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Tomado de: Torrado P. Rafael. De la Ciencia Antigua a la Ciencia Moderna.

Asociación
Colombiana de Educación Comparada –A C E C –
LA RUPTURA DE LA MODERNIDAD
1. El Contexto

La época moderna comprende el periodo de la historia occidental (Europa en particular)


que se inicia en el siglo XV, aproximadamente. Según algunos historiadores se extiende
hasta el siglo XIX, siglo en el cual se inicia la época contemporánea. Pero hoy se discute tal
afirmación y muchos autores consideran que apenas estamos saliendo de la época
moderna y entrando en la postmodernidad. (1)
Sin entrar en éste debate, partamos de lo que sí es aceptado por consenso: En el siglo XV
las Épocas Antiguas (greco - romana) y Medieval entran en disolución para dar paso a una
nueva Era, a una nueva sociedad: la sociedad moderna (2). El cambio se da en un proceso,
más o menos rápido de ruptura, de revolución cultural. Ruptura y revolución no quieren
decir “borrón y cuenta nueva”. Es decir, no se trata de una absoluta discontinuidad. Como
en todo proceso histórico hay algo que se conserva y cambia totalmente, así como
también hay algo nuevo que irrumpe y progresivamente se va imponiendo. En este
sentido hablamos aquí de la ruptura de la modernidad.
Algunos de los procesos de esta ruptura fueron:
El paso de una sociedad feudal a la sociedad capitalista; es decir el surgimiento del
capitalismo con sus fenómenos propios de economía de mercado, relaciones laborales
contractuales, trabajo asalariado, afán de lucro, de ganancia y de productividad,
constitución de un proceso estatal centralizado de administración y control, etc.
El paso de una sociedad más o menos unificada y monista a una sociedad pluralista,
diversa y atomizada.
El cambio de una mentalidad teocéntrica y por lo tanto de un espiritualismo a un
naturalismo.
El paso de una sociedad sacral a una sociedad cada vez más secular.
El cambio de una conciencia histórica, antes dirigida al pasado, ahora dirigida al futuro, a
lo nuevo, a la búsqueda de otras alternativas y formas de vida. Esto se reflejó en las
llamadas Utopías (La Utopía de Tomas Moro, de Bacon, de Campanella y otros).
La Ruptura de la unidad cristiana de Europa al darse la Reforma Protestante y la
separación de la Iglesia Anglicana.

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El afán de inventar y descubrir nuevas cosas, nuevos instrumentos y aparatos, nuevos
mundos (América).
Y en fin, todos aquellos cambios en las artes, en las técnicas, en las costumbres, en las
relaciones sociales y políticas que se dieron desde los primeros siglos de la modernidad
(XV, XVI y XVII) y que repercutieron en los siglos siguientes (XVIII, XIX).
El conjunto de éstos cambios y su proceso implica lo que llamamos “revoluciones
históricas” de la modernidad.
En esta época moderna podemos reconocer, primero, la Revolución Francesa o
Revolución Burguesa. Segundo, la Revolución Industrial o inglesa. Tercero la Revolución
Cultural.
Estas revoluciones atraviesan estos siglos de la modernidad y llegan a su culmen hacia
fines del siglo XVIII.
Pero sobre todo en ésta época se da una profunda revolución en el conocimiento. No solo
es la revolución mas importante de la edad moderna, porque influye y hace posibles todas
las demás, sino porque llega a convertirse en el modelo de toda revolución teórico-
práctica. (3). Es la Revolución que llamamos “Copernicana”.

2. La Revolución Copernicana.
Al proceso de nacimiento de la ciencia moderna suele llamársele “Revolución
Copernicana” por atribuírsele al astrónomo polonés haber sido el iniciador. Pero en
realidad se trata de un largo proceso iniciado dos o tres siglos antes y que tuvo su estallido
al reconocerse el carácter innovador de la obra de Copérnico (1473 – 1543) “De las
revoluciones y de las orbitas celestes”, publicada en el año de su muerte y tan sólo
realmente valorada y precisada un siglo después por Kepler (1571 – 1650) y Galileo (1564
– 1642). En este sentido debería hablarse mejor de Revolución Galileana o Kepleriana.
No fue pues Copérnico el que inauguró la ciencia moderna. Él se dio cuenta de que la
astronomía ptolemaica y aristotélica que seguía vigente en su época y que explicaba el
universo como el conjunto de astros, incluido el sol, que se movía en orbitas regulares y
circulares alrededor de la tierra (geocentrismo), era inconsistente y lanzó la hipótesis
heliocéntrica: el sol en el centro y los planetas, incluyendo la tierra, girando a su
alrededor. Copérnico vio el problema y lanzó el reto que se fue desarrollando y
produciendo efectos al ser aceptado por sus seguidores.
Por otra parte, no fue solo un cambio en la astronomía. Fue un verdadero giro total que,
como piedra que al caer en el lago produce ondas concéntricas, fue transformando toda la
estructura social y toda la estructura del conocimiento. Muchos de los efectos resultantes
ni se los imaginó Copérnico. Paradójicamente él fue más bien conservador y nunca entró

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en conflicto con las autoridades sociales, políticas, intelectuales o religiosas de su época.
Al contrario, fue aceptado y reconocido como representante del pensamiento tradicional
y clásico. Copérnico vive en un siglo de transición de las ruinas del orden feudal, algunas
todavía en pie, cuando estaba surgiendo un orden nuevo, no muy claro todavía.
Se ponía en cuestión todo, pero aún se quería conservar el orden establecido. De los
antiguos gremios medievales emergía la clase burguesa que empezaba a tomar el poder
económico y a transformar la producción y el comercio. En estas circunstancias había
aspectos más vulnerables que otros y cuya crítica se había desarrollado más. Uno de éstos
aspectos era la astronomía, pues, aunque su crítica tocaba de fondo los planteamientos
teológicos, su ataque, aunque no directo, cuestionaba la concepción del universo, que era
el fundamento de las concepciones de las cosas particulares (incluido el hombre).
El universo era considerado como creación divina, tal como el hombre lo conocía. Un
cambio en dicha concepción podría llevar a creer que Dios no había creado el universo
como se suponía éste era en la realidad, con la tierra inmóvil en el centro. Cambiando la
concepción astronómica se empezaba, en cierta forma, a remover las cosas desde sus
cimientos y a querer asumir los interrogantes planteados por las nuevas situaciones y por
los cambios que en esa época se presentaban. El proceso, como bien se recuerda,
terminó con el enfrentamiento entre los defensores de la nueva concepción del mundo y
del hombre y los tribunales de la inquisición, institución creada para mantener, aun por la
fuerza, la tradición y el orden social establecido. (El caso Galileo) (4)

3. Revolución Científica y Epistemológica.


La Revolución Copernicana representa, siguiendo la tesis de Thomas Kuhn (5), un doble
cambio: una revolución o ruptura científica, por un lado, y una revolución o ruptura
epistemológica, por otro.
La revolución científica se da cuando se cambia el contenido de una ciencia, cuando se
cambia o mejora o desarrolla una teoría científica. Es lo que constituye el avance de la
ciencia. Y una revolución epistemológica se da cuando se cambia, ya no el conocimiento
científico, sino la misma ciencia, la manera de entenderla o de realizarla, es decir la
practica científica. También cuando se cambia el método o los criterios para aceptar lo
que sea científico.
Desde luego que debe entenderse la palabra revolución o ruptura no como un corte
radical mecánico y súbito, sino como un proceso que se inicia a partir del replanteamiento
y reconstrucción de lo anterior para abrir nuevos caminos. En un proceso de revolución o
de ruptura, tanto científica como epistemológica, se dan, por tanto, simultáneamente,
continuidad y discontinuidad. Es decir que siempre algo se conserva y se va modificando y
perfeccionando y algo nuevo surge y anula o sustituye elementos del proceso anterior.

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Pues bien, en este sentido la Revolución Copernicana fue una auténtica revolución
científica y epistemológica. Científica porque cambio la manera de concebir el universo
que se mantenía desde la época de Aristóteles y Ptolomeo. Y epistemológica porque
cambio la manera de entender lo que ere el conocimiento; cambió la forma de realizar la
practica científica misma. Es decir, que al mismo tiempo que se está cambiando la
concepción del universo que había tenido vigencia durante muchos siglos, se están
replanteando los fundamentos mismos del conocer: se empieza a instaurar una nueva
racionalidad científica.
4. El nacimiento de la ciencia moderna
La astronomía geocéntrica, que desde la época griega se venía aceptando, se mantenía
por el solo principio de autoridad y, por tanto, no se permitía ponerla en duda. Pero los
hechos parecían mostrar lo contrario de lo que la teoría geocéntrica sostenía. En
consecuencia, la ciencia no podía seguir siendo un cuerpo dogmático de conocimientos
impuestos por la fuerza: esto contradecía el principio de racionalidad del cual había nacido
la ciencia griega (el logos). Además se pretendía presentar la astronomía ptolemaica como
un instrumento teórico, incluso con algunas bases matemáticas, que podían explicar el
movimiento de los astros así ese movimiento fuera en realidad diferente. Por ello se
eliminaban los fenómenos que la teoría ptolemaica no podía explicar o se obligaban para
ajustarlos a la teoría aceptada. Pero la ciencia no podía ser un conjunto de conocimientos
falsos, aunque útiles. Copérnico, y sus seguidores, reaccionaron ante tales postulados que
revelaban una actitud teórica, ética, política y aun religiosa discutible.
Para superar tal situación, Copérnico se empaña en reconciliar la realidad con una
explicación astronómica y matemática adecuada, de tal modo que por ser una explicación
rigurosa, precisa, verdadera y experimentable, fuera aceptada por criterios racionales
solamente. Este planteamiento lleva a Copérnico, en primer lugar y a quienes la continúan
más tarde, a iniciar la revolución científica y epistemológica con la cual se abre la
modernidad. La ruptura epistemológica que ellos inician posibilita una nueva actitud
científica en la cual los criterios de racionalidad, universalidad y validez fueran los criterios
de cientificidad. Copérnico los aplicó a la astronomía y poco a poco se fueron extendiendo
a los demás campos del saber. Inicialmente estos criterios se consideraron como el
auténtico cumplimiento del ejercicio del logos tal como lo habían realizado los griegos.
En este sentido no creyeron que estaban haciendo una revolución epistemológica tal
como la entendemos hoy. Copérnico, sobre todo, se presentaba como un continuador de
la tradición, que reaccionaba ante las deformaciones y pretendía recuperar y reorientar lo
que los griegos habían planteado, reconquistando la posibilidad de que la razón pudiese
encontrar nuevas explicaciones y que no se convirtiese en un dogma establecido (6).
De las actitudes implícitas en esta revolución científica y epistemológica, inscritas en las
nuevas condiciones sociales de la época, nace la ciencia moderna. A partir de éste

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momento (Siglos XVI y XVII) el término “ciencia” tendrá un significado distinto al que tuvo
en Grecia y en la Edad Media. Esto ha llevado a confusión a quienes pretenden usar el
término “ciencia” como si fuera un término unívoco, universal y ahistórico, sin reconocer
que ha significado diferentes cosas en las distintas épocas y sin reconocer que, en general,
cuando se usa hoy se usa sólo en el sentido que adquiere en la época moderna.
Como en todo nacimiento, la ciencia moderna lleva, a modo de herencia, incorporados
elementos que recibe de las épocas anteriores y que va progresivamente modificando en
un proceso de crítica, reformulación y producción de nuevos conocimientos. Al mismo
tiempo, como en todo nacimiento, también aparecen nuevos y originales elementos que
sustituye y superan los elementos anteriores. Es por tanto un largo proceso complejo de
génesis y de desarrollo, en el cual se consolidan e imponen las características que le dan a
la ciencia su nueva forma.
A continuación vamos a destacar tan solo algunas de esas características que muestran
cómo se fue dando al mismo tiempo el “renacimiento” de lo antiguo y el “nacimiento” de
lo nuevo, de lo moderno.
A finales del siglo XIV y comienzos del XV acontece, sobre todo en Italia, un movimiento
cultural que busca el renacimiento de la cultura clásica griega: las artes, las letras, los
ideales, los valores e incluso la filosofía, pues se llegó a considerar que la Edad Media
había desvirtuado y desviado el legado griego. Pero, al mismo tiempo, y como ya lo
indicamos, se va produciendo una gradual transformación de la sociedad y de la cultura: el
nacimiento de la modernidad. Lentamente decaen el orden feudal y surge la sociedad
capitalista. Las formas económicas, políticas y sociales se transforman al surgir el
comercio, las nuevas formas de producción y de organización del trabajo, los Estados
Nacionales y otras formas de vida social. La unidad económica, política, cultural, religiosa y
aun lingüística de la Edad Media, se destruye y en su lugar, surge una nueva sociedad
pluralista. También, una nueva conciencia histórica orientada a la transformación
diferente de la vida social; mentalidad que se manifiesta, por ejemplo, en la concepción
teórico-práctica del poder que presenta Maquiavelo y los utopistas. En fin, nace, así
mismo, un afán por realizar viajes, inventos y descubrimientos y por apartarse de las
tradiciones anteriores.
El nacimiento de ésta nueva sociedad (moderna) produjo, entre otros, tres efectos
principales:
1. Una nueva concepción del mundo y el universo: el heliocentrismo, frente al
geocentrismo anterior
2. Una nueva concepción del hombre: el antropocentrismo, frente al
teocentrismo anterior. El hombre empieza a reconocerse como autónomo y
transformador del mundo y no como una simple criatura contemplativa.

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3. Una nueva relación del hombre con la naturaleza: el naturalismo, frente al
espiritualismo anterior, como un movimiento que lleva al hombre a querer
relacionarse directamente con la naturaleza y a sentirse parte de ella.
Mientras que el llamado Renacimiento, mediante el Humanismo, se orientó hacia el
estudio de la cultura, el movimiento de la modernidad se orientó hacia la naturaleza y por
ello, hacia la ciencia y la técnica como instrumentos que le permitían realizar las nuevas
actitudes que los tres efectos, señalados anteriormente, implicaban. Se produce así un
dualismo, incluso una oposición entre humanismo y ciencia. Enfrentamiento que aún se
mantiene (7).
El proceso y el contexto que hemos descrito nos muestra cómo surge en la época
moderna una nueva forma de conocimiento científico; una nueva racionalidad científica
que busca realizar el conocimiento de un modo más acorde con las nuevas situaciones
que el hombre vive. Esta nueva forma de conocimiento, que los modernos consideran ser
la verdadera ciencia, adquiere autonomía e independencia frente a la filosofía y a la
teología, de las cuales no se separa, sino que, incluso, se le opone. Mientras que en Grecia
y en la Edad Media la teología y la filosofía eran consideradas ciencias, a partir de la
Modernidad, la filosofía, la teología y la ciencia se consideraban formas distintas de
conocimientos.
Tres posiciones diferentes se adoptan:
1. La de quienes niegan la novedad del conocimiento científico surgido de la que
hemos llamado Revolución Copernicana y utilizando incluso la fuerza, se empeñan
en reprimir (la inquisición) ese movimiento para seguir aceptando e imponiendo
sin modificaciones la filosofía y la teología, tal como habían sido elaborados en la
época griega y medieval. En los colegios y universidades era la enseñanza obligada
hasta fines del siglo XVIII. La teoría heliocéntrica, por ejemplo, no era ni si quiera
mencionada, a no ser para demostrar su falsedad y carácter absurdo.
2. La de quienes, en una posición radical, consideraban que la nueva forma de
conocimiento, la ciencia moderna, era la única forma válida; que la filosofía y la
teología eran asunto del pasado que quedaban superadas totalmente y debían ser
sustituidas por la nueva ciencia.
3. Finalmente, la posición más acorde con la situación moderna y que fue la posición
que terminó imponiéndose: la de aquellos que consideraban que como la nueva
ciencia transformaba radicalmente el conocimiento, la filosofía y la teología, si
querían seguir siendo válidas, debían ajustarse y adoptar las nuevas características
del conocimiento, cuyo modelo eran las nuevas ciencias. En otras palabras, se
trataba de hacer la filosofía y la teología al modo de las ciencias (Descartes, Bacon).
Por otra parte, la racionalidad científica moderna considera que la ciencia tiene un fin
eminentemente práctico, en contraposición del carácter especulativo que habían tenido la

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filosofía y la teología. La ciencia en cambio, permitía que el hombre conociera las
verdaderas leyes que rigen los fenómenos naturales para dominar la naturaleza,
obedeciendo sus leyes (Bacon).
De ésta forma, la ciencia, por su racionalidad y universalidad, se convertía en un
conocimiento objetivo y válido que podía ser comprobado mediante la experimentación y
aplicación en la realidad. El objeto del conocimiento de la ciencia no podía ser, entonces,
sino la naturaleza (lo material, la realidad natural), pues lo trascendente, lo espiritual, lo
humano, lo social, lo histórico, etc., no podía ser sometido a los nuevos criterios de
objetividad, legalidad, autonomía, cuantificación y experimentación que eran los criterios
que debían regir aquellos conocimientos que pretendieran alcanzar el carácter y el
estatuto del conocimiento científico.
Así constituida, la ciencia se va colocando en el centro de la actividad cultural,
desplazando a la filosofía y a la teología, a las cuales empieza a dominar y a imponer sus
criterios. Todo aquello que no cumpla las nuevas características de la ciencia moderna,
que constituyen la verdadera ciencia, es pseudo-ciencia, especulación, falsedad, etc. Esta
actitud pervive aún en nuestros días, e incluso, creyendo que la noción y las características
de la ciencia de los siglos XVI, XVII y XVIII siguen todavía vigentes, se pretende imponer
este estatuto a todos los campos del saber y del quehacer humanos.
Resumamos las características que hemos mencionado de la racionalidad científica que
surge en la modernidad; su conjunto nos muestra la noción de ciencia que asumen los
pensadores de la época moderna.
El conocimiento científico seria:
1. Particular y especializado.
2. Experimental
3. Matematizado
4. Autónomo e independiente
5. Objetivo
6. Útil y pragmático
7. Obtenido inductivamente
8. Que establece relaciones universales necesarias entre las cosas, formulada en
forma de leyes que reflejan la realidad que es invariante.
9. Tiene como fin la predicción, el control y la manipulación de los fenómenos.
10. Es el conocimiento de la naturaleza (es decir son las ciencias naturales).
La astronomía primero, y luego la física, la química, la biología, la anatomía, la botánica, la
zoología y las demás ciencias que llamamos “ciencias de la naturaleza” fueron surgiendo al
ir aplicando el nuevo estatuto de cientificidad. Más tarde se intentará construir las
ciencias de la sociedad y del hombre siguiendo el modelo de las ciencias naturales.

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El proceso de surgimiento de cada ciencia, dentro del paradigma de cientificidad que se
generó e impuso desde la época moderna, consiste, básicamente en la aplicación del
“método científico”, es decir, del procedimiento que cumple las características y los fines
de la “ciencia”, a un objeto particular. En otras palabras, las ciencias tienen en común el
método, los criterios de cientificidad y los fines, se diferencian y separan porque cada
ciencia tiene un objeto de estudio distinto, que no es otra cosa que una parcela de la
realidad o un aspecto específico de algún objeto o fenómeno de la realidad. Cada ciencia,
al consolidarse, se presenta como un conjunto de conocimientos válidos y comprobados
que dan explicación de qué son, cómo funcionan y por qué los distintos fenómenos y
objetos de la realidad.
Lo anterior nos explica por qué en la época moderna, además de la discusión que surgió
con respecto a la naturaleza de la ciencia y con respecto a las características de la
verdadera ciencia, surgió también una importante discusión en torno al método científico,
no sólo como uno de los elementos fundamentales de la definición de ciencia, sino, sobre
todo, como el procedimiento que en definitiva permitía realizar y validar la nueva idea de
ciencia que se estaba imponiendo.
Dos corrientes fundamentales surgieron en ésta discusión y que en forma esquemática
conocemos con los nombres de “el racionalismo” por una parte, y el “empirismo” por
otra. Surgieron así dos modelos de cientificidad que pretendían realizar el estatuto
moderno de la ciencia.
En realidad, Copérnico, Galileo, Kepler y algunos más fueron los fundadores de la ciencia,
y aunque en sus obras hacen consideraciones que hoy llamaríamos de teoría de la ciencia,
no fueron ellos quienes explícitamente formularon los fundamentos de la ciencia y del
método científico. Este trabajo correspondió, por razones obvias, a los filósofos modernos,
quienes teniendo en cuenta los desarrollos que tenían las nuevas ciencias, reflexionaron
sobre ellos y tematizaron y elaboraron la teoría o filosofía de la ciencia que dará cuenta y
fundamentará la revolución epistemológica que la nueva ciencia representaba.
Fundamentalmente reconocemos a Francis Bacon y a Rene Descartes como los
representantes (fundadores) de esa teoría o filosofía moderna de la ciencia,
representantes del empirismo y del racionalismo, respectivamente.
5.La concepción de Francis Bacon
Francis Bacon (1561 – 1626) nació en Londres y durante su agitada vida se dedicó a la
actividad política. En 1621, y debido a un cargo por corrupción que arruinaba su prestigio
político, se vio obligado a retirarse a la vida privada y dedicarse a los estudios y a
reflexionar en las conclusiones logradas en los debates que el surgimiento de las nuevas
ciencias provocaban en los círculos intelectuales europeos y que gracias a sus viajes había
podido conocer, pero a las cuales no les había podido dar profundidad y desarrollo por sus
ocupaciones (excepto en dos breves escritos tempranos de 1605 y 1607).

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Por encontrarse ya en los últimos años de su vida, no logró completar su aporte a la
reflexión sobre las ciencias. Se propuso como plan, un tanto pretencioso, escribir la
“Magna instauratio scientiarum” (Gran inauguración de las ciencias), con lo cual pretendía
lo que, según él, nadie había hecho: escribir el manifiesto de constitución de la gran
revolución de la época: la ciencia. Pero de esa gran obra escasamente escribe el plan. Solo
logra terminar dos fragmentos de ella, el “Novum Organum”, que publica en 1621 y “De
dignitate et augmentis scientiarum”, publicado en 1623. (El Nuevo Órgano y Acerca de la
dignidad y el progreso de las ciencias) (8).
No obstante lo anterior, y no haber hecho Bacon aporte alguno a ningún campo especial
de la ciencia, ha sido considerado como el más importante filósofo de la nueva ciencia.
Tanto, que durante mucho tiempo después, sus obras serán consideradas como básicas en
el estudio del método científico, que llegó a conocerse como “método baconiano”. El
verdadero aporte de Bacon, entonces, fue el haber hecho caer en la cuenta de la
importancia y novedad de la ciencia y de la necesidad de formular y explicitar los
fundamentos del método que debían seguir las ciencias, todo conocimiento que
pretendiera validez.
A partir de estos planteamientos Bacon pretendía elaborar un plan de renovación de la
sociedad sobre la base de la ciencia.
El planteamiento central de Bacon consiste en afirmar que la ciencia es el poder más
importante conquistado por el hombre moderno (saber = poder). Arguyó que por medio
de la ciencia el hombre podía dominar la naturaleza, regida como estaba por leyes
invariables, determinadas e independientes de la voluntad humana, que era lo que
precisamente nos permitía descubrir y, de esta forma, conociendo las leyes y
obedeciéndolas, el hombre podría predecir, controlar, manipular y, en fin, dominar la
naturaleza. En esto residía el poder supremo del hombre. Su fin en esta tierra y la
posibilidad de lograr una vida mejor, ajustada a la naturaleza que el hombre, si la conocía
verdaderamente, podría aprovechar al máximo para su beneficio.
Pero, para lograr lo anterior el hombre debía desarrollar el conocimiento científico a la
manera moderna. El título de la primera obra que pudo publicar, “El nuevo método
(organon)” muestra claramente cuál fue la intensión de Bacon. Por una parte, superar el
“antiguo método”, el organon aristotélico, que Bacon además de superado considera falso
e inútil. Y, en segundo lugar, poner las bases y señalar en camino válido para lograr el fin
de la ciencia. Bacon no se considera original. Por el contrario, y éste es el argumento que
utiliza para dar fuerza a sus planteamientos, considera que el nuevo método, que aniquila
por completo el de Aristóteles, es algo que ha surgido ya en la sociedad; él tan solo quiere
dar cuenta de ello.
El nuevo método experimental, basado y guiado por la experiencia, única fuente de
conocimientos verdaderos. El hombre nace como una “tabula rasa” (una hoja en limpio) y

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solo por la experiencia va recibiendo información del mundo exterior e interior. La razón,
el entendimiento son tan solo los instrumentos que nos sirven para captar lo que la
experiencia nos trasmite, que no puede ser ni causas últimas, ni principios últimos, sino
tan solo las propiedades de las cosas, su funcionamiento y las leyes que las rigen. Ahora
bien, captar esto por la experiencia, provocada y dirigida, es lo que llamamos
experimentación científica.
No siendo Bacon un gran conocedor de la matemática, considera que la sola experiencia
nos da el fundamento del conocimiento. En forma aparentemente muy simple, propone
que basta con ir construyendo unas tablas de registro de los experimentos realizados para
ver, por la frecuencia y la ausencia de los fenómenos, como se comporta la realidad y a
que leyes obedece. Así logramos una explicación experimental, objetiva y válida de los
fenómenos, y predecirlos, controlarlos y planearlos. En ello radica el poder de la ciencia.
Además, con este método experimental podemos eliminar de nuestra mente ciertas
deformaciones, que Bacon llama “ídolos” y que son verdaderos obstáculos para el
desarrollo del conocimiento. Estos ídolos los clasifica Bacon en cuatro grupos:
Los ídolos de la caverna, que dependen de la naturaleza de cada individuo.
Los ídolos de la tribu, que son comunes a todos los hombres, pues son limitaciones
propias de la especie humana.
Los ídolos del foro, que dependen de las relaciones que establecemos con los demás; se
derivan especialmente del lenguaje y de los usos sociales de las palabras.
Los ídolos del teatro, los más graves, que son las deformaciones provenientes de las
creencias y de las teorías tradicionales, en especial las producidas por los filósofos.
Eliminados los ídolos, nuestra mente queda purificada, limpia y dispuesta para aceptar
solo lo que la experiencia controlada nos aporta. Como se ve, Bacon fundamenta una
ciencia apoyada en una fe, casi absoluta, en la experiencia. Solo a través de ella se
construye la ciencia y esto es lo que, a juicio de Bacon, estaba ocurriendo en su época y lo
que determinaría el futuro de la humanidad. Bacon despertó un gran entusiasmo por la
ciencia experimental hasta el punto de haber sido considerado el padre del empirismo
que otros, después de él, perfeccionarían, y hasta el punto de haber sido considerado el
filósofo de la revolución industrial (9).
6. La concepción de René Descartes
René Descartes (1596-1650) es sin duda laguna el padre de la filosofía francesa moderna y
del racionalismo. Educado en la más estricta tradición medieval, descubre la
inconsistencia de la filosofía y de la ciencia antigua y medieval. Después de dedicarse por
algunos años a la carrera militar y a realizar algunos viajes, se establece en París y luego en
Holanda, buscando la soledad para dedicarse a revisar todo el sistema del conocimiento,

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apoyado en una revelación místico-científica, que según él tuvo en la noche del 10 de
noviembre de 1619, por medio de la cual logró intuir “pleno de entusiasmo, el
fundamento de una ciencia maravillosa: la geometría” y que convertiría en el paradigma
metodológico de su concepción (10).
Para desarrollar esa intuición escribe “Reglas para la dirección del espíritu” (1629), obra
que no concluyó y que se publicaría después de su muerte. Dedica entonces Descartes sus
esfuerzos a redactar un tratado completo de física: “El mundo, Tratado de la luz” y que
sería la presentación definitiva de la nueva ciencia. Pero en 1633, al conocer la condena
que la inquisición había impuesto a Galileo, decide no publicar su obra. En su lugar, en
1637, publica tres ensayos científicos: “La Dióptrica, Meteoros y la Geometría”,
precedidos del “Discurso del Método”. Descartes quería, al mismo tiempo, preparar la
opinión a favor de su obra y medir la reacción que, ante sus planteamientos, tendrían “los
teólogos de Paris”.
Ante la crisis del conocimiento que se daba en su época y la inconsistencia de la tradición
griega y medieval, Descartes busca un fundamento absoluto de todo saber y un método
riguroso y seguro que le diera a la ciencia y a la filosofía, una solidez definitiva, al modo de
la geometría que él consideraba bien fundamentada.
El procedimiento que emplea Descartes para tal efecto consta de cuatro partes o reglas:
1. Regla de la evidencia: no aceptar como verdadero sino lo que se nos presenta con
total evidencia.
2. Regla del análisis (método analítico): dividir todo problema en sus partes más
simples para aceptar solo las que sean evidentes.
3. Regla de la síntesis: ir recomponiendo, con los elementos simples encontrados,
verdades complejas pero que sean igualmente evidentes.
4. Regla de la enumeración: hacer revisiones permanentes y enumeraciones
minuciosas de los logros alcanzados para estar seguros de la verdad que se va
encontrando (11).
Al aplicar los pasos de su método, Descartes encuentra que todo es dudoso e incierto y
decide tomar como punto de partida esa duda total: “la duda metódica”. Duda de lo que
le han enseñado, de lo que le transmiten los sentidos, de lo que ha visto en sus viajes, de
todo. Entonces, lo único cierto que tiene es la duda. Lo único cierto es el hecho de que
piensa, y este será el primer principio de su filosofía: reconocer como algo evidente que es
un ser pensante (“Cogito, ergo sum”).
A partir de éste principio se puede empezar a buscar la evidencia, es decir, rechazar todo
lo que no sea evidente, lo que sea erróneamente aceptado como conocimiento
verdadero, cuando es oscuro, incierto, confuso e ilusorio. Solo lo “claro y distinto” es
racional y por ello verdadero. Esta es la tarea de la ciencia, y la filosofía debe garantizarle
su fundamento.

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Además del pensamiento, y por el mismo proceso de la duda metódica, Descartes
encuentra otras verdades evidentes. Son instituciones que aparecen claras y
distintamente en nuestra mente porque son ideas innatas (que están dentro de nosotros
mismos). Son las ideas de extensión, la idea de Dios como ser supremo y el mismo
innatismo de las ideas. Con éstas instituciones evidentes como fundamento, Descarte se
propone construir la verdadera ciencia, que no se apoya en la experiencia, según era el
principio empirista, pues la experiencia es engañosa, sino en la razón indubitable, segura y
cierta. Es ella la guía y fundamento del conocimiento, aun del mundo exterior, porque se
apoya, en última instancia, en Dios como ser supremo, garantía de nuestra certeza que no
puede engañarnos, ni dejar que nos engañemos, si seguimos metódica y estrictamente a
nuestra razón.
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La ciencia moderna ha quedado así fundada, con los dos modelos – el empirismo y el
racionalismo – que se mezclan y combinan de distintas formas. En los siglos XVII y XVIII el
desarrollo de ésta nueva ciencia es enorme y los logros y aplicaciones prácticas son
argumentos que confirman cada vez más la validez de éste nuevo paradigma científico del
conocimiento y la superación definitiva del paradigma clásico (griego-medieval). La ciencia
moderna se apropia del lugar de la filosofía y de la teología y pretendía ser, por otra parte,
su más fiel continuación.

NOTAS
1. Lyotard, Jean Francois. La condición postmoderna. Edit. Cátedra, Madrid. –
Habermas, Jurgen. El discurso filosófico de la modernidad. Edit. Taurus, Madrid.
2. Lefebvre, Henry. Introducción a la Modernidad. Edit. Tecnos. Madrid.
3. Varios. Nicolás Copérnico: 1473 – 1973. Edit. Siglo XXI, Buenos Aires.
4. Koyre, Alexandre. Estudios Galileanos. Edit. Siglo XXI, México. – Shea. William R. La
revolución intelectual de Galileo. Edit. Ariel, Barcelona.
5. Kuhn, Thomas S. La estructura de las revoluciones científicas. Edit. Fondo de
Cultura Económica, México.
Hacking, Ian. Revoluciones científicas. Edit. Fondo de Cultura Económica, México.
6. Kuhn, Thomas S. La revolución copernicana. Edit. Ariel, Barcelona.
7. Bromowski, J. Ciencia y valores humanos. Edit. Lumen, Barcelona.
8. Bacon, Francis. Novum Organum. Edit. Losada, Buenos Aires.
9. Farrington, Benjamín. Francis Bacon: filósofo de la revolución intelectual. Edit.
Ayuso, Madrid.

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10. Clarke, Desmond M. La filosofía de la ciencia de Descartes. Edit. Alianza, Madrid.
Turro, Silvio. Descartes: del hermetismo a la nueva ciencia. Edit. Antropos,
Barcelona.
11. Descartes, Rene. Discurso del Método. Edit. Alfaguara, Madrid.

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