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A mi hermana Tere.
¡Adiós!
Y un resplandor extraordinario
brotaba, en ese instante,
precisamente, de su cuerpo, más
blanco que la nieve, más blanco que
los nimbos de plata del cielo
primaveral. Era la pureza de su alma.
Era la ternura de su corazón. Aquel
color albo de su cuerpo no era un simple color material. Era el
símbolo de la bondad esencial de todo unicornio. Era un símbolo
similar al brillo del Sol, a la luz de la Luna, al perfume de las
flores, al azul del firmamento.
No hubo respuesta. El
unicornio se acostó sobre la
yerba y miró con alegría y con
tristeza el campo, ahora,
maravillosamente vivo y
multicolor. Observó, luego, el
cielo que, conforme él iba
durmiendo y suavizando su
respiración, se iba aclarando,
aclarando, hasta recuperar su hermosísimo tono original.
Incluso, empezaron a brillar algunas estrellas. Al instante, por
el Este, brotó un impactante Arco Iris que hizo que las aves
trinaran con mayor inspiración. Todos los seres de Arboria veían
cómo se desprendía lentamente el corazón del cuerpo fatigado
del unicornio y cómo el corazón irradiaba una luz muy dorada –la
Luz del Amor– e iba ascendiendo, ascendiendo, hasta ingresar a
las excelsas alturas del cielo, ¡que ya era el cielo espléndido y
brillante de la amada Arboria! El bosque había renacido. La
misión parecía estar cumplida. Pero,... faltaba la última parte.
Urano no había
muerto. Había perdido el
corazón; pero se le había
concedido seguir con vida.
Con vida, para la última 14
prueba.
¿Qué?
Lo debo decir directa e inmediatamente; el tiempo se
acaba. La quinta prueba es que debes dar, ¡oh, querido y valiente
Urano... !, ¡debes dar tu vida! pese a ser diosa, Zhaá no pudo
contener las lágrimas. Y para que el unicornio no lo notara,
desapareció inmediatamente. 15
Especial agradecimiento
a los autores de las imágenes
utilizadas en esta edición.
965607472
pavel.65@hotmail.com
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