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La Biblia nos dice que “…Jezabel envió un mensajero a que le dijera a Elías:
¡Que los dioses me castiguen sin piedad si mañana a esta hora no te he quitado la
vida como tú se la quitaste a ellos [los falsos profetas]! Elías se asustó y huyó
para ponerse a salvo…” (1 Reyes 19:1-3 NVI).
Muchas veces la voz del temor nos sorprende después de un gran triunfo. Por la
oración de Elías, Dios había mandado fuego del cielo en el Monte Carmelo.
Cuando Jezabel lo amenazó a raíz de este episodio, no necesitó usar carros de
guerra ni soldados; sus meras palabras lo intimidaron, lo deprimieron y lo
llevaron a esconderse. ¡Ten cuidado! Si haces caso a la voz del temor, te
sobrecogerás pensando en esa llamada telefónica que esperas, en el pronóstico
médico o en el informe de bolsa.
Ora por sabiduría y protección divina, pues Él prometió dártelas; reconoce tus
luchas internas -no eres el único, todos batallamos con el temor, y aférrate a Su
Palabra, porque dice: “No te desampararé ni te dejaré” (Hebreos 13:5).
Haz una pausa para recordar quién es tu acompañante: Aquél que nunca ha
perdido una batalla, y que tampoco perderá ésta. Si sientes que no puedes más, Él
te dice: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios
que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré.” (Isaías 41:10).
Destaquemos las palabras “tu Dios que te esfuerzo”. Normalmente el Señor no
nos saca del problema sino que deja que pasemos por Él y nos fortalece en el
proceso. Si pierdes la paz interior, el Señor dice: “Por nada estéis angustiados,
sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego.
Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones
y vuestros pensamientos.” (Filipenses 4:6-7). No escuches a la voz del temor.
¡Dios está contigo!