“Si en medio de las adversidades persevera el corazón con
serenidad, con gozo y con paz, esto es amor.” Santa Teresa de Jesús (o de Ávila) fue una monja, mística y escritora, nacida el 28 de marzo de 1515, en Ávila, España. Para much@s es considerada una mujer adelantada a su época, debido a su espíritu misionero, revolucionario y rupturista, en una época donde la mujer era considerada como un ser que sólo debía guardar silencio. Ingresó al convento muy joven, con tan sólo 18 años se hizo parte de la congregación del Carmelo, donde comenzaría un profundo camino espiritual bajo el cual vivirá el resto de su vida. Es de hecho, en el año 1562, que efectuó una reforma en la orden religiosa y fundó el primer convento de Carmelitas descalzas en la ciudad de Ávila. Teresa, desde pequeña demostró tener un gran gusto por la lectura, siendo su pasión los libros de caballería, los cuales la transportaban a un mundo de fantasía que inundaba su mente de imaginación y sueños, algo que contribuyó profundamente en su gusto y desarrollo por la escritura, donde más adelante plasmará su espiritualidad y amor hacia Dios, además de sus ideas controversiales por las que, incluso, será perseguida por la inquisición. Además, es mediante este último medio por el cual dará a conocer sus novedosas ideas para la iglesia, tales como la libertad espiritual, es decir, la opción de poder “abrir los ojos del alma” y así vivir la espiritualidad de forma en que cada persona se sintiera cómoda, sin limitaciones de oración o pensamiento. Por otro lado, su misticismo la convierte en una mujer religiosa ejemplar, al momento de dar cuenta su devoción y amor hacia Dios. Se convierte en una transgresora en la sociedad de la época, ya que además de sus escritos, impulsa la lectura en las mujeres, convirtiéndose así en un gran ejemplo para todas las que la rodeaban. Además, astutamente, utiliza el “discurso oficial” para escribir desde la marginalidad y dar cuenta de la pobreza existente y la poca preocupación hacia ella. Teresita fallece en octubre del año 1582, siendo posteriormente canonizada en 1622. De esta forma, es debido a sus grandes aportes espirituales, tanto por su misión, sus escritos, oraciones y enseñanzas, que en el año 1970 es considerada la primera Doctora de la Iglesia, convirtiéndose, además, en la primera mujer con este título.