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Título: Cavilaciones acerca de la notificación por medios electrónicos


Autor: Quadri, Gabriel H.
Publicado en: SJA 01/10/2014, 01/10/2014, 25 -
Cita Online: AR/DOC/5466/2014
Sumario: I. A modo de inicio.— II. Brevísima introducción sobre las notificaciones procesales y su correlato
con la notificación por medios electrónicos.— III. Sintético esquema del SNE.— IV. Reflexiones: acuerdos,
desacuerdos e incertidumbres.— V. Conclusión
I. A MODO DE INICIO
Comenzaremos esta exposición presentando nuestras excusas al lector.
Atípica manera de encarar un trabajo, podrá decirse; pero la justificación está relacionada con los alcances
del presente.
Como bien lo sabemos, la Corte Suprema de Justicia de la Nación había fijado como hito temporal el del 1
de abril de 2014 para que, en principio (siempre que estuviera implementado el Sistema de Gestión Judicial en
el órgano respectivo), quedara instaurada la notificación electrónica de manera obligatoria para todas las causas
que se promuevan en todos los juzgados y tribunales de las Cámaras Nacionales y Federales (textual, art. 7º,
acordada 38/2014), lo que luego se postergó para el 15 de mayo (acordada 7/2014, Corte Sup.).
La implementación de la notificación por medios electrónicos, y con tal grado de extensión, es
indudablemente una cuestión de suma relevancia para el derecho procesal.
Por ello, puestos a investigar el tema, nos fueron surgiendo una serie de dudas e incertidumbres a su
respecto.
Y de allí las precoces excusas: seguramente este trabajo no clarifique acerca del funcionamiento global del
Sistema de Notificación Electrónica (en adelante SNE), ni sea un didáctico aporte en tal sentido (1); las
reflexiones que siguen apuntan, en cambio, a compartir nuestras perplejidades con el lector para, de ese modo,
efectuar algún aporte, explicitando ciertos aspectos de la cuestión que —según pensamos— se presentan como
problemáticos y merecedores de un análisis detenido. Aclaramos, finalmente, que el presente se circunscribe al
ámbito civil y comercial, donde resulta de aplicación el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación.
II. BREVÍSIMA INTRODUCCIÓN SOBRE LAS NOTIFICACIONES PROCESALES Y SU
CORRELATO CON LA NOTIFICACIÓN POR MEDIOS ELECTRÓNICOS
Las notificaciones procesales son, valga la redundancia, actos procesales; y, dentro de tal género, la
diferencia específica está dada por su esencia.
Se trata de actos de comunicación, entendiendo por tales a aquéllos dirigidos a notificar a las partes o a otras
autoridades los actos de decisión (2).
Apoyándonos en lo ya expuesto, y siguiendo a Palacio, podemos decir que las notificaciones son los actos
mediante los cuales se pone en conocimiento de las partes, o de terceros, el contenido de una resolución judicial
(3).

Sentado ello, cabe también enfatizar en que las notificaciones, como actos procesales de transmisión, atañen
al derecho de defensa en juicio (4); indudablemente, para el cabal ejercicio del derecho consagrado en el art. 18
de la Constitución Nacional es necesario que la parte conozca las diversas vicisitudes del procedimiento, no sólo
lo que decida el tribunal, sino también de aquellas cuestiones y planteamientos que vayan introduciendo los
otros sujetos procesales —y que por orden del órgano jurisdiccional, se bilateralicen (sistema de vistas y
traslados)—.
Aunque, en realidad, cabría aquí alguna precisión, pues si el derecho de defensa debe ejercerse de
conformidad con las leyes que reglamentan su ejercicio (concretamente, las leyes procesales), estas normas son
las que van a determinar también la mecánica de comunicación de los actos del proceso, gozando de validez en
la medida en que lo hagan razonablemente (art. 28, CN).
Queremos significar, de este modo y luego desarrollaremos la idea un poco más, que —desde nuestra
perspectiva— lo trascendente para considerar suficientemente resguardada la posibilidad de defensa no será,
siempre, que el justiciable conozca efectivamente los planteos que se formulen y decisiones que se adopten sino
que esté en (razonables) condiciones de hacerlo; así, por ejemplo, al lado de algunas notificaciones que la ley
pretende que se lleven a cabo con mayores dosis de seguridad y procurando que lo sean personalmente al
destinatario —v.gr., el traslado de demanda—, vemos otras en las cuales se contemplan variantes, dando por
producido el anoticiamiento aun sin la participación expresa del sujeto al cual se dirigen (notificaciones

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automáticas, entregas de cédula a personas diversas, fijación de los instrumentos en puertas de acceso,
notificaciones vía edictal, etc.).
Introducidos así en el tema, reflexionamos también en que la forma de llevar a cabo estos actos de
comunicación —como es lógico— no ha sido siempre la misma, sino que ha ido evolucionando a lo largo del
tiempo (5).
Es que si concebimos al proceso como un producto social, es evidente que, tarde o temprano, los cambios
que se vayan produciendo en el seno de la sociedad repercutirán en la forma en que se regule la discusión ante
sus órganos jurisdiccionales; no sería razonable que en una sociedad del siglo XXI, con sus propias
características, reclamos y necesidades, las controversias judiciales se siguieran dirimiendo, y tramitando, del
mismo modo que hace varios siglos atrás.
Ahora bien, retomando lo dicho al comienzo, tenemos que, básicamente, las notificaciones procesales
implican una forma de transmitir cierta información (el contenido de una resolución), en un contexto puntual (el
proceso judicial) y a una o más personas determinadas; y, en sintonía con ello, podemos decir también que es
conocida por todos la vertiginosa transformación que han sufrido las comunicaciones en las últimas décadas,
como fruto de los avances tecnológicos.
Lo que en otros tiempos fue el monopolio del contacto a distancia (la carta) ha caído en la más absoluta
obsolescencia —no creemos que, hoy en día, sean muchas las personas que gestionen sus comunicaciones por
vía postal (6) —, reemplazándosela por otras formas de contacto, que prácticamente absorben la totalidad de
nuestras comunicaciones: los medios electrónicos.
Decíamos hace un tiempo (7) que en los albores del tercer milenio parece haber llegado a su fin el reinado
del soporte papel.
Es que la incontenible evolución, tanto tecnológica como de demandas, del mundo actual coloca al operador
jurídico frente a una realidad desconocida, e impensable, hasta hace pocas décadas.
Se presentan, así, dos fenómenos: el de la desmaterialización y el de la despersonalización.
La doctrina nos explica ambos con singularidad claridad.
En el caso de la desmaterialización, ella implica sepultar la civilización del papel y presenta un aspecto
bifronte: el objeto de la transmisión (la información) es siempre inmaterial y, por otra parte, esta transmisión
tiende a operar sin fijación durable y casi sin incorporación a soporte material alguno.
En el caso de la despersonalización en las realidades negociales, observamos multitud de actos jurídicos que
ponen en contacto a un ser humano con instrumentos de las nuevas tecnologías de información (8).
El derecho, por su parte, tenía confundido hasta el presente el concepto de documento, con aquél expresado
sobre un soporte tradicional, el papel, escrito en grafía tradicional y suscripto por la firma autógrafa de quien
emite una declaración de voluntad.
Es decir que siempre se ha pensado, al reflexionar sobre la transmisión de información, en el documento
escrito.
Pero, día a día, asistimos a la incorporación de la comunicación electrónica a nuestras vidas, mediante la
digitalización de la voluntad de los sujetos intervinientes (el correlato de la manifestación ha sido transformado
en bits) (9).
Obviamente, y en pos de la seguridad jurídica, el derecho no puede ni debe permanecer ajeno a estos
profundos cambios (10).
La impresionante difusión en nuestra sociedad de las computadoras y de internet, con sus fantásticas
posibilidades para administrar información y como herramientas de comunicación, obligan a este giro (11).
Los nuevos soportes informáticos se han incorporado a los nuevos usos y costumbres, aprovechando la
multiplicidad y la celeridad de sus funciones (12).
Vemos a diario cómo la informática se ha ido involucrando en los diversos ámbitos de la cotidianeidad.
Sería, entonces, impensable que no se capitalizaran estas virtudes en el ámbito de la administración de
justicia: si tenemos que, hoy en día, dos personas situadas en los puntos más alejados del planeta pueden
contactarse en forma prácticamente instantánea y con un altísimo grado de seguridad, será muy difícil
convencer al consumidor del servicio de justicia (tan crítico, y cuestionador, de su eficacia, como también de su
consumo temporal) de que la comunicación entre dos puntos relativamente cercanos de la misma ciudad, o
distantes a pocos kilómetros, pueda tardar días, semanas o meses y hasta depender, en algunos casos, de que el
viento —o algún bromista— no se lleve un cedulón que, por esas razones del destino, hubiera terminado (con la
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anuencia del legislador, art. 141, in fine, CPCCN) adherido a la puerta de acceso del lugar que se hubiera
constituido como domicilio (y que circunstancialmente estuviera cerrado).
Es necesario ver los problemas de hoy (y de mañana) con ojos de hoy, no de ayer; tal como se lo ha
sostenido con gran elocuencia: no se puede acceder al siglo veintiuno con una justicia del siglo diecinueve (13).
Decíamos anteriormente que la informática ha avanzado sobre los distintos quehaceres de la vida humana, y
la administración de justicia no va a ser la excepción.
La doctrina se ha ocupado de señalar que uno de los pasos más importantes en procura de una mayor
efectividad procesal es la informatización de la administración de justicia (14) y que la incorporación de las
nuevas tecnologías al ámbito judicial es una necesidad imperiosa (15).
Agregándose, en el mismo sentido, que la informática judicial es parte fundamental del proceso de
modernización de la justicia con el objetivo de revertir la lentitud y morosidad en la resolución de los casos
judiciales (16).
Y señalándose, también, que una de las manifestaciones más patentes de la crisis de la justicia es la
obsolescencia de sus procedimientos y operaciones (17).
En tal contexto, y con relación a la modernización del servicio de justicia, surge la informática jurídica de
gestión, que —según ha explicado Hitters— se ocupa básicamente de la extensión de esta disciplina a la
administración de los centros de actividades jurídicas (juzgados o estudios), siendo una aplicación de la
ofimática a la gestión judicial (18).
La informatización permite acelerar los trámites del proceso, aliviando a los jueces y empleados de tareas
rutinarias (19).
De este modo, su uso es importante para permitir a quienes toman decisiones concentrarse en sus tareas
específicas (20).
No creemos que la esencia de la función jurisdiccional (la de decir el derecho) pueda reemplazarse por
máquinas, por mas evolucionadas que estas sean; pero sí creemos, paralelamente, que resulta imprescindible
que las máquinas vengan en asistencia del operador jurídico, relevándolo de todos los cometidos en los que
puedan asistirlo, para permitirle ocuparse de lo realmente trascendente e insustituible.
Frente a este panorama, el ámbito de los actos de comunicación parece perfecto para que entren en juego las
nuevas tecnologías.
Volvamos a su esencia: poner algo (la resolución judicial) en conocimiento de algún sujeto determinado.
Luego, si un sistema informático sabe (porque se le indica —en cada caso o una sola vez como regla a
utilizar para todos los supuestos idénticos—) qué es lo que debe comunicarse, a quién y de qué manera, podrá
ocuparse solo del resto; es una tarea por demás sencilla para las más básicas computadoras.
Aparecen, entonces, en escena las notificaciones por medios electrónicos.
El legislador se ha referido a ellas en el art. 1º de la ley 26.685, autorizando la utilización de comunicaciones
electrónicas y domicilios electrónicos constituidos en todos los procesos judiciales y administrativos que se
tramitan ante el Poder Judicial de la Nación.
Yendo en busca de un concepto, la doctrina se ha ocupado de señalar que las notificaciones electrónicas son
aquellas comunicaciones que emiten la Administración Pública y privada utilizando medios electrónicos y
telemáticos, tales como el internet y el correo electrónico (21).
Mas puntualmente, se ha dicho que las notificaciones electrónicas son una especie dentro del género de las
notificaciones procesales; que cuando hablamos de "notificaciones electrónicas" o "notificaciones por medios
electrónicos" no dejamos de hablar de actos procesales de comunicación por medio de los cuales se anoticia a
las partes o a terceros sobre el contenido de una determinada resolución judicial, indicando que la particularidad
de las notificaciones electrónicas —a diferencia de su pariente más cercano: la cédula— es que su creación,
transmisión y recepción no se realiza a través de una pieza impresa en papel que se diligencia por un funcionario
público en un domicilio físico, sino que es un documento digital que se crea y se comunica a través de módulos
o programas informáticos administrados por el Poder Judicial (22).
Coincidimos, en lo medular, con estas ideas: las notificaciones electrónicas son una especie dentro del
género de las notificaciones procesales, son actos de comunicación cuya particularidad radica —y aquí la
pequeña divergencia— en que ellas no se llevan a cabo a través de soporte papel, sino por medio de documentos
digitales (en la concepción del art. 6º de la ley 25.506).
¿Por qué la leve divergencia conceptual?
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Porque no creemos, como luego vamos a explicarlo, que la única manera de llevar a cabo las notificaciones
electrónicas sea mediante su transmisión y recepción, es decir, asimilándolas a la cédula en soporte papel, sino
que es posible una suerte de "notificación electrónica automática", con los alcances que más adelante vamos a
explicitar.
Expuestas, así, unas primeras nociones sobre el tema de las notificaciones por medios electrónicos, no
queremos continuar sin hacer alguna otra referencia que nos parece importante.
Hablábamos, anteriormente, sobre los sistemas de gestión judicial, los que son definidos por la doctrina
como aquellos que gestionan todo el trámite procesal de un expediente (23) .
Es que, hoy en día, los documentos pueden procesarse, almacenarse y archivarse mediante sistemas
automatizados (24).
En el ámbito nacional, tenemos en tal sentido el Sistema de Gestión Judicial (en adelante SGJ), emparentado
directamente —como ya lo veremos— con la cuestión de las notificaciones por medios electrónicos.
Asimismo, estos sistemas de gestión se correlacionan con otra trascendente cuestión: el expediente digital.
La ley 26.685, en su art. 1º, también autoriza su utilización.
Dice al respecto la doctrina que con el uso de las nuevas tecnologías se deben rediseñar los procesos
judiciales, pasando a un sistema cuyo soporte sea el digital, que permita la consulta y gestión completa de
expedientes digitalizados, alcanzando el ideal del despacho judicial "sin papeles"(25) y que un Poder Judicial
verdaderamente informatizado deberá pasar completamente del sistema actual, basado en papel y el
procesamiento manual de las causas, a un sistema cuyo soporte principal sea digital, permitiendo la consulta y la
gestión completa de expedientes digitalizados (26).
Según han expuesto nuestros autores, se debería lograr que todos los actos procesales y resoluciones
judiciales que conforman el proceso civil puedan realizarse electrónicamente o transformarse en documentos
judiciales electrónicos, cualquiera sea la forma (oral o escrita) o el soporte en el que originalmente se hayan
tramitado (27).
Molina Quiroga ha sido muy explicativo acerca del punto, al señalar que un expediente es una recopilación
de antecedentes, actuaciones, interpretaciones y documentos que informan acerca de la evolución de un asunto o
proceso, pretendiendo garantizar que la información que ha sido incluida no pueda ser alterada en ningún
sentido, permitiéndose únicamente el ingreso de nueva información al final del expediente.
Añadiendo a ello que al hablar de "expediente digital" podemos referirnos en sentido estricto a un conjunto
sistematizado de actuaciones, peticiones y resoluciones, referidas a una pretensión efectuada ante un organismo
administrativo o judicial, en el que la información se registra en soportes electrónicos, ópticos o equivalentes, y
es recuperable mediante los programas y el equipamiento adecuados, para poder ser comprendido por los
agentes del sistema (magistrados, funcionarios, agentes, letrados, peritos, litigantes en general).
Agregando que, en comparación con el expediente físico, un expediente digital es una colección de
documentos digitales, dispuestos en un orden preestablecido (es común que sea en el orden en que fueron
ingresados) y garantizando que ninguna parte o la totalidad de alguno de esos documentos pueda ser alterada,
eliminada o añadida (28).
Aparece clara, entonces, la íntima conexión que media entre el expediente digital (como continente global) y
las notificaciones por medios electrónicos.
Es más (y quizás nos estemos adelantando algo en la exposición), creemos que las notificaciones por medios
electrónicos son un subsistema propio del expediente digital, operando juntamente con otros subsistemas:
presentaciones electrónicas, videofilmación de las audiencias, comunicación electrónica con otros organismos y
almacenamiento y resguardo digital de las resoluciones trascendentes.
Dicho todo esto, podemos continuar con la exposición.
III. SINTÉTICO ESQUEMA DEL SNE
Trataremos de exponer, muy concisamente, cómo funciona el SNE, valiéndonos —al efecto— de las muy
claras ideas que, antes de que escribiéramos estas líneas, han expuesto otros autores en publicaciones
especializadas.
Su implementación comenzó con la acordada 31/2011 de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, cuyos
alcances se fueron ampliando sucesivamente (acordadas 3 —interposición de recurso de queja por denegación
de recurso extraordinario, resuelta por tribunales del Poder Judicial de la Nación con asiento en la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires y recurso extraordinario federal— y 29/2012 —interposición de recurso de queja

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por denegación de recurso extraordinario resuelto por tribunales del Poder Judicial de la Nación con asiento en
las provincias—, 35 —recursos ordinarios, recursos de queja, denuncias por retardo o denegación de justicia y
presentaciones varias— y 36/2013 —causas radicadas ante la jurisdicción prevista en el art. 117 de la
Constitución Nacional—), hasta la generalización dispuesta por acordada 38/2013, a todo el Poder Judicial de la
Nación (arts. 1º, 7º y 8º), en la medida en que esté implementado el Sistema de Gestión Judicial, sumando a ello
la acordada 43/2013, referente a los recurso de queja promovidos directamente ante la Corte y que reconozcan
origen en los Tribunales Superiores de provincia o Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
¿En qué consiste esta forma de comunicación?
Pues bien, como primera pauta debemos tener en cuenta que esta modalidad ha sido pensada como
sucedánea de la notificación por cédula (29).
El Sistema de Notificaciones por Medios Electrónicos (SNE) es un módulo web al que se accede desde
internet y que funciona las 24 horas de los 365 días del año.
No es un programa que el usuario deba instalar en su computadora, sino una plataforma que funciona online,
para cuyo uso no es necesario que el usuario tenga firma digital, siendo la única vía prevista para recibir o
enviar notificaciones electrónicas (art. 2º, acordada 31/2011) (30).
¿Quiénes intervienen en el funcionamiento del sistema?
Se prevé la existencia de "usuarios internos" (funcionarios y empleados de las dependencias del tribunal) y
los "usuarios externos" (art. 5º, acordada 31/2011).
Nos interesa, por ahora, este último sujeto.
El "usuario externo" (no abundemos más por el momento acerca de a quién tendremos por tal) realiza un
trámite para su inclusión en el sistema, que tiene dos pasos: uno vía web y otro presencial (art. 6º y Anexo I,
acordada 31/2011) (31).
Como resultado de estas dos operaciones (primero por internet y luego personalmente para validar los datos
ingresados), se creará una cuenta de usuario, la cual hace las veces de "domicilio electrónico"(32), que —a su
vez— será el CUIT o CUIL del usuario (33).
Pero esto solamente genera, o crea, el domicilio electrónico; posteriormente será indispensable constituirlo
en la causa de la que se trate (34) para que tenga efectos a su respecto.
Permitiéndonos una analogía con el sistema escriturario en soporte papel: la creación de la cuenta del
usuario (los dos pasos) implicaría ir hasta la empresa que gestiona los domicilios constituidos y contratar un
casillero, ya lo tenemos (por cierto, podrá utilizarse en múltiples causas); luego será menester presentarse en el
expediente respectivo y decir "constituyo aquí mi domicilio".
La constitución de domicilio electrónico implica, entonces, denunciar como tal en la causa el CUIT/CUIL
registrado y validado (35).
Debe quedar en claro, de este modo, que el domicilio electrónico no es una dirección de correo electrónico
(36) ni debe confundirse con el mail que ya se posee (37).
Sigamos con la exposición.
Nos explica Toribio Sosa, muy claramente, que el SNE, a través del SGJ, no notifica a través del envío de
correo electrónico, es decir, no alcanza o arrima la información al usuario externo: es el usuario externo quien
debe ir en búsqueda de la información.
El SNE a través del SGJ "funciona como" si depositara en un repositorio virtual del "usuario externo" las
resoluciones correspondientes a sus causas y como si sólo permitiera ingresar en ese espacio a ese "usuario
externo" para tomar efectivo conocimiento de ellas.
La cédula de notificación electrónica nunca "viaja", nunca se desplaza de su lugar de origen, a diferencia de
como sucede con la tradicional cédula/papel.
La cédula de notificación electrónica nunca sale del Poder Judicial, pues nace y queda en el SGJ, al cual
debe acceder el "usuario externo" para su consulta, utilizando su CUIL/CUIT y su contraseña personal.
Agregando que lo que sí está previsto que haga el SNE es enviar un correo electrónico "de cortesía" —un
aviso—, alertando sobre la colocación de cada nueva cédula electrónica en el domicilio electrónico constituido
por el usuario externo. Pero advirtiendo paralelamente que no se puede confiar en la recepción de ese correo
electrónico "de cortesía", toda vez que no es seguro que efectivamente siempre vaya a llegar (38).
En definitiva, y recapitulando, cuando se cursa una notificación por medio del SNE, ella ingresa en la cuenta

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del usuario registrado en un momento determinado.


Y será responsabilidad del usuario registrado entrar al sistema (en realidad, a su cuenta) para corroborar, con
periodicidad, las notificaciones que pueden haber ingresado en ella.
Esto es muy importante, pues la notificación se considera efectuada cuando esté ésta disponible en la cuenta
de destino (art. 4º, acordada 31/2011), con total independencia del momento en que el usuario la lea (si es que
acaso lo hace) (39).
Al margen de lo cual, y como antes lo indicábamos, el domicilio electrónico puede vinculase con una
dirección de mail (clásico, cualquiera que se tenga), para que llegue el aviso de cortesía (40), pero recalcamos
—una vez más— que este aviso de cortesía no es la notificación (41), sino sólo una comunicación informal, para
facilitar la tarea, que funciona a modo de "aviso" para que el usuario de la cuenta sepa que ha recibido una
notificación electrónica (42).
Hablamos, hasta aquí, de la recepción (luego volveremos sobre el tema y la forma de computar los plazos
procesales).
En cuanto a la emisión, diremos —por ahora— que en el sistema implementado por la acordada 38/2013, las
notificaciones por medios electrónicos podrán ser remitidas tanto por el tribunal (usuarios internos) como por
las partes (novedad que se incorpora con la acordada 38, citada).
¿Y cómo se cursan éstas?
Pues a través del respectivo módulo del SGJ (art. 2º, acordada 38/2013).
Con todo, la doctrina se ha ocupado de señalar la necesidad de regular con algo más de precisión los
aspectos vinculados a las notificaciones electrónicas confeccionadas y remitidas por las partes, máxime que en
este procedimiento no existe una actividad de control o confronte por parte del órgano judicial (art. 2º de la
acordada 38/2013). Indicando que la regulación de la Corte nada dice sobre el tema y la interacción con el SNE
deja algunas dudas. Por ejemplo, cabe preguntarse cuál es la utilidad del campo de "texto" que permite
completar libremente el sistema antes de remitir la comunicación; o si el efecto notificatorio se produce con la
sola selección que el usuario remitente hace de los despachos a notificar o si su contenido debe, además,
transcribirse en esa opción el texto de la cédula (43).
Por otro lado, el sistema no contempla en ningún momento la utilización de firma digital.
Recapitulando todo lo dicho: el SNE requiere que el usuario externo se registre (obteniendo así la cuenta de
usuario) y luego constituya el domicilio electrónico obtenido en el, o los, expedientes de que se trate; allí se
depositarán las notificaciones electrónicas que se cursen por medio del SGJ tanto por el tribunal (de oficio)
—usuarios internos— como por los demás sujetos intervinientes en el proceso —usuarios externos—; siendo
carga (imperativo del propio interés) del usuario titular del domicilio electrónico ingresar periódicamente a su
cuenta en orden a corroborar si ha recibido notificaciones de este tipo, sin perjuicio de existir —también— la
posibilidad de que el sistema envíe un aviso informal (mail de cortesía), que se limitará a comunicarle que ha
recibido una notificación en su cuenta (sin extenderse acerca del contenido de ella).
Por otro lado, y en cuanto a las notificaciones que se encuentran comprendidas en el sistema, la doctrina ha
resaltado que el art. 4º de la acordada 31/2011 establece que el SNE será utilizado para notificar todas las
providencias, resoluciones y sentencias que deban practicarse personalmente o por cédula. Agregando que esta
norma debe integrarse necesariamente con un pasaje de los considerandos de la acordada 31/2011, en la cual se
dijo que "la Corte Suprema procederá a reglamentar el uso del domicilio electrónico constituido (...) de
conformidad con lo dispuesto en el art. 135 y concordante del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación,
con excepción de aquellas notificaciones que por su naturaleza deban diligenciarse en el domicilio real y la
notificación de los traslados de demanda, reconvención y citación de personas extrañas al juicio" (párrafo
tercero de las consideraciones previas a la acordada).
E indicando que se ignora por qué este fragmento de los considerandos no fue volcado también al texto
expreso del art. 4º de la acordada 31/2011; no obstante, se dice, su aplicación resulta incuestionable a poco que
se repara en la imposibilidad de utilizar el SNE para notificar resoluciones que por su contenido y naturaleza
deben estar dirigidas al domicilio real del justiciable.
Así entendida la cuestión, la reglamentación ha previsto el uso de la notificación electrónica como un
reemplazo de la cédula de papel diligenciada en persona en el domicilio constituido, pero no reemplaza a la
cédula dirigida al domicilio real de la parte o de terceros extraños al proceso (44).
En tal sentido, si bien la acordada 31/2011 no lo dice y tampoco la acordada 38/2013, tenemos como guía
interpretativa el art. 5º de la acordada 36/2013, el cual establece "que no se comunicarán por la vía antedicha,

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sino por cualquiera de las previstas en los arts. 135 y 136 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, o
por oficio, las providencias, resoluciones o sentencias que el tribunal o la secretaría expresamente dispongan.
Tampoco se realizarán por esa vía aquellas notificaciones que por su naturaleza deban diligenciarse en el
domicilio real, la notificación de los traslados de demanda y la reconvención, ni la citación de personas extrañas
al juicio", con lo cual, si ello es de aplicación para los expedientes que tramitan ante la Corte Suprema en forma
originaria, el mismo temperamento debería adoptarse para los que así tramitan por ante los tribunales inferiores.
IV. REFLEXIONES: ACUERDOS, DESACUERDOS E INCERTIDUMBRES
a) Los tiempos del proceso y las notificaciones judiciales
Hemos escrito algo ya, anteriormente, acerca de la importancia capital del factor tiempo en el proceso, para
predicar la efectividad de la tutela dispensada por medio de él (45).
Por otro lado, hace bastante tiempo que la doctrina viene remarcando la negativa incidencia del trámite de
las notificaciones en el avance de los procedimientos.
En un trabajo que ya cumple casi dos décadas se calculó, para un proceso ordinario completo, un plazo de
más de cuatrocientos días como aquel que insumirían las notificaciones procesales, incluso con posibilidad de
agravamiento (46).
Y la situación se mantiene; bien lo dice Camps en un trabajo muy reciente: dentro de los tiempos totales de
un proceso, una gran porción la ocupan los actos procesales de comunicación (47), lo cual no parece muy
razonable.
En tal contexto, un sistema más ágil, como el de las notificaciones electrónicas, redundará indudablemente
en una mejora del servicio (48).
Según se ha expresado, las notificaciones electrónicas son un medio de acotar los tiempos muertos del
proceso (49).
Su incorporación es, entonces, encomiable y merece ser resaltada (50).
Aunque, en realidad, no debemos pensar que estamos ante algo tan novedoso: estamos en el año 2014 y ya
desde 1993 (sí, más de 20 años atrás) en doctrina, y en experiencias piloto, se venía delineando esta posibilidad
de utilización de los medios informáticos, aun cuando ellos no tenían el avance que hoy se registra (51).
Lenta (muy lenta), entonces, ha sido esta implementación, que aún no culmina, en un mundo que —afuera
del proceso— corre a un ritmo cada vez más vertiginoso (y no sólo en la comunicación y actividades triviales,
sino en muchos aspectos "formales" del desarrollo humano).
Algo así ha advertido Camps: la informatización del Poder Judicial lleva ya varios años de implementación
y, en general, no se han concluido los trabajos que permitan a todos los operadores del sistema contar con los
avances técnicos que ofrece el estado actual de esta disciplina funcionando en plenitud (52).
Hacemos nuestra esta idea pues, como más adelante seguiremos exponiéndolo, la incorporación de la
notificación por medios electrónicos no será cambio tan eficaz si paralelamente no se avanza —en firme—
hacia la digitalización total de los expedientes judiciales.
Quizás tras estas incorporaciones tan "paulatinas" no subyazca más que el temor y recelo que, naturalmente,
pueden generar las nuevas implementaciones y las modernas tecnologías en un ámbito tan poco propenso al
cambio, como lo es nuestro proceso judicial; quizás, también, jueguen cuestiones presupuestarias: muchas veces
la declamación, desde los variados sitios del poder, de que se pretende un Poder Judicial mejor no va
acompañada de las condignas medidas en el mismo sentido (presupuestarias, selección de personal, etc.).
Y por más que resaltemos la importancia de esta incorporación de las nuevas tecnologías, no debemos creer
que se trate de ningún mérito, ni proeza. Nada de eso. Se trata solamente del cumplimiento de un deber del
Estado, de su obligación de diseñar procedimientos judiciales efectivos; es, en realidad, un Estado cumpliendo
(tarde, lentamente —y en forma algo desprolija—) con uno de sus (tantos) deberes postergados. Estamos
entonces legitimados a exigirlo, a reclamar que se lo haga correctamente, en forma eficiente y de una vez por
todas.
b) Otras ventajas de la notificación por medios electrónicos. Resistencias
Además del factor tiempo en el avance del proceso, creemos que un sistema de notificaciones por medios
electrónicos puede aparejar muchos otros efectos favorables.
Por un lado, la reducción de los costos del proceso, no sólo en elementos materiales (papel, tinta, etc.), sino
también permitiendo una más eficiente asignación de labores al personal encargado de las notificaciones, para
aquellos casos en que ellas no deban efectuarse electrónicamente. Es decir, puede ser útil para liberar —y
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reasignar— más eficientemente muchos recursos humanos que hoy están al servicio de este tipo de trámites.
La reducción del uso de papel implicará un temperamento ecológicamente más valioso (art. 48, ley 25.506);
también la disminución del volumen de los expedientes, una mejor utilización de los espacios físicos en los que
funcionan los tribunales (53).
Por otra parte, la doctrina se ha ocupado de resaltar la seguridad de los servicios de la notificación
electrónica, indicando que la simplificación del procedimiento de notificación no va a encontrar en su camino
los habituales casos de notificaciones incompletas, fijación de cédulas en la puerta de accesos a domicilios, la
pérdida de ellas y, en general, los cambios de domicilio no notificados, errores en la dirección, la falta de chapa
numérica identificadora, que constituyen la mayoría de supuestos en los que aquéllas deben ser reiteradas (54).
Otros autores también han puesto énfasis en la mayor seguridad de la notificación electrónica respecto de
aquéllas realizadas por cédula (55).
Hace pocos días, en el ámbito de la justicia bonaerense, se planteó la nulidad de una notificación por cédula
que —según había informado el oficial— había quedado adherida a la puerta de acceso, por encontrarse el
domicilio constituido cerrado; el planteo fue repelido, argumentando que tal proceder era el legalmente previsto
por el Código Procesal y al no haberse intentado siquiera demostrar qué es lo que había acontecido con la
cédula, no obstante lo cual el tribunal se ocupó de señalar que es posible que una cédula fijada a la puerta de
acceso por el notificador se sustraiga voluntariamente o se suelte, agregando —en tal sentido— que, una vez
que se implementen, ostentarán mucha mayor seguridad los mecanismos de notificación electrónicos (56).
Nosotros pensamos que los mecanismos electrónicos pueden resguardar, en muchos casos, de manera más
efectiva el derecho de defensa de las partes; así, por ejemplo, ¿cómo redargüir de falsedad, por ejemplo, un
informe del notificador que dice haber dejado la cédula en nuestro constituido, cuando ello no fue así?
Ímproba tarea, casi imposible diríamos, incluso si tenemos en cuenta que ni siquiera podríamos valernos, en
toda su extensión, de la declaración del propio funcionario interviniente (art. 992, CCiv.).
¿Cómo resolver el antedicho problema de la cédula "voladora"?
Lo mismo.
Mientras tanto, si se utilizan procedimientos y estándares adecuados, la información digital puede
permanecer almacenada en los servidores y así tener acceso a ella misma para capitalizarla en cualquier planteo
que las partes quisieran introducir a su respecto y dictar, en tal contexto, la solución que se muestre más
razonable y respetuosa del derecho de defensa en juicio.
No en vano, por ejemplo, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha sabido acoger planteos de
revocatoria de sus propias resoluciones cuando, a causa de errores informáticos (imprecisiones en las fechas),
fue equivocada la información que se les brindó a las partes en la Mesa de Entradas acerca de la tramitación del
expediente (57); lo mismo han hecho las Cámaras Nacionales cuando, ante la disimilitud de fechas de un
proveído o resolución entre el soporte papel y el sistema informático por un error de transcripción en la página
web, se le otorgó validez a la fecha posterior (que era la publicada en internet), para juzgar temporalmente
admisible un recurso que hubiese resultado extemporáneo, de estar al régimen legal vigente en materia de
notificaciones automáticas o "ministerio legis" (58); incluso se ha dado prevalencia a la información que el
justiciable pudo obtener vía internet, cuando la resolución a la que así accedió es diversa de la existente en el
expediente, argumentando que la parte pudo razonablemente confiar en aquella información (59).
Por cierto que balanceando estas ventajas, habrá resistencias.
La doctrina se ha ocupado de señalar —hace ya un tiempo— que falta, en nuestro medio, una generalizada
cultura informática entre los profesionales del derecho, tanto en el caso de los abogados particulares como de
los operadores del servicio de justicia (60).
Con todo, también se ha dicho que las dificultades y desconfianzas que podemos plantearnos frente a las
comunicaciones electrónicas y su posibilidad de regulación eficiente no pueden ser muy distintas a las que
antaño se presentaron en la época de regulación del procedimiento judicial (61).
La tecnología es parte de nuestra vida en sociedad, de nuestro mundo, de la cotidianeidad, y —como tal—
debemos sacar de ella el mayor provecho posible, para —de este modo—, delegando en las máquinas las tareas
delegables, maximizar el potencial humano en las faenas que no lo son.
Otra posible objeción es la cuestión del acceso a la web.
Al respecto se ha reconocido que la mayoría de las personas que participan en actividades en línea, ya sea
desde su propia computadora o por tener un buen acceso al sistema desde otros dispositivos, poseen

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conocimientos suficientes como para operar en ella (62).


Y, por otro lado, es importante la existencia de salas de profesionales debidamente modernizadas con
tecnología adecuada para prestar el servicio a los matriculados (63).
Con todo, tampoco hay que ser demasiado optimistas; todo funcionará bien, valga la redundancia, en la
medida en que funcione.
No olvide el lector nuestro último mes de diciembre —2013—, cuando todos estuvimos pendientes de la
temperatura pues, al traspasar cierta marca, podía colapsar el sistema (lo propio parece estar sucediendo
—ahora— en los días invernales más fríos, ante el auge de la calefacción eléctrica); o los ya conocidos hechos
que dieron lugar al fallo "Ángel Estrada"(64); o la sobreexpansión de ciertos proveedores de internet que
amplían su universo de clientes y luego no consiguen darle un servicio adecuado (65).
Pero, en definitiva, serán situaciones coyunturales que de ninguna manera deberían empañar el progreso
tecnológico y la necesidad de progreso de la forma de administrar justicia.
c) Luego de las ventajas, nuestra crítica fundamental
La primer divergencia que quisiéramos dejar explicitada está en los cimientos mismos de la
implementación.
Veamos.
Allí por el año 2011, el Congreso Nacional sanciona la ley 26.685, que contiene sólo dos artículos.
En el primero se autoriza la utilización de expedientes electrónicos, documentos electrónicos, firmas
electrónicas, firmas digitales, comunicaciones electrónicas y domicilios electrónicos constituidos, en todos los
procesos judiciales y administrativos que se tramitan ante el Poder Judicial de la Nación, con idéntica eficacia
jurídica y valor probatorio que sus equivalentes convencionales; en el segundo, se dispone que la Corte
Suprema de Justicia de la Nación y el Consejo de la Magistratura de la Nación, de manera conjunta,
reglamentarán su utilización y dispondrán su gradual implementación.
Vamos a detenernos aquí para recordar algunos conceptos elementales de derecho procesal.
Nos enseñaba Bidart Campos que, siendo el derecho a la jurisdicción correlativo de la obligación que tiene
el Estado de prestar su función de administrar justicia, para que aquel derecho y esta función se satisfagan, el
Estado debe —entre otras cosas— dictar las normas de procedimiento (66).
Anotaba Podetti, al respecto, que el principio de formalismo tiene raíz constitucional, pues tiende a
garantizar la defensa en juicio de las personas y de los derechos.
Apuntando que, en un régimen de legalidad como el nuestro, la función jurisdiccional del Estado y el
ejercicio de las facultades que integran la acción requieren un molde preestablecido, que se ajuste a la garantía
constitucional, molde que constituye un prius de aquellas actividades en sentido concreto y específico; y este
molde está dado por las leyes procesales que estatuyen determinadas formas, que no pueden ser omitidas en
cuanto resguardan la garantía de la defensa en juicio de la persona y de los derechos, y que pueden ser
consideradas como el antemural de la arbitrariedad del individuo o del Estado y como un elemento básico de la
libertad civil, procurando la seguridad jurídica (67).
Según Couture, el régimen del proceso sólo puede ser instruido por la ley, la que concederá o negará
poderes y facultades dentro de las bases establecidas en la Constitución, trasladándose el espíritu de ésta a
aquélla, que debe inspirarse en las valoraciones establecidas por el constituyente (68).
Mediante la estructuración legal del proceso, el justiciable obtiene certeza respecto de las normas que
regirán el debate. El proceso se torna, así, previsible para las partes.
En palabras de Carnelutti: "la ventaja de la regulación formal de los actos consiste en hacer saber por
anticipado a los ciudadanos lo que tienen o lo que no tienen que hacer"(69).
Es decir que el justiciable que ocurre por ante el órgano judicial en defensa de su derecho sabe de antemano
cuáles serán las reglas de juego a las que deberá adecuar su accionar en el decurso del procedimiento para la
defensa de su derecho.
Se disminuyen así, en grado sumo, las posibilidades de que el justiciable quede sometido a la arbitrariedad
del órgano jurisdiccional en la conducción del proceso: la ley establece expresamente las reglas del debate y de
ellas no puede —en principio— apartarse el órgano judicial (70).
De tal modo, el legislador infraconstitucional reglamenta el derecho de defensa en juicio consagrado por el
art. 18 de la Constitución Nacional, estableciendo con precisión la forma de ejercerlo.

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Y es claro que mal podrá hablarse de inviolabilidad de la defensa en juicio si el justiciable no tiene certeza
—previsibilidad— del modo en que deberá ejercer tal derecho.
Bien explicó Calamandrei que no existirá certeza sino cuando sea cierto que, en caso de inobservancia del
derecho, será puesta en práctica la garantía jurisdiccional para hacerlo observar, y que —a su vez— esta certeza
no existirá si el individuo que pide justicia no supiera exactamente cuáles son los actos que debe realizar para
obtenerla, cuáles son las vías que debe recorrer para llegar al juez, para hacerse escuchar por él y para obtener
en concreto aquella garantía jurisdiccional que la norma en abstracto promete.
De ello deduce el autor que las reglas del procedimiento son una especie de metodología fijada por la ley
para servir de guía a quien quiera pedir justicia, el manual del litigante que le enseña cómo se debe comportar
con el juez para ser escuchado por éste, concluyendo entonces que las formas procesales aseguran el respeto al
contradictorio y la igualdad de las partes, siendo una preciosa garantía de los derechos y las libertades
individuales (71).
Hay más: no sólo hace al resguardo de la defensa en juicio que el justiciable tenga certeza de qué reglas
regirán su accionar en el proceso, sino que también debe tener conocimiento de qué normas regirán el accionar
de su eventual contendiente.
Sólo así podrá el justiciable comprobar si el órgano jurisdiccional se conduce en forma imparcial e
imparcial.
En sentido conexo afirma la doctrina que la presencia de formas en el proceso es garantía de justicia y de
igualdad en la defensa (72).
Así, se habla en el ámbito del proceso civil del principio de legalidad de las formas.
Ahora bien, volviendo al tema, ocurre que —en cuanto a las notificaciones por medios electrónicos— su
recepción en el ámbito del CPCCN se ha dado de un modo harto singular.
Es que, en lugar de modificarse el Código Procesal —como se lo ha hecho en varias provincias (73) —, el
legislador ha acordado una ambigua "autorización".
Con esto queremos significar que, si era intención del legislador nacional que se implementaran
determinados avances en materia procedimental, debió haber modificado los Códigos respectivos, sentando
—aunque más no fuera— las bases al respecto y dejando, si se quería, los aspectos menores y operativos
supeditados a la (más maleable) reglamentación que al efecto se estableciera.
O, como mucho, modificar el Código y dejar establecido en su mismo cuerpo, aunque fuera brevemente, la
posibilidad de implementar la notificación por medios electrónicos (74).
Pero no.
El Código Procesal fue dejado tal cual estaba y se otorgó esta "autorización", disponiendo, seguidamente,
que la Corte Suprema y el Consejo de la Magistratura debían implementar estos nuevos mecanismos.
La doctrina lo ha señalado: el régimen se instala sin afectación de la normativa procesal vigente (75).
Así entonces, veremos que el Código Procesal aparece reglamentando detenidamente las diversas formas de
notificación (arts. 133 y siguientes, CPCCN), pero esta regulación fue objeto de una sustancial mutación
operada por vía reglamentaria; por cierto, en los "Considerandos" de la acordada 31/2011 la Corte Suprema
pone de resalto la existencia de esta autorización y procede en consecuencia.
Somos de la idea de que un Código es, o debería ser, un sistema, donde todos sus elementos aparecen
armónicamente interrelacionados, previendo y haciéndose cargo de las diversas variantes y situaciones que
pueden presentarse a lo largo de la vida de un proceso.
Por ello, cualquier incorporación —para asegurar su correcta operatividad— debería efectuarse siempre con
una visión global.
O, dicho de otro modo, sopesar cómo opera el cambio dentro de todo el sistema; analizar, ponderar, corregir,
retocar e incluso eliminar todo cuanto resulte menester.
Se trata, en definitiva, de la regulación de procedimientos estatales, aspecto en el cual debería exigirse la
mayor claridad y prolijidad, evitándose paralelamente la improvisación y el apresuramiento.
E, incluso, con claridad, permitiéndole al operador jurídico, y también al ciudadano (consumidor del
servicio de justicia), conocer cuál es la ley que rige determinada cuestión (ver, en tal sentido, la iniciativa del
Digesto Judicial).
En suma, tenemos un Código Procesal que regula (como debe ser) la cuestión de las notificaciones

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procesales e, independientemente, una ley que otorga a la Corte Suprema y al Consejo de la Magistratura la
"autorización" para poner en funcionamiento un sistema de notificaciones por medios electrónicos que, a no
dudarlo, trastocará la regulación que en tal sentido contiene la ley.
Algo similar se cuestionó hace un tiempo la doctrina al analizar el sistema mendocino, interrogándose si las
normas legislativas que imponen la notificación electrónica habrán dado una remisión en blanco al Poder
Judicial para que disponga sobre los temas más variados (plazos, formas, responsabilidades, etc.) e, incluso,
preguntándose por dónde pasa, aquí, el límite entre lo legislativo y lo reglamentario (76).
Por otro lado, parecería que la cuestión no se soluciona con la "equiparación" que efectúa la parte final del
art. 1º de la ley 26.685 ("con idéntica eficacia jurídica y valor probatorio que sus equivalentes convencionales").
Esta equiparación podría justificarse, por ejemplo, si se tratara de documentos.
Un documento es una cosa (77); de ahí que la ley pueda determinar su eficacia jurídica y valor probatorio,
equiparando los de una clase (documento electrónico) con los de otra (documento digital).
Pero esto no es tan así si se trata de actos de comunicación; aquí estamos ante actos procesales, complejos,
cuyo desarrollo debe estar precisamente reglamentado; se trata de una actividad, no de una cosa.
La actividad necesita reglas para llevarse a cabo; la cosa no, se limita a existir.
Así, por ejemplo, si se trata de cédulas, se disciplina en la ley procesal vigente su contenido (art. 136,
CPCCN) y la forma de diligenciamiento (arts. 138 a 141, CPCCN), pero —asimismo— esta preceptiva aparece
interrelacionada, sistémicamente, con muchos otros artículos del Código (por ejemplo, la constitución de
domicilio, el cómputo de los plazos, la necesidad de contar con copia de determinados elementos, etc.).
Con lo cual no parece suficiente que se consagre tal "equivalencia" cuando, como es obvio, una notificación
por medios electrónicos no podrá diligenciarse de la misma manera que una cédula, por más que el documento
en sí (cédula "electrónica" y "cédula" en soporte papel) se consagren legalmente como equivalentes.
Otros autores han advertido la ausencia de reforma por parte de la ley 26.685 al Código Procesal, pero
indicando que en ella —aun cuando no se hubieran introducido modificaciones al CPCCN— se cubre cualquier
planteo en orden al principio de legalidad de las formas (78).
Compartimos este último aspecto; desde el ángulo de la legalidad de las formas, en principio, no parece que
puedan formularse objeciones, desde que ha sido el mismo legislador quien ha retrocedido, dando paso a la
intervención de otros órganos estatales en el abordaje del tema.
Pero, al menos a nuestro juicio, ello no quiere decir que el proceder legislativo haya sido dogmáticamente
correcto, trasladando su rol prístino a otros poderes constituidos, aun cuando la derivación se haya hecho bajo el
título de "reglamentación".
Más aún cuando, para llevar a cabo esta "reglamentación", quizás sea necesario retocar, modificar o
suprimir, determinados aspectos del Código Procesal y quien reciba la delegación no se encuentre en
condiciones de hacerlo.
Pedimos nuestras disculpas a quien pueda no compartir esto, pero nosotros creemos que ha sido un proceder
bastante poco prolijo.
Podemos traer a colación, en el punto, el ejemplo de la casación bonaerense, donde ha acontecido
justamente lo contrario de lo que sucede a nivel nacional.
Allí, la Suprema Corte de Justicia fue avanzando, paulatinamente, en la realización de pruebas piloto
vinculadas con la notificación por medios electrónicos pero, paralelamente, envió a la legislatura un proyecto de
reforma del Código Procesal (acordada 3399 del 5/11/2008); y, al cabo de un tiempo, el Código Procesal
provincial terminó reformándose en diversos aspectos (ley 14.142).
Regresemos, ahora, al ámbito nacional.
Tal como lo hemos dicho ya, y como consecuencia de lo establecido por la ley 26.685, la Corte Suprema se
ha ocupado de la reglamentación mediante diversas acordadas (en realidad, no le quedaba otra opción, ante el
mandato del legislador en el art. 2º de dicha ley); un sector de la doctrina se ha ocupado de destacar,
acertadamente, la falta de intervención formal del Consejo de la Magistratura (79), observación que
compartimos.
Así detalladas nuestras primeras —y viscerales— objeciones, vinculadas con la forma en que la cuestión de
la notificación por medios electrónicos ha terminado instalándose en el proceso civil a nivel nacional, podemos
seguir analizando el tema.

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d) El sistema de notificación por medios electrónicos operando en soledad (vino nuevo en odres viejos)
En sintonía con lo expuesto, vemos que la notificación por medios electrónicos viene a insertarse en un
sistema procesal ya estructurado de determinada manera.
Pero otro problema que vemos no es, para nosotros, sólo la forma en la que se lo estructuró sino también lo
complejo que es ponerlo en funcionamiento de manera independiente, y fuera del que —pensamos— es su
contexto natural (el del expediente digital).
Creemos que la combinación del soporte papel y el digital probablemente compliquen las cosas y hagan
necesario más de un remiendo.
Hemos dicho ya que, en esencia, las notificaciones apuntan a poner en conocimiento de determinado sujeto
ciertas resoluciones dictadas en un proceso.
Aquí las posibilidades se bifurcan.
Siempre lo notificado (el objeto del acto de comunicación) es una resolución judicial y con el SGJ no
debería haber problema en ese sentido: las mismas invariablemente van a encontrarse en formato digital.
A veces, la resolución a notificarse agotará —en sí misma— la virtualidad del acto de comunicación:
cuando notificamos una sentencia o un interlocutorio será suficiente que lo transmitido sea su texto (mejor, su
parte dispositiva —art. 137, inc. 4º, CPCCN—).
Pero ocurre que, en otros casos, el texto de la resolución —por sí solo— no alcanza para que el acto de
comunicación logre su propósito; el ejemplo clásico son las vistas y traslados.
Aquí el órgano jurisdiccional decide poner en conocimiento de determinado sujeto procesal alguna
presentación y/o documento efectuado por otro: básicamente, podría decirse "de la presentación de tal o cual
foja, traslado" y, en estos casos, no bastará que el acto de anoticiamiento transcriba sólo la resolución sino que,
para cumplir su finalidad, debería llevar adjuntas las copias que permitan saber qué es lo que se está
bilateralizando (art. 137, inc. 5º, CPCCN) y así aprovechar, con integralidad, todo el plazo conferido para
expedirse (de hecho, sabemos que —ante la falta de copias— los tribunales optan por suspender el plazo que
está corriendo) (80).
Volvamos a las notificaciones electrónicas y veremos que el problema aquí está en que tales esenciales
componentes del acto de anoticiamiento, en un expediente que sigue plasmándose en soporte papel, no estará
incorporado al SGJ.
En definitiva, ¿cómo llevar a cabo una notificación por medios electrónicos cuando parte de lo que debe
comunicarse está en soporte digital y otra en soporte papel?
Aquí hay dos formas: o se lleva a soporte digital lo que está en soporte papel, o directamente se trabaja con
soporte digital en su totalidad.
Enfoquémonos nuevamente en el SNE.
La doctrina se ha ocupado de señalar que la acordada 31/2011 nada había regulado en materia de copias de
traslado, ya se trate de documental o de copias de escritos (81); tampoco la acordada 38/2013 había establecido
nada en cuanto a las copias de traslado.
La cuestión se aborda en la acordada 11/2014 (del 29/4/2014), en cuyos considerandos se señala que "de las
presentaciones que se realicen en el marco de los procesos judiciales deberán adjuntarse copias en formato
digital. Ello sin perjuicio de lo previsto en los ordenamientos procesales pertinentes", disponiéndose
—entonces— en su art. 3º que tanto las partes como los auxiliares de la justicia deberán adjuntar copias
digitales de sus presentaciones en el marco de los procesos judiciales, e incorporándose una aplicación destinada
al "Ingreso de copias de documentos".
Es decir que la presentación de escritos va a efectuarse en formato físico, para luego tener que aportarse las
copias digitalmente.
Y con un detalle más: recordamos todos que, hace un tiempo, el almacenamiento se hacía en base a
diskettes; pequeños receptáculos, manejables, baratos y fácilmente grabables. Hoy han prácticamente
desaparecido: el almacenamiento se realiza en pen-drives, discos externos, CDs o DVDs o directamente en
espacios virtuales de almacenamiento.
Queda, así, bastante enmarañada la posibilidad de adjuntar copias en formato digital de las presentaciones
que se realice, al menos en el momento de la presentación misma (era fácil grabar y adjuntar un diskette);
contando entonces con aquella aplicación del sistema, que —en definitiva— termina disociando la presentación
del escrito, con el ingreso de las copias.
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Luego volveremos sobre la cuestión de las copias de traslado.


Sólo hemos explicitado el punto en orden a señalar que, a nuestro juicio, la única manera que permitirá un
funcionamiento correcto y sistemático de la notificación por medios electrónicos es digitalizando toda la
información que integre el expediente.
Obviamente, no estamos propiciando con esto el escaneo de todo lo que ingrese, sería bastante absurdo.
En realidad, la llave está —directamente— en la instauración de un mecanismo de presentaciones
electrónicas que, amalgamado con el de notificaciones por medios electrónicos y el de videofilmación de las
audiencias, avance con mayor celeridad hacia la digitalización total del expediente; es decir que la información
ya ingrese en soporte digital (por cierto, previendo la posibilidad de aportes "físicos" en circunstancias
específicas —v.gr., los documentos— con sus respectivas "copias" digitales).
Ínterin, será la labor diaria la que ponga en evidencia las virtudes, y complicaciones, en cuanto al
funcionamiento del sistema en las condiciones en que lo han previsto las aAcordadas.
e) Un sistema que, aun a días de su implementación global, no termina de consolidarse
Luego de las sucesivas acordadas que sobre el punto se fueron dictando, memoramos que la Corte Suprema
de Justicia de la Nación había fijado como hito temporal el del 1 de abril de 2014 para que, en principio
(siempre que esté implementado el Sistema de Gestión Judicial en el órgano respectivo), quede instaurada la
notificación electrónica de manera obligatoria para todas las causas que se promuevan en todos los juzgados y
tribunales de las Cámaras Nacionales y Federales (textual, art. 7º, acordada 38/2014); lo que, luego, se postergó
para el 15 de mayo de 2014 (acordada 7/2014, Corte Suprema).
Aun así, vemos que con fecha 29 de abril del mismo año se dicta la ya aludida acordada 11, que sigue
estableciendo modificaciones a la implementación del SNE (entre ellas, la trascendente cuestión de las copias de
traslado) e incluso deja establecido "que a fin de una correcta implementación, en la medida en que sea
necesario, se prevé el dictado de futuras directivas que faciliten la instrumentación y gestión de actividades
vinculadas a la constitución de domicilio, el diligenciamiento de las notificaciones electrónicas y la
incorporación de archivos en formato digital".
f) Notificaciones electrónicas "automáticas" (una propuesta personal)
Ya hemos intentado describir la forma de funcionamiento de este sistema en el punto III de estas
reflexiones.
Previo a seguir con el desarrollo de este punto, y aprovechar la ocasión para exponer nuestro punto de vista,
creemos conveniente refrescar algunas cuestiones en materia de actos de comunicación.
Enseñaba Palacio que si se atiende a la dimensión formal, las notificaciones pueden ser expresas o tácitas
según que, respectivamente, exista un efectivo acto de transmisión o éste se repute verificado por disposición de
la ley o a raíz de actitudes asumidas por las partes o sus auxiliares (82).
Eisner, por su parte, sostuvo que las partes vinculadas a un proceso están en principio gravadas con la carga
de comparecer al tribunal e imponerse de las alternativas del juicio y de los actos y providencias que afectan o
pueden afectar su interés.
Agregando que dos son los sistemas que cabe imaginarse: o la parte se apersona al expediente o el tribunal
se desplaza, por decirlo así, al domicilio del litigante; y que, en este último caso, es notificado por un
instrumento escrito llamado cédula (83).
Veamos los tres supuestos más frecuentes en materia de notificación en el régimen clásico del CPCCN.
Tenemos la notificación personal: cuando la parte que actúe por derecho propio o el abogado que intervenga
como apoderado de alguna de las partes compulse el expediente, deberá notificarse personalmente de las
resoluciones contempladas en el art. 135 del CPCCN (arts. 142 y 143, CPCCN); aquí hay una conducta activa
del notificado: se apersona al tribunal y allí toma contacto con la providencia objeto de notificación.
Mientras tanto, en la notificación por cédula, la actitud del notificado es meramente pasiva; no hay conducta
de su parte (salvo el caso del art. 339, segundo párrafo, CPCCN), la notificación va hacia él.
Finalmente, en la notificación ministerio legis (art. 133, CPCCN), ella se produce en forma automática,
salvo que el expediente no se encontrare en el tribunal y se haga constar tal circunstancia en el Libro de
Asistencia; aquí, en realidad, la norma no contempla ninguna conducta (activa o pasiva), pero está a las claras
que, bajo esta regla legal, subyace la carga de apersonarse al tribunal los días designados y revisar los autos (de
allí la posibilidad de hacer constar la imposibilidad de verlos y así enervar la automaticidad del acto
notificatorio).

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Insertemos en este esquema tan lineal la cuestión de las notificaciones por medios electrónicos, tal como la
regulan las acordadas.
Pues bien, veremos que la notificación se tiene por producida por el solo hecho de haber quedado disponible
en la cuenta de destino (art. 4º, acordada 31/2011); queda en claro, así, que es irrelevante que el destinatario de
ella la haya conocido o no; lo trascendente es que, al incorporarse al sistema, queda en condiciones de
conocerla.
Y aquí otra cosa importante: el destinatario de la notificación, al menos en lo que hace al funcionamiento
básico del sistema, es quien debe ir a la búsqueda de la notificación.
Dicho de otro modo, se consagra (implícitamente) una carga de mantenerse al tanto de los ingresos de
notificaciones al domicilio electrónico; carga que, dado que la notificación se perfecciona en el mismo momento
en que queda disponible en la cuenta, implicaría la necesidad de ingresar a ella, como mínimo, una vez por día
hábil (esto, por cierto, es al margen del "mail de cortesía" que, como medio informal, no debería ser tenido en
cuenta para evaluar el funcionamiento del sistema).
Ahora bien, si esto es así, nos surge una pregunta obligada: ¿no hubiera sido más sencillo diseñar un
procedimiento que, en vez de cabalgar sobre el modelo de la notificación por cédula, lo hiciera sobre el de la
notificación automática?
Acudamos al ámbito bonaerense una vez más.
Funciona allí hace tiempo el servicio MEV (Mesa de Entradas Virtual); se trata de una base de datos que
contenga el movimiento de los trámites —cargados diariamente y que presupone un trabajo previo de
parametrización a los fines de homogeneizar información— que puede ser consultado mediante terminales o vía
internet (84).
A nivel nacional, nos explica la doctrina que para la consulta de causas judiciales se ha puesto en línea el
acceso de internet al sistema de Consulta de Causas Judiciales, agregando que la publicación se hace en tiempo
real, lo que significa que toda actuación que sea registrada como firmada en el sistema se encontrará disponible
para el usuario en forma inmediata, permitiendo incluso al usuario —en ciertas condiciones— conformar la lista
de causas de su interés (85).
Y aquí nos detenemos para pensar: ¿qué diferencia existe en imponer al usuario la carga de chequear
diariamente su domicilio electrónico o la de ingresar, directamente y con idéntica periodicidad, a una Mesa de
Entradas Virtual?
Realmente, por más que lo pensamos, no vemos ninguna.
Con esto queremos significar que, al menos desde nuestro punto de vista, hubiera sido preferible arrimar las
notificaciones electrónicas a la notificación automática más que a la notificación por cédula.
Como lo dijo Toribio Sosa hace ya mucho tiempo, el riesgo es continuar pensando la nueva realidad
únicamente en función de paradigmas o esquemas mentales que responden al pasado, cuando todavía las nuevas
tecnologías no existían (86).
Necesitamos, entonces, memorar —para continuar con estas ideas que pretendemos esbozar— que la
notificación automática se consagra con miras a la agilización del proceso, encontrando su fundamento en la
carga que tienen las partes de concurrir a Secretaría los días hábiles mientras dura el proceso (87).
Eisner se mostraba partidario de los modos automáticos de notificación.
Sostuvo, en uno de sus trabajos, que la primer notificación acerca de la existencia del juicio debía ser
comunicada en el domicilio del citado o emplazado, pero —a partir de allí y salvo casos muy excepcionales—
el sistema procesal puede conformarse con la carga impuesta a los litigantes de asistir al tribunal y tomar
conocimiento de las actuaciones que se cumplen en él, agregando que su propio interés es el que debe velar por
la diligencia que pongan en tal cometido y la falta de conocimiento será, en todo caso, consecuencia de su
descuido culpable.
Recordaba los conceptos plasmados en la exposición de motivos del Proyecto Lascano en cuanto a que tanto
actor como demandados "quedan ligados al procedimiento. Deben estar atentos a la marcha del mismo y no
desatenderlo... si lo descuidan deben cargar con las consecuencias".
E indicaba que aunque la notificación personal voluntaria en Secretaría y la practicada por cédula ante el
mismo destinatario son los medios más seguros de notificación, nada impide que un sistema procesal se
conforme sobre la base de una citación inicial fehaciente para estar a derecho seguida de la carga de los
litigantes de asistir al tribunal para imponerse del estado de los autos, en resguardo de sus propios intereses y

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por el mecanismo de las notificaciones por ministerio de la ley (88).


En un estudio que ya hemos citado antes (y que data de 1994), analizaban Morello y Kaminker diversos
modos de notificación, conjugándolos con los valores certeza y eficacia, resaltando que en tal contexto se
hablaba, como sistema eficientista al extremo, el Código Procesal de Venezuela.
Agregando que, conforme sus textos, se notifica a domicilio nada más que la resolución que dispone el
traslado de demanda, entendiendo que, a partir del conocimiento de la existencia del juicio, las partes están a
derecho y por ello está a su cargo saber qué ocurre en el juicio, lo que libera al tribunal de todo lo relativo a
tales cuestiones.
E indicaban los lúcidos procesalistas que esta postura es resistida duramente por quienes otorgan
preponderancia al garantismo; agregando que, sin llegar a compartir la crítica, tal aspecto constituye, al menos
en nuestra actual realidad procesal (el resaltado nos pertenece, destacando que el trabajo data de 1994),
severísimo riesgo para el litigante de no tener oportunidad de conocer realmente —y no en forma ficta— el
dictado de resoluciones tales como la sentencia, la que abre la etapa probatoria o alguna nulidad procesal (89).
Veinte años después, las circunstancias parecen haber cambiado algo y, según pensamos, la existencia de las
nuevas tecnologías, con la posibilidad de que partes y letrados puedan acceder, remotamente, de manera
inmediata y harto sencilla a un sistema en el que pueda consultar diariamente el avance de las causas, podrían
llevarnos a repensar algunas cosas.
¿Para qué diseñar un sistema más complejo, como el SNE, cuando los recursos podían haberse destinado a
otra cosa? ¿Para qué seguir sobrecargando al Poder Judicial con tareas cuando, en definitiva, son las partes las
interesadas en saber qué es lo que sucede en su litigio? ¿Por qué no ampliar el ámbito de la notificación
automática, conjugándola con los innegables beneficios de la informática y así disponer, por ejemplo, que
martes y viernes quedan notificadas todas las resoluciones judiciales, incluso las del art. 135, salvo el caso en
que se comprobara que ella no fue, por alguna razón excepcional, debidamente publicada en la Mesa Virtual o
servicio análogo?
Ya no es siquiera necesario moverse y concurrir a la Mesa de Entradas, la tecnología puede llevar la
información hasta la pantalla del usuario, en su domicilio o estudio e incluso hasta a su teléfono celular. Incluso
en la MEV bonaerense es necesario registrarse, con lo cual se puede hasta saber qué usuario ha visto
determinada información.
Refiriéndose al estado de cosas en la provincia de Mendoza, la doctrina resaltaba que allí existe una
comunicación de resoluciones en soporte de papel (o "postal", con su vieja denominación de "cédula") para
hacer conocer a un interesado la carga de comparecer al proceso, y posteriormente cuando la ley ordena
notificarlo al domicilio "real" (p. ej., la audiencia para absolver posiciones). Y existe otra notificación
electrónica con dos variantes: a una cuenta de "e-mail" (eufemísticamente denominada "cédula" electrónica) o
por internet con un "click" en la lista de resoluciones (aunque se presume que la conoce recién cuando recibe el
"e-mail", o, en su defecto, el lunes o jueves posterior a la publicación en "lista"). Poniendo de resalto que basta
un "click" en la lista que se publica por internet para que cualquiera (la parte, su abogado ¡y hasta los vecinos de
ambos!) conozca el contenido de una resolución al día siguiente de haber sido dictada, preguntándose entonces
qué sentido tiene enviar una "cédula" informática con la parte resolutiva de la resolución, al mismo tiempo que
el interesado la ve completa apretando un botón de su computadora, agregando que, desde esta perspectiva, el
único caso en que resultaría indefectible la necesidad de notificar una resolución por correo electrónico sería
aquél en que el tribunal, por alguna razón, decidiera no hacerla visible por internet.
Agregando que no cabe duda de la mayor celeridad y economía del soporte electrónico respecto del propio
de papel. La notificación electrónica del "click", a su vez, es aún más rápida y económica que la remisión a
"e-mail" (90).
Estas ideas son, en lo pertinente, aplicables a la propuesta que veníamos delineando; e incluso, si se quiere,
podrían programarse los sistemas de mesa virtual para que disparen "mails de cortesía", al igual que lo hace el
SNE.
Pongamos un ejemplo práctico y volvamos al ejemplo de la provincia de Buenos Aires.
Allí funciona la MEV, vinculada con el sistema de gestión AUGUSTA.
En el tribunal donde trabajamos (91), la mecánica de creación y publicación de una resolución es la
siguiente: cuando el proyecto de resolución está en el sistema (sentencia, interlocutorio o proveído), el día en
que se la firma, los empleados de Mesa de Entradas marcan la opción de trámite "firmado" y "público"; al día
siguiente, el sistema "captura" el trámite y se publica en la MEV, donde puede ser libremente consultado.

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¿Qué ocurre en la práctica?


Pues que antes que la Secretaría confeccione la cédula para notificar, por ejemplo, la sentencia o un llamado
a expresar agravios, se apersona el letrado en Mesa de Entradas, porque, como es lógico, ya vio la resolución vía
MEV; claro, si su interés está en que el proceso avance, si no —en la medida en que le sea beneficiosa a su parte
la dilación— esperará cómodamente la cédula e incluso el transcurso de todo el plazo concedido.
Y todavía hay más razones que, según lo vemos, hacen preferible esta postura.
Con la consagración de notificaciones automáticas "electrónicas" se sustraería el trámite de los actos de
notificación de los limbos del dispositivismo.
Como están concebidas las cosas hoy en día (y no vemos que esto se haya modificado en las acordadas de la
Corte), las notificaciones contempladas en el art. 135 del CPCCN se llevan a cabo cuando algún interesado en
que ella se practique toma la iniciativa y la activa, salvo el caso —hipótesis de excepción— en que corresponda
la notificación de oficio, porque la ley así lo manda o porque que el juez lo hubiera dispuesto (art. 137,
CPCCN).
Ello dejaría de ser así si se consagrara una notificación automática de las resoluciones, en la forma en que lo
venimos detallando, lo que acortaría sustancialmente los tiempos procesales, pues ya el avance —cuando se
ordena la notificación de alguna resolución— dejaría de depender de la voluntad de las partes, para producirse
por el solo imperio de la ley.
En suma, pensamos que —dadas las posibilidades que brinda la tecnología de hoy en día— se pudo haber
delineado un sistema distinto y mucho más sencillo, que —sin dudas— recargaría la tarea de los profesionales
pero que, paralelamente, podría redundar en un innegable beneficio al desenvolvimiento de todo el sistema y
descongestionamiento de los órganos jurisdiccionales. Por cierto, todos los componentes son parte del sistema
(no sólo los "internos"), con lo cual creemos razonable que los abogados se comprometan en pos de una
solución más eficiente de los problemas que —en definitiva— también a ellos perjudican.
g) De lleno en el SNE: usuarios externos, ¿quién debe constituir domicilio electrónico?
Ya dejando de lado estas consideraciones más bien genéricas, vamos ahora a algunos puntos específicos
que, realmente, no vemos claros.
Ocupémonos, ahora, de algo básico: la identidad del usuario externo.
Dice, textualmente, el art. 1º de la acordada 31/2011: "A partir de la entrada en vigencia de la presente
acordada y de acuerdo al plan de implantación, toda persona que litigue por propio derecho o en ejercicio de una
representación legal o convencional, deberá constituir domicilio electrónico"; la norma reproduce, con alguna
variante mínima, el texto del art. 40, primer párrafo, del CPCCN.
De la lectura de dicho texto surge con claridad que quien debería constituir domicilio sería la parte que actúe
por propio derecho o quien actúe en ejercicio de una representación (legal o convencional).
Vamos despejando problemas.
No habría inconveniente si interviene un letrado apoderado. En tal caso, él constituiría domicilio electrónico
(su cuenta de usuario) y allí se cursarían las notificaciones, siendo de total aplicación el art. 50 del CPCCN.
Pero veamos qué ocurre si interviene la parte por derecho propio o alguien en ejercicio de una
representación legal (v.gr., los padres de un menor) y un abogado patrocinándolos.
Clásicamente, en tales casos, la parte, al presentarse, decía constituir domicilio, juntamente con el letrado
que la patrocina, en tal o cual lugar. Cuando así acontece, suele decirse que el domicilio pertenece a la parte;
aunque en la práctica, generalmente ello no sea así.
Esto no generaba problemas, desde que la constitución de domicilio procesal en un lugar determinado
solamente requería la elección del sitio que se utilizaría (generalmente, el estudio del abogado patrocinante o
algún casillero que éste contratara específicamente al efecto) y, luego, la existencia —y subsistencia— de ese
domicilio físico.
La cuestión es que, ahora, las cosas han cambiado.
Como ya lo hemos visto, para constituir un domicilio electrónico, el "usuario externo" debe seguir dos pasos
(uno informático y otro presencial) para que así se habilite su cuenta de usuario del SNE y allí es donde se
cursarán las notificaciones.
Si nos atenemos a la letra del artículo antes enunciado —1—, el sujeto que actúe por derecho propio o como
representante legal debería constituir domicilio procesal; ahora bien, ¿esto implica que tengan que utilizar una

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cuenta de usuario propia?


Toribio Sosa ha señalado al respecto que quienes actúen por derecho propio o como representantes legales
obviamente no tienen que ser necesariamente abogados, pero sí tienen que constituir domicilio procesal
electrónico y deberán contar con una cuenta en el SNE (92).
Eso parecería ser lo que surge de un análisis global del sistema previsto en las acordadas.
Pero traería varias complicaciones y contrasentidos.
En primer lugar, sería imprescindible que al iniciar un proceso la parte tuviera que apersonarse para lograr el
trámite de validación de los datos personales; más grave sería la situación del demandado: amén de todas las
cargas que tiene para cumplir en el poco tiempo que tiene para contestar (y ni qué hablar si se trata de juicio
sumarísimo o de algún proceso de ejecución), debería ocuparse (seguramente acompañado de su letrado) de
gestionar la clave de usuario (incluso con su comparecencia personal), para lograr algo tan sencillo como la
constitución del domicilio procesal.
En segundo lugar, no queda en claro cómo debería ocuparse, en tal caso, el letrado patrocinante del
seguimiento de las notificaciones
Es que si el Código de usuario es, como la acordada lo dice, propio e intransferible (art. 11, Anexo II,
acordada 31/2011), el usuario se obliga a no falsear su identidad (art. 4º, Anexo II, acordada 31/2011) y la
contraseña es secreta (art. , Anexo I, acordada 31/2011), no parece acorde con tales exigencias el hecho de que
la parte gestione su cuenta de usuario y luego la delegue en su letrado. La doctrina ha destacado que el empleo
del domicilio electrónico es estrictamente personal; es decir, éste sólo puede ser usado por el titular del CUIT o
CUIL denunciado en el escrito de inicio (93).
Además de ello, quien intervenga como letrado patrocinante en diversos expedientes tendría que ocuparse
de estar revisando la cuenta de todos sus clientes, gestionando —a diario— multiplicidad de cédulas y
contraseñas, salvo que —en forma algo imprudente— se confíe en el "mail de cortesía".
En tercer lugar, si la cuenta se creara a nombre de la parte que actúa por derecho propio o en ejercicio de una
representación legal, no se llega a comprender cómo la parte podría estar emitiendo notificaciones; ello
implicaría contravenir, en cierto modo, la regla del art. 137 del CPCCN en cuanto a la persona de la cual deben
emanar los actos de notificación (o letrados de las partes o funcionarios del tribunal).
No debemos olvidar que al cursarse una notificación por medios electrónicos, en definitiva, se está creando
un documento, digital, pero documento al fin; y es de la esencia del género documental su atribución a un autor
determinado; por cierto, en estos casos, el autor sería el titular de la cuenta de usuario del cual emerge la
notificación y si la cuenta se habilita a la parte que actúe por derecho propio o en ejercicio de una representación
legal, aparecerá entonces emitiendo —aun sin título letrado— notificaciones hacia los demás intervinientes en
el proceso.
Con todo, vemos otra posibilidad, ciertamente atípica, mediante la cual podría zanjarse toda esta
problemática.
El art. 1º de la acordada 31/2011 impone la constitución de domicilio electrónico, mas no la creación de una
cuenta, con lo cual nada impediría que una persona utilice, como domicilio electrónico, la cuenta creada por
otro usuario.
De este modo, sería posible que quien actúe por derecho propio, o en ejercicio de una representación legal,
se presente y constituya domicilio electrónico juntamente con su letrado patrocinante, utilizando la cuenta de
usuario de este último.
Y no podría plantearse ninguna cuestión vinculada con el destinatario de la notificación; aplicando una
analogía con el domicilio constituido clásico, podríamos decir que nada impide la constitución de domicilio en
el lugar que a la parte mejor le convenga, en la medida en que éste resulte idóneo para practicar en él las
notificaciones, sucediendo lo mismo en el caso del domicilio electrónico.
Con todo, en estos casos habría que estudiar bien el temperamento a adoptar con relación a la posible
subsistencia de este domicilio para el caso de que el letrado patrocinante renunciara.
Advertimos, ya cerrando, que la cuestión está reglada de modo mucho más clara en el ritual de la provincia
de Buenos Aires, cuyo art. 40 establece que "toda persona que litigue por su propio derecho o en representación
de tercero, deberá constituir domicilio dentro del perímetro de la ciudad que sea asiento del respectivo juzgado o
tribunal, juntamente con una casilla de correo electrónico, que será la asignada oficialmente al letrado que lo
asista, donde se le cursarán las notificaciones por cédula que no requieran soporte papel y la intervención del
oficial notificador".
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h) La cuestión de los peritos


El sistema de notificaciones por medios electrónicos también involucra a los peritos.
El art. 5º de la acordada 2/2014 establece que "a partir de la entrada en vigencia de la presente acordada, los
peritos y martilleros incluidos en el registro deberán constituir domicilio electrónico, para la recepción de toda
notificación que deba cursarse en el marco de los procedimientos que corresponden a las Cámaras Federales y
Nacionales y las dependencias judiciales, en los trámites que deban practicarse por su inclusión en el registro y
en el curso de su actuación en todos los expedientes".
i) Variedad de domicilios
En tanto la implementación de la notificación por medios electrónicos se efectuó en la forma antedicha, no
se modificó de ninguna manera el Código Procesal.
Con lo cual, hoy en día existen tres cargas: denunciar domicilio real, constituir domicilio legal dentro del
perímetro de la ciudad que sea asiento del respectivo juzgado o tribunal (art. 40, CPCCN) y, asimismo,
constituir domicilio electrónico (art. 1º, acordada 31/2011).
Ahora bien, a tenor de lo establecido por los arts. 7º y 8º de la acordada 38/2013, no queda en claro para qué
debe mantenerse la constitución de domicilio procesal en los términos del art. 40 del CPCCN.
A este respecto, se ha dicho que el domicilio electrónico constituido está llamado a reemplazar al domicilio
procesal constituido, desde que la notificación electrónica está llamada a sustituir a la notificación por
cédula-papel en el domicilio procesal constituido.
Pero para la eventualidad de que en alguna situación todavía correspondiera notificar por cédula/papel (v.gr.,
por decisión fundada de cualquier juzgado o tribunal, art. 135.18, CPCCN), al menos por ahora seguirá siendo
cuando menos prudente también constituir el clásico domicilio procesal (como domicilio físico, con
señalamiento de calle, número, piso, departamento, etc.) en las oportunidades del art. 40, CPCCN (94).
Otros autores también han sostenido que el domicilio constituido subsiste, pues el régimen no lo desplaza
(95).

Multiplicación de cargas que, en realidad complica las cosas y, por cierto, nada podía hacer la Corte
Suprema en este sentido, desde que estaba "autorizada" a reglamentar la notificación por medios electrónicos,
pero no a reformar el Código Procesal.
Al margen de ello, advertimos una situación más grave, fruto de la superposición.
Sabemos que la falta de constitución de domicilio legal aparejará las consecuencias del art. 41, primera
parte, del CPCCN (las sucesivas resoluciones se tendrán por notificadas en la forma y oportunidad fijadas por el
art. 133, salvo la notificación de la audiencia para absolver posiciones y la sentencia); mientras tanto, para la
falta de constitución de domicilio electrónico, el art. 1º de la acordada 31/2011 prevé idéntica consecuencia (96).
Entonces, la pregunta es: ¿qué ocurre, por ejemplo, si se constituye domicilio electrónico pero si se olvida la
constitución de domicilio físico, o viceversa?
A como viene regulada la cuestión, parecería que la falta de constitución de uno de ellos debe traer
aparejada la consecuencia del art. 41, primera parte, del CPCCN; y lo mismo si se diera el caso del art. 42,
segundo párrafo, del CPCCN.
Pero, así, se podrían dar situaciones paradójicas, por cuanto la falta de constitución de domicilio "físico"
—que ya parece ir perdiendo toda su virtualidad— podría llegar aparejar para la parte la constitución de
domicilio en los estrados del tribunal, aun cuando hubiera constituido domicilio electrónico, lo que sería
realmente absurdo; no así la situación contraria, dadas las previsiones de los arts. 7º y 8º de la acordada 38/2013
y la importancia que, en definitiva, adquiere el domicilio electrónico, que no podría verse elípticamente
desplazado por el domicilio "físico".
En definitiva, serán la prudente interpretación del órgano jurisdiccional y el ejercicio de los deberes
contemplados en el art. 34, inc. 5º, apart. II, del CPCCN las válvulas de escape para evitar situaciones
irrazonables y violaciones al derecho de defensa en juicio de las partes, al menos en los primeros tiempos del
funcionamiento del sistema.
j) Cambio de domicilio electrónico
Las acordadas no dicen nada sobre el particular.
Por cierto, si la cuenta de usuario utilizada fuera la de la parte que actúa por derecho propio o de quien actúe
en ejercicio de una representación legal, difícilmente pueda concebirse una modificación del domicilio

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electrónico. Aunque no está previsto qué sucedería ante el caso del fallecimiento de la parte y cuando tuvieran
que intervenir sus sucesores.
No así, por ejemplo, si se hubiera utilizado la cuenta de usuario del letrado patrocinante y luego se trocara el
patrocinio.
En tal caso, creemos que debería notificarse el cambio a la contraria, por aplicación del art. 42 del CPCCN.
k) La cuestión de los plazos procesales
Hemos dicho ya que, según lo establece la acordada 31/2011, la notificación se considerará perfeccionada
cuando esté disponible en la cuenta de destino y los plazos se computarán según la normativa procesal que
corresponda (97).
Como el sistema funciona constantemente (es decir las 24 horas), la doctrina se ha ocupado de analizar las
diferentes variantes que podrían darse si la notificación se realiza en día u horario inhábil (98).
Se ha dicho al respecto que, en la medida en que la reglamentación del SNE no vino acompañada de
modificaciones de los ordenamientos rituales, cabe aplicar lo normado por los arts. 152 y 156, CPCCN.
O sea, las notificación electrónicas recibidas en días hábiles hasta las 20 horas generan sus efectos
notificatorios ese mismo día; es decir, el plazo procesal de que se trate comenzará a correr al día siguiente (art.
156, párr. 2, CPCCN). En cambio, las notificaciones electrónicas recibidas en día hábil luego de las 20 horas (y
hasta las 23:59) operarán sus efectos el día siguiente, por lo que el plazo procesal comenzará a correr en el día
siguiente a este último (arts. 152 y 156, párr. 2, CPCCN). Las notificaciones electrónicas recibidas en días
inhábiles (un sábado, un feriado) surtirán sus efectos en el día hábil siguiente. Se exceptúa de este sistema
aquellos despachos en los que fueran habilitados días y horas inhábiles (art. 153, CPCCN) (99).
En el mismo sentido, se ha dicho que las notificaciones enviadas entre las 7:00 y las 20:00 de un día hábil, el
plazo comenzará a correr desde las 7:00 horas del día siguiente. En las notificaciones emitidas fuera de ese
horario serán consideradas como enviadas el día siguiente (100).
A lo que se añade que, si la notificación se efectúa un día hábil pero antes de las 7:00 horas, debería tenerse
por efectuada ese mismo día (101).
El análisis es plausible y lo compartimos, aunque —por nuestra parte— creemos que debería limitarse el
funcionamiento del sistema, impidiéndose a los usuarios emitir notificaciones por medios electrónicos fuera del
horario habilitado.
Si volvemos por un momento al art. 152 del CPCC, vemos que él mismo sigue diciendo —como regla
general— que "las actuaciones y diligencias judiciales se practicarán en días y horas hábiles, bajo pena de
nulidad".
No parece razonable, en este contexto, que el sistema diseñado permita llevar a cabo actos en directa
contravención a lo que el CPCCN expresa con semejante contundencia, incluso cuando —en ciertos procesos
donde podría ser relevante la hora de la notificación (art. 15, ley 16.986)— esto pueda generar alguna mácula u
obstáculo en el ejercicio del derecho de defensa.
l) ¿Rige el art. 137 del CPCCN?
La norma mencionada comienza regulando los requisitos que deben contener la cédula y los demás medios
previstos en el art. 136 del mismo cuerpo legal, para luego establecer que "el documento mediante el cual se
notifique será suscripto por el letrado patrocinante de la parte que tenga interés en la notificación o por el
síndico, tutor o curador ad litem, notario, secretario o prosecretario en su caso, quienes deberán aclarar su firma
con el sello correspondiente" y que "la presentación del documento a que se refiere esta norma en la Secretaría
del tribunal, oficina de Correos o el requerimiento al notario, importará la notificación de la parte patrocinada o
representada".
Interesa contextualizar esta última parte con la cuestión de las notificaciones por medios electrónicos.
Por nuestra parte, somos de la idea que —analógicamente— si desde la cuenta de usuario utilizada como
domicilio electrónico constituido partiera una notificación que comunicara determinada resolución a otros
sujetos del proceso, el emisor de la notificación debería quedar notificado en los términos de este artículo de la
resolución de la que se trate.
m) El problema de las copias de traslado
Ya dijimos algo al respecto, y pusimos de resalto la ausencia de previsiones en las acordadas acerca de qué
hacer cuando la notificación debe llevar adjuntas copias, hasta el dictado de la acordada 14/2014, donde se
dispuso que tanto las partes como los auxiliares de la justicia deberán adjuntar copias digitales de sus
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presentaciones en el marco de los procesos judiciales (art. 3º); en los considerandos se decía "que de las
presentaciones que se realicen en el marco de los procesos judiciales deberán adjuntarse copias en formato
digital. Ello sin perjuicio de lo previsto en los ordenamientos procesales pertinentes".
Paralelamente, y tal lo dicho, se ha diseñado un módulo para que el usuario registrado ingrese copia de
documentos, las que quedan a disposición del tribunal como copias para agregar; una vez despachado el
expediente y agregadas las copias, se las puede utilizar para su consulta o para adjuntarlas a las notificaciones
por medios electrónicos.
Estimamos que, en este caso, el tribunal debería corroborar la exactitud de las copias antes de ingresarlas
definitivamente al sistema (¡un trabajo más para el despachante!); por cierto, no con un solo archivo digitalizado
será suficiente, aunque exista multiplicidad de partes.
Ahora bien, al margen de ello, la cuestión da lugar a algunas incertidumbres, que vuelven a explicitar lo
imperiosa que resultaba una modificación legislativa global.
Es que, a la luz de lo expuesto hasta aquí, las copias de traslado exigidas por el art. 120 del CPCCN, en las
notificaciones que vayan a cursarse por vía electrónica, no parecen servir ya para nada.
Pero como el hecho de implementar la notificación por medios electrónicos no autoriza al tribunal a
modificar el Código vigente, es que la reglamentación exige las copias en formato digital "sin perjuicio de lo
previsto en los ordenamientos procesales pertinentes".
O sea, las exigencias del art. 120 del CPCCN seguirán vigentes, pero sin ninguna finalidad práctica; además,
con su concreto —y grave— apercibimiento (por lo que, seguramente, nadie querrá correr el riesgo de
desatenderlas).
Pero no es éste el único problema.
Antes las copias de traslado estaban más bien de paso, se las aportaba para luego —al conferir la vista o
traslado— darles su destino.
El problema es que ahora se las aportará y no ya va a utilizárselas; con lo cual quedarán estorbando por allí,
hasta que se cumpla el término de conservación del que nos habla la parte final del art. 120.
La otra cuestión que se presenta es qué ocurre si el aporte de copias que exige la reglamentación no se
cumplimenta.
La norma no contiene consecuencia de ningún tipo, tampoco creemos que la reglamentación hubiera
habilitado a la Corte, por ejemplo, a disponer que se tuviera por no presentado un escrito; tampoco parece que si
faltan las copias digitales pueda aplicarse, analógicamente, la regla del art. 120 del CPCCN, porque la sanción
está legalmente contemplada sólo para el caso en que falten las (ya inútiles) copias en soporte papel.
Asimismo, y en otro cuadrante, lo dicho hasta aquí sería aplicable a los dictámenes periciales y las copias
que de él el perito debe aportar en los términos del art. 472 del CPCCN, desde que la acordada hace expresa
referencia a los auxiliares de la justicia.
Por otra parte, seguiría siendo de aplicación la regla del art. 121 del CPCCN y la res. 3909/2010 de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación.
Cerramos advirtiendo, finalmente, que la reglamentación no prevé el uso de firma digital para la suscripción
de las copias.
n) Constancia de notificación
Una cuestión que novedosamente introduce la acordada 11/2014 es el establecer que de toda notificación
electrónica que se curse deberá dejarse constancia en el expediente de conformidad con el Anexo II de esta
acordada. El Anexo indica que la constancia en el expediente de que se ha cursado una notificación electrónica,
en vías a disminuir el consumo de papel, se realizará mediante un sello o dejando nota manual, siendo
importante que quede asentada: 1) fecha y hora, 2) destinatario/os de la notificación y 3) firma.
Una nueva muestra de lo paradójica que resulta la convivencia de las nuevas instituciones (notificación por
medios electrónicos) con el vetusto expediente en soporte papel.
Es que, al cursarse una notificación por medios electrónicos, quedaría una constancia en el sistema, pero aún
el expediente sigue siendo el plasmado en soporte papel.
Con lo cual se impone el asentamiento de esta constancia para plasmar en él la actividad procesal llevada a
cabo (sería importante, por ejemplo, a los efectos de analizar el impulso procesal frente a un planteo de
caducidad de instancia).

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Ahora bien, imprimir la del sistema obligaba a estar usando nuevamente papel, conspirando contra una de
las claves del sistema.
¿Y cómo se soluciona esto?
Pues sencillo: retrocediendo varias casillas ¡y volviendo al sello y la anotación manual! Sin advertir, incluso,
que esto puede funcionar sólo en la medida en que exista lugar en el expediente para insertar el sello en
cuestión.
Por otro lado, tampoco queda en claro quién debe suscribir esta constancia y cómo se procederá en el caso
de que se trate de una notificación cursada por un usuario externo a otro usuario externo; amén de lo que, según
advertimos, el modelo sugerido de sello omite consignar algo muy importante: cuál fue la resolución notificada,
lo que igualmente podría asentarse desde que el ya mencionado Anexo no limita, para nada, su contenido.
ñ) La notificación por medios electrónicos y las resoluciones que se notifican ministerio legis.
Planteamos una hipótesis que, creemos, no ha sido prevista.
¿Qué ocurre si, aun sin que esté ordenada, una parte notifica a su contraria, por medio del SNE, una
providencia que debería tenerse por notificada en los términos del art. 133 del CPCCN?
Un ejemplo puede clarificar algo esta idea: pongamos que una parte apela determinada resolución y se dicta
una providencia concediendo el recurso un día miércoles; la resolución le quedaría notificada el viernes
posterior, en los términos del art. 133 del CPCCN y el plazo para fundar el recurso comenzaría a correr el lunes
subsiguiente.
Pero, dada la inmediatez de los efectos de la notificación por medios electrónicos y la ausencia de contralor
por parte del tribunal de las notificaciones que se cursen, bien podría la contraparte cursar una notificación por
medio del SNE y notificarle dicha providencia el mismo día en que la providencia se dicte (el miércoles), con lo
cual el plazo para fundar el recurso comenzaría a correr el jueves siguiente.
¿Sería nula una notificación así?
Pues la nulidad no está legalmente prevista (art. 169, CPCCN) y todo dependerá de si la parte puede
demostrar que este prematuro anoticiamiento le causó algún perjuicio (art. 172, CPCCN).
Y, por cierto, si la notificación no se anula, creemos que —en principio— no podrá desconocérsele
virtualidad anoticiadora.
o) El traslado de la reconvención
Si utilizáramos como pauta interpretativa el art. 5º de la acordada 36/2012 y los considerandos de la
acordada 31, el traslado de la reconvención no debería notificarse por medios electrónicos; realmente, no
llegamos a comprender por qué, desde que la reconvención se notifica a quien ya está interviniendo en el
proceso y posee —o debería poseer— un domicilio electrónico constituido, donde —según pensamos— debería
notificarse la contrademanda.
p) La confianza generada por el "mail de cortesía"
Realmente no sabemos hasta qué punto es beneficioso prever, al lado de un sistema estricto de
anoticiamiento como lo contempla el SNE, un aviso "informal". Queremos con esto significar que seguramente
vayan a plantearse cuestiones acerca de este "mail de cortesía", por más que se advierta —hasta el hartazgo—
que lo trascendente es lo que suceda en la cuenta del usuario.
Será la praxis judicial la que nos demuestre, frente a este tipo de planteos, cuánto se elasticen las reglas y
cuál sea la respuesta que se dé, por ejemplo, a aquellos casos en los cuales el "mail de cortesía" presente algún
inconveniente.
Hemos visto, anteriormente, algunos casos en los cuales, reconociendo la imprecisión de alguna constancia
informática, se llegó a soluciones que, con estricto apego a la ley, quizás hubieran sido diversas; habrá que ver,
entonces, cómo juegue la doctrina del exceso ritual en el contexto de las notificaciones por medios electrónicos
en estos casos.
V. CONCLUSIÓN
Hemos dedicado estas reflexiones a la implementación del sistema de notificación por medios electrónicos
que, paulatinamente, se ha ido llevando a cabo en el ámbito nacional.
Podríamos decir que el balance es positivo y, a la vez, negativo.
Lo que nos parece bueno es, sin hesitación alguna, el avance hacia un procedimiento más acorde a las
exigencias de la hora; aquello con lo que discrepamos, ya lo hemos expuesto largamente a través de estas líneas.
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También hemos explicitado nuestras dudas acerca de varios aspectos del sistema.
Todo ello, por cierto, a modo de crítica constructiva, sin pretender agotar todas las aristas de la problemática
y augurando que, si hemos acertado en algo de lo dicho en este artículo, sirva quizás como aporte de un punto
de vista distinto o atípico sobre puntuales facetas del tema.
(1) A tales efectos, pueden hallarse muy fundados aportes; entre otros: Guelfi, Pablo R. y Causse, Federico
J., "La notificación electrónica", LL 2014-B-659; Marino, Tomás, "El Sistema de Notificaciones por Medios
Electrónicos en el Poder Judicial de la Nación. La acordada 31/2011 de la Corte Suprema y sus
complementarias", SJA del 26/3/2014; Sosa, Toribio E., "Sistema de notificación electrónica. Acordada 31/2011
CSJN", LL 2012-A-936 y "La notificación electrónica en todo el Poder Judicial de la Nación (Acordada
38/2013 de la Corte Suprema de la Nación)", DJ del 9/4/2014, p. 1.
(2) Couture, Eduardo J., "Fundamentos del derecho procesal civil", reimpr. inalterada, Ed. Depalma,
Buenos Aires, 1997, p. 204.
(3) Palacio, Lino E., "Derecho procesal civil", t. V, Ed. Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1975, p. 346.
(4) Maurino, Alberto L., "Notificaciones procesales", 2ª ed. act. y ampl., 1ª reimp., Ed. Astrea, Buenos
Aires, 2004, p. 1.
(5) Maurino, Alberto L., "Notificaciones procesales", cit., p. 5.
(6) A diario podemos constatar que la mayor parte del material que el empleado postal acerca al común de
las personas son facturas de impuestos y servicios, incluso alguna documentación bancaria, en franco retroceso
ante el avance del home banking.
(7) Quadri, Gabriel H., "La prueba en el proceso civil y comercial", t. 2, Ed. AbeledoPerrot, Buenos Aires,
2011, p. 862.
(8) Bergel, Salvador D., "El documento electrónico y la teoría de la prueba", RDPyC, nro. 13 (Prueba I), p.
138.
(9) Somer, Marcela P., "Documento electrónico", JA 2004I1029.
(10) Somer, Marcela P., "Documento...", cit.
(11) Chayer, Héctor M.; Goldfeld, Agustín G. y Ventura, Damián E., "Una nueva categoría de instrumento
jurídico: el documento digital firmado digitalmente, Parte I", ED 198-946.
(12) Guastavino, Elías P., "La prueba informática", LL 1987-A-1144.
(13) Altieri, Domingo L., "Acerca de los aportes de la tecnología informática a una mayor eficiencia de la
actividad judicial", LL del 3/2/2000, p. 1.
(14) Camps, Carlos E., "El derecho procesal y la informática", LL del 30/4/2014, p. 1.
(15) Rodríguez, Mónica S., "Algunas novedades respecto a la digitalización del procedimiento judicial y la
implementación del expediente electrónico. La importancia de la modernización para una adecuada inserción en
el ámbito internacional", Microjuris MJD6534.
(16) Pagés Lloveras, Roberto M., "La informática judicial en el proceso civil", Supl. Doct. Judicial Procesal
2011 (mayo), p. 1.
(17) Altieri, Domingo L., "Acerca de los aportes...", cit.
(18) Hitters, Juan C., "Influencia de la ciencia y la tecnología en el proceso", ED 127-853.
(19) Hitters, Juan C., "Influencia...", cit.
(20) Rodríguez, Claudio, "Una opinión sobre informática judicial", LL 2002-A-1240.
(21) Birri, Vilma N., "La notificación electrónica: su incorporación al Código Procesal de Chubut", DJ del
4/5/2011, p. 93.
(22) Marino, Tomás, "El Sistema de Notificaciones por Medios Electrónicos en el Poder Judicial de la
Nación. La acordada 31/2011 de la Corte Suprema y sus complementarias", SJA del 26/3/2014.
(23) Rodríguez, Mónica S., "Algunas novedades...", cit.
(24) Rodríguez, Mónica S., "Algunas novedades...", cit.
(25) Pagés Lloveras, Roberto M., "La informática judicial...", cit.
(26) Altieri, Domingo L., "Acerca de los aportes...", cit.

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Documento

(27) Pagés Lloveras, Roberto M., "La informática judicial...", cit.


(28) Molina Quiroga, Eduardo, "Ley de expedientes digitales y notificaciones electrónicas judiciales", LL
2011-C-1224.
(29) Guelfi, Pablo R. y Causse, Federico J., "La notificación electrónica", LL 2014-B-659.
(30) Marino, Tomás, "El Sistema...", cit.
(31) Marino, Tomás, "El Sistema...", cit.
(32) Sosa, Toribio E., "Sistema...", cit.
(33) Guelfi, Pablo R. y Causse, Federico J., "La notificación electrónica", cit.; Sosa, Toribio E., "La
notificación electrónica en todo el Poder Judicial de la Nación (Acordada 38/2013 de la Corte Suprema de la
Nación)", DJ del 9/4/2014, p. 1.
(34) Sosa, Toribio E., "La notificación...", cit.
(35) Garay, Alberto F., "Generalización del domicilio electrónico", SJA del 18/12/2013, JA 2013-IV;
Marino, Tomás, "El Sistema...", cit.; Sosa, Toribio E., "La notificación electrónica...", cit.
(36) Sosa, Toribio E., "La notificación electrónica...", cit.
(37) Garay, Alberto F., "Generalización...", cit.
(38) Sosa, Toribio E., "La notificación electrónica...", cit.
(39) Marino, Tomás, "El Sistema...", cit.
(40) Garay, Alberto F., "Generalización...", cit.
(41) Guelfi, Pablo R. y Causse, Federico J., "La notificación electrónica", cit.
(42) Marino, Tomás, "El Sistema...", cit.
(43) Marino, Tomás, "El Sistema...", cit.
(44) Marino, Tomás, "El Sistema...", cit.
(45) Quadri, Gabriel H., "Recursos de instancias múltiples y dilaciones para su admisibilidad", LL del
12/11/2013; "La inconstitucionalidad de una atribución de competencia revisora. Dilaciones en el proceso
previsional", LL del 2/6/2014.
(46) Morello, Augusto M. y Kaminker, Mario E., "Las notificaciones y la duración de los procesos
(replanteos y modernización en la política procesal)", ED 158-1075.
(47) Camps, Carlos E., "El derecho procesal y la informática", LL del 30/4/2014, p. 1.
(48) Sosa, Toribio E., "La notificación...", cit.
(49) Altieri, Domingo L., "Acerca de los aportes...", cit.
(50) En cuanto al estado de cosas en el derecho provincial y comparado, puede verse: Birri, Vilma N., "La
notificación...", cit.; Molina Quiroga, Eduardo, "Ley de expedientes...", cit.
(51) Al respecto, puede verse Morello, Augusto M. y Sosa, Toribio E., "La reforma de la justicia. Hacer los
cambios. La experiencia informática en Trenque Lauquen", DJ 1993-2-705; Sosa, Toribio E., "Medios
informáticos y el proceso que viene. Validez probatoria y eficacia procesal", LLBA 1999-649
(52) Camps, Carlos E., "El derecho procesal...", cit.
(53) Rodríguez, Mónica S., "Algunas novedades...", cit.
(54) Guelfi, Pablo R. y Causse, Federico J., "La notificación...", cit.
(55) Birri, Vilma N., "La notificación electrónica...", cit.
(56) C. Civ. y Com. Morón, sala 2ª, 17/7/2014, "González Silvano H. y otros v. González, José Luis
s/fijación precio alquileres".
(57) Corte Sup., 6/2/2004, "Micheloud de Irace, Nilda B. y otros v. Obra Social del Personal de la Industria
de la Alimentación y otros".
(58) C. Nac. Civ., sala J, 8/10/2009, ED, 236-113, cit. en Lima, Susana, "Notificaciones en el domicilio
electrónico", LL 2013-F-829.
(59) C. Nac. Com., sala E, 4/4/2006, "Poveda, Gonzalo A. v. Ledezma, Dardo R.", JA 2006-III-99.
(60) Altieri, Domingo L., "Acerca de los aportes...", cit.
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Documento

(61) Rodríguez, Mónica S., "Algunas novedades...", cit.


(62) Rodríguez, Mónica S., "Algunas novedades...", cit.
(63) Rodríguez, Mónica S., "Algunas novedades...", cit.
(64) Corte Sup., Fallos 328:651.
(65) Paradójicamente —y para compartir en algo cierta desazón con quien ha tenido la gentileza de
seguirnos hasta aquí— realizamos toda esta defensa de los medios informáticos, mientras el acceso a internet en
la computadora con la que trabajamos —provisto por la empresa que, valiéndose usualmente de una modelo o
personaje televisivo, sigue sugiriendo a los potenciales consumidores que "nos pasemos a ella", captando así
cada día más potenciales usuarios para luego tenerlos atrapados en un servicio deficitario— se ha visto
regularmente interrumpido en la última semana y prestado por intervalos de seis o siete horas, con cortes
continuos y sin ninguna respuesta efectiva a los reclamos, más que la excusa de que "hay problemas generales
en la zona y están trabajando para solucionarlos", como si el problema que la compañía causa a varios aliviara
las complicaciones propias.
(66) Bidart Campos, Germán J., "Manual de la Constitución reformada", T. II, Ed. Ediar, Buenos Aires,
1998, p. 291.
(67) Podetti, Ramiro J., "Tratado de la competencia", 2ª ed. actualizada, Ed. Ediar, Buenos Aires, 1973, ps.
28 y ss., 85 y ss.
(68) Couture, Eduardo J., "Estudios de derecho procesal civil", 2ª ed., t. I, Ed. Depalma, Buenos Aires,
1978, p. 21.
(69) Carnelutti, Francesco, "Sistema de derecho procesal civil", t. III, "Actos del proceso", trad. Niceto
Alcalá Zamora y Castillo y Santiago Sentís Melendo, Ed. Uteha, Buenos Aires, 1944, p. 193.
(70) Díaz, Clemente A., "Instituciones de derecho procesal", t. I, Ed. Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1972,
p. 224.
(71) Calamandrei, Piero, "Instituciones de derecho procesal civil", vol. I, trad. de la 2ª ed. italiana por
Santiago Sentís Melendo, Ed. Ejea, Buenos Aires, 1973, p. 323.
(72) Alsina, Hugo, "Tratado teórico-práctico de derecho procesal civil y comercial", t. I, 2ª ed., Ed. Ediar,
Buenos Aires, p. 617; Maurino, Alberto L., "Nulidades procesales", 2ª ed., Ed. Astrea, Buenos Aires, 1999, p. 4.
(73) Cada una con sus particularidades podemos citar: Buenos Aires, art. 143 bis y concs., CPCC; Chubut,
arts. 139 y concs., CPCC, modificados por ley XIII-14; Mendoza, art. 70 bis, CPCC; San Juan, art. 132, CPCC.
(74) Como, por ejemplo, surge de la lectura del antes citado art. 132 del ritual sanjuanino.
(75) Guelfi, Pablo R. y Causse, Federico J., "La notificación...", cit.
(76) Vázquez, Oscar E., "La notificación por vía electrónica en Mendoza. Certezas y dudas", LLGran Cuyo
2011 (junio), p. 433.
(77) Quadri, Gabriel H., "La prueba...", cit., t. 2, p. 754.
(78) Lima, Susana, "Notificaciones...", cit.
(79) Sosa, Toribio E., "La notificación electrónica...", cit.
(80) C. Nac. Com., sala E, 8/8/2001, "Banco Liniers Sudamericano S.A v. Rodríguez, Ramón H.
s/ordinario", AP 11/32334; C. Nac. Com., sala A, 15/5/2008, "Pitarch, Roberto v. Armoring Systems S.A
s/ord.", AP 8/19171; C. Nac. Civ. y Com. Fed., sala 3ª, 5/10/2010, "Crespo, Fabricio y otros v. Telecom
Argentina Stet France Telecom S.A y otros s/proceso de conocimiento", AP 7/21629, entre infinidad de otros en
igual sentido.
(81) Marino, Tomás, "El Sistema...", cit.
(82) Palacio, Lino E., "Derecho procesal...", cit., t. V, p. 348.
(83) Eisner, Isidoro, "Notificaciones fictas, tácitas y compulsivas en el proceso civil", LL 139-1196.
(84) Camps, Carlos E., "El derecho procesal...", cit.
(85) Guelfi, Pablo R. y Causse, Federico J., "La notificación...", cit.
(86) Sosa, Toribio E., "Medios informáticos y el proceso que viene. Validez probatoria y eficacia procesal",
LLBA 1999-649.
(87) Maurino, Alberto L., "Notificaciones procesales", cit., ps. 167 y 170.

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(88) Eisner, Isidoro, "Notificaciones...", cit.


(89) Morello, Augusto M. y Kaminker, Mario E., "Las notificaciones...", cit.
(90) Vázquez, Oscar E., "La notificación por vía electrónica...", cit.
(91) Cámara Civil de Morón, a cargo de la Secretaría de la sala 2ª.
(92) Sosa, Toribio Enrique, "Sistema...", cit.
(93) Garay, Alberto F., "Generalización...", cit.
(94) Sosa, Toribio E., "La notificación electrónica...", cit.
(95) Guelfi, Pablo R. y Causse, Federico J., "La notificación...", cit.
(96) Sosa, Toribio E., "Sistema...", cit.
(97) Pruzzo, Eugenia, "El nuevo sistema de notificación judicial", Microjuris, MJD6615.
(98) Sosa, Toribio E., "La notificación electrónica...", cit.
(99) Marino, Tomás, "El Sistema...", cit.
(100) Guelfi, Pablo R. y Causse, Federico J., "La notificación...", cit.
(101) Sosa, Toribio E., "La notificación...", cit.

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