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PRIMEROS

AUXILIOS PARA LA PREVENCIÓN DEL TRAUMA: UNA GUÍA PASO A PASO



1. Verifica Primero Tu Propia Respuesta Corporal.
Tómate tiempo para darte cuenta tu propio nivel de miedo o preocupación. Luego, respira
profundamente y, mientras espiras, siente lentamente las sensaciones en tu propio cuerpo. Si aún
te sientes alterado, repite este paso hasta que te sientas centrado. Siente tus pies, tobillos y
piernas notando cómo hacen contacto con el suelo. Recuérdate que ya sabes qué tienes que hacer
y que cualquier exceso de energía te ayudará a enfrentarte con el desafío. El tiempo que toma
establecer una sensación de calma es un tiempo muy bien usado. Incrementará tu capacidad para
ocuparte por completo de tu hijo. Si te tomas tiempo para centrarte, tu propia aceptación sobre lo
que haya sucedido te ayudará a centrarte en las necesidades del niño. Tu compostura disminuirá
en gran medida la probabilidad de asustar o confundir al niño aún más. Recuerda, los niños son
muy sensibles a los estados emocionales de los adultos, particularmente de sus padres.

2. Evalúa La Situación.
Si el niño muestra señales de choque (ojos vidriosos, piel pálida, un pulso y una respiración
superficial, desorientación, una apariencia excesivamente tranquila, o si actúa como que nada
hubiera sucedido), no permitas que se levante de un brinco y regrese a jugar. Puedes decirle algo
como, «Vamos a sentarnos (o tumbarnos) juntos un rato y esperar hasta que el estado de choque
se desvanezca». Recuerda, una voz tranquila y segura le comunica al niño que sabes lo que se
tiene que hacer.

3. Mientras Se Desvanece El Estado De Choque, Guía La Atención De Tu Hijo Hacia Sus


Sensaciones.
Suavemente, pregúntale a tu hijo cómo se siente «en su cuerpo». Repite su respuesta como una
pregunta –«¿Te sientes bien en tu cuerpo?»– y espera a que asienta con la cabeza o bien dé otra
respuesta. Sé más específico con la siguiente pregunta: «¿Cómo te sientes en tu vientre (cabeza,
brazo, pier-na, etc.)?». Si menciona una sensación particular, pregúntale suavemente sobre su
ubicación, tamaño, forma, color o peso (por ejemplo, pesada o ligera). Sigue guiando a tu hijo
para que permanezca en el momento presente con preguntas como, «¿Cómo se siente ahora la
piedra (intensidad, bulto, «pupa», picadura)?». Si es demasiado pequeño o está demasiado
sobresaltado para hablar, pídele que señale dónde le duele. (Recuerda que los niños tienden a
describir las sensaciones con metáforas tales como «duro como una piedra»).

4. Baja Tu Ritmo Para Seguir El De Tu Hijo Al Observar Cuidadosamente Los Cambios. ¡


Todo depende del momento preciso! Esto puede ser la parte más difícil para el adulto; pero es la
parte más importante para el niño. Permitir un minuto o dos de silencio entre preguntas da la
oportunidad de que se involucren los ciclos fisiológicos que restauran en profundidad.
Demasiadas preguntas hechas demasiado rápido perturban el curso natural. Tu presencia
tranquila y tu paciencia son suficientes para facilitar el movimiento y liberar el exceso de
energía. Este proceso no se puede apresurar. Mantente alerta para detectar señales que te
permitan saber que un ciclo ha llegado a su término. Si no estás seguro de que el ciclo haya
terminado, espera y observa las señales que te dé el niño. Ejemplos de señales incluyen una
respiración profunda, relajada y espontánea, el cese del llanto o de los temblores, estirarse,
bostezar, una sonrisa o hacer o romper el contacto visual. Haber completado este ciclo no
significa necesariamente que el proceso de recuperación haya terminado. Puede seguirle otro
ciclo. Mantén centrado al niño en sus sensaciones unos minutos más para asegurarte de que se
haya completado el proceso. Espera para ver si comienza otro ciclo o si tienes la sensación de
que fue suficiente por el momento. Si el niño muestra señales de fatiga, detente. Habrá otras
oportunidades para continuar el proceso.

5. Continúa Validando Las Respuestas Físicas Del Niño.
Resiste el impulso de detener las lágrimas o el temblor del niño, mientras le recuerdas que
cualquier cosa que haya sucedido ya ha terminado y que estará bien. Las reacciones del niño
deben continuar hasta que se detengan por sí mismas. Esta parte del ciclo natural generalmente
toma entre uno y varios minutos. Los estudios han mostrado que los niños que pueden llorar y
temblar después de un accidente tienen menos problemas de recuperación a largo plazo. Tu
tarea es transmitirle a tu hijo a través de las palabras y el tacto ¡que el llanto y el temblor son
reacciones normales y saludables! Una mano reconfortante sobre la espalda, hombro o brazo,
junto con unas cuantas palabras suavemente expresadas tan simples como «Está bien» o «Exacto,
sacude toda la experiencia aterradora fuera de ti», ayudará enormemente.


6. Confía En La Capacidad Innata Del Niño Para Sanar.
A medida que te vas sintiendo cada vez más cómodo con tus propias sensaciones, te resultará
más fácil relajarte y seguir el ejemplo de tu hijo. Tu función principal, una vez que ha comenzado
el proceso, ¡es no interrumpirlo! Confía en la capacidad innata del niño para sanar. Confía en tu
propia capacidad para permitirlo. Si te ayuda a soltar, tómate un momento para reflexionar sobre
un poder superior y sentir su la presencia, o de la increíble perfección de la naturaleza que te guía
a través del milagro ordinario de la sanación. Tu tarea es «permanecer» con el niño, creando un
contenedor seguro. Usa una voz tranquila y una mano reconfortante para hacerle saber al niño
que está en el camino correcto. Para evitar la interrupción accidental del proceso, no muevas la
posición del niño, no distraigas su atención, no lo sostengas con demasiada fuerza y no te
posiciones ni demasiado cerca ni demasiado lejos para que el niño se sienta cómodo. Nota cuando
tu hijo comienza a reorientarse en el entorno. La orientación es señal de conclusión.

7. Anima Al Niño A Que Descanse, Incluso Si No Quiere.


Generalmente, durante el descanso y el sueño continúan las descargas profundas. No suscites una
discusión sobre el percance al hacer preguntas. Más tarde, puede ser que el niño quiera contarte
una historia sobre él, hacer un dibujo o una representación. Si se movilizó mucha energía, la
liberación continuará. El siguiente ciclo puede ser demasiado sutil para que lo notes, pero el
descanso promueve una recuperación más completa, al permitir que el cuerpo vibre suavemente,
emita calor, que la piel pase por los cambios de color, etc., a medida que el sistema nervioso
regresa a la relajación y al equilibrio. Además, la actividad de los sueños ayuda a mover al cuerpo
a través de los cambios fisiológicos necesarios. Estos cambios suceden de manera natural. Lo
único que tienes que hacer es proporcionar un ambiente de paz y tranquilidad. (Precaución: Por
supuesto, si el niño sufrió una lesión en la cabeza conviene que descanse pero no que duerma,
hasta que un médico declare que sea seguro).

8. El Paso Final Es Ocuparse De Las Respuestas Emocionales Del Niño.


Más tarde, cuando el niño esté descansado y tranquilo –puede ser incluso hasta el día siguiente–,
reserva un tiempo para hablar de sus sentimientos y de lo que vivió. Empieza pidiéndole que te
cuente lo que sucedió. Los niños a menudo sienten enfado, miedo, tristeza, preocupación,
vergüenza, humillación o culpa. Ayuda a tu hijo a saber que esos sentimientos son buenos y que
lo entiendes. Háblale al niño sobre algún momento en el que tú o alguien que conoces haya tenido
una experiencia similar o te hayas sentido igual. Esto ayudará a «normalizar» y fomentar la
expresión de lo que el niño está sintiendo. Hazle saber al pequeño que cualquier cosa que esté
sintiendo está bien y es merecedora de tu tiempo y atención. Reserva un tiempo especial para
narrar los detalles del incidente y evaluar si quedan sentimientos residuales. Dibujar, pintar y
trabajar con plastilina puede ser muy útil para liberar emociones fuertes. El juego, como
veremos con la historia de Sammy, funciona especialmente bien con los niños que todavía no
hablan o que hablan poco. Además, los versos divertidos que tú y tu hijo pueden inventar,
acompañados de ilustraciones (o no), pueden ser una manera divertida de promover más
sanación de la miríada de heridas emocionales que sufren los niños (ver el capítulo cinco).

Ahora que ya sabes qué hacer, el siguiente paso es incrementar tu capacidad de cómo hacer lo
que necesitas hacer. Aunque se usen pocas palabras en el proceso de desactivación de la «carga
traumática», aquellas que elijas tendrán mucho peso, que el lenguaje, el ritmo y el tono de tu voz
tienen el poder de infundir la confianza de que todo está bien o, al contrario, infundir un miedo
innecesario. ¿Qué necesitas saber para evitar esto último e involucrar al cerebro instintivo para
que ponga en marcha este proceso de sanación?

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