establecer límites a las experiencias displacenteras.

Con todo esto se dificulta su capacidad para estar en contacto íntimo con sus
deseos, para sentirlos como propios y para, a través de ellos, ir reafirmando su
individualidad como ser autónomo. Se produce por tanto un insuficiente
arraigamiento del Sentimiento Básico en la individualización para la autonomía
del ser y para procurarse activamente satisfacción a sus propias necesidades y a sus
deseos. De forma defensiva sustituye sus propias percepciones por las demandas de
la madre, pasando a ser más o menos confluyente con ella, pagando el precio de un
estado de tensión interna permanente.
Resumiendo, las necesidades básicas del niño se ponen en función de las
necesidades de la madre, de su necesidad de contener la angustia. Pondrá las
necesidades básicas del hijo en función de la contención de su angustia. Por
ejemplo, forzará a su hijo a comer para ella sentirse tranquila al tener un niño bien
nutrido. Cuando el niño esté satisfecho dirá NO, pero esto la angustiará más y
deberá comer más hasta que ella considere que es lo adecuado. Se unen en este caso
dos circunstancias desagradables para el niño: ver como aumenta su tensión por
tener que comer sin apetito, y sentir la impotencia de no poder poner sus límites.

Las necesidades básicas de un niño a esta edad son las de alejarse de la madre,
correr, tocar, oponerse y diferenciarse, mostrarse y exhibirse, saber lo que siente y lo
que le satisface… En definitiva, necesita ser aceptado tal y como es, ser protegido y
respetado.

Algunos rasgos masoquistas están, en mayor o menor medida, presentes en todas las
estructuras caracteriales como pautas de conducta estructuradas y repetitivas que nos
dificultan la obtención de satisfacción y placer. Suponen una desconexión del
contacto con la necesidad y el deseo como estrategia de evitación de la angustia.

La herida nuclear de este eneatipo es la experiencia de no haber sido tenidos en


cuenta, haber sido humillados y haber sido frustrada su necesidad de autonomía. La
falta de soporte de no haber sido reconocidos en su valía, en sus límites, en su
independencia y su pertenencia al grupo. El recurso ante esta pérdida para no
experimentar este estado deficiente, es disociarse de su propia experiencia vital y
olvidarse de sí mismos. Este mecanismo queda racionalizado mediante el
pensamiento de que no merece la pena ocuparse de ellos porque no hay nada en
ellos que merezca la pena. El interior es abandonado y olvidado y sólo les merece la
pena ocuparse de lo exterior, quedando absortos en una necesidad de armonía
externa, ocupándose de que no pase nada ni en su mundo interno o externo que
altere esta armonía. La imagen se mantiene por medio de servir y responder a los
demás más que a ellos mismos para de esta manera no conectar con la experiencia
de no ser tenidos en cuenta y humillados.
El cuerpo se defiende de esta experiencia dolorosa con una estructura de contención
que necesita de una cantidad de energía extraordinaria. Es el carácter más contenido
y energetizado. La misión es bloquear y contener energéticamente la expresión y
satisfacción de los impulsos (el darse cuenta de su necesidad y especialmente el
entrar en acción para satisfacerla). La musculatura estriada en vez de estar en
función de la expresión está en función de la contención.
En general presentan cuerpos corpulentos y una musculatura tensa y voluminosa
debido a ese estado de tensión constante que  provoca la contención. Hay  anillos de
bloqueos muy fuertes en el cuello, así desconecta la cabeza de las emociones. Es uno
de los bloqueos más importantes que presenta este carácter. También hay una fuerte
tensión en el diafragma que distorsiona el flujo entre los afectos y las necesidades.
Fuertes bloqueos en las 4 articulaciones de los miembros: así la energía está
contenida en circuito cerrado en el tronco. La válvula de escape es el pensamiento
obsesivo.

La expresión de la cara es de niño bueno y un poco triste (bondadosa y


apaciguadora). Ojos abiertos que inspiran confianza, sosiego y tranquilidad.
Difícilmente te quedas con su expresión y así cumple a la perfección la función de
que pasen desapercibidos (recordar su experiencia de relación: humillación –
exhibicionismo).

Mandíbula patente y músculos maseteros desarrollados y dolorosos a la presión o


planos y blandos en función de cómo haya sido el contacto con las emociones de
rabia y pena. Son frecuentes los casos de bruxismo.

Cintura escapular muy desarrollada que da continuidad al anillo cervical de tensión.


Zona interescapular muy hinchada (zona conexión con la rabia), acorchada,
insensible. Es común un acúmulo de grasa.

Tórax en tonel (redondo) por el desarrollo de los músculos pectorales. Parecería que
tienen una gran capacidad pulmonar, pero esto está lejos de la realidad, ya que los
pulmones están forzadamente expandidos por lo que guardan una gran cantidad de
aire residual. El diafragma está bloqueado en inspiración profunda. Es bajo y tienen
tendencia a tener barriguita.

La posición de la pelvis en descarga (muy adelantada) es muy característica y así es


como se evita en mayor medida el contacto con las excitaciones vegetativas (que
nada se mueva para que no se movilice la angustia). Poco desarrollo de los músculos
de las nalgas, parece que no tuvieran culo.

En un proceso de psicoterapia corporal integrativa bioenergética con personas


que “funcionan” de esta manera hay que tener muy en cuenta que son muy sensibles
a cualquier descalificación, humillación o/y desatendimiento. Se bloquean y la
terapia es un infierno para los dos.  Ojo con sus agresiones veladas: “Yo no soy
capaz de curarme ni con un terapeuta como tú”.
A las personas masoquistas no hay que pedirles que saquen la rabia (con mucha
furia les vendrán vómitos, dolor de cabeza y con poca furia no van a sentir
nada), hay que conectarles con la fuerza. Cuando aparezca la frustración no van a
tener problema en sacar la rabia (porque ahí ya lo está sintiendo). Cuando sienten ya
no hay problema en expresar. La FUERZA es su desconexión nuclear. La
expresión de la rabia será una consecuencia de la apertura de su conciencia sobre sí
mismo y de su contacto con las necesidades frustradas. Así pues, la búsqueda de la
expresión de la rabia nunca será un objetivo prioritario. Si la expresión de la rabia
se toma como el objetivo prioritario de una psicoterapia no producirá ningún
cambio saludable, más bien favorecerá el sentimiento masoquista de impotencia
y autodescalificación, de no poder con la rabia ni física ni emocionalmente. Muy
lejos del objetivo terapéutico, reforzará la situación pantanosa en que se encuentra.
Y ésta situación de impotencia alcanzará también al terapeuta. A la persona
masoquista le falta poner la atención en sí mismo, y tomar conciencia de su derecho
a manifestarse como ser autónomo e individual. Poco a poco él irá conquistando su
territorio, porque no suelen ser personas ni cobardes, ni tramposas, ni
manipuladoras, y sí con un gran deseo de vivir una vida plena y agradable. El
proceso no será ni rápido ni fácil porque la resistencia ante la expectativa de la
vivencia de la angustia movilizada por la posibilidad, fantaseada o no, de ser
descalificados y humillados en su más tierna consideración, es mucha.
Hay que valorarle cualquier movimiento intuitivo (aunque pueda parecer que en ese
momento no es adecuado) y apoyarlo. Ojo con no pasar su límite para que no caiga
en la frustración.

La confrontación desde la amabilidad y la ternura y cuidadosamente medida desde


sus posibilidades y no desde la impaciencia del terapeuta por su sensación de
impotencia. Colocar al terapeuta en la impotencia es un recurso del componente
masoquista de cualquier carácter, tanto más del masoquista. Y entrar en este juego
es entrar también en la situación de la “ciénaga masoquista”, para ambos. Ojo con
ponerle en situaciones de autohumillación o descalificación.
Cuando comienzan a sanar ponen límites a las personas de su alrededor y estos les
pueden decir algo del tipo “tú ya no eres igual, has cambiado, así te queremos menos
o no te queremos”. Y es frecuente que abandonen la terapia. Hay que avisarles de
esto y apoyarles, va a ser su momento de máxima angustia y su defensa es irse y
abandonar el proceso.
En general los subtipos conservaciónsuelen tener defensas masoquistas. Siendo los
rasgos masoquistas, junto con los orales, una de las defensas más constantes e
importantes en otros tipos de carácter, suelen estar presentes como principal
resistencia en muchos de ellos, y es necesario identificarlos y tenerlos en cuenta para
que las psicoterapias progresen adecuadamente. Como ejemplos señalar que los
Eneatipos II, IV, VI y VII, sobretodo los subtipos de conservación, tienen
importantes componentes masoquistas como principales resistencias. Estas
resistencias s las describimos como “ciénaga”, y son todas aquellas actitudes que
tienden a mantener el “disfrute” infantil frente al bienestar adulto y sano.

Bioenergéticamente la movilización pélvica, junto con el desbloqueo del cuello y del


diafragma, son las piedras angulares de la psicoterapia bioenergética en el carácter
masoquista, porque es a través de ellos como el masoquista puede recuperar el
contacto con su fuerza para la confrontación y los límites, para el encuentro consigo
mismo, su diferenciación y autonomía.

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