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MODERADORA
Mona

TRADUCCIÓN
Grisy Taty AnaVelaM
Niki26 Karikai
Kane Brisamar58
Sweet Pepper Mona 3
Walezuca Segundo Guadalupe_hyuga
Queen Wolf

CORRECCIÓN
Queen Wolf & Caro

DISEÑO
Lola’
17 36 54
Sinopsis 18 37 55
Prólogo 19 38 56
1 20 39 57
2 21 40 58
3 22 40 59
4 23 41 60
5 24 42 61
4
6 25 43 62
7 26 44 63
8 27 45 64
9 28 46 65
10 29 47 66
11 30 48 67
12 31 49 Epílogo
13 32 50 sobre la
14 33 51 Autora
15 34 52
16 35 53
Siempre había sabido que no era mío, pero eso no cambiaba la
forma en que lo amaba: silenciosa, gentilmente y a
distancia.

A medida que las estaciones cambiaban, los tallos de maíz crecían con fuerza
y las vides florecían con esperanza. Pero nada de eso importaba, no cuando la tierra
a nuestros pies nos ataba con una rivalidad centenaria. Nunca habíamos tenido una
oportunidad.
Decían que la vida pasaba ante tus ojos camino de la muerte perom aquella
noche, después de que mi último grito saliera de mi garganta y mi mundo empezara
a desvanecerse, sólo pensé en él. En sus dulces ojos de chocolate, en su mirada
desesperadamente cautelosa y en su silencio, que tenía más peso que el oro. 5

Dejé que la rivalidad ganara. Ojalá hubiera sido suficiente para mantenernos a
salvo. Ojalá no tuviéramos un puente entre nosotros.
A todas las Salvajes que existen por ahí, las 6
mujeres fuertes que abren caminos para que otros
los sigan. Que sus hermosos espíritus brillen
para siempre.
S
iempre había sabido que no era mío, pero eso no cambió la forma en que
lo amaba, en silencio, suavemente y desde lejos.
A medida que las estaciones cambiaban, los tallos del maíz se
hacían fuertes, y las vides florecían con esperanza. Pero nada importaba, no cuando
el suelo a nuestros pies nos ataba en una rivalidad centenaria. Ni siquiera habíamos
tenido una oportunidad.
Decían que la vida pasaba ante tus ojos en el camino a la muerte, pero esa
noche, después de que el último grito saliera de mi garganta y mi mundo comenzara
a desvanecerse a negro, solo pensé en él y sus dulces ojos color chocolate, su mirada
desesperadamente cautelosa, y su silencio que llevaba más peso que el oro. 7
Debí haber muerto esa noche. En cambio, crucé el puente iluminado por la luna
y nunca regresé. Dejé ganar la rivalidad. Si eso hubiera sido suficiente para
mantenernos a salvo. Si simplemente no tuviéramos un puente entre nosotros.
8
E
l oscuro cañón de la escopeta me miraba fijamente, deteniéndome. Mi
corazón debería haber palpitado como un mazo, pero sospeché que el
chico que estaba al otro lado del gatillo no era una amenaza. Solo estaba
asustado.
Le temblaban las manos, aunque intentaba desesperadamente estabilizar el
arma. Se le formaban gotas de sudor alrededor de la boca y su cabello castaño oscuro
se le pegaba a la frente. Yo era una extraña para él, pero incluso con el ceño fruncido
y la suciedad de un largo día de trabajo en la granja cubriendo su rostro, no era un
extraño para mí.
Lo había visto justo el día anterior, cuando mis padres estaban montando su 9
puesto de degustación de vinos en el mercado agrícola del centro de Telluride.
Estaba sentada en el maletero de nuestra camioneta, moviendo inquietamente las
piernas, cuando mi mirada se fijó en un chico mayor que llevaba cajas a uno de los
puestos de productos, de un lado a otro, de ida y vuelta, como un péndulo. Tenía los
ojos fijos al frente, el cabello revuelto, los labios presionados en una línea, y se
comportaba de una manera que hacía que todo pareciera sin esfuerzo.
En una ciudad pequeña como la nuestra, era fácil detectar a los recién llegados
por la clara diferencia entre los residentes, los pájaros de la nieve y los turistas. Ese
chico no era nada de eso.
Curiosa, mantuve mis ojos pegados a él mientras intentaba colocar los cubos
de maíz en el expositor y fracasaba estrepitosamente, ya que rodaban hacia abajo y
alrededor de sus pies. Me reí ante el espectáculo, ya que me parecía fascinante que
un chico tan fuerte pudiera parecer tan nervioso ante una tarea tan sencilla. No sabía
por qué, pero quería saberlo todo sobre él, incluso por qué había venido a Telluride,
de entre todos los lugares.
Un momento después, una de mis preguntas fue respondida cuando Harold
Cross, un hombre mayor con una larga y abundante barba y una camisa de botones
a cuadros sobre pantalones vaqueros, se acercó al chico con el ceño fruncido y un
movimiento de cabeza. Murmuró algo, pero no pude leer sus labios. Estaba claro que
Harold estaba disgustado, lo cual no me sorprendió. El granjero era conocido como
el gruñón del pueblo, siempre con una actitud de enojo todo el tiempo.
En las tierras rocosas de las montañas rojas que bordean el lado sureste de
Telluride, Colorado, se encontraban dos prominentes tierras de cultivo: la granja y el
rancho Cross, y el viñedo y la bodega de la familia Bell. Harold era el propietario de
las tierras de labranza situadas frente al viñedo de nuestra familia, aunque rara vez
teníamos contacto con él. Nuestras tierras estaban separadas por una zona de densos
bosques y una franja de terreno tan larga como la nuestra, así que nos parecía una
tontería llamarnos vecinos. De hecho, estaba prohibido.
Cuando mis padres volvieron, mi curiosidad aumentó aún más.
—Papá, ¿por qué no he visto hoy al granjero Cross en el mercado?
Los ojos de mi padre se abrieron de par en par, sorprendido por mis palabras,
y luego echó una rápida mirada por encima del hombro. La forma en que su espalda
se puso rígida me dijo todo lo que necesitaba saber. La sorpresa no fue agradable.
—Debe ser un error —dijo, claramente molesto por la presencia del granjero—
. Cross lleva años en la lista de espera de proveedores.
Él y el granjero Cross nunca serían amigos. Todo el pueblo estaba al tanto de
la famosa disputa entre Bell y Cross, que se remontaba a más de un siglo. Había
comenzado con la tierra, se alimentó con el dinero, se aceleró con la codicia y,
finalmente, terminó con el poder. Mi padre tenía ese poder, gracias a su excelente
posición social en la comunidad, y haría cualquier cosa para mantenerlo.
Acababa de abrir la boca para cambiar de tema cuando mi padre giró la cabeza
hacia mi madre.
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—Ha traído a ese chico aquí, Selena. Voy a decirle algo a Bill.
Mi madre se inclinó y entrecerró los ojos.
—No vas a involucrar al administrador del pueblo en esto, Patrick. Harold
Cross y su hijo tienen tanto derecho a estar aquí como nosotros.
—¿Su hijo? —pregunté, la pregunta se me escapó de la boca más rápido de lo
que pude atraparla—. Nunca lo he visto...
Mi padre resopló y me lanzó una mirada de advertencia.
—Ese chico es un problema. No debes acercarte a él. ¿Me entiendes, Camila?
—Estás diciendo tonterías —siseó mi madre—. Es solo un niño de quince años.
Solo dos años mayor que yo. La esperanza se encendió en mi pecho.
Mi padre negó.
—No. Es un Cross. Por lo tanto, es un problema. Si no lo es ahora, lo será muy
pronto. Solo tienes que esperar. —Se inclinó hacia delante, con el rostro enrojecido
como siempre que se ponía nervioso—. El chico es un Ute, te lo aseguro —susurró
esa parte, diciéndome que era algo malo.
Todo el mundo por allí sabía que los Ute eran los primeros habitantes indígenas
del oeste de Colorado. La reserva de los Ute Mountains estaba justo al otro lado de
las Montañas de San Juan, a casi dos horas en auto. Nuestros profesores hablaban de
ello en la escuela, y los diversos puntos de referencia en el pueblo y sus alrededores
señalaban su historia. Pero mis conocimientos eran claramente vagos, según el enojo
de mi padre.
—¿Qué hay de malo en ser un Ute, papá?
—Esos indios creen que esta tierra sigue siendo suya, y eso les crea problemas
—espetó—. Mis antepasados trabajaron duro para comprar las parcelas en las que
vivimos y trabajamos, y nadie me hará sentir diferente. —Su resoplido indignado se
podía sentir a kilómetros de distancia—. Y eso es todo.
—Quieres decir nativo americano. Y el niño tiene un nombre —dijo mi madre,
con los ojos llenos de ira—. Es Ridge.
—¿Cómo lo sabes? —replicó mi padre.
Cada vez que mis padres discutían, sus culturas brotaban como lava reprimida.
Con las raíces españolas de mi padre y las brasileñas de mi madre, compartían una
dinámica apasionada que los beneficiaba en el amor, pero que los perjudicaba en la
encrucijada.
—Harold lo trajo al club de campo para una ronda de golf el otro día.
El rostro de mi padre se torció de confusión.
—¿Harold juega al golf?
Mamá puso los ojos en blanco.
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—No sé, Patrick. Tal vez solo estaba enseñando a su hijo la ciudad. El chico
parece muy tranquilo y dulce.
—¿Quién no se volvería mudo si su madre desapareciera un día y no volviera
a casa? Eso no significa que el chico sea dulce. No seas tan ingenua, Selena. Es de los
callados de los que hay que cuidarse.
Se me cerró la garganta al pensar que Ridge había perdido a su madre.
¿Desaparecida?
Como si detectara mi tristeza, mi madre se volvió hacia mí con una expresión
de simpatía, luego me rodeó los hombros con un brazo y me plantó un beso en la
mejilla.
—No te preocupes, mija. El amor de una madre nunca desaparece. Estoy
segura de que aparecerá.
Entonces se enfrentó a mi padre con dagas afiladas en los ojos.
—Esta conversación ha terminado.
Esperaba que lo que había dicho fuera cierto. Aunque esperaba que Ridge
estuviera bien, no sabía cómo podía hacerlo. Perder a un padre de esa manera y no
saber si volverías a verlo, no quería ni imaginar algo así.
Decidí no decir nada más sobre Ridge o el granjero Cross ese día. Había
escuchado la advertencia de mi padre alto y claro. Aléjate o no lo hagas. Pero eso no
significaba que tuviera intención de escuchar.
De ahí que el chico estuviera de pie frente a su propiedad, apuntándome con
una escopeta entre los ojos.
Era la segunda vez que veía al chico y no pude evitar que se me acelerara el
pulso al ver lo guapo que era. Con unos pómulos altos que besaban el sol, unos ojos
color chocolate con forma de almendra que parecían perdidos, una piel tersa que
claramente pasaba tiempo al aire libre y una nariz fuerte y angulosa que le daba un
aspecto claramente distinto al de cualquier otra persona que hubiera conocido, el
nuevo chico de la ciudad era totalmente fascinante, tanto que ignoré las banderas y
los silbidos que sonaron con nuestro primer encuentro.
Apoyé las manos en las caderas y me incliné hacia delante para que mi vocecita
llegara hasta el puente.
—Puedes bajar el arma, granjero. No me voy a ir.
Mi padre me había enseñado a mantenerme firme ante un matón. Me dijo que,
en la mayoría de los casos, el que amenazaba era el verdadero cobarde. Mi madre,
en cambio, le había advertido a mi padre que me estaba haciendo demasiado
confiado para mi propio bien. No tuve miedo de poner a prueba ambas teorías.
El chico apretó la mandíbula y negó antes de apuntar el arma en mi dirección.
Incliné la cabeza y entrecerré los ojos, tratando de determinar si todo lo que
mi padre me había contado sobre el chico era cierto.
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—Eres Ridge Cross —dije finalmente. Estaba segura de la afirmación, pero me
irritó que el chico ni siquiera se inmutara ante el hecho de que yo supiera quién era.
Según la perorata de mi padre, que pareció durar buena parte del día anterior,
el chico no hablaba nunca, pero yo no estaba convencida de que fuera porque no
podía.
—¿De verdad eres mudo?
Los ojos del chico brillaron de ira.
La sangre corrió por mis venas.
—Está bien, ya sabes, si no quieres hablar. No me importa. Mis padres me
dicen que hablo lo suficiente por todos los demás, de todos modos. —Atreviéndome
a dar un paso adelante, le advertí con la mirada—. Solo quiero acercarme un poco
más y presentarme. ¿Está bien?
No volví a esperar su permiso. Tras una serie de largas zancadas sobre el
centro del puente de cuarenta pies de largo, frené para evaluar la situación. Ridge
aún no se había movido ni un centímetro mientras me observaba con ojos marrones
curiosos y una estructura rígida. Y no había apartado su cañón de mí.
—Soy tu vecina. Vivo justo ahí. —Señalé detrás de mí una espesa mancha de
bosque que separaba una sección de propiedad pública sin salida al mar del viñedo
de mis padres—. ¿Dónde crecen las vides? —dije la última parte como una pregunta
para ver si obtenía algún tipo de respuesta por su parte. Incluso un simple
asentimiento me habría apaciguado.
De nuevo, no se movió ni un centímetro, lo que me hizo suspirar mientras daba
otro paso. La molestia empezaba a recorrer su camino a través de mí. No me gustaba
que me ignoraran.
—Estoy en una propiedad pública. Si me disparas ahora, irás a la cárcel. —
Señalé hacia un gran abeto marcado con pintura roja en spray por mi padre—. Tu
propiedad está más allá de esa X roja.
Esta vez, el chico miró, siguiendo la dirección que le había señalado, y lo
aproveché como una oportunidad. Marché el resto del camino hacia él y luego rodeé
con mi puño el cañón de su arma y lo aparté de mi rostro.
Su cabeza volvió a la mía y mis labios se curvaron en una sonrisa.
Extendí mi otra mano.
—Camila Bell. Encantada de conocerte.
Su rostro se frunció en una mueca más profunda cuando miró mi mano y luego
mi rostro de nuevo. No me dio la mano ni habló. En su lugar, exhaló un suspiro y me
quitó la escopeta antes de apoyarla en un árbol cercano. Decidí creer que se trataba
de una especie de tregua.
Volví a asentir junto a él, señalando la parcela de su padre, donde los campos
de maíz crecían en verano.
—¿Quieres correr conmigo? 13
La confusión sustituyó su ceño.
—Me gusta correr por los campos de maíz. Es divertido. Ya verás. —Alcancé
su mano, pero antes de que pudiera tocarla, la apartó.
La sorpresa y el enojo me inundaron, y retrocedí a trompicones. No solo tenía
curiosidad, sino que también estaba decidida.
—De acuerdo, bien. Lo que sea. —Levantando las manos, puse los ojos en
blanco—. Solo intentaba ser amable.
Con una mirada, me giré para que pareciera que me iba, pero luego pivoté y
me abalancé sobre el árbol que sostenía su arma y giré el cañón hacia él.
Sus ojos brillaron de sorpresa cuando comencé a avanzar, haciendo que tuviera
que caminar hacia atrás.
—Te crees un tipo duro, ¿eh? ¿Apuntando esta escopeta hacia mí como si te
diera poder? Pues no es así. El arma más poderosa que posees es tu lengua, granjero,
y parece que no te gusta usarla mucho. Así que, dime, ¿quién tiene el poder ahora?
Di un paso adelante una vez más, y fue suficiente. Ridge dio un último paso
hacia atrás, su pie se enganchó en el borde del arroyo y cayó al agua. La conmoción
en su rostro no tenía precio, ya que el agua empapaba su camisa blanca y sus
vaqueros oscuros.
Me reí un poco más de la cuenta y retiré la escopeta para comprobar el seguro.
En cuanto confirmé mis sospechas, sonreí.
—Sorpresa, sorpresa. El seguro está puesto, granjero. —Luego inspeccioné la
recámara y me reí aún más cuando vi que estaba vacía—. Lo sabía. —Tiré el arma a
un lado y retrocedí hacia su terreno mientras él salía del arroyo.
Sacudió la cabeza con tanta insistencia que me hizo reír.
—¿Qué pasa, muchacho? ¿No quieres que me entrometa?
Asintió con la misma vehemencia con la que había sacudido la cabeza.
—Bueno, es una pena. —Di otro paso atrás, cruzando la X roja del árbol—. Llevo
años corriendo por los campos. Además, es la forma más fácil de llegar a mi destino.
—Me encogí de hombros—. Así que ven conmigo o no lo hagas. Pero seguro de que
no me detendrás.
Con eso, me di la vuelta y me alejé a través del bosque y hacia los campos de
maíz.

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A través del visor de sus binoculares, el cazador siguió sus movimientos
en el puente y a través del bosque, y los perdió cuando atravesaron los
campos de maíz. No se molestó en perseguirlos hasta allí. Había seguido
a la chica lo suficiente como para saber exactamente hacia dónde se dirigía y tomaría
otro camino.
Las ramas chasqueaban y las hojas crujían bajo sus pesadas botas mientras
caminaba a lo largo del arroyo hacia la cima de la colina, sin molestarse siquiera en
guardar silencio. Nadie se atrevía a caminar por esa ruta. No solo era inaccesible para
el público, sino que se trataba de un terreno peligroso, apenas un estrecho trozo de
tierra sobre una empinada ladera. El lecho de agua de abajo se ensanchaba y corría
más rápido donde se hacía más profundo y frío, por lo que la chica prefería la ruta
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prohibida a través del bosque y hacia los campos de maíz.
Con cada paso, el fastidio se arremolinaba en el interior del cazador como cada
vez que la chica rompía las reglas. Camila Bell empezaba a ser un problema. Su padre
era demasiado ciego y estúpido para ver el problema que había detrás de los ojos de
su niña, pero el cazador la veía como la mocosa traviesa que era y que siempre sería.
Había que hacer algo. Había que darle una lección.
El cazador salió del bosque y se adentró en la alta hierba seca, que apenas le
llegaba a los ojos. Su pesada respiración se ralentizó mientras se detenía y observaba
su entorno. Un segundo después, volvió a verla, tal y como sabía que haría.
Estaba cruzando su línea de visión a una distancia segura de divisarlo cuando
se detuvo y miró por encima del hombro para ver si el chico aún la seguía. Lo hacía,
a regañadientes, pero su presencia solo aumentaba la frustración del cazador.
Además del hecho de que se había alejado demasiado, su padre le arrancaría la
cabeza si descubría con quién andaba.
Camila solo había llegado a la cima de la colina sola, y ya se había acercado
demasiado para su comodidad. No tenía por qué pasearse por tierras que no eran
suyas, sobre todo cuando su padre tenía muchas.
Esa tierra pertenecía al cazador. Y él haría lo que fuera necesario para
conservarla.
L os veranos en Telluride siempre han sido hermosos. Cuando los árboles
estaban llenos, los cultivos empezaban a secarse y los lagos y arroyos
eran perfectos para refrescarse. En esa época del año era también cuando
se sentía más seguro traspasar las tierras del granjero Cross, ya que los tallos de maíz
me ocultaban de la vista.
Giré a la izquierda por una hilera de maíz y avancé más rápido, con mi cabello
oscuro ondeando detrás de mí, mientras recorría a toda velocidad la ruta que ya había
recorrido cientos de veces. No fue hasta que llegué al final del camino y me detuve
para dar la vuelta cuando me di cuenta de que Ridge me seguía no muy lejos. Parecía
sin aliento y todavía confundido, pero la chispa de sus ojos me llenó el pecho de
esperanza.
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—¿Ves? —dije entre respiraciones pesadas—. No hay daño. Estamos en tierra
pública de nuevo. Y ahora podemos subir. —Me giré y señalé la montaña rocosa que
teníamos delante y luego giré la cabeza para captar su reacción.
Sus ojos estaban pegados a la cima de la montaña de doscientos metros de
altura. Por el ángulo desde el que la miraba, parecía casi imposible de escalar. Le
hice un gesto para que avanzara. Cuanto menos tiempo pensara en la ardua subida,
mejor sería para su psique.
—¿A menos que vayas a intentar detenerme de nuevo? —Arqueé una ceja y
esperé a que se encontrara con mi mirada amenazante.
Cuando negó, sonreí.
—Vamos. Te mostraré el camino.
Atravesé un tramo de terreno público lleno de maleza ligera hasta que
llegamos al otro lado de la roca, donde la pendiente parecía mucho menos
intimidante. Me subí al siguiente escalón, sintiéndome mareado por tener compañía
en lo que solía ser una excursión en solitario hasta la cima del acantilado.
La caminata no era tan empinada como parecía desde el frente, y solo nos llevó
unos minutos llegar a la cima. Una vez allí, caminé hacia el gran pino silvestre, cuyas
ramas desnudas eran gruesas y retorcidas. El árbol era el más extraño y hermoso que
había visto nunca, con sus grandes raíces del tamaño de la trompa de un elefante y
sus únicas hojas visibles en la parte superior. Me pasé horas frente al enorme tronco.
Giré y levanté los brazos al cielo, feliz de estar de nuevo en mi elemento.
Aunque intentaba venir tan a menudo como podía escabullirme del viñedo, no podía
hacerlo todos los días, ni todas las semanas, ni siquiera todas las temporadas. Mi
libertad solía llegar cuando mis padres estaban ocupados organizando una cata de
vinos o haciendo visitas al viñedo y me dejaban sola durante horas.
—¿No es increíble? —le pregunté a Ridge cuando dejé de dar vueltas.
No me contestó. Sus ojos estaban en el borde del acantilado delante de
nosotros.
Cuando empezó a dar un paso adelante, rodeé su muñeca con mi mano y
apreté.
—¡Detente!
Esa vez no apartó el brazo, pero frunció el ceño cuando me miró como
preguntando:
—¿Por qué?
—No podemos acercarnos más al borde, o alguien podría descubrirnos.
Sus cejas se apretaron aún más.
Le expliqué que la cima de la colina y algunos de los terrenos circundantes
eran propiedad pública que daba a las tierras de cultivo de Bell y Cross -campos y
viñedos-, con parcelas de propiedad del gobierno a nuestro alrededor.
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La cima de la colina era mi santuario y mi lugar favorito en todo Telluride.
Mostraba la belleza de la tierra que había debajo y me hacía sentir como si estuviera
en la cima del mundo. Pero conseguir una vista más cercana significaba arriesgarse
a ser atrapado.
Busqué los ojos de Ridge, preguntándome cuánto sabía sobre nuestras familias
y su continua disputa. No llevaba mucho tiempo en Telluride, pero el hecho de que
me apuntara a la cabeza con la escopeta en el puente demostraba que ya sabía lo
territoriales que eran nuestros padres con respecto a sus propiedades. Aunque no
habían tenido una disputa en casi una década, la tensión siempre estaba presente.
—Ninguno de nosotros debería estar aquí arriba. No hay manera de llegar a la
cima de esta colina a menos que uno de nosotros esté invadiendo la tierra. En este
caso, soy yo. Es demasiado peligroso para mí llegar hasta aquí si atravieso mis tierras.
Por eso voy a través de los campos de maíz.
Tenía miedo de que Ridge se enojara, pero no estaba segura de por qué me
importaba. Era el chico que acababa de apuntarme a la cabeza con una escopeta
como si quisiera matarme. Pero si algo podía hacerme entrar en pánico, era la idea
de perder la única libertad que conocía, y Ridge se había dado cuenta de mi
debilidad. Algo que parecía un reconocimiento brilló en sus ojos, y luego le siguió la
aceptación mientras daba un paso atrás desde el borde.
Nos sentamos contra el árbol, dejando que el sol calentara nuestros rostros
mientras las nubes se movían con la brisa. Mi brazo rozó el suyo accidentalmente,
pero cuando no saltó para distanciarse de mí, de alguna manera supe que Ridge y yo
seríamos amigos, aunque nuestros padres no quisieran que lo fuéramos. Incluso si
Ridge no quería que lo fuéramos. Crecería en él como el árbol retorcido a nuestras
espaldas, hasta que estuviera tan profundamente arraigada en su vida que no pudiera
apartarme de nuevo si quisiera.
Teníamos nuestra cima junto con nuestro árbol y nuestra tierra que se extendía
bajo nuestros pies. Nadie podía quitarnos nada de eso. Al menos eso era lo que me
había convencido.
Me volví hacia Ridge, con tantas preguntas llenando mi mente. Odiaba que no
pudiera -o no quisiera- hablar conmigo.
—¿Así que realmente eres mudo, entonces?
Se giró lentamente para encontrarse con mi mirada y, unos instantes después,
su boca empezó a separarse. La anticipación llenaba mi pecho mientras esperaba que
las palabras llegaran. Nunca había deseado tanto algo.
—No soy mudo. Esa palabra no es amable.
Su voz me sorprendió y emocionó a partes iguales. Su tono era suave, lo que no
me sorprendió en absoluto, pero tenía una riqueza que parecía significativamente
suya.
—Habla tú. —Las palabras nostálgicas salieron de mi garganta más rápido de
lo que pude detenerlas. 18
—No me gusta desperdiciar mis palabras.
Su respuesta me golpeó como una brisa fuerte, poderosa y a la vez tranquila,
en medio de la penumbra que nos acechaba a ambos. Pero estaba encantada de que
hubiera elegido hablar conmigo. Por difícil que fuera, me prometí a mí misma que no
me aprovecharía de ese regalo.
Nos sentamos en silencio durante lo que parecieron horas. Por mucho que me
gustara hablar, no me importaba quedarme callada. La cima de la colina era el lugar
perfecto para hacerlo. Pero ese día, mis pensamientos fueron consumidos por el chico
sentado a mi lado.
—¿Vienes aquí a menudo?
—Tan a menudo como puedo. —Mi corazón pataleó ante nuestra cercanía—. Es
mi lugar favorito para pensar, soñar y rezar.
Sus cejas se fruncieron y se formaron líneas de preocupación.
—¿No tienes miedo? —Lanzó una mirada detrás de nosotros.
—¿De qué? ¿Leones, tigres y osos? —Sonreí—. ¿De qué hay que tener miedo
cuando los humanos son los depredadores más temibles?
—¿Qué hay de los cazadores? De donde yo vengo, eso es todo lo que hay.
Volví a sonreír. Para ser un chico mayor, su inocencia era dulce. Claro que mi
padre me había advertido sobre los cazadores, hombres tranquilos que acechaban a
sus presas con rifles de puntería o con arco y flechas, con una puntería firme y sin
fallar un solo tiro. Mi padre conocía bien a esos hombres. Hace más de una década,
él era uno de ellos.
—Puede que esta cima y ese puente en el que nos encontramos sean tierras
públicas, pero todo lo que las rodea es propiedad de nuestros padres, los tuyos y los
míos. Ha estado vallado durante décadas. Estamos sentados en una propiedad sin
salida al mar y sin acceso público para llegar aquí. Aquí no hay cazadores.
—¿Cómo puedes estar segura?
—Antes de hacerse cargo del viñedo de sus padres, mi padre era cazador.
Cazaba alces, sobre todo, pero a algunos hombres no les gustaba jugar limpio. Los
cotos de caza designados se abrían por temporadas, y allí era donde iban la mayoría
de los hombres. Otros pocos accedían a los terrenos entrando en propiedades
privadas que habían quedado sin salida al mar después de la Guerra Civil. En aquella
época, las propiedades en Colorado se vendían como un tablero de ajedrez en ciertas
zonas. Las tierras vendidas se utilizaban para generar ingresos que sirvieran de
apoyo a las instituciones públicas. Eso sí, mi padre me contó todo esto mientras se
suponía que me estaba leyendo Caperucita Roja una noche. —Me reí ante la imagen
mental de mi papá sosteniendo el libro infantil mientras me susurraba sus propias
historias—. En fin, me dijo que pensara que los espacios negros son terrenos públicos
de propiedad federal, mientras que los rojos se pueden comprar.
—Esa es la imagen mental bastante buena. 19
—¿Verdad? —La emoción me recorrió. Nunca había olvidado la imagen que
había pintado para mi imaginación aquella noche. Un mapa de la propiedad de la
tierra mostraría más bien una formación de rompecabezas, pero las granjas de Bell y
Cross formaban parte de esa historia—. Ese damero creaba un claro problema a la
hora de acceder a los cotos de caza que habían quedado sin salida al mar y sin
carretera de acceso para llegar a ellos. De ahí la valla que ha bordeado el perímetro
de nuestra propiedad durante las últimas décadas.
—Los límites no mantienen a la gente fuera. Te encierran.
Reprimí mi risa, sintiendo que mi atracción física hacia Ridge hacía brotar
mariposas en mi pecho ante su cita de Anatomía de Grey.
—Shonda Rhimes es un genio.
Un atisbo de sonrisa levantó las mejillas de Ridge.
—Aunque veo lo que quieres decir, sabio, nuestro jardinero inspecciona
nuestros límites con frecuencia. Si alguien se estuviera colando, él lo sabría.
Ridge parecía estar pensando en mis palabras, así que le di un minuto antes de
cambiar de tema.
—Solo tengo una pregunta más. Espero que no te ofenda.
Esperó, su expresión no cambió.
Tragué saliva, sintiéndome nerviosa por entrometerme por primera vez desde
que nos presentaron, lo que resultaba irónico, ya que acababa de traspasar sus tierras
para subir a la roca.
—¿Por qué no has venido antes a Telluride si el granjero Cross es tu padre? La
reserva de la montaña Ute está a solo un par de horas de aquí.
Sus labios, ligeramente torcidos, volvieron a bajar y su mandíbula se
endureció.
—Esa es una historia para otro día. —Luego levantó la barbilla lentamente para
mirar al cielo—. Viene la lluvia. —Le siguió un estruendo de truenos—. Deberíamos
irnos.
Ni siquiera un segundo después, una gota de lluvia me golpeó en la nariz, y
luego otra en el brazo.
—¿Qué eres? ¿Psíquico?
—No soy psíquico —dijo, con un tono bajo—. La naturaleza habla, pero no
muchos escuchan.
Parpadeé cuando sus palabras se asimilaron, casi olvidando la tormenta que se
avecinaba de repente. Después de unas pocas horas con mi misterioso vecino, sentí
un millón de veces más curiosidad por Ridge Cross y por saber dónde había estado
durante los últimos trece años de mi vida.
Otro trueno me puso en acción. En cuestión de segundos, Ridge y yo estábamos
corriendo como locos colina abajo, a través de la espesa maleza y de vuelta a los
campos de maíz. En lugar de dirigirse a su casa, Ridge me siguió mientras corría por 20
el camino conocido, todo ello mientras la lluvia empapaba el suelo. El barro me
salpicaba la parte trasera de las piernas y el vestido, mientras la lluvia cubría mi
cabello oscuro.
No me importaba la lluvia, ni siquiera el barro. Lo único que me molestaba en
ese momento en particular era que mi tiempo con el extraño muchacho había
terminado.
Miré por encima de mi hombro mientras corría. Ridge sonreía mientras me
perseguía por los campos enlodados. La lluvia había borrado la suciedad que le había
cubierto el rostro antes, y no pude evitar fijarme mejor en los rasgos que ya me habían
llamado la atención desde la distancia.
Ridge Cross era inequívocamente impresionantemente guapo, y la emoción de
que estuviera en Telluride para quedarse me abrumó.
La adrenalina me recorrió y aceleramos el paso, sin detenernos hasta llegar al
puente donde nos habíamos conocido.
Cuando me di la vuelta, la lluvia apenas se notaba en los árboles de alrededor.
Le sonreí y él me devolvió la sonrisa. Un dolor me llenó el pecho al preguntarme
cuándo volvería a ver al chico. No permitiría que pasara mucho tiempo. A pesar de
todos los obstáculos, estaba decidida a que Ridge y yo siguiéramos siendo amigos,
costara lo que costara.
DOS MESES DESPUÉS

M
e encantaba ver cómo cambiaban las estaciones, desde el blanco
manto invernal que se derretía hasta una prometedora primavera,
pasando por las flores silvestres que cobraban vida bajo un sol
abrasador de verano, hasta la que quizá sea mi estación favorita de todas: el otoño.
En medio de la transición del verano al otoño siempre había una sensación de
incertidumbre. Una mañana, un espectro completo de colores llenaría el hermoso
paisaje de Telluride, y en esa misma tarde, todo podría cambiar. Nunca sabíamos
cuándo llegaría la primera nevada, pero siempre estábamos preparados para ello.
A mis amigos y a mí nos gustaba aprovechar los últimos momentos de sol de 21
septiembre. Recorríamos en bicicleta los interminables caminos de montaña que
pronto se convertirían en pistas de esquí, luego tomábamos la góndola hasta
Mountain Village, y desde allí volvíamos a bajar por la pista de Village. Una vez de
vuelta en el cañón de Telluride, parábamos en uno de los muchos cafés para tomar un
aperitivo.
—Vamos, Camila. —Mi amigo Trip acababa de llegar al inicio de una de las
curvas.
Como siempre, iba detrás de los demás, pero no porque no pudiera seguir el
ritmo. En un día como hoy, en el que el sol estaba alto y unas pocas nubes traían la
brisa perfecta, me encantaba detenerme a observar el baile de las vibrantes flores
silvestres. Mientras que mis amigos querían correr por el terreno como si tuviéramos
que estar en algún sitio.
—Adelante —grité, haciéndoles señas para que siguieran. De todos modos,
prefería recorrer los senderos a mi propio ritmo. ¿Qué sentido tiene cualquier viaje si
no te das tiempo para parar y respirar?
Trip me dirigió una mirada severa y negó con la cabeza. Su padre, Thomas
Bradshaw, era la mano derecha de mi padre en el viñedo. Y como Trip era un par de
años mayor que yo, en ese tipo de salidas siempre se convertía en mi niñera no oficial.
A pesar de lo guapo que era, su arrogancia siempre me hacía sentir mal.
Lo fulminé con la mirada y luego me volví hacia el profundo valle de flores
silvestres y bosques de álamos, que parecía extenderse durante kilómetros. La ira se
encendía en mi interior cada vez que me sentía obligada a seguir el camino de otra
persona en lugar de abrir el mío propio. Era solo cuestión de tiempo que estallara. En
lugar de resistirme, apreté el manillar de la bicicleta con todas mis fuerzas y me rendí.
—Bien.
Después de volver a subirme al asiento, pasé a toda velocidad junto a Trip y
bajé por el sendero, sin aminorar la marcha en la curva. Solo tardé unos segundos en
alcanzar a los demás, que se habían detenido a un lado del camino de tierra,
esperándome, sin duda.
Sonriendo, pasé volando junto a ellos y no me detuve cuando gritaron mi
nombre. Recorrí el estrecho camino de tierra sobre las rocas y los charcos de lluvia
del día anterior, tomando cada curva cerrada como la profesional en la que me había
convertido en los últimos dos años.
Si mis padres supieran lo que mis amigos y yo queríamos decir con eso de "ir
en bicicleta por los senderos de la montaña", se volverían locos de rabia. Aunque el
sendero se anunciaba a los turistas como "fácil", era todo lo contrario. Un resbalón y
la rueda de mi bicicleta podía derrapar, arrojándome fuera de ella y directamente a
un precipicio.
La siguiente curva llegó y pasó, y ya estaba casi bajando la montaña cuando vi
a un chico de cabello oscuro que caminaba de espaldas a mí. Incluso sin verle el
rostro, supe exactamente de quién se trataba.
Habían pasado dos meses desde que vi a Ridge por última vez. No había vuelto
22
a intentar detenerme en el puente, y no había subido a la cima de la colina cuando yo
estaba allí.
Finalmente se me había ocurrido que podría estar evitándome, lo que hizo
maravillas con mi naturaleza obstinada. Por mucho que me empeñara en seguir
siendo amiga del chico, estaba igual de decidida a evitarlo también. Dos podían jugar
a ese juego.
Ridge aún no me había visto. Pasé junto a él sin decir una palabra y con la
cabeza alta. Pero estaba tan concentrada en pasar a toda velocidad junto a él que no
vi un grueso palo en el camino hasta momentos antes de que mi bicicleta chocara con
él. Mi rueda delantera se detuvo de golpe y me tambaleé sobre el manillar para luego
caer de espaldas.
La grava se clavó en mis hombros antes de que saliera disparada y tratara de
respirar. En su lugar, salió un gemido. Todo se sentía constreñido.
Ridge se arrodilló frente a mí y me puso la mano en la espalda. —Te acabas de
quitar el aire. Intenta respirar por la boca mientras empujas el estómago hacia fuera.
Mis ojos se clavaron en los suyos mientras hacía lo que me decía o, al menos,
lo intentaba como el demonio.
—Bien. Ahora exhala mientras succionas tu estómago hacia dentro. Eso
ayudará a estirar tu diafragma.
Su presencia era tan tranquilizadora que, incluso cuando me sentía morir, sabía
que todo iba a salir bien. Aunque no era la primera vez que me quedaba sin aire,
seguía siendo aterrador.
Justo cuando recuperaba el aliento, se acercaron los sonidos de las otras
bicicletas. Mis sentidos volvían rápidamente, y de repente fui consciente de que las
lágrimas habían manchado mi rostro y la suciedad cubría mi ropa y la piel expuesta.
No me importaba tanto la suciedad, pero no me gustaba el hecho de que Ridge
acabara de ver mis lágrimas. Nunca permitía que nadie viera mis debilidades, y sin
embargo me sentía propensa a ellas con él.
—¡Camila! —gritaron mis amigos casi al unísono.
Josie y Raven fueron los primeros en llegar a mí, mientras que Emilio, Brody y
Trip venían detrás de ellos.
—¿Estás bien? —preguntó Josie, mi mejor amiga, que ya me inspeccionaba
para ver si tenía alguna herida.
Raven, la hermana menor de Trip, se apartó y miró fijamente a Ridge.
—Estoy bien ahora, gracias a Ridge.
La mirada de Trip rebotó en Ridge y luego volvió a mí como si no estuviera allí.
—Bueno, está bien —dijo sin extender una pizca de agradecimiento al chico
que acababa de ayudarme a respirar. 23
Ridge recogió mi bicicleta, permaneciendo en silencio, mientras Trip me
ayudaba a levantar de la tierra. Entonces todos se miraron en un incómodo silencio.
—Deberíamos llevarte a casa —dijo Trip sobriamente—. ¿Estás bien para
montar, o deberíamos caminar?
—He dicho que estoy bien. —Le lancé una mirada, enojada porque mis amigos
ni siquiera podían mirar a Ridge o agradecerle que estuviera allí para calmarme
cuando me caí. Me volví hacia Ridge, mi expresión se suavizó—. Gracias de nuevo
por tu ayuda. —Mis palabras eran firmes, y esperaba que mis amigos tomaran una
lección de mi amabilidad—. No sé qué habría hecho sin ti.
Ridge echó una mirada a mis amigos y luego asintió.
Agarré la bicicleta de Ridge y me subí.
—El último en bajar la colina compra la pizza —dije mientras arrancaba.
Todos mis amigos gritaron:
—¡Despacio!

—Eres la más loca de los locos —me dijo Josie mientras tomaba un trozo de
pizza.
—Loca de remate —dijo Raven con un bocado.
—Pero un poco divertida, sin embargo —añadió Brody encogiéndose de
hombros—. No tienes miedo a la muerte. Lo reconozco.
Acompañó su comentario con una sonora carcajada, a la que todos nos
sumamos. Bueno, todos menos Trip, cuyos ojos entrecerrados estaban pegados a la
puerta de la pizzería. Cuando seguí la dirección de su mirada, me invadió la pesadez.
Ridge acababa de entrar y se había detenido en el mostrador para pedir el menú.
—Deberíamos invitarlo a sentarse con nosotros.
Trip giró la cabeza para mirarme con los ojos muy abiertos.
—¿Estás loca? De ninguna manera, Camila.
Odiaba a mi nuevo vecino, y culpaba a nuestros padres por ello. Cualquier
problema que tuviera papá, Thomas Bradshaw lo habría hecho suyo.
Hace tiempo, estaba enamorada de Trip. Siempre había parecido tan atento y
agradable cuando éramos más jóvenes. Y era inconfundiblemente guapo, con sus
ojos azules y su cabello rubio. Parecía que todas las chicas de nuestra escuela estaban
enamoradas de él. Pero mi enamoramiento terminó en el momento en que descubrí
que solo había sido tan atento porque mi padre le había pagado para que me vigilara.
A partir de ese momento, sentí más resentimiento hacia él que otra cosa.
—¿Crees que el chico Ute sabe leer? —se burló Trip. 24
Todos los nervios se activaron cuando escuché el nombre de la tribu de Ridge.
Pero, ¿por qué él, al igual que mi padre, utiliza la palabra de forma tan denigrante? Me
parecía incorrecto y sucio, y me hervía por dentro por ello.
—Es muy extraño —dijo Raven con una expresión desencajada—. Nunca
habría imaginado que Ridge fuera un nativo americano. —Hizo una doble mirada y
luego entrecerró los ojos cuando lo miró de nuevo—. No lo parece.
Josie me puso una mano en la rodilla y me apretó, diciéndome que me mordiera
la lengua. A diferencia de Trip, Raven no pretendía hacer daño con sus palabras.
Simplemente no lo entendía.
—Su padre es el granjero Cross —dijo Josie, con mucha más delicadeza de la
que yo habría tenido—. Tiene sentido que sea mestizo. Pero probablemente no
deberíamos preocuparnos por los asuntos de otros.
—Es nuestro asunto ahora que se ha mudado a la ciudad —dijo Trip levantando
la cabeza.
Levanté una ceja en señal de desafío.
—Entonces deberías conocerlo. Quizá se hagan amigos.
La risa de Trip sacudió todo su cuerpo. Incluso echó un poco la cabeza hacia
atrás para conseguir un efecto dramático. No creí que pudiera odiar a mi amigo más
de lo que ya lo hacía. Trip siempre había sido un poco imbécil, pero nunca lo había
visto reaccionar con tanta dureza ante alguien que ni siquiera conocía. Seguramente,
Thomas Bradshaw y mi papá lo habían contagiado.
—¿Yo? —preguntó, señalando su pecho—. ¿Amigo del Chico Ute? No, gracias.
Sé que eres amigable con todos, Camila, pero no deberías ser tan ingenua todo el
tiempo.
Agarré mi vaso de agua con todas mis fuerzas.
—Si por ingenua quieres decir que no juzgo a alguien por su aspecto o por su
procedencia, entonces supongo que has elegido la palabra correcta.
—Oh, vamos. Sabes lo que el pueblo siente por la familia Cross. Tú más que
nadie deberías estar de mi lado.
Negué.
—Nunca he entendido la estúpida rivalidad. Incluso si lo hiciera, Ridge no tuvo
nada que ver con ello. Igual que yo no tuve nada que ver.
Josie volvió a apretarme la rodilla.
—Bien, es hora de cambiar de tema. Quiero hablar del épico accidente de
Camila en la montaña. ¿Alguien más?
Emilio, Brody y Raven se unieron a Josie en una carcajada cuando recordaron
que había pasado junto a ellos para encontrarme luchando por la respiración en el
suelo. Trip seguía mirándome con desprecio.
—Menos mal que Ridge estaba allí para salvarte, ¿verdad, Camila?
25
Ni siquiera parpadeé antes de replicar.
—Así es, Trip.
Los labios de Trip se curvaron en una sonrisa.
—Tal vez tu papá le dé una recompensa cuando se entere. ¿Qué piensas?
—No lo harías —dije, entre dientes apretados.
—Lo haría, y lo haré, si se te ocurre hacerte amiga de ese chico. Vi la forma en
que lo mirabas.
La amenaza de Trip fue clara, detonando la ira que había estado acumulando
en mi cabeza y en mi pecho. Levanté mi vaso y le lancé el contenido al rostro. El agua
y el hielo lo golpearon, haciendo que su mandíbula se abriera por la sorpresa. Su
camisa y su cabello estaban empapados, y todos los presentes en el restaurante nos
miraban fijamente.
Acababa de implosionar y me sentía increíble, hasta que los párpados de Trip
se abrieron y su mirada se posó en mí. La furia era todo lo que podía ver, enviando
banderas rojas a cada terminación nerviosa de mi cuerpo.
Me levanté de mi asiento y salí del establecimiento, dejando mi pizza atrás.
Después de arrancar la bicicleta del estante, me subí a ella y pedaleé tan rápido como
me lo permitieron mis piernas. Mis amigos no tenían ninguna posibilidad de
alcanzarme, pero aun así atravesé rápidamente la ciudad y tomé el camino de tierra
y grava que llevaba a mi casa.
Lo último que quería era crearle a Ridge más problemas de los que ya tenía,
aunque no me había dicho mucho. Después de la desaparición de su madre, de
mudarse a una nueva ciudad y de verse envuelto en una ridícula rivalidad por defecto,
no había tenido un comienzo acogedor en Telluride.
Más tarde esa noche, llamé a Trip e hice un trato. No me haría amiga de Ridge
si él prometía dejarlo en paz.
Mentí. Pero él también.

26
M e gustaba levantarme antes de que cantaran los gallos, cuando el sol
aún no había amanecido y cuando todavía tenía suficiente luz de luna
para guiar mi camino. Tras vestirme para mi jornada en la granja,
saqué mi cuaderno naranja de debajo del colchón y cerré en silencio la puerta de la
casa del rancho para no despertar a mi padre.
Mi padre. Una palabra tan informal para referirse a un hombre del que había
estado alejado toda mi vida. Me sorprendió más que a nadie que Harold Cross
solicitara acogerme tras la desaparición de mi madre seis meses atrás. Después de
que me mudara a la habitación libre de su casa del rancho, inmediatamente cobró
sentido. Necesitaba ayuda en su granja. ¿Quién mejor para ayudar que su hijo ilegítimo
de quince años al que no tiene que pagar?
27
Y no me escabullí precisamente. A Harold no le importaba que saliera a
hurtadillas antes del amanecer. Tal vez el hecho de que no hubiera sido él quien me
criara me permitía el lujo de tener reglas poco estrictas, casi como si fuera un invitado
que se quedaba en su casa a corto plazo. O tal vez tenía miedo de mis reacciones si
se ponía estricto después de haber sido inexistente durante toda mi vida.
En cualquier caso, no me importó, sobre todo porque pude contemplar la salida
del sol desde el viejo árbol retorcido en la cima del acantilado, el que Camila me
había revelado hace dos meses.
Había conseguido evitar estratégicamente a la extraña chica hasta nuestro
encuentro en el sendero de la montaña el día anterior. Cuando comenzó su viaje
furtivo a través de los campos de maíz al final de la tarde, me aseguré de haber
desaparecido. A veces estaba atendiendo mis diversas tareas en la granja cuando la
veía correr por el campo, y cuando se perdía de vista, me trasladaba
convenientemente a una parte del terreno en la que ella no podría verme desde el
acantilado si se atrevía a mirar hacia abajo.
Evitar a Camila era lo más adecuado. Aunque parecía bastante agradable,
Harold había dejado claro en numerosas ocasiones que tuviera cuidado con la familia
Bell al otro lado del arroyo. No había dado demasiados detalles, pero por lo que dijo,
me hice una idea.
Me mudé a la granja por primera vez en primavera, y Harold sembró la semilla
del miedo que rápidamente creció hasta mi reacción cuando vi a la joven Bell
cruzando el puente.
—Vigila cualquier travesura que venga del bosque, ¿me oyes, hijo? No necesito
más problemas de los que ya tengo.
En ese momento, no tenía ni idea de lo que Harold me estaba diciendo. Solo
sabía que no estaba a salvo, y no me gustaba nada esa sensación.
—Toma esto por si acaso. —Harold me empujó una desgastada escopeta de
caza marrón con visor—. Si alguien entra en nuestra propiedad, se irá corriendo por
donde ha venido.
Mis manos habían empezado a temblar en el momento en que el arma tocó mi
piel. Las armas no me eran desconocidas. Como descendientes de cazadores y
recolectores, muchos hombres de la reserva las llevaban, pero yo nunca había
empuñado una. Mi madre nunca me había permitido ir de cacería con mis amigos y
sus padres. Decía que no era lo suficientemente mayor, pero intentaba protegerme
de la vergüenza que suponía ser el "chico de piel blanca" de la reserva. Me vi
obligado a soportar esa crítica mientras crecía.
Que alguien de la tribu de las montañas Ute conciba un bebé con un forastero
no ocurría todos los días. Algunos lo consideraban un acto de traición. Mi padre era
dueño de la tierra de la que mis antepasados fueron expulsados violentamente en el
siglo XIX. Un colono de Telluride era el peor tipo de forastero para los Utes y
viceversa. Dos siglos y dos décadas después, las heridas aún estaban frescas. Y para
mis compañeros, yo era un recordatorio de ese dolor. 28
Yo no pertenecía a esa reserva. Y cuando sostuve la escopeta de Harold, supe
que tampoco pertenecía a su granja.
—No, gracias. —Mi respuesta fue suave, pero traté de dar a mis ojos la
convicción enterrada en lo más profundo de mi ser. Mi madre no estaba físicamente
allí, pero sus fuertes valores por la naturaleza y la vida humana se habían arraigado
en mí.
Harold aceptó mi respuesta, o eso creía yo. El día siguiente fue una historia
diferente.
Me llevó al bosque, me puso la escopeta en el pecho y apuntó a un grueso árbol
en la distancia.
—No nos iremos hasta que llegues a ese árbol.
Definitivamente no podía discutir con Harold. Él veía la vida de una manera,
con el corazón y la mente de alguien que tenía que trabajar duro para proteger lo que
era suyo. El instinto de lucha para sobrevivir estaba metido en sus huesos. Podía verlo
y sentirlo en su forma de vida. Se inclinaba por los que lo rodeaban, trabajando duro
y siguiendo las reglas, por muy injustas que fueran. Llevaba poco tiempo en la Granja
Cross, pero lo veía todo muy claro.
Al final, acepté las lecciones de tiro para apaciguar a mi viejo. Por lo que yo
sabía, las lecciones de tiro eran su forma de vincularse. Y como habíamos pasado toda
una vida sin ello, todo se sentía incómodo, forzado y equivocado. Pero nunca podrían
sentirse bien cuando la única persona que siempre me había protegido se había ido.
Mientras estaba sentado en la cima de la colina, observando cómo el sol de la
mañana se elevaba sobre el horizonte, pensé en mi madre y en la realidad de su
desaparición. No era la primera mujer indígena que desaparecía sin dejar rastro, y
las probabilidades de que apareciera viva eran más pequeñas que cualquier pizca de
esperanza que me quedara. Mamá era joven, le quedaba mucha vida por vivir, y qué
valiente fue.
Garabateé algunos de mis pensamientos en mi diario, queriendo plasmar su
memoria en papel de todas las formas posibles, desde las lecciones que me había
enseñado hasta la sabiduría que me había transmitido. Su visión de la vida y de los
retos a los que nos enfrentamos siempre me ha inspirado mucho. Me hizo sentir que
podía hacer cualquier cosa.
—Vivir el momento no consiste en la perfección, hijo mío. La vida está destinada
a ser desordenada y desafiante. Es nuestro privilegio liberar nuestros pensamientos,
ordenar el caos y tomar lo que sobrevive para acercarnos a nuestro destino. Nuestro
camino no tiene fin. Las imperfecciones nos desafiarán, nos romperán y, al final, nos
harán completos.
Podía oír sus palabras como un suave susurro en el viento mientras cubría la
página con pensamientos entintados y recuerdos sagrados.
Momentos después, el sonido de unos pasos acercándose me sacó de las
profundidades de mis pensamientos. Cerré de golpe mi cuaderno y lo metí en el 29
bolsillo trasero de mis vaqueros. Con un movimiento de cabeza, me giré para
encontrar a la persona de la que me había propuesto alejarme. Estaba caminando por
el sendero con los ojos apuntando hacia abajo.
Camila era claramente joven, pero era una cosita feroz que sabía demasiado.
Junté las cejas en una mirada para advertirle que se mantuviera alejada tanto de mí
como de la granja de Harold. No tenía por qué invadirla una y otra vez. Le había hecho
un favor al mirar para otro lado, pero no volvería a hacerlo.
—Vete, Salvaje.
Mi voz debió de sorprenderla, porque se detuvo en seco y sus ojitos se
abrieron de par en par. Salvaje era el apodo que le había puesto después de su
incidente en bicicleta de montaña del día anterior. La forma en que ni siquiera se
inmutó ante la escopeta con la que le apunté, junto con la forma en que volvió a
subirse a la bicicleta después de caerse, demostró que la chica no tenía ninguna
consideración por su propia vida.
Al mirarla, no pude evitar quedarme prendado de sus ojos. Eran del color de
la primavera en los campos de maíz, cuando los tallos eran verdes y vivos, y los
destellos de los granos dorados asomaban entre las hojas, al igual que los remolinos
dorados de sus ojos. El tono caramelo de su piel no hacía más que acentuar el
contraste de los mismos, y después de un solo encuentro con ella, supe que no debía
enamorarme de la inocencia de su expresión.
Un momento después, una mirada feroz transformó su rostro.
—Este es un terreno público —dijo—. No puedes decirme que me vaya.
Además, te he enseñado esta cima. Y... —Su expresión cambió de nuevo, pero a la de
confusión—. Pensé que éramos amigos.
Me reí ante su absurdo comentario. No solo era atrevida, sino que además no
tenía ni idea de lo que suponía.
—¿Amigos? ¿Por qué piensas eso?
—Corrimos juntos por el campo, te reías y... —Buscó mi mirada como si le
faltara algo y estuviera decidida a encontrarlo—. Me ayudaste después de mi caída
de ayer.
—¿Qué iba a hacer? ¿Dejarte sin aire?
Parecía perdida, y algo en mi pecho se estremeció por ser la causa de su
decepción. No era un matón, pero me sentía como tal.
—Eres una Bell —dije finalmente, como si eso lo explicara todo. Pensé que así
sería.
Cruzó los brazos sobre el pecho y miró con desprecio.
—¿Y qué pasa con eso?
—Nuestros padres no son amigos.
—No significa que no podamos serlo. 30
Volví a reír, acomodando mi posición en el árbol para tener una visión
completa de ella. Parecía más alta de lo que recordaba del día anterior mientras
estaba allí con su vestido verde y sus sucias zapatillas blancas.
—¿Por qué quieres tanto ser mi amiga, de todos modos, eh? Ni siquiera me
conoces.
Su mandíbula se endureció y levantó la barbilla antes de hablar.
—No sé. Quizá no me guste tener enemigos. Y aunque lo hiciera, es mejor
mantener a tus enemigos cerca. ¿No es eso lo que dicen?
Asentí. Sus intenciones eran puras. Solo una mirada a ella mostraba su
inocencia y curiosidad. Puede que no fuera una amenaza directa para mí, pero si
alguno de nuestros padres nos pillaba juntos, eso podía cambiar muy rápido. Sus
amigos tampoco parecían preocuparse mucho por mí.
—No tenemos que ser enemigos, Camila. Pero creo que sabes por qué la
amistad está fuera de lugar. Además, solo eres una niña. Deberías estar viendo
dibujos animados en casa con tus padres.
Se acercó, soltando las manos mientras caminaba.
—Cumpliré catorce años en dos semanas. Y no me voy a ir. Si alguien va a ir a
alguna parte, eres tú, granjero.
Camila y yo compartíamos la misma semana de cumpleaños. Yo cumpliría
dieciséis años dentro de dos semanas, pero si se lo decía, tendría una excusa más
para querer hacerse amiga mía. Aparentemente, mi evasión no importó, porque un
momento después, se dejó caer sobre la raíz del árbol a centímetros de mí.
Lo dejé pasar por el bien de la paz por la que había subido. Tal vez dos
personas que no se llevaban bien podían sentarse una al lado de la otra. Muy pronto,
fue como si ella no estuviera allí. Cada uno de nosotros se perdió en sus propios
pensamientos mientras miraba el sol naciente.
—¿Cómo sabes tanto que nuestros padres no se gustan?
Su pregunta salió de la nada, despistándome. Pensé en qué decir, porque no
sería mucho. Desde que había ido a disparar con Harold, no podía quitarme de la
cabeza la historia de nuestras familias enemistadas. Después de todo un siglo,
deberían haber podido encontrar la paz. Tal vez Camila sabía más de lo que sus ojos
inocentes revelaban.
—¿Conoces la historia de nuestras familias?
Ella era la que había crecido aquí. Si alguien debía manejar información, debía
ser ella.
Camila se burló y cruzó los brazos sobre el pecho.
—Palabra clave, historia.
Negué, frustrado, lo cual no formaba parte de mi naturaleza. Me habían
enseñado a "seguir la corriente". Nada se resolvería con ira o frustración. Esas 31
emociones solo distorsionaban los verdaderos problemas que había debajo.
—La historia no significa que ya no exista, Salvaje. Lo cierto es lo contrario. La
historia es más que un periodo de tiempo o un acontecimiento. Nace en nuestro ADN
y se incrusta en nuestros huesos. Sin historia, no hay futuro. Y cuanto más sepas y
entiendas, más poder tendrás para corregir los errores de nuestros antepasados.
Estiró las piernas y suspiró.
—Mi padre no entra en detalles sobre lo que pasó, pero sé que la disputa de
los Cross-Bell comenzó hace más de un siglo, cuando tu familia empezó a comprar
tierras de cultivo al otro lado del arroyo. Las disputas por la tierra no eran infrecuentes
en aquella época. Pero eso fue hace casi cien años, Ridge. ¿Qué sentido tiene insistir
en algo que podría arreglarse fácilmente con un simple apretón de manos?
La actitud de Camila hacia el tema me intrigó.
—¿Es eso lo que realmente piensas? ¿Que nuestros padres deben darse la
mano y empezar a vivir en paz?
—No entiendo por qué no se puede hacer.
Se me calentó el pecho y sonreí, enamorado de ella y de su bondad. Podría
destruirse fácilmente con algunas simples verdades. No quería ser yo quien
destruyera la mente optimista de una joven, pero sentía que debía hacerlo.
—Para empezar, alguien tendría que disculparse. ¿Crees que debería ser tu
padre o el mío?
Camila pareció quedarse sin palabras hasta que frunció el ceño.
—No lo sé. —Entonces se volvió hacia mí, con los ojos todavía desorbitados,
pero con un toque de tristeza también—. ¿Mi papá hizo algo para lastimar a los tuyos?
—No sé nada de eso. Ni siquiera sé cómo empezó la disputa inicialmente, pero
sí sé que mientras tus abuelos estaban plantando sus primeras vides a raíz desnuda
para comenzar su empresa de viñedos, la granja de mis abuelos estaba llena de
ganado. En un lado de la tierra, la familia Bell luchaba por mantener a los animales de
la granja de Cross fuera de su propiedad. En el otro lado de la tierra, los animales de
la finca de los Cross iban desapareciendo, uno a uno. Esto se prolongó durante años
hasta que, un día, un caballo que había desaparecido de la granja de los Cross volvió
a aparecer en su propiedad con una herida de bala en la cabeza, lo que enfureció a
mis antepasados. Así que la rivalidad continuó, y un mes después, el primer día de la
primera cosecha de la familia Bell, un incendio prendió una hilera de vides, casi
destruyendo el flamante viñedo.
—Seguro que sabes mucho para alguien que no habla mucho.
Me volví hacia ella, frunciendo el ceño.
—Y eres bastante bocazas para ser alguien que habla más de lo que escucha.
¿Estás segura de que quieres ser mi amiga?
Me miró con sus pequeños ojos verdes disparando láseres.
32
—Estoy empezando a cambiar de opinión sobre eso.
—¿Por qué no lo haces, entonces? No debemos ser amigos. Ve a buscar
algunos niños de tu edad.
—¿Cuál es tu problema? —gritó, y por primera vez desde que la conocí, pude
ver su edad escrita en ella. Camila se hacía la dura, la salvaje y la indiferente, pero
en el fondo era más de lo que presentaba, y eso era lo que más me asustaba.
Suspiré, pensando que había llegado el momento de terminar la conversación
de una vez por todas y ponerlo todo en evidencia. Lo que le dije a Camila la primera
vez que la conocí era que no quería desperdiciar mis palabras. Y ya había dicho
demasiado. De hecho, nunca había hablado tanto con nadie, aparte de mi madre, en
una sola sesión.
Me puse de pie, extendiendo una mano a Camila para ayudarla a levantarse,
pero ella la ignoró y se levantó sola.
—No necesito tu ayuda. —Entonces resopló y empezó a bajar la montaña por
un camino diferente al que había venido.
—¿A dónde vas? —llamé.
—No te preocupes por eso —gritó por encima del hombro—. No necesito usar
tus estúpidos campos de maíz para llegar a casa. Haré un nuevo camino.
Poniendo los ojos en blanco, la miré alejarse hasta que se perdió de vista a
mitad de camino por las colinas rojas y rocosas. Quería ir tras ella, pero eso no serviría
para poner fin a nuestra amistad. Además, si Camila iba a llegar a la cima de la colina
de nuevo, tendría que encontrar otro camino. Parecía que ese problema estaba
resuelto por sí solo.

33
L a accidentada bajada fue más dura de lo que mi testaruda mente había
querido creer. Alejarme de Ridge y de todo lo que tuviera que ver con él
había sido mi objetivo número uno, pero incluso yo podía admitir que el
camino que había elegido tomar era el equivocado.
Bajé por el único saliente de roca que encontré mientras mis dedos se
agarraban a las rocas rojas que había sobre mí. El siguiente aterrizaje fue un desnivel
de metro y medio a mi derecha. Giré los ojos hacia el cielo azul y exhalé un suspiro.
Ahora no es el momento de entrar en pánico, Camila. Todo irá bien. Ya me había metido
en situaciones más difíciles.
Si no hubiera sido por Ridge y lo grosero que había sido, descartando una 34
amistad conmigo, entonces no estaría en el aprieto en primer lugar. Era su culpa que
yo estuviera tomando la ruta peligrosa y estuviera a un paso equivocado de caer a mi
muerte. Sin embargo, después de la forma en que me había dejado ir, no creí que le
importara mucho si me caía.
Con un último paso, salté a un trozo de roca más plano y miré a mi alrededor
mientras recuperaba el aliento. El aire era frío, pero el sudor seguía acumulándose
por encima de la línea de la frente. Los nervios se apoderaban de mí. También se lo
reproché a Ridge. Nunca debí haberle mostrado la cima de la colina. Si no hubiera
sido tan estúpida, aún tendría acceso a mi lugar de reunión favorito. Ahora, no solo
tenía que compartirlo, sino que también tenía que encontrar mi propio camino de ida
y vuelta, si no me mataba por el camino.
Las rocas empezaron a ser más pequeñas a medida que descendía más, lo que
facilitó la búsqueda de apoyo. Cuando vi el rellano principal más adelante, suspiré
de alivio. Nunca había llegado a esa sección de roca. No había visto ningún sentido
en buscar otra ruta cuando había encontrado el camino más cercano a los campos de
maíz. Con la última pendiente de la colina frente a mí, miré hacia atrás y me despedí
de la montaña que una vez fue mía. No podía volver a recorrer ese camino. Incluso la
temeraria que había en mí era lo suficientemente inteligente como para saber cuándo
era suficiente.
En la parte inferior de la última pendiente, un desnivel de dos metros conducía
a un claro de roca roja. Salté y aterricé de pie con las rodillas dobladas debajo de mí,
pero calculé mal algo. Mi barbilla cayó con fuerza sobre mis rodillas, y un alarido
salió de mi garganta antes de caer hacia atrás, con los ojos abiertos al cielo.
Mis oídos sonaban y el dolor punzante no cedía. Un crujido de la hierba alta
frente a mí fue como un chapuzón de agua fría en mi rostro. ¿Era una serpiente? ¿Un
oso? Mi mente se volvió loca con las posibilidades mientras la obligaba a alejarse del
dolor.
—¡Camila! —gritó Ridge.
El alivio que me inundó al oír su voz vino acompañado de un torrente de
emociones. Era la última persona que esperaba, pero fue la primera en llegar minutos
después. Ni siquiera sabía que me había seguido.
Al igual que después de mi caída en la montaña el día anterior, se agachó sobre
mí con preocupación en sus cálidos ojos de chocolate, que me hicieron derretirme en
su presencia.
—¿Por qué siempre te encuentro así?
A pesar del dolor que irradiaba de mi barbilla y de toda mi mandíbula, no pude
evitar reírme.
—Nunca pensé que fuera torpe antes de conocerte.
—Realmente eres una salvaje, ¿no?
Entrecerré los ojos.
—Sigues llamándome así. ¿Por qué siento que es un insulto?
35
Me miró por un momento antes de negar.
—No tienes miedo. Eres valiente. Pero deberías tener más cuidado. Si no
hubiera estado aquí...
—Habría estado bien —interrumpí, con mi obstinada bravuconería de vuelta
mientras me levantaba hasta quedar sentada.
Agachó la cabeza y se rió.
—Sí. Estoy seguro de que eso es cierto.
Ridge me tendió la mano, un gesto que despertó un rayo de esperanza en mi
corazón. La acepté, encajando mi pequeña mano en la suya mientras me ayudaba a
salir de la tierra. Llevaba seis meses viviendo en el rancho de Harold, así que debería
haber esperado sus manos ásperas y la suciedad bajo sus uñas.
—Tu viejo te mantiene ocupado, ¿eh?
Siguió mi mirada y apartó la mano.
—De la misma manera que tu viejo te mantiene ocupada en el viñedo, supongo.
Busqué en sus ojos, preguntándome qué otras suposiciones había hecho sobre
mí.
—He elegido trabajar en el viñedo. Quiero aprenderlo todo para poder
sustituir a mi padre algún día. Es una gran responsabilidad y quiero hacer lo correcto
con el legado de mi familia.
Ridge entrecerró los ojos.
—Esos son grandes sueños, Salvaje. Eres un poco joven para tomar ese tipo de
decisiones ahora.
—No eres mucho mayor que yo. Dos años no es una diferencia tan grande. ¿Me
estás diciendo que no tienes sueños?
Se rió.
—Por supuesto que sí. Solo que no implican hacerse con mil acres de tierra.
—Tal vez necesites soñar más grande, Ridge Cross.
Sus labios se curvaron en un tipo diferente de sonrisa, una que me sorprendió
en el pecho. Nuestra diferencia de edad claramente molestaba a Ridge más que a mí.
Y de alguna manera, en ese momento, no me importaban las reglas ni las disputas
familiares ni cómo "debían ser" las cosas. Algo en Ridge Cross me hacía querer
aferrarme a él, sin importar las consecuencias.
Fue el primero en romper nuestro contacto visual. Su mirada se elevó hasta
justo por encima de mi hombro. Algo cambió en su expresión, haciéndome girar para
ver qué había llamado su atención.
—¿Es lo que creo que es?
Su pregunta llegó justo cuando vi lo que estaba mirando: una entrada con un
marco de madera desgastado y una puerta de acero oxidada que estaba cerrada y
con candado. Tuve que acercarme para leer las palabras grabadas sobre la puerta. 36
“Mina Cornett Creek 1875” leí mientras mi corazón latía con fuerza. Me acerqué a la
puerta, agarré una parte de los barrotes e intenté asomarme al interior.
Aparte del final de las vías del tren en la entrada, no podía ver nada en la
oscuridad.
—Esto es increíble —exclamé. Pero con mi siguiente respiración llegó un olor
penetrante que me provocó arcadas—. El olor. Debe haber un animal muerto ahí
dentro. —Agité una mano delante de mi nariz, como si eso hiciera desaparecer el
olor—. Apuesto a que esta mina fue olvidada una vez que la propiedad fue cerrada
por nuestros padres —hablé con entusiasmo mientras miraba por encima de mi
hombro a Ridge—. Hablando de historia, esta es una gran parte de ella.
Se acercó a mi lado y trató de mirar también en su interior. Su nariz se arrugó
inmediatamente ante el olor.
—Te das cuenta de que la minería en este pueblo es la razón por la que mis
antepasados Ute fueron expulsados a la fuerza, ¿no?
Fruncí el ceño. Todo el mundo en Telluride conocía la inquietante historia de lo
que los colonos europeos habían hecho a los habitantes originales de aquella tierra.
Todo lo que los Ute querían era la tierra en la que se habían criado para cazar, pescar
y vivir en paz. Entonces se produjo la masacre de Meeker de 1879, que provocó un
levantamiento de los Ute contra una agencia del gobierno estadounidense, lo que dio
lugar a la Ley de Traslado de los Ute. Doce millones de acres de tierra que habían
sido garantizados a los Utes fueron repentinamente negados a ellos, forzándolos al
exilio.
El horror del pasado de nuestra ciudad me golpeó con fuerza y tragué saliva.
—Aprendemos sobre la historia de Telluride en la escuela. Lo que ocurrió
entonces fue injusto, y lo siento.
Una suave sonrisa apareció en su rostro, sorprendiéndome.
—Oh, no. Tú no tuviste nada que ver con lo que pasó entonces. Y yo mismo no
puedo decir mucho, ya que soy una mezcla de todo.
Su ascendencia era algo que aún no le había preguntado, aunque deseaba
desesperadamente entenderlo. Por suerte, no tuve que preguntar nada.
—Mis antepasados Cross fueron parte del problema y algunos de los primeros
colonos en tener propiedades aquí.
Después de una frase, empecé a llenar muchos espacios en blanco sobre los
antecedentes de Ridge. No me extraña que me pareciera tan fascinante y complejo.
Quería saber más.
—Pero tu madre te llevó a vivir a la reserva. ¿Por qué?
Su mandíbula se tensó durante un segundo antes de soltarla con un
encogimiento de hombros.
—Tuve la impresión de que ya no éramos bienvenidos aquí. No hice muchas
preguntas mientras crecía. A mi madre no le gustaba hablar de Harold.
37
Dejé escapar una lenta respiración, tratando de mantener la calma, aunque mi
mente se volvía loca.
—Tiene que ser duro, no saber.
Soltó el agarre de la puerta del portal.
—Mi madre era una buena persona. Creo que hizo lo que le pareció mejor, y
honraré su decisión siempre.
Yo también solté mi agarre de la puerta y me giré para mirarlo.
—¿Te gustó vivir en la reserva?
—La reserva es todo lo que conozco, así que supongo que lo disfruté. Sin
embargo, nunca sentí que perteneciera. —Levantó los brazos y miró a su alrededor—
. Al igual que no siento que pertenezca aquí.
Empecé a fruncir el ceño de nuevo, pero encontré la oportunidad de sonreír en
su lugar.
—Precisamente por eso deberíamos hacernos amigos. Me encantaría saber
más sobre tu lugar de origen. Y yo puedo enseñarte todas las cosas que te perdiste
en Telluride. —Sonreí, sintiendo que no había forma de que me rechazara—. ¿Qué
dices, Ridge? —Extendí la mano—. ¿Amigos?
Torció sus facciones en señal de duda.
—Nuestros padres nunca permitirían algo así.
—No tienen que saberlo.
Su expresión se relajó un poco.
—¿Y tus amigos? Ayer me miraban como si fuera un extraterrestre.
Puse los ojos en blanco.
—Ese era Trip. Es un gran imbécil. No le hagas caso. —Luego volví a sonreír—
. Piensa que un día seremos tú y yo los que gobernemos la tierra. Podemos terminar
con la tonta disputa en ese momento. ¿Y sabes ese puente en el que intentaste
amenazarme para que no lo cruzara? Un día, ese puente nos conectará en lugar de
separarnos.
La mirada de Ridge se congeló en la mía, como si incluso él pudiera imaginarse
nuestros mundos unidos en uno solo.
—Eso crees, ¿eh?
Asentí, más segura de lo que había estado nunca de nada en toda mi vida. A
partir de ese momento, sería mi principal misión. El día en que me pusiera en el lugar
de mi padre sería el día en que termináramos la estúpida disputa.
Ridge sonrió cuando su mano se encontró con la mía por segunda vez ese día.
—De acuerdo, Salvaje. Podemos ser amigos.
Apreté su mano y me puse de puntillas.
—Bien. Ahora puedes revisar esta mina conmigo. —Acababa de empezar a 38
soltar su mano y a girar hacia la mina cuando me tiró de nuevo hacia él.
Los ojos de Ridge se abrieron de par en par, y negó mientras dejaba caer
nuestras manos.
—Ni siquiera lo pienses. No sabemos qué hay ahí dentro. Probablemente ni
siquiera sea seguro. Además, tiene un candado.
Miré a mi alrededor y agarré una gran roca.
—Entonces vamos a abrirlo.
Me arrancó la piedra de la mano y la lanzó al campo más cercano.
—De ninguna manera. Está sellada por una razón, lo sepan nuestros padres o
no. Antes de que alguien entre en esa cosa, debería ser inspeccionada.
Su sugerencia me hizo sentir miedo en el pecho.
—No se lo vas a decir a nadie, ¿verdad?
Ridge suspiró sin responder y miró detrás de nosotros hacia la hierba alta que
conducía al bosque.
—Vamos. Te acompañaré hasta el puente. Luego tienes que correr a casa antes
de que tu papá venga a buscarte.
—Puedo caminar sola —insistí.
Al parecer, Ridge era tan testarudo como yo, porque no me hizo caso. En lugar
de eso, me agarró de la mano con firmeza y empezó a caminar por la hierba alta, hacia
el bosque y hacia el arroyo, que seguimos. No me soltó hasta que llegamos al centro
del puente.
Allí, me hizo un gesto para que avanzara y comenzó a caminar hacia atrás, hacia
su propia tierra.
—Date prisa en volver a casa y deja de meterte en tantos problemas.
Aunque su comentario venía del lugar correcto, todo lo que podía pensar era
en lo que pasaría si alguno de nuestros padres descubría lo que acabábamos de
hacer.
—No le cuentes a nadie lo de la mina, ¿de acuerdo?
Se detuvo y ladeó la cabeza.
—Es peligroso, Camila. Alguien debería revisarlo antes de que alguien vaya a
explorar donde no debe. Podrían resultar heridos.
—Nadie saldrá herido —insistí.
Ridge negó y cerró los ojos, diciéndome en silencio que estaba equivocada.
—No lo sabes con seguridad.
—Lo sé, pero... —No sabía por qué me sentía tan protectora con algo que no
me pertenecía, pero no se trataba solo de la mina. También se trataba de la cima de
la colina—. Si alguien se entera de la mina, podría tener motivos para crear un camino 39
de acceso público para llegar a ella.
—Entonces pierdes la cima de la colina.
—Perdemos la cima de la colina, Ridge. Ahora es nuestra. —Tragué saliva,
rezando para que accediera a dejar la mina en paz—. Y no quiero que nada cambie
eso.
Tras unos momentos más de silencio, asintió lentamente.
—De acuerdo, Camila. Tienes mi palabra, pero tienes que prometerme una
cosa.
El alivio se apoderó de mí, pero mi corazón seguía latiendo con fuerza.
—Cualquier cosa.
—No vuelvas a acercarte a esa mina. ¿De acuerdo?
—De acuerdo.
—A partir de ahora, accederás a la ladera por los campos de maíz cuando los
tallos estén altos, pero si Harold te pilla...
Asentí.
—Lo entiendo, Ridge. Si me pilla, se acabó.
Ridge inclinó la cabeza hacia el puente.
—Bien. Ahora vete, Salvaje. Antes de que alguien empiece a buscarte.
L a sangre se escurría entre los dedos del cazador mientras levantaba el
alce muerto sobre su hombro. Aunque era un hijo de puta pesado, no le
resultaba extraño llevar la carga de su sustento. Acababa de empezar a
moverse por el bosque cuando escuchó un aullido en la distancia. Con el mismo
estado de alerta que había hecho que la pieza de caza que llevaba a su espalda se
quedara quieta antes de recibir la bala entre los ojos, el cazador miró hacia el lugar
de donde procedía el sonido.
Cuando no volvió a oír nada fuera de lo normal, pensó que podría haber
imaginado el ruido. Pero después de reproducirlo en su mente, surgió la imagen de
la joven. Era la única que conocía que sería tan estúpida como para tratar el terreno
de la montaña como si fuera su patio de recreo. Esa chica siempre se metía en
40
problemas. Algún día aprendería la lección. Tal vez ese día sea hoy.
El cazador levantó el alce de su hombro con un gruñido y luego dejó caer el
robusto animal al suelo. No podía desplazarse rápidamente con la pesada presa a
cuestas. Si tenía alguna posibilidad de investigar el ruido, tendría que moverse
rápido.
Sus pesadas botas hacían ruido al pisar las ramas caídas y las hojas amarillas
secas. Caminó hacia el sonido del aullido humano, que aún permanecía en su mente
mientras sus retorcidos pensamientos recorrían todos los escenarios que podía
imaginar del estado en que encontraría a la joven.
Tal vez había tropezado con una de sus trampas para osos. Pero eso sería
imposible, ya que las dos únicas trampas para osos que había colocado estaban en lo
más profundo del bosque. Ni siquiera Camila se atrevía a adentrarse en el bosque.
Tal vez se había caído en las rocas dentadas del arroyo. Estaría mojada, fría y
preparada para la paliza que él soñaba darle, ya que su padre no tenía el valor de
enseñarle a su niña a ocuparse de sus propios asuntos.
Un pensamiento tras otro sobre cómo encontraría finalmente a Camila pasó por
su cabeza antes de llegar al claro. La adrenalina corría por sus venas ante la idea de
encontrarla allí, indefensa y sola.
Llegó a un terreno llano en la parte trasera de la montaña y siguió su rastro sin
marcar hasta el lado de la misma, justo antes de que la hierba creciera alta y espesa.
Nada parecía fuera de lo normal, pero una sensación en su interior le decía que
alguien había estado en la mina, su mina.
No pudo haber sido la chica. Ella nunca vendría por ahí, no cuando tenía esos
malditos campos de maíz por los que correr. Pero ese grito y su maldita curiosidad. ¿Y
si se tropezaba con ella después de todo?
La rabia se apoderó del cazador al pensar en la intrusión. Hacía más de quince
años que tenía la mina y el terreno circundante para él solo, y no iba a permitir que
eso cambiara.
Con la adrenalina transformándose en ira e hirviendo por sus venas, se dirigió
hacia la puerta con candado y maldijo cuando vio que la gran roca que solía utilizar
como tope de la puerta había sido movida. ¿Había hecho yo eso? ¿O lo ha hecho ella?
No le extrañaría que esa mocosa acabara yendo demasiado lejos y tropezara con el
antiguo hito.
El cazador recogió la piedra y la colocó en el lugar que le correspondía.
Después de introducir la llave en el candado, abrió la puerta antes de adentrarse en
el bosque para recoger su última presa.
Durante años, la joven heredera se había acercado a los terrenos del cazador
mucho más de lo que le resultaba cómodo. La joven estaba fuera de los límites y no
debía ser dañada, y el cazador obedecería ese sentimiento mientras siguiera
teniendo acceso a las tierras de las que se había beneficiado durante tanto tiempo... 41
pero tenía mucho más que perder que antes. En el momento en que se convirtiera en
una amenaza, tendría que irse. Tan simple como eso.
UN AÑO Y MEDIO DESPUÉS

D
e vez en cuando, mi padre y su antigua pandilla de cazadores se reunían
en la casita, una casa independiente en el lado oeste de nuestra villa. El
pequeño edificio contaba con algunas oficinas, incluido el estudio de mi
padre, donde tenían sus reuniones privadas. La sala se llenaba de humo y risas
mientras los hombres bebían demasiado vino, jugaban al póquer, maldecían cada
dos por tres y se lanzaban insultos de un lado a otro hasta que se desmayaban en una
de nuestras habitaciones de invitados o se iban a casa.
Mamá siempre cocinaba un festín para los hombres y yo lo repartía a lo largo
de la noche. Había aceptado el trabajo de buen grado cuando era una niña atrevida
de ocho años a la que le encantaba esconderse en los rincones oscuros para escuchar
42
a escondidas las conversaciones de los hombres. Últimamente, toda la escena me
producía escalofríos, y nada deseaba más que estar en cualquier otro lugar.
—Tu hija es un ángel, Patrick —dijo uno de los hombres mientras dejaba un
plato de sándwiches.
Mi padre levantó la vista de sus cartas desplegadas. Le colgaba un puro de los
labios y me sonreía como si yo fuera el equivalente a uno de los trofeos de caza que
colgaban de sus paredes.
—Así es, Bill. Así es.
Retrocedí unos pasos de la mesa, dispuesta a escaparme para salir una noche
con mis amigos, cuando Thomas Bradshaw me pasó un brazo por los hombros.
—Trip dice que te recogerá para ir a Mountain Village esta noche.
La atención de mi padre se centró en la mención del hijo de Thomas y, de
repente, todos los ojos de los hombres estaban puestos en mí. Qué incómodo.
—Um —dije con una risa suave—. Un grupo de amigos vamos a salir esta noche,
Thomas. No es una cita ni nada parecido.
Dejó escapar un juguetón “Ahh” y se rió.
—Es una pena. Tu padre y yo pensamos que ya los estaríamos casando.
El calor subió por mi cuello y se extendió por mis mejillas. Que Trip y yo
creceríamos y nos enamoraríamos un día, tendríamos bebés y viviríamos felices para
siempre en el viñedo, siempre había sido la broma corriente entre nuestras familias,
pero no era así en absoluto. Por desgracia, yo era la única persona que lo creía.
Solo me planteaba salir con un chico de mi colegio, no es que papá lo
permitiera. Tampoco era la única chica que se había fijado en Ridge. Aunque cuando
se trasladó a Telluride no fue bien recibido, se las arregló para cambiar las cosas.
Nuestros compañeros de clase lo aceptaron como a uno de los suyos, excepto Trip,
por supuesto, que seguía asomando la nariz cada vez que Ridge estaba cerca.
Sabía que no debía darle a Trip ningún motivo para meterse con mi amigo
secreto, así que, aunque Ridge Cross seguía estando fuera de los límites, no pasaba
una semana sin que nos viéramos. Cuando llegó el otoño, la nieve cubrió el paisaje y
la cima de la colina se volvió inaccesible. Ridge y yo empezamos a reunirnos en el
puente. Aunque no teníamos la vista panorámica del terreno, era lo segundo mejor
de la montaña. Me encantaba oír hablar de su vida en la reserva, de su madre y de
los pocos buenos amigos que tenía. A su vez, lo mantenía informado de mi duro
trabajo en el viñedo.
—No les hagas caso, Camila —dijo el hombre a la derecha de mi padre. Gus
era el padre de mi amigo Brody y había sido el guardián del viñedo desde que mi
padre se hizo cargo—. Eres demasiado joven para pensar en salir con alguien.
Disfruta de tu tiempo con tus amigos.
Sonreí al amable anciano. 43
—Gracias por cubrir siempre mi espalda, Gus.
Asintió, con una sonrisa en las mejillas sonrosadas.
—Siempre puedes contar conmigo, jovencita.
La sinceridad de sus palabras me calentó, y me marché con una sensación de
alivio que me pareció poco frecuente con mi padre y Thomas. Eran como guisantes
en una vaina, siempre jugando el uno con el otro como dos hermanos. A menudo me
preguntaba por qué mi padre le daba tanta responsabilidad a Thomas, pero se hizo
evidente cuando crecí y empecé a aprender más sobre las operaciones de la viña y
la bodega.
Mi papá era la marca, mientras que Thomas Bradshaw era el rostro. Y todo
parecía funcionar bien para ellos.
Salí de la casita con una sonrisa y me reuní con mamá en la cocina para decirle
que me iba. Trip me recogería en cualquier momento y yo estaba ansiosa por
ponerme en marcha. Durante los meses de invierno, la vida en esa gran casa se sentía
como una elegante prisión. No podía cuidar de las viñas como me gustaba, ni correr
a la cima de la colina cuando nadie se enteraba, ni ir en bicicleta al pueblo. Así que
una noche en el pueblo me emocionaba más de lo que lo haría a la mayoría de los
chicos de mi edad.
Cuando Trip llegó en su ruidosa camioneta negra, me subí al asiento trasero
para unirme a Josie y chillé mientras salíamos del camino. Raven estaba sentada junto
a su hermano, tan tranquila como siempre.
—¿Mi padre ya está borracho? —preguntó Trip en broma.
—Lo está —dije con una sonrisa—. Pensó que me ibas a llevar a una cita esta
noche, y se decepcionó mucho cuando le dije que no éramos solo tú y yo.
Josie me lanzó una mirada divertida porque pensaba que Trip podía sentir algo
por mí. Decidí ignorarla cada vez que lo mencionaba. Pero no pude ignorar esa
mirada ni el silencio que llenó la cabina de la camioneta después de que las palabras
salieran de mi boca.
Para el resto de las chicas de la ciudad, Trip Bradshaw era la flor y nata: un
atleta estrella en todos los deportes que se ofrecían, aunque la competencia no era
dura, ya que nuestras clases eran una cuarta parte del tamaño de la mayoría de las
escuelas. Ya tenía una relación con la Universidad de Columbia, en Nueva York,
gracias a su padre, que había estudiado allí en su momento. Como su padre era la
mano derecha de mi padre, incluso había empezado a trabajar como voluntario en el
viñedo.
Me parecía ridículo pensar que un tipo como él pudiera estar interesado en una
chica como yo. No creía que fuera posible. Además, después de demasiados años de
él mandándome, lo veía de una manera muy diferente a cuando era más joven.
—¿Qué pasa en la ciudad esta noche? —pregunté.
Trip se encogió de hombros.
44
—Podemos estacionar y averiguarlo desde allí.
—Vamos a patinar sobre hielo en Mountain Village —dijo Josie con un rebote.
Jadeé.
—Sí, estoy contigo.
—Yo paso —dijo Raven con aire presumido—. Estaba pensando montar en la
G con Logan y Missy.
“Montar en la G” en el contexto en el que ella hablaba era un código para
“emborracharse en las góndolas”, levanté las cejas e intenté captar la reacción de
Trip ante la desviación de su hermana. A Raven le esperaba un latigazo verbal.
—No —dijo Trip, mirando fijamente a su hermana.
Josie me apretó el brazo en secreto. A ella le gustaban tanto como a mí sus
constantes discusiones. Además, si Trip estaba ocupado preocupándose por su
hermana toda la noche, podíamos ir por caminos separados.
—No vas a abandonarnos para ir a pasar el rato en una góndola, fumar
marihuana y emborracharte toda la noche.
—¿Quién ha hablado de fumar marihuana?
Trip le lanzó otra mirada, y podría haber jurado que la tendría agarrada por el
cuello si no estuviera intentando concentrarse en la carretera.
—La respuesta es no. Puedes quedarte con nosotros, o te llevaré a casa.
Un grito frustrado salió de Raven.
—Estoy harta de que me cuides donde quiera que vayamos. Tengo quince
años. Deja que me divierta.
Al final, su pelea empezó a hacerse vieja, y Josie y yo dejamos de prestarles
atención. En cuanto estacionamos, Josie y yo saltamos de la camioneta y nos alejamos
corriendo.
—¡Oye! ¿A dónde van? —Trip gritó.
Josie y yo nos enganchamos del brazo y soltamos una risita mientras gritamos
por encima del hombro:
—Pista de hielo.
Trip frunció el ceño y luego agitó la mano en el aire.
—¡Nos vemos aquí a medianoche!
Llegamos a la estación de la telecabina y nos pusimos en la cola. No tuvimos
que esperar mucho para tomar un ascensor que nos llevara a la montaña. Las cabinas
individuales, que estaban unidas a un grueso cable y nos llevaban hasta el pequeño
pueblo de la estación de esquí, eran lo suficientemente grandes como para que
cupieran seis personas, pero Josie y yo tuvimos la suerte de conseguir una para
nosotras solas. En el interior había dos asientos corridos enfrentados y ventanas a
nuestro alrededor, lo que nos proporcionaba una vista de trescientos sesenta grados
de las montañas de San Juan. 45
Desde que tenía seis años, las góndolas habían sido mi medio de transporte
favorito para subir y bajar de la montaña. Aunque la conducción era una opción, eran,
con diferencia, la forma más pintoresca de ir.
Aquella noche en la ciudad era exactamente lo que mi alma necesitaba: una
escapada a la naturaleza de la monotonía de la vida en el viñedo en invierno. Mientras
Josie y yo nos poníamos los patines que habíamos alquilado, miré hacia la pista de
patinaje y esa sensación de felicidad en mi pecho se transformó en algo más oscuro.
Ridge estaba allí, en el centro de la pista, y llevaba de la mano a una chica de
su edad. Era una chica guapa que reconocí de nuestro instituto. Podía sentir mi
corazón en la garganta mientras el temor se hundía en el pozo sin fondo de mi
estómago.
La forma en que le sonreía, la forma en que le apretaba la mano cuando perdía
el equilibrio y la forma en que se reía como nunca antes se había reído conmigo me
hizo sentir mal.
—¿Esa es Lucy? —preguntó Josie.
Lucy era el nombre de la hermosa chica de cabello dorado. Y aunque Ridge
nunca me la había mencionado, estaba claro que le gustaba. Podía verlo. Todo
parecía tan fácil entre ellos. El padre de Lucy era el dueño de la granja de girasoles
al otro lado del pueblo, y sus familias no tenían rivalidad. Ella no tenía que andar a
escondidas para mantener una amistad con el chico que anhelaba. Ridge y yo
habíamos hecho eso, y aunque apreciaba cada segundo, deseaba desesperadamente
lo que él tenía con Lucy.
—Camila, ¿estás bien?
Me enfrenté a Josie, con la cabeza y el pecho revueltos por cada nueva
emoción.
—No. Quiero decir, no lo sé. Es una locura que esté enamorada de él, ¿verdad?
No es que él y yo podamos tener eso.
Mi mejor amiga era la única persona a la que le confiaría esa información, y por
la expresión de su rostro, tenía toda la simpatía del mundo por mis sentimientos.
Aunque era reconfortante, mi corazón se seguía rompiendo.
—No sé, Camila. No creo que sea una locura en absoluto. Ridge es muy lindo,
y claramente ustedes dos tienen una amistad especial. Pero... —Sus ojos volvieron a
la pista—. Tu padre nunca lo permitiría.
La tristeza era un bastardo escurridizo que serpenteaba alrededor de mi
corazón cuando no lo esperaba. La noche debía ser divertida. No podía dejar que
Ridge y su nueva novia me la arruinaran.
Me puse de pie y eché los hombros hacia atrás, tratando esa sensación
desagradable en el pecho como un desafío.
—Vamos, Josie. Hemos venido a patinar. Vamos a patinar.
Entré en el hielo primero con Josie justo detrás de mí, y nos reímos mientras
rodeábamos la pista a toda velocidad. Tal vez intentaba presumir mientras hacía todos 46
mis trucos, dando vueltas y patinando hacia atrás mientras me tomaba de la mano con
mi mejor amiga, y luego volviendo a girar y entrecruzando mis zapatos como una
patinadora de velocidad. Pero lo que estaba haciendo parecía funcionar. Cada vez
que echaba una mirada furtiva a Ridge, mi confianza aumentaba al confirmar que me
estaba mirando.
—Más despacio —dijo Josie riendo.
En el momento en que lo dijo, me di cuenta de que tenía razón. Debería haber
reducido la velocidad. Una niña que iba dando tumbos en patines se cayó y derrapó
justo delante de mí, pillándome desprevenida. Empecé a frenar pero sabía que no
tenía tiempo suficiente para detenerme, así que hice lo único que se me ocurrió. Salté
hacia el centro del hielo, que resultó ser justo donde estaba Ridge.
—¿E stás bien?
Camila gimió al levantar la cabeza. Su peso recaía
completamente sobre mí. La sujeté con fuerza, abrazándola
por la cintura mientras mi corazón latía con fuerza. Las travesuras de Camila no me
resultaban extrañas, pero la preocupación no cesaba.
—Di algo, por favor, Camila.
Sus párpados se abrieron, revelando sus inquietantes ojos verdes. Las motas
de oro brillaban en el reflejo del hielo blanco.
—Me has atrapado. —Sonaba aturdida, luego respiró profundamente y
sonrió—. Por supuesto que me has atrapado.
47
La forma en que había ido a toda velocidad por la pista con niños pequeños y
patinadores menos avanzados cerca de ella podría haber sido la cosa más temeraria
que le había visto hacer. Su intrepidez siempre me había intrigado, pero la maniobra
que acababa de realizar había convertido rápidamente mi preocupación en furia.
—No sé por qué sonríes. Podrías haber herido a alguien. Podrías haberte
lastimado.
El pánico iluminó su expresión, y el arrepentimiento se registró rápidamente.
—Oh, no. No quería ir tan rápido. Solo... —Cerró los ojos de golpe y negó—.
Estaba siendo estúpida.
Deslicé mis brazos de alrededor de su cintura casi a regañadientes, lo cual era
ridículo.
—¿Estás bien para estar de pie?
La decepción se reflejó en su expresión antes de que asintiera y se apretara
contra mi pecho.
—Creo que sí.
Se levantó lentamente mientras Josie patinaba a su lado y la ayudaba a
estabilizarse. Entonces me puse en pie y me dirigí a Lucy con mis disculpas.
—Siento interrumpir nuestra sesión de patinaje. ¿Quieres retomarla la semana
que viene?
Me pregunté si la expresión de preocupación de Lucy era más por mí o por la
lección perdida, pero asintió.
—Por supuesto. La semana que viene está bien. —Luego se dirigió cojeando
hacia el borde de la pista.
Debería haberla ayudado a salir del hielo, pero tenía demasiado miedo de
dejar a Camila.
Los ojos de Camila se abrieron de par en par al seguir la salida de Lucy. Se
volvió hacia mí, con expresión de confusión.
—¿Estabas dando clases de patinaje? ¿No estabas en una cita?
Prácticamente pude oír el chasquido de los engranajes de mi cerebro al darme
cuenta de lo que acababa de suceder. Como si Camila se hubiera dado cuenta de que
había dicho demasiado, su rostro se puso rojo. Josie se quedó allí, mirando entre
nosotros.
—Um —dijo finalmente Josie—. Me ha parecido ver a Emilio dirigiéndose a la
G. Creo que voy a unirme a él y alcanzar a los demás. ¿Me llamas más tarde?
Camila asintió y vio a su amiga alejarse patinando.
—Pensaste que estaba en una cita.
Su mirada se deslizó de nuevo hacia la mía.
48
—Lo hice.
—¿Y estabas celosa?
Sus mejillas se enrojecen.
—No puedo creer que me hayas preguntado eso —siseó antes de mirar a
nuestro alrededor—. Eso ni siquiera es una opción.
Aunque no era eso lo que había preguntado, no la corregí. Ya sabía lo
suficiente. Estábamos en un terreno peligroso que no sabía cómo eludir. ¿Desde
cuándo se siente así?
Apartando mis nuevas preguntas, me centré en el asunto que tenía entre
manos.
—¿Hay algún lugar al que pueda acompañarte?
Ella se encogió.
—No tienes que hacer eso.
¿Eh?
—¿Hacer qué?
—No tienes que tratarme como una niña pequeña que está enamorada de su
vecino. No tienes que proteger mis sentimientos.
¿Es eso lo que estaba intentando hacer? Me preocupaba por ella más de lo que
debería, y no iba a dejarla parada en medio del hielo, enamorada o no.
—Solo me ofrezco a llevarte a donde quieras ir. O puedes seguir patinando.
Hizo una mueca y levantó la mano.
—Para ser sincera, me duele un poco la muñeca. Puede que me haya hecho un
esguince o algo así.
Suspirando, le puse una mano en la espalda y la empujé hacia delante.
—Vamos. Al menos puedo ayudarte a encontrar a tus amigos.
Camila no se movió.
—¿Te diriges a casa ahora? Tal vez podrías dejarme al final de mi camino.
Abrí la boca para decirle lo que ambos ya sabíamos. Aunque me dirigiera a
casa, no podía ser yo quien la dejara en la suya. No podían verme cerca de la
propiedad de Patrick Bell, a menos que quisiera empeorar las cosas en la granja de
Harold. El hombre me frustraba al máximo, pero seguía siendo mi padre. Y trabajar
para él durante el poco tiempo que tuve me demostró lo mucho que amaba ese
maldito campo.
—Te llevaré a Telluride, luego tendrás que ir con tus amigos.
Me miró fijamente, con el desafío rebosando en sus ojos, pero por alguna razón,
abandonó la lucha y asintió.
—Muy bien, entonces. 49
Cambiamos los patines y tomamos el siguiente vagón de la góndola disponible
para bajar a la ciudad. Hasta que no nos sentamos uno frente al otro en los asientos,
no la miré bien. Una punzada me golpeó en el pecho cuando me di cuenta de lo que
llevaba puesto: unos vaqueros oscuros desgastados con tela escocesa en las partes
rotas, unas botas negras altas que le daban un poco de altura por una vez y un jersey
largo de color crema que no disimulaba las curvas que había adquirido.
Mi malcriada y rebelde vecina ya no era una niña pequeña, pero seguía siendo
todo un error para mí, siendo su edad el mayor factor del nuevo dilema.
—Entonces —dije, tratando de llevarnos a un territorio más seguro—. Si no
estuvieras aquí esta noche, ¿dónde estarías?
Resopló, recordándome a la Camila que había llegado a conocer bien durante
el último año y medio.
—Probablemente seguiría sirviendo comida y bebida a mi padre y a sus
compañeros de caza. Tienen esas noches de póker una vez al mes, y yo he estado
jugando de camarera durante años.
—¿Tu padre sigue cazando con ellos?
El rostro de Camila se torció en señal de desaprobación.
—No, gracias a Dios. Todo eso está en su pasado. Mamá lo hizo parar hace años,
pero no sé de los otros tipos. —Luego frunció el ceño—. No creo que todavía lo hagan.
—No es algo terrible si lo hacen —le aseguré, ganándome una sonrisa—. Hoy
en día, la caza es el modo de vida de muchos de mis compañeros de tribu.
—Pero tú no eres un cazador. Ni siquiera puedes sostener bien un arma.
Los dos nos reímos.
—Eso es porque me crio mi madre. A ella le gustaba más la cestería y la
recolección de bayas.
Camila parecía asimilarlo mientras miraba por la ventana a su derecha.
Pasábamos junto a una gran parcela de abetos. La nieve acumulada en la parte
superior de los mismos brillaba como diamantes contra la iluminación artificial.
—No has respondido a mi pregunta de antes. ¿Desde cuándo eres instructor de
patinaje?
Sonreí, sabiendo lo extraño que debía ser.
—Aprendí la lección el año pasado en la granja. La casa del rancho es
demasiado pequeña para que Harold y yo estemos todo el día. Trabajar aquí me da
algo que hacer y me pagan. Es agradable ganar un sueldo por una vez.
El rostro de Camila palideció ante mi confesión. El dinero no era algo de lo que
hablara. Nunca había sido el motor de mi vida, y lo sentía como algo muy personal.
Pero si iba a confesárselo a alguien, sería a ella.
—¿Harold no te paga? Pero a veces trabajas jornadas de doce a dieciséis horas.
Me reí.
50
—Sí, bueno, el viejo me da un lugar para quedarme y comida para comer. Sé
que no es lo ideal, pero es mi vida.
—Mi papá me paga el salario mínimo cuando trabajo en la viña.
—Bueno, tu viñedo da muchos más beneficios que nuestro maizal. Simplemente
es diferente. No deberíamos compararlo.
Camila frunció el ceño.
—No me gusta que Harold se aproveche de ti. ¿Qué estás consiguiendo con ese
trabajo?
Me encogí de hombros.
—Me está dando la granja. Algún día será mía para dirigirla y sacarle provecho
por mi cuenta. Hasta entonces, lo considero un entrenamiento.
Su suave sonrisa fue como una inyección de adrenalina en mis venas. Era tan
hermosa.
—Eres un buen tipo, Ridge Cross.
Mis mejillas se calentaron.
—Entonces supongo que el trabajo extra en el invierno no solo te da un
descanso de la granja sino que también te da algunos ahorros. Está funcionando.
—Sí. Y puede que tome otras actividades. Siempre necesitan guías turísticos
por aquí.
Camila asintió.
—Eso, lo hacen. Supongo que tú y yo nos parecemos en eso. No nos gusta
quedarnos quietos.
Eso era cierto.
—Es la forma de vida Ute, supongo. Mis antepasados se desplazaban de un
lugar a otro mientras cazaban. Crearon y recorrieron senderos que atravesaban las
cordilleras de Colorado. Creo que por eso tengo tanta sed de naturaleza y de
explorarlo todo. —Levanté la barbilla hacia ella juguetonamente—. ¿Cuál es tu
excusa?
Me dedicó una hermosa sonrisa. Sus dientes blancos y perfectos me
devolvieron la mirada entre unos labios rojos pintados. Su piel era naturalmente
bronceada y parecía aún más oscura en comparación con el blanco que empolvaba
la tierra. Camila era el tipo de belleza que hace que los corazones duelan y las rodillas
se debiliten: clásica, atemporal y todo lo que es raro. Era sana e inocente, como una
mancha de nieve intacta al final del invierno.
—No sabía que necesitaba una excusa para disfrutar de todo lo que ofrece la
naturaleza —dijo.
—¿Pero lo has hecho? ¿Lo has disfrutado todo?
Inclinó la cabeza y me miró de forma interrogativa.
»Hay un sinfín de rutas de senderismo por aquí. Deberías salir y ver lo que hay 51
más allá de estas paredes del cañón. No me malinterpretes. La cima de la colina es
genial. Entiendo que sea tu santuario. Solo digo que no dejes que sea el final de tu
viaje. Toma las colinas más grandes y las subidas más difíciles. Ni siquiera podría
hablarte de lo que existe ahí fuera. No creerías la magia, a menos que la vieras con
tus propios ojos.
—Entonces llévame. Muéstrame.
Me estaba pidiendo algo más que llevarla de excursión, y me costó toda mi
fuerza de voluntad no ceder en el momento en que me di cuenta.
—Sabes que no puedo llevarte de excursión. Incluso esto —señalé entre ella y
yo—, está sobrepasando los límites que nos han marcado.
—Que se jodan los límites. —Me miró fijamente—. Son ridículos. Míranos,
Ridge. ¿Qué daño estamos haciendo al ser amigos? No puedo ver lo malo en ello.
Toda esta mierda de la rivalidad no tiene ningún sentido.
Camila se enfurecía a menudo por las injusticias, pero nunca la había oído
maldecir.
—Puede que nunca tenga sentido para nosotros, pero esa no es la cuestión.
—Entonces, ¿qué sentido tiene? —gritó en la cabina cerrada, sus palabras
rebotaban en las paredes y me golpeaban como pequeñas balas.
—La cuestión es que nosotros no hacemos las reglas. —Soné mucho más
tranquilo de lo que me sentía. Un fuego salvaje que ni siquiera yo podía contener en
ese momento ardía en mi pecho—. Ahora no —susurré—. Todavía no.
Se levantó, dio un paso para cruzar a mi banco y se sentó, haciendo tambalear
el auto al moverse. Su pierna se apoyó en la mía mientras se inclinaba. Su barbilla se
elevó hacia arriba y sus labios se separaron.
—¿Por qué no ahora?
El desafío de sus palabras no hizo más que añadir gasolina al creciente fuego
que había en mi interior. Solo tenía una opción. Tenía que apartarla.
—Tienes quince años. —Esta vez no oculté la ira en mi voz—. Es imposible que
sepas lo que pides o si los riesgos que estás dispuesta a correr merecen la pena.
—Tú lo vales para mí, Ridge. —La tristeza y el miedo cubrieron sus ojos,
desgarrando mi corazón.
—No soy nada. —Mi voz retumbó. Era la única manera de que me escuchara—
. No puedo ofrecerte nada. Y tú no significas nada para mí.
Se congeló, provocando un escalofrío en todos los espacios que nos rodeaban.
El ya frágil hielo se desmoronó bajo nuestros pies, señalando el explosivo final de
nuestra amistad.
Antes de que ninguno de los dos pudiera decir otra palabra, estábamos dentro
de la plaza del puerto de Oak Street, y el vagón de la góndola empezó a reducir la
velocidad. Las puertas se abrieron y Camila fue la primera en saltar a la alfombra
acolchada, donde Trip estaba de pie y me miraba. 52
SEIS MESES DESPUÉS

M
is primeros pasos tambaleantes los di en un gran barril de uvas en mi
primer cumpleaños, en 1992, durante la Fiesta de la Vendimia de la
Familia Bell. A mis padres les encantaba contar ese hecho a todo el
que quisiera escuchar, como si quisieran asegurarse de que todo el mundo supiera
que yo era la heredera del trono invisible. Y cada año repetía la tradición, que me
presentaba como su hija y futura viticultora que un día continuaría la dinastía familiar.
Acepté el papel con orgullo.
A los dieciséis años, me subí a la plataforma de madera que envolvía el gran
barril de uvas rojas junto a mis padres. Una sonrisa iluminó mi rostro mientras la
música italiana sonaba en los altavoces exteriores y una multitud se formaba
53
rápidamente a nuestro alrededor. Nuestro pisado ceremonial de uvas se había
convertido claramente en el punto culminante de toda la fiesta de la vendimia.
Agradecí que mis pasos fueran mucho menos vacilantes que los primeros.
Observé a la multitud y descubrí que muchos de mis compañeros y sus familias
ya estaban allí, mientras que otros seguían entrando en el ya abarrotado
estacionamiento de la bodega. Los vendedores de comida, bebida y arte estaban
situados en el claro de tierra roja, ofreciendo comidas preparadas, productos y
refrescos para consumir. Desde el mediodía hasta el atardecer, la gente pudo
recorrer la bodega, participar en catas y llenar cajas de uvas en el viñedo.
La época de la vendimia significaba que, durante las dos semanas siguientes,
el viñedo se llenaría de gente del pueblo que quería ayudar a recoger a mano cada
uva de la vid. Pero mis padres no querían que la fiesta se centrara solo en el viñedo.
Querían que fuera una oportunidad para que otros propietarios de granjas de la zona
trajeran sus cultivos recién cosechados para venderlos y promocionarlos. Bueno,
todos los agricultores, excepto uno.
La familia Cross tenía estrictamente prohibido entrar en las tierras de mis
padres, incluso en un acto público como aquel. No es que Harold o Ridge intentaran
poner un pie en la propiedad de mi padre. En los últimos seis meses, el nombre de
Harold Cross había sido eliminado oficialmente de la lista de vendedores del
mercado agrícola, y hasta el último negocio del pueblo que le había comprado maíz
cortó repentinamente sus vínculos.
Mi papá estaba detrás de esto. ¿Quién más podría ser? Nadie más en Telluride
odiaba al hombre tanto como para entrometerse en sus asuntos comerciales de una
forma tan cruel. Harold se vio obligado a vender fuera de Telluride, y se rumoreaba
que Ridge era el que se iba a Ouray y Silverton a buscar nuevos negocios.
Papá no lo había dicho directamente, pero cierto evento en Mountain Village
tenía mucho que ver con lo que estaba pasando. Después de que Trip nos viera a
Ridge y a mí juntos, Trip estaba lleno de furia. No me habría sorprendido que hubiera
ido directamente a ver a mi padre cuando llegamos a casa.
No había olvidado el acuerdo que Trip y yo habíamos hecho cuando Ridge se
mudó por primera vez a la ciudad. Trip prometió ser amable con Ridge si yo prometía
mantenerme alejada. El momento en el que se produjo todo fue demasiado
sospechoso, y por ello, me sentí acribillada por la culpa.
Durante los últimos seis meses, Ridge y yo habíamos mantenido las distancias.
Después de lo que me había dicho en Mountain Village, mi corazón estaba demasiado
roto para ver su rostro. Pero con el tiempo, empecé a reconocer el poder que mi
padre tenía sobre el suyo, y mis sentimientos empezaron a cambiar. Ridge solo
trataba de proteger la granja de Harold, y tenía todo el derecho a hacerlo. Una vez
que llegó el verano, la idea de seguir enojada con él y alejarme de la cima de la colina
me parecía insoportable.
Echaba de menos sentarme con él bajo el árbol torcido durante horas, incluso 54
cuando no decía una palabra. Echaba de menos encontrarnos en el puente y ponernos
al día de todo lo que nos habíamos perdido en la vida del otro. Sobre todo, echaba de
menos su silencio, que siempre calmaba mi tormenta constante, mi necesidad de
aventura y mi búsqueda despreocupada de la misma. Él era la paz en mi existencia.
E incluso cuando hablaba, sus palabras eran siempre cuidadosamente elegidas,
respetuosas y significativas. Lo que me había dicho el primer día que nos conocimos
había sido cierto. A Ridge no le gustaba malgastar sus palabras, y lo quería por ello.
Me irritaba mucho saber que nuestras familias habían tenido todas las
oportunidades para resolver la disputa, pero se negaban a hacerlo. Hace tres meses,
intenté sacar a relucir la disputa con mi padre, desesperada por poner fin a todo.
—Hay rumores, papá. Rumores de que estás saboteando el negocio del
granjero Cross. ¿Es eso cierto?
Mi padre estaba sentado con las piernas cruzadas en el viñedo, recortando las
vides. Dejó de hacer lo que estaba haciendo y se secó el sudor de la frente antes de
sonreírme.
—No te preocupes por los rumores de pueblo, mija. Míranos —dijo señalando
su pecho y el mío—. Estamos aquí fuera trabajando. ¿Te parece que tengo tiempo
para ir por ahí saboteando negocios? El granjero Cross lo hace todo por su cuenta.
Un rápido destello de memoria me devolvió al primer día que habíamos visto
a Ridge y Harold en el mercado agrícola. Mi padre había rebosado de odio aquel día,
haciéndome dudar de sus palabras.
—¿Entonces por qué no podemos ser todos amigos? ¿Su familia y la nuestra? —
Tuve que ser cuidadosa con mi tono. Quería que creyera que la intención de mi
pregunta era inocente y juguetona.
Mi padre me acarició la mejilla con una mirada de adoración.
—Eres demasiado buena y demasiado joven para entender, mi Camila.
—Pero no soy demasiado joven —insistí.
—Tal vez, pero confía en mí. La historia es larga y aburrida, y es mejor no
involucrarse. —Luego se volvió a su preciosa vid, dando por terminada nuestra
conversación.
Mis inquietos pensamientos se interrumpieron cuando mis padres me
empujaron para que me uniera a ellos en el barril de fruta. Las uvas se desprendieron
inmediatamente de sus cáscaras y se metieron entre los dedos de los pies. Aunque el
acto de pisar las uvas era un poco asqueroso, me reía cada vez.
Me agarré a la parte inferior de mi largo vestido blanco y lo abroché en la parte
superior de los muslos, dejándome espacio para mover las piernas. Era inútil tratar
de evitar ensuciarme. No me importaban las manchas ni mojarme. Todo eso formaba
parte de la diversión, bailar entre la fruta que daba a nuestra familia la oportunidad
de devolver a la comunidad de muchas maneras. Consideré un privilegio y un honor
dirigir la celebración.
55
Como siempre, mi madre fue la primera en empezar a moverse alrededor del
barril, girando los hombros y zapateando al ritmo de la música folclórica, ganándose
la primera ovación del público. La amplia sonrisa de su rostro mostraba que estaba
llena de pura alegría. Prácticamente explotaba de alegría. Y cada año que la he visto,
siempre me ha fascinado su sonrisa, su risa y su exuberancia al bailar. Estaba en su
elemento, justo donde debía estar.
Me volví hacia papá y vi la expresión de su rostro mientras veía bailar a mamá.
Se me apretó el corazón. Parecía un cachorro enfermo de amor, sonriendo y metiendo
las manos en los bolsillos mientras zapateaba con movimientos mucho menos
coordinados que los de mamá.
Esos eran los momentos por los que vivía y apreciaba. Los mantendría cerca
para siempre.
Sonreí como una tonta mientras observaba a mis padres, esperando el
momento perfecto para saltar y unirme a ellos.
—¡Baila, Camila! Baila! —dijo una voz familiar de la multitud.
Mis ojos recorrieron la gente hasta que encontré a Josie. Le saqué la lengua.
Estaba envuelta en los brazos de Emilio. Habían estado saliendo desde aquella noche
en que subí a la góndola con Ridge. Resultó que esa noche había nacido una historia
de amor, solo que no era la mía.
La belleza de Josie siempre me había hipnotizado. Con su cabello rubio como
la fresa, sus ojos azul eléctrico y sus pecas que parecían motas de oro al sol, era
claramente la razón por la que los chicos querían salir con nosotras últimamente. Yo
siempre había sido la marimacha del grupo, siempre sucia, siempre corriendo y
siempre uno de los chicos. Josie era tan opuesta a mí en el espectro que a menudo me
costaba creer que fuéramos amigas.
Entonces ocurrió algo durante el verano. El cabello me había crecido más allá
de los hombros por primera vez en mi vida, y de repente me importaba mi aspecto
para la escuela y las salidas con mis amigos. Le pedí a Josie que me enseñara a
maquillarme y a peinarme de forma que me sintiera fiel a mí misma. Me convertí en
su mini proyecto y, a su vez, los chicos empezaron a mirarme de forma diferente.
Empecé a coquetear y a tener citas puntuales, pero por mucho que lo
intentaran, no dejaba que me besaran. Los besos se reservaban para algo más, algo
que sabía que estaba esperando aunque no supiera cuándo llegaría.
Josie y Emilio asistieron al festival con algunos compañeros nuestros, todos
habituales a lo largo de los años. La mayoría nos conocíamos desde que éramos niños.
Puede que Ridge haya adoptado el término Salvaje para mí, pero mi preferencia por
vivir al límite no era ningún secreto. Mis compañeros me llamaban marimacho,
granjera y uno de los chicos. Para algunos, era un insulto. Para mí, era un cumplido.
Sabían que no me daba miedo ensuciarme un poco y que las burlas de Josie eran
suficientes para que me uniera a la diversión.
Pasaba la mayor parte de mis días en el campo con papá en lugar de con mi
madre. Mientras ella recogía las cosechas frescas del huerto para la cena, yo 56
arropaba las viñas en preparación para una tormenta o cortaba leña para utilizarla en
los depósitos de quema cuando estaba a punto de pasar un frente frío. Ninguno de
mis padres discutía mis preferencias. De hecho, creo que eso hizo que mi padre se
diera cuenta de lo involucrada que estaba realmente. Como era hija única, creo que
incluso se sintió aliviado, hasta cierto punto.
Levantando un poco más la falda, imité los movimientos de mi madre. Ella
parecía mucho más elegante de lo que yo podría ser, y no es que intentara parecer
una pisadora de uvas profesional allí arriba o incluso una hermosa diosa como mi
madre. Solo quería divertirme, y eso era exactamente lo que haría.
Exageré mis pasos, levantando los talones y dando pisotones mientras rodeaba
el perímetro. A mitad de la canción, miré a mi alrededor para ver cuánto había
crecido la multitud en los últimos dos minutos. Desde la parte delantera de la
plataforma que separaba el barril de la multitud, hasta la primera cuesta del viñedo,
el público se agolpaba.
Todos aplaudieron al ritmo de la música, lo que hizo que mi pecho se hinchara.
Me sentía orgullosa de mi familia y de todo lo que habían conseguido en el último
siglo. Solo mi padre había gestionado y explotado las tierras y el viñedo de nuestros
antepasados durante casi tres décadas. Y con la ayuda de su socio y de docenas de
trabajadores y voluntarios, nuestro viñedo era capaz de embotellar cientos de miles
de botellas de vino de primera calidad cada año.
Volví al presente cuando la música pasó a la siguiente canción.
Mi padre me tomó de la mano y me hizo girar bajo su brazo antes de sacarme
a bailar.
—Tu baile mejora cada año.
Sonreí ante el inesperado y dulce cumplido. No muchas veces en mi vida habría
dicho eso de mi papá. Después de dar unas cuantas vueltas al barril, me soltó y tomó
a mi madre en brazos. Su baile fue lento y romántico y el público se desmayó. Por lo
visto, hasta mi madre pensaba lo mismo. Se rió y se dejó caer sobre él mientras
sonaba la canción lenta.
Cuando sonó la tercera canción, ya se había formado una fila al pie de la
escalera y, uno a uno, los invitados empezaron a subir al interior para participar en la
diversión de los pisotones.
Hice contacto visual con mis padres y los saludé, luego hice un gesto para salir.
—¡Voy a hacer mi ronda! —grité y sonreí mientras salía del barril y bajaba las
escaleras.
Trip me estaba esperando en el fondo.
—Hola, cumpleañera. Vaya lío en el que te has metido.
Me reí cuando miré mi vestido blanco. Estaba cubierto de manchas moradas,
tal y como había esperado. Entonces me llevé las manos a los costados y volví a
mirarlo. 57
—No sería un auténtico pisotón de uva sin hacer un desastre, ¿verdad, Trip?
—Bueno, entonces vuelve a entrar ahí, y puede que te siga.
Me sonrió, haciendo saltar las alarmas en mi cerebro. En los últimos meses,
había empezado a ver un cambio en su actitud hacia mí. Ya no se comportaba como
un hermano mayor y protector, sino como alguien que podría quererme como algo
más que un amigo.
No sabía qué me hacía sentir así exactamente. Tal vez fueran las miradas extra
largas, las sonrisas fáciles o el hecho de que siguiera intentando ir a todas partes
conmigo aunque su condición de niñera hubiera caducado. Tal vez fuera una mezcla
de todo lo anterior, pero había empezado a creer lo que todo el mundo a mi alrededor
había estado insinuando durante años.
Trip se acercó. Su proximidad era sofocante. Me reí, tratando de ocultar mi
incomodidad. Puse suavemente una mano en su brazo y noté que Josie me hacía señas
desde un lado de la multitud.
—Hay algo que tengo que hacer. —Hice un gesto con el brazo hacia el barril.
Los gritos de risa de todo el mundo aumentaron a medida que se añadía más gente—
. Si no estás morado para cuando vuelva, me sentiré terriblemente decepcionada.
Con una risita, retrocedí y me escabullí entre la multitud hacia Josie, donde ella
esperaba con una sonrisa tortuosa.
—¿Estás lista para ir a la cueva y probar algunas uvas, cumpleañera?
Mi sonrisa coincidió con la suya mientras asentía.
—No me perdería esto por nada.

58
U na mañana temprana entregando heno a uno de los clientes de Harold
precedió a un día inesperado y lleno de acontecimientos en la granja.
Había llovido unos días antes, por lo que nuestro programa de cosecha
se había retrasado ligeramente. Con el sol brillando y sin una sola nube en el cielo,
teníamos el equipo del tractor preparado y finalmente estábamos listos para ir a
recoger algo de maíz.
—¿Qué dices, hijo? ¿Es hora de abrir estos campos o qué?
Harold me dio una fuerte palmada en la espalda antes de darme un apretón en
el cuello que irradiaba su entusiasmo. Al parecer, mi padre vivía para la temporada
de cosecha. En los últimos dos años y medio desde que me mudé a Telluride, había 59
aprendido muchas cosas sobre mi viejo. Para empezar, su sonrisa era tan rara como
encontrar un mineral de plata en una mina abandonada. No tenía valor para discutir
con Harold cuando estaba de buen humor.
—Estoy listo. Vamos a repostar.
Asintió y aplaudió una vez antes de ponerse los dedos entre los labios y silbar.
Un segundo después, Bruno, nuestro Border Collie de dos años, vino corriendo a
unirse a nosotros, con la boca abierta en una sonrisa ridícula, como si supiera
exactamente lo que nos proponíamos hacer.
Harold había recogido a Bruno de cachorro poco después de que me mudara
a la granja. Sospechaba que lo había comprado para mí, pero el cachorro se negaba
a separarse de Harold. Se hicieron amigos rápidamente, yendo juntos a todas partes,
al pueblo y a la granja. Resultó que a Harold le encantaban los amigos peludos.
Nos acercamos al tractor y Harold se subió para arrancar el motor. Cuando
volvió a bajar, señaló la parte delantera de la máquina.
—¡Ayúdame a acoplar el helicóptero al recogedor y reúnete conmigo en el
campo alto con el cubo! —gritó por encima del ruidoso motor—. Empezaremos por la
cabecera. Yo lo pondré en marcha y luego tú te encargarás por mí.
Se me cayó la mandíbula y Harold se dio cuenta. Me guiñó un ojo y volvió a
darme una palmada en la espalda.
—Tienes dieciocho años, hijo. Es hora de que te subas a un tractor de verdad.
Mi trabajo siempre había sido seguirlo al campo, básicamente para sacarle del
barro cuando se atascaba. También conducía los contenedores para recoger y mover
las hojas de maíz a medida que las recogíamos. Pero recoger el maíz y manejar la
cosechadora siempre había sido el trabajo de Harold. Nunca lo había cuestionado.
Tardamos otra hora en salir al campo. La agricultura nunca fue tan sencilla
como parecía. Algún problema mecánico, una rueda pinchada o problemas
climáticos dificultaban el trabajo que había que hacer. Así que cuando por fin
llegamos al campo y empezamos a arar los cultivos, nos pareció que lo más difícil
había terminado.
Después de verter unas cuantas hileras de maíz, con Bruno corriendo
alegremente tras nosotros por los campos, Harold puso el tractor al ralentí y me indicó
que me acercara a él. Me dio un curso intensivo con los controles, y luego me puse
en camino.
Trabajamos durante el desayuno y el almuerzo, deteniéndonos unos minutos
para devorar la pila de sándwiches que habíamos traído. A primera hora de la tarde,
deposité mi última carga de mazorcas en el contenedor móvil, y Harold comenzó
inmediatamente a conectar el contenedor a su tractor.
—Lo has hecho bien, hijo. Trae la cosechadora y yo llevaré el contenedor a los
silos.
Asentí y acababa de empezar a girar cuando Bruno empezó a gruñir y ladrar a 60
la línea de árboles que teníamos a nuestras espaldas. Harold miró por encima de mi
hombro e inmediatamente adoptó una expresión agria. “El Harold feliz” había
desaparecido hace tiempo, sin más.
—¿Qué es? —Todo lo que podía ver era la entrada al bosque que llegaba al
puente sobre el arroyo Cornett.
—Maldita familia Bell, otra vez con uno de sus festivales de lujo. —Harold negó
y le dijo a Bruno que dejara de ladrar—. Si tuviera una fiesta por cada cosecha que se
realiza en esta granja, no tendríamos tiempo para trabajar. —Dejó escapar un
resoplido y echó a andar.
Bruno lo siguió, mientras yo me quedé un minuto más mirando el bosque.
Camila me había hablado de las fiestas de la cosecha en las que participaba cada año.
Saber que era otro evento al que mi familia no estaba invitada me hizo entender la
frustración de Harold. Si alguien estaba al tanto de la ridícula disputa, era el padre de
Camila.
No podía culpar a Harold del cambio de humor cuando se trataba de hablar de
los Bells. En los últimos seis meses han hecho un buen trabajo con nuestras
operaciones comerciales. Antes de eso, Patrick Bell había sido menos que acogedor,
pero no había hecho movimientos para expulsarnos. El sentimiento de culpa me
corroía. La última vez que había visto a Camila, me había mirado como si la hubiera
aplastado con mis duras palabras. Entonces Trip estaba allí para llevarla a casa como
el buen Boy Scout que era.
No dudaba de que el hecho de que Camila y yo estuviéramos juntos aquella
noche había llegado a oídos de su padre, ya fuera por Trip o por una Camila enojada,
pero no me gustaba pensar en esas cosas. La ira que traían consigo tenía el poder de
envolverme en llamas. Pero la culpa me estaba afectando. Poco a poco, día tras día,
con cada momento que evitaba a Camila y ella a mí, la burbuja del volcán amenazaba
bajo mis pies.
Algo estaba a punto de estallar. Alguien se iba a quemar. Y mi única respuesta
a todo esto era terminar la temporada de cosecha, hacer las maletas y dejar atrás
Telluride.

61
L a cueva a la que Josie y yo íbamos todos los años era una verdadera
cavidad de tierra en la ladera de la montaña, cerca del ala este de nuestra
casa, donde almacenábamos nuestras barricas para añejarlas. Un túnel
conectaba la cueva con la bodega donde mis padres guardaban su colección personal
de vinos. Y "probar algunas uvas" era nuestra frase clave para sacar a escondidas vino
de los barriles ya fermentados.
Igualé la mirada perversa de Josie mientras destapaba un barril de vino tinto.
El estallido nos hizo reír a las dos. Estábamos haciendo algo malo, que era lo que
mejor hacíamos juntas. Josie y yo discutíamos a menudo sobre quién corrompía más
a quién, y al final, siempre estábamos de acuerdo en que yo era la elegida.
62
Ella agarró dos copas de vino mientras yo buscaba una larga jeringa extractora
para succionar el vino. Después de llenar una copa para cada una, nos agachamos en
un rincón junto a la hilera de barriles, escondidos por si alguien decidía hacer una
visita sorpresa a la cueva.
—Entonces, ¿qué se siente al tener dieciséis años? ¿Es tan dulce como dicen?
Sonreí y me puse a batir las pestañas mientras colocaba una mano sobre mi
corazón.
—Declaro que es lo más dulce —dije, poniendo mi más profunda impresión de
belleza sureña.
Josie soltó una risita y dio un sorbo a su copa.
—Debería haber esperado unos meses para besar a Emilio, así podría haber
tenido también una fiesta de dulces dieciséis.
Haciendo una mueca, dije:
—No me lo recuerdes. A este paso, nunca conseguiré mi primer beso.
—Porque estás enamorada de un chico estúpido. Por eso. Tienes que dejar de
pensar en él, Camila. Él no merece tu tiempo. No después de lo que te hizo.
Después de aquella noche en la góndola, se lo había confesado todo a Josie
mientras lloraba a mares en sus brazos. Era una buena amiga.
—Técnicamente, no me hizo nada. Solo me dijo la verdad.
Los párpados de Josie se abrieron con sorpresa.
—No hagas eso. No le des a ese chico el beneficio de la duda. Te dijo que no
significabas nada para él. Es un mentiroso. Está claro que no lo decía en serio, pero
te ha hecho daño. Lo odio por herirte así.
El mero hecho de hablar de Ridge me oprimía el pecho y me costaba respirar.
Debería haber seguido adelante ya, dejando atrás todos los pensamientos y
sentimientos por Ridge y abriendo los ojos a todos los demás chicos de la ciudad.
Seguramente, alguien más por ahí podría hacer que mi corazón latiera igual de
rápido. Y mientras nos sentábamos allí en la cueva, rodeadas de barriles envejecidos,
y nos emborrachábamos con uvas, decidí que haría todo lo que estuviera en mi mano
para superar a Ridge Cross.

—¿A dónde vas? —Josie siseó a mi espalda.


Acabábamos de salir a trompicones de la cueva después de haber estado
hablando y riendo durante demasiadas horas. Empezaba a preocuparme que nos
hubiéramos perdido todo el festival, pero en cuanto abrimos la puerta y el cálido
viento de la tarde nos azotó, la música alegre y las risas salieron de donde la multitud
seguía reunida.
Me pasé el dedo índice por los labios para hacerla callar mientras me agarraba 63
a sus hombros para apoyarme.
—No me juzgues.
Su rostro estaba sonrojado y sus ojos desorbitados, tal y como me imaginaba
que estaban los míos después de la cantidad de vino que acabábamos de consumir.
—No, Camila. Dijiste que lo habías superado.
—Lo hice —resoplé, sintiéndome indignada mientras hablaba. Todavía estaba
furiosa con Ridge por tratarme como lo había hecho, y estaba lo suficientemente
borracha como para decírselo—. Voy a decirle lo imbécil que es.
Parecía dudosa mientras se volvía hacia la gran multitud y luego hacia mí y
suspiraba.
—Alguien podría verte.
Josie no tenía ni idea de lo fácil que se me había hecho escabullirme.
—Nadie se dará cuenta de que me he ido. Ya lo verás. —Empecé a bajar la
colina antes de que pudiera detenerme, pero aún podía oír sus últimas palabras a mi
espalda.
—Conozco a alguien que se dará cuenta —advirtió.
Ignorando el hecho de que tenía razón y que Trip probablemente llevaba horas
buscándome, continué mi camino, ya relajada ante la idea de quedar envuelta por las
lianas a ambos lados.
El otoño era mi estación favorita en el viñedo, cuando las vides estaban en
plena floración y perfectamente maduras para la recolección. No hay nada como ver
el trabajo de todo un año extendido por cientos de hectáreas ante tus propios ojos.
Arrancar esas uvas de las vides me daba una gran dosis de satisfacción.
Pero el otoño era también una época agridulce. Una vez que el invierno llegaba
para dejar la nieve en los campos y las vides se adormecían, pasaban al menos seis
meses antes de que los brotes comenzaran a dar frutos frescos. Eso dejaba seis meses
intermedios para la poda, un acto para fomentar el nuevo crecimiento. En esos seis
meses, la producción de uva se convertía en una abundante temporada vinícola.
Mientras mi familia vivía para nuestros veranos y otoños, la mayoría de los
visitantes de Telluride vivían para el invierno, cuando las pistas se llenaban de nieve
y toda la ciudad se ponía en modo turístico. La temporada era estupenda para nuestra
bodega, que realizaba visitas por horas todos los días. Siempre estaban llenas, lo que
nos reportaba grandes beneficios, mientras los barriles de vino recién llenados
hibernaban con sus jugos en la cueva de la bodega.
Mientras intentaba contener mis risas de borracha, pasé junto a algunos
invitados que examinaban las uvas y me dirigí al primer rellano. Borracha o no, el
viñedo era el lugar en el que prefería estar: perdiéndome en un mar de púrpura y
verde, respirando el dulce aroma que me rodeaba y de camino hacia él.
Una vez que comenzaba la temporada de la cosecha, escabullirse a la cima de 64
la colina se volvía mucho más difícil. Mientras las ramas del viñedo se desnudaban,
el campo de maíz sufría su propio cambio. El campo se fue aplanando poco a poco
hasta convertirse en una parcela vacía con colinas onduladas y una casa blanca tipo
rancho a lo lejos donde vivían Ridge y Harold.
—¿A dónde se escapa, jovencita?
Mi pulso se aceleró y giré la cabeza para encontrar a Gus, nuestro jardinero,
que estaba recorriendo la propiedad. Me reí cuando el alivio me inundó, y luego le
sonreí. Siempre había sospechado que hacía la vista gorda cuando yo me iba de
aventuras. Me llevé un dedo a los labios y dije:
—Vuelvo enseguida. Por favor, no le digas nada a papá.
Levantó las manos, indicando que no iba a involucrarse.
—No es asunto mío. No he visto nada. Solo ten cuidado ahí fuera.
—Siempre lo hago.
Cuando llegué a una sección del viñedo en la que perdí de vista al grupo de
arriba, empecé a correr más rápido. Entré en el bosque e inmediatamente me vi
envuelta en la oscuridad, pero llegué hasta el puente antes de detenerme. Apretando
los párpados, respiré profundamente. Ese era el momento en el que solía tener un
segundo aire. Aquella noche algo era diferente.
Mi corazón empezaba a calmarse cuando capté un movimiento en mi visión
periférica. Un crujido de ramas agudizó mi atención mientras buscaba lentamente a
mi alrededor. Por un segundo, pensé que podría ser un ciervo o un pájaro que
atravesaba el bosque. Llevaba años recorriendo esos bosques y nunca había visto una
fauna más grande que aquella cerca del puente. Aunque el terreno circundante había
sido vallado hacía décadas, eso no impedía que alguna criatura ocasional se paseara
por allí. Pero algo en la sensación de incomodidad que me entró en el pecho me dijo
que lo que estaba oyendo era algo más.
Un ruido de crujido hizo que mi corazón se sobresaltara. Sabía cómo sonaba
una bota al pisar hojas secas y ramas. Levanté la cabeza y miré a mi alrededor para
descubrir que seguía completamente sola.
—¿Gus? —llamé, preguntándome si había decidido seguirme.
Nadie respondió.
Todos mis sentidos estaban en alerta máxima. El hecho de que a veces actuara
de forma imprudente no me convertía en una novata en lo que respecta a la
naturaleza. En todo caso, ser más aventurera me había enseñado a ser muy consciente
de mi entorno. Y sabía cuándo me estaban observando.

65
L os labios del cazador se curvaron en una sonrisa perversa cuando vio al
ciervo a través de sus gafas nocturnas. Llevaba diez minutos siguiendo la
pista del hermoso ciervo mientras bebía del arroyo y se desplazaba
lentamente por el bosque. Con su flecha preparada y sus dedos ya tirando de la
cuerda del arco, esperó el momento adecuado para soltarla.
Matar a la criatura en su primer avistamiento habría sido demasiado fácil. El
cazador ansiaba la adrenalina de la persecución. Las muertes que disfrutaba llevaban
su paciencia y su puntería a otro nivel. En el momento en que el ciervo se diera cuenta
de su presencia y empezara a huir, sería el momento de disparar.
El cazador se acercó un paso más. Las ramas y ramitas crujieron bajo sus 66
pesadas botas, haciendo que los ojos brillantes del ciervo se dirigieran hacia él. Lo
atrapó. El ciervo se alejó, trepó por la orilla del arroyo y luego escapó por el bosque.
La adrenalina se disparó en el cazador mientras se preparaba para matar. Su
hombro acababa de levantarse ligeramente al llegar a su punto de arco y se
preparaba para soltarlo cuando otra figura entró en su visión, arruinando su tiro.
Había supuesto que la sección del bosque cercana al puente estaría despejada
con ambos campos en modo de cosecha, con festival y todo. Debería haber sido el
momento perfecto para cazar en un territorio que normalmente evitaría, teniendo en
cuenta lo cerca que estaba de los campos vecinos.
Maldijo en voz baja antes de darse cuenta de quién era. El cabello oscuro, la
piel bronceada y un vestido blanco salieron a la luz. Los ojos de la chica estaban muy
abiertos, su comportamiento normalmente confiado había desaparecido. Parecía que
se había asustado por los mismos pasos que habían asustado al ciervo.
No esperaba que Camila se pusiera en su punto de mira, pero ver cómo el
miedo iluminaba su expresión hizo que su excitación creciera y se hiciera más fuerte
entre sus piernas.
Por el aspecto de su sucio vestido blanco, su cabello alborotado y anudado, y
sus pies descalzos manchados, ya se había divertido en el festival, un evento que el
cazador ya había abandonado hacía horas para cazar en un terreno del que debería
haber tenido vía libre esa noche. Por supuesto, Camila tenía que ser la que arruinara
su diversión. La ira lo invadió en el momento siguiente, cuando se dio cuenta de que
ella se había ido a buscar al chico.
Si Patrick Bell supiera a dónde se ha escapado su hija, mataría al chico y
probablemente también querría matar a su hija. Por mucho que al cazador le gustara
ver cómo se desarrollaba eso, no podía dejar que ocurriera. Si alguien iba a acabar
con la vida de Camila, sería él, después de asegurarse lo que era suyo por derecho.
A los dieciséis años, estaba madurando muy bien, pero aún no estaba lista para
el tipo de cosecha que el cazador había planeado para ella. Un tipo diferente de
energía lo recorrió, entonces su profundo ceño se convirtió en una sonrisa.
Ya le llegaría su hora, pero por el momento, decidió divertirse un poco más.
Era el momento de enseñar a la niña una lección sobre los peligros de jugar en el
bosque.

67
E l revoloteo y el raspado de la maleza y las rocas contra el suelo surgió de
la nada. Lo que sonaba como un perro gigante corriendo por el bosque,
probablemente huyendo de mí, me asustó más de lo que estaría
dispuesta a admitir. No me asustan los bosques, o al menos nunca lo habían hecho.
Di un paso lento hacia adelante y luego otro y otro, obligando a que mi
respiración se estabilizara aunque mi pulso seguía acelerado. Con el puente a mi
espalda, empecé a calmarme, achacando mi paranoia a mi estado de embriaguez. ¿Y
qué? Un animal salió corriendo. Podría haber sido un grupo de conejos, por lo que sé.
Riéndome de mí misma, negué y aceleré el paso, dejando atrás toda la tensión
y el miedo que acababan de sacudir mi cuerpo. 68
Pero mi alivio llegó demasiado rápido. Un fuerte silbido pasó por delante de
mi cabeza, tan cerca que una brisa me golpeó el rostro. Le siguió un chasquido, cuyo
impacto reverberó en el bosque. Tenía el corazón en la garganta y ni siquiera podía
gritar. Todo lo que podía hacer era correr tan rápido como mis pies me llevaran.
P oco después de que Harold se fuera con Bruno, yo estaba de pie en el
campo, observando cómo el sol empezaba a ocultarse en el cielo, cuando
una figura salió del bosque y empezó a correr hacia mí. Una sacudida me
atravesó el corazón al ver a la chica del viñedo, por la que no tenía que sentir nada.
Iba vestida de blanco, con el vestido y las piernas manchadas de color púrpura, y
tenía los ojos muy abiertos, como si estuviera asustada. Aun así, era una imagen
hermosa.
—¡Oye! —dije cuando se abalanzó sobre mí con el cuello girado en la dirección
de la que había venido.
Su respiración era agitada mientras me abrazaba, y mis brazos encontraron 69
instintivamente su camino alrededor de los suyos. Busqué en el campo detrás de mí,
de donde Harold había salido hace tiempo, y suspiré cuando comprobé que no estaba
a la vista.
—Por lo que sabes, podría haber sido Harold —la regañé, aunque mi voz era
más suave de lo que habría sido si no estuviera temblando en mis brazos.
—Me alegro de que no seas Harold —murmuró en mi camisa.
Tragué saliva. La sensación de tenerla entre mis brazos iba en contra de mi
buen juicio. El afecto que sentía por Camila no borraba los últimos seis meses de
destrucción que su padre había causado en la granja de Harold.
—La fiesta es mala, ¿eh? —dije con amargura.
Se separó de mí y negó.
—No. Quiero decir que no lo sé, pero... había algo en el bosque.
Me reí con sorpresa, sin poder evitarlo. Camila nunca tuvo miedo de nada,
especialmente cuando se trataba de la naturaleza. Un oso podía acercarse a ella y
probablemente lo acariciaría en lugar de asustarse.
—¿En serio, Camila? Estamos rodeados de la naturaleza de Colorado. Hay
millones de bichos en esos bosques.
Ella negó, nerviosa.
—Escúchame —exigió—. Alguien estaba ahí fuera. —Se estremeció, haciendo
que un escalofrío recorriera mi columna vertebral—. Pude sentirlo. Y creo que
dispararon a un animal, pero ya había huido.
Hice una mueca.
—Pensé que habías dicho que no había cazadores aquí.
—Tal vez me equivoqué. Tal vez alguien encontró una forma de entrar y me
confundió con un ciervo.
Me encogí, sin creerlo ni por un segundo.
—Aun así, si hubiera habido un disparo, lo habría oído.
—No era una pistola. O tal vez quien fuera tenía un silenciador. —Sus ojos se
ampliaron como si hubiera descubierto el misterio—. Mi papá solía usarlos.
Negué.
—No puede ser. Yo también lo habría oído.
Ella pensó por un segundo.
—Un arco y una flecha, entonces —gimió—. Lo que sea que haya sido pasó por
mi lado. Pude sentirlo. Y golpeó algo, pero no sonó como un animal.
—¿Estás segura?
—Sí. Solo corrí. No sabía qué hacer.
70
No quería mostrarle que estaba empezando a asustarme por dentro. Aunque al
principio me reí de su miedo, empecé a darme cuenta de que el hecho de que Camila
tuviera miedo de verdad podía significar que estaba aterrorizada por una buena
razón.
Ver a Camila así, como un ciervo en los faros y temblando, hizo que mi corazón
martillara en mi garganta.
—Quédate aquí, ¿de acuerdo? Voy a revisar.
—¡No! —Me agarró del brazo y me clavó las uñas con tanta fuerza que grité—.
¿Y si realmente hay alguien ahí fuera? No quiero que seas su próximo objetivo.
Metí la mano en el compartimento delantero del tractor y saqué una escopeta
que Harold guardaba allí. Siempre estaba dispuesto a defender su tierra como fuera
necesario.
—Estaré bien.
Con una última mirada de advertencia diciéndole que se quedara quieta, me
dirigí hacia el bosque, utilizando la linterna que había agarrado para ayudarme a ver
mi camino. Después de unos diez minutos de búsqueda exhaustiva, volví a mi tractor,
donde estaba Camila.
—Nada.
Entrecerró los ojos cuando se dio cuenta de que me estaba riendo. La forma en
que su rostro se puso rojo y sus labios se fruncieron solo me hizo reír más.
—¡Idiota! —chilló mientras me daba un golpe en el brazo—. No tiene gracia. Lo
que sea que haya estado ahí fuera me ha dado un susto de muerte.
Me aparté de un salto antes de que pudiera hacer contacto y me reí de nuevo.
—¿Desde cuándo te asustan unas ardillas en el bosque?
Cerró las manos en un puño y se las llevó a los lados.
—No he dicho que haya oído ardillas. Escuché pasos y un animal, luego algo
pasó por mi cabeza tan rápido que no pude verlo, pero te juro, Ridge, que algo... o
alguien estaba ahí fuera.
Puse los ojos en blanco. Camila seguía siendo una salvaje, y su constante
facilidad para el dramatismo no era nada nuevo.
—¿Y de dónde habrán salido, eh? Mi padre y yo hemos estado aquí todo el día.
—Una persona tardaría días en recorrer el terreno que rodeaba nuestras
propiedades, y ella lo sabía. Señalé detrás de ella hacia su casa—. Tal vez alguien de
tu grupo salió a caminar y se perdió.
La expresión de Camila cambió mientras miraba hacia el bosque, como si
estuviera considerando mis palabras.
—Supongo que podría ser eso. —Cuando exhaló a continuación, todavía estaba
cerca de mí, y tuve un buen olor de su aliento.
Mi mirada se estrechó sobre ella.
71
—¿Estás borracha?
La culpa inundó su expresión y su boca se abrió antes de cerrarla.
—No es de extrañar que escuches cosas por ahí. ¿Lo sabe tu papá?
Sus ojos se abrieron de par en par y se lanzó sobre mí, agarrando mi camisa
con sus dos pequeñas manos.
—No, y no puedes decírselo.
El calor se encendió en mi pecho.
—¿Por qué iba a decirle algo a Patrick Bell? ¿Y darle más razones para matar el
único negocio que nos queda? No, gracias. —Por mucho que no quisiera culpar a
Camila de los negocios de su padre, era difícil no hacerlo.
—Papá dice que no ha hecho nada y que no tiene motivos para causar daño a
tu familia. Quiero creerle, Ridge. Pero lo que les está pasando a ti y a Harold no es
justo, no importa quién esté detrás.
Quería creerle, pero también quería odiarla. Era imposible discutir con ella o
permanecer enojado durante un segundo. Frustrado, intenté cambiar de tema.
—¿Qué estás haciendo en el bosque, de todos modos? ¿No tienes que ir a una
fiesta? —Entonces eché otro vistazo a su atuendo—. Parece que te estás perdiendo
toda la diversión.
Todavía parecía sonrojada por el vino, miró su vestido y se mordió el labio.
Cuando volvió a levantar la vista, algo había cambiado en su expresión.
—Odio esta disputa, Ridge. Lo único que he pensado todo el día es que tú y
Harold deberían estar allí también. ¿Crees que nuestros padres ya saben por qué se
pelean?
—Probablemente no. Nuestros padres son hombres orgullosos. Protectores de
su tierra hasta el punto de que harían prácticamente cualquier cosa para mantenerla
a salvo de los forasteros. Incluso si eso significa luchar entre ellos.
—¿Pero por qué?
—¿Por qué? —Fue la famosa pregunta de Camila. ¿Por qué seguir guardando
un rencor que ninguno de los dos empezó? ¿Por qué seguir avivando las llamas del
odio cuando todos tenían el mismo objetivo? Había resuelto que nunca conoceríamos
la profundidad de la guerra de nuestras familias.
Froté mi pulgar por la mejilla de Camila. No tenía intención de preocuparme
por ella de la forma en que lo hacía. Solo tenía dieciséis años, pero aun así se sentía
como mi única amiga de verdad en aquella ciudad.
—No sé, Salvaje. —Aparté la mano, intentando ignorar la mirada que me
dirigió, como si ya echara de menos mi contacto—. Puede que nunca lo sepamos.
No debería haberme fijado en muchas cosas de Camila, como la forma en que 72
sus ojos cambiaban de tonalidad de verde según el telón de fondo que la rodeaba, la
forma en que brillaban al sol y se iluminaban cuando tenía algo emocionante que
decir, o la forma en que sus largas y espesas pestañas caían sobre sus mejillas cuando
se sentía relajada mientras se apoyaba en el árbol. No debería haberme dado cuenta
de cómo su tono de mocosa sabelotodo había cambiado a algo más conmovedor,
reflexivo e introspectivo. Pero a Camila le encantaba hablar de filosofía e historia de
una manera que mantenía mi atención como nadie más podía hacerlo.
Además, no debería haber querido protegerla de una manera que ella nunca
pidió ni necesitó. Pero desde que habíamos tropezado con aquella mina bajo la
ladera, no había podido dejar de preocuparme por ella. Seguía siendo salvaje y
temeraria, sin tener en cuenta su propia seguridad, y aunque eso la hacía fascinante
para mí, también me impulsaba a pensar en ella mucho más de lo debido.
Dejé de lado todos esos pensamientos.
—Deberías volver.
Asintió, aunque parecía que no tenía ganas de volver. Luego me miró con la
mirada más desgarradora que me hizo querer abrazarla y no dejarla ir nunca.
—¿Realmente quisiste decir lo que me dijiste?
Sus palabras salieron de golpe, atravesando mi cuerpo como una tormenta de
invierno. No tuvo que dar más detalles sobre su pregunta. Le había dicho que no
significaba nada para mí, cuando era todo lo contrario. No merecía su perdón, pero
ella estaba allí, ofreciéndomelo en bandeja de plata.
—No, Camila. No lo dije en serio. En absoluto.
Respiró profundamente y sonrió. Eso fue todo lo que necesitó para volver a
unirnos, pero sabía que no duraría. No podía.
—Vamos, te acompañaré hasta el puente. —Entonces sonreí suavemente y la
metí bajo mi brazo—. Para que el hombre del saco no te atrape.
Cuando me miró fijamente, le guiñé un ojo y me puse en marcha.
—Un día, cuando el viñedo sea mío —dijo Camila con tanta convicción que casi
sonaba enojada—, tendrás una invitación a cada evento, a cada cosecha y a cada
mercado agrícola.
Me reí.
—Todavía estás borracha.
—De hecho —dijo, ignorándome—, ni siquiera necesitarás una invitación.
Simplemente vendrás, cuando quieras. Beberemos vino del barril y pasearemos por
el viñedo. Recogeremos uvas de las viñas y luego cruzaremos ese maldito puente
para arrancar también el maíz de sus tallos.
—Vaya —me burlé—. Te estás adelantando un poco. ¿Quién dice que todavía
estaré aquí?
La mirada que me dirigió a continuación me hizo lamentar mis palabras.
Aunque no supiera lo ciertas que eran, la tristeza que recorría su rostro me retorcía
por dentro. 73
—¿Piensas ir a algún sitio, Ridge?
—Lo estaba pensando.
Hizo una pausa antes de sacudirse.
—Todavía te queda el resto del año antes de graduarte para pensarlo.
Habíamos hablado del futuro, pero últimamente mis pensamientos habían
cambiado. Podía graduarme en el instituto en cualquier lugar, y la universidad no era
algo que quisiera perseguir. Un título de lujo no era necesario para cultivar o ir a las
aventuras que había estado soñando.
—Estaba pensando en irme un tiempo después de la temporada —dije,
agitando los brazos a mi alrededor en el campo que apenas había cosechado—.
Harold no me necesita aquí durante la temporada baja, y casi he terminado la escuela.
Puedo terminar en cualquier parte.
—Pero volverás, ¿verdad? Harold te necesitará en la primavera, y...
—Yo no pedí todo esto. —Aunque no quería interrumpirla, nunca sabía cuándo
había terminado de hablar—. No soy como tú. Crecí pasando mis días caminando a
través de las tierras de la montaña, arreando caballos, y pescando mis cenas en el
lago. Una parte de mí siempre anhelará esa aventura. Montar un tractor solo puede
llenarme hasta cierto punto.
—Entonces, vete a la aventura y luego vuelve a casa. O toma más trabajos en
Mountain Village, como mencionaste. Harold te necesita. Yo te necesito.
Algo se me agarrotó en el pecho con sus palabras, pero lo ignoré con un rápido
movimiento de cabeza.
—No me necesitas, Camila. —Sonreí—. No necesitas a nadie con esa cabeza
dura que tienes.
Ella me fulminó con la mirada, y yo suspiré. No podíamos volver a empezar la
misma conversación.
—No se trata solo de que me vaya de aventura, Camila. Se trata de que necesito
encontrar mi propio camino. Ahora tengo dieciocho años. Soy libre de averiguar qué
es lo que sigue sin estar atado a esta tierra todavía.
—¿Adónde irás? —preguntó ella—. ¿De vuelta a la reserva?
Solté una carcajada.
—Puede que la reserva siga teniendo mis raíces, pero no es mi sitio. Supongo
que todavía estoy tratando de averiguar a dónde pertenezco.
Su barbilla tembló.
—Después de todo este tiempo, ¿todavía no lo sabes? Este es tu hogar. Aquí
mismo. Actúas como si alguien te tuviera atado con cadenas, diciéndote cómo vivir tu
vida. Tu problema no es el lugar al que perteneces. Es que no crees que lo mereces.
Exhalé un suspiro y miré a lo lejos.
74
—Eres demasiado joven para entenderlo.
Mis palabras la enojaron, por eso las había elegido. Yo no decía las cosas por
accidente, y ella lo sabía.
Ella enderezó sus hombros, y la determinación que había llegado a conocer tan
bien se apoderó de su expresión. Entonces empezó a alejarse, pero se giró con la
misma rapidez.
—¿Por qué todo el mundo piensa que soy demasiado joven para entender? No
soy demasiado joven. Solo estás demasiado asustado.
Me golpeó la mano en el pecho y yo la atrapé, apretándola contra mí mientras
la miraba con tanta intensidad como la que ella me dirigía a mí. Luego gruñó con
frustración antes de alejarse por el centro del campo, de vuelta al bosque.
Quería devolverle el fuego. Aunque yo era el más tranquilo de los dos, eso no
significaba que no pudiera tener mal genio cuando ella me presionaba, y vaya que
Camila Bell me presionaba mucho a veces. Pero antes de que pudiera abrir la boca
para llamarla, un par de faros parpadeó, haciéndome girar en su dirección.
El motor del tractor de Harold rugió al acercarse, y la gran máquina aumentó
la velocidad hasta que me di cuenta de que se dirigía directamente a la esquina del
maizal, justo hacia Camila. Hasta ese momento, ni siquiera se había girado para
reconocer las luces que venían hacia ella. Siempre me preocupó que Camila se
creyera invencible. No lo era, y la prueba estaba en el tractor que se dirigía hacia
ella.
75
T emblaba mientras me alejaba de Ridge.
Eres demasiado joven para entenderlo.
Repitiendo sus palabras como un disco rayado, me enfurecía más
a cada segundo. Desde que Ridge y yo nos hicimos amigos hace dos años, nunca me
había hecho sentir ‘demasiado joven para entender’. No era del tipo
condescendiente. En lugar de eso, escuchaba y elegía sus palabras con cuidado, y
siempre tuvimos un inconfundible consuelo entre nosotros.
Tal vez me había vuelto demasiado cómoda con Ridge, porque sus palabras me
cortaron más profundamente. El hecho de que hubiera estado pensando en dejar
Telluride y posiblemente nunca volver, sin molestarse en decírmelo, dolía. La 76
temporada de cosecha terminaría en seis semanas, más o menos. Eso no era suficiente
para acostumbrarse a la idea de que Ridge se fuera.
Siempre había pensado que los dos estaríamos sentados en la cima de la colina
cuando envejeciéramos y nos arrugáramos, admirando la tierra que nos pertenecía.
Trabajaríamos como uno solo, porque cualquier enemistad que hubiera durado más
de un siglo se acabaría. Esperaba ese día casi tanto como todos los días intermedios.
Él iba a arruinarlo todo.
No podía alejarme de él lo suficientemente rápido. Cuando los faros me
iluminaron por detrás, asumí que Ridge se había vuelto a montar en su tractor. No fue
hasta que el motor de la máquina sonó como si se estuviera acercando a mí que me di
la vuelta para enfrentarlo de nuevo. ¿Quiere pelear? Definitivamente yo tenía ganas.
Pero en el momento en que miré en la otra dirección, tuve que cruzarme el rostro con
los brazos para protegerme los ojos de la luz cegadora.
Mi corazón latió con fuerza cuando me di cuenta demasiado tarde de que el
tractor venía hacia mí, como si Ridge quisiera atropellarme con él. Antes de que
pudiera pensar qué hacer a continuación, un cuerpo duro se estrelló contra mí, me
envolvió con los brazos, luego navegamos por el aire mientras yo gritaba a todo
pulmón. Aterrizamos con fuerza y me di cuenta de que Ridge estaba debajo de mí.
Por la forma en que sus ojos estaban cerrados con fuerza y el sonido de sus gemidos,
supe que se había llevado la peor parte del impacto.
—¿Qué…? —Si Ridge es quien me agarró, entonces, ¿quién estaba intentando
atropellarme con el tractor?
Una puerta se cerró de golpe y salí de encima de Ridge para sentarme. Estaba
demasiado oscuro para distinguir mucho, pero un par de piernas cubiertas con un
vaquero sucio caminaron hacia mí. Harold Cross se inclinó, un ceño furioso torció su
rostro quemado por el sol, luego me agarró por debajo del brazo y tiró de mí para
ponerme de pie.
Mi corazón estaba en mi garganta. Nunca había estado tan asustada en mi vida.
Harold tenía su ceño fruncido natural, pero su mirada tenía algo más oscuro que me
asustaba hasta la médula.
—Bueno, bueno, bueno, mira a quienes tenemos aquí. Debería clavar una
estaca en el suelo del viñedo de tu papá y atarte por el cuello, después de todo lo que
tu familia le ha hecho a la mía.
Su aliento apestaba como un cenicero, y su tono era casi demasiado áspero
para darle sentido. Los ojos de Harold eran de color marrón oscuro, casi negros, no
tan hermosos como el marrón chocolate y los tonos dorados de los ojos de su hijo.
Pero su amenaza violenta me asustó más que nada.
Traté de sacármelo de encima, pero me agarraba demasiado fuerte.
—Suéltame —exigí.
Dejó escapar una risa áspera.
—¿Tu papá sabe que estás aquí? ¿Te envió a espiarme? ¿Para envenenar mi 77
cosecha? —Sacudió mi brazo, acercándome a él—. Dime.
—Yo... —Mis cuerdas vocales no actuarían normalmente, con mis nervios
interfiriendo—. No quiero hacer daño. De verdad. Vine para preguntarle si quería
uvas de mesa de nuestra cosecha. —Mi mentira salió como mantequilla de mi lengua,
pero mi voz subió una octava más—. Y no, señor, mi papá no sabe que estoy aquí. —
Tragué saliva—. Esperaba que pudiéramos mantener eso entre nosotros. —Una
oración silenciosa susurró a través de mis pensamientos mientras dejaba escapar otro
suspiro.
—¿Y por qué demonios deberíamos hacer eso?
Ridge dio un paso adelante y presionó su mano contra el pecho de su padre.
—Suéltala. Como ella dijo, no quiere hacer daño.
La cabeza de Harold se volvió hacia Ridge.
—¿Y tú como sabes esto?
Ridge inclinó la cabeza.
—Mírala. Me parece lo suficientemente inocente.
Mi corazón, que aún latía a un kilómetro por minuto, se hundió. Parecía que no
quería hacer ningún reclamo sobre el hecho de que nos habíamos hecho amigos. En
ese momento era el momento perfecto para admitir que me conocía y que mis
intenciones eran buenas.
—¿Es así, señorita Bell? —preguntó Harold, entrecerrando sus ojos acusadores
hacia mí—. ¿Eres tan inocente como dice mi hijo aquí? ¿No quieres hacer daño?
Moví mi cabeza de izquierda a derecha.
—No señor. Ningún daño en absoluto.
El agarre en mi brazo se apretó como si estuviera planeando arrancarlo de
inmediato.
—¿Por eso te escabulles por mis campos cuando crees que nadie está mirando?
Mis ojos se abrieron de par en par.
—Te he visto moviéndote a través de mi maíz como si fuera tu patio de recreo
personal. Supongo que esperaba que mi hijo te disparara antes de que yo tuviera que
hacerlo. —Dejó escapar una risa baja mientras encogía su hombro libre. Entonces vi
la escopeta en su mano.
Le entrecerré los ojos.
—¿Por qué no le pregunta a Ridge qué pasó la única vez que fue lo
suficientemente estúpido como para apuntarme con un arma? No salió como él quería.
Se lo puedo asegurar.
Harold le lanzó a Ridge una mirada interrogante, pero pude sentir los ojos de
Ridge en mí mientras los míos permanecían en los de Harold.
78
—Debería conocer las leyes si va a amenazarme, señor. Irá directo a la cárcel
y mi papá tendrá todo el derecho a comprar su tierra en el momento en que el estado
la condene. ¿Ese es su plan?
—No si amenazaste la vida de mi hijo y te disparé para defenderlo.
—¿Amenacé tu vida, Ridge?
Ridge dio un paso adelante.
—No, no lo hiciste. Suéltala, Harold.
Harold inclinó la cabeza hacia mí, la sorpresa escrita claramente en su rostro.
—Tal vez no sea tu papá de quien deba tener cuidado después de todo. Quizás
eres tú, cariño. Parece que tienes más bolas que un hoyo en Chuck-e-Cheese.
—Eso hago. Ahora, le sugiero que me deje ir antes de dejar un hematoma del
que pueda contarle a mi papá. Créame, le encantaría saberlo.
Ridge se acercó a Harold, con la mano todavía presionada contra su pecho.
—Vamos, Harold. Deja a la chica en paz.
Harold apretó la boca y miró entre Ridge y yo. Luego me soltó y dio un paso
atrás con un gruñido.
—A tu papá le encantaría, ¿no? —rugió—. No es suficiente que tu padre
destrozara a mi familia hace años o acabara con mi negocio. Con mucho gusto lo haría
todo de nuevo. Pero esta vez, no se detendrá allí, ¿verdad? Tomará mi tierra y nos
enterrará a todos en ella antes de que solucione las cosas.
Froté mi brazo donde me había agarrado y negué.
—No sé de qué está hablando. Mi papá dice que nunca le hizo nada a su familia.
Harold se burló.
—Tu papá es un mentiroso, señorita Bell. Ahora sigue adelante. Sal de aquí
antes de que cambie de opinión y seas tú quien sea enterrada en los campos de maíz
que tanto amas.
No esperé a ver quién podía ganar el concurso de miradas y no le di a Ridge
otra mirada. En cambio, dejé que mis pies descalzos me alejaran lo más rápido que
pudieran.
—¡Y no vuelvas! —gritó Harold.
Me lancé a través del bosque oscuro, crucé el puente y regresé a mi viñedo sin
detenerme a recuperar el aliento.

79
—¿E stás jodidamente loco? ¡Podrías haberla matado! —rugí. Tan
pronto como Camila estuvo fuera del alcance del oído, salí tras
Harold, listo para enfrentarme a él.
Harold se dio la vuelta, apuntándome con la culata de su escopeta.
—Solo la estaba asustando un poco —refunfuñó—. Deberías estar deseando
haber matado a esa pequeña mocosa. Es una molestia. Y pronto será la heredera del
trono de Bell. Ella será tu problema algún día, no el mío. Es bueno dejarle las cosas
claras ahora.
—No estás ayudando con el problema, ¿sabes? Esta maldita disputa entre
Patrick Bell y tú solo los lastima a ambos. 80
—No, hijo. —Harold me miró y señaló entre nosotros—. Nos lastima a nosotros.
Los Bell tienen la ventaja en esta ciudad, siempre manteniéndonos en la defensiva:
qué negocios nos permiten tener y qué terreno conseguimos aprovechar para
comprar. Si fuera por ese idiota codicioso, él sería dueño de toda la ciudad. Lo que
hice allí… —Hizo un gesto hacia el lugar donde Camila casi había sido atropellada—
. Eso fue por ti. Para tu futuro en esta granja.
—Bueno, entonces no lo quiero. Así no. No somos del Salvaje Oeste.
—Ahí es donde te equivocas. Nuestras armas pueden haber cambiado de
forma. Nuestras estrategias pueden ser diferentes. Pero no hay forma de escapar de
donde vienes. Aquí no.
—Entonces ya no quiero estar aquí. —Di un paso atrás y vi cómo los ojos de
Harold se agrandaban por la sorpresa—. Dijiste que fue Patrick Bell quien destrozó a
nuestra familia, pero fuiste tú quien le dio el poder, ¿no es así?
Harold negó, su rostro enrojecido por la frustración.
—No sabes de lo que estás hablando, hijo.
—Entonces dime —exigí—. Durante dos años y medio, he trabajado contigo en
esta granja y he vivido en tu casa, y nunca he hecho una sola pregunta indiscreta
sobre lo que sucedió en ese entonces. Supuse que me lo dirías a su debido tiempo y
que, de todos modos, nada de eso era importante. Pero ahora quiero saberlo. Exijo
saberlo. ¿Qué pasó entre Patrick Bell y tú?
Pasaron segundos, tal vez incluso minutos. Simplemente parpadeó como si
estuviera trabajando con sus palabras en su mente. Luego habló.
—Tu madre fue una fugitiva, hijo. A los diecisiete años, se presentó en nuestra
granja, con magulladuras y cortes en todo el cuerpo, pidiendo trabajar por nada más
que un granero para dormir sin dudarlo. Mis padres estuvieron de acuerdo. En ese
momento, éramos un rancho de ganado, y ella se probó a sí misma cuando se trataba
de disputas, por lo que la contrataron. Durante los siguientes seis años, nos
enamoramos. Cuando quedó embarazada, no pudimos esconderla más, pero
pensamos que tal vez la reserva, su familia y todo el mundo, habrían abandonado la
búsqueda para entonces. Lo que no esperábamos era que Patrick Bell le dijera a la
tribu dónde encontrar a una de las chicas que había agregado tiempo atrás a la lista
creciente de desaparecidos. Si no la hubiéramos entregado, podríamos haber sido
arrestados todos por albergar a la niña desaparecida. Así que dejamos que Molly se
fuera con mi bebé dentro de ella. Pensé que volvería, pero nunca lo hizo.
Tragué saliva, asimilando la carga de información que acababan de recibir.
—No has dicho nada antes de hoy.
—No has preguntado, chico. Pensé que lo sabías.
Entonces me di cuenta de que Harold tenía razón. Siempre pensé que el pasado
estaba casi enterrado, y nunca obtendría los detalles de los porqués que se habían
convertido en mi vida. 81
—Pero ella no estaba a salvo. Ella desapareció de nuevo, solo que esta vez, no
iba a aparecer viva. Y puedes agradecerle a Patrick Bell por eso.
La firmeza de sus palabras y la certeza de su tono se sentían como dos manos
agarradas alrededor de mi garganta.
—¿Qué dijiste?
Sopló una brisa con los siguientes latidos de incómodo silencio, silbando en el
aire y azotando los tallos restantes hasta la mitad del suelo. La escena era tan
espeluznante como se sentía el momento, con oscuridad a cada paso y solo los faros
del tractor iluminándonos a ambos.
—Ah, hijo, lo siento. No quise decirlo de ese modo.
Podía sentir la sangre desaparecer de mi rostro.
—¿Qué dijiste? —repetí las palabras lenta y silenciosamente, con todo el
veneno que pude reunir. Sabía lo que había dicho, pero necesitaba escucharlo para
confirmarlo.
Si bien la cantidad de mujeres que habían desaparecido de la reserva era
increíblemente alta, todavía me aferraba a un rayo de esperanza. Y después de
escuchar su historia sobre cómo ella llegó a Telluride y me concibió al principio, mi
rayo de esperanza solo creció y me pregunté si había encontrado un nuevo refugio
seguro y todavía estaba viva.
Pero la verdad es que nadie me había hecho un seguimiento sobre el estado
de desaparecida de mi madre después de que me mudara. No sabía de ninguna
investigación y no nos quedaba ningún familiar allí. Con solo quince años, estaba solo,
tratando de hacer frente al hecho de que mi madre tal vez nunca volviera a casa y que
tal vez nunca la volviera a ver. Las palabras de Harold habían destruido cualquier
esperanza que tuviera y me sentía más roto que nunca.
—Encontraron a tu mamá. La encontraron muerta. Lo siento, hijo. Ella no va a
volver a casa.
Como una daga, sus últimas palabras me atravesaron. Mi pecho y cuello se
tensaron cuando la emoción trató de salir. Un calor punzante se apoderó de mis ojos.
Harold Cross odiaba a Patrick Bell por la vida que le habían robado. Patrick
Bell fue la razón por la que crecí sin un padre. En cambio, fui criado por una madre
soltera que apenas podía mantener un trabajo y apenas podía alimentarnos sin llevar
a casa las sobras de sus citas en el bar con hombres al azar. Al final, había pagado el
precio máximo por todo.
—Cuando termine la temporada de cosecha, me iré de Telluride. —Mi voz
temblaba con cada sílaba—. Y no volveré.

82
UN AÑO Y MEDIO DESPUÉS

A
cababa de terminar de limpiar la cocina después de una cena familiar
temprana cuando levanté la mirada y encontré la versión más vieja de
mí haciendo girar su vino con el ceño fruncido. Sus ojos estaban en el
líquido que contenía su vaso, y una punzada golpeó mi pecho mientras pensaba en
cancelar mis planes para quedarme en casa. Papá ya se había retirado a su casita para
trabajar hasta altas horas de la noche. Probablemente no saldría de allí hasta la
mañana. Odiaba la idea de dejarla sola.
Después de un minuto de debate interno, dejé el trapo que tenía en la
encimera. 83
—¿Quieres ver una película esta noche, mamá? Podemos encontrar algo en la
televisión o elegir un DVD antiguo.
Ella soltó una breve carcajada y negó.
—No cariño. Voy a acostarme temprano esta noche.
Me mordí la lengua, queriendo preguntarle por qué y por qué sentía que mis
padres habían estado discutiendo mucho últimamente. Pero ella nunca me daría las
respuestas. En todo caso, el hecho de que me hubiera dado cuenta solo la
entristecería más, y eso era lo último que quería hacer.
Mamá trabajaba duro, no solo como contable del viñedo y anfitriona de la
bodega, sino también en el club de campo donde ofrecía su tiempo como voluntaria.
Por su aspecto cuando llegaba a casa, asumía que en el club de campo era donde
estaba más feliz. Tener tiempo para socializar con sus amigos y alejarse de las
exhaustivas presiones que mi papá se imponía a sí mismo y a todos los que nos
rodeaban probablemente era reconfortante.
Papá se preocupaba solo por la producción, los plazos y la perfección. Un
concepto simple, pero la perfección se convirtió en un laborioso punto de referencia
imposible de alcanzar. Patrick Bell no estaba feliz a menos que hubiera tenido éxito
en todas las cosas, y nadie quería soportar la ira de la infelicidad de mi papá.
—Pensé que te ibas a ir de camping con tus amigos —dijo antes de comprobar
la hora en el reloj sobre mi cabeza—. Será mejor que te vayas si quieres llegar antes
del anochecer.
Hice un gesto con la mano.
—Mis amigos ya nos están registrando en el camping. Solo necesito estacionar
y dejarme caer junto al fuego cuando llegue. —Sonreí pero no pude aguantar mucho.
Algo simplemente se sentía mal, y odiaba irme, aunque solo fuera por unos días, sin
saber que ella estaría bien—. En serio, mamá. Estoy feliz de quedarme si quieres
compañía.
Mamá se acercó con una sonrisa suave y completamente genuina. Ella sostuvo
mi rostro y besó mi mejilla antes de mirarme fijamente a los ojos.
—Ve. Diviértete con tus amigos. Te mereces unas divertidas vacaciones de
primavera. Simplemente ten cuidado ahí fuera.
Se refería a las áreas de nieve que aún llenaban secciones de terreno, lo que
hacía que una excursión nocturna a las montañas fuera arriesgada. Era a fines de abril,
poco después del final de la temporada de esquí en Telluride, pero los patrones
climáticos impredecibles en las montañas permanecían. Temía el invierno,
simplemente por el hecho de que el ‘oro blanco’, como lo llamaban los lugareños,
cubría todo lo que más amaba en el mundo: el viñedo, el campo de maíz, la cima de
la colina y las flores silvestres que siempre cobraban vida a finales de la primavera y
del verano. Siempre entraba en un estado de hibernación en invierno, encerrándome
en mi lugar hasta que el frío se disipaba. Así que las vacaciones de primavera que mis
amigos y yo habíamos estado planeando se sentían como una especie de despertar. 84
La abracé con fuerza y asentí.
—Prometo tener cuidado. Por favor, no te preocupes.
La expresión de ‘No sabes cómo ser cuidadosa, Camila’ claramente escrita en
sus ojos me hizo reír.
—No me mires así. Voy a realizar un viaje totalmente guiado con personal bien
capacitado.
—¿Dónde está este lugar al que vas?
—Algún campamento privado cerca de Camp Bird en Ouray.
Mi mamá se estremeció.
—¿No llaman a ese lugar una ciudad fantasma?
Me reí.
—Puedes llamar a la mayoría de los pueblos de aquí pueblos fantasmas, mamá.
Telluride y las áreas circundantes habían sido grandes en la extracción de plata
en su día. En la década de 1950, una última redada minera había cerrado todas las
minas de la zona, lo que provocó que las familias abandonaran la ciudad en masa. Los
negocios en Bell Family Vineyard también sufrieron. No fue hasta que el área
comenzó a convertirse lentamente en una estación de esquí en la década de 1970 que
la vida comenzó de nuevo.
—Raven preparó todo, así que échale la culpa a ella. Pero sabes que Trip estará
allí para informar sobre mi comportamiento, como siempre. De hecho, todo este
asunto de las vacaciones de primavera está empezando a parecer un fastidio si me
preguntas. —Le guiñé un ojo a mi mamá—. Pero Josie insistió, ya que hay un chico,
Ryker se llama, que le gusta, y sabes que no puedo decirle que no a la chica.
Su rostro se contrajo por la confusión.
—¿Qué le pasó a Emilio?
Le devolví la sonrisa con adoración, sabiendo que a ella siempre le costaba
mantenerse al día con los chismes.
—Se separaron hace meses. No cree que a él le agradara tanto como a ella.
¿Puedes creerlo? Yo solo…
—Sí, sí. —Me despidió con la mano, como siempre hacía cuando reconocía que
había empezado a irme por la tangente—. Sé que estarás bien, mija. —Ella apretó mis
manos.
Mi mamá me conocía demasiado bien y, aunque temía por mi naturaleza
aventurera, también la honraba, sin querer nunca interponerse en el camino de lo que
iluminaba la vida dentro de mí. De modo que se quedaba callada cuando la mayoría
de las madres solían hablar y dar lecciones. Ella me dejaba estar, pero tenía la
sensación de que a veces sabía más de lo que dejaba ver, como mis antiguos viajes
semanales a la cima de la colina.
—Bueno, si vas a ir, entonces vete. Antes de que cambie de opinión. —Sus 85
palabras, aunque un esfuerzo por ahuyentarme, sonaban divertidas y alentadoras—.
Oh, y no olvides tu spray para osos.
Me reí.
—Ya lo tengo cubierto, mamá. Te enviaré un mensaje de texto cuando llegue
al campamento base.

Llegué a Ouray, una ciudad a menos de una hora de Telluride, justo cuando el
sol comenzaba a ponerse. Las dos ciudades estaban separadas por la escarpada
cordillera de Sneffels, donde mis amigos y yo estaríamos de excursión durante los
próximos días. El pueblo minero de la era victoriana de Ouray estaba ubicado en los
picos de trece mil pies de las montañas de San Juan. Muchos se referían a ella con
cariño como la Suiza de América, y con su telón de fondo montañoso circundante de
laderas interminables y belleza natural, era fácil ver por qué.
Raven nos había reservado una excursión de senderismo privada a través de
un campamento donde todos pasaríamos nuestra primera noche y conoceríamos a
nuestro guía de senderismo. Un letrero en un poste de madera decía Campamento
Lachey, indicando dónde debía dirigirme. El área espaciosa era un claro abierto con
yurtas1, remolques y casas diminutas donde los visitantes podían quedarse sin tener

1
Yurta: Tiendas usadas por tribus nómadas
que preocuparse por su propia preparación o equipo. A partir de ahí, mis amigos y
yo participaríamos en una aventura de senderismo de tres días a través del desierto
de Mount Sneffels que terminaría en el campamento con una fiesta de despedida.
Estacioné mi Jeep en el aparcamiento de grava y seguí el sendero hacia la línea
de yurtas que estaban colocadas contra una vieja valla de madera con vista a un gran
rancho. Ya estaba oscuro, pero más allá del campo abierto, podía distinguir los
horizontes apilados de la montaña. Las estrellas brillaban más que todo lo que había
visto en mi vida.
—¿Estás buscando a tus amigos?
Salté y giré mi cabeza hacia la voz profunda. Era solo una sombra, sentado allí
con su chaqueta negra, hasta que entró en la tenue luz de una farola cercana. La plata
brillaba en su largo cabello oscuro y las líneas de la edad corrían por su frente. No
era alto, de ninguna manera, pero su complexión lo compensaba. Sonrió cuando vio
mi expresión de sorpresa.
—Me llamo Jason Lachey. Estás en mi campamento.
Ni siquiera me había dado cuenta de cuánta tensión se había estado
acumulando en mí hasta que todo salió en un suspiro que esperaba que no hubiera
escuchado.
—Oh, soy Camila. Mis amigos y yo vamos a hacer una caminata guiada.
86
—Bueno, aprecio que se queden. —Señaló el horizonte que acababa de mirar—
. Tenéis la mejor vista de todo Colorado esta semana. Espero que lo disfruten.
Le devolví la sonrisa.
—Estoy segura de que lo haremos.
Jason asintió en la dirección en la que había empezado a caminar.
—El campamento está por ahí. Tus amigos están en la hoguera.
Ansiosa por encontrarlos, me eché la mochila a los hombros y le di un último
saludo.
—Estupendo. Gracias. —Me dirigí al sitio de la tienda. Aproximadamente a la
mitad de la fila, vi la yurta que compartiría con Josie por la noche. Había llegado allí
temprano en la tarde con Trip y Raven, ya que yo había estado ocupada en el viñedo
todo el día. Las puertas de tela estaban abiertas y parecía que mi mejor amiga ya se
había puesto cómoda.
La mochila de Josie estaba en el lado de la cama que ella ya había reclamado,
y una botella de vino tinto vintage de Bell Family Vineyard robado estaba abierta
junto a su cama con una nota para que me sirviera un vaso y me quedara un rato. Me
reí y tiré mi mochila sobre mi cama, y luego hice lo que me pidió.
El crepitar del fuego y la risa de mis amigos facilitaron la búsqueda.
—¡Por fin! —La voz de Trip resonó desde el otro lado de la fogata mientras me
acercaba—. La rezagada ha llegado.
Riendo, hice una reverencia mientras deslizaba mi dedo medio hacia arriba, un
gesto dirigido a la perdición de mi existencia. Mis compañeros se rieron de mi
audacia, e incluso desde la distancia, pude ver la amplia sonrisa que había aparecido
en su rostro.
Trip se había graduado de Telluride High School el año anterior, pero nunca
dejó de ser un hermano mayor sobreprotector para Raven cuando volvía a casa de la
Universidad de Columbia. Todavía lo veía de vez en cuando, cuando pasaba a ayudar
a papá y a Thomas a distribuir vino en todos los restaurantes, tiendas de comestibles
y centros turísticos de la ciudad.
Me dejé caer sobre un tronco mientras saludaba a mis amigos y abrazaba a
Josie. Mi interior bailaba al pensar en los días venideros: fogatas, campamentos en el
bosque y una desafiante caminata a través de las montañas blancas y verdes
derritiéndose. Caminar y acampar en la naturaleza eran cosas que había estado
anhelando desde que Ridge había hecho la sugerencia, que fue antes de que
desapareciera sin dejar rastro, atropellando con un tractor mi corazón ya destrozado.
El viaje de vacaciones de primavera estaba destinado a ser un rito de iniciación
para mis amigos y para mí, una aventura compartida que recordaríamos para
siempre, y no podía esperar a que comenzara.
—Es como una reunión. —La profunda voz de Trip obligó a mis ojos a mirarlo.
Una llama traslúcida del fuego ondeó entre nosotros. No me perdí el significado. El 87
fuego siempre había bailado entre nosotros y no en el buen sentido. Había visto el
futuro de Trip mucho antes de que supiera lo que estaba pasando. Su padre siempre
lo llevaba por el viñedo, incluso antes de que se fuera a la universidad, y le enseñaba
los aspectos básicos, moldeándolo para el futuro de todo lo que Thomas Bradshaw
había llegado a ser en Bell Family Vineyard. Hasta ahora, su plan estaba saliendo
bien.
Me reí.
—¿Una reunión? ¿Para quién? Acabo de ver a todos los demás el viernes. Tú
eres el que no puede mantenerse alejado de las estudiantes de secundaria.
Trip me fulminó con la mirada. Su taza roja estaba llena hasta el borde con lo
que supuse que era cerveza.
—Eso no es de lo que estoy hablando.
Algo en el tono de Trip me heló hasta la médula. Luego asintió con la cabeza en
dirección al fuego. Un hombre con una sudadera con capucha azul oscuro y vaquero
negro acababa de meter un palo largo en las llamas. Solo pude ver la constitución del
hombre, gracias a la silueta creada por el fuego, pero fue suficiente para hacer que
mi corazón se tensara.
En el mismo momento en que me di cuenta de quién era el hombre, este giró
la cabeza lentamente y clavó su mirada directamente en mí. Todo mi cuerpo, por
dentro y por fuera, se congeló. El fuego que ardía entre nosotros no sirvió de nada.
Estaba conmocionada hasta la raíz. Duro y frío por fuera, pero un montón de
emociones desordenadas por dentro, no sabía cómo descongelar ni un solo
ligamento para salvarme a mí misma.

88
R idge Cross se había marchado de Telluride hacía un año y medio, sin
siquiera despedirse. Me había llevado semanas darme cuenta de que los
rumores susurrados por los pasillos de la escuela eran ciertos. No quería
creerles. El hijo de Harold Cross se había ido, dejando solo al viejo granjero una vez
más.
Había perdido la esperanza de que volviera a casa y había dejado de buscarlo
en todos los lugares que sabía que no estaba. Había roto cada parte importante de mí
que había existido antes que él, y juré que nunca lo perdonaría.
Mis ojos se posaron en el hombre que estaba parado frente al fuego y me
pregunté si era solo un espejismo. No sabía si estaba feliz o enojada por volver a 89
verlo. El golpe sordo en el caparazón hueco de mi caja torácica podría significar
cualquiera de las dos cosas.
Llevaba una placa en su chaqueta con la marca de Camp Lachey, que
confirmaba varios hechos importantes. Se había mudado y había conseguido un
nuevo trabajo. Pero no había ido muy lejos.
Ouray estaba a casi una hora de Telluride, solo un rápido y sinuoso recorrido
por las montañas. Fácilmente podría haber venido a casa para saludar o despedirse
en primer lugar. En cambio, permaneció desaparecido, aparentemente sin ninguna
intención de volver a verme.
Mi pecho se sentía más pesado con cada pensamiento compuesto. Nunca me
había permitido sentirme molesta porque me negué a creer que Ridge hubiera
elegido irse después de cómo terminó esa noche. Pero cuando lo miré, la verdad fue
una bofetada en el rostro. Claramente, había elegido su destino y me había rechazado
en el proceso.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Mi tono estaba destinado a ser indiferente, pero
en el momento en que las duras palabras tocaron el aire fresco, quise retirarlas.
Extrañaba a mi amigo, mi consuelo y mi refugio, pero la ira era todo lo que podía
expresar.
Todos los que nos rodean, además de Josie, no se inmutarían ante mi tono. Mis
compañeros asumirían que mis sentimientos por Ridge reflejaban los de papá y que
lo había olvidado tan pronto como se fue de la ciudad. Pero no lo había olvidado. No
lo haría. Y me sentía un poco más fría por eso.
Ridge no respondió. En cambio, se volvió hacia las llamas y las golpeó con el
palo. Eso fue todo. Ni siquiera un hola. Después de todo el tiempo que habíamos
pasado juntos, escabulléndonos y subiendo a nuestro paraíso personal, no tenía nada
que decirme. Mi corazón, que ya había pisoteado y dejado enterrado en los campos
de maíz esa noche de otoño, se sentía como si finalmente se estuviera rompiendo.
Josie me dio un codazo en el costado para llamar mi atención.
—Ridge será nuestro guía de senderismo. —Me miró con los ojos muy abiertos
y parecía tan sorprendida como yo—. Traté de advertirte —susurró—. Pero tu
teléfono estaba apagado.
—Servicio de mierda —dije sin tener que mirar mi registro de llamadas. Eso
era lo único que odiaba de aventurarme fuera de la ciudad. Si bien estaba
perfectamente en forma para caminar por los senderos incluso en las condiciones más
difíciles, no sería fácil pedir ayuda si me perdiera o tuviera una emergencia. Y
definitivamente habría considerado ver a Ridge como una emergencia. Hubiera sido
una buena advertencia.
Me concentré en Ridge de nuevo. Todavía estaba de pie en el mismo lugar, con
la mandíbula rígida como si estuviera rechinando los dientes. ¿Está molesto de verme?
Quizás estaba enojado por estar rodeado de todos los que lo habían acosado cuando
se mudó a Telluride.
Con un movimiento de mis ojos, me di cuenta de que los días de Ridge como 90
víctima habían terminado. Había crecido de todas las formas visibles. Su rostro había
perdido su suavidad juvenil y estaba cortado como las montañas, con picos y valles
afilados que definían sus pómulos atrevidos y su gran mandíbula. Tenía acantilados
en lugar de cejas y dulces charcos de chocolate en lugar de ojos. Y su naturaleza
tranquila ya no gritaba tímido chico nuevo sino un arma letal lista para atacar en
cualquier momento. El tiempo lo había vuelto más frío, más oscuro y borde que nunca.
Como si ver a Ridge de nuevo no fuera lo suficientemente malo, la mirada de
Raven hizo que mi estómago se revolviera. Ella lo miró fijamente, completamente
ajena al resto de nosotros mientras prácticamente babeaba con cada uno de sus
movimientos. Siempre sospeché que estaba enamorada de Ridge, pero nunca
imaginé que iría a ninguna parte. Trip nunca lo habría permitido. Pero ahora…
Mi mirada se dirigió rápidamente a Trip, que estaba sentado a su lado,
estudiándome. Si alguien supiera más que Josie, Trip lo sabría. Probablemente había
hecho una pequeña fortuna en la escuela secundaria, cuidándome. Trip poco a poco
había hecho saber sus sentimientos por mí, a pesar de mi desvío de sus avances, y
por alguna razón, había odiado al hijo de Harold Cross con cada respiración.
Si Trip está ocupado mirándome, ¿quién observará a Raven? Tragué saliva ante
la imagen mental de Ridge y Raven caminando entre las flores silvestres emergentes,
acurrucándose y riendo todo el camino. Mi corazón comenzó a latir más rápido y mi
mente se aceleró con pensamientos que no pertenecían a mi cabeza. Aunque era una
fantasía terrible, parecía que no podía hacerla desaparecer.
Lo último en lo que debería estar pensando era en Raven y Ridge juntos. Pero
Raven era realmente bonita, con su largo cabello rubio decolorado que casi le llegaba
a la cintura, su sonrisa siempre lista que podía iluminar una habitación oscura y sus
ojos azul profundo que tenían el potencial de hipnotizar a un coyote salvaje. Y la
imagen mental de ellos juntos hizo que mi estómago se revolviera.
Si esta noche era un indicio, los siguientes tres días estaban destinados a ser
una tortura, mientras veía a Raven follar a Ridge mientras él me daba el tratamiento
silencioso. No sobreviviría.
Afortunadamente, esta noche sería corta. Con nuestros planes de levantarnos
temprano para comenzar a caminar por la mañana, sabíamos que no debíamos ser
estúpidos.
No mucho después de mi llegada, mis compañeros comenzaron a excusarse
del fuego para dirigirse a sus tiendas de campaña. Finalmente, el último de nuestro
grupo se marchó, dejándonos a Josie y a mí con Ridge.
Josie se puso de pie a continuación, sin que yo tuviera que darle una pista.
—Me voy a la cama. ¿Nos vemos pronto?
Su mirada era puntiaguda y tenía un matiz de advertencia de que debería
prestar atención. Asentí y la vi alejarse antes de levantar la mirada hacia Ridge. Él ya
me había estado mirando, esperando. Y odiaba que algo tan pequeño pudiera darme
tanta esperanza.
91
—Entonces, eso es todo, ¿eh? ¿Ni siquiera un hola?
Se quedó allí sentado, estoico, durante otro minuto antes de soltar un suspiro y
mirar al cielo.
—¿Cómo estás, Camila?
Su pregunta, aunque fue un comienzo, solo me enfureció.
—Estoy genial, Ridge. —Prácticamente podía sentir el sarcasmo goteando de
mi tono—. ¿Y tú?
Su risa flotó en un solo aliento que se retorció en mi pecho.
—Lo estoy haciendo bien.
A pesar de la tensión entre nosotros, creí en sus palabras. Sentí su calma.
Estaba perfectamente emparejado con la naturaleza. Quizás finalmente había
encontrado su hogar después de todo. Incluso en mi ira, podría estar feliz por él, si
ese fuera el caso. Pero no sabía qué decir, así que dejé que pasaran uno o dos minutos
mientras nuestros ojos compartían una conversación con la que nuestros corazones
aún no se habían puesto al día.
—¿Has hecho senderismo por aquí antes?
Mi pecho palpitaba, no por su pregunta, sino porque había hecho una pregunta
tan casual. Su voz era profunda y rica, pero la suavidad aterciopelada que recordaba
de nuestro pasado permanecía. Aún podía tranquilizarme con solo una simple
oración.
—No. —Tragué, esperando calmar mis nervios—. Escuché que es hermoso.
—Lo es. —Torció el palo que había estado sosteniendo en la tierra—.
Especialmente en primavera. Tan solo espera hasta que veas las estrellas desde allí.
No hay nada igual.
Mi corazón se aceleró ante la imagen mental que provocó. En todos los años
que nos habíamos conocido en la cima de la colina, nunca nos habíamos visto por la
noche. Siempre había soñado con mirar las estrellas con Ridge. Y aunque yo era más
joven que él, eso no me impidió querer que nuestro primer beso fuera entre ellas.
Se puso de pie, poniendo fin a nuestra conversación, y no pude evitar notar lo
diferente que se veía su cuerpo. Incluso a través de la llama parpadeante de la fogata,
obviamente ya no era un niño. Era alto, grueso de músculos y tenía rasgos que hacía
que me dolieran las entrañas. Ridge Cross se estaba convirtiendo en un hombre.
—Esta oscuro. ¿Puedo acompañarte?
La tienda en la que me iba a quedar con Josie estaba a solo unos sitios de
distancia, pero no me importaba. Ridge se había ofrecido, y yo aprovecharía cada
momento precioso con él. Así que me levanté, me quité el polvo de mis leggins y me
encontré con él en la pasarela de tierra. Allí, realmente pude ver cuánto había crecido
Ridge desde la última vez que lo vi. ¿Quién hubiera sabido que un año y medio
convertiría el rostro de un bebé en un vaquero rudo?
Inicié el paso por el camino lentamente, y él igualó mi ritmo.
92
—Entonces, esto es a lo que llamas hogar ahora, ¿eh?
Él se encogió de hombros.
—En ningún lugar me he sentido nunca como en casa. Ya lo sabes, Camila. —
Me miró—. Pero supongo que esto es lo más cerca que he estado de sentirme así.
No debería hacer preguntas para las que no me gustaría recibir respuestas,
pero era una glotona para el castigo.
—Supongo que puedo ver por qué. —Incluso en la oscuridad, pude distinguir
las formas de las montañas y el contraste de cada pico mientras se tambaleaban en la
distancia—. Todo se siente más grande que la vida aquí. ¿Has vuelto a la granja?
—No, creo que Harold y yo necesitábamos un pequeño descanso.
Algo en su declaración me enfureció infinitamente. Mi pulso latía en mi
garganta.
—¿Necesitabas un descanso de mí también?
Ridge se detuvo en seco e inclinó la cabeza.
—Camila...
Yo también dejé de caminar y me volví hacia él.
—No. —Me acerqué a él para estar justo debajo de sus narices, sin poder
escapar—. Te hice una pregunta y merezco una respuesta.
Me dirigió una mirada fulminante.
—¿Quieres hacer esto ahora? Bien, Camila. Hagamos esto ahora. Vamos a ser
sinceros.
—¿Hacer qué ahora? Te acabo de hacer una pregunta.
Su mandíbula se movió.
—Suelta todo lo que tengas que soltar. Dime lo malo que fui al dejar la granja,
dejar Telluride... dejarte. Haz que todo sea sobre ti y hazme arrodillarme. Continua.
Me quedé boquiabierta.
—Fue una mierda lo que hiciste, irte así sin más. Después de todo lo que...
pensé que significaba más para ti que eso.
Dejó escapar una risa cruel.
—Siempre tan dramática.
Sus palabras fueron marcas de mordiscos en mi alma, y temí el próximo ataque
más de lo que había temido a cualquier otra cosa en mi vida. Poco a poco, la pequeña
cantidad de historia que Ridge y yo compartimos se sintió como si se estuviera
desmoronando en cenizas y flotando en el viento. Pronto, sería como si no existiera
en absoluto.
—No estoy siendo dramática. Te fuiste, Ridge. Sin siquiera decir adiós.
—¿Y cuál hubiera sido el punto de eso? 93
Mis pensamientos tropezaron con el dolor de mi corazón, pero seguían
alimentando mi boca, de todos modos. Incluso el ardor detrás de mis ojos no me
detuvo.
—Tal vez no sea tanto el hecho de que te marcharas tan abruptamente. En el
fondo, creo que sabía que no durarías en esa granja. Pero, después de que Harold
tratara de atropellarme con su tractor, actuaste como si yo no fuera nada para ti.
No dijo nada después de eso, solo me miró con sus ojos oscuros mientras
apretaba los labios. Su mente estaba revuelta, pero me dio la oportunidad de hablar.
—Tal vez no signifiqué nada para ti al principio, pero pensé que habíamos
superado eso. Pensé... —No pude decir nada más, temiendo sacar a relucir mis
sentimientos por él de nuevo.
Pasó un momento de silencio mientras sus ojos oscuros me escudriñaban, como
si finalmente me estuviera notando. Tal vez él se estaba dando cuenta de cuánto había
cambiado yo también.
—¿Qué pensaste, Camila? —preguntó Ridge, su tono más suave—. ¿Qué crees
que hubiera pasado si me hubiera quedado? ¿Si hubiéramos continuado con nuestra
tonta y pequeña farsa de subir a la cima de la colina?
Mi pulso se aceleró cuando dejé que su pregunta me consumiera. Todas las
posibilidades inundaron mi mente, y nadé desesperadamente a través de ellas,
tratando de distinguir lo bueno de lo malo y aferrarme a un escenario que podría
habernos beneficiado a ambos. No encontré ninguno.
Cuando lo miré, derrotada, asintió.
—Harold te habría arrastrado hasta donde estaba tu papá y le habría contado
todas las veces que te vio corriendo por nuestros campos. Omití la verdad a Harold
para protegerte. Esa noche fue la primera noche en que me di cuenta de lo que podía
hacer nuestra amistad si se descubría. Esta disputa entre nuestras familias, es más
grande que nosotros.
Crucé los brazos sobre el pecho y traté de evitar que mi labio temblara.
—Ahí es donde tú y yo no estamos de acuerdo, Ridge. Nada es más grande que
tú y yo. Ni siquiera una enemistad centenaria. Somos nosotros los que se supone que
debemos ponerle fin. Pero no podemos hacer eso ahora, ¿verdad? No contigo aquí.
Durante un tiempo, consideré a Ridge como uno de mis mejores amigos. Había
llegado a conocer un lado de mí que nadie más conocía, ni siquiera Josie. Le había
confiado mis tontas fantasías de la vida después de obtener las llaves del reino de mi
papá. Sabía que yo confiaba en él y que nuestra amistad era importante para mí. Y
nunca lo presioné para que dijera más de lo que sentía la necesidad de decir. Con
Ridge, encontré la quietud, un estado de calma en el que mis pensamientos
desenfrenados se calmaban para dejar espacio para mucho más. Nunca me hubiera
imaginado encontrar eso.
Ridge no solo me había despojado de una amistad. Me había despojado de mi
mejor yo cuando estaba con él. Y por eso, no podía perdonarlo. 94
Di un paso atrás hacia mi tienda y solté una carcajada mientras mis entrañas
lloraban lágrimas dolorosas.
—Esta semana debería ser interesante. —El sarcasmo volvió a aparecer en mi
voz y ni siquiera intenté detenerlo—. Podemos volver a como solía ser. Fingir que no
somos amigos. Solo que esta vez, no estaremos fingiendo. —Con otro paso hacia atrás,
sonreí—. Buenas noches, Ridge.
T odavía me gustaba despertarme antes del amanecer, y hoy no era la
excepción. Después de abrir los ojos, llevé mi bolsa de ducha y una muda
de ropa a la casa de baños común, metí algunas monedas en la máquina
y me enjuagué. Estaba acostumbrado a la rutina. Hace un año y medio, después de
hacer las maletas y conducir en una dirección aleatoria lejos de Telluride, Ouray
había sido mi primera parada. Nombrado en honor al antiguo jefe de la tribu Ute en
1876, parecía un término medio seguro entre la Reserva y la granja de Harold. Podría
perderme sin perder completamente de vista de dónde venía.
Uno de los clientes de Harold al que llevábamos heno, Jason Lachey, tenía una
parcela de tierra plana con la que no estaba seguro de qué hacer. La parcela estaba
junto al rancho de ganado que poseía con su hermano. Las visitas guiadas habían sido
95
idea mía y él las dirigía con mi ayuda. Rápidamente me familiaricé con las numerosas
rutas de senderismo de la ciudad y me asocié con los propietarios de las minas y otras
empresas para realizar promociones cruzadas entre los turistas.
Y todo evolucionó a partir de ahí. Por primera vez, sentí que finalmente tenía
un propósito de una manera que devolvía a la comunidad y la naturaleza circundante
en igualdad de condiciones. Dirigir una granja de maíz no me satisfacía de esa
manera. No podía imaginarme volver a esa granja, pero me estaría mintiendo si no
admitiera que ver a Camila de nuevo alteró algo en mí. Sentí un cambio en mi corazón,
aunque todavía no había comprendido completamente su significado. Todo lo que
sabía era que quería volver a verla.
Después de vestirme con un par de pantalones de montaña color carbón y una
camisa térmica gris claro, me puse mis botas de montaña y una gorra de punto roja.
Cuando salí afuera, el aire fresco picaba un poco, pero el sol nos calentaría
considerablemente durante nuestra caminata por la montaña. El plan era llevar a doce
campistas en una caminata por el sendero Blue Lakes, comenzando por la parte
inferior de Blue Lakes, pasando por el medio del lago hasta Upper Blue Lakes y
finalmente hasta Blue Lakes Pass, acampando entre destinos.
Mi trabajo esa semana era guiar al grupo y ayudarlos a acampar de manera
segura en la naturaleza. Jason se quedaba atrás en el campamento base, como
prefería, para vigilar a los otros campistas que estaban allí para divertirse.
Pasé por cada campamento para tocar las carpas y recordarles a todos que nos
iríamos en una hora. Cuando llegué a la tienda de Camila, dudé un segundo antes de
subir los dos escalones para llegar a la parte superior de la cubierta. Después de
tomar mi siguiente aliento, puse mi puño sobre una tabla de madera sobre mi cabeza.
Estaba a punto de tocar cuando las puertas de la tienda se abrieron y salió Camila.
Ella era una tormenta, siempre traía consigo un clima impredecible. Una
persona nunca sabía cómo prepararse para su presencia. Nunca pude entenderlo.
Parecía que no había cambiado mucho, a pesar del tiempo y la distancia entre
nosotros.
Su cabello era un desorden despeinado que rebotaba alrededor de sus
hombros en rizos sueltos. Sus ojos, aunque todavía estaban llenos de sueño, parecían
esperanzados mientras contemplaba la nueva luz del día.
Ella no se dio cuenta de mi presencia mientras levantaba las manos sobre su
cabeza y se estiraba, revelando una pulgada de piel de caramelo alrededor de su
ombligo. Aunque la había visto la noche anterior, nada me preparó para lo que me
reveló la luz del día. Puede que Camila ya no fuera una niña, pero todavía estaba en
la escuela secundaria. No debería estarla mirando de la forma en que estaba
haciendo, notando su belleza, o la forma en que sus pantalones de pijama colgaban
debajo de su suave estómago.
Su forma juvenil parecía haberse llenado, completada con una curva profunda
de sus caderas que acentuaba su pequeña cintura y su trasero perfectamente
formado. Llevaba una camiseta blanca fina que me hizo apartar la mirada en el 96
momento en que noté sus duros pezones apuntando hacia mí. Claramente, ella no
estaba usando sostén, y me maldije por notarlo.
Normalmente no pensaba tan vulgarmente en una mujer. Había visto todas las
formas y tamaños pasar por el campamento base, y las aprecié a todas muy bien. Pero
nadie podía encender una vela como Camila. Ella siempre había sido fuerte y
luchadora, manteniéndose al día con los chicos tan bien como cualquier otro. Pero
ahora... me tragué mis pensamientos, que tan descuidadamente rodaban por mi
mente como una tormenta cerniéndose sobre mí.
Sintiéndome repentinamente como un acosador, me aclaré la garganta para
hacerle saber que estaba allí.
Sus párpados se abrieron mientras giraba la cabeza. Nuestras miradas se
encontraron y me transporté instantáneamente al pasado, a un lugar al que juré que
nunca volvería a ir. Estaba de regreso en ese campo de maíz, nadando en un mar
verde y motas de oro. Los recuerdos de perseguirla a través de los altos tallos de
nuestra futura cosecha me abrumaron como una inundación repentina, ahogándome
antes de que tuviera la oportunidad de apartarlos.
¿Cómo podía ser que Camila Grace Bell siempre hubiera tenido ese efecto en mí?
Me reí mientras trataba desesperadamente de contener mi afecto por una chica dos
años menor que yo. Combatí mis sentimientos que se sentían como algo más que
amistad o lujuria, y durante años guardé la culpa por pensamientos y sentimientos
que no podía controlar. Incluso esa mañana, mis pensamientos eran peligrosos y eran
inapropiados.
—Buenos días —dijo ella, sin disimular su sorpresa al verme en su tienda.
Un partido de ping-pong comenzó en mi pecho solo por el sonido de su voz, y
no supe cómo detenerlo.
—Solo venía para darles a todos una llamada de aviso. —Me atreví a mirarla
otra vez, lo cual fue un error.
—Oh —dijo lentamente, sus ojos se oscurecieron un poco—. Ya veo.
Ignorando la culpa que se acumulaba en todos los espacios vacíos de mi cabeza
y corazón, continué:
—Nos dirigiremos al comienzo del sendero en una hora.
Algo parpadeó en su expresión antes de que todo se endureciera.
—Genial. —Pasó junto a mí—. Entonces tengo tiempo para darme una ducha.
Ella se dirigió, hacia la casa de baños, y no pude dejar de observarla mientras
se alejaba.

Mi parte favorita de dirigir varias caminatas eran las reacciones de nuestros


invitados mientras navegábamos por la pendiente entre Mount Sneffels y Wolcott 97
Mountain. Los avistamientos de osos eran frecuentes, las flores silvestres abundaban
y los lagos de color azul cristalino hacían de la caminata una de las más pintorescas y
gratificantes que uno podría experimentar en su vida.
Mientras guiaba el recorrido, eso no siempre significaba que yo lo dirigiera. A
algunos de los excursionistas más ambiciosos siempre les gustaba caminar un poco
más rápido que el resto del grupo, lo cual estaba bien para mí. Mi trabajo consistía
en dar a todos los puntos de parada para que no nos dispersáramos demasiado y
asegurarnos de que los rezagados no se quedaran demasiado atrás. Camila, por
supuesto, había tomado la iniciativa. Trip, como era de esperar, estaba justo detrás
de ella, mientras que la hermana de Trip, Raven, intentaba desesperadamente
mantenerse a mi altura.
Josie y el resto de los excursionistas estaban tomando la cola de nuestro grupo
mientras ascendíamos sobre los picos escarpados y los interminables valles
montañosos. Sin embargo, no alteraría el ritmo de nadie, incluso si quisiera arrinconar
secretamente a Camila en algún lugar de un camino inexplorado y echarle un buen
vistazo. Pero sentirme atraído por una chica que todavía está en la escuela secundaria,
una Bell, nada menos, estaba mal, y seguiría recordándome eso.
Dejé Telluride por una razón. Había sido una decisión que había estado
sopesando, pero después de todo lo que había pasado y todo lo que había averiguado
esa noche, no podía quedarme. Pero ver a Camila de nuevo me recordó lo inocente
que era en todo eso y que la bomba de tiempo no acababa simplemente de comenzar.
Había estado haciendo tictac desde que conocí a la chica luchadora del viñedo, y se
estaba volviendo más fuerte, amenazando con explotar cuando ninguno de nosotros
estaba listo.
Aunque era una crueldad por mi parte tratar de superar a Raven a propósito,
cuando se trataba de pendientes más pronunciadas, ella disminuía un poco la
velocidad y yo aceleraba el paso. Nunca había tenido nada en contra de Raven. Era
agradable, bonita y dulce. Pero también apestaba a una desesperación que no
entendía. Nunca llegué a conocerla como lo hice con Camila. Ni siquiera nos habría
considerado amigos a Raven y a mí, pero ella parecía tener otras ideas sobre
nosotros.
Subí las escaleras de piedra que se desmoronaban de dos en dos y llegué a la
siguiente sección de terreno llano para encontrar a Camila en la distancia. Ella estaba
en el primer punto escénico asombroso, de pie justo en la punta de un acantilado que
dominaba un valle abierto con flores silvestres que nos rodeaban. Solo ella
encontraría consuelo al borde de un barranco escarpado.
Tomando una inhalación profunda, me moví hacia ella. Trip no estaba a la vista
cuando subí las rocas para quedarme parado a su lado. Quizás se había adelantado.
Todo lo que importaba era que, por un momento, volvíamos a estar solos.
Ninguno de los dos dijo una palabra mientras estábamos allí, disfrutando de los
tranquilos sonidos de la naturaleza a nuestro alrededor, desde el agua que fluía sobre
las rocas del arroyo que marcaban 1.5 millas en nuestro viaje, hasta el susurro de los 98
abetos mientras soplaban con el viento. y a la vida salvaje cantando sus canciones
familiares.
El aire fresco llenaba nuestros pulmones mientras nuestras miradas se
desplazaban de un extremo al otro del valle. Los pájaros revoloteaban a nuestro lado
y se elevaban a través del infinito cielo azul.
—Mira eso —susurró ella.
Busqué por encima de nosotros para encontrar lo que fuera que estaba viendo
justo cuando su mano agarraba la mía.
—Un águila —jadeó—. Espera, dos águilas. —Señaló el cielo con la mano libre
y trazó el camino de los pájaros mientras volaban a baja altura. Una de ellas barrió el
valle antes de volver a elevarse hacia el cielo para remontarse con la otra. Sus alas
eran de forma redondeada y de tamaño corto.
—Esos son halcones de cola roja —le corregí sin pensarlo dos veces.
Su cabeza se volvió hacia mí.
—¿Ellos son qué?
—Los halcones de cola roja.
—¿Como sabes eso? Simplemente me parecen grandes pájaros blancos.
La molestia en su voz por el hecho de que yo supiera algo que ella no me hizo
sonreír.
—Solía ir a observar pájaros con mi mamá en la reserva. Ella se sentía fascinada
por estos chicos, en particular. Sus plumas son en realidad marrones en la parte
superior, pero sus vientres son pálidos, casi blancos. —Entrecerré los ojos hacia el
cielo, donde los halcones se habían elevado para volar de nuevo en un amplio círculo
sobre mi cabeza—. Les encantan los espacios abiertos como este.
Los vimos meterse en el valle antes de que volvieran a elevarse hacia el cielo.
—¿Están… juntos?
Sonreí de nuevo.
—Las parejas que se están cortejando generalmente vuelan juntas así. —Asentí
con la cabeza hacia donde el pájaro macho se estaba separando de la hembra—. Mira.
Sus ojos miraban hacia adelante por completo, y jadeó cuando el halcón trepó
alto en el aire y se zambulló como en caída libre con las alas medio cerradas. Cuando
se elevó de nuevo, giró en espiral en su ascenso hasta que se unió a la hembra
nuevamente, y entrelazaron sus garras y se giraron en el aire.
—Vaya —dijo Camila efusivamente, sus pequeños ojos más abiertos de lo que
nunca los había visto—. ¿Qué fue eso?
—Un vuelo de cortejo. Es un ritual territorial en el que se involucran antes de
reproducirse.
Observamos en silencio cómo los halcones bailaban por el aire y finalmente 99
descendieron en picado hacia el espeso bosque debajo de nosotros y
desaparecieron.
Mucho después de que los pájaros dejaran de verse, pude sentir los ojos de
Camila sobre mí. Me encontré con su mirada. Las palabras tácitas flotaron entre
nosotros y, por primera vez en mi vida, sentí que tenía mucho que decir. Mis razones
para irme eran mucho más de lo que le había confesado, y mis sentimientos por ella
eran de alguna manera más fuertes que nunca. Años separados no habían hecho nada
para borrar el dolor prohibido que sentía por mi Salvaje. Y quería contarle todo eso.
—Oh, mierda, oh, mierda, oh, mierda.
Camila y yo giramos la cabeza hacia la voz que venía del otro lado del camino.
Trip estaba parado allí, entre la maleza, mirando en la otra dirección. Todavía estaba
congelado, y supe que había visto un oso antes de ver su pelaje negro ondear cuando
la bestia silenciosa se arrastró hacia él.
—Mierda —murmuré.
Camila volvió la cabeza bruscamente hacia mí. Ella nunca me había escuchado
maldecir, porque nunca encontré un uso para tales palabras hasta que me mudé a
Ouray. Estar con tantos campistas diferentes desde que trabajaba allí me había
cambiado. Me había vuelto más franco y menos preocupado por las agendas de los
demás. Vivía para mí y para las montañas, y mi vocabulario se había vuelto más
colorido por ello.
—No muevas ni un músculo —le grité a Trip—. Te tiene más miedo a ti que tú a
él. Recuérdalo. ¿Tienes spray para osos?
Trip negó, luciendo completamente presa del pánico e indefenso mientras el
oso continuaba mirándolo.
—Yo lo tengo —dijo Camila, dando un paso adelante.
Mi mano agarró su brazo tan rápido que sus ojos se dispararon hacia mí con
sorpresa.
—Dámelo.
Buscó mis ojos hasta que se dio cuenta de que no podía pelear conmigo por
esto.
—Aquí —dijo en voz baja, entregándome su lata.
Di un paso lento hacia adelante, sintiendo su mano apretar alrededor de mi
muñeca.
—Ten cuidado.
La examiné antes de asentir en agradecimiento y agacharme entre la hierba
alta para hacer mi camino hacia el campo.
En ese momento, más de nuestro grupo comenzaron a aparecer mientras
subían la colina. Extendí mi mano, atrapando la mirada de Josie, en un gesto que la
hizo detenerse de inmediato y ordenar a los demás detrás de ella que hicieran lo
mismo. Volví mi atención a Trip justo cuando el oso negro dio varios pasos rápidos
hacia adelante y luego se detuvo.
100
—Jesús —maldijo Trip, haciéndome temblar.
—Mantén la calma —le advertí—. No te muevas. Eso fue solo un farol. No va a
atacar. Solo te está haciendo saber que estás demasiado cerca.
Tomando una respiración profunda para calmar mis nervios, traté de recordar
todo lo que Jason me había enseñado.
—Oye, oso —grité, provocando que Trip me mirara con los ojos muy abiertos.
Lo ignoré y agité mis manos en el aire—. Hola, oso. Oye. Continua.
Lancé una mirada a Trip, quien había comenzado a dar un paso rápido hacia el
sendero, haciendo que el oso gruñera.
—Despacio, Trip. Cualquier movimiento brusco y te convertirá en su cena.
Trip hizo una pausa y se dio la vuelta para mirar al oso, que gruñía como si se
preguntara cuál debería ser su próximo movimiento. Di otro paso lento hacia
adelante.
Para cuando llegué al lado de Trip, el oso ya había detenido su ascenso, pero
liberé un rocío de la lata por si acaso. Ni siquiera sabía si el material funcionaba, ya
que nunca lo había usado antes, pero después de un gruñido final de la bestia,
comenzó su retirada.
Varios minutos después, el oso estaba completamente fuera de la vista y
regresamos al sendero justo cuando el resto del grupo se reunía con nosotros.
Camila todavía estaba de pie sobre su roca, mientras Raven abrazaba a su
hermano y me miraba.
—Gracias, Ridge. Salvaste la vida de mi hermano. —Sus ojos estaban muy
abiertos y llenos de lágrimas.
Lo rechacé con la mano.
—Nah, pero eso me lleva a mi primera lección importante de esta caminata. Si
ves un oso negro, no huyas. Mantén la calma. Y por favor, hagas lo que hagas, no le
mires directamente a los ojos. Si un oso se abalanza como lo hizo con Trip, mantente
firme. Las probabilidades de que se retiren son mucho mejores que las que tú huyas.
La tensión pareció desaparecer de algunas de sus espaldas, mientras que los
demás asintieron con la cabeza indicándome que estaban escuchando.
Me encogí de hombros y sonreí.
—¿Qué es una caminata en la naturaleza sin un encuentro con un oso?
Risas nerviosas revolotearon a través del grupo.
—Tratar de olvidarlo, excursionistas. Respirar, tomar un poco de agua, hacer
pipí en un árbol o lo que sea. Llevar a un amigo si os dirigís al bosque, pero no vayáis
muy lejos. Tenemos otras dos millas por recorrer hasta que acampemos, y me gustaría
hacerlo mucho antes del atardecer. —Consulté mi reloj—. Saldremos en quince
minutos. 101
Camila bajó de la roca y cruzó los brazos con Josie. Juntas, se dirigieron a una
sección del bosque, lo que hizo que mi instinto se activara. Quería ir tras ellas y
observarlas, para asegurarme de que estuvieran bien. Si algo le sucediera a Camila
en el viaje, nunca me lo perdonaría. Egoístamente, me alegré de que Trip fuera el que
se hubiera encontrado de frente con el oso en lugar de ella.
Sin otra mirada en la dirección de Camila, me dirigí hacia el pequeño arroyo,
esperando restablecerme. Habíamos estado en la caminata menos de un día, y todo
en lo que podía pensar era en encontrar una manera de conseguir estar a solas con
ella. Y esos eran pensamientos peligrosos con los que divagar.
R idge se mantuvo al frente del grupo durante el resto de la caminata, y
tuvo mucho que ver con el encuentro con el oso de Trip. A cambio, Trip
no luchó contra él por ir a la delantera. En cambio, se quedó atrás con su
hermana en la cola de nuestro grupo. Me las arreglé para quedarme cerca de Ridge,
pero él nunca me permitió acercarme demasiado, lo que era obvio en sus rápidos
pasos cada vez que lograba cerrar nuestra brecha.
Quería caminar con él y hablar más, pero no iba a luchar contra los demonios
que se habían arraigado en su mente. Así parecía ser siempre con él. Él siempre se
preocupó por los ‘y si’ y yo estaba dispuesta a correr cualquier riesgo imaginable, si
eso significaba estar cerca de él. En cierto modo, estaba cansada de las excusas de
mierda, los miedos y la retirada interminable de permanecer lejos, muy lejos de mí.
102
Si así era como quería que fuera, entonces estaba bien. No lo presionaría más.
El sendero comenzó a ensancharse y divergir en múltiples direcciones, así que
me aseguré de seguir el ejemplo de Ridge. Una gran masa de agua comenzó a
aparecer a la vista, y aunque había oído hablar del lugar y visto fotos en línea, nada
se podía comparar con verlo en persona. Mi corazón comenzó a latir rápidamente
mientras miraba el agua turquesa que estaba enclavada en la cuenca glacial,
brillando bajo el sol.
Dejé de caminar, queriendo disfrutar de la vista completa, que actualmente
estaba desocupada de campistas y excursionistas. Ridge se paró a mi lado, teniendo
exactamente la misma vista. Debió haber caminado por ese sendero docenas de
veces, pero nada en su expresión me dijo que estaba menos asombrado que la
primera vez.
La emoción se atascó en mi garganta y no supe por qué. Había escalado
montañas, bajado en bicicleta por colinas empinadas y había lanzado la precaución
al viento más veces de las que podía contar, pero estar aquí se sentía diferente de
alguna manera. Me sentía liberada y como si todo lo que hubiera querido hacer más
allá de hoy estuviera a mi alcance. Todo lo que tenía que hacer era escalar la maldita
montaña.
—Mierda. Santa. —Trip pasó junto a mí y trotó hacia el agua. Raven lo siguió,
luego vino el resto del grupo y, uno por uno, entramos en nuestro campamento para
pasar la noche.
—Toma un poco de esto —dijo Josie mientras ocupaba un lugar a mi lado—.
Estamos delgados para sumergirnos en eso.
Lo dijo con tanta confianza que tuve que reír.
—¿Lo estamos, ahora? Podríamos morir por congelación, pero claro.
Josie me guiñó un ojo.
—En realidad, estuve hablando con Ryker durante la caminata. Dice que sabe
dónde hay una fuente termal cerca de uno de los lagos superiores.
—¿Una verdadera fuente termal?
Había nadado en aguas termales antes, pero nunca había encontrado una que
hubiera encontrado en la naturaleza. En las que había estado tenían paredes de
piscina a su alrededor y un costo de admisión.
—Sí. —Ella sonrió y movió un poco los hombros.
Entrecerré los ojos hacia ella y luego seguí su mirada hacia Ryker antes de
soltar una carcajada.
—Entonces, ahora te gusta mucho Ryker, ¿eh? Acabas de romper con Emilio.
Ella hizo una mueca.
—Eso fue hace meses. Además, Emilio se negó a pasar de segunda base. Fue
totalmente su culpa. 103
Mi mandíbula se abrió de golpe ante su confesión.
—Josie Parker.
Ella se sonrojó. Josie siempre había estado loca por los chicos, saltando de un
novio a otro sin interrupciones hasta que ella y Emilio se convirtieron en algo. Pero
era el tipo de chica que sabía lo que quería. Si decía que había olvidado a su exnovio,
entonces la creía.
—¿Qué? No es que Emilio y yo nos fuéramos a casar ni nada por el estilo.
Salimos durante más de un año y simplemente dejé de sentir algo por él.
Me reí.
—Pero me dijiste que Emilio era el chico más guapo que hubieras visto en tu
vida. —Agité las pestañas para burlarme de ella.
Ella golpeó mi pecho con el dorso de su mano.
—Es lindo —dijo a la defensiva antes de suspirar como alguien en la-la land—.
Pero Ryker es más lindo, divertido, fuerte e inteligente…
Tuve que dejar de escucharla. Mi mejor amiga estaba siguiendo adelante.
Anotado. Tan hermosa como era, con su cabello rubio rojizo, ojos azul eléctrico y
naturaleza extrovertida, cuando ponía su mirada en un chico, era un trato hecho. Josie
no tenía que jugar ni que jugaran con ella. Ella le dejaba saber a un chico cuando le
gustaba, y dependía de ellos devolver el sentimiento o no. Por la forma en que Ryker
continuaba mirando furtivamente a Josie, parecía que estaba jugando directamente
en sus manos.
—Vamos, echemos un vistazo a este lago —dijo ella. Me agarró del brazo y me
arrastró hacia adelante con un salto en su paso, colina abajo hasta donde el agua azul
estaba asentada tranquilamente, provocándonos para saltar.
Nos tomamos selfies y fotos grupales para celebrar nuestra primera etapa de
nuestro viaje hasta que finalmente nos fuimos a nuestras propias direcciones para
instalar tiendas de campaña y recorrer nuestro entorno.
Josie eligió nuestro lugar para la carpa, que estaba convenientemente ubicado
cerca de la de Ryker. Después de meter todo mi equipo en el pequeño espacio,
regresé al agua para disfrutar de la vista. Nunca había visto agua tan azul ni había
sentido ese tipo de paz entre la naturaleza. Era el mejor colocón natural que jamás
hubiera experimentado, y no costaba ni un centavo.
—En todo el tiempo que he caminado por estas partes, no creo que ninguna
vista se haya acercado a las que tiene este lago.
Ni siquiera había escuchado a Ridge acercarse.
—Bueno —dije, tratando de encontrar mi voz—. Tú siempre estabas buscando
tu propósito. Supongo que lo encontraste aquí.
Cuando me volví para mirarlo, su expresión no me dio mucha información. Sus 104
ojos estaban fijos en el paisaje y sus rasgos aún estaban duros, como si nada pudiera
quebrarlo. Siempre había encontrado a Ridge algo misterioso, pero había disfrutado
desbloqueando capas a medida que pasaba el tiempo. Me engañé pensando que se
había abierto a mí y que nos habíamos hecho amigos, y tal vez algún día podríamos
ser más. Cuando se fue, la realidad de nuestro tiempo juntos me golpeó con fuerza,
porque sabía que mucho de lo que sentía provenía de fantasías de una realidad
alternativa.
Hice una pausa, manteniendo un debate interno sobre si debería o no hacer mi
pregunta real. Luego simplemente se escapó de mis labios.
—Podrías haberte ido a cualquier parte. ¿Por qué aquí? ¿Por qué Ouray?
No sabía qué esperar como respuesta. Ridge era el maestro de hablar a través
de su silencio, así que casi imaginé que ese sería su enfoque. No esperaba una
honestidad total y completa.
—La gente no cuestiona quién soy ni por qué estoy aquí.
Sus palabras tocaron una fibra sensible. De vuelta en Telluride, todo lo que
alguien había hecho cuando él llegó por primera vez fue cuestionar su propia
existencia. Lo odiaban sin conocerlo, lo ignoraban mientras aún lo veían y lo miraban
pero no lo entendían. Nadie lo intentaba.
—Aquí, no soy el hijo del granjero ni el chico Ute. No se cuestiona el color de
mi piel y mi historial no se examina con un peine de dientes finos. Soy solo yo. Y puedo
vivir aquí. Rodeado de todo esto. —Hizo un gesto con la mano, señalando al cielo.
Asentí, odiando que fuera tan difícil odiarlo. Era demasiado bueno, demasiado
puro e inocente. Y la vida que había dejado atrás no había sido justa para él. Aun así,
tenía amargura en mi corazón por el hecho de que me hubiera dejado atrás.
—Soy feliz aquí.
Su voz aún logró golpearme como la brisa más suave, envolviéndome en su
poder y hundiéndose profundamente en mis poros hasta donde sabía que nunca me
dejaría, incluso después de que se hubiera desvanecido.
—Bien. —Mirando hacia adelante de nuevo, asentí mientras pasaba la suela de
mi zapato por los guijarros—. Entonces me alegro por ti. —Odié cómo mi corazón
gritaba con mis palabras. Mi pecho se sentía pesado por una pérdida que se sentía
tan cercana a la muerte como nunca me había sentido. ¿Por qué? ¿Por qué Ridge
siempre ha tenido el poder de lastimarme de la manera más profunda sin siquiera
intentarlo?
Quizás esa semana significaba el final de todo eso y podría seguir adelante.
Hice un voto en silencio de que haría precisamente eso: seguir adelante y ser
realmente feliz por Ridge y por lo que sea que le deparara el futuro. Torcí la nariz ante
un olor familiar que venía del campamento. Una mirada detrás de mí me dijo
exactamente de dónde venía. Cuatro de los campistas estaban pasándose un porro
alrededor de un pozo de rocas, con un fuego creciendo entre ellos.
—Creí que no se nos permitía hacer fogatas aquí. 105
Ridge dejó escapar un suspiro y negó.
—No se permite. Lo que no significa que todos sigan las reglas. —Estiró el
cuello para ver mejor a los chicos—. Supongo que esa es mi señal para hacer mi
trabajo y ser el malo.
Me reí mientras se alejaba.
—Nunca podrías ser el malo, Ridge. Ni siquiera si lo intentaras.
Pensé que había hablado lo suficientemente bajo como para que él ya estuviera
fuera del alcance del oído, pero cuando su cuerpo se tensó durante un milisegundo
de más, supe que me había escuchado. Luego siguió caminando.

El resto de la tarde pasó lentamente. Josie había sumergido un dedo del pie en
el lago y decidió no amenazarla con un chapuzón. En cambio, nos mantuvimos
caliente junto a nuestra estufa de propano, calentamos algunas quesadillas y matamos
el tiempo preguntándole a Trip sobre la universidad, cómo era vivir en Nueva York,
cómo le gustaban sus clases en Columbia y si echaba de menos la escuela secundaria.
Sus respuestas, aunque predecibles, solo me hicieron anhelar mi propia aventura
después de la escuela secundaria.
—¿Qué planeas hacer después de la graduación, Camila?
Estaba tan profundamente soñando con mi futuro que casi me pierdo la
pregunta de Trip. Cuando levanté la vista para responder, noté que no estábamos
solos. Raven y Ridge estaban compartiendo un tronco no muy lejos, y Ridge me
miraba, esperando mi respuesta, como si le importara saber sobre mi futuro.
—Me voy a mudar a California. —Me encogí de hombros y me recliné,
apoyando mi cuerpo con las palmas de las manos—. Para papá es importante obtener
un título. Para mi mamá es importante que salga de Telluride para hacerlo. Me lo han
inculcado desde que era pequeña, y simplemente se me quedó pegado. Pero me
siento emocionada de salir de la ciudad por un tiempo, explorar los viñedos de Napa
y aprender más sobre la parte comercial de las cosas.
Raven me miró con los ojos entrecerrados.
—¿En serio? Creo que toda la educación que necesitas está ahí, en tu patio
trasero. ¿Por qué irte?
Tomé su pregunta como un desafío, pero no sabía por qué. Quizás fue porque
su hombro estaba rozando el de Ridge. O tal vez era porque su padre siempre se
había sentido como una amenaza para mi futuro en la granja. No quería decirle que,
si bien Thomas Bradshaw era un gran defensor de que yo me fuera a la escuela,
también era una de mis mayores motivaciones para salir de Telluride. Porque
realmente creía que había más en la vida que todos habíamos estado viviendo
durante tanto tiempo. 106
Mi papá era anticuado, atascado en sus costumbres y terco como el infierno, lo
que funcionaba para él, para su forma de vida y para cómo quería hacer las cosas.
Pero el hecho de que él no fuera el rostro de su propio negocio siempre me había
resultado problemático. Y no duraría mucho poniendo todo de sí mismo en ese
trabajo.
Cuando me entregaran las llaves del palacio, quería tener un plan para un
nuevo futuro, uno que pudiera evolucionar con los tiempos. El cambio climático, por
ejemplo, era algo que mi papá descartaba casi como si todo saldría mágicamente si
nos saludaran con un invierno temprano o nos pusieran a prueba con el calor que se
intensifica rápidamente. Quería traer de vuelta soluciones preventivas para cualquier
cosa que pudiera amenazar lo que yo más amaba en el mundo.
—Mis padres siempre han querido que primero tenga una buena educación
antes de que finalmente me haga cargo del viñedo. —Una sonrisa levantó mis
mejillas—. Además, estaré en California. ¿Qué es lo que no se podría amar? Playas,
chicos guapos, estrellas de cine. Suena como un sueño. —La emoción debe haber
estado iluminando mi rostro—. No hará daño escaparse un poco y experimentar
nuevas culturas.
Trip soltó una carcajada, aunque su expresión no parecía divertida.
—Difícilmente llamaría chicos guapos a algo que puedas agregar a tu
currículum bajo el tema de Experiencias Culturales.
Josie se rio antes de que yo dijera una palabra más.
—Es algo bueno que no vaya a necesitar ese currículum, entonces, ¿eh?
Trip casi parecía tan molesto como Raven, y no pude entender por qué. Su
familia tenía mucho interés en nuestro negocio familiar, ya que mi papá tenía al padre
de Trip en valores muy altos. A menudo había jurado que si yo no fuera la heredera
prometida, Thomas Bradshaw estaría al mando y se haría cargo del trabajo de la vida
de los Bell. Me enfermaba pensar que si me pasaba algo, eso era exactamente lo que
sucedería.
La conversación se centró en Raven y sus sueños posteriores a la graduación,
y no me sorprendió saber que quería hacer algo en la planificación de eventos o en
la hostelería. Ella siempre fue la directora social de nuestro pequeño grupo,
organizando fiestas y salidas como la caminata.
La miré fijamente mientras se reía de lo maravilloso que era que Ridge
trabajara donde lo hacía, ya que los otros campamentos de la ciudad estaban
reservados, y lo sentí como un golpe en el estómago.
—Espera. ¿Sabías que Ridge trabajaba aquí?
Los ojos de Raven se abrieron de par en par porque no pude evitar que mi voz
se reflejara en la sorpresa. Mi mente voló oficialmente, y la metralla atacaba
libremente mi corazón.
—Bueno, sí. —Ella le lanzó una mirada y luego se volvió hacia mí con una suave
sonrisa—. Hemos mantenido el contacto.
Mi estómago se revolvió, y no fue por falta de comida. Las tortillas habían hecho
107
su trabajo de llenarme, pero no estaba segura de cuánto tiempo se quedaría la cena.
Ridge se había ido sin siquiera despedirse de mí, sin embargo, se había mantenido
en contacto con Raven, de todas las personas. Ella era a la que había permitido entrar
en su vida. Me alegré de que el sol se pusiera en medio de la puesta, porque era la
excusa perfecta para retirarme a mi tienda de campaña y acostarme temprano.
Mañana era un nuevo día y tenía la intención de seguir adelante, metafórica y
físicamente. Iba a caminar por el siguiente tramo del sendero por la montaña hasta
nuestro segundo destino para acampar. Y lo haría dejando mi pasado justo donde
pertenecía.
L a tienda de Camila y Josie ya estaba empacada cuando comencé a hacer
rondas a la mañana siguiente. Yo, por otro lado, no tenía prisa por dejar
la comodidad de mi tienda después de una noche de sueño inquieto.
Después de ver la expresión en el rostro de Camila cuando se dio cuenta de cómo
había terminado en mi excursión, di vueltas y vueltas. Parecía como si la hubiera
traicionado y, en cierto modo, lo había hecho.
Un grupo de campistas ya estaba equipado con equipo de senderismo, con sus
bolsas atadas a la espalda, esperándome cerca de la orilla del agua. Tomaríamos la
siguiente caminata cuesta arriba hasta el lago del medio y acamparíamos allí para
pasar la noche antes de llegar a la cima. El objetivo del viaje no era la caminata
extenuante, sino la experiencia tranquila de quedarse parado, perderse en un mundo
108
que no consistía en fechas límite y mirar el reloj, y publicar todo lo que comías en las
redes sociales. La quietud era nuestro destino y donde aprendíamos a vivir.
Observé el campamento vacío detrás de mí mientras me acercaba al grupo en
el agua.
—Bueno, esta es una primera vez. Por lo general, soy yo quien está esperando
a todos los demás. —Escaneé sus rostros para ver si Camila y Josie estaban entre ellos
y rápidamente confirmé que no lo estaban—. Veo que tenemos un par de
excursionistas ambiciosas. ¿Camila y Josie ya se marcharon? —Miré directamente a
Trip.
—Sí. Se fueron antes del amanecer. Les dije que esperaran, pero por supuesto
que no me escucharon. —Trip endureció la mandíbula mientras miraba colina arriba
a su espalda—. Esa es una pendiente pronunciada.
—Las chicas estarán bien. —Descarté la preocupación de Trip. Sabía tan bien
como yo que Camila era más que capaz de aventurarse por su cuenta. Simplemente
no le gustaba que no pudiera mirarla como un halcón—. En marcha, ¿de acuerdo?
Todo el grupo estuvo de acuerdo, y conmigo a la cabeza, nos dirigimos hacia
la siguiente etapa de la caminata. Consistía principalmente en rocas pequeñas y un
sendero más estrecho, uno que siempre me las había arreglado para navegar sin
problemas. Desafortunadamente, había descubierto el día anterior que la mayoría del
grupo que estaba conmigo no tenía la experiencia suficiente para manejar los
senderos con la misma confianza.
Cuando escuché un grito agudo y el sonido de rocas deslizándose, me di la
vuelta y encontré a Raven en el suelo, su rostro contraído por el dolor y un aullido
brotando de su garganta. Mierda.
Bajé la colina, con cuidado de no cometer el mismo error que Raven, y llegué
a ella al mismo tiempo que su hermano. Ella estaba extendiendo su pierna y
agarrándosela mientras la miraba en estado de shock.
—Oí algo estallar. —Parecía más aterrorizada que dolorida—. Lo juro, escuché
como se rompía.
—¿Estás bromeando, Raven? ¿Cómo pudiste ser tan torpe?
Ignoré a Trip mientras interiorizaba el hecho de que no había cambiado, ni
siquiera después de graduarse de la escuela secundaria. Seguía siendo el idiota que
siempre había sido.
—¿Dónde lo oíste romperse? ¿Dónde te duele?
Raven señaló su tobillo mientras las lágrimas brotaban de sus ojos.
—Duele mucho. Tengo miedo de moverme.
—No lo muevas —le advertí—. Te voy a quitar la bota lentamente para poder
echar un vistazo, ¿de acuerdo?
Ella asintió, cerrando los párpados fuertemente.
109
Después de que quitara la bota y el calcetín, su tobillo rápidamente hinchado
mostró que se lo había roto de alguna manera. No sabía si se trataba de una rotura sin
soporte de peso, pero ella no podría caminar apoyándose sobre su pie durante al
menos unas semanas. Había visto heridas igual de pequeñas antes, pero aunque era
un pequeño hueso que no causaría ningún daño a largo plazo, no era diferente de una
fractura, y probablemente dolía como el infierno.
Después de hacer todo lo que sabía hacer por ella, ayudarla a ponerse de pie
para probar su capacidad para caminar y luego ponerle cinta en el tobillo, suspiré y
miré a Trip.
—No podrá caminar, pero necesita regresar al Campamento Lachey. Puedo
hacer que Jason envíe a alguien a buscarte en el camino con una camilla, pero tendrás
que ayudarla a regresar.
—¿Estás bromeando? ¡Hemos caminado como tres millas!
Me encogí de hombros, haciéndole saber que no había otra opción.
La expresión de Trip era una mezcla entre abatido y furioso mientras evaluaba
el tobillo de su hermana, luego maldijo en voz baja.
—¿Por-Por qué no puedes llevarme tú? —preguntó Raven, mirándome
mientras batía sus pestañas.
—Tengo que quedarme con el grupo. Avisaré a Jason para que se encuentre
con vosotros, pero es posible que quieras llevar a algunos de tus amigos contigo para
que te ayuden. —Asentí a los cuatro fumadores de marihuana, que estaban ocupando
la cola del grupo y parecían miserables—. Quizá ellos.
Después de que Trip hablara con los chicos, levantó a Raven en sus brazos,
luego comenzaron a bajar la colina, cortando con éxito a mi grupo de excursionistas
por la mitad.
Definitivamente sentí que llevaba una carga más liviana durante el resto de la
caminata. Los excursionistas que estaban conmigo se mantuvieron tranquilos y
frenaron su charla. Cuando llegamos a la cima, les hice señas para que se acercaran
al borde del acantilado, donde tendrían una vista de por qué realmente habíamos
venido aquí.
—Irreal —dijo uno de los campistas entrecortadamente.
—Mierda, esto es hermoso —dijo otro.
Sonreí.
El lago debajo de nosotros se veía mejor que cualquier filtro en cualquier
imagen que hubiera visto en mi vida. El agua era de un turquesa brillante, su
superficie era lisa y todavía se veían parches de nieve en secciones de la tierra y
colinas a su alrededor. Me alejé del borde para darle algo de espacio al grupo y me
dirigí al campamento, donde la tienda de Camila ya estaba instalada. Las chicas no
estaban por ningún lado.
110
Caminé por las afueras del bosque para ver si podía detectar alguna señal de
ellas, cuando escuché una leve risita más allá del bosque y en otro claro privado
desde donde viajaban los excursionistas. Ninguno de los cientos de grupos de
excursionistas que había reunido allí había encontrado ese claro. Por supuesto,
Camila y Josie lo habían hecho. Jason me lo había mostrado la primera vez que fuimos
allí, pero me advirtió que si se lo contaba a una persona, la belleza se arruinaría
rápidamente. Después de verlo, supe que tenía razón.
Negando, caminé por el sendero sin marcar y rodeé una sección de la montaña
que era toda roca. Llegué a un pequeño rellano que conducía a una fuente termal
natural que daba a otra sección de las montañas. Casi podría confundirse con una
bañera de hidromasaje, por la forma en que alguien había construido la formación
rocosa. Las chicas estaban allí, solo sus cabezas visibles desde donde yo estaba.
—¿Por qué no me sorprende que hayas encontrado este lugar?
Las cabezas de Camila y Josie se volvieron en mi dirección, sus ojos muy
abiertos y me reí. Sus expresiones se relajaron y también comenzaron a reír.
—Jesús, Ridge, casi nos das un infarto.
—Pero no lo hice.
Ellas se rieron.
—¿Es esto algún tipo de secreto o algo así? —Josie me sonrió.
—Lo es. Ultra secreto. ¿Creéis que podemos mantenerlo entre nosotros? —
Estaba respondiendo a la pregunta de Josie, pero mis ojos estaban en Camila, quien
parecía estar evitando el contacto visual. Todavía estaba enojada conmigo por
nuestra conversación de la noche anterior.
—No puedo hacerlo —dijo Josie encogiéndose de hombros—. Franklin fue
quien nos lo dijo, y estoy segura de que no fuimos las únicas a los que se lo gritó.
Franklin era uno de los tipos que había regresado con Raven y Trip.
—Franklin se fue, así que tal vez se llevó su secreto con él.
Las chicas me miraron confundidas.
—Raven se rompió el tobillo en el camino hacia aquí. Al menos, creo que se lo
rompió. Trip, Franklin, Ryker y otro chico le ayudaron a llevarla de regreso al
campamento base para que pudiera ser chequeada.
La mandíbula de Josie se abrió por completo.
—Me estás tomando el pelo.
—No te estoy tomando el pelo.
Camila pareció aliviada hasta que miró a su mejor amiga y notó lo triste que
estaba.
—Aw, lo siento, Jo. Tal vez Ryker regrese una vez que acomoden a Raven.
Josie negó y se puso de pie en el agua.
—Voy a ver si tengo algo de cobertura.
111
—No lo harás —dijimos Camila y yo al mismo tiempo.
Josie se encogió de hombros y salió de las aguas termales, luciendo abatida.
Cuando me di cuenta de lo que estaba llevando puesto, un bikini negro, aparté la
mirada para darle algo de privacidad. Esperé hasta que se alejó para regresar al
agua, donde Camila ya me estaba mirando.
—Era solo un bikini, Ridge. No es como si estuviera desnuda.
Camila se rio, recordándome los días en que corríamos por los campos con su
risa envolviéndome de todas las formas que sabía que eran malas. Había resistido mis
crecientes sentimientos por ella durante tanto tiempo que ni siquiera los reconocí
hasta que fue demasiado tarde. Verla de nuevo era como recibir un chorro de agua
con una manguera que había estado pellizcada durante tanto tiempo que estallar era
inevitable. Después de dar vueltas y vueltas en la angustia anoche por lo herida que
se veía Camila, mis pensamientos me traicionaron y se desviaron hacia destinos
menos inocentes. No había podido luchar contra la erección más inapropiada
derivada de pensamientos que superaban con creces lo que nuestra amistad había
implicado. Incluso había intentado imaginarme a otra persona, pero fue inútil.
Deseaba a Camila. Y la imagen de ella, suave, fuerte y hermosa, me había saludado
en mi clímax.
—Me estás mirando.
Parpadeé, despejando mi mente de los recuerdos, que estaban haciendo que
mi corazón se acelerara, otra reacción inapropiada hacia la chica de la que había
jurado mantenerme alejado. Claramente, su presencia tenía efectos en mí que eran
imposibles de ignorar.
—Solo estaba pensando.
Ella sonrió, pero ni siquiera la inclinación de sus labios pudo borrar el dolor
que estaba tan claramente escrito en sus ojos. La había lastimado, cuando solo estaba
tratando de protegernos a los dos.
—Siempre pensando, ¿no es así, Ridge? Debes haber estado triste al ver partir
a Raven. Con vuestra estrecha amistad y todo eso.
Apreté los dientes para combatir a la bestia dentro de mí que quería desatarse.
Había tantas cosas que ella no sabía y que yo nunca me atrevería a decir.
—Sabes que eso no es lo que compartimos. —Mi voz fue silenciosa, pero
Camila podía oírme.
El dolor apareció de nuevo en sus rasgos.
—¿Lo hago? Me temo que no sé tanto como pensaba.
—Sabes más que nadie.
Ella soltó una risa sarcástica.
—Pero soy demasiado joven para entenderlo. ¿No es así? Por eso te resultó tan
fácil marcharte mientras yo esperaba que volvieras a casa. Mientras esperaba que me 112
extrañaras de la forma en que yo te extrañé.
Su tono, su expresión y su profunda e impenetrable inocencia combinados
azotaron furiosamente mi corazón. Me lo merecía, pero no conocía otra forma de
hacer lo que hice después de lo que Harold me había dicho esa noche.
—No te dejé, Camila. Te estaba salvando. De mi padre, del tuyo…
—¿Oh, sí? Bueno, ¿y quién me va a salvar de mí misma?
Se levantó del agua, y podría haber jurado que mi corazón se sacudió con tanta
fuerza que pude sentir mi desaparición. Mi Salvaje, indómita y audazmente ella
misma, a diferencia de cualquiera que haya conocido, estaba desnuda ante mí. Sus
pechos estaban llenos y palpitaban con cada respiración. El agua rodaba por su piel,
goteando sobre los pezones oscuros que estaban firmemente erectos por el frío, y se
le puso la piel de gallina en la piel acaramelada. Caminó hacia adelante, centrada
fijamente en mí, mientras yo luchaba por apartar los ojos.
Camila siempre había sido una belleza rara, incluso cuando estaba disfrazada
de suciedad y arañazos por sus ansias de aventura. Siempre la había visto, pero la
belleza que caminaba hacia mí con el agua humeando a su alrededor y ondeándose
mientras se movía era una especie de belleza que me poseía en la raíz misma de mi
alma. Camila Bell era producto de todos mis deseos, tanto pasados como presentes,
y sabía que el infierno existía donde ella no. Había estado viviendo en él desde que
la abandoné.
Llegó al borde del agua y empezó a saltar por encima de las rocas. Después de
vislumbrar su ropa interior de color rosa claro, aparté la mirada, maldiciéndome por
no desviar la mirada antes de la forma en que lo había hecho con Josie. Era mi
responsabilidad cuidar de las chicas, no mirarlas boquiabiertas mientras luchaba
contra el impulso de masturbarme con el primer par de pechos que me llamaban la
atención.
Me estaba castigando profundamente cuando sentí la presencia de Camila a
escasos centímetros de la mía. El aire fresco tenía que estar mordiendo su piel
después de que saliera del agua caliente, pero todavía no alcanzó una toalla.
—Mírame.
Puse los ojos en blanco hacia el cielo azul de la tarde y solté un suspiro.
—Me niego.
—Te lo pido.
Sacudiendo la cabeza, apreté los párpados y busqué la piedra a mi derecha
para encontrar su toalla. Agarré la tela y la envolví alrededor de sus hombros sin
siquiera mirar.
—Necesitas cubrirte.
—No hasta que me mires. —Su voz era más tranquila, pero la firmeza seguía
ahí—. No está mal, lo sabes. Desearme. —Ella se acercó más para que su cabeza
estuviera justo debajo de mi barbilla mientras su mano se deslizaba por mi pecho—.
Ya no soy una niña, Ridge. Mírame y lo verás. 113
—Vi suficiente —espeté, manteniendo mis ojos en el cielo.
Ella soltó una ligera risa.
—Demasiada fuerza de voluntad. Es admirable, de verdad. —Su mano se
deslizó hacia abajo por mi abdomen mientras se elevaba y bajaba con cada
respiración acelerada. Cuando llegó a la cintura de mis pantalones cortos, se
congeló—. O tal vez no tanta fuerza de voluntad.
Mis ojos se abrieron de golpe y miré hacia abajo para encontrarla mirando el
bulto en mis pantalones cortos.
—Lo tomaré como un cumplido.
Seguí una gota de agua que caía por el centro de su pecho, entre sus pechos
perfectos, hasta su estómago suave y finalmente se sumergió en su ombligo. A los
diecinueve años, nunca había visto a una mujer desnuda en persona. No sabía cómo
esperaba sentirme al respecto, emocionado, claro, pero Camila tenía mucho más en
ella que la forma en que se veía. Tenía mucha confianza y sed de conocimiento, y la
forma en que se mantenía firme me había cautivado desde el principio. Pero no podía
negar su belleza natural de todas las formas que superaban los pensamientos o
intenciones inocentes. El hecho de que ella supiera que era hermosa hacía que todo
fuera más difícil, todo.
La observé con avidez un segundo más antes de que nuestros ojos se centraran
de nuevo. Tomando una respiración profunda y controlada, apreté la toalla alrededor
de sus hombros y la cerré por delante.
—Vístete. Ahora no es el momento de ser atrevida, Salvaje.
—¿Audaz con mi cuerpo o con mi verdad? —me desafió—. Pareces estar
asustado por todo esto.
Una llama me atravesó mientras fruncía el ceño.
—Tú no me asustas.
—Eso es mentira.
—No lo es. No me asustas, Camila. Nunca me has asustado. Me asusto cuando
estoy contigo. Estos pensamientos… —Negué para tratar de aclarar cada visión que
había entrado en mi mente—. Son equivocados.
Sus cejas se fruncieron mientras me devolvía la mirada.
—¿Qué hay de malo en mí? Ya no es como si estuvieras viviendo en la granja
de Harold. Nadie te está diciendo que te mantengas alejado de mí.
—Me estoy diciendo que me mantenga alejado de ti. Eres hermosa, Camila. Nos
estaría mintiendo a los dos si lo negara. Y puede que ya no seas una niña, pero aún
eres demasiado joven.
—¿Y Raven no? Tengo la misma edad que ella, pero no tuviste problemas para
mantenerte en contacto con ella.
La acusación en su tono era demasiado. La misma llama que me había azotado 114
antes comenzó a extenderse a una velocidad feroz.
—Eso es porque no tengo ningún interés en Raven. Contigo es diferente.
Contigo, pierdo todas las batallas de voluntad, como pareces haber notado.
Buscó mi rostro como si estuviera tratando de agarrar algo mientras la
confusión bailaba a través de ella.
—Mi papá quiere que esté con Trip. El padre de Trip también. Él tiene la misma
edad que tú, así que, obviamente, la edad no importa.
Sus palabras fueron un puñetazo en mi estómago. Trip estaba interesado en
Camila y nunca había intentado ocultarlo. El hecho de que sus padres los animaran
desde la banca me dolía. Ignoré el comentario sobre su edad.
—Bueno, entonces quizás deberías estar con Trip. —Di un paso atrás,
alejándome de la tentación con el diablo en sus ojos, y me di la vuelta antes de
cambiar de opinión—. Vístete, Camila. Nos vemos en el camping.
D
esearía poder odiarlo.
Su rechazo fue brutal, más que el año y medio que había
permanecido alejado. Aunque me gustaba creer que era aventurera,
manejar la decepción no era uno de mis puntos fuertes. Me carcomía,
consumiendo mi frágil núcleo como el veneno de una manzana. Normalmente no me
enfadaba, pero después de la comida, cuando Ryker había vuelto al campamento,
Josie corrió hacia él y yo tras de su polvo.
De acuerdo, no fue tan cruel como se había repetido interminablemente en mi
mente, pero ella estaba en la tierra del enamoramiento, babeando por un nuevo
hombre. Todos los demás se habían emparejado y yo estaba sola. 115
El sol casi se había puesto cuando acomodé mi trasero en el borde de un
acantilado de roca que daba hacia la cuenca del lago azul inferior. ¿Cómo puedo
existir en un mundo tan hermoso y sentir la tristeza que me duele en el pecho? Era la
misma sensación de soledad que había sentido durante el último año y medio. Venía
en oleadas. En algunos momentos, echaba de menos a Ridge intensamente y otras
veces, me permitía perderme en mi mundo actual, uno en el que él no existía
físicamente. En mi mente, su pérdida me había consumido y me las arreglaba sin él y
sin nuestra cima de la única manera que sabía cómo.
Me pareció un milagro cuando vi a Ridge junto a ese fuego aquella primera
noche en Ouray. A pesar de lo enfadada que estaba con él por haberme dejado,
pensé que nos habían dado una segunda oportunidad. ¿Por qué pensé que él podría
querer lo mismo?
Permanecí al borde del acantilado mucho después de que el sol cayera por
debajo del horizonte, con las piernas colgando peligrosamente sobre el borde, hasta
que nada era visible salvo por una luna perfecta y un dosel de estrellas.
Sentí la presencia de Ridge antes de que se presentara el haz de su linterna.
Entonces se sentó junto a mí.
—No te diré lo peligroso que es estar aquí fuera en la oscuridad. Ya lo sabes.
—Apagó su luz y se apoyó en sus manos.
Apenas era visible por el resplandor de la luna, pero pude ver cómo me miraba
antes de volver a dirigir mi mirada hacia la noche infinita.
—Anoche no vi las estrellas.
Siguió el silencio, pero casi pude oír su disculpa tácita por herirme antes de
que su voz rompiera la barrera invisible que se extendía entre nosotros.
—Son mucho más hermosas aquí arriba de lo que habrían sido anoche, de todos
modos.
—Supongo que ciento cincuenta metros hacen una gran diferencia, ¿eh?
—La proximidad es importante, sí. Sin las distracciones que nos rodean
compitiendo por nuestra atención, todo se vuelve más claro. Es como si el cielo
estuviera desnudo aquí fuera. Expuesto para que solo los que deambulan lo vean en
todo su esplendor.
Algo en mi interior se agitó.
—¿Es eso una sutil referencia a que me he expuesto a ti antes?
Se rio y mi corazón se hinchó.
—Porque si es así, no tiene gracia.
Entonces me miró. No era más que una tenue silueta, gracias a la luz de la
naturaleza, pero podría jurar que lo veía más claro en ese momento.
—No tenías que mostrarme tu cuerpo para que te viera, Camila. Te veo.
Siempre te he visto. Tienes que saber que ese es el problema. Es por eso por lo que
me fui. Es por eso por lo que me he mantenido alejado. Pero cuando Raven se puso
en contacto conmigo para la gira, solo acepté ser el guía porque vi tu nombre en la
116
lista. Fui débil. Quería volver a verte, aunque sé que no debería.
—¿Pero por qué? —Mi voz era suplicante—. ¿Nuestros padres, mi edad? Nada
de eso importa. No cuando compartimos lo que hacemos. Y no me digas que todo esto
está en mi cabeza, porque vi la forma en que me miraste allí. Me deseas tanto como
yo a ti.
La adrenalina se disparó a través de mí ante mi admisión. Mi atrevimiento
siempre había formado parte de mí, pero nunca había suplicado la atención de un
hombre, probablemente porque nunca había sentido nada tan intenso en mi vida.
—Eres una mujer hermosa, Camila. —Su voz era ronca con un deseo
inconfundible y mi corazón se aceleró por ello—. Y quizá tu edad ya no sea un factor,
pero hay mucho que decir sobre nuestras familias.
—Y qué si nuestros padres se odian. Lo superarán. Nunca hemos hecho nada
malo.
—Excepto entrar sin autorización.
La furia se arremolinó en mí.
—No fue allanamiento de morada después de que me invitaras a tus tierras para
usarlas como ruta de paso. Era tu invitada.
—Sabes a lo que me refiero. Sabes que es más profundo que eso. ¿Qué crees
que pasaría si nos juntáramos? ¿Andar a escondidas como hicimos para llegar a la
ladera? ¿Salir en citas y rezar para que tu padre no esté esperando en el porche con
su escopeta?
—Pareces olvidar que soy una persona que corre riesgos.
Ridge soltó un suspiro y se rio.
—Confía en mí, Salvaje. Nunca olvidaré hasta qué punto me has puesto a
prueba en el pasado. Parece que nada ha cambiado.
No pude evitar mi sonrisa.
—No digo que tus sentimientos estén equivocados. —Su voz era más suave—.
Digo que este no es nuestro momento para explorar esos sentimientos.
Otro dolor penetró en mi corazón.
—Hablas como si solo yo tuviera esos sentimientos.
—No es así. Lo sabes.
La decepción y el alivio se combinaron para crear un elixir de emociones
confusas. Ni siquiera los caballos salvajes podrían superar la forma en que mi corazón
galopaba. La sangre bombeaba por mis venas tan rápido que tuve que respirar
profundamente para intentar calmar mis nervios.
—Dime lo que sientes por mí.
—Sabes lo que siento por ti. 117
—Sigues diciéndome que lo sé y puede que lo sepa, pero a veces es importante
usar tus palabras, Ridge. A veces debes decirle a la gente lo que sientes.
—Las palabras no significan nada cuando no puedo demostrártelo.
—Tus palabras significan todo para mí. Y quiero escucharte ahora. ¿Qué harías
diferente si nuestras familias no estuvieran en guerra? ¿Me querrías entonces?
—Camila —suplicó.
Aspiré una bocanada de aire, sin estar dispuesta a rendirme.
—Por favor, Ridge. Necesito saberlo.
Una eternidad se extendió entre nosotros antes de que Ridge finalmente
hablara.
—Me importas más de lo que merezco.
La vergüenza en su tono era tan aplastante como liberadora.
—Más que un amigo —continuó—. Más de lo que el tiempo y la distancia
pueden borrar. En todo caso, verte de nuevo fue un recordatorio de lo que dejé atrás.
Pero tenía que irme. —Siguió un tiempo de silencio—. La noche en que Harold
amenazó tu vida en ese maizal fue... —Hizo una nueva pausa, como si le costara
encontrar las palabras—. Encontraron a mi mamá, Camila. No era más que un montón
de huesos en las afueras de la reserva.
Me temblaron las manos cuando me las llevé a la boca y se me apretaron las
entrañas al pensar en todo el dolor inimaginable que tuvo que sentir Ridge cuando se
enteró.
—En el fondo, ya lo sabía, pero la esperanza es algo extraño. Actúa como una
red que nos aleja de nuestros pensamientos más oscuros. Aquella noche, sentí que
me habían soltado y que no tenía otro sitio al que ir que hacia abajo. Desde entonces
he estado cavando para salir de ese agujero.
Me acerqué a él y le puse una mano en la rodilla.
—Lo siento mucho. Ojalá lo hubiera sabido.
Negó.
—No quería que nadie lo supiera, especialmente tú. Las cosas ya estaban en un
punto de ruptura esa noche y solo me habría desquitado contigo.
Una lágrima se deslizó por mi ojo y me la limpié antes de que pudiera verla.
—Habría sido tu saco de boxeo, si eso era lo que necesitabas. Haría cualquier
cosa por ti, Ridge Cross.
Me miró, esa vez con todas las barreras bajas, como si me viera y quisiera que
supiera que lo hacía.
—Lo sé —susurró. Luego me rodeó con un brazo y me acercó—. Lo sé.
118
Nos quedamos sentados en silencio durante mucho tiempo, mirando al cielo
mientras yo asimilaba lo que acababa de decirme. ¿Por qué la vida es tan injusta? ¿Y
por qué parece que Ridge se lleva la peor parte? Era la mejor persona que conocía,
la más amable y gentil. Sin embargo, la vida seguía dándole situaciones de mierda.
—No llores, Salvaje. —Deslizó su brazo por mi espalda mientras se inclinaba
hacia mí hasta que pude sentir su aliento en mi oído—. No llores por mí.
—Odio esto. Todo esto. Nuestras familias, lo que le pasó a tu madre. Sigo
odiando que te hayas ido, aunque ahora lo entiendo. Y odio que soy tan egoísta que
quiero que vuelvas a pesar de todo. No quiero perderte de nuevo.
—Y yo no quiero perderte a ti —susurró él.
Me limpié otra lágrima.
—Hiciste bien en ocultarme tus sentimientos. Creo que saberlo solo hace que
todo sea mucho más difícil. ¿Qué sentido tiene cuando no podemos cambiar nada?
¿Qué nos queda?
Sus labios rozaron mi oreja.
—Nos deja en este mismo momento.
Me estremecí cuando sus palabras susurradas me inundaron, llenando cada
uno de mis poros expuestos con la vida que solo podía desear conservar.
Me apartó una sección de cabello de los hombros y volvió a acercar su boca a
mi oído.
—Tenemos esta noche. —Me tomó la barbilla suavemente mientras me giraba
para mirarlo—. Tenemos a las estrellas.
Nuestros labios estaban más cerca que nunca. Nuestras confesiones prohibidas
habían aportado a mi corazón y a mi mente más claridad de la que jamás había tenido
y agradecí a las estrellas mientras maldecía la tierra que nos dividía.
—Y este puede ser nuestro secreto. —Pasó un dedo por mis labios mientras sus
ojos me devoraban bajo la luz de la luna. Empecé a inclinarme hacia él, pero me
detuve. Por una vez en mi vida, quería que otro tomara la iniciativa. Y no tuve que
esperar mucho. Presionó sus labios contra los míos y nuestras exhalaciones salieron
de nuestros pechos al unísono. Nos convertimos en uno: una respiración, un corazón
y una mente.
Allí, bajo el cielo estrellado, compartimos nuestro primer beso y lo que temía
en lo más profundo de mi alma que fuera el último.

119
TES MESES DESPÚES

S
i bien el otoño en el viñedo daba vida a un año de arduo trabajo, el trabajo
más crucial para prepararse para una cosecha exitosa tenía lugar durante
los meses de verano. Las vides se volvían bastante difíciles de manejar
durante nuestra temporada más calurosa, y la única anticipación con la que podía
compararlo era esperar a que la pintura se secara. No saber si los capullos florecerían
para dar señales de vida por brotes de uvas era una tortura increíble, especialmente
para mi padre.
—Papá, tienes que tomártelo con calma. —Me acerqué a él con una bandeja de
limonada casera que mamá había preparado y la puse sobre el tractor que estaba
arreglando. La máquina era antigua y decidió usarla para transportar las uvas desde
120
las profundidades del campo.
Se puso de pie y se secó el sudor de su frente sucia antes de levantar el vaso y
tragarlo hasta el fondo. Tragó una última vez y negó.
—No hay tiempo, Camila. No si queremos aprovechar la luz del sol. Lo hacemos
reduciendo la sombra. Recuerda, cada paso del proceso puede afectar la producción
de uva, desde cómo crecen hasta cómo se ven y cómo fermentan. Presta mucha
atención.
Como siempre, una visita rápida en el campo se convirtió en una sesión de
trabajo-estudio en la que me ensuciaba con el resto de los trabajadores del campo.
—Esta de aquí —dijo, sacando una de las vides verdes más largas—. Quieres
recortar eso para que estas vides sanas tengan acceso a la luz solar.
Después de que mi lección estuviera completa y mi padre sintiera que había
dominado el arte de señalar las vides sin signos de dar frutos para la temporada, me
envió a trabajar en mi propia hilera.
Siempre me perdía en el proceso de cuidar las vides. Cada año, solo me volvía
más cuidadosa en las misiones que mi papá me brindaba y más emocionada por un
tiempo en el que sería una experta en el arte de la elaboración del vino al igual que
él. El trabajo no siempre era fácil, mi padre era el primero en admitirlo, pero estaba
en nuestra sangre. Corría por nuestras venas y nos bombeaba con una alegría
inducida por la adrenalina que no podía ser igualada. Y era la hija de mi padre,
dedicada a la misión y superada por el logro al final de un día de trabajo, tanto que
no me di cuenta de que había llegado al final de la colina hasta que se me acabaron
las vides que recortar.
Deslicé mis tijeras en el bolsillo de mi vestido y sonreí a la fila que acababa de
terminar de podar, antes de que un crujido de algún lugar cercano hiciera que se me
erizara el vello de la nuca. Miré a la derecha hacia una pequeña abertura en el
bosque, un lugar al que ya no me atrevía a ir ni me sentía bienvenida.
La última vez que escuché ruidos en esos bosques, las cosas terminaron muy
mal.
La pesadez descansaba en mi pecho. El primer año y medio sin Ridge no había
sido fácil, pero los últimos tres meses habían sido peores después de saber que Ridge
correspondía mis sentimientos y de haberlo sentido en ese primer beso y el millón
de besos que vinieron después. Incluso si fue solo una noche, fue una noche que lo
dijo todo.
Los escalofríos aún recorrían mi piel cuando pensaba en esa noche en la
montaña. Nos habíamos besado como si fuera nuestro primero, último y único. No
hablamos mucho entre besos. Y en lugar de regresar a mi tienda, Ridge me había
llevado a la suya, donde pasamos la noche juntos. Nuestra inexperiencia se reveló
mientras explorábamos la boca del otro y nuestras manos vagaban por todos los
lugares seguros. Ninguno de los dos intentó más. Ni esa noche ni la siguiente. Más
hubiera sido demasiado y hubiera convertido la noche en algo completamente 121
diferente que corría el riesgo de manchar un hermoso recuerdo que nunca olvidaría.
Pero una hermosa noche no borró el dolor de mi corazón por extrañarlo.
El sonido alarmante en el bosque casi se había desvanecido de mi mente
cuando sonó de nuevo, esa vez seguido por lo que sonó como el tintineo de una
cadena. Algo en él me era familiar, pero no pude ubicar el sonido hasta que un Border
Collie blanco y negro salió corriendo del bosque, directamente hacia mí.
Jadeé con sorpresa antes de reírme cuando Bruno saltó hacia mí
juguetonamente. Cuando Ridge vivía allí, solíamos llevar a Bruno a la cima de nuestra
colina. Le encantaba el paseo, siempre deambulando a una distancia segura para
correr entre la maleza o revolcarse en la tierra.
Caí de rodillas para acariciar a mi viejo amigo antes de mirar hacia el bosque
con el ceño fruncido.
—¿Qué estás haciendo aquí, Bruno? Sabes que mi papá se volverá loco si te ve,
¿eh? —susurré, a pesar de que mi padre no estaba cerca.
Cuando Bruno todavía no se movió para irse a casa, me reí y me puse de pie.
—Continúa, chico. Vete a casa.
Bruno se quedó allí, mirándome con sus grandes ojos marrones mientras su
boca colgaba abierta y meneaba su cola.
—Oh, bien. —Golpeé mi pierna y me dirigí hacia el bosque, sabiendo que me
seguiría.
Corrió a mi lado y me acompañó en mi caminata.
Se sentía extraño regresar al puente después de tanto tiempo. Esperaba que
Bruno despegara tan pronto como lo viera. Tal vez había seguido a una ardilla o un
conejo y se dio la vuelta. Quién sabía. Estaba feliz de sacarlo de nuestra propiedad y
mantenerlo a salvo. Mi papá nunca lastimaría a un perro, pero lo último que nuestras
familias necesitaban era munición para reiniciar una enemistad que permanecía tan
inactiva como las vides durante el invierno.
En el momento en que el puente comenzó a aparecer a la vista, Bruno echó a
correr. Cuando vi la razón, me paré en seco y parpadeé más fuerte de lo que jamás
había parpadeado en mi vida. De pie en el centro del puente, con una mano aferrada
a la barandilla y sus ojos color chocolate sobre mí, estaba un hombre al que no pensé
que volvería a ver, al menos no sin que lo buscara, lo que ciertamente había pensado
hacer.
Ridge estaba en casa. Al menos, pensé que estaba en casa. Se parecía a él.
Incluso vestía la misma franela blanca y roja que solía usar después de un largo día
en la granja.
Parpadeé de nuevo, segura de que la imagen que tenía ante mí era un producto
de mi vívida imaginación. No habría sido la primera vez que evocaba un recuerdo de
Ridge y deseaba que volviera a mí.
—No me digas que te dejé sin palabras, Salvaje. Estaría terriblemente
decepcionado. 122
Y así, mis deseos, oraciones y fantasías más salvajes se confirmaron. Mi corazón
explotó y una amplia sonrisa apareció en mi rostro. Me apresuré hacia él. Me dolían
las mejillas de sonreír con tanta fuerza y mis pulmones ya se sentían como si fueran a
arder.
La emoción se apoderó de mí, y podría haber jurado que fue la fuerza de mi
amor por Ridge lo que me llevó directamente a sus brazos hasta que estallé en un
charco de lágrimas de felicidad y alivio. No sabía por qué había vuelto ni por cuánto
tiempo se quedaría. Pero no importaba en ese momento. Todo lo que importaba era
que estaba allí, envolviendo sus fuertes brazos alrededor de mí en un abrazo que
nunca olvidaría mientras viviera. Incluso su aroma me envolvió, una rica mezcla que
me recordó a los huertos en flor y un prado boscoso.
—Estás aquí —susurré en su camisa, mis párpados se cerraron con fuerza en
un esfuerzo por no despertar nunca de ese momento. Se sentía como si Ridge
estuviera en casa, no el hogar que había estado buscando desde que lo conocía, sino
el hogar que siempre lo había estado esperando, siempre que estuviera listo.
Ridge se rio entre dientes mientras prácticamente me despegaba de él para
poder verme bien. Sus ojos recorrieron mi vestido, mis manos cubiertas de tierra y
mi rostro sonrojado, luego se encontraron con los míos y se suavizaron cuando mi
cuerpo se derritió de nuevo contra él. Me aferré a él, desesperada por retenerlo. Aún
mejor, no me soltó.
—Estoy aquí.
Busqué sus ojos, tragando la emoción acumulada en mi garganta.
—¿Para siempre?
La duda parpadeó en su mirada.
—Ridge —supliqué—. ¿Significa esto lo que creo que significa? ¿Has vuelto
para quedarte?
Ahuecó mi barbilla y negó.
—La verdad es que no lo sé. Quería verte. Y no planeo irme pronto.
Mi rostro estalló en una sonrisa. Ninguna palabra podría haberme hecho más
feliz, y el solo hecho de que Ridge estuviera de regreso abrió todas las puertas de mi
corazón.
Me devolvió la sonrisa mientras me recorrió con la mirada otra vez.
—Bonito vestido.
Ya me sentía caliente por todas partes, y no era por el sol de verano. Antes de
que papá me pusiera a trabajar en el campo, me puse mi mejor ropa de domingo, un
vestido rojo que me caía justo por debajo de las rodillas. Di un paso atrás y metí las
manos en los bolsillos antes de moverme de izquierda a derecha.
—Gracias.
Ridge movió la cabeza detrás de él.
—Tengo que volver al trabajo. —Cuando fruncí el ceño, se rio entre dientes—. 123
El maíz no va a ser despanojado solo. —Luego guiñó un ojo—. ¿Nos vemos aquí a las
tres?
—¿Iremos a la cima de la colina?
Asintió y mi mundo se enderezó una vez más.

A las tres en punto, nos volvimos a encontrar. Ridge ya estaba allí cuando
llegué, y se había puesto una camisa blanca y vaquero, mientras todavía usaba mi
vestido rojo que él había elogiado antes. No pude evitar la sonrisa de mi rostro cuando
me acerqué. Varias veces durante las últimas horas, me había preguntado si
realmente lo vería.
Caminamos hacia el centro del puente. Siempre había visto nuestro lugar de
encuentro como una representación simbólica de lo que Ridge y yo podríamos ser: el
final de la enemistad de nuestras familias, como una conexión en lugar de la división
que siempre se había interpuesto entre nosotros. Quizás ese día llegaría antes de lo
que había imaginado.
Lo abracé con tanta fuerza como cuando lo vi por primera vez, y su calidez me
descongeló de lo que había sentido como un invierno interminable. Todo estaba bien.
Decidí ignorar el hecho de que Ridge no podía darme una respuesta sólida sobre
cuánto tiempo se quedaría. En cambio, opté por aferrarme al presente lo más fuerte
que pude.
Mirándolo, sonreí.
—¿El primero en llegar al árbol es el ganador?
Ridge entrecerró los ojos ante mi desafío.
—Hecho.
Me reí mientras pasaba a gran velocidad junto a él, sus brazos se deslizaron de
mi alrededor mientras avanzaba. Echó a correr detrás de mí y rápidamente acortó la
distancia, lo que me hizo reír aún más. Cuando llegamos al maizal, fui por una fila,
mientras que él se dirigió por otra. Todo lo que podía ver a mi alrededor eran tallos
de un verde brillante y el suelo marrón suave. ¿Quién diría que uno podría encontrar
el cielo en un campo de maíz?
Cuando llegué al final, Ridge ya estaba corriendo entre la maleza más adelante.
Lo seguí, mis pantorrillas ardían mientras trataba de mantener el ritmo, pero era tan
rápido que cuando llegué al pie de la colina, desapareció por completo de mi vista.
Ya había llegado a la cima y yo estaba exhausta.
Disminuí el paso, intentando recuperar el aliento antes de llegar a la cima, pero
cuando llegué allí, Ridge todavía no estaba a la vista. Girando en círculo, lo busqué,
los latidos de mi corazón comenzaron a acelerarse por el pánico. Encontré el borde 124
de la cima de la colina donde sabía que a Ridge le gustaba sentarse después de
oscurecer.
—¡Ridge! —llamé mientras corría hacia adelante.
Apenas había llegado al pino cuando unos brazos salieron disparados desde el
otro lado del árbol y me atrajeron. Me estrellé contra un cuerpo duro y alcé la mirada
para encontrar a Ridge riendo.
Con la adrenalina todavía corriendo por mi cuerpo y mis temores de que algo
le sucediera desapareciendo rápidamente, golpeé su pecho mientras lo miraba.
—Me asustaste.
Las comisuras de su boca se inclinaron hacia arriba mientras me agarraba
firmemente por la cintura, luego me movió para que mi espalda estuviera presionada
contra el árbol. Entró en mi espacio y se inclinó, poniendo su frente sobre la mía.
—No quise asustarte —susurró—. Solo quería hacer esto.
Cuando volvió a abrir los ojos, su mirada se posó en mi boca. La energía zumbó
entre nosotros mientras anticipaba la sensación de sus labios. Los había memorizado
hace tres meses y los anhelaba cada momento desde entonces. Luego rozó sus labios
con los míos tan suavemente que me pregunté una vez más si solo estaba soñando.
Descansé mis manos en su pecho, volviéndome a familiarizar con la firmeza de
su cuerpo, mientras presionaba suavemente su boca contra la mía. Con mis sentidos
intensificados, podía sentir todo lo físico y emocional entre nosotros: todo perdido,
todo encontrado, y lo perfectamente que se sentía estar de nuevo en sus brazos.
Nuestro beso me hizo recordar todo lo dulce e inocente del primero, pero
nuestra intensidad mutua crecía a cada segundo. La desesperación en nuestros
corazones estaba saliendo a la superficie con cada momento sagrado cuando la
aceptación de nuestra pasión compartida finalmente fue expuesta entre nosotros.
Con cada movimiento sutil que hacía, él también hacía uno. Agarré la tela de
su camisa y profundizó el beso. Deslicé mi lengua a lo largo de su labio inferior, y lo
mordió suavemente. Subí mis manos y las pasé por su cabello, y separó mis labios
con los suyos. Cuando agarré su cabello y tiré solo un poco, gimió y acercó mi cuerpo.
A medida que pasaba el tiempo, nuestros cuerpos se moldearon en uno
mientras el calor ardía entre nosotros con una intensidad que no sabía que existía.
Finalmente estábamos diciendo nuestra verdad y nuestra amistad se estaba
convirtiendo en mucho más. Nuestras lenguas enredadas, nuestras manos
exploradoras y nuestros cuerpos calientes eran parte de un lenguaje distinto que solo
Ridge y yo entendíamos. Transmitía sentimientos que se habían arraigado en nuestras
almas cuando éramos solo niños.
Al igual que las vides poco manejables que había estado podando todo el día
y los tallos de maíz que necesitaban ser despanojados, Ridge y yo éramos un campo
descuidado que había estado sombreado durante demasiado tiempo, lo que nos daba
cero posibilidades de crecer. Por fin, había llegado el momento de dejar entrar la luz
del sol.
125
A l oír el familiar sonido de su risa, el cazador levantó la vista del arroyo
donde estaba descansando. Estaba lo suficientemente lejos del puente
como para que nadie lo viera, pero con sus prismáticos podía verlos con
demasiada claridad. Ni siquiera la furia que crecía rápidamente en su pecho podía
desdibujar la farsa que se desarrollaba ante él.
El chico Cross había regresado, y él y Camila iban a retozar por los malditos
maizales y a la ladera de la montaña como en los viejos tiempos.
El cazador maldijo su desgracia. Hacía casi dos años que no veía a la chica en
un territorio que hoy le parecía más suyo que nunca. Pensó que había aprendido la
lección la última vez que la flecha pasó zumbando junto a su cabeza, apuntando 126
perfectamente para asustarla en una advertencia para que se mantuviera alejada.
Incluso vio cómo una Camila asustada corría directamente a los brazos del chico
Cross, provocando una pelea. Esperó que fuera la muerte de Camila cuando Harold
cargó contra ella en su tractor.
Todo resultó mejor de lo que podría haber imaginado. Los problemas del
cazador se habrían resuelto en ese mismo momento si el viejo se hubiera ceñido a sus
armas de borracho y atropellado a la chica. Aun así, el resultado de aquella noche
siguió siendo favorable para él. Ridge abandonó la ciudad y Camila no tenía ninguna
razón para aventurarse de nuevo en el bosque.
Bueno, aparentemente hasta ahora.
El cazador alcanzó su arco, apretando la empuñadura mientras decidía su
próximo movimiento. Podía rastrear a los dos amigos por el bosque. Podría
deshacerse del problema con dos disparos al corazón y matarlos a ambos como
siempre quiso. Pero sabía que eso era demasiado arriesgado. Que los dos
desaparecieran sin duda llevaría a que demasiados ojos husmearan en la tierra del
cazador. No podía permitir eso.
Si el cazador iba a deshacerse del problema, tendría que esperar. El tiempo lo
era todo y conseguir que Camila estuviera sola en el bosque era la clave. Soltó la
empuñadura del arco y dejó que los prismáticos colgaran de su cuello antes de pasar
las manos sucias por el agua del arroyo y beber de ella de un solo y lento sorbo.
M e incliné sobre el asiento de tela de mi camioneta y tiré del pestillo
para abrir la puerta del pasajero.
—¿Tienes la comida?
Camila sonrió y levantó una bolsa de tela del mercado del que acababa de
salir.
—Sándwiches, ensaladas, agua y fruta. ¿Olvidé algo?
—No. Eso es perfecto. —Le quité la bolsa y la dejé en el suelo mientras ella
comenzaba a subirse a mi camioneta.
Ya le había dado una buena mirada una vez que la vi rodeando el costado de la 127
tienda, pero ahora estaba con la boca abierta como un tonto. Se inclinó para cerrar la
puerta, y mi mirada inmediatamente se posó en el lugar donde la tela de su vestido
se le subía por el muslo. El vestido de verano amarillo dorado con cuello en V era más
corto que los que le gustaba usar en la granja. Un grueso volante rodeaba la parte
inferior de su falda, a juego con el par de volantes que rodeaban cada uno de sus
hombros. Tres gruesos botones marrones bajaban hasta su cintura, donde el material
se juntaba y estaba atado con un lazo fino.
Me miró mientras comenzaba a abrocharse el cinturón de seguridad, y sentí
una patada de culpa en mi pecho por la forma en que la había estado mirando. Me
concentré en sus ojos brillantes y expresión sonrojada. Camila siempre se regocijaba
con nuestras actividades furtivas, pero hoy estábamos llevando nuestras aventuras a
un nivel completamente nuevo.
Nos habíamos reunido en el mercado más cercano a nuestras casas, donde
dejaría su auto durante el día. Como no podíamos entrar juntos, ella se encargó de
comprar el almuerzo y se había reunido conmigo en el estacionamiento lateral para
escabullirse en mi camioneta.
El verano ya había terminado y el patrón meteorológico se volvía más
impredecible a medida que pasaban los días. Las noches oscuras se volvían más frías
y los picos de las montañas en la distancia comenzaban a llenarse de nieve. Camila
ya había comenzado su último año de escuela y nuestro tiempo juntos se había
acortado significativamente, especialmente con sus horas extra de trabajo en el
viñedo para mantenerse al día con la demanda de la temporada.
Antes de que comenzaran las clases, nos las arreglamos para vernos todos los
días, incluso solo para una reunión rápida en el puente. Pero hoy tenía planeado algo
muy especial. Al menos, esperaba que Camila pensara que era muy especial.
—¿Estás lista?
Sus ojos verdes brillaron.
—Sí. ¿A dónde?
Negué.
—Te lo dije. Es una sorpresa. —Frunciendo el ceño, miré hacia el concurrido
estacionamiento—. Es posible que desees agacharte hasta que lleguemos a la
carretera principal.
Sin cuestionarlo, se acostó de lado y apoyó la cabeza en mi regazo. Por un
segundo, me hipnotizó su bonita mirada de un verde intenso y remolinos de oro.
Después de alejarme de su mirada, puse la camioneta en marcha y salí del
estacionamiento hacia la derecha.
En su mayor parte, intentábamos no preocuparnos por las cosas que no
podíamos controlar. Sabíamos en lo que nos estábamos metiendo al escabullirnos,
pero eso no lo hacía más fácil. En todo caso, cada día parecía más difícil mantener la
farsa. Parecía que vivíamos vidas paralelas, la de ella en el viñedo, la mía en el campo
de maíz, y nuestra única conexión era el puente que debía separarnos. En cierto 128
modo, todavía lo hacía.
Camila tenía sus amigos, la escuela, la iglesia y sus sueños de algún día dirigir
el viñedo. Yo tenía a mi padre, que apenas me hablaba, un trabajo que parecía no
tener fin, y mi único amigo en Ouray, maldiciéndome por dejarlo en un aprieto. Pero
en el momento en que Camila y yo estábamos juntos, se sentía como si fuéramos
elevados sobre las nubes y lo único que importara fuéramos nosotros.
—Está bien —dije cuando finalmente estaba en la carretera de la montaña,
dirigiéndome hacia nuestro destino sorpresa—. Puedes sentarte ahora.
Se enderezó y miró a su alrededor.
—¿Puedo al menos tener una pista de adónde me llevas?
—Lo verás pronto.
Camila no discutió. Le gustaban las sorpresas, y el hecho de que hubiera
planeado un día entero la hacía bastante feliz. No importaba hacia dónde nos
dirigíamos, solo que estábamos juntos.
—¿Has hablado con Jason recientemente?
—No últimamente. Sigo pensando en cómo lo dejé. Tal vez debería haberme
quedado el tiempo suficiente para ayudarlo a encontrar un reemplazo mejor para mí.
Ya tiene ese gran rancho del que preocuparse.
Frunció el ceño.
—¿Todavía te sientes mal por eso?
—Bueno, sí. Este era su sueño, pero nunca hablamos de que trabajara para él
para siempre. Lo entiende. Aun así, me sentiría mejor sabiendo que tenía a alguien
permanente en quien podía confiar. Alguien que no sea su hermano.
—¿Jason tiene un hermano?
—Sí, Dave Lachey. Posee un terreno cerca del campamento de Jason. Ambos
heredaron el rancho de ganado, pero el tipo no está del todo allí. Nunca lo conocí,
pero Jason me dijo que se metió en problemas hace un tiempo por caza furtiva, por lo
que Jason hace la mayor parte del trabajo pesado.
—Maldición.
Maldición era correcto. Le había dado a Jason un aviso de unos meses para que
me reemplazara, pero encontrar un guía de senderismo en quien pudiera confiar
había resultado ser una misión más difícil de lo que pensábamos. Entre el
campamento y el rancho, tenía que estar ahogándose.
—Pensé que había encontrado a alguien para ayudar.
—No duró. Jason es una especie de gruñón. Sin paciencia. Encontró a alguien
más desde entonces, pero el tiempo que le toma entrenarlo está reduciendo sus
ganancias. —Un poco después, solté lo que había dudado en decirle—. Estaba
pensando en dividir mi tiempo entre aquí y Ouray para ayudarlo. —Mis ojos estaban
en la sinuosa carretera de la montaña, pero podía sentir el calor de su mirada con el
silencio que siguió.
129
—¿Quieres irte de nuevo?
Mi pecho se apretó por el dolor en su tono.
—No, Camila. Solo sería temporal. Solo para la temporada de invierno hasta
que pueda encontrar a alguien en quien pueda confiar. —Apoyé mi mano en su rodilla
y la apreté suavemente—. Te lo dije. No me iré a ninguna parte, pero sabes que no
tengo mucho que hacer en Telluride durante el invierno.
Frunció el ceño.
—Lo sé, pero…
—No he resuelto los detalles todavía. Ni siquiera he hablado con Jason sobre
eso aún. Pero imagino que Harold no me necesita después de que termine la cosecha,
de todos modos. Tal vez podría pasar unos días en el campamento y luego volver aquí
para verte.
Dejó escapar un suspiro y me di cuenta de que poco a poco estaba aceptando
la idea.
—Realmente odias ese campo de maíz, ¿no?
Me reí.
—No lo odio. Pero no me gusta quedarme quieto por mucho tiempo, no con
todo lo que hay ahí fuera. La vida en el tractor no es mi sueño.
Camila se movió para verme mejor.
—¿Cuál es tu sueño, Ridge? Sabes todo sobre mis sueños, pero nunca hablamos
de los tuyos.
Había hecho esa pregunta antes, y cada vez que la hacía, me sentía más cerca
de saber la respuesta.
—No estoy seguro, pero trabajar en el campamento con Jason me ha dado
algunas ideas. Me encantaron esos recorridos de senderismo, pero hay todo tipo de
actividades por aquí que podrían necesitar un guía. Solo necesito algunas
certificaciones. Todo lo que sé es que todo lo que termine haciendo se basará en
preservar la tierra. Eso es importante para mí. Quién sabe, tal vez Harold cumplirá su
promesa y la granja será mía algún día. Si es así, prefiero dar acceso a otras personas
que puedan disfrutarla en lugar de dedicar mi vida a una mala cosecha.
—Eso es duro.
Me encogí de hombros.
—Lo es, pero también es cierto. El cambio climático nos está matando. Ya
estamos viendo los efectos, con los veranos más calurosos y los inviernos
comenzando antes. En cuarenta años, nuestra tierra no será más que un páramo si no
hago algo al respecto de ahora en adelante. —Hice una pausa al pasar por una rotonda
para continuar por la carretera hacia Ridgway—. Solía estar tan en contra de esta
ciudad por lo que representaba, pero eso fue antes de que realmente comenzara a
ver lo que Jason hacía con su tierra. Mi gente luchó contra el desarrollo de la tierra y 130
las excavaciones innecesarias. Cuando perdieron todas las batallas, se aferraron a la
única tierra que el gobierno les permitió tener.
Me sentí emocionado con solo hablar de todo lo que había estado pensando
últimamente.
—Cuando pienso en la granja, pienso en la oportunidad única que tengo de
recuperar tierras robadas y hacer algo para enorgullecer a mi gente.
—Vaya. —Era una palabra simple pero suficiente para que supiera que Camila
estaba de acuerdo con mi línea de pensamiento—. Eso es enorme, Ridge. Quiero
decir, hablas de reconocer la historia y reescribir el futuro.
—Exactamente.
Camila y yo habíamos tenido un millón de discusiones sobre de dónde venía,
qué defendíamos y los estereotipos que aún existían. Ella sabía lo importante que era
para mí encontrar mi propio camino y hacerme un hogar cuando no existía ningún
otro, al menos no en mi corazón.
Me alegré cuando la conversación pasó a su día en el viñedo, donde se había
encargado de etiquetar el nuevo envío de botellas vintage. Y estaba feliz de
contármelo todo hasta diez minutos después, cuando empezó a darse cuenta de
dónde estábamos.
Jadeó.
—De ninguna manera.
El orgullo llenó mi pecho.
—Last Dollar Road. Dijiste que nunca has estado. ¿Sorprendida?
Tenía la boca abierta y los ojos brillantes.
—¡Sí! ¿Por qué no me lo dijiste? Hubiera traído mi cámara buena.
—Ah, lo siento. Quería que fuera una sorpresa. Podemos volver y entonces
puedes traer tu cámara.
Sonrió.
—Mírate, siendo tan considerado sobre nuestra cita.
Negué, luchando contra el sonrojo que podía sentir subiendo por mis mejillas.
Una cita era algo en lo que no podía llevar a Camila, y ella lo sabía. No a menos que
fuéramos a algún lugar a horas de casa. Incluso entonces, una parada rápida en un
local de comida rápida sería todo lo que podría pagar después del dinero para la
gasolina que se necesitaría para llegar allí.
—Es un viaje en mi camioneta hacia el medio de la nada, pero si quieres
llamarlo una cita, hazlo.
Tarareó.
—Me hiciste comprar comida de picnic. Si tienes una manta en la parte trasera
de tu camioneta, tendré que considerar esto una cita.
Apreté su pierna y llevé mi mano hacia el volante para concentrarme en el 131
camino lleno de baches que tenía por delante.
—Está bien, tú ganas, entonces. Es una cita. —Asentí hacia el estéreo, al que
recientemente había agregado un reproductor de CD—. Nos preparé algo para el
viaje. ¿Puedes tomarlo?
Rebuscó en mi carpeta de plástico de la corta selección de CD que tenía hasta
que llegó a uno que decía Last Dollar Road y lo metió en la ranura justo cuando yo
doblaba por la carretera principal de grava que marcaba el comienzo del recorrido
panorámico por las montañas de San Juan de veinte kilómetros. Comenzó a sonar “You
Don’t Know How It Feels” de Tom Petty, y una sonrisa floreció en su rostro.
Instantáneamente, un tipo diferente de energía, tranquila y pacífica libertad, invadió
la cabina mientras la música nos envolvía.
Si bien siempre disfrutábamos nuestro tiempo juntos, sin importar dónde
estuviéramos, una línea de tensión subyacente siempre parecía irradiar entre
nosotros mientras estábamos en nuestra ciudad natal. La ansiedad de posiblemente
ser atrapados y saber que sería suficiente para terminar con lo que fuera que aún
teníamos que definir era suficiente para perder el sueño.
Cuando comenzamos a bajar por la carretera, pasamos por pastos abiertos y
numerosas señales de precaución que nos advertían de lodo, rocas y árboles caídos.
Las tierras de cultivo históricas estaban delimitadas por postes de cerca podridos que
nos rodeaban, y los ciclistas pasaban a toda velocidad junto a nosotros en su camino
de regreso de donde nos dirigíamos. De vez en cuando, detenía la camioneta para
obligarnos a respirar y tomarnos nuestro tiempo en nuestro camino a través de la
montaña.
La belleza nos envolvió al pasar por encantadores bosques de álamos y prados
abiertos de flores silvestres en abundancia. Recorrimos el camino con curvas
lentamente y con cuidado. A cada paso, nos encontramos con empinados desniveles
mientras hermosos valles se extendían por kilómetros debajo de nosotros. El cielo
abierto y los picos de las montañas nos encontraban en cada curva. Y una vez que
llegamos a una elevación más alta y las tierras de cultivo aún se extendían a nuestro
alrededor, nos detuvimos para ver un rebaño de ovejas que caminaba lentamente por
la tierra.
Finalmente, redujimos la velocidad al final de lo que parecía un camino de
grava sin fin. Después de un último acantilado y una rotonda, volvimos cuesta abajo y
salimos de la camioneta para una última parada antes de encontrar un lugar para
almorzar. Ayudé a Camila a salir del lado del pasajero y envolví mi brazo a su
alrededor en un fuerte abrazo. Por muy estimulante que fuera llegar a la alta
elevación, mi ansiedad alcanzó su punto máximo cuando quiso sentarse al borde del
acantilado.
Algo en esta chica, que llevaba cada situación al extremo, me hacía querer
aferrarme a ella y nunca dejarla ir. Empujar los límites y ver hasta dónde podía llegar
estaba en su naturaleza. Permitirle esa libertad, mientras estaba más que listo para
atraparla cuando cayera, estaba en la mía. Ya llevábamos años caminando por esa
delgada línea. Amaba su espíritu salvaje tanto como amaba protegerla de él.
Simplemente era quien éramos. 132
Regresamos a la camioneta unos minutos después y volví a encender el motor.
—¿Hambrienta?
Sus ojos se iluminaron.
—Famélica.
Mis labios se curvaron en una pequeña sonrisa que esperaba que no viera.
—Bien. —Tenía una sorpresa más reservada para ella.
Di la vuelta a la rotonda y me dirigí de nuevo por el camino por el que venimos,
luego no me detuve de nuevo durante unos pocos kilómetros hasta que encontré un
camino privado que llevaba a la verdadera razón por la que la había traído allí.
—Espera —dije mientras pasaba el camino, luego me detuve y retrocedí hacia
la carretera privada. El corto camino terminaba en un prado amplio y abierto de flores
silvestres que parecía que continuaba por interminables kilómetros.
La expresión de Camila lo decía todo mientras miraba a través del parabrisas
trasero, con la boca abierta y los ojos agrandados.
—Vaya. Ridge, este lugar es hermoso. Pero, ¿cómo demonios lo encontraste?
Estacioné la camioneta antes de apagar el motor.
—Conocí a mucha gente en esas caminatas. Llegué a descubrir que hay un
millón de pequeños tesoros alrededor de esta zona que muy pocos conocen. Como el
que encontraste en Blue Lakes.
Su rubor me hizo reír. El recuerdo de encontrarla a ella y a Josie en las aguas
termales de Ouray era algo que nunca olvidaría.
—Vamos —dije mientras abría la ventana trasera que llevaba a la plataforma
trasera—. Comamos. —Agarré la comida y luego trepé por la ventana antes de darme
la vuelta para tenderle la mano.
Los dedos de Camila se deslizaron a través de los míos, y siguió mi ejemplo sin
hacer preguntas sobre por qué no habíamos salido y caminado hacia la parte de atrás.
Era lo suficientemente inteligente para comprender que prados como estos requerían
todos los estándares de conservación. Ninguno de los dos quería ser responsable de
destruir la belleza que se extendía ante nosotros. En cambio, coloqué una manta
grande, luego sacamos la comida y comimos hasta quedar satisfechos mientras
compartíamos la imagen más hermosa del campo abierto.
Empecé a limpiar nuestra comida. Después de pasar la bolsa vacía por la
ventana y dejarla en el asiento, la miré y encontré que su labio inferior aún brillaba
por el sorbo de agua que acababa de tomar.
—¿Qué? —preguntó, mirándome con diversión.
—Nada.
Se enderezó e inclinó la cabeza.
—¿En serio? Porque me estás mirando como si tuviera algo en el rostro. 133
Me reí entre dientes antes de deslizar un dedo por su labio inferior.
—Tu rostro es perfecto.
Su expresión se puso seria.
—¿De verdad piensas eso?
Incliné mi cabeza.
—¿Cuestionas mis palabras?
—No, es solo… que fue algo dulce. No me elogias muy a menudo.
Camila era tan loca como salvaje, y me encantaba.
—¿No lo hago?
Negó.
—No lo haces. Quiero decir, creo que sé cómo te sientes, pero a veces es
agradable escucharlo, ¿sabes? Deberías hablar cuando pienses cosas bonitas sobre
mí.
Había aprendido a mantener mis pensamientos en privado cuando se trataba
de Camila. Durante años, había construido una especie de filtro para expresar mis
verdaderos pensamientos cuando se trataba de sus atributos físicos, principalmente
por respeto a su edad, pero también se sentía mal tener esos sentimientos.
—Pero siempre estoy pensando cosas bonitas sobre ti.
Cuando volvió a parecer sorprendida, me apoyé en la parte trasera de la
camioneta, la atraje hacia mí y le acaricié la mejilla con el pulgar. Giré su rostro para
que ambos miráramos hacia el prado.
—¿Qué ves, Camila?
Vaciló por un segundo, luciendo confundida.
—Veo una pradera de flores silvestres y las montañas de San Juan al fondo. ¿Por
qué? ¿Qué ves?
Mis ojos se movieron entre los suyos por un segundo antes de volverme hacia
la explosión de color en la pintoresca escena ante nosotros.
—Veo la esencia misma de la naturaleza como deberíamos entenderla. Veo el
corazón de la tierra que hemos perdido de vista durante décadas de librar una guerra
que todos estamos perdiendo, pero que no nos daremos cuenta hasta que sea
demasiado tarde. Pero también veo nuestro potencial. La tierra se ha conservado con
amor, y eso significa algo.
Observé el paisaje lentamente, asimilándolo todo mientras continuaba.
—Veo una belleza salvaje viviendo en un mundo de caos con raíces tan fuertes
que los cambios de estación no importan. Una flor silvestre siempre regresa más
fuerte al final, más hermosa que el año anterior y mucho más preciosa para aquellos
que tienen la suerte de disfrutar de su presencia. 134
Cuando me volví hacia Camila de nuevo, mi corazón latía rápido.
—¿Qué veo cuando estoy mirando ese prado de flores silvestres? —La verdad
de mis palabras brilló en sus ojos incluso antes de que las dijera. Me incliné para que
mi frente se posara en la suya mientras inhalaba profundamente—. Te veo.
Aunque no era mi intención hacer llorar a Camila, una lágrima se deslizó de su
ojo y me dolió el pecho. Me preocupaba haberle causado dolor, y mi corazón ya se
estaba rompiendo por ello. Pero cuando cambió de posición y pasó una pierna por
encima de las mías para montarme a horcajadas, el dolor en mi pecho explotó en una
galaxia de estrellas.
Su boca se encontró con la mía mientras sus pequeñas manos agarraban la tela
de mi camisa a cuadros. Su posición la acercaba mucho más a la erección que siempre
había tenido cuidado de ocultar cuando estábamos juntos. Pero no tenía forma posible
de ocultarla en ese momento con la forma en que se movía contra mí, haciéndome
crecer, mientras su lengua caliente se zambullía en mi boca.
Estaba indefenso ante sus avances, presa de sus dulces labios y su delicioso
cuerpo, que encajaba perfectamente contra el mío. Tímidamente, moví mis manos a
sus muslos y casi me dio un infarto cuando no sentí nada más que piel desnuda. Nunca
me había atrevido a tocarla así, tan cerca de cruzar una línea de la que nunca
podríamos regresar, pero ya no vivía según las reglas que siempre nos habían
mantenido separados. Todo lo que tenía ahora era desesperación por estar lo más
cerca posible de Camila.
Mis manos se deslizaron por sus muslos hasta donde finalmente sentí la tela de
su vestido con volantes arremolinándose en su cintura, luego se deslizaron hasta su
trasero y lo apretaron. Cuando un pequeño gemido escapó de su boca y su centro
vestido presionó firmemente mi erección, el pánico se apoderó de mi pecho.
Aparté mi boca de la de ella. Nuestros pechos agitados se presionaron uno
contra el otro, y maldije en voz baja antes de mirarla a los ojos. Me fulminó con la
mirada, su enojo conmigo por romper nuestro beso escrito en su expresión. Debería
haber sabido que ella encontraría una manera de subir la apuesta.
Todavía me estaba mirando cuando noté un movimiento en su cintura. Bajé la
mirada. Camila estaba desatando el lazo de su vestido, aflojando la tela. Un segundo
después, agarró la parte inferior de la falda y comenzó a apartarla de su piel.
Puse mis manos sobre las suyas para evitar que se desnudara.
—Camila, no.
—¿Por qué siento que siempre me estás rechazando?
—No estoy intentando rechazarte. Estoy intentando tener cuidado contigo. Es
complicado entre nosotros.
—No, no lo es. Somos lo contrario de complicado. No somos nuestros padres y
nunca lo seremos.
Respiré profundamente, tratando desesperadamente de calmar mi corazón 135
acelerado.
—No es por eso que te traje aquí. —Busqué sus ojos—. Solo… no quiero que
pienses que te traje aquí para acostarme contigo.
Camila frunció el ceño.
—¿No crees que lo sé? —suspiró y se inclinó para besarme antes de retroceder
un poco para susurrar—: Sé lo que somos, Ridge. Nunca hemos necesitado palabras
para comunicar eso. Pero eso no me hace quererte menos. Y puedo sentir que
también me quieres.
Con otra mirada, frunció los labios y el desafío irradió desde su núcleo. Apartó
mis manos y se quitó el vestido por la cabeza. Un sujetador de encaje del mismo color
que su vestido cubría sus pechos, y ropa interior a juego se movía lentamente sobre
mi dura longitud. No renunciaría a la pelea, y rápidamente me estaba quedando sin
razones para detener a cualquiera de nosotros de lo que queríamos.
—Han pasado seis meses desde que me miraste —dijo mientras estiraba la
mano hacia atrás—. Quieres verme de nuevo, ¿no es así, Ridge?
Cerré los ojos con fuerza por un segundo antes de asentir. Cuando finalmente
los abrí, los pechos desnudos de Camila quedaron expuestos frente a mí. Mi cabeza
cayó sobre la ventana con tanta fuerza que pensé que podría haber dejado una marca,
pero no me dio la oportunidad de revisar el daño. Presionó sus labios contra mi cuello
con avidez, besando, chupando y robándome el aliento mientras exploraba. Ni
siquiera me había dado cuenta de que había estado encargándose de los botones de
mi camisa hasta que sentí el aire cálido besar mi pecho mientras extendía la tela.
Jadeando, bajé la mirada para encontrar sus caderas moviéndose contra mí a
un ritmo constante mientras pasaba una mano por mi pecho. Camila siempre me había
asustado muchísimo, pero de una manera completamente diferente a esa. Estaba
robando hasta la última gota de resistencia que había acumulado a lo largo de los
años, y estaba empezando a perder de vista por qué no había intentado ir más lejos
con ella.
Lentamente, moví mi mano hacia arriba desde su caja torácica hasta que su
pecho estuvo en mi palma.
—Eres insoportablemente hermosa, Camila Bell. —Mi mirada cayó hacia
donde ella continuaba frotando su núcleo contra mí, y la curiosidad ganó. Deslicé mi
mano libre a su ropa interior y tracé el delicado material por parte superior.
—Tócame —susurró—. Necesito que me toques.
Deslicé la tela de encaje a un lado, exponiendo sus brillantes labios rosados,
antes de pasar mi dedo entre ellos. Estaba tan mojada, desde su clítoris hasta su culo.
Sentí como si estuviera teniendo una experiencia extracorpórea mientras deslizaba
mi dedo hacia adelante y hacia atrás, memorizando lentamente las partes desnudas
de ella y deleitándome con la intimidad de mi toque mientras ella ronroneaba contra
mi boca.
—Solo me he hecho eso a mí misma.
Su confesión hizo que un gemido gutural saliera de mis labios. Ya sabía que fui
136
su primer beso, así que ser el primero en tocarla de esa manera no me sorprendió.
Pero el hecho de que se hubiera tocado antes me hizo algo. Estiré la tela de su ropa
interior más hacia un lado y empujé un dedo contra su entrada y luego lo dejé flotar
allí por un segundo para darle la oportunidad de objetar. Cuando no lo hizo, lo deslicé
en su interior, y mis ojos se pusieron en blanco ante la sensación suave y húmeda que
se envolvió con fuerza alrededor de mi dedo.
Se estremeció mientras me movía más y más profundamente hasta que mi dedo
revoloteó dentro de ella tan rápido que mi cabeza daba vueltas, su respiración se
volvió superficial y nuestras bocas volvieron a estar juntas. Su liberación comenzó en
un jadeo mientras mi dedo la trabajaba implacablemente hasta el borde. Nunca había
tocado a otra chica así, así que no sabía qué esperar. Cuando apretó alrededor de mi
dedo y se estremeció en su liberación, podría haber jurado que era la vista más
hermosa que había visto en mi vida.
Camila comenzó a desabrocharme el pantalón. En ese momento, sabía que era
mejor no intentar detenerla. Así que la vi liberarme y envolver su palma alrededor de
mi longitud. Dejé que me acariciara un par de veces antes de mostrarle con mis
propias manos cómo agarrarme de la manera correcta. Como todo lo que intentaba
Camila, dominó su misión con facilidad, provocando un orgasmo tan explosivo que
sentí un prado de flores silvestres cobrar vida detrás de mis párpados. Y cuando nos
acostamos juntos después, nuestras bocas entrelazadas y nuestras manos todavía
explorando, supe que eso era el comienzo de algo.
Simplemente no me di cuenta de que era el principio del fin.
SEIS MESES DESPUÉS

C
asi un año exacto había pasado desde el viaje de primavera a Ouray
donde Ridge y yo nos habíamos reunido, y continuamos sobreviviendo
cada temporada. Él había pasado su invierno trabajando para Jason,
justo como lo habíamos discutido, y la alegría irradiaba de él cuando resumía uno de
sus viajes.
Ridge era el tipo de hombre que necesitaba no solo aventura sino también un
propósito. Así que, una vez que el invierno se asentó, cubriendo la tierra con su manta
fría y blanca, aunque no había mucho que hacer en la granja Cross, Ridge encontró
su propósito en las cercanas montañas de Ouray. Mientras tanto, tenía mi propio
propósito que perseguir en Telluride.
137
Estaba en mi último año de escuela secundaria y, mientras esperaba
ansiosamente noticias de las universidades en las que había presentado solicitudes,
estaba dedicada a pasar los últimos momentos de mi experiencia en la escuela
secundaria con mis amigos cercanos. Mi corazón todavía estaba decidido a asistir a
UC Davis, aunque la idea de dejar Telluride comenzaba a pesar mucho en mi corazón.
California estaba a quince horas en auto de casa. Podría conseguir volver para
los principales días de fiesta, pero me preocupaban todos los días intermedios. Ridge
y yo todavía teníamos que discutir el tema, pero no podíamos esperar mucho más.
Podía sentir el tic-tac del reloj mientras nuestro tiempo juntos se agotaba.
Mientras Ridge había planeado tomar más trabajo con Jason en la primavera,
ya no lo necesitaban allí. Ridge había cumplido con su obligación de encontrar un
reemplazo para Jason. Así que Ridge condujo hasta Mountain Village, la ciudad de
esquí sobre Telluride, y consiguió un trabajo en la góndola durante el resto de la
temporada de nieve. Trabajaba allí durante los días mientras yo iba a la escuela,
luego nos reuníamos en la cima de la colina hasta la hora de la cena.
Ridge y mi entusiasmo por verlo estaban en mi mente cuando sonó la
campanada final en la escuela ese día. Después de agarrar lo que necesitaba para mi
noche de tareas de mi casillero, cerré la puerta y deslicé mi mochila sobre mis
hombros, luego me encontré con Josie y Raven cerca del frente de la escuela. Se están
lanzando miradas extrañas entre ellas, y no pude entender por qué hasta que Raven
se marchó y Josie me detuvo fuera de mi Jeep.
Josie miro alrededor antes de detenerse más cerca de mí.
—Trip te va a pedir ir a la graduación.
Sus palabras no se hundieron de inmediato, cuando lo hicieron, una risa se
desbordo desde mi garganta.
—Muy gracioso, Josie. Trip ya ni siquiera viene aquí.
—No tiene que asistir aquí para venir como tu cita.
Tosí, todavía encontrando el humor en lo que me estaba diciendo. Un chico
universitario queriendo asistir a un baile de secundaria era ridículo. Mi pecho dolió
mientras recordaba que Ridge era de la misma edad que Trip, y si me saliera con la
mía, Ridge sería el que me estaría pidiendo ir a la graduación.
—Trip está en New York, ¿recuerdas?
—En realidad, ya está en casa y tomando el resto de sus cursos en línea.
Solo me quede mirándola fijamente por los siguientes segundos, esperando
que comenzara a reír y decirme que era solo una mala broma. Cuando la risa nunca
llegó, mi corazón empezó a hundirse, rápido.
—De acuerdo, Josie. Estoy teniendo un pequeño problema para entender esto.
—Mira —dijo—. Esto no es un rumor o una corazonada. Al parecer, Thomas
presionó a Trip para hacer su movimiento anoche en la cena. 138
—¿Qué? —grite—. ¿Cómo lo sabes?
Josie frunció el ceño y miro alrededor, como si estuviera preocupada porque
alguien pudiera escucharnos.
—Raven me lo susurró en clase de ciencias. Siente que Thomas no da una
mierda por ella. Nunca, ni una sola vez pregunto a quién iba a llevar ella al baile.
Raven y yo nunca habíamos sido las mejores amigas, pero odié que se sintiera
de esa manera.
—Eso es triste.
Josie suspiro.
—Si, bueno, solo quería avisarte.
Negué, tratando de despejar el lío de lo que Josie me acababa de decir.
—Si Trip quiere ir a la graduación tan desesperadamente, entonces tendrá que
encontrar otra cita. Puede llevar a Raven, para lo que me importa.
Josie rio.
—¿Su hermana?
Me encogí de hombros.
La simpatía brillaba en sus ojos.
—No sé cómo es que no lo ves por ti misma todavía, pero Trip está locamente
enamorado de ti. Siempre lo ha estado. Y que le hayas dado la espalda en el viñedo
cuando llega a casa de la escuela solo lo ha hecho más insistente en llamar tu atención.
Sus palabras comenzaron a hundirse, el peso de ellas me aplastó. Trip siempre
había sido un amigo, incluso tan molestamente protector como siempre había sido.
Claro, era inteligente, rico y guapo, pero no era Ridge. Y ese último hecho fue
suficiente para enredar mis entrañas con pavor. Pensé que si ignoraba sus avances,
se alejaría. Pensé que se había alejado.
Gimiendo, me apoyé en mi Jeep.
—¿Que voy a hacer? Si le digo que no, papá no estará feliz. Pero si digo que
sí... —Quería llorar ante la idea de tener que decirle a Ridge que iba a un baile con
otro chico.
—¿Por qué no puedes simplemente hablar con tus padres? Tú y Ridge no
deberían tener que mantener su relación en secreto debido a una vieja y estúpida
disputa de la que ya nadie sabe sobre qué es. Tienes dieciocho. Casi en la
universidad. Esta es tu vida, Camila. No puedo creer que tu papá todavía piense que
puede controlarte.
Negué.
—No es tan simple. Ni siquiera puedo pensar en eso ahora. Conoces a mi papá.
Todo es una negociación comercial para él. Thomas está en su oído todo el maldito
139
tiempo. Mis padres y Thomas han estado planeando mi boda con Trip desde mi
nacimiento. Rechazar a Trip no es ni siquiera una opción.
—Lo siento. Ojalá hubiera una manera fácil de resolver esto. No sé por qué Trip
no ha avanzado a estas alturas, pero debes solucionarlo. O hablando con tu padre
sobre Trip o hablando con él sobre Ridge.
Tenía razón, y sabía lo que quería hacer. En lo que respecta a la aventura, nunca
me sentí demasiado intimidada por mirar al miedo al rostro y atravesarlo a toda
velocidad. Pero hablar con mi papá sobre Ridge era diferente, más grande que correr
un riesgo que podría provocar una fractura o un rasguño en la rodilla. Ridge y yo
teníamos el poder de poner fin a una rivalidad de cien años... o comenzar una nueva.

—Papá, necesito… —Patiné por el pasillo hasta la oficina de mi papá y me


quedé paralizada en la puerta.
Thomas estaba sentado en el escritorio de mi papá, sus dedos descansando
sobre el teclado, y me miró por encima de sus lentes.
—Tu papá está trabajando. —Thomas miró su pantalla y escribió algo más antes
de volver a mirarme—. En el viñedo.
Su respuesta afilada hizo que el calor subiera por mi pecho.
—¿No es ahí donde deberías estar? ¿Mi papá siquiera sabe que estás aquí?
La risa de Thomas retumbó antes de bajar sus lentes y empujar hacia atrás
contra la silla.
—¿Y qué crees que es lo que hago por aquí, Camila? —Arqueó una ceja y
esperó un segundo entero antes de continuar—. Como futura heredera de este
hermoso palacio, espero que lo sepas.
Entrecerré los ojos, más molesta por su presencia que por su tono. Thomas era
el gerente de desarrollo comercial de Bell Family Vineyards, pero no solo creaba
estrategias de marketing. También fue nuestro mejor vendedor, dándole mucho más
poder, en mi opinión. Y mientras a mi papá le encantaba trabajar en el viñedo, mano
a mano con nuestro supervisor de terrenos, el trabajador de la bodega y el enólogo,
últimamente se sentía extrañamente como que Thomas era el que estaba a cargo.
—¿No tienes tu propia oficina al final del pasillo? —Hice una mirada resuelta y
altiva de manera dramática. Todo se sentía y se veía mal, desde quién estaba sentado
en el escritorio de mi papá hasta las ventanas cerradas con marcos azules detrás de
él. A mi papá le encantaba tenerlas abiertas cuando el clima lo permitía para poder
respirar el mismo aire que sus uvas, especialmente en esa época del año, cuando
comenzaban a brotar de nuevos brotes.
—¿No tienes un viñedo con que divertirte?
Miré fijamente a la versión más vieja que Trip, preguntándome que vio mi papá
140
en Thomas Bradshaw que no podía encontrar en nadie más. También empecé a
preguntarme la veracidad de lo que Raven le había dicho a Josie. Thomas no estaba
actuando como alguien que quisiera verme saliendo con su hijo. Sonaba como alguien
que pensaba que era una molestia y un obstáculo que no le molestaría que
desapareciera.
Mis pensamientos fueron interrumpidos por un ruido de pies al entrar en la
oficina.
—Camila —gritó papá—. Llegas temprano de la escuela hoy. ¿Pasó algo malo?
Con un último apretón de mis párpados en un intento de disolver mi odio
descarado por el hombre detrás del escritorio, me volví para enfrentar a mi papá con
una sonrisa.
—Nada malo. Hoy fue medio día. —Caminé hacia él y lo abracé antes de
besarlo en la mejilla—. Esperaba que pudiéramos hablar un minuto. —Mantuve mi
voz tranquila mientras me atrevía a mirar detrás de mí a Thomas, que se estaba
levantando del escritorio. Cuando me volví hacia mi papá, ladeé la cabeza—. Por
favor.
Se apartó y apretó mis manos antes de mirar a Thomas.
—¿Todo listo?
Thomas avanzó con una sonrisa viscosa.
—Todo listo. Dejé la carpeta de marketing abierta en tu escritorio para que
pudieras revisar cada aspecto. Encontrarás todas las nuevas marcas en los menús,
folletos y propuestas de señalización. Todo está ahí. Solo grita si me necesitas. —Me
guiñó un ojo antes de pasar junto a nosotros—. Estaré en mi oficina el resto del día.
En el momento en que se fue, cerré la puerta detrás de nosotros y seguí a mi
papá a una pequeña sala de estar frente a una chimenea. Ahí era donde se sentaba
para hablar con cualquiera que se le uniera en su oficina, incluso en visitas informales
como la mía.
—¿Necesitamos a tu mamá para esto?
—Le pedí que viniera. —Miré a la puerta—. Debería estar aquí pronto.
Ni un minuto después, mi mamá abrió la puerta y entró con una sonrisa. Su
vestido amarillo brillante era una clara indicación de que acababa de regresar de una
salida con sus amigas. Cerró la puerta detrás de ella, se sentó junto a papá y se inclinó
para besarlo en la mejilla.
Después de treinta y ocho años de matrimonio, todavía se amaban y se
respetaban el uno al otro la mayoría de los días. Aunque últimamente había habido
una clara tensión entre ellos, me reconfortó el corazón verlos juntos.
—Se trata de Ridge Cross.
La conducta de papá cambió por completo.
—¿Qué hizo el chico ahora?
Mamá lo fulminó con la mirada pero permaneció en silencio.
141
El calor me barrió. El comienzo de la conversación fue una clara indicación del
desastre que sucedería si no decía las cosas de la manera correcta.
—Nada en absoluto, papá. De eso es de lo que quería hablar. Ridge no ha sido
más que amable conmigo desde que se mudó aquí.
La sorpresa apareció en los rostros de mis dos padres.
—No sabía que conocías al chico —dijo papá secamente.
—Vivimos en un pueblo pequeño, papá. Por supuesto que lo conozco.
Papá se movió en su asiento, mientras mamá me miraba con ojos conocedores.
—¿A qué quieres llegar, mija? —preguntó con cautela.
Respiré hondo antes de soltarlo lentamente mientras mi corazón latía
rápidamente.
—¿No crees que es hora de que la familia Bell y la familia Cross lleguen a una
tregua? ¿No quieres que termine esta rivalidad, papá?
Se rió de buena gana, como si mi sugerencia fuera ridícula.
—No seas absurda.
—Solo escúchame, por favor. —Esperé a que la risa de mi papá
desapareciera—. Harold es un anciano gruñón. Todo el mundo en la ciudad lo sabe,
pero si eso es todo lo que es, entonces no lo hace diferente de la mitad de los viejos
granjeros de esta ciudad. Y al igual que soy la heredera de este viñedo, Ridge Cross
es el heredero de esa granja. ¿No deberíamos poner fin a esta disputa ahora, antes
de que otra generación se vea obligada a sufrir por ella? ¿No es suficiente ya?
Mi papá negó, suspirando.
—Tienes buen corazón, mija, pero ese chico tiene un problema irreparable.
Viene de un hogar roto. Su mamá murió y su padre ni siquiera quiso al niño.
La rabia se arremolinó en mi pecho ante la mención de la madre de Ridge.
—¿Su padre no lo quería? ¿O tú no querías que él y su madre vivieran al lado?
La conmoción iluminó el rostro de mi papá, pero no cedí.
—Sé lo que hiciste, papá. Sé que fuiste tú quien la sacó de la granja. ¿Eres la
razón por la que Ridge nunca tuvo a su padre en su vida, y ahora lo desprecias por
eso?
El rostro de papá se puso rojo cuando se sentó.
—Ahora espera un maldito minuto, Camila. No sé de dónde sacas los hechos,
pero no aprecio la acusación.
Soltó un suspiro y lanzó una mirada a mi mamá, que estaba mirando sus manos
antes de lanzarse a su propia versión de la verdad.
—Cuando Molly apareció de repente en la granja Cross, había sido
brutalmente golpeada. Tenía magulladuras por todas partes e incluso ellos pagaron 142
al médico del pueblo para que fuera a verla en privado. La historia fue sospechosa de
principio a fin, así que mantuve mis ojos en ellos. Años después, imagínate mi
sorpresa cuando un funcionario de la reserva nos visitó con una lista de un kilómetro
y medio de todas las mujeres y niñas indígenas que habían desaparecido a lo largo
de los años. Luego vi una foto de la joven Molly. Por supuesto que le dije al hombre
dónde podía encontrar a la chica. No sabía que estaba embarazada. Los Crosse
podrían haber sido la razón por la que desapareció, por todo lo que sabía. Pero si
hice algo tan malo, entonces responde esto. —Mi papá se inclinó hacia adelante—. Si
Molly había sido arrebatada injustamente de Harold Cross, entonces, ¿por qué no
volvió nunca, Camila? ¿Por qué se mantuvo alejada y crio a ese niño sola?
Me estremecí mientras asimilaba la versión de la historia de mi papá.
—¿Y nunca pensaste en hablar con Harold? ¿Preguntar?
Mamá estaba jugando con la tela de su vestido, todavía sin mirarme.
Claramente, no quería tener nada que ver con la conversación. Mientras tanto, papá
soltó una carcajada y se recostó contra el sofá.
—Cada maldita vez que trataba de hablar con Cross, me apuntaba con una
escopeta a la cabeza y me amenazaba con matarme a tiros si no salía de su propiedad.
—Papá me señaló como si estuviera llegando al punto—. ¿Quieres hablar sobre Ridge
Cross? Las manzanas no caen lejos de sus árboles, mija.
Odiaba lo insensible que siempre había sido mi papá con Ridge sin siquiera
tomarse el tiempo para conocerlo. Desde el día en que Ridge se mudó a Telluride, ni
siquiera había recibido una multa de estacionamiento, pero mi papá nunca vería al
hijo de Harold Cross como algo diferente de lo que había estado arraigado en su
cabeza todos esos años.
—Él nunca te ha hecho nada.
Sus ojos se suavizaron.
—Eres una buena chica, Camila. Siempre viendo lo mejor en las personas. Y tal
vez el chico nunca me ha hecho nada, pero eso no significa que no lo hará.
Dejé escapar un profundo suspiro.
—Has estado diciendo eso durante años.
—Y lo haré mientras viva. La historia viaja por los linajes, mi Camila. Él es un
Cross. No hay forma de evitar ese hecho. El comportamiento aprendido no llega a la
raíz. El comportamiento aprendido es una máscara inteligente para todos los que
quieren creer. Te lo aseguro. Cuanto más tiempo elija Ridge pararse sobre suelo
antiguo, su máscara se desmoronará, lentamente, si no de una vez por todas.
—No lo creo. No dejaré que esta enemistad continúe. Cuando esté en tu
posición, haré las cosas bien.
Una risa estalló en mi papá.
—Cuando estés en mi posición, lo entenderás. Son negocios, Camila. Simple y
llanamente.
143
Incliné mi cabeza, la confusión estalló a través de mí.
—¿Se trata de negocios ahora? Tratas a la familia Cross como si fueran una
competencia. Harold Cross vende maíz, alfalfa y heno. Ninguno de los cuales tiene
impacto en el negocio de los viñedos. Esto no es negocio, papá. Es una crueldad sin
fundamento, y me gustaría que termine. Harold Cross, como nuestro aliado, solo
puede beneficiarnos.
Mi papá se puso rígido en su asiento.
—Ese hombre nunca podrá ser un aliado. No después de que compró hasta la
última parcela de tierra que debería haber sido mía.
—¿De eso se trata? ¿El tamaño de tu tierra? Tienes mucho, papá. El negocio
para ti es mejor que nunca. Mientras tanto, los Cross se están ahogando.
—¿Por qué diablos te importa si se están ahogando o no?
—Porque… —Tuve que tener cuidado con mis palabras—. No creo que sea
justo castigarnos a Ridge y a mí por la ira que ustedes dos han llevado.
—No, Camila. Fin de la discusión.
Quería presionar más y decirle que Ridge no se parecía en nada a su papá y
que nunca lo sería. Aunque lo creía hasta el fondo, no podía discutir con un hombre
cuyas opiniones habían estado arraigadas en él desde que nació.
El odio era una elección. También lo era el amor. Y mientras mi elección entre
los dos había sido establecida en el momento en que vi a Ridge Cross, ahora no era
el momento e confesárselo a mi papá. Él necesitaba ver lo que yo veía.
Desafortunadamente, mientras Harold Cross estuviera en la imagen, no había
oportunidad de que eso pasara.
Mamá no había dicho una palabra en un rato, y claramente sabía más de lo que
diría en voz alta.
—¿Hemos terminado? —Papá se levantó incluso antes de que contestara—.
Tengo nueva mano de obra que necesito entrenar hoy. No puedo llegar tarde.
—Seguro, papá.
Aunque permití que nuestra conversación terminara, fuego aun ardía en mí
mientras salió pisando fuerte de la habitación.
Mamá lo siguió, pero en lugar de salir, cerró la puerta y se volvió a sentar frente
a mí. Levantó la mirada y suspiró.
—¿En qué estás pensando, Camila? —siseó.
Mi garganta ardía, y en cualquier segundo, las lágrimas brotarían de mis ojos.
—¿Por qué es tan imposible hablar con él sobre esto?
—Tu papá es apasionado, como tú. Pero no puedes discutir con él sobre la
familia Cross. Confía en mí. Lo he intentado. No ganarás esa guerra, Camila. No
mientras tu papá esté vivo.
Incliné la cabeza con derrota. Me estaba enterrando viva. 144
—Entonces, supongo que esto significa que no debería pedirle a Ridge que me
lleve a mi baile de graduación.
Los ojos de mi mamá se agrandaron y negó enfáticamente.
—No, Camila, por favor. No empeores las cosas más de lo que ya están. Te lo
ruego.
Algo en su expresión carecía de la conmoción que esperaba. Busqué sus ojos
cuando algo hizo clic.
—¿Lo sabías?
Respiró hondo, cerró los ojos y asintió.
—Lo sabía. Lo sé desde hace un tiempo.
Fruncí el ceño, completamente confundida de por qué no me había
sermoneado.
—¿Cómo?
—¿De verdad pensaste que Gus te dejaría adentrarte en el bosque sin decirme
nada a mí o a tu papá? Te ahorré la ira de tu papá al hacer que Gus prometiera hablar
conmigo.
Lágrimas calientes amenazaron con brotar de mis ojos.
—¿Y estabas bien con eso?
—Te hizo feliz, y la felicidad es todo lo que quiero para ti. Pero no pensé que
llegaría tan lejos.
—Bueno, lo hizo. —Agarré la tela del sofá y apreté los párpados para
cerrarlos—. Trip me va a invitar al baile de graduación, y me temo que, si digo que
sí, le daré esperanzas y lastimaré a Ridge. No quiero hacer ninguna de esas cosas.
Sus ojos se suavizaron al comprender.
—Pero sabes que no puedes rechazarlo. Thomas significa demasiado para tu
padre, y Trip también tiene un futuro aquí.
—Si, un futuro conmigo que yo no quiero. A Thomas ni siquiera le gusto, aun
así está insistiendo en que este con su hijo. No tiene sentido.
—Conoces a tu padre, y conoces a Thomas. Son hombres de negocios. Nadie
te está pidiendo que te cases con Trip, pero si te pide ir a ese baile…
Asentí, parpadeando para contener las lágrimas que amenazaban con
deslizarse por mi rostro.
—Lo sé —susurré.
—Oh, mija. —Caminó para sentarse a mi lado y envolvió sus brazos alrededor
de mis hombros—. Lo siento mucho.
Todavía me sostenía con fuerza minutos más tarde cuando la puerta principal
de la casita se cerró y la voz de Trip retumbó por el pasillo.
145
—Camila, ¿estás aquí?
Miré hacia arriba, con los ojos muy abiertos en la puerta, rezando para que Trip
no me encontrara. No es que hiciera una diferencia. Él me encontraría, luego me haría
la temida pregunta, y yo diría que sí, porque esta era otra batalla que estaba destinada
a perder.
—¿A dónde vas, muchacho? Se hace tarde.
Harold estaba borracho y casi desmayado en el sofá
con la televisión a todo volumen cuando me detuvo al salir
por la puerta trasera. Me sorprendió que supiera qué hora era.
—Fuera —dije antes de ponerme la gorra y alcanzar la puerta.
—¿Otra vez? Estuviste fuera todo el día.
—Te dije más temprano que iba a trabajar en la góndola de Mountain Village.
—Me dejaste solo y abandonado para repartir todo ese heno. Ya tienes un
trabajo. Aquí. 146
—Sí, bueno, la paga es una mierda aquí.
Ese último comentario me valió una mirada fulminante, pero estaba demasiado
borracho para hacer algo más que eso.
—Tu pago será esta tierra cuando me muera.
Habíamos tenido la misma discusión a menudo. Nada cambiaba.
—Sí, Pop. Lo sé. —Suspiré y puse los ojos en blanco—. Mañana estaré aquí todo
el día para trabajar en la empacadora. Si tenemos entregas, entonces puedo llevarlas
también. Lo haremos todo.
Giré el pomo y abrí la puerta de un tirón, ansioso por escapar al aire fresco de
la noche.
Harold balbuceó:
—Esto no va a acabar bien, hijo.
Me quedé helado. Hacía nueve meses que había vuelto a la granja y Harold
nunca había dicho que sabía lo de Camila conmigo. Habíamos sido cuidadosos, solo
subíamos a la cima de la colina cuando la cosecha era más alta que nosotros o nos
reuníamos en algún lugar aislado fuera del pueblo y manteníamos nuestros
encuentros diarios en el puente lo suficientemente cortos como para que nadie
sospechara que nos habíamos ido. Pero Harold lo sabía de alguna manera. Lo notaba
en las miradas que me lanzaba cada vez que salía de casa o en el frío silencio que
seguía a mis tardíos regresos.
—Sé cómo es el amor, joven. Está escrito por todo tu patético rostro.
—No sé de qué estás hablando.
Expulsó una carcajada y sus ojos se cerraron mientras seguía hablando.
—¿Crees que soy tonto, muchacho? ¿Crees que no sé por qué volviste aquí el
año pasado? La hija de Patrick Bell seguro que te hizo un número. Después de todo lo
que ese hombre nos hizo.
—Por todo el negocio que perdimos, lo he ganado en otros lugares. He
trabajado duro para ti, así que puedes dejar de culpar a los Bell por tu falta de
habilidades para establecer contactos. Sus tratos son torcidos, pero también lo es tu
vena mezquina. Ahora, si no te importa, tengo que ir a un lugar.
Harold refunfuñó algo mientras se esforzaba por ponerse en pie.
Un escalofrío me recorrió la columna vertebral y me giré para mirarlo.
—¿Qué has dicho?
—Dije que debería cumplir mi amenaza y colgar a tu novia en ese poste del
viñedo. Ver cuán preciosa es para su padre. Apuesto a que ni siquiera se da cuenta
de que está atada allí.
Se me revolvieron las tripas, se me aceleró el ritmo cardíaco y atravesé la corta
distancia antes de que las últimas palabras salieran de su boca. Le di un puñetazo tan
fuerte que pude oír el crujido de su nariz antes de que saliera volando hacia atrás y
147
se estrellara contra la mesa de café de cristal.
Harold gimió y se levantó del suelo mientras se agarraba la nariz
ensangrentada.
—¿Qué demonios?
Con una mirada fulminante, me dirigí a la cocina para humedecer una toalla y
envolver mi mano con ella. Luego volví a la puerta y agarré el pomo con mi mano
buena, sin querer nada más que arrancar la puerta de las bisagras y dejar al idiota de
mi padre a la intemperie.
—No vuelvas a hablar así de Camila. No me importa que tus amenazas sean
vacías. No sabes nada de ella. Ella no es su padre, igual que yo no soy tú. —Con eso,
cerré la puerta detrás de mí y me fui.
Si Harold supo lo de Camila durante todo este tiempo, ¿por qué no me dijo nada?
¿Por qué no intentó antes evitar que nos viéramos?
No iba a obtener ninguna respuesta esa noche. En lugar de eso, me subí al
tractor y lo conduje por el campo hacia la entrada del puente.
Con un salto sobre el suelo blando, me quité la suciedad del tractor de los
vaqueros y empecé a caminar. Un minuto después, vi a Camila sentada en la
barandilla del puente, con la cabeza agachada. Llevaba unos vaqueros blancos y un
jersey largo de color naranja quemado. Llevaba el cabello recogido en una cola de
caballo y sus labios brillaban con una gruesa capa de brillo. Dios, era hermosa.
—Llegaste temprano.
Levantó la vista bruscamente, como si no me hubiera oído llegar. En cuanto me
vio, se relajó visiblemente.
—Así es. —Sus ojos se dirigieron a mi mano envuelta y luego se ensancharon
en shock—. ¿Qué te pasó?
—Solo un pequeño accidente en la granja. Nada que una aspirina no pueda
arreglar.
Cuando su sonrisa no llegó a sus ojos, aceleré mis pasos hasta rodearla con mis
brazos. Apreté mis labios contra los suyos, queriendo hacer desaparecer la tristeza
que sentía. Me devolvió el beso con avidez, acercándome por el cuello de la camisa
e introduciendo su lengua en mi boca hasta que ambos nos quedamos sin aliento.
Cuando nos separamos, su cabeza cayó sobre mi hombro y respiró lenta y
profundamente.
—¿Está todo bien? —susurré, temiendo la respuesta.
Ella gimió y se apartó para mirarme.
—No, y no sé cómo arreglarlo.
Camila creía que podía sostener el mundo entero sobre sus hombros. Nunca la
había visto tan derrotada.
—¿Y qué es lo que quieres arreglar?
148
La emoción inundó sus ojos y su barbilla tembló. Algo había atravesado su dura
coraza y casi me destrozó a mí también.
—Intenté hablar con mi padre sobre la estúpida disputa. Solo quería que lo
viera de mi manera y que se diera cuenta de que un día sería mi problema, no el suyo.
—Me miró con los ojos muy abiertos, como si me suplicara que no me molestara—. Y
me encanta estar contigo, Ridge, pero todo esto de andar a escondidas me está
afectando. Pensé que si hablaba con mi papá, tal vez...
—¿Que tal vez las cosas podrían ser diferentes?
Ella bajó la mirada y asintió. Mi corazón empezó a latir con fuerza. No sabía
hacia dónde se dirigía la conversación, pero tampoco sabía si quería averiguarlo.
—Vamos, Camila —dije, dando un paso más cerca de ella y estrechando mi
abrazo alrededor de su cintura—. Esto no es algo que tengamos que resolver hoy. Ni
siquiera estoy seguro de que sea posible.
Ella enarcó las cejas mientras me miraba fijamente.
—¿Entonces qué hacemos juntos, Ridge? ¿Matar el tiempo antes de que me
vaya a la universidad? El tiempo se acaba, sabes. ¿O siquiera te importa?
—Vaya. —Mi pecho se hinchó y la tensión irradió en mi cuello—. ¿Por qué te
peleas conmigo?
—¿Por qué lo pones tan fácil?
Camila era una fiera, pero odiaba cuando usaba ese fuego contra mí. Puse mi
mano buena en su rostro para obligarla a mirarme.
—Sabes que quiero estar contigo. Volví aquí por ti. Y cuando te vayas a la
universidad, esperaré a que vuelvas a casa. ¿No crees que será mucho más fácil lidiar
con nuestros padres una vez que salgas de la escuela y trabajes en el viñedo a tiempo
completo? En cualquier caso, cruzaremos ese puente cuando lleguemos a él. —
Apreté los párpados, dándome cuenta del significado de esas palabras. Cuando la
risita de Camila salió de su garganta, abrí los ojos y sonreí—. Entonces nos
enfrentaremos a cualquier obstáculo que se nos presente. Y un día, cuando el viñedo
sea tuyo y la granja de maíz sea mía, no tendremos que preocuparnos por lo que
piensen los demás. Seremos nosotros quienes pongamos las reglas.
Una lágrima cayó del ojo de Camila y la limpió.
—Eso podría ser dentro de treinta años.
—De ninguna manera —dije suavemente—. Cuatro años, como mucho.
Entonces estaremos más preparados para tratar con nuestros padres. Además, serán
demasiado mayores para seguir discutiendo con nosotros.
Ella sonrió, con un desafío en sus ojos.
—¿De verdad me vas a esperar? Cuatro años es mucho tiempo, sabes.
—No tanto como la vida que ya he esperado. Y esperaré para siempre si eso 149
significa que podremos existir juntos en este mundo. Vamos a cambiar el futuro
juntos, Salvaje. Cuatro años no se van a interponer en nuestro camino.
Me miró durante varios segundos antes de tirarme del cuello de la camisa y
pegar sus labios a los míos. Nos besamos hasta que la luna brilló sobre nosotros a
través de las copas de los árboles y las estrellas titilaron con audacia en el oscuro
cielo nocturno. Nos besamos lentamente y luego febrilmente, diciendo todas las
palabras que queríamos decir pero no podíamos.
Camila y yo solo nos habíamos explorado el uno al otro de la forma en que lo
hicimos en Last Dollar Road y ansiaba volver a tocarla así.
—Te he echado de menos —dije antes de plantar un suave beso entre su cuello
y su hombro.
Su cuerpo se relajó contra mí.
—Yo también te he echado de menos.
Cuando los siguientes segundos se llenaron de un incómodo silencio, la
preocupación se introdujo en mi pecho. Estaba tan acostumbrado a que Camila
siempre condujera las conversaciones con su intenso entusiasmo.
—¿Pasa algo más?
Ella buscó mis ojos, y el tramo extra de silencio me preocupó más.
—Um. —Bajó la mirada, como si se sintiera culpable de algo—. Hay un baile en
mi escuela...
—¿El baile de último año? —pregunté.
Camila asintió.
—Bien, ¿qué pasa con eso?
—Todavía no he decidido si voy a ir.
—Yo nunca fui al mío. —Yo seguía confundido, pero también trataba de hacerla
sentir mejor por lo que fuera que la había molestado.
Sus ojos se dirigieron hacia abajo, al botón superior de mi camisa, que ella
había desabrochado.
—¿Por qué no fuiste?
Me reí.
—Probablemente porque la única chica a la que habría llevado era una
estudiante de segundo año en ese momento.
Una sonrisa frunció sus labios.
—Ojalá pudieras venir conmigo.
Fruncí el ceño, deseando todo lo que ella deseaba. ¿Es eso lo que la molesta?
—Ten cuidado con lo que deseas. Podría aparecer con una docena de tallos de
maíz en lugar de flores y llevando una franela en lugar de un traje. —Le guiñé un ojo,
tratando de aligerar el ambiente, pero no se rio. Cerrando los ojos, dejé que mi frente
150
se apoyara en la suya—. Me gustaría poder llevarte a tu baile de graduación, Camila.
Serás la chica más guapa allí.
—¿Qué sentido tiene ir si no puedo ir contigo?
Algo me tiró del pecho. Una parte egoísta de mí quería decirle que no fuera,
pero no podía pedírselo.
—La cuestión —dije, cogiendo su barbilla con mis dedos—, es tener una última
celebración con tus amigos. Bailar hasta que te duelan los talones. Reír hasta llorar.
Crear recuerdos que nunca olvidarás. Y cuando todo termine, guárdame tu último
baile y reúnete conmigo en el puente para que podamos crear un recuerdo propio.
Los ojos de Camila se llenaron de emoción. Tomó mi mano y la apretó.
—Amo ese plan.
Bien, porque yo te amo a ti.
U n elegante Mustang negro bajaba por el camino de grava hacia mi casa
del rancho cuando volví de la colina. Había llegado el sábado del baile
y me había mantenido ocupada todo el día. Lo último que esperaba era
que Raven Bradshaw me hiciera una visita, sobre todo cuando debería estar en su
baile con Camila. Harold estaba trabajando en uno de los viejos tractores del garaje,
y me pregunté qué pensaría de nuestra visitante. Para él, una Bradshaw era casi tan
mala como una Bell.
Raven salió de su auto, mostrando el vestido que había elegido para la noche.
Era un vestido dorado, largo y con cuentas, con una abertura alta que dejaba ver un 151
muslo demasiado bronceado. Su maquillaje era atrevido, pintado en los puntos justos
para hacerla parecer mayor de sus dieciocho años. Sería un mentiroso si no
reconociera mi atracción por mi antigua amiga, pero había tenido muchas razones
para no explorar esa atracción. El Señor sabía que Raven me había dado muchas
oportunidades. La forma en que me miraba al acercarse me decía que podría estar
allí para ofrecerme otra.
—¿Te perdiste de camino al baile? —Mi broma fue un intento poco convincente
de ignorar la verdadera razón por la que Raven había elegido esa noche de todas las
noches para aparecer con su vestido de baile.
Su rubor todavía era visible en sus mejillas resaltadas.
—Algo así. —Cuando se detuvo frente a mí, su altura era casi impactante
comparada con la de Camila—. Estoy aquí para invitarte a mi baile, en realidad. —Su
rubor se intensificó—. Debería habértelo pedido antes, pero me costó armarme de
valor. Sé que te graduaste hace dos años, y lo último que probablemente quieras
hacer es ir a un tonto baile de instituto, pero... —Se rió en voz baja y luego me miró
audazmente a los ojos—. Creo que podría ser divertido. Ya sabes, ir juntos. Ya
conoces a mucha gente que va, ya que estuvieron en el campamento el año pasado,
y...
Ella siguió hablando, y seguí escuchando. En un momento de su discurso, abrí
la boca y la cerré de golpe. Raven siempre había sido amable conmigo, a pesar de
los sentimientos de su hermano hacia mí. Lo último que quería hacer era herirla.
—No estás diciendo nada. —Sus ojos se congelaron en mí, y su humor nervioso
se disipó en la oscuridad.
—Lo siento, Raven. Supongo que estoy confundido. Hemos sido amigos durante
mucho tiempo, y tu hermano no es precisamente mi mayor fan.
Hizo un gesto con la mano.
—No te preocupes por Trip. Estará allí esta noche, pero no te molestará.
Dejé escapar una carcajada.
—¿Estará en tu baile de graduación? ¿A quién ha engañado para que lo lleve
esta noche?
Raven sonrió ante mi diversión.
—Camila Bell, por supuesto.
El aire abandonó mi pecho en cuanto escuché su nombre. Raven no pareció
darse cuenta.
—Trip tiene los ojos puestos en esa chica desde que tengo uso de razón.
Nadie en la ciudad podría haber pasado por alto eso, pero escuchar que esos
sentimientos podrían ser repentinamente recíprocos me hizo echar humo. Justo la
semana anterior, nos habíamos encontrado en el puente, y ella había estado tan
angustiada por el hecho de que no pudiéramos ir juntos al baile. No mencionó que 152
había aceptado ir con otra persona. Aunque me hubiera dicho que iba a ir con otra
persona, no me habría molestado, o al menos no me habría molestado más de lo que
naturalmente me molestó que no pudiéramos ir juntos. Pero, ¿por qué sentía la
necesidad de mentir? Solo se me ocurría una razón: que ella también sentía algo por
él.
Camila Bell, por supuesto. Las palabras de Raven daban vueltas y vueltas en mi
mente.
—Así que —dijo Raven, su expresión todavía esperanzada—. ¿Serás mi cita esta
noche? Quiero decir, ya estás vestido y todo.
Se fijó en mis pantalones negros y mi camisa blanca. No me atreví a decirle por
qué me había arreglado, y me encogí interiormente y dejé escapar una lenta
respiración antes de responder. A pesar de lo enojado que estaba con Camila por
mentir, no podía acompañar a Raven a un baile, sabiendo que ella sentía algo por mí.
No solo la incitaría, sino que tendría que mirar a Camila con Trip toda la noche.
Imaginarlos juntos ya era bastante malo.
—No puedo ir contigo, Raven. Lo siento.
Sus ojos se abrieron ligeramente. Seguramente, los hombres no rechazaban a
Raven, especialmente los marginados con cero eventos en su calendario social. Tenía
que darle una razón.
—Es que... estoy saliendo con alguien, y no sería justo para ella.
—Oh, no me di cuenta. Soy yo quien lo siente. Te puse en un aprieto así. Es
que... —Dejó escapar una carcajada y señaló su auto—. Todas mis amigas van con
alguien más, y el único chico que me pidió ir es un novato. A veces realmente odio
vivir en una ciudad tan pequeña.
Le devolví la sonrisa con simpatía.
—Créeme. Lo entiendo. Quizá conozcas a alguien en el baile. Cualquier chico
estaría loco si no quisiera bailar contigo.
Se encogió de hombros y dio un paso atrás.
—Sí, bueno. Considérate loco entonces. —Me guiñó un ojo, haciéndome sentir
un poco mejor por no haberla aplastado del todo.
Recién cuando se fue me permití pensar en Camila y en el hecho de que todo
lo que había planeado para esa noche, todo lo que había planeado hacer y decir, era
un completo desperdicio.

153
L a música pop a todo volumen sonaba en la gigantesca limusina cuando
subí a saludar a mis amigos. Era la última parada de camino a la cena antes
del baile, y nada más entrar me reí del montaje. Alguien había hecho todo
lo posible con nuestro transporte. La limusina no solo era lo suficientemente grande
como para que cupieran cómodamente trece de mis amigos más cercanos, sino que
también estaba revestida de luces azul neón que se reflejaban en el suelo de madera.
Me sentí como si acabara de entrar en un club, con dos barras y un bar. Sin duda,
algunos de mis amigos habían metido alcohol a escondidas en esos armarios.
—¡Ahí está mi cita! —La voz de Trip retumbó desde el otro lado de la limusina.
Le saludé y sonreí antes de apretarme entre Josie y nuestra amiga April. Llamar 154
a Trip mi —cita— sería una exageración. Me había pedido que le acompañara y yo
había dicho que sí, pero con condiciones: iríamos con un grupo grande de amigos,
iríamos como amigos y nada más, y nada de bailes lentos.
Intentó argumentar esto último, pero yo me opuse. Si tenía tantas ganas de ir al
baile, tenía que seguir mis reglas, lo que garantizaba que no se hiciera una idea
equivocada de que íbamos a ir juntos.
—Nunca creerás lo que hizo Raven —me susurró Josie mientras todos salían de
la limusina para cenar. Esperó a que todos salieran del vehículo antes de volverse
hacia mí, con los ojos muy abiertos—. Raven fue a casa de Ridge y le pidió que fuera
su cita para el baile.
—¿Qué? —La palabra salió como un grito—. ¿Ella hizo qué? —siseé.
Josie parecía inquieta.
—Carla y yo nos estábamos haciendo las uñas, y como que accidentalmente
escuché su conversación telefónica. No creo que Carla se diera cuenta de que la había
oído, pero lo hice, y deberías saber que la rechazó. —Se rió—. Obviamente, ya que
no está aquí. Le dijo a Raven que está viendo a alguien.
Miré hacia la ventana, sintiendo de repente un deseo abrumador de saltarme
la cena y el baile e ir a casa a buscar a Ridge.
—Por supuesto que la rechazó. ¿En qué planeta cree que tiene alguna
posibilidad con Ridge Cross?
Josie me apretó la mano.
—Ya sabemos que Raven perdió la cabeza hace mucho tiempo. Pero eso me
lleva a la otra cosa de la que quería hablarte. ¿Estás segura de que a Ridge le parece
bien que salgas esta noche con Trip? Parece un poco de doble moral por tu parte.
El sentimiento de culpa me recorrió más rápido de lo que pude detenerlo.
—¿Doble moral? No sabía que esa era una palabra.
Puso los ojos en blanco.
—Sabes lo que estoy diciendo.
—No estoy con Trip. —La corregí—. Estoy aquí con mis amigos. Con todos
ustedes. Resulta que Trip es uno de ellos.
Josie frunció el ceño.
—Pero te pidió que vinieras como su cita, y tú aceptaste.
—¿Qué se suponía que debía hacer con nuestros padres parados como si él se
hubiera declarado? —siseé—. Lo que importa es que no siento nada por Trip. En
absoluto.
—¿Y estás segura de que Ridge lo verá así?
Me dieron ganas de llorar. Odiaba sus preguntas porque hacían aflorar toda mi
angustia por la noche.
—No tiene que verlo de ninguna manera, porque no le dije que Trip me había 155
invitado al baile.
Me fulminó con la mirada.
—Así que mentiste.
Inhalé profunda y dolorosamente y negué.
—Puede que haya omitido toda la verdad. Pero esto no es una cita. No dejaré
que Trip pague nada.
—Él compró esta limusina en la que estamos ahora.
Gemí, las ganas de llorar eran fuertes.
—Ni siquiera vamos a bailar juntos lentamente —murmuré—. Lo hice aceptar
las reglas, y lo hizo.
—Dios mío, Camila. Estás en negación.
Me cubrí el rostro con las manos y me incliné hasta que mis codos se apoyaron
en mis rodillas. Todo se sentía apretado: mi pecho, mi garganta, e incluso mi maldito
vestido. Me estaba asfixiando, y todo era obra mía.
—¿Qué hago?
La cálida mano de Josie se posó en mi espalda y comenzó a rodearla.
—Eso depende completamente de ti, Camila. ¿Qué quieres hacer?
Ni siquiera fue un debate.
—Quiero estar con Ridge.
—Entonces deberías estar con Ridge.
Josie siempre había sido la que me advertía que tuviera cuidado. Ella sabía tan
bien como yo que todo podía llevar al desastre. Pero también me amaba y sabía que
si me veía esa noche con otro hombre, nunca me lo perdonaría.
Levanté la vista, sintiendo que un profundo soplo de alivio me atravesaba, y
sentí amor por mi amiga por la fuerte bofetada de realidad.
—Tengo que irme.
Josie sonrió y se volvió hacia el conductor, que nos esperaba junto a la puerta.
—Señor, ¿le importaría llevar a mi amiga a casa? No se encuentra bien.

156
E l olor a cerveza rancia me rodeaba mientras ponía la manta sobre el
cuerpo desmayado de Harold. Había bebido mucho más desde que le di
un puñetazo en la nariz, y tampoco me había dirigido la palabra desde
entonces. Me sorprendió que no me hubiera recibido en la puerta con una escopeta
cuando volví esa misma noche. Ya fuera por la soledad o por la necesidad de ayuda
en la granja, me había dejado quedarme.
Recogí la botella que había rodado bajo la mesa de centro, la tiré a la basura
en la cocina y busqué en el frigorífico para sacar otra. Tras abrirla, salí al porche y me
senté.
Me pasé la botella de una mano a otra y la miré como si me presionara para 157
que me la bebiera. Nunca había bebido un sorbo de alcohol en mi vida, pero el último
año había sido un año de primeras veces: el primer beso, el primer amor, el primer
desamor potencial. Una cerveza no podía empeorar las cosas.
—Aquí no va nada. —Me llevé la botella a los labios y la dejé reposar un
segundo, absorbiendo el amargo aroma con la nariz arrugada y los ojos cerrados—.
Jesús, ¿quién bebe esta mierda? —murmuré contra el borde. Pero justo cuando iba a
aguantarme y a dar un trago, el sonido de los neumáticos rodando por el camino de
grava me hizo abrir los párpados—. Oh, no.
El miedo me invadió cuando la limusina apareció. Mi único pensamiento era
que era Raven, que había vuelto para llevarme al baile. Aquella vez, no estaba seguro
de si tendría la fuerza para decir que no, no porque quisiera ir con ella, sino porque
me daría la oportunidad perfecta para poner el puño en el rostro a Trip de una vez
por todas.
Dejé la cerveza en la escalera superior y me puse de pie. El conductor salió de
la limusina y recorrió el auto. Cuando la puerta trasera del pasajero se abrió y la tela
de un vestido rojo fue todo lo que pude ver a través de las rendijas, mi corazón
comenzó a latir como loco.
Antes de que Camila pasara por delante del conductor y le sonriera en señal
de agradecimiento, supe que era ella. Levantó la vista hacia mí, con una tímida sonrisa
en los labios, y se adelantó unos pasos, como si estuviera demasiado nerviosa para
acercarse. El rojo era mi color favorito en Camila. Lo usaba bien, sobre todo esa
noche. La tela esponjosa le caía justo por encima de las rodillas en la parte delantera
y se hundía unos centímetros más en la parte trasera. Una capa transparente cubría el
tejido sólido de la falda, y el escote dejaba sus hombros completamente desnudos.
Después de parpadear un par de veces, por fin sentí que podía hablar.
—¿No vas a llegar tarde a tu baile de graduación?
—No voy a ir —respondió ella.
El conductor cerró la puerta, rodeó la limusina y volvió a sentarse en el asiento
del conductor.
Lo vi alejarse, confundido.
—¿Qué haces aquí, Camila?
Ella negó, y cuando volví a mirar sus amplios y hermosos ojos, pude ver el
miedo que llevaba consigo.
—Estoy aquí para disculparme. Porque te mentí —dijo.
Al no confiar en mi ira, no dije ni una palabra. En cambio, mantuve mi mirada
firme mientras esperaba que continuara.
—Ya lo sabes, ¿no?
Permanecí en silencio.
—Estás enojado conmigo. 158
Una vez más, permanecí en silencio.
Camila dio un pequeño paso adelante y luego se detuvo. En lugar de mi Camila
luchadora, en ese momento, estaba vacilante y asustada. Camila nunca tenía miedo.
Bajó la mirada.
—Trip me invitó al baile. Y acepté ir con él. —Volvió a levantar la vista, con esa
misma mirada de culpa y miedo nadando en su mirada—. Pero le insistí en que solo
fuéramos como amigos —dijo—. Éramos catorce en esa limusina y me fui antes de
sentarnos a cenar.
Apreté los dientes.
—¿Por qué? ¿Por qué te fuiste? Ya mentiste.
Su pecho se hinchó con su respiración, acentuando la estrechez del corpiño de
su vestido.
—Porque el baile no significa nada si no estás allí conmigo. Y quizás algún día
me entristezca por no haber podido vivir esa experiencia con mis amigos, pero si
tengo que elegir, Ridge, te elijo a ti.
Dio otro paso y luego se detuvo, y su expresión se transformó en ira cuando
pasó demasiado silencio entre nosotros.
—Por favor, di algo.
Tragué la opresión de mi garganta y bajé los dos pasos hasta donde ella estaba.
—El hecho de que estés de pie frente al porche de Harold después de que
intentara atropellarte con un tractor me dice que probablemente debería darte el
beneficio de la duda.
Dejó escapar una carcajada y me rodeó con sus brazos.
—Tenía tanto miedo de haberlo estropeado.
Otra oleada de ira me atravesó al pensar en su mentira.
—Ojalá no me hubiera enterado de lo tuyo con Trip por Raven. Eso realmente
duele, Camila.
Sus ojos se abrieron de golpe.
—Lo siento mucho.
—Lo sé.
Camila levantó las cejas.
—¿De verdad Raven te invitó al baile? —Entonces se fijó en mi atuendo por
primera vez—. Dios mío, ¿ibas a ir con ella?
Miré con desprecio y negué.
—No. No iba a ir al baile con Raven. No podía. —Apreté la mandíbula,
sintiéndome avergonzado repentinamente por lo que había planeado para la noche—
. Me puse esto para ti. Para nuestro último baile. —El calor subió a mis mejillas—. Fue 159
un pensamiento ridículo, lo sé.
Camila me agarró de la camisa y me acercó lo más posible a ella.
—No, no lo fue. No digas eso. Ya estoy aquí. Podemos tener ese baile. Quiero
hacerlo.
Tantos pensamientos pasaron por mi mente en ese minuto siguiente.
Contemplé lo correcto y lo incorrecto y lo que quería frente a lo que no debía querer.
Me recordé a mí mismo que Camila podría estar en su baile de graduación en ese
mismo momento, pero que había elegido venir a mí por su cuenta. Ella había hecho
lo correcto al final, y eso era en lo que yo debía concentrarme.
—No lo sé. Ahora me parece estúpido. Tenía todos estos planes para cuando
volvieras del baile... —Me pasé una mano por el cabello, la frustración seguía dando
vueltas en mi interior.
—¿Qué planes?
Bajé la mirada para encontrar sus ojos buscando los míos desesperadamente,
como si me rogara que la dejara volver a mi corazón.
—Ridge, por favor. Dime qué has planeado esta noche.
La emoción en su tono me arañó el corazón. Negarla era imposible,
especialmente cuando sabía que era yo quien podía romperla. No podía hacerlo.
—Entonces, bien —dije antes de meterme las manos en los bolsillos y
balancearme sobre los talones—. Pero tendrás que venir conmigo.
—¿Adónde?
—A nuestro baile de graduación.
Una sonrisa floreció en su rostro.
—Entonces vamos.

160
—T u carroza te espera.
Me reí al ver el tractor verde que Ridge señalaba.
Estaba completamente oscuro, salvo por las luces de la casa
que lo rodeaba y las luces altas del tractor. Se subió primero y arrancó el motor antes
de estirar la mano para ayudarme a subir. Me colocó en su regazo, me sujetó por la
cintura y se lanzó por el camino lateral de su casa.
Incluso mientras estaba sujeta a él, podía percibir la tensión que aún existía
entre nosotros por mi mentira. No se había olvidado. Su cuerpo rígido y su silencio lo
decían todo. Estaba demasiado callado, incluso para Ridge.
Le había hecho mucho daño y me odiaba por ello. Lo habría entendido si le 161
hubiera dicho la verdad sobre Trip desde el principio. Pero aunque podía mirar
fijamente a una escopeta y desafiarlo a que me disparara, perder a Ridge era algo
que me asustaba más allá de las palabras. Nuestro tiempo juntos ya era muy frágil.
Sabiendo eso, había permitido que toda la lógica y el sentido común salieran por la
ventana.
No podíamos ir a más de ocho kilómetros por hora, pero con el viento soplando
en mi rostro y el ruidoso motor envolviéndonos en su rugido, no pude evitar sentir
una sensación de alivio mientras avanzábamos. No importaba cómo se sintiera Ridge
en ese momento, seguíamos juntos. Podía hacer lo correcto. Él me perdonaría.
Finalmente vi la casa blanca que solo había visto de lejos. Aunque era pequeña,
su exterior estaba cubierta de cáscaras de pintura y las contraventanas azul oscuro
colgaban de sus bisagras, su naturaleza imperfecta era encantadora. Al otro lado de
la casa había un granero blanco a juego.
En el granero almacenaban las toneladas de heno, el grano, los tractores y
otros equipos utilizados en su día a día. Aunque Ridge y Harold no criaban ganado
para vender, cuidaban de su parte de animales como caballos, gallinas y vacas
lecheras, y los tenían cerca del granero. Harold creía en llevar una vida totalmente
sostenible en la granja, y Ridge había adoptado perfectamente ese estilo de vida.
Comían lo que cocinaban y cocinaban lo que cultivaban.
Apoyé mi mano en el brazo de Ridge, que aún me rodeaba la cintura, en una
disculpa silenciosa que no dejaría de dar. Durante los siguientes minutos, nos
dirigimos al borde del campo. Allí, estacionó cerca de la maleza que separaba la
propiedad de mil acres del terreno público y me ayudó a bajar del tractor.
Después de quitarme los tacones, los coloqué en el asiento de atrás y dejé que
Ridge me guiara. Había recorrido el terreno circundante cientos de veces descalza,
y esa noche no era diferente. Consciente de mis pies descalzos, Ridge se detenía de
vez en cuando y me llevaba por encima de un charco o un montón de piedras. Mi
corazón se hinchaba más cada vez.
Si eso era lo más cerca que estaba Ridge de mostrarme romance, entonces lo
aceptaría sin pensarlo dos veces. Aceptaría los paseos con los pies descalzos por un
terreno escarpado hasta lo que él hubiera planeado en lugar de una cena elegante
cualquier día.
Ridge era tan diferente a mis compañeros masculinos con los que había
crecido. Siempre lo había sabido. Y quizá eso era lo que me atraía una y otra vez hacia
él. A él no le afectaban las redes sociales y ni siquiera sabía lo que eran. Su teléfono
móvil tenía las mínimas funciones. Lo utilizaba para enviar mensajes de texto rápidos
o hacer llamadas de trabajo, pero aparte de eso, nunca se sabría que tenía un
teléfono. Me gustaban muchas cosas de Ridge, pero eso era lo más destacado. Y el
hecho de que me acompañara por la ladera de nuestra colina sin más que una linterna
para guiarnos era otra. Ridge se guardaba algo en la manga, y yo no podía esperar a
descubrir qué era.
162
Estábamos a medio camino de la ladera con su mano firmemente envuelta
alrededor de la mía cuando decidí intentar romper el silencio.
—Odio ser la que te lo diga —bromeé—, pero los bailes de graduación suelen
consistir en bailar, beber ponche y agarrar tetas a escondidas. El senderismo se suele
guardar para el paseo de la vergüenza de la mañana siguiente.
Para mi sorpresa, Ridge se rió.
—Puede que no tengas suerte con el ponche, pero creo que el resto lo tengo
cubierto.
La alegría revoloteó por mi pecho.
—Incluso lo de las tetas, ¿eh?
Asintió.
—Hay que reconocer que no estaba en mi lista hasta que lo sugeriste. No me
gustaría decepcionarle.
Estaba sonriendo como una loca cuando finalmente llegamos a la cima de la
colina.
—Espera aquí —dijo antes de salir corriendo hacia la oscuridad.
Apenas pude distinguir la silueta de un objeto en forma de cúpula junto a
nuestro árbol, pero pronto se respondieron todas mis preguntas. Un segundo, todo
estaba oscuro, y al siguiente, una cadena de luces iluminaba la escena.
Las mariposas bailaron en mi vientre, revolotearon hasta mi pecho y me
oprimieron la garganta de emoción mientras asimilaba lo que Ridge había hecho.
Desde las luces, pasando por la manta de franela gigante con una cesta de picnic y
rosas rosas esparcidas, hasta la tienda de campaña en la que habíamos dormido
juntos en Ouray, era como si acabara de entrar en nuestro baile privado.
Cuando empezó a sonar "Wildflowers" de Tom Petty a través del altavoz
inalámbrico que colgaba del árbol, la emoción me invadió y me di cuenta de lo
diferente que podría haber sido la noche. Odiaba pensar en el daño adicional que
podría haber causado si hubiera seguido adelante con la asistencia al baile de
graduación con Trip después de habérselo ocultado a Ridge. El mero hecho de
pensar en los "y si" podría arruinar fácilmente la noche. No podía dejar que eso
ocurriera.
Con la escasa luz, apenas podía ver el rostro de Ridge mientras caminaba hacia
él. Una vez acortada la distancia, la mirada que encontré en sus ojos me golpeó con
fuerza. Miedo, incertidumbre, esperanza... la mezcla me dio la confianza que
necesitaba para demostrarle lo mucho que lo sentía.
Le toqué la mejilla.
—¿Nos hiciste nuestro propio baile de graduación?
Asintió, con la mandíbula firmemente apretada.
Me acerqué para ponerme delante de sus narices y fijé mi mirada en la suya.
163
—Me pediste que guardara mi último baile para ti, pero ahora puedes tenerlos
todos. —Sus ojos se ablandaron, haciendo que mis entrañas se derritieran en un
charco a mis pies. Puse mi mano en la suya—. Todos mis bailes son tuyos, Ridge
Cross. —Amoldé mi frente a la suya—. Y yo también. —Empujándome sobre las
puntas de los pies, encontré su boca con un suave roce de mis labios y lo besé hasta
que su boca empezó a moverse contra la mía.
Me levantó con facilidad y rodeé su cintura con mis piernas mientras
profundizaba nuestro beso.
—Lo siento —susurré contra su boca. Una lágrima se deslizó por mis ojos—. Por
favor, perdóname.
—No llores, Salvaje. —Su voz era suave y suplicante—. Te perdono. —Sus
labios volvieron a encontrar los míos mientras íbamos hasta donde la mayor parte de
la luz brillaba alrededor de la manta, que actuaba como nuestra pista de baile. Me
puso de nuevo en pie y llevó sus manos a mi cintura mientras yo colocaba mis brazos
alrededor de su cuello. Entonces bailamos.
Le seguí la corriente, pero él no se movía mucho, solo unos ligeros pasos de
lado a lado, antes de que levantara la vista para ver una tímida sonrisa que se extendía
por su rostro.
—Creo que la última vez que bailé fue cuando era lo suficientemente pequeño
como para que mi madre me llevara en brazos. No estoy seguro de cómo hacer
ninguna de esas cosas elegantes. Como girar o bailar.
Mordiendo mi labio inferior para contener mi sonrisa, apoyé mi mejilla en su
hombro y cerré los ojos.
—Creo que estamos bien así.
Me abrazó mientras nos balanceábamos, con su aroma a pino mentolado
envolviéndome en su hechizo. Me encantaba abrazar a Ridge así y casi podía creer
que estuviéramos en una pista de baile, rodeados de mis amigos más cercanos, y que
nadie se inmutara al vernos juntos.
Entendí por qué se había esforzado tanto, aunque todo hubiera sido para
nuestro único baile prometido. Una noche como esta podría no volver a repetirse.
Casi podíamos fingir que existíamos en un mundo en el que podíamos estar juntos sin
preocuparnos por los pensamientos y sentimientos de todos los que nos rodeaban.
La música cambió a otra canción lenta, y la mano de Ridge empezó a moverse
en círculos sobre mi espalda desnuda.
—¿Trip te vio con ese vestido antes de salir?
Me encogí antes de levantar la vista para encontrar diversión en sus ojos.
—Sí. ¿Por qué?
Las comisuras de su boca se levantaron en una sonrisa.
—Probablemente esté llorando en su ponche, si ese es el caso.
164
El alivio y la diversión me invadieron a la vez. Me reí y le di una palmada en el
hombro.
—Eres horrible.
Asintió.
—Puede ser. Pero la culpa es tuya. Estás preciosa, Camila.
El corazón me dio un vuelco, o al menos lo sentí así cuando me miró con ojos
de adoración.
—Gracias.
Bailamos unas cuantas canciones más antes de sentarnos a comer lo que Ridge
había preparado. Como supuso que yo ya habría cenado, solo trajo una pequeña
selección de frutas, queso y algunas galletas, pero fue suficiente para calmar mi
estómago gruñón.
Cuando dejamos la comida a un lado, me atrajo entre sus piernas y me entregó
una pequeña caja blanca con solo un cordón envuelto. Mis ojos se abrieron con
sorpresa al cogerla.
—¿Me has comprado algo?
—Lo he hecho yo, en realidad.
Le devolví la sonrisa antes de deshacer el lazo, y cuando abrí la tapa, jadeé.
—Ridge, esto es… —Me tragué la emoción y alcancé el collar de punta de
flecha envuelto en alambre. Junto a él colgaba una pequeña placa de plata con las
palabras Wild One2 grabadas—. ¿Lo has hecho tú?
Asintió lentamente, y su expresión mostraba que estaba esperando a ver si me
gustaba.
—Me encanta, Ridge. Es el regalo más dulce y atento que me han hecho nunca.
—Sonrió, derritiendo mi corazón—. ¿Puedes ponérmelo?
Me rodeó el cuello con la delicada cadena y la abrochó de modo que la punta
de flecha quedara sobre mi garganta.
»Es perfecto. Gracias. —Apoyándome en él, miré a las estrellas—. No puedo
creer que hayas hecho todo esto por mí. —Me sentí tan feliz que pensé que iba a
estallar—. Es perfecto. Las luces, la música, el collar. —Hice una pausa, mi sonrisa
creció—. La tienda.
Me giré para captar la sonrisa de Ridge.
—Vale, eso tiene mala pinta —dijo—. No sé qué me pasó, la verdad. Estaba
pensando en aquella noche que pasamos juntos en la naturaleza del Monte Sneffels, y
supongo que quería recrearla. —Negó, con aspecto de estar nervioso, antes de volver
a mirarme—. ¿Alguna vez piensas en esa noche?
Un escalofrío me recorrió el cuerpo. 165
—Todo el tiempo. Todas las noches me voy a la cama pensando en cómo me
abrazaste y no intentaste llevar las cosas más allá cuando podrías haberlo hecho.
Aquella noche prácticamente te machaqué.
Se rió.
—Quería hacerlo. —Dejó caer su cabeza sobre mi hombro mientras dejaba
escapar un gemido bajo—. No tienes ni idea de las ganas que tenía.
—Pero fuiste un caballero.
—Yo no iría tan lejos. —Volvió a levantar la vista—. Puede que sea virgen, pero
las cosas que pasan por mi mente a veces, especialmente cuando se trata de ti,
demuestran que no soy un santo. Me siento muy atraído por ti, Camila. —Su mirada
se dirigió a mi pecho—. Me atraes especialmente con ese vestido.
Inspiré profundamente y empecé a levantarme.
—¿A dónde vas?
El terror en sus ojos me hizo morder mi sonrisa.
—No voy a ninguna parte. —Seguí incorporándome hasta que estuve a la altura
de él, y entonces me llevé la mano por detrás a la parte trasera de mi vestido.
La expresión de Ridge se ensombreció.

2
Wild One: Salvaje.
—¿Qué estás haciendo? —Solo había empezado a bajarme la cremallera
cuando su mano se dirigió a mi espalda para detenerme.
—Me estoy asegurando de que sepas que no tienes que ser un caballero esta
noche.
Su garganta se movió, haciéndome preguntar si estaba nervioso.
—Bueno, entonces al menos déjame hacer los honores de quitarte ese vestido.
Aturdida y emocionada a la vez, solté la mano, dejando que Ridge tomara el
control. El aire frío recorrió mi espalda antes de que todo el vestido se acumulara
alrededor de mis pies. Estaba de pie ante él, con nada más que un sujetador rojo y
una braga que apenas me cubrían en todos los lugares que contaban. Pero por la
forma en que me miraba, bien podría haber estado desnuda.
Su mirada me recorrió lentamente, como si memorizara cada una de mis
curvas. Su caricia era suave al pasar un dedo por mi cuello, mi hombro y mi brazo. Le
desabroché la camisa blanca de vestir y, en cuanto se aflojó, mis manos empezaron a
temblar.
Respiré lentamente y le abrí la camisa, deleitándome con la visión de su
cuerpo. No entiendo cómo el joven y torpe muchacho del mercado agrícola de hace
cinco años se había convertido en un hombre tan hermoso. Su camisa se unió a mi
vestido en la manta, y mi respiración se hizo inmediatamente superficial.
166
Como si percibiera mi nerviosismo, se inclinó hacia mí y acercó sus firmes
labios a mi oído.
—Eres tan hermosa, Camila. Cada parte de ti, por dentro y por fuera. —Su
mano rozó mi pecho y subió por mi cuello, y luego acarició mi mejilla.
Siempre sabía qué decir para recordarme lo segura que estaba con él.
Apretando los ojos, me moví para desabrocharle el pantalón. Cayeron fácilmente al
suelo, uniéndose al resto de nuestra ropa.
Nos quedamos allí, con nuestros pechos apretados el uno contra el otro,
mientras nuestras miradas se fijaban en una conversación silenciosa. Estaba haciendo
lo que siempre hacía, dándome tiempo para comprometerme con la decisión que
ambos tomaríamos, pero por una vez, deseé que tomara la iniciativa, que exigiera las
cosas que quería y que perdiera solo una pizca de ese control al que se aferraba tanto.
Como si pudiera leer mis pensamientos, me tomó de la mano y tiró de mí hacia
las solapas abiertas de la tienda. Cuando me indicó que entrara primero, me agaché
dentro, sonriendo ante el sencillo montaje. Mantas y almohadas acolchaban el suelo,
mientras que una lámpara de propano que colgaba de una esquina proyectaba una
luz amarilla parpadeante.
Cuando oí la cremallera de la tienda de campaña detrás de mí, mi cabeza
empezó a dar vueltas mientras mi corazón latía rápidamente. Hacía tanto tiempo que
deseaba estar con Ridge que no podía creer que estuviera sucediendo realmente.
Me rodeó con sus fuertes brazos y enterró su boca en mi cuello, provocando
una ola de escalofríos en mi cuerpo. Luego me besó hasta el hombro mientras me
abría el sujetador y me liberaba los pechos.
Su palma se posó en mi vientre antes de que sus dedos dibujaran ligeros
círculos sobre mi piel.
—Me haces cosas —dijo, apretándose contra mí para mostrarme lo que quería
decir.
Jadeé al sentirlo duro entre mis nalgas.
—Me haces desearte de una manera que me vuelve loco. No puedo ver bien.
No puedo pensar. No puedo respirar. Simplemente te anhelo y te deseo y te amo.
Me giré para mirarlo. Sus palabras me sorprendieron. Nunca habíamos
hablado de amor ni de la profundidad de nuestros sentimientos, pero hacía años que
sabía que lo amaba, solo que nunca había creído que recibiría ese amor. La emoción
me obstruyó la garganta mientras parpadeaba.
—¿Qué has dicho?
Una suave sonrisa inclinó sus labios.
—Te amo, Camila.
El alivio y la felicidad se arremolinaron en mí, y mi corazón se hinchó tanto que
pensé que podría flotar hasta el cielo.
167
—Yo también te amo, Ridge. Te he amado durante mucho tiempo.
Nuestros labios se fundieron en un beso que selló nuestras palabras con una
silenciosa promesa de eternidad.
Me separé, sintiendo una pizca de miedo que venía con sentimientos tan
poderosos.
—Tienes que hacerme una promesa. —Bajé la mirada antes de suspirar y volví
a mirarlo a los ojos—. No puedes volver a desaparecer. Eso casi me destroza, Ridge,
y no puedo volver a perderte. Me aterra, más que cualquier otra cosa que haya temido
en mi vida.
Asintió, ahuecando mis mejillas, y sus cálidos ojos marrones me derritieron en
un charco de amor a sus pies.
—No voy a ir a ninguna parte, Camila. Ni ahora ni nunca. Lo que dije de
esperarte mientras te ibas a la universidad iba en serio. Lo haré. ¿De acuerdo?
Asentí, y sentí que mi pecho podía explotar de felicidad.
—Y debes saber que no tenía ninguna expectativa para esta noche, pero
mentiría si te dijera que no te quiero. Te deseo de una manera que nunca antes había
deseado a nadie.
Respiré profundamente y cerré los ojos antes de apretar mis labios contra los
suyos. Nos besamos lentamente al principio, casi como si fuera nuestra primera vez,
pero nada podría reemplazar aquella noche en la montaña cuando todos nuestros
sentimientos se habían revelado a las estrellas. Aquella noche había sido mágica, casi
surrealista, y le había hecho volver a mí.
Esta noche era algo diferente. Algo más. Algo que trascendía el espacio y el
tiempo y nos situaba en una galaxia completamente diferente. Primero profundizó el
beso mientras su hambre por mí crecía con cada uno de nuestros latidos enredados.
—Podría besarte durante toda la eternidad —susurró.
—Entonces hazlo. —Mis palabras eran un reto, una súplica y un deseo—.
Bésame por todas partes.
Me abrazó con más fuerza mientras devoraba mi boca con la suya. Luego me
levantó en sus brazos. Mis piernas rodearon su cintura y nuestros cuerpos se
apretaron con nuestros corazones latiendo como uno solo. Dos pasos después, me
hizo retroceder hasta el centro de las mantas y me acostó.
Bajó la cabeza y se posó sobre mis pechos, con su aliento caliente soplando
contra mí, haciendo que mis pezones, que ya se estaban endureciendo, se
endurecieran. Abrí las piernas, dejándole espacio entre ellas, y luego arqueé la
espalda y levanté el pecho, sintiéndome necesitada por todas partes.
Quería que me tocara con su boca y sus manos, por todo mi cuerpo. Pero Ridge
se tomó su tiempo, explorándome en todos los lugares en los que nunca se había
aventurado antes, pasando sus manos suavemente por mis pechos, explorando la piel
sensible con su dedo, y respirándome mientras me robaba hasta el último gramo de
168
control.
En el momento en que su boca se posó por fin en el pico de uno de mis pechos
y lo rodeó con su lengua, mi grito fue tan fuerte que cualquier bicho al acecho
seguramente habría salido corriendo. La cabeza me daba vueltas mientras mi corazón
se aceleraba cuando el primer tímido lamido de Ridge se convirtió rápidamente en
algo más. Pude sentir cómo aumentaba su confianza cuando me chupó y gimió de
satisfacción, y luego se dirigió a mi otro pecho para prestarle la misma atención.
Se sentó, con la respiración agitada mientras me miraba fijamente. La luz
parpadeante reveló una nueva faceta de Ridge, una que yo solo había soñado. Me
miraba como si yo fuera el tesoro más hermoso del mundo. Y cuando sus dedos se
dirigieron al único trozo de tela que aún quedaba, lo trató como un paquete
perfectamente envuelto que no quería estropear.
Mi braga roja se deslizó por mis piernas, se desprendieron de mis pies y
cayeron al suelo de la tienda. Respirando profundamente, puso sus manos en mis
rodillas y las abrió, dejándome al descubierto. Una maldición salió de sus labios y,
poco a poco, mis piernas empezaron a ensancharse aún más hasta que se sumergió y
pasó su lengua por mi raja a un ritmo dolorosamente lento.
Mi cuerpo se estremeció con el contacto inicial, pero sus fuertes brazos me
mantuvieron firme en su sitio mientras él seguía ganando confianza con cada pasada.
Su cabello se sentía grueso y salvaje bajo mis dedos, y aunque él estaba al cien por
cien al mando, yo no podía evitar retorcerme contra su boca, creando aún más
fricción a medida que pasaba el tiempo.
—Podría respirarte eternamente —dijo, sin que su boca se apartara de mí.
Era implacable, se tomaba su tiempo para averiguar lo que me hacía
reaccionar, y luego iba a por todas. El calor surgió de mi núcleo y se extendió como
un incendio a todos los poros de mi cuerpo hasta que exploté en su lengua y grité con
mi liberación.
Todo mi cuerpo se estremeció y no supe cómo detenerlo. Ridge se puso de pie,
empujando hacia abajo sus calzoncillos negros. Lo miré mientras bajaba de lo más
alto. Estaba recuperando el aliento cuando Ridge rompió el envoltorio de un condón
y lo colocó sobre su cuerpo. Luego volvió a ponerse de rodillas. Mis piernas seguían
abiertas para él y se acercó a mi entrada.
Ya no estaba dudando ni tratando de ser el Ridge cauteloso que siempre había
conocido. Podía verlo en sus ojos. Era un hombre diferente, uno que sabía
exactamente lo que quería y nada en el mundo podía detenerlo.
Con una mano rodeando su longitud, se inclinó sobre mí, plantando un beso en
mis labios.
—Dime si te hago daño, ¿vale?
No me había dado cuenta de lo tensa que estaba hasta ese momento. Asentí,
demasiado asustada para hablar.
Respiró entrecortadamente antes de volver a besarme. Y cuando separó mi 169
boca de la suya, empujó dentro de mí, abriéndome, llenándome, e introduciéndose
en mi interior de una manera que ningún otro hombre habría podido.
E l cazador acechaba a través de la mina, siguiendo las vías del ferrocarril
subterráneo bajo la hilera de luces parpadeantes del techo. El sonido del
agua goteando hacía eco en la roca roja y las paredes de estalagmitas
mientras se agarraba del borde del viejo vagón de tren. El chirrido agudo de sus
ruedas duró todo el viaje de una milla por la resistencia contra las vías.
La luz del día acababa de despuntar en el horizonte cuando se acercó a la
puerta de acero sellada. Con un rápido empujón, se movió a través de la tela holgada
de su abrigo para encontrar la llave, luego gruñó cuando se dio cuenta de que no la
tenía. La frustración lo atravesó y se inclinó hacia adelante, agarrándose a los barrotes
de la puerta. Estaba atrapado, un prisionero de su propia creación.
170
Cuando comenzó a contemplar sus opciones, romper la cerradura con un golpe
de una piedra estaba en la parte superior de su lista, el sonido de pasos sobre él
despertó su conciencia. No era el único que estaba ahí fuera.
Soltó las barras, con cuidado de no hacer ruido, mientras se esforzaba por
escuchar un par de voces confusas.
—No puedo creer que hayamos dormido hasta la mañana. Papá me va a matar
si me ve regresar a casa así.
—Esta ruta es peligrosa —argumentó el chico—. Y estás descalza. Si eres
demasiado terca para dejar que te lleve al puente, al menos déjame acompañarte.
—¿Estás seguro de que yo soy la terca? —Una risa la atravesó—. A veces me
pregunto sobre eso.
El cazador captó fácilmente a quién pertenecían las voces.
Un segundo después, Camila se dejó caer sobre la grava, su vestido rojo
abultado rebotando a su alrededor. Ella debería haber estado en el baile de
graduación anoche, no con el chico Cross, especialmente no con sus pechos
prácticamente listos para estallar fuera de su vestido. Obviamente, por la forma en
que su cabello oscuro estaba enredado alrededor de su cabeza, la naturaleza
enrojecida de su piel y la sonrisa coqueta en su rostro, se había puesto ese bonito
vestido para él.
El cazador dio dos pasos lentos hacia atrás, sabiendo exactamente dónde tenía
que pararse para que no lo vieran. Y cuando la mirada de la chica se posó en las
barras de acero entre ellos, un escalofrío lo recorrió por su proximidad.
Durante años, había dejado en paz a la futura heredera. La había visto crecer y
cambiar de sus inocentes actitudes de marimacho a una pequeña zorra. Siempre
temeraria, merodeando a espaldas de su padre. Muy pronto, su traición estaba
destinada a alcanzarla. Quizás hoy era ese día.
Se puso de pie y sonrió hacia el lugar de donde había caído.
—¿Vienes?
—Debería regresar antes de que Harold venga a buscarme.
Ella asintió, pero sus grandes y atrevidos ojos verdes permanecieron fijos en
él.
—¿Nos vemos en el puente esta noche?
—Estaré allí —respondió él—. Por favor, ten cuidado, Salvaje.
Ella sonrió.
—Lo prometo. Seré cuidadosa.
Ella comenzó a alejarse, luego se volvió para mirar al chico de nuevo con una
sonrisa. 171
—Te amo.
—Yo también te amo.
El cazador recordó algo y deslizó su mano en el bolsillo de su pantalón,
recuperando la llave que pensó que había dejado atrás. Un escalofrío se apoderó de
él cuando alzó la mirada de nuevo.
Antes de que Camila se girara para salir corriendo de nuevo, su mirada se
deslizó en dirección a la mina. Algo cruzó su expresión, preocupación o curiosidad,
tal vez, pero solo por un segundo. Si bien el cazador no podía estar seguro de lo que
estaba pensando exactamente, una cosa era segura. Ella no se dio cuenta, pero en
ese momento, con los ojos clavados en las puertas de acero de la mina, estaba
mirando directamente a los ojos del cazador.
E l viaje de regreso al puente fue lento. No podía correr descalza por la
hierba alta o saltar y pasar sobre las rocas cerca del arroyo. No podía
viajar rápidamente por el bosque o detenerme para dar un giro rápido
alrededor de un árbol. Me dolían los pies, toda mi parte inferior estaba cubierta de
tierra y barro, y el sudor me cubría el rostro. Si alguien me veía, estaría acabada.
Cuando finalmente llegué al puente, me derrumbé contra una de las vigas de
madera y descansé durante lo que parecieron días. Si iba a hacer una carrera loca
por el viñedo, entrar en la villa y subir a mi habitación, entonces necesitaría toda la
energía que pudiera reunir. Además, no estaba lista para dejar pasar la noche
anterior. Repetí cada recuerdo una y otra vez como un disco antiguo de valor
incalculable al que me aferraría para siempre.
172
Lo último que esperaba ver cuando entré a hurtadillas por la puerta principal
de mi casa horas más tarde fue un comité de bienvenida. Mi corazón, el cual ya
palpitaba, dio un salto por un acantilado que no vi venir. Ninguna red de seguridad o
piscina me recibiría en el fondo. Mientras miraba los rostros de mis padres y Thomas
Bradshaw, el abismo rocoso de mi destino me devolvió la mirada.
Thomas habló primero.
—Buenos días, Camila. Escuché que la fiesta de graduación fue una gran serie
de acontecimientos anoche.
Mi garganta se sentía tan apretada por el miedo que ni siquiera podía ofrecer
una réplica a su frío saludo. Se sintió como el final de todo lo que había amado. Todo
lo que pude hacer fue agarrarme la caja torácica para tratar de calmar el dolor
cegador.
Esperé y esperé por lo que parecieron minutos mientras los ojos enojados de
mis padres y Thomas me devolvían la mirada. Si me estaban examinando o
evaluándome, no lo sabía. Simplemente se quedaron mirándome, y solo podía
imaginar lo que estaban viendo: los chupones en mi cuello, que había planeado
esconder, mi cabello despeinado por una larga noche de hacer el amor, mis pies
descalzos y sucios ya que nunca había recuperado mis tacones. y las manchas de lápiz
labial por besos magullados que habían marcado mi corazón y mi alma por la
eternidad.
Pase lo que pase, nunca me arrepentiría de la noche anterior. Habíamos sido
imprudentes y salvajes, pero no estábamos equivocados. Y así era como pelearía la
guerra, con la determinación de hacer que todos lo vieran a mi manera.
—Sé con quién estabas anoche, jovencita. —La amenaza detrás de las palabras
de mi papá me heló hasta los huesos—. Lo que no sé —continuó—, es por qué.
El miedo se deslizó a través de mí mientras me preguntaba hasta dónde
llegarían a partir de entonces para mantenernos a Ridge y a mí alejados, y me volví
hacia mamá en busca de ayuda. Esperaba que al menos le suplicara a papá que fuera
amable, pero tan pronto como nuestras miradas se encontraron, se giró y bajó la
mirada. Mi pecho se apretó al saber que también la había decepcionado.
—Papá —comencé, deseando que mi voz dejara de temblar—. Papá, déjame
explicarte.
—¿Explicar? —La pregunta salió de la boca de mi papá con tanta fuerza que se
sintió como una bofetada en el rostro—. ¿Explicar por qué entraste por la puerta a las
nueve de la mañana, sin esperar que nadie se dé cuenta de que no estabas en casa? —
Me hizo un gesto con una expresión de disgusto—. ¿Luciendo así?
Su voz retumbante permaneció en el aire antes de finalmente apagarse, solo
para ser seguida por otro rugido aterrador.
—¡No hay explicación para esto, jovencita! Anoche fuiste a un baile de
graduación al que nunca asististe. Luego te deshiciste del pobre de Trip, dejándolo
173
que se las arreglara solo.
—Trip apenas tuvo que valerse por sí mismo…
—¡Ya basta! —La voz de mi papá alcanzó un decibelio que nunca lo había
escuchado en toda mi vida. Su rostro estaba rojo y oscureciéndose a cada segundo—
. No me refería a eso. —Incluso con la mano firme de mi mamá agarrando la suya, la
apretó en un puño y se empujó fuera del sofá.
Había visto y escuchado lo enojado que mi papá podía ponerse con los
trabajadores de los viñedos a lo largo de los años, pero nunca imaginé que yo sería
quien estaría en su línea directa de fuego.
Sintiéndome desesperada por apoyo, me volví hacia mi mamá. Si alguien en la
habitación me lo daría, sería ella.
—Mamá, por favor. Tengo dieciocho años. Ya no soy una niña. No quería ir al
baile de graduación con Trip. Nunca lo hice. Solo acepté porque sabía que era lo que
todos querían. Pero ya no puedo doblegarme a su voluntad. Esta es mi vida. Y anoche
fue mi elección.
Se paró junto a mi papá mientras Thomas seguía sentado de brazos cruzados,
mirándonos, por la razón que fuera. Nuestra discusión no era asunto suyo, pero de
alguna manera, siempre se había involucrado.
—Camila Grace Bell. —Su voz era demasiado tranquila para mi comodidad—
. Me temo que no hay nada que puedas decir en este momento para corregir esto.
—¡Pero, mamá! —Lloré.
—¡Deja de rogar! —rugió mi papá—. Puede que tengas dieciocho años, pero
aún eres nuestra hija. Y ningún hijo nuestro andará salivando hasta altas horas de la
noche con un Cross.
—No pueden controlar a quién amo. —Mi voz fue firme a pesar de los nervios
que me recorrían.
Un silencio dramático se apoderó de la habitación. Incluso si todos supieran
que Ridge y yo éramos más que amigos, escucharme decir las palabras en voz alta
fue la confirmación que nunca habían querido.
Los ojos entrecerrados de papá me lanzaron dardos.
—¿Amor? Estás viviendo en mi casa, comiendo alimentos que provienen de mi
dinero duramente ganado, y estás lista para ir a la universidad de tus sueños con la
matrícula que yo estoy pagando, ¿y tienes el descaro de decirme lo que puedo y lo
que no puedo controlar?
—Entonces no me mandes a la universidad. No necesito ir a la
universidad. Puedo quedarme aquí y trabajar. Y si no quieres que viva aquí, tomaré
el salario que me pagues y conseguiré un lugar propio. —Todo mi cuerpo se
estremeció.
Thomas pareció desconcertado por mi sugerencia.
—Eso no fue lo que tú y tu padre acordaron. Si vas a administrar este viñedo 174
algún día, entonces la educación adecuada es fundamental, no solo para tu bien, sino
también para nuestros clientes e inversores.
Papá asintió.
—Absolutamente. Como mi hija y futura heredera de la Granja y Viñedos de la
Familia Bell, tienes una reputación que defender y responsabilidades que cumplir. Si
voy a confiarte esta tierra, me temo que hay pasos que debes seguir para reclamarla.
Los miré, odiando en qué se había convertido su relación, luego mis ojos se
centraron en mi papá.
—¿Qué eres? ¿Su marioneta? Todo lo que hace Thomas es darte órdenes y
crees cada palabra de sus tonterías. Esta viña es tuya, no de él. Tú dices las reglas, no
él. Esos clientes son tuyos, no de él. ¡Pero estás tan escondido entre las enredaderas
que nadie sabe que todavía existes!
—¡Ya es suficiente, Camila! —Mamá dio dos pasos hacia adelante, se interpuso
entre nosotros y me señaló—. Le faltaste el respeto a esta familia escapándote toda la
noche. No le des la vuelta al asunto con tu padre. —Sus ojos eran tan salvajes como el
fuego en mi pecho.
—Lamento que haberme quedado fuera toda la noche los molestó a todos, pero
no lamento haberlo hecho. Su odio por la familia Cross es completamente
injusto. Incluso los Hatfield y los McCoy se sientan y se ríen de los días de sus locos
ancestros. La rivalidad debe terminar. Ridge y yo estamos decididos a hacer que eso
suceda.
Thomas soltó una carcajada, haciendo que toda la atención se volviera hacia él
mientras se levantaba.
—¿Crees que tú y tu enamoramiento por el chico de al lado van a poner fin a
una rivalidad centenaria? Los Cross le han faltado al respeto a tu padre y su tierra y la
tierra de sus antepasados desde que existen. ¿No ves que al hacerte amiga del chico,
estás traicionando a tu propia familia?
Mi papá asintió, sus ojos enfocados en mi reacción. Disgustada de que Thomas
incluso tuviera algo que decir en la pelea, lo ignoré y di un paso más cerca de mis
padres.
—Papá —le dije, tratando de amortiguar el temblor de mi voz—. Solo te estoy
pidiendo que me escuches y confíes en mí cuando te digo que Ridge es una buena
persona. Un buen amigo. Y lo amo.
Thomas se burló.
—Lo único que sabes sobre el amor es el sentimiento que tienes por dentro
cuando te estás metiendo en problemas. Y un problema es exactamente lo que es
Ridge Cross. Como su padre.
Las palabras de Thomas eran tan similares a las palabras que papá había dicho
la primera vez que le pregunté sobre Ridge en el mercado de agricultores que era
inquietante, como si su opinión hubiera sido tatuada en sus cerebros y nadie pudiera
borrarlos o hacerlos cambiar de opinión. Ninguna lógica podría aliviar sus temores
175
sobre quién era realmente Ridge Cross. No les importaba. Todo lo que les importaba
era mantener la enemistad.
Mi pecho se calentó de ira.
—Ridge no se parece en nada a Harold. Lo sabrías si le dieras una
oportunidad. El hecho de que tengas un problema con Harold no debería convertir a
Ridge en un objetivo. Es inocente en todo esto, al igual que yo.
Mi papá se burló.
—Inocente no es en absoluto como se ve ahora. Quedarse con mi hija durante
todas las horas de la noche. Devolviéndola como una bolsa de patatas usada. —
Levantó la mano y me hizo un gesto con disgusto—. Tratar a mi hija como a una
puta. ¿Es eso lo que eres para él?
Jadeé, los golpes se volvían más dolorosos con cada ataque.
—¡Patrick! —espetó mi mamá antes de ponerse frente a él—. No le hables así a
nuestra hija. Siéntate y cálmate. Podemos discutir esto como adultos.
Mi papá le gritó algo hasta que los dos comenzaron a discutir. Estaba
demasiado aturdida por sus palabras para escuchar lo que tenían que decirse el uno
al otro, golpeada por el dolor de lo que había venido de la noche más feliz de mi vida,
y mis ojos estaban demasiado borrosos por las lágrimas para ver con claridad.
En esos momentos de silencio que siguieron, Thomas Bradshaw salió de
nuestra casa por su cuenta, pero no hasta que sus ojos demasiado conocedores se
encontraron con los míos y su susurro dejó un escalofrío al alejarse.
—Puta.

176
H arold ya estaba en el campo, en un tractor, cuando finalmente subí por
el camino, silbando viejas melodías a la mañana siguiente. Tenía una
sonrisa en mi rostro y un zumbido en mi corazón, y, por una vez, no
sentía que tuviera nada que esconder y tenía todo para celebrar.
La amistad con Camila siempre se había sentido imposible, si no era por su
comportamiento salvaje o su charla sin parar en la ladera, entonces por mi creciente
atracción por ella a lo largo de los años. Ella me cautivó de una manera que no creía
posible, con su loca curiosidad por la tierra a nuestros pies y los sueños que tenía tan
cerca de su corazón. Esos sueños también habían comenzado a convertirse en
míos. La noche anterior había sentido que todo lo que habíamos pasado o de lo que
habíamos hablado se había convertido en una sola mente, un corazón y un alma. No
177
solo la amistad se sentía posible ahora, sino que un profundo amor había florecido de
ella.
Tenía confianza en lo que teníamos, una confianza que era tan profunda que no
me importaban las batallas que tendríamos que pelear para que Harold, los Bell o
cualquier otra persona lo vieran a nuestra manera. Cuando fuera el momento
adecuado, todos lo sabrían. Camila y yo habíamos llegado muy lejos, a través de
numerosas temporadas, una amistad secreta, una distancia y un tiempo. Podríamos
superar cualquier cosa.
Después de la ducha, me vestí con mi ropa de campo, vaqueros viejos y una
franela. Empecé a salir por la puerta de la cocina, frente al granero, cuando una figura
apareció por el costado de la casa.
Me quedé paralizado a medio paso al ver a Thomas Bradshaw, alguien que
normalmente nunca nos haría una visita sorpresa, a menos que algo estuviera
terriblemente mal. Thomas era leal a los Bells, lo que significaba que éramos sus
enemigos tanto como lo éramos con su empleador.
Antes de su aparición, nada podría haberme derribado del éxtasis en el que
estaba. Pero por alguna razón, de pie frente a un hombre que se rumoreaba en la
ciudad era tan sombrío como una nube de tormenta que se movía lentamente, sentí
que mi sensación de frescura comenzaba a desvanecerse. Lo que fuera que hubiera
venido a decir no sería agradable. No éramos sus clientes. No tenía nada que ver con
nosotros.
Lo oportuno de todo esto envió mis nervios a un frenesí, aumentando el miedo
que había enterrado profundamente en mi pecho.
Thomas tenía una calma amenazadora que lo rodeaba como un bloque de
hielo.
—Hola, Ridge. Espero no haberte encontrado en un mal momento.
Acomodé mi postura, como si me estuviera preparando para una pelea.
—¿Qué quieres, Bradshaw?
Una sonrisa curvó las comisuras de su boca.
—Creo que necesitamos tener una pequeña charla.
—¿Una charla? —Lo desafié, encontrando su mirada con una fría propia.
—Me temo que sí. Verás, tenemos un pequeño problema con respecto a cierta
chica que ambos conocemos.
Entrecerré los párpados mientras la sangre comenzaba a bombear
furiosamente por mis venas.
—Si se trata de que rechacé la invitación de su hija al baile de graduación,
bueno, entonces lo siento, señor, pero Raven no es mi tipo. Espero que lo entienda.
Thomas apenas se estremeció, pero sus manos respondieron mientras al
cerrarse en puños. 178
—Ambos sabemos que estoy aquí por Camila Bell y su interminable encuentro
anoche.
—No sé de qué estás hablando.
Su mirada se fijó en el tractor estacionado cerca de donde él estaba parado, el
mismo que había sacado con Camila. Me encogí al ver sus tacones colgando del
borde.
—Ya veo. Bueno, vamos a pretender que estabas con Camila toda la noche
mientras ella debería haber estado en su baile de graduación con mi hijo, ¿de
acuerdo? —Cuando no dije nada, continuó—. En estos momentos, su padre está a
punto de matarla, gracias a ti. —Dio otro paso adelante—. Dice que te ama, lo cual
debe ser cierto, considerando que acaba de sugerir no ir a la universidad y quedarse
en el pueblo para trabajar en el viñedo. Gracias a ti.
—Estás mintiendo. Ella irá a California. Ese es el plan.
—No después de que su papá le dijera que perdería los fondos para la escuela
si seguía contigo.
Thomas debió estar a diez pies de distancia, pero se sentía como si me hubiera
golpeado en el estómago.
—No sé por qué estás teniendo esta discusión conmigo. Camila es una niña
grande y puede tomar sus propias decisiones. Sean las que sean, la apoyaré.
—No creo que lo haya dejado claro, así que déjame intentarlo de nuevo. Si
Camila no va a la universidad, perderá el viñedo.
Puse los ojos en blanco y negué.
—¿De verdad crees que creeré que Patrick Bell se negará a dejarle el negocio
familiar? Buen intento.
Levantó las cejas.
—Piensa que estoy fanfarroneando si quieres, pero cuando eres la heredera de
un viñedo galardonado, esas decisiones no se toman unilateralmente. Está en juego
un legado familiar, inversores están involucrados y esos inversores creen firmemente
en el valor de una buena educación.
Cuanto más pensaba en las palabras de Thomas, más sentido tenían.
—Entonces no hay forma de que ella se niegue a ir a la escuela. De lo único que
ha hablado es de seguir los pasos de su padre.
Thomas asintió.
—Ella ama el viñedo. También te ama. Desafortunadamente, solo puede tener
uno. ¿De verdad quieres ser responsable de truncar sus sueños si te elige? —se
burló—. Bueno, eres un Cross. Tal vez ese ha sido tu plan desde el principio, ser la
ruina de tu rival, y harás lo que sea necesario para que ese plan se cumpla, incluido
usar el afecto de Camila por ti en tu beneficio. 179
Un infierno rugió en mi pecho, y estaba a dos segundos de desatarlo.
—No quiero tener nada que ver con esa estúpida rivalidad. Camila
tampoco. Todo lo que queremos es que nuestras familias vivan en paz de una vez por
todas. Hacer negocios sin entrometerse en los asuntos de los demás. Para nosotros es
sencillo. El campo de maíz no representa una amenaza para el viñedo, al igual que el
viñedo no representa una amenaza para nuestro maíz. ¿Odio a Patrick Bell por lo que
le hizo a mi familia? Sin duda. Pero no tendría sentido transferir esa culpa a Camila
solo por el lugar donde termina una línea de propiedad y comienza otra.
Demasiado silencio se asentó, creando una extraña calma entre
nosotros. Entonces Thomas habló de nuevo, diciendo la cosa más impactante de
todas.
—¿Y si te dijera que puedo ayudarte a terminar con la rivalidad?
Mi corazón latía con fuerza.
—Diría que estás fanfarroneando.
Thomas sonrió.
—No me sorprenden, pero deberías considerar lo que estoy a punto de
ofrecer, porque creo que podría ser la respuesta a todas las cosas.
Tragando, dejé que se produjera una batalla interna. Una parte de mí no quería
nada más que confiar en Thomas Bradshaw. El resto de mí lo sabía mejor.
—Adelante. —Mis palabras fueron tranquilas y vacilantes, pero la
desesperación entretejida en mi tono era evidente.
—Seguro, soy yo quien cortó sus vínculos comerciales y trabajé con la Oficina
de Administración de Tierras para interrumpir futuras compras de tierras. Pero
también soy yo quien puede deshacerlo. Todo lo que tienes que hacer es estar de
acuerdo en mantenerte alejado de Camila.
—Dijiste que este trato sería la respuesta a todas las cosas. —Mi corazón se
rompía con mis palabras. Ya había perdido la batalla. Lo único que me quedaba por
hacer era salvar lo que pudiera.
—Bueno, supongo que es importante poner algunas cosas en
perspectiva. ¿Qué es Camila para ti sin su viñedo y sin sus sueños? Porque podría
perder todo si te elige. O bien, podría ir a la universidad según lo planeado y volver
a casa para tener todo lo que siempre quiso. Sin ti.
Mi cuerpo se estremeció.
—De cualquier manera, pierdo.
Los ojos de Thomas se agrandaron y negó.
—No, hijo. Tendrás tu granja y puedo asegurarte que tus ganancias serán
extraordinarias en comparación con las pérdidas que tú y tu padre han sufrido a lo
largo de los años. —Luego, su expresión volvió a convertirse en una sonrisa que me 180
dijo que sabía que ya había ganado—. Lo único que perderás en todo esto es
Camila. —Adoptó una mueca burlona—. Pero nunca fue realmente tuya para
empezar, ¿verdad?
Tan malvado como era Thomas Bradshaw, tenía razón. Enamorarme de Camila
nunca había sido la parte difícil. Alejarla siempre había parecido causar los
problemas. Pero no me quedaba nada por hacer. No importa lo que decidiera,
alguien perdería. Lo que Thomas había ofrecido serviría al menos a las personas que
amaba.
Miré directamente a los ojos del diablo y apreté los dientes.
—Bien. Te daré lo que quieres. Terminaré con ella.
Su risa jactanciosa hizo que su cuerpo temblara. Dio un paso adelante, dejando
solo unos pocos pies de distancia entre nosotros, tan cerca que pude ver la forma en
que sus ojos oscuros nadaban con un brillo maligno que nunca olvidaría.
—Necesitarás hacer más que terminar con ella. Necesitarás romperle el
corazón. Es la única forma de asegurarse de que sea el final. Si la amas tanto como
dices, entonces sabrás lo que la romperá. Sea lo que sea, te sugiero que lo hagas.
Todo mi cuerpo tembló y no pude detenerlo. No les había hecho nada a los
hombres malvados que nos odiaban a mí y a mi padre. Y el hecho de que Patrick Bell
tratara a su propia hija con tanta indiferencia era manipulador y erróneo.
—Nunca perdonará a su padre por esto. —Entrecerré los ojos, sintiendo que
mi mundo entero implosionaba en mi pecho.
Thomas dio otro paso hacia mí.
—¿No escuchaste lo que dije? El padre de Camila no será el que le rompa el
corazón a su hija. Tú lo harás.
Nos quedamos allí durante varios minutos en un concurso de miradas digno de
una película del viejo oeste. Si un revólver estuviera colgando de una funda alrededor
de mis caderas, probablemente habría encontrado un gran uso para él en ese
momento.
—¿Qué diablos está pasando aquí? —refunfuñó Harold mientras recorría la
parte trasera de la casa.
Thomas me miró con frialdad antes de cambiar su mirada hacia mi padre.
—Solo estoy haciendo un pequeño negocio con tu hijo, Harold. Es bueno verte
también.
Harold dio otros pasos antes de levantar la escopeta de su costado y apuntarla
por encima de mi hombro a Thomas.
—Saca tu lamentable culo de mi tierra antes de que te mate aquí mismo.
Thomas levantó las manos, sonriendo y aparentemente nada afectado. Luego
dio unos pasos hacia un lado y extendió la mano para agarrar los tacones de Camila
de mi tractor.
—Tomaré estos y me iré.
181
Quería gritar y arremeter contra el hombre que acababa de robarme el
futuro. Pero más que nada, quería venganza.
—Oh —dijo Thomas con una última mirada hacia mí por encima del hombro—
. Tienes hasta la medianoche de hoy.
D
espués de la confrontación con mis padres, me encerré en mi habitación y
permanecí allí durante horas. Lloré, grité, luego llamé a Josie y le conté
todo. Ridge y yo teníamos planes de encontrarnos pronto, y sabía que tenía
que contarle todo. Si iba a tomar una decisión sobre el resto de mi vida, quería que él
fuera parte de esa conversación. En todo caso, al menos me brindaría la calma que
necesitaba desesperadamente.
Después de ducharme y finalmente ponerme una nueva muda de ropa, me até las
zapatillas y corrí por el viñedo. Mis mejillas estaban surcadas de lágrimas recién
secas y mis pulmones se sentían como si fueran a estallar por la falta de
oxígeno. Apenas podía ver bien. Tenía que ver a Ridge.
182
Llegué temprano al puente y esperé, enviando mensajes urgentes a Ridge para
hacerle saber que estaba allí temprano y necesitaba verlo.
Sentada allí en el centro del puente, con mis pies colgando sobre el agua, esperé
y pensé en cómo habían terminado años de secreto porque Trip Bradshaw tuvo que
llorarle a su papá porque lo había dejado en el baile. Al menos, eso era lo que había
asumido en el momento en que vi su rostro amargado mirándome junto con mis
padres. ¿De qué otra manera mi padre habría sabido que tenía que esperarme? Nunca
perdonaría a Trip por esa traición.
Pero no podía simplemente estar enojada con Trip o Thomas. Mis padres habían
sido igualmente crueles con sus condiciones, amenazando mi futuro como heredera
del viñedo y diciéndome a quién amar y a quién no amar. Deberían haber sabido que
me marcharía después de tales ultimátums. Pero no sabía adónde ir. No podía pagar
la universidad por mi cuenta y no recibiría ningún tipo de ayuda financiera. Sin el
viñedo ni ninguna otra experiencia, no tenía mucho.
Miré desesperadamente hacia la distancia del campo de maíz, deseando que
Ridge me llamara o me enviara un mensaje. Nunca revisaba su teléfono y ni siquiera
lo tenía consigo cuando estaba en el campo, pero no era propio de él llegar tarde.
Después de limpiar la última lágrima caída, alcancé mi collar, como si tuviera la
habilidad mágica de calmar mis nervios. Anoche con Ridge, cuando mi corazón
comenzó a latir fuera de control, me aferré al hermoso regalo y sentí que una calma
instantánea me invadía. La misma calma se apoderaba de mí cada vez que estaba
cerca de Ridge.
El deseo en sus ojos cuando se hundió en mí, su fuerza extraordinaria mientras se
mecía sin piedad dentro de mí, y la forma en que me estiró como si me amoldara a él
mientras me llenaba con cada centímetro de su amor, todo era tan surrealista, y
encontré mi mano a menudo rozando el espacio debajo de mi cuello para encontrar
mi camino de regreso al centro.
Palpé alrededor de mi cuello por la parte de él que apreciaría por siempre y jadeé
cuando me di cuenta de que ya no estaba allí.
—¡Oh no! —chillé y di la vuelta, esperando ver el collar en algún lugar del puente.
Sin pensarlo dos veces, corrí hacia el campo de maíz, sin importarme si Harold
intentaba atropellarme con ese maldito tractor de nuevo. Nada podría hacer que el
día fuese peor de lo que ya era.
Continué por el campo, a través de la hierba alta, sobre tierra fangosa, y aceleré
el paso cuando vi la cima de la colina más adelante. Mi collar tenía que estar ahí. Debí
haberlo dejado caer en medio de toda la emoción. Pero en el momento en que llegué
a la cima y noté que Ridge había limpiado todas las pruebas de nuestra noche
especial, mi corazón se hundió.
Ignorando las nubes que crecían constantemente, me puse de rodillas y comencé
a arrastrarme por la escasa hierba. Intenté con todas mis fuerzas no entrar en pánico
cuando, después de una falsa alarma tras otra, no encontré nada.
Sin estar lista para rendirme, decidí volver sobre mis pasos de regreso al puente
183
y bajé por la ladera de la colina que habíamos bajado ese día, sin detenerme hasta
que llegué al pie de la mina. Mis ojos estaban fijos en las rocas rojas a mis pies cuando
finalmente vi algo que me dio esperanza. Una de las rosas que había sostenido cuando
salté estaba tirada en el suelo.
Me agaché para recogerla, esperando encontrar mi collar a su lado. No tuve
suerte, pero cuando me acerqué a la rosa, noté que los pétalos estaban aplastados. No
era el fin del mundo, pero la decepción pesó mucho. La noche anterior había sido
todo y más, y odiaba que un pedazo de la noche se arruinara.
Me paré y giré en un círculo lento, notando demasiado bien el inquietante silencio
que me rodeaba. El cielo todavía se estaba oscureciendo y las nubes grises se
alzaban, pero la brisa que había sacudido los árboles minutos antes había
desaparecido. Incluso los pájaros habían dejado de piar. Todo estaba
inquietantemente silencioso, como la calma antes de la tormenta.
Un repentino destello de un recuerdo de la noche en que me asusté en el bosque
entró en mi mente. Sentí la misma sensación de malestar que se había apoderado de
mí entonces, pero no sabía por qué. Eché una mirada lenta y amplia a lo que me
rodeaba, pero no vi nada fuera de lugar.
Mis ojos se posaron en las barras de acero de la mina. La puerta estaba cerrada,
tal como la recordaba de ese mismo día, con el candado todavía colgando de la
puerta, tragué saliva por el nudo que crecía rápidamente en mi garganta.
Con mi curiosidad despertada por mi descubrimiento, puse mis dedos alrededor
de las barras y miré dentro. No esperaba ver nada más que un oscuro mar de nada,
como el primer día que Ridge y yo descubrimos la misteriosa mina. En cambio, un
viejo carro de extracción de minerales estaba colocado en las vías del tren cerca de
la entrada. ¿Cómo me lo había perdido antes?
La confusión y los escalofríos me invadieron, haciendo que todo el vello de mi
cuerpo se erizara. El miedo se apoderó de mí mientras giraba. Sentí como si alguien
me estuviera observando, pero mil veces más fuerte que antes.
No había nada más que un claro vacío antes de la sección de hierba alta y bosque
que se encontraba con el arroyo. Dando un pequeño paso hacia adelante, respiré
lenta y, frenéticamente, traté de recuperar mi ingenio. No tenía absolutamente nada
que temer. Pero cuando todo mi cuerpo se petrificó y contuve la respiración, lo
escuché: el crujir de la tierra blanda bajo unos pesados pies, la maleza alta
balanceándose como si estuviera siendo empujada a un lado, luego la quietud.
Miré en la dirección de los ruidos con mis sentidos en alerta máxima. No tenía
adónde correr. Adelante era mi única opción a menos que quisiera volver a escalar la
montaña, lo cual podía hacer, pero no podría escapar de lo que fuera eso.
Entonces vi la punta de una flecha apuntando directamente a mi cabeza. Detrás,
había un hombre sosteniendo un arco. Llevaba un camuflaje gris de la cabeza a los
pies y una máscara de calavera cubría todo su rostro.
No tuve tiempo de reaccionar.
Soltó su agarre, dejando volar la flecha, y mi vida pasó ante mis ojos.
184
E
l tiro era demasiado fácil. En el preciso momento en que el cazador soltó la
flecha, cambió su objetivo y la flecha se clavó en la vieja estructura de
madera alrededor de la abertura de la mina, en lugar de la cabeza de
Camila.
La flecha cumplió su propósito. Camila echó a correr, moviéndose tan rápido que
incluso él perdió su primer paso. Un escalofrío se apoderó de él. La persecución era
para lo que vivía. Y Camila Bell se acababa de convertir en su próximo objetivo.
No tenía otra opción ahora que ella había visto bien la mina. Había visto demasiado
y el riesgo era demasiado grande. Si alguna vez hubo una buena excusa para matar a
la chica, entonces era esa. Le diría a alguien lo que había visto, y ellos investigarían y 185
encontrarían el túnel de su mina y la tierra privada a la que conducía. Verían los
trofeos invaluables de años de juego que había cazado ilegalmente, luego lo
arrestarían y descubrirían que no había cometido todos esos crímenes solo.
Había venido al bosque esta noche para desahogarse. Quizás fue el destino lo que
puso a Camila en su camino. Ahora que el plan A claramente le había fallado, matar a
la chica parecía un gran plan B. Después de todo, los accidentes de caza ocurrían todo
el tiempo. El largo cabello oscuro de Camila podría confundirse fácilmente con un
animal.
El cazador deslizó otra flecha del carcaj que descansaba sobre sus hombros. Y
cuando la chica se apresuró a pasar junto a él, a no más de treinta metros de distancia,
la vio irse. Trató de mantener la calma, aunque la adrenalina, la cual ansiaba más que
a un venado, corría por sus venas.
Diez, nueve, ocho, siete… contó en silencio, dándole a la chica el tiempo suficiente
para ganar algo de ventaja. Entonces comenzó la caza.
C
orrer siempre había sido una forma de meditación para mí. Nunca lo había
hecho por ejercicio o por acondicionamiento, y nunca había competido en
un deporte escolar. No tenía ningún deseo de hacerlo. Pero tenía energía.
A lo largo de los años, me di cuenta de que toda la energía que dispersaba gracias
a mis carreras era exactamente lo que necesitaba. Para cuando llegaba a la cima de
la colina, estaba tan relajada que a pesar de lo que fuera que me había enviado allí
en primer lugar, como un mal día o una pelea con mis padres, tenía la mente clara
para lidiar con mis emociones. Y sin siquiera intentarlo, me había ganado la
resistencia de un león.
Era rápida. Cuando mi adrenalina me alimentaba, corría aún más rápido. Pero 186
cuando un psicópata decidió perseguirme con un arco y una flecha por el bosque, el
miedo avivó esa adrenalina y volé.
Los árboles pasaban zigzagueando por mi visión periférica mientras esquivaba
cada obstáculo que podía bloquearme del loco que me perseguía. Incluso si yo fuera
más rápida que él, no podría correr más rápido que su flecha.
Mis pantorrillas quemaban y mi garganta ardía, pero mi confianza, mi velocidad y
mi determinación fueron inútiles. Una vez que esa segunda flecha pasó zumbando
directamente por mi cabeza y se clavó en el árbol justo en frente de mí, supe que ya
había perdido.
Una risa sombría resonó desde las profundidades del bosque, provocando que un
sollozo escapara de mí. No podría haberlo evitado si lo hubiera intentado. El terror
que corría por mis venas era demasiado para mí. Pero estaba tan cerca del puente. No
podía rendirme.
Fiuuuuuu.
Después de otra flecha, vino otra risa amenazadora.
Clavé mis talones en el suelo, destruyendo el terreno en mi escape. Aunque sólo
tenía una vista parcial a través de la brecha en los árboles, quise llorar lágrimas de
felicidad al ver el puente más adelante.
La carrera me estaba agotando y ya no me quedaba energía. Cuando pude ver
mejor el puente, mis lágrimas de felicidad se convirtieron en lágrimas de
tristeza. Ridge todavía no estaba allí. ¿Dónde está? Nunca me hacía esperar mucho,
especialmente no por la noche.
El miedo me invadió y emergió la desesperación. El hombre de la máscara todavía
estaba detrás de mí. Podía escuchar sus pies golpeando contra la tierra.
—¡Ayuda! —Otro sollozo brotó de mis labios—. ¡Ayuda! —grité más fuerte
mientras me lanzaba hacia el campo de maíz, en una misión desesperada para
encontrar a Ridge. Al menos allí, podría esconderme entre los tallos de maíz en lugar
de correr cuesta arriba entre las vides.
Seguí adelante, aunque mis pasos se ralentizaron. Pero antes de que pudiera salir
del bosque para irrumpir en el campo de maíz, otra flecha pasó zumbando a mi lado,
rozando mi costado en mi cintura antes de deslizarse a través de los escombros. Mi
piel se abrió e hice una mueca de dolor. El calor inundó mis ojos mientras cubría mi
herida con mi mano, sin dejar de correr.
La distracción era un demonio. Mi enfoque ya no estaba en el camino que tenía por
delante ni en correr en patrones creativos para evitar otra flecha, sino en dónde
podría estar Ridge. Y eso fue un grave error.
En mi siguiente paso hacia adelante, mi pie se atascó en un tronco gigante que vi
demasiado tarde, lanzándome hacia el suelo justo frente del campo de maíz. Un grito
salió de mi garganta y atravesó mis pulmones, y sólo me detuve cuando mi cabeza
golpeó contra el suelo. 187
El leve sonido de un disparo resonó en el aire.
Me hundí, rezumando y disolviéndome en la noche. Entonces mi mundo comenzó
a tornarse negro.
U
na sirena se escuchaba en la distancia, pero de alguna manera, sabía que
se acercaba.
—¡Está aquí!
La voz de pánico me confundió. No pertenecía a Ridge, y era a él a
quien quería oír. Al menos, eso era lo que recordaba a través de la niebla en mi
cabeza.
Pero ¿por qué me duele todo? El dolor en mi costado picaba como ningún otro. Me
dolían todos los músculos del cuerpo y me ardían las pantorrillas, como si hubiera
corrido demasiado rápido durante demasiado tiempo. Gemí al concentrarme en mi
dolor de cabeza, que me hacía sentir que iba a explotar. 188
No llores, Salvaje.
Prácticamente podía oír las palabras de Ridge como un susurro en el viento.
Unas manos me agarraron y me pusieron de espaldas. Gemí, pero en mi mente,
estaba gritando hasta el cansancio. Sólo quería que el dolor cesara.
—¡Está respirando! —gritó la persona, y luego sentí que su rostro se acercaba—.
Camila, ¿puedes oírme?
Gritos de alivio y pasos se acercaron, luego los cuerpos comenzaron a agolparse
a mi alrededor. Mis ojos se abrieron y traté de ignorar el dolor para ver quién estaba
a mi lado. El cabello oscuro y las líneas de la edad aparecieron a la vista.
—Gus. —Mis palabras eran apenas un susurro—. ¿Qué está pasando? —Incluso
con mi mente gritando a mi cuerpo que se moviera, no podía.
Gus asintió.
—Vas a estar bien. Ahora estás a salvo. —Sus ojos amistosos buscaron los míos—.
¿Qué estabas haciendo en los campos de maíz de Harold, Camila? Después de esa
horrible pelea con tu padre, deberías haberlo sabido.
—Mija, ¿en qué estabas pensando?
Giré para ver las rodillas de mamá cayendo en la tierra al otro lado de mí. Me
agarró la mano y la apretó. Mis ojos se dirigieron directamente hacia arriba, donde
mi papá estaba de pie con las manos en las caderas y la cabeza inclinada, como si
estuviera listo para llorar. No pude procesar su preocupación. Sacudiendo la cabeza,
intenté sentarme de nuevo y sentí que mis fuerzas empezaban a regresar.
Gus añadió presión, manteniéndome abajo.
—No intentes moverte demasiado rápido —me regañó—. Te has dado un buen
golpe en la cabeza y estás sangrando por la cintura. La ayuda está en camino, pero
tienes que tomártelo con calma hasta que llegue.
Luché contra mi dolor de cabeza para intentar recuperar algo de claridad. Para
sentirme como me sentía, lo que había ocurrido debía ser grave. Poco a poco,
empecé a recordar trozos de lo sucedido: la pelea con mis padres, el puente y el
collar perdido.
Uno a uno, volví sobre mis pasos, que me llevaron al lado equivocado de la
montaña, donde había visto la mina cerrada. Los latidos de mi corazón empezaron a
acelerarse cuando me vino a la mente un destello de camuflaje y una máscara de
calavera a juego visible entre la maleza. Y al imaginarme la punta de la flecha volando
por el aire, casi pude creer que estaba sucediendo de nuevo.
Como una bala, salí disparada, ignorando el agarre de Gus y el dolor que me
recorría el cuerpo. Mi respiración se aceleró mientras miraba el espacio que nos
rodeaba. Todo lo que vi fue una visión de una máscara de cráneo de camuflaje gris y
un cazador loco al acecho de mi sangre.
—¿Dónde está? ¿Dónde está el hombre de la máscara? —El pánico me inundó
189
hasta que volvió la niebla que me había ahogado antes de desmayarme.
Empecé a levantarme, pero Gus me sujetó.
—Tranquila, Camila. Vas a estar bien.
—¿Qué? —chillé, sin entender cómo podía estar tan tranquilo—. Había un hombre
que me perseguía por el bosque con un arco y una flecha. —Mi respiración era
demasiado rápida y mis palabras se habían vuelto confusas—. Me disparó. Intentaba
matarme. —Las lágrimas corrían por mis mejillas.
Gus me agarró por los hombros y apretó.
—Está muerto, Camila.
No creí haberle oído bien. Parpadeé con fuerza, tratando de fijar su rostro en mi
mirada.
—¿Qué?
—Está muerto. Te vas a poner bien. Y ese... hombre... —Gus escupió la palabra
como si acabara de masticar basura—. No volverá a hacerte daño.
Finalmente registré sus palabras.
—Pero ¿cómo? —Volví a recorrer el espacio—. ¿Dónde está?
Gus levantó su linterna y reveló un cuerpo sin vida tendido en el suelo a unos
treinta metros de distancia. Luego hizo un paneo hacia arriba, revelando a otro
hombre, uno con una escopeta colgando a su lado. Bruno también estaba allí, con los
dientes al descubierto, y su gruñido era bajo y constante mientras miraba al hombre
enmascarado. Mi cuerpo empezó a temblar de nuevo al ver a Harold Cross, que tenía
una mirada hosca.
—¿L-Lo mataste?
Harold me devolvió la mirada.
—Bruno estaba gruñendo como un lunático antes de salir corriendo hacia el
bosque. Fui tras él, y fue entonces cuando vi al hijo de puta con su arma apuntándote.
Ni siquiera lo pensé. Simplemente le disparé. Pero no quise matarlo. Me hubiera
gustado ver al bastardo entre rejas por allanamiento.
El hecho de que el hombre que había intentado atropellarme con un tractor
acabara de salvarme la vida me produjo un sobresalto. Sacudiéndome, miré a Gus.
—Por favor, ayúdame a levantarme.
—Camila...
—Gus, ayúdame a levantarme. Necesito ver la cara del hombre que intentó
matarme. —Lo miré fijamente a los ojos—. Por favor.
Suspiró y finalmente me ayudó a ponerme de pie. Con sus brazos alrededor de
mí, nos acercamos cojeando al cuerpo que estaba a los pies de Harold. Ya le habían
quitado la máscara del cráneo, que descansaba inquietantemente sobre su pecho.
Trip apuntó su linterna hacia el hombre, y en el momento en que lo vi bien, me 190
estremecí.
—¿Lo reconoces, Camila?
Miré entre Gus y Harold, confundida.
—No. —Volví a mirar al hombre—. Nunca lo he visto. ¿Debería reconocerlo?
Harold se encogió de hombros y se aclaró la garganta.
—Este es Dave Lachey, un ganadero de Ouray.
Lachey, Lachey, Lachey. El apellido familiar se repetía en mi mente mientras
trataba de ubicarlo. Entonces me di cuenta, y mis ojos se dispararon de nuevo a los
de Harold.
—¿El hermano de Jason? ¿Del campamento Lachey? —En todo caso, sólo me sentí
más confundida—. ¿Pero por qué? ¿Por qué querría hacerme daño? Ni siquiera lo
conozco.
El ceño permanente de Harold se profundizó.
—Jason es un cliente mío, así que conocía a su hermano. Loco Dave, le llaman. Un
tipo perturbado. Supongo que estaba aquí cazando, y cuando te vio, debió pensar
que eras un ciervo o algo así.
Fruncí el ceño, todavía tratando de reconstruir los acontecimientos del día. La
ansiedad por el hecho de que alguien pensara que lo que acababa de ocurrir era un
accidente se apoderó de mí. Había mirado directamente a los ojos de aquel hombre.
Se había reído mientras me perseguía, como si yo formara parte de algún juego
enfermizo que estaba jugando.
—No —dije finalmente con un movimiento firme de cabeza—. Estaba jugando
conmigo. Dejándome ganar distancia para poder cazarme. —Me estremecí—. En un
momento dado, corrí junto a él y ni siquiera intentó disparar.
Harold se estremeció.
—No sé, Camila. Como dije, el hombre estaba perturbado. Había entrado y salido
de la cárcel por delitos de caza furtiva. Pero no creo que jamás le hiciera daño a un
humano.
Incapaz de seguir mirando al muerto, di un paso atrás tambaleante. Con mi
energía agotada, todo mi cuerpo empezó a ceder, pero no quería irme. Aunque
Harold me había salvado la vida y Gus había estado allí cuando me desperté, algo me
parecía mal. La boca de mi estómago se endureció cuando me di cuenta exactamente
de dónde venía esa sensación. La pérdida en mi corazón era demasiado fuerte para
ignorarla.
—Harold, ¿dónde está Ridge? —Por un segundo, me dio pánico que alguien se
enojara conmigo, pero luego me di cuenta de que no me importaba. Necesitaba verlo.
Necesitaba saber que estaba bien.
Gus y mis padres desviaron la mirada y Harold volvió a aclararse la garganta.
191
—Se fue, cariño. Se fue de la ciudad. Dijo que tampoco lo buscaras.
Mis labios se separaron, pero mi corazón no creyó ni una sola palabra.
—No. —Negué—. No me haría eso. No se iría así.
Lo prometió. Ridge prometió que no volvería a dejarme. Pero aunque intentara
negar lo inevitable, en el fondo sabía la verdad. Ridge no había estado en el puente
cuando debía estarlo, y Harold aún había estado en el campo a altas horas de la noche,
cuando normalmente no estaba.
—¿Te envió al puente para hablar conmigo?
Harold asintió.
—Sí, cariño, lo hizo.
Unas lágrimas frescas me picaron en el fondo de los ojos, y mi corazón se estrujó
con cada pizca de esperanza que me quedaba por él.
—Camila —dijo mi madre con suavidad—. Vamos a llevarte a la casa, donde
podrás descansar. Estoy segura de que las autoridades llegarán pronto y tendrán
muchas preguntas.
Después de otro momento de silencio y una inclinación de cabeza hacia Harold
Cross, apreté a Gus con fuerza y dejé que me acompañara hacia el viñedo. Y con una
última mirada hacia atrás, me despedí de mi pasado.
Siempre supe que no era mío para conservarlo, pero eso no cambiaba la forma en
que lo amaba: silenciosa, suavemente y desde la distancia.
A medida que las estaciones cambiaban, los tallos de maíz crecían con fuerza y las
vides florecían con esperanza. Pero nada de eso importaba, no cuando la tierra a
nuestros pies nos ataba en una rivalidad centenaria. Nunca habíamos tenido una
oportunidad.
Decían que la vida pasaba ante tus ojos camino de la muerte, pero aquella noche,
después de que mi último grito saliera de mi garganta y mi mundo empezara a
desvanecerse, sólo pensé en él y en sus dulces ojos de chocolate, en su mirada
desesperadamente cautelosa y en su silencio que tenía más peso que el oro.
Debería haber muerto esa noche. En lugar de eso, crucé el puente iluminado por
la luna y nunca regresé. Dejé que la rivalidad ganara. Si tan sólo eso hubiera sido
suficiente para mantenernos a salvo. Si tan sólo no tuviéramos un puente entre
nosotros.

192
N
ada podría haber preparado mi corazón para la nostalgia que me invadió
en el momento en que volví a pisar los terrenos del viñedo hoy.
Parece que ha pasado toda una vida desde los días en que mi mundo se
sentía tan interminable y salvaje como los campos por los que solía correr, cuando la
vida no era más que una gran aventura, abundante y disponible. Pero las cosas han
cambiado, y la vida nos ha cambiado a todos.
Una brisa fría entra cuando abro las puertas francesas que dan al balcón de mi
antiguo dormitorio. Después de cerrarlas, bajo rápidamente la cremallera de mi
chaqueta blanca.
A menudo solía contemplar el viñedo desde este mismo lugar. Más allá de la suave 193
pendiente del terreno hay árboles con un escarpado arroyo y un puente de madera.
Pero el propósito del puente es inútil. El simbolismo es inútil. No nos conecta. En
cambio, separa las dos cosas que una vez amé más en el mundo, dejándome
indefensa.
Despacio, observo la vista familiar, que ofrece una perspectiva muy diferente a la
de cuando era más joven. Cuando era niña, los meses de invierno nunca fueron mis
favoritos. No podía ver la belleza del oro blanco que empolvaba la tierra ni apreciar
la frescura del aire. Cuando todo estaba en calma y en silencio, el caos que había en
mí se acumulaba como una tormenta mortal que amenazaba con golpear. El invierno
siempre se sentía como mi prisión personal.
Tal vez el simple hecho de que ahora soy mayor es la razón por la que encuentro
paz en lo que solía ser mi caos. Puedo mirar las vides heladas y ver la vida en lo que
solía creer que permanecía inactivo durante seis meses al año. Ahora sé que no es
así. Aunque los capullos no florezcan y las hojas no cobren vida, hay una historia muy
diferente bajo la superficie, donde las raíces siguen creciendo, absorbiendo
nutrientes mientras se preparan para la primavera.
El sistema de raíces de una vid es un fenómeno que he llegado a comprender de
una manera que se siente paralela a mi vida durante los últimos diez años. Tal vez, en
cierto modo, yo también he estado inactiva. Aunque he pasado tiempo alejada de las
vides familiares, nunca he dejado de crecer, de aprender y de prepararme para el
futuro que siempre he soñado. Sólo que ya no estaba segura de que ese sueño fuera
lo que quería, después de haberlo perdido aquella noche.
Respiro profundamente y luego lo suelto en un flujo lento y constante. Lista o no,
estoy en casa.
Casa es una palabra tan extraña para un lugar que se ha sentido como mi peor
pesadilla durante más de una década. Pero los efectos duraderos de esa noche
hicieron más que romper mi corazón. Mi familia nunca se recuperó, desgarrada por
la rivalidad que lo inició todo. Me fui a la universidad y mi madre se mudó a la casa
de invitados. Hace tres meses, papá murió de un derrame cerebral mientras cortaba
uvas de las viñas que tanto amaba. Como había prometido, me dejó el viñedo de la
familia Bell y todas sus operaciones comerciales, si yo decidía aceptarlas.
Como graduada universitaria con varios títulos de UC Davis, todos en el campo de
viticultura y enología, y con numerosos estudios internacionales en mi haber, puedo
decir que me he esforzado. Ahora es el momento de pagar mis cuotas donde más
importan.
Con un rápido giro, entro en mi antigua habitación y arrojo mi chaqueta sobre la
antigua cama de cuatro postes antes de dirigirme al baño para prepararme para la
cena. Al abrir el grifo del lavabo, ya puedo oler el rico aroma de una paella casera.
Es sólo el aroma de mi plato favorito de arroz y marisco, pero me envuelve igual que
mis recuerdos cada vez que visito mi casa. Sólo que esta vez, su poderosa fragancia
tiene un efecto diferente en mí, uno que me revuelve las entrañas y dispara todas las
terminaciones nerviosas de mi cuerpo.
194
Tras la muerte de papá, mamá se trasladó a su antigua habitación para llorar por
él. Aunque su matrimonio estaba roto desde hacía años, ella nunca perdió la
esperanza de que él volviera. Ninguno de los dos me dio detalles íntimos, pero
siempre supuse que el hecho de que nunca se separaran del todo era una promesa
silenciosa de que nunca encontrarían otro amor como el que compartieron.
Pongo las manos bajo el agua caliente y me inclino para lavarme la cara. Tendré
que volver a acostumbrarme al gélido invierno. Vivir en el norte de California, sin
tener que estar en condiciones de hielo ni preocuparme de que se me congelen las
puntas del cabello, me ha echado a perder.
Después de cerrar el grifo, tomo una toalla de mano enrollada de la pequeña cesta
del lavabo para secarme y me miro en el espejo.
Mi cabello castaño oscuro está ligeramente despeinado por el viaje, aunque no es
nada que no pueda arreglar un rápido peinado con los dedos. Mi cara, en cambio, va
a necesitar algo más. Tengo ojeras por la falta de sueño de anoche, y el dolor
permanente en el costado se intensifica por momentos.
Los sentimientos de ansiedad siempre han tenido la costumbre de quitarme el
sueño, pero la idea de volver a casa permanentemente me ha estado retorciendo por
dentro durante semanas. Ahora que ya estoy aquí, estoy hecha un manojo de nervios.
Mis ojos se cierran mientras respiro profundamente y me concentro en estabilizar
mi ritmo cardíaco. Combatir los recuerdos de mi pasado era mucho más fácil cuando
pasaba los fines de semana un par de veces al año antes de volar de vuelta a
California. Me refugiaba en la casa, visitaba a la familia y a los amigos que pasaban
por allí y luego seguía mi camino. Por muy tentador que fuera rastrear las raíces de
mi pasado y correr a través de las vides hasta el puente y más allá, volver allí, física o
mentalmente, era demasiado doloroso de soportar.
Las pesadillas de esa noche me persiguen a menudo. A veces son tan reales que
me despierto sudando frío y gritando a pleno pulmón. Cuando por fin me despierto y
me doy cuenta de que todo es un sueño, pienso en Ridge. Su rostro es el único
recuerdo que regula mi respiración. A pesar de cómo terminó todo, los pensamientos
sobre él aún logran darme paz, incluso cuando no está conmigo.
Bueno, excepto ahora, cuando verlo de nuevo es una realidad más que nunca. No
puedo dejar de pensar en cómo reaccionaré o en lo que diré, y no puedo imaginar
que el reencuentro sea nada más que incómodo. Aunque tengo muchas preguntas,
estoy demasiado endurecida por el dolor para hacerlas y demasiado rota para
preocuparme por las respuestas.
Por desgracia, al crecer en el pequeño pueblo de Telluride, aprendí que no existe
eso de evitar tus problemas. Todo el mundo conoce tus asuntos, y los que quieren que
fracases serán los primeros en anunciar la noticia en el momento en que lo hagas. La
gente buena también existe, pero las malas hierbas crecen incluso en la hierba más
verde, y las serpientes encuentran la forma de deslizarse por todo ello.
Al salir del cuarto de baño, me concentro en el aquí y el ahora, es decir, en las
fiestas de esta noche. La mayoría de las cajas de mi armario siguen cerradas, pero 195
todavía tengo un armario lleno de ropa vieja. Algo debería servirme todavía. Me
dirijo a un rincón del fondo del armario y veo un viejo vestido amarillo que no es en
absoluto adecuado para esta noche, teniendo en cuenta que era mi vestido de verano
favorito cuando tenía catorce años. Paso los dedos por la tela de algodón desgastada
y me estremezco, recordando la razón exacta por la que era mi favorito.
—Una niña podría perderse en estos campos de maíz, vestida así.
La voz tranquila de Ridge es sólo un recuerdo, pero es tan clara como el día en que
dijo las palabras. Se me aprieta el pecho, y mi siguiente respiración profunda lucha a
través de mis vías respiratorias apretadas. Cada pensamiento sobre él siempre trae
lo malo con lo bueno, y no hay forma de evitarlo, de volver atrás o de olvidar. Estoy
sola con mis pensamientos, que amenazan con asfixiarme cada vez que llegan. Y,
como hago siempre, aparto todos los pensamientos sobre él en el fondo de mi mente
y trato de hacer frente a cualquier tarea que tenga entre manos.
La tela roja me llama la atención y me dirijo inmediatamente a ella. Compré el
vestido por capricho en el instituto pensando en Ridge, pero en cuanto lo llevé a casa
y mamá le dio un vistazo, me ordenó que lo volviera a guardar en el armario. Ha
permanecido aquí todos estos años, y aunque no es exactamente apropiado para el
clima, no tengo planes de escapar a la fría noche.
Me pongo el vestido, que parece una bata, y me pongo las mangas largas y
transparentes sobre los brazos. El vestido tiene una abertura en el lado derecho que
llega hasta la mitad del muslo y un escote pronunciado que se detiene justo por
encima de mi ombligo. Para ser un hallazgo de última hora, funciona bastante bien.
Después de rizarme el cabello y recogérmelo en una media coleta, elijo unas
sencillas joyas plateadas para el cuello y las orejas, saco un par de botas negras de
tacón del armario. Todo el conjunto es demasiado elegante para mi gusto, pero el
asunto de esta noche no debe ser sencillo. La velada que me espera es una especie
de celebración en la que yo soy la invitada de honor. Todo el mundo está intentando
desesperadamente seguir adelante tras la muerte de mi padre, y esperan que yo les
guíe.
En cuanto empiezo a bajar la escalera de caoba, no sólo el aroma de lo que hay en
la cocina despierta mis sentidos, sino que las risas sinceras de mi madre, de los
trabajadores del viñedo y de nuestros amigos cercanos me hacen entrar en el
presente.
Esto es real. Esto está sucediendo.
Como heredera del Viñedo y Bodega de la Familia Bell, he llegado a tomar lo que
es mío, lo que solía sentirse siempre como mío. Y lo volveré a sentir así.
Mi primera tarea: corregir los errores que han maldecido a mi familia durante más
de un siglo y reescribir el futuro antes de que sea demasiado tarde.

196
197
N
ada podría haber preparado mi corazón para la nostalgia que me invadió
en el momento en que volví a pisar los terrenos del viñedo hoy.
Parece que ha pasado toda una vida desde los días en que mi mundo se
sentía tan interminable y salvaje como los campos por los que solía correr, cuando la
vida no era más que una gran aventura, abundante y disponible. Pero las cosas han
cambiado, y la vida nos ha cambiado a todos.
Una brisa fría entra cuando abro las puertas francesas que dan al balcón de mi
antiguo dormitorio. Después de cerrarlas, bajo rápidamente la cremallera de mi
chaqueta blanca.
A menudo solía contemplar el viñedo desde este mismo lugar. Más allá de la suave 198
pendiente del terreno hay árboles con un escarpado arroyo y un puente de madera.
Pero el propósito del puente es inútil. El simbolismo es inútil. No nos conecta. En
cambio, separa las dos cosas que una vez amé más en el mundo, dejándome
indefensa.
Lentamente, observo la vista familiar, que ofrece una perspectiva muy diferente a
la de cuando era más joven. Cuando era niña, los meses de invierno nunca fueron mis
favoritos. No podía ver la belleza del oro blanco que empolvaba la tierra ni apreciar
la frescura del aire. Cuando todo estaba en calma y en silencio, el caos que había en
mí se acumulaba como una tormenta mortal que amenazaba con golpear. El invierno
siempre se sentía como mi prisión personal.
Tal vez el simple hecho de que ahora soy mayor es la razón por la que encuentro
paz en lo que solía ser mi caos. Puedo mirar las vides heladas y ver la vida en lo que
solía creer que permanecía inactivo durante seis meses al año. Ahora sé que no es
así. Aunque los capullos no florezcan y las hojas no cobren vida, hay una historia muy
diferente bajo la superficie, donde las raíces siguen creciendo, absorbiendo
nutrientes mientras se preparan para la primavera.
El sistema de raíces de una vid es un fenómeno que he llegado a comprender de
una manera que se siente paralela a mi vida durante los últimos diez años. Tal vez, en
cierto modo, yo también he estado inactiva. Aunque he pasado tiempo alejada de las
vides familiares, nunca he dejado de crecer, de aprender y de prepararme para el
futuro que siempre he soñado. Sólo que ya no estaba segura de que ese sueño fuera
lo que quería, después de haberlo perdido aquella noche.
Respiro profundamente y luego lo suelto en un flujo lento y constante. Lista o no,
estoy en casa.
Casa es una palabra tan extraña para un lugar que se ha sentido como mi peor
pesadilla durante más de una década. Pero los efectos duraderos de esa noche
hicieron más que romper mi corazón. Mi familia nunca se recuperó, desgarrada por
la rivalidad que lo inició todo. Me fui a la universidad y mi madre se mudó a la casa
de invitados. Hace tres meses, papá murió de un derrame cerebral mientras cortaba
uvas de las viñas que tanto amaba. Como había prometido, me dejó el viñedo de la
familia Bell y todas sus operaciones comerciales, si yo decidía aceptarlas.
Como graduada universitaria con varios títulos de UC Davis, todos en el campo de
viticultura y enología, y con numerosos estudios internacionales en mi haber, puedo
decir que me he esforzado. Ahora es el momento de pagar mis cuotas donde más
importan.
Con un rápido giro, entro en mi antigua habitación y arrojo mi chaqueta sobre la
antigua cama de cuatro postes antes de dirigirme al baño para prepararme para la
cena. Al abrir el grifo del lavabo, ya puedo oler el rico aroma de una paella casera.
Es sólo el aroma de mi plato favorito de arroz y marisco, pero me envuelve igual que
mis recuerdos cada vez que visito mi casa. Sólo que esta vez, su poderosa fragancia
tiene un efecto diferente en mí, uno que me revuelve las entrañas y dispara todas las
terminaciones nerviosas de mi cuerpo.
199
Tras la muerte de papá, mamá se trasladó a su antigua habitación para llorar por
él. Aunque su matrimonio estaba roto desde hacía años, ella nunca perdió la
esperanza de que él volviera. Ninguno de los dos me dio detalles íntimos, pero
siempre supuse que el hecho de que nunca se separaran del todo era una promesa
silenciosa de que nunca encontrarían otro amor como el que compartieron.
Pongo las manos bajo el agua caliente y me inclino para lavarme la cara. Tendré
que volver a acostumbrarme al gélido invierno. Vivir en el norte de California, sin
tener que estar en condiciones heladas ni preocuparme de que se me congelen las
puntas del cabello, me ha echado a perder.
Después de cerrar el grifo, tomo una toalla de mano enrollada de la pequeña cesta
del lavabo para secarme y me miro en el espejo.
Mi cabello castaño oscuro está ligeramente despeinado por el viaje, aunque no es
nada que no pueda arreglar un rápido peinado con los dedos. Mi rostro, en cambio,
va a necesitar algo más. Tengo ojeras por la falta de sueño de anoche, y el dolor
permanente en el costado se intensifica por momentos.
Los sentimientos de ansiedad siempre han tenido la costumbre de quitarme el
sueño, pero la idea de volver a casa permanentemente me ha estado retorciendo por
dentro durante semanas. Ahora que ya estoy aquí, estoy hecha un manojo de nervios.
Mis ojos se cierran mientras respiro profundamente y me concentro en estabilizar
mi ritmo cardíaco. Combatir los recuerdos de mi pasado era mucho más fácil cuando
pasaba los fines de semana un par de veces al año antes de volar de vuelta a
California. Me refugiaba en la casa, visitaba a la familia y a los amigos que pasaban
por allí y luego seguía mi camino. Por muy tentador que fuera rastrear las raíces de
mi pasado y correr a través de las vides hasta el puente y más allá, volver allí, física o
mentalmente, era demasiado doloroso de soportar.
Las pesadillas de esa noche me persiguen a menudo. A veces son tan reales que
me despierto sudando frío y gritando a pleno pulmón. Cuando por fin me despierto y
me doy cuenta de que todo es un sueño, pienso en Ridge. Su rostro es el único
recuerdo que regula mi respiración. A pesar de cómo terminó todo, los pensamientos
sobre él aún logran darme paz, incluso cuando no está conmigo.
Bueno, excepto ahora, cuando verlo de nuevo es una realidad más que nunca. No
puedo dejar de pensar en cómo reaccionaré o en lo que diré, y no puedo imaginar
que el reencuentro sea nada más que incómodo. Aunque tengo muchas preguntas,
estoy demasiado endurecida por el dolor para hacerlas y demasiado rota para
preocuparme por las respuestas.
Por desgracia, al crecer en el pequeño pueblo de Telluride, aprendí que no existe
eso de evitar tus problemas. Todo el mundo conoce tus asuntos, y los que quieren que
fracases serán los primeros en anunciar la noticia en el momento en que lo hagas. La
gente buena también existe, pero las malas hierbas crecen incluso en la hierba más
verde, y las serpientes encuentran la forma de deslizarse por todo ello.
Al salir del cuarto de baño, me concentro en el aquí y el ahora, es decir, en las
fiestas de esta noche. La mayoría de las cajas de mi armario siguen cerradas, pero 200
todavía tengo un armario lleno de ropa vieja. Algo debería servirme. Me dirijo a un
rincón del fondo del armario y veo un viejo vestido amarillo que no es en absoluto
adecuado para esta noche, teniendo en cuenta que era mi vestido de verano favorito
cuando tenía catorce años. Paso los dedos por la tela de algodón desgastada y me
estremezco, recordando la razón exacta por la que era mi favorito.
—Una niña podría perderse en estos campos de maíz, vestida así.
La voz tranquila de Ridge es sólo un recuerdo, pero es tan clara como el día en que
dijo las palabras. Se me aprieta el pecho, y mi siguiente respiración profunda lucha a
través de mis vías respiratorias apretadas. Cada pensamiento sobre él siempre trae
lo malo con lo bueno, y no hay forma de evitarlo, de volver atrás o de olvidar. Estoy
sola con mis pensamientos, que amenazan con asfixiarme cada vez que llegan. Y,
como hago siempre, aparto todos los pensamientos sobre él en el fondo de mi mente
y trato de hacer frente a cualquier tarea que tenga entre manos.
La tela roja me llama la atención y me dirijo inmediatamente a ella. Compré el
vestido por capricho en el instituto pensando en Ridge, pero en cuanto lo llevé a casa
y mamá le dio un vistazo, me ordenó que lo volviera a guardar en el armario. Ha
permanecido aquí todos estos años, y aunque no es exactamente apropiado para el
clima, no tengo planes de escapar a la fría noche.
Me pongo el vestido, que parece una bata, y coloco las mangas largas y
transparentes sobre mis brazos. El vestido tiene una abertura en el lado derecho que
llega hasta la mitad del muslo y un escote pronunciado que se detiene justo por
encima de mi ombligo. Para ser un hallazgo de última hora, funciona bastante bien.
Después de rizarme el cabello y recogérmelo en una media coleta, elijo unas
sencillas joyas plateadas para el cuello y las orejas, saco un par de botas negras de
tacón del armario. Todo el conjunto es demasiado elegante para mi gusto, pero el
asunto de esta noche no debe ser sencillo. La velada que me espera es una especie
de celebración en la que yo soy la invitada de honor. Todo el mundo está intentando
desesperadamente seguir adelante tras la muerte de mi padre, y esperan que yo les
guíe.
En cuanto empiezo a bajar la escalera de caoba, no sólo el aroma de lo que hay en
la cocina despierta mis sentidos, sino que las risas sinceras de mi madre, de los
trabajadores del viñedo y de nuestros amigos cercanos me hacen entrar en el
presente.
Esto es real. Esto está sucediendo.
Como heredera del Viñedo y Bodega de la Familia Bell, he llegado a tomar lo que
es mío, lo que solía sentirse siempre como mío. Y lo volveré a sentir así.
Mi primera tarea: corregir los errores que han maldecido a mi familia durante más
de un siglo y reescribir el futuro antes de que sea demasiado tarde.

201
L
as luces de la villa mediterránea bailan mientras la fiesta continúa. Nunca
esperé que me invitaran a la celebración de su regreso a casa, aunque no
habría ido si lo hubieran hecho. Aunque ahora existe una tregua entre las
granjas, sigue habiendo una tensión subyacente.
Aun así, me picó la curiosidad y subí la montaña nevada para llegar a la cima en la
oscuridad. Estar envuelto en la oscuridad es una ventaja cuando quieres permanecer
invisible para la única persona de tu vida que te ha visto de verdad. Pero eso fue hace
mucho tiempo.
Desde hace tres meses, la noticia de que Camila Bell volvía a la ciudad ha corrido
como la pólvora. Desplieguen las alfombras rojas. La heredera de Patrick Bell vuelve a 202
casa. Puede que esas no fueran las palabras exactas de los lugareños, pero hablaban
de su vuelta a casa como si fuera de la realeza. Siendo el viñedo de la familia Bell un
elemento básico de la agricultura de nuestra pequeña ciudad, supongo que puedo
entender por qué. Pero las emociones están definitivamente mezcladas entre la gente
del pueblo, ya que la mayoría de ellos recuerdan el incidente que tuvo lugar antes de
que ella se fuera.
Han circulado muchas versiones diferentes de lo que ocurrió aquella noche, pero
Harold estaba allí y me contó lo que vio: que un cazador entró sin permiso y confundió
a Camila con un animal. Bruno se dirigió hacia la conmoción en el bosque, poniendo
a Harold en alerta. Camila corrió en dirección a los maizales, con el miedo en el
rostro, y Harold vio a un hombre con un arco y una flecha detrás de ella. Apuntó con
su escopeta al pecho del hombre. Camila tropezó y Harold disparó, matando al
cazador en el acto. Hasta que no le arrancó la máscara de caza al hombre, no lo
reconoció como el hermano de Jason Lachey, Dave.
Todavía me dan escalofríos cuando me imagino los hechos tal y como los explicó
Harold. Las otras historias que circulan por ahí, aquellas en las que Camila pensaba
que Dave Lachey la perseguía a propósito por el bosque, son demasiado inquietantes
para creerlas. Me reconfortó saber que Camila estaba viva y preparada para vivir sus
sueños.
Camila siempre supo que dirigiría el viñedo de su padre. Estaba muy orgullosa
de poder contribuir algún día al legado de su familia, y yo la conocía lo
suficientemente bien como para no dudar de ella. Una vez que Camila se proponía
algo, su determinación ganaba siempre. Supongo que nada ha cambiado en ese
sentido, aunque haya sido necesaria la muerte de su padre para que vuelva a
Telluride.
No sé qué esperaba ver o sentir cuando emprendí la caminata nocturna por la fría
ladera, pero el gran peso en mi pecho me dice que no voy a averiguarlo esta noche.
Se han roto demasiados corazones. El odio ha ganado. Y mientras Camila continuará
con el legado de su padre, yo sigo intentando salvar lo que pueda del mío.
Puede que Camila y yo volvamos a ser vecinos, pero volvemos a estar donde
empezamos: enemigos con un puente entre nosotros.
Apoyando las palmas de las manos en la nieve detrás de mí, hago un movimiento
para ponerme de pie, y entonces algo en el piso superior de la villa me llama la
atención. Reconozco el balcón del dormitorio de Camila y las puertas francesas que
se abren.
Hasta este momento, nadie de la fiesta ha salido al exterior. Supongo que su
atuendo los deja con demasiado frío para atreverse a tomar un paseo. Pero cuando
aparece en el balcón una chaqueta blanca inflada, cabello castaño oscuro y un rostro
que suele rondar mis sueños, mi corazón se detiene a mitad de camino.
Exhalo lentamente, liberando una cortina sobre una visión que no puedo creer. Es
como si me hubieran golpeado con la realidad para la que debería haber estado
preparado. Pero nadie puede sentirse preparado cuando se enfrenta al fantasma de
su pasado. 203
Una visión de Camila de la última vez que la tuve en mis brazos invade mi mente.
Su largo y hermoso cabello que colgaba sobre sus hombros y rozaba mi pecho
desnudo mientras me montaba. Su rabia por lo que consideraba mi traición, exhibida
en la rápida sacudida de sus caderas mientras me llevaba más adentro. Sus largas
uñas blancas que se clavaban en mi pecho, aferrándose a mí como si fuera a
desaparecer en cualquier momento. Los preciosos ojos verdes de Camila que se
centraban en los míos, desafiándome a apartar la mirada con la misma ferocidad que
me había intrigado desde el principio. Sus largas pestañas que caían hasta la parte
superior de sus mejillas mientras sus labios rosa oscuro se abrían lo suficiente para
dejar escapar un agudo gemido a la primera señal de otro orgasmo.
Ella estaba al mando aquella noche secreta en la que volvimos a estar juntos,
tomando las riendas y dándome placer de todas las formas que había soñado. No me
lo merecía. No la merecía después de lo que había hecho y donde había estado. Si
Camila Bell tenía una oportunidad en el infierno de seguir sus sueños, tendría que ser
sin el peso de la historia de nuestras familias.
Así que volví a alejarme de ella, odiándome más y más a cada paso que daba en
la dirección equivocada, sabiendo que ella nunca me lo perdonaría.
Ahora observo cómo se agarra a la barandilla del balcón mientras mira hacia la
pendiente descendente del viñedo. Incluso desde aquí, puedo ver en su rostro la
añoranza de lo que una vez fue. Mira hacia la entrada del bosque y el puente que la
trajo a mí al principio. Me doy cuenta de que está pensando en los sueños que una
vez compartimos antes de que se convirtieran en pesadillas.
O tal vez no esté pensando en nada de eso. Tal vez sea yo quien sienta el anhelo
en mis entrañas, en mi alma y en cada latido de mi corazón. Eso explicaría el dolor en
mi pecho, que se intensifica cada vez que pienso en mi Salvaje.
Como si me oyera decir su nombre, levanta la vista en mi dirección. Por un
segundo, puedo imaginar que nuestros ojos se encuentran de nuevo y esa misma
chispa en mí luchando contra el mismo fuego que compartíamos cuando éramos más
jóvenes. Pienso en el sabor de sus labios mientras me rindo a unos sentimientos que
ya no pueden ocultarse.
Éramos un fuego salvaje, y juntos formábamos una tormenta de fuego, un tornado
de calor y viento, con los pasados vacíos de nuestras familias abriendo una brecha
entre nosotros.
Pero la vida es muy diferente ahora. Nuestros pasados han sido crueles. Nuestro
tiempo juntos se acabó antes de que empezara de verdad. Y como nos han enseñado
nuestros antepasados, no existe la posibilidad de reescribir el pasado. En todo caso,
la historia se repetirá.

204
—C
amila, ven a ayudarme en la cocina.
La voz de mamá suena alegre, y se sobrepone al ruido de la
multitud que viene sobre todo del salón.
—Ya voy, mamá. —Echo un vistazo al gran vestíbulo de la
entrada. Parece que todo el mundo ha sido invitado esta noche, desde los antiguos
compañeros de póker de mi papá, pasando por los trabajadores del viñedo, hasta los
clientes de toda la vida. Mis viejos conocidos de la escuela también están aquí, lo cual
es extraño, ya que no he hablado con muchos de ellos desde que me mudé. Pero eso
es lo que tienen los pueblos pequeños. Nadie se convierte en un extraño.
Bajo a hurtadillas el resto de la escalera y entro en la cocina. Cuando veo a mamá 205
trabajando, me río. No necesita mi ayuda para nada. La paella ya está hecha,
calentándose en una gran olla sobre el fuego, mientras unos cuantos hombres y
mujeres se mueven a su alrededor, preparando el pan, el postre y los aperitivos.
—Parece que lo tienes cubierto, mamá.
Me sonríe por encima del hombro, con la piel del contorno de los ojos arrugada.
A primera vista, parece que apenas ha envejecido. Su piel acaramelada sigue siendo
lisa, salvo por las profundas arrugas que rodean su boca y las vetas grises que
atraviesan su cabello castaño oscuro. Puede que tenga cincuenta y cinco años, pero
sigue siendo tan bella como siempre.
Mamá me tiende una mano y, cuando la tomo, me atrae hacia ella.
—No se siente así. No he cocinado un banquete para tanta gente en años.
La alegría ilumina sus ojos, provocando una punzada en mi corazón.
—Extrañabas esto, ¿verdad?
Asiente mientras que su sonrisa se desvanece.
—También lo extraño a él, mija. Tu papá era un gran trabajador. A pesar de
nuestras diferencias, me encantaba lo mucho que amaba este lugar. Su pasión nos
mantuvo unidos durante mucho tiempo.
—Y su pasión los rompió a los dos también. Lo sé, mamá. —Frunzo el ceño, y mi
corazón se siente pesado. Odio el recuerdo de cómo mis padres se desmoronaron. A
veces me culpo por lo que fue de ellos. Si nunca me hubiera enamorado de Ridge, no
habría traicionado los deseos de mi papá. No habría dejado a Trip la noche del baile,
mi padre no se habría enfurecido tanto conmigo, no habría salido aquella noche en
busca de un collar que nunca encontré y no habría acabado sola en el bosque con un
hombre enmascarado que aún persigue mis sueños. Tal vez entonces mis padres no
habrían tenido una razón constante para discutir después de que me mudara de casa.
Cuando papá se enterró en su trabajo más que nunca, mi madre se sintió abandonada
y sola.
Mi mano se dirige al lugar del cuello donde antes colgaba mi collar. Sé que no
debo desear un destino diferente al que me tocó. Por mucho que lo desee, es inútil
quedarse en el pasado. Nunca me arrepentiré de haber amado a Ridge Cross. Espero
que mi madre tampoco se arrepienta.
—Te amaba mucho —ofrezco suavemente.
Su expresión cambia de nuevo, a una endurecida que adoptó por tener que
enfrentarse a su testarudo marido.
—Todo lo que ese hombre tenía que hacer mientras yo preparaba eventos como
éste era beber su bourbon y encender cigarros con sus chicos en la casita.
Me río y rodeo a mamá con un brazo mientras dejo que mi mejilla se apoye en su
hombro.
—Siempre has sido muy buena con nosotros. Gracias por ayudarnos esta noche.
Sé que es difícil para ti.
206
Desliza una mirada cautelosa en mi dirección.
—Para ti también, mija. No creas que me puedes engañar con esa sonrisa pintada
y esta gran fiesta de lujo. Hace diez años que no vives aquí. En una vida, eso es mucho
tiempo.
—Estoy bien. —Repito las palabras en mi mente, como si finalmente pudiera
creerlas.
Los ojos de mamá buscan los míos antes de soltar un suspiro y apretar el brazo que
le he puesto sobre los hombros.
—Bueno, por si sirve de algo, tu padre estaría muy orgulloso de saber que has
elegido continuar con el legado familiar. Ya estaba encantado con tus estudios y tus
viajes. En cierto modo, creo que siempre vivió a través de ti.
Su expresión se vuelve melancólica. Me ha hablado de sus muchos deseos, y
convencer a papá de que la llevara de vacaciones era uno de ellos. Él dedicó su vida
al viñedo, y mamá le acompañó en el viaje, fuera ella infeliz o no. Es indudablemente
leal, paciente y la persona más amable que jamás conoceré, y por eso nunca sintió la
necesidad de divorciarse de él. Siempre tuvo la esperanza de que él viera lo que
había perdido.
—¿Tú crees?
—Oh, sí. Patrick siempre quiso viajar, pero nunca tuvo tiempo para ello. Siempre
dijo que quería algo diferente para ti, algo más de lo que se hubiera permitido para
sí mismo. De ahí la razón por la que te presionó tanto para que te fueras.
Una nube oscura atraviesa mis pensamientos.
—A veces tengo la sensación de que quería quitarme de en medio.
Mamá frunce los labios y sacude la cabeza.
—No, mija. ¿Cómo pudiste pensar eso? Él te quería mucho. Siempre se iluminaba
al pensar en darte este lugar, y siempre creyó que harías grandes cosas con él. —
Frunce el ceño—. Sin embargo, diré esto. Creo que hubo cosas que no quería que
vieras en los últimos diez años. Los malos negocios que hizo, las dificultades
financieras que pasó y la calidad que sacrificó para embotellar más vino con más
frecuencia. Todo empezó a ir cuesta abajo. Apenas hablaba de ello, pero era
imposible ignorar que había perdido de vista por qué amaba este lugar.
Odio pensar que mi padre perdiera el control de este viñedo. ¿Cómo es posible
que este lugar se enfrente a dificultades financieras? No tiene sentido, pero estoy
segura de que pronto descubriré más de lo que quería saber.
Mi garganta se vuelve espesa por la emoción.
—Bueno. Él tomó sus decisiones.
Ella asiente.
—Lo hizo. Y fue muy feliz una vez. Creo que siempre luchaba por volver a ese lugar
feliz. Pero en el proceso, se perdió muchas cosas. —Un silencio pesado nos invade,
luego vuelve a apretar mi mano—. Prométeme, mija. Prométeme que nunca dejarás 207
de hacer lo que sea que te haga feliz. Ya sea viajar o tomar más clases. —Mira por la
larga ventana sobre el fregadero hacia los campos—. Estas vides tienen una forma
complicada de clavarse en lo más profundo de tu alma y enredarte con sus raíces. Y
déjame decirte, Camila. Sentirte atrapada es una maldición que nunca soñaría que
soportaras.
Por un segundo, pienso en la inquietante verdad de sus palabras. El
comportamiento de papá y su necesidad de venganza basada en una antigua disputa
familiar estaba fuera de control. La rabia que se apoderó de él cuando se enteró de
lo de Ridge y lo mío sigue siendo un recuerdo inquietante. Ser arrancada de la
persona que amas se siente muy parecido a estar atrapada. Pero nunca trató de ver
mi lado de las cosas.
Cuando terminamos de preparar el resto de la cena y metemos algunas
guarniciones en el horno, ayudo a mamá a salir a la fiesta para buscarle un asiento.
Lleva todo el día en la cocina y le insisto en que se lo tome con calma. Tenemos
personal para servir.
—Bienvenida a casa, Camila. Creo que una felicitación está en orden.
Levanto la vista y me encuentro con Thomas Bradshaw, cuya sonrisa no llega a sus
ojos. Se me revuelve el estómago ante la falsa felicitación, y sé que este encuentro es
solo el primero de muchos que vendrán.
—Gracias, Thomas. Es bueno estar de vuelta.
Asiente, evaluándome con la mirada.
—Nadie está más emocionado de tenerte de vuelta que tu madre, por supuesto,
pero sé que mi hijo también está ansioso por reencontrarse. Tú y Trip fueron muy
amigos en su día. Tal vez vuelvan a serlo.
Suelto una carcajada, tratando de ocultar mi incomodidad. Incluso después de diez
años, Thomas sigue insinuando que seamos más.
—Seguro que Trip ya ha encontrado una esposa. —Sé que no lo ha hecho, pero
espero que mi comentario sea suficiente para mantener a Thomas a raya.
—Ya conoces a mi hijo. Es muy exigente, ese chico. Créeme. He estado
presionando durante años. Ya estoy listo para tener nietos.
Aunque siempre he sido precavida con Thomas Bradshaw, esta noche me ha
despistado. Su tono cordial casi me hace pensar que quiere evitar cualquier
animosidad que hayamos compartido en el pasado, y tal vez eso no sea tan malo, ya
que vamos a trabajar juntos.
—Trip iba a venir esta noche, pero una cena con un cliente lo alejó.
No me importa lo suficiente como para cuestionar lo que Thomas quiere decir con
cena con clientes, así que permito que la oleada de alivio me inunde, sabiendo que se
ha evitado un reencuentro incómodo. Durante mis breves visitas, Trip y su hermana,
Raven, eran dos personas que intentaba evitar a toda costa.
—Bueno —digo, esbozando una sonrisa—, me alegraré de verlo cuando nos 208
encontremos de nuevo. Espero que esté bien.
La mirada confusa que me lanza Thomas a continuación y la mirada interrogante a
mamá me revuelven las entrañas.
—¿Qué es? —Miro entre mamá y Thomas riendo—. ¿Qué me estoy perdiendo
aquí?
Mi madre me da unas palmaditas en la pierna mientras lanza una mirada de
advertencia a Thomas.
—No hay nada que deba discutirse esta noche, Camila. Bebe vino. Sé feliz. Mañana
será un día de negocios.
Durante la siguiente hora, mientras me mezclo con viejos amigos y familiares, las
palabras de mi madre siguen sacudiéndome. Josie finalmente me saca de esto con
una mirada mordaz antes de agarrarme de la mano y tirar de mí por el vestíbulo y el
pasillo trasero.
Cuando llegamos a la puerta de madera arqueada que conduce a la bodega, me
lanza una sonrisa por encima del hombro y me río. Ella y yo, bajando a hurtadillas a
la cava para beber de los barriles de todos los vinos mezclados que mis padres han
estado probando recientemente, me resulta demasiado familiar. Siempre nos reíamos
demasiado y compartíamos todos nuestros secretos.
Hay muchos barriles listos, pero ya somos mayores, así que ya no es necesario
sacar vino a escondidas. Rápidamente, explora la sección de vinos añejos en la pared
más alejada, toma uno y lo coloco en una vieja mesa de madera que tiene tocones de
árbol como patas.
—Siéntate —dice, con un tono que advierte que me va a dar un sermón.
Me siento lentamente mientras una sensación de advertencia se arremolina en mí.
—¿De qué se trata esto, Josie? Te das cuenta de que tenemos prácticamente todo
un viñedo de vino arriba en la fiesta.
Hace una mueca y empieza a descorchar la botella.
—Eso no suena tan divertido como abrir una vieja y polvorienta botella. Es tu
culpa, sabes. Abner odia mi gusto por las vinos ricos y antiguos. —Sonríe cuando el
corcho salta.
Abner es su marido, corredor de bolsa en el centro de Telluride. Viven en una
pintoresca sección de la ciudad que tiene vistas al cañón. Están locamente
enamorados. Me gusta creer que es sólo cuestión de tiempo para que empiecen a
tener hijos. Me alegro por mi mejor amiga, aunque daría cualquier cosa por volver
atrás en el tiempo y pasar el día juntas, libres de toda responsabilidad y con nuestra
única preocupación en la vida: los chicos a los que elegimos dar nuestro corazón.
—¿Estás segura de que no es tu culpa? Resulta que recuerdo que fuiste una
influencia muy fuerte en mi desobediencia.
Deja escapar una carcajada.
—¿Influencia? Más bien cómplice. Yo no era Salvaje. —Me guiña un ojo y se me
revuelve el estómago ante el viejo apodo—. Hacías lo que te daba la gana y no te 209
dejabas presionar por nadie.
De acuerdo, puede que Josie tenga razón en eso. Puede que haya sido yo quien la
haya animado a unirse a mí en numerosas aventuras, por las que nuestros padres nos
habrían estrangulado. Pero no puedo decir que tenga un solo arrepentimiento
después de todas las oportunidades que tuvimos para experimentar.
Josie levanta una copa y me hace un gesto para que tome la mía.
—Por ti, por haber venido finalmente a casa para quedarte. Es donde debes estar,
amiga, aunque te cueste admitirlo.
Inclino la cabeza, aceptando su brindis.
—Por el hogar. —Esbozo una sonrisa y choco mi copa con la suya. Me mira a los
ojos mientras bebemos, y sé que está preparando una continuación. Puedo sentirlo,
espesando el aire como una niebla que se cierne sobre nuestras cabezas.
—Iba a esperar para sacar el tema si podía evitarlo, pero simplemente no puedo.
Hay un elefante gigante en la habitación, y creo que tenemos que hablar de él.
Incluso yo pensé que Josie esperaría para abordar el tema. Ella sabe que no
hablamos de él. No puedo hablar de él.
—Es inútil, Josie. Está en mi pasado, enterrado a dos metros de profundidad, y ahí
se quedará.
Mentiras. Mentiras descaradas, transparentes, falsas. Pero amar significa que me he
vuelto genial guardando secretos, incluso a mi mejor amigo.
—No te creo.
Me encojo de hombros, sabiendo que mi respuesta es obstinada e inmadura, pero
la forma en que mis entrañas se sienten, como sí quisieran salirse de mi piel, me dice
que no es el momento ni el lugar para esta conversación.
—No necesito que me creas. Aunque quisiera verlo, no fui yo quien se fue. Dos
veces. —El simple hecho de pronunciar las palabras hace que se me apriete la
garganta y la ira se acumule en mí pecho—. No voy a tener esta conversación —
susurro.
Me mira fijamente antes de acomodarse en su asiento y dar un trago a su vino.
Cuando retira la copa, presiona el tallo entre las yemas de los dedos.
—No te pido que me cuentes lo que pasó entre ustedes después de aquella
horrible noche.
—Bien —digo.
—Pero regresaste —dice, ignorando mi tono duro—. Y aunque has podido evitar
a Ridge todo este tiempo, la cuestión no es si lo volverás a ver sino cuándo. Es sólo
cuestión de tiempo.
Abro la boca para detenerla, pero es demasiado rápida.
—Y cuando vuelvas a verlo, será mejor que tengas cuidado, Camila. —Los ojos de
Josie se abren de par en par, el miedo arde alrededor de sus iris y hace que mi 210
corazón lata más rápido.
—Las cosas han cambiado mucho por aquí desde que te fuiste. Ahora has vuelto
para siempre, así que vas a ver eso. Pero sabes mejor que la mayoría que la historia
se repite. Esta ciudad no necesita otra disputa entre los Bell y Cross surgiendo de las
cenizas.
Trago saliva y enderezo los hombros para que vea que hablo enserio.
—Ridge me rompió el corazón, Josie. Se acabó en ese entonces. Todavía está
acabado. Y si lo vuelvo a ver, cuando lo vuelva a ver, seré cordial. Pero nunca
olvidaré.
Josie parece querer confiar en mis palabras pero no está segura de poder hacerlo.
—Bien —dice finalmente. Luego asiente, como si finalmente aceptara mi
respuesta—. De acuerdo.
L
a fiesta dura demasiadas horas. Me siento borracha y agotada por una noche
de risas con gente que apenas conozco mientras escondo la nostalgia por
alguien que conozco demasiado bien. Una década es tiempo suficiente para
que los sentimientos por un amor perdido se desvanezcan. Para mi familia y mis
compañeros, diez años son suficientes para olvidar por completo.
Pero yo sé algo que nadie más en esta sala sabe. Han pasado cinco años desde
que vi por última vez a Ridge Cross, no diez.
Cuatro años después de dejar Telluride marcaron el significado de muchas cosas.
Se suponía que Ridge y yo íbamos a reunirnos y estar juntos de nuevo, pero eso fue
antes de que él decidiera romperme el corazón. Otra fue mi primera graduación 211
universitaria en la UC Davis. La última fue la muerte de Harold Cross.
Rápidamente se corrió la voz por el pueblo y luego llego a mí sobre el extraño
accidente del viejo agricultor de maíz. Harold había estado desmenuzando el grano
en un silo cuando resbaló. Segundos después, los granos lo absorbieron como arenas
movedizas y murió.
Al conocer la noticia, no lo pensé dos veces. Tomé el primer vuelo del aeropuerto
regional de Telluride y fui a Ridge. Conduje hasta la granja de los Cross y golpeé la
puerta principal. Horas después, descubrí que había llegado demasiado tarde.
Según los documentos del tribunal, esa misma noche seca de verano en que murió
su padre, Ridge se emborrachó y llevó el tractor de Harold al centro del campo,
donde provocó un incendio, quemando hasta el último trozo de la cosecha. La granja
Cross no produjo maíz ese año, y Ridge Cross fue a la cárcel del condado de San
Miguel por incendio de cuarto grado provocado.
Un año después de su condena, me encontré de nuevo en Telluride, frente a la
cárcel, esperando su liberación. Nunca olvidaré haberle visto de nuevo después de
todo ese tiempo, ni olvidaré la forma en que sus ojos fríos encontraron los míos,
deteniendo mi corazón por completo. Le odiaba, pero le amaba igualmente.
En ese momento, hacía cinco años que no veía a Ridge. Tenía veinticinco años y,
si tuviera que adivinar por su aspecto, la cárcel no lo había tratado bien.
Me había roto el corazón en mil pedazos, había perdido a su último progenitor
vivo y era un pirómano convicto. Sin embargo, mi corazón seguía sacudiendo mi caja
torácica como si quisiera liberarse al verlo.
Ridge parecía un verdadero rebelde ese día, con un caqui, una camiseta negra y
botas negras. Su cabello parecía recién cortado y su rostro seguía teniendo la fuerza
de siempre, pero no pude obviar la frialdad de su mirada. Lo que antes me recordaba
al chocolate derretido se había endurecido hasta convertirse en bloques de hielo. Si
había pensado que se descongelarían con una sola mirada hacia mí, estaba muy
equivocada.
Le hice un gesto para que se acercara, permaneciendo en mi auto de alquiler
mientras mi corazón palpitaba como un colibrí. No me había atrevido a ir a casa a por
mí Jeep por miedo a que alguien supiera el motivo de mi visita. Aunque existía una
tregua entre las familias, esa tregua no se aplicaba a Ridge y a mí. Hacía tiempo que
me había dado cuenta del motivo de la desaparición de Ridge aquella noche. Yo era
la moneda de cambio, y Ridge había obedecido para proteger las tierras de su padre.
Puso fin a una disputa centenaria sin más, como si yo fuera un daño colateral que no
merecía ni un segundo pensamiento.
Fuera de la cárcel, Ridge parecía estar contemplando su próximo movimiento. Su
cabeza se movía de un lado a otro, como si quisiera hacer una salida rápida. No
intentaría detenerlo. No estaba tendiendo una trampa. Acababa de salir de la cárcel,
y lo último que quería hacer era volver a meterlo entre otros barrotes. Era libre. Todo
lo que podía hacer era poner la oferta ahí fuera.
Pasaron los minutos, pero cuando Ridge empezó a acercarse a mí, mi corazón se
aceleró. Sentí como si me hubiera devuelto a la vida. A pesar de lo obstinada que
212
había sido durante los últimos cinco años, prometiéndome que nunca le perdonaría,
me di cuenta de que los sentimientos y el perdón eran dos cosas distintas. Podía
odiarle por lo que había hecho y seguir amando al hombre que recordaba. El conflicto
estaba más allá de mi capacidad de procesamiento y, en ese momento, decidí no
intentarlo.
Cada paso que daba hacia mí era como una revelación del nuevo Ridge Cross, que
era un producto del mundo poco amable. Seguía siendo el niño inocente que había
perdido a su madre, pero la máscara que llevaba parecía impenetrable. No esbozaba
ninguna sonrisa, sus ojos no se iluminaban al verme, y cada paso hacia mí tenía el
mismo ritmo estoico que el anterior.
Subió al asiento del copiloto de mi auto. Ninguno de los dos pronunció una palabra
mientras manejaba, y él no cuestionó mi dirección cuando pasé por la entrada de su
rancho. No me pidió que redujera la velocidad cuando tomé las curvas de la montaña
demasiado rápido. En su lugar, bajó la ventanilla y disfrutó del aire fresco mientras
atravesábamos las montañas de San Juan. Su silencio era suficiente. Siempre había
sido suficiente.
Me detuve en un pintoresco terreno con cabañas de madera, tiendas de campaña
y aguas termales y respiré profundamente. Me pareció la primera vez. Entonces miré
a Ridge, que giraba lentamente el cuello para mirarme.
Tragué saliva, sintiéndome repentinamente nerviosa. Cuando tomé la decisión de
recogerlo de la cárcel, no tenía un plan, solo una necesidad. Necesitaba verlo y saber
que estaba bien. Pero empezaba a darme cuenta de que Ridge no era el único del que
tenía que preocuparme. Me rompería de nuevo cuando todo terminara.
—Voy a conseguirnos una habitación.
Sus ojos se entrecerraron ligeramente.
—¿Por qué? —Su voz era más grave de lo que recordaba, y la suavidad se había
perdido.
Suspiré.
—N-no lo sé.
—¿Durante cuánto tiempo?
La molestia me atravesó.
—¿Por qué? ¿Hay algún lugar en el que necesites estar?
Su mirada se oscureció.
—¿Cuánto tiempo, Camila?
Nuestra historia era demasiado frágil para tantear el terreno. A pesar de todo lo
que habíamos pasado, y de todo lo que él había hecho, yo había querido ser la
primera persona que viera fuera de la cárcel. Y quería que estuviéramos solos. Más
allá de eso, no pensé. Solo actué.
—No lo sé. No planeé esto. Sólo quería asegurarme de que estabas bien, y p-pensé
213
que podríamos hablar.
Negó.
—No hay nada de qué hablar.
Mi corazón se hundió, lo cual era injusto para Ridge. Fui yo quien lo llevó allí, y me
había dicho una y otra vez que no tenía expectativas, pero tal vez sí las tenía. Tal vez
en el montón de escombros que era mi corazón, esperaba que Ridge quisiera volver
a juntar esos pedazos y cumplir la promesa que me había hecho hace mucho tiempo.
Cuatro años, como mucho. Aparentemente, nada de eso le importaba ya.
La única habitación que quedaba era lo que el dueño llamaba su casa del pozo, que
no era más que una pequeña cabaña de madera con una cama matrimonial, una estufa
de leña, un baño, y una fuente termal privada. Deseaba que los hermosos detalles de
la elegante cabaña, de aspecto auténtico, hubieran robado mi atención cuando
entramos. Tenía mucho que asimilar, si no fuera por el hombre que entró en la cabaña
detrás de mí.
Se duchó antes de ponerse la ropa con la que había venido, me maldije por no
haber pensado en traerle una camisa y un pantalón nuevo que no nos recordaran a
los dos dónde había estado el último año, y luego se dirigió hacia la puerta principal
y la abrió.
Mi ritmo cardíaco se aceleró por el miedo a que me dejara.
—Me voy a dar un paseo —gruñó sin volver a mirarme, luego salió y cerró la
puerta tras de sí.
Se fue durante horas, dejándome con mis oscuros e infelices pensamientos. El
arrepentimiento no era algo que sintiera a menudo, pero empezaba a preguntarme si
recoger a Ridge había sido una mala idea. El hecho de que hubiera subido a mi auto
era lo único a lo que podía aferrarme. Pero con cada segundo que pasaba, me
desquiciaba.
Estaba sentada fuera, junto a la hoguera que había hecho, cuando regresó, y le
seguí hasta la cabaña, con las entrañas temblando de rabia. Cerré la puerta de golpe,
lo que hizo que se diera la vuelta y me mirara con los ojos muy abiertos.
Por fin, una reacción.
—Lo entiendo, Ridge. No quieres hablar. Puedo respetar eso, pero por lo menos
sé que estás conmigo.
Me fulminó con la mirada.
—Perdóname por no querer estar encerrado más de lo que ya he estado. Sólo he
ido a dar un paseo. Tú también podrías haber venido.
Se me cayó la mandíbula.
—No me pediste que fuera. Te fuiste, como siempre.
Su mandíbula se tensó.
—¿Cuándo empezaste a necesitar permiso para hacer lo que querías? Si hubieras
querido caminar conmigo, habrías caminado.
214
Con un gruñido frustrado, me aparté y me dirigí al fuego para apagarlo. ¿En qué
estaba pensando al traerlo aquí? ¿Qué estaba pensando él al venir si lo único que quiere
es alejarse de mí?
Me golpeé en mis pensamientos, teniendo un debate interno sobre si debía poner
fin a lo que sea que fueran mis intenciones equivocadas. ¿Por qué estar aquí si
realmente no quiere?
Para cuando las llamas fueron sofocadas y no quedó más que humo, ya era de
noche. Volví a entrar en la cabaña, dispuesta a dar a Ridge la opción de marcharse y
acabar con esto.
—¿Siempre hablas cuando estás sola?
Me sobresalté y miré hacia su voz. Ridge estaba de pie junto a la ventana, sin más
ropa que el pantalón con el que le había recogido. Con el brazo apoyado en el marco,
miraba hacia el lugar donde estaba la hoguera. El fuego de la estufa estaba encendido
a su lado, con sus sombras lamiendo su piel.
Aunque no estaba segura de cuánto tiempo había estado observándome, el hecho
de que lo hubiera hecho era suficiente para calentarme el pecho. Ignorando su
pregunta, caminé hacia él, entre el miedo, los nervios, y las dudas. Y cuando me
detuve frente a él, le puse suavemente una mano en el pecho. Tenía una constitución
que ningún granjero debería tener, con unos músculos que ni siquiera sabía que
existían. Cada pico de piedra conducía al siguiente valle. Y cada valle llevaba a un
río que creaba una cuadrícula de ocho piezas que formaba su abdomen. Trazaba cada
línea con una firmeza que requería fuerza de voluntad para mantenerla. Mi corazón
latía con fuerza. Ridge Cross era un hombre hermoso y, a pesar de todo, nada
deseaba más que hacerlo mío de nuevo.
—Cuando Harold me dijo que te habías ido de la ciudad aquella noche, juré que
nunca te perdonaría —susurré—. Sabías que marcharte me rompería el corazón, y lo
hiciste de todos modos. Pero el momento en que lo hiciste... —Me estremecí—. Al
principio, no intenté averiguar por qué te habías ido. Estaba demasiado llena de rabia
como para preocuparme. Debiste escuchar lo que me pasó esa noche, pero nunca te
acercaste para ver si estaba bien.
—No pude. —Su voz sonaba destrozada por la angustia y la culpa. Empezó a
acercarse a mí, pero se detuvo—. Hice lo que tenía que hacer.
—¿Hiciste lo que tenías que hacer? —Mi voz tembló al subir otro decibelio—.
Podría haber muerto esa noche, y a ti ni siquiera te importó.
Su mandíbula se endureció.
—Si crees por un sólo segundo que no lo hice... —Cerró los ojos y giró la cabeza
para mirar la ventana.
Mi ritmo cardíaco se aceleró.
—¿Qué ibas a decir?
Negó. 215
—Nada. Te dije que no quería hablar.
Miré con desprecio y respiré por la nariz.
—Sé que fuiste tú quien acabó con el enfrenamiento.
La forma en que su cuerpo se quedó completamente inmóvil, sin siquiera una
respiración agitada, fue un gran indicio de que tenía razón.
—Está bien. No tienes que confirmar con tus palabras lo que tu cuerpo acaba de
decirme. Hiciste un trato con el diablo, y sacrificaste mi corazón en el proceso. No te
preocupes, Ridge. No se lo diré a nadie. Puede ser nuestro pequeño secreto. Mi padre
te hizo elegir, y tú elegiste tu maizal antes que estar conmigo. ¿No es cierto?
Su pecho se hinchó mientras se inclinaba hacia delante.
—Eso no es... —Pero lo que quería decir no salió. En su lugar, su manzana de Adán
se balanceó, y se inclinó hacia atrás sobre sus talones—. Era la única manera.
Así de fácil, su confirmación rompió todos los fragmentos que quedaban de mi
corazón.
—Entonces, ¿por qué te metiste en mi auto si es tan fácil para ti entregarme? ¿Por
qué sigues aquí? —Dejé caer mi mano de su pecho, atrayendo sus ojos de nuevo a los
míos—. ¿Por qué me estabas mirando por la ventana hace un momento? —Todo mi
cuerpo se estremeció.
Los ojos de Ridge brillaron con rabia antes de volver a apagarse.
—Ya sabes por qué.
Sus palabras deberían haberme hecho feliz. Su confesión debería haber sido
suficiente para hacerme creer que aún podía amarme.
—Pero tomaste tu decisión y nunca podrás retractarte. Hemos perdido años por
ello.
—¿Crees que no lo sé? —Su gruñido furioso me sacudió—. Me estoy muriendo
lentamente por dentro por lo que he perdido. No me queda nada. Nada. Y aunque
estemos aquí ahora, eso no cambia de dónde venimos. Pero tú me has traído aquí,
Camila. ¿Por qué? ¿Para qué, si ya sabías por qué me fui?
Negué con frustración. La guerra en mi cabeza creaba bajas en mis pensamientos
esperanzadores, matándolos uno a uno. Finalmente, no pude aguantar más. Dejé
escapar un gruñido.
—Intenté olvidarte, pero no pude. No debería seguir amándote, pero lo hago. Lo
que debería hacer ahora mismo es salir por esa puerta y no volver a mirar atrás, pero
no lo haré... a menos que tú lo quieras.
Cuando no hizo ningún movimiento ni dijo ninguna otra palabra, me pasé el
vestido gris ajustado por la cabeza y lo dejé caer al suelo. Lo único que oía era mi
corazón chocando contra mi caja torácica, lo único que veía era un hombre al que no
podía dejar de amar por mucho que lo intentara, y lo único que sentía era nuestra
energía, que siempre nos había conectado, chispeando en el aire y rodeándonos con
sus llamas. 216
Pasando mi cabello sobre un hombro, esperé a que hiciera el siguiente
movimiento. Si íbamos a cometer este error, lo haríamos juntos, los dos sabiendo que
estaba mal, pero deseándolo igualmente. No volvería a tocarlo, hasta que dejara claro
que él también me quería.
Esperé lo que me pareció una eternidad, pero no se movió. Ni siquiera dejó de
mirar mi cuerpo casi desnudo. En lugar de eso, se quedó allí con una firmeza en su
expresión que me decía que no se rompería.
No le creí. Apartándome del montón de tela a mis pies, caminé hacia atrás hasta
que la parte posterior de mis rodillas golpeó la cama, y me senté. Su cabeza
finalmente comenzó a girar, y sus ojos se fijaron en cada parte de mí, excepto en mi
mirada penetrante. Permaneció inexpresivo durante todo su escrutinio, lo que me
hizo sentir temblorosa y ansiosa bajo mi piel.
Lo único que quería era que reaccionara ante mí y que volviera a desearme. Tal
vez entonces recordaría lo que una vez compartimos.
Me empujé hacia atrás hasta apoyarme en el centro del colchón. Mi corazón latía
a mil por hora mientras me tumbaba y me quitaba la braga. Abriéndome a él, metí la
mano entre las piernas y presioné un dedo sobre mi clítoris, soltando un suspiro ante
el primer contacto con mi sensible capullo.
Por encima del fuego crepitante, no podía oír su reacción, pero podía sentir su
mirada caliente justo donde la quería, en mí, mientras me daba placer, rodeando mi
clítoris hasta que estuve lo suficientemente cerca como para correrme. No dejé de
hacerlo, negándome a sentir vergüenza. Dejé que Ridge viera que me había
convertido en una mujer desesperada que necesitaba las caricias de un hombre, y
que él era el único del que lo aceptaría. Mis dedos habían sido todo lo que había
tenido desde la noche del baile con Ridge. Me había vuelto buena fingiendo que mis
orgasmos autoinducidos eran suficientes, y no tenía miedo de mostrarle lo hábil que
me había vuelto.
Introduje dos dedos en mi entrada, jadeando por mi humedad y gimiendo por el
placer que pronto llegaría. Girando los ojos, introduje los dedos más profundamente
y comencé a trabajar hasta el borde.
Respiré con rapidez mientras me llenaba, y grité ante la imagen de Ridge encima
de mí aquella primera vez, inyectándose en mí sin darse cuenta de los efectos a largo
plazo. Entonces lo sentí, a él de verdad. Estaba a punto de bajar de mi euforia cuando
abrí los ojos y lo encontré de pie al borde de la cama, con una mirada de tormento
grabada en cada línea de su rostro.
Me incorporé con dificultad y alcancé su pantalón, le quité el botón y le bajé la
cremallera de un tirón antes de contemplar su rostro angustiado. Tenía los dedos en
el cabello y los ojos cerrados como si estuviera haciendo todo lo posible por
mantener su erección a raya. Pero cuando miré su pantalón, que acababa de deslizar
por sus piernas, supe que ni siquiera había tenido una oportunidad contra lo que
colgaba grueso y pesado entre sus piernas. Parecía que cada parte de Ridge había
crecido en los últimos cinco años.
217
Le rodeé con la mano, tal y como me había enseñado en el prado de flores
silvestres. Disfrutando de su tacto, ejercí presión y luego hice rodar la piel sobre su
eje grueso y venoso. Sus labios se separaron y tomó una respiración temblorosa que
parecía sacudir todo su cuerpo, y me excité al saber que lo estaba haciendo bien.
Mi confianza creció rápidamente. Yo era la dueña de su placer y la directora de
orquesta de su liberación pendiente, y haría todo lo que estuviera en mi mano para
asegurarme de que nunca lo olvidara.
Cuando miré a hurtadillas su rostro y su mirada entrecerrada se fijó en la mía, fue
todo el estímulo que necesitaba para alimentar esa chispa aventurera que llevaba
dentro. Me bajé de la cama y me arrodillé, e hice algo que nunca había tenido el valor
o el tiempo de hacer. Rodeé su base con la mano, abrí la boca y lo probé. Se sacudió
en mi poder, como si el choque de mi lengua fuera demasiado, pero no lo dejé. Hice
círculos alrededor de la punta mientras hacía rodar su piel hacia mi boca. Con cada
golpe, me metía más de él en la boca mientras mi mandíbula se estiraba a su
alrededor.
Pronto empecé a sentir que el impenetrable hombre que tenía ante mí se
estremecía. Sus dedos se deslizaban por mi cabello mientras mis labios se afianzaban
en torno a él, y luego empujaba sus caderas hacia mí. Podía sentir la intensidad de su
necesidad con cada empuje. Siguió metiéndose en mi boca con avidez hasta que
emitió un gruñido de liberación, llenándome con cada centímetro de cálida
pegajosidad, y entonces se apartó y cayó en la cama.
Respiraba con dificultad, pero no le di tiempo a pensar antes de ponerme en pie.
Sus párpados se abrieron de golpe cuando me llevé la mano a la espalda para
desabrocharme el sujetador, y luego me coloqué sobre él, a horcajadas sobre sus
piernas.
Ridge movió sus manos con avidez hacia mis pechos y recorrió cada centímetro
de mí con la mirada. No era el Ridge amable que conocía, el que había tratado nuestra
primera vez como si ambos estuviéramos hechos del más frágil cristal. Era un león y
un oso, feroz solo si se le provocaba, y yo estaba haciendo todo lo posible para avivar
las llamas que lo encenderían.
Ya se estaba poniendo duro, y no tardaría en sentirlo dentro de mí una vez más.
Me estremecí ante el dolor entre mis muslos, que palpitaban de deseo y necesidad,
gracias a todos los recuerdos con los que me había torturado a lo largo de los años.
Inclinándome, acerqué mi boca a su oreja y solté un suspiro antes de aspirar otro.
Me encantó cómo reaccionó, tensándose y estremeciéndose a la vez.
—Voy a follarte, Ridge Cross. Por mucho que intentes luchar contra lo que somos,
nunca te alejarás de mí. Ni entonces, ni ahora, ni nunca.
Suspiró mientras se ponía aún más duro en mi entrada.
—No tengo condones. Aunque te quisiera, no podría tenerte.
Froté mi centro contra su longitud y mordí el lóbulo de su oreja.
—Estoy tomando la píldora y no he estado con nadie desde ti. —Me tragué los
nervios por lo que iba a descubrir a continuación—. ¿Has...? 218
—No. —La ira llenó su tono mientras gruñía la palabra.
Intentando contener el sollozo de euforia que quería trepar por mi garganta, metí
la mano entre nuestros cuerpos y lo coloqué en mi entrada. Al apartar la mano, Ridge
se clavó en mis caderas y, antes de que pudiera soltarme sobre él con suavidad para
volver a sentir esa sensación, me abalanzó sobre él. La sensación que me invadió fue
tan sorprendente que las estrellas estallaron detrás de mis párpados.
Era un placer profundo.
Era una plenitud y una alegría abrumadoras.
Era agresión y amor.
Era un fuego salvaje que surgía de las cenizas.
Éramos nosotros.
Una vez que empecé a moverme sobre él, la sorpresa se disolvió rápidamente.
Todo lo que podía sentir era nuestra conexión, eléctrica y con chispas en la base. No
hablamos, ni siquiera nos besamos. Cumpliendo con mi palabra, me lo follé tan
imprudente y salvajemente como era nuestro amor que fingíamos que no existía. Lo
follé sin piedad hasta que se corrió dentro de mí. Y cuando se le puso dura de nuevo,
me lo follé hasta que nos corrimos juntos, como siempre haríamos.
Cuando me desperté a la mañana siguiente con las sábanas frías a mi lado, supe
que Ridge me había abandonado una vez más. Al menos, esa vez, no me sorprendió.
Y había terminado de perseguir mi pasado.
H
abía observado a Camila hasta que volvió a entrar en su dormitorio,
cerrando las puertas tras ella. Un buen rato después, me levanté y volví a
bajar la montaña, a la casa blanca del rancho que Harold y yo pasamos
cuatro años renovando antes de su trágica muerte.
Lo que antes era una pequeña casa de dos dormitorios que formaba un punto en
los mil acres de tierra de Cross, ahora tiene el doble de tamaño. Perfecto para una
familia, me había dicho mi padre cerca de su final, empujándome hacia una vida
mejor que la que le habían arrebatado.
En los cuatro años que precedieron a la prematura muerte de mi padre, nuestra
relación se fortaleció. Después de que Camila se marchara a California, volví al 219
rancho para ayudar a Harold con los nuevos negocios. Teníamos un nuevo
entendimiento que provenía del desamor y de la lealtad que me había mostrado
cuando más lo necesitaba. Por primera vez en mi vida, sentí que tenía un padre. Luego
lo perdí. Aparte de perder a Camila, esa fue la mayor tragedia de todas.
En esa misma noche seca de verano tras la muerte de mi padre, me emborraché y
me subí al viejo tractor de Harold. Todo iba bien hasta que las prácticas de tiro contra
la gran rueda de goma acabaron en desastre. Saltaron chispas y se incendió una hilera
de maíz. Me alejé para evitar el peligro, pero el campo no tuvo tanta suerte.
Esa noche, me las arreglé para quemar accidentalmente hasta el último trozo de
la cosecha. Luego fui a la cárcel del condado de San Miguel por incendio provocado
en cuarto grado. No importaba que fuera un incendio accidental. Estaba borracho y
era imprudente, y es un milagro que nadie resultara herido por mis malas decisiones.
Sigo el porche envolvente hasta la parte delantera de mi casa y me congelo
cuando veo una figura sentada en el último escalón con la barbilla apoyada en las
rodillas.
—¿Raven? —No sé por qué he dicho su nombre como si fuera una pregunta. Sé
que es ella, pero no esperaba verla esta noche—. Pensé que todavía estarías en la
fiesta.
Incluso está vestida para una noche en casa de los Bells, con un vestido azul
brillante, y su cabello rubio está recogido en un elegante peinado. Me viene un
recuerdo del baile de graduación. Pero cuando levanta la cabeza y sus ojos tristes se
encuentran con los míos, sé que esta no es una de sus visitas casuales. Al menos, sus
visitas han sido casuales en mi mente. Recientemente he aprendido que significan
algo más para ella.
Levanta la barbilla temblorosa.
—¿Cuándo vamos a contarle a la gente lo nuestro?
Cierro los párpados con fuerza y trago más allá del miedo que me consume por
dentro. Raven es estupenda, pero cuando empezamos a salir hace cinco años, sólo
era algo divertido y casual. Ambos sabíamos que eso era todo lo que podía ser. Pero
me he dado cuenta de que se ha vuelto necesitada en los últimos dos meses: me llama
todos los días, se pasa por aquí sin avisar si no contesto a sus llamadas o mensajes lo
suficientemente pronto y me trae regalos. Todo esto es muy dulce, pero el momento
en que ocurre, me dice que el cambio en ella tiene que ver con el regreso de Camila
a casa.
Los sentimientos de Raven por mí se hicieron evidentes hace unas semanas,
cuando ambos habíamos bebido demasiado y me besó. Debí alejarme más rápido y
recordarle que éramos amigos y sólo eso. Pero también tenía una deuda de gratitud
con Raven por la amistad que me había brindado cuando más la necesitaba.
—No hay nada que contar, Raven. Fue un beso, y nunca debería haber ocurrido.
La humedad cubre sus ojos mientras me mira fijamente y su mandíbula se abre.
—¿De verdad? Después de todas las veces que hemos salido, ¿tus sentimientos 220
por mí no han cambiado? —Hace una pausa, esperando mi reacción. Cuando no
reacciono, se levanta con la cara roja de ira—. ¿Ni siquiera un poco?
Suspiro y doy un paso adelante, deseando desesperadamente encontrar una
forma de terminar la conversación antes de que se enfade más.
—Siento que esperaras más de mí, pero...
—No lo hagas. —Su voz es más baja de lo que nunca he oído. Raven y yo nunca
nos enfadamos el uno con el otro. Nunca nos peleamos. Ese ha sido todo el punto de
no hacer de nuestra amistad algo más. Ha sido fácil y sin compromiso, y la ha liberado
de esperar algo más de mí que nunca llegará. Al menos, esa era mi intención cuando
todo esto empezó.
Ella estrecha los ojos hasta convertirlos en rendijas y cierra las manos en
apretados puños junto a sus muslos.
—Esto es por Camila, ¿no? Por eso has estado distante desde que te enteraste de
que iba a volver. Por eso tus sentimientos han cambiado.
No puedo creer lo que estoy escuchando. ¿Cómo es posible que dos personas
vean el mundo de forma tan diferente?
—Mis sentimientos no han cambiado. Siempre ha sido así, Raven. Y si hubiera
sabido que esperabas más, entonces... —Intento encontrar la forma correcta de decir
lo que necesito transmitir. No quiero herirla.
Su barbilla tiembla.
—Entonces nunca habrías empezado a salir conmigo. ¿Es eso lo que ibas a decir?
Agacho la cabeza. Mi respuesta es cuanto menos cobarde. Luego asiento antes de
levantar mi mirada para encontrar la suya.
—Lo siento.
—¿Lo sientes? —grita—. ¿Eso es todo lo que recibo de ti? ¿No crees que me
merezco algo más que eso? Después de todo este tiempo, pensé que eventualmente
entrarías en razón. Que finalmente dejarías de esperarla y verías lo que tienes delante
de ti.
—Deja de hacer esto sobre Camila. —De alguna manera, a pesar de la ira que se
está formando en mi pecho, me las arreglo para mantener mi voz calmada y
tranquila—. Esto no tiene que ver con ella.
—¿Entonces por qué, Ridge? ¿Por qué no quieres estar conmigo? ¿No quieres
amor y una gran familia que te ayude con esta tierra? —Ella hace un gesto hacia la
casa del rancho como si lo estuviera despreciando—. Para eso era la remodelación,
¿no? Harold quería que formaras una familia, ya que él nunca pudo hacerlo. Se estaría
revolcando en su tumba ahora mismo, si pudiera oírte.
—No hables de mi padre como si supieras lo que quería para mí.
Su boca se endurece, como si estuviera impidiendo decir algo de lo que se
arrepentiría.
—Pensé que éramos tú y yo hasta el final. 221
La conmoción de sus palabras se arremolina en mi mente rápidamente.
—¿Hasta el final? Vamos, Raven, escúchate. ¿Qué pensaría tu hermano de eso?
—Me importa una mierda lo que piense Trip. Te amo, Ridge. Te he amado desde
que te puse los ojos encima, y nunca dejé de esperar que saliera algo de nosotros. Ni
siquiera cuando te enamoraste de Camila y nos ocultaron secretos a todos. Ni siquiera
cuando te enviaron a la cárcel. —Ella secó sus ojos—. Te esperé. Luego, te esperé
años después de que volvieras a casa mientras mantenías a todos alejados.
—Bueno, tienes que dejar de esperarme. Simplemente no es así entre nosotros, y
lo siento.
—Deja de decirme que lo sientes. —Recoge la parte inferior de su vestido, se
acerca y me clava el dedo índice en el pecho—. Espero que seas sincero cuando me
digas que no sigues suspirando por Camila. Si es así, te espera un duro despertar.
—¿De qué estás hablando?
Una pequeña sonrisa levanta sus mejillas.
—Las cosas no son como hace diez años. Han cambiado muchas cosas, y algo me
dice que cuando Camila se dé cuenta, no se quedará mucho tiempo.
C
uando era niña, pensaba que vivía en un castillo. Con una entrada alta y
ornamentada y un largo camino pavimentado bordeado de árboles que se
abre a una gran villa de campo, es sin duda una de las casas más bonitas
de todo Telluride. Mires donde mires, ves detalles intrincados, desde la textura de
las paredes pintadas, los detalles hechos a mano, e incluso en algunos de los techos,
que recuerdan a la Capilla Sixtina.
El asombro me invadía cada vez que corría por los pasillos, con mi mamá
pisándome los talones en un juego de persecución. A menudo terminaba sin aliento,
y ambas caíamos sobre la superficie más cercana y nos reíamos.
—Pronto —decía—. Tendrás un hermano o hermana que te hará compañía. — 222
Siempre llevaba una sonrisa esperanzadora cuando decía esas palabras, y yo nunca
las ponía en duda. Unas cuantas veces la sorprendí frotándose la barriga como si
hubiera un bebé dentro. Pero esa sonrisa esperanzadora se fue apagando a medida
que pasaban los días, hasta que finalmente dejó de hacer la promesa por completo.
Tenía quince años cuando finalmente me sentí lo suficientemente valiente como
para preguntarle por qué nunca se cumplió esa promesa. Todavía recuerdo la
oscuridad que cubría las facciones de mi mamá y el frío que nos invadía, a pesar de
que era pleno verano. No debí haber preguntado, pero no pude retirar la pregunta.
—A tu padre y a mí nos hubiera gustado mucho, mija. A veces, los padres están
destinados a tener sólo un hijo, a veces dos, a veces tres, o a veces ninguno. Tu padre
y yo fuimos bendecidos más allá de nuestros sueños más salvajes al tener uno. —
Sujetó mi barbilla entre las puntas de sus dedos, con una sonrisa triste que levantaba
sus mejillas—. Por eso Dios te hizo tan fuerte y tan valiente. Tu papá te necesita,
Camila. Tú y sólo tú necesitarás continuar con el legado de la familia Bell.
Mi mamá no era normalmente tan críptica y oscura, pero me aferré a sus palabras
como si fueran su último deseo. Estaba tan acostumbrada a su pasión, a su constante
movimiento y a su sonrisa, que parecía ser un elemento permanente. Alrededor del
momento de mi pregunta, noté que las cosas con ella empezaban a cambiar. Era
mucho más reservada, y ya no se metía en los asuntos del negocio a no ser que se lo
pidiera mi papá. Mientras tanto, papá trabajaba más estrechamente con Thomas, y las
tareas de mamá le eran asignadas a él.
Ahora, todo está cerrando el círculo, y los sentimientos son surrealistas y
abrumadores. A pesar de que siempre he estado preparada para esta oportunidad de
transición hacia un papel más de liderazgo en el viñedo, estar aquí, preparándome
para dar el paso, es algo totalmente distinto.
Cuando entro en la casita y camino por el estrecho pasillo hasta la antigua oficina
de papá para mi primer día de trabajo, me cuesta creer que este castillo sea todo mío.
Parece que fue ayer cuando entré emocionada en esta misma habitación para decirle
que acababa de ver el primer brote de la temporada. Pero cuando entro ahora en el
despacho y mis ojos registran que no estoy sola, la realidad de todo esto se hunde
rápidamente.
Thomas Bradshaw está sentado en el sofá, en el mismo lugar donde solía sentarse
papá, y mamá está sentada frente a él. Me quedo inmóvil en el umbral, observando
sus rostros serios. Hablan en voz baja y se inclinan el uno hacia el otro casi
íntimamente, y una profunda sensación de traición se me agolpa en las tripas.
En algún momento de la conversación, Thomas me mira y me saluda.
—Hola de nuevo, Camila. —Se levanta y me tiende una mano para apretar la mía,
que acepto con un estremecimiento interno—. Estás preciosa esta mañana.
Mi interior se tensa ante el cumplido.
—Sí, estás preciosa, mija —añade mi mamá.
No llevo nada especial, solo unas mallas grises, un jersey blanco brillante y unas
botas de nieve. 223
—Gracias. —Mi sonrisa es forzada—. Pensé en dar un paseo por el viñedo más
tarde para reencontrarme con las viñas y saludar al equipo.
Thomas asiente.
—Me parece un buen plan. Puedo presentarte a algunos de los nuevos empleados
que traje a bordo para la temporada de invierno.
Me hace un gesto para que tome asiento frente a él, pero en su lugar tomo el
antiguo asiento de mi papá. Su sorpresa se registra rápidamente antes de que su
encanto de vendedor regrese y se siente frente a mí.
Enarco una ceja, confundida, mientras mamá se levanta y se sienta a mi lado.
—¿Nuevo personal?
Frunce el ceño.
—Así es. Para compensar la pérdida de producción tras el fallecimiento de tu
papá.
—Pero es invierno. —Inclino la cabeza, tratando de entender—. Las viñas están
inactivas. La temporada de poda no requiere mucho trabajo en este momento.
—No mucho. Pero necesitamos un poco —dice Thomas—. La poda es un trabajo
arduo, estoy seguro de que lo recuerdas. Pero supongo que debí consultarte antes el
nuevo presupuesto de personal.
Abro la boca, pero la cierro con la misma rapidez, obligando a que mi réplica
instintiva se quede en el fondo de mi mente. Thomas hizo lo correcto, y si hubiera
llegado al viñedo tres meses antes, la decisión habría sido nuestra y no sólo suya.
—Bien, pues gracias por encargarte de eso. Estoy segura de que nuestros
compradores estarán contentos con la transición sin problemas. —Ya que estamos en
el tema de los cambios operativos, de repente tengo muchas más preguntas—.
Hablando de nuestros compradores. ¿Tienes una lista de nuestros clientes, activos,
pendientes y antiguos?
Thomas entorna los ojos, con la confusión pintada en su rostro.
—La tengo. Claro que la tengo. Soy el jefe de Desarrollo de Negocios.
Le dedico mi mejor sonrisa melosa.
—Eres el jefe de muchas cosas, ¿verdad, Thomas?
Se ríe, y no ignoro las miradas de preocupación que me lanza mamá.
—Supongo que lo soy, sí. Operaciones, desarrollo de negocios, marketing...
No tengo ningún deseo de seguir escuchando la larga lista de funciones que
Thomas ha adquirido a lo largo de los años. Aunque me prometí que iría a esta reunión
con la cabeza despejada y con todas las nociones preconcebidas a un lado, me resulta
difícil mirar más allá de la sensación que siempre se ha retorcido en mis entrañas
cuando estoy cerca de él. 224
—Me encantaría echar un vistazo a esa lista de clientes, así como a todos los
documentos empresariales que puedas reunir. Manuales de operaciones, plan de
negocios actualizado, registros de empleados, lo que sea.
Thomas señala con la cabeza hacia el escritorio.
—Todo lo que necesitas saber está en los cajones del escritorio de tu papá. Todo
lo demás está en una unidad de nube compartida en su escritorio. Te he dejado los
inicios de sesión y las contraseñas, y si hay algo que pueda ayudarte a encontrar,
házmelo saber.
—Definitivamente lo haré. —Chasqueo los dedos, recordando algo—. Hablando
de contraseñas... —Abro mi organizador, donde he guardado mis notas y preguntas
y listas de control. Mi único objetivo para hoy es dar un golpe sobre la marcha—. He
pensado que podría echar un vistazo a la página web y a nuestras listas de correo.
Necesitaré acceso a ellas, así como a nuestro dominio y a los sitios de alojamiento.
—Por supuesto. —Inclina la cabeza, pareciendo reticente—. ¿Pero te das cuenta
de que todas esas son cosas que tu papá me dejó a mí? —La sonrisa de Thomas se
recupera—. Tenía la aprobación de todo antes de que se publicara, por supuesto,
pero nunca se preocupó de los detalles de marketing.
—No dudo de que seguirá gestionando todo lo mismo, pero aun así me gustaría
tener acceso a todo.
—Por supuesto. No hay problema. —Thomas anota una nota en su cuaderno y
vuelve a mirarme.
Le doy una lista de tareas relacionadas con todos los departamentos, reuniones,
visitas, demostraciones con el personal, etc., hasta que Thomas me mira con fastidio.
—Soy tu socio, señora Bell, no tu asistente. Aunque estoy más que feliz de ayudarte
a ponerte al día, esto... —Arranca el papel de su cuaderno y lo desliza sobre la mesa
de café entre nosotros—. Puedes hacerlo tú o alguien que emplees. Yo no organizo
reuniones. Francamente, no tengo tiempo, ya que me dedico a trabajar todos los días
para asegurar nuestros activos.
Mi mandíbula cae, y desearía haber sido capaz de contenerla. Es demasiado
pronto para que Thomas Bradshaw sepa que tiene la capacidad de meterse en mi piel.
Nunca ha dejado de hacerlo antes, pero trabajar juntos en un entorno de negocios
significa algo diferente.
Como si detectara la tensión, mamá se inclina y desliza el papel en su regazo.
—Puedo ocuparme de esto mientras buscas a alguien, Camila. Contratar a un
asistente no es una mala idea. Es algo que me gustaría que tu papá hubiera hecho
hace tiempo. —Se gira hacia mí, y conozco demasiado bien la mirada de advertencia.
Mantén la calma, mija—. Patrick siempre hacía más de lo que debía cuando se trataba
de operaciones. Otra persona estaría más que feliz de asumir las tareas más
pequeñas.
—¿Tenemos presupuesto para eso? —le pregunto a Thomas. Y a medida que las
preguntas siguen llegando a mí, me doy cuenta de lo a oscuras que he estado todos 225
estos años.
Inclina la cabeza y frunce los labios en señal de reflexión.
—Creo que estamos bien equipados para añadir, pero las finanzas, las nóminas y
la contabilidad eran responsabilidad de tu padre. Los documentos del presupuesto
también están en su escritorio. —Alcanza su cuaderno—. ¿Qué tal si los revisas, y
podemos discutir las cosas por la mañana con el nuevo gerente de negocios?
¿Por qué tengo la sensación de que Thomas está poniendo fin a nuestra reunión?
—¿Tenemos un nuevo gerente de negocios?
—Sí —dice Thomas, poniéndose en pie—. Y ha sido un empleado dedicado a
tiempo completo durante ocho años.
Uno por uno, pienso silenciosamente en todos los trabajadores de la viña que
llegué a conocer y querer a lo largo de los años mientras crecía, y ninguno de ellos
viene a mi mente como un candidato probable.
Mi mamá me toca la pierna para llamar mi atención.
—Está hablando de Trip. Trip es el nuevo director de operaciones.
—Oh. —Abro los ojos—. No lo vi venir.
Thomas sonríe, el orgullo parece hinchar su pecho.
—Así es. Trip se hará cargo de mi antiguo trabajo como director comercial
también. Ya conoce a nuestros clientes y ha metido la mano en las operaciones del
viñedo. Y Raven seguirá gestionando la bodega y toda la planificación de eventos.
Siento el pecho apretado por la ira.
—De nuevo, Thomas, esas son decisiones importantes que has tomado sin siquiera
hablar conmigo.
—Con todo el respeto, señorita Bell, no estabas aquí. El viñedo no podía esperar
tres meses para que te ocuparas de tus asuntos en California. Todavía tenía un
negocio que dirigir.
Me revuelvo por dentro, preguntándome cómo me las voy a arreglar para trabajar
junto a este imbécil como lo hizo mi papá durante más de treinta años.
—Tuve que vender mi casa, dar el preaviso en mi trabajo y empacar las cosas de
toda una década en tres meses. Lo menos que podrías haber hecho es levantar el
teléfono y llamarme.
Thomas se encoge de hombros.
—Supongo que podría haberlo hecho. Pero, ¿qué sentido tiene? Deberías confiar
en que ya sé lo que hago.
—¿Y qué es lo que estás haciendo, exactamente? —pregunto, con
condescendencia en mi tono—. Ya que estás regalando todos tus trabajos, ¿cuál será
el tuyo?
Thomas lanza una mirada a mamá y luego a mí, como si estuvieran en el mismo
secreto. 226
—¿No lo sabes?
Entrecierro los ojos con confusión.
—¿Saber qué? —Entonces miro a mi mamá, que tiene la cabeza agachada, igual
que cuando papá me regañaba.
—Mi título es propietario de viñedos —dice—. Igual que tú.
Una risa burbujea en mi pecho. No puedo creer el descaro de que se invite a sí
mismo a mi despacho, se siente en el antiguo asiento de mi papá y luego afirme que
tiene el mismo título que el heredero del viñedo. Me pongo de pie y lo miro fijamente.
—Espero que no hayas imprimido eso en tus nuevas tarjetas de visita, porque es
una decisión que no contará con mi aprobación.
Me devuelve la sonrisa. Es la misma sonrisa espeluznante que recuerdo de cuando
era adolescente. El hombre me llamó puta con esos mismos labios retorcidos.
—No necesito tu aprobación. Cuando repases algunos de esos deberes que
quieres hacer desesperadamente, lo verás por ti misma. Llevas mucho tiempo fuera,
Camila. Este no es el mismo viñedo que dejaste. De hecho, tal vez quieras considerar
si tu regreso aquí es la mejor decisión después de todo. —Asiente—. Ha sido un
placer, pero tengo trabajo que hacer. Volveré mañana.
—¿Es copropietario? —Gruño a medias y grito las palabras una vez que encuentro
los papeles de propiedad de papá, en los que se indica claramente que Thomas
Bradshaw posee el cincuenta por ciento del negocio junto conmigo. Como hija única,
nunca he tenido que compartir nada en toda mi vida. ¿Qué le habría hecho creer a
papá que querría compartir esto? Se suponía que era mío.
Lo sostengo ante mamá, que no se ha movido del sofá. Ella lo sabía todo el tiempo.
Puedo verlo escrito en su cara de culpabilidad.
—¿Por qué no me avisaste de esto? ¿Cómo demonios ha ocurrido esto?
Mamá suspira y me mira con ojos tristes.
—Tu papá nunca me incluyó en estas discusiones de negocios. Sabía que algo iba
mal, pero nunca me consultó. Para ser sincera, temía que algo así sucediera.
—¿Qué? —No puedo ni siquiera comprender lo que está pasando—. ¿Por qué?
¿Cómo?
—Tu papá se estaba metiendo en problemas. Ya te lo he dicho. Antes de que
entraras, estaba intentando que Thomas me explicara exactamente lo que pasó, pero
ese hombre es imposible. Advertí a tu padre en repetidas ocasiones que había estado
dando a Thomas demasiado control, pero llegó al punto de que Patrick no podía tomar
ninguna decisión de negocios sin él.
—¿Y papá te dejó fuera de todas las decisiones? 227
Frunce el ceño.
—Omitió muchas. Tuve la sensación de que se estaba ahogando, pero ya conocías
a tu papá y su orgullo. Sabía que las cosas estaban mal. Sólo que no sabía que eran
tan malas.
Vuelvo a mirar los documentos, sintiendo que un tornado de emociones se
arremolina en mí.
—Esto no puede estar pasando. ¿Cómo nos estamos enterando de esto?
Mientras hojeo los documentos, página por página, empiezo a captar un patrón.
Todo empezó el verano después de que me fuera a la universidad, tras la separación
de mis padres. Cada año, papá cedía sus acciones de cinco en cinco, hasta sumar lo
que es hoy, y Thomas Bradshaw pagaba un dineral por cada una de esas acciones.
Lo que no puedo entender es por qué. ¿Por qué vender? ¿Y por qué ocultarlo a todo
el mundo? Todo es demasiado para procesar.
Hace diez años, probablemente habría derramado una o dos lágrimas por la
traición de mi papá, pero me niego a derramar una sola lágrima hoy. No me importa
cómo Thomas consiguió que mi papá renunciara a la propiedad de su empresa.
Encontraré la manera de recuperarla.
S
uelto un gruñido mientras camino por Mountain Village hasta bien entrada la
noche. No puedo disfrutar de nada, por la forma en que mi mente da vueltas
a la conversación que tuve con Thomas Bradshaw esta mañana. Este solía ser
mi lugar favorito para escaparme y pasear por las plazas, patinar sobre hielo en el
estanque del pueblo o cenar al aire libre en uno de los pintorescos restaurantes. Algo
en saber que estaba a más de dos mil metros sobre el nivel del mar me hacía sentir
realmente en la cima del mundo. Pero por mucho que camine, por muchas vistas
familiares que contemple o por la alegría que pueda oír en las voces que ríen a mi
alrededor, nada puede devolverme el ánimo.
Después de estudiar detenidamente los documentos legales y de negocios
durante todo el día, muchas cosas empezaron a tener sentido, incluyendo la razón por
228
la que Thomas Bradshaw me animó a ir a la escuela. La ausencia de la futura heredera
le facilitaba la manipulación de papá. Y el último testamento de mi papá fue
compartido conmigo, pero los documentos reales de la propiedad no lo fueron.
Claramente, nadie quería que yo supiera lo que estaba pasando. Había estado
viviendo con una falsa sensación de seguridad toda mi vida, mientras Thomas
lentamente iba desmenuzando piezas de mi futuro y las robaba para él y su familia.
Bueno, supongo que robar es la palabra equivocada. Thomas evidentemente pagó
por todo lo que ahora es de él. Pero todo lo que puedo pensar es cómo. ¿Cómo un
trabajador de la viña a tiempo completo consiguió los millones y millones de dólares
que se necesitaron para pagar a mi papá? ¿Por qué papá siquiera consideró aceptar? Y
no es sólo el viñedo que ha comprado.
Ahora es dueño de la mitad de la tierra, la villa, y las malditas llamas, por el amor
de Dios.
No sé qué me da más rabia: que yo tenga que gestionar el viñedo con Thomas,
como si pudiéramos ponernos de acuerdo en algo, o que mi padre haya decidido todo
esto sin consultarme lo más mínimo. Seguramente se dio cuenta del riesgo que corría
nuestro legado familiar al entregar tanto poder a otra familia. ¿Alguna vez le importó
lo que yo pensara de todo esto? Un sentimiento de hundimiento entra en mis entrañas
cuando me doy cuenta de que es posible que no le importara en absoluto.
Papá y yo nunca nos reconciliamos del todo después de nuestra gran pelea por
Ridge, pero seguíamos siendo familia. Los visitaba a él y a mamá, me enviaba vino y
llamaba a casa a menudo. Nunca hablamos de negocios, y quizás eso fue un error.
Debí haber hecho las preguntas difíciles, pero nunca esperé que dejara este mundo
tan pronto como lo hizo. Pensé que cuando finalmente estuviera lista para regresar a
casa, tendría un entrenamiento, y luego tendríamos una transición de poder. Estaría
en los campos mientras papá fumaba puros y bebía cajas de vino hasta el último de
sus días.
Este no era el plan. Esta no era la razón por la que me fui a la escuela para obtener
un montón de títulos, todos en beneficio del nombre de la familia Bell, durante una
maldita década.
Me duele la cabeza y tengo el cuerpo dolorido de tanto caminar. Así que cuando
veo el comedor exterior del Poacher's Pub, tomo asiento y empiezo a pedir unas
cuantas copas de vino de más.
Ninguna de ellas me hace sentir mejor, pero mi zumbido es fuerte cuando Josie
llama.
—Lo siento —dice—. Acabamos de estacionar. —Respira con dificultad, como si
estuviera caminando rápido—. ¿Dónde estás?
Bebo lo último de mi vino y lo dejo en el suelo.
—Estoy en Mountain Village, tratando de despejar mi cabeza.
Cuando hablé con Josie hoy temprano, me desahogué con ella sobre lo que estaba
pasando, y me sugirió que quedáramos para cenar y tomar algo esta noche. 229
—¿Está funcionando?
—No.
Se ríe, pero también oigo simpatía.
—Bueno, baja y reúnete con nosotros en High Pie. Si la mejor pizza del mundo no
te anima, lo haré yo.
Sonrío.
—Me pondré en marcha hacia allí ahora mismo.
—Genial. Conseguiremos una mesa.
Después de colgar, pago la cuenta y me dirijo a la estación de la góndola para
esperar la siguiente cabina. Miro al cielo y exhalo, intentando calmar mi ansiedad con
respiraciones lentas y profundas. Mientras veo cómo la niebla de mi respiración se
desvanece, me concentro en el presente. Hay docenas de personas en la fila, y aún
más están examinando los alrededores de Mountain Village. Las risas y los gritos de
alegría llenan el aire. Las cuchillas cortan el hielo mientras los patinadores rodean el
anillo. Las pesadas botas crujen en la espesa nieve. El equipo de esquí se coloca en
las estanterías de las góndolas.
Hay mucho ruido y actividad a mi alrededor, pero de alguna manera, soy capaz
de filtrarlo mientras trazo las constelaciones con mis ojos.
—¡Siguiente!
Salto al oír la profunda voz del operador y me pongo en acción. Corro hacia la
cabina, que avanza lentamente, y doy un paso hacia arriba para entrar. Pero cuando
mi bota izquierda se engancha en algo, mi primer instinto inducido por el vino es tirar
con más fuerza... Gran error. Mis botas están flojas, lo suficiente como para que un
cordón se enganche en el borde metálico. En el momento en que la bota se sale de
mi pie, pierdo el equilibrio y tropiezo con el carro, aterrizando sobre las rodillas y las
palmas de las manos justo cuando empieza a moverse.
—¡Oh, no! —Me muevo por el suelo con las manos y las rodillas para llegar a la
puerta antes de que se cierre.
Hago un movimiento para ponerme de pie y poder saltar cuando uno de los
trabajadores se abalanza y agarra la bota. Cuando la góndola se detiene, el alivio me
inunda, lo que me permite dar las gracias a mi salvador y recuperar mi zapato. Pero
cuando las puertas se abren completamente y veo quién está de pie al otro lado, mi
zumbido regresa, golpeándome con fuerza en el pecho.
Sus ojos marrón chocolate se encuentran con los míos, y su rostro tiene la misma
mirada dura que la primera vez que nos vimos. Sólo que esta vez no tiene una pistola
en la mano. Sostiene mi bota y me la entrega.

230
L
a bota de Camila no es el primer objeto personal que he recuperado mientras
trabajaba en la góndola de Mountain Village, especialmente en las noches
en las que el alcohol se hace presente. Sólo que nunca esperé que esos ojos
verdes como un campo de maíz fueran los que me miraran cuando las puertas se
abrieran esta vez.
En el momento en que nuestras miradas se cruzan, es como una descarga de
electricidad que enciende todas mis terminaciones nerviosas y me pone en alerta
máxima. Es la Camila que recuerdo y mucho más. Tiene el cabello más largo e incluso
parece más oscuro sobre el fondo nevado. Su jersey blanco resalta el color caramelo
de su piel, mostrando sus raíces hispano brasileñas. Y sus pestañas parecen más
atrevidas, más gruesas y más largas, dejándome boquiabierto.
231
—Ridge.
Dice mi nombre con los ojos muy abiertos, como si no pudiera creer que sea
realmente yo. Quizá si me alejo, se convencerá de que todo ha sido un espejismo. Eso
sería mucho más fácil que enfrentarse a la realidad de lo que somos hoy: opuestos y
enemigos.
—¿Qué haces aquí? —pregunta, con el ceño fruncido.
—Trabajando. —Mi respuesta es brusca, pero incluso con todos los pensamientos
sobre Camila dando vueltas en mi mente, nunca planeé cómo reaccionaría al entrar
en contacto con ella de nuevo.
La gente que espera nos mira y hace preguntas. Si Camila fuera cualquiera otra
pasajera, habría agarrado su zapato, me habría dado las gracias y habría seguido su
camino. Incluso yo empiezo a sentirme un poco incómodo, de pie aquí mientras la
sorpresa se instala entre los dos.
Levanto su bota, intentando llamar su atención.
—Creo que esto es tuyo, señorita Bell.
Parece sorprendida por mi voz y mira su zapato. Tragando saliva, lo alcanza y su
mano roza la mía mientras me devuelve la mirada.
—Gracias.
Su voz suena tan pequeña y diferente a ella. Se me estruja el corazón por la pérdida
de la Camila fuerte, decidida y testaruda que conocí. Nada hacía que su voz fuera
pequeña, lo que era una de las cosas que me atraía de ella en aquel entonces y una
de las muchas cosas que sigo echando de menos.
Aprieta su zapato contra el pecho mientras su expresión de sorpresa se disuelve
rápidamente en algo más frío y duro. Se parece a la mirada que me dirigió la última
vez que la vi.
El tiempo ha sido cruel conmigo y, a su vez, yo he sido cruel con ella. Nunca me
perdonaré las decisiones que tomé, pero también sé que todas fueron correctas. Por
desgracia, el daño ya está hecho, y parece que Camila siente lo mismo.
Da un paso atrás hacia la cabina, y yo la imito, alejándome del carro. Un segundo
después, la góndola se pone en marcha y la puerta de la cabina de Camila se cierra,
creando otro muro entre nosotros. Pero no importa porque cada muro construido
antes es más impenetrable que el siguiente.

Durante la siguiente hora, continúo mi turno en la góndola, inspeccionando y


limpiando a medida que pasan las cabinas, ayudando a los pasajeros a montar su
equipo de esquí en el exterior de los paseos y asegurándome de que todo el mundo
salga con sus prendas intactas. 232
Cuando termina mi turno y me meto en una cabina para bajar la montaña, estoy
agotado. No físicamente, ni siquiera por la falta de sueño, pero estoy mentalmente
agotado por el constante ciclo de pensamientos sobre Camila. Paso del pasado al
presente, de lo bueno a lo malo y de la fantasía a la realidad. Mi mente no para de dar
vueltas y de lanzarme recuerdos como pequeñas granadas que explotan en mi
corazón.
Nos quitamos de encima lo más difícil. Nos hemos vuelto a ver. ¿Es así como va a
ser a partir de ahora? ¿Nos encontramos en la ciudad y compartimos una mirada
incómoda? Se siente mal, pero ya no hay mucho que se sienta bien.
Mientras me llevan montaña abajo, miro por la ventana una vista que nunca daré
por sentada. El terreno circundante parece estar pintado en mi visión. Los picos y los
valles se extienden a lo largo de cientos de kilómetros, todos blancos por la nieve
fresca. Un cañón se encuentra debajo, rodeado por las paredes de las montañas.
Desde mi punto de vista, a más de 2.000 metros de altura, los edificios dispersos por
debajo parecen un pintoresco pueblo navideño, como los que se exhiben en casa
cada invierno.
A medida que los edificios situados en el fondo del cañón crecen, la tensión en mi
cuerpo aumenta al mismo tiempo que las palabras de Camila de antes aparecen en
mi cabeza.
¿Qué haces aquí?
Al parecer, los diez años que Camila pasó lejos de este lugar le hicieron perder la
memoria. Ella debe haber olvidado que me encanta tomar trabajo extra durante el
invierno. Aunque mi tiempo en la granja está ahora más ocupado que nunca, no
importa la temporada, todavía me encanta estar donde está la acción en los meses
fríos. Si el tiempo en la cárcel me enseñó algo, es la importancia de hacer que cada
momento cuente. Pero el objetivo ya no es aliviar el aburrimiento o ganar un dinero
extra. En todo caso, disfruto mucho del tiempo que paso en la comunidad.
Tras la muerte de Harold, me comprometí a hacer algo más con mi vida que cuidar
de los tallos de maíz seis meses al año. Ya sea aceptando trabajos de guía turístico en
Mountain Village, haciendo muebles a mano en mi garaje o haciendo senderismo por
uno de los senderos de invierno, no pasa un día sin que haga algo.
Mi padre era, sin duda, un trabajador duro y dedicado que amaba su tierra, pero
ahora tengo claro que su habilidad para relacionarse era escasa. Si hubiera dedicado
algún tiempo a conocer a sus compradores, Patrick Bell y Thomas Bradshaw no
habrían podido perjudicar su negocio. He pasado los últimos cinco años
reconstruyendo mi reputación después del incendio, así como las antiguas relaciones
comerciales de Harold. He contratado a algunos residentes locales, que me han
ayudado en la granja para darme el tiempo que necesito para trabajar en una nueva
empresa, una idea que surgió gracias a Camila, de entre todas las personas. Estoy
deseando darle la noticia al pueblo.
Camila se ha perdido mucho. Gracias a la llamada tregua entre Harold Cross y
Patrick Bell hace diez años, la vida ha sido bastante tranquila. La ciudad abrió sus
brazos al negocio de mi padre, aceptando tratos que habían estado pendientes
233
durante décadas. Cross Farms consiguió por fin un puesto permanente en el mercado
agrícola, y ya no dependíamos de que alguien cancelara su aparición. Empezamos a
patrocinar eventos y nos convertimos realmente en una parte de la ciudad en la que
mi padre había intentado producir durante décadas. Nada me hace más feliz que
saber que se fue de este mundo después de recibir por fin su oportunidad. En el
momento de su muerte, era finalmente un hombre respetado en la comunidad.
La góndola entra en la estación de Telluride, y yo me bajo de un salto, dando las
gracias con la cabeza al empleado que está allí. Metiendo las manos en los bolsillos
de mi pantalón, avanzo a grandes zancadas hasta el lugar donde he estacionado la
camioneta. Atravieso la calle principal cortada, sin dejar de mirar hacia delante. La
gente sale esta noche después de un largo día de esquí y compras, y bebe
alegremente mientras suena música en directo en un escenario lateral.
Me acerco a la calle en la que he estacionado antes cuando el rico aroma italiano
de la pizza al horno de piedra me hace girar la cabeza. Mis ojos se fijan en Josie, que
está sentada en una mesa alta dentro de High Pie. Las ventanas están abiertas, como
es habitual, para dejar pasar la brisa fresca.
Mi reacción natural es acercarme a un taburete y unirme a ella para tomar unas
copas, pero después de mi encuentro con Camila hoy, lo dudo. Josie y yo siempre nos
hemos llevado bien, sobre todo últimamente. Aunque solía ser una firme defensora
de que Camila y yo superáramos todas las luchas externas para estar juntos, su
opinión ha cambiado drásticamente. En el momento en que la vida de Camila se puso
en riesgo y le rompí el corazón, una vez más, prometió no perdonarme nunca por todo
el daño que le causé a su mejor amiga. Con el tiempo, volvimos a ser civilizados, pero
no estoy seguro de que sienta lo mismo ahora que Camila ha vuelto.
Tras un momento de duda, giro a la izquierda para entrar en la pizzería y me dirijo
a Josie para reunirme con ella.
Sus ojos se abren con sorpresa cuando me ve.
—Hola, Ridge. —Luego entrecierra los ojos, como si pudiera leer exactamente lo
que tengo en mente—. Um. —Parece nerviosa mientras mira a nuestro alrededor.
—¿Cuál es tu problema? ¿Tienes miedo de que te vean conmigo?
Inclina la cabeza, sus ojos se suavizan.
—No, claro que no. Pero deberías saber que no estoy sola.
Hago una mueca. ¿Por qué está actuando tan raro?
—Sí, he conocido a tu marido. No te preocupes. No va a pensar que estoy ligando
contigo. —Me río, divertido por su reacción—. Voy a ir a por una cerveza.
—Espera. —Ella salta, sus ojos se amplían—. Toma esta. No me gustó, y Abner me
va a comprar una nueva. —Me pasa una cerveza llena.
Le devuelvo la cerveza.
—No hace falta que me des la tuya, Josie. Compraré la mía.
Entonces me doy cuenta de que hay unos cuantos vasos vacíos en la mesa y unas
234
cuantas pizzas a medio comer. Me detengo y me vuelvo hacia ella.
—¿Tú y Abner se comieron todo eso?
Una mirada de preocupación aparece en su rostro
—Camila está con él ahora. Están pidiendo otra cerveza en el bar.
Suelto un suspiro y pongo los ojos en blanco.
—Ah, mierda, Josie. Debería irme.
—Estoy de acuerdo, pero seamos realistas. Se van a ver mucho. Será mejor que
acabemos con el reencuentro ahora, ¿no crees? En público.
Sus intenciones son claras. Josie siempre ha sido una buena amiga de Camila, así
que sé que tiene en cuenta los intereses de su amiga.
—¿No te lo dijo? Nos encontramos en Mountain Village, en la góndola. Perdió su
bota cuando entraba en una cabaña, y yo se la devolví.
Josie sacude la cabeza, pareciendo molesta.
—No me lo dijo. —Luego pone los ojos en blanco y sonríe—. Sólo ustedes dos
tendrían una reunión que se parece a un maldito cuento de hadas. ¿También le pusiste
la bota en el pie? —Josie me mueve las pestañas sarcásticamente—. ¿Le quedó bien?
Me río entre dientes, aunque la referencia a Cenicienta me molesta más de lo que
parece. Camila nunca ha sido el tipo de chica que se convierte en rica. Todo lo
contrario, en el sentido de que nunca ha tenido miedo de ensuciarse las manos, y eso
era lo que me había intrigado desde el principio.
—No del todo. Pero tampoco nos convertimos exactamente en mejores amigos. —
Doy un paso atrás en la mesa—. He cambiado de opinión sobre esa cerveza. Debería
volver al rancho, de todos modos. Tengo que madrugar.
Josie me mira con desafío.
—Claro que sí. —Se relaja—. Pero está bien, te dejaré libre. Sigue adelante. Vete
antes de que te vea. Probablemente sea lo mejor, de todos modos.
No me gusta cómo suena eso, pero estoy de acuerdo en que probablemente sea
lo mejor. Después de guiñar un ojo a Josie, me doy la vuelta, pero me detengo cuando
me encuentro cara a cara con Trip y Raven.
Raven parece tan enfadada conmigo como la noche anterior, y Trip me mira con
el mismo desdén que ha tenido hacia mí durante casi dos décadas. Fue y siempre será
un matón. Y siempre he encontrado placer en el hecho de que no pueda meterse en
mi piel como él quiere. Pero entonces pienso en lo que me dijo Raven anoche, y mi
sangre empieza a hervir de nuevo.
Las cosas no son como hace diez años. Han cambiado muchas cosas, y algo me dice
que cuando Camila se dé cuenta, no se quedará mucho tiempo.
Claramente, Raven no conoce muy bien a Camila. Camila nunca permitiría que 235
nada se interpusiera entre ella y ese viñedo. Pero sólo la insinuación de que podría
irse de nuevo me vuelve loco. Trip nunca evitó su afecto hacia ella, incluso cuando se
ocupaba de fastidiarla. Era el chico de la escuela que amenazaba a cualquiera que
considerara siquiera invitar a salir a Camila Bell, y también fue el chico que la delató
después de que ella lo dejara antes del baile de esa noche.
Si Trip no siente al menos una pizca de culpa por lo que le ocurrió aquella noche,
entonces es aún peor persona de lo que pensaba. La culpa que aún arrastro por no
haber estado en el puente cuando Dave la cazó como si fuera un ciervo es algo que
sé que nunca superaré.
—¿Estas huyendo a alguna parte? —Trip pregunta con una ceja arqueada.
Reprimo las llamas del odio. Está a punto de pasar el rato con Camila, cuando yo
podría estar haciendo lo mismo.
—No. —Sacudo la cabeza y vuelvo a girar para reunirme con Josie—. Creo que
tomaré esa cerveza después de todo.
Intento no mirar a Josie, pero veo su expresión de preocupación en mi visión
periférica. Parece tan sorprendida como yo por la llegada de Trip y Raven. Y juro que
oigo una maldición entre dientes. Está preocupada, y quizá tenga motivos para
estarlo. Pero tal vez yo no sea el villano esta vez.
A
bner y yo esperamos a que el camarero nos atienda durante diez minutos
antes de que finalmente se acerque y haga una doble toma al verme.
—Bueno, bueno, bueno. ¿A quién tenemos aquí? —El hombre se apoya
en la barra y me mira de arriba a abajo en un rápido examen—. Camila Bell.
Realmente eres tú, ¿no?
Sonrío con inquietud y luego inclino la cabeza y entrecierro los ojos para ver mejor
al hombre corpulento con gorro de lana. No parece ser mucho mayor que yo, pero no
consigo ubicarlo de inmediato.
Entrecierra los ojos como respuesta y tira el trapo que tenía en la mano sobre el
mostrador. 236
—No te acuerdas de mí, ¿verdad?
Le sonrío al hombre, con la culpa irradiando a través de mí.
—Lo siento. No.
Se encoge de hombros.
—No pasa nada. No debe haberte dado mucho que recordar. —Se agarra la larga
barba y se tira de ella—. Además, ahora me veo un poco diferente.
—¿No lo estamos todos? —Me río, esperando aliviar la tensión que flota entre
nosotros—. Siento mucho mi mala memoria.
—Me llamo Brody —dice bruscamente—. Brody McAllistor. Mi padre trabajaba
con el tuyo en el viñedo. Solíamos ir juntos en bicicleta de montaña en el verano.
Eso es todo lo que se necesita para que mi recuerdo de él regrese. Gus McAllistor
fue el cuidador del viñedo durante casi tres décadas. Brody y yo estábamos en el
mismo grado. No puedo creer que no lo haya reconocido antes.
—Oh, ahora sí te recuerdo. Es que no te veía detrás de toda esa barba. —Sonrío
con cariño a mi viejo amigo—. Lo siento. He estado fuera tanto tiempo.
Agita una mano para decirme que mi disculpa no es necesaria.
—He oído que has vuelto a mudarte. Espero que esta vez te funcione.
A pesar de lo genuino que suena Brody, una punzada me golpea las entrañas
cuando pienso en su padre.
—Siento lo de Gus. Me enteré de que lo despidieron hace años por lo que me pasó.
Intenté luchar por él. No fue su culpa, pero mi papá podía ser muy terco.
Papá estaba furioso con Gus después de descubrir que Dave Lachey había cortado
las vallas para sus misiones de caza. Dave dejó entrar a la fauna y cazó ilegalmente en
nuestros terrenos, y cuando me vio en la oscuridad, pensó que yo era un ciervo.
Cuando intenté contar a la policía lo que creía que había ocurrido realmente aquella
noche y que Dave Lachey sabía exactamente a quién estaba cazando, registraron los
terrenos circundantes. Buscaron cualquier prueba que justificara mi historia, pero no
encontraron nada al respecto y finalmente dictaminaron que lo que me ocurrió fue un
accidente de caza.
—Ya es una noticia vieja. —Brody hace un gesto con la mano, pero no puedo evitar
el fastidio que aún se esconde en su expresión—. Todos nos alegramos de que estés
bien, Camila. —Hace un gesto con la barbilla—. ¿Qué puedo ofrecerte para beber?
Pido una copa de pinot grigio y Abner pide una jarra de cerveza. Cuando Brody
se aleja, me estremezco y Abner se ríe.
—Me gustaría haberte ayudado allí. Pero no soy de aquí. No conozco a mucha
gente.
Sonrío.
—No sabes la suerte que tienes.
237
Brody no es la primera persona del pueblo que me reconoce. Parece que tengo la
peor memoria de todos los tiempos, porque no recuerdo muchas caras. Lo atribuyo a
mi obsesión por cierto vecino que me robaba todo el tiempo y la atención por aquel
entonces, y también la mayoría de mis buenos recuerdos.
Después de que Brody nos entregue las bebidas, nos alejamos de la barra y nos
dirigimos hacia la dirección en la que dejamos a Josie. Ya casi estoy allí cuando la
multitud se separa y veo que ya no está sola.
Durante las dos últimas horas, Josie, Abner y yo nos hemos puesto al día de todo
lo que nos hemos perdido desde la última vez que nos vimos, todo ello mientras
bebíamos tranquilamente, devorábamos la mejor pizza del mundo y compartíamos
unas cuantas risas. Ha sido catártico. Pero cuando veo a Ridge de pie junto a la mesa
con Josie, la noche casi empieza a parecer una broma cruel.
Me congelo tan rápido que el vino me salpica la mano, y me debato sinceramente
entre alejarme o seguir adelante. Un encuentro con Ridge hoy es suficiente. No
necesito otro encuentro incómodo.
Entonces, como si las cosas no pudieran ser más incómodas, veo a Trip y a Raven
en la mesa también. ¿Qué...?
Antes de que pueda decidir qué hacer a continuación, la mirada de Ridge
encuentra la mía, enviando una sacudida de electricidad directamente a mi corazón.
Abner se dirige rápidamente hacia Josie, seguramente ajeno a lo que está ocurriendo
dentro de mi cabeza.
Entonces la voz de Trip resuena por encima del ruido de la multitud.
—Bueno, joder, ahí está.
No miro a Trip cuando lo dice, pero nunca podría confundir su entonación con la
de otra persona. Su voz suena muy parecida a la de su padre: fuerte, arrogante y
molesta.
Antes de que pueda parpadear, Trip está delante de mí y me toma en brazos, y no
parece importarle el vino que se derrama por su resbaladiza chaqueta negra. Es más
alto de lo que recordaba y me levanta los pies del suelo mientras me aprieta con
fuerza.
Josie, Abner y Raven se ríen ante el saludo de Trip, y yo no puedo evitar reírme
también. Ridge, por su parte, tiene un aspecto sombrío mientras mira fijamente a su
izquierda, como si tratara de encontrar la ruta de escape más rápida.
Trip me suelta finalmente, pero no deja mi cintura. Sonríe, su amplia sonrisa es aún
más grande y brillante de lo que recuerdo.
—Dios, es bueno tenerte de vuelta para siempre, Camila. Telluride no ha sido lo
mismo.
—Yo también me alegro de volver a verte, Trip. —Sonrío a mi amigo, apartando a
Ridge de mi mente por un segundo—. Es un poco extraño estar en casa, pero ya me
acostumbraré.
Trip me aprieta la cintura, y yo trato de ocultar mi gesto de dolor. 238
—Si hay algo que pueda hacer para ayudar, estoy aquí.
—Te lo agradezco.
Retira sus manos, desliza un brazo alrededor de mi cuello y me lleva a nuestra
mesa, donde los demás están esperando.
Mi encuentro con Ridge en la cima de la montaña fue incómodo, pero no se
compara con este escenario. Ni en mis mejores sueños pensé que Ridge y Trip
estarían en la misma mesa. La verdad es que me confunde tanto que me río.
—Bien, tengo que preguntar. ¿Esto es una cosa ahora? ¿Salen así seguido? Porque
es un poco raro.
Se hace el silencio absoluto mientras todos intercambian miradas. Hay algo en la
mirada que Raven dirige a Ridge, en particular, que me calienta el pecho por una
razón que no entiendo. Pero se asemeja inquietantemente a la vez que fuimos todos a
esa excursión en Ouray. Entonces se ríen, empezando por Josie, luego Trip se une y
Raven es la siguiente. Ridge sigue sin sonreír.
—Te dije que las cosas eran diferentes ahora —dice Josie con un guiño—. Somos
todos una gran familia feliz. ¿Verdad, chicos?
—Bueno, yo no iría tan lejos —dice Trip, lanzando una mirada a Ridge—. Pero las
cosas no son como cuando éramos adolescentes, Camila. La tregua de Bell-Cross
cambió la dinámica de todo el pueblo.
La tregua Bell-Cross. La finalización de la disputa después de más de un siglo de
conflicto debería hacerme feliz. En cierto modo, por supuesto que sí. Saber que Ridge
y Harold lucharon menos porque mi padre dejó de poner obstáculos para dificultar
su éxito es algo estupendo. Por desgracia, Ridge y yo sufrimos las consecuencias.
—Bueno, está bien entonces —digo, sentándome en mi taburete.
Trip toma el taburete a mi lado. Ridge duda un segundo antes de sentarse junto a
Raven.
Entonces Josie hace lo que mejor sabe hacer y empieza a hablar para distraer a
todos de su malestar.
—Siento haberme perdido la gran fiesta de anoche —dice Trip, inclinándose más
hacia mí—. Tuve una cena con un cliente y se me hizo muy tarde, pero me encantaría
compensarte algún día. Te llevaré a cenar esta semana y nos pondremos al día.
High Pie está lleno de gente, así que incluso en nuestra pequeña mesa, las
probabilidades de que alguno de nuestros amigos nos oiga son escasas. Pero el hecho
de que Trip se acerque a mi oído para invitarme a lo que suena como una cita me hace
retorcer por todos los motivos equivocados. Encuentro los ojos oscuros de Ridge y
juro que puede oír cada palabra que sale de la suave lengua de Trip. Ridge siempre
ha tenido algún tipo de superpoder en lo que respecta a sus sentidos... y a mí.
Desvío la mirada y agarro mi bebida, sintiéndome repentinamente sedienta.
Cuando me doy cuenta de que ya está prácticamente vacía, vuelvo a dejarla en el sitio
y le contesto a Trip.
239
—Ya veremos —digo—. Tengo mucho trabajo por delante en el viñedo. —Ya que
tu padre está tratando de robármelo.
Al mencionar el viñedo, los ojos de Trip se iluminan. Entonces se lanza a presumir
de todo el gran trabajo que ha hecho a lo largo de los años. Escucho, fingiendo estar
impresionada mientras me muerdo la lengua. No me extrañaría que Thomas haya
estado guardando para sí todos sus sucios negocios y utilizando a sus hijos como
peones sin que ellos lo sepan.
—Mi padre aprecia todo el trabajo que has hecho. Y yo también. No puedo esperar
a ver a todos en acción. Trabajar en Napa ha sido una revelación. Tengo algunas ideas
que no puedo esperar a implementar aquí.
—¿Cómo?
Casi me sorprende oír hablar a Raven. Por un segundo, siento que su pregunta es
un intento de desafiar mis intenciones, pero me deshago de esa sensación. Es curiosa,
y tiene todo el derecho a serlo.
—Bueno, para empezar, he oído que has estado dirigiendo las operaciones en la
bodega. Estoy deseando hablar contigo sobre cómo podemos mejorar nuestra
hospitalidad. —Miro a Trip, la emoción burbujea en lo más profundo de mi pecho—.
Y sé que estás dirigiendo el desarrollo del negocio. ¿Qué dicen nuestros clientes?
¿Están contentos? ¿Buscan algo diferente? ¿Más variedad, tal vez? Quiero examinar a
fondo la diversidad de nuestras variedades de uva. Hace mucho tiempo que no
producimos una añada como nuestro Bell Red de 1998.
Raven resopla.
—Vamos, Camila. Sabes que no tenemos control sobre los tipos de uva que
utilizamos, teniendo en cuenta que vivimos en Colorado.
Levanto una ceja, respondiendo a su desafío de frente.
—Hay muchas oportunidades, si trabajamos con los suelos y las elevaciones. Ya lo
verás.
Cuando Raven no dice nada a cambio, sonrío y miro a Josie.
—Luego está la mezcla o la prefermentación para sacar sabores increíbles que de
otro modo no existirían. Aprendí todo sobre las técnicas en Napa, y las opciones son
infinitas. Pensé que tal vez podrías ayudarme a probarlas. —Le guiño un ojo.
Josie sonríe.
—Es un trabajo para el que me ofrezco como voluntaria.
Mis ojos se dirigen a Ridge, que parece incómodo y se levanta, dejando su cerveza
llena en la mesa. Le susurra algo a Josie antes de marcharse. El hecho de que no me
extasía al instante con su salida me dice que estoy en un mundo de problemas a partir
de ahora.
La expresión de Raven sigue siendo fría y poco impresionada.
—Bueno, tendrás todo el tiempo del mundo para poner en práctica todos los
conocimientos ahora que has vuelto. Una vez que nos mudemos a la villa...
240
Se detiene bruscamente cuando Trip le echa una mirada, pero no se me escapa el
movimiento de su cabeza y la advertencia en su mirada.
—¿Qué está pasando? —Al parecer, Raven y Trip saben mucho más que yo—. ¿A
qué te refieres con que una vez que te mudes a la villa? —Dejo escapar una
carcajada—. No puedes invitarte a mudarte a mi casa sin más.
Raven frunce el ceño en señal de confusión y mira a Trip.
Él deja escapar un fuerte suspiro.
—Se supone que nuestro padre tenía que hablar contigo primero. —Le echa otra
mirada a Raven—. Obviamente, hay cosas que discutir. Acabas de llegar a casa y
necesitas tiempo para asentarte, pero con nuestra inversión en el negocio, es lo
correcto.
Me quedo con la boca abierta. Las sorpresas no dejan de sucederse.
—No, no lo es. Es mi casa. —Busco en sus rostros la esperanza de que todo esto
sea una gran broma.
Trip frunce el ceño.
—Sé que esto es mucho en este momento, Camila, pero tienes que verlo desde
una perspectiva empresarial.
—Pero es de mi vida de lo que estamos hablando. Me acabo de enterar hoy de
que tu padre se las ha arreglado para entrar en una sociedad al cincuenta por ciento
en mi negocio familiar. ¿Y ahora todos quieren mudarse también?
—Estoy en la bodega dieciséis horas al día —dice Raven secamente—. Entre
eventos, catas de vino y visitas. Todo esto es por el bien de Bell Family Farms.
Miro entre ellos, con ganas de gritar, y me muerdo la lengua para no reaccionar
con emoción. Ya me preocupa que mi tono esté saliendo mal.
—Mira, no quiero faltar al respeto a tu familia, pero acabo de llegar y de repente
hay todos estos cambios. Todavía estoy tratando de asimilarlo todo, y ni siquiera me
han dado la oportunidad de opinar.
Raven deja escapar una carcajada.
—Con todo respeto, Camila, la única razón por la que tu papá pudo mantener el
viñedo a flote es por nuestro padre. Nos enfrentamos a un clima hostil y a las críticas
más duras. Nuestros padres trabajaron juntos durante treinta años por una razón. Y
mientras tú has estado fuera obteniendo todos tus elegantes títulos, nosotros hemos
estado aquí. Trabajando.
Sus palabras me queman directamente en el pecho. Todos en la mesa se han
callado y me miran. La antigua Camila le habría dicho a Raven que no tenía ni idea de
lo que estaba hablando. Le está dando demasiado crédito a su familia. Mi abuelo
plantó las primeras vides, y lo hizo contra todo pronóstico.
Me estoy exaltando demasiado por algo que aún no comprendo del todo, así que
les regalo a todos una sonrisa forzada.
241
—Creo que es hora de volver a casa.
—Camila, no te vayas —suplica Josie.
La ignoro y me pongo de pie.
—Ha sido un placer verlos a todos. —Saludo con la cabeza a la mesa sin hacer
contacto visual con ninguno de ellos. Luego tomo mi bolso y me dirijo a la puerta.
En mi prisa por dejar atrás a mis amigos, esta noche y todo este regreso a casa, no
presto atención a mi camino. Acabo de doblar la esquina del bar cuando siento que
mi zapato se engancha en la verja metálica que rodea el perímetro del local y caigo
hacia delante sobre la acera llena de nieve. Las palmas de las manos frenan mi caída.
Inmediatamente, siento la fría quemadura del impacto y gimo.
Rodando sobre mi espalda, ignoro la nieve que se funde en mi cabello y la multitud
pasa a mi lado mientras se ríe o me mira de forma extraña. No me importa. He
terminado con el día de hoy y con la avalancha de noticias que no ha dejado de
golpearme desde que llegué a casa.
Me empieza a doler la cabeza, el frío me empapa la piel y me escuece el fondo de
los ojos. Cuando una figura se inclina sobre mí y me tiende la mano, se me cierra la
garganta de la emoción.
Creo que me enamoré de los ojos de Ridge antes de enamorarme de su alma, su
corazón o su mente. Pero no puedo estar segura ya que mis sentimientos por él se
desarrollaron muy rápido. En cuestión de meses, pasé de conocer al extraño vecino
a anticipar el sentimiento que se despertaba en mi pecho con una sola mirada. Vivía
para esas miradas y para esos preciosos momentos en los que podíamos estar a solas
en la cima de nuestra colina.
Sólo con mirarlo ahora me vienen a la mente todos esos sentimientos y más. Podría
llorar. Debería dejar que la presa se rompiera y que mi emoción se derramara por
mis mejillas. Probablemente me sentiría bien. Pero el agua salada se congelará antes
de que deje caer una sola lágrima. Llorar no solucionará nada.
—Estoy bien —le digo sin alcanzar su mano.
Su mandíbula cuadrada se tensa y sus ojos se estrechan hasta convertirse en
rendijas. Siempre ha odiado lo testaruda que soy, lo que sólo hace que quiera
exagerar mi actuación.
En lugar de discutir conmigo, me agarra por los dos brazos y me levanta como si
no pesara nada, luego me deja en el suelo y me suelta casi tan rápido como me había
agarrado.
Ridge nunca habría sido capaz de levantarme así cuando éramos más jóvenes. No
puedo evitar que mi mirada recorra sus anchos hombros y su alto cuerpo. Incluso bajo
las capas de ropa que lleva puestas, me doy cuenta de que Ridge ha crecido más de
lo que jamás imaginé. Es más grueso y más alto, y todo parece ser tan duro como la
piedra, al igual que su maldito corazón demostró serlo hace años.
—Pensé que te habías ido.
242
—Fui al baño. Volví y te vi caer. Quise ayudar.
—No era necesario.
Sin perder un segundo más, me inclino para comprobar los cordones de mis botas
y luego lo rozo con un empujón de mi hombro en su costado.
—Al menos puedes dar las gracias —me dice.
Decidiendo ignorarlo, camino más deprisa, hasta doblar la esquina donde está
estacionado mi Jeep. Los pasos me siguen. El crujido de cada paso parece resonar en
mi pecho hasta que me canso.
Me doy la vuelta y pongo las manos en las caderas.
—Deja de seguirme, Ridge.
—Sólo me aseguro de que llegues a tu auto.
Incrédula, suelto una carcajada.
—Qué maldito caballero eres. Noticia de última hora. He estado caminando bien
por mi cuenta desde que dejé este jodido lugar. No necesitaba tu ayuda entonces, y
definitivamente no la necesito ahora.
—Eso no es lo que me parece, Salvaje.
Parpadeo un par de veces. Mi visión comienza a desvanecerse en negro mientras
mi corazón se acelera. Entonces doy tres pasos hacia delante, hasta que estoy
directamente delante de sus narices, mirándolo con lo que espero que pueda leer
como una mirada de advertencia.
—Perdiste el derecho a llamarme así hace mucho tiempo. —Mantengo mi voz
tranquila y firme—. No lo vuelvas a decir, ¿de acuerdo?
Algo brilla en sus ojos, pero desaparece antes de que pueda saber con seguridad
lo que significa. Tal vez sea rabia, dolor o molestia. No lo sé, y realmente desearía
que no me importara.
—Claro que sí, Camila.
Ignorando el dolor en el pecho que me produce el hecho de que haya dicho mi
nombre, me doy la vuelta y recorro el resto del camino hasta mi Jeep y me voy.

243
E
l viernes temprano por la mañana, entro en mi despacho y cierro la puerta.
No hay más luces encendidas en la casita y no me molestarán en las
próximas horas. Me siento detrás de mi escritorio, abro el cajón del
archivador y saco los documentos financieros de un mes para examinarlos.
Durante los últimos meses, he estado trabajando con un abogado para estudiar la
sociedad compartida. Una de sus sugerencias fue que revisara cada una de las
transacciones, grandes y pequeñas, de los últimos diez años y tomara nota de
cualquier cosa sospechosa. Descubrí que papá vendía sus bienes personales a diestro
y siniestro a lo largo de los años para invertir en más maquinaria: despalilladoras,
fermentadoras y equipos de embotellado, y la lista continúa.
244
A partir de ahora, no puedo hacer nada para impedir que los Bradshaws se muden
a la villa. Gracias a nuestra sociedad compartida, Thomas y su familia tienen tanto
derecho a estar aquí como yo. Al menos han sido lo suficientemente civilizados como
para aceptar la villa de invitados en lugar de la casa principal. Ahora están situados
con su propia cocina, cuatro dormitorios, una sala de estar y acceso a su propio jardín
privado, así que espero que todos podamos mantener las distancias hasta que pueda
averiguar cómo recuperar lo que debería ser mío.
—Se van a apoderar de este lugar —le dije a mamá después de enterarme de que
los Bradshaws se iban a mudar—. Y tú se lo estás permitiendo.
Mamá suspiró, mostrando su edad mientras se acomodaba en su sillón favorito del
salón.
—No puedo opinar, mija. Ojalá lo hiciera. Pero nunca he podido opinar sobre
cómo se maneja este lugar.
—Porque Thomas Bradshaw se aseguró de ello.
Mamá asintió.
—Creo que eso es cierto.
Me enfurecí.
—Así que, mientras yo iba a la escuela para obtener todos estos títulos de lujo,
certificaciones y experiencia, Trip y su padre estaban haciendo todas las conexiones
locales y estableciendo relaciones con los clientes de papá. Estoy segura de que las
intenciones de papá eran buenas, pero ¿cómo pudo dar tanto de este lugar a otra
familia? No tiene sentido. —Levanté los brazos en señal de derrota—. Ahora los
Bradshaws se están mudando a la casa de huéspedes. ¿Cuánto tiempo pasará antes
de que se muden a la casa principal? Este es nuestro hogar. No la compartiré con
ellos.
—Camila, ¿cuándo vas a dejar de preocuparte por todas las cosas que no puedes
controlar? Deja de preocuparte tanto por todas las cosas que están mal y piensa en
las que están bien. Vive el presente, mija. No puedes reescribir el pasado, pero
puedes hacer algo por el ahora.
Mamá siempre tenía razón. Así que en los últimos meses, he puesto toda mi
atención y energía en supervisar las operaciones con un enfoque láser. Estoy en todas
partes, todo el día, todos los días. Me niego a descansar por miedo a perderme algo.
Tengo los ojos puestos en el premio y así será hasta que encuentre la manera de
recuperar la propiedad mayoritaria de lo que ya debería ser mío.
He estado trabajando en la calle, conociendo a nuestros clientes lo más
íntimamente posible, estableciendo amistades y esperando ganarme su confianza, al
igual que los Bradshaws. Tengo reuniones rutinarias con todo el personal para estar
al tanto de sus preocupaciones, y me he sumergido de lleno en el marketing,
queriendo entender las estrategias. Doy mi opinión, y he ganado algunas batallas por
el camino. Y también he estado trabajando con nuestro enólogo para idear una nueva
mezcla de temporada que podamos lanzar para el verano.
245
Trip, con su papá como mentor permanente, está a menudo ocupado con nuevos
y viejos clientes. Y Raven se mantiene al día con todas las actividades de la bodega,
una habilidad que siempre se le ha dado muy bien. Por mucho que me moleste, hasta
yo puedo admitir que es excepcional en su trabajo. La mayor parte del tiempo, la dejo
en paz, sabiendo que cualquier confrontación resultará en un partido de discusiones
presumidas para el que no tengo tiempo. Una parte de mí nunca ha olvidado la forma
en que sus ojos buscaron los de Ridge en High Pie, como si lo conociera mejor que la
mayoría.
No quiero creer mis sospechas, pero a ella siempre le ha gustado Ridge. Con mi
ausencia, tal vez Raven finalmente tuvo su oportunidad. Siempre han sido amigos,
incluso cuando Ridge trabajaba en Ouray. Pero ella es la hermana de Trip, y no puedo
imaginarme que él esté de acuerdo con ellos dos juntos.
Ugh ¿Por qué me estoy distrayendo con pensamientos sobre Ridge? No he visto ni
hablado con él desde nuestra pelea fuera de High Pie.
La temporada de poda nos ha mantenido a todos más ocupados que nunca. La
sostenibilidad ha sido siempre el objetivo del viñedo de la familia Bell. Debido a las
duras condiciones climáticas y al largo invierno, nos centramos en la poda de caña y
espuela durante esos meses. Así que cuando la nieve comenzó a derretirse de las
vides y el nuevo crecimiento comenzó a florecer de los brotes sanos que estuvieron
dormidos toda la temporada, no sólo el viñedo tuvo un despertar, sino también mi
alma.
No debería haberme alejado tanto tiempo.
Tan pronto como el pensamiento entra en mi mente, lo alejo. Castigarme por
decisiones que de otro modo no lamentaría es inútil. La verdad es que me encantaba
la escuela. Después de que Ridge acabara en la cárcel y mis padres estuvieran
distanciados, lo último que quería hacer era regresar a Telluride. Así que volví a la
escuela. Después de que Ridge se alejara de mí de nuevo cuando estábamos en
Dunton, terminé mi programa de maestría, pero no tenía prisa por regresar a casa,
especialmente cuando tuve la oportunidad de viajar a Italia para un programa de
estudio y trabajo. Luego, a mi regreso a Napa, me ofrecieron un trabajo en uno de los
viñedos. En mi mente, todos esos años estaban beneficiando mi futuro. ¿Cómo podría
imaginar lo que se avecinaba?
Suspirando, dejo de lado las finanzas y busco la lista de proveedores. Ya casi he
conseguido bajar nuestra larga lista de clientes potenciales, y hoy pienso visitar a uno
más. Pero cuando veo el siguiente nombre de la lista, mi ritmo cardíaco se triplica.
La breve descripción que aparece junto al nombre de la empresa, Wild One
Ranch, dice que se trata de una propiedad de alquiler vacacional con cabañas de
madera y tiendas de campaña, lo que me recuerda mucho a Dunton Hot Springs y
Camp Lachey combinados. Sigo a la derecha de la hoja de cálculo para encontrar la
dirección de la propiedad junto con el nombre del propietario: Ridge Cross.

246
W
ild One Ranch es lo que está cincelado en la placa de madera que mandé
hacer para el alojamiento principal. Lo que empezó como una
conversación con Camila en Ouray pronto será una realidad. Durante los
últimos cinco años, he trabajado con arquitectos, constructores y el condado para
crear el tipo de complejo turístico que me recuerda al pueblo fantasma al que Camila
me llevó en Dunton.
Todavía recuerdo lo salvaje que se volvió mi imaginación cuando llegamos y di un
paseo por la propiedad. Mi mente explotó con visiones de crear exactamente lo
mismo en las zonas boscosas del rancho. Harold nunca había hecho nada con la
propiedad circundante, y siempre me había gustado que quisiera preservar toda la
naturaleza posible. Pero pensar que se podía preservar al mismo tiempo que se
247
permitía a otros disfrutar de su belleza natural despertó en mí algo que nunca antes
había sentido. Por primera vez en mi vida tenía un sueño, y nada me impediría vivirlo.
En las afueras de la propiedad, separadas por la privacidad, hay cabañas de
madera, tipis de lujo y casas pequeñas. La semana pasada recibí las aprobaciones
finales del condado, que confirmaron que la construcción estaba terminada y que
Wild One era un negocio oficial. Lo único que queda por hacer es amueblar cada una
de las casas de vacaciones y empezar a reservar estancias.
Doy un paso atrás y miro el cartel que se ha colocado en la cabaña principal, que
utilizaré como oficina, y sonrío.
—Un nombre inteligente.
Me doy la vuelta para mirar a Camila. Cuando mis ojos se fijan en los suyos, siento
una sacudida en el pecho que me recuerda a cuando éramos más jóvenes. Hay algo
en su belleza que siempre parece chocar mis sentidos. Esa sensación sólo se ha
intensificado por todo el tiempo y la distancia que nos separa.
Su cabello es más largo que como lo llevaba en el pasado. Sus ojos son más
grandes y brillantes que nunca. Su vestido verde abotonado es similar a los que solía
llevar, salvo por el barro y la suciedad que se apelmazan en la parte posterior de sus
piernas.
Lleva una cesta gigante llena de queso, galletas, chocolate y una botella de Merlot
de la colección vintage de Bell. Pero lo que más me llama la atención es su amable
sonrisa. No tiene ira ni resentimiento por el daño que le he causado. En cambio, está
llena de sorpresa y orgullo por lo que he creado.
Miro el cartel y no puedo evitar sonreír.
—Sí, bueno, se puede decir que este lugar se inspiró en alguien del mismo
nombre.
Sus ojos se desorbitan por un segundo antes de que su sonrisa se amplíe y se
acerque. Me entrega la cesta de regalo.
—Tenía que pasarme a felicitarte. Esto es increíble, Ridge.
—Gracias. —Le quito la cesta y nuestros dedos se rozan. Las palabras nunca han
sido mi fuerte, pero estar tan cerca de Camila me deja sin palabras de la manera más
impropia. No pasa un día en el que no me castigue por la forma en que la perdí.
Aunque mis intenciones eran buenas, eso no cambia el hecho de que fui terrible con
ella. Le rompí el corazón y nunca me lo perdonaré.
Ella gira en un círculo lento, mirando los largos senderos que conducen al bosque,
donde algunas de las cabañas son vagamente visibles a través de los árboles
—¿Quieres un tour? —pregunto finalmente tras un rápido debate interno.
—Sí, me encantaría.
Me giro para entrar en la cabaña principal. Está acondicionada como una sala de
estar, con un sofá, una gran chimenea y un televisor de pantalla grande. También
248
tiene un mostrador de facturación y un cuarto trasero para guardar los artículos de
limpieza.
—Esta es la única cabaña que he amueblado, así que estás advertida. Ahora mismo
no hay nada.
—Lo dudo mucho —dice ella, sonando asombrada—. Estoy deseando verlo.
Asintiendo, agarro el llavero para abrir las puertas y salimos por el sendero más
cercano marcado con un poste de madera en el que se lee: Honey Bee. Me muerdo el
labio inferior cuando me mira con curiosidad, pero no dice nada al respecto.
Cada uno de los senderos de tierra conduce a un claro con escalones de piedra
que se clavan en el suelo y serpentean hacia cada cabaña. La cabaña a la que llegamos
primero está algo torcida, con un tejado más inclinado que el otro. La madera, que no
tiene parangón, está anudada y es áspera. Se hizo con todo tipo de árboles caídos, y
mantuve la madera expuesta lo más natural posible.
Mientras entra en el pequeño espacio de un dormitorio y un baño, me lo imagino
equipado con una cama matrimonial, algunas alfombras y arte local para ayudar a
contar la historia de la zona. Aunque la decoración de interiores no es mi
especialidad, he recibido muchas ofertas de tiendas de muebles locales para
ayudarme a conseguir el aspecto y la sensación que quiero conseguir.
—¿No hay ducha? —pregunta, saliendo del baño.
Sonrío y señalo la puerta de la parte trasera de la cabaña.
—Por ahí
Se abre paso hacia el exterior y entra directamente en una ducha aislada, con una
alta valla para dar la sensación de privacidad.
—Vaya. —Se ríe—. ¿Construiste esto tú mismo?
Asiento.
—Me ha costado cinco años por una buena razón, pero la realidad hasta ahora es
mejor de lo que podría haber imaginado. ¿Quieres ver la siguiente?
Me sigue con ganas y se adelanta un poco por el sendero.
—¿Qué pasó con Bruno? Echo de menos al pequeño.
Se me aprieta el pecho. Su pregunta saca a la luz cuánto tiempo se fue Camila.
—Raven se lo llevó cuando fui a la cárcel. Ella lo amaba y probablemente se lo
hubiera quedado, pero Bruno odiaba a Thomas de forma feroz. No podía culparlo.
Acabó devolviéndomelo un par de años después de que saliera. Falleció el año
pasado.
Sus ojos se llenan de emoción.
—Lo siento mucho, Ridge.
—Era un buen perro. También vivió una buena vida. Me gusta pensar que ahora
está con Harold. 249
Siento el apretón de mi mano, pero para cuando miro hacia abajo para confirmar
el toque de Camila, ella ya se ha alejado. Me duele su pérdida y me maldigo por sentir
que merezco su consuelo. Hace tiempo que perdí ese derecho.
Seguimos el camino hasta otro sendero privado con un cartel de madera que dice
Wake Up Time, y Camila me lanza otra mirada curiosa. Está empezando a entenderlo,
pero aún no lo ha descubierto.
Esta cabaña es un poco más grande, con un dormitorio principal, un altillo con
espacio para dos camas y una estufa de leña abajo.
No es hasta que llegamos al siguiente cartel de madera, en el que se lee
Wildflowers, que las pistas empiezan a tener sentido. Se detiene en cuanto lo lee y se
vuelve hacia mí. La sonrisa que parecía pegada a su rostro durante la primera parte
de la visita empieza a resbalar a medida que la emoción se apodera de ella.
—¿Todas tus cabañas llevan nombres de canciones de Tom Petty o sólo las que
hemos visitado hasta ahora?
Sonrío a pesar de los sentimientos que de repente se agolpan en mi pecho. No
puedo saber lo que está pensando, y quiero saberlo.
—Me pareció apropiado.
Cuando ella frunce el ceño, el temor se hunde en mis entrañas.
—¿Cómo? —pregunta en voz baja, pero su voz es tan firme y feroz como siempre—
. ¿Cómo puede ser esto apropiado después de todo lo que hemos pasado? No puedes
ir por ahí haciendo que las chicas se enamoren de ti, moliendo sus corazones en
polvo, y luego hacer todo esto. ¿Qué es esto, Ridge? ¿Algún tipo de gesto romántico?
Vuelvo a quedarme sin palabras.
—No. Yo sólo...
—¿Sólo qué? —exige.
—No habría hecho nada de esto sin ti. —Aunque no quiero sonar tan enfadado, yo
también estoy enojado por lo que nos ha pasado. Puede que haya sido yo quien haya
acabado con las cosas entre nosotros, pero no fui yo quien empezó la guerra—. Tú me
inspiraste. Es tan simple como eso.
—No es simple, y tú lo sabes.
—Tenemos una historia complicada, y me odias, lo sé, pero eso no cambia la
huella que dejaste en mí.
Se cruza de brazos y me devuelve la mirada.
—Pero tú lo terminaste, Ridge. No importan tus razones, te dieron a elegir, y no
me elegiste a mí. Asume alguna responsabilidad.
—¡Ya lo hice! —grito—. ¿Qué crees que he estado haciendo durante los últimos
diez malditos años de mi vida? He vivido en mi propio infierno personal, gracias a mis
decisiones, pero nunca habría hecho nada de eso si no pensara que tú estabas mejor.
¿No lo ves, Camila? Salvo esos pocos momentos robados que pude pasar contigo, mi
250
vida nunca fue mía. Las únicas opciones que se me dieron terminan aquí. Conmigo
aquí y contigo allí. Puede que ya no haya una enemistad con nuestros padres, pero
todavía hay un puente, y todavía nos divide. Si no es por el odio que una vez existió,
entonces es por el daño imperdonable que te causé
Sus ojos están rojos y vidriosos mientras retrocede, sacudiendo la cabeza.
—¿Qué se supone que debo hacer, Ridge, eh? Estuve tan herida durante tanto
tiempo. Un día, todo ese dolor se endureció en esta bola de ira que nunca dejó de
crecer. —Su barbilla tiembla, y deja caer las manos y las cierra en puños—. Estoy tan
enfadada contigo, pero quiero perdonarte, y ni siquiera sé por qué.
Mi corazón se acelera. ¿Podrá perdonarme de verdad? He tenido tantas dudas,
incluso cuando me recogió de aquella cárcel y me montó con tanta agresividad que
podía sentirla rondando a nuestro alrededor como una nube invisible. En aquel
entonces, no podía ni siquiera intentar pedirle perdón. No podía explicar nada. Pero
ahora las cosas son diferentes. Patrick y Harold están muertos, y la única guerra que
existe es la que se libra entre dos corazones rotos.
—Cena conmigo.
Mis palabras me sorprenden tanto como a ella, y prácticamente puedo oír el
aliento que sale de sus labios separados.
—¿Qué?
Me acerco más, comprometiéndome con mis palabras.
—Si tienes que enfadarte conmigo, enfádate. Pero al menos déjame hacerte la
cena
El silencio se extiende entre nosotros, hasta que ella finalmente responde:
—De acuerdo.

251
A
prieto el volante mientras sigo a Ridge por el camino de grava con curvas
que lleva a la casa principal del rancho, mis nervios se disparan como
fuegos artificiales durante todo el camino. Cuando lo vi por primera vez
hoy, mi corazón hizo esa cosa de revolotear. Llevaba una simple camiseta blanca y
vaquero, pero por la forma en que los rellenaba, con sus bíceps estirando la tela
alrededor de los brazos y su pantalón ajustado alrededor de su musculoso culo, me
sorprende que haya sido capaz de pensar con claridad. Hasta que me di cuenta del
significado de los quince nombres diferentes de las cabañas, lo estaba haciendo
bastante bien. Ahora, estoy intentando desesperadamente controlar mi corazón
acelerado cuando su casa aparece a la vista. Me siento como si hubiera regresado a
mi pasado. 252
Cuando aparecí en sus escaleras después de enterarme de la muerte de Harold
hace tantos años, me sorprendieron los cambios exteriores de la casa. La casa era
más grande y estaba recién pintada e incluso el tejado había cambiado de madera
alabeada a metal. Las contraventanas torcidas habían sido retiradas y sustituidas por
otras limpias y rectas. Los marcos blancos de las ventanas habían cambiado a negro.
Y el césped rodeaba la idílica estructura, en lugar de la suciedad que había antes.
Casi había olvidado los cambios hasta ahora.
Ridge estaciona su camioneta y me espera al pie de los escalones del porche y
mientras avanzo para reunirme con él, soy muy consciente de lo extraño que debe
resultar todo esto. Tenía trece años cuando conocí a Ridge y nunca había puesto un
pie en su casa. Después de tantos años de ocultar nuestra amistad y algo más, en el
fondo de mi mente sigue existiendo una pizca de miedo a que nos descubran. Pero
entonces, me recuerdo que ambos somos adultos ahora. La disputa ha terminado. Y
esto no es una cita. Sólo somos dos viejos amigos que intentan seguir adelante.
Cuando me acerco, me tiende la mano y la tomo sin dudarlo. ¿Qué me pasa? ¿Por
qué todo me resulta tan fácil cuando somos cualquier cosa menos eso? Ridge tiene la
costumbre de dejarme atrás y yo tengo la costumbre de perdonarlo sin pensarlo dos
veces. No puedo dejar que mi corazón vuelva a ese lugar vulnerable. Como le dije a
Josie cuando llegué, seré cordial, pero nunca olvidaré.
Empuja la puerta principal para abrirla, me suelta la mano y me hace un gesto para
que entre primero. Paso al interior y lo que veo me impresiona de inmediato. Desde
las paredes de tablillas hasta el suelo de madera natural, pasando por la hermosa
distribución abierta, estoy llena de muchas preguntas.
De niña, cuando miraba la casa del rancho desde la cima de la colina, me
imaginaba que las condiciones de vida de Ridge no eran mejores que miserables,
basándome en el aspecto exterior de la casa. Viéndola de cerca es otra historia.
—¿Qué está pasando en esa cabeza loca tuya? —Se ríe.
Me río, dándome cuenta de que debo parecer ridícula, por la forma en que mis
ojos se desvían.
—Esto no se parece en nada a lo que me imaginaba que vivías, Ridge. —Me
esfuerzo por encontrar palabras que no suenen ofensivas—. La forma en que solías
hablar de este lugar. La forma en que nunca quisiste estar aquí. —Sacudo la cabeza,
sabiendo que mi confusión está justificada, ahora que recuerdo esas conversaciones.
Ridge sonríe.
—Veo que tenemos que ponernos al día. Ven. Te serviré una bebida.
Me conduce por el pasillo y hacia el interior de la impresionante cocina. Todo está
tan limpio y tan brillante, desde los armarios blancos hasta los electrodomésticos de
acero inoxidable y las largas lámparas colgantes que cuelgan sobre la larga isla de
mármol. Estoy asombrada.
Me saca un taburete para que me siente en la isla y lo acepto con una sonrisa. 253
Cuando mete la mano en un armario, repentinamente siento que los nervios se
apoderan de mí de nuevo. Nunca me había sentido fuera de mi elemento, pero ahora
soy consciente de ello. Han cambiado muchas cosas en los últimos diez años. Ridge
no sólo se ha hecho cargo de la granja de Harold, sino que ha iniciado una nueva
aventura por su cuenta. Probablemente ha tenido un montón de novias a lo largo de
los años. Tal vez incluso se haya enamorado.
Miro fijamente la botella de vino tinto que tiene en la mano.
—¿Tienes algo más fuerte?
Mira la botella y asiente antes de volver a meterla en el armario.
—¿Bourbon?
—Perfecto.
En cuanto me acerca la bebida, me la llevo a los labios y vierto el suave y ardiente
líquido por mi garganta. El ardor es justo lo que necesito. Ese rastro de fuego se
extiende directamente a mi pecho, hasta que un efecto adormecedor se apodera de
mí.
Él me observa por encima del borde de su vaso mientras da un trago y luego se
apoya en la encimera frente a mí, aparentemente divertido.
—¿Mejor?
El calor sube a mis mejillas y no estoy segura de sí me sonrojo por el bourbon o
por su mirada.
—Llegando ahí.
Sonríe.
—Tengo una idea. —Ridge mete la mano en un armario que tiene debajo y saca
una cesta. Señala la gran ventana que hay sobre el fregadero detrás de él, donde hay
un jardín de productos frescos—. Tú eliges las verduras y yo prepararé algo con lo
que elijas.
Entrecerrando los ojos, contengo mi sonrisa.
—¿Puedes hacer eso?
Ridge se encoge de hombros.
—Lo hago todas las noches. No lo pienso demasiado. Simplemente agarro lo que
tiene buena pinta y preparo algo.
Me lo tomo como un reto y el brillo de sus ojos demuestra que no está sorprendido.
—De acuerdo —digo con cautela—. ¿Lo que sea?
—Lo que sea.
Con un rápido salto del taburete, le quito la cesta y salgo por la puerta de la cocina.
Tardo un segundo en comprender la disposición del jardín. Las hierbas están en una
parcela, las frutas en otra y las verduras de hoja oscura en otra. Paso por cada parcela,
fila por fila, tentada de arrancar todo lo que veo. Consigo controlarme y termino con 254
una cesta de calabazas, espinacas, tomates y una granada.
—De acuerdo —digo mientras atravieso la puerta hacia donde Ridge está cortando
dientes de ajo. Me acerco a él y coloco la cesta en la encimera—. Buena suerte.
Él echa un buen vistazo a lo que he elegido y sonríe.
—Me lo dejaste muy fácil.
Me encojo de hombros.
—Sea lo que sea lo que te salga, quiero que sea comestible.
—Me parece justo.
Me siento en el taburete de nuevo y llevo mi bebida a mis labios.
—Bien, no más rodeos. Dime cómo acabo de entrar en una granja que pertenece
a una revista.
Mira a su alrededor y vuelve a picar los ingredientes.
—Creo que llevabas tres meses en la universidad cuando Harold me pidió que
volviera para ayudarle con la cosecha de otoño. Muchas cosas cambiaron desde que
te fuiste. El negocio se recuperó bastante y creo que eso le dio a Harold una nueva
oportunidad. Dejó de beber y empezó a pasar todas sus horas libres haciendo
proyectos en la casa. Y cuando llegó el invierno, empecé a ayudarle. A lo largo de los
años, simplemente seguimos trabajando. Añadimos a la casa, actualizamos el exterior
y remodelamos totalmente cada centímetro del interior. Deberías haberlo visto,
Camila. Era el hombre más feliz.
Pude percibir el orgullo que Ridge aún siente por su padre y por eso, agradezco
que hayan tenido todos esos años juntos.
—Me habría encantado ver a Harold así.
Ridge asiente.
—Era un hombre cambiado. Eso es seguro.
Un pensamiento amargo deforma nuestro momento feliz.
—Supongo que fuiste su héroe por poner fin a esa rivalidad. Si los negocios
mejoraron y Harold no tuvo todas esas tonterías rondando por su cabeza, puedo ver
por qué habría sido un hombre cambiado. —Aunque me hayas roto el corazón.
Ridge deja de picar y me devuelve la mirada. Siempre ha visto a través de mí. No
me sorprendería que él también pudiera oír cada pensamiento que se arremolina en
mi cabeza.
—Me dijiste algo hace cinco años que no pude responder entonces, pero ahora sí.
Sé que es demasiado tarde y que nada de lo que pueda decir o hacer puede
arreglarlo, pero no hay razón para que te lo oculte ahora.
Intento tragar más allá del nudo que tengo en la garganta y luego bebo otro trago
del fuego ámbar que me arde en el pecho. Cuando dejo la bebida, me tiembla la
mano, pero asiento para hacerle saber que está bien continuar.
—Crees que te dejé, dejé la ciudad, para poner fin a la rivalidad entre nuestros
255
padres y eso sólo es cierto en parte. Thomas Bradshaw vino a verme esa mañana.
Sabía sobre lo nuestro y dijo que tu padre también lo sabía. Me dijo que si no
terminaba las cosas, tu padre te quitaría todo. La matrícula de la escuela, el viñedo,
tus sueños. Me obligó a tomar una decisión: romperte el corazón para que siguieras
el camino que tu padre te había marcado o quedarme y dejar que lo perdieras todo.
No podía dejar que hicieras eso.
Es como si acabara de lanzar una bomba de la que no he tenido tiempo de huir. La
explosión me atraviesa y distorsiona todo lo que antes creía.
—¿Y no acudiste a mí por eso?
—No podía. Si te hubiera dicho algo, sólo habría empeorado las cosas. No iba a
dejar que arriesgaras todo por mí.
—Ridge, podríamos haber hablado. Tú y yo teníamos un plan. Podríamos haber
seguido con él. Iba a ir a la universidad y volver después de cuatro años para hacerme
cargo del viñedo, entonces tú y yo íbamos a estar juntos.
Aprieta la mandíbula.
—¿Crees que habrías vuelto en cuatro años y que tu padre mágicamente estaría
de acuerdo con que estuviéramos juntos? No, Camila. Puede que lo negara antes de
que todo nos estallara en la cara, pero la realidad de lo que éramos y de lo que no
podíamos ser quedó finalmente clara. Estar conmigo sólo te estaba reteniendo. Y
mira, ahora tienes todo lo que siempre quisiste. —Levanta su copa—. Enhorabuena.
La ira arde en mi pecho. ¿Cómo se atreve a suponer que su marcha podría haber
beneficiado a mi vida? Me rompió el corazón.
—¿Todo lo que siempre he querido? No tienes ni idea, si eso es lo que crees.
¿Quieres saber la realidad de por qué vine a casa? —Levanto el dedo índice—. Mis
padres se peleaban constantemente hasta que llegaron a ser casi como extraños. —
Levanto un segundo dedo—. Mi papá murió. —Levanto un tercer dedo—. El viñedo ni
siquiera es todo mío. —Levanto un cuarto dedo, pero Ridge me interrumpe.
—Espera. ¿Qué? ¿Qué quieres decir con que el viñedo ni siquiera es todo tuyo?
Ese era el trato. Si vas a la escuela, te quedas con el viñedo, ya sea por una
transferencia de propiedad en el momento que elijas o por defecto, tras la muerte de
tu padre. Leí los términos, Camila.
Todo mi cuerpo tiembla.
—Sí. Me quedo con el porcentaje de la propiedad que me dejó mi papá. Me dejó
el cincuenta por ciento. Adivina quién es el dueño del otro cincuenta por ciento ahora.
La furia que se apodera de la expresión de Ridge que coincide con lo que yo
siento.
—Ese bastardo. Nos mintió a los dos y manipuló a tu padre.
Asiento.
—Papá tampoco me dijo nada. Sigo investigando todo, porque no tiene sentido. 256
Incluso si papá aceptó vender la propiedad, Thomas le pagó millones durante los
últimos diez años. Millones que papá invirtió en el viñedo.
—¿Millones? ¿De dónde sacaría Thomas esa cantidad de dinero?
Me encojo de hombros.
—Estoy tratando de averiguar eso. Necesito tener la propiedad mayoritaria,
Ridge. Es sólo cuestión de tiempo para que Thomas intente quitarme el viñedo por
completo. No sé cómo lo logrará, pero puedo sentir la amenaza que se avecina cada
día. Los Bradshaw ya se han mudado a la villa de invitados.
La mandíbula de Ridge se tensa.
—¿Qué?
Analizo su reacción con atención.
—¿De verdad no sabías nada de esto? ¿Raven nunca te dijo nada? —Trago saliva—
. Sé que eran unidos.
Sus ojos se fijan en los míos y en su rostro se refleja la comprensión.
—Sea lo que sea lo que estés pensando, deja de hacerlo. Raven ha sido una amiga
para mí, sí, pero eso es todo.
El calor sube a mis mejillas mientras niego.
—No importa. No tienes que explicarme nada.
—¿Qué crees que estamos haciendo aquí juntos, Camila? Te estoy explicando todo
lo que no pude hacer antes. No espero que me perdones, pero al menos ahora tienes
toda mi transparencia.
—¿Es eso lo que quieres? ¿Mi perdón? Llevo meses en la ciudad y ni siquiera has
intentado verme o hablar conmigo.
—Porque no merezco tu perdón. Sé lo que hice. Sé lo que perdí. Fuiste la única
persona en toda mi vida, aparte de mi madre, que me hizo sentir digno de amor y aun
así te rompí el corazón. Pero, ¿adivina qué? Yo también me rompí el corazón. No
puedo retractarme de lo que hice y no me engañaré pensando que puedo hacerlo.
Puedo sentir que mi rostro se desmorona y mi corazón pesa con todo el dolor que
he estado cargando durante demasiados años.
—Odio cuando haces eso. Tomas todas estas decisiones sin siquiera comentarlo
conmigo. ¿Cuándo vas a empezar a hablar conmigo en lugar de intentar protegerme?
Si quiero perdonarte, lo haré. Si quiero seguir enfadada contigo, también lo haré.
Él exhala lentamente mientras me evalúa.
—Es justo. Aunque siempre querré protegerte, sé que tienes razón.
Pasa un momento de tranquilo silencio entre nosotros. Hemos dado el primer paso
hacia el otro desde que nos alejamos hace tantos años. Se siente bien.
—Y si sirve de algo —dice él mientras me sostiene la mirada—, sí quiero tu 257
perdón.
Una lenta sonrisa levanta mis mejillas.
—Bueno, esto es un comienzo. —Señalo con la cabeza el conjunto de verduras
picadas que tiene delante—. Puedes seguir ganándotelo preparándome la cena.
P
or el gemido gutural que hace Camila, creo que la cena es un éxito. Sus ojos
están muy abiertos cuando traga su primer bocado de calabaza asada, luego
inmediatamente pincha otro y lo mastica también. Cuando termina, baja el
tenedor y deja caer la mandíbula.
—Ridge Cross, ¿sabes cocinar?
Cojo un bocado de mi propia comida y levanto una ceja.
—Aparentemente, puedo cocinar muy bien.
Mira la comida colorida esparcida en su plato.
—¿Cómo lo llamas? 258
Me encojo de hombros.
—Escogiste los ingredientes. Tú deberías nombrarlo.
Ella hace una mueca.
—¿Qué? No. Tu agregaste cosas.
—No mucho. Sólo queso de cabra, nueces picadas y una vinagreta de miel.
Me señala como si acabara de hacer su punto.
—Ves. Justo ahí. ¿Quién hace la vinagreta de miel desde cero? ¿Quién incluso
piensa en eso? —Niega—. Tú lo haces. Ese es quien eres. Tú, con todos estos talentos
secretos que recién estoy aprendiendo. —Frunce los labios—. Okey. Llamemos a esta
comida You Wreck Me.
Me río con el título de la canción de Tom Petty.
—Touché.
Sonríe, satisfecha de sí misma, mientras se sumerge en busca de más comida.
Grandes éxitos de Bob Seger suena en el tocadiscos vintage de la sala de estar
mientras comemos y bebemos nuestro bourbon. Nos hemos alejado de las
conversaciones serias y hemos pasado a temas más ligeros, como mis planes para
abrir el resort y el tiempo de Camila en Italia. Me encanta escuchar sobre sus
aventuras, y sólo deseo que la próxima pueda estar conmigo.
Al final de la cena, nuestros platos están limpios, sus mejillas están enrojecidas y
sus ojos están muy abiertos y brillantes, como cuando corría por el campo de maíz.
Camila es la chica hermosa y juguetona que comencé a amar sin siquiera darme
cuenta de cuándo o cómo. Es la hermosa mujer que todavía sostiene mi corazón.
Cuando “Old Time Rock & Roll” empieza a reproducirse, una lenta sonrisa se
extiende por su cara. Salta y camina a mi lado de la mesa
—Podemos limpiar más adelante. Ven conmigo. —Extiende la mano.
Tal vez es el bourbon, o tal vez la risita borracha que se desliza de los labios de
Camila, pero puedo casi pretender que nada ha cambiado entre nosotros mientras
envuelvo mi mano alrededor de la de ella y la dejo ponerme de pie.
Me jala a la sala de estar y comienza a mover su cuerpo al ritmo. Sus brazos se
balancean sobre su cabeza mientras da vueltas, y su cabello se agita alrededor de sus
hombros mientras gira. De ninguna manera me moveré así, pero estoy disfrutando
del espectáculo. De vez en cuando, me agarra de las manos y trata de hacerme bailar
con ella, y aunque desearía verme tan bien como ella al hacerlo, logro sólo unos
pocos movimientos de mis caderas antes de que la canción cambie a una lenta.
La melodía de piano “We’ve Got Tonight” es un cambio tan drástico de la canción
rápida de antes, que causa que Camila deje de bailar completamente. Después de un
momento de incomodidad, deja escapar una risa airosa y suelta mi mano.
—Bueno, eso mato el humor. Cambiaré la canción.
Empieza a pasar a mi lado hacia el tocadiscos cuando algo fuerte e instintivo, algo 259
que se siente como el destino, me da un fuerte puñetazo en el pecho. Agarro su mano
y la acerco a mí. Sorprendida, tropieza un poco y sus palmas detienen su caída sobre
mi pecho. Cuando se recupera, se encuentra con mi mirada y no trato de
interpretarlo. En cambio, muevo sus brazos alrededor de mi cuello, envuelvo los míos
alrededor de su cintura y comienzo a moverme.
Sus ojos se entrecierran, pero tienen un brillo en ellos.
—Oh, ahora quieres bailar.
Me estremezco un poco.
—No creo que puedas llamar a esto bailar. Y para ser justos, tampoco creo que
puedas llamar bailar a lo que estabas haciendo.
Ni siquiera su mirada dura puede ocultar la diversión que encuentra con mi broma.
Frunce los labios para contener su risa, luego golpea mi pecho antes de mover su
mano alrededor de mi cuello.
—Al menos me estaba divirtiendo.
—Oh, me estaba divirtiendo mirándote. Además, no parecías tener ningún
problema con mis movimientos en el baile de graduación.
Sus mejillas se enrojecen, y cuando mi mirada se desliza hacia su cuello, descubro
que parte de su piel también está cambiando de color. Está toda sonrojada y no puedo
evitar emocionarme de que le estoy haciendo.
—Sí, bueno, también me sobornaste con una docena de rosas rosas, una tienda de
campaña, un bonito collar así probablemente no deberíamos comparar experiencias.
Ante la mención de su collar, mi mirada se fija en su garganta, incluso aunque sé
que no está ahí. Cuando me recogió de la cárcel, tampoco lo estaba usando. La
desilusión pesa demasiado y tanto como quiero preguntarle donde está, escojo no ir
ahí. No tenía derecho a cuestionarlo en ese entonces, y todavía no lo tengo.
—Sólo dame unos minutos, y puedo rectificar todo eso.
Me sonríe con gentileza, y el ambiente cambia de juguetón a serio
—Lo harías ¿o no?
Mi corazón late tan fuerte que puedo sentirlo entre mis oídos. Acuno su cuello
mientras lentamente muevo un dedo a través de su mejilla, y miro sus labios antes de
mirarla a los ojos.
—Haría cualquier cosa por ti, Camila. Eso no ha cambiado, y nunca lo hará.
Parpadea, como si no pudiera creerme. Dejo caer mi frente en la suya, cuando sus
parpados se cierran mientras un tembloroso aliento atraviesa sus labios, sé que ella
siente lo mismo.
—¿Cómo es que esto se siente tan normal? —Sus palabras son sólo un susurro. —
Cierro los ojos y es como si estuviera justo donde se supone que debo estar. —
Niega—. No entiendo.
—¿Qué hay que entender? Nuestras raíces son profundas, como tus viñas, que se
adaptan a cada estación. No importa el clima severo, siempre hay un nuevo 260
crecimiento.
—¿Estás comparando nuestra relación con la vida de una uva?
La burla en su voz me hace reír.
—No. Nos estoy comparando con todo un maldito viñedo. Somos la raíz. —Me
inclino, rozo sus labios con los míos y le susurro—: Tú y yo, Wild One.
Un escalofrío recorre todo su cuerpo, y aprieto mi agarre a su alrededor, como si
pudiera ayudar. La forma en que está envuelta en mis brazos me brinda el mayor
consuelo que he sentido en años. Camila tiene razón. Esto se siente tan normal y
natural, como si siempre estuviéramos destinados a pertenecer.
Rozo mis labios contra los suyos de nuevo, casi esperando que ella se aleje y me
diga que es demasiado pronto o demasiado tarde. Cualquiera de esas respuestas
sería comprensible. Pero cuando sus uñas se clavan en mi espalda, no ignoro el
mensaje. Moldeo mi boca a la de ella y la beso con fuerza.
Sus labios firmes responden a los míos de inmediato, y me roba todo el aire
mientras me inhala. Exploro su sabor y la sensación de ella como si fuera la primera
vez. En cierto modo, eso es exactamente lo que es. Han pasado diez años desde la
última vez que nuestros labios se tocaron, y aunque he soñado con eso, nada podría
haberme preparado para la sensación real de nuestras bocas moviéndose como una
sola, nuestras respiraciones enlazadas en calor y deseo, o nuestras manos vagando
mientras nuestras bocas continúan con un ritmo lento y constante. El beso es tan
absorbente y poderoso que siento un despertar dentro de mí. Y cuando separa mi
boca con la suya y pasa su lengua sobre la mía, un gruñido retumba a través de mí.
La levanto por la parte de atrás de sus muslos, y envuelve ansiosamente sus
piernas alrededor de mí y luego desliza sus dedos por mi cabello, agarrándome y
tirando, e intensificando nuestro beso.
Años de sentimientos reprimidos, fantasías secretas y deseo desenfrenado me
atraviesan. Sabiendo lo que perdí y sintiendo la imposibilidad de no volver a tenerlo
nunca más ha sido peor que estar un año en una celda de la cárcel. Ese sentimiento
de pérdida me ha convertido en un hombre desesperado y hambriento que solo
Camila tiene la oportunidad de curar.
Camino la corta distancia hacia el sofá y me siento con ella todavía envuelta
alrededor de mi cintura. Sus rodillas se hunden en el relleno a cada lado de mí, y mis
manos empiezan a vagar por sus piernas y debajo de su vestido, hasta que agarro su
trasero con ambas manos.
Camila encaja bien sobre mí, y recuerdo la sensación de estar dentro de ella la
última vez que estuvimos juntos así. Bueno, esa ocasión, ella tenía control completo y
yo era sólo un pasajero. Y qué hermoso paseo fue. Pero la quiero debajo de mí esta
vez. La quiero tan desesperadamente que empiezo a moverla contra mí, empujando
y jalando de tal manera que se restriegue en mi regazo. Nuestras bocas se relajan
cuanto más frenéticos nos ponemos.
Deslizo mis manos por sus brazos y sobre sus hombros y encuentro los finos
tirantes de su vestido para deslizarlos hacia abajo. Luego beso su mejilla, su oreja, su 261
cuello y su hombro y me detengo en su pecho, que se eleva por encima de la tela
acanalada de su vestido. Deslizo un dedo debajo de la tela y comienzo a bajarla, pero
hago una pausa para mirar hacia arriba y pedir permiso en silencio. Su mirada
acalorada es toda la confirmación que necesito.
Mirando hacia abajo nuevamente, jalo la tela hasta que descansa debajo de sus
pechos. No está usando sostén, y sus pezones duros son la primera cosa que veo. Son
café oscuro y apuntan con firmeza hacia mí, y no desperdicio un segundo.
Inclinándome hacia abajo atraigo uno con la lengua, luego cierro la boca alrededor
de él y succiono. Jadea y se retuerce en respuesta, solo intensificando mi hambre. Mi
boca es implacable mientras acaricio un hermoso pecho, luego transfiero mi boca al
otro.
—Ridge —gime mientras trata de recuperar el aliento—. Hazme el amor.
La última palabra apenas ha salido de su boca cuando la levanto del sofá, luego la
llevo por el pasillo a mi habitación, besándola durante todo el camino. No tiene que
pedírmelo dos veces. Nunca he querido nada más en toda mi vida.
Entro como una brisa a través de la puerta doble que conduce a mi habitación sin
molestarme en encender la luz, luego la pongo de pie y tiro de su vestido hacia el
suelo. Con la tenue luz que entra en la habitación desde el pasillo, puedo distinguir
sus fuertes líneas curvas, que parecen suaves en todos los lugares correctos. Está
desnuda, salvo por el trozo de tela negra de su braga.
—Eres increíblemente hermosa, Salvaje. —Me quedo boquiabierto mientras el
deseo me atraviesa.
Sus ojos me miran antes de tomar asiento en el borde de la cama.
—Quiero verte también.
Levanto la camisa por mi cabeza y desabrocho mi pantalón de mezclilla para
deslizarlos por mis piernas, sin apartar ni una sola vez los ojos de Camila. Sus ojos
vagan y su boca se abre cuando su mirada se fija en mi erección luchando por salir
de mi calzoncillo. Camila me ha visto antes y me ha tenido en su boca. Ha chupado mi
deseo y me ha tragado por completo. Ahora, voy a devolver el favor.
Mientras me inclino, sus ojos se agrandan al analizar mi expresión, y se desplaza
hacia atrás en mi cama. Si parezco a la bestia de un hombre que me siento por dentro,
entonces tiene todo el derecho a ser cautelosa. Me arrodillo sobre ella y agarro su
braga. Con un tirón, las desgarro y bajo por las piernas, luego las tiro a un lado antes
de abrir sus rodillas y darle una buena mirada. Es tan malditamente perfecta, la forma
en que se abre conmigo.
Con una rápida exhalación, me acuesto sobre mi estómago de tal manera que mis
oídos están entre sus muslos y mi boca se cierne sobre su coño. Aspiro su dulce aroma
como si fuera vino recién salido de la botella. Luego, deslizo mis manos alrededor de
sus piernas para agarrar sus pechos y tomar mi primera lamida larga y lenta.
Se estremece, la piel sobre sus abdominales se tensa mientras la torturo con mi
lengua. Apenas he empezado, y ya está agarrando mi cabello en una súplica
silenciosa para que la haga correrse. Pero no tengo prisa y tengo demasiados años 262
que compensar.
Mi lengua tiene mente propia mientras juega con su clítoris en perfecta sincronía
con la forma en que sus caderas comienzan a moverse contra mi cara. Deslizo una de
mis manos desde su pecho hasta justo por encima de su raja mientras coloco mi otra
mano debajo de su muslo. Muevo su piel hacia mi boca mientras profundizo cada
deslizamiento de mi lengua, haciendo que se retuerza con fuerza por la presión.
Cuando siento su clímax construyéndose, cierro mis labios alrededor de su clítoris
y lo succiono en mi boca. Grita mientras tira de mi cabello y gruño contra su cuerpo
que se retuerce. Deslizo mis dedos desde su muslo hasta su abertura, los empujo
dentro de ella y los trabajo más y más profundamente hasta que gime, su liberación
gotea, húmeda y caliente, alrededor de mis dedos.
Respiro con dificultad mientras me levanto de la cama y me pongo de pie. Mi
calzoncillo desaparece en menos de un segundo y me arrastro entre sus piernas. Me
inclino y devoro su boca mientras me coloco contra su entrada. Sus manos serpentean
alrededor de mi trasero mientras levanta sus caderas, insinuando que la penetre. Pero
nunca olvidé la forma en que me empujé dentro de ella la última vez y lo codicioso y
agresivo que fui con mi primer empujón.
Mi desesperación por estar dentro de ella era casi tan fuerte entonces como lo es
ahora. Pero esta vez, tengo el control y quiero vivir el momento mientras la siento que
estirarse a mí alrededor. Quiero escuchar todos y cada uno de los gemidos mientras
escapan de esos hermosos labios, y quiero llegar más profundamente dentro de lo
que nunca antes había alcanzado. Quiero llegar a su corazón y su alma en un punto
sin retorno. Esta vez, quiero quedarme allí para siempre.

263
T
odavía estoy bajando de mi clímax cuando Ridge empieza a entrar en mí. Mi
respiración es errática, mi cuerpo se siente flácido y ligeramente fuera de
sí, mi cabeza se llena de nubes blancas e hinchadas, y las estrellas no dejan
de dispararse detrás de mis ojos. Después de la forma en que acaba de consumirme,
sucia y viciosa, como si fuera su última comida, el deseo se desborda en mi interior.
Es muy grueso cuando se mueve dentro de mí, pero mi cuerpo se adapta como
antes, amoldándose a él y envolviéndolo en un apretado abrazo que enciende mi
centro. Se balancea dentro de mí, profundizando sus embestidas mientras me besa la
boca, el cuello y los pechos. Abriendo más las rodillas, le aprieto el trasero y levanto
las caderas para acercarlo más y más hasta que sus lentos y constantes empujes llegan
a lo más profundo de mí.
264
Llevo mis manos a su rostro y traigo su boca a la mía. Pero en cuanto mis labios
tocan los suyos, jadeo ante la primera señal de otro orgasmo.
Acelera su ritmo y noto que su cuerpo también se tensa. Nuestras miradas se
conectan mientras se introduce en mí, y el cabecero de madera choca contra la pared
al moverse. No cede hasta que grito su nombre, y Dios sabe qué más, mientras mi
orgasmo me atraviesa y me lleva a un dulce abismo estrellado.

Me despierto con el brillante sol de la mañana a través de la gran ventana del


dormitorio. Los fuertes brazos de Ridge me envuelven bajo el edredón de plumas
blancas. Nunca me he sentido más relajada en mi vida. Una sonrisa levanta mis
mejillas cuando siento que se revuelve detrás de mí. Gime y empuja su cuerpo
desnudo contra el mío. Su polla ya se está endureciendo entre mis nalgas mientras
me agarra los pechos.
—Buenos días —me burlo mientras su boca empieza a dar dulces besos por mi
espalda.
—Sí, lo son. —Su voz grave está impregnada de sueño mientras sus palabras flotan
por mi espalda, provocando una risita.
De repente, retira su boca y me golpea una brisa cuando me quita las sábanas.
Luego me da la vuelta, se arrastra por encima de mí con una sonrisa diabólica y me
clava las muñecas en el colchón.
—Me encanta tu risa. —Una sonrisa se extiende lentamente por su rostro. Inclina
la cabeza y me besa el cuello, haciéndome temblar—. También me encanta este punto
de aquí. —Baja hasta mis pechos y los lleva a su boca—. Y estos —murmura contra mi
piel. Luego se mueve hacia mi vientre, haciendo que mi pulso se dispare por mis
venas—. Y esto.
Sus manos están en mis caderas cuando empieza a bajar por mi cuerpo de nuevo,
pero esta vez se queda quieto. Levanto la cabeza, sintiendo que algo va mal, y mi
corazón se hunde inmediatamente en la boca del estómago. Sus ojos se fijan en mi
cadera y en la cicatriz que será para siempre un recuerdo inquietante de aquella
horrible noche que nunca me abandonará. El cazador vive en las grietas más oscuras
de mi mente, amenazando con saltar cuando menos lo espero. La cicatriz es un
detonante: cada vez que me duele, cada vez que la veo accidentalmente en el espejo,
o cada vez que mis dedos la rozan mientras me visto.
Se me hace un nudo en la garganta cuando veo que su rostro pasa de la curiosidad
a la confusión y luego a la comprensión cuando empieza a responder a su propia
pregunta. La cicatriz no es algo normal. Todavía me produce un cosquilleo cuando el
miedo se apodera de mi pecho, y me hace dudar antes de ponerme un bikini y decir:
“Al diablo”. Atrae miradas y hace que la gente se pregunte y se aparte con disgusto.
265
Sin embargo, Ridge no hace eso. Hace cinco años me puse una gasa color piel en la
cabaña poco iluminada cuando me desnudé delante de él. Ni siquiera se dio cuenta
entonces.
De repente, la luz que entra parece demasiado brillante. Tomo la sábana y me la
pongo sobre el cuerpo, impidiendo que los ojos de Ridge vean mi cicatriz. Aunque
no me juzgue por ello, soy consciente de lo grotesco que parece el tejido dentado y
cicatrizado.
Su mirada se dirige a la mía.
—¿De dónde has sacado eso, Camila?
Rehuir la conversación sería inútil. Sólo hemos hablado de esa noche una vez, pero
fue hace cinco años, y él estaba demasiado sumido en su propia miseria como para
hacer preguntas. Se había creído la mentira que le había contado Harold. Había
corrido por el pueblo en los canales de cotilleo hasta que todo el mundo lo supo, pero
lo supo mal.
—Esa noche —digo en voz baja—. En el bosque.
Las cejas de Ridge se juntan.
—¿Dave Lachey hizo eso? Harold dijo que estabas bien. Yo no... —Parece perdido
y confundido al darse cuenta de que la versión de Harold de lo que ocurrió aquella
noche es muy diferente de los hechos reales.
Un segundo después, le cuento todo lo que recuerdo, desde mi búsqueda del
collar hasta el regreso a la mina, donde vi al cazador y su flecha apuntando hacia mí.
Recuerdo cada una de las flechas que me pasaron por la cabeza mientras me movía
entre los árboles y la maleza hasta llegar finalmente al puente.
—Cuando no le vi allí, me volví hacia los maizales, esperando que estuviera en
camino. Y fue entonces cuando me alcanzó. Me abrió el costado, luego tropecé con
un tronco y me golpeé la cabeza contra el suelo. No sé qué pasó después de eso.
Cuando volví en sí, Gus estaba conmigo y Harold estaba de pie junto al cadáver de
Dave con su escopeta.
Estaba temblando cuando terminé de contarle mi historia.
Ridge se había tumbado a mi lado mientras hablaba, y su expresión se volvía más
sorprendida y asqueada a medida que avanzaba mi relato.
—Pero Harold dijo que Dave había salido a cazar y te confundió con un animal.
Asiento mientras la rabia que he mantenido encerrada durante más de una década
vuelve a extenderse por mí como un incendio.
—Suena bien. Todo el mundo pensó que estaba confundido. Pensaban que me
había golpeado demasiado la cabeza y que no pensaba con claridad y que Dave
Lachey no era más que un cazador furtivo, que lo era. Pero también era un psicópata
que intentaba asesinarme.
—¿Por qué vendría a por ti así? No lo entiendo.
Me encojo de hombros. 266
—No lo sé. Lo más extraño de todo fue cómo me dejó correr junto a él al principio
sin intentar disparar. Era como si quisiera perseguirme. Como si estuviera en la
cacería.
Ridge me abraza con fuerza.
—Eso es exactamente lo que parece. Jason siempre decía que su hermano era
obsesivo con la caza, pero yo tenía la impresión de que era un buen tipo. Nunca hice
demasiadas preguntas. No me pareció que fuera asunto mío en ese momento. —Sus
suaves ojos se posan en los míos—. Lo siento, Camila.
No sé por qué me sorprende que me crea, pero se me espesa aún más la garganta
de la emoción mientras lo miro fijamente a los ojos.
—Eres la primera persona que no me mira como si estuviera loca.
—¿Por qué mentirías? Es posible que lo abandonaran al no poder probar lo que
decías y que ya estuviera muerto.
—Precisamente por eso cerraron el caso de forma tan abrupta, pero nunca me
sentó bien. Dave era un conocido cazador furtivo que llevó la caza demasiado lejos
aquella noche. Caso cerrado. ¿Y si él estaba fuera para atraparme esa noche? ¿Y si no
fui la única al que intentó hacer daño?
Ridge se estremece.
—Eso es oscuro.
—Confía en mí. He considerado un montón de escenarios salvajes a lo largo de los
años. Tal vez si hubieran investigado un poco mi historia, entonces no estaría tan
obsesionado con querer entender todos los porqués y los cómos. No lo sé. Pero...
Ridge se aparta ligeramente para mirarme.
—¿Pero qué?
Dudo en decirle lo que estoy pensando. Esa noche fue hace tanto tiempo, y a pesar
de lo que cualquiera crea que pasó, ya pasó.
—No puedo dejar de pensar en esa mina.
Suelta un suspiro.
—Te dije que no volvieras a esa mina sola. Me prometiste que no lo harías. Es
espeluznante, y sabes que esa zona es peligrosa.
—Estaba tan alterada por mi collar que no estaba pensando. Y tú no respondías al
teléfono.
La culpa llena su expresión.
—Nunca me perdonaré no haber estado allí. En ese momento, pensé que estaba
haciendo lo correcto. Lo siento mucho. —Inclina la cabeza y toca su frente con la mía.
—Por favor, deja de culparte por lo que me pasó. Lo que hizo Dave no fue tu culpa.
¿Pero cómo entró en esa sección del terreno? No hay ningún camino en el límite de 267
nuestra propiedad en el bosque, y más allá de eso, él tendría que caminar sobre una
enorme cordillera para llegar a un camino de acceso. Entonces, ¿cómo lo hizo? Nadie
lo cuestionó. ¿Y si no fui la única a quien hirió mientras cazaba?
—¿No pudo colarse en el bosque a través de los caminos de los viñedos?
Niego.
—Es imposible. No sin que las cámaras de seguridad capten algo.
Ridge se encoge de hombros.
—Entonces no lo sé, Camila. Dave era un bastardo escurridizo.
Busco sus ojos, esperando que no piense que estoy totalmente loca.
—¿Crees que podría haber un camino de acceso en el otro extremo de la mina?
Considera mis palabras antes de asentir lentamente.
—Es muy posible. Pero, ¿importa? Dave está muerto. Puedes sentirte en paz,
sabiendo que no puede hacer daño a nadie nunca más.
Me estremezco.
—Esa es la cuestión. No siento paz. No siento un cierre. Pensaba que verle muerto
aquella noche era todo lo que necesitaba para dejar atrás ese terror, pero nunca se
ha ido. Todavía siento que está ahí fuera, espiándome, esperando entre la maleza para
apuntar y disparar.
El rostro de Ridge se entristece aún más.
—¿Cómo puedo ayudar?
—Ya lo estás haciendo —susurro, parpadeando las lágrimas—. Sólo creyéndome.
Sólo escuchando. —No quiero seguir recordando ese periodo oscuro y solitario de mi
vida en el que él no formaba parte. Sólo quiero seguir adelante con él ahora que no
hay nada ni nadie en el mundo que intente detenernos.
—Debería irme —digo en voz baja—. Cada segundo que no estoy en ese viñedo,
Thomas Bradshaw probablemente esté planeando su próximo movimiento para
expulsarme de mi medio de vida.
Ridge me abraza más fuerte.
—No te vayas todavía. Acabo de recuperarte.
Sonriendo, toco mi nariz con la suya.
—Me tienes. Además, estoy justo al lado si me necesitas. —Le guiño un ojo y me
escabullo de debajo de él para buscar mi vestido. Todavía está a los pies de la cama.
Me lo pongo y miro hacia donde Ridge sigue tumbado, con los ojos clavados en mí.
—Te amo, Camila.
Se me aprieta el corazón. Echaba mucho de menos esas palabras y, desde luego,
no esperaba escucharlas hoy. Ridge y yo hemos pasado una noche estupenda, pero
aún necesitamos tiempo para sanar y averiguar cómo seguir adelante juntos.
Me acerco a él y me siento en el borde de la cama mientras se apoya en el codo,
268
luego me inclino y rocío mis labios sobre los suyos.
—Yo también te amo.
Su sonrisa es lo último que veo antes de que nuestros labios se junten en un lento
beso y me lleve de nuevo a la cama.

Cuando estaciono en la entrada de mi casa, ya es casi mediodía. No me molesto


en cambiarme. En su lugar, doy un largo paseo por el viñedo, algo que no he hecho
antes.
Cuando era una niña y soñaba con mi vida de adulta dirigiendo la tierra, las
imágenes que pasaban por mi cabeza eran muy parecidas a ésta: domingos lentos
llenos de largos paseos, respiraciones profundas y grandes sonrisas. Y los pasillos
que antes estaban cubiertos de nieve entre las viñas están llenos de flores silvestres
que serán pisoteadas cuando llegue el verano.
Me río del colibrí que pasa zumbando junto a mi oreja hacia el comedero que puse
la semana pasada, sabiendo que mi alma lo necesitaba. Con mi misión de recuperar
la propiedad mayoritaria, empecé a perder de vista la razón por la que me había
enamorado de este lugar para empezar. Esto, justo aquí, es todo.
Mañana, el viñedo se llenará de actividad. Ahora que han salido los primeros
brotes y ha comenzado la foliación, es el momento de que los viticultores inicien el
proceso de poda. Recortarán la planta para que las moléculas de los ácidos y los
azúcares de las hojas y las cepas se concentren en las zonas privilegiadas donde
crecerán los racimos. Papá era tan meticuloso al respecto que lo estudiaba como un
halcón. Los viticultores de Napa, donde trabajé por última vez, estaban
impresionados con mis conocimientos, y yo siempre daba crédito al hombre que me
enseñó todo lo que sabía.
Pensar en mi padre me hace sentir un gran peso en el corazón, pero no puedo
estar triste. He llorado por él y he celebrado su vida, y ahora lo que más deseo es
honrar su memoria continuando con las tradiciones del viñedo de la familia Bell que
él me transmitió.
Cuando entro y empiezo a caminar por el luminoso pasillo hacia mi oficina, me
doy cuenta de que es el primer día en meses que no llego antes que nadie. Aunque la
oficina suele estar tranquila los domingos, siempre está abierta. Con la llegada de las
ventas de la bodega y los empleados del campo que se detienen para cobrar sus
sueldos y hablar, nunca hay un momento de aburrimiento.
La puerta de mi despacho ya está abierta. La miro, molesta por lo que parece una
intrusión en el único espacio que he podido reclamar como mío. Hasta ahora, Thomas
no se ha opuesto a mí, pero siento que se está gestando otra guerra en cuanto me
acerco a mi escritorio y observo que los objetos que hay en él se han desplazado de
269
sus lugares habituales. Además, un pequeño joyero blanco sin envolver está sobre mi
teclado.
Lo tomo, esperando encontrar una nota debajo o alguna indicación de quién es. Al
no ver nada, abro la delicada caja y jadeo. La emoción me obstruye la garganta
cuando miro el collar de punta de flecha hecho a mano y envuelto en alambre. Una
placa de plata con la palabra Salvaje, todavía grabadas en ella. Mi mano se dirige
automáticamente a ese punto de mi garganta que siempre toco.
Mi corazón late rápido mientras busco de nuevo en el espacio una pista sobre
quién puso el joyero aquí. ¿Quién lo ha encontrado? ¿Dónde lo han encontrado?
Tiemblo al notar de nuevo que los objetos de mi escritorio se han desplazado.
Soy meticulosa con mi espacio de trabajo. Antes de salir a visitar a Ridge, me tomé
el tiempo de ordenar y colocar todo donde sabía que podía encontrarlo. Pero el
monitor del ordenador está inclinado en la dirección equivocada, un bolígrafo azul
está solo en mi escritorio en lugar de en su lugar normal en el cajón, el bloc de notas
que guardo junto a la alfombrilla del ratón tiene una marca, y el olor a cedro y almizcle
persiste en el aire. Arrugo la nariz ante la colonia característica de Thomas y vuelvo
hacia el pasillo.
Thomas tiene un despacho a dos puertas del mío. Normalmente lo evito a toda
costa, dejando que venga a mí si tenemos que reunirnos. Pero mi paciencia se está
agotando. Ahora que ha invadido mi espacio, no sólo en mi casa, sino también en mi
despacho, es hora de que tengamos una pequeña charla.
Quizá esté acostumbrado a meterse en los asuntos de papá, así que le daré el
beneficio de la duda y supondré que estaba en mi mesa por motivos puramente
profesionales. Pronto aprenderá que trabajo de forma muy diferente a como hacía
Patrick Bell. Y si es él quien ha encontrado mi collar, entonces tengo muchas
preguntas.
Su puerta está cerrada, pero la luz sale por los bordes, así que llamo. La música
clásica suena débilmente al otro lado, pero no oigo ningún otro sonido.
—Thomas, soy Camila. Tenemos que hablar. —Vuelvo a llamar a la puerta.
Todavía no hay nada.
Tras un momento de debate interno, giro el picaporte y empujo la puerta para
encontrar la habitación completamente vacía. La irritación por su falta de atención a
los gastos de los servicios públicos me corroe. Lo menos que puede hacer el imbécil
es apagar todo antes de irse.
Me acerco al antiguo equipo de música negro y pulso el botón de encendido para
cortar la música, luego me dirijo a su escritorio y apago su lámpara verde, un
ventilador y una cascada eléctrica de serenidad que seguramente no sirve para nada
a un hombre como él.
Estoy a punto de girarme hacia la puerta cuando las fotos de la pared detrás de su
escritorio me llaman la atención. El miedo se apodera de mis entrañas y un escalofrío
me recorre la columna vertebral. El corazón se me acelera y las palmas de las manos 270
empiezan a sudar. No me doy cuenta de por qué tengo esa reacción física ante lo que
estoy viendo. Sólo sé que necesito ver más.
Vuelvo a encender la luz y me muevo alrededor del escritorio para ver más de
cerca. Decenas de fotos con la familia, los amigos y de sus días de caza están
dispuestas en forma de mosaico en la pared. Papá tiene muchas fotos de caza como
éstas guardadas en cajas en la casa principal. Nunca me han molestado.
Encuentro a mi padre en todas las fotos posibles y sonrío al ver lo feliz que parece
en ellas. Una foto en particular me hace pensar que mi mente me está jugando una
mala pasada. Niego y me inclino para mirar de nuevo. Mi padre y Thomas están juntos
con un hombre en el centro. Pero cuando la máscara de camuflaje del hombre del
medio me devuelve la mirada, como aquel día cerca de la mina, se me hiela la sangre.
El hombre que ahora conozco como Dave Lachey sostiene el mismo arco con el que
me apuntó a la cabeza, y los mismos ojos fríos y oscuros se encuentran con los míos.
Se me escapa una respiración temblorosa mientras me caigo hacia atrás y tengo
que agarrarme al escritorio de Thomas. El corazón me retumba, pero no puedo
apartar la vista de la foto. Cada segundo que paso estudiando la imagen hace que el
miedo que me recorre se intensifique. Recuerdos aterradores de esa noche pasan por
mi mente hasta que llego al punto en que todo se volvió oscuro.
Cuando me obligo a apartar la vista, mi mirada se posa en una segunda foto de
Thomas Bradshaw y un Dave Lachey sin máscara dándose la mano y sonriendo
mientras uno de sus recientes asesinatos yace entre ellos a sus pies. Y no sé qué es
más inquietante: ver al hombre que me cazó exhibido con orgullo en la pared de
Thomas Bradshaw, o el hecho de que todos ellos, incluido mi padre, fueron
compañeros de caza.
Estoy tan absorta en mis pensamientos que no oigo los pasos detrás de mí hasta
que es demasiado tarde.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí?

271
C
oloco mi mano sobre el corazón, jadeo y me doy la vuelta para enfrentarme
a la voz grave. En cuanto veo a Trip en la puerta con una enorme sonrisa,
el alivio me invade. Las lágrimas amenazan con salir a la superficie cuando
mi miedo empieza a desaparecer y me doy cuenta de lo conmocionada que sigo
estando por aquella noche.
—Esta es una primera vez —dice con una risa antes de dar un paso adelante—.
Nos conocemos desde hace veintiocho años y nunca te había visto reaccionar así. —
Me examina el rostro—. Pareces completamente asustada.
Niego, y su diversión alivia un poco mis nervios.
—Sólo estaba... —Miro por encima del hombro y señalo las fotos—. Sólo miraba 272
fotos viejas de mi papá. Le he echado de menos y mamá ha guardado muchas de sus
fotos.
Trip adopta una expresión de simpatía.
—Era un buen hombre con una gran ética de trabajo. Echo de menos verlo por
aquí. Me enseñó mucho.
No puedo evitar sonreír ante sus amables palabras.
—Me lo creo. No podías hacerle una pregunta sin que la convirtiera en una lección
de una hora.
Trip se ríe.
—Suena exacto a él.
Frunzo el ceño, incapaz de dejar de pensar en las fotos de su padre y el mío
cazando con el hombre que intentó matarme.
—Trip, ¿qué sabes de Dave Lachey?
Algo revolotea en sus ojos antes de fruncir el ceño.
—Aparte de lo que conocí después de lo que te pasó, no mucho. Había oído su
nombre antes de eso. Todo el mundo sabía que era un cazador furtivo y un
imprudente. —Agita una mano sobre mí—. Por supuesto, ya que terminó hiriéndote
esa noche. —Ladea la cabeza y estrecha los ojos—. ¿Por qué?
Suspiro y sacudo la cabeza.
—Por nada. Es que no me di cuenta de que solía cazar con nuestros padres. —
Evalúo su reacción mientras hablo, pero Trip no revela nada más de lo que ya ha
expresado—. De todos modos, mi curiosidad me estaba volviendo a ganar.
Trip sonríe.
—Cuidado con eso. Esta ciudad no necesita que Camila Bell vuelva a buscar
problemas. Creo que todos nos estamos recuperando todavía.
Me río.
—Te prometo que esos días han quedado atrás. No me encontrarás de nuevo
corriendo por el bosque.
Se produce un silencio incómodo cuando nuestra amistad rota, que hemos estado
encubriendo, finalmente sale a la superficie.
Trip patea el suelo antes de volver a encontrar mi mirada.
—Sé que no hemos hablado mucho desde que estás en casa. Y esta propiedad
compartida ha sido una gran píldora que tragar para todos, pero realmente espero
que podamos volver a ser amigos, Camila. Se siente mal caminar por este lugar con
esta pared gigante entre nosotros. No es así como me imaginaba todo esto.
Trip está siendo completamente genuino, pero yo también lidio con cómo puede
ser tan ingenuo.
—¿Qué pensabas, Trip? —pregunto, queriendo saber de verdad—. ¿Que estaría
273
feliz de compartir la propiedad de mi viñedo familiar? ¿Que estaría bien ver a otra
familia mudarse a mi casa? Me siento como si me hubieran arrancado la alfombra de
debajo de mis pies y todavía estoy tratando de volver a levantarme.
Inclina la cabeza.
—Siento todo eso. Lo siento de verdad. Nunca quise que te sintieras así. Estuviste
fuera mucho tiempo, y no sé, las cosas fueron cambiando. Todos amamos este viñedo,
pero ahora veo por qué pudiste sentirte así. Nadie te dio la oportunidad de elegir.
Sólo oírle decir esas palabras me hace sentir que he ganado una pequeña batalla.
Me aproximo y me reúno con él en el punto medio de la habitación.
—Sí, exactamente. Sólo fue una idea de último momento para todos.
Trip niega.
—Créeme, Camila. No eres una ocurrencia tardía de nadie. No es eso en absoluto.
—Deja escapar una risa, y sus ojos se suavizan—. Sabes que nuestros padres siempre
hablaban de nuestro futuro como si fuéramos a terminar juntos. Supongo que una
parte de mí también creía que eso sería cierto. En el fondo de mi mente, siempre nos
imaginé dirigiendo este lugar juntos algún día.
Mis ojos se abren ligeramente.
—¿De verdad? Nunca hemos salido juntos. Sé que me invitaste al baile, pero...
Un lado de su boca se curva.
—Pero ya estabas viendo a otra persona en secreto.
Mi rostro se enrojece.
—Bueno, sí, supongo que estabas en desventaja ahí.
Una nube oscura cruza sus ojos antes de que la culpa se apodere de su expresión.
—Hablando de la fiesta de graduación, nunca te dije cuánto lamentaba haberte
delatado de la manera en que lo hice. No sé qué me pasó.
Frunzo los labios, divertida.
—Vamos. Siempre me metías en problemas. Como cuando prometiste que serías
amable con Ridge si me alejaba de él, y luego nos viste salir juntos de la góndola. Se
lo dijiste a mi padre, ¿verdad? Por eso Harold empezó a perder todos sus clientes.
Trip se encoge.
—Para ser justos, mi padre fue con quien hablé de eso. Nunca te delaté con Patrick.
Nunca. Si Patrick sabía algo, fue porque mi papá se lo dijo, no yo.
—Pero mi papá te pagaba para que salieras conmigo.
—Sí, para comprar tus almuerzos y para contribuir a la gasolina ya que los llevaba
por toda la ciudad, pero no era como un trabajo ni nada. Me gustaba pasar el rato con
ustedes, y era feliz haciéndolo.
Hice una mueca.
—Y pensar que me he equivocado todo este tiempo. 274
Se ríe.
—Bueno, no todo es malo. En esa época era un imbécil, pero sólo porque me
gustabas.
Una carcajada brota de mi garganta.
—Tenías una forma divertida de demostrarlo la mayor parte del tiempo.
—Tal vez era porque odiaba ver cómo se te abrían los ojos por ese granjero. —
Pone los ojos en blanco—. Entre tú y Raven, amiga, tenía las manos llenas.
Ladeo la cabeza y frunzo los labios, esforzándome por ignorar el hecho de que
haya admitido que se pone celoso de Ridge.
—Todavía no puedes usar su nombre, ¿verdad?
Trip se encoge de hombros.
—Para mí siempre será Granjero. Así son las cosas. —Señala con la cabeza las
fotos sobre el escritorio de su padre—. ¿Eso es todo lo que viniste a hacer?
La incomodidad me recorre al recordar la razón por la que puse un pie en esta
oficina: porque alguien había estado hurgando en la mía.
—En realidad, estaba buscando a tu padre. Alguien dejó algo en mi oficina y creo
que fue él. ¿Sabes a dónde fue?
—Se fue a almorzar con unos clientes. Allí es donde me dirijo yo también. Sólo
pasé a buscar algunas botellas para dejarlas. ¿Quieres venir?
Trip parece sincero en su búsqueda de que convivamos mejor de lo que lo hemos
hecho. Seguramente a estas alturas, la tensión entre las familias se ha hecho evidente
para nuestro personal. Desgraciadamente, nuestros problemas son demasiado
complejos para que una comida amistosa los arregle.
—Tengo mucho que atender aquí, pero gracias por la oferta. Espero que tengan
un buen almuerzo.
Vacila, escudriñando mis ojos, como si tuviera más que decir pero quisiera
evaluarme primero.
—¿Crees que podrías estar de acuerdo con que trabajemos juntos así? ¿Tal vez
después de algún tiempo?
Respiro lenta y profundamente y considero realmente sus palabras. Ya han pasado
meses y ahora estoy más nerviosa que nunca. Niego y le dirijo una mirada de
disculpa.
—No con la propiedad dividida y no con tu familia viviendo en mi casa. Lo siento,
Trip. No es nada personal, pero encontraré la manera de recuperar el control. Si todos
ustedes quieren quedarse después de eso, los trabajos siguen siendo suyos.
Trip se estremece.
—No lo digas así, Camila. Déjame hablar con mi padre. Tal vez esté dispuesto a
llegar a algún tipo de acuerdo para que puedas tener la parte mayoritaria. 275
Tanta duda nubla cualquier sensación de esperanza.
—Vamos, Trip. No va a devolver el control sin más después de haber trabajado
tan duro para conseguirlo. No me parece de ese tipo.
—Sólo déjame hablar con él, ¿de acuerdo?
—¿De verdad? ¿Harías eso por mí?
Me pone las manos en los hombros y me mira directamente a los ojos.
—No quiero que seas infeliz. Tiene que haber una manera de que todos trabajemos
aquí sin que una persona sienta que su sustento está amenazado. Esta es la casa de tu
familia, y si yo fuera tú, me sentiría igual. Así que hablaré con él. Averiguaré qué es
lo que piensa y si puedo convencerle de que devuelva un porcentaje.
Mi corazón se acelera ante la pizca de esperanza.
—De acuerdo. —Asiento con énfasis—. Sí, por supuesto. Gracias.
Trip da un paso atrás y sonríe.
—Sólo dame tiempo con esto. Este no es el tipo de negociación que puedo tener
en un almuerzo, y todos tenemos que tratar de deshacernos de esta tensión mientras
tanto. Podría llevar semanas, pero lo convenceré.
Suspiro, le devuelvo la sonrisa y le acompaño fuera, apagando la luz y cerrando la
puerta del despacho tras de mí. Nos despedimos y paso por mi despacho para cerrar
antes de dirigirme a la casa principal. Estoy demasiado cansada para sentarme en mi
escritorio, así que me rindo ante el rugido de mi estómago y me reúno con mamá en
la cocina.
—Ah, ¿eso es para mí? —bromeo.
Está preparando un sándwich de carne asada con los labios fruncidos y los ojos
enfocados como si estuviera concentrada.
—No. Tú deberías prepararme a mí la comida. —Señala con la cabeza los
ingredientes que aún están sobre la encimera—. Hazlo tú misma. Si puedes estar fuera
toda la noche, estoy segura de que eres muy capaz. —Me guiña un ojo y me hace
estremecer.
Conociendo a mamá, estoy segura de que ya ha averiguado dónde estuve anoche,
pero ya he decidido que voy a mantener la boca cerrada. Ya no tengo nada que temer,
pero una parte de mí quiere que las cosas queden entre Ridge y yo por ahora,
mientras nos conocemos de nuevo. Tal vez sea una tontería, teniendo en cuenta que
odiábamos el secretismo cuando estábamos juntos por primera vez, pero ha pasado
un día y Ridge y yo tenemos mucho tiempo que recuperar.
Sonriendo, me pongo a su lado y empiezo a preparar un sándwich.
—A veces echo de menos ser joven.
Su risa es contagiosa.
—Yo también, Camila. Yo también. 276
Terminamos de preparar nuestros almuerzos y nos sentamos en la mesa redonda
de cristal del rincón del comedor.
—Mamá... —Tengo que pensar en cómo introducir el siguiente tema, que no es tan
fácil—. ¿Te acuerdas de aquella noche? —Trago saliva—. ¿Después del baile?
Deja su sándwich y cierra los ojos, respirando profundamente. Cuando los abre
de nuevo, puedo ver todos sus pensamientos, desde su miedo a escuchar lo que me
había sucedido, hasta su enfado con mi padre por dejar que su odio hacia la familia
Cross me llevara directamente a la muerte, pasando por el terror en su voz cuando
exigió a Gus que comprobara la valla perimetral.
—Por supuesto que lo recuerdo —dice en voz baja—. ¿Cómo podría olvidarlo? Fue
el principio y el final de tantas cosas. ¿Tenemos que hablar de ello?
—Pues sí, porque acabo de ver una foto de ese psicópata, Dave Lachey, con papá
y Thomas. —Sacudo la cabeza—. No lo entiendo. Ambos actuaron como si no supieran
quién era Dave, sólo que sí sabían de él. ¿Por qué iban a mentir?
El rostro de mamá se contorsiona con confusión.
—¿Viste fotos? ¿Y estás seguro de que era Dave?
—Thomas tiene un montón de fotos antiguas de caza en su despacho, y Dave
estaba en ellas. Todos eran más jóvenes, pero nunca olvidaré esa cara. —Me
estremezco.
Vuelve a tomar su sándwich, despidiéndose de mí con un movimiento de cabeza.
—Dijiste que eran viejas, mija. Quizá no recuerden haber cazado con Dave. Su
círculo era muy grande en ese entonces.
Algo en la forma en que mamá ha desviado la mirada hace que mi estómago se
contraiga mientras mis instintos se ponen en marcha.
—Pero Dave era un conocido cazador furtivo, mamá. ¿Por qué papá iba a cazar con
él en primer lugar? Papá odiaba a los hombres así.
Ella da uno de sus pesados suspiros que salen siempre que está frustrada.
—Tu papá no siempre odiaba así a los cazadores furtivos.
—¿Qué? —pregunto riendo—. Por supuesto que sí. Me contaba todas esas
historias sobre cómo la caza furtiva perturba el orden natural de las cosas.
Mamá me estudia durante un segundo y luego se pone de pie.
—Supongo que ya no hay nada que ocultar, pero voy a necesitar vino para esto.
¿Quieres?
—Sí, por favor —digo, sintiéndome ansiosa por lo que sea que vaya a decirme.
Revelando más secretos y mentiras, sólo que esta vez, no son mías.
Agarra una botella de Bell Family Red y sirve dos copas, luego se sienta de nuevo
y gira su taburete para mirarme.
—Tu padre era uno de ellos, Camila. Antes de que tú nacieras, antes de que yo 277
conociera a tu padre, y antes de que adquiriera el viñedo de sus padres, formaba
parte de un grupo de cazadores furtivos con el único fin de ganar dinero para
ayudarles a comprar tierras. No me enorgullece decir que hay parcelas que ahora
están a su nombre y que proceden de ese dinero.
No sé en qué momento se me cayó la mandíbula, pero sigue colgando.
—¿Estás segura? ¿Me estás diciendo que papá era un cazador furtivo de verdad?
¿Y también lo era Thomas?
Mamá asiente antes de tomar un trago de vino. Sus ojos se cierran mientras bebe,
y cuando retira el vaso, parece mucho más relajada.
—No me había dado cuenta de lo bien que me sentaría decírselo a alguien. Al
principio de nuestro matrimonio, me ocultó cosas, la caza furtiva es una de ellas.
—¿Cómo lo descubriste?
Mamá sonríe.
—Una amiga. Mi única amiga en ese momento, en realidad. Esto fue antes de que
empezara a ser voluntaria en el club de campo. Era una dulce mujer que trabajaba en
el rancho Cross. Éramos amigas en secreto, algo así como tú y Ridge.
Me río ante el extraño giro de la conversación.
—Bueno, de acuerdo. ¿Así que ella sabía lo de los hombres que estaban cazando
furtivamente?
Asiente, con una mirada triste en su expresión.
—La mujer estaba muy molesta por ello. Dijo que lo vio cuando estaba dando un
paseo por el bosque. De todos modos, me enfrenté a Patrick sobre lo que me había
dicho, y él lo admitió allí mismo. Ese hombre parecía tan culpable como el pecado.
Lo amenacé con dejarlo si no dejaba de hacerlo. Y fui yo quien ordenó que tu padre
pusiera la valla alrededor del perímetro para mantener a la fauna salvaje fuera. —
Agacha la cabeza—. Pero ese maldito hombre la cortó.
Me estremezco al procesar todo. Los hombres cazaban en esta tierra mucho antes
de que yo naciera, y Dave Lachey era uno de ellos.
—Entonces, papá dejó de cazar furtivamente. ¿Y los demás? Con él cercando la
tierra, ¿a dónde fueron? —Las preguntas no cesaban, pero intenté acallarlas mientras
esperaba sus respuestas.
—Nunca pregunté, pero supuse que todos habían dejado de hacerlo desde que
les quitaron la tierra. Está claro que me equivoqué. Me temo que la caza furtiva era
una adicción para Dave más que el dinero. —Arruga la frente y estrecha los ojos hacia
mí—. ¿Qué pasa por tu cabeza, Camila?
Suspiro.
—Ojalá lo supiera, pero hay algo que no me cuadra. La forma en que nadie trató
de averiguar por qué Dave vino tras de mí esa noche, la forma en que todos actuaron
como si no lo conocieran cuando, aparentemente, todos pasaron bastante tiempo
juntos, y cómo Thomas logró quitarle la mitad del viñedo a nuestra familia de la forma 278
en que lo hizo. ¿Qué es lo siguiente? Necesito adelantarme a esto, pero primero
necesito entenderlo todo.
—Oh, Camila —dice con el ceño fruncido—. Vas a pelear esta batalla hasta que
estés en la tumba como tu papá. Él siempre estaba en guerra con alguien por este
lugar. Quería algo diferente para ti. Sinceramente, parecías tan feliz en Napa que una
parte de mí esperaba que no volvieras.
—¡Mamá! —digo con un jadeo.
Coloca sus manos sobre mis rodillas.
—Mira lo obsesionada que estás con esto. Te vas a poner enferma, preocupándote
por cómo vencer a Thomas Bradshaw. ¿Realmente vale la pena?
Me muerdo el labio, pensando en los últimos diez años.
—Sí. No me importa si enfermo o lo obsesionada que estoy con hacer las cosas
bien. —Niego—. Tengo que escuchar a mi instinto. Porque algo está muy mal en todo
esto. Papá amaba demasiado este lugar como para renunciar a él tan fácilmente, por
muy amigo que fuera de los Bradshaws. Alguien lo convenció de vender. Y estoy
segura de que esa misma persona le animó a dar la vuelta y poner ese dinero en el
viñedo, dejando a papá sin nada. Y antes de que me digas que estoy inventándome
estas cosas, te digo que estoy cerca de algo. He estudiado a fondo esos documentos.
Nada tiene sentido.
Mamá da vueltas a su vino, luciendo estoica.
—No te digo que estés equivocada, Camila. Te estoy diciendo que mejores
hombres han intentado luchar contra ese hombre... y lo han perdido todo.
Me levanto del taburete, ya sin hambre.
—Bueno, entonces es bueno que no sea un hombre. Soy una mujer. No dejaré que
Thomas tome más de lo que ya tiene. Y, desde luego, no dejaré que se quede con lo
que prácticamente ha robado delante de todas nuestras narices.
Con eso, tomo mi vino del mostrador, lo llevo hasta mi despacho y cierro la puerta.

279
—F
eliz día de apertura —dice una voz alegre desde el exterior de la
cabina principal de bienvenida.
Levanto la vista del ordenador, donde estoy formando a un
nuevo empleado. Camila entra a trompicones, sosteniendo una pila de cajas.
—¡Vaya! —digo riendo al ver que empiezan a tambalearse. Corro alrededor del
mostrador y alivio el peso tirando de cada caja y descubriendo su sonrisa, que hace
algo en mis entrañas.
Sus mejillas son tan rosadas como el vestido sin mangas que lleva puesto cuando
me inclino para darle un rápido beso y salvar a Lucinda de un exceso de demostración
pública de afecto. 280
Camila se ha quedado a dormir todas las noches. Aunque no es un secreto que
estamos juntos, evitamos su casa, sobre todo por los Bradshaw, pero también por su
madre. Ninguno de nosotros quiere tener problemas, especialmente después de todo
lo que hemos pasado. Sólo queremos disfrutar de este tiempo juntos, y eso está
perfectamente bien para mí.
—¿Qué haces con todos estos paquetes?
—No son paquetes, tonto. Te he traído vino. Al menos lo suficiente para las
próximas dos semanas como regalo de bienvenida para tus invitados.
Las cajas tienen el logotipo del viñedo de la familia Bell.
—No tenías que hacer eso. Iba a comprarte el vino.
Ella agita una mano.
—¿Y dejar que los Bradshaws se involucren? Las ventas son su departamento, y
quiero mantenerte solo para mí, muchas gracias. Además, me imagino que puedes
indicar a tus invitados nuestra dirección si les gusta el vino.
Ahí está, mi chica con ideas y energía sin parar. Thomas Bradshaw no tiene
ninguna oportunidad contra ella. Han continuado trabajando en una espesa nube de
tensión, mientras Trip dice que está trabajando al viejo para intentar que ceda. No me
lo creo ni por un segundo, ya que Trip haría cualquier cosa para volver a tener la
gracia de Camila. No lo ha dicho, pero creo que duda, teniendo en cuenta que sigue
indagando y me informa.
—Voy a poner uno en cada una de las cabañas. ¿Vienes conmigo? Te enseñaré lo
que hay que hacer. —Camila agarra una de las cajas—. ¿Puedes escaparte? —Sus ojos
se dirigen a Lucinda y luego vuelven a mirarme con una sonrisa traviesa. A estas
alturas, sé exactamente lo que significa esa mirada.
Apenas ha formulado la pregunta, tomo la caja de Camila y digo por encima del
hombro:
—Oye, Lucinda, ¿por qué no hacemos un descanso para comer y nos reunimos
aquí a la una?
La mujer mayor, con el cabello rojo brillante y una hermosa sonrisa, se ilumina.
—De acuerdo, jefe.
Con la caja bajo el brazo, tiro de la mano de Camila y la conduzco al bosque, hacia
la primera cabaña que le enseñé. Al cerrar la puerta tras de mí, miro por encima de
mi hombro y veo que ya se ha subido a la cama.
—Pensé que íbamos a dejar el vino.
Ella levanta las cejas.
—Entonces, ¿por qué cierras la puerta?
Entrecierro los ojos juguetonamente y me abalanzo sobre la cama, abordándola y
plantándole un beso. Estas últimas semanas me han mostrado todo lo que me he
estado perdiendo sin saberlo. Incluso durante nuestra separación, sólo quería a
281
Camila, pero nunca supe realmente lo que significaba hasta que tuve mi segunda
oportunidad. Vivo para hacerla sonreír. Sin el rancho, sin el resort, o sin nada en
absoluto, seguiría envuelto en ella y estaría perfectamente bien para el resto de mi
vida. Estaría en casa.
Profundizando el beso, intento no aplastarla mientras la mantengo cerca. No
puedo dejar de besarla cuando emite esos pequeños gemidos al deslizar mi mano
por debajo de su vestido, y cuando separa sus rodillas lo suficiente como para
meterme en ese espacio destinado solo a mí, y definitivamente cuando sus manos
empiezan a vagar por debajo de mi camisa y me recorre la espalda con las uñas.
—Mierda —digo, temblando.
Se le escapa una carcajada.
—Me encanta cuando maldices.
Esto me hace sonreír.
—¿Por qué, chica sucia?
Sonríe y mueve sus caderas para deslizarse por mi erección.
—Porque sé que sólo lo dices porque has perdido el control. No todos los días
Ridge Cross pierde el control, y resulta que me gusta que pueda hacerlo.
—¿Por qué hablas de mí como si estuviera en la otra habitación? —Me balanceo
en su centro, jadeando por lo bien que se siente aunque no esté dentro de ella—.
Definitivamente estoy aquí.
Se muerde el labio.
—Me gustaría que estuvieras más cerca.
Eso es todo lo que tiene que decir antes de que me quite la ropa y le suba la falda.
Mi paciencia se agota y la doy la vuelta, levanto sus caderas y la pongo de rodillas.
Me acerco a su entrada, pasando un dedo por su raja y sintiendo su excitación. Está
preparada para mí, pero yo no estoy tan seguro de estarlo para ella.
Tiene la mejilla apoyada en la almohada mientras me mira, esperando con esos
ojos verdes tan abiertos que me capturaron y sentenciaron a una vida de desafíos
inesperados. Esta es mi venganza.
Le meto dos dedos, intentando ocultar mi gemido al sentirla tan suave, húmeda y
tan jodidamente apretada. Ella jadea mientras empuja contra mi mano, meciéndose
en mí como si pudiera correrse en cualquier momento.
—Mierda. Eso se siente tan bien.
Saco los dedos y los reemplazo por mi erección, empujando lentamente,
centímetro a centímetro, mientras sucumbo a la felicidad de la hermosa demonio que
tengo debajo. Ella se amolda a mí, recordándome que sólo he sido suyo y ella sólo
mía, y la lleno tan por completo que no queda espacio para nada más.
Tiene los ojos cerrados y la boca abierta, y me introduzco en ella, haciendo rodar
mis caderas mientras las maldiciones salen de mi boca. Tiene razón. Con ella, no 282
puedo evitarlo. Pierdo todo el control. Su piel es tan suave bajo mis dedos, y el aroma
a albaricoque que emana de su piel me hechiza como siempre. No me canso de ella,
y siempre me da un tirón en el corazón despedirme de ella cuando nos separamos.
Embisto una última vez antes de que ambos nos corramos. Ella grita y se agarra al
edredón mientras yo la lleno hasta el último gramo de mi liberación. Luego me tumbo
a su lado y la estrecho entre mis brazos.
Apoya su mejilla en mi pecho, envuelve su pierna alrededor de la mía y suspira.
—Me encanta cómo me das lo que necesito sin hacer preguntas.
—Lo siento, ¿algún otro hombre te negaría eso? Lo dudo mucho.
Me da una palmada en el pecho.
—No me refiero sólo al sexo. Me refiero a lo emocional. Podías decir que te
necesitaba de la misma manera que te entregaste a mí, sin hacer preguntas.
Se me aprieta el corazón.
—De acuerdo, pero... ¿está bien que pregunte qué pasa ahora? —Sonrío y
entrelazo sus dedos con los míos—. Supe que algo iba mal cuando no intentaste darme
la vuelta y montarme.
—Sólo ha sido un día duro. Thomas quiere tener una reunión después de comer
para añadir una parcela entera de viñas, y no quiero lidiar con él. Además, estoy
empezando a sentirme muy frustrada porque Trip no ha venido a ayudarme todavía.
No puede ser una conversación fácil, y es más probable que Thomas mande a la
mierda a su propio hijo que escuche cualquier lógica, pero no he conseguido
encontrar una salida a este lío en el que me ha metido mi padre. Todo lo que hizo
Thomas, aunque sin duda fue manipulador, fue todo legal.
Le aprieto la mano.
—Sólo han pasado tres semanas. Trip te advirtió que podría llevar tiempo, y no es
que el viñedo vaya a ir a ninguna parte.
Gime.
—Lo sé, lo sé. Vale, tendré paciencia.
Paso una mano por su muslo.
—Bien, y no te rindas. Tu instinto te está diciendo algo, y definitivamente deberías
escuchar.
Miro el punto de su garganta donde ahora cuelga de nuevo su collar.
—Nadie ha confesado que te lo haya devuelto, ¿eh?
Camila niega con una mirada oscura cruzando sus ojos.
—No. Ojalá no me siguiera molestando, pero lo hace. —Mira al techo durante unos
instantes antes de suspirar y deslizar su cuerpo para quedar a horcajadas sobre mí—
. Ahora, la otra razón por la que estoy aquí —dice mientras arrastra lentamente su
húmeda abertura contra mi longitud.
Los músculos de mi estómago se contraen. 283
—¿Hay otra razón?
Asiente, y sus palmas caen sobre mi pecho mientras mueve sus caderas contra mí,
trabajándome como un Slip 'N Slide entre sus labios.
—Quiero que me lleves a una cita.
Me río, a pesar de que me tiene tan empalmado que apenas puedo ver con
claridad.
—Ya hemos tenido citas, Camila.
—Cena, claro. —Se inclina hacia delante y roza sus labios con los míos—. Quiero
que me lleves al rodeo, y no me refiero a ahora mismo. —Sonríe—. El sábado por la
noche. Me recoges. Conoces formalmente a mi madre. Luego me llevas al rodeo,
donde todo el pueblo nos verá. Me tomas de la mano. Comeremos masa de galletas
fritas y fingiré que me asustan los toros para poder acurrucarme junto a ti. —Su sonrisa
es contagiosa—. Una cita.
Acaricio la mejilla de Camila y aprieto mis labios contra los suyos, luego aspiro
antes de soltarla.
—Sí, Salvaje. Te llevaré a una cita.
Me devuelve el beso cuando se acerca a mí para deslizarme dentro de ella, y me
monta. Camila es tan salvaje en la cama como en la vida, siempre una mezcla
embriagadora de imprudencia y descontrol cuando intenta liberarse de las riendas
que la retienen.
Pues bien, ahora es libre. Y es como si hubiera canalizado toda esa energía en
hacer el amor, tal y como siempre hemos estado destinados.

284
C
uando salgo del rancho Wild One, Ridge se detiene en la cabaña principal,
donde Lucinda ya está dentro, lista para volver al trabajo. Sonrío y saludo
por última vez a Ridge mientras subo a mi Jeep, dándome cuenta por
millonésima vez de lo extraño que es para mí estar conduciendo cuando hay un atajo
a través de los campos y sobre el puente.
No me he acercado a esos bosques ni a ese puente desde aquella horrible noche,
y no pienso volver a hacerlo, aunque eche de menos la cima de la colina. La cima de
la colina era un lugar donde soñaba con mi futuro como propietaria de los viñedos.
Ahora que lo estoy viviendo, mi tiempo es más beneficioso aquí, de todos modos.
De vuelta a la villa, entro directamente en la casita, irritada de nuevo por no ser la 285
primera en llegar. Han pasado tres semanas y todavía no hay noticias de Trip sobre
el estado de la propiedad, aparte del ocasional: “todavía estoy trabajando en él”.
¡No es suficiente! Quiero gritar, pero al menos Trip lo está intentando. Mientras
tanto, no he abandonado mi búsqueda de información que pueda haber caído en las
grietas. Estoy convencida de que existen pruebas, algo que demuestra que Thomas
Bradshaw forzó a papá para que vendiera.
Entro en mi despacho y Thomas me espera en el sofá con una mirada de
desaprobación.
Hablando del diablo.
—Para alguien que dice que necesita toda esta villa para sí, seguro que no actúas
como tal. Rara vez estás aquí en tus horas libres.
Me río y tiro el bolso en el sofá.
—¿Y no se te ha ocurrido pensar que me alejo para evitar a los ladrones que
intentan echarme de mis tierras, de mi casa y de mi negocio familiar?
—Oh, cálmate, señorita Bell. Nadie está tratando de echarte. Todo esto es tanto
tuyo como mío. Me parece que nuestro desacuerdo proviene principalmente de que
no entiendes lo que significa la propiedad compartida.
—Lo entiendo perfectamente, pero eso no significa que esté de acuerdo. —Doy
unos pasos hacia delante, negándome a sentarme—. Por favor, no me malinterpretes.
Has trabajado duro por este viñedo durante muchos años, y te mereces el lugar que
te corresponde. Pero ¿de qué nos sirve ser propietarios al cincuenta por ciento si ni
siquiera podemos ponernos de acuerdo sobre qué variedades utilizar para nuestra
próxima cosecha?
Asiente.
—Entonces, ¿cómo resolvemos esto, Srta. Bell?
—Para empezar, quiero la propiedad mayoritaria de lo que ya debería ser mío.
—¿Y qué te impide llevar este lugar a la ruina cuando eres la única que toma las
decisiones?
—Lo mismo que impidió a mi padre hacerlo. El amor. Amor por este viñedo y por
la tierra en la que se construyó. No dejaré que le pase nada, por eso creo que es mejor
que vuelva a tomar el control. —Intento ser lo más civilizada posible mientras le hago
saber a Thomas que no va a mangonearme como lo hizo con mi papá.
—No voy a ceder ni un sólo porcentaje de las acciones que me corresponden.
Su tono es tan suave y ligero que puedo ver cómo se convirtió en una fuerza en el
mundo de los negocios. La gente le escucha. Se dejan llevar por sus efectos hipnóticos
y creen todo lo que dice, sobre todo si son de los que se dejan convencer fácilmente.
—Thomas, es la única manera de salir de este maldito callejón sin salida en el que
siempre parecemos encontrarnos.
Se ríe.
286
—Podrías venderme tu parte fácilmente. Aunque teniendo en cuenta que has
estado usando tu influencia para convencer a mi hijo de que tu manera es la que debe
ser, probablemente no consideres esa opción.
—No —digo con brusquedad—. Nunca consideraré esa opción.
Niega, con la frustración apareciendo.
—Bueno, entonces quizá deberías casarte con mi hijo. —Sus palabras salen de su
lengua tan fácilmente, como si hubiera planeado este mismo encuentro—. Tu padre y
yo siempre imaginamos que acabarían juntos. La asociación Bell-Bradshaw fue
nuestro sueño desde que naciste. Es una pena que el chico Cross se interpusiera, pero
ya son mayores. Saben lo que les conviene. Trip sería un buen socio, y compartirías
la propiedad del viñedo con él.
La rabia fluye por mis venas ante la estúpida sugerencia.
—Ni siquiera te gusto. ¿Por qué alentarías esa idea?
La diversión regresa a mí.
—Tendría más confianza en que dirigieras el viñedo con mi hijo que por tu cuenta,
pero me interesaría mucho más que me vendieras. Incluso te dejaré conservar esta
oficina.
Me enfurezco tanto que casi puedo sentir el vapor saliendo de mis oídos.
Thomas se inclina hacia delante.
—A fin de cuentas, tienes tres opciones, señorita Bell. Venderme, casarte con Trip,
o luchar conmigo hasta que uno de los dos muera.
—Casarme con Trip no es una opción, teniendo en cuenta que estoy enamorada
de Ridge.
Los ojos de Thomas se oscurecen.
—Ah, sí. Un viejo amor resucitado. Debería haberlo visto venir. Nunca pudiste
alejarte de ese chico, ¿verdad? Me imaginé que era sólo cuestión de tiempo hasta que
empezaras a andar a escondidas con él de nuevo, ahora que tu papá está muerto y
todo eso.
El desdén en su voz me destroza los nervios.
—Es imposible. Ahora soy una adulta. Haré lo que me plazca.
—¿No lo has hecho siempre, señorita Bell?
Mis párpados se entrecierran.
—Así es. Lo he hecho. Así que no necesito tus comentarios sobre mis asuntos
personales, imbécil. Puedo tomar decisiones sin problemas.
La risa de Thomas retumba en el aire.
—Ciertamente tienes un extraño recuerdo de tu juventud.
Ya he tenido suficiente. 287
—Esta conversación no va a ninguna parte. Lárgate. Tengo trabajo que hacer y no
te necesito aquí, distrayéndome con tus burlas. Y llama a la puerta la próxima vez. Si
no estoy, no entres.
Thomas se ríe y se levanta para mirarme.
—Creo que me quedaré y leeré estos —tira una pila de papeles en la mesa de café
entre nosotros— documentos.
Miro los papeles financieros que había dejado sobre mi escritorio antes de ir a
visitar a Ridge en el almuerzo. Aunque no suelo dejar mi puesto de trabajo
desordenado, me hacía ilusión entregarle vino a Ridge para su día de estreno.
—¿Puedo preguntar qué es lo que estás buscando, Srta. Bell? Tal vez pueda
ayudar.
—De nuevo, eso no es asunto tuyo.
Sus labios se vuelven planos mientras sus ojos brillan de ira.
—Esa respuesta apesta a evasión.
—Bien.
Una corriente fría recorre el aire.
—Déjeme entender una cosa, señorita Bell. Tú no quieres meterte conmigo. Me he
hecho el simpático por respeto a tu viejo, pero mi paciencia se está agotando. Si aún
no lo tienes claro, déjame ayudar. Yo tomo las decisiones por aquí. Es por lo que el
Viñedo de la Familia Bell es lo que es hoy.
Mi rostro se retuerce de asco y una carcajada sale de mi boca.
—¿Quién demonios te crees que eres? Sé que has manipulado a mi padre. Y sé
que es sólo cuestión de tiempo que intentes manipularme a mí. Así que déjame aclarar
esto. —Levanto las cejas—. No vas a ganar.
Thomas parece divertido mientras empieza a caminar hacia la puerta.
—Eso ya lo veremos.
Cada palabra que sale de su boca me irrita. De repente me siento desesperada
por llamarle la atención sobre todas sus gilipolleces. Es como si un tornado me azotara
cuando las siguientes palabras salen de mi boca.
—Sé que hablaste con Ridge después del baile. Sé lo que le dijiste para que se
fuera. Me he dado cuenta de que querías que me fuera, y por eso siempre le decías a
mi padre que me enviara a la universidad. Todo para que pudieras manipularlo para
que vendiera sus acciones. Así que mientras mi padre invertía en este negocio, tú
creabas más razones para que él se arruinara mientras tú te sentabas a comprar lo
que él ya no podía pagar. Es la única razón por la que habría vendido lo que debería
haber sido mío. Papá nunca habría renunciado a este viñedo ni en un millón de años,
a menos que su legado estuviera en juego. No sé cómo lo hiciste. ¿Qué podrías
haberle dicho para que sintiera que no había otro camino? ¿Y cómo diablos pudiste
permitirte todo eso?
Thomas suelta una carcajada que me estremece.
288
—Oh, Camila. ¿Cuándo vas a abrir los ojos? No vas a encontrar tus respuestas en
esos papeles. Lo que sí vas a encontrar son todas las firmas de los clientes, todos los
contratos a largo plazo y todo el beneficio garantizado que podían obtener al firmar
sus acuerdos contractuales. Nada de eso fue gratis. Hay que pagar un precio por el
tipo de garantía que necesitan nuestros clientes, y tú, querida, eras un riesgo.
Arrugo la cara, tratando de dar sentido a lo que este monstruo me está diciendo.
—Entonces, ¿dices que sólo firmarían los contratos si mi papá te vendiera a ti? Eso
no tiene ningún sentido. No soy un riesgo mayor que tú o Trip y Raven.
Thomas se encoge de hombros.
—Pero ellos me conocían bien. Me invitaron a sus casas y llegué a conocer a sus
familias mientras ellos conocían a la mía. Todo lo que sabían de ti era que eras una
niña infernal.
Tiemblo de rabia.
—Hijo de puta. Hablaste mal de mí a tus clientes y todos se tragaron tus tonterías.
Se ríe.
—No fue muy difícil, teniendo en cuenta que siempre te metías en problemas.
Emborrachándote en eventos familiares cuando sólo tenías quince años —suelta—.
Atropellando a los excursionistas en la montaña cuando ibas en bicicleta. Siempre te
adentrabas en esos malditos bosques como si fueras invencible.
Abre la puerta.
—Lo que sea que estés buscando, cariño, no lo encontrarás en esos documentos.
Será mejor que te rindas ahora y consideres tus opciones.
Trago saliva, tratando de mantener la calma mientras mis entrañas rugen de rabia.
—Parece que estamos en un punto muerto.
Los labios de Thomas se inclinan en una sonrisa maligna.
—No, creo que tengo otro peón para jugar. —Guiña un ojo—. Nos vemos mañana,
Srta. Bell.

289
E
l día del rodeo, el nerviosismo ni siquiera alcanza para describir cómo me
siento cuando llego a la entrada de la villa de Camila. La larga y sinuosa
entrada es tan mágica como Camila la describió una vez, con su gran
entrada cercada por un arco, una gruesa cubierta de árboles a ambos lados y un largo
camino pavimentado que finalmente se abre a una fuente ornamentada en el centro
del camino circular.
Una vez estacionado, exhalo un rápido suspiro y aspiro otro más profundo,
tratando de calmar mi acelerado corazón. No sólo será nuestra primera salida pública
importante, sino que también conoceré a su madre oficialmente por primera vez.
Aunque he visto a la familia de Camila de pasada muchas veces mientras crecía,
nunca hemos hablado.
290
Me inclino sobre el asiento del auto y agarro dos ramos de flores envueltas en
papel de estraza, luego salgo de la camioneta y subo los escalones para llegar a la
puerta de su casa. Para mi sorpresa, su madre responde con una amplia y hermosa
sonrisa. Obviamente, de ella procede la hermosa mirada de Camila y el brillo de sus
ojos.
—Hola, Ridge. Me alegro de volver a verte.
Incluso su tono suena tan parecido al de Camila que resulta extraño.
—Hola, señora —digo con una inclinación de cabeza—. Esto es para usted. —Le
entrego el manojo de girasoles y sus ojos verdes se iluminan con sorpresa.
—Muchas gracias. Son preciosos. Y por favor, llámame Selena. —Retrocede y abre
la puerta de un empujón—. Entra. Camila bajará enseguida.
En el momento en que entro en la villa, el marcado contraste entre su casa y la mía
me golpea con fuerza. Ella se ha criado en una mansión, mientras que yo he recogido
las botellas de cerveza vacías de Harold por toda la casa de campo en mal estado. Me
alegro de no haber tenido una imagen completa del estilo de vida de Camila cuando
era adolescente, porque nunca habría tenido el valor de perseguirla después de verla
en Ouray. Mi autoestima entonces era lo suficientemente baja y sin la intimidación
que supone una mirada a este lugar.
Pero ahora soy mayor y me doy cuenta de lo engañosas que pueden ser las
apariencias. No se trata de lo que tienes. Se trata de lo que haces con lo que tienes.
En cuanto los Bradshaws se aparten de Camila, hará cosas increíbles y hará que su
padre se sienta orgulloso. Para ella, la tierra es algo más que dinero y poder y hacer
un nombre para el viñedo en la comunidad. Quiere preservar casi cincuenta años de
producción de vino, utilizando la naturaleza como guía, y centrarse en el crecimiento
orgánico, los recursos naturales y todo lo que Thomas Bradshaw obligó a Patrick Bell
a eliminar a lo largo de los años para aumentar la producción a un ritmo que el viñedo
apenas podría mantener. Camila conoce el valor de producir menos para mantener
la calidad, y creo que tendrá todo lo que sueña y pronto.
Selena me lleva a la cocina y me señala un conjunto de taburetes bajo la isla.
—Toma asiento y podemos hablar un rato mientras esperamos. —Saca un jarrón
de un armario y lo llena de agua antes de colocar los girasoles en él y ponerlo sobre
la isla con una sonrisa—. Son preciosos. ¿Los recogiste de tu granja?
—Sí. Estoy ampliando nuestra parcela de girasoles y reduciendo nuestra
producción de maíz. Es un proyecto que acabamos de empezar este año.
Los ojos de Selena se abren de par en par al igual que los de Camila cuando le
explico los nuevos planes para la granja.
—Oh, eso sí que es un cambio. ¿No se perderá el negocio?
Me encojo de hombros.
—Sí y no. El maíz nunca fue mi cultivo favorito. —Me río, pensando en los
incesantes comentarios de Camila sobre lo mucho que odiaba la granja—. Mi plan es 291
crear un lugar donde la comunidad pueda venir a recoger sus flores y productos
deseados. Tendremos laberintos de maíz, flores silvestres y girasoles. Y rotaré el maíz
con la alfalfa por temporadas. Mantendré la selección controlada mientras paso la
mayor parte del tiempo en la propiedad de vacaciones.
Su sonrisa es contagiosa, y mi corazón da un vuelco al pensar que la madre de
Camila aprueba todo lo que hago.
—Me encanta esa idea, Ridge. Y con tu nuevo rancho allí mismo, a tus invitados les
encantará.
—Esa es la idea. Ahora mismo estoy construyendo un pequeño granero y un corral
redondo para montar. Será estupendo para los niños, y podré ofrecer paseos a
caballo para los jinetes mayores.
La sonrisa de Selena se torna suave mientras recorre mis rasgos, como si me
reconociera de otro lugar. Es un pensamiento tonto. Nos hemos visto antes en la
ciudad, pero parece que me conoce.
—Me recuerdas a una amiga que tuve una vez. Era hermosa y fuerte, y sus sueños
eran tan grandes y emocionantes como sus hermosos ojos marrones. Se iluminaban
al pensar en todo el bien que podría hacerse en este mundo, si la gente cambiara sus
perspectivas. Si la codicia y la riqueza no fueran soluciones, sino el enemigo.
Sus palabras desencadenan algo en lo más profundo de mi pecho. Mi corazón se
aprieta, y la familiaridad del mensaje me atraviesa.
—Eso se parece mucho a algo que me decía mi madre.
Camila aparece a mi lado y desliza su brazo alrededor de mi cintura. Ni siquiera
la había oído entrar. Parece que no puedo apartar los ojos de Selena después de lo
que acaba de decir.
—Vaya, esto es intenso —dice Camila—. ¿En qué me he metido?
Le paso un brazo por los hombros.
—Tu madre me estaba hablando de una vieja amiga.
Camila se anima.
—¿Le estás hablando de tu amiga secreta que solía trabajar en la granja Cross?
Frunciendo el ceño, miro a Camila.
Parece sorprendida.
—¿Qué? Te hablé de ella durante la cena una noche. Es la que le contó a mamá lo
de los cazadores furtivos.
Recuerdo bien la conversación, pero no recuerdo que Camila mencionara que su
mamá tenía una amiga secreta. Volviéndome hacia Selena, asiento.
—Me gustaría saber más sobre tu amiga, si te parece bien.
Selena sonríe.
—Por supuesto. Era muy valiente. Eso es seguro. Siempre en busca de nuevas
aventuras. Como ya le dije a Camila, a menudo nos encontrábamos en el puente y
292
hablábamos durante horas. Era un alma muy dulce, y su conexión con la naturaleza
era muy fuerte. —Selena se ríe—. Podría jurar que ella podía sentir la lluvia que venía
antes de que llegara.
En mi visión periférica, la cabeza de Camila gira hacia mí, pero mis ojos se quedan
en su madre. Mi corazón retumba tan fuerte que ahoga todos los pensamientos.
—¿Cómo dijiste que se llamaba tu amiga?
Selena me dedica una sonrisa de complicidad.
—Molly. Nunca me dio su apellido, pero sé que estaba embarazada de un niño, al
que ya quería mucho. Iba a llamarlo Ridge, y creo que lo hizo.
El borde de los ojos se me llena de lágrimas no derramadas y se me cierra la
garganta. Selena era amiga de mi madre antes de que mi madre nos trasladara a la
zona rural.
Ya estaba nervioso al venir aquí, pero ahora mis emociones se desbordan. Es la
primera vez que conozco a la madre de Camila y estoy al borde de las lágrimas.
—Mamá, ¿eres amiga de la madre de Ridge? ¿Por qué no me lo dijiste?
—Era para que Ridge se enterara primero, mija. Una parte de mí siempre ha
albergado la culpa por la forma en que se fue tu madre. Siempre me he sentido
culpable. Una vez que me enfrenté a Patrick sobre los cazadores furtivos, todos los
ojos estaban puestos en mí. Mi siguiente encuentro con Molly en el puente fue cuando
todo se complicó. Thomas le puso un arco y una flecha en la cabeza y le ordenó que
volviera a la granja Cross. Lo siguiente que supe fue que ella había desaparecido.
—Pero papá dijo que alguien del campo le hizo una visita con una lista de chicas y
chicos que habían desaparecido de allí —dice Camila.
Selena asiente.
—Sí, lo hicieron. Justo después de recibir una llamada de Thomas Bradshaw. Tu
papá sintió que estaba haciendo lo correcto. —Selena se inclina sobre el mostrador y
envuelve su mano alrededor de la mía—. Lo siento mucho, Ridge. Por todo. Y lo siento
por los dos. Por no haber luchado más por ustedes dos para mantener el amor que
tan claramente comparten.
Me vuelvo hacia Camila justo cuando se quita una lágrima y le acaricio el rostro.
—No llores, Salvaje.
Sus ojos se encuentran con los míos, y ninguna barrera puede detener la emoción
que se desata desde lo más profundo de ella. De la manera más extraña, parece que
todo lo que hemos pasado juntos está cerrando el círculo, pero todavía tengo muchas
preguntas.
—No es tu culpa, Selena. —Mi voz es grave cuando me dirijo a ella—. Camila y yo
entendemos muy bien los sacrificios que hacemos por la familia. Las cosas que
hacemos para protegernos unos a otros, aunque todos sigan sufriendo. Todo lo que 293
hemos querido es el fin de la guerra que arruinó tantas vidas, y ahora lo tenemos. —
Abrazo a Camila de lado y le beso la mejilla—. Y avanzaremos juntos con un puente
que nos une en lugar de separarnos.
Los ojos de Camila están rojos y todavía llenos de lágrimas. Siento la primera gota
cálida resbalar por mi mejilla.
—Te amo —dice con la boca.
—Te amo —le respondo. Apoyando mi frente en la suya, inspiro profundamente y
luego suelto una carcajada—. Vaya, y yo que estaba nervioso porque a tu madre no
le gustaran los girasoles que le he traído.
—¿Le has traído flores a mi madre? Eres el más dulce, Ridge Cross.
Selena y Camila se ríen.
—Y a ti también te trajo flores. Mira.
Camila sonríe mientras le entrego el ramo de flores silvestres envuelto en papel.
—Por supuesto que sí. —Luego se limpia las mejillas manchadas de lágrimas y
sorbe la nariz. —Realmente no tenemos que ir al rodeo después de todo eso.
—Tonterías —dice Selena—. Vayan y diviértanse. Por favor. Tengo una cita con
unas amigas en el club de campo.
Nos empuja hacia la puerta, donde le da a Camila un gran abrazo y un beso en la
mejilla. Luego me rodea con sus brazos. Sólo por el abrazo, puedo ver de dónde saca
Camila su cálida fuerza.
Selena se acerca a mi oído y me susurra:
—Debes saber que tu madre quería mucho a tu padre. Tú naciste de ese amor, y
se nota. —Se retira, con los ojos rojos y empañados—. De acuerdo, he terminado.
Diviértete esta noche.
Camila me saca por la puerta y me mira con una sonrisa.
—¿Ves? No hay nada de lo que estar nervioso.

294
U
na espesa nube de polvo flota en el aire cuando doblamos la esquina de las
gradas hacia donde Josie dijo que nos encontráramos. Busco entre la
multitud y veo a mi amiga justo cuando la voz de un locutor resuena en los
altavoces. Está comentando la carrera de barriles que se está realizando, y su
entusiasmo alimenta el ruido de los espectadores que nos rodean. Casi había
olvidado el subidón natural que me producen estos eventos. El público se emociona,
y los toros están exaltados, golpeando sus pezuñas en el suelo mientras rugen,
resoplan y clavan sus cuernos con rabia en sus mini prisiones.
Empiezo a avanzar de nuevo, pero entonces suena una campana y un silbato, lo
que me hace dar un respingo y el corazón se me sube a la garganta.
295
Ridge me agarra por la cintura y se inclina, riéndose en mi oído.
—No bromeabas con lo de asustarte de los toros.
Sonrío.
—Es tan fuerte. No puedo evitarlo. Vamos. —Le conduzco por las gradas hasta
donde están Josie y Abner. Hasta que llegamos a su sección de gradas no me doy
cuenta de que Raven y Trip están sentados arriba de ellos, con sus dos pares de ojos
azules como el hielo clavados en nosotros.
Ridge también debe verlos, porque me agarra la mano y la aprieta. Intenta
reconfortarme, pero percibo la inminente incomodidad que hemos conseguido evitar
hasta ahora. Han circulado rumores sobre nuestra relación, pero otra cosa muy
distinta es exponer esa relación a la opinión pública.
—Cielos, cualquiera diría que los Capuletos y los Montescos están entre nosotros.
—Josie mira con atención a la gente que nos mira a Ridge y a mí. Luego se pone de
pie—. ¡Los amantes separados están vivos y coleando! —dice, agitando las manos
hacia nosotros.
Riendo, la empujo de nuevo a su asiento y le tapo la boca para que se calle y luego
la suelto.
—¿Cuánto vino has tomado?
Josie lanza una mirada a su marido, que ahora pone los ojos en blanco divertido.
—Demasiado. ¿Verdad, Abs?
Abner asiente con énfasis.
—La interrumpí justo antes de que llegaras.
—Aww, nos perdimos toda la diversión.
Ridge se inclina.
—¿Es esa mi señal para ir a buscarte vino?
Sonrío.
—Te amaría por siempre.
Él estrecha los ojos.
—Eso no es negociable.
Cuando su expresión se convierte en una sonrisa, mi interior se derrite. Se inclina
hacia mí y me besa sin prisa por separarse. Cuando por fin lo hace, un zumbido de
electricidad sigue en mis labios, y el calor de nuestra primera muestra pública de
afecto sube a mis mejillas.
—Ahora vuelvo. —Me guiña un ojo y vuelve a bajar la escalera.
Lo veo alejarse, sintiendo las mismas vibraciones en el pecho que sentí cuando lo
conocí. Ahora es la personificación del hombre, con su ajustado Wrangler que
abrazan sus musculosos muslos, y su camisa de cuadros que no hace nada por el
erótico trozo de hombre que lleva debajo. Será un placer arrancar cada uno de esos 296
botones esta noche en cuanto lo tenga a solas.
—Entonces —Josie hace que mi atención vuelva a centrarse en ella—, ¿qué tal la
visita a mamá Selena?
Un escalofrío me recorre al recordar nuestra conversación en la casa. Su
explicación de por qué no me lo dijo fue aceptable, pero me gustaría haber estado
preparada para la emotiva tarde. No recuerdo haber visto nunca a Ridge llorar, y ser
testigo de sus lágrimas casi me destroza. Al mismo tiempo, la conversación también
se sintió como un cierre, en cierto sentido, algo que Ridge puede haber necesitado
sin saberlo.
Pongo a Josie al corriente y se queda con la boca abierta, igual que la mía cuando
me enteré de la noticia.
—Es como si ustedes fueran una pareja predestinada, destinados a estar juntos
pase lo que pase.
Me río de mi dramática amiga, aunque no estoy en desacuerdo.
Sus ojos se abren de par en par.
—Lo digo en serio, Camila. Tu atracción por él siempre ha sido muy fuerte e
intensa. Al principio, no lo entendía, pero luego los vi a los dos juntos, y era tan obvio.
Y no me refiero sólo a las vibraciones de fangirl que estabas disparando. También
hablo de Ridge. Nunca he visto nada igual. —Me aprieta la mano, adoptando una
expresión seria—. Me alegro de que esta vez funcione. No voy a mentir. Tenía un poco
de miedo de que pasara algo así después de la última vez.
Mi corazón se hincha.
—Sé que lo estabas, pero esta vez es diferente. No más padres peleando, no más
secretos, no más minas espeluznantes... —Las palabras salen antes de que pueda
detenerlas cuando recuerdo cómo se pone Josie sobre esa noche.
—Ni siquiera menciones eso. Podría haberte perdido. Durante mucho tiempo,
pensé que lo había hecho.
Le aprieto el brazo.
—Pero no lo hiciste. Estoy aquí, más feliz que nunca. No debería haberlo
mencionado.
Se estremece.
—Por favor, no vuelvas a mencionarlo.
Vemos el final de las carreras de barriles, luego comienza la de ganado, y miro
hacia las escaleras para ver si Ridge está en camino. Lleva un rato fuera y sé que no
quiere perderse a los jinetes de toros que salen a continuación.
Cuando todavía no lo veo un minuto después, me pongo de pie y le grito a Josie
por encima del ruido de la multitud:
—Voy a buscar a Ridge. Vuelvo enseguida.
Bajo corriendo las escaleras y rodeo las gradas, y entonces lo veo a lo lejos con 297
las manos llenas de golosinas. Riendo, corro hacia él, chocando accidentalmente con
alguien en el camino. Las palomitas vuelan por todas partes.
—¡Lo siento mucho! —Jadeo y me doy la vuelta para encontrar a un hombre mayor
que mira el desorden—. Le invito otro, señor. No lo vi allí.
El hombre levanta la vista y el corazón se me sube a la garganta cuando me doy
cuenta de que es el antiguo jardinero de nuestra familia.
—Gus. Me alegro de verte. —Rodeo con mis brazos a mi viejo amigo, que no
parece devolverme el abrazo. Ignorando las extrañas vibraciones, doy un paso atrás
y sonrío—. Siento mucho lo de tus palomitas. Ni siquiera te he visto, pero me alegro
de poder invitarte a otra.
Cuando Gus sigue mirándome como si fuera una persona extraña, me imagino que
no se acuerda de mí.
—Lo siento. Probablemente no te acuerdas de mí. —Me río, sintiéndome
nerviosa—. Soy Camila Bell. Solías trabajar en mi viñedo. —Busco sus ojos, esperando
una respuesta, y obtengo una, pero no es la que espero.
Gus me mira fijamente mientras tira los restos de sus palomitas a la basura.
—Me acuerdo bien de ti. Ojalá pudiera olvidarlo, si soy sincero.
Su hostilidad me sorprende hasta que recuerdo que hace más de diez años que no
lo veo, y que la última vez que lo vi fue justo antes de que lo despidieran. Entonces
recuerdo lo enojado que estaba Brody conmigo en High Pie cuando llegué por
primera vez a Telluride. La culpa me invade.
—Gus, siento mucho todo lo que pasó. No debieron despedirte por culpa de esa
valla. No fuiste tú quien la cortó. No fuiste tú quien me disparó aquella noche.
Su rostro se crispa, como si quisiera decir algo, y mi corazón late rápido.
Probablemente estoy interpretando las cosas porque quiero que diga más. Quiero
que me diga que cree mi historia y que Dave sabía exactamente qué, o quién, estaba
cazando esa noche.
—No tienes nada que lamentar, Camila. Sólo eras una chica joven haciendo lo que
hacen las chicas jóvenes. Yo, en cambio, debería haberlo sabido.
Su expresión agria me irrita. La valla dañada que dejaba entrar a la fauna salvaje
no era el problema de esa noche.
—¿Qué quieres decir con que deberías haberlo sabido?
Sus ojos se desvían antes de dar un paso más y bajar la voz.
—Debería haberles dicho a todos lo que sabía: la verdad. Debería haberles dicho
a todos que tú no eras la loca. —Su expresión pasa de ser incómoda a ser de
disculpa—. Debería haberles hablado de esa maldita mina.
Parpadeo, digiriendo su información a un ritmo mucho más lento de lo que
debería.
—Espera. ¿Decirles qué sobre la mina?
Gus se encoge de hombros.
298
—Tu padre quería saber cómo Dave Lachey había accedido al terreno. Me dijo
que revisara la mina esa noche después de que todos se fueran a casa, y lo hice. Esa
mina era nuestro secreto subterráneo para acceder a kilómetros interminables de
terreno de caza cuando nadie se enteraba. Cuando tu padre exigió que se prohibiera
hace años, me ordenó que cerrara la mina con un candado. No estoy tan orgulloso de
mis días de caza, y creía que todo estaba muerto y descansado hasta esa terrible
noche. Se suponía que nadie tenía acceso a esa mina. Pero Dave claramente aún la
usaba.
—¿A dónde va la mina?
Gus niega.
—No tienes que preocuparte por eso.
Sus omisiones son tan frustrantes, pero ya me ha dicho más de lo que nadie ha
dicho nunca. Todo lo que está diciendo reabre la caja sellada de los recuerdos que
he tratado de sofocar durante años.
—No entiendo por qué me cuentas todo esto ahora. ¿Por qué no dijiste nada
entonces?
—Tenía miedo, Camila. Tenía una familia que necesitaba mi protección. Me tomé
muy en serio las amenazas recibidas.
—¿Amenazas? ¿Qué amenazas? ¿De quién?
—Amenazas de mantener mi boca cerrada. Pero no te preocupes por quién. Eso
no importa. Después de que me despidieran, sólo habría parecido un empleado
descontento si hubiera confesado. —Me hace un gesto con la mano—. Al menos
estabas a salvo. El loco Dave está muerto, y para mí, eso era lo más importante.
Le doy a Gus mi mejor sonrisa y lo abrazo de nuevo, sin poder evitarlo.
—Todavía te agradezco que me cuidaras esa noche. Siempre fuiste dulce conmigo
y nunca olvidaré tu amabilidad. Tu trabajo te espera, si alguna vez quieres volver al
viñedo.
Gus inclina la cabeza.
—Te lo agradezco, pero no volveré a pisar esa propiedad si Thomas Bradshaw
sigue trabajando allí. Siempre he odiado a ese hombre. —Sus ojos caen rápidamente
a mi cuello y luego vuelven a subir—. Me alegra ver que te han devuelto el collar.
Toco la punta de flecha, mis ojos se abren de par en par.
—¿Sabías que la había perdido?
Asiente con el ceño fruncido.
—Lo encontré aquella noche cerca de la entrada de la mina. Cuando lo recordé,
hice que Brody se lo diera a Raven. —Da un paso atrás y saluda con la mano—. Me
alegro de que estés bien, Camila. Saluda a tu madre de mi parte.
—Lo haré.
299
Ridge finalmente llega a mí mientras veo a Gus alejarse, deseando que se hubiera
quedado y que yo supiera todas las preguntas para hacerle en ese mismo momento,
pero aún estoy procesando todo.
Admitió haber mantenido la mina en secreto. Pero, ¿por qué? ¿Cuál sería el propósito
de ocultar el pasadizo que Dave Lachey utilizó para entrar furtivamente en nuestras
tierras?
Ridge me mira con extrañeza.
—¿Estás bien?
Todavía aturdida, niego y me fuerzo a sonreír.
—Gus fue quien encontró mi collar. —Luego pierdo parte de mi sonrisa al
considerar la posibilidad de contarle más sobre nuestra conversación. Pero decido
dejarlo pasar por ahora. Ridge y yo estamos en una cita. No voy a dejar que más
pensamientos sobre esa horrible noche me quiten esta noche también.
C
amila parece distraída durante el tiempo que dura el rodeo. Está metida en
su propia cabeza con los ojos vidriosos mientras el público ríe y aplaude a
los payasos del rodeo cuando escapan de los toros justo a tiempo. Incluso
Josie me lanza miradas de preocupación cuando se da cuenta de que Camila no está
actuando bien. Está con nosotros físicamente, pero mentalmente está en un lugar
completamente diferente.
En un momento dado, busco entre la multitud a Gus, al que encuentro sentado con
su mujer y sus dos hijos adultos. Lo que sea que él y Camila hayan hablado antes
parecía bastante intenso. Aunque me muero por preguntarle a Camila lo que
hablaron, ahora no es el momento adecuado, con sus compañeros rodeándonos, y
puedo anticipar lo que soltará.
300
En cuanto volvemos a la camioneta, arranco el motor y me dirijo a ella. Nunca he
visto a Camila tan consumida por sus pensamientos. Incluso cuando nos sentamos en
la ladera durante horas, siempre se sentía presente en el momento conmigo.
—De acuerdo —empiezo suavemente—. Me estás asustando.
Se gira para mirarme, sin emoción, lo que sólo me preocupa más.
—¿Eh?
—Camila —digo, inclinándome hacia ella—. Has estado en otro planeta desde que
hablaste con Gus. ¿Qué pasó?
Ella sacude la cabeza, pareciendo casi dolida.
—No pasó nada. Sólo dijo algunas cosas sobre esa noche. Supongo que todavía
estoy tratando de darle sentido.
Camila no necesita decir nada más para que mi sangre empiece a correr caliente
por mis venas. No hablamos de esa noche. Puedo percibir que aún la perturba
profundamente, y no necesito que me recuerden mi culpa en lo sucedido. Si no me
hubiera ido esa noche, ella nunca habría estado sola en el bosque.
Después de conocer la versión de Camila, tuve que combatir mi rabia al pensar
que Dave Lachey iba a por ella. El maldito enfermo la persiguió como si fuera un
juego. Su historia todavía me atormenta, especialmente porque yo ni siquiera estaba
allí.
—Es cierto. Gus estaba allí esa noche. —Frunzo el ceño—. ¿Qué tenía que decir al
respecto? ¿Por qué iba a sacar el tema?
—Yo saqué el tema —dice, sorprendiéndome—. Me disculpé por la forma en que
mi papá lo trató por lo que me pasó a mí. Quería decirle a Gus que sabía que no era
su culpa. Incluso le ofrecí un trabajo.
—Eso fue muy amable de tu parte.
Ella deja escapar una pequeña risa.
—Sí, bueno, no quiso aceptarlo. Dijo que no volvería a pisar esa tierra mientras
Thomas siguiera trabajando allí. No puedo culparlo por eso. También me dijo que
sabía lo de la mina. Papá le dijo a Gus que fuera allí esa noche para ver si era así como
Dave accedía a la propiedad. Al parecer, todo su grupo de caza utilizaba la mina para
acceder a miles de acres de terreno de caza. —Sus ojos se posan en mí—. Allí fue
donde Gus encontró mi collar.
—¿Qué? —Me hierve la sangre mientras trato de comprender lo que me está
diciendo—. ¿A dónde va el túnel?
Respira lentamente y se encoge de hombros.
—No quiso decirlo, pero todos mintieron esa noche. Todos conocían a Dave y
sabían cómo había entrado en la propiedad. Mi conjetura es que estaban tratando de
protegerse unos a otros y en lo que todos participaron hace años. 301
—Mierda, Camila. Esto está empezando a sonar aún más jodido que antes.
—Lo sé. Todavía estoy tratando de procesar todo, pero ahora no puedo sacar esa
maldita mina de mi cabeza. Como si fuera la pieza que falta de un rompecabezas que
siempre se ha sentido incompleto.
—¿Qué estás diciendo?
—No lo sé. Todo lo que sé es que cuando era más joven, nunca tuve miedo de una
maldita cosa. Luego pasó esa noche. Ahora es como si me paralizara el miedo ante
cualquier recuerdo de ella. Ni siquiera he intentado volver al puente o a la cima de la
colina. —La tristeza llena su expresión—. Lo extraño, Ridge. Lo extraño todo.
—Podemos volver a la colina juntos. También podemos volver al puente. Pero es
natural que quieras evitar esos lugares. Lo que pasó esa noche es incomprensible.
Podrías haber muerto.
Ella se estremece.
—Lo sé. Pero todas las demás veces en mi vida que me he encontrado con algo
que debería asustarme, lo afronto de frente. Tal vez tengo que hacer lo mismo con esa
mina. Tal vez tengo que volver.
—¡No! —No quiero sonar tan contundente ni decirle a Camila lo que tiene que
hacer. Pero lo último que debería hacer es volver a ese lugar. No la dejaré—. Iremos
a la colina y al puente, pero nos mantendremos alejados de ese lado de la montaña.
No tiene sentido volver allí, Camila. Ni siquiera intentes pelear conmigo en esto.
Se recuesta en su asiento con un resoplido mientras conduzco hasta mi casa. Pero,
aunque le cierro la puerta a su sugerencia, sé que no debo pensar que permanecerá
cerrada por mucho tiempo.

M
is pantorrillas se sienten como plomo mientras intento avanzar, y una flecha
sisea cuando pasa junto a mi cabeza. Un sollozo burbujea en mi garganta
cuando el arma se clava en el árbol directamente frente a mí. Está
ganándome, y parece que no puedo huir de él, sin importar lo duro que lo intente.
El puente está adelante, y pongo toda mi concentración en ello. Si puedo alcanzarlo,
todo se acabará.
302
Whoosh.
Otra flecha vuela junto a mí, seguida de otra risa amenazadora.
El suelo me atrae, succionándome como arena movediza e imposibilitándome
escapar. Entonces siento el ardiente roce de una flecha cortando mi cintura. Gritando
de dolor, caigo al suelo con fuerza. Mugre y césped manchan mi rostro, y lo escupo
cuando empiezo a arrastrarme.
Ardiente dolor explota a través de mis brazos y cintura a medida que la sangre se
acumula debajo de mí. Pesados pasos crujen más y más cerca. Cuando me doy cuenta
de que no puedo arrastrarme más rápido, me giro para encontrarme mirando oscuros
ojos malvados. El rostro del hombro está cubierto por una máscara de calavera, y baja
su arma mientras da sus pasos finales hacia mí.
Estoy completamente paralizada, y grito con frustración cuando mis extremidades se
niegan a trabajar para mí. Entonces se posa sobre mí, con sus pies plantados a cada lado
de mi cuerpo, levanta su arco, y echa su brazo hacia atrás lo suficiente para
inmovilizarme en el suelo con un disparo fácil.
Un grito brota de mi garganta, perforando mis pulmones, y sólo se detiene cuando
mi cuerpo entero se lanza hacia adelante, oscureciendo todo a mi alrededor.
El cazador se ha ido, pero también mi sentido de todo lo demás, todo menos una voz.
—¡Camila! —llama la voz frenética—. Camila, despierta. Es sólo un sueño.
Mi corazón choca contra mi caja torácica cuando me giro sobre mi costado,
esperando sentir sangre derramándose de la herida de mi piel. Pero no hay sangre.
El cazador no está. Y todo se siente tranquilo.
—Estás bien, Salvaje. Estás bien.
Jadeo, reconociendo la calmante voz de Ridge, luego me aferro a él como si fuera
mi último aliento. Sollozos sacuden mi pecho, y lágrimas corren de mis ojos. Me
sostiene, piel con piel, pero las lágrimas no se detienen. Una década de dolor y
profundamente arraigado terror que he encajado en lo profundo de mi pecho está
filtrándose a la superficie de una vez.
Limpia mis lágrimas y besa mis mejillas, mi cabello y mis labios. Luego me baja
sobre la cama y me calla con sus suaves, dulces y amorosas palabras, que
eventualmente me trae de regreso al aquí y ahora. Estoy bien. Estoy a salvo. Dave
está muerto, y estoy en los brazos de Ridge. Tomo una respiración profunda y la dejo
salir lentamente. Finalmente puedo respirar.
El alivio que corre a través de mí es casi tan abrumador como lo fue mi sueño.
Envuelvo mi mano alrededor de la nuca de Ridge y lo tiro para besarme. Nuestras
bocas chocan, y corro mi mano por sus formados músculos hasta que llego a esa
profunda V que apunta a su eje. Lo sujeto, lo acaricio hasta que está tan duro como
una roca y gime.
No sé qué me ha poseído, pero lo quiero tan desesperadamente que mi cuerpo 303
entero duele por él. Lo necesito, y lo necesito ahora. Abriendo mis piernas
rápidamente, lo alineo en mi entrada y lo dejo encargarse. Centímetro a centímetro,
entra en mí, llenándome hasta el final.
Nuestras bocas nunca se separan mientras nuestras lenguas se azotan entre ellas,
y se conduce en mí una y otra vez. Nuestra piel se pone pegajosa cuando envuelve
sus brazos a mi alrededor y me tira a su regazo. Con mis pies presionados en el
colchón a cada lado suyo, me muevo sobre él, y me sostiene cerca. Lo siento más
profundo de esta manera, como si estuviéramos más conectados, si eso es siquiera
posible. Está despertando mi núcleo y creando el tipo de fricción que me pone
delirante con necesidad.
Presiono una mano sobre su musculoso muslo mientras estiro la otra alrededor de
su cuello y envuelvo mis dedos en su cabello. El deseo aumenta mientras balanceo
mis caderas rápidamente, hambrienta para que el fuego incendie su camino a través
de mí y detone en mi centro.
Se inclina y succiona mi seno, su boca codiciosa e implacable mientras su grueso
pene me llena con cada movimiento. Su pasión, su amor, y su desesperación por mí
me vuelven loca con cada momento que pasa. Esas mismas cosas también me dan la
fuerza para confiar en lo que sé que necesito hacer después. Tan insistente como fue
Ridge en que no regrese a esa mina, sé que no elección.
Así que después de que nos acercamos al borde y nuestros centros se encienden,
explotando juntos en el más intenso orgasmo que alguna vez he tenido, lo dejo
sostenerme hasta que su profunda respiración me dice que está dormido. Entonces
me salgo de la cama, me pongo un pantalón de chándal, y me escabullo hacia el
bosque justo cuando el sol empieza a asomarme en el horizonte.

304
D
espierto con sábanas frías junto a mí, y mi corazón salta instintivamente. Sé
que Camila no está antes de que pueda confirmarlo. Camila no es el tipo
de mujer de escabullirse de la cama. Ella no tiene problemas con encontrar
formas creativas de despertarme, sin importar el momento.
Camila claramente sigue alterada por su encuentro con Gus. Su pesadilla reveló
mucho en ese aspecto. Nunca he visto a Camila tan fuera de sí. Y aunque no me
molestó el sexo que siguió, vino de un lugar de supervivencia. Habría hecho lo que
fuera para quitarse de la mente lo que la molestaba, pero sé mejor que pensar que un
enloquecedor orgasmo podría eliminar esa clase de dolor profundo.
No desperdicio un segundo antes de que mi teléfono esté en mis manos. La llamo 305
y le escribo, pero no consigo nada más que su buzón de voz con cada intento. Si nada
está mal, entonces pensará que me he vuelto una clase de novio acosador. Déjala.
Camila está herida. Probablemente correría a encontrar otra clase de mecanismo de
supervivencia. Trabajo. Juro que esa mujer trabajaría veinticuatro horas al día, si no
la tentara con comida y sexo cada noche.
Segundos después, estoy vestido con la ropa suficiente para subirme al tractor.
Paso los maizales y me muevo hacia el bosque, sin detenerme hasta que alcanzo el
extremo de mi propiedad. Luego de un rápido salto del tractor, cruzo el puente.
La extrañeza de ir hasta el viñedo, como si mis ancestros no hubieran sido
expulsados de la propiedad por casi un siglo, no me afecta. Camila probablemente
también habría amado ver esto. Mi caminata a través de hileras de uvas es un gran
cambio de roles a cuando Camila solía correr a través de los tallos de maíz de Harold.
No puedo evitar sonreír. A pesar de todo lo que sucede y todo lo que todavía no
hemos superado, Camila y yo finalmente somos libres de vivir nuestras vidas juntos,
y nunca lo vi posible. Esperaba, rezaba, y soñaba, pero nuestro momento siempre se
acortaba.
Cuando llego a la cima del viñedo, le pregunto a uno de los trabajadores de campo
a dónde ir. Me apunta en la dirección de un pequeño edificio alejado de la villa, y le
agradezco antes de ir. La puerta azul de la casita está abierta, y puertas de madera se
alinean en el estrecho pasillo. Cada puerta tiene una placa con un nombre, así que no
me toma mucho encontrar la de Camila.
Golpeo y espero, luego me doy cuenta de que no va a responder. Una rápida
sacudida de su picaporte prueba lo que ya sé. -Está bloqueada.
—Camila todavía no llega. Al menos, no la he visto esta mañana.
Me giro rápidamente para encontrar a Raven recorriendo el largo pasillo. Se para
frente a mí, y algo se remueve en mi pecho ante la vista de ella: culpa por la forma en
la que terminó nuestra amistad. Verla en el rodeo anoche tampoco ayudó en el asunto.
Camila y yo no hemos alardeado sobre nuestra relación, y Raven es una de las
razones. Nadie necesita salir herido mientras estamos disfrutando nuestro tiempo
juntos.
—Oye, Raven. —Debería decirle algo sobre lo mucho que lo lamento, pero no está
en la cima de mis prioridades justo ahora—. ¿Sabes dónde más podría estar?
Raven mira alrededor y parece estar pensando.
—No lo sé. Camina por el viñedo un montón para revisar a los trabajadores.
Algunas mañanas, se encuentra con mi papá. Pero usualmente es la primera en llegar.
Intento decidir donde buscarla después.
—Entonces, ¿eso es todo, eh? —pregunta, regresando mi atención hacia ella—.
¿Camila y tú son algo oficial ahora?
—Puedes decir eso, sí. —Pienso dos veces sobre continuar esta conversación
cuando todo lo que quiero hacer es encontrar a Camila—. Lo siento, Raven. Tú y yo 306
éramos buenos amigos, y odio que terminara de la manera en la que lo hizo.
Me da una sonrisa que me dice que no me cree, luego niega.
—Sí, también yo. Pero para ser honesta, lo vi venir a un kilómetro de distancia.
Incluso si tú no. Por eso enloquecí al final. Me di cuenta de que si algo más iba a pasar
entre nosotros, entonces lo haría, y nuestra oportunidad se sentía como si se hubiera
terminado. Así que, no me arrepiento de ser tu amiga.
—Eras buena para mí, Raven. Nunca olvidaré eso.
Su sonrisa es más amigable esta vez.
—Está bien, entonces. Bueno, espero que encuentres a Camila. —Retrocede y
señala a la puerta mientras la pasa—. Esa es la oficina de mi papá, si quieres revisar
allí.
Me dirijo hacia la oficina con una sonrisa agradecida.
—Gracias.
La luz de la puerta de Thomas Bradshaw está encendida, y su puerta está abierta.
Golpeo, accidentalmente empujándola y consiguiendo un buen vistazo del interior.
Su oficina está vacía, pero de todas maneras entro y mis ojos se enfocan sobre las
fotos de caza que Camila mencionó.
La curiosidad me lleva hacia adelante para echar un vistazo más cercano, y luego
de una rápida búsqueda, encuentro la foto de Dave, Thomas, y Patrick, vestidos de
camuflaje gris. Un escalofrío me recorre cuando miro otra foto y veo la máscara de
calavera. Camila la describió tan claramente que me sorprende que su imagen no
haya atormentado mis sueños también. Debió haber estado aterrada, huyendo de ese
psicópata en el bosque.
Soy atraído a otra foto, una que aprieta mi pecho y me hace dar un paso más cerca.
Creo que estoy viendo doble, y sacudo mi cabeza y entrecierro mis ojos hacia la foto.
En esta foto hay un hombre con una máscara de calavera, y a primera vista, asumo
que es Dave Lachey. Pero luego miro a la derecha del hombre para ver a Dave, quien
tiene una sonrisa y sosteniendo otra máscara de calavera.
—¿Qué de…?
Mi mirada viaja sobre el resto de las fotos, pero mayormente son de familia o de
Thomas con Patrick trabajando en el viñedo. Mis entrañas se anudan, y un persistente
pensamiento me dice que algo está muy mal. Entonces mis ojos se fijan en la esquina
de una foto que se ha deslizado detrás de otra. Cuando la tiro para echar un mejor
vistazo de ello, mi corazón se detiene.
La foto es de Dave Lachey sosteniendo su presa en un claro de piedra roja en la
base de una montaña, un túnel de acero, y una entrada de madera con mina Cornett
Creek tallado en ella. Thomas tiene una foto de la mina. ¿Por qué?
Me dirijo a la salida, el pánico se apodera de mí, pero de nuevo, mis ojos se fijan
en algo raro. Un armario de madera yace en la esquina de la habitación, lo cual sería
completamente normal, si no fuera por la franja de camuflaje gris asomándose. Voy a 307
él y abro las puertas, y mi estómago se retuerce cuando veo una pared de armas
alineándose en la parte posterior. Escopetas, rifles, y munición toman la mayoría del
espacio, mientras que ropa de caza toma el resto. Nada de lo que está dentro del
armario es lo que me envía a un completo modo de pánico. Sino el gancho vacío en
donde debería estar otra arma aprieta los nudos en mi estómago.
—¿Estás buscando algo?
Giro mi cabeza hacia la voz acusadora para encontrar el ceño enojado de Trip.
Este no es el momento para que bajemos la mirada. Trip podría ser el único que
puede ayudarme en este punto.
—Estoy buscando a Camila.
Las cejas de Trip se juntan.
—Y estás buscándola en la oficina de mi papá. ¿En su armario de caza?
Doy un paso adelante, intentando permanecer calmado incluso aunque la
desesperación quiere apoderarse de mí. Cierro las puertas del armario y camino
hacia Trip.
—No, las puertas estaban abiertas. Sólo estaba admirando su, eh, colección. —Un
rápido cambio de tema es mi única esperanza—. ¿No has visto a Camila, o sí? No está
en su oficina, y se fue de manera algo abrupta esta mañana.
—No la he visto. —Sus ojos se entrecierran—. ¿Qué? ¿Tienen alguna clase de pelea
de amantes o algo así?
La irritación aleja mi paciencia.
—Mira, estoy preocupado por ella, ¿está bien? Tú y yo no tenemos que llevarnos
bien para que entiendas esto. Necesito encontrarla. Raven mencionó que ella y
Thomas podrían estar teniendo una reunión. —Hago un gesto alrededor de la
habitación—. Claramente, no están aquí.
El ceño de Trip se relaja un poco luego de que me mira.
—No, mi papá está cazando en Ouray hoy. No regresará hasta mañana.
Cazando. Ouray.
—¿Cazando en julio? ¿Qué está intentando cazar? ¿Coyotes? ¿Ardillas? Eso parece
un poco raro.
Trip se encoge de hombros.
—No cuando posees la tierra en la que estás cazando.
Entrecierro los ojos, completamente confundido.
—Dijiste que estaba en Ouray.
—Es verdad. Posee una parcela de tierra allí. Va a cazar siempre que quiera.
Estoy seguro de que lo hace.
—¿Con qué caza normalmente? —Señalo hacia el armario—. Noté que hay una
escopeta y un rifle allí.
Trip se remueve. Mis preguntas están obviamente poniéndolo nervioso.
308
—Es mayormente un cazador de arco. Le gusta el desafío. Dice que lo ayuda con
su enfoque. —Ladea su cabeza—. Pensé que estabas intentando encontrar a Camila.
—Lo estoy. Sólo me distraje, supongo. —Cuando doy un paso hacia la puerta, mi
corazón retumba. Diferentes piezas del rompecabezas empiezan a encajar en su
lugar. Creo que sé dónde encontrar a Camila.
A
lcanzo la cima casi una hora después. Mi caminata fue lenta, ya que batallé
con cada pensamiento que me decía que diera la vuelta. Todo luce igual a
como lo dejé. Mi árbol favorito todavía permanece alto y retorcido, la gran
roca sigue cerca del borde del acantilado, y el fondo revela una escasa cobertura de
flores silvestres.
Mi corazón late más rápido de lo que solía al final de la caminata, y culpo de eso
al tiempo que he pasado lejos. ¿Cómo podría temer un símbolo tan hermoso de mi
pasado? Pero la colina no es el problema. He temido la formación entera de eventos
que me llevó al camino del cazador. Mi instinto natural a permanecer alejada de la
colina fue una casualidad en una larga lista de miedos que recopilé esa noche. Pero
es tiempo de que comprenda que ya no tengo nada que temer, ya que ese demente
309
está pudriéndose a dos metros bajo tierra. Necesito colocar a mis pesadillas a
descansar de una vez por todas, y tanta ansiedad como me ha dado la mina, no puedo
pensar en una mejor manera que enfrentar mis miedos directamente.
Mientras me siento allí, reuniendo el coraje para bajar por el otro lado de la
montaña, no puedo evitar sentir una pizca de culpa por dejar a Ridge mientras estaba
dormido. Puede que se preocupe, o podría asumir que me he ido a trabajar. Pude
haberle dejado una nota, pero decirle la verdad no era una opción, y no quería mentir.
Ridge no entiende cómo es para mí sentirme tan atrapada en mi pasado que no
puedo escapar de él. Mis pesadillas, como la que tuve anoche, eran constantes antes
de que encontrara de nuevo a Ridge. Todavía tiene esa mágica habilidad de
calmarme, pero luego de un detonante, una conversación con Gus anoche,
repentinamente, todo volvió de golpe, como si estuviera recorriendo el bosque de
nuevo.
No puedo vivir así. Necesito encontrar una forma de pasar esto aparte de
atravesarlo. Yendo a la mina es la única manera.
Una cosa se volvió clara luego de mi conversación con Gus, luego con Ridge: los
eventos de esa noche no me atormentan tanto como las preguntas que permanecen.
Dave Lachey puede estar muerto, pero hay más que temer de lo que alguna vez me
he permitido admitir. Y es hora de que luche por un cierre.
Luego de una larga respiración profunda, me pongo de pie y empiezo a caminar
hacia la mina. Intento no pensar en lo que me aguarda en la base de la colina o lo que
sucedió la última vez que hice este recorrido. En cambio, encuentro consuelo en
saber que he atravesado lo peor de eso.
Utilizo las rocas más grandes como ayuda para bajar. El paisaje ha cambiado
definitivamente con los años. No mucho, pero sí lo suficiente como para
sorprenderme unas cuantas veces. Me tropiezo con rocas que no esperaba, y algunas
de las rocas por las que bajaba antes desaparecieron por completo. Cuando doy un
salto a la planicie al pie de la colina principal para evitar un montón de rocas más
grandes, me estremezco mientras estoy en el aire, anticipando el duro aterrizaje que
vendrá.
Mis pies golpean el suelo, y el impacto se dispara a través de mis piernas, pero un
segundo después, soy capaz de ponerme de pie y continuar. La mina está justo debajo
de la siguiente caída. Puedo verla, y mi corazón empieza a latir más rápido.
Cuando hago el salto final del suelo de la mina para aterrizar frente a ella, un
recuerdo de esa noche aparece en mis pensamientos. ¿Por cuánto tiempo me observó
Dave a través del alto césped antes de que lo viera?
Lo que es incluso más escalofriante es que la mina en sí misma luce exactamente
igual. Tiene las mismas barras de metal y la misma clase de cerradura. El mismo carro
minero está posicionado sobre las vías, y el oscuro túnel parece ser infinito. El marco
de madera todavía rodea la entrada de la mina.
Mi columna cosquillea. La imagen de mi pasado sigue justo allí, todavía real, y tan 310
aterradora como siempre. Mi misión era regresar a la mina y recorrerla para ver a
dónde lleva. Ahora que estoy aquí, tengo otras ideas que no incluyen viajar a través
de la oscura mina a solas con nada más que la pequeña linterna que tomé del gabinete
de Ridge.
Puedo girarme, ir directo a casa, y olvidar que esta mina alguna vez existió. Gus
tiene razón. Ya no importa lo que encontraré al otro lado, cuando la única amenaza
que vino de ella está muerta. O puedo llamar a Ridge para decirle que estoy aquí. Tal
vez entonces se encontrará conmigo, y no tendré que atravesar la mina sola.
Mis opciones y lo que pasaría si lo intentara, pasa a través de mi mente mientras
contemplo el hoyo negro de desolación.
En ese momento, el crujido de la hierba me saca de mis pensamientos. Me paralizo
y se me ponen los pelos de punta. El miedo se apodera de cada centímetro de mí, y
lo único que puedo pensar es la sensación que tuve aquel día de que alguien me
observaba.
Me giro hacia la hierba alta y espero encontrar esos mismos ojos oscuros
mirándome fijamente desde el interior de esa aterradora máscara de calavera.
Mientras tanto, intento convencerme de que no hay nada que temer. El día es ventoso
y la nubosidad es escasa. Cuando otra ráfaga atraviesa la maleza, dejo que el alivio
me consuma. Mi cuerpo se estremece cuando toda la emoción a la que me he aferrado
durante tanto tiempo me recorre en oleadas.
Vine a este lugar a lidiar con el constante recordatorio de lo que sucedió esa
horrible noche y para superar todos los pensamientos irracionales que me siguen
atormentando. Lo que necesito es que el bosque alrededor que una vez amé, se sienta
como un hogar de nuevo.
La adrenalina me invade de repente y me vuelvo hacia la mina, con la
determinación a flor de piel.
Me giro hacia la hierba alta y espero encontrar esos mismos ojos oscuros
mirándome fijamente desde el interior de esa aterradora máscara de calavera.
Mientras tanto, intento convencerme de que no hay nada que temer. El día es ventoso
y la nubosidad es escasa. Cuando otra ráfaga atraviesa la maleza, dejo que el alivio
me consuma. Mi cuerpo se estremece cuando toda la emoción a la que me he aferrado
durante tanto tiempo me recorre en oleadas.
He venido a este lugar para lidiar con el recuerdo constante de lo que ocurrió
aquella horrible noche y para dejar atrás todos los pensamientos irracionales que
siguen persiguiéndome. Lo que necesito es que el bosque que me rodea y que una
vez amé vuelva a sentirse como un hogar.
La adrenalina me invade de repente y me vuelvo hacia la mina, con la
determinación a flor de piel.
Agarro una gran piedra y, con todas mis fuerzas, la aplasto contra el candado. Un
trozo de latón cae al suelo y arranco la pieza restante de la puerta. Envuelvo la mano
en uno de los barrotes de acero y tiro de él hacia mí antes de que pueda dudar de lo
que estoy haciendo. 311
Con cuidado, doy mi primer paso en la mina y camino alrededor del carro minero
mientras pongo la mano en la pared más cercana.
Drip, drip, drip.
Se ha formado un charco con el agua que se desliza por la roca grisácea. Esperaría
que mis dedos salieran con una textura pegajosa, pero todo lo que siento es roca
húmeda. Me seco las manos en el pantalón y luego veo algo en la pared de enfrente.
Con pasos cautelosos, camino alrededor del carro minero para tener una mejor
vista y veo un interruptor de luz allí. Lo acciono y me quedo boquiabierta cuando la
mina se ilumina con un resplandor amarillo. Una serie de luces se alinean en las
esquinas superiores de cada pared, llegando hasta donde puedo ver.
Empiezo a caminar mientras exhalo otra vez un suspiro tembloroso.
—Bueno, aquí vamos.
E
l largo cabello castaño, la piel acaramelada y los amplios ojos verdes
detienen al cazador en su camino. Sabía que sólo era cuestión de tiempo
que la caza continuara. Camila nunca podría mantenerse alejada. Su
curiosidad era demasiado fuerte. Por supuesto que había viajado de vuelta a la mina.
Sin Dave Lachey, no tenía nada que temer. Eso pensaba ella.
En aquella desafortunada noche en el bosque de hace más de diez años, durante
una persecución que salió mal, el cazador perdió la concentración, y Dave fue el que
salió adelante. Parecía que él también iba a ser el ganador. Disparar a matar era lo
que habían decidido. Los dos la persiguieron esa noche, y ambos estuvieron muy
cerca. El cazador había roto la piel de la chica lo suficiente como para crear una herida
duradera, pero Dave fue el que se adelantó y se interpuso en el camino de la bala de
312
Harold Cross.
El bastardo había quedado moribundo mientras el cazador se adentraba en el
bosque, se quitaba el equipo de caza y tiraba sus pertenencias en el carro minero
antes de largarse de allí. Gus, junto con todos los demás, pensó que se trataba de un
simple accidente de caza que se volvió mortal. En cierto sentido, tenían razón.
Si no fuera por la muerte de Dave, el cazador seguiría teniendo a su mano derecha
en un territorio que habían dominado juntos durante los últimos veinte años. En un
acuerdo que ambos compartían, siempre era Dave quien asumía la culpa si las
autoridades se involucraban. Sólo por eso, su muerte fue desafortunada. Y todo fue
gracias a Camila.
El cazador se pone la máscara y se dirige a través de la hierba alta hacia donde
Camila ya ha entrado en la mina. A diferencia de la última vez, evita cuidadosamente
el quiebre de una ramita o el crujido de una rama que pudiera delatar su presencia.
Su objetivo será más vulnerable cuanto más se adentre en la mina, así que lo permite.
Todo tiene que ser perfecto. Hay más en juego que la última vez. Tiene más que
ganar si su puntería acaba con la mujer por completo.
Esta vez, el cazador está preparado. No dejará que la emoción de la persecución
lo distraiga. Esta vez, no fallará.
M
i corazón late erráticamente con cada paso, e intento tomar control de un
repentino ataque de pánico. Al mirar hacia la entrada de la mina, observo
el rectángulo de luz empequeñecerse hasta que desaparece
completamente. Si no fuera por las luces colgadas sobre mí, estaría en completa
oscuridad.
Mi respiración es superficial y lenta mientras me enfoco en lo que puedo ver por
delante. Las vías están inclinándose ligeramente, y no tengo concepto de distancia o
tiempo, pero creo que he estado caminando por casi diez minutos con ningún final a
la vista. La señal de mi teléfono está completamente muerta aquí, también, y estoy
empezando a considerar darme la vuelta.
313
He hecho mierda estúpida antes, pero esto podría llevarse el premio. Quién sabe
por cuánto tiempo podría estar caminando, aunque sigo recordándome que si esto
realmente era una vía de escape para Dave, entonces es una distancia que puedo
manejar también. La mina no tiene nada que deba temer. No es nada más que vías,
polvo rojo, cubeta de agua que fluye como un río contra una de las paredes de piedra,
una tubería de acero que corre a través de la esquina del techo, y cables eléctricos
que probablemente son los que encienden las luces. Lo desconocido es lo que
impulsa mi ansiedad.
Aparte del goteo de agua resonando por las paredes del túnel, todo lo que puedo
escuchar son los sonidos de mi respiración, el crujido de rocas y el zumbido de las
luces de arriba. Me detengo completamente, cierro mis ojos y respiro profundamente
para intentar calmar mis nervios mientras me lleno con el coraje de continuar.
Todavía estoy analizando mi próximo movimiento cuando escucho unos pasos que
se acercan a una velocidad que hace que mi ritmo cardíaco se acelere. Cada pizca de
progreso que he hecho hasta este momento se desvanece rápidamente, y mi ansiedad
se dispara una vez más.
Me doy la vuelta, intentando distinguir algo en la oscuridad que me indique que
sólo estoy imaginando el sonido de pasos fuertes que se acercan a mí. Pero no puedo
ver nada más allá de la última curva de las vías. Camino hacia atrás, alejándome de
los pasos que se acercan, y entonces una sombra se refleja contra la roca antes de
que la figura emerja frente a mí.
Debe de estar a más de treinta metros de distancia, pero en el momento en que
veo la máscara de calavera gris, la ropa de caza a juego y el arco que empuña el
hombre, un grito brota de mi garganta.
La conmoción me paraliza cuando el hombre acelera sus pasos, levanta el arco y
desliza una flecha del carcaj sobre su hombro. Es mi peor pesadilla, ya no es una
imagen burlona de mi pasado, sino que está muy presente. Y ahora que está frente a
mí con el mismo enfoque mortal de antes, no puedo mover un músculo.
—No te me escaparás esta vez, perra. —El profundo rugido del hombre viaja a
través de la mina, impactándome con otra dosis de miedo.
Necesito darme vuelta y correr. Pero incluso si empiezo a correr ahora, terminaré
con una flecha. Tiene un tiro certero por Dios sabe cuánto tiempo. No sé a dónde va
este túnel.
—¿Qué quieres de mí?
Da otro paso adelante mientras su risita reverbera por las paredes.
—Nada, señorita Bell. No quiero nada de ti. Y te mataré para conseguirlo.
Todo se registra en ese momento: su voz, la forma en la que me llamó señorita Bell,
las fotos en la oficina de Thomas y lo que me dijo Trip sobre su padre siendo el que
me delató.
—¿Qué demonios, Thomas? 314
Estira la mano detrás de su cabeza, se arranca su máscara y la lanza a la mina del
suelo. Su cabello canoso está completamente despeinado, y sus ojos oscuros se
intensifican cuando recupera su agarre sobre el arco.
—Sorpresa. ¿Recuerdas ese peón final que me quedaba por jugar? —Sonríe—.
Esto es todo. Supongo que es el momento adecuado para decirte que nuestro acuerdo
de negocios no está funcionando para mí. Tendré que dejarte ir.
El terror corre a través de mí. No tengo manera de salir. La puntería de Thomas es
estable sobre mí, mientras estoy temblando de adentro hacia afuera.
—No tienes que hacer esto. Si quieres el viñedo, es tuyo —miento.
Ríe a carcajadas.
—Me temo que llegas demasiado tarde para ese trato, señorita Bell. Las
negociaciones terminaron en el segundo que pusiste un pie en mi tierra.
El asco me recorre.
—¿Tu tierra? Estamos en tierra pública, Thomas. Nadie la posee.
La expresión de Thomas se retuerce en algo amenazador.
—Ahí es donde estás equivocada. Esta tierra siempre ha sido mía, y cada vez que
ponías un pie sobre ella, te acercaste demasiado a ser asesinada. Pero fui bueno.
Esperé. Intenté darte el beneficio de la duda y esperé que nunca quisieras ese viñedo,
y si lo hacías, esperaba que lo compartieras con mi hijo. Cuando me di cuenta de que
nunca pasaría, luego de que llegaras a casa luciendo como una zorra la mañana luego
de la graduación, supe que tendría que tomar medidas en mis propias manos.
Sacudo mi cabeza cuando la confusión serpentea sus feas escamas a mi alrededor.
Mi única oportunidad de sobrevivir es convencer a Thomas, tan imposible como
parece.
—Dave murió esa noche, no tú.
Thomas sonríe.
—Dave era obediente. Hizo todo lo que le pedí sin dudar. Ambos te cazamos esa
noche. Luego de que el viejo Harold lo matara esa noche y dejaras la ciudad, eso me
dejó sólo otra opción.
—Hacer que mi papá te vendiera acciones del viñedo para que no tuviera nada
cuando llegara a casa.
Thomas asiente.
—Eres inteligente, señorita Bell. Te daré eso. Y quizás habrías hecho un buen
trabajo con ese viñedo, pero ahora supongo que nunca sabremos. Morirás hoy, y el
viñedo será mío mañana. Y cuando mi familia y yo pisoteemos uvas en el siguiente
festival de otoño, lo haremos en el nombre Bradshaw.
Capto un vistazo de otra sombra en la pared detrás de él justo antes de que Ridge
emerja y levante una gran roca. Jadeo con sorpresa, ocasionando que Thomas baje su 315
arma mientras la confusión transforma su rostro. Pero es demasiado tarde.
Ridge ya vio a Thomas con la flecha apuntada hacia mí y levanta la roca sobre su
cabeza. Justo cuando Thomas se gira para enfrentar completamente a Ridge, él
estrella la roca contra el cráneo de Thomas con la fuerza suficiente para hacer que un
fuerte gruñido deje el cuerpo de Thomas.
Thomas choca contra el suelo, con sus ojos cerrándose. Ridge no pierde un
segundo antes de levantar el carcaj de Tomas y correr hacia mí.
Estoy tan aliviada de verlo, que corro hacia él para encontrarlo a medio camino y
saltar a sus brazos. Me aprieta, suspira de alivio en mi cabello, y maldice.
—¿Por qué vendrías aquí por tu cuenta?
Mi cuerpo tiembla de pánico al saber que Thomas sigue en el suelo, a menos de
treinta metros de distancia. Al saber que Ridge se llevó sus flechas, mi alivio se
expulsa en dosis de intensa emoción.
—No me hubieras dejado venir, pero tenía que hacerlo. —Niego—. No puedo
explicar lo que me atrajo. Sólo sabía que tenía que venir y ver lo que hay al otro lado
de esta mina. —Puede que no entienda la desesperación que siento de finalmente
descubrir esta última pista, pero es importante para mí, y tal vez ahora se dará cuenta
de que nada me detendrá de conseguir las respuestas que busco, ni siquiera mi
propio miedo—. ¿Está muerto?
Ridge asiente.
—Lo golpeé bastante fuerte. Creo que…
Antes de que siquiera haya terminado de responder, un gemido suena desde
donde yace Thomas.
—¡Dios mío! —grito.
Ridge aprieta mi mano, y nos vamos en la dirección opuesta.
—Lo que sea que pase, no dejes de correr —dice.

316
R
idge está justo detrás de mí mientras no apresuramos a través de la mina. Se
siente como si hubiéramos estado corriendo por una eternidad, y el final no
está en ninguna parte a la vista. El único consuelo que tengo es que Ridge
está conmigo.
Con miedo impulsándome hacia adelante a una velocidad más rápida de lo que
alguna vez me he movido antes, intento imaginar que estoy corriendo a través de los
maizales como solía hacerlo. En ese entonces, correr se sentía fácil, como si pudiera
hacerlo para siempre. Hago lo mejor para canalizar esa misma energía ahora, todo
mientras intentaba contener desgarradores sollozos.
—Thomas está intentando matarme —digo, jadeando por aliento—. Él y Dave 317
estaban tras de mí esa noche. —Tengo tantas preguntas más, pero nada de tiempo
para descifrarlos. El miedo y la furia siguen bombean a través de mí. No tengo
concepto del tiempo o incluso si Thomas sigue detrás de nosotros, sólo se siente como
una eternidad hasta que veo otro destello de luz al otro extremo del túnel.
—Allí. —La palabra sale en un aliento exhausto—. Casi llegamos.
—Lo veo. Estás haciéndolo bien, Camila. Sigue. Esperemos que siga inconsciente.
Usando toda la fuerza que puedo reunir, sigo hacia adelante e ignoro los dolores
esparciéndose a través de mis piernas y pulmones.
Choco contra la puerta justo antes de que Ridge tropiece detrás de mí. Otro
cerrojo, nos ha encerrado. Un grito brota desde mi garganta.
—¡Estamos atrapados!
Busca algo en espacio, y cuando levanta una roca desde el otro lado de la puerta,
me giro para no encontrar nada más que el retorcido túnel de la mina detrás de mí.
—Apresúrate —susurro. Entonces escucho tan fuerte como puedo, intento
diferenciar el agua goteante del sonido de pisadas acercándose.
—Lo tengo —dice Ridge, con alivio en su voz.
Abre la puerta de un empujón. Vuelvo a mirar detrás de nosotros y grito cuando
Thomas dobla una esquina. Se detiene y nos mira. La sangre corre por su cabeza,
cubriendo su cabello y goteando en sus ojos mientras avanza, con una pistola
colgando de su mano.
—Mierda. Vamos, Camila.
Ridge tira de mí, causando que más adrenalina me invada. Giro y corro con Ridge.
Al principio, todo lo que veo es bosque a nuestro alrededor.
—Mira —dice Ridge entre pesadas respiraciones. Señala algo en la distancia.
La esperanza llena mi corazón cuando veo un largo camino de tierra. Giramos
hacia allí, luego lo seguimos mientras permanecemos cubiertos por troncos de
árboles.
—Mierda —dice Ridge.
Miro en la dirección que apuntan sus ojos para encontrar una pequeña cabaña con
una camioneta estacionada en la entrada.
—¿Qué?
—Conozco esa cabaña.
Frunciendo mi ceño, pregunto:
—¿Lo haces? ¿Cómo?
Un disparo suena a través del aire, y otro estallido de energía me empuja hacia
adelante. Temo que mis piernas no serán capaces de resistir más.
—Ridge, necesito descansar.
—Sólo un poco más. Puedes hacerlo, Salvaje. Sé dónde estamos.
318
Aunque quiero preguntarle cómo sabe dónde estamos de nuevo, empujo a través
del dolor y lo sigo, pero tan pronto como alcanzamos un claro con una montaña de
fondo más allá de una línea de vieja valla de madera que parece extrañamente
familiar, mis músculos ceden, mis pies se arrastran y me tropiezo, enviándome de
cara al suelo.
El dolor se dispara por mis brazos.
Ridge se arrodilla.
—Vamos, Camila. Necesitas levantarte.
El miedo en su voz me hace querer sollozar. Quiero moverme, pero no puedo. Me
pone de pie, envuelve sus brazos fuertemente a mi alrededor, luego me levanta tan
rápido como sus piernas le permitirán. Sólo estoy empezando a encontrarle sentido a
nuestros alrededores cuando miro sobre el hombro de Ridge y veo a Thomas rodear
un árbol y apuntar directamente a nosotros.
—¡Está justo detrás de ti!
Mi advertencia llega demasiado tarde. El disparo suena a través del aire, y Ridge
grita de dolor. No sé dónde le ha disparado, pero el daño es suficiente para lanzarnos
a ambos al suelo. Un fuerte gruñido llega de la profundidad del bosque, luego Thomas
se acerca corriendo y apuntando su arma hacia nosotros.
—Vamos a morir —digo con un sollozo justo cuando Ridge cubre mi cuerpo
completamente.
Los ojos de Ridge encuentran los míos, y el dolor brilla a través de ellos. También
está asustado, pero no lo dice. En cambio, presiona sus labios con los míos, y nuestras
bocas tiemblan mientras nos besamos por lo que se siente como la última vez.
—Te amo, Salvaje.
Lágrimas llenan mis ojos.
—También te amo, Ridge. Para siempre.
Su rostro es lo último que veo antes de que otro disparo resuene a través del aire.

319
E
l disparo resuena al mismo tiempo que un fuerte grito. A continuación llega
el sonido de unos pasos acercándose. No veo nada más que a Ridge, que
sigue cubriéndome con todo su cuerpo. Sigue respirando, aunque tiene los
ojos cerrados.
Cuando los pasos pasan por delante de nosotros y suena otro disparo, Ridge abre
los ojos para ver qué pasa.
—Ridge, háblame.
Suspira fuertemente, con el shock grabado en su expresión mientras empieza a
despegarse de mí.
—No pasa nada. Estamos bien. —Parpadea y me mira—. Estaremos bien.
320
—Te han disparado —digo con pánico y lo reviso, intentando encontrar la herida.
Se agarra la cintura.
—Estoy bien. Creo que sólo me ha rozado.
El alivio recorre todo el cuerpo, pero sigo sin entender. Ridge me ayuda a
sentarme y miro hacia donde vi por última vez a Thomas de pie. Lo único que veo son
las suelas de sus zapatos y al igual que aquella horrible noche de hace más de diez
años, un hombre está de pie junto a él con una pistola.
Me quedé boquiabierta.
—¿Ese es Jason?
Ridge deja escapar una risa incrédula.
—Sí, es él.
—Espera. —Miro a mi alrededor. Reconozco la lujosa tienda de campaña contra la
vieja valla de madera del rancho que da a la granja de ganado de Jason—. Estamos...
no. —Niego—. No podemos estar en Camp Lachey. Ouray está a casi una hora de
casa.
Ridge parece completamente divertido.
—Aparentemente no a través del túnel de la mina. Si lo piensas, sólo tienes que
conducir alrededor de las montañas de San Juan para llegar aquí. Pero estas antiguas
minas de oro y plata crearon pasadizos como este hace mucho tiempo.
—¿Y la cabaña? Dijiste que la habías reconocido.
—Es la vieja cabaña de Dave. Y te voy a dar una oportunidad de adivinar quién es
el dueño ahora.
—¿Crees que Thomas compró la cabaña de Dave?
—Eso es lo que pienso. Trip me dijo que Thomas tiene una propiedad aquí ahora.
—¿Trip te lo dijo? ¿Cuándo?
—Fui a buscarte al viñedo, pero no estabas allí. Así que fui a la oficina de Thomas
porque Raven dijo que podrías estar allí y vi las fotos de caza. Había una foto de Dave
y otro hombre con la misma máscara, y vi una foto de la mina. Y entonces Trip entró.
Me dijo que Thomas estaba cazando en Ouray, que tenía tierras aquí, y que llevó su
arco y flecha.
Mis ojos se cierran al recordar la conversación que tuve con Thomas en la mina.
—No sé cómo supiste dónde encontrarme, pero me alegro de que lo hicieras.
Thomas me quería muerta por culpa del viñedo.
Ridge sacude la cabeza.
—No puedo explicarlo exactamente. Pero después de ver la foto de la mina y
pensé más en lo que dijiste anoche, lo supe.
Por mucho que quiera seguir hablando de esto, estoy plenamente consciente del 321
hombre herido en la distancia.
Ridge me ayuda a ponerme en pie y caminamos hacia Jason, que todavía tiene su
arma apuntando a un Thomas inmóvil. Camino más rápido.
—¿Has llamado a la policía? —le dice Ridge a Jason desde detrás de mí.
—Claro que sí —dice Jason.
Mi corazón se acelera cuanto más me acerco.
—Por favor, dime que está muerto.
Jason niega.
—Todavía respira. ¿Están bien?
Vuelvo a mirar a Ridge, que sigue agarrando a su costado.
—Sí, estamos bien. Gracias a ti.
Jason fulmina con la mirada a Thomas.
—Confía en mí. Ha sido un placer.
Toda la rabia, el miedo y la tristeza que he sentido a lo largo de los años por culpa
de Thomas y esa horrible noche salen disparados de mí con una rabia incontrolable.
Doy una patada al costado de Thomas con tanta fuerza que gime. Ridge me rodea con
sus brazos y trata de apartarme.
Los ojos de Thomas se abren de golpe y me mira fijamente. Con la sangre que le
brota del hombro y la pierna, es evidente que ya está sufriendo.
—Has vuelto a fallar, hijo de puta. —Mis palabras gotean con veneno.
Gruñe.
—Nunca debería haberte dejado pasar esa noche —grazna y tose—. Estarías
muerta y el viñedo sería mío. Te di demasiadas oportunidades de vivir.
—Si me querías muerta, ¿por qué esperar? Hemos trabajado en el mismo edificio
todos los días durante los últimos cinco meses.
Su labio se curva en la esquina.
—Soy profesional, señorita. Bell. Además, así es más difícil arrojar sus malditos
pedazos a los coyotes. Era sólo cuestión de tiempo hasta que nos encontráramos de
nuevo juntos en el bosque. Se sentía como en los viejos tiempos, ¿no?
—Sí. En ese entonces, también eras un tirador de mierda.
Thomas pierde la sonrisa.
—Sí, bueno, sigues siendo una puta.
Todas las piezas caen rápidamente en su sitio. Nunca habría tomado a Thomas
como un hombre con sed de sangre, pero ha sido el titiritero de todo, desde hacer
que Trip me espiara cuando éramos más jóvenes, pasando por separarnos a Ridge y
a mí, hasta hacerse con la mitad del viñedo. Es un hombre malvado, pero finalmente
termina hoy.
322
—Desearía que mi papá estuviera aquí para ver esto. Él confió en ti, y tú lo
traicionaste de todas las formas imaginables.
Thomas se ríe.
—Tu papá era un maldito despistado. No sabía cómo llevar un negocio.
La furia se arremolina en mí.
—Parece que tú tampoco. He estado reconstruyendo tus transacciones
comerciales, y lo único que parece faltar es el efectivo extra que mágicamente llegó
a tus bolsillos. Creo que mi abogado tendrá suficiente después de hoy para
entregarte a las autoridades por caza furtiva. Encontraremos a tus contactos, Thomas,
y entregarán tu nombre. Entonces lo perderás todo.
Su rostro se enrojece de ira.
—No puedes demostrar nada.
—Ya me has subestimado bastante. —Coloco mi tacón en su garganta y empujo
hacia abajo— . Como ahora mismo. Si crees que no te mataré, te equivocas.
Mi cuerpo se estremece cuando Ridge consigue apartarme.
—¡Estás acabado! —le grita a Thomas—. Si no mueres hoy, te pudrirás en la cárcel
el resto de tu lamentable vida.
Thomas suelta otra carcajada.
—Está bien. La mitad del viñedo todavía me pertenece. Puedo cederla fácilmente
a mis hijos. Los he preparado para que un día se hagan cargo de esa propiedad, y eso
es exactamente lo que harán.
—No cuando pruebe que la forma en que compraste tu mitad fue por medios
ilegales. Todo lo que tengo que hacer es hablar con uno de tus clientes y amenazarlos
con entregarlos, y todo habrá terminado para ti. Entonces el viñedo volverá a ser mío.
Piensa en eso mientras te pudres en la cárcel. —Escupo, apuntando a su cara, y me
aplaudo internamente cuando cae en uno de sus ojos.
—¡Ese viñedo es mío! —ruge.
—Podemos acordar no estar de acuerdo en eso.
—Que te den por culo.
—No, gracias.
Ridge me sujeta con más fuerza, diciéndome que me calme. Las sirenas comienzan
a sonar en la distancia. Una parte de mí espera que Jason dispare entre los ojos de
Thomas Bradshaw, pero puede que disfrute más viendo cómo se pudre entre rejas.
De cualquier manera, la pesadilla finalmente ha terminado. Thomas Bradshaw no
podrá volver a hacerme daño, ni a nadie, nunca más.

323
S
e acabó.
Parpadeo ante la pantalla de mi ordenador y vuelvo a leer la noticia por
enésima vez desde que salió esa mañana. Se inició una investigación
inmediatamente después de la detención de Thomas Bradshaw hace dos
meses, y la audiencia preliminar llegó a su fin ayer. Aunque está siendo juzgado por
destrucción intencionada de caza mayor, por caza furtiva, es la sentencia por doble
intento de asesinato contra mí la que le llevará a la cárcel el resto de su vida. Según
mi abogado, Thomas tiene todas las probabilidades en su contra. Perderá sus
acciones en el viñedo, se pudrirá en una celda y yo esperaré felizmente al juicio final
para verlo todo.
324
Un golpe en la puerta de mi oficina me saca de mis pensamientos. Levanto la vista
y veo a Trip con una expresión de dolor. Trago saliva, el antiguo desprecio que sentía
por mi viejo amigo disminuye ahora que mi cabeza está más despejada y empiezo a
ver la situación desde su perspectiva. O, al menos, lo intento. No importa lo que Trip
haya hecho a lo largo de los años para agravarme y avivar el fuego entre su padre y
yo, él no tiene absolutamente nada que ver con los crímenes que su padre ha
cometido. Trip y Raven son inocentes en todo esto, y les pedí que vinieran hoy para
poder reconocerlo.
—Trip, hola. —Empujo mi asiento hacia atrás y me pongo de pie antes de dirigirme
hacia él. Estamos a unos metros de distancia cuando me detengo, dudando en
acercarme más. No hemos hablado en persona desde antes de que Thomas me
persiguiera en la mina. No puedo imaginar por lo que debe estar pasando. Miro
detrás de él—. ¿Está Raven contigo?
Niega.
—No, ella... no pudo venir. —Abre y cierra la boca como si estuviera luchando por
encontrar las palabras adecuadas—. Lo siento, Camila, esto no es fácil.
—¿Quieres sentarte? —Hago un gesto hacia el sofá, que él mira, y luego vuelve a
negar.
—No, sólo quería verte y decirte lo mucho que siento todo. —Su mandíbula se
endurece y entonces fija sus ojos en mí—. Debería haber venido antes. Raven y yo
hemos estado procesando todo, y lo sentimos mucho. No teníamos ni idea de que él...
La mirada alicaída de Trip me rompe el corazón. Las pruebas en contra de Thomas
son demasiadas para que incluso sus propios hijos estén en desacuerdo.
—Por supuesto que no. Imagino que tu padre se volvió muy bueno guardando
secretos a lo largo de los años. No es tu culpa.
Asiente y pasan unos cuantos segundos entre nosotros antes de suspirar.
—Es que... no estoy muy seguro de cómo seguir adelante con esto, Camila. El
viñedo es lo único que conocemos mi hermana y yo. Pero, por supuesto que
renunciaremos. Es lo correcto.
Se me hace un nudo en la garganta y se me abren los ojos.
—No me gustaría que ustedes dos renunciaran. Quiero decir, entiendo si es lo que
necesitan hacer, pero el trabajo sigue siendo de ustedes si lo quieren.
Trip parpadea con sorpresa.
—¿De verdad? ¿No sería muy difícil trabajar con nosotros después de...?
Niego, haciéndole saber que no es necesario terminar.
—Gus ya ha aceptado mi oferta de trabajo para volver como encargado. Las cosas
no serán lo mismo por aquí sin ti y sin Raven.
Camina mientras me evalúa con su mirada.
—¿Te importa si me tomo un tiempo para hablar con mi hermana? Siento que esta 325
es una decisión que Raven y yo debemos tomar juntos.
—Por supuesto. Tómate todo el tiempo que necesites.
Me encuentro con una pequeña sonrisa de agradecimiento, y un abrazo vacilante.
—Gracias, Camila.
Ya es tarde cuando le veo salir. Agarro la bolsa de lona que empaqué esta mañana
y cierro la puerta detrás de mí. Si bien todavía me atraviesan tantos sentimientos
perturbadores, también siento la sensación de un nuevo comienzo. No sólo el viñedo
estará pronto completamente bajo mi propiedad, sino que Ridge y yo tenemos planes
para abrir el acceso al puente entre ambas propiedades. Nuestros sueños de la
infancia se están haciendo realidad, y todo parece por fin una realidad.
Hay una sonrisa imparable creciendo en mi rostro mientras camino entre las viñas
por la pendiente que lleva al límite en el bosque. Hoy no tengo prisa. No hay nadie
de quien esconderse, nadie que aceche entre los arbustos. Sólo soy yo, cerrando la
tienda temprano para poder visitar a mi hombre, que está ocupado en los campos de
maíz.
Este año he renunciado a organizar un festival de otoño, pero eso no impide que
la cosecha tenga lugar. El viñedo está lleno de lugareños que recogen uvas a mano y
las añaden a las cestas que se recogen y se llevan a las prensas. En este mismo
momento, se están recogiendo cubos de uvas de color rojo para elaborar el primer
vino.
Sé dónde encontrar a Ridge cuando cruza el puente y entra en el campo amarillo
seco. Aunque pasa la mayor parte del tiempo en el rancho Wild One, hoy está en un
tractor. Prefiere ser el que sale el primer día de las cosechas para abrir el campo en
honor a Harold.
Me precipito entre una fila de tallos y corro entre ellos hasta que oigo el rugido de
la maquinaria cerca de mí. Abriéndome paso entre las hojas altas, me encuentro en
un claro recién segado donde Ridge está montando su tractor.
Dejo caer mi bolsa a mis pies. Con un gesto de mis brazos, capto su atención.
Apaga el gran tractor y se levanta con el ceño fruncido.
—¿Estás loca? ¡Podría haberte atropellado! ¿Aprenderás alguna vez?
Me sale una sonrisa aún más grande que la que ya tenía en la cara, y salgo
disparada hacia él. Se ríe cuando me subo a su tractor, le rodeo el cuello con los
brazos y le beso el enfado de la boca.
Se aparta de mí con los párpados entrecerrados y una expresión divertida.
—¿Qué te pasa, Salvaje?
—Nada. Sólo quería verte y no podía esperar hasta esta noche. ¿Puedes tomarte
un descanso?
Se ríe.
326
—¿Para ti? Creo que puedo hacerlo. ¿Quieres que nos lleve de vuelta a la casa?
—En realidad, tengo una idea mejor. —Después de bajar del tractor, me dirijo
hacia el lugar donde dejé mi bolsa de deporte y la abro. Saco una manta de lana y la
extiendo antes de sentarme y buscar más sorpresas en la bolsa. No hay nada más que
tallos de maíz por tres lados y el tractor de Ridge nos bloquea la apertura que acababa
de segar. Hay algo tan romántico en estar rodeados por el campo que nos unió por
primera vez.
—¿Qué celebras? —pregunta Ridge mientras se sienta y acepta una copa de vino
y me deja llenarla por él.
—Es el primer día de nuestra cosecha. Supuse que ya que no teníamos una gran
fiesta, tú y yo podríamos celebrarlo juntos.
Chocamos las copas y él se lleva la bebida a sus labios torcidos.
—Es muy dulce por tu parte.
Hago ojitos.
—Puede que haya tenido algunas ideas poco dulces después de acorralarte en el
campo.
Jadea, fingiendo sorpresa.
—No me digas. Me encantaría escuchar lo que tenías en mente.
Riendo, dejo mi vaso en los escombros del campo y saco algo más de mi bolsa.
Por la curvatura de sus cejas, puedo ver su curiosidad escrita en todo su rostro.
Levanto el racimo de uvas rojas y me pongo a horcajadas sobre él, luego cuelgo la
fruta entre nosotros con una sonrisa burlona.
—Normalmente, hay un pisotón de uvas en el festival.
—¿Y quieres pisarlas en mi maizal?.
Riendo de nuevo, niego.
—No exactamente. —Levanto el racimo para que cuelgue justo encima de su
boca—. Toma una.
Sus dientes se mueven alrededor de una uva y luego la arranca del tallo con un
rápido movimiento de cabeza. Acercándome a él, muerdo el extremo expuesto de la
fruta y la aplasto entre nosotros.
—Ups —digo.
Me devuelve la mirada mientras el zumo se derrama por nuestras bocas y sobre
nuestra ropa. Lamo sus labios antes de colocar otra uva entre los dientes y volver a
hacerlo. Antes de que pueda aplastar la siguiente entre nosotros, Ridge la tira a un
lado y toma mi boca con la suya. Nuestro beso es húmedo y pegajoso, pero no me
importa. Sigue haciendo que me flaqueen las rodillas y que me dé un vuelco el
estómago, como si ahora fuera él quien tiene el control.
Le echo de menos en el momento en que empieza a retirarse del beso, pero me
intriga cuando me acerca la copa de vino a los labios. 327
—Bebe.
Hago lo que me dice, amando su mirada oscurecida mientras se pone firme debajo
de mí. Apenas doy un sorbo al vino antes de que él aparte la copa y siga vertiendo el
oscuro líquido por mi barbilla.
—Ups.
El vino gotea por mi cuello y entre mis pechos, y luego su lengua lame el líquido
de una sola pasada. Cuando llega a mis pechos, se queda allí. Mi juego acaba de
convertirse en el suyo, y no me quejo.
Empuja hacia abajo la tela de mi vestido y estira los tirantes mientras deja al
descubierto el encaje rosa de mi sujetador. Sin molestarse en quitarme la prenda, su
boca se cierra en torno a mi pezón, provocando una oleada de escalofríos en mi
interior. Su lengua me acaricia mientras me coloca en su regazo con la otra mano.
Estoy caliente por todas partes y ya estoy muy mojada. Siento mi braga empapada
mientras me froto contra su dura polla. La fricción me marea. La sola idea de tenerlo
dentro de mí hace que mi vientre se revuelva con anticipación.
Echo la cabeza hacia atrás mientras me acaricia los pechos, uno y luego el otro,
antes de que un gemido se me escape de la garganta. Gruñe en respuesta y se
apresura a quitarme los tirantes del vestido, tirando de ellos hacia abajo junto con el
resto del vestido hasta que me rodea la cintura. El sujetador se abre detrás de mí
cuando me libera para su golosa boca. Los dientes envuelven mi pezón, enviando una
onda de choque a todas las terminaciones nerviosas. No me muerde, pero la amenaza
de que lo haga es electrizante y muy estimulante.
El dolor entre mis muslos se hace insoportable. Él también lo sabe. Vuelvo a
estremecerme en su regazo y las comisuras de su boca se levantan mientras sigue
rodeando mi pezón.
—Ridge —le ruego, y no tengo que decir nada más.
Me coloca de espaldas y desciende por mi cuerpo, dejándome el vestido abultado
alrededor de la cintura mientras me separa. Aparta la tela de mi braga y se inclina
hasta que su boca caliente se cierne sobre mí. Sus siguientes lametones son suaves y
lentos, y me recorre desde la espalda hasta el vientre. Me retuerzo, obligándole a
mantenerme en el sitio mientras me come como a mí me gusta.
Finalmente, su boca vuelve a acercarse a mi clítoris y su lengua me recorre sin
piedad. Gruñe dentro de mí como un hombre hambriento y me chupa con fuerza
como si estuviera desesperado por conseguir más. Es implacable, me tortura con todo
el placer que sabe que necesito antes de dejar que le dé nada a cambio.
Esto es nuestro. Como todo lo demás, el sexo no es un acto, es un viaje. No tenemos
miedo de tomar el camino inexplorado. No tenemos miedo de tomar el camino largo.
De hecho, lo disfrutamos.
Gimo cuando dos gruesos dedos se introducen en mi interior mientras su lengua
sigue azotando mi clítoris. Estoy tan cerca del orgasmo cuando deslizo mis manos por
328
su largo cabello revuelto y lo sujeto entre mis muslos. Pero parece que Ridge tiene
otros planes. Aparta su dedo y su boca simultáneamente y se arrastra por mi cuerpo,
tomando mi boca con la suya.
—Te quiero en mi tractor. —Se queda sin aliento con su petición.
Miro por encima de su hombro la gran máquina roja con un solo asiento que
descansa cerca del gigantesco volante.
—¿Es posible?
Sonríe.
—Lo haremos posible.
Me ayuda a ponerme de pie y me besa mientras me quita las prendas que me
quedan, y yo le ayudo a desvestirse también. Luego subimos a su tractor y empuja el
asiento hacia atrás hasta el tope antes de guiarme sobre su polla hinchada.
Su grosor es algo a lo que nunca me acostumbraré, ya me he dado cuenta. Y
cuando esta vez me hundo alrededor de él, la sensación que me produce es tan
impactante como la de la primera vez. Me abre de par en par y entra en mí,
hundiéndose tan profundamente que apenas puedo respirar una vez que estoy
completamente sentada. Y entonces me muevo, con mis manos presionando sus
hombros y sus ásperas manos agarrando mi culo. Me mueve a un ritmo constante,
haciendo que mi orgasmo crezca lentamente antes de que le avise de mi inminente
liberación. Nuestros ojos se clavan en los del otro, sus preciosos ojos de chocolate en
los míos verdes, y él está ahí conmigo.
—Te amo, Salvaje —dice contra mis magullados labios.
Acelero mi ritmo y le devuelvo el beso.
—Te amo mucho, Ridge. —Exhalo, con mi energía casi agotada mientras le doy lo
último de mí, cabalgando sobre él mientras el sol se sumerge en el horizonte.
La oscuridad es total, salvo por los brillantes rayos de luz del tractor en el campo
de maíz, mientras nos llevó a los dos al clímax. Mientras nuestra liberación nos sacude
y nuestros gemidos se disuelven en los labios del otro, nuestros cuerpos empiezan a
debilitarse. Hay algo en este día, en este momento, que parece trascendental. Hemos
pasado por mucho para llegar hasta aquí, y por fin ha llegado nuestro momento. Este
es el comienzo de una vida plena y significativa juntos. Hemos superado nuestras
mayores dificultades y nos hemos hecho más fuertes por ello. Y todo gracias a un
puente entre nosotros... un puente que ahora nos conecta de todas las maneras que
siempre hemos soñado.

329
Un año después

M
i Salvaje está de regreso en todos los sentidos de la palabra. Lo que sea
que Thomas y Dave le quitaron esa noche hace más de una década está
completamente muerto y enterrado. Actualmente está corriendo por el
campo de maíz, con el cabello agitado por el viento y las mejillas apuntando al sol,
mientras sus pies la llevan hacia nuestra ladera. Ella tiene muchas razones por las
cuales sonreír y ninguna por la cual temer, y yo igual.
Thomas fue a prisión y fue sentenciado a cadena perpetua, pero esa vida le quedó
corta después de que Camila trabajó con su abogado para demostrar lo que
sospechaba y cosas peores. Thomas Bradshaw no sólo era un cazador furtivo, sino
también el líder de una red de caza furtiva que salió mal.
330
A lo largo de los años, la red de caza furtiva original se había disuelto, dejando a
Dave y Thomas como los últimos miembros restantes antes de que Thomas comenzara
a reclutar nuevos. Algunos de ellos usaron la propiedad de Dave para acceder a la
mina, dándoles miles de acres para cazar.
Una vez que se presentaron todas las pruebas y Thomas Bradshaw se vio obligado
a ceder todas las acciones del viñedo, perdió la cordura por completo. Robó el arma
de un guardia de la prisión y se suicidó, sin dejar nada a sus dos hijos.
Camila, siendo la hermosa humana que es, les ofreció a Trip y Raven la
oportunidad de mantener sus trabajos. Al final, ambos se quedaron, ya que el viñedo
es todo lo que han conocido.
Con Thomas fuera, tuvieron sus desafíos al principio, pero valió la pena. Juntos,
pasaron el año pasado construyendo un nuevo modelo de negocio, uno que veía
menos valor en cantidad y más valor en calidad, el cual Camila supervisó con gracia
y determinación para perdurar el legado de su familia.
Hoy, sigo a Camila hasta la cima de la ladera, pero esta vez, nos sentamos en el
borde del pico que da la vista a nuestras propiedades vecinas. Hemos abierto el
acceso público a la propiedad a través del puente. Tomo su mano en la mía y sonrío
mientras sus ojos se empañan con lágrimas al ver debajo de nuestros pies colgantes.
—Lo logramos —dice mientras la emoción se derrama de ella, lo que parece estar
sucediendo mucho últimamente.
Envuelvo un brazo alrededor de sus hombros y presiono mis labios contra su
mejilla.
—Lo logramos. Como dijiste que lo haríamos.
—Mira lo felices que están todos —dice efusivamente mientras vemos a las familias
pasear por el viñedo y los niños pequeños se persiguen entre sí a través de los
laberintos de los campos de maíz que preparé para el festival de otoño. Este año,
decidimos que el festival de otoño sería una fiesta gigante, celebrando la granja
Cross, Wild One Ranch y el viñedo de la familia Bell. Los invitados llenan ambas
propiedades, y las verdaderas festividades aún no han comenzado.
—Sólo tenía que verlo desde aquí. —Me mira con una sonrisa brillante—
. Cambiamos el futuro, tal como dijimos que haríamos.
—Para ser justos —digo con una sonrisa, creo que todo eso fue obra tuya. Yo sólo
te acompaño.
Se ríe y niega.
—Eres tan modesto.
—No estoy siendo modesto. Tú eres la que tiene todas las ideas.
—Quizás. —Inclina la cabeza, dándome esa mirada de adoración que hace que mi
corazón se acelere—. Pero eres mi héroe, Ridge Cross. Salvas mi vida todos los días
con sólo existir. Nada de esto podría haber sucedido sin ti. Hicimos esto juntos. 331
Me inclino y la beso, amando la forma en que se derrite conmigo como si fuera la
primera vez que nos sentamos en esa montaña en Ouray.
—Está bien, tú ganas.
Sonríe contra mis labios.
—¿No lo hago siempre?
Asiento y la empujo hacia las flores silvestres.
—Sí, Salvaje. Siempre.

Para cuando regresemos al festival, es hora de que comience el pisoteo de la


uva. Rostros familiares abarrotan el barril cuando un locutor invita a Camila al
escenario, donde se quita los zapatos y entra en el gran contenedor redondo. Se ríe
mientras recoge la tela de su vestido blanco y espera a que empiece la música.
Hemos hablado de este día desde el año pasado, ya que el festival del año pasado
fue cancelado. Camila estaba nerviosa incluso de tener otro evento ahora que su papá
no está allí para meterse en las uvas. Pero su mamá está ahí, a su lado.
Me río mientras bailan, sus vestidos manchándose más con cada segundo que pasa
y luego se resbalan y caen juntas. Cuando la canción termina, la mamá de Camila me
mira y me guiña un ojo, diciéndome que es mi señal. Sonrío y salto a la plataforma
antes de quitarme los zapatos y saltar entre las uvas para unirme a Camila.
Bailamos y reímos, luego levanto a Camila y la giro mientras le doy un beso en la
boca para que todos la animen. Y en el preciso momento en que Camila se vuelve
hacia la multitud y se aleja de mí, me arrodillo y saco una caja de terciopelo de mi
bolsillo.
Un silencio cae sobre la multitud cuando la música se detiene, y Camila mira a su
alrededor, pensando que algo debe haber salido mal. Cuando finalmente se da la
vuelta y me mira, sus ojos se nublan mientras sus manos vuelan a su boca.
—Ay, Dios mío.
No puedo dejar de sonreír.
—Camila Bell, Salvaje, ¿qué dices si oficialmente terminamos esta pelea de una
vez por todas? Cásate conmigo. Sé mía para siempre.
Más lágrimas brotan de sus ojos y asiente. Sus palabras salen tensas al principio.
—He sido tuya desde el momento en que te vi, Ridge Cross. Soy tuya para
siempre. Siempre. —Se ríe—. Sí, por supuesto que me casaré contigo.
Abro la caja y tengo que contener mis propias lágrimas cuando se da cuenta de
que es el anillo que su padre le dio a su madre cuando le propuso matrimonio. Selena
quería que Camila lo tuviera, y después de que le pedí su bendición, ella estaba muy 332
ansiosa por dármelo.
La mano de Camila tiembla mientras deslizo el anillo en su dedo, luego me levanto
y la tomo en mis brazos mientras la multitud a nuestro alrededor estalla en vítores y
felicitaciones. La música comienza de nuevo y terminamos nuestro baile con los
brazos de Camila pegados alrededor de mi cuello.
—También tengo noticias para ti —dice en mi oído.
Me río, pensando que nada podría superar mi propuesta.
—¿Qué es?
Se ríe y susurra:
—Estoy embarazada.
333
K.K. Allen es autora de novelas románticas contemporáneas
premiadas y superventas del USA TODAY, con historias dulces, sexys e inspiradoras
que evocan emociones en cada momento.
La primera novela romántica de K.K., Up in The Treehouse, fue nombrada el mejor
libro para nuevos adultos del año por RT Book Reviews, un honor increíble. Y sigue
llevando las emociones de los lectores en un viaje épico cada vez con historias
románticas reales, con capas, que te harán enamorarte una y otra vez.
Nacida en Hawai, criada en Washington y actualmente residente en Florida, K.K.
vive para reírse con su pequeño amigo, para ver el fútbol, para bailar toda la noche y
para disfrutar de su ecléctico gusto musical.
334

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