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fans para fans. Nuestro único fin es propiciar la lectura de aquellas obras
en inglés que no son traducidos de manera oficial al español.
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incentivando la compra de los libros originales si estos llegan a los países
de habla hispana. Todos los personajes y situaciones recreados
pertenecen al autor.
Queda totalmente prohibida la comercialización del presente
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Créditos
MODERACIÓN, TRADUCCIÓN, CORRECCIÓN Y
REVISIÓN
Cat J. B

DISEÑO
Coral Black
Sinopsis
La chica buena hecha de azúcar, conocida por ser siempre amable. El chico
malo a un paso de terminar en un reformatorio. ¿Hay algo más en él de lo que
se ve a simple vista, o solo le romperá el corazón a Harper?

Harper no pudo evitarlo. El primer día en Westwood High, vio a Emerson


Lopez sentado al otro lado de la cafetería y cayó en sus garras.

¿El problema? Sus amigas insisten en que no es un buen chico, y los rumores
dicen que él NO está interesado en las relaciones.

Pero Emerson ni siquiera sabe que ella existe. Hasta que la escuela de verano
inesperadamente los hace encontrarse.

Puede que Harper sea la única persona capaz de salvar a Emerson de sí mismo.
¿Pero qué pasa si él no quiere ser salvado?
Uno
Nada era mejor que el inicio oficial del verano. A menos que estuvieras
destinada a pasarlo sin tus amigas.

Tori estacionó en la farmacia de camino a mi casa.

—Esta, ¿cierto?

Asentí y me incliné hacia delante.

—Sí, es esta. Me encanta venir aquí. Tienen las mejores ofertas.

Habíamos sido mi mamá y yo por la mayor parte de mi vida, así que


habíamos aprendido a hacer durar el dinero. No podía exactamente permitirme
entrar a Sephora y comprar el mejor maquillaje de moda, pero era bastante buena
consiguiendo las mejores ofertas en farmacias.

Mis amigas y yo salimos del auto, hacia el sol caliente y brillante del día.

El año escolar oficialmente había terminado hacía menos de treinta minutos,


e íbamos a celebrarlo con cambios de look y una pijamada en mi casa. Pero
primero: comprar maquillaje.

En frente del estacionamiento, un chico solitario andaba con su skate de un


lado a otro, haciendo todo tipo de trucos a la sombra de unos pocos álamos. Lo
reconocí, con su camiseta negra usual y jeans azules. Su nombre era Emerson, y
compartía mi período de almuerzo. O solía hacerlo.

Emerson saltó como si estuviera lanzándose a una pileta para nadar, y yo


jadeé. Luego aterrizó sobre las manos en el skate… y anduvo así, con las manos
en vez de con los pies. Definitivamente él parecía el más talentoso del grupo.

—Guau —dije sin pensar.

Todas se detuvieron, y Lena vino a mi lado.

—¿Qué? —Dirigió la mirada hacia los árboles—. ¿No es ese Emerson Lopez?

Tori se protegió del sol con una mano sobre los ojos.

—No es una voltereta hacia atrás, pero aun así… es admirable. ¿No lo
echaron de la escuela la semana pasada?
Ella sacudió la cabeza.

—Lo suspendieron.

Lena la miró boquiabierta.

—¿De nuevo? Me sorprende que ya no lo hayan expulsado.

Ella apretó los labios.

—Es solo cuestión de tiempo.

Rey se giró hacia mí.

—Ese chico siempre ha estado metido en problemas. Desde que estábamos


en la escuela primaria.

Mis ojos se agrandaron de la sorpresa. Era difícil imaginar a un chico de


segundo grado metiéndose en problemas.

O cuánta fuerza abdominal Emerson tenía que tener para lanzarse de nuevo,
agarrar su skate del suelo, y hacer una voltereta hacia atrás. De alguna manera,
me encontré a mí misma tratando de imaginar cuántas filas de abdominales
tendría.

Asegurándome de que no se me estuviese cayendo la baba, finalmente me


giré con las otras para ir dentro de la tienda, pero un hombre de mediana edad
con un estómago redondeado salió, casi pasándonos por encima. Nos
apresuramos a salir de su camino.

Sacudió un dedo en el aire, dando varios pasos hacia Emerson y sus amigos.

—¿No les dije, niños, que no anden con sus skates por aquí? ¡Hay un cartel,
por milésima vez!

Era cierto. Lo señaló, pero Emerson y sus dos amigos apenas alzaron la
mirada hacia el tipo.

Aunque el gerente no se iba a dar por vencido.

—Si no se van, voy a llamar a la policía. ¡No crean que no sé acerca del auto
que golpearon con sus skates el otro día!

Ahora Emerson reprimió una sonrisa, lo que solo hizo que el gerente se
pusiera como loco.
—¡Eso es todo! —gritó el gerente, girándose y volviendo adentro. Las puertas
automáticas apenas se abrieron a tiempo para él, y casi se cayó.

Yo salté para ayudar, pero ya se había ido.

Lena encontró mis ojos.

—Guau —dijo.

Ella parpadeó.

—¿Estás hablando de Emerson o del gerente?

Tori alzó una ceja.

—Ambos. Pero ese tipo casi me rompió un tímpano.

Nos giramos de vuelta hacia Emerson, quien iba por la calle con su skate,
pero no se conformaba con solo pasar rápido por la vereda.

En cambio, se subió con el skate a una pequeña mesa afuera de un lugar de


comida rápida, rodó sobre la mesa de espaldas, con el skate en mano, y aterrizó
de nuevo encima. Todo en un veloz movimiento.

Yo había estado segura de que se caería y se abriría la cabeza, pero él era


como un Jacki Chan, usando su entorno para vencer a sus enemigos, excepto que
Emerson andaba en skate.

Estaba de espaldas a mí, así que no esperaba que se girara y me encontrara


comiéndomelo con los ojos.

Pero lo hizo.

Nuestros ojos se encontraron por un instante, y supe que él sabía que lo había
estado mirado fijamente. Pero no se rio ni sonrió. En cambio, su mirada era
intensa como la de un halcón. Su boca seria.

Mi rostro ardía, caliente, y no era porque hubiese estado parada afuera por
mucho tiempo. Nop, esos eran el sudor y el color de la humillación pura.

Luego se volteó, alejándose, y alguien más vino a mi lado.

La voz de Lena sonó en mi oído.

—DIOS MÍO, ¿POR QUÉ EMERSON LOPEZ TE ESTABA MIRANDO TAN


INTENSAMENTE?

***
Arrastré a Lena lejos de la escena del crimen y la llevé dentro de la tienda.

Pero eso no detuvo a Lena de seguir hablando de lo que acababa de suceder.

—Todavía te gusta, ¿no?

Ella se me acercó.

—¿Dónde has estado? Tori ha estado tratando de explicarme la diferencia


entre tonos de piel cálidos y fríos, y estoy perdida.

Abrí la boca para decir algo, pero era demasiado tarde.

Lena estaba prácticamente saltando de arriba abajo.

—Emerson Lopez atrapó a Harper babeando por él. Y le dio una mirada
súper caliente. Chicas, se lo perdieron.

La mamá en el mostrador de la entrada con sus dos niños miró fijo en nuestra
dirección, y yo tiré a Lena hacia el estante del maquillaje.

Luego traté de salvar las apariencias.

—Okey, pero yo definitivamente no estaba com…

Lena asintió, completamente segura de sí misma, y se cruzó de brazos.

—Estaba totalmente comiéndoselo con los ojos.

Tori contuvo una sonrisa conocedora, y yo quise evaporarme en ese


momento.

Ella trató de calmar a Lena.

—Lena, voz de estar adentro, ¿recuerdas?

Nos reímos, pero mi cara todavía se sentía un poco caliente.

Rey me dio un empujoncito.

—¿Así que todavía te gusta Emerson, el chico malo, eh?

Todas dejaron de tontear y me miraron esperando una respuesta.

Yo tartamudeé. Tartamudeé mal.

—Oh… uh, no —me burlé—. No, de ninguna manera… yo nunca…

Tori me tocó el hombro.


—La respuesta es sí. Está bien. Trataremos de no juzgarte. —Me guiñó un
ojo.

Ella puso un brazo alrededor de mí.

—Lo prometemos.

Rey me susurró al oído, poniendo una mano en frente de su mejilla así nadie
más escuchaba.

—No te culpo.

No sabía si debería reírme o tratar de esconderme. De ninguna manera me


gustaba Emerson Lopez. Había confesado que pensaba que era lindo hacía unos
meses en una pijamada, y supe inmediatamente por las reacciones de mis amigas
que él me traería problemas.

Así que no.

Ya no pensaba que Emerson era lindo. Para nada. No cuando lo veía sentado
en su mesa usual en la cafetería ni cuando deambulaba por los pasillos, con la
barbilla alzada como si retara a alguien a decirle algo.

Nop.

—Normalmente, estaría bastante emocionada ante la idea de que salieras con


un chico lindo —comenzó Tori, arrodillándose para inspeccionar un lápiz
labial—, pero Emerson no parece una buena opción.

Ella sonrió con resignación.

—Me temo que debo estar de acuerdo con eso. No parece un chico muy
agradable. Y tú eres básicamente la chica más agradable que conozco.

Rey asintió.

—Odiaríamos verlo romperte el corazón, Harper.

Lena suspiró.

—Y luego yo tendría que romperle la cara. Así que por mi bienestar, Harp —
bromeó— es mejor mantenerte alejada de ese chico.

Me preguntaba qué podría ser tan malo acerca de Emerson, pero al mismo
tiempo, sabía que tenían razón. Ellas habían vivido aquí todas sus vidas. Había
un montón acerca de él que probablemente yo no sabía, aunque parte de mí
pensara que tenían que estar equivocadas.

Decidida a encontrar una buena selección de productos para los cambios de


look de mis amigas, busqué algún rímel en descuento, lista para deshacerme del
tema de Emerson.

Pero aparentemente, todas las demás no estaban del todo listas para seguir
adelante.

Tori probó un labial en el dorso de su mano.

—Sabes, todos sus hermanos mayores eran igual. Y escuché que sus
hermanos menores ya están siguiendo sus pasos.

Ella giró un tubo de primer en sus manos.

—Sí, es una pena. Son todos guapos, pero la mayoría han dejado el colegio.
Creo que a sus padres tampoco les importa que se metan en problemas todo el
tiempo. —Se giró hacia mí y alzó el primer—. ¿Qué demonios es esto?

Señalé la etiqueta.

—Primer. Va antes de la base.

Ella parpadeó varias veces.

—Pero se llama base. Quiero decir, ¿no se supone que va primero?

—Piensa como si fuera un lienzo —dije.

La expresión confundida de Ella no cambió.

—¿Ah?

Tori encontró mi mirada y se rio.

—Después se lo explicaremos. Solo ponlo en la canasta. —Alzó una canasta


verde de plástico.

Quería seguir hablando de maquillaje, pero parte de mí también tenía


curiosidad. Nunca había siquiera hablado con Emerson antes. Sonaba como que
había un motivo por el que no tuviera las mejores notas ni la mejor asistencia al
colegio. Todos parecían enfocados en mantenerse alejados de él.

—¿Así que todos sus hermanos han dejado el colegio?

Tori asintió.
—Sí, siempre estaban metiéndose en peleas y eso. Recuerdo que en primer
año, su hermano estaba en segundo y el otro en tercero. Ambos se metieron en
una gran pelea en la cafetería una vez, con tres otros chicos de tercero. Y luego
Emerson también se metió. Terminó con un ojo morado.

—Guau —dije.

—Además es un rompecorazones —dijo Lena, tirando una paleta de sombras


de ojos brillantes en nuestra canasta—. Todo un mujeriego. Su hermano mayor,
el que estaba en segundo en ese tiempo, salió con mi hermana mayor. Duraron
como dos semanas y luego él la dejó porque no consiguió lo que quería.

Rey sacudió la cabeza.

—Sí, no suena muy amable.

Alcé una base y la comparé con el dorso de la mano de Ella.

—¿Y Emerson es igual, entonces?

Tori pensó por un segundo.

—Definitivamente se mete en muchas peleas.

Ella me dio una mirada insegura.

—Y es conocido por salir con una chica por unos días y después romper con
ella.

Rey encontró mi mirada.

—Solía salir con Patricia, de mi clase de matemáticas. Patricia estaba


devastada cuando él rompió con ella, súper rápido. Él dijo que no tenía relaciones
serias. Fue el primer beso de Patricia, ¿puedes creerlo?

Tori bajó la voz.

—¿Y esa pelea en la que se metió la semana pasada? Escuché al director


decirle a la entradora que si no mejoraba un poco, iba a ir directo a un
reformatorio. Es su última chance.

Mi estómago se hundió ante la idea de enamorarme de un chico y que luego


me dejase. Quizás tenían razón.

Definitivamente debería mantenerme alejada de Emerson Lopez, por más


guapo que fuese. El chico estaba en la zona prohibida.
Dos
Llené las pestañas de Ella con rímel negro grueso.

—¿Estás segura de que tú y tu tía no pueden llevarme con ustedes a Puerto


Rico? —Oh, las cosas que daría por bañarme al sol en esa isla con chicas altos y
bronceados con acentos extranjeros por todas partes.

Ella me dio una sonrisa comprensiva.

—Lo siento. Ojalá pudiera.

Miré a Lena, que estaba difuminando a la perfección la sombra de ojos de


Rey.

—¿Alguna chance de que puedas meterme en el baúl de tu auto cuando se


vayan a México?

Lena soltó una risita.

—Lo siento. Con el tamaño de mi familia, tengo suerte de ir yo.

Tori deslizó el dedo por su teléfono y luego lo dejó.

—¿A menos que quieras venir conmigo al campamento de porristas este


verano?

—Sí, claro —dije—. ¿Parezco tener la coordinación suficiente para hacer una
voltereta de costado básica?

Tori me miró fijo.

—¿No puedes hacer una voltereta de costado? Quiero decir, ¿al menos sabes
andar en bicicleta, Harper? —bromeó.

Le entregué a Ella un espejo.

—Terminado. —Agarré mi mochila y saqué algunas de mis cosas de


maquillaje favoritas—. Y para contestar tu pregunta, Tori… a veces.

Tori y Lena eran muy inclinadas a lo atlético. ¿Yo? No mucho. Pero me


gustaba pensar que era una buena amiga, y eso era más importante, ¿cierto?

Miré alrededor a mis cuatro mejores amigas en el mundo.


—No puedo creer que soy la única que no viajará este verano. Estoy tan
celosa —dije, imaginando todas las aventuras que ellas seguro tendrían.

Rey me ofreció una sonrisa desde mi cama, con su diario habitual a su lado.

—Al menos tienes dos semanas con tu papá, ¿no? Puedes ir en avión de
vuelta a Wisconsin.

Asentí.

—Tienes razón. Seguro que eso será divertido. El viaje en avión, al menos.

Tori arregló el cabello de Ella en ondas largas, sueltas, mientras yo me hacía


mi propio cambio de look. Cuando terminó, Ella se levantó y giró.

—Me encanta.

Justo en ese momento, empezó a sonar la alarma del horno, y me apresuré


hacia la cocina. Los cupcakes que habíamos horneado estaban lo suficientemente
fríos para decorarlos.

—¡Chicas, vengan a buscar un cupcake! —llamé.

En minutos, estábamos sentadas a la mesa, cubriendo cada uno de nuestros


gigantescos cupcakes con glaseado y granas. Saqué una vela para el cupcake de
Ella, metiéndolo cuidadosamente en el centro.

Ella sonrió contenta.

—Chicas, son las mejores.

Busqué por ahí un encendedor mientras todas sacaban sus regalos para ella.

Volví a sentarme, con mi propio regalo en la mano. Lo coloqué en la mesa y


encendí la vela.

—No podemos dejarte ir a Puerto Rico sin hacerte una fiesta de cumpleaños
adelantada.

La brillante vela iluminó el rostro de Ella.

—¿Puedo pedir un deseo?

Tori sonrió.

—Por supuesto.
Lena sacó un montón de fotos, y luego todas nos acomodamos para una
selfie.

Tuvimos que sacarla al menos veinte veces hasta que todas estuvimos
satisfechas, y para entonces, la vela casi se había derretido por completo. Pero
luego cantamos el cumpleaños feliz, Ella pidió su deseo justo a tiempo, y todas
nos comimos nuestros cupcakes.

—Chicas, son las mejores —exclamó Ella—. Esto es tan bueno.

—Concuerdo —dijo Rey a mi lado—. No puedo creer que ya tengas


dieciocho. Yo no cumplo dieciocho hasta la primavera.

Ella se encogió de hombros.

—Solo se siente como los diecisiete.

Tomé un trago de agua para limpiar todo el glaseado.

—¿Así que Jesse va a extrañarte un montón o qué?

Ella asintió.

—Yo también lo voy a extrañar. Pero son solo unas semanas. Jesse tiene el
campamento de básquet. Mañana pasaremos el día juntos así que estoy
anticipando eso.

Me giré hacia Tori.

—¿Y qué hay acerca de ti? ¿Vas a estar pensando en Noah durante todo el
mes?

Tori suspiró.

—Totalmente. Él es… el mejor. —Para alguien que había contenido sus


sentimientos por tanto tiempo, últimamente Tori lanzaba todas las vibras del
amor tonto, pero también estaba muy feliz por ella.

Esos dos definitivamente pertenecían juntos.

—Voy a extrañarlas un montón a todas ustedes —dijo Rey.

Lena le dio un empujoncito.

—Solo prométeme que conseguirás el número de un chico cuando estés en


tu viaje.

Rey resopló y abrió su cuaderno.


—De ninguna manera. Mi papá me mataría. ¿Y cuál es el punto si vivo aquí?

Lena sonrió.

—El punto es divertirse un poco. Nunca sabes. Yo, seguro, espero romper un
corazón o dos este verano. Por eso se llaman aventuras de verano. No tiene que
ser serio.

Quizás para Lena no tenía que serlo. Pero yo definitivamente no era Lena.
Estaba esperando al chico correcto que quisiera más que divertirse un poco. No
estaba segura de que mi corazón pudiera soportar el riesgo de otro modo.

La mirada de Ella en mí captó mi atención.

—Pareces muy pensativa hoy.

Traté de no darle importancia.

—Solo amo verlas a ustedes tan felices.

Pero eso no fue lo suficientemente bueno para Tori y Lena.

—Necesitas un poco de amor en tu vida, Harp —dijo Lena, inclinándose


hacia delante y apoyando los brazos en la mesa—. Tenemos que encontrarte a
alguien.

Tori despegó el revestimiento de su cupcake.

—Estoy de acuerdo. Quizás la posibilidad de un chico lindo es lo que


necesites para hacer tu verano un poco más interesante.

Miré alrededor de la mesa, lista para inventar alguna excusa, pero no se me


ocurrió nada. Incluso a Ella y Rey parecía gustarles la idea.

—No me gusta nadie del colegio —dije, aunque no fuera completamente


cierto.

Lena no perdió un segundo.

—Ni siquiera conoces a todos en el colegio. Como los chicos del equipo de
soccer. Algunos de los chicos del equipo universitario son muy lindos. Debería
organizarte una cita a ciegas.

Y así, todas empezaron a charlar sobre lo divertido que sería ir a una cita a
ciegas.

Yo traté de intervenir.
—No sé, chicas. ¿Salir con un extraño? —Presentía que no funcionaba igual
que en las películas.

Rey alzó la vista de la última entrada en su diario.

—¿Qué tan malo podría ser?

***

Resultó que una cita a ciegas organizada por Lena podía salir muy, muy mal.

¿Pero quién podía decirle que no a Lena? Definitivamente yo no. Decir que
no ya era lo suficientemente difícil para alguien como yo que estaba siempre
tratando de complacer a la gente.

Lena había encontrado a alguien en tiempo récord y llamaba a mi cita a ciegas


su “regalo de despedida”. Yo me preguntaba quién habría estado de acuerdo en
pasar su primer sábado por la noche de verano en una cita a ciegas cuando la
mayor parte de los chicos del colegio estaban preparándose para ir a la playa.

El resto de las chicas me desearon suerte antes de hacerme prometer que les
mandaría mensajes con los detalles lo más pronto posible. Despedirme de ellas
esta mañana no había sido fácil, pero al menos me las había arreglado para no
llorar.

Me distraje probándome mi nuevo maquillaje y preparándome para esta


noche. Luego me tomé mi tiempo para llegar al punto de encuentro que Lena me
había mandado. Cuando finalmente llegaron las siete en punto, ya estaba
esperando afuera del restaurante del centro especificado.

Luego eran las 7:15, y me preguntaba si había entendido mal la hora. Revisé
de nuevos mis mensajes. No, Lena había dicho 7 p.m., al frente de Luigi’s. No era
el lugar más elegante de la ciudad, pero estaba un escalón por encima de la
comida rápida, y servían una pizza bastante buena.

Para las 7:30, le mandé un mensaje a Lena diciéndole que el tipo no aparecía.
Me levanté para dirigirme a casa cuando un chico alto y desgarbado caminó hacia
mí.

Alejando mi teléfono, me levanté de la pequeña banca en la que había estado


sentada durante los últimos cuarenta y cinco minutos.

—¿Hannah? —dijo.

¿Eh?
—Um, soy Harper —contesté, preguntándome si esta era de hecho mi cita a
ciegas de esta noche.

—Oh, cierto —dijo con una risa—. Sabía que empezaba con H.

Hice una mueca y le di la mejor sonrisa que pude.

Tenía cabello rubio ceniza y vestía una camisa arrugada y jeans. Parecía
agradable, pero tenía que admitir que no estaba muy impresionada hasta el
momento.

Aunque quizás estuviese equivocada. Me recordé a mí misma que se merecía


el beneficio de la duda.

—Perdón por llegar tarde —dijo, metiéndose las manos en los bolsillos—. Yo,
uh, perdí la noción del tiempo.

Apreté el bolso frente a mí con ambas manos.

—Está bien.

—De todos modos, soy Patrick —dijo.

—Encantada de conocerte —dije, extendiendo mi mano—. Soy Harper.

Después de una sacudida de manos tensa, caminamos hacia el restaurante.

La cena estuvo bien, aunque fue un poco incómoda, pero estaba anticipando
la película, donde podíamos simplemente sentarnos y pasar algún tiempo
absortos en la película popular del momento.

No era A todos los chicos de los que me enamoré ni Sierra Burgess, pero al menos
era interesante.

Al menos hasta que Patrick trató de sostener mi mano. La primera vez,


automáticamente la retiré y me acomodé el pelo detrás de la oreja, esperando que
entendiera la indirecta.

Pero luego, unos minutos después, volvió a tomar mi mano, y me pregunté


cómo iba a conseguir sacarla. En unos minutos, nuestras manos estaban súper
sudorosas, y no sabía si era él o yo.

Me preguntaba cuánto podría durar la película. Luego tuve la idea de


excusarme para ir al baño.
Salí casi corriendo, y exhalé de alivio y me limpié la mano en mi vestido
apenas estuve fuera de su vista.

Una vez que estuve en el lobby, mi teléfono vibró con un nuevo mensaje.

Era del hilo de las #BFFs.

Lena: Hola, chica sexy. ¿Cómo está yendo la cita? ;)

¿Un emoji guiñando el ojo?

Harper: Um, honestamente no muy bien…

Lena: ???

Rey: Lo que ella dijo.

Ella: ¿Es un imbécil?

Tori: Oh no.

Me preguntaba cómo explicarles.

Harper: Bueno, llegó 30 min tarde. Se equivocó con mi nombre. Sí pagó por mi
comida y el ticket de la película, pero yo no estaba sintiendo la química, saben? Creí que
lo entendió, pero luego me agarró la mano en la película recién. Y estoy en el baño
preguntándome si puedo simplemente irme.

Tori: OMG.

Ella envió un emoji con una expresión en blanco, y Rey envió un emoji de
Forrest Gump huyendo.

Lena: …

Lena: Guau.

Lena: Um, bueno el lado positivo es que se acabará enseguida! Tengo que irme :)

Ella: Lol. Aguanta. Quizás mejore.

Rey: *se encoge de hombros* buena suerte

Tori: ¿No puede empeorar, o sí?


Tres
Sí que empeoró.

Unos minutos después, Patrick me encontró cerca de los negocios que


vendían golosinas, y murmuré algo acerca de tener antojo de caramelos.

Él dio un paso más cerca, su mirada yendo entre yo y la larga fila, donde
claramente yo no estaba parada. Me metí el teléfono en mi bolsillo trasero.

Apretando los labios, dijo:

—Creo que sé lo que está pasando aquí.

Mi estómago se hundió.

—¿Ah sí?

Asintió muy seguro, parpadeando lentamente. Luego encontró mis ojos y


dijo en una voz baja:

—¿Quieres salir de aquí?

Casi me atraganté con mi propia saliva.

—¿Qu-qué?

—¿Como a los bolos aquí al lado? No sé qué piensas tú, pero esta película
apesta.

Casi me reí totalmente aliviada y de alguna manera dije que sí antes de


pensar bien las cosas.

Patrick me llevó a los bolos, y me pregunté cuánto más duraría esta cita no-
muy-genial. Mi cuerpo ansiaba pijamas de franela, y mi corazón rogaba que viera
a Peter Kavinsky, aunque solo fuera en televisión y no en persona.

Pero me aguanté y traté de ser amable. Si les preguntaras a Lena o Tori, dirían
que “amable” era mi segundo nombre, pero yo tampoco quería que Patrick se
sintiera mal por terminar la cita temprano.

Desafortunadamente para mí, Patrick no era muy bueno en los bolos así que
nuestra cita no mejoró mucho. La cosa era que no estaba segura de que Patrick
supiera que era malo. Él solo seguía diciendo que estaba teniendo una noche
mala, pero uno no podía tirar la bola accidentalmente en la línea equivocada
tantas veces.

—Oops —dijo Patrick, avergonzado—. Iré a agarrar eso.

Pero la bola se había ido.

Yo recogí otra.

—Está bien. Toma.

No debía haber estado prestando mucha intención porque lo siguiente que


supe fue que la bola se deslizó de nuestras manos, y mi pie estalló en un dolor
colosal.

Tratando de no gritar de dolor, rengueé hacia una silla y me senté.

Patrick me siguió, y me aseguré de que no hubiera otra bola en los


alrededores.

Él trajo otra silla y se sentó.

—Hannah, lo siento mucho.

Me dolía demasiado el pie como para que me importara que se hubiese


equivocado con mi nombre de nuevo —y aun así había pensado que estaba bien
tomar mi mano antes.

Respiré hondo varias veces. Había sido un accidente. No era para tanto. No
era como si mi pie estuviese roto o algo. Eso esperaba.

Con cuidado me saqué el zapato de los bolos y mi calcetín.

—Está bien —le aseguré, incapaz de encontrar su mirada.

Lentamente moviendo mi dedo grande, exhalé. Estaba bien. El dolor ya se


había ido, en su mayoría. Aunque mi dignidad ya no estaba intacta. Esto sí que
era vergonzoso. Había tenido algunas citas malas antes, todas allá en Wisconsin,
pero esta noche estaba siendo la peor de todas.

Patrick tocó mi dedo grande, y yo hice una mueca de dolor. Alcé la mirada
hacia él, incrédula.

—¿Mejor? —preguntó.

¿Por qué estaba tocando mi pie?

Rápidamente me volví a poner el calcetín, sin molestarme con el zapato.


—Estaré bien. —Me aseguré de meter una sonrisa. Genuinamente parecía
sentirse mal por toda la cosa. Además, irme enojada no era exactamente mi estilo.

Patrick se puso de pie conmigo, y casi nos chocamos.

—Déjame recompensarte —intentó.

Ahora mi sonrisa fue forzada, y me preguntaba qué más tendría preparado


para mí.

—Así está bien —dije—. No es para tanto. De todos modos ya debería irme a
casa. No puedo pasarme de mi toque de queda.

Alejé la mirada, esperando que mi rostro no dejase ver la mentira. Mi mamá


no llegaba hasta la medianoche, y ni siquiera tenía un toque de queda.

Patrick revisó su teléfono.

—Pero son solo las nueve en punto. —Sonaba tan confuso como lucía.

Intenté irme rengueando, pero me siguió.

—Uh, sí, mi mamá es un poco estricta con eso. Si no estoy en casa para las
diez, me castigará como por un mes. —Me aseguré de no hacer contacto visual
con Patrick, entregándole mi zapato de bolos al asistente del otro lado del
mostrador. Me saqué el otro zapato.

—Oh —dijo Patrick—. Qué mal. La pasé genial contigo esta noche.

Finalmente encontré su mirada.

—¡Yo también! Pero en serio debería irme.

Me devolvieron mis zapatos y me los puse en tiempo récord.

Cuando salimos, me giré para enfrentar a Patrick. Sus ojos se deslizaron a


mis labios, lo que significaba que no vio mis ojos agrandados. Luego empezó a
acercarse, su reluciente lengua rosada claramente visible desde este ángulo.

Me alejé.

—¡Vaya!

Él se detuvo, confuso de nuevo.

Saqué mi teléfono.

—Mira la hora. 9:40. Si no estoy en casa en veinte minutos… debería irme.


Patrick empezó a protestar, y yo extendí mi mano. Él me ofreció la suya
también, y yo la sacudí por medio segundo antes de decir adiós y caminar hacia
la parada del autobús como si hubiera una promoción del dos por uno en labiales.

Cuando giré en la esquina, agarré mi teléfono de mi bolsillo.

Harper: Lena, ¿quién demonios era ese chico? Definitivamente no luce como si jugara
ningún deporte. ¡Y trató de besarme! ¡Después de dejar caer una bola en mi pie! Así que
solo en caso de que te estés preguntando cómo me fue esta noche, PARA NADA BIEN.

Tori: OMGGGG jajajaja.

Ella: Guau. Un millón de veces guau. Tu pie está bien??

Rey: El cuento se escribe solo.

Lena: Um. Prométeme que no te enojarás conmigo.

Harper: ???

Lena: Um, él es… el hermano menor… de uno de los jugadores de soccer. ¡Perdón!
Nadie estaba disponible. Y pensé que podrías disfrutar una noche con un chico lindo. No
me di cuenta de que saldría tan espectacularmente mal.

Harper: El hermano menor??? En qué año está?

Lena: Um, noveno grado?...

Tori: Lo siento pero JAJAJAJA.

Harper: Me organizaste una cita con un chico de primero????

Lena: ÉL PARECÍA AMABLE, OKEY.

***

Traté de dejar la cita horrorosa de anoche detrás de mí, pero era difícil cuando
mi mamá preguntó cómo me había ido al día siguiente.

—Así que tu cita a ciegas fue un fiasco, ¿eh? —preguntó, colocándose unos
aretes plateados colgantes que combinaban con su vestido negro a la rodilla y sus
zapatos de tacón.

Podía ver su reflejo desde donde estaba, tirada en su cama.

—Síp. Definitivamente un fiasco terrible.

Mi mamá se giró y me dio una sonrisa empática.


—Suena como que Lena no es la casamentera del año.

Me reí.

—Definitivamente no. Esa chica debería dedicarse solo al soccer. —Y a


romperle el corazón a otros chicos, quería decir. Como yo, ella no tenía novio. No
había tenido novio en un tiempo, pero eso no la detenía de besar chicos cada
tanto.

Por diversión, decía.

Yo definitivamente no besaba chicos por diversión. Si besaba a un chico, en


serio quería que fuera especial y con la persona adecuada. Últimamente, me
preguntaba si ese chico especial siquiera vivía en el mismo estado. Quizás estaba
allá en Wisconsin.

O en Australia. O en Japón.

Los chicos asiáticos eran bastante lindos. Pero también lo era el acento
australiano. Cualquier acento, de hecho.

El sonido del timbre de la puerta me sacó de mi estupor.

Mi mamá agarró su bolso y su teléfono.

—Probablemente volveré tarde, así que no me esperes despierta si no


quieres. Yo te llamo, ¿de acuerdo?

Asentí, levantándome y siguiéndola a la sala de estar. Encontré un buen lugar


en el sofá mientras ella buscaba algo en su bolso.

—Llaves, llaves, llaves… ah. Las tengo —dijo.

Lucía linda. Había pasado bastante tiempo desde su última cita, pero parecía
emocionada.

—¿Así que cómo se llama?

—Jake —dijo con una sonrisa.

—¿Es lindo? —pregunté.

Sus ojos se iluminaron.

—Muy. —Dio un giro rápido—. ¿Cómo luzco?

Me puse de pie y le di un abrazo.


—Genial. Diviértete.

Volvió a sonar el timbre, pero ella se detuvo antes de abrir.

—Ah, por cierto, la Srta. Moreau llamó ayer. Me olvidé por completo de
decirte —dijo.

Que mi mamá olvidara mencionar eso no era una sorpresa, pero me


preguntaba por qué me habría llamado la Srta. Moreau en primer lugar.

—Finalmente llegaron tus antiguas transcripciones. Y resulta que algunos de


tus créditos académicos no se transfirieron, cariño.

Mi boca cayó abierta.

—¿Qué? Pero me graduaré a tiempo, ¿cierto?

Abrió la puerta, y un hombre de mediana edad con una pequeña barriga


estaba de pie en la puerta con algunas flores.

Esperé una respuesta a mi pregunta.

Ella le sonrió al hombre y se giró hacia mí una última vez.

—Por supuesto que sí, cariño. Pero tendrás que hacer los tres créditos que te
faltan durante la escuela de verano. Empiezas el lunes. Son solo seis semanas.
Terminará antes de que lo sepas. Ah, y no te olvides de cerrar con llave cuando
me vaya.

—¿Qué? —grité. Corrí hacia la puerta, pero ya se había ido. La puerta se cerró
detrás de ella.

Mi mamá tenía una tendencia a olvidarse las cosas y a no ser muy buena
diciéndome malas noticias, ¿pero escuela de verano?

¿Me pasaría todo el verano haciendo créditos que ya había cursado en


Wisconsin?

Me dejé caer en el sofá, completamente abatida por dentro. Como si mi


verano no fuese lo suficientemente malo.

Todas mis amigas estaban viajando, conociendo gente —probablemente


chicos— y yo estaba atrapada aquí. Pero como si eso fuera poco, ni siquiera
podría dormir hasta tarde todos los días y mirar TV tonta para mejorar un poco
las cosas.
No. Tenía que volver al colegio el lunes. ¿Cuánto podía empeorar este
verano?
Cuatro
El rostro bronceado de Lena me devolvía la mirada desde mi teléfono.

—¿Escuela de verano? ¿Es en serio?

Era la primera videollamada con las #BFFs desde que mis amigas se habían
ido de viaje, y yo ya les había bajado los ánimos a todas las demás. O quizás solo
era yo.

—Síp —confirmé—. Tengo que estar en la escuela mañana a las ocho en


punto.

—Eso es incluso más temprano que el horario normal de clases —notó Tori.

Asentí.

—Quince minutos más temprano. Tengo tres créditos que recuperar. Uno
optativo, como educación física o algo así, uno de matemáticas, y uno de estudios
sociales.

Ella me ofreció una sonrisa, pero salió más como una mueca.

—¿Al menos sales temprano?

Una hora antes de lo usual. Era algo.

El rostro de Rey apareció en mi pantalla luego.

—Y son solo seis semanas, así que terminará antes de que te des cuenta.

Eso era lo que mi mamá había dicho.

Lena añadió:

—Sí, el verano casi se habrá acabado también para ese entonces. Eso apesta.

Tori le rodó los ojos.

—Gracias, Capitana Vaso Medio Vacío —dijo con una sonrisa—. Oye, quizás
conozcas a un chico nuevo lindo o algo.

Pensé en eso, no convencida del todo.


—¿En la escuela de verano? —contestó Lena—. Solo los estudiantes que
desaprueban demasiadas clases como para recuperarlas durante el año van a la
escuela de verano.

Yo gemí.

Ahora Rey hizo una mueca.

—Sí, quizás no sea el mejor lugar para conocer gente nueva.

—Solo desearía que alguna de ustedes estuviera aquí conmigo —dije.

La vida no había sido fácil cuando apenas me había mudado a Westwood


High. Había sido muy difícil hacer amigos nuevos. Incluso allá en Wisconsin, no
tenía muchos amigos, especialmente no una mejor amiga. Solo alguien con quien
hablaba más.

Su nombre era Kaylie, y ella tenía alguien más a quien consideraba su mejor
amiga. Lo que dolía porque, hasta su confesión, había pensado que ella era mi
mejor amiga.

Pero conocer a Ella, Rey, Tori y Lena había sido lo mejor que me había pasado
desde que me había enterado de que me iba a mudar. Iba a ser miserable sin ellas
por dos meses.

—Vas a estar bien —dijo Ella—. Apuesto a que esas clases serán súper fáciles
para ti, y si por algún motivo no lo son, estamos a un mensaje de distancia. Sabes
que me encanta matemáticas.

Lena fingió vomitar, y Rey resopló mientras se reía.

—Gracias, chicas —dije—. Tengan los teléfonos cerca, porque estoy segura
de que les estaré contando lo aburrida que estoy en clase todos los días. Y
deseando estar en la pileta o de compras.

Rey parpadeó.

—Solo no hagas nuevos amigos —bromeó—. ¿Y si volvemos y finges que ya


no nos conoces?

—Nunca —contesté con una sonrisa.

—No dejes que nadie sea una mala influencia para ti —dijo Tori—. Como
Isabella, que se ha estado haciendo amiga con una chica del campamento de
porristas que no es nada amable.
—Sí —dijo Ella—. Amamos a nuestra Harper amable.

Lena se rio.

—Aunque me da curiosidad ver a la Harper cruel.

—Sí —dije—. Claro. Chicas, saben que soy prácticamente incapaz de ser
cruel.

Tori se rio.

—Eso sería de hecho muy raro.

—Sí —dijo Lena, ya riéndose de su propia broma—. Sería como tener una
Tori amable.

***

Estar en la escuela definitivamente no era la forma en que yo quería pasar mi


verano. Pero después de gritar y quizás llorar un poco en mi almohada a las seis
y media esta mañana, sabía que no tenía opción.

Así que salí del autobús escolar amarillo brillante y entré a Westwood High
en lo que se suponía que sería el primer lunes de las vacaciones de verano. Solo
otros tres chicos me siguieron fuera del autobús. Un chico había pasado todo el
camino roncando fuerte y había tenido que ser despertado por el conductor del
autobús.

Solo había tres clases y no habían asignado ningún libro de texto así que, de
acuerdo al correo electrónico que había recibido, no tendríamos casilleros.

Agarré mi horario en la cafetería e hice el camino a mi primera clase del día.


Matemáticas.

O como se llamaba aquí, matemáticas aplicadas correctivas.

¿Qué significaba eso?

No tenía idea, pero por lo que se veía en el plan de estudios que me habían
enviado por correo anoche, habría desde geometría hasta álgebra, pre-cálculo y
estadísticas. Y un montón de proyectos.

A diferencia de Ella, yo no era un genio de las matemáticas, pero había


conseguido una B+ en matemáticas en mi antigua escuela. Así que no estaba
demasiado preocupada, solo me molestaba todo el trabajo que estaría haciendo
en las próximas semanas.
Encontré mi primera clase unos minutos temprano, así que miré alrededor a
ver si reconocía alguien. Solo había otras tres estudiantes, todas chicas, en el aula
en este momento, y estaban juntas hablando en una esquina. El resto de los
escritorios estaban vacíos, y el profesor, el Sr. Nguyen, estaba reclinado hacia
atrás en su silla de cuero de imitación negro con los ojos cerrados. Lucía como si
él también prefiriese estar durmiendo en casa hasta tarde.

El sonido de pasos me hizo girarme. Era la Srta. Moreau. Caminó hasta el Sr.
Nguyen, quien se enderezó. Tomó la hoja de las manos de la consejera.

—El listado final —dijo la Srta. Moreau

De camino afuera, captó mi mirada y vino enseguida. La saludé con la mano


y sonreí.

—¡Harper! —me recibió—. Qué bueno verte. Me alegra que hayas podido
venir.

—Sí. Mi mamá me explicó la situación de que algunos de mis créditos no se


transfirieron.

La Srta. Moreau asintió con simpatía.

—Desearía que hubiera más que pudiese hacer, pero esto pasa a veces con
transferencias desde diferentes estados. Me temo que esta es la única forma de
que te gradúes a tiempo. Pero por tus notas de este último semestre, no estoy
preocupada por ti para nada, Harper. Pareces ser aplicada. De todos modos, si te
encuentras con algún problema, házmelo saber. Estaré aquí todo el verano.

—Gracias. —Asentí—. ¿Ninguna escapada de verano, entonces?

Sacudió la cabeza.

—No este año. Pero de hecho la escuela de verano es muy divertida. Ya verás.

Me dio un guiño y se fue.

Unos estudiantes más entraron y encontraron asientos en el fondo de la clase.


Yo estaba sentada en la tercera fila, pero era como si estuviese en la primera fila.
Todos estaban en el fondo. Y obviamente no iba a ser una clase muy llena.

Justo cuando me preguntaba si debería ir una o dos filas más atrás y tratar de
encontrar un rostro amigable, el Sr. Nguyen se puso de pie y empezó la clase.
Volví mi atención al plan de estudios frente a mí así podía seguirlo.
A mitad de la explicación del profesor sobre el proyecto que debíamos
entregar en unas semanas, el sonido de alguien abriendo la puerta nos hizo girar
a todos.

Parpadeé varias veces, sin creer quién había entrado.

No era otro que Emerson Lopez.

Llevaba su stake en las manos y nada más.

Varias de las chicas del fondo empezaron a susurrar, pero eso no pareció
molestarlo. Encontró un asiento a tres escritorios del mío y un poco más atrás,
dejando su skate debajo de su asiento.

Me giré de vuelta al profesor, preguntándome si él iba a continuar.

El Sr. Nguyen se puso las manos en las caderas.

—Me alegra ver que pudo llegar, Sr. Lopez.

Volví a mirar a Emerson, quien asintió con la cabeza fríamente, apenas


alzando la mirada.

El Sr. Nguyen caminó por el pasillo y dejó una copia del plan de estudios
frente a Emerson. Luego siguió enseñando.

Traté de escuchar, pero mis ojos seguían divagando hacia Emerson. Igual que
la mayor parte de los chicos de la clase, sus ojos estaban en cualquier otro lugar
menos en el plan de estados. En cambio, estaba concentrando en la ventana más
cerca de él. Mirando afuera yo también, pude ver el cielo azul, y el frente del
colegio.

Me preguntaba en qué estaría pensando Emerson. Ciertamente no en


matemáticas.

Mis ojos se deslizaron hacia sus brazos fuertes y la forma en que su delgada
camiseta blanca abrazaba su torso. Desde aquí, podía ver la vena que viajaba por
sus bíceps. Su boca estaba en una línea, ligeramente hacia abajo. Sus ojos eran
oscuros, pero no solo porque fuesen marrones, casi negros. Lo que fuese que
yaciera detrás de ellos era oscuro. El cabello negro ondulado de Emerson caía
sobre sus ojos, como una barrera natural para lo que estaba pensando.

Suspiré, solo divagando y admirándolo.


Como sintiendo mis ojos en él, se giró en mi dirección, y rápidamente me
aclaré la garganta y fingí leer el plan.

Él no me había notado comiéndomelo con los ojos de nuevo, ¿o sí?

En serio, en serio esperaba que no, porque ya había sido suficientemente


malo que me hubiera atrapado haciendo eso el otro día.

Respiré hondo y dejé salir el aire lentamente, en silencio.

Mantenerme alejada de Emerson iba a ser mucho más difícil ahora que
teníamos escuela de verano juntos. ¿Y si estaba en el resto de mis clases?

No, tenía que ser solo matemáticas.


Cinco
Por supuesto, no era solo matemáticas. También estaba en mi clase de
estudios sociales. Pero al menos había pasado el primer período sin babear
demasiado por Emerson.

A la hora del almuerzo, la cafetería servía como otro crudo recordatorio de


lo sola que me sentía sin mis mejores amigas.

Solo había unos cincuenta chicos en la escuela de verano, y varios de ellos se


habían ido a buscar algo mejor que la carne misteriosa y la leche chocolatada que
entregaban las señoras del almuerzo.

Lo bueno era que teníamos un almuerzo de cuarenta y cinco minutos, mucho


más largo que los usuales veinte minutos que teníamos durante el año escolar.
Lo malo era que prácticamente no conocía a nadie en la cafetería.

Escaneé las mesas mayormente vacías, esperando encontrar a alguien, quien


fuera, con quien sentarme en el primer día de la escuela de verano. Se sentía como
si repitiera mi primer día en Westwood High. Aunque el comedor había estado
lleno entonces, había sido imposible encontrar un solo rostro amigable en el mar
de estudiantes de instituto.

Incluso después de ofrecerles una gran sonrisa a un grupo de chicas, había


sido rechazada. “Lo siento, este asiento está reservado para alguien más”, había
sido la excusa.

Aparentemente las chicas hacían eso en todo Estados Unidos, porque


definitivamente había escuchado eso en Wisconsin.

Vi un grupo de tres chicas que reconocí de mis clases de matemáticas y


estudios sociales. Respirando hondo, caminé hacia ellas, con la bandeja en mano.

La mesa ciertamente era grande. Solo esperaba que me dejaran sentarme con
ellas.

¿Había algo más humillante que sentarte sola en el instituto?

Probablemente no.

—Hola —dije con una sonrisa, rogando que mi voz no mostrara lo nerviosa
que estaba—. ¿Puedo sentarme con ustedes?
Una de las chicas, quien llevaba el cabello negro azabache corto, se encogió
de hombros, pero otra con cabello castaño largo y rizado me devolvió la sonrisa
y dijo:

—Claro.

Di la vuelta a la mesa y encontré un asiento vacío.

—Gracias.

La parte más difícil de la escuela de verano ahora había acabado.

—Soy Harper, por cierto —dije, dándoles un pequeño saludo con la mano—
. Creo que tenemos las mismas clases.

La chica de cabello castaño rizado asintió.

—Es cierto. Creo que también estabas en mi clase de ciencias el semestre


pasado. De hecho, eres bastante inteligente. ¿Por qué estás atrapada con
nosotros?

El resto de las chicas esperó una respuesta, y traté de no tartamudear.

—Oh, um, acabo de mudarme aquí hace unos meses, y resulta que algunos
de mis créditos no se transfirieron, así que…

La chica de cabello castaño rizado frunció el ceño.

—Oh, eso apesta. Ya es malo fallar una clase. ¿Pero pasar y tener que hacerla
de nuevo?

Su amiga, la que antes se había encogido de hombros, asintió.

—Sí, yo le diría al director exactamente qué puede hacer con mis créditos
faltantes.

La chica de cabello castaño rizado se giró de vuelta hacia mí.

—Yo soy Anna. —Señaló a su amiga—. Esta es Rachel. Y esa es Becca.

—Encantada de conocerlas —dije, finalmente relajándome un poco.

Anna se enderezó.

—Recién estábamos hablando de lo difícil que iba a ser pasar matemáticas y


estudios sociales con Emerson ahí. No podía dejar de mirarlo fijamente todo el
tiempo. —Todas murmuraron, estando de acuerdo, y Anna se giró hacia mí
buscando una respuesta. Sus labios llenos se curvaron en una sonrisa mientras
esperaba mi reacción.

—Sí, sí, él es… muy lindo —dije.

—¿Lindo? —dijo Rachel—. Mi hermanito es lindo. Emerson es…


estúpidamente caliente. Demasiado.

Asentí.

—Sí, sí que lo es —dije, más para mí misma.

Él no estaba por aquí ahora, lo que no me sorprendía para nada. Apenas


había sonado el timbre, señalando el final de estudios sociales, había agarrado su
skate y había sido el primero en salir por la puerta.

—¿Chicas, vieron que ni siquiera trajo un lápiz? —dijo Becca—. El Sr.


Nguyen lucía como si estuviese a punto de explotarle una arteria o algo.

Me reí junto a ellas, aunque no pudiera entender la posibilidad de no venir a


la escuela completamente preparada. A mí me daba ansiedad solo no tener
bolígrafos y lápices de reserva en mi mochila.

Anna tomó un trago de su leche.

—Le doy una semana antes de que abandone del todo. El año pasado, solo
apareció por las dos primeras semanas. Está muy atrasado. Escuché a la Srta.
Moreau decir que si no termina la escuela de verano y pasa, no se graduará.

—Qué mal —dije, la imagen del taciturno Emerson de esta mañana viniendo
al frente de mi mente. Luego pensé en lo que Tori había dicho, acerca del
reformatorio siendo su siguiente parada si no mejoraba.

Rachel se encogió de hombros.

—No es una sorpresa cuando se trata de los hermanos Lopez. No creo que
alguno de ellos se haya graduado del instituto.

Anna alzó su porción de pizza.

—Probablemente estará en un reformatorio para cuando termine el verano.


Todos en su familia son un problema.

Así que lo del reformatorio no era un secreto.

Entonces pregunté:
—¿Por qué lo dices?

—Vivo en la misma calle que ellos. Su papá siempre está entrando y saliendo
de la cárcel. Si me preguntas, esos tres van por el mismo camino. Me sorprende
que Emerson no haya sido enviado a un reformatorio todavía. Nunca aparece en
la escuela. Y cuando lo hace, está metiéndose en problemas.

Becca habló.

—Qué mal. Qué desperdicio.

Anna concordó.

—Sí. Yo he salido con una buena cantidad de chicos malos, pero nunca me
acercaría a Emerson Lopez.

Rachel se giró hacia mí.

—Él apenas le habla a alguien, mucho menos a las chicas. Es un solitario.


Mejor mantente alejada de él.

—Sí —dije—. Solo he estado viviendo aquí por unos meses, pero
definitivamente parece que es la persona de la que hay que mantenerse alejados.
Pero está bien. Quiero decir, ni siquiera es mi tipo, ¿saben? —Traté de reírme,
pero sonó un poco raro, más como un resoplido que una risa.

—Tú definitivamente no eres su tipo —dijo Anna—. Créeme. No le gustan


las chicas buenas.

Rachel asintió.

—Puedo sentir tu vibra de chica buena desde un kilómetro de distancia.

Becca tomó una de mis papas.

—No tienes nada de lo que preocuparte.

Sonó el timbre, y nos levantamos. Seguí a Anna y a las otras, sus palabras
aún girando en mi cabeza.

Tenían razón, por supuesto. Igual que habían dicho Ella, Tori y las otras. Era
mejor mantenme alejada de Emerson, sin importar lo lindo que pensara que era.
O cómo simplemente no podía alejar los ojos de él ni dejar de pensar en su cabello
perfecto, sus ojos profundos, o sus abdominales.

Parpadeé varias veces.


No.

Había tres buenos motivos por los que nunca funcionaría. Solo tenía que
recordármelos cada vez que imaginara cómo sería besarlo, pasar mis manos por
su cabello perfecto.

1. Él rompía las reglas, y yo las seguía al pie de la letra.

2. Él no tenía relaciones serias.

3. Los chicos malos eran el motivo de que fuéramos solo yo y mi mamá.

Mi mamá se había enamorado del chico malo, mi papá, cuando eran


adolescentes. Ella nunca había sido capaz de superarlo, no hasta después de que
yo naciera. Y él nunca había sido un buen compañero para ella ni un padre
presente.

Lo único que había hecho había sido rompernos el corazón a ambas.

Respiré hondo. De ninguna manera podía estar interesada en Emerson. No


cometería los mismos errores que mi mamá.

Sin importar lo difícil que fuera, me aseguraría de mantenerme bien lejos de


Emerson.

***

Después del almuerzo, revisé mi horario mientras salíamos de la cafetería.

—¿Optativa general? —le pregunté a Anna en el pasillo—. ¿Qué significa


eso?

Miró mi horario y luego me mostró el suyo.

—Ni idea. El mío dice Educación Física. Así que me dirijo al gimnasio.

Rachel dio un paso hacia ella.

—Yo también.

Becca alzó su horario.

—Yo tuve suerte. No estaré corriendo como ustedes dos. Tengo educación
infantil, lo que significa que básicamente tengo un receso adentro toda la tarde.

Anna se llevó las manos a las caderas.


—Al menos en educación física podemos caminar. ¿Perseguir a nenes todo el
día, nenes que se meten los dedos a la nariz y no se acuerdan de ir a hacer pipí?

—No, gracias —contestó Rachel por ella.

Anna guiñó un ojo.

—Además educación física es una A fácil.

Becca sonrió.

—También lo es educación infantil. Nos vemos.

Yo la saludé con la mano y me giré hacia Anna y Rachel.

—Las veo luego. Necesito averiguar a dónde se supone que debo ir.

Anna me saludó con la mano.

—Ojalá que te den educación física con nosotras. Hay un montón de chicos
lindos ahí. Los miramos jugar fútbol.

Y con eso, ella, Rachel y Becca se fueron. Había sido lindo de su parte que me
dejaran sentar con ellas en el almuerzo hoy, pero había vuelto a estar sola. Podía
no ser lo peor. Ellas definitivamente no eran como mis amigas. Anna, Rachel y
Becca eran un poco más rudas. Quizás podría traer un libro mañana y leer afuera
durante el almuerzo.

Encontré mi camino a la oficina de la Srta. Moreau y golpeé.

Me abrió la puerta, con una sonrisa brillante en su rostro.

—¡Harper! Qué agradable sorpresa —dijo, haciéndome entrar.

Tomé asiento frente a su escritorio, y ella se acomodó en su silla.

—¿Qué puedo hacer por ti, cariño? ¿Todo va bien?

—Sí —dije—. Pero estaba preguntándome si había algún tipo de error con mi
horario. —Me incliné hacia delante y la dejé tomarlo—. Dice tercer período
optativa general, pero no tiene el número de aula ni nada.

—Oh, tienes razón. Esto es un error —dijo—. De alguna manera, olvidé


anotarte para una optativa. Déjame arreglar esto ahora, y puedes ir a clase.

Tipeó en su escritorio por unos minutos.

—Hm. Déjame ver qué queda disponible.


Reprimí un bostezo y esperé que me tocara algo como economía del hogar
donde pudiese cocinar galletas todo el día y aprender la diferencia entre un
tenedor para ensalada y un tenedor para carne. Esa había sido mi clase favorita
en Wisconsin. Definitivamente no educación física. No me iba bien en educación
física. Y no ayudaba que tuviera una tendencia a caerme, especialmente cuando
todos los demás estaban mirando.

Como durante una carrera. Casi había terminado en último lugar y entonces
me tropecé en la línea de llegada en frente de toda la clase. Solo otra buena razón
para haberme mudado varios estados más allá.

La Srta. Moreau se aclaró la garganta.

—Bueno, parece que no hay más lugar en educación física. Y también en


cuidado infantil 101. En la guardería de aquí al lado. Es una pena. Estoy segura
que serías genial con los niños.

Me mordí el labio.

—Sí, es una pena. Eso suena divertido.

La Srta. Moreau hizo clic en algo más.

—Bueno, parece que la única opcional en la que todavía tenemos lugar es


una clase para la que se requieren voluntarios. Similar a educación infantil. Solo
que es en la residencia de ancianos cruzando la calle. ¿Cómo suena eso?

Mi mente de inmediato imaginó una residencia de ancianos llena de personas


mayores amables y encantadoras.

—Eso suena genial —exclamé—. Me encantan los ancianos.

La Srta. Moreau aplaudió.

—¡Perfecto! —Su impresora largó un nuevo horario—. Aquí tienes. Llegarás


unos minutos tarde, pero estoy segura que estará todo bien. La directora de la
residencia, la Sra. Porter, es muy amable. Ella te explicará todo lo que necesitas
saber.
Seis
Aparentemente, no todos amaban a la gente mayor tanto como yo, porque
solo había un estudiante más que había elegido esta optativa.

Y por supuesto, era Emerson Lopez.

Cuando entré y lo vi sentado en la oficina de la Sra. Porter, casi me atraganté


con mi agua.

La enfermera que me había recibido en la puerta me guio allí, y tomé asiento


frente a Emerson, decididamente manteniendo mi mirada en cualquier cosa
menos en él.

Una mujer que lucía más o menos de la edad de mi mamá, pero con una blusa
elegante en vez de ropa quirúrgica, estaba sentada detrás del escritorio. Primero
miró a Emerson.

—Así que, tú eres Emerson —dijo, removiendo algunos papeles.

Él exhaló.

—Síp.

La Sra. Porter se giró hacia mí luego.

—Lo que significa que tú debes ser Harper. La Srta. Moreau me llamó recién
para decirme que te unirías a nosotros. Estamos emocionados por tenerlos a
ambos.

Sonreí.

—Gracias. Yo también estoy emocionada.

Emerson atrapó mi mirada, y me arriesgué a mirarlo.

Él no estaba sonriendo para nada. De hecho, lucía molesto de estar sentado


ahí, como si prefiriera estar en cualquier otro lugar.

Mientras tanto, yo traté de comprender qué estaba haciendo el universo.


Cada vez que trataba de mantenerme alejada de Emerson, él terminaba aun más
metido en mi vida.

No lo entendía.
Pero estaba bien. Estábamos aquí para ayudar a la residencia de ancianos. Yo
necesitaba un crédito opcional, igual que él. Sería todo negocios. Estaba segura
de que ni siquiera querría hablarme, por lo que indicaba su expresión facial
actual.

La Sra. Porter siguió, explicando el horario diario de la residencia de


ancianos, las diferentes alas, en cuál estaríamos nosotros, y algunas reglas
generales que tendríamos que seguir. Registrarse al entrar y salir. Asegurarnos
de que la puerta del frente siempre permaneciera cerrada porque alguien podía
salir y perderse. Si alguien tenía Alzheimer o algo y no se daba cuenta de dónde
estaba, había una gran probabilidad de que tratara de irse.

Tantas cosas que yo nunca había siquiera considerado.

Mis abuelos habían muerto cuando yo era bebé, así que nunca había siquiera
pensado en estas cosas, pero ni siquiera podía imaginar por lo que pasaban
algunas de estas personas mayores. Me rompía el corazón.

La Sra. Porter se puso de pie, y yo hice lo mismo. Emerson también lo hizo,


con reticencia.

—Está bien, así que ustedes dos estarán en el ala de cuidado de día. Ahora
mismo, estamos haciendo artes y manualidades. En veinte minutos, les
pondremos una película. Y luego tienen tiempo libre para jugar juegos de mesa,
tejer, o cualquier cosa del estilo hasta que pasen a buscarlos.

Nos guio a la sala de artes y manualidades del ala de cuidado de día. Una
sola mujer de mediana edad con cabello corto caminaba alrededor explicando
repetidamente la manualidad de hoy. Me recordaba a un aula de jardín de
infantes. Excepto que estos no eran niños de cinco años confundidos y ruidosos.
Eran ancianos de ochenta años confundidos y callados.

—Estaré por aquí si me necesitan. No tengan miedo de preguntar lo que sea


—dijo la Sra. Porter antes de irse.

Sin esperar a ver qué hacía Emerson, encontré un asiento vacío en una mesa
cercana y me senté. Cuatro rostros arrugados y con expresión en blanco me
miraron fijamente.

—Hola a todos —dije con una sonrisa amable—. Soy Harper. Soy una
voluntaria del instituto. ¿Puedo unirme?
Una anciana con arrugas que cubrían cada ápice de su rostro y mechones de
cabello blanco como la nieve se inclinó hacia delante.

—¿Qué era eso? ¡Vas a tener que hablar más fuerte! Mi oído no es lo que solía
ser.

—Oh, um —comencé—. Soy Harper —dije con una mano en el pecho.

Pero aun así no pareció escucharme.

—¡Qué! —gritó.

—¡Harper! —dije.

—¡¿QUÉ?! —dijo, lo suficientemente fuerte para que escuchara toda la


habitación, si hubiesen sido una década o dos más jóvenes.

Alguien tomó el asiento a mi lado, y me giré para ver a otra señora, que lucía
mucho más joven, a mi lado.

—No le prestes atención —dijo—. No te va a escuchar sin importar lo fuerte


que grites. Harper —añadió con un guiño—, yo soy Ellie, por cierto.

—Encantada de conocerla, Sra. Ellie. —Suspiré de alivio al encontrar alguien


que podía escucharme.

—Relájate, cariño —dijo—. Esto no es el instituto. Todos aquí son bastante


amables. Excepto yo —dijo, riéndose a carcajadas.

También me reí nerviosamente.

—Pero me gustas. Pareces una buena chica.

Era gracioso lo seguido que había estado escuchando eso últimamente.

Observé a la Sra. Ellie. Definitivamente era la más vivaz del grupo, hablando
y riendo en voz alta varias veces durante la hora de manualidades.

Caminé alrededor de las mesas, ayudando a varios residentes a cortar y


pegar sus portarretratos de fieltro.

Mientras lo hacía, observaba a Emerson sentado incómodo al otro lado de la


habitación, de espaldas a mí. Una de las señoras a su lado hablaba sin parar, sin
importarle que él no dijera ni una palabra.
La señora a su otro lado lo hincó con su pegamento en barra hasta que él se
levantó y la ayudó a pegar sus decoraciones. Contuve una risa y volví a mi propia
mesa.

Ellie me habló sin parar hasta que fue hora de la película.

—Oh, odio esta —dijo. Pero de todos modos encontró un asiento cerca del
frente.

La Srta. Nancy, la enfermera, vino hacia mí.

—Generalmente a esta hora les damos sus snacks.

La seguí.

—Estaría encantada de ayudar.

Les servimos galletas saladas de queso a quienes todavía tenían dientes —o


dentaduras— y gelatina a quienes no.

La Srta. Nancy le entregó tazas de plástico a Emerson.

—¿Puedes repartirlas?

Él las tomó sin una palabra y se fue.

—No es muy hablador ese chico —dijo en voz baja.

Sacudí la cabeza y miré fijamente a Emerson.

—No lo creo.

Después de treinta minutos de la película, la mitad de los ancianos estaban


roncando, pero él los despertó cuidadosamente para el tiempo libre.

La Srta. Nancy revisó el reloj en la pared.

—¿Te molestaría ayudarme? Necesito llevar a todos a la sala principal.

—Me encantaría —dije.

Me sonrió.

—Oh, tenerlos a ustedes dos aquí va a ser una gran ayuda.

Mi corazón creció el doble de su tamaño.

Nos aseguramos de que todos llegaran a la sala principal y los acomodamos.


La Sra. Ellie agarró un juego de damas y sentó a jugar con un hombre que
parecía unos años mayor que ella. La saludé con la mano, y luego me dirigí a la
puerta principal para registrar mi salida.

Emerson ya estaba allí.

—Me alegra que eso haya terminado —dijo.

Lo miré dos veces, sin creerme que me estuviese hablando a mí.

—Oh, um, yo creo que fue divertido. Mejor que hacer ecuaciones de
matemáticas.

Se encogió de hombros.

—Mejor que limpiar basura de la autopista, supongo. —Agarró su skate de


una esquina de la oficina, listo para irse.

—Oh, um, no sabía que eso era una optativa, aunque tampoco la hubiese
elegido —dije, tratando de recuperarme.

Se giró de vuelta hacia mí.

—No lo era. La Srta. Moreau dijo que podía hacer mi servicio comunitario
aquí en cambio de en la autopista si me presentaba a la escuela de verano.

Asentí, pensando que hacer de voluntario aquí era mejor que el servicio
comunitario. Y también que ir a un reformatorio.

—¿Así que tú también desaprobaste matemáticas y estudios sociales? —dijo,


todavía frente a mí.

Sorprendida de que aún siguiera hablándome, contesté:

—Um, no, de hecho. Me acabo de mudar aquí el semestre pasado, y tres


créditos no se transfirieron. Medio que los necesito para graduarme a tiempo.

Pareció impresionado por eso, por el hecho de que yo no estuviese aquí


porque hubiese desaprobado.

—Guau, así que sí quieres estar aquí.

Asentí lentamente.

—Um, más o menos. Me gustaría graduarme —dije con una risa.

—Oh —dijo—. Estaba esperando que quizás me cubrieras si mañana


abandono.
Parpadeé varias veces, mi boca abierta.

Él continuó.

—Quiero decir, tú también puedes faltar, si quieres. Si también estás


planeando abandonar. Pero puede que descubran en qué andamos si ninguno de
los dos aparece.

Finalmente encontré mi voz.

—Um, no, gracias. En serio necesito esos créditos. —Por mucho que prefiriese
pasar mis días en casa en casa probando maquillaje y mirando comedias
románticas.

Emerson se encogió de hombros.

—Yo también necesito esos créditos, pero tampoco quiero pasar mis tardes
construyendo rompecabezas y sirviendo gelatina.

Agarré mi mochila y lo seguí a la puerta principal.

Para cuando yo bajé los escalones, él ya estaba a varios metros de distancia.


El sonido de su skate en el asfalto gris alcanzaba mis oídos.

De acuerdo a mi nuevo horario, iba a pasar la mayor parte de mi día con el


chico malo de la escuela.

Esto estaba pintando ser un verano interesante. En el fondo, sabía que debía
ser cuidadosa alrededor de Emerson, pero una parte más grande de mí se
encendía ante la idea de pasar tiempo con él.
Siete
—¿Estás haciendo tarea? —escuché desde detrás de mí.

Me volteé para encontrar a Emerson mirando por encima de mi hombro con


una sonrisa engreída. Mi corazón inmediatamente se aceleró ante el hecho de que
estuviese parado tan cerca, a solo unos centímetros.

Asintió hacia la hoja de actividades de matemáticas frente a mí.

—Um, sí —dije, metiéndome el cabello detrás de la oreja y tratando de


concentrarme de nuevo en la ecuación de matemáticas en frente de mí. Era la
hora de la película en la residencia de ancianos, y teníamos unos buenos veinte
minutos de tiempo libre. Por supuesto, iba a aprovechar el tiempo para terminar
mi tarea.

Se sentó a mi lado, pero en lugar de sentarse normalmente, giró la silla


primero y apoyó los brazos en el respaldar de la silla.

—¿Siempre haces la tarea antes de llegar a casa?

Lo miré fijamente, un poco confundida.

—¿Prefieres hacerla en casa?

Sonrió, y traté de no jadear al ver sus dientes blanco perlado revelarse ante
mí.

—Prefiero no hacerla directamente —susurró. Luego se inclinó hacia atrás y


se cruzó de brazos.

Finalmente entendiendo a qué se refería, dije:

—Aunque si la hicieras, entonces puede que no estuvieras en la escuela de


verano en primer lugar. —No pude encontrar su mirada cuando dije eso.

—Ouch —dijo—. Así que eres capaz de decir algo un poco cruel.

Alcé la mirada hacia él, y la culpa me inundó el estómago al pensar que creía
que estaba siendo cruel a propósito.

—Bien —dijo, sacando una hoja arrugada de su mochila. Resultó ser la tarea
de matemáticas que había que entregar mañana—. Te dejaré ser una buena
influencia en mí.
Miró mi papel, y yo lo cubrí. Se largó a reír.

—No estaba tratado de copiarte. Dios. Solo quería saber tu nombre.

—Oh —murmuré. Moví mi mano.

—Solo bromeaba —dijo con una sonrisa—. Ya sé tu nombre, Harper. Pareces


entender matemáticas.

Esta vez le di la vuelta a mi papel.

—Bueno, buena suerte copiándome ahora. Pero estaría encantada de


ayudarte a entenderlo, si me dejaras.

Sus ojos se arrugaron como si fuera algún tipo de broma.

—¿Estarías encantada de ayudarme, eh? —dijo—. Bueno, Harper. Entonces


ayúdame.

Deslizó su silla más cerca de mí, y mi corazón se agitó en mi pecho como un


caballo salvaje.

Lentamente, giré mi hoja de nuevo así podía mirar los problemas.

Emerson se pasó una mano por el cabello, y mi respiración se aceleró. ¿Por


qué no podía entender este problema de matemáticas de repente? Los números
bien podrían haber sido jeroglíficos.

—Me refería a hoy —dijo.

—Cierto —dije, exhalando—. Um, empecemos con este problema. Creo que
lo primero que tienes que hacer es simplificar.

Para el final de la película, nuestra tarea de matemáticas estaba terminada, y


yo de alguna manera no me había comportado como toda una tonta en frente de
Emerson.

—Gracias —dijo, metiendo su tarea de vuelta en su mochila. Luego se puso


de pie para ayudar a aquellos en sillas de ruedas a volver a sala común.

Unos minutos después, mientras construía un rompecabezas con la Sra. Ellie,


él jugaba una partida de ajedrez con un señor mayor.

—Parece que ambas tenemos buen gusto —dijo la Sra. Ellie, dándome un
guiño.
Parpadeé varias veces, luego me di cuenta de a qué se refería. Sacudiendo la
cabeza enérgicamente, dije:

—Ah. No. Yo no…

—Cariño, no tienes que esconderme nada. No hay nada vergonzoso en


encontrar a alguien atractivo. Eres joven. Ahora es el tiempo de tomar riesgos
cuando se trata del amor. Oh, si yo tuviera diecisiete de nuevo… —Sus ojos
brillaron, y sus labrios se curvaron en una sonrisa. La Sra. Ellie tenía esta mirada
distante en su rostro como si estuviese recordando algo divertido… y quizás un
poco imprudente.

Contuve una sonrisa y volví al rompecabezas de la Torre Eiffel mientras ella


soñaba despierta con su pasado. Docenas de piezas diminutas cubrían nuestra
pequeña mesa, pero me las arreglé para encontrar la que necesitaba. Mi júbilo
trajo a la Sra. Ellie de vuelta a la tierra.

—¿Qué estaba diciendo? —me preguntó—. Ah sí, ser joven y estar


enamorada. Harper, tienes que vivir mientras puedas. Antes de que te des
cuenta, serás vieja como yo. Ahora, yo todavía estoy bien —dijo, arreglándose su
cabello teñido de rubio—, pero no todos tienen la misma suerte. No tengas miedo
de decirle a un chico que te gusta.

Mi rostro se sentía caliente, y solo esperaba que su voz alta no hubiera llegado
hasta el otro lado de la habitación donde estaba Emerson. No necesitaba que él
creyera que me gustaba.

Porque definitivamente no me gustaba.

La Sra. Ellie continuó, hablando de la forma correcta de pedirle a un chico


que saliera contigo, y yo traté de seguirla.

Mientras tanto, miraba en dirección a Emerson. Su atención todavía estaba


en la partida de ajedrez con el Sr. Roberts, el anciano que a él parecía gustarle
más. El único anciano que parecía gustarle. Quizás porque, como Emerson, era
bastante callado, aunque sus ojos eran amables y brillantes.

Las cejas de Emerson estaban fruncidas en concentración mientras miraba


fijamente el tablero y todas sus piezas. Movió una pieza alta y le dijo algo al Sr.
Roberts, quien se rio. No pude evitar sonreír ante su interacción.

Si podía conocer a Emerson y quizás hacerme su amiga, eso era diferente,


muy diferente a que él me gustase. Después de todo, estaríamos pasando buena
parte de nuestro verano aquí en la residencia de ancianos. ¿Cómo podíamos no
terminar haciéndonos amigos?

No había nada malo con eso, ¿cierto? Solo durante la escuela de verano.

***

—No estoy segura de cómo me sentiría trabajando con gente mayor —dijo
Lena, apretando los labios y dirigiendo sus ojos al techo—. ¿No se quedan
dormidos todo el tiempo?

Me reí, y el resto de las chicas sonrieron. Había pasado más de una semana
desde que ellas me habían dejado para defenderme por mi cuenta, pero estaban
cumpliendo su promesa de mantenernos en contacto.

—A veces, pero son tan dulces. Estoy amándolo. Había estado pensando en
hacer de voluntaria en algún lado este verano de todos modos, así que supongo
que todo salió para bien.

Ella cruzó las piernas frente a su computadora.

—Desearía poder conseguir créditos para la escuela jugando con


rompecabezas y escuchando a gente mayor contar historias.

Rey jadeó.

—¡Yo también! Oh, me encantaría tener una oportunidad de escribir cosas


como esas. ¿Se imaginan todo lo que han visto a lo largo de sus vidas?

Su mirada distante me recordó a la Sra. Ellie.

—Oh, te encantaría estar ahí, Rey. Deberías venir conmigo cuando vuelvas.
Definitivamente planeo hacer de voluntaria durante los fines de semana una vez
que empiece la escuela. Tú también, Ella.

Tori se aclaró la garganta.

—¿Así que quién más está en esta optativa contigo?

—Um, no mucha gente… Solo uno, de hecho. Nunca lo creerían —dije,


preguntándome por qué hablar de esto me ponía un poco nerviosa—. Todos los
demás fueron a educación física o de voluntarios en la guardería de al lado. Pero
solo yo y Emerson terminamos en la residencia de ancianos. Nadie más quería
pasar el rato ahí, supongo.
Jugué con las migas de una galleta en mi cama, evidencia de mi snack de la
tarde.

La voz de Lena me llegó alta y clara, aunque estaba a todo un país de


distancia.

—Espera, ¿qué?

Tori y Ella lucían como si se les fueran a salir los ojos de las órbitas, y Rey
estaba boquiabierta.

El rostro completamente sorprendido de Lena llenaba la pantalla de mi


celular.

—¿Dijiste Emerson? ¿Y recién ahora nos lo cuentas?

Me encogí de hombros.

—No es la gran cosa. Ni siquiera hablamos mucho —dije. Excepto cuando


hacíamos nuestra tarea de matemáticas juntos la mayoría de los días. Eso no
contaba de verdad, ¿o sí?

Nadie dijo nada por un segundo, y me pregunté si me creerían.

—De todos modos, parece medio amable. Al menos con la gente en la


residencia de ancianos. Definitivamente no se mete en peleas de puños ahí, si es
eso lo que se están preguntando.

Aunque la mirada en el rostro de Lena decía que eso no era exactamente lo


que se estaba preguntando.

Ella apretó los labios.

—Sí, todos tienen un lado amable.

Rey asintió.

—Ajá, nadie es del todo malo.

Pero no sonaban completamente convencidas.

—No se preocupen —dije, ofreciéndoles una pequeña sonrisa—. No somos


amigos ni nada. Como dije, apenas le hablo al chico. Es solo otra clase.

Aunque eran en realidad tres clases.

Tori asintió varias veces, luciendo completamente seria.


—Ajá.

Luego Ella saltó con una pregunta para Rey acerca de a dónde iría su familia
a continuación, y yo casi suspiré de alivio ante el cambio de tema.

No había esperado que mis amigas reaccionaran así solo por mencionar el
nombre de Emerson. Como ellas mismas dijeron, nadie era del todo malo, y
quizás solo habían visto un lado de Emerson.

La forma en que ayudaba al Sr. Roberts a ir de un lugar a otro alrededor de


la residencia de ancianos y cómo se aseguraba de que nada en el suelo lo hiciese
caer. Eso decía mucho más acerca de él.

O cómo abría los pequeños frascos de gelatina para todos sin que nadie se lo
pidiera.

Todos veían el lado de él que era silencioso y amenazante, pero Emerson era
un iceberg. Estarías completamente equivocado si pensaras que lo que estaba en
la superficie representaba quién era él.

Estaba segura de que si mis amigas pudieran ver este lado de él, verían que
Emerson Lopez era mucho más de lo que ellas pensaban.
Ocho
Me registré en la residencia de ancianos y me arrodillé para sacar un lápiz y
un cuaderno de mi mochila.

Emerson entró, con su skate en la mano. Asintió en mi dirección, y yo sonreí


mientras me ponía de pie.

Él bajó la mirada a mi cuaderno.

—¿Para qué es eso? —Luego agarró el bolígrafo encima del portapapeles,


garabateando su nombre debajo del mío. Cuando terminó, se giró de vuelta hacia
mí.

—¿El proyecto de estudios sociales? Decidí que sería una buena idea
entrevistar a alguien aquí, quizás crear un póster —contesté.

Empezamos a caminar hacia la habitación de arte y manualidades, sus ojos


en los míos y su boca alzándose en las esquinas.

—¿El proyecto de estudios sociales? ¿Te refieres al que el profesor nos


mencionó recién hoy?

Me di cuenta de que estaba conteniendo un resoplido, y apreté los labios.

—Hay que entregarlo en un par de semanas, y me gustaría empezar


preferiblemente pronto antes que tarde.

Ahora se rio por lo bajo.

—Déjame adivinar. ¿Vas a entregar tu póster al menos con una semana de


anticipación?

Tartamudeando, me las arreglé para decir:

—¿Y-y?

Se rio a carcajadas ahora, y el sonido hizo que erupcionaran mariposas dentro


de mi estómago. Estaba haciendo reír a Emerson, y lo único que quería era que
siguiera para siempre.

Pero luego se fue a su mesa usual con el Sr. Roberts. Y así, se había ido, y yo
me encontré deseando su presencia de nuevo.
Sacudiendo ese pensamiento fuera de mi cabeza, encontré a la Sra. Ellie en
una mesa cercana, ya volviendo a contar historias de cuando era joven.

Sonreí, agradecida de haber recordado traer mi cuaderno. Gracias a ella,


tendría mucho material de primera mano para mi proyecto de estudios sociales.

Le expliqué el proyecto, y ella prácticamente saltó en su asiento, aplaudiendo


de emoción.

—Oh, tengo tanto que contarte, Harper. —Me guiñó el ojo y eligió un lápiz
color durazno para el proyecto de hoy, haciendo un dibujo en borrador de un
recipiente de frutas en medio de la mesa.

Una vez que la Sra. Ellie empezaba a hablar, yo no podía hacer que se
detuviera. Para cuando había terminado con la manualidad del día, ya tenía
varias páginas escritas, y dijo que tenía más para mí cuando llegara la hora de
hacer nuestro rompecabezas.

Durante la hora de la película, me senté una mesa en el fondo y repasé mis


notas, dibujando pequeñas estrellas al lado de frases que quería escribir en letras
grandes en mi póster.

Emerson se sentó a mi lado.

—¿No haces tarea de matemáticas?

Sacudí la cabeza.

—¿No escuchaste al Sr. Nguyen hoy? Solo tenemos que estudiar para ese
examen de mañana.

—¿Hay un examen mañana? Hmm, estaba preguntándome si mañana sería


un buen día para saltarme las clases o no, y creo que acabo de decidirme —
susurró.

—Sí, definitivamente no sería una buena idea faltar. Estos exámenes son 15
por ciento de nuestra nota —le recordé, volviendo a mis notas—. Voy a repasar
mis notas de matemáticas apenas termine esto. Puedo ayudarte a estudiar si
quieres.

Emerson se inclinó solo un poco hacia delante.

—Creo que me entendiste mal. Estoy pensando que porque hay un examen
mañana, probablemente no iré a clases.
Alcé la mirada hacia él, y estaba justo allí.

—Espera. ¿Vas a faltar porque hay un examen? Eso no tiene sentido.

El sonido de ronquidos suaves y de la película llegó a mis oídos mientras


esperaba la respuesta de Emerson.

Se encogió de hombros.

—¿Cuál es el punto de presentarme si voy a desaprobar? Prefiero pasar el


rato en otra parte, no rodeado de cuatro paredes blancas.

¿Eh? Cerré mi cuaderno.

—¿Por qué crees que vas a desaprobar? Te ha estado yendo genial en la tarea.

Emerson se inclinó hacia atrás en su asiendo, su mirada en la película.

—Los exámenes no son realmente lo mío.

Sin estar segura de qué decir ante eso, exhalé. Finalmente, dije:

—Apuesto a que puedes pasar ese examen si realmente lo intentaras. Eres


más inteligente de lo que crees.

Luego volví a abrir mi cuaderno, pero me era imposible concentrarme. Me


giré de vuelta hacia Emerson, quien seguía mirando la película.

—¿Así que tampoco vas a hacer el proyecto de estudios sociales? Quiero


decir, sin ofender, pero… —Busqué la forma de decir lo que estaba pensando,
pero todo sonaba mal.

Me miró.

—¿Qué?

Ahora fue mi turno de encogerme de hombros.

—Es solo que… sé que puedes hacer esto. —Solo que no quieres. Pero de
ninguna manera diría esa parte en voz alta.

Quizás era suficiente para enojar a Emerson, pero me alegraba de haber dicho
algo, aunque él apenas me hubiese mirado el resto de la tarde.

***

Emerson no apareció en clases al día siguiente ni al otro. Tampoco apareció


en la residencia de ancianos.
Becca estaba segura de que no iba a volver.

—Igual que el año pasado —dijo—. Mira, apuesto a que no se graduará con
nosotros. No sería el primero. Sus hermanos tampoco se graduaron.

No me gustaba que ella siempre tuviese algo negativo que decir acerca de
alguien, y me alegré cuando Becca y sus amigas se fueron a sus optativas esa
tarde.

La hora de arte y manualidades casi había terminado cuando la puerta


principal se abrió, y entró Emerson. Sus ojos encontraron los míos por un
segundo antes de caminar a la recepción para registrarse.

Había vuelto a su forma de ser callado y taciturno, porque no me dijo una


palabra.

Al menos, no hasta los últimos minutos de la película.

Abandonando su silla en la esquina de la habitación, vino y se sentó en mi


mesa.

—Hola —dijo.

Lo miré y traté de averiguar el siguiente paso en el problema de matemáticas


frente a mí.

—Hola.

Aunque había una película de fondo, el silencio entre nosotros se sentía


gigantesco.

Me moví en mi asiento, tratando de pensar en algo que decir.

—No te he visto en unos días.

Él asintió.

De nuevo, más silencio.

Me metí el cabillo detrás de la oreja.

—¿Qué te hizo decidir volver?

Alejó la mirada, y me pregunté si habría dicho algo malo.

Justo cuando abrí la boca para cambiar de tema, dijo:

—En serio necesito graduarme.


Asentí.

—Lo que significa que tengo que pasar tres clases de verano.

Ofreciendo una pequeña sonrisa, dije:

—Puedo ayudarte si quieres.

Sus ojos encontraron los míos, llenos de sorpresa.

—¿Harías eso?

Espera, ¿a qué me estaba apuntando? ¿No les había dicho a mis amigas —y
a mí misma— que me mantendría alejada del chico malo de la escuela? ¿Y ahora
estaba ofreciéndome a ser su tutora?

Pero la expresión esperanzada en su rostro —y el salto que dio mi corazón al


verla— significaba que me era imposible decir que no.

—Por supuesto. Estamos en las mismas clases de todos modos. Hacer la


tarea, estudiar para exámenes, y terminar esos proyectos no llevará tanto tiempo
como crees. —Pensé en ese último día de clases en la farmacia cuando él se había
deslizado por la acera con su skate como si fuese parte de él—. Te prometo que
tendrás tiempo suficiente para andar en skate por ahí o lo que sea.

La sonrisa de Emerson estaba de vuelta, y esta vez, alcanzó sus ojos.

—¿Andar en skate por ahí?

Sentí mi rostro enrojecer.

—¿No se llama así?

Se rio, el sonido bajo penetrando en mi pecho.

—¿Qué tal si me ayudas a estudiar para ese examen de matemáticas que me


perdí?

—¿No era que el Sr. Nguyen no daba la opción de recuperar los exámenes?
—dije, sacando mi cuaderno de matemáticas.

Suspiró.

—Tengo que agradecerle eso a la Sta. Moreau. Creo que le preparó galletas
al Sr. Nguyen.

—Qué taimada —dije, abriendo mi cuaderno en la página correcta—. Así que


empecemos con los polinómicos.
Emerson se acercó de nuevo, y traté de concentrarme en el problema de
matemáticas que teníamos en mano, no en lo cerca que él estaba, su hombro casi
tocando el mío.

Respiré hondo.

—Y después de esto, empezaremos con tu proyecto de estudios sociales.


Apuesto que puedes entrevistar al Sr. Roberts. Escuché que es veterinario.
Apuesto que tendrá muchas cosas interesantes que contarte…

Emerson sacudió una mano frente a mí.

—¿Uh, Harper? ¿Puedes prestarme un lápiz primero?

—¡Emerson! —grité en susurros. Saqué mi bolsa de lápices con la punta


afilada de antemano y le di uno—. Toma. Quizás eso es lo primero que necesitas
aprender. Presentarte a clase preparado.

Tomó el lápiz, pero sus ojos no volvieron a las notas de matemáticas en frente
de nosotros. En cambio, sus ojos se quedaron en los míos por un segundo
demasiado largo, lo que hizo que mi estómago se sintiera raro de nuevo.

Empujé ese sentimiento muy, muy, muy a lo profundo de mí. Esta era una
relación exclusivamente de tutorías entre compañeros.

Nada más.
Nueve
El Sr. Roberts sí que tenía un montón de cosas que compartir con Emerson.

Emerson y yo revisábamos la hoja de instrucciones del proyecto en el


almuerzo unos días después. Estábamos sentados afuera en unas mesas de
picnic, mi bolsa del almuerzo que contenía un sándwich de pavo olvidada al lado
de nosotros.

Señalé los requisitos en la hoja de instrucciones con mi lápiz.

—Bien, así que tenemos que escribir las definición de fuente primaria y
fuente secundaria y dar un ejemplo de cada una —dije, alzando la mirada hacia
él en busca de una respuesta.

La brisa fría hacía que el sol fuera soportable, y me gustaba la forma en que
hacía danzar ligeramente los rizos oscuros de Emerson.

—¿Dónde está tu proyecto? —preguntó.

Abrí la boca, luego hablé rápido.

—Uh, no lo tengo conmigo.

Emerson apretó los labios en una sonrisa.

—Ya lo entregaste, ¿o no?

Resoplé.

—No… —Aunque claramente sí.

Emerson se cubrió la boca, pero el sonido de su risa me llegó fuerte y claro.

Lo empujé juguetonamente y le dije:

—¡Eres terrible!

Mi teléfono vibró con una notificación de mis redes sociales, y noté la hora.

—Trata de concentrarte. Nos quedan solo unos minutos antes de que termine
el almuerzo.

Él se calmó.

—Definición de fuentes primarias y secundarias —pedí.


Emerson me dio una mirada en blanco.

Le di otro segundo pero nada.

—La Sra. Lee estaba hablando de esto ayer.

Se cruzó de brazos.

—No tengo nada.

Me giré hacia él, balanceando mi pierna fuera del banco de madera.

—Como la entrevista del Sr. Roberts. ¿Dirías que esa es una fuente primaria
o secundaria?

Se encogió de hombros, jugueteando con su lápiz en la mesa.

—¿Primaria?

Sonreí.

—Bien. Sí, es primaria. ¿Aunque sabes por qué?

Otra mirada en blanco.

Una vez que expliqué la diferencia, lo entendió.

—Entiendes estas cosas —dije—. Solo que no prestas atención en clase.

Terminó de escribir sus respuestas.

—Me gustas cómo lo explicas. En clase, no puedo evitar quedarme dormido.


Es como si los profesores soltaran peroratas eternas a propósito.

Agarré sus notas sobre su entrevista con el Sr. Roberts.

—Esto es bueno. ¿El Sr. Roberts luchó en Vietman? Creo que la Sra. Ellie era
apenas una adolescente en esa época.

Seguí leyendo.

—¿Vio a su amigo morir en la batalla? Eso es tan triste —dije, mis ojos
llenándose de lágrimas.

Miré a Emerson esperando su reacción, dejé las notas. Pero lo único que
Emerson hizo fue seguir escribiendo.

La Sra. Ellie me había dicho todo acerca de ver el primer aterrizaje en la luna
en televisión, pero la historia del Sr. Roberts sonaba intensa.
Seguí leyendo. Se suponía que teníamos que escribir una reflexión acerca de
la entrevista y de lo que habíamos aprendido de la experiencia.

El corto párrafo de Emerson estaba en la parte de atrás. Su letra era pequeña


pero legible. Tan diferente de mis letras cursivas grandes.

Había escrito acerca de lo que debería haber sido luchar en una guerra real,
y en la suerte que teníamos hoy en día, y lo que significaba que gente buena como
el Sr. Roberts hubieran renunciado a tanto y dado tanto.

Miré a Emerson, que seguía escribiendo acerca de fuentes primarias y


secundarias.

—Esto es muy bueno.

Apenas encontró mis ojos antes de alejar la mirada. Luego se encogió de


hombros.

—Necesito al menos una B en este tonto proyecto.

Dejé el papel y lo deslicé hacia él, deseando poder echar un vistazo a lo que
realmente estaba sucediendo detrás de esos ojos oscuros.

***

El sonido de llaves girando en la puerta principal me despertó de mi última


maratón de Netflix. Abrí los ojos para encontrar a mi mamá cerrando la puerta
detrás de ella y volviendo a ponerle llave.

Me enfrentó, con el bolso colgando de su hombro, los ojos cansados, y


mechones de cabello cayendo alrededor de su rostro.

—Cariño, te dije que no me esperases despierta. Son casi las dos de la


mañana.

Me estiré y bostecé.

—Me quedé dormida hace horas. Lo prometo. ¿Cómo estuvo el trabajo? —


pregunté.

Ella aterrizó en el sofá a mi lado. Su bolso cayó al suelo, y se inclinó hacia


atrás y cerró los ojos. Los turnos de doce horas eran lo normal, pero eso no
significaba que no llegase a casa exhausta.

—Brutal. Los sábados por la noche siempre lo son, especialmente después de


que cierra la sala de emergencias a la noche.
Le di un abrazo lo mejor que pude.

Puso los brazos a mi alrededor.

—Pero me alegro de estar en casa. Oye, ¿quieres unas tostadas francesas en


la mañana? Creo que tengo algunas fresas. ¿Y luego quizás quieres ir de
compras?

Chillé de la emoción y me llevé las manos a la boca.

—¿En serio? —Traté de bajar un cambio. Quizás se refería solo a ver


escaparates, aunque cualquier tiempo de chicas juntas sería divertido.

Sonrió, las líneas alrededor de sus ojos arrugándose. Eran mi cosa favorita de
ella.

—En serio. Creo que tenemos un poco de dinero extra este fin de semana, y
pensé que tal vez podríamos comprarnos algo.

Grité de nuevo y le di otro abrazo. Me alejé, demasiado emocionada para


dormir. Ella lucía igual.

—¿Quieres un poco de helado?

Pero ya estaba fuera del sofá y dirigiéndome a la cocina. Traje dos cucharas
y nuestro sabor favorito: menta con chispas de chocolate.

La dejé tomar el primer bocado.

—Hmm —dijo—. Necesitaba eso después del día que tuve hoy.

Me pasó el pequeño recipiente a mí, y tomé una cucharada grande,


saboreando la menta chocolatosa deliciosa.

Mamá me miró.

—¿Y cómo está yendo la escuela? Siento que apenas he estado en casa esta
semana. Medio que me alegra que no estés sola en casa todo el día.

Exhalé.

—Está bien. Estoy disfrutando mucho la optativa que tengo por las tardes.

Asintió.

—¿En la residencia de ancianos?


—Síp —contesté—. Hice una nueva amiga. Se llama Sra. Ellie, y tú la amarías.
Es súper graciosa, mamá.

Le conté acerca de la Sra. Ellie y todo lo que ella me había contado acerca de
crecer en los sesentas y setentas.

—¿Y sabes que fue a ver Tiburón como, cuando apenas salió? ¿No es loco?

Mamá asintió lentamente, una mirada extraña en su rostro. Quizás era hora
de ir a la cama. Tomó mi mano.

—Estoy tan orgullosa de ti, Harper. Eres una chica maravillosa. Has
manejado el último año como toda una profesional, con mudarnos aquí, mi
nuevo trabajo, los turnos largos, y ahora la escuela de verano. Muchos chicos
habrían hecho un escándalo al tener que ir, especialmente por algo tonto como
que no se hayan transferido los créditos.

Parpadeé, apretando los labios en una sonrisa.

—Gracias, mamá —dije suavemente.

Alejó un mechón de cabello de mi ojo.

—Así que cuéntame sobre la escuela de verano. ¿Has hecho otros amigos?
¿Tal vez alguien de tu edad? —bromeó.

Pensé en eso, devolviéndole el recipiente de helado.

—Bueno, hay estas tres chicas en mis clases, pero no son realmente mis
amigas…

Buscó más helado.

—¿No son amables?

Sacudí la cabeza.

—No siempre.

—Qué mal. Sé lo difícil que debe ser para ti ahora que tus amigas se han ido
durante el verano.

Emerson vino a mi mente, y hablé antes de pensarlo bien.

—Bueno, hay alguien. —Me detuve, encontrando sus ojos por un segundo y
luego bajando la mirada—. Quiero decir, no es realmente un amigo, supongo…

Los ojos sonrientes de mi mamá estaban de vuelta.


—¿Cómo es eso?

Jugueteé con la manta alrededor de mis piernas, sacudiendo la cabeza.

—No es realmente un amigo. Pero también está en mis clases, y es la única


otra persona asignada a la residencia de ancianos.

Mi mamá dejó el recipiente de helado a un costado.

—¿Este chico tiene un nombre, quizás?

Luché contra el impulso de reírme por lo bajo y alejé la mirada.

—Emerson. También está recuperando algunas clases.

Mi mamá asintió, y me di cuenta de que quería más detalles.

—Me ofrecí a ayudarlo con su tarea y esas cosas. Durante nuestro tiempo
libre en la residencia de ancianos —dije—. Él es inteligente. Solo que no siempre
se aplica. Si pudiera, solamente andaría en skate todo el día, estoy segura.

Mi mamá alzó las cejas.

—¿Andar en skate, eh? Suena como un chico malo —bromeó.

—Más o menos —confesé—. Pero también tiene este otro lado.

Mi mamá puso la misma mirada distante de la Sra. Ellie cuando recordaba


sus años de juventud. Como si estuviera mirando al techo pero en realidad
estuviese reviviendo recuerdos en su mente.

—Dios, los chicos malos eran mi debilidad cuando tenía tu edad. —Me
miró—. ¿Cómo crees que conocí a tu padre? Él vestía una chaqueta de cuero
negro, andaba en motocicleta. Se metía en una pelea todas las semanas. —Pareció
volver a la tierra—. Seguro que fue divertido mientras duró, aunque él nunca
creciera de esa etapa.

Su teléfono vibró, y lo agarró.

Mientras tanto, yo parpadeé varias veces y pensé en todo lo que acababa de


decir.

Traté de imaginar cómo eran mi mamá y mi papá cuando tenían mi edad. Mi


mamá había sido solo unos años mayor que yo cuando nací. Habían estado juntos
por unos años, pero siempre yendo y viniendo. Hasta que yo tuve como diez
años.
Ella creía que yo no lo sabía, pero recordaba cada vez que papá le había roto
el corazón. Ella decía que estaba enferma y se quedaba en la cama por unos días,
apenas comiendo algo. Yo me quedaba en la cama con ella, y mirábamos
películas y pedíamos delivery de comida.

La voz de mi mamá me arrancó de mis pensamientos.

—Dioses, es súper tarde. Deberíamos irnos a la cama. O comeremos tostadas


francesas de almuerzo.

Me besó la frente.

—Sí —dije, poniéndome de pie.

Unos minutos después, estaba acostada en mi cama, aún procesando todo lo


que mi mamá había dicho antes. A pesar de lo cansada que había estado hacía
solo unos minutos, no podía dormir.

Mi mamá tenía razón. Los chicos malos como Emerson eran lindos y
divertidos, pero no eran para nada el tipo de chicos con los que debería estar. No
al menos que quisiera terminar con mi corazón roto como ella.
Diez
Seguí ayudando a Emerson con su tarea y sus siguientes exámenes. Pero
cerré mi corazón a él.

Cuando me preguntó si quería ir a comer algo después de que termináramos


nuestra tarea temprano durante el almuerzo, alcé mi sándwich de pavo y dije que
no gracias.

—Alguna vez tienes que divertirte, sabes —dijo, poniéndose de pie y


agarrando su skate.

Para mí, la diversión estaba limitada a comer palomitas de maíz y mirar


películas, ir de compras con mi mamá si tenía suerte, o pasar el rato con mis
amigas. Y definitivamente no podía incluir pasar el rato con Emerson.

O dejar que mi mirada se detuviera en su boca, en sus ojos, o en sus manos.


Pensar en su voz ligeramente rasposa. Nop, nop, nop.

Apreté los labios en una sonrisa poco entusiasta.

—Detestaría llegar tarde a clase. Empieza en veinte minutos.

Se encogió de hombros.

—No sé si me siento de humor para estar sentado en una silla de plástico


duro por cuarenta y cinco minutos hoy. —Fingió pensarlo mucho—. Sí, no. Me
voy. —Saltó en su skate y se deslizó unos cuantos metros, inclinándose hacia
atrás y luego hacia delante. Dejando que su pie golpeara el cemento, me miró—.
¿Segura de que no quieres venir? Conozco un lugar que hace los mejores nachos.

Me mordí el labio, sin atreverme a encontrar sus ojos.

—No, no puedo. Aunque gracias. Quizás otra vez. —Como cuando no


implicara faltar a clases, lo que yo era físicamente incapaz de hacer. El edificio de
la escuela tiraba de mí como un imán durante las horas de clases, y no había nada
que pudiera hacer al respecto—. Además, ¿cuántas veces has faltado? Te vas a
arriesgar a no conseguir los créditos debido a inasistencias injustificadas.

Emerson se puso las manos en las caderas.

—Estaré bien. Solo he faltado a clases un par de veces.


Lucía como si quisiera decir algo más, pero no lo hizo. En cambio, me saludó
con la mano y se fue en su skate. Cuando llegó a los escalones que bajaban al
estacionamiento, saltó, su skate aterrizando en el delgado barandal de metal.
Luego saltó abajo, aún de una pieza.

En un segundo, se había ido.

Les mandé mensajes a mis amigas, preguntándome qué estarían haciendo y


extrañándolas más que nunca. Hablar con ellas en los pasillos entre clases o en el
almuerzo se sentía como si fuese algo de años atrás, y lo único que quería hacer
era verlas de nuevo.

Pero después de quince minutos, ninguna respondió. No me sorprendió.


Probablemente estaban ocupadas haciendo todo tipo de cosas divertidas y
emocionantes mientras yo estaba atrapada aquí. Sin nadie con quien hablar o reír.

Antes de que el almuerzo terminara oficialmente, ya estaba caminando de


vuelta a clases, abrazando los libros contra mi pecho.

***

Me sorprendió encontrar a Emerson en la residencia de ancianos cuando


llegué.

Generalmente, yo llegaba primero, pero cuando entré, él ya estaba


caminando hacia el ala de cuidado de día, con varias margaritas en las manos.

Lo alcancé en la sala principal del ala.

—¿Qué es eso? —pregunté. Adoraba las flores frescas, y esas lucían recogidas
a mano.

Se tomó un segundo para responder.

—Recordé a algunas de las señoras decir que desearían que hubiera algunas
flores por aquí. Así que traje algunas del jardín de mi hermana.

¿Eso era lo que había estado haciendo en su descanso del almuerzo


extendido?

—¿Recordaste eso? —pregunté con una gran sonrisa. La Sra. Ellie había
pedido flores frescas para alegrar el lugar unos días atrás, pero la Sra. Nancy
había dicho que simplemente no estaba en el presupuesto.

Abrió la boca, como si no estuviera seguro de qué decir.


—Mi hermana tiene un jardín.

Como si esa fuese toda la explicación necesaria. Para Emerson, lo era.

Toqué una de las margaritas con mis dedos.

—Son hermosas. La Sra. Ellie y las otras señoras van a amarlas.

Un minuto después, las margaritas estaban en un jarrón púrpura,


cuidadosamente arregladas por una muy contenta Sra. Ellie.

Solo observarla dar vueltas alrededor de ese jarrón, moviendo cada flor de
un lado a otro, era algo especial.

—Hubiera sido mejor si tuviésemos unos velos de novia para acentuarlas,


pero estas margaritas son exquisitas, ¿o no?

Yo también admiré su trabajo.

—Realmente lo son. Por cierto, hiciste un trabajo genial.

Ella aplaudió y sonrió enormemente.

—Solo algo que aprendí con los años. —Sus ojos escanearon la habitación, y
vi dónde aterrizaron. Emerson estaba en su mesa usual con el Sr. Roberts. Hoy
estaban trabajando en un crucigrama juntos, uno del periódico. Emerson
garabateaba letras mientras el Sr. Roberts estaba a cargo de adivinar las palabras
correctas.

—Ha estado queriendo hacer esos crucigramas desde hace un montón de


tiempo, pero su vista no es lo que solía ser. Y odia renegar con sus gafas de lectura
—dijo la Sra. Ellie.

Asimilé la imagen de Emerson ayudando al Sr. Roberts.

—Emerson tiene una debilidad por él, ¿no? —dije, pensando en voz alta.

La Sra. Ellie asintió.

—Seguro que sí. Ese Emerson parece un poco brusco, pero puedo ver que
tiene un gran corazón. Especialmente si es él quien trajo estas flores. —Me guiñó
un ojo—. Un hombre que te trae flores tiende a ser uno que quieres mantener a
tu lado. Recuerda eso, Harper.

Fingí no entender su comentario pícaro. Tomó asiento en una mesa cercana


con algunas otras señoras y empezó a charlar sin parar.
La Sra. Porter salió de su oficina y vino hacia aquí.

—Esas son unas margaritas hermosas. ¿Tú las trajiste? —preguntó.

Sacudí la cabeza.

—Emerson las trajo, de hecho.

Lo miró, y tomé nota de la mirada claramente sorprendida en su rostro.

—Eso fue muy amable de su parte. Siempre quise hacer pequeñas cosas como
estas para nuestros residentes, quizás algún evento divertido, pero nuestro
presupuesto no lo permite.

—Qué mal —dije. La Srta. Nancy me había dicho que la residencia de


ancianos dependía de donaciones para mantenerse abierta. Las familias de los
residentes pagaban algo mensualmente de acuerdo a sus ingresos, y realmente,
era un milagro que la residencia siguiera abierta, principalmente gracias a las
donaciones de negocios locales—. Tal vez podríamos hacer una recaudación de
fondos alguna vez —ofrecí.

Me dio una sonrisa de labios apretados.

—Gracias, Harper. Desearía que pudiéramos, pero ya estamos con lo justo,


con el tiempo y con el dinero. No puedo pedirle a la Srta. Nancy que trabaje más
horas. Un voluntario tendría que hacerlo.

Antes de que pudiese decir nada más, sonó el teléfono en su oficina, el sonido
chillón nos llegó hasta el otro lado de la habitación. Se fue, y yo me uní a la Sra.
Ellie y sus amigas.

Mis ojos se deslizaron de vuelta a Emerson y el Sr. Roberts. Excepto que esta
vez, él miró en mi dirección, y nuestras miradas se encontraron por un instante.

Alejé la mirada rápidamente, mi corazón saltándose un par de latidos.

Luego me pregunté cuánta gente además de mí habría llegado a ver este lado
de Emerson Lopez.
Once
Emerson y yo salimos de la residencia de ancianos al final de nuestro turno.

El cielo estaba lleno de nubes oscuras, y el viento me tiraba el cabello a la


cara. Traté y fallé de controlar mis largos bucles rubios. Debía lucir ridícula, pero
la mirada de Emerson estaba arriba en vez de en mí.

—Creo que va a empezar a llover a cántaros en cualquier momento.

Cruzamos la calle juntos y nos dirigimos hacia la escuela. Cuando estábamos


a apenas unos metros de las puertas principales, una sirena empezó a sonar.

Salté, segura de que tendrían que ser los bomberos o una ambulancia cerca.
Pero era muy fuerte.

Los ojos de Emerson encontraron los míos.

—Creo que esa es la sirena de tornados.

Mi boca cayó, pero antes de que pudiera decir algo, una voz fuerte nos
alcanzó. Era la Srta. Moreau, haciéndonos señas desde las puertas principales del
edificio de la escuela.

Trotamos adentro. Ella se aseguró que las puertas estuvieran cerradas detrás
de ella y se giró hacia nosotros.

—Oh, me alegra que ustedes dos hayan vuelto justo a tiempo.

La sirena seguía sonado en el fondo, pero no era ni de cerca tan fuerte como
cuando estábamos afuera.

La seguimos a los baños de las chicas por el pasillo.

—Tengo que revisar el resto del edificio. Ustedes vayan dentro con el resto
de los estudiantes. Enseguida vuelvo.

Toqué el codo de la Srta. Moreau.

—¿En serio hay un tornado?

Ella exhaló.
—No estoy segura. Pero todo está bien. Solo tenemos que tomar
precauciones. Solo entren y pónganse en posición, como en el simulacro de hace
unas semanas.

Con eso, se fue, y Emerson me guio al baño de las chicas.

Ya había un grupo de estudiantes allí, todos sentados con las espaldas contra
la pared y los libros de texto en sus regazos. El profesor de educación física, quien
yo sabía que era el papá del novio de Ella, estaba de pie contra uno de los lavabos.
Asintió hacia nosotros y escribió algo en su sujetapapeles.

Emerson y yo nos sentamos, y mis pensamientos fueron inmediatamente a


mi mamá. Luego a los ancianos de la residencia. ¿Estarían bien? Seguramente ese
viejo edificio restaurado no podría soportar un tornado.

Con todo tipo de escenarios en mi cabeza, me llevé las rodillas al pecho y


envolví los brazos alrededor de ellas. Agarré mi teléfono de mi bolsillo y le envié
un mensaje a mi mamá.

La sirena todavía estaba sonando fuerte, y con cada crescendo del sonido
estridente, mi respiración se aceleraba un poco más.

Me mordí el labio, tratando de mantener la calma. Cuando no recibí una


respuesta, puse mi teléfono fuera de mi vista a mi lado.

Algo rozó mis dedos, y me di cuenta de que era la mano de Emerson.

—¿Estás bien? —susurró.

Asentí rápidamente, sin querer voltearme hacia él.

Su voz baja alcanzó mi oído, y me apretó la mano.

—Oye, todo va a estar bien.

Un par de respiraciones profundas después, el sonido de la sirena


desapareció. Alcé la mirada al profesor de educación física, y él revisó su
teléfono. Escribió un mensaje y nos miró.

—Todo despejado. Diríjanse a la biblioteca y esperen que les avisen que


pueden irse.

Antes siquiera de que terminara de decir su última oración, todos ya estaban


levantados y dirigiéndose a la salida del baño. El entrenador los siguió, y
Emerson y yo salimos detrás.
De vuelta en el pasillo, temblé, agradecida de que hubiera terminado. Mi
teléfono vibró en mi bolsillo, y lo agarré. Era mi mamá.

Mamá: Estoy bien. ¿Y tú? Te amo.

Tipeé una respuesta rápida, dejándole saber que estaba bien y todavía en la
escuela. Luego dejé mi teléfono.

Emerson se quedó conmigo, y encontré imposible mirarlo.

—Esa era mi mamá —dije—. Ella está bien.

Lo miré por medio segundo antes de mirar adelante de nuevo.

—Qué bien —dijo.

Tratando de llenar el silencio, dije:

—Supongo que fue solo una falsa alarma.

Llegamos a la biblioteca, y Emerson abrió la puerta para mí. Le di una


pequeña sonrisa y mis ojos se quedaron atrapados en los suyos, esperando que
el momento incómodo terminara.

Pero la forma en que me miró me hizo alejar la mirada de nuevo.

Quizás esa sirena había sido una falsa alarma, pero por dentro, mi corazón
todavía estaba latiendo acelerado, dejándome saber que lo que sentía por
Emerson estaba lejos de ser falso.

***

Una de mis cosas favoritas de pasar tiempo con la gente mayor era ver lo
mucho que se divertían y se alborotaban con la música.

En lugar de arte y manualidades, la Srta. Nancy había hecho algo especial.


Había descubierto Spotify y Pandora, y la Sra. Ellie la había convencido de que
reemplazara la clase de arte y manualidades por una sesión de baile.

La mayoría de los residentes aplaudían y sonreían y animaban desde sus


mesas, pero algunos se pusieron de pie y se unieron a la Sra. Ellie, moviéndose
al ritmo de los hits de los sesentas y setentas. Dos o tres residentes hacían lo que
sabían hacer mejor: roncar.

La Sra. Ellie cerró los ojos y movió las caderas.

—Oh, esta canción me lleva de vuelta…


Agarró mis manos, y me reí, tratando de copiar sus pasos.

Emerson y el Sr. Roberts sonreían desde su esquina usual, y mis mejillas


ardían. El Sr. Roberts le murmuró algo a Emerson, y Emerson rio por lo bajo, su
sonrisa amplia y sus ojos llenos de algo que nunca había visto realmente antes en
él: alegría.

El Sr. Roberts se puso de pie, y Emerson estuvo ahí de inmediato,


asegurándose de que estuviera estable. Luego el Sr. Roberts caminó hacia la pista
de baile, y yo me detuve a ver qué iba a hacer. Quizás se iba a unir al baile.

Pero fue directo a la Sra. Ellie, cuya sonrisa creció más y más mientras él se
acercaba.

Se quedó de pie frente a ella, y mi mirada encontró la de Emerson a solo unos


metros de distancia antes de que ambos volviéramos a poner nuestra atención en
la Sra. Ellie y el Sr. Roberts.

Él extendió su mano.

—¿Me permite este baile?

Justo en ese momento, la música cambió a algo lento y romántico, y me giré


para encontrar a la Srta. Nancy en su computadora con una sonrisa cómplice en
su rostro y un brillo en sus ojos.

Me reí en voz alta y tomé el asiento del Sr. Roberts así podía tener un lugar
en primera fila para observar la cosa más tierna que había visto. Emerson se sentó
silenciosamente a mi lado, pero mis ojos se quedaron pegados a la pareja de
ancianos frente a nosotros. Agarré mi teléfono y tomé un par de fotos.

Las manos del Sr. Roberts estaban en la cintura de la Sra. Ellie mientras los
brazos de ella descansaban en sus hombros. Se balanceaban lentamente hacia
atrás y adelante al ritmo de la música, y la Sra. Ellie cerró los ojos.

—Ya era hora —la escuché decir.

Mi corazón se ablandó.

—Son adorables —dije con un suspiro.

—Lo son —dijo Emerson—. Sabes, su esposa murió hace como veinte años.

Fruncí el ceño.

—El segundo marido de la Sra. Ellie murió también hace varios años.
No podía imaginarme estar sola, sin un cómplice, por tanto tiempo. Debían
haber vivido la mayor parte de sus vidas con sus cónyuges, solo para perderlos
de un momento a otro. La persona con quien dormían, comían, se reían… ahora
se había ido para siempre.

Todos se merecían alguien a quien sostener durante un baile. Pero


especialmente la siempre sonriente Sra. Ellie y el amable y callado Sr. Roberts.

Emerson se aclaró la garganta, y yo lo miré. Extendió su mano hacia mí.

—¿Bailamos? —dijo, mordiéndose el labio.

Incapaz de pronunciar una palabra, contesté su pegunta colocando mi mano


en la suya. Me guio al medio de la habitación, al lado de la Sra. Ellie y el Sr.
Roberts, y otra cacofonía de risas y aplausos nos llegó. Pero justo ahora, sentía
todo eso lejos, como si estuviéramos dentro de nuestra propia burbuja y el tiempo
corriera un poco más despacio aquí.

Emerson puso sus manos en mis caderas, y traté de no hiperventilar. Puse


mis manos en sus hombros, y me di cuenta de que nunca había hecho esto antes.
Era nuevo, y no sabía a dónde poner mis pies ni cómo moverme.

Y no ayudaba que Emerson estuviese justo ahí, su rostro —su boca— a solo
unos centímetros.

Él sonrió.

—Está bien. Solo sígueme. Escucha la música.

Traté de hacer eso, preguntándome si seguiría haciéndolo todo mal.

—Eres bueno en esto —dije con una sonrisa—. Yo… no tengo idea de qué
estoy haciendo.

Los ojos de Emerson, su sonrisa, me tranquilizaron. Me sostuvo un poco más


cerca.

—Solo aférrate a mí. Sigue mis pasos.

Mirando a nuestros pies, mis sandalias de tiras y sus zapatillas azul Francia,
hice justo eso. Me aferré a Emerson, y nos movimos juntos al ritmo de la música.
Hacia aquí y hacia allá. Él nos movió en un lento círculo alrededor de la
habitación. Yo no quería que terminase, pero por supuesto, las canciones solo
duraban unos minutos.
Nuestro momento terminó. Nos alejamos, cada uno desviando la mirada.
Empezó otra canción, esta vez fuerte y rápida y animada.

Mi mirada encontró la de Emerson por un segundo. Se metió las manos en


los bolsillos.

Encontré mi voz.

—Gracias por el baile.

Asintió. Encontramos a la Sra. Ellie y al Sr. Roberts volviendo a sus asientos,


el brazo de la Sra. Ellie en el suyo.

Cuando él se sentó, ella se me acercó.

Le sonreí ampliamente.

—¡Estuviste genial! ¿Dónde aprendiste a bailar así?

Me guiñó un ojo.

—Ooh, tuve diferentes maestros. Todos guapos, por supuesto.

Me reí.

Ella volvió a mirar al Sr. Roberts.

—Aunque siempre tuve una debilidad por los soldados guapos.

Nos reímos como niñas, y cuando la música se detuvo y la Srta. Nancy nos
llamó a la sala de películas, seguimos a todos los demás adentro.

Una vez que encontré mi mesa usual, saqué mi tarea de estudios sociales,
pero era imposible concentrarme, incluso mientras intentaba ayudar a Emerson.

No ayudaba que él estuviese sentado tan cerca, sus labios llamándome.

Luego noté cómo su mirada se quedaba en mí un poco demasiado, y mi


corazón respondió latiendo aun más fuerte. Y definitivamente no ayudaba que
no pudiese sacar de mi cabeza el recuerdo de sus manos en mi cintura.
Doce
Emerson estaba sentado a unas filas de distancia en estudios sociales,
jugueteando con su lápiz. Miró en mi dirección y me mostró su hoja. Faltaban la
mitad de las respuestas.

Sacudí la cabeza.

Ayuda, gesticuló.

El timbre sonaría en cualquier momento. Terminé de escribir la última


oración en mi propia hoja y dejé mi lápiz. Mientras menos tarea tuviese esta
noche, más tiempo tendría para hablar con mis amigas y ver una película. Quizás
jugar con el nuevo maquillaje que había comprado el fin de semana del cuatro de
julio.

Traté de gesticular una respuesta para Emerson, pero sonó el timbre.

Él caminó derecho a mí.

—Recuérdame de nuevo por qué debería importarme esto.

Me puse de pie.

—Porque te ayudará a que te vaya bien en el examen y a pasar la clase. Así


puedes graduarte. —Y evitar ir a un reformatorio—. Vamos, trabajaremos en eso
en la residencia de ancianos. No es tan malo. Lo prometo.

Resopló.

—¿Lo prometes?

Emerson me siguió fuera del aula, e ignoré las miradas penetrantes de Becca
y sus amigas. Últimamente, Emerson y yo habíamos estado hablando más y más
durante clase. Trabajando juntos cuando el profesor permitía trabajo en grupo, y
saludándonos por las mañanas.

Debía haber sido raro para todos, viendo que Emerson generalmente no
saludaba a nadie.

Y él estaba entregando la mayoría de sus trabajos, principalmente porque yo


no dejaba de molestarlo —de forma amable, por supuesto— hasta que lo hiciera.
Y estudiaba. Al menos en la residencia de ancianos. Nadie había estado más
sorprendido que el Sr. Nguyen cuando Emerson se había sacado una B en el
último examen.

Emerson me había mostrado su papel de inmediato.

—A este ritmo, puede que de hecho apruebe.

—Te dije que podías hacerlo —dije—. Presentarse a clase es el 80 por ciento
de conseguir una B.

Caminamos a la residencia de ancianos juntos. Adelante nuestro, la Srta.


Moreau salió de su oficina. Me gustaba la vibra ochentera de sus ropas, con su
riñonera alrededor de la cintura y jeans de tiro alto. Sus zapatillas de un blanco
impecable y su camiseta color pastel completaban el look a la perfección.

Sus ojos encontraron los míos, y sonrió.

Le devolví la sonrisa.

—Emerson, Harper, estaba esperando encontrarlos. ¿Puedo verlos por un


minuto? —preguntó.

La seguimos a su oficina, y ella cerró la puerta. Nos sentamos en frente de su


escritorio, y caminó hacia su asiento.

—No les robaré mucho tiempo. Sé que deben estar esperándolos en la


residencia de ancianos. Pero ya que soy la consejera de los estudiantes para su
optativa, quería tomar unos minutos para ver cómo les estaba yendo. —Apoyó
las manos en su escritorio—. ¿Así que cómo va todo?

Emerson y yo nos miramos.

Me giré de vuelta hacia la Srta. Moreau.

—Muy bien. Me estoy divirtiendo un montón siendo voluntaria allí.

La Srta. Moreau dirigió su mirada a Emerson, quien se encogió de hombros.

—Me gusta.

La Srta. Moreau asintió.

—Qué bien. La Srta. Porter me dice que están cumpliendo muy bien con la
asistencia, con la excepción de algunas faltas. —Le dio una sonrisa discreta a
Emerson, quien bajó la mirada—. Pero la asistencia ha sido prácticamente
perfecta recientemente, lo que es excelente. Me alegra que los dos estén
disfrutando su tiempo allí. Sé que ellos están agradecidos por la ayuda.

Hizo una pausa por un momento, y me pregunté si eso sería todo.

Pero alzó la mirada hacia nosotros de nuevo.

—También quería decirles que habrá un examen final para esta optativa. La
mayoría de su nota vendrá de la asistencia y de la evaluación general de la Srta.
Nancy. A los dos parece estar yéndoles bien en eso. Pero para recibir créditos
completos por la clase, también se requerirá que entreguen un proyecto final
dentro de un mes.

Me enderecé.

—¿Qué tipo de proyecto? —pregunté, lista para que me entregaran algún


tipo de hoja de instrucciones. Podía arreglármelas con instrucciones. Pero no me
dio ninguna.

La Srta. Moreau sonrió.

—Pueden crear su propio proyecto. ¿No suena divertido?

Miré de nuevo a Emerson, cuya expresión no lucía como si estuviese


divirtiéndose. Más como si estuviera conteniendo un gemido de queja.

—Pueden trabajar juntos o de forma individual, depende de ustedes. Pero


quiero que piensen en algún tipo de proyecto que incorpore a la comunidad y a
la residencia de ancianos. Su propuesta para este proyecto debe ser presentada
en una semana. Después de eso, el proyecto, su reporte de cómo fue todo, y lo
que aprendieron de ello deberá ser entregado a fin de mes. En su último día.

Finalmente nos entregó a cada uno una hoja de papel, que señalaba la
mayoría de las cosas que acababa de decir.

Lo leí.

—¿Así que vale 20 por ciento de nuestra nota?

Asintió.

—Sean tan creativos como quieran. El cielo es el límite.

Un minuto después, agarramos nuestras cosas y dejamos su oficina. Leí de


nuevo el papel, con Emerson caminando a mi lado.
—Bueno, esto debería ser divertido —dije con una sonrisa nerviosa—. No
puede ser tan malo, ¿no?

Emerson metió el papel en su mochila, y tuve el presentimiento de que


terminaría hecho un desastre abollado en el fondo de su mochila.

—¿Estás bromeando? Preferiría tener un examen. Y eso es decir algo. Detesto


cosas como esta.

—Vamos, será divertido. —Sin siquiera pensarlo agarré su mano. Luego la


dejé caer, rápido, y seguimos caminando. Emerson no dijo una palabra, y lo único
que pude hacer fue enfocarme en no hiperventilar de pura vergüenza. ¿En qué
estaba pensando?

No podía hacer eso de nuevo.

***

Era sábado por la noche, y después de cenar con mi mamá a unas cuadras de
casa, ella se levantó para irse.

Me besó en la frente.

—¿Estás segura de que estás bien con tomar el autobús a casa?

Asentí.

—Definitivamente. Son solo unos minutos. Te mandaré un mensaje cuando


llegue.

Me dio una sonrisa suave.

—Está bien, entonces. No te lo pierdas. Sabes que el servicio de autobús


termina pronto. —Me dio un abrazo—. Con suerte podré conseguirte un auto el
año que viene. Lo prometo.

Entre lo que yo ganaba haciendo de niñera algunos fines de semana y mi


mamá poniendo la mitad de mi asignación en los ahorros para mi primer auto,
eso definitivamente no pasaría hasta bien entrado mi último año. Pero no me
molestaba. No tenía problemas para nada con caminar o tomar el autobús.

Con un último saludo con la mano, mi mamá se dirigió al trabajo, y terminé


de comer mi pequeño cono de helado.
Era todavía bastante temprano, así que decidí ir a ver algunos escaparates y
caminar para bajar el azúcar de mi sistema. Quizás era el brownie o el hecho de
que era una noche de verano perfecta, pero estaba de un humor genial.

Salí afuera y observé el sol en la distancia, escondiéndose detrás de los


árboles. Este era mi momento favorito del día por el cielo. Ardía en rojo y púrpura
y naranja y cada tono entre medio. Y estaba perfectamente cómoda en mis
pantalones cortos de jean y mi camiseta suelta sin mangas.

Solo deseaba tener alguien con quien compartir esta noche. Pero era
divertido de todos modos.

Caminando por la cuadra, asimilé todas las tiendas, las ropas, los zapatos,
todos llamándome. Pero no estaba destinado a ser. Al menos no esta noche. Así
que en cambio caminé de vuelta al parque. La parada del autobús estaba allí.

Ya que el sol se había ido a dormir esta noche, probablemente yo también


debería hacerlo.

Una vez que llegué a la parada de autobús, el sonido de un skate llamó mi


atención. Era difícil de ver en la creciente oscuridad, pero había alguien allí.

Caminé por el parque de juegos hacia el estacionamiento. Unas cuantas


familias con niños pequeños gritando pasaron caminando a mi lado, claramente
listos para irse a casa.

Me detuve en las hamacas y me senté en una. Justo como había sospechado,


Emerson estaba a unos metros de distancia junto a las mesas de picnic.

Balanceándome Lentamente, lo observé por unos minutos. Lo que amaba


acerca de Emerson en un skate era que nunca estaba quieto. Tenía tanta energía,
saltando sobre las mesas y haciendo volteretas hacia atrás con el skate en sus
manos.

Era fascinante de ver, y solo deseaba ser tan talentosa como Emerson en algo.
Pero no quería interrumpirlo. Aunque estaba practicando en público, esto se
sentía como algo privado.

El cielo se oscureció más, y sabía que era hora de irme. El autobús llegaría en
cualquier momento, y a esta hora, solo pasaba cada media hora.

Me levanté silenciosamente y empecé a caminar de vuelta hacia el banco


frente a la parada del autobús.
Pero el sonido de la voz de Emerson me hizo congelar.

—¿Te quedas sentada ahí mirándome por diez minutos, pero no me saludas?

Exhalando lentamente, me giré para enfrentarlo. De repente, estaba


agradecida de que estuviera oscuro y de que las luces de la tienda y de la calle no
nos alcanzaran por completo. Solo una luz de una esquina iluminaba nuestros
rostros, pero no era suficiente para dejarle ver la mirada de horror en mi rostro.

Tenía que decir algo.

—Hola. Lo siento.

Emerson se acercó más, con su skate debajo del brazo.

—¿Por qué te estás disculpando? Solo estaba bromeando contigo.

Lo asimilé, desde su cabello despeinado a su camiseta negra y sus jeans


azules gastados. Jugando con mi cabello, dije:

—No quería molestarte. Solo estaba… admirándote andar en skate.

Dándome cuenta de cómo sonaba eso, traté de no hacer una mueca.

Dio otro paso hacia mí.

—Gracias.

Mirando de vuelta a la parada del autobús y asegurándome de que no me


estaba perdiendo mi transporte a casa, dije:

—¿Siempre has sido así de bueno?

Sonrió ampliamente y se rio como si estuviese recordando algo.

—Definitivamente no.

No pude evitar devolverle la sonrisa.

—¿En serio? Ni siquiera puedo imaginarme andar en esa cosa con los dos
pies en el cemento, mucho menos con las manos o bajando escaleras. Me
rompería el cuello enseguida.

Eso lo hizo reír aún más.

—No es tan difícil como parece.

—¿Lo prometes? —bromeé.


Parpadeó, su sonrisa volviéndose un poco seria.

—Lo prometo.

Me mordí el labio y alejé la mirada, incapaz de mantener mis ojos en los suyos
por más tiempo. Puse mi voluntad en lograr que mi corazón dejase de latir tan
rápido y que mi estómago dejase de dar volteretas dentro de mí.

Pero no me escucharon.

—Ven —dijo Emerson, extendiendo una mano—. Te enseñaré.

Sacudí la cabeza frenéticamente.

—No. De ninguna manera. No puedo…

Tomó mi mano de todos modos.

—Emerson, voy a caerme y terminaré en el hospital…

Se rio.

—Vas a estar bien. Yo te tengo.

Mi estómago dio otra voltereta. Mientras tanto, Emerson dejó su skate en el


suelo frente a mí. La pequeña pieza rectangular de plástico —o de lo que fuera
que estuviese hecha— me asustaba. Yo no era buena en cosas como mantener el
equilibrio ni nada así.

—No —dije, sacudiendo la cabeza. Di unos pasos atrás—. Tú hazlo primero.

Principalmente, esperaba que se olvidara de hacerme hacer lo que fuese que


iba a hacer.

Especialmente cuando lo vi trotar hacia su skate y saltar encima,


deslizándose por el cemento.

¿Cómo hacía eso?

Volvió en mi dirección.

—Es fácil. —Se bajó del skate de nuevo, dejando solo un pie en la tabla—.
Usas tu otro pie para empezar a moverte. —Manteniendo un pie firme y
empujando el suelo con el otro, comenzó a alejarse en skate de nuevo—. Luego
solo pones el pie en la tabla y medio que te giras. —Ahora de alguna manera
estaba de costado en su skate, y sabía que no había manera de que yo fuera capaz
de hacer eso.
Se detuvo frente a mí con una sonrisa malvada.

—Tu turno, Harper.

Escuchando mi nombre salir de su boca casi me sacó el miedo de caerme de


cara.

Casi.

Seguí sacudiendo la cabeza, sin palabras.

Él tomó mi mano de nuevo.

—Te sostendré la mano mientras te empujas. Solo empuja como tres veces.
Te prometo que te saldrá fácil.

—Emerson, no entiendes…

—Puedes hacerlo —me aseguró—. No te dejaré caer.

Aunque traté de alejarme, mi pie ya estaba en la tabla. Emerson sostuvo mi


mano, con fuerza, y me di cuenta de que él no iba a dejar esto ir hasta que al
menos lo intentara.

Encontré su mirada.

—Mejor que no me dejes caer.

Se quedó en silencio por un segundo.

—¿No confías en mí? ¿Cómo podría dejarte caer?

Y con eso, miré al suelo de nuevo, tratando de no volverme loca con lo que
acababa de decirme. Tenía que concentrarme, dado que estaba por quedar como
una tonta.

Me empujé una, dos veces, y el skate se movió, llevándome con él. Pero mi
otro pie seguía en el suelo.

—Bien —dijo Emerson—. Sigue haciendo eso. Luego pon ambos pies en la
tabla. Yo seguiré sosteniendo tu mano.

Eso hice, aún aterrorizada pero también un poquitito emocionada de que aún
no me hubiera roto la cara.

Me empujé de nuevo, una, dos, tres veces. Luego mi pie derecho estaba en el
skate.
Chillé, medio de terror y medio de incredulidad. Emerson me sostuvo,
moviéndose a mi lado.

Mi forma de pararme estaba completamente mal, pero mis pies estaban fuera
del suelo. Luego el skate se detuvo.

—Sigue —me dijo, todavía sosteniéndome—. Esta vez, trata de girar los pies
una vez que ambos estén en el skate.

Otra vez. Empuje, empuje, empuje, deslizamiento. Medio que lo logré, y esta
vez, cuando grité, fue puramente de lo mucho que me estaba divirtiendo.

Terminamos en el césped, y me bajé.

Emerson sostuvo mi mano por unos segundos más, aunque ya no estaba


encima del skate.

—Te dije que podías hacerlo —me dijo.

Estaba de pie muy cerca de mí, mis dedos entrelazados con los suyos, y tuve
que recordar que debía respirar. La briza fría hizo que se me pusiera la piel de
gallina. O quizás era la forma en que Emerson me estaba mirando ahora mismo.

Los únicos sonidos de los que estaba consciente eran mi corazón y su


respiración. Mis ojos estaban fijos en sus labios, y me sentía congelada con él en
este momento.

Su boca estaba cerca, tan cerca.

Entonces un sonido fuerte y familiar alcanzó mi cerebro, y me espabilé.

Me di vuelta.

El autobús. Estaba yéndose. No había manera de que lo alcanzara.

—Oh no —dije—. Me lo perdí.

Me giré de vuelta hacia Emerson por un segundo, y luego observamos al


autobús doblar en la esquina y desaparecer.

—Ese era mi transporte a casa —dije.

Mi teléfono vibró en mi bolsillo. Había algunos mensajes de mi mamá,


preguntándome si ya estaba en casa.

Le contesté que estaba de camino, que había estado caminando por la cuadra.

—¿Es lejos? —preguntó Emerson.


Alcé la mirada hacia él.

—Veinte minutos caminando. —Le dije dónde vivía—. Y creo que ese era el
último autobús de la noche. —Suspiré, desando haber estado prestando más
atención. Solo debería haberme quedado en el banco, a pesar de lo divertido que
había sido pasar el rato con Emerson.

Alzó su skate.

—Te acompaño.

—¿A dónde vives? —pregunté.

—En Connor Road —dijo.

Pensé en eso.

—¿No está en la dirección opuesta?

Se encogió de hombros, alzando su skate.

—No me tomará mucho llegar a casa si tengo esto.

—¿Estás seguro? —pregunté. Sería agradable tener alguien que me


acompañara a casa. Sino tendría que llamar a un taxi o a mi mamá o algo. Nuestra
ciudad todavía no tenía Uber.

Me dio una sonrisa.

—No me molesta para nada. Vamos.


Trece
Emerson y yo caminamos de vuelta a mi casa. Un auto pasaba a nuestro lado
cada tanto, y la única luz venía de los focos de las calles o de casas o negocios.

Mientras más nos alejábamos del centro de la ciudad, pasábamos al lado de


menos negocios y aparecían más complejos de apartamentos y casas.

Mientras más lo pensaba, más decidida estaba de que era bueno que me
hubiera perdido el autobús. Ahora podíamos hablar acerca de nuestro proyecto.

—Así que estaba pensado —comencé— que quizás podríamos hacer algún
tipo de recaudación de fondos como está haciendo la clase de educación física.

Emerson me dio un “hmm”.

—Están haciendo un lavado de autos o algo así. ¿Y si nosotros hacemos algo


así pero con baile?

Eso captó su atención.

—¿Algo con baile? Te das cuenta de que somos solo dos, ¿cierto?

Le di un empujoncito con el hombro.

—Duh. Estaba pensando que podíamos hacerlo un evento comunitario.


Invitar a toda la ciudad. Cuando vivía en Wisconsin, la gente solía hacer bailes
por un dólar a veces.

Emerson alzó una ceja.

—¿Bailes por un dólar? ¿Y eres de Wisconsin? ¿Eso significa que vivías en


una granja o algo así?

Le di un empujón más fuerte esta vez.

—No, no vivía en una granja —dije con una risa—. Tampoco sé ordeñar una
vaca.

Emerson sonrió.

—¿En serio? Porque estaba tratando de imaginarte ordeñando una vaca o


alimentando pollos o algo así.
—Eres increíble —contesté—. Pero de todos modos, podemos hacer un baile
por un dólar. Miembros de la comunidad pueden donar un dólar o la cantidad
de dinero que quieran para bailar con una persona mayor. O con uno de nosotros.
Tendremos alfileres de gancho disponibles así la gente puede engancharnos sus
donaciones a nosotros. ¿Qué te parece?

Exhaló ruidosamente.

—No sé, Harper. ¿Estás segura de que quieres cobrarle a la gente para que
bailen contigo cuando tienes dos pies izquierdos?

Mi boca cayó abierta, pero sonreí, sabiendo que estaba bromeando.

—Está bien, Sr. Bailarín Experto. Solo porque tú puedes bailar el vals o lo que
sea.

Sonrió medio tímidamente.

—De hecho, no solo sé bailar el vals.

Me detuve, y él también se detuvo.

—¿Así que haces todos esos trucos de skate…?

—Se llama parkour —dijo—. Parkour en skate.

De nuevo, me sentí sin palabras.

—¿Parkour en skate?

Ni siquiera estaba segura de qué significaba eso, pero en realidad, estaba


simplemente impresionada con lo mucho que podía hacer. Mientras tanto, mi
talento era ver películas de Netflix una y otra vez y hacer palomitas de maíz
perfectas.

—Pero sí. Puedo bailar. Mi hermana mayor ama bailar, y siempre me hacía
ser su compañero. —Se encogió de hombros de nuevo—. Así que me volví bueno
bailando.

—¿La misma hermana que tiene un jardín? —pregunté. Solo había escuchado
acerca de sus hermanos varones.

Asintió, y seguimos caminando.

—Es la mayor de todos. Tiene un bebé de un año. Pero es mamá soltera.


—Guau —dije, tratando de imaginármelo bailando de niño—. ¿Así que qué
tipo de bailes sabes? Mi mamá no puede bailar ni si su vida dependiera de ello,
así que yo tampoco aprendí.

Bajó la mirada al suelo mientras hablaba. Lo que era una pena ya que el cielo
nocturno era mucho más lindo de mirar.

—Todo tipo de cosas, pero principalmente cosas españolas y latinas.

Eso me hizo pensar en Dancing with the Stars.

—¿Como salsa y mambo y esas cosas? —pregunté, demasiado emocionada.

Se rio.

—Salsa, seguro. Pero hay muchos más tipos de música en mi mundo que eso.

Me daba curiosidad a qué se refería con eso.

—Quizás podamos poner algo de eso en nuestro evento de recaudación de


fondos —dije—. Si puedes armar una lista de canciones genial, en inglés y en
español, sería increíble. Podríamos atraer a ambas comunidades.

—De acuerdo —dijo—. Mi hermano también tiene un sistema de sonido que


podríamos pedirle prestado. Puedo acomodarlo y hacer de DJ.

—¿Harías eso? —dije.

—Claro —dijo, pero algo en sus ojos me dijo que había algo más.

Le sonreí encantada.

—Esto va a ser tan divertido. Solo prométeme una cosa —dije, antes de
acobardarme por completo.

—Tú dime qué —dijo.

—¿Reservarías un baile para mí? —Suspiré—. Quiero decir, puedes


enseñarme…

¿Qué más iba a decir? Mi mente se quedó en blanco, y él sonrió.

—Cuenta con ello —dijo.

Nos quedamos en silencio después de eso, pero no tardamos mucho en llegar


a mi casa.

—Aquí vivo —dije mientras caminábamos por mi camino de entrada.


Nos detuvimos frente a mi puerta de entrada y revisé la hora en mi teléfono.
Era tarde.

—Gracias de nuevo por acompañarme a casa —dije.

Emerson estaba tan cerca. Lo único que tendría que hacer era moverse
ligeramente para tocarme accidentalmente con su skate.

—No hay problema —dijo.

Aunque él no siempre sonreía, me gustaba que yo usualmente pudiera


encontrar una sonrisa en sus ojos.

Saqué las llaves de mi bolsillo y abrí la puerta. Pero no quería ir adentro.

Con su mano libre, rozó mis dedos.

—Buenas noches, Harper.

—Buenas noches —dije suavemente.

Y con eso, Emerson di un paso atrás. Con su skate aterrizando a sus pies,
saltó encima y se fue en la noche fría.

Lo observé alejarse, deseando que nuestra caminata no hubiese terminado


tan pronto.

***

El lunes, Emerson me encontró en nuestra mesa usual de picnic. No


habíamos dicho que nos fuésemos a encontrar aquí hoy, así que me sorprendió
cuando se sentó a mi lado.

Con un gran bocado de sándwich de pavo en mi boca, me giré hacia otro


lado, concentrándome en tragar mi almuerzo sin ahogarme.

Dejó de golpe un papel frente a mí.

—¿Qué te sacaste en el examen intermedio de matemáticas?

Tomando un rápido trago de agua, agarré la hoja.

—Una B. ¿Por qué? —Lo que tenía en mis manos era su examen, cubierto de
marcas rojas.

—Como puedes ver, definitivamente no me saqué una B —dijo.

Se había sacado una D. Pero había estado muy cerca de aprobar.


—Solo necesitabas cinco puntos más para aprobar —dije.

Asintió.

—Sí, detesto estos estúpidos exámenes. Me olvido de todo lo que he


estudiado. El Sr. Nguyen dijo que necesito al menos una C+ en el examen final
para aprobar la materia. Además de seguir entregando la tarea y esas cosas.

Me giré hacia él.

—Podemos estudiar juntos para el examen final de nuevo. Apuesto a que


esto ayudará. El Sr. Nguyen generalmente pone algunos de los mismos
problemas en el final.

Nuestra tarea de matemáticas de esta noche incluía corregir los errores que
habíamos cometido en el examen intermedio, así que nos pasamos el resto de
nuestro almuerzo haciendo eso.

Aunque yo no era un genio de las matemáticas como Ella, así que me costó
arreglar mis propios errores. Después de un rato, había una ecuación que
ninguno de los dos podía entender.

—No lo entiendo —dije—. ¿Por qué seguimos sin conseguir la respuesta


correcta?

Emerson gimió.

—Detesto matemáticas.

Una idea me vino a la mente.

—Bueno, todavía no nos vamos a rendir. Conozco a alguien que puede


ayudarnos.

Emerson dejó su lápiz.

—No me digas que vamos a pedirle ayuda al Sr. Nguyen. La forma en que lo
explica solo lo empeora.

Sonreí.

—No te preocupes. Ella no es profesora de matemáticas, pero bien podría


serlo. —Saqué mi teléfono de mi bolsillo y le mandé un mensaje a Ella con la foto
del problema de matemáticas en cuestión.

Harper: AYUDAAAA
Emerson leyó el mensaje de texto encima de mi hombro. Aparecieron tres
puntitos en mi pantalla. No estaba segura de si debería exhalar de alivio o hacer
que mi corazón dejase de latir como loco ante el hecho de que Emerson se hubiese
acercado tanto.

—¿Quién es Ella? —preguntó.

Me di vuelta hacia él por un segundo pero inmediatamente volví a mirar mi


teléfono. De ninguna manera podría soportar que su rostro estuviese tan cerca
del mío sin tartamudear u olvidarme de mi nombre.

—Es una de mis mejores amigas, y es súper inteligente cuando se trata de


cualquier cosa relacionada a matemáticas o computadoras. Ella es la mitad del
hecho de que me haya sacado una A en matemáticas el semestre pasado.
Normalmente, estoy feliz de sacarme una B.

Emerson asintió, impresionado. Luego mi teléfono sonó con un nuevo


mensaje. Ella me había mandado una foto del problema de matemáticas paso a
paso.

Harper: ¡GRACIAS! Eres la mejor :)

Ella me contestó con un emoji.

Ella: ¿Tienes algún otro problema de matemáticas más?

Emerson se rio por lo bajo.

—Aquí. Mándale una foto de mi examen.

Lo empujé juguetonamente y me reí.

—Eres demasiado.

Había una mirada extraña en su rostro, una que hizo que me quedara sin
aliento y que mi corazón prácticamente saltara fuera de mi pecho. Emerson había
girado su cuerpo así estaba mirándome de frente, con un brazo sobre la mesa.

Habría sido tan fácil solo inclinarme y besarlo, pero no podía. Nop, nop, nop.
No podía hacer eso.

Otra parte de mí se preguntaba por qué no.

Pero no, solo éramos amigos. Solo estaba ayudándolo con la escuela de
verano. En un mes, se habría acabado, empezaría nuestro año de escuela normal,
y todo volvería a como era antes.
Emerson siendo el chico malo que todos evitaban. Yo pasando el rato con mis
amigas durante el almuerzo. No con Emerson.

Además él no tenía relaciones serias.

Con todas esas razones en mi mente, dejé mi teléfono y alcé mi lápiz.

—Bien, hagamos esto.

Emerson giró su cuerpo así amabas de sus piernas volvían a estar debajo de
la mesa.

—Está bien.

Y seguimos haciendo matemáticas, solo matemáticas. Aunque quería dejar


que mi mirada se demorara en él, no lo hice. Como si percibiera lo que estaba
sintiendo, Emerson también se volvió todo negocios.

Antes de que pudiera terminar todos los problemas en su examen


intermedio, se puso de pie. Sin apenas mirarme, dijo:

—Tengo que irme.

Parpadeé hacia él.

—Pero tenemos que ir a la residencia de ancianos como en cinco minutos.

Agarró su skate.

—Hay algo que tengo que hacer. —Y sin una segunda mirada hacia mí, se
fue, antes de que yo pudiera decir nada más.
Catorce
Esa noche, estaba sentada en casa, sola y aburrida. Mi mamá estaba
trabajando en otro turno nocturno, y ya había terminado mi tarea hacía horas.

La cena había sido yo comiendo sobras en frente del televisor. Y por algún
motivo, ver A todos los chicos de los que me enamoré por enésima vez ya no era igual
de entretenido.

Quizás porque no podía sacarme a Emerson de la cabeza. No había aparecido


en la residencia de ancianos hoy, y me preguntaba si estaría molesto conmigo.

Parte de ello no tenía sentido porque supuestamente él no tenía relaciones


serias. Prefería estar solo, y por lo que había visto el semestre pasado, eso era
cierto.

¿Pero seguía siéndolo? ¿Qué otra cosa explicaba esos momentos que
habíamos tenido? ¿En serio sentía algo por mí? ¿O yo solo era un juego para él?

Mi corazón se desinfló ante ese pensamiento.

Mi cabeza me decía que dejarme llevar por él no era una buena idea.

No sería la primera chica a la que él le rompía el corazón. A mi mamá no le


había ido muy bien tratando de hacer que las cosas funcionaran con un chico
malo. Eso era probablemente lo que más me asustaba. Amaba a mi mamá, pero
no quería estar en sus zapatos en el futuro.

En algún punto, quería encontrar un chico que quisiera estar conmigo a largo
plazo. Sabía que eso no llegaría hasta más adelante, pero tampoco quería
entregarle una parte de mí misma a alguien que no estaba interesado en estar
conmigo ni siquiera como novios.

Ignoré mi teléfono, que estaba vibrando, y me hundí en el sofá. Mis ojos se


cerraron solos. Podría revisar mis notificaciones luego. Mi respiración se
ralentizó. Solo quería olvidarme de todo y echarme una siesta. Quizás irme a la
cama, aunque había cenado hacía solo una hora. No estaba de humor para hacer
nada más.

Luego mi teléfono vibró sin parar. Abrí los ojos. Era una videollamada de las
#BFFs. Encendiendo la lámpara a mi lado así mis amigas podrían verme, contesté
la llamada.
Lena me devolvió la sonrisa junto a Ella.

Luego Rey apareció con un saludo de la mano y finalmente Tori.

Inmediatamente dijeron hola y exclamaron acerca del look súper bronceado


de Lena. Y de la linda blusa de Tori.

Yo solo sonreí y escuché, contenta de escuchar sus voces.

Luego Ella dijo:

—Harper, estás muy callada esta noche.

Todas se callaron, y yo me enderecé.

—Perdón, chicas. Supongo que estoy cansada.

Tori se inclinó hacia la pantalla. Esta noche, llevaba una coleta alta y un
moño, como si acabase de terminar su práctica de porristas.

—Bueno, dinos cómo está yendo la escuela de verano.

Me encogí de hombros.

—Estoy segura de que no es tan emocionante como lo que ustedes están


haciendo.

Sonreí mientras lo decía, pero podía sentir el regodeo en autocompasión


empezar. ¿Qué me pasaba? No me sentía generalmente así. Parpadeé varas veces
y me aclaré la garganta, pero mi voz tembló de todos modos.

—Lo siento, solo las extraño.

Todas dejaron caer sus sonrisas, y la culpa me consumió por convertir esta
conversión alegre en una fiesta de consolación.

Rey dijo:

—Nosotras también te extrañamos, Harp. No sabes lo mucho que deseo estar


en casa. Este viaje ya me ha agotado.

Ella asintió.

—Estaremos en casa antes de que te des cuenta. Son solo unas semanas más.

Era más como un mes, pero lo único que hice fue asentir.

—Tienes razón. Es solo que mi mamá está trabajando todo el tiempo, y no


hay nada que hacer.
Tori habló.

—¿Cómo está yendo todo en la residencia de ancianos? ¿No dijiste que era
divertido?

—Lo es —dije—. Creo que solo estoy en un humor bajoneado raro.

Lena me devolvió la mirada fijamente.

—Solo aguanta un poco, chica. Mi familia está hablando de irnos a casa antes.
Mis hermanos y yo hemos estado diciéndoles sin parar que queremos un par de
semanas en casa para prepararnos antes de que empiece la escuela. Detesto venir
a casa el fin de semana antes.

Ella sonrió.

—Esa es una idea genial.

Tori tosió, y luego apareció en la pantalla.

—¿Estás segura de que eso es todo lo que está pasando, Harp? Sabes que
puedes contarnos lo que sea, ¿cierto?

Abrí la boca, sin estar segura de cómo contestar eso.

—Bueno…

Lena se acercó.

—¿Es problema de chicos?

Me mordí el labio.

—Nada ha pasado en realidad. Es solo que…

—¿Emerson? —preguntó Ella.

Asentí.

—No muy difícil de adivinar, ¿eh?

Tori sonrió.

—Vimos la forma en que lo mirabas.

Rey asintió.

—Seguro parece que él es único chico en el que te has fijado desde que te
mudaste aquí.
La boca de Lena se inclinó hacia abajo.

—¿No intentó algo contigo, o sí?

Sacudí la cabeza de inmediato.

—No, nada como eso.

Tori dijo:

—¿Entonces qué es?

Suspirando, dije:

—A veces creo que podríamos ser más que amigos.

Lena alzó las cejas.

—Ni siquiera me había dado cuenta de que fueran amigos.

Me encogí de hombros.

—Solo sucedió, supongo. Con ser voluntarios en la residencia de ancianos. Y


tener clases juntos. Él de hecho parece amable. Deberían ver la forma en que
ayuda al Sr. Roberts. Es la cosa más dulce del mundo.

Ella sonrió.

—Ahora, ¿por qué no nos habías contado antes nada de esto, eh?

—Supongo que sabía que ustedes no creían que fuese una buena idea, que
yo me enamorase de un chico como Emerson. Quizás es por eso que estoy
bajoneada. Sé que no tiene una gran reputación, pero a veces me pregunto si…

Las chicas asintieron aunque no terminé mi oración. Con ellas, no necesitaba


hacerlo.

Tori suspiró.

—Esa es la cosa, Harp. No lo sabrás hasta que no lo intentas.

Lena añadió:

—Pero intentarlo puede significar tener un novio increíble o un corazón roto.

Rey y Ella hicieron una mueca ante sus palabras, y yo probablemente


también.

—Lo sé —dije—. Desearía no sentirme así, y quién sabe si siente lo mismo…


Tori dijo en voz alta lo que todas estábamos pensando.

—¿Él siente lo mismo por ti?

Les conté sobre la otra noche en el parque, nuestro baile lento, y con cada
detalle, las chicas lucían más sorprendidas y solo escuchaban.

Ella apoyó su mejilla en su mano.

—Eso es tan romántico —dijo.

Rey estuvo de acuerdo, y Tori también. Pero Lena parecía menos convencida.

—Estoy feliz por ti, Harp —dijo—. Solo ten cuidado, ¿de cuerdo? Pase lo que
pase. Quizás sus sentimientos sean reales, y espero que lo sean. Pero solo… ten
cuidado.

***

Pero ya estaba enganchada a Emerson.

Esa era la cosa.

Así que traté de mantenerme alejada, mantener las cosas tan emocionalmente
distantes como era posible.

Lo ayudaba con su tarea, y estudiábamos juntos para los siguientes exámenes


finales. Trabajábamos en nuestro proyecto para la residencia de ancianos y
hacíamos de voluntarios juntos.

Pero no me permitía admirar cómo le sonreía al Sr. Roberts ni memorizar la


forma de su boca, sus hombros, o cómo sonaba.

No estaba segura de si se había dado cuenta, pero quizás sí, porque


eventualmente empezó a hacer lo mismo.

Sonreía menos cuando estábamos juntos, dejó de sentarse tan cerca, y dejó de
despedirse cuando terminábamos nuestro horario como voluntarios.

Todo eso me rompía el corazón.

Nunca siquiera habíamos compartido un beso, y aun así Emerson Lopez se


las había arreglado para romperme el corazón.

La Sra. Ellie debió haber notado que estaba excepcionalmente callada


últimamente porque una tarde dijo:

—¿Qué pasa, cariño? Tienes algo en la cabeza.


Alcé la mirada hacia ella, una sonrisa automática en mi rostro. Aunque no
alcanzaba realmente mis ojos, esperaba que ella lo dejara pasar.

—Nada —dije—. Solo un poco triste de que el verano esté terminando. Eso
es todo. Es mi estación favorita.

Pero este verano había resultado no ser tan genial, con mis amigas de viaje y
yo con un enamoramiento destinado al fracaso.

Lo único que la Sra. Ellie dijo fue:

—Hmm. —Y volvimos a trabajar en nuestro rompecabezas. Estábamos cerca


de terminarlo.

Todos los días nos acercábamos más y más a completar la imagen. Era de
París al atardecer, y casi habíamos terminado de revelar la Torre Eiffel en el
fondo, con un puente completado a un lado y un hermoso río al otro. El cielo
tenía todos los naranjas y amarillos y rosas que yo amaba.

—¿Sabes cuáles son las cosas de las que más me arrepiento? —preguntó la
Sra. Ellie de repente.

Esa pregunta súper personal me hizo alzar la mirada hacia ella, las decenas
de pequeñas piezas de rompecabezas olvidadas en la mesa frente a mí.

No esperó mi respuesta.

—No decirle a alguien cómo me sentía antes de que fuera demasiado tarde.

Luego no dijo nada, solo nuestros ojos hablaron, y supe a qué se refería y que
ella sabía que yo sabía a qué se refería.

Traté de volver al rompecabezas, pero siguió hablando.

—El amor es una cosa hermosa, Harper. La cosa más hermosa que la vida
tiene para ofrecer. Viene de muchas maneras. Lo importante es que no lo dejemos
pasar.

Y así, mis ojos se deslizaron hacia Emerson, quien estaba sentado en silencio,
serio, con el Sr. Roberts. ¿Era yo o lucía más serio de lo habitual?

Quizás no le gustaba que nuestro tiempo en la residencia de ancianos


estuviese por terminar.

Pero sabía que era más que eso. Podríamos volver y ver a la Sra. Ellie y al Sr.
Roberts si queríamos.
La voz de la Sra. Ellie alcanzó mis oídos de nuevo, pero encontré imposible
alejar mis ojos de Emerson.

—El amor duele a veces, Harper. Pero te sorprendería lo mucho más usual
que es que las cosas resulten mucho mejor de lo que podrías haber imaginado.

¿Qué había dicho Tori? Nunca lo sabría a menos que lo intentara.

¿Me atrevería a decirle a Emerson cómo me sentía acerca de él?

Mi corazón latió un poco más rápido solo de pensarlo.

No tenía idea.
Quince
Mi mamá asomó la cabeza en mi habitación.

—¿Estás segura de que tienes todo empacado? ¿Pasaporte, cargador del


celular, maquillaje, tarea de la escuela? —preguntó.

Ella acababa de llegar a casa del trabajo, y en vez de holgazanear en el sofá


hoy, yo tenía que empacar mis cosas.

—Tengo todo —dije—. No te preocupes.

—Dos semanas son dos semanas —dijo, alejándose—. No quiero que te


olvides nada importante.

Mis dos semanas con mi papá empezaban mañana. En lugar de ir a la escuela,


estaría subiéndome a un avión temprano por la mañana y llegando a Wisconsin
para el almuerzo. Iba a extrañar a mi mamá como loca, pero al menos esta sería
mi propia pequeña aventura.

Y quizás finalmente podría sacarme a Emerson de la cabeza de una vez por


todas.

Toda la cosa de ser emocionalmente distante no estaba funcionando. No


cuando estaba físicamente tan cerca de mí casi todos los días.

Solo necesitaba que mis sentimientos hacia él desaparecieran porque


definitivamente no era lo suficientemente valiente para decirle cómo me sentía
de verdad y luego arriesgarme a que dijera que no estaba interesado en mí. No
para más que una aventura de verano.

Mi corazón no sobreviviría a eso.

Apenas había mencionado que me iría durante las dos semanas siguientes.
Solo que iba a ver a mi papá, y que no volvería hasta el final del verano. Eso era
todo.

Él apenas había asentido.

Después de revisar de nuevo mi lista para empacar, di un paso atrás y admiré


todo mi trabajo duro. Ni siquiera era la hora de la cena, y mi maleta ya estaba
empacada y lista para irse. Mi mamá ya había pedido la mañana libe del trabajo
así podría dejarme en el aeropuerto a unas horas de distancia.
Desayunaríamos juntas antes de que me fuera. Ya la extrañaba, aunque
estuviera abajo terminando la cena.

La mayoría de las chicas probablemente harían una mueca ante la idea de


pasar más tiempo con sus mamás, pero yo apenas veía a la mía, así que agradecía
que fuéramos a cenar juntas esta noche.

Cuando bajé las escaleras, sentí el aroma de mi comida favorita.

—Oh, mamá, no hacía falta que lo hicieras.

Pero lo había hecho. Apagó el horno, y se puso sus agarraderas y sacó el


estofado con papas, zanahorias y muchos vegetales. Había mazorcas de maíz y
ensalada Caesar y limonada hecha a mano.

Mientras ella acomodaba todo en la mesa, yo puse los platos y cubiertos y


encendí unas velas.

—Mamá, te superaste a ti misma —le dije mientras nos sentábamos en la


mesa.

Sonrió ampliamente. No cocinaba así seguido.

—Buenos, gracias.

Miré mi plato con todo, e hinqué el tenedor. El estofado prácticamente se


derretía en mi boca.

—Hmm, mis elogios para el chef —dije, dándome unos toquecitos en la boca
con una servilleta.

Pero antes de que mi mamá pudiera decir algo, su teléfono empezó a sonar
en la sala de estar.

—Perdón, perdón. Me olvidé de apagarlo.

Se levantó y se fue.

No hacíamos cenas especiales, con velas y todo, muy seguido por su horario
de trabajo y nuestro presupuesto apretado, pero cuando lo hacíamos, era en serio.
Nos vestíamos bien, apagábamos nuestros teléfonos y hablábamos de verdad.

Así que me sorprendió escuchar su voz viniendo de la sala de estar. Solo


contestaría si fuera una emergencia. ¿A lo mejor tenía que ir a trabajar?
Me mordí el labio y esperé que no. Dejé mi tenedor y mi cuchillo, no quería
seguir cenando sola.

Unos minutos después, entró de nuevo, con la decepción clara en su rostro.

—Cariño, lo siento mucho.

Parpadeé hacia ella.

—¿Qué pasa? ¿Tienes que ir a trabajar?

Quizás tener veinticuatro horas enteras sin trabajar era demasiado bueno
para ser cierto.

Se sentó a mi lado.

—No era del trabajo, cariño. Era tu papá. Dice que no podrá tenerte en su
casa después de todo.

Continuó diciendo algo acerca de un viaje de trabajo, una oportunidad para


conseguir algo de dinero extra, pero apenas la escuché.

No me había dado cuenta de lo mucho que había estado anticipando este


viaje hasta ahora.

Mi papá y yo nunca habíamos sido súper cercanos, pero esta era mi


oportunidad de volver a Wisconsin, de volar por primera vez y quizás de tener
una aventura propia este verano.

Y de repente, todo se había ido.

Todo porque mi papá había decidido que algo más era más importante que
las dos semanas al año que tenía para pasar tiempo conmigo.

La voz de mi mamá rompió mis pensamientos agitados.

—¿Cariño, Harper? ¿Estás bien?

La miré y asentí.

—Sí, estoy bien. Está bien. Ahora no tengo que faltar a la escuela.

Sus ojos me estudiaron, y me aseguré de alzar la boca en una sonrisa


cuidadosa y empujar las lágrimas hacia atrás.

—¿Estás segura de que estás bien? Sé que has estado anticipando esto —dijo.
Asentí rápido y miré fijamente mi plato lleno de comida. Al contrario de unos
minutos atrás, mi apetito se había ido. Me puse de pie.

—Voy a deshacer las maletas, si no te molesta. Terminaré esto después.

Sin una segunda mirada atrás, me fui a mi habitación. Una vez que cerré la
puerta suavemente detrás de mí, me hundí en el suelo y ahí vinieron las lágrimas.

***

Después de meter mi maleta todavía empacada en mi clóset anoche, de


alguna forma me había arrastrado a la cama. Debí haberme quedado dormida
enseguida porque eso es todo lo que recordaba.

En algún punto, mi mamá debió haber entrado y haberse acostado a mi lado


porque cerca del amanecer, la escuché despertarse e irse. No había hecho eso
desde que era niña, aunque antes, era generalmente yo la que se subía a su cama
en mitad de la noche.

Podría haberme levantado y haberle deseado un buen día antes de que se


fuera, quizás poner a hervir agua para el café, pero en cambio, había fingido estar
dormida hasta que escuché su auto irse.

Mi mamá supuestamente tendría la mañana libre, pero debía haber sido


llamada a trabajar. Parte de mí estaba triste de no haber tenido el desayuno que
habíamos planeado —ni la cena que habíamos planeado— pero también sabía
que podíamos usar cualquier tiempo que ella tuviera libre del hospital.

Estaba bien, me dije a mí misma. Tendría el resto del verano para pasar el
rato con ella. Y en cuanto a mi papá, bueno, él tenía cosas más importantes que
hacer, y tendría que haberme estado mintiendo a mí misma si pensara que no me
dolía.

Me dolía.

Me quedé en la cama hasta que me quedaron veinte minutos para


prepararme para la escuela y comer algo antes de tener que irme.

Me conformé con un café rápido, no estaba de humor para comer. En lugar


de caer en ondas largas y estilizadas, mi cabello estaba en una coleta hoy, y solo
tenía un mínimo de maquillaje.
No podía esperar a que hoy se acabara así podía volver a casa y atarme al
sofá. Nada que un poco de palomitas de maíz acarameladas y una buena comedia
romántica de Netflix no pudieran arreglar.

O al menos ayudarme a olvidar.

Pero mientras más me acercaba a la escuela, más me dolía.

Cuando entré tarde a matemáticas y vi la mirada sorprendida de Emerson,


de alguna forma me dolió más.

Tomé un asiento lo más lejos posible de Emerson, y puse la cabeza sobre el


escritorio, esperando que la manga de mi cárdigan absorbiera las lágrimas.

A mis amigas les costaría reconocerme si me vieran ahora mismo. Harper, la


chica buena, siempre sonriente, llorando en clase.

Extrañaba a mis amigas más que nunca.

Mientras el Sr. Nguyen nos entregaba la tarea de esta noche, abrí nuestro hilo
de mensajes y escribí un mensaje rápido.

Harper: No iré a Wisconsin después de todo. No funcionaron las cosas. Las extraño
chicas.

Mi teléfono vibró solo unos segundos después con un flujo de mensajes de lo


siento y emojis tristes.

Escribí otro mensaje más, tragando el nudo en mi garganta.

Harper: No se preocupen :) Me alegra que vaya a estar aquí cuando ustedes regresen.
Además podré pasar más tiempo en casa con mi mamá.

Sonó el timbre, y aunque era hora de estudios sociales, dejé matemáticas y


me fui en la dirección opuesta.

Quizás era la chica buena para el resto de mis amigas, pero por hoy, seguiría
los pasos de Emerson.
Dieciséis
Nunca me había saltado clases antes. No aquí, no en Wisconsin.

Se sentía completamente raro para mí, no estar donde debería estar, haciendo
algo en contra de las reglas.

Salí de la escuela cerca del gimnasio y encontré un árbol grande. Me senté


debajo, apoyando la espalda contra la corteza áspera y alcé la mirada hacia el
cielo de media mañana. El sol se volvía cada vez más caliente con cada minuto,
así que me saqué el cárdigan. Luego cerré los ojos y exhalé.

Este debería haber sido mi verano. Tomando siestas en el sol cálido y


relajándome nadando.

Por unos minutos, me permití estirarme y olvidarme de dónde estaba.

Hasta que oí pasos suaves en el césped. Me enderecé y abrí los ojos.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté.

Emerson estaba de pie frente a mí, con el skate bajo el brazo.

—¿Puedo? —preguntó, asintiendo hacia el lugar en el césped a mi lado.

Sin saber qué más responder, asentí, y él tomó asiento, dejando su skate a
unos centímetros de distancia.

—Como tu compañero, estaba preocupado cuando no te vi en clase hace unos


minutos. Detestaría que tus notas bajaran debido a la mala asistencia.

Cubriendo mis ojos del sol con una mano, una sonrisa creció en mi rostro.

—¿Ah, sí? —pregunté.

Asintió.

—Oh, sí.

Después de un momento, nadie dijo nada, y recordé que hablar con él así,
bajando la guardia, probablemente no era la mejor idea. No si quería superarlo.

Justo cuando abría la boca para decirle que debería irse a clase, dijo:

—¿Hay algún motivo por el que hayas decidido saltarte clases hoy? ¿Es el
mismo motivo por el que obviamente no estás en un avión ahora mismo?
Guau, y justo así, él había reconocido el elefante en la habitación.

Tartamudeé por unos segundos.

—Uh, um, yo… las cosas no funcionaron. Y no voy a ir —fue todo lo que me
las arreglé para decir.

Probablemente viendo la mirada de dolor en mi rostro, dijo en voz baja:

—Lo siento.

Le di una sonrisa rápida.

—Está bien. Probablemente es lo mejor.

Y una vez más, los mismos sentimientos de anoche estaban de vuelta, excepto
que ahora Emerson estaba a solo unos centímetros de distancia, para verlo todo.

—Sabes —dijo Emerson— los padres a veces pueden ser unos imbéciles, ¿eh?

Asentí.

—Mi papá, de todos modos. —Eso fue lo único que pude decir sin que las
lágrimas amenazaran con escapar.

—Sí —dijo—. El mío también. De hecho, ambos de mis padres.

Lo miré, sin creer que estuviese abriéndose a mí. A alguien.

—Lo siento.

Se encogió de hombros.

Nos quedamos en silencio de nuevo, ambos mirando hacia abajo, al césped


verde.

—Aunque mi hermana siempre ha estado ahí para nosotros —dijo—.


Cuando mis padres no pueden o no quieren, ella está ahí. Así que al menos tengo
eso.

Sonreí.

—Esa es mi mamá. Siempre hemos sido nosotras dos porque mis abuelos
murieron antes de que yo naciera, pero ella siempre ha sido como dos padres en
uno. Y de hecho una muy buena amiga.

Decir eso en voz alta me hizo sonreír pero un par de lágrimas también
bajaron por mi mejilla.
—Perdón —dije, avergonzada de que Emerson me estuviese viendo llorar.
Me giré para secarlas.

Pero antes de que pudiera hacer eso, él lo estaba haciendo, su mano


cuidadosamente tocando mi mejilla.

Lentamente, me giré de vuelta hacia él, sin saber qué hacer además de
mirarlo. Mi respiración se aceleró, y mi corazón empezó a latir más rápido,
incluso después de que su mano volviera a su costado.

Sus ojos se quedaron fijos en mi rostro por varios segundos antes de


encontrar mi mirada.

—Me alegra haber decidido intentar en serio hacer la escuela de verano este
año —dijo—. Porque significó poder conocerte.

Sonreí.

—Quiero decir, graduarme también es agradable, pero… —Su voz se


desvaneció.

Sus palabras me hicieron revivir cada momento que habíamos pasado juntos
este verano —ese primer día en la residencia de ancianos, bailar con él mientras
nos aferrábamos el uno al otro, esa noche en el parque.

¿Quería decir que sentía por mí lo mismo que yo sentía por él? Mi corazón
gritaba que sí.

Entonces Emerson se inclinó hacia delante, y me pregunté a mí misma si de


verdad me iba a permitir hacer esto.

Mi corazón susurró Esta es tu aventura de verano.

Quizás me rompería el corazón de verdad, pero también necesitaba hacer


esto y no dejar que el amor se me escapara.

Emerson se tomó su tiempo, su boca a solo centímetros de la mía y su nariz


tocando la mía. Quizás él también estaba luchando algún tipo de batalla interna.
Una que yo quería que ganara su corazón.

—¿Harper? —susurró.

Mi teléfono sonó, y salté. Emerson se inclinó hacia atrás.

Nuestro momento se había ido, y lo único que quería hacer era apagar mi
teléfono para que no me molestara.
Pero el rostro de mi mamá estaba en la pantalla, y me di cuenta de que era la
hora del almuerzo. Debía estar llamando para ver cómo estaba.

—Lo siento, es mi mamá —dije, apenas alzando la mirada hacia Emerson.

Contesté la llamada.

—Hola, mamá.

Su voz me recibió de inmediato.

—Hola, cariño, no puedo hablar por mucho tiempo, pero me siento horrible
por lo de anoche.

Bajé la mirada.

—Está bien, mamá. En serio. Creo que es lo mejor. Y sabes que no es tu culpa,
¿cierto?

Suspiró al otro lado de la línea.

—Lo sé. Solo que… estaba pensando. Saquemos lo mejor de esto. Decidí
venir y trabajar horas de más hoy así podemos irnos a algún lado este fin de
semana. Solo tú y yo. Un viaje en auto hasta la playa. ¿Cómo suena eso? —Ahora
ella sonaba como su forma de ser habitual. Brillante y animada y alegre.

Y yo también.

—¡Oh Dios mío! ¿En serio? ¿Estás segura?

—¡Ya reservé lugar, cariño! ¡Vamos a Savannah!

Chillé en el teléfono de nuevo, y Emerson se rio por lo bajo a mi lado.

—¡No puedo esperar! ¿Cuándo nos vamos?

—No desempaques tus cosas. Nos vamos mañana por la mañana temprano.

Y así, las cosas habían resultado incluso mejor.

Colgamos, y me giré hacia Emerson, tratando de no sonrojarme por nuestro


casi-beso.

—Perdón, esa era mi mamá. Me sorprendió con nuestro propio viaje. Hace
una eternidad que no vamos de vacaciones.

Emerson sonrió.

—Prométeme que me traerás un souvenir.


Diecisiete
Cuando llegué a casa, apenas podía quedarme quieta. Pero no tenía nada que
hacer porque mi maleta ya estaba empacada.

Caminé por la casa, lavando platos y limpiando baños, pero en unas pocas
horas, ya estaba sin nada que hacer de nuevo.

Tirada en el sofá, les mandé a mis amigas una selfie linda y las buenas
noticias.

Ella ¡YAY por tu aventura de verano!

Rey: ¡Estoy tan celosa! La playa es mucho mejor que caminar por museos y sitios
turísticos todo el día :(

Tori: La playa suena increíble…

Lena: Quizás conozcas a un chico sexy en la playa este fin de semana ;)

Estaba segura de que Lena solo bromeaba, pero su comentario me hizo


pensar en Emerson.

Ya eran dos las veces que casi nos habíamos besado. Antes pensaba que era
solo yo o que lo que fuese que tuviéramos no significaba nada, pero la forma en
que me había mirado hoy…

Tenía que significar algo para él, ¿cierto?

¿Lo suficiente para romper su regla de no tener relaciones serias?

Por ahora, no había mucho que pudiera hacer acerca de la situación. Mi


mamá y yo nos iríamos por la mañana a la playa. Solo pensar en no ver a Emerson
por dos días se sentía muy difícil, a pesar de lo emocionada que estaba por irme.

Después de unos minutos, mis párpados empezaron a pesarme. Poniendo


una gruesa manta sobre mis hombros, dejé que los pensamientos acerca de
Emerson fueran la última cosa en mi mente antes de quedarme dormida.

Cuando me desperté una hora después, estaba haciéndose de noche. Me


levanté, cerré las cortinas, y me aseguré de que la puerta de entrada estuviese
cerrada con llave.

Luego busqué las sobras de anoche. El refrigerador estaba lleno de ellas.


Después de terminar de cenar, conté las horas que faltaban para que mi
mamá llegase a casa. Probablemente sería alrededor de la medianoche. Debido a
mi siesta, no tenía sueño para nada, así que agarré mi teléfono y me acomodé en
el sofá de nuevo, esta vez con Netflix encendido.

Mi teléfono vibró con una notificación. Un nombre familiar llenó mi pantalla.


Tenía una solicitud de amistad de Emerson Lopez.

Me enderecé, con una sonrisa en mi rostro.

¿Quizás estaba pensando en mí?

¿O quizás quería hablar sobre nuestro proyecto, que debíamos entregar en


una semana?

No, tenía que estar pensando en mí, ¿cierto? Tal vez estaba tan aburrido como
yo esta noche.

Acepté su solicitud de amistad y esperé.

Parte de mí quería enviarle un mensaje de inmediato, preguntarle qué estaba


haciendo, pero sabía que probablemente era mejor dejar que él hiciera el primer
movimiento, ya que era él quien me había enviado la solicitud de amistad en
primer lugar.

Seguro, un minuto después, mi teléfono vibró con un nuevo mensaje, y casi


me caí del sofá de la emoción.

Nuevo mensaje de Emerson Lopez.

Abrí el mensaje de inmediato, olvidándome por completo de la película que


seguía reproduciéndose en el televisor. Por una vez, Peter Kavinsky podía
esperar.

Emerson: Hola…

Harper: Hola :)

Me mordí el labio, sin creerme que estuviera mensajeando con Emerson.


Apagué el televisor y me dirigí arriba a mi habitación. Finalmente se estaba
empezando a hacer tarde, y no quería quedarme dormida en el sofá de nuevo.

Emerson: ¿Qué haces?

Harper: No mucho. De hecho estoy algo aburrida.


Dejando mi teléfono en mi mesa de noche, fui al baño a cepillarme los dientes,
demasiado ansiosa para esperar al lado del teléfono.

A punto de lavarme el maquillaje, fui a darle un vistazo a mi teléfono. Chillé


cuando encontré otro mensaje de Emerson. Me senté en la cama a leerlo.

Emerson: Pensé que habrías salido a algún lado un viernes por la noche.

Harper: No con mis amigas estando fuera de la ciudad. Estoy sola en casa.

Esperé que dijera algo, pero pasaron varios minutos y nada.

¿Tal vez se había quedado dormido? Aunque solo eran las nueve en punto.
Seguro estaba en alguna fiesta o algo. No podía esperar que siguiera hablando
conmigo.

Me acosté, mirando fijo a mi teléfono y sintiéndome sola de nuevo.

Me conformé con navegar por mis redes sociales y luego mi favorita:


Pinterest.

Luego un nuevo mensaje.

Emerson: Um, ¿podrías abrir tu ventana? ;)

¿QUÉ?

Me senté y miré alrededor. Mi habitación estaba en el segundo piso. No había


forma de que él pudiera trepar adentro. Y no estaba segura de querer que lo
hiciera. Solo la idea de tener un chico en mi habitación me hacía querer volverme
loca.

No solo porque era la regla número uno de mi mamá, pero porque


probablemente me convertiría en el ser humano más raro del mundo.

Emerson: ¿Por favor? No quiero estrellarme contra tu ventana :)

Me levanté y fui caminando despacio hasta mi ventana. Abriendo mis


cortinas finas, bajé la mirada a mi camino de entrada, y sí, ahí estaba Emerson.
Tenía una chaqueta de cuero negra y una sonrisa temeraria. Me llevé una mano
a la boca, y no pude evitar reírme.

Preguntándome dónde habría dejado su skate esta noche, noté una


motocicleta en la calle.
Podría haber gritado. ¿Una motocicleta y una chaqueta de cuero negra? Si
Emerson Lopez no era la definición de un chico malo, no sabía qué lo era.

Me saludó y dio unos pasos atrás. Levanté la ventana y eché un vistazo


afuera.

—No puedo creerte.

Pero no dio oportunidad de decir mucho más porque empezó a correr hacia
el árbol a solo unos metros de mi ventana.

Era como Spiderman, saltando del árbol al revestimiento de la casa y luego a


una rama y luego salté hacia atrás, otra vez llevándome las manos a la boca.

Y así, entró por mi ventana pasando primero los pies, como si no fuera la
gran cosa saltar a una habitación en un segundo piso.

Me dio una sonrisa avergonzada.

—Desde que vi eso en una de esas películas de Crepúsculo, siempre quise


intentarlo.

Me reí.

—Oh Dios mío. Bueno, me alegra que no te rompieras el cuello porque eso
habría sido…

—Vergonzoso —terminó por mí. Dio un paso más cerca.

Automáticamente di un pequeño paso atrás, todavía completamente


sorprendida de que hubiéramos pasado de una solicitud de amistad a esto en
solo unos minutos.

—¡Tengo una puerta, Emerson!

Se rio.

—¿Y? ¿Qué tiene eso de divertido?

Sacudí la cabeza ante sus palabras pero sonreí porque estaba justo frente a
mí.

—Deberíamos ir abajo.

—¿Por qué? —dijo—. Tu mamá no está en casa.

Se acercó, y esta vez, no me alejé.


—Eres totalmente una chica buena, ¿no?

Abrí la boca para decir algo, lo que sea, pero no pude, no con la mirada en su
rostro, la que hacía que mi estómago se derritiera.

—Está bien —dijo, con un brillo en sus ojos—. Vayamos abajo.

Lo guie abajo a la sala de estar. Se detuvo en las fotos de mí y mi mamá que


colgaban de la pared.

—Eras una bebé gorda —dijo, riéndose por lo bajo.

Claramente, yo no había pensado bien en esto.

Se giró hacia mí.

—Aunque una bebé gorda linda —dijo.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté con una pequeña sonrisa—.


¿Siquiera tienes licencia para conducir esa motocicleta de ahí afuera?

Se encogió de hombros.

—Quizás sí. Quizás no. Pero dijiste que estabas aburrida. Yo estaba aburrido.

¿Qué era esa mirada en sus ojos?

—Y tal vez quería pasar el rato contigo —dijo—. ¿Si no te molesta?

Agradecida de no haberme sacado el maquillaje después de todo, sacudí la


cabeza.

—¿Quieres ver una película?

Nos sentamos en lados opuestos del sofá, y puse una película.


Definitivamente no A todos los chicos de los que me enamoré. Eso sería demasiado
incómodo.

—¿Te gusta Friends? —pregunté.

—¿A quién no? —dijo con un guiño.

Sin embargo, al poco rato estábamos hablando más que viendo la serie.
Abracé una almohada contra mi pecho. Todavía sentía como si estuviese
rompiendo las reglas, pero me recordé a mí misma que no estaba haciendo nada
malo. Además de tener a un chico en mi sofá sin que mi mamá lo supiera.
Hice una nota mental de presentarle a Emerson a mi mamá después de que
volviéramos de nuestro viaje, y entonces fui capaz de relajarme.

Él me preguntó por mis amigas, y le conté acerca de ellas.

—Lena es como una princesa guerrera del soccer —dije—. Una atrevida total.
Pero muy divertida. Y Ella es inteligente y de muy buen corazón. Tori, ella te dice
las cosas como son. Es honesta y fuerte. Luego está Rey. Es tan dulce y creativa.
Siempre está dibujando y escribiendo.

—Ustedes suenan como un equipo de Power Rangers femeninas o algo así


—dijo—. Como que cada una tiene estos poderes únicos.

Eso me hizo reír, y luego él se estaba riendo. Cuando finalmente nos


detuvimos, dijo:

—¿Y qué hay de ti, Harper?

Alejé la mirada.

—No sé.

Su voz me hizo girarme hacia él.

—Yo creo que eres amable, siempre ves lo bueno en alguien. Pase lo que pase.
—Extendió una mano y tocó la mía—. Eres hermosa, por dentro y por fuera.

¿Lo había escuchado bien? Mi corazón palpitó rápidamente, y apenas pude


encontrar mi voz.

Apretando su mano, dije:

—Y yo creo que hay más en ti de lo que dejas ver. —Lo miré fijamente a los
ojos y dije lo que estaba en mi mente, fingiendo ser tan temeraria como Lena solo
por unos segundos—. Debajo de ese exterior duro, hay esta persona que le trae a
las señoras mayores sus flores favoritas y…

Pero él ya se estaba inclinando hacia delante.

Las luces llenaron la sala de estar por un segundo, e instantáneamente me


alejé.

Salté y espié por la ventana.

—¡Es mi mamá! —dije, entrando en pánico.

Emerson se puso de pie.


—Tienes que irte —dije—. ¡No puede enterarse de que estás aquí!

Agarré su mano y lo guie a la puerta trasera, la de la cocina. Abriéndola,


prácticamente lo empujé afuera, con las manos en su pecho.

—¡Perdón! —dije.

Pero no era como si fuese a darle mucho tiempo para contestar. Dio un paso
alejándose de la puerta.

Antes de que pudiera cerrar la puerta en su casa, me detuve.

—Emerson, espera. Antes de que te vayas…

Rezando que mi mamá no entrara derecho a la cocina, tiré de su camiseta y


lo atraje hacia mí. Cerré los ojos, me incliné ligeramente hacia la derecha, y
encontré su boca. Luego mis manos subieron alrededor de su cuello.

Y entonces Emerson me devolvió el beso.

Podrían haber lanzado fuegos artificiales, y no hubiera notado la diferencia


entre ellos y el latido atronador de mi corazón.

Luego lo alejé, dándome cuenta de lo que acaba de hacer. ¿Por qué había
hecho eso? ¿En este momento?

Emerson me miró fijamente, con la boca ligeramente abierta, sus manos en


mi cintura.

—Tienes que irte —susurré.

Pero antes de que pudiera decir nada más, me atrajo hacia él, y cerró la
distancia entre nosotros de nuevo. Me besó como si esta fuera su única
oportunidad de hacerlo bien.

Deseando poder quedarme en sus brazos para siempre, me obligué a


alejarme. El sonido de la puerta del frente al abrirse me recordó por qué tenía que
irse. Supuse que también se lo recordó a Emerson porque me dio una última
mirada y desapareció.

Luego cerré silenciosamente la puerta y le puse llave, apoyando mi espalda


contra ella sin creer que acabase de besar a Emerson Lopez.
Dieciocho
Emerson y yo hablamos sin parar durate el fin de semana. Aunque relajarme
en la playa no se comparaba con nada, de todos modos lo extrañaba.

Lo que habría hecho para revivir nuestro beso de la otra noche. O


simplemente verlo de nuevo.

—¿Soy yo o estás con tu teléfono más de lo usual? —preguntó mi mamá con


una sonrisa pícara—. ¿Estás hablando con un chico?

Las olas golpeaban la costa, el sonido alcanzándonos hasta la donde


estábamos en la arena. No quería olvidar nunca ese sonido.

Sonreí, incapaz de encontrar sus ojos.

—Sí —confesé.

Mi mamá se giró hacia mí, sus gafas de sol apoyadas encima de su cabeza.

—¿Cómo se llama? —preguntó.

—Emerson —dije.

Pensó por un momento.

—¿Dónde he escuchado ese nombre antes?

Cambié de lugar para enfrentarla, asegurándome de que el sol me diera en la


espalda. Solo quedaban unas horas de sol, y quería absorber tanto sol como fuese
posible mientras estuviésemos aquí.

—Es voluntario en la residencia de ancianos conmigo.

—Ah —dijo—. ¿Es lindo?

Asentí.

—Totalmente. Es un poco serio al principio, pero es muy dulce cuando llegas


a conocerlo mejor.

—Hmm. Bueno, quiero conocerlo —dijo—. Asegúrate de invitarlo a cenar


cuando volvamos.

Sonreí ampliamente y le envié un mensaje a Emerson de inmediato,


dejándole saber lo que le tocaría hacer.
—Ahora cuéntame más acerca de este chico, Emerson —dijo mi mamá.

¿Charla de chicas con mi mamá? Este era el mejor viaje del mundo. Aún
extrañaba a las #BFFs, pero aun así, en este momento me sentía muy bien.

***

Abrí la puerta principal para encontrar a Emerson esperando allí. Entré, con
un pequeño plato en las manos.

—Hola —dijo—. Mi hermana hizo esto. Creo que es…

Antes de que pudiese continuar, lo abracé. Usando su brazo libre, me


devolvió el abrazo.

—Yo también te extrañé —susurró, apoyando su cabeza en la mía.

Escuché a mi mamá toser detrás de nosotros, y me alejé para encontrar a mi


mamá de pie en la entrada de la cocina.

—Mamá —dije, un poco avergonzada—. Este es Emerson.

Emerson dio un paso adelante, y yo tomé la pequeña cacerola.

—Encantado de conocerla, Srta. Lee.

Ella estrechó su mano con una gran sonrisa.

—Y yo a ti, Emerson. Harper me ha contado un montón acerca de ti.

Ese comentario hizo que Emerson me diera una mirada nerviosa, pero yo
tomé su mano.

Los ojos de mi mamá fueron al plato en mi mano.

Lo alcé.

—Emerson dijo que su hermana hizo esto para nosotros.

Él asintió.

—Es su especialidad. Pensó que sería un gran postre para después de comer
el pollo a la parmesana.

Mi mamá le dio una mirada impresionada y me guiñó el ojo.

—Oh… no puedo esperar a probarlo.


Ella tomó el plato de mis manos, y la seguimos a la cocina. La mesa ya estaba
puesta, y no tardamos mucho en empezar a comer juntos alrededor de nuestra
pequeña mesa.

Me di cuenta de que Emerson estaba nervioso. Estaba sentado frente a mí,


apenas comiendo algo y constantemente mirando fijo a su plato.

Solo contenta de que por fin conociera a mi mamá, lo miraba a cada pocos
segundos durante la conversación de la cena. Por suerte, mi mamá era buena
llenando las pausas incómodas.

Emerson contestaba sus preguntas cortésmente, aunque un poco


bruscamente. Queriendo que se relajara y que supiera que todo estaba yendo
genial, estiré mi pie debajo de la mesa y toqué le suyo.

Cuando alzó la mirada hacia mí, sonreí, y pareció finalmente exhalar y


relajarse.

De hecho se rio cuando mi mamá dijo algo acerca de la cantidad de accidentes


de skate que veía ella todas las semanas.

—Definitivamente he tenido una buena cantidad de… maniobras que me han


salido mal. He aterrizado de cara, en mi trasero, y una vez casi me rompí el brazo.

Yo bajé mi tenedor.

—No sé cómo lo haces. ¿Cómo siquiera intentas trucos nuevos?

Se encogió de hombros.

—Solo lo hago. Volar en el aire, aterrizar bien… es el mejor sentimiento.

Mi mamá asintió.

—Supongo que se compara con la adrenalina de los corredores.

Emerson estuvo de acuerdo.

—Definitivamente. Excepto que yo diría que está más cerca de hacer


paracaidismo o algo así. Lo que de hecho me encantaría hacer algún día.

Jadeé.

—Yo me moriría de miedo. ¿Y si me olvido de qué hacer, de cómo


desbloquear el paracaídas o algo? —Contemplé el escenario, cerrando los ojos, y
sacudí la cabeza—. Nop, nop. Simplemente no podría.
Emerson se rio.

—O hacer salto en bungee.

Mi mamá se puso de pie, agarrando nuestros platos vacíos.

—Yo ahí trazo la línea, nada de hacer salto en bungee —dijo—. ¿Saltar
voluntariamente hacia mi propia muerte? ¿Sabes el porcentaje de accidentes que
suceden? No gracias.

Con eso, caminó hacia el lavabo, y Emerson y yo nos sonreímos.

Esta vez, él tocó mi pie debajo de la mesa.

—Tienes que hacer paracaidismo conmigo algún día —dijo en voz baja.

—¿No me escuchaste? —insistí—. ¡Me moriría!

—Quiero decir juntos —dijo—. Nos aferraríamos el uno al otro todo el


camino hasta abajo.

Eso puso a mi corazón a hacer todo tipo de cosas extrañas, como no latir
correctamente.

¿Cómo decía Emerson cosas así en voz alta? ¿Disfrutaba hacerme sonrojar a
propósito?

Mi mamá volvió con el postre.

—Oh, Emerson. Esto luce increíble. Dime de nuevo cómo se llama.

—Chocoflan —dijo—. Pastel de chocolate y flan.

Tomé un bocado, y las dos texturas hicieron que mis papilas gustativas
explotaran.

—Esta es la cosa más deliciosa que he probado —dije, mirando fijamente a


Emerson.

Él se metió un segundo trozo en la boca como si no fuera la gran cosa que


estuviéramos comiendo el postre más perfecto del mundo.

—Emerson, tienes que decirle a tu hermana que esto es increíble —dijo mi


mamá entre bocados—. Todos los otros postres han quedado arruinados para mí.

Asentí.

—Concuerdo con eso. ¿Comes esto todo el tiempo?


Se encogió de hombros.

—Fiestas de cumpleaños. Navidad. Por ninguna razón en particular. Sí —


bromeó.

—Teno el presentimiento de que me despediré de los dos kilos y medio que


bajé —dijo mi mamá—. Tú, jovencito, eres oficialmente mi favorito. Solo por este
chocks-flang.

Nos reímos del intento de mi mamá de pronunciar el nombre del postre.

Después de la cena, ayudamos a mi mamá a limpiar la mesa hasta que insistió


en que nos sentáramos en la sala de estar por unos minutos mientras ella acababa.

Me guiñó un ojo mientras se iba, y no pude creer lo bien que estaba yendo
esta noche.

Cuando nos sentamos en el sofá, Emerson me atrajo cerca de él.

Le sonreí.

—Sigue así, y querrá adoptarte —bromeé—. ¿Modales excelentes y postre de


chocolate? Mi mamá te ama.

Emerson sonrió.

—Qué bien. No sabes lo nervioso que estaba. Nunca he conocido a los padres
de una chica antes —dijo.

Ese comentario me hizo pensar todo tipo de cosas, principalmente lo que


había escuchado de que Emerson no tenía relaciones serias.

¿Qué éramos, entonces? No hubiese venido a conocer a mi mamá si no


estuviésemos oficialmente juntos, ¿o no?

Desearía que me pidiera ser su novia. Entonces esas dudas desaparecerían.


Pero para ser alguien que normalmente sabía qué era lo correcto para decir, yo
estaba en blanco.

Me aterrorizaba arruinar esta noche, alejarlo.

¿Y si volvía a cerrarse? ¿O admitiría que esto no era nada serio para él?

Me mordí el labio, tratando de no pensar en eso. Solo quería disfrutar esta


noche. Lo que fuese que tuviésemos todavía era completamente nuevo.
Podríamos hablar de esto en cualquier otro momento.
Así que en cambio, apoyé la cabeza en su hombro y absorbí su olor,
escuchándolo hablar de lo contenta que estaría su hermana de que hubiésemos
disfrutado su postre.

Cuando fue hora de que Emerson se fuera, lo acompañé afuera.

—¿No viniste en la motocicleta esta noche? —pregunté.

Sacudió la cabeza.

—Nah. Mi hermano casi me mató la última vez por llevármela.

Sacudí la cabeza pero sonreí.

Emerson alzó su skate.

—¿Estás seguro de que no quieres que te llevemos a casa? —pregunté—. A


mi mamá no le molestaría.

—Está bien —dijo—. Me encanta andar en skate a esta hora. Es la


temperatura perfecta. Y no vivo muy lejos.

Se acercó e inclinó la cabeza hacia mí. Dejando que mis ojos se cerrasen solos,
mis labios se movieron contra los suyos, y por unos segundos, me olvidé de todo
excepto del sabor de su boca.

Emerson se alejó, pero era como si se hubiese dado cuenta de que todavía no
había terminado porque se acercó de nuevo, y esta vez, envolví mis brazos a su
alrededor. Él hizo lo mismo.

Nos separamos, mi corazón yendo a un millón de kilómetros por hora.

—¿Nos vemos el lunes? —preguntó, su mano quitando un mechón de cabello


de mi rostro.

Asentí, incapaz de formar las palabras.

Dejó el skate en el suelo, a punto de subirse.

—¿Emerson? —dije.

Me miró.

—Nada de volver a entrar por mi ventana —bromeé.

Se mordió el labio y sonrió.


Luego se fue, y yo me quedé parada ahí, completamente impresionada con
lo bien que besaba Emerson Lopez.
Diecinueve
De vuelta en mi habitación, me sentía como si volara en el aire de lo feliz que
estaba.

Abrí los mensajes de las #BFFs de inmediato, sabiendo que ellas tenían que
ser las primeras en escuchar cómo había ido esta noche.

Me habían llenado el teléfono de mensajes cuando les había contado que


Emerson había entrado a escondidas por mi ventana y que lo había besado justo
antes de empujarlo afuera por la puerta trasera.

Ahora les envié un mensaje, diciéndole que esta noche había sido perfecta.

Unos segundos después, mi teléfono vibró.

Lena: VIDEOLLAMADA DE EMERGENCIA

Ella: ^

Tori: ¡Quiero detalles!

Rey: !!!

Unos minutos después, todas chillaban y gritaban y demandaban que les


contara todo.

Ella sonrió desde su cama en Puerto Rico.

—¡Esto es tan emocionante! No puedo creer que estés saliendo con Emerson.

Tori asintió.

—Qué bien por ti, Harper.

Lena alzó las manos.

—Voy a ser la primera en admitir que estaba equivocada. Quizás hay más en
Emerson Lopez de lo que todos piensan.

—Definitivamente —dije—. Mi mamá lo adora.

—Ahora cuéntanos todo —dijo Rey, con bolígrafo y papel en mano como
siempre.
Cuando terminé, Rey suspiró soñadoramente, y todas las demás tenían
expresiones de enamoradas.

—Es tan romántico —dijo Ella.

Tori me devolvió la mirada, con una sonrisa en su rostro.

—No puedo creer que sea tu novio. ¿Quién lo hubiera pensado? Aunque
bueno… la chica buena Harper y el chico malo Emerson…

Rey habló.

—Suena como una película o algo así.

Todas asintieron, pero yo traté de encontrar una forma de decir lo que


rondaba mi cabeza.

—¿En qué estás pensando —preguntó Ella.

Bajé la mirada a mi cubrecama.

—Es solo que… no me ha pedido exactamente que sea su novia. ¿Cómo sabes
si lo eres o no? Especialmente si lo que dicen es cierto… que él no tiene relaciones
serias.

Me mordí el labio, preguntándome qué tendrían que decir al respecto mis


amigas. Por una vez, nadie tenía nada que decir.

Luego Tori dijo:

—Quizás te lo pida.

Ella asintió.

—Sí, quizás solo tengas que darle un poco más de tiempo.

Rey habló.

—¿Aunque cuánto tiempo?

Ella se encogió de hombros.

—Conoció a tu mamá. Si eso no dice que están en una relación, no sé qué lo


haría.

Lena se acercó a la pantalla.

—O solo pregúntale tú misma. Pregúntale si quiere ser tu novio.


Resoplé.

—Nunca podría hacer eso.

Se encogió de hombros.

—¿Por qué no? Yo lo he hecho.

Todas se rieron. Típico de Lena. Tal vez solo necesitaba darle un poco más
de tiempo. Esto aún era algo nuevo.

¿Y lo que Emerson y yo teníamos? Era real.

Tenía que serlo.

***

Entre besos robados en la residencia de ancianos y hacer la tarea juntos


durante la hora de la película, Emerson y yo preparamos nuestro gran evento de
recaudación de fondos que sería en un par de semanas.

—¿Estás segura de que esto no es un poco, um, exagerado? —preguntó,


mirándome cortar estrellas doradas y añadirlas a la gigantesca pila en la mesa.

—¿Estás bromeando? —pregunté—. Este lugar va a lucir mágico.

El tema era Dancing with the Stars, excepto que las estrellas en nuestro caso
eran las personas mayores de la residencia de ancianos. Además yo llevaría un
vestido glamuroso. Ya que había encontrado uno de oferta en la tienda de
segunda mano.

Todos estarían vestidos con sus mejores prendas, y yo no podía esperar.

—¿Cómo va el tema de la lista de canciones? —pregunté.

Me dio los pulgares arriba.

—Bien. Casi terminé. Ya tengo todos los pedidos de la Sra. Ellie. Solo eso es
como el treinta por ciento de la lista de canciones para la noche.

Sonreí.

—El baile por un dólar va a ser muy divertido.

Él tomó mi mano.

—Ya tengo mi dólar listo —dijo con un guiño—. Y no estoy hablando de


bailar con la Sra. Ellie.
Me reí.

—Sabes que va a hacerte bailar con ella. Junto con todas las otras señoras de
aquí.

Suspiró falsamente.

—Supongo que es el precio que tengo que pagar por ser joven y guapo. Las
mujeres no pueden resistirse.

Nos reímos. Me lo imaginé bailando con todas las señoras mayores de aquí,
y mi corazón casi explotó.

Luego, encontré a la Sra. Ellie, y trabajamos en el folleto que anunciaba el


baile por un dólar.

Cuando finalmente lo hicimos bien, ella aplaudió.

—Oh, estos artilugios son maravillosos —dijo, admirando la antigua


computadora del escritorio de la recepción.

Alcé una copia impresa.

—La Srta. Moreau dijo que podría entregar estos mañana en la escuela.
Cualquier estudiante de la escuela de verano que se presente conseguirá créditos
extra, así que creo que podremos atraer a una gran multitud.

Sus ojos se encendieron.

—Oh, este baile será como revivir mi juventud. Ha pasado demasiado tiempo
desde que bailé toda la noche. —Se fue con un guiño.

Encontré a Emerson con el Sr. Roberts. No lucía muy bien hoy. Una fina capa
de sudor cubría su frente, y parecía más cansado de lo habitual.

—¿Está bien? —le pregunté a Emerson.

El Sr. Roberts abrió los ojos.

—Solo estoy cansado, eso es todo. Creo que necesito acostarme un rato.

Emerson lo guio a una habitación con una cama.

—Encontraré a la Srta. Nancy —dije detrás de él.

Unos minutos después, ella estaba sentada a su lado, revisando de nuevo


todos sus signos vitales.
Emerson se acercó, pero no podía alejar la mirada del Sr. Roberts.

—¿Va a estar bien? —pregunté, poniendo una mano en su brazo.

Se encogió de hombros.

—No sé. Lo veo mal.

Apreté su mano.

—Tal vez solo está muy cansado hoy. Estoy segura de que se sentirá mejor
mañana.

Asintió, pero aun así, era como si apenas estuviera escuchándome.

—Vamos —dije—. Deberíamos irnos, o nos vamos a perder el autobús.


Quizás podemos venir mañana en el almuerzo a ver cómo está.

—Está bien —dijo—. Tienes razón.

Pero todo el camino de vuelta a casa, Emerson pareció retraerse dentro de sí


mismo, y lo único que pude hacer fue sostener su mano y esperar que todo
mejorase.
Veinte
Pero las cosas no mejoraron al día siguiente.

De hecho, empeoraron mucho más de lo que podría haber imaginado.

Apenas Emerson y yo entramos en la residencia de ancianos, supimos que


algo estaba mal. Todo el ambiente era extraño. En lugar de todos estando alegres,
estaban quietos y sombríos. Todo el lugar estaba demasiado silencioso.

La Sra. Ellie se acercó enseguida, con un pañuelo en las manos. Nunca la


había visto sin una sonrisa en el rostro.

—¿Qué pasa? —le pregunté, y su rostro cayó.

—Es el Sr. Roberts —dijo, su voz rompiéndose. De repente, lucía demasiado


pequeña y delgada y frágil.

Emerson se dirigió de inmediato al escritorio de la recepción, y con una


última mirada empática hacia la Sra. Ellie, lo seguí allí.

¿Qué le acababa de decir la Srta. Nancy a Emerson? ¿La había escuchado


bien?

—¿Un ataque al corazón? —le pregunté incrédula.

Ella asintió solemnemente.

—Eso me temo. Ocurrió anoche, tarde. El Sr. Roberts está en la unidad de


cuidados intensivos en el hospital ahora mismo. No estamos seguros de que vaya
a volver. Creo que seguía en condición crítica la última vez que llamé.

Emerson se mordió el labio, apenas mirándonos. ¿Por qué no estaba diciendo


nada? ¿Qué estaba pensando?

Le agradecí a la Srta. Nancy, y caminamos de vuelta a los bancos frente al


colegio. Faltaba media hora para que terminara el almuerzo, y presentía que
Emerson no preferiría empezar nuestro turno en la residencia de ancianos
temprano hoy.

De hecho, lucía como si no quisiera hacer nada.

—Lo siento mucho, Emerson —dije en voz baja—. Sé que el Sr. Roberts
significa mucho para ti.
El cielo estaba gris, el sol escondido en alguna parte, y no pude evitar sentir
que era el reflejo perfecto de Emerson en este momento.

—La Srta. Nancy me dio el número de habitación del Sr. Roberts —dije,
entregándole el pequeño pedazo de papel—. Tal vez podamos ir a verlo.

Tomó el papel en su mano, lo arrugó, pero no dijo nada.

Lentamente, puse una mano encima de la suya y la apreté, pero aun así,
Emerson no me miró, no me habló.

Solo sostuve su mano y me quedé sentada allí con él. Después de un rato, a
la hora en que deberíamos estar en la residencia de ancianos, se levantó.

—Sé que quizás no quieras ir a la residencia de ancianos hoy. Pero quizás


podamos ir a estudiar para nuestro examen final de matemáticas en la biblioteca.
Apuesto a que la Srta. Moreau lo entendería.

Nada.

—O, si quieres, podemos ir a visitar…

Pero sacudió la cabeza y agarró su skate.

—Me tengo que ir.

—Emerson, espera —empecé, pero se subió a su skate en un instante y tomó


impulso.

Traté de seguirlo, pero sabía que no tenía sentido.

Emerson se había ido.

***

Emerson no apareció en la escuela al día siguiente. Ni por la tarde en la


residencia de ancianos.

Se perdió los exámenes de matemáticas y de estudios sociales el día siguiente.


Además estaba cerca el baile por un dólar. No podía darse por vencido con todo
ahora, no cuando estaba tan cerca de aprobar.

Preocupada por sus notas y por las mías, le envié mensajes, pero nunca
contestó.

Ni la primera vez, ni la segunda, ni la tercera.


Me preguntaba si estaría bien, y parecía que yo era la única a la que le
importaba. La única que lo extrañaba, que extrañaba su toque, su sonrisa. Sus
acrobacias locas con el skate.

La única otra persona que preguntó por él fue la Sra. Ellie.

Ella seguía mal por el Sr. Roberts. Todavía no estaba fuera de peligro después
del ataque al corazón, y me daba cuenta de que ella tenía sentimientos por él.

—Mi hija me llevó a ver al Sr. Roberts ayer —confesó—. Preguntó por
Emerson, pero no sabía qué decirle. No quise preocuparlo, así que solo le dije que
estaba ocupado con cosas del colegio, pero que todos estábamos pensando en él.

Exhalé, conteniendo las lágrimas.

—Aw, extraño al Sr. Roberts. —Y también extrañaba a Emerson—. Voy a ir a


verlo hoy si puedo. Y voy a tratar de encontrar a Emerson también.

—No lo culpo —dijo ella, secándose la nariz—. No es fácil, darte cuenta de


que tus seres amados pueden irse, así de repente.

Su labio tembló, y tomé su mano. No podía imaginar lo difícil que esto era
para ella. Había perdido a su marido, y ahora otro amigo cercano suyo estaba en
peligro de dejarnos a todos demasiado pronto.

Me fui de la residencia de ancianos y saqué mi teléfono. Encontré el nombre


de Emerson y apreté llamar. Otra vez, sin respuesta.

En cambio mandé un mensaje, rogándole que volviera a la escuela. Seguro


que los profesores lo entenderían y le dejarían recuperar los exámenes. Pero no
podía darse por vencido, no ahora.

Le dije lo mucho que lo extraña. Que estaba aquí para él, que todo estaría
bien.

Luego miré fijamente mi pantalla, esperando que contestara algo. Lo que


fuese. Pero nunca me llegó un mensaje.

En lugar de irme a casa, le envié un mensaje a mi mamá, preguntándole si


podía pasar a buscarme. La Srta. Nancy había dicho que el Sr. Roberts estaba
finalmente fuera de terapia intensiva, lo que significaba que podía recibir más
visitas, al menos por unos minutos.
Ella pasó a buscarme, y pasamos por la tienda. Sabía lo deprimentes que
podían ser las habitaciones de los hospitales, así que elegí unos globos brillantes,
una tarjeta deseando que se mejorara, y unas flores bonitas.

Luego ella nos llevó al hospital.

Cuando llegamos, dijo:

—¿Estás segura de que quieres esto, cariño? Quiero advertirte. El Sr. Roberts
puede que no luzca para nada como tú lo conoces.

Asentí y pensé en lo que eso significaba. Pero tenía que hacer esto. Era lo
mínimo que podía hacer.

—Vamos.

El Sr. Roberts estaba en el cuarto piso, en el ala de cardiología. Mi mamá nos


guio directo allí.

Nos detuvimos frente a su habitación, y ella me miró.

—¿Quieres que entre contigo? ¿O puedo esperar afuera? —preguntó.

Sonreí.

—Está bien. No tardaré mucho.

Asintió.

—Te espero aquí.

Abriendo lentamente la puerta, entré.

El Sr. Roberts no estaba solo.

Un rostro familiar se giró hacia mí.

—Emerson —dije, con los globos que había traído aún en mis manos.

Él alejó la mirada.

El Sr. Roberts estaba dormido, con una manta blanca delgada tapándolo
hasta el pecho. Algunos globos ya colgaban alrededor de su habitación, y añadí
los míos a la mezcla. Luego caminé cuidadosamente alrededor de su cama y
coloqué las flores en la mesa de noche al lado de su cama.

Me giré hacia Emerson.

—¿Hace mucho que estás aquí? —pregunté.


Se encogió de hombros.

—No mucho, supongo.

Caminé hacia él y me senté a su lado. Su silla estaba acomodada cerca del Sr.
Roberts.

—Es bueno que vinieras.

Suspiró, y pude ver lo difícil que esto era para él.

Quería tomar su mano, pero no estaba segura de si eso era lo que Emerson
quería. Lo sentía diferente, triste y cerrado. Como si no quisiera demostrar cómo
se sentía de verdad.

Un plato de galletas estaba en la mesa de noche al lado de Emerson. Reconocí


el recipiente de tapa roja, como en el que había llevado el postre de su hermana
cuando Emerson había ido a cenar a mi casa.

—¿Tú le trajiste esas? —pregunté en voz baja.

Miró las galletas y luego a mí antes de volver a mirar fijamente al Sr. Roberts.

—De avena y pasas. Son sus favoritas.

—Eso es muy dulce de tu parte —dije—. La Sra. Ellie dijo que él estaba
preguntando por ti el otro día. Va a estar muy contento de que hayas venido.

Emerson se mordió el labio y se aclaró la garganta. Las lágrimas llenaron mis


ojos solo de ver cómo él luchaba por contener las suyas.

Emerson aspiró.

—Escuché al doctor decir que no es probable que mejore —susurró—. Su


corazón…

Tomé su mano, y él se aferró con fuerza.

—Lo único que podemos hacer es estar aquí para él y esperar que mejore. El
Sr. Roberts… es un luchador —dije.

Emerson asintió, y entonces soltó mi mano.

—Él va a estar bien —dije, viendo lo consternado que lucía.

Sacudió la cabeza.

—No sabes eso. Nadie sabe si va a estar bien, si va a poder volver…


Se puso de pie, y yo hice lo mismo. Agarrando su chaqueta, se movió hacia
la puerta.

—Emerson, espera —comencé—. No puedes simplemente seguir


desapareciendo.

Se detuvo por un segundo.

—Todo esto fue un gran error.

Entonces abrió la puerta y se fue. Lo seguí, no queriendo que se fuera de


nuevo y no escuchar de él en días.

¿Un error? ¿A qué se refería? ¿A la escuela de verano? ¿A esforzarse tanto?


¿A nosotros?

¿A todo eso?

Cerré la puerta silenciosamente detrás de mí y lo busqué. Ya estaba a mitad


del pasillo.

Apresurándome detrás de él, esquivé a enfermeras y gente con camillas. Iba


a ser imposible alcanzarlo a este ritmo.

Ya estaban de vuelta las lágrimas. Solo quería que no huyera esta vez.

Una mano agarró mi brazo, y me giré.

Era mi mamá.

—Déjalo ir, cariño.

Mi rostro cayó, y me atrajo hacia ella. Envolví mis brazos a su alrededor.

—Está ben —dijo en mi cabello—. Alguna gente solo necesita tiempo a solas
para procesar las cosas. Pero no te preocupes. Ya volverá.

Las palabras finales de Emerson aún resonaban en mi cabeza. ¿Volvería?


Veintiuno
Ese fin de semana, mi mamá llegó a casa, y me di cuenta de inmediato por la
expresión cansada y triste de su rostro, de que algo estaba mal.

Dejé caer la revista que había estado leyendo, mis manos cubriendo mi boca.

—Lo siento mucho, Harper —dijo, sentándose a mi lado—. No sobrevivió. —


Me rodeó en sus brazos—. El Sr. Roberts falleció esta mañana temprano.

Sollocé en su hombro, preguntándome cómo Emerson, la Sra. Ellie, y todos


los demás deberían estar recibiendo las malas noticias.

—Su familia estuvo con él todo el tiempo —dijo—. No sintió nada. Sucedió
mientras dormía.

Asentí. Era lo mejor que podríamos haber pedido, dadas las circunstancias.
El Sr. Roberts había sobrevivido a una guerra, tenía una familia, y había vivido
una larga vida.

Pero de alguna forma, de todos modos no se sentía justo.

Mi mamá besó mi cabeza después de unos minutos.

—Voy a prepararnos algo de comer. Una sopa caliente de pollo y fideos


ayudará. Lo prometo. Y estaba pensando que podríamos llevar un poco a la
residencia de ancianos hoy.

Puse un brazo alrededor de ella.

—Eso sería genial, mamá. Gracias. Quizás pueda hacer algunas galletas.
Emerson dijo que las de avena y pasas eran las favoritas del Sr. Roberts.

Ella sonrió, apoyando una mano en mi mejilla.

—Estoy tan orgullosa de ti, Harper. Nunca lo olvides.

Nos pusimos a trabajar, cocinando, y mi mente volvió a Emerson. Apenas


podía concentrarme en la receta de las galletas.

Me preguntaba siquiera si él lo sabría.

Diciéndole a mi mamá que me iba al baño, me dirigí a la sala de estar y agarré


mi teléfono.
Había un nuevo correo electrónico de la Srta. Moreau para ambos de
nosotros, haciéndonos saber lo que había pasado.

Así que él probablemente lo sabía.

Aun así, le escribí un nuevo mensaje, haciéndole saber lo que había pasado y
que estaría allí para él pasara lo que pasara. Que el Sr. Roberts querría que
celebráramos su vida, no que estuviésemos tristes por el hecho de que se hubiera
ido.

Recordé las fotos que habíamos sacado la tarde que habíamos bailado todos
juntos en la residencia de ancianos hacía no mucho tiempo. La de la Sra. Ellie y
el Sr. Roberts juntos hizo que mis ojos se llenaran de lágrima de nuevo, pero la
seleccioné y se la envié a Emerson.

Mis mensajes hacia él cambiaron inmediatamente de recibidos a leídos. Lo


que era más de lo que había hecho en los últimos días.

Aparecieron tres puntos, y esperé que dijera algo, pero luego se fueron.

Nada.

Le envié un simple emoji de corazón y dejé mi teléfono.

No podía imaginar por lo que estaba pasando él ahora mismo. Después de


pasar todo el verano con el dulce Sr. Roberts, Emerson debía estar devastado.
Traté de imaginar perder a la Sra. Ellie, y solo me hizo llorar de nuevo.

La pobre Sra. Ellie. Recordé cómo habían bailado con el Sr. Roberts, las
sonrisas brillantes de ambos ese día.

A pesar de lo triste que estaba, también estaba realmente agradecida de haber


conocido al Sr. Roberts y de haber terminado en la residencia de ancianos este
verano.

La Sra. Ellie rápidamente se había convertido en alguien especial para mí, y


me daba cuenta de que lo mismo le había pasado a Emerson con el Sr. Roberts.

Mi corazón dolía por la muerte del amable veterano y por la pérdida de


Emerson.

Solo esperaba que Emerson volviera a la escuela, a la residencia de ancianos,


y a mí.

***
Dos días antes del baile por un dólar, la residencia de ancianos casi había
vuelto a la normalidad. Todos seguían tristes, pero estábamos emocionados por
el evento que se acercaba. Las señoras tenían sus vestuarios elegidos, y yo ya
había prometido maquillarlas a todas.

La Sra. Ellie y yo ya teníamos todo casi listo.

Solo nos faltaba nuestro DJ y cómplice: Emerson.

Todavía no había vuelto. Ni a la residencia de ancianos ni a la escuela.

Sus notas debían estar hundiéndose, pero sin importar cuántas veces tratara
de llamarlo o enviarle mensajes, no contestaba. Las pocas veces que había ido al
parque a buscarlo, él no había estado allí, y esperaba que estuviese bien.

Un día durante el almuerzo me dirigí a la oficina de la Srta. Moreau para ver


si ella tenía noticias.

—Me temo que esta no es la primera vez que hace esto —dijo—. Yo también
estoy teniendo problemas para encontrarlo.

Me mordí el labio, deseando que hubiese algo que pudiéramos hacer por él.

Como si estuviese leyéndome la mente, la Srta. Moreau dijo:

—Lo único que podemos hacer es estar allí para él. Apoyarlo lo más que
podamos. Y seguir tratando de conseguir que vuelva a la escuela.

Aunque me preguntaba qué bien haría eso. La escuela de verano terminaba


en unos días, y él ya se había perdido la última semana.

¿Nuestros profesores lo dejarían recuperar todo el trabajo que se había


perdido? ¿Habría siquiera suficiente tiempo para que hiciera eso?

Traté de recordar dónde había dicho que vivía, y tomé el autobús allí después
de la escuela.

Cuando me bajé del autobús, saqué mi teléfono, enviándole un mensaje a mi


mamá para decirle que estaría en el centro comiendo algo y viendo escaparates.
Caminé hasta encontrar la calle que él había mencionado. Mi teléfono decía que
estaba en el lugar correcto, pero no tenía idea de cuál era su casa.

Caminé por la calle, el sudor cayendo por mi frente y por mi espalda por el
sol caliente de la tarde, preguntándome si me encontraría con él o con alguno de
sus hermanos. Recordaba cómo lucía uno de ellos del semestre pasado, pero no
vi a ninguno.

Después de un rato, estaba claro que no tenía idea de qué estaba haciendo ni
de a dónde estaba yendo. Y probablemente lucía como un desastre, toda sudada.

Mis ojos aterrizaron en una casa con persianas azules y pintura vieja. Había
solo un auto en el camino de entrada, pero lo que me llamó la atención fue la
mujer joven que estaba en el jardín del frente.

¿Esas eran margaritas? La mujer tenía el mismo cabello oscuro que Emerson
y sus hermanos, y me pregunté si esta sería su hermana mayor. Un niño pequeño
corrió hacia ella, y se giró para abrazarlo.

Corriendo hasta la casa, grité:

—¡Hola!

Tomando la mano del niño en la suya, se enderezó y me miró. Pareció


relajarse una vez que me vio.

—Lo siento —dije con una sonrisa—. No quise asustarte. Solo estaba
preguntándome… ¿Esta es la casa de Emerson? ¿Y tú eres su hermana?

Ella parpadeó un par de veces antes de responder.

—Sí, soy Yasmin. ¿Quién eres tú?

Su niño se sentó para jugar con la tierra a sus pies.

Me acerqué un poco más.

—Soy Harper, ¿una amiga de Emerson de la escuela? Hemos estado


preocupados por él. No lo hemos visto en varios días, y se está perdiendo un
montón de clases. Si no vuelve, no ganará los créditos y no podrá graduarse a
tiempo.

Yasmin asintió.

—He estado recibiendo llamadas todos los días de la consejera. Te diré lo


mismo que le dije a ella. Emerson está pasando por un mal momento. He tratado
de hablar con él, pero no me escucha. No está en todo el día. Yo tampoco lo he
visto mucho. Tengo un niño de dieciocho meses al que cuidar y un trabajo.
Desearía tener tiempo de salir a buscarlo, pero tiene casi dieciocho. No puedo
obligarlo a volver a la escuela, ¿sabes?
Me mordí el labio. Ella tenía razón.

—Solo desearía poder hacer algo…

Hubo un silencio, y me pregunté si debería simplemente irme a casa y darme


por vencida con Emerson.

Pero entonces Yasmin dijo algo más.

—Tú eres la chica que él ha estado viendo, ¿cierto?

Alcé la mirada hacia ella.

—Sí, supongo.

—Eres la primera chica de la que ha hablado, Harper. Es difícil de saber con


Emerson, pero me doy cuenta de que significas mucho para él.

Le di una pequeña sonrisa.

—Gracias. El postre que hiciste, por cierto. Estaba muy bueno. Mi mamá
sigue hablando de lo mucho que le gustó.

—Gracias —dijo, iluminándose—. Me alegra saber que alguien aprecia lo que


cocino.

Hubo más silencio, y me preparé para despedirme.

Pero de nuevo, ella me ganó de mano.

—Supongo que no que no te lo ha dicho, pero Emerson era muy cercano a


nuestro abuelo cuando era niño. Todos lo éramos, antes de que falleciera.
Supongo que es por eso que esto ha sido especialmente duro para él, ¿sabes? Le
trae todos esos recuerdos.

Asentí.

—Lo siento mucho. No tenía idea.

Todo tenía mucho más sentido ahora.

Yo no había sido lo suficientemente mayor para conocer a mis abuelos, pero


él sí. Con lo que había escuchado acerca de sus padres ausentes, sus abuelos
debían haber sido como los padres que nunca tuvo.

Mi mamá era la única familia real que tenía. No sabía qué haría si la perdiera.
Mi estómago se hundió. No podía imaginar el dolor que estaría atravesando
Emerson ahora.
Veintidós
Tomé el autobús de vuelta a la ciudad, con la cabeza apoyada en la ventana
todo el tiempo.

El sonido del autobús retumbando por la carretera se sentía como las


emociones arremolinándose en mi interior.

¿Volvería a ver a Emerson de nuevo? Seguramente sí, lo vería cuando


comenzara la escuela en otoño, ¿pero qué sucedería durante el resto del verano?
¿Qué era de nosotros? Se sentía como si lo nuestro hubiese terminado, aunque
solo acabase de empezar.

Supuse que eso contestaba mi pregunta acerca de si Emerson y yo estábamos


en una relación.

Me había gustado desde la primera vez que lo había visto en la cafetería


después de mudarme aquí. Había pasado meses solamente mirándolo desde lejos
y preguntándome cómo sonaría su voz, admirando su cabello y su seguridad en
sí mismo, preguntándome qué sucedía detrás de esos ojos oscuros.

Luego este verano finalmente me había hablado. Nos habíamos hecho


amigos. Habíamos reído juntos. Habíamos pasado tiempo juntos.

Y nos habíamos convertido en algo más.

Solo para que todo se fuera en un instante.

Sin un cierre.

¿De verdad había acabado? Tenía que saberlo.

Tenía que saber si él estaba bien, si había alguna forma en que yo pudiera
apoyarlo.

El autobús se detuvo frente al parque, y recordé esa noche con él.


Aprendiendo cómo andar en skate y aferrándome a él para no caer.

Me había asegurado que nunca dejaría que eso sucediera, que él me


sostendría.

Quería decirle que me había dejado caer. Fuerte. Y ni siquiera estaba aquí
para ayudarme a ponerme de pie.
Mirando fijamente por la ventana, noté una figura solitaria sentada debajo
de un árbol. Podía ver sus piernas largas.

Y un skate familiar a su lado.

El autobús murmuró de vuelta a la vida, y salté.

Corriendo a la puerta del frente del autobús, grité:

—¡Espere!

La gente en el autobús alzó la mirada hacia mí. El conductor parecía molesto,


pero apretó los frenos.

Casi tambaleándome al suelo, de alguna forma pude pasar las puertas dobles
y bajar, gritándole un “gracias” rápido detrás de mí. Luego miré hacia ese árbol.

Él todavía estaba allí, a unos cincuenta metros de distancia. Casi no se sentía


real, que Emerson estuviese tan cerca después de no verlo por tanto tiempo.

¿Huiría apenas me viera? ¿Siquiera hablaría conmigo?

Solo había una forma de averiguarlo.

Cuidadosamente caminé hacia ese árbol. Cuando estaba a solo unos metros
de distancia, en la sombra del árbol, Emerson giró la cabeza ligeramente hacia
mí.

Abrí la boca, preguntándome qué era lo correcto que decir.

—Hola —dije.

Nada. Emerson solo bajó la mirada, sus dedos arrancando el césped a su lado.

—Te extrañé —dije, acercándome un poco. Seguí caminando hasta estar a su


lado.

Me arrodillé y me senté en el césped, sintiendo que estaba caminando de


puntillas. Como cuando era pequeña y me encontraba con alguna oveja en el
patio, y solo quería acercarme sin que huyera. Nunca podía acercarme lo
suficiente.

Podría haberle preguntado si estaba bien, pero sabía que la respuesta era no.

De nuevo, sentí que no sabía qué era lo correcto que decir.

Su mano estaba justo ahí, a solo centímetros de distancia, y ansiaba agarrarla.


Pero sabía que había una gran posibilidad de que la alejara, y no quería
tocarlo si eso no era lo que él quería.

Su voz me sobresaltó.

—¿Qué estás haciendo aquí? —Seguía sin mirarme.

—He estado buscándote por todas partes —dije suavemente—. He estado


preocupada. Te vi, y solo quise venir a ver cómo estabas.

Exhaló.

—Bueno, ya me has visto. Puedes irte. No puedo hacer esto ahora mismo.

—No tienes que hacer nada —dije—. Solo quería decirte que estoy aquí para
ti, pase lo que pase, Emerson. Estoy aquí. Sé que…

Se enderezó, su espalda ya no apoyada en el árbol. Finalmente me miró, y


esos ojos oscuros estaban llenos de ira y de dolor y de algo más.

—Solo quiero estar solo. ¿Por qué nadie lo entiende? No estoy interesado en
mis notas de la escuela ni en nada de eso. No voy a volver. No ahora y no en el
otoño. Así que solo vete.

Sus palabras, la ira en ellas, dolían, y me mordí el labio para no llorar.

Asintiendo con la cabeza, dije:

—Está bien. Quizás con un poco más de tiempo…

—No necesito más tiempo para pensarlo, Harper. Yo solo… —su voz se
rompió, y el dolor se mostró en su rostro. Se llevó las manos a las sienes y las
piernas a su pecho.

Me acerqué más. Conteniendo el aliento, lentamente puse una mano en su


hombro. Lo sentí tensarse ante mi toque, pero después de un segundo, se relajó.

—Está bien —susurré—. Está bien sentirse así.

Solo el sonido de nuestra respiración alcanzó mis oídos por los siguientes
segundos. Eso y el sonido del tráfico y los bocinazos en la distancia.

Quizás él estaba dejándome entrar de nuevo.

Por favor, solo déjame entrar de nuevo, quería decirle.


Emerson alzó la vista lentamente, dejando que sus manos fueran a su regazo.
Se giró hacia mí y encontró mi mirada, todo el dolor aún allí. Extendió su mano
y acarició mi mejilla, sus ojos yendo a mi boca.

Por la primera vez en lo que se sentía como una eternidad, estábamos cerca
de nuevo, y se sentía como volver a casa.

Él se acercó incluso más, su rostro justo frente al mío y su mano aún en mi


mejilla.

—Harper —dijo, en voz baja.

Luego sus labios tocaron los míos, se movieron contra los míos.

Todo mi cuerpo se relajó, y me aferré a él, aterrorizada de tropezarme de


nuevo.

No sé por cuánto tiempo nos besamos así, pero terminó demasiado pronto.

Emerson se alejó, ambos sin aliento.

El sol ya no era visible en el cielo de verano, y en el fondo de mi mente, estaba


esta pequeña insignificante preocupación de dejarle saber a mi mamá dónde
estaba.

Traté de leer a Emerson, pero se alejó por completo, sus manos en sus rodillas
de nuevo.

Abriendo la boca para preguntarle si estaba bien, me detuve cuando él habló


primero.

—No puedo hacer esto, Harper —dijo.

—¿A qué te refieres? —dije con voz rota.

Me miró antes de bajar la mirada de nuevo.

—Lo siento si te di falsas esperanzas. Eso es mi culpa, y admito toda la


responsabilidad por eso. Pero te lo dije. No puedo hacer esto.

Mi boca cayó, y sentí como si mi corazón hubiese sido aplastado por un


camión.

—¿Qué? —pregunté.

—Las relaciones no son lo mío —dijo, su voz dura ahora.

—Pero… —empecé.
—Pero no puedo —terminó por mí—. Estoy mejor solo, y… —su voz murió.

—¿Y qué? —dije, luchando contra el nudo en mi garganta—. ¿Y no quieres


arriesgarte a enamorarte?

Apretó los labios en una línea fina.

—Solo no estoy interesado en hacer esto.

Se puso de pie, y yo también.

—No hagas esto —dije, las lágrimas cayendo en cascadas por mis mejillas.

Se encogió de hombros.

—Ya está hecho.

—Solo hablemos de esto —dije, cerrando los ojos y tratando de entender


cómo esto estaba pasando.

Se giró hacia mí.

—No hay nada de lo que hablar. Esto se acabó. Se acabó…

—No puedes decirme que todo esto no ha significado nada para ti, Emerson
—lloré.

Alejó la mirada, metiéndose las manos en los bolsillos.

Sequé las lágrimas y traté de calmarme.

—No puedes hacer esto. No puedes simplemente alejar a todos porque no


puedes lidiar con lo que pasó.

Me miró fijamente, la ira clara en su rostro.

—Lo que pasó con el Sr. Roberts es muy triste, Emerson. No puedo imaginar
lo difícil que debe ser para ti, especialmente después de perder a tus abuelos.

Su pecho se alzó y bajó, su mirada en mí.

—Pero el Sr. Roberts, y tus abuelos, seguramente no querrían que estuvieses


así para siempre. Querrían que siguieras adelante y que fueras feliz y vivieras tu
vida en tu máximo potencial. No que te cierres así. La vida no se trata de eso.

No dijo nada, solo miró fijamente al suelo.

—Tienes que darle una oportunidad a la vida, sin importar cuál sea el riesgo
—dije—. Danos una oportunidad. Por favor.
—No puedo —pronunció a duras penas—. No vale la pena.

Pateó el suelo, sin decir nada más.

Mientras tanto, mi mundo se hizo pedazos a mi alrededor.

Traté de dar un paso más cerca de él, pero se movió hacia atrás.

—Emerson —dije. Las lágrimas estaban de vuelta.

Me miró, los ojos tristes pero decididos.

—Te mereces alguien mejor que yo.

Sacudí la cabeza, pero él fue firme.

—Perdón —dijo.

Luego caminó alrededor de mí, agarró su skate, y desapareció en la noche,


llevándose mi corazón con él.
Veintitrés
Estaba agradecida de que la casa estuviera a oscuras esa noche cuando
finalmente llegué a casa.

De alguna manera, tomé el autobús a casa, el último recorrido de la noche,


subí arduamente las escaleras, y terminé en mi cama, debajo de las almohadas.

Después de un rato, con mi almohada empapada de lágrimas, me di cuenta


de que todavía tenía puestos mis zapatos.

Apreté las sábanas a mi alrededor, aferrándome a lo poco que me quedaba.

En algún punto, debí haberme quedado dormida, porque la lluvia golpeando


mi ventana me despertó a la mañana siguiente.

Agarré mi teléfono de mi mesa de noche —muerto— y lo puse a cargar. Aún


entumecida por dentro, entré al baño del pasillo y encontré mi reflejo en el espejo.

Mi cabello rubio era un desastre, una parte aplastado a un costado y el resto


luciendo como si me hubiera metido en una pelea con un gato o algo.

Además, no me había molestado en sacarme el maquillaje anoche, y ahora


lucía como un mapache que estaba de duelo.

Metiéndome a la ducha, dejé que el agua caliente tratara de lavar todo lo que
había pasado anoche.

Las últimas palabras de Emerson resonaban en mi cabeza una y otra vez, y


cerré los ojos, las lágrimas volviendo a surgir. No vale la pena.

Llegué de vuelta a la cama, con el pijama puesto, y agarré mi teléfono.

Había varios mensajes de mis amigas, de anoche y de esta mañana.

Rey: Hace mucho que no escuchamos de ti, Harp. ¿Todo bien?

Ese era el último mensaje de mis amigas.

Suspiré, sin siquiera saber por dónde empezar.

Harper: Emerson terminó conmigo…

De inmediato, aparecieron burbujas de mensajes en mi pantalla.

Ella: LO SIENTO MUCHO.


Tori: ¿Qué pasó? :( Lo siento mucho.

Rey: :((( lo siento, amiga

Lena: UGHHH. Qué mal.

Les conté todo, pero lo que en realidad deseaba era que estuvieran en casa
conmigo así no estaría sola.

Harper: Díganme que están por volver…

Tori: Definitivamente. El campamento de porristas termina mañana.

Rey: ¡Noche de chicas apenas lleguemos a casa! ¡Si alguna vez terminamos de
atravesar Texas, entonces estaré en casa antes de que te des cuenta!

Lena: Lo que ella dijo ^ Yo también debería volver a casa pronto.

Ella: Cuenta con eso. Desearía que estuviésemos allí ahora. Mi vuelo es esta noche.
Estaré allí antes de que te des cuenta.

Tori: Aguanta, Harp. <3

Harper: Chicas, tengo el corazón completamente roto :( Supongo que eso es lo que
pasa cuando te enamoras del chico malo.

Ella: :( quizás cambiará de opinión.

Lena: Mejor que lo haga… Sigo sin entenderlo.

Tori: Sí, quizás tienes que darle un poco de tiempo. Pero incluso si no funciona, todo
estará bien <3

Rey: <3 <3 <3

Rey: Creo que si está destinado a suceder, todo se arreglará. Y si no, entonces hay
alguien más ahí afuera esperándote, chica.

Harper: Las extraño, chicas <3 :(


Ellas volvieron a lo que estaban haciendo, y yo volví a deprimirme en mi
cama. Pero no tardó mucho mi mamá en golpear la puerta de mi habitación.

—¿Sí? —llamé.

Ella asomó la cabeza.

—¿Puedo entrar?

Asentí, abrazando mi almohada.

Se sentó a mi lado.

—Estaba preguntándome por qué no habías bajado todavía a desayunar.


Generalmente te levantas temprano sin importar lo tarde que te duermas.

Me mordí el labio, las lágrimas llenando mis ojos con solo tener su mano en
mi cabello.

—¿Es por Emerson? —preguntó en voz baja—. ¿Finalmente pudiste hablar


con él?

Lo único que pude hacer fue asentir, y entonces las lágrimas empezaron a
caer de nuevo. Los sollozos destruyeron mi pecho, y enterré la cabeza en mi
almohada.

—Oh, cariño, lo siento —dijo, abrazándome lo mejor que podía. Suspiró—.


La primera vez que te rompen el corazón es la peor. Yo recuerdo la mía bien.

Eso solo me hizo pensar en mi papá y mi mamá cuando tenían mi edad. Mi


papá rompiéndole el corazón por primera vez y luego una y otra vez durante
años hasta que ella finalmente se alejó, pero no antes de quedar embarazada de
mí.

Casi se sentía como si el pasado se repitiera, y luego lloré porque debería


haber sido más inteligente. Debería haber aprendido de lo que mi mamá y yo ya
habíamos sufrido como resultado de que un chico malo le rompiera el corazón
tantos años atrás.

Pero no era así de fácil.

¿Realmente podíamos decidir de quién nos enamorábamos? ¿O simplemente


sucedía?

Mi cabeza dolía de tanto tratar de encontrarle sentido a todo esto.


Solo sabía que debería haber estado enojada con Emerson por haberme roto
el corazón. Pero aun así, lo extrañaba más que nunca.

***

Mi mamá me consoló durante las siguientes veinticuatro horas. Después de


los novios que ella había tenido a lo largo de los años, era una profesional.

Había helado, palomitas de maíz acarameladas, chocolate negro especial,


café helado, y todas las películas de Netflix que pudimos soportar.

Con ella alrededor para ponerme de nuevo de pie, el dolor de perder a


Emerson era casi soportable.

Al menos hasta que ella tuvo que volver a trabajar la noche siguiente.

Antes de irse, me besó en la frente. Vestía su ropa quirúrgica favorita,


púrpura con unicornios. Eran un éxito entre los niños que cuidaba en la sala de
urgencias.

—Prometo volver lo más pronto que pueda. Aunque no me esperes


despierta, porque será tarde. Pero mañana por la mañana. Tú, yo, y un plato
gigantesco de tostadas francesas, ¿okey?

Asentí y me las arreglé para formar una sonrisa débil.

—Conduce con cuidado —dije.

Luego me acomodé en el sofá de nuevo, sintiéndome sola en minutos. Me


concentré en respirar, inhalar y exhalar. El televisor estaba encendido, pero
apenas podía concentrarme en él.

¿Cómo podía ver a alguien más terminar con su Príncipe Azul o el chico alto,
oscuro y guapo cuando yo no había terminado con él? Solo me recordaba lo que
no tenía.

Mi corazón aún latía dentro de mi pecho, pero sentía como si hubiese


desaparecido desde esa noche.

Sorbiendo los mocos, busqué otro pañuelo y dejé que las lágrimas cayeran de
nuevo.

Sonó el timbre, y me pregunté si sería mi mamá. Quizás se había olvidado el


teléfono. Solo se había ido hacía unos quince minutos.
Me levanté y caminé hacia la puerta, poniéndome de puntas de pie para ver
por la mirilla. Definitivamente no era mi mamá, pero ya me sentía diez veces
mejor.

Abrí la puerta enseguida con mi primera sonrisa genuina en un buen tiempo.

Frente a mí estaban Ella, Tori, Lena y Rey. Inmediatamente me envolvieron


en un abrazo, y no sabía si debía llorar o reír, así que hice ambas cosas mientras
saltaba de arriba abajo.

—¡Están aquí! —dije—. No puedo creerlo.

Me abrazaron fuerte como respuesta, y cerré los ojos.

Finalmente, se separaron, y entramos. Cerré la puerta principal a mis


espaldas.

—¿Cuándo llegaron?

Ella tomó mi mano.

—Todas llegamos aquí entre veinte minutos y una hora atrás, pero
queríamos venir juntas.

Las miré a cada una. Lucían diferentes aunque solo habían pasado seis
semanas.

—Chicas, están súper bronceadas —dije. Me giré hacia Lena—. Ni siquiera


pensé que fuera posible que estuvieras más bronceada y tonificada de lo que ya
estabas.

Hizo una pose y nos dios una sonrisa que podría estar en la portada de Elle.

—¿Qué puedo decir?

Todas nos largamos a reír.

Lena miró mis hombros desnudos.

—Oye, tú también estás luciendo ligeramente bronceada.

—Gracias —dije, guiándolas al sofá—. Me alegro de verlas, chicas. No saben


cuánto. —Me sequé los ojos.

Tori me dio otro abrazo.


—Te traje algo —dijo. Sacó algo de su bolso y lo alzó. Era un brazalete, y lucía
hecho a mano con hilos rosa brillantes y azul marino entrelazados—. Lo hice yo.
Este es para ti, y tengo el resto. Uno para cada una de nosotras.

Me puso el mío, una sonrisa gigantesca en todos nuestros rostros, y luego


entregó el resto. Eran todos de diferentes colores y cada uno tenía un pequeño
dije de metal distinto.

El mío era un corazón. El de Ella era un par de gafas. El de Rey un libro, el


de Tori un megáfono y el de Lena una pequeña pelota de soccer. Por supuesto.

Lena chilló.

—¡Son increíbles!

Mis ojos se llenaron de nuevo de lágrimas, y ellas me abrazaron.

Rey alzó una bolsa.

—¡Yo también les traje algo!

Aparentemente, todas habían traído algo, y pasamos una buena hora


simplemente viendo todo y gritando como hienas por lo lindos que eran los
suvenires.

Rey nos había traído camisetas con cosas graciosas escritas. Ella nos trajo
caramelos de Puerto Rico, y Lena nos había traído a cada una bota de vaquera de
cerámica muy bonita y pintada de colores brillantes de México.

Miré fijamente el brazalete en mi muñeca, y el despliegue de ítems en mi


regazo.

—Es como si la Navidad hubiese llegado temprano. Aunque me siento muy


mal. No tengo nada para ustedes —dije, las lágrimas inundando mis ojos—. ¿Y
por qué no puedo dejar de llorar?

Me reí en voz alta, aún súper agradecida de que estuvieran de vuelta.

—Esperen —dije, saltando del sofá—. Sí tengo algo.

Corrí a mi habitación, encontré lo que estaba buscando, y corrí derecho de


vuelta a la sala de estar. Sentándome en frente de la mesa de café, saqué las
piedras semipreciosas dentro de mi pequeña bolsa de tela.

—De mi viaje a la playa. Sé que no es mucho, para cada una puede tener una.
—Ooh —dijo Lena, arrodillándose a mi lado—. Estas son lindas.

Ella alzó una clara.

—Me gusta esta.

Lena agarró una naranja brillante.

—¿Puedo quedarme con esta? —preguntó con una sonrisa. La giró en sus
manos.

—Por supuesto —dije. Me giré hacia Tori y Rey.

Tori eligió la piedra jaspe roja mientras que Rey eligió una verde azulado.

—¿Cómo se llama esta? —preguntó.

Me encogí de hombros.

—No tengo idea —contesté—. Solo elegí las que me gustaban, pero solo sé
los nombres de algunas. —El cuarzo rosa era mi favorito, pero en cambio agarré
una piedra gris metálica. Esta se sentía correcta para Emerson.

Puse el resto de las piedras de vuelta en la pequeña bolsa, esperando poder


darle a Emerson su piedra también.

Rey apoyó la cabeza en mi hombro.

—Gracias —dijo—. Me encanta.

La abracé.

Rey cuidadosamente colocó la piedra en un bolsillo pequeño de sus jeans.

—Tenemos que pasar tanto tiempo juntas como sea posible en estas últimas
semanas de verano.

Tori sonrió.

—Hecho —dijo.

—Definitivamente —dijo Lena. Tenía una bota de vaquero extra en su mano.


Era azul y verde y negra.

—¿Para quién es esa? —pregunté por curiosidad.

Bajó la mirada a la bota.


—Para Ian. ¿Del equipo de soccer de chicos? Me hizo prometerle que le
traería algo.

Tori y Ella se miraron, y me pregunté si estarían pensando lo mismo.

—¿Es uno de los chicos que has besado por diversión? —pregunté con un
giño. Rey se enderezó.

Lena resopló.

—De ninguna manera. Es solo un amigo. Definitivamente no alguien que


besaría por diversión. Además, ahora tiene novia, quien es… —Fingió meterse
un dedo en la garganta—. ¡Pero bueno!

Ella se acostó en el sofá.

—¿Qué quieren hacer? ¿Película? ¿Pizza?

Asentí, hambrienta de repente.

—Totalmente de acuerdo con la pizza.

Ella sacó su teléfono.

—Solo díganme de qué la quieren.

Los ojos de Lena se iluminaron.

—Oooh, me olvidé de contarles, chicas. Mi entrenador dice que tengo una


buena oportunidad de conseguir una beca universitaria este año. Hombre, me
encantaría jugar soccer en la universidad.

Entonces Rey nos contó acerca del proyecto secreto en el que estaba
trabajando. No podía darnos los detalles todavía, pero tenía grandes esperanzas
de finalmente compartir algo de lo que escribía en internet.

Mientras tanto, yo apoyé la cabeza en el hombro de Ella mientras estábamos


sentadas en el sofá, feliz de que mis amigas estuvieran de vuelta de sus aventuras
de verano para pasar juntas las últimas semanas antes de que empezara la
escuela.

El verano no había ido como lo había planeado, pero estaría bien. Amigas
como Ella, Tori, Lena y Rey eran lo único que necesitaba.
Veinticuatro
Emerson había dejado la escuela, la residencia de ancianos y mi vida, pero el
show tenía que continuar.

Organizar el baile por un dólar me mantuvo ocupada durante el día, y por la


noche, las #BFFs y yo recuperábamos el tiempo perdido.

Íbamos a la piscina, al centro comercial, y pasábamos el rato en la casa de


alguna de nosotras.

Poco a poco, sentía que mi corazón estaba recuperándose, aunque aún


extrañase a Emerson. Solo quería superarlo, pero estaba llevándome un tiempo.

El día del baile por un dólar, me aseguré de tener todo lo que necesitaba en
mi mochila. Mi ropa, mis accesorios, un rizador y maquillaje.

Las #BFFs estarían allí más tarde, pero por ahora, tenía que prepararme,
ayudar a decorar el lugar y acomodar el equipo de música.

Aunque no era muy buena con la tecnología, así que me fue difícil conectar
mi teléfono a la computadora y los parlantes y conseguir que la música sonara.
Después de media hora, seguía sin poder hacerlo funcionar, y suspiré de
frustración.

Emerson habría podido con esto en dos minutos, pero no podía pedirle
ayuda. Sabía que era hora de llamar a los refuerzos.

Harper: Ella, emergencia. ¡No puedo conseguir que suene la música!

Le envié una foto, y ella contestó que estaría aquí lo más pronto posible.

Alejándome de la computadora, miré alrededor de la residencia de ancianos.

Habíamos vaciado la mayor parte de la habitación principal y habíamos


colocado las sillas contra las paredes. La sala de manualidades estaba lista, con
snacks y bebidas, y las personas mayores lucían adorables en sus mejores ropas,
incluyendo a la Sra. Ellie.

Lo único que me quedaba por hacer era maquillarlas y entonces podría


prepararme yo.
La Sra. Ellie se había arreglado el cabello hoy, y lucía fabulosa con los rizos
en su cabello rubio. Después de que yo terminara, lucía como una estrella de cine
de los cincuentas con su delineado alargado y labial rojo oscuro.

Me dio una gran sonrisa.

—Mírame. Podría pasar por Marilyn Monroe —dijo, tocando su cabello


delicadamente.

Me reí.

—Por supuesto.

Para cuando terminé con el maquillaje de todas las señoras, el baile por un
dólar estaba por comenzar en unos minutos.

Corrí al baño con mi mochila en mano y me cambié lo más rápido que pude.
Para seguir con el tema de Dancing with the Stars, había comprado un vestido
dorado brilloso que me llegaba hasta las rodillas y abrazaba mis curvas. Lo
combiné con sandalias de taco alto que le había pedido prestadas a mi mamá.
Luego retoqué mi cabello y mi maquillaje, asegurándome de que las suaves
ondas de mi cabello estuviesen perfectas.

Definitivamente no podía hacer todos los movimientos geniales que hacían


los bailarines del show, pero por suerte solo tenía que seguirles el ritmo a
personas de setenta años. Y a quienquiera que pagase un dólar para bailar
conmigo.

Volviendo al baile, llegué justo a tiempo para ver entrar a mis amigas. Me
vieron, me saludaron y vinieron directo a mí.

—¡Pudieron venir! —dije. Estaban vestidas muy diferente, desde vestidos de


verano y botas de vaquero hasta zapatos de tacón y vestidos que abrazaban sus
figuras—. Lucen genial.

—¿Nosotras? —dijo Lena—. ¡Mírate! ¡Eres una muñeca, Harp!

Me hizo dar una vuelta, y me reí.

—Gracias.

Tori guiñó un ojo.

—Los chicos de la escuela van a estar haciendo fila con dinero en mano por
una oportunidad de bailar contigo.
Me encogí de hombros.

—Bueno, la escuela anunció la recaudación de fondos de esta noche, pero no


estoy segura de que mucha gente de la escuela vaya a venir. Probablemente
tienen cosas más emocionantes que hacer un viernes por la noche.

Tori alzó su teléfono.

—No lo creo. Por lo que sé, la mayoría de las porristas y los deportistas
estarán aquí.

Lena también alzó su teléfono.

—El equipo de soccer también.

Ella sonrió.

—Todas les enviamos mensajes a todos los que conocemos.

Rey asintió.

—¡Espero que hayas comprado suficientes alfileres de gancho! Pero solo por
si acaso… —Alzó un pequeño recipiente claro lleno de ellos. Luego le dio una
palmadita a una pequeña bolsa negra que tenía en su costado—. También traje
mi cámara.

Tenían razón. La primera hora del baile por un dólar fue tranquila y
silenciosa y la mayor parte de las personas mayores estaban bailando entre ellos,
con sus familias, o con mis amigas, apenas moviéndose de un lado a otro. Era la
cosa más linda del mundo, y no nos cansamos de sacar fotos.

La Sra. Porter asintió aprobadoramente.

—Esas van a ser perfectas para el sitio web —dijo—. Esta fue una idea genial,
Harper.

Incluso la Srta. Nancy estaba moviéndose en una esquina de la pista de baile.

Aunque para las seis en punto, la residencia de ancianos empezó a llenarse.


Un montón de gente de la escuela apareció.

Y estaban contestos de donar un dólar o dos por un baile con vecinos o


parientes mayores.

Ella mantuvo la música funcionando toda la noche, y lo hizo interesante,


aunque me preguntaba qué era lo que Emerson había organizado originalmente.
Después de que Lena liderara un loco baile en grupo donde yo apenas pude
seguir el ritmo, me uní a Ella por unos minutos silenciosos, solo asimilando todo.
La Sra. Ellie todavía no había dejado de bailar, y me alegraba que estuviera mejor
después del fallecimiento del Sr. Roberts.

Este baile por un dólar había resultado mucho mejor de lo que podría haber
esperado. Pero aun así, algo se sentía extraño.

Emerson debería haber estado aquí esta noche, y era triste que se lo estuviese
perdiendo.

Esto terminaría en un par de horas, y entonces sacaríamos las decoraciones y


contaríamos el dinero.

Un grupo de chicos de la escuela fueron hacia la entrada, preparándose para


irse.

Alguien entró, sosteniendo la puerta abierta para ellos antes de girarse en mi


dirección. Tenía un pequeño ramo de flores en su mano. Margaritas. Y un skate
debajo de su otro brazo.

Sus ojos encontraron los míos, y me congelé.

Emerson.

Caminó directo hacia mí. Yo estaba sin palabras.

Finalmente, abrí la boca e hice que las palabras salieran.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Ella puso la siguiente canción y gesticuló baño antes de irse en esa dirección.

Emerson la observó irse y después se giró hacia mí. Se encogió de hombros.

—Solo tenía que verte. —Miró alrededor—. Ver esto antes de que acabase.

Había un tinte de tristeza en sus ojos, y recordé que la última vez que él había
estado aquí era cuando nos habíamos enterado del ataque al corazón del Sr.
Roberts.

Alzó las flores.

—Estas son para ti.

Las tomé, sin estar segura de qué decir.

—No entiendo —dije—. ¿Por qué…?


—Solo quería decir que lo siento —dijo—. No iba a venir esta noche, pero sé
que prometí que traería un sistema de sonido para el baile. Y la Srta. Moreau vino
a mi casa hoy. Dejó esto.

Dejó el skate en el suelo y sacó una hoja de cuaderno doblada de su bolsillo.

—Es del Sr. Roberts. Tenía algunas cosas que quería decirme, en caso de
que… —Exhaló, cuidadosamente abriendo la carta—. La escribió la noche que
tuvo su ataque al corazón. Me recordó lo importante que eres para mí.

Los ojos de Emerson encontraron los míos, y se me cortó la respiración.

Luego bajó la vista a la carta.

—Lo importante que es para mí terminar la escuela. —Se encogió de


hombros—. Así que aquí estoy, esperando que me perdones por ser un imbécil
contigo. Esperando que quieras estar de nuevo conmigo. Quizás que quieras
seguir presionándome como hacías con la escuela.

Cuando no dije nada, él me miró.

¿Lo estaba escuchando bien?

Me llevé las manos a la boca por un segundo. Conteniendo las lágrimas,


asimilé a Emerson, parte de mí preguntándome si debería entregarle mi corazón
de nuevo.

Traté de leer lo que yacía detrás de esos ojos oscuros suyos. Quizás no lo
sabría siempre, pero ahora mismo, podía adivinar bastante bien.

Entonces cerré la distancia entre nosotros, colocando los brazos alrededor de


su cuello.

Aspiré su aroma, cerrando los ojos así podía concentrarme en sentir su


cuerpo contra el mío, en sentir este momento.

—¿Por qué tardaste tanto? —dije en su chaqueta.

Se rio por lo bajo, devolviéndome el abrazo y enterrando su cabeza en mi


hombro, en mi cuello.

—Te extrañé tanto.

Nos separamos, sonriéndonos. Ansiaba besarlo, pero él caminó hacia la


computadora. Le entregó un USB a Ella, le dijo algo, y ella asintió.
Luego miró hacia la puerta. Les hizo señas a dos chicos para que vinieran
hacia nosotros. Reconocí a sus hermanos, cada uno cargando parlantes
gigantescos y todo tipo de equipos que lucían caros.

Se ocuparon de acomodar todo, y mientras tanto, empezó a sonar una


canción lenta y romántica. Ella nos guiñó un ojo, y la voz de la Sra. Ellie nos llamó
desde el medio de la habitación.

Estaba bailando con uno de sus hijos adultos, y lucían adorables. Nos hizo
señas para que nos uniéramos a ellos.

Emerson agarró mi mano, y yo dejé mis flores, y me guio hacia donde todos
los demás estaban bailando. Mis amigas prácticamente empezaron a saltar de
arriba abajo cuando nos vieron juntos, y mi sonrisa no podía ser más grande.

Él se giró para enfrentarme, y nos quedamos quietos por un segundo.

Lo observé.

—Me temo que un baile conmigo te costará un dólar —bromeé.

Sacó un montón de billetes de un dólar arrugados de su bolsillo.

—No te preocupes. Vine preparado.

Rey se acercó enseguida con un montón de alfileres, y me reí a carcajadas.


Luego volvió a observarnos desde las afueras de la pista con el resto de las #BFFs,
entrelazando su brazo con ellas de nuevo.

Mientras tanto, Emerson cuidadosamente colocó con los alfileres en mi


vestido cada billete de un dólar que tenía, más uno de cinco dólares.

—Esta es una donación muy generosa —dije cuando terminó.

Emerson me dio una sonrisa suave.

—Espero que eso cubra el resto de la noche.

—Estoy segura de que la Sra. Ellie insistirá en bailar contigo también. Antes
de que termine la noche. —Lo rodeé con mis brazos de nuevo, y sus manos se
acomodaron en mi cintura.

—Siempre y cuando mi último baile sea contigo —me dijo al oído.

Los escalofríos corrieron por mi espalda, y cerré los ojos, aspirando su aroma,
concentrándome en su toque, en cómo se sentían sus hombros bajo mis dedos.
Nos movimos lentamente juntos, y quería perderme en la música relajante,
pero la canción terminó.

Vino la siguiente, y estaba en español. Ahora que los hermanos de Emerson


habían terminado de armar los equipos, la música era mucho más fuerte. La Sra.
Ellie inmediatamente empezó algún tipo de movimiento de salsa, y miré
fijamente a Emerson.

—No puedo bailar este tipo de música —confesé, lista para tomar mi lugar
de vuelta en las orillas de la pista.

Pero él tomó mi mano antes de que pudiera huir.

—Yo te enseño.

Me mordí el labio.

—Solo haré el papel de tonta.

La Sra. Ellie bailó directo hacia nosotros.

—¡Harper, solo siente la música y deja que tu cuerpo se mueva! —Alargó esa
última palabra y la dejó cruzar por el resto de su cuerpo. Miró a Emerson—. Por
cierto, estamos muy contentos de ver que has vuelto, Emerson. —Luego le guiñó
el ojo y fue meneándose de vuelta hacia su compañero de baile.

Me reí.

—¿Cómo tiene tanta energía?

Emerson se giró de vuelta hacia mí.

—Creo que la Sra. Ellie tiene más energía en el dedo meñique de su pie
izquierdo que yo en todo mi cuerpo.

Volvimos a la tarea en mano, y Emerson me enseñó los pasos.

A las 8:30, cuando el baile por un dólar llegó a su fin, fuimos los últimos en
dejar de bailar, incluso después de que música terminase y las luces volvieran a
encenderse.

No quería que la noche terminara.

Pero estaba bien, porque este no sería nuestro último baile.


Epílogo
Después de una semana loca de finales, la escuela de verano llegó a su fin.

Mis amigas nos llevaron a Emerson y a mí a celebrar con helado.

Ella me dio un abrazo.

—Lo lograste.

Miré a Emerson.

—Ambos lo logramos —dije, apretando su mano.

Emerson bajó la mirada, pero una sonrisa jugaba en su rostro.

—Felicitaciones —dijo Tori, con un brazo alrededor de Noah.

—A ambos —terminó Rey.

Lena las señaló con el pulgar.

—Lo que ellas dijeron.

Jesse se unió a nosotros, con un sundae en las manos.

—Ahora pueden hacerlo todo de nuevo en solo unos días cuando empiece el
año escolar.

Lena gimió.

—No me lo recuerdes. —Y todos nos reímos.

Encontramos una mesa grande con una sombrilla y nos sentamos con
nuestros helados. Ella y Jesse compartían su sundae. Eran muy tiernos. Luego
Noah empujó el cono de helado de Tori contra su cara, y todos nos largamos a
reír a carcajadas. Le pasé una servilleta, y ella salió a perseguir a Noah.

Rey y Lena miraban desde sus asientos, alentando a Tori.

Como el sol cálido golpeando mi piel, absorbí este momento perfecto con mi
novio y mis mejores amigas.

Después de un rato, Emerson me dio un empujoncito con el hombro.

—Así que, ¿quieres irte de aquí? —preguntó en voz baja, una sonrisa
diabólica en su rostro.
Mi sonrisa alcanzó mis orejas, y mi estómago dio varias volteretas.

—Está bien —susurré.

Tomó mi mano y me guio. Miré hacia atrás a la heladería, donde mis amigos
seguían riendo y hablando. Luego seguí a Emerson al parque que estaba en esa
misma calle.

Nos quedaba solo una semana de verano, y quería que hiciéramos un montón
de cosas juntos, y no quería desperdiciar ni un minuto.

Bajo la sombra de un árbol, lo observé andar en skate. Se cayó un par de veces


tratando de aprender nuevos trucos, pero se levantó enseguida e intentó de
nuevo. Incapaz de alejar la mirada de Emerson, me di cuenta que la vida era solo
eso. Muchas caídas y codos y rodillas raspadas. Y luego volverse a levantar.

Emerson se cayó y se levantó de nuevo, limpiándose. Era mucho más fuerte


y resistente de lo que él mismo sabía. Quizás lo dudara, pero yo definitivamente
se lo recordaría.

Este verano, había hecho de tutora para Emerson en matemáticas y estudios


sociales, pero al final, Emerson me había enseñado a tomar riesgos con mi
corazón.

Después de que finalmente pudiera hacer bien uno de sus nuevos trucos,
caminó hacia mí. Extendió una mano y me ayudó a levantarme.

—Vamos —dijo—. Deberías intentarlo.

Sacudí la cabeza.

—Sabes que no soy muy buena en esto.

—Siempre he querido una novia que pueda seguirme el ritmo en un skate —


dijo, guiñándome un ojo.

Me reí.

—No estoy segura de que alguna vez pueda seguirte el ritmo en un skate.

—No lo sabrás a menos que lo intentes —dijo con una sonrisa.

Lucía divertido, aunque hubiera un gran riesgo de que terminara con algo
roto.

Además, era una excusa para estar cerca de Emerson.


Así que puse mi pie en el skate y me empujé. Perdí el equilibrio, mis brazos
volando en el aire, segura de que iba a caerme. Pero entonces Emerson estaba allí,
sus brazos a mi alrededor.

—Te tengo —dijo—. No te dejaré caer.

Bajé del skate y me giré hacia él. Mis ojos encontraron los suyos, y me
envolvió en sus brazos, acercándose.

Me permití perderme en sus dulces besos, dándome cuenta de que mi verano


había sido bastante genial después de todo.
Acerca de la autora
Yesenia Vargas escribe literatura juvenil para chicos que están descubriendo
qué significa tomar sus propias decisiones. Cuando no está escribiendo, disfruta
leer, pasar tiempo con su familia, mantenerse en forma, y mirar horas y horas
de Netfilix.

En 2013, se graduó de la Universidad de Georgia, fue la primera en su familia


en ir a la universidad.

Vive en Georgia con su marido y sus dos hijas pequeñas. También comparte
consejos útiles para escritores independientes en SavvyAuthorpreneur.com.

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