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ALEJANDRO LOPEZ

ALEJANDRO LOPEZ, I. C.
1876-1940

T^Jació en Medellín el 14 de junio de 1876 y falle­


ció en Fusagasugá en 1940. Hizo sus estudios de se­
gunda enseñanza en la Universidad de Antioquia y los
universitarios en la Escuela de Minas de Medellín
donde obtuvo el diploma de ingeniero civil en 1899 y
más tarde el de ingeniero de minas en 1908. Ejerció
su profesión por largos años en el Ferrocarril de An­
tioquia y en la Empresa minera de El Zancudo.
Fue uno de los colombianos de su generación más
preocupados por los problemas económicos, políticos y
administrativos y por divulgar sus ideas en la cátedra,
el periodismo y el libro. Como periodista dirigió La
Organización de Medellín y El Correo Liberal de la
misma ciudad. Practicó la docencia en la Escuela de
Minas como profesor de matemáticas, mineralogía y
otras asignaturas. Actuó también en la política en re­
presentación del liberalismo, partido del cual fue uno
de los más destacados dirigentes intelectuales. Fue di­
putado a la Asamblea Departamental de Antioquia,

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miembro del Concejo Municipal de Medellín y repre­
sentante al Congreso Nacional. Ocupó numerosos car­
gos administrativos y representó a Colombia en la co­
misión que estudió los arreglos de la deuda nacional
con Inglaterra. Organizó la estadística departamental
de Antioquia. Desempeñó la gerencia de la Federación
Nacional de Cafeteros. Vivió varios años en el exterior,
especialmente en Inglaterra, donde escribió algunos de
sus más importantes libros.

Bibliografía del autor


El paso de la quiebra del Ferrocarril de Antioquia. Tesis para
optar el grado de ingeniero civil, cuyo presidente fue el
general Pedro Nel Ospina.
Nociones de cianuración, en colaboración con el doctor Luis E.
Osorio.
El Henequén y otras plantas fibrosas. Fruto de las observacio­
nes hechas en Méjico, cuando regresaba de su primer via­
je a los Estados Unidos de donde salió también su modelo
de máquina desfibradora que ha sido conocida en el Depar­
tamento de Antioquia con el nombre de Desfibradora An-
tioqueña.
Datos estadísticos sobre el Departamento de Antioquia, en co­
laboración con el doctor José Rodríguez.
El fique, su cultivo y beneficios industriales. Estudio que ob­
tuvo el primer premio en la exposición agrícola y pecuaria
de Medellín.
El desarme de la usura. La degradación económica, sus causas
y posibles remedios. Londres, 1933.
Idearium liberal. París, Ed. La Antorcha, 1931.

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Problemas colombianos. París, Edit. París-América, 1927.
El trabajo. Principios fundamentales, London, Dangerfield Prin-
ting Co., Ltda. 1928.
The World economic depressión. Its inner meaning and cure...
Translation from the Spanish and notes on the author G.
y F. López. London, Sicilian House, 1931.
Economía industrial. Administración,
El mercado inglés y el café colombiano, en Revista Cafetera de
Colombia, Bogotá, Vol. N? 26, Págs. 949-951, mayo 1931.
Los beneficios de la reforma agraria, fiscal y monetaria, lle­
vada a cabo en Colombia. Revista del Banco de la Repúbli­
ca, Bogotá, marzo 1928, N? 5, Págs. 123-124.
Colombia y el desarrollo económico. Revista del Banco de la
República, Págs. 235-236, junio 1928, Bogotá.
Hilado del fique. Revista Cafetera de Colombia, Vol. IV, Nos.
44-45, noviembre y diciembre, 1932.
Máquina desfibrado™ de fique. Revista Cafetera de Colombia,
Bogotá, Vol. IV, julio y agosto 1932.
¿a propaganda del café colombiano en Europa. Revista Cafe­
tera de Colombia, Bogotá, Vol. III, noviembre y diciem­
bre 1931.

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ALEJANDRO LOPEZ, I. C.

LIBERALISMO CLASICO
Y NEOLIBERALISMO
K^uy apreciado amigo: Cumplió usted tan oportu­
610
na como amablemente la promesa que me hizo en Pa­
rís de enviarme un ejemplar de algunas de las publica­
ciones que ha hecho sobre temas políticos y económi­
cos. Cuando usted recogió en el tomo Ideas liberales
articulos de prensa publicados hace más de diez años,
la mayor parte en “El Espectador” de Bogotá, no pen­
só que al cabo de los años iban a caer esas páginas cual
plato apetitoso en manos de un estudiante que, des­
pués de haber paseado su curiosidad mental por los
senderos de la filosofía política y económica de estos
pueblos que nos han precedido en aciertos y errores,
doctrinas y concepciones, vuelve a repasar la historia
de las opiniones y de los hechos colombianos, elucidan­
do errores y aciertos en vía de reconstruir sobre las
bases racionales sus propias opiniones. Si las 300 pá-

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Alejandro López, I. C,

ginas de su libro han tenido un lector concienzudo y


atento como lo deseo yo para mis escritos, ese lector es
este servidor de usted. Lo digo sin jactancia y simple­
mente como indirecta expresión de mi aprecio por su
libro.
611 Tres de estos domingos fríos, interminables y
protestantes de Londres llevo gastados en releer y ano­
tar el tomo que usted me dedica. Desde al partir com­
prendí que a usted lo había inquietado la misma duda
que ha sido la fuerza motriz de algunos de mis estu­
dios de los últimos años y que, si no ando errado, com­
parte con nosotros una buena porción de la juventud
colombiana. No somos pocos los que en los últimos
tiempos nos hemos preguntado, con usted:
612 “...si lógicamente podremos continuar llamándonos
liberales los que, aunque no sea sino para ciertos casos,
hacemos el gesto al Estado gendarme y aceptamos el
intervencionismo”. ¿Cuántos liberales, de los que abrie­
ron los ojos a la vida pública durante el siglo que corre,
no se habrán hecho la misma pregunta? Usted nos lle­
va a muchos la ventaja de que sus estudios académicos
y su sólida estructura intelectual le permiten sondear
fácilmente esas profundidades, relacionar doctrinas y
opiniones, y moverse en el campo filosófico con desem­
barazo y sin timidez. Yo he tenido que estudiar e in­
vestigar, llenar lagunas y suplir ignorancias, sondear
la historia política y económica de los siglos pasados
y aún no estoy seguro de haber aprendido lo suficien­
te para tratar estas cuestiones sin encogimiento. Lo
haré, sinembargo, en la esperanza de que este amistoso
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Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

cambio de ideas contribuya a afirmar a muchos en una


fe que considero fecunda y necesaria para el porvenir
de nuestra República.
En la dedicatoria del tomo que me envió expresa 613
usted el deseo de que sus ideas resulten en armenia con
las mías y ahora me es grato afirmarle que a mi turno
encuentro verdadera satisfacción al enterarme de que
el tono de su liberalismo coincide con el mío. Esto po­
drá parecer extraño a quien considere cuán distancia­
dos nos hallábamos los dos hace casi veinte años, si no
en principios sí en la actuación de la política militan­
te. Quiero cometer ahora la indiscreción de recordarlo
y remarcarlo, en vía de un más perfecto acuerdo, ya que
el tomo Ideas liberales que comento se ocupa igual­
mente de las ideas liberales, tal como usted y yo las
entendemos, y del partido republicano que todavía en
1917 insistía en fundar el doctor Tomás O. Eastman,
según aparece en las cartas publicadas en el tomo en
cuestión.
Ideas liberales es en gran parte un intercambio de 614
ideas entre usted y el doctor Eastman; plática amisto­
sa entre dos hombres públicos que figuran a la cabeza
del movimiento republicano de 1909. Usted entabla el
diálogo consultando a su amigo si es posible lógica­
mente llamarse liberal siendo intervencionista, fuera
de incitarlo a que exponga el programa del nuevo par­
tido que aquel se empeña en fundar. Ya sabíamos to­
dos, por otras publicaciones, que el doctor Eastman es,
ideológicamente, un fiel creyente de la antigua doc­
trina filosófica liberal de principios del siglo XIX, na-

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Alejandro López, I. C.

turalista en economía a lo Smith, partidario intransi­


gente del individualismo y del laissez-faire tal cual lo
proclamó el radicalismo filosófico, cobdenista y, para
que nada le falte de las exageraciones del siglo pasado,
darwinista. Ya sabíamos todos que él satisface la to­
talidad de su espíritu en la filosofía de Hebert Spencer
y que durante mucho tiempo sostuvo en Colombia una
sucursal de la filosofía de este pensador, adoptando
respecto al partido liberal colombiano la misma acti­
tud regañona de Spencer ante el liberalismo inglés.
G15 En el libro de usted aparece el doctor Eastman en
la doble postura en que viene apareciendo en la políti­
ca colombiana hace tiempos: en la teoría es fiel cre­
yente del liberalismo filosófico en sus formas más ex­
tremas e intransigentes. En la práctica insiste en fun­
dar un nuevo partido sin doctrinas, sin principios, sin
ideas específicamente distintas, pero que, siendo un
agregado de personas bien intencionadas todas, de gen­
te toda honrada y decente, realice un nuevo ideal: “ha­
cer el mejor gobierno posible”. Pretende establecer el
desorden en nuestras ideas con doctrinarismos, y en
seguida nos invita a abandonar principios e ideas para
formar un nuevo partido. Si los liberales de Colombia,
parece decirnos, son fieles a su doctrina filosófica, no
pueden gobernar el país; si repudian el laissez-faire o
renuncian a ser descreídos dejan de ser liberales; lue­
go si quieren intervenir en la política del país tienen
que aceptar mi invitación, dejando los principios y dog­
mas políticos para los domingos y fiestas de guardar y
trabajando en la semana en un partido “en que basta
aceptar ciertas conclusiones”.
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Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

A la muy buena y vigorosa argumentación que 616


usted hizo para combatir el dogma del individualismo
en que quiso encerrar su maestro y amigo al liberalis­
mo colombiano de la época presente, me voy a tomar la
libertad de añadir otros puntos de vista, no obstante
los años que han pasado desde la publicación de su li­
bro, porque el tema es de una indefinida actualidad.
Yo no creo, como lo sostiene el doctor Eastman, que el
liberalismo colombiano sea una escuela con una misión
docente; ni tampoco que “los liberales colombianos
clasifican la totalidad de su espíritu al ingresar en su
partido”. Probablemente él se refiere a un liberalismo
colombiano que no conozco o no entiendo, y que no es
el de la generalidad de los jóvenes cuyas ideas comparto
y he compartido, y de quienes también podría decirse,
como lo dice él de los republicanos, que “cada uno ama
y profesa determinados principios en materia de filo­
sofía, religión, arte, interpretación de la historia, etc.,
pero esos principios no hacen parte del programa del
partido”. Afirmo que el liberalismo colombiano no es
una escuela ni ha tenido por norma fundamental el
individualismo que reduce la acción del Estado a la de
un simple gendarme. Ya usted lo ha mostrado en su es­
tudio sobre Murillo escritor, en donde este gran procer
liberal no aparece ciertamente como antiintervencio­
nista. Pero es más: Sostengo que el laissez-faire no
ha sido canon fundamental de ningún partido liberal
en el mundo, sino de una minoría inglesa y francesa
que llegó a adquirir auge sin predominar.

El tema es viejo pero renace a cada paso. Hoy se 617


hace más preciso que nunca discutirlo, a fin de llegar

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Alejandro López, I. C.

pronto a la reconstrucción completa de los cánones y


lincamientos del liberalismo colombiano, cuya obra fu­
tura, sí no estoy muy errado, ha de ser ante todo eco­
nómica. Ahora, cuando ya se van extinguiendo los vol­
canes de la política apriorista y apasionada, cuando a
todos nos atrae una teoría de gobierno más acorde con
las realidades o sea una política realista como la que
ha venido instaurando Mazarik en la presidencia del
Estado checoeslovaco; ahora que la superficialidad y el
empirismo que han venido prevaleciendo al amor de la
contienda política van a darnos una tregua, es el mo­
mento de establecer sobre bases sólidas la estructura
económica de Colombia. Eso es obra del azar, de las
leyes naturales, dirán los pocos individualistas cerra­
dos que aún nos quedan del tiempo viejo. Eso es obra
de una buena dirección de la política económica de la
nación, creo que contestaría la casi unanimidad de la
juventud colombiana.
618 Día llegará en que se haga una síntesis histórica
que abarque los diversos puntos de vista y explique
fielmente nuestra historia política, sin las aberraciones
del espíritu de partido, ni argumentaciones de un par­
tido contra otro. Adelantándome a esa obra magna da­
ré mi síntesis a modo de bosquejo de un cuadro defini­
tivo.
619 Recordemos que una línea férrea se compone de
una serie de curvas circulares y de rectas, llamadas
estas tangentes por los ingenieros; pero en sana inge­
niería no se pasa brúscamente de la tangente a la cur­
va, ni de la circunferencia a la tangente, sino que a

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Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

partir del punto de tangencia se va aumentando el


grado de curvatura de manera continua y creciente, por
medio de otra curva que llaman de empalme. Queda
entendido, pues, que entre la tangente y la curva circu­
lar se traza otra curva cuyo grado de curvatura co­
mienza en cero y acaba por ser igual al de la circun­
ferencia que sigue. Cuando en su libro hace usted un
hermoso recuerdo del régimen liberal y de sus grandes
hombres, recorre usted una preciosa recta de nuestra
vida política, que arranca desde la caída de Mosquera
en 1864 y ya casi, casi hasta el año 80 o antes, si usted
quiere. De ahí comienza el tren nacional a recorrer una
curva de empalme hasta el 85, con su guerra declarada
como una aguda curva. ¿Cuándo vuelve el tren a tomar
la tangente de nuevo? ¿En 1886? No tal. Hay que ha­
cerle al partido conservador el honor y el servicio de
creer que de 1885 a 1909 no salimos de una curva,
aunque la curvatura, esto es, la desviación de la recta,
fue muy variable. Ni el mismo partido conservador se
ha de empeñar en sostener que lo que nos dio de 1886
a 1889 fue el régimen que ellos planeaban establecer
y prometían darnos desde la oposición. Ni el régimen
horrendo y fatídico del señor Marroquín era la nor­
malidad que nos brindó algún día el conservatismo, ni
el “nefando” del general Reyes o pesar de la concilia­
ción y la concordia, llevadas a cabo con el susto de
Panamá. Sin haber sido reyista, ni siquiera simpati­
zador del régimen cuyas faces buenas sé apreciar
afirmo que los conservadores fueron incapaces de salir
de la curva sin la ayuda liberal. La curva de empalme
comienza con el general Reyes, se hace casi tangente
con el general González Valencia, que a Restrepo co-

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Alejandro López, 1. C.

rresponde la honra de volver el tren nacional a la recta


que ahora anda.

Matices del liberalismo


620 A la Unión Republicana le correspondió, pues, el
papel histórico de volver el país al gobierno pacífico y
tranquilo, sirviendo de curva de empalme. Reyes inició
la conciliación y la concordia sumando liberales en lu­
gar de perseguirlos, mostrando un aspecto que no le
conocíamos al gobierno conservador los que tenemos
medio siglo de existencia. Ustedes, los liberales que en­
traron a la Unión Republicana, continuaron y reforza­
ron la conciliación, adecentándola, digámoslo así. En
todo caso, con los dos vuelcos, uno en un sentido y otro
en el opuesto, hubo paz y se ausentaron los odios que
veníamos atizando.
621 El papel histórico de la Unión Republicana fue,
pues, servir de empalme para sentar en el poder un
partido conservador que llegaba depurado y aleccio­
nado, en actitud pacífica y tranquila. Se repetía el ca­
so del gobierno del doctor Mallarino, pues ya habrá
notado usted que ese pobre partido liberal tan combati­
do y perseguido resulta un componente indispensable
y, al parecer, necesario para que el partido conserva­
dor gobierne pacífica y tranquilamente, esto es, sin la
belicosidad que lo caracteriza.
622 Esto me lleva a sentar otra hipótesis de interpre­
tación política. Bastante ha luchado el doctor Eastman
por hacernos creer que el movimiento de opinión de
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Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

1909 se debió a un nuevo partido y no a una unión o


coalición accidental como lo hemos creído usted y yo.
Todavía en 1917 insistía él en suponernos las diferen­
cias específicas de tal partido, sosteniendo que solo los
odios ansestrales del partidismo político impedían
transitoriamente la formación del tercer partido. Por
otro lado, varios escritores apuntan o aconsejan la
conveniencia de que en Colombia se descompongan los
dos partidos tradicionales en fracciones que concentren
diversos matices. Avanza el tiempo, se desarrollan nue­
vos acontecimientos y situaciones y ni surge potente
el partido republicano de marras ni se descomponen
los bandos tradicionales en fracciones. A mi modo de
ver, en Colombia como en todas partes cada partido
tradicional es una coalición permanente de matices,
que se acentúan o atenúan según la marcha de los acon­
tecimientos políticos o económicos, pero muy especial­
mente al influjo de los jefes de cada tendencia. Exa­
mine usted el partido conservador, ya un poco depura­
do del espíritu pernicioso del independientismo y ob­
servará que se destacan claramente tres alas, lo mis­
mo que en el liberal. En veces —sobre todo cuando los
liberales no están colaborando en el Ejecutivo— tiende
a prevalecer la extrema derecha exagerada y violenta
que obra o quiere obrar sin miramiento alguno, dentro
del conservatismo, el cual, lo habrá notado usted, obra
entonces animado de una belicosidad inexplicable, si
no fuera residuo de la educación en la oposición. La ex­
trema izquierda conservadora es bastante razonable,
pero tímida e imponente en general. La derecha liberal
es conservativa y opaca, abstencionista por ecuanimi­
dad y elegancia. La extrema izquierda liberal ha sido
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Alejandro López, I. C.

siempre un problema de convivencia que tiende a res­


tar prestigio y fuerza a la acción.
623 El problema liberal estriba en aglutinar sus tres
matices en una organización disciplinada, ya que al
espíritu liberal repugna la obediencia pasiva, tanto pa­
ra exigirla como para darla; mientras que entre los
conservadores basta superponer el creyente al ciudada­
no para establecer la obediencia que da unidad a ese
partido y que nosotros no toleraríamos, por lo cual hay
que reemplazarla por la unidad de propósitos fundada
en la convicción de un programa racional.
624 No fue la Unión Republicana una coalición de ma­
tices de los dos partidos, sino más bien una coalición
de personas. El fracaso de la administración Reyes
produjo en el partido conservador un punto muerto,
unos días de abulia y de irresolución, en que los ele­
mentos extremos quedaron silenciados, el grueso del
partido se sintió sicológicamente vencido y habría
ocurrido un cambio completo si el partido liberal hu­
biera estado preparado para ofrecer a la opinión pú­
blica como alternativa para llevar a cabo la reforma
que entonces, como en 1884, todo el mundo ansiaba y
veía próxima. Se unieron transitoriamente algunos je­
fes conservadores con jefes liberales, en la inteligen­
cia de que la hegemonía conservadora continuaría, a
pesar de todo.
625 Es claro que en lo futuro pueden presentarse si­
tuaciones semejantes; si el partido liberal no se recons­
tituye y prepara debidamente para llegar a sustituir

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Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

cualquier día al partido gobernante ocurrirá una alian­


za de jefes que vuelvan al país a la normalidad.
Temo mucho que la síntesis anterior y el proyecto 626
de reconstrucción que vengo bosquejando no encuen­
tren inmediata acogida entre muchos de nuestros co-
partidarios de las dos alas extremas del liberalismo. De­
jando para otra ocasión la extrema izquierda que tien­
de hacia el socialismo, y el centro que en medio de tan­
ta emergencia permanece mudo y pasivo aunque es el
grueso del partido paréceme que es de grande impor­
tancia examinar las teorías del ala derecha, que es de
donde de cuando en cuando vienen desprendiéndose
unidades que van a rodar al conservatismo. Hasta don­
de alcanza mi información, tres son las teorías que
han venido estorbando la reconstrucción de nuestro
partido sin otro resultado que sumar fuerza al partido
dominante. Según unos, era preciso conservar la unión
republicana a fin de que haga el papel de algodón en­
tre dos vidrios e impida el choque armado de los dos
grandes partidos. La segunda teoría es la de la infil­
tración. La tercera la plantea nuevamente el doctor
Eastman en el texto del libro de usted: la formación
de un tercer partido cuyas diferencias específicas cons­
tan de puño y letra del doctor Eastman en Ideas libe­
rales.
El eminente escritor ocupa numerosas páginas del 627
libro en una doble labor de propaganda nada nueva
para el lector. En teoría sostiene un individualismo tan
exagerado como el laissez-faire que pusieron de moda
hace cabalmente un siglo los radicales ingleses, y en sus

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Alejandro López, 1. C.

escritos muestra tanto empeño en señalar, ridiculizar


y rechazar toda la desviación de esa normal cual si fue­
se nada menos que el pontífice encargado de conser­
var la pureza de ese dogma. Se creería que tal empeño
obedece al propósito de fundar en tal dogma el nuevo
partido, mas bien pronto se advierte que es simple la­
bor destructiva, y que el doctor Eastman es mejor crí­
tico que arquitecto. En sus escritos no aspira a encla­
var sus síntesis en el lector, sino a desorganizarle las
ideas para que cada cual las organice como pueda. Sin
ser un disociador de ideas, se complace en plantearle
conflictos ideológicos a los muchachos que le escuchan
sus causeries con reverencias de discípulos. Debe ser
encantador cuando asume su papel de doctrinario in
partibus infidelium, ataviado con todas las doctrinas
filosóficas de la primera mitad del siglo pasado; como
fundador, expositor y propagandista de un tercer par­
tido colombiano debe resultarle menos brillante.
628 Ya han pasado más de diez años desde que el re­
nombrado estadista expuso en el libro de usted y en
hojas periódicas las bases fundamentales del partido
republicano y las diferencias específicas que lo hacen
inconfundible con los otros dos partidos. La tentativa
resultó fallida, pero vale la pena copiar algunos de los
lineamientos generales del partido con que se pensaba
hasta hace diez años reemplazar la hegemonía conser­
vadora, previo dislocamiento de las bases y principios
liberales:
629 “Los republicanos formamos un partido exclusi­
vamente político, sin más misión que la de proporcio-
— 24 —
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

narle al país el mejor gobierno posible. Somos en rea­


lidad el único partido político que hay en Colombia”.
“Cada republicano profesa y ama determinados 630
principios en materia de filosofía, religión, arte, inter­
pretación de la historia, etc.; pero esos principios no
hacen parte del programa del partido”.

“Los liberales colombianos clasifican la totalidad 631


de su espíritu al ingresar en su partido; nosotros no
le reconocemos jurisdicción al nuestro sino en cuanto
se trata de asuntos netamente políticos. En lo demás
conservamos la más absoluta independencia personal.
Para ser liberal, es preciso aceptar ciertas premisas;
para ser republicano, basta aceptar ciertas conclusio­
nes. Limitando nuestro programa a lo meramente po­
lítico, en el seno del republicanismo conviven sosegada­
mente los incrédulos más calificados y los creyentes
más sinceros. Procedemos como los individuos que se
asocian para montar una fábrica de tejidos, verbi gra-
tia. Con tal de que haya acuerdo en cuanto al objeto de
la sociedad, a nadie se le pregunta cómo piensa en ma­
terias religiosas, filosóficas, etc.”.

“Ahora; ¿es individualista el partido republica­ 632


no? Si vamos a juzgarlo por lo que ha hecho en el go­
bierno y en la oposición —y eso es lo natural— lo es
sin duda. Ya he reconocido, por supuesto, que él, como
otros partidos individualistas, estima que el servicio de
seguridad envuelve el de las escuelas oficiales y el de
los medios de comunicación; también he dicho que no
es esa mi opinión particular. Habiendo empero muchos
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Alejandro López, I. C.

liberales y muchos conservadores individualistas no es


posible tomar el individualismo como carácter distin­
tivo del partido republicano; y por eso no lo he men­
cionado yo entre sus diferencias específicas; tanto más,
cuanto que también hay republicanos que aceptan el
intervencionismo.
633 Quebrando aquí mi propósito de criticar lo menos
posible los artículos de asociación del partido republi­
cano del doctor Eastman porque este párrafo pinta al
autor y perfila el partido. El cual, claro está, no es
doctrinario ni se asienta tn principio filosófico algu­
no, “pero a juzgarlo por lo que ha dicho el gobierno y
en la oposición —y eso es lo natural— (añade el autor
con honradez que le honra) lo es sin la menor duda”
(individualista, es decir doctrinario). Este individua­
lismo práctico pero no doctrinario del partido republi­
cano sugiere que la mayoría del pueblo colombiano es
individualista, en el grado en que lo es el autor a juz­
gar por esta norma fundamental del partido republi­
cano:
634 “Nosotros como legisladores no hacemos otra co­
sa que registrar en las leyes, con la imparcialidad de
un manómetro el estado actual del espíritu colombia­
no”.
636 “Los pueblos pagan el gobierno; el gobierno es
para ellos; ellos tienen derecho a que se les gobierne
con sus propias ideas, sean cuales fueren. ¿Son católi­
cos? Como a católicos los gobernamos. Si fueren ma­
hometanos, como a mahometanos los gobernaríamos”.

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Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

Esta teoría del legislador-manómetro fue la que a 636


usted le mereció más animados y lucidos comentarios
(a pesar de ser una metáfora mecánica bastante ina­
decuada) y es muy natural, porque su integridad in­
telectual se rebela ante la idea de hacer el papel del
civilizado que oficia ante los dioses de una tribu afri­
cana para conquistar, o del caballo que en lugar de re­
molcar el carro se le pone a remolque. Esas duplicida­
des no cuadran al temperamento de usted, dicho sea
ahora, ya que usted le quiso guardar tantas considera­
ciones a su amigo que esquivó siempre establecer el
contraste entre el doctrinario exigente y el político
práctico.
Creo no haber omitido ninguno de los puntos fun­ 638
damentales del nuevo partido que el doctor Eastman
se proponía fundar para reemplazar la política, o más
exactamente, la guerra de odios de los dos partidos
tradicionales. El fin u objetivo del nuevo partido es
tan sencillo de enunciar como fácil de realizar; “darle
al país el mejor gobierno posible”. Veamos ahora las
cualidades personales de las unidades que han de cons­
tituirlo :

“Lo importante es que contemos con plumas bien 639


tajadas y que trabajemos por ideales generosos, ante­
poniendo la patria a las banderías. Nuestra labor será
eficaz en tanto que nuestras voces hallen eco en la con­
ciencia nacional. Por otra parte, a nosotros vendrán
tarde o temprano cuantos sientan con más intensidad
el amor a la justicia que el deseo de vencer a un ad­
versario; los que estén mal aliados con la cadena que

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Alejandro López, I. C,

al espíritu le imponen las parcialidades viejas; los que


no deseen recoger una herencia de suspicacias y renco­
res desengañados de la política partidista, que es de
iniquidad y de violencia; los que por noble simpatía
miren el derecho ajeno como el propio; los que no se
conformen con tener copartidarios y sientan el genero­
so anhelo de tener compatriotas; los que estén conven­
cidos de que, gústenos o no nos guste, todos los colom­
bianos somos solidarios, lo mismo en la adversa que en
la próspera fortuna; los que prefieren las modestas
promesas realizadas a las grandes promesas no cum­
plidas; los que no se dejan seducir por el señuelo de la
disciplina ni por las insinuaciones de la ambición o del
miedo para aceptar en los asuntos públicos inmorali­
dades que en los asuntos privados rechazarían".
64b Se ve claramente por las anteriores transcripcio­
nes que el intransigente doctrinario se haya fatigado
y decepcionado de las doctrinas, dogmas y principios
que profesa; que les ha perdido la fe como guías en el
gobierno de Colombia y en cambio se propuso organi­
zar una coalición de personas bien intencionadas y la­
vadas de todo odio y pasión. De no haber resultado fa­
llido el intento, no habría faltado algún guasón que
hubiese propuesto como lema del nuevo partido el si­
guiente pareado español:
"Nosotros somos los buenos,
Nosotros, ni más ni menos".
641 Fallado el intento de establecer un nuevo partido
que agrupara la gente buena del país, las publicacio-
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Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

nes del doctor Eastman tuvieron, sin embargo, un do­


ble efecto: desorganizar al partido liberal, establecien­
do el desconcierto en la juventud liberal que ha creci­
do durante este período de parálisis del desarrollo po­
lítico y agitación económica; y darle una buena tregua
al partido gobernante.
Explicada espaciosamente en artículos posterio­ 642
res, la teoría del legislador-manómetro resultó ser uno
de esos cohetes de luces que el doctor Eastman suele
lanzar al espacio para deleite y sorpresa de sus oyen­
tes. En el fondo el renombrado estadista tiene razón,
que usted le concedió en gran parte, en sostener que
partidos y gobernantes deben ajustar su acción a los
sentimientos e ideas de los gobernados, principio que
es, sustancialmente, la base de la idea democrática.
Creo que llegaríamos a entendernos mejor expresando
ese concepto en la forma negativa: ni se debe ni se
puede gobernar a los pueblos contrariando sus propios
sentimientos, tendencias o ideas libre e inequívoca­
mente expresados. La dificultad estriba en interpretar
el alma popular de una gran masa pasiva, alfabeta o
analfabeta, cuyas demandas del orden político o econó­
mico se manifiestan de manera tan inconcreta e inde­
finida, que todo gobierno cree estar respaldado por
“la opinión honrada del país” en cuanto hace o desea
hacer en obedecimiento a sus propios impulsos o con­
veniencias. Solo el estudio de los hechos sociales colom­
bianos conducidos con espíritu verdaderamente cientí­
fico puede suministrar a los políticos la materia ade­
cuada para sus teorías y concepciones de gobierno;
mas conste que estoy de acuerdo con usted en que aun
- 29 -
Alejandro López, I. C.

partiendo de unos mismos hechos y postulados, los po­


líticos ejercen una acción directa sui generis, que las
masas solo pueden aprobar o improbar a medida de los
resultados, y que depende de la adaptación de los prin­
cipios políticos a las realidades y al devenir de los
pueblos. De ahí la ventaja de la alternabilidad de los
partidos en el gobierno, a fin de que el partido que cae
reajuste sus principios y su aplicación a la realidad
social y al espíritu que lo vivifica.
643 He apuntado la necesidad de investigar y convenir
qué es lo que fastidia o intranquiliza al pueblo colom­
biano, o, si se quiere, qué es lo que no quiere o recha­
za, y ahora sugiero la conveniencia de tener en cuenta
también sus reacciones, porque me parece notar que
nuestros conciudadanos aprenden más por reacción que
por el raciocinio o el estudio. Y es natural, puesto que
la reacción no es otra cosa que la experiencia gravada
por el dolor y acumulada en lo subconsciente. Ahí está,
por ejemplo, el caso del papel moneda de curso forzoso.
En vano fue que nuestros mejores escritores mostra­
sen a tiempo que el papel moneda iba a abrir honda
brecha en la moral y la economía nacional; fue la prác­
tica exagerada de ese recurso fiscal lo que provocó la
intolerancia del papel moneda aún entre las clases in­
feriores. Ahora hemos estado ensayando la inestabili­
dad de la moneda por otro camino que no afecta el ín­
dice del cambio exterior, y ya veremos como no se lle­
gará a la perfecta estabilidad del valor externo e in­
terno de la moneda hasta que dolorosa experiencia pro­
voque la intolerancia.

- 30 -
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

Otro tanto podría decirse, a riesgo de ser incom- 644


prendido, respecto al orden; nos repugna tanto el de­
sorden que preferimos estabilizar un orden que consa­
gra injusticias clamorosas.

Haría un inmenso bien al país el hombre público 645


que, sin espíritu de pugnacidad, ni interés, ni pasión
llegase a formular con verdad y precisión los senti­
mientos e ideas que han de tenerse en cuenta en la
materia política y gobierno de Colombia y que sean
algo así como un factor común que solo dejase por
fuera excepciones desdeñables. Sin creer que este ser­
vicio de usted sea hombre para tal empresa, y simple­
mente a modo de ensayo para concretar la cuestión, me
voy a tomar la libertad de indicar en seguida creen­
cias, ideas y deseos que creo tienen hondas raíces en
los sentimientos o se originan de experiencias colec­
tivas, no sin advertir que estoy seguro de incurrir en
errores de observación o de ponderación.

Tendencias y anhelos políticos del país


I. El sentimiento más arraigado en el pueblo co­ 646
lombiano es el religioso, y la población es casi unánime
en desear y exigir un régimen de verdadera y efectiva
tranquilidad de conciencia, siendo la totalidad de la
población —con excepciones tan respetables como con­
tadas— creyentes y fieles del culto católico. Es del caso
agregar que la casi totalidad del elemento femenino es
sincera y profundamente creyente y que las manifes­
taciones antirreligiosas o simplemente irreverentes
afectan seriamente a nuestras mujeres.

- 31 -
Alejandro Lopes, I. C.

647 II, La gran mayoría de los colombianos prefie­


ren un orden aunque sea mal establecido e injustamen­
te fundado a otro estado de cosas que implique desor­
den, o a reformas que amenacen la estabilidad de la
estructura, o conduzcan a la perturbación del orden
público, sin que ello excluya un anhelo de reformas
por evolución.
648 III. El pueblo colombiano necesita, pide y exige
estabilidad del valor interno y externo de la moneda
a base del talón de oro, como base inconmovible de su
economía, y condena, reprueba y teme todo lo que con­
duzca a la inestabilidad. Está ansioso de estabilidad
monetaria.
649 IV. El pueblo colombiano es excepcionalmente al­
tivo y es capaz de toda clase de sacrificios por alimen­
tar esa altivez.
650 V. Espera, demanda y exige del Estado, como
poder organizado de la sociedad, que intervenga como
regulador, gobernador y excitador de los fenómenos y
relaciones económicas del país en todo aquello en que
no quiera, no pueda o no deba intervenir la iniciativa
particular. El pueblo colombiano no quiere, no tolera
la ausencia del Estado, el laissez-faire político-econó­
mico.
651 VI. No hay hoy colombiano que no vea con in­
quietud prevalecer la influencia y la intriga como me­
dios de alcanzar prerrogativas, ni hay quien no atri­
buya a deficiencias de la organización administrativa
el predominio de esas fuerzas perturbadoras de la vi­
da normal.

- 32 -
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

VII. Todo colombiano ansia que se efectúe un 652


cambio radical en la política administrativa que cure
o extinga de raíz la pugnacidad infraternal que se ma­
nifiesta en particularismos, regionalismos y localismos
que amenazan la unidad nacional.
Estoy seguro de que las anteriores proposiciones 653
no serán aceptadas ni en mínima parte por el doctor
Eastman, lo que prueba cuán difícil tarea es interpre­
tar las ideas de los pueblos, a fin de “que se les go­
bierne con sus propias ideas, sean cuales fueren”, se­
gún la fórmula de aquel estadista.
Ni llegaríamos tampoco a ponernos fácilmente de 654
acuerdo respecto a la prelación en que se debería esta­
blecer la prevalecencia de unas sobre otras, ni en su
relativa ponderación en caso de conflicto entre unas y
otras. El autor de estas líneas, va de ejemplo, las acoge
todas, aunque dando mayor importancia en la admi­
nistración política del país a la tercera y cuarta. La
tercera la considera base fundamental de orden y tri­
buto más que obligado a todo trabajador colombiano,
sea cual fuere su categoría, pues urge cortar de raíz
ese motivo de fraude al trabajo nacional. La cuarta
sería principio regulador de nuestras relaciones ex­
teriores, sean diplomáticas o financieras. La altivez
innata de nuestro pueblo no puede fundarse sino en
un rasgo que no es extraño al alma colombiana, pero
que a veces se trasiega en los afanes por remendar
errores; la buena fe, la absoluta e intransigente bue­
na fe, lo que traducido normativamente quiere decir:
no contraer compromisos desatentada y locamente;

— 33 —
Alejandro López, I. C.

contraídos, cumplirlos de buena fe aunque nos arrui­


nemos, como medio el más efectivo de conservar y ali­
mentar la altivez colombiana. Decoro y dignidad no
son sino reflejos de la buena fe.

El liberalismo y la cuestión religiosa


655 En lo que sí creo estar de acuerdo con usted y su
amigo es en condenar las propagandas bajo el nombre
o con el pretexto de liberalismo. El liberalismo colom­
biano ni es escuela ni es docente, cual lo afirma el
doctor Eastman. Es un partido político que estima
esencial la libertad como condición necesaria para en­
riquecer la personalidad humana y que para ser más
efectiva y verdadera esa libertad la persigue por me­
dios directos o indirectos, según convenga. Los medios
de obtener los fines decaecen y se desgastan y desa­
creditan. La propaganda dt ideas ha sufrido rudo gol­
pe en manos de los vendedores de específicos y de los
bolcheviques. Logradas, o casi, las libertades esencia­
les en Colombia, falta hacerlas más efectivas y ver­
daderas con la independencia económica del mayor
número y con la supresión el privilegio de los menos,
que siempre fue el liberalismo opuesto al privilegio.
Fuera de que el espíritu liberal se hermana y tiende a
confundirse con el criterio científico, cuya seriedad
es incompatible con aquel medio empírico de expan­
sión. Entre los derechos que este servidor espera que
un gobierno genuinamente liberal le garantice no cuen­
to el de la inmunidad en la propaganda así como es jus­
to añadir que durante el actual régimen conservador,
que ansio ver sustituido, he podido desarrollar mi per-

- 34 -
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

sonalidad sin que me hayan faltado adecuados medios


de expresión.

Cada día trae su afán, y el del partido liberal hoy, 656


según lo entiendo, ni es religioso ni antirreligioso, sino
económico. Hacer del peón un trabajador indepen­
diente, aumentar y fortificar una clase media nume­
rosa: trabajo y ahorro; dar un fundamento sólido por
lo extenso a nuestra economía son labores que se rea­
lizan mejor sin que el sentimiento religioso contraria­
do turbe la tranquilidad de las conciencias. Tenemos
que dedicar toda atención a la organización del país
como una estructura estrictamente democrática en to­
do sentido y por todos aspectos.
Las propagandas de todo género nos han dejado 657
una hez de empirismo en el juicio de los colombianos,
que es preciso desalojar de los criterios para la in­
vestigación de nuestras verdades.
Después de enumerar todas las buenas gentes que 658
vendrán a engrosar las filas del partido republicano
al obedecer a un simple impulso de buena voluntad y
rectas intenciones, dice el doctor Eastman: “Todo eso
sin contar con que la mejor política consiste siempre
en coger el toro por los cuernos. Las actitudes equívo­
cas resultan siempre insostenibles”.
Paréceme que toda esa teoría del legislador que 659
simplemente registra presiones sociales no es sino un
rodeo en que se esquiva tratar de frente y con fran­
queza la llamada cuestión religiosa. Sin autoridad pa-

- 35 -
Alejandro López, I. C.

ra ello, sin asumir representación de partido o grupo


alguno, pero sin rodeos y con candidez verdaderamen­
te inglesa, voy a tocar ese punto, en espera de que otros
lo hagan mejor después y con igual sinceridad, y lo
haré basándome en la premisa primera sentada antes,
esto es, en que el 99% de los colombianos son católi­
cos, incluyendo la porción liberal.
660 Desde un punto de vista democrático, creo que el
partido liberal debe basar en la premisa o dato citado
su política y obrar en consecuencia. No se trata sim­
plemente de tolerar las creencias ajenas, puesto que,
según la frase de Mirabeau, tolerar implica el poder
de intolerar, y ese poder no lo tiene el partido libe­
ral colombiano. Democráticamente hablando debe res­
petar y apoyar la religión católica hasta donde lo exi­
ge el Concordato, que es uno de nuestros pactos bila­
terales. El Concordato, ni más ni menos. Sin las adi­
ciones y costumbres que le han ido poniendo, y sin
amenazas de reformarlo como alternativa que pueda
exaltar los ánimos religiosos. El país se ha ido adap­
tando a las cláusulas de ese pacto, y conservándolo
por un tiempo todavía podría cualquier espíritu libe­
ral hacer un esfuerzo por coordinar el poder político
con el espiritual. Lo digo ahora, mientras se suceden
intromisiones lamentables de éste en el debate elec­
cionario, pero la serenidad liberal no debe dejarse in­
toxicar por detalles o corruptelas que precisamente es­
tá llamada a depurar. Lo que hay de ajustable en esas
relaciones con el poder eclesiástico no es cuestión de
política sino de decoro, y hemos de darles a los con­
servadores una tregua para que ellos mismos la arre-

- 36 -
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

glen. Supongamos que las exageraciones y desvíos del


clero puedan imputarse a la lucha, defensiva u ofen­
siva, contra el elemento anticlerical. A la sombra de
esa lucha se han deslizado y justificado abusos que
solo el tiempo corregirá, pero no la lucha directa con­
tra el clero. Creo que debemos dejar el ajuste de re­
laciones más agradables, mutuamente ventajosas y a
la vez decorosas para el Estado al patriotismo conser­
vador, obrando libre del espíritu de pugnacidad. Ellos
prometieron hace nueve lustros volver la tranquilidad
de conciencia al país y aún les falta bastante para
cumplir su compromiso; les falta desarmarse y volver
al estado pacífico.

La veneración que con usted comparto hacia nues­ 661


tros hombres liberales de la época pasada me veda
analizar su conducta por este aspecto. Digamos que la
pugna establecida con la Curia —más bien que con la
religión— fue cosa del tiempo como lo fue el odio a
España. Creyeron que por ese medio podrían ensan­
char de manera ilimitada la libertad de conciencia, y
solo se obtuvo la libertad de hablar ofendiendo lo ín­
timo de la personalidad humana. Fueron esos tiempos
de intervención religiosa y de laissez-faire económico.
Del ciudadano veían más el aspecto del creyente su­
miso que el de trabajador independiente. Hoy los tiem­
pos han cambiado. Ya no odiamos a España ni al león
ibérico, y a los más avanzados no nos interesa la re­
ligión del otro sino para respetarla y rehuir la herida
del sentimiento. Logradas las libertades políticas pri­
mordiales en larga lucha directa, buscamos por el mé­
todo indirecto la independencia espiritual necesaria al

- 37 -
Alejandro López, I. C.

hombre para que pueda luchar con ventaja en supe­


rarse logrando la plenitud de sí mismo, dando a la
masa oportunidades de lograr su independencia eco­
nómica, para que el individuo se pueda sentir libre
y haga el esfuerzo por serlo realmente.
662 Precisamente uno de los medios de que podemos
valernos para dar independencia económica a gran
parte de la clase deprimida es la subdivisión de la tie­
rra, tarea en que sería auxiliar de primer orden el
cura de almas de hoy, obligado por las circunstancias,
tiende a formar con la primera autoridad del lugar y
los pocos propietarios de su parroquia un núcleo de
autoridad que se opone a todo cambio social que no
sea el auxilio caritativo, quedando ahogadas por fal­
ta de expresión las inquietudes de los campesinos se­
dientos de tierras. Llegará el día en que aquel trián­
gulo se descomponga en un sentido más democrático,
eliminando al gran propietario rural, cuando el cura
asuma las funciones de organizador de las cooperati­
vas de producción y consumo en una tierra democra­
tizada, en que cada voto en las cooperativas y en los
comicios populares corresponda a un verdadero ciu­
dadano, trabajador independiente y creyente sin mie­
dos ni afectaciones.
663 Así veo la llamada cuestión religiosa, a fuer de
hombre domócrata y sensible, pues la sentimentali-
dad me parece una de las más respetables prerroga­
tivas humanas, que es antipatriótico herir o explotar,
hacer motivo de afectaciones en uno y otro sentido,
alimentar como arma de descontento o de disensiones.

- 38 -
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

El sociólogo que estudie a fondo esta cuestión llega


pronto al convencimiento de que se juega demasiado
con el sentimiento religioso, hondamente religioso, del
pueblo, exhibiendo tanta ligereza en ataques simple­
mente bucales y sin trascendencia como en defensas
llenas de fingimiento. Sería más honrado y sincero un
desarme general que permitiera el perfecto reposo de
las conciencias, un armisticio ajustado con concesio­
nes mutuas y ansiosamente demandadas de lado y la­
do, en trato amigable en que se les de a nuestras mu­
jeres todo el voto y la voz que les concedemos como
novios, como padres del chico que les nace y como je­
fes del hogar que ellas llevan en la mente y en el co­
razón.

La lucha que unos pocos espíritus rebeldes han 664


sostenido con el clero, más que con la religión nacio­
nal, más fraseológica que trascendental, más de de­
talle que de fondo, puesto que casi todos acuden opor­
tunamente a unos sacramentos u otros, ha sido estéril
y esterilizante. Hace setenta años sostienen un tiroteo
de frases en el clero y sus oficiosos defensores, sin
hacer un balance de pérdidas y ganancias. No odian la
lucha estéril. Fabio no desgastó a Aníbal, ni lo echó
de Italia; lo venció Escipión el Africano, que le volvió
la espalda, adoptando la estrategia de los movimien­
tos indirectos. Digo esto, no porque crea que con una
estrategia u otra se pueda cambiar la religión que ha
informado todo nuestro pasado ni vea ventaja alguna
en el cambio, sino por quienes buscan volver al clero
a su papel de pastores de almas presentándose en son
de lucha por la línea de combate en que se les espera.

- 39 -
Alejandro López, I. C,

665 Repito que el reajuste de las relaciones entre el


poder civil y el eclesiástico sobre bases de coordina­
ción y de cooperación en que no resulte herida ningu­
na actitud razonable, ni haya opresores, ni oprimidos,
es una reforma que ha de hacerse de adentro para
fuera y no a la inversa cuestión de decoro y no de po­
lítica. Tienen bastante tiempo los conservadores para
hacerlo. Al asumir el poder, los liberales tendremos
bastante que reformar en el campo económico, lo que
nos vedará dispersar esfuerzos en luchas pasionales.
El día que logremos establecer una verdadera y
efectiva paz religiosa se formará una gran zona de
opinión pública neutra, lista a prestar apoyo a un
partido o a otro y entonces sí tendrán que delinear los
partidos sus plataformas políticas y administrativas;
caerá el muro artificial que impide hoy votar sin de­
coro por una plataforma que se juzga racional y salu­
dable.
666 ¿Harán este sacrificio unos y otros? ¿Cesará una
minoría liberal de hacer manifestaciones públicas de
irreligiosidad e irreverencia, y una minoría conserva­
dora de explotar el argumento? Por mí parte declaro
que es tal la necesidad que tiene el país de que se or­
ganice un partido legal que reuna suficiente mayoría
para subsistir por un tiempo al partido gobernante,
que prefiero un sacrificio de verbosidad a desatender
las necesidades patrias, cuyos infortunios podríamos
curar con una administración liberal, con una sola con­
dición : que nos respalde una mayoría suficiente para
implantar sin violencias nuestro programa económi­
co y administrativo.
- 40 -
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

Libre empresa e intervención en la economía


Vamos ahora al fondo de la cuestión planteada 667
por usted, cuando pregunta “si lógicamente podemos
llamarnos liberales” no siendo partidarios de laissez-
faire o nihilismo administrativo como llamaba Mister
Asquith, el gran leader liberal de Inglaterra, esa po­
lítica económica. Los dos eminentes estadistas con
quien usted platica en su libro no resultan de acuer­
do. El doctor Antonio J. Restrepo, ya lo hizo notar
usted en su libro, asume una actitud media aceptando
numerosos casos en que el Estado debe intervenir. An­
tes de conocer el libro de usted y a propósito de una
polémica con el temible y temido literato, me vi en el
caso de contraponer las ideas intervencionistas del
doctor Restrepo con los dicterios que lanza contra quie­
nes no aceptamos el laiseez-faire. Quienes conocemos
sus libros y sus trabajos parlamentarios tenemos de­
recho a no creerle cuando afirma ser “individualista
cerrado y seguidor a pie juntillas de Adam Smith”, y
lo catalogamos entre los liberales intervencionistas.
No ocurre lo propio con el doctor Eastman. Tanto 668
en los escritos que usted incorpora en su libro, como
en otras varias publicaciones, se muestra como un
doctrinario intransigente del leseferismo, doctrina que
respalda con una antipatía, un fastidio un menosprecio
tan marcado e incontenible por el Estado, que la sim­
ple consideración de cualquier caso en que el Estado
pueda entrometerse en el aspecto económico de la so­
ciedad les hace perder el estribo y desatarse en sar­
casmos contra todo el que opine lo contrario. Cada
- 41 -
Alejandro López, I. C.

cual tiene sus intolerancias. Restrepo es un cobdenis-


ta cerrado. Eastman no admite réplicas en materia de
laissez-faire que incluye el cobdenismo. Ambos perso­
najes han aportado a las luchas del siglo actual las
armas que se empleaban en el siglo pasado para ano­
nadar al adversario, cuando cada combatiente estaba
respaldado por todo un partido que aplaudía cuanto
despropósito o sarcasmo se lanzara a la faz del con­
trario. "Oigamos al doctor Eastman citado por usted
mismo”:
669 "Cuando uno de esos neoliberales te espete un
discurso colectivista, fíjate, fíjate, y notarás en él
muy pronto el ojo oblicuo de las razas inferiores”. “En
nosotros resurge el indio americano nostálgico de ser­
vidumbre colectiva”. “El esclavo, por disimuladas que
lleve las ligaduras, es un inválido en la lucha por la
vida, es un averiado a quien la selección natural tiene
que suprimir tarde o temprano”. “Cuando algún re­
dentor de oficio propone que con la plata ajena se pro­
teja la industria, se estimule el trabajo, se impulse el
progreso, se europeice el país, el desconfiado liberal
exclama para su capote: tate, tate, dentro de ese cha­
leco y tras esas antiparras hay un chiflado o un aven­
turero”.
Si la argumentación es poco más o menos del tiem­
po de Rojas Garrido y del Negro Zamarra, el arte de
interpretar las ideas y propósitos de quienes piensan
de otro modo no es posterior a la época de las pasio­
nes suicidas:

- 42 -
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

“Los intervencionistas quienes además de dar se­ 670


guridad, piden que el Estado haga cuanto importe a
la felicidad de los pueblos”. “El objeto de Estado in­
tervencionista es realizar, en cuanto sea factible la
felicidad del ciudadano”. “Pedirle, pues, aquí al Es­
tado que promueva al progreso general y nos haga fe­
lices, vale tanto como pedirle a un niño que se eche a
cuestas el Capitolio”.

Como se ve, nuestro filósofo radical no razona, 671


no intenta persuadir ni siquiera siente la necesidad
de precisar el argumento contrario para rebatirlo. Con­
versando puede ser una caja de música de encantado­
ra serenidad. Como razonador no es un martinete y
da risa verlo exasperarse por tan poca cosa como es
un dogma viejo y centenario, caduco y desfigurado por
la erosión de tantos acontecimientos industriales.

Creo poder contestar directamente la cuestión que 672


usted plantea afirmando que el leseferismo o anarquía
administrativa no es ni ha sido dogma liberal ni en
economía ni en política económica. Más concretamen­
te, sí cabe: ni ha sido principio fundamental en la eco­
nomía política que han puesto y sostenido los grandes
economistas ni ha sido canon fundamental del libera­
lismo. Esa doctrina fue emplazada como una artille­
ría de sitio para los filósofos radicales de hace un si­
glo para derrocar las iniquidades y privilegios acu­
mulados en los siglos anteriores de monarquías absolu­
tas y de completa ignorancia económica, así como pa­
ra conquistar los derechos y garantías individuales;
pero nadie se atrevería hoy a sostener que el radica-

- 43 -
Alejandro López, I. C.

lismo filosófico fundó una religión, ni que el libera­


lismo inglés, por ejemplo, adoptó tales dogmas como
contenido inmutable para seguir luchando, una vez
conquistadas las posiciones fundamentales y derruido
el pasado de errores. Las fuerzas de demolición no ha­
bían de utilizarse necesariamente para hacer frente
al futuro cambiante.
673 La obra de Adam Smith no tiene igual en la his­
toria de la ciencia, aún descontándole las leyes natura­
les y la divina armonía económica que le sirve de fun­
damento. No se concibe nada más formidable para de­
rruir un pasado ni para plantear en un solo libro to­
das las cuestiones que han de ser motivo de una cien­
cia que no existía. Su valor como evangelio inmuta­
ble es más discutido cada año que pasa; Smith, sin
embargo, no pretendía paralizar del todo la acción eco­
nómica del Estado; tampoco fue esa la intención de
Bentham en un principio. El esfuerzo demoledor del
grupo radical ideó la norma práctica del laissez-faire,
sencilla y al alcance de la burguesía industrial nacien­
te, apoyándose en un principio abstracto: el de la iden­
tidad, armonía o coincidencia del interés privado con
el bien público. Todo el dogma reposa sobre esa pre­
misa. Se les puede perdonar el error en vista de los
resultados que alcanzaron, casi todos de un carácter
democrático, pero no como hipótesis permanente, por­
que bien pronto empezaron a revelarse las divergen­
cias entre el interés individual y social. Es demasiado
notorio que si ya en el año 1840 la identidad de inte­
reses mostraba serias lagunas que tuvo que llenar el
Estado liberal, no pasaba año sin que se anotasen di-
- 44 -
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

vergencias intolerables no obstante el entusiasmo de


los liberales demostraban ante el progreso indefinido
que prometía el industrialismo. Para nadie es desco­
nocido el hecho de que los liberales ingleses de mejor
calibre no se sometían al laissez-faire desde 1850; bas­
ta recordar las encarnizadas diatribas de Spencer. Y
nadie dirá que los gobiernos liberales de esos tiempos
no eran “lógicamente” liberales. Allí estaba Gladstone.

No estamos negando las excelencias del esfuerzo 674


y de la iniciativa privada, ni las ventajas de la pro­
piedad privada. La sociedad cuenta hoy, como en tiem­
po de Smith, con el esfuerzo que hace cada indi­
viduo en busca de su bienestar. De ahí a sostener que
todo esfuerzo de esos está en armonía con los intereses
sociales, para deducir de allí que el Estado debe au­
sentarse del fenómeno económico, dejando funcionar
solas e irrestrictas las “leyes naturales” de que con
harta, frecuencia nos habla el doctor Eastman, hay
gran diferencia. El postulado de que el Estado debe
limitarse a dar seguridad es hijo legítimo de la hipó­
tesis de la identidad y de intereses que hoy se ven obli­
gados a negar hasta los analfabetas en vista de la
acumulación de experiencias. Esa reducción de las
funciones del Estado al mínimo reposaba sobre varias
hipótesis condicionales: si el mundo económico se ri­
ge por leyes naturales providenciales; si la ley de gra­
vitación económica es que el interés particular es idén­
tico al interés social, toda ingerencia del Estado es
dañina, perturbadora, inepta, empírica y el mejor ser­
vicio que el Estado puede prestar a la sociedad es
ausentarse y no inmiscuirse, limitar su acción a la

- 45 -
Alejandro López, I. C.

simple seguridad. Esta teoría tenía la ventaja de po­


ner al alcance de los niños toda la función política de
la sociedad y el complicado problema del gobierno de
las naciones. Era una mina con demasiado oro. Por
esa amplia brecha descubierta a fuerza de abstraccio­
nes se entraron los hombres prácticos a establecer los
privilegios de la edad moderna.
675 Notará usted repasando la historia de los hechos
económicos, que de Adam Smith al zenit del laseferis-
mo en 1848 se efectuó lo principal de la tremenda re­
volución industrial. Esos 75 años marcan el período
de mayor ausencia del Estado en el fenómeno econó­
mico. Sorprendido el Estado in fraganti ignorancia,
ineptitud y torpeza para intervenir adecuadamente en
la vida económica de la sociedad, y obligado a ausen­
tarse mientras lavaba sus culpas y aprendía Economía
Política y Social; batido el Estado por los políticos ra­
dicales con el aplauso de los industriales y del pueblo
oprimido que veía caer privilegios seculares al impul­
so de la nueva política, se produjo un nuevo ambien­
te precursor de uno de los grandes acontecimientos de
la historia. Era el alumbramiento de la empresa in­
dustrial, hermana de la empresa agrícola nacida un si­
glo antes, ya sabe usted cómo. Así como desapareció
el campesino propietario que vivía independiente del
producto de su tierra desaparecía el artesano, quedan­
do convertido en “mano de obra” de la fábrica. Ya
Adam Smith nos habla del “negocio” de la tierra y de
la fábrica, aunque en general todo lo refiere al "indivi­
duo”. Yo sostengo que de Smith a Cobden nació la em­
presa, noción más exacta y concreta que la de negocio,

- 46 -
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

y que el empresario es un ser distinto del individuo. Di­


gamos, si se prefiere, que hay individuos singulares e
individuos plurales, pero no sigamos aplicando a la em­
presa las reglas y principios ideados para el simple
individuo. Para mi tengo que desde mediados del siglo
pasado quedó bien claro que en las cuestiones de polí­
tica económica hay que distinguir tres entidades dis­
tintas: el individuo, la empresa y el Estado.. Desde en­
tonces empezó a sospecharlo el liberalismo inglés el
cual, sin dejarse enredar en escrúpulos ideológicos, em­
pezó a desarrollar una política de reglamentación es­
pecial de esa nueva entidad. La actividad económica del
simple individuo no causa preocupación alguna al Es­
tado. El individuo como tal es inofensivo, su acción
aislada carece de alcance y su desviación de la conduc­
ta normal está perfectamente prevista en los códigos.
Pero la empresa no es un individuo sino casi, casi un
poder público; es un haz de individuos, un ejército,
una acumulación de poder de orden excepcional. Las
relaciones del empresario y de su personal, las de la
empresa con su demanda y aún con el Estado mismo
requieren vigilancia, control, reglamentación. Cuando
el liberalismo inglés notó que la empresa obligaba a
trabajar diez y siete horas diarias a mujeres desven­
turadas y a niños desamparados que sacaba del asilo
de pobres, y los males irreparables que podía ocasio­
nar la industria bancaria irrestricta, e irreglamentada,
probablemente no se dio cuenta de que había apareci­
do en el mundo económico una nueva entidad distin­
ta del individuo de los siglos pasados, pero tampoco
tuvo escrúpulos en salirle al encuentro para reducir­
la a la unidad del bien común.

- 47 -
Alejandro López, I. C.

676 Estudiar ahora los planos de contacto entre nues­


tras empresas y el personal que explotan, o entre la
empresa de servicios públicos y el Estado, nos llevaría
fuera de la cuestión, aunque sería la mejor justifica­
ción de la intervención del Estado.
677 A fin de economizar exposición me he permitido
en estos días remitir a usted por correo un librito ti­
tulado The End of Laissez-faire, cuyo autor es el pro­
fesor John Maynard Keynes, de la Universidad de
Cambridge, autor de varias obras económicas bien co­
nocidas, experto económico de la Gran Bretaña en la
Conferencia de Versailles, cuyo liberalismo está fuera
de toda discusión. Bastaría recordar aquí que fue este
economista quien dirigió la investigación que hizo en
días pasados el partido liberal inglés a fin de estable­
cer el programa agrario e industrial de ese partido. El
librito es un resumen de dos conferencias dictadas por
el profesor de Economía Política de la Universidad de
Cambridge en otras dos universidades, la de Oxford
y la de Berlín. En ese volumen se hallan reunidas in­
formaciones y argumentaciones que el estudioso en­
contraría en una literatura demasiado extensa para
tenerla a mano. Se explican allí las fuentes y corrien­
tes de opinión que concurrieron a hacer de ese prin­
cipio un dogma popular y comprueba esta tesis, que
es lo que viene al caso; el laissez-faire no es doctrina
que haya sostenido ningún economista de mérito.
678 La frase laissez-faire no se halla en las obras de
Adam Smith, Ricardo o Malthus. Ni aún la idea se
presenta en forma dogmática en esos autores. Adam

- 48 —
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

Smith era, desde luego, libre cambista y se oponía a


muchas restricciones del comercio en el siglo XVIII.
Pero su actitud respecto a las leyes sobre navegación
y usura muestran que no era dogmático. Aun su párra­
fo sobre “la mano invisible” refleja más la filosofía
que va asociada al nombre de Paley que la del dogma
económico del laissez-faire. Como lo han indicado Sid-
wig y Cliff Leslie, la aceptación de Smith del “obvio
y sencillo sistema de la libertad natural” se deriva de
su concepto deísta y optimista del mundo, ya enun­
ciado en su Teoría de los sentimientos morales, "más
bien que de sus teorías sobre Economía Política”. Key-
nes afirma que aquella frase fue empleada por prime­
ra vez en inglés por Franklin y recuerda la frase de
Bentham, en que pone en boca de los agricultores y
comerciantes la modesta contestación que dio a Ale­
jandro el cínico Diógenes: “que no me quites el sol”,
como única petición al Estado.

La frase, según Keynes, hizo carrera en manos 679


de divulgadores como Bastiat y señoras escritoras in­
glesas que cita textualmente. “Desde el tiempo de John
Stewart los economistas de autoridad han reaccionado
duramente contra tales ideas. Difícilmente se encon­
trará un economista de buena reputación, como lo ha
dicho el profesor Cannan, que intente un ataque de
frente contra el socialismo en general; aunque, como
él mismo agrega, casi todo economista, sea bien repu­
tado o no, encuentra lagunas en la mayor parte de
las proposiciones socialistas. Los economistas no tie­
nen ya lazo de unión alguno con las filosofías teoló­
gicas y políticas que dieron nacimiento al dogma de la

- 49 -
Alejandro López, I. C.

armonía social, y sus análisis científicos no los llevan


a esas conclusiones. Cairnes, en su Conferencia de In­
troducción a La economía política y el laissez-faire
(Universidad de Londres 1870), fue sin duda el pri­
mer economista ortodoxo que lanzó un ataque frontal
contra el laissez-faire en general. “La máxima del
laissez-faire, declaraba, carece de base científica al­
guna, y es una simple regla práctica muy manual. Du­
rante los últimos cincuenta años —agrega el profesor
Kaynes—, este ha sido el punto de vista de los prin­
cipales economistas”.
680 Esto último viene a confirmar la tesis sentada
antes por este servidor, de que el doctor Eastman se
alimentaba de enseñanzas y dogmas de la primera mi­
tad del siglo pasado, pero si alguna duda quedare al
respecto se puede desvanecer con este otro párrafo del
profesor liberal a que vengo refiriéndome:
681 “Por consiguiente, trazo la unidad peculiar de la
filosofía política popular de la centuria pasada por el
éxito con que supo armonizar diversas y encontradas
escuelas, uniendo lo que convenía a un mismo fin. Se
descubrió que Paley y Hume, Burke y Rousseau, God-
win y Malthus, Cobett y Hushisson, Bentham y Co-
leridge, Darwín y el obispo de Oxford estaban predi­
cando prácticamente lo mismo, el individualismo y el
laissez-faire. Aquello era la Iglesia de Inglaterra y és­
tos eran sus apóstoles, en tanto que la compañía de
economistas estaba allí para probar que la menor des­
viación de impiedad implicaría ruina financiera”.

- 50 -
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

Y como cada cual ha de cargar con las responsa­ 682


bilidades consiguientes a sus opiniones, sobre todo si
han sido tan desenfadadamente expresadas como las del
estadista colombiano a que vengo refiriéndome, justo
es de completar estas frases con la que agrega el pro­
fesor de Economía de Cambridge:
“Un estudio de la historia de las opiniones es pre­ 683
liminar indispensable para la emancipación de la men­
te. No se qué hace a un hombre más conservador, si
no conocer sino el presente o no conocer sino el pa­
sado”.
También se puede afirmar sin temor de una con­ 684
tradicción formal que el laissez-faire no es dogma del
liberalismo universal ni del liberalismo colombiano, ni
lo fue nunca. Sostener lo contrario es incurrir en el
prurito —bien manifiesto en otros órdenes de ideas—
de tener como principios definitivos el grito de los gru­
pos extremos; es darle a Bentham y a Spencer una
importancia política que no tuvieron ni en su tierra.
A dicho de autores connotados, estos dos personajes
tuvieron más autoridad en Centro América que en In­
glaterra; que fue exactamente lo que pasó con Lord
Byron.
Escuelas filosófico-políticas como el radicalismo 685
o económicas como la de Manchester, son fenómenos
históricos destinados a pioducir efectos dados, con­
fluencias de opiniones que se enfrentan a estados de
cosas especiales y luego decaecen como pasa con todo
lo terreno, sin quedarse flotando al través de las eda­
des y a lo largo del espacio como si fueran evangelios.

-SI­

BANCO DE LA íUPUaLIC/
Í1U.IOTECA LUIS-ANGEL ASANGQ
Alejandro López, I. C.

Culminan en un período determinado encarnadas en


hombres representativos y de carácter como James
Mili, Macaulay, Cobden y Bright, mas no hay que con­
fundir las influencias encauzadoras del espíritu libe­
ral en un momento dado con la corriente misma, que
sigue el curso de sus destinos.
686 Sería absurdo sostener hoy que los principios e
hipótesis abstractas en que se apoyaron aquellas es­
cuelas hubieran resistido indemnes y sin desgastes la
erosión constante de los hechos posteriores, de la in­
vención, de los descubrimientos y de las teorías que
surgían de otros sectores al diferenciarse las ciencias
durante todo un siglo. Queda dicho que uno de los pos­
tulados fundamentales de esas escuelas era la identi­
dad natural entre los intereses particulares y los ge­
nerales : a medida que se ha ido desmoronando esa hi­
pótesis se ha ido robusteciendo la opinión del lado del
socialismo o, por mejor decir, del societismo como teo­
ría contrapuesta al individualismo que rechazaba la
ingerencia del Estado en todo lo que no fuera seguri­
dad y defensa, y consideraba un robo que se destina­
sen las contribuciones a procurar la armonía del or­
den natural, en las excelencias de la libre competen­
cia que conduce a la supervivencia del más apto y a la
selección natural de las empresas. La armonía hay que
hacerla, y la competencia ruinosa y desperdiciadora
está siendo reemplazada por la cooperación.

Administración estatal y administración privada


687 Dejando a un lado la actividad empresarial del
Estado para la producción de servicios públicos, como

- 52 -
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

energía, distribución de agua potable, redes telefóni­


cas, mercados, ferias, etc., en ningún otro sector po­
drían considerarse más impertinentes las ingerencias
del Estado que en la organización industrial. Pues
bien, en esa esfera viene interviniendo el liberalismo
inglés desde los tiempos de mayor auge del radicalis­
mo. En tanto que el Estado colombiano ha sido impo­
tente o incapaz de prohibir el pago en géneros a los
obreros —medida que vengo reclamando hace tiempo—
los liberales ingleses inscribieron esa prohibición en
el Estatuto hace casi cien años, lo mismo que en Fran­
cia. Las leyes sobre inspección de fábricas y minas
datan en Inglaterra desde 1833. Desde entonces viene
estableciéndose la jornada máxima por ley e imponie-
do condiciones sanitarias y de seguridad para los obre­
ros. Con no poca oposición de los partidarios del laissez-
faire, establecieron desde entonces los liberales la ins­
pección de fábricas, que reorganizaron tan bien que
los mismos inspectores venían a dar informes y datos
para perfeccionar las leyes sobre trabajo. En 1880,
bajo el aguacero de críticas de Spencer y de sus pocos
secuaces, el liberalismo inglés estableció el derecho de
los trabajadores a recibir indemnización por los acci­
dentes del trabajo. No hablo de la maravillosa red de
aseguros establecidos para proteger al obrero y des­
pejarle inseguridades, porque eso se hizo en este si­
glo y se va a calificar de verdadero socialismo.
Ya es, por supuesto, cosa de otros siglos la des­ 688
trucción teórica de la pretendida igualdad para con­
tratar entre el patrono y el obrero: el partido liberal
primero y todos los partidos más tarde, están acor-

- 53 -
Alejandro López, I. C.

des en interponer la acción del Estado para restable­


cer la igualdad. Con esa sola infracción habría veni­
do a tierra el famoso dogma.
689 No menos importante ha sido la intromisión de
gobiernos liberales para poner coto a las compañías
y regular su actividad. Las leyes de 1923, para regu­
lar la industria bancaria e impedirles que siguieran
suicidándose por el abuso del crédito que explota y
de la confianza pública que no es patrimonio del ban­
quero sino de la comunidad; la dictadura de la Su­
perintendencia Bancaria que nos ha sido tan benefi­
ciosa; todas esas leyes colombianas que salieron al
fin contra la encarnizada oposición del doctor East-
man, son nada comparadas con las regulaciones ban­
cadas establecidas por los liberales ingleses desde me­
diados del siglo pasado. Tampoco se anduvo corto el
liberalismo inglés en reglamentar la actividad de las
compañías productoras de servicios públicos, hasta
asumir el monopolio de teléfonos y telégrafos o some­
tiendo a los ferrocarriles a un control estricto en cuan­
to a tarifas. Otros servicios, como el de los docks, los
puso bajo el manejo de fideicomisarios públicos y se
gobiernan sin la acción de la política. ¿No fue, pues,
Gladstone el estadista liberal quien desde 1844 aboga­
ba por la nacionalización de los ferrocarriles? Fue el
liberalismo el que estableció las Juntas de Trabajo
(Trades Boards) para fijar los salarios en cada in­
dustria y en cada región. “Y el partido que inventó y
aplicó este principio —dice Ramsay Muir, uno de los
publicistas liberales más prominentes hoy— no puede

- 54 -
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

decirse con semblanza de razón que esté adherido a la


doctrina del laissez-faire”.

En otra parte dice el mismo autor: “El partido 690


liberal ha estimulado el desarrollo de las empresas mu­
nicipales por medio de numerosas leyes. En suma, ha
mostrado que dispone de métodos variados de mane­
jo industrial y que, lejos de estar rígidamente adheri­
do al laissez-faire, ha estado dispuesto a emplear el po­
der del Estado en la reorganización de cualquier em­
presa necesaria para el bienestar público, cuando la
iniciativa privada se ha mostrado incapaz de dar buen
resultado”.

No dejaré a este autor sin citar otro párrafo de 691


su libro Política y Progreso:

“Es verdad que en el partido liberal ha habido un 692


grupo que ha mirado con arraigada sospecha toda me­
dida que implique intervención del Estado en la indus­
tria como una invasión a la libertad. Este elemento
ha sido en veces muy poderoso, especialmente en la
mitad del siglo pasado, cuando contaba entre los su­
yos a Cobden y Bright. Sin embargo la opinión que
identifica al liberalismo con el laissez-faire, es falsa.
Gladstone decía la verdad al sostener que el laissez-
faire no había hecho parte nunca de la doctrina libe­
ral. Los inflexibles oponentes de la acción del Estado
han sido una minoría influyente en el partido liberal.
Es un hecho demostrable e irrefutable que las princi­
pales intervenciones del Estado en asuntos industria­
les, desde la revolución industrial, a fin de proteger al

— 55 -
Alejandro López, I, C.

trabajador contra el excesivo poder de quienes lo em­


plean, han sido obra de la política liberal”.
693 Abra usted ahora su Hobhouse, "Liberalismo”, y
encontrará páginas como esta:
694 “De tal manera que el liberalismo, cuando con­
fronta los hechos, va a formar a muy poca distancia
del socialismo. De nuevo hemos encontrado que a fin
de mantener la libertad individual y la igualdad te­
nemos que extender la esfera de control social. Pero
para realizar los principios del liberalismo, alcanzar
la libertad social y una igualdad viviente en los de­
rechos tenemos que ir más lejos aún. No podemos
asumir que ninguno de los derechos de propiedad sea
axiomático. Debemos ver como obran y considerar
cómo afectan la vida de la sociedad..
695 Ya ve usted, mi amigo Nieto, que no estamos mal
respaldados, apoyándonos en cien años de liberalis­
mo inglés. Y por lo que se me alcanza del pasado li­
beral colombiano, allá también ha habido, como en
Inglaterra, una minoría muy influyente que se apo­
ya en aquel dogma, con tendencias marcadas a ex­
cluir o excomulgar a los liberales que no sean lese-
ferístas.
696 Por si el doctor Eastman redargüyere con uno
de sus sarcasmos acostumbrados que precisamente por
eso el liberalismo inglés se está acabando se le po­
dría contestar: al contrario, fue por haberse dejado
influenciar demasiado por esa minoría por lo que no
está hoy tan pujante el partido liberal como en el

- 56 -
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

tiempo de Gladstone y otros líderes. Lo que agotó a


la larga al liberalismo inglés fue su excesivo entusias­
mo por el empresismo industrial. Tuvieron demasia­
da fe en el progreso industrial como instrumento de
libertad. Edificaron una economía nacional sobre los
escombros del trabajo independiente del campesino y
del artesano, creyendo contrarrestar sus malos efec­
tos con el abaratamiento de los productos. Sin dejar­
se arrastrar por la minoría que reclamaba la no inge­
rencia del Estado en la economía nacional, y rom­
piendo a cada paso el dogma del laissez-faire, el par­
tido favorecía deliberadamente a los empresarios agrí­
colas e industriales, en quienes apoyaba su política,
siendo de orden secundario sus cuidados por la par­
te más débil de la sociedad, niños, mujeres y obre­
ros, cuya causa era predominante para el socialismo
naciente. Durante todo el siglo pasado son muy po­
cos los que se han sustraído a la teoría de que cual­
quier restricción al empresario hiere inmediatamente
al obrero, lo que conduce a esta hipótesis que ha sido
elevada a la categoría de principio indiscutible: el
mejor medio de favorecer a los obreros y de procu­
rarles bienestar es rodear de garantías y de prerro­
gativas al empresario. Esto es, el bienestar de las
clases inferiores se viene buscando indirectamente,
mientras que el laborismo, el socialismo y el comu­
nismo, lo persiguen directamente. Paréceme que el
partido liberal inglés tardó demasiado en comprender­
lo, y mientras tanto la masa obrera tuvo que formar
con un partido que ofrecía cuidar directamente y co­
mo cuestión predominante de sus intereses.

- 57 -
Alejandro López, I. C.

697 Que es precisamente lo que quiero evitarle al par­


tido liberal colombiano. Todavía es tiempo de que el
poder organizado, es decir el Estado, ejerza su acción
en el sentido de defender, ayudar y proteger el tra­
bajo independiente, en lugar de lo que se ha venido
haciendo, por la inercia del Estado o por falta de po­
der directivo inteligente, a saber: darle carta blanca
al propietario de tierras y al empresario industrial, a
fin de que estos alimenten al pueblo con biberón. En­
gordar pulgones para que estos alimenten a las hor­
migas. O, como dice graciosamente el profesor Keynes,
mantener la política económica de las jirafas: a ma­
yor longitud del cuello mayor cantidad de hojas, y que
los animales de orden inferior se alimenten con las
hojas que caen.
698 Se ve esto muy claramente en el problema agríco­
la, que es ante todo un problema agrario que nos em­
peñamos en ignorar. Aquella industria, como casi to­
das las de la actividad colombiana, se basa en una
oferta ilimitada de trabajo manual barato; todo lo que
haga subir el salario, y por consiguiente el standar
de vida de los niveles inferiores, desarticula las em­
presas agrícolas. Los empresarios agrícolas han me­
nester precios altos y salarios bajos que es como si
un perro pretendiese comerse su propia cola.
699 Prueba de ello es que la actividad agrícola, e in­
dustrial especialmente la industria de las edificacio­
nes, no se manifiesta sino en los períodos en que la
inestabilidad de la moneda provoca una fiebre de pre­
cios en alza en que naturalmente salen defraudados

- 58 -
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

los obreros y empleados de la clase media, esto es, los


dos tercios inferiores de la pirámide social. Este jue­
go lo hemos visto, no solamente durante el régimen
del curso forzoso del papel moneda, sino ahora cuan­
do el abuso del crédito extranjero desvalorizó la mo­
neda abajando su poder adquisitivo en el interior.
Todavía es tiempo de que orientemos nuestra eco­ 700
nomía nacional a la francesa, defendiendo, apoyando
y protegiendo el trabajador independiente, campesino
y artesano. Ese es el individuo que merece todas nues­
tras preferencias y prerrogativas. Fortalecer y ensan­
char el número de los hogares de vida independiente
es beneficiar directamente al trabajador. Una labor
inmensa por hacer, una responsabilidad enorme mien­
tras no se haga, porque solo así dotaremos a Colom­
bia de una economía nacional estable. Pero eso no lo
puede hacer sino el partido liberal.

Raíces del individualismo colombiano

Ahora conviene examinar la cuestión por los as­ 701


pectos etnológicos e histórico sucesivamente, pues en
punto tan cardinal de la política económica y admi­
nistrativa de una nación hay que darles voz y voto
a la antropología y a la historia nacional, dos aspec­
tos del pasado que gobiernan el porvenir. Dato fun­
damental es, para el estadista, la cuestión étnica o
conocimiento de las razas sobre que ha de obrarse
como materia prima. En nuestro caso, hay que tener
en cuenta tres cepas constitutivas de la raza, diferen-

- 59 -
Alejandro López, I. C,

teg en calidad y proporciones, con acentuado predo­


minio de la sangre indígena, pues por doquiera pue­
de observarse “el ojo oblicuo de las razas inferiores”
como tan discretamente lo observa un amigo de us­
ted, probablemente es muy de lamentarse que los es­
pañoles no hubiesen llevado a Colombia más perros
de presa, racionales e irracionales, para extirpar la
raza india, pero la verdad es que este elemento étni­
co predomina en nuestra antropología, sea en ejem­
plares de raza casi pura o que la india haya mancha­
do con su insolencia la raza española. La verdad es
que hoy existen apenas contados ejemplares de pura
cepa española, pudiéndose anotar la particularidad de
que la decadencia de esa raza crece en proporción di­
recta a la falta de mezclas, como si a la buena vid
española le hiciese falta injertar en el viejo agraz
americano para que llegue a dar sus más finos lico­
res, siquiera sea estorbar o demorar su completa ex­
tinción, o impedirles que se conviertan en lo que en
el sur de Africa denominan el problema del “blanco
pobre”.
702 Traído al campo de estudio este dato, es proce­
dente recordar este otro: que de las tres razas que
concurrieron a formar la población colombiana actual,
dos vivieron bajo un régimen secular de comunismo,
hasta que el español las disgregó de su medio fami­
liar para someterlas sin transición alguna a un nuevo
régimen; y la tercera, o sea la corriente española,
venía de un régimen que sin ser colectivista, tampoco
era individualista.

- 60 -
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

Aquí conviene hacer una aclaración, porque este 703


término tiene varias acepciones vulgares o corrientes.

Individualismo, como doctrina política equivalen­ 704


te del laissez-faire, que confina a las funciones de se­
guridad y defensa la acción del Estado a la vez que
permite al individuo una acción ilímite e irrestricta,
no era el régimen político y económico que dejaron en
España los colonizadores de América. Allá llegaron
y siguieron viviendo bajo una monarquía absoluta y
paternal que lo regulaba todo y de la que provenía
toda merced. Recuérdense, por ejemplo, las medidas
vejatorias sobre comercio con las Indias, así como las
dictadas para impedir que el oro que llegaba de Amé­
rica saliese de España. Ni fueron los españoles, como
los anglo-sajones, a las Américas, como rebeldes en
busca de libertad individual y huyendo de la opresión.
Individualismo, como antítesis del colectivismo o 705
nacionalización de las tierras y de todos los medios de
producción, distribución y cambio, que es lo esencial
del programa socialista revolucionario o comunismo,
es concepto común de todos los adherentes a los parti­
dos clásicos de Colombia.
Individualismo, en el sentido de que cada unidad 706
persiga fines distintos o los mismos fines de distin­
ta manera, piense y obre a su modo sin prestarse a
la acción colectiva ni a la unidad de acción que con­
siente sacrificios en cambio de un bien común; esto
es, individualismo como equivalente de particularis­
mo, creo que sí es semilla española y que los repre-

- 61 —
Alejandro López, I, C,

sentantes genuinos o falsificados de esa raza se em­


peñan demasiado en preservarla.
707 Individualismo, en la estructura de la familia,
esto es, formación individualista de la familia mis­
ma, como en Inglaterra, donde cada unidad se ve
obligada a bastarse a sí propia, a vivir independien­
te desde la adolescencia sin depender de la familia
pero sin aceptar sus yugos, donde el medio es impla­
cable y frío en la formación de cada unidad; ese in­
dividualismo ni existió ni existirá nunca en España,
en donde predomina la formación comunitaria que
tiende a establecer el comunismo familiar, entendien­
do por familia toda la parentela, en que flotan y su-
sisten los débiles a expensas de los más aptos. No
hay que olvidar que en los pueblos sajones el indivi­
dualismo político-económico es eco de la formación
individualista de la familia, y de la religión, que se
funda en el examen individual.
708 De manera, pues, que la raza blanca no solamen­
te no llevó la tradición individualista a Colombia, si­
no que aportó por lo menos el comunismo familiar a
un medio colectivista de suyo, un poco reforzado tam­
bién por las tradiciones del elemento africano.
709 Se podría probar fácilmente que en Colombia no
hemos sido remisos a las tradiciones raciales. Para
comprobar que hoy somos todos más o menos inter­
vencionistas y que reclamamos en todo y a cada paso
la ayuda del poder colectivo, no hay sino que ojear
las actas de los cuerpos de elección popular, congre-

- 62 -
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

sos, asambleas o concejos, o las de las asociaciones


gremiales, cuerpos científicos o congresos industria­
les, etc., sin excluir las Cámaras de Comercio. Por
excepción se deja oír en esas juntas, asambleas o aso­
ciaciones una voz que se oponga a medidas del más
extremado colectivismo, sea cual fuere el origen de
su elección, intervenga o no la política en las delibe­
raciones. Es este un hecho tan notorio que sobran los
ejemplos, los cuales serían tan variados como instruc­
tivos. Citar casos sería indiscreto fuera de inútil.
Hasta las instituciones o academias científicas nece­
sitan la ayuda del Estado. Explicar estos u otros ca­
sos semejantes por la simple tendencia a la burocra­
cia es tan sencillo como falso. Es la masa toda de la
opinión gobernante y pensante la que espera, deman­
da y exige que el Estado intervenga, obre y ayude.
Es la opinión dominante, la que se hace oír, sean li­
berales o conservadores, agricultores o industriales,
amen o detesten al gobierno, los que esperan del Es­
tado que haga lo que nadie hace, que inicie lo que
nadie quiere iniciar, una acción directiva tan nume­
rosa y variada, que no parece sino que la opinión do­
minante se hubiese propuesto desacreditar el inter­
vencionismo, llevándolo a todas las exageraciones a
que él se presta.
Si alguien quisiere poner a prueba esta afirma­ 710
ción de que la casi totalidad del pueblo colombiano
es adversa al principio de política administrativa co­
nocida con el nombre de laissez-faire, no tiene que
ver sino con cuánta malicia y astucia se rehuye men­
cionar ese punto concreto en los programas de parti-

- 63 -
Alejandro López, I. C.

do y en las proclamas de los candidatos a la Presi­


dencia de la República. Ni aún los conocidos parti­
darios del nihilismo administrativo lo confesarían
francamente en cuanto se idean postulados para esa
candidatura, a pesar de que es en esas proclamas, no
en los programas específicos de los partidos, en don­
de se promete hacer la felicidad de los pueblos sí le
dan el triunfo al postulante. Sería divertido ver las
consecuencias de una declaración en que el candidato
ofrezca limitarse a dar seguridad y defensa, redu­
ciendo el presupuesto a simples gastos de gendar­
mería.
711 No era, hay que convenir en ello, el pueblo co­
lombiano tan manifiestamente intervencionista hace
cincuenta o sesenta años. La causa de ello no hay
que atribuirla a las ideas extremadamente individua­
lista de los jefes de uno y otro partido, sino al esca­
so desarrollo económico del país, en que todo lo ab­
sorbía la tarea de consolidar el orden interno, la edi­
ficación de la estructura nacional y la obra de des­
pojarnos del método revolucionario. En cuanto nos
sentimos curados de la peste de la guerra intestina
empezamos a pretender la acción del Estado. Preci­
samente ese fue el postulado con que se inició la dic­
tadura del general Reyes; y es tan cierto lo que ven­
go diciendo, que es muy de temerse que en un futuro
nada lejano el tipo del hombre de acción capte en su
favor la antipatía que le vamos teniendo al “nihilis­
mo administrativo” de que nos hablaba el gran jefe
inglés que compartió la jefatura de su partido con
Lloyd George.

- 64 -
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

Otro motivo hondo le atribuyo al despertar de 712


la conciencia intervencionista que dormía en nosotros.
Queda atrás anotado que el pueblo colombiano apren­
de más por reacción que por estudio. El caso viene a
pelo. La experiencia acumulada desde los buenos tiem­
pos de la Constitución de Ríonegro nos curó de toda
veleidad teórica por el laissez-faire y nos lanzó por
reacción al socialismo de Estado, sin que de ello nos
diéramos cuenta.

El Estado administrador
Al joven colombiano que desee completar sus es­ 713
tudios teóricos de economía con el de los fenómenos
históricos de su país, se le puede recomendar la inves­
tigación del siguiente tema: enterarse de las concesio­
nes y larguezas del Estado colombiano en su deseo de
asegurar las construcciones férreas más indispensa­
bles, seguir el curso de esas concesiones, explicarse sus
vicisitudes y ver en que pararon, con un balance final
de pérdidas y ganancias. Para mayor imparcialidad
en el planteo se le ruega no omitir ninguno de los fe­
rrocarriles, así los que resultaron en un trozo de ca­
rrilera como los que no pasaron de la consabida in­
demnización ; los que se contrataron con compañías ex­
tranjeras, como los de las compañías nacionales o seu-
do-nacionales. De Puerto Wilches al Ferrocarril del
Cauca: del Ferrocarril de Santa Marta al del Norte;
del de Antioquia con Punchard Nactaggartm Lowther
& Co. al de Girardot; del Tolima y Sur a Cartagena-
Calamar, sin omitir esas maravillas de concesiones de
La Dorada y Puerto Colombia, con sus consecuencias

- 65 -
Alejandro López, I. C.

hasta hoy y cálculos a que se prestan en un mañana


hipotético. No a modo de contraposición que prejuzgue
el estudio, sino como indicación conveniente, puede en
seguida notar —como no ha podido menos de notarlo
todo colombiano— el contraste con la empresa casi ofi­
cial de la Sabana, con el Ferrocarril de Antioquia en
cuanto ese departamento asumió la administración de
su vía férrea; y como ejemplo único, la admirable em­
presa íntegramente colombiana de Cúcuta, única en
su género; y si no anoto lo mismo respecto al Ferro­
carril de Amagá, es porque esa compañía, que tan po­
co dio que hacer —exceptuando ciertos atentados con­
tra las garantías individuales— al fin acabó como las
otras: con una concesión a perpetuidad sin un centa­
vo en caja para realizarla. La Compañía Nacional del
Ferrocarril del Cauca había tendido más rieles que
ninguna otra empresa cuando se le compró la conce­
sión, con beneplácito de todos, no obstante su admira­
ble y organizado trabajo, lo que prueba que aún en
casos como ese, que parecía una excepción, el público
había convertido en principio administrativo su amar­
ga experiencia. Otro dato que conviene aportar es este:
hasta 1920 la mayor parte de la deuda colombiana, en
realidad toda la inglesa, menos la consolidada, prove­
nía de indemnizaciones por cancelación de concesiones
extranjeras.
714 Es una doliente historia, que el estudiante puede
aprender con provecho; en parte está relatada en el
libro Ferrocarriles colombianos del doctor A. Ortega
Díaz. En los contratos todo era concesiones sin mayo­
res compromisos; cláusulas emboscadas, privilegios

- 66 -
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

gangas, tierras por cientos de miles de hectáreas, de­


rechos y prerrogativas. Así y todo, al terminar el siglo
pasado solo había quinientos (500) kilómetros en todo
el ámbito de la república actual. La iniciativa privada
no se dejaba ver por parte alguna como no fuese en
emboscadas de indemnizaciones o derechos sin debe­
res. Unos pocos ferrocarriles construidos en puntos
estratégicos en que los concesionarios sabían esperar
y esperaban.

No es de extrañarse, por consiguiente, que las 715


obras públicas que se han considerado necesarias des­
de hace muchas décadas para darle algún movimiento
al país y algún trabajo a la población se exijan ahora
de la acción directa del Estado, puesto que la inicia­
tiva privada fracasó siempre, aun vigorosamente auxi­
liada por el Estado.
El general Reyes compró el Ferrocarril del Sur y 716
puso término a la interminable Concesión Liévano. El
gobierno republicano compró el del Tolima y casi fi­
nalizó la compra del de Girardot. El del doctor Con­
cha compró parte del Norte. El del doctor Suárez el
del Cauca, el de Ospina remató la farsa de la Compa­
ñía del de Girardot y puso fin a la Concesión del Nor­
te, que luego legalizó y pagó ayer no más el doctor
Abadía. De manera que puede decirse que no ha habi­
do administración alguna durante este período de paz
interna que no le haya añadido algo a la intervención
del Estado en materia de vías férreas. Y es justo aña­
dir que todos esos gobernantes contaban con la apro­
bación casi unánime de la opinión pública al comprar

- 67 -
Alejandro López, I. C.

y construir ferrocarriles. Hoy todo el mundo clama


porque se realice la compra del de Santa Marta, ya
autorizada legalmente, y hasta la de otros también
autorizadas. Puede decirse que la única compra que
nadie aprobaría es la del Ferrocarril de La Dorada,
que se desvalorizará antes que sus administradores lo
hagan absolutamente intolerable dentro del organismo
nacional.
717 Por si las enseñanzas de nuestra historia ferro­
carrilera no fueran suficientes para reforzar la ten­
dencia inconscientemente “estatista” de nuestra ciu­
dadanía podemos volver los ojos a las empresas mu­
nicipales de servicios públicos, comenzando por el tran­
vía de Bogotá, siguiendo con la concesión de energía
eléctrica de Medellín, con todos los incidentes que
obligaron a la totalidad de los contribuyentes de mi
ciudad natal a no tolerar empresas particulares en
ningún servicio público; y sin dejar que las desventu­
ras del manejo de las empresas oficiales de Bogotá,
pasajeras y tolerables nos obscurezcan el sentido has­
ta olvidar los incidentes del teléfono de esa ciudad.
Cartagena y Barranquilla, Cali y Manizales podrían
también aportar a la discusión casos pertinentes que
explicarían la marcada tendencia de todas esas ciuda­
des a la propiedad pública en los servicios públicos,
agua y energía, tranvías y teléfonos, ferias y mercados.
718 El estatismo del pueblo colombiano lo han forja­
do a martillo, paso a paso y hora por hora, los conce­
sionarios y contratistas de las obras y de los servicios
públicos. Es una experiencia acumulada y una lección

- 68 -
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

lenta y difícilmente capitalizada como razón en acto.


Todo lo habríamos tolerado pacientemente, demoras,
prórrogas, recortes de deberes, mala fe y codicia, in­
demnizaciones y mal servicio, menos la insolencia de
empresarios que pretenden tratar al Estado como de
potencia a potencia, y aun superponerse a él, aprove­
chando las debilidades del gobierno para canalizarlas
en imposiciones al Estado. Ahí tenemos el Ferrocarril
de la Dorada como una paja, mejor, como una viga en
el ojo, ofendiendo cada hora y en cada movimiento el
sentimiento de nacionalidad, arrojando a la vía los sa­
cos del correo nacional y dictando en todo sus condi­
ciones. Ahí tenemos al Ferrocarril de Barranquilla im­
poniéndosele al país un recargo de 15% por muchos
meses en los fletes marítimos y barajando sus bienes
para el próximo arreglo con la Nación. Pero no hay
necesidad de particularizar. Saque usted la concesión
del Ferrocarril de Cúcuta, nacida y conducida a codal
y escuadra, y el contrato para perforar el Túnel de la
Quiebra; examine luego los mil contratos y concesio­
nes de obras públicas nacionales, departamentales y
nacionales, y si va a contar los que hayan sido ejecu­
tados de buena fe, con rectitud y sin encarársele al
Estado en alguna forma, le sobrarán dedos de una ma­
no en la suma.

Hechos positivos refuerzan esta actitud del pú­ 719


blico colombiano. Por encima de la fatal sentencia de
Adam Smith, cuando declaró malos administradores
a todos los gobiernos de todos los tiempos, en Colom­
bia hay vivos ejemplos de lo contrario. No se necesita
emplear el esmeril del patriotismo o del optimismo

- 69 -
Alejandro López, I, C,

para alisar rugosidades a fin de poder declarar que


hay empresas oficiales, como las Empresas Públicas
Municipales de Medellín, el Ferrocarril de Antioquia
o el de Caldas, así como la construcción por cuenta de
la nación del Ferrocarril del Pacífico, cuya eficiencia
iguala y aun supera la eficiencia de las empresas pri­
vadas, cuyas dolamas nadie quiere buscar ni descu­
brir, pues a la vista están administraciones de empre­
sas particulares colombianas que apenas merecen un
gesto de desprecio, o el silencio que corresponde a la
ineptitud que no nos perjudica directamente.
720 Al estado sencillamente pastoral de nuestra in­
dustria pasada correspondían administraciones públi­
cas de eficiencia inmensurable, puesto que la acción
de alcaldes y prefectos carece de medidas concretas de
eficiencia o de progreso. La acción oficial en las obras
públicas nos ha dado al menos un criterio para juz­
gar y residenciar a nuestros gobernantes. Lo que no
hizo la pésima contabilidad de los votos eleccionarios
lo está haciendo ahora la contabilidad de los ferroca­
rriles del Estado. La materia administrativa se ha hu­
manizado y está educando a gobernantes y gobernados.
La prueba es que en Antioquia se mide al goberna­
dor no como jefe de alcaldes y de gendarmería, sino
como presidente de diversas juntas administrativas de
obras e impuestos.
721 La educación primaria de gobernantes y gober­
nados para ajustarlos a convivir en paz y arreglar
amigablemente sus diferencias, costó altísimo precio
en sangre y dinero. La educación secundaria, ésta de
prestar servicios públicos concretos, indudablemente

- 70 -
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

nos va a costar mucho dinero. Las concesiones y con­


tratos no han resultado más baratos y en lugar de
educarlos han sido motivo de frecuentes humillaciones
del sentimiento nacional.
Bien se que se va a objetar que aquellos negocia­ 722
dos fueron obra de partido o de manos ineptas, igno­
rantes o corrompidas. Bien se me alcanza que en estas
materias el último que llega es perfecto y pretende dar
la norma precisa que no dieron sus antecesores ni
darán según él mismo sus sucesores, por lo cual cada
uno se apresura a hacer un contrato que teme dejar a
otras manos. Esa presunción es una de las causas de
la discontinuidad de nuestra política administrativa.
Recuerdo haber celebrado muy sinceramente el arre­
glo que se hizo en 1912 para sanjar las diferencias con
la compañía concesionaria del Ferrocarril de Puerto
Wilches; nadie pudo imaginarse entonces que en 1920
habría que lanzar la emisión de ese año en Inglaterra
para pagarle porque abandonaran el proyecto y deja­
ran construir el ferrocarril.
Estos ensayos de aprovechamiento de la iniciati­ 723
va particular para resolver nuestros problemas de
servicios públicos con una mínima acción del Estado
obraron en el cuerpo nacional como una vacuna inmu-
nizadora contra la peste de las concesiones. Preferi­
mos que el Estado cometa otra clase de errores me­
nos graves, pero que no se liquidan al menos en las
cancillerías extranjeras.
El Estado activo no pretende hacer la felicidad 724
de los pueblos. Ya lo dijo Herbert Spencer en el título

- 71 -
Alejandro López, I. C.

de uno de sus ensayos: “La felicidad se busca indirec­


tamente”. Otro tanto ocurre con la buena reputación
y otros varios beneficios que, buscados directamente,
exhiben al interesado como un tonto. Lo que el Esta­
do puede y debe hacer es atacar las causas de infeli­
cidad o al menos aminorar sus efectos. Claro está que
la inseguridad que el individualismo acepta como ex­
clusiva función es una de esas causas de infelicidad.
Fácil tarea sería señalar algunas otras. Ya usted con
argumentación numerosa y decisiva señaló cuán ab­
surdo sería ver el Estado ausente mientras se suceden
males que, por ser comunes, no son responsabilidad
de nadie. Nosotros tenemos una contestón distinta de
las tareas y responsabilidades del Estado. Lo conce­
bimos como una cooperativa para llevar a cabo obje­
tos colectivos que quedan fuera de la acción indivi­
dual. Nadie sufre daños tan graves en un camino que
ello le pague asumir por cuenta propia su arreglo; pe­
ro todos los transeúntes juntos, sumados los de todos
los caminos forman una cooperativa cuyo gerente es
justamente el Estado, y el arreglo les ahorra averías
a todos, aún descontado el impuesto respectivo.
725 La estadística, por ejemplo es necesaria en todo
pueblo organizado y culto. Pero es labor que ningún
ciudadano puede, ni debe ni quiere hacer por cuenta
propia. Hacer estadística nacional no es obra de se­
guridad ni de defensa.

La pasividad estatal y sus consecuencias


726 La teoría del nihilismo administrativo nos impe­
diría gastar un centavo del presupuesto en combatir

- 72 -
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

y desalojar de sus fuertes posiciones actuales al palu­


dismo y la anquilostomiasis, esto es el anofeles y el
parásito intestinal, que minan la población y agotan
las fuerzas humanas. Para combatir el anofeles y des­
truir los criaderos de mosquitos, alrededor al menos
de ciudades que pretendemos abrir al tráfico mundial,
como Barranquilla, por ejemplo, tendríamos que res­
petar la libertad que cada ciudadano tiene hoy de
mantener charcas en sus casas o malos desagües. Co­
mo la tarea del Estado individualista es simplemente
defensiva, tendríamos que esperar a que la pobre gen­
te campesina se entere del germen de la anemia, de
que es enfermedad fácilmente curable y sienta la ne­
cesidad de hacerse extraer los parásitos estomacales
que le reducen la energía vital a un mínimo, hasta vol­
verla perezosa y mendicante. El Estado pasivo no po­
dría hacer otra cosa que recoger los mendigos y asi­
larlos, sin atacar esa causa de infelicidad y miseria.
Todo ello porque esas enfermedades eran desconocidas,
o al menos sus causas, en el tiempo en que prevalecían
las ¡deas del radicalismo filosófico. Y cuentan que por
ahí hay una teoría hoy muy acreditada que atribuye
la decadencia de los países del Mediterráneo y hasta
de la comarca del sur de Rusia, a los estragos del ano­
feles y otros bichos, que las pobres gentes ignorantes
soportan como males crónicos incurables, pero que son
incompatibles con un grado aún mediano de civiliza­
ción.

Usted y yo, y miríadas de nuestros conciudadanos, 727


encontramos bastante empírica esta concepción del Es­
tado impasible y pasiva, y, teniendo, en mientes que el

- 73 -
Alejandro López, I, C.

espíritu liberal es de suyo inclinado a hermanarse con


el espíritu científico, aspiramos a que el Estado pon­
ga al profesional más bien que al gendarme al servi­
cio de la ciudadanía; partimos de la base de que el es­
tadista colombiano tiene a su cargo velar por los inte­
reses de una gran masa pasiva, que espera aún con
exceso que sus jefes le interpreten sus necesidades y
demandas.
729 ¿Y qué diríamos del Estado que en lugar de usar
la gran fuerza que en él ha concentrado la ciudadanía
en remover o extirpar causas de infelicidad las agrava
y empeora por incompetencia fiscal?
730 El Estado individualista de los cien años pasados
estableció y conservó el monopolio de la producción y
venta de licores destilados como principal recurso fis­
cal y, siguiendo la fórmula de la mínima intervención
se arrendaba el monopolio a individuos o compañías
que lo administraban por períodos dados, ya fuese pa­
gándole al Fisco una suma anual o un derecho de pa­
tente. En ambos casos se creaba un potente interés
en la propagación del consumo de bebidas alcohólicas,
aunque sería difícil determinar cuál de los dos sistemas
era más efectivo en la propaganda alcohólica, si el de
producción y venta exclusiva del monopolio o el de
varios productores patentados compitiendo entre sí por
la producción y mayor venta; lo importante es señalar
que en ambos sistemas el productor obraba con abso­
luta libertad para procurarse las mayores ganancias,
las cuales, en esta como en toda otra industria, depen­
dían de la habilidad para ensanchar la demanda. En
- 74 -
Liberalismo Clásico y Neolib erotismo

realidad era condición expresa del contrato de arren­


damiento o de la concesión de la patente que el Estado
se abstuviese de imponer trabas que pudiesen mermar
la demanda del artículo, y el éxito de rematador de­
pendía de dos factores; de la medida en que engañara
a! gobierno en el canon de arrendamiento estipulado, lo
que sucedía en mayor o menor escala, reflejando sobre
el Estado la consagrada fama de ineptitud; y la me­
dida en que cada empresario lograse extender la de­
manda, en lo cual eran algunos de ellos verdaderamen­
te geniales. Apenas podrá concebirse un sistema más
eficaz y efectivo para corromper a todo un pueblo y
fomentar la infelicidad, como no sea el papel moneda.
Durante el régimen del curso forzoso y de los remates
de licores, las clases inferiores y medias de Colombia
eran cosidas como a pespunte de zapatero por estos
dos engendros del averno, el papel moneda y el alcohol.
El programa parecía este: alcoholizar a los hombres
y hacer a la mujer víctima del alcoholizado.

De paso conviene hacer notar la libertad absoluta 731


de que han gozado los empresarios del alcoholismo, y
esto otro: que el alcohol fue uno de los primeros mo­
tivos del empresismo en Colombia y fue origen de
grandes fortunas.

Ese estado natural de cosas se prolongó por todo 732


un siglo de vida republicana. A medida que el Estado
iba aprendiendo su papel de sacarle un máximo rendi­
miento a esa renta, los rematadores y productores pa­
tentados perfeccionaban sus métodos de defensa, exten­
diendo la demada. El Estado no intervenía sino como
- 75 -
Alejandro López, I. C.

publicano y gendarme, aunque loa rematadores tam­


bién mantenían sus gendarmes con derecho a violar
domicilios. Por espacio de una centuria el Estado im­
pasible y pasivo vio sucederse los cuatro procesos si­
guientes: propaganda irrestricta para activar el con­
sumo de bebidas alcohólicas; limitación de las garan­
tías individuales a favor de los rematadores empresa­
rios, a fin de que estos pudiesen perseguir eficazmente
el contrabando; enriquecimiento de unos cuantos em­
presarios, como base del empresismo naciente; des­
crédito del Estado por activa y por pasiva: porque se
dejaba engañar y porque se debía cruzarse de brazos
mientras los empresarios del alcoholismo violaban el
domicilio privado y organizaban, fomentaban la orgía
popular en toda fiesta religiosa o profana.

La intervención positiva
733 Para hacerle frente a estos cuatro procesos pa­
ralelos había que saltar del laissez-faire al interven­
cionismo, organizando de nuevo ese recurso fiscal de
manera que cada voluntario bebedor pagase el im­
puesto correspondiente y el Estado quedase en liber­
tad y capacidad de restringir la demanda poco a poco,
a medida que perfeccionase su organización. Esto de­
jaba, por supuesto, una puerta abierta para que la hi­
pocresía y el interés herido ridiculizasen al Estado pro­
ductor y vendedor de bebidas alcohólicas, como si ceder
a otros el derecho fuera absolución completa.
El autor de estas líneas confiesa sus graves res­
ponsabilidades en la reforma, más lo único que siente

- 76 -
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

es haber tardado en lograr que en Antioquia se orga­


nizara la administración oficial de esa renta, lo que dio
motivo para que en el curso de la lucha por obtener
esa reforma, que duró ocho años, el Departamento del
Valle se hubiese anticipado a establecerla, figurando
como avanzada de tan importante innovación, prece­
dencia ciertamente envidiable; pero hay que tener en
cuenta los intereses creados con que se luchaba. No era
solamente el interés de los rematadores el que había
que vencer, sino la inercia de los más y los temores
de los que preveían la ruina fiscal. Innecesario es aña­
dir que tanto el Valle como Antioquia empezaron a re­
cibir inmediatamente las gruesas sumas que antes re­
caían en los empresarios.

Este buen éxito repercutió bien pronto en el Con­ 734


greso, y en 1923 se dictaron leyes que prohibían a los
departamentos volver a arrendar la renta de licores y
ordenaban la administración oficial en cuanto termi­
naron los contratos pendientes. La generalización del
sistema de administración departamental tampoco se
llevó a cabo sin vencer grandes resistencias y temores,
y al fin la reforma quedó consagrada de manera na­
cional en 1928, junto con varias medidas que tienden
a restringir el consumo de bebidas alcohólicas, con lo
cual vino el Estado a asumir una actitud firme frente
al grave problema, al cabo de más de un siglo de vida
republicana. Mientras los departamentos se resuelven
a aplicar de buena fe (aunque se les disminuyan los
ingresos fiscales) las leyes restrictivas, al menos se ha
conseguido el principal objetivo, que era suprimir la
propaganda; ya no se organizan francachelas para

- 77 -
Alejandro López, I, C.

aumentar y extender el consumo. Y estamos en vía de


aminorar esta causa de infelicidad del pueblo colom­
biano, y sobre todo de la mujer colombiana. Recuerdo
que cuando luchaba en la Asamblea de Antioquia por
derrocar este sistema de los remates y enriquecimien­
tos, pedí a mis honorables colegas que tuviesen en
cuenta el voto de las mujeres, que había sido unánime,
desde luego.
735 No se dirá que ese sistema disparatado de progre­
sar el consumo de alcohólicos, enricar a unos cuantos,
dar patente de atropello a los particulares y desacredi­
tar el Estado sea dogma liberal o consecuencia inevita­
ble de un dogma liberal. Al contrario, es consecuencia
natural y lógica del espíritu genuinamente liberal li­
brar estas campañas que tienden a limitar en sus efec­
tos las causas de infelicidad y de miseria, de derribar
privilegios, a estatuir una recaudación más racional del
impuesto, y a aumentar el poder del Estado para hacer
el bien o evitar el mal o sea: a capacitarlo para pres­
tar servicios sociales, que es su verdadera misión.
736 Abusando de la paciencia de usted y de toda otra
persona que llegue a leer esta exposición, voy a permi­
tirme citar, para mayor abundamiento, otros pocos ca­
sos en que la ausencia del Estado, que se produce al
dar “libre juego a las fuerzas económicas” suscita in­
justicias de aquellas que un partido liberal está lla­
mado a combatir incesantemente.
737 Es costumbre general que en todas partes se pa­
guen los salarios por períodos semanales. Ya sabe usted

- 78 -
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

que aquí en la Gran Bretaña se pagan semanalmente


hasta los empleados de nómina: los obreros reciben
su salario de la semana los sábados, y la costumbre
del week-end o descanso de medio día los sábados, les
permite efectuar sus compras en los mercados o ferias
de villorios y barriadas, con lo cual se aumenta el poder
adquisitivo del salario. En Colombia es esa también
la costumbre general. En campos y aldeas se pagan los
salarios los sábados, efectuándose el mercado público
los domingos: en las ciudades que tienen su mercado
general los viernes el pago se efectúa los jueves, lo
que permite a las mujeres comprar regateado en las
plazas en lugar de pagar recargos en las tiendas de ví­
veres. ¿ Qué explicación tiene el pago de salarios y suel­
dos por décadas? Comodidades de la contabilidad sin
miramiento alguno por las pérdidas que ello implica
para el personal de las empresas. Socialmente esto tie­
ne una doble repercución: precios caros fuera de mer­
cado y, lo que es peor, se obliga al personal a vivir
endeudándose en las tiendas, con fuerte recargo de
precios.
¿Qué explicación tiene el pago de salarios y sueldos 738
por quincenas o por mensualidades? ¿Por qué la parte
más pobre de la sociedad se ha de ver obligada a tra­
bajar tanto tiempo sin recibir su salario, esto es, a tra­
bajar concediéndole un crédito a su patrono? Este in­
terrogante hay que dejarlo abierto, pero si algún día
hemos de ser gobierno lo cerraremos inmediatamente,
decretando el pago semanal para todo ser viviente.
En Europa está prohibido desde hace tiempo pagar 739
salarios o sueldos en géneros. Ya vimos que esa fue

- 79 -
Alejandro López, I. C.

una de las primeras intervenciones del partido liberal


inglés en el recinto de la empresa industrial. En Francia
están prohibidos hace tiempo los economats. En Co­
lombia florece la proveeduría a la sombra de la inercia
social. Es herencia española, cuando la escasez de la
demanda y la falta de vías mantenía aisladas las em­
presas agrícolas o mineras, por lo cual el empresario
alimentaba a sus trabajadores y les vendía ropa, lico­
res, golosinas y todo cuanto un individuo imprevisor
puede aceptar cuando no desembolsa inmediatamente
el dinero que le cuesta el artículo. Ese régimen ha sub­
sistido y prosperado durante la República. El sistema
es cómodo y lucrativo. El empresario le vende al fiado
a su subalterno, reservándose el derecho de cubrirse
al pagar el salario. Es una venta sin competencia y
sin riesgos. El obrero nada recibe el día del pago, y
en ocasiones apenas alcanza a abonar la suma deven­
gada en una cuenta más o menos auténtica. En tanto
el empresario prospera por partida doble: ganancias
en la empresa y utilidades en la proveeduría. De ahí
surgió, indudablemente, la costumbre del pago men­
sual, que no era en realidad sino una liquidación por
meses transcurridos. Ya sabemos todos que el incon­
veniente de vender a crédito es la inseguridad del pago;
con ese sistema se suprime todo: la inseguridad de
la demanda y la inseguridad del pago. Pero no falta
quien encuentre el sistema verdaderamente caritativo
por parte del empresario, pues si el patrono no le con­
cede crédito a su obrero ¿quién se lo concederá? Y en
tal caso el obrero, se agrega, hasta moriría de hambre.
Es un sistema verdaderamente paternal, aunque el
obrero sale desplumado.

- 80 -
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

Menos mal si este abuso no condujese a otro se­ 740


mejante y congruente. No sé si por causa de leyes na­
cionales o como medida de policía que regía en varios
departamentos, que yo sepa, la verdad es que existían
o existen medios legales coercitivos para hacer volver
al obrero, del lugar donde estuviere, por remoto que
sea, a trabajar a la empresa de donde hubiera salido
dejando deudas a cuenta de trabajo. Engrana esto en
aquello. Se le venden al obrero golosinas y licores a
cuenta del salario; si se queda trabajando sale des­
plumado por la proveeduría; si se va, bastará que el
empresario se queje al alcalde de su lugar, quien in­
mediatamente exhorta a su colega del lugar de la nueva
residencia del obrero, a fin de que lo obligue a volver
a trabajar hasta extinguir la deuda. Ignora uno estas
cosas hasta que le toca ver casos que indignan. Mi ex­
periencia personal, con pobres gentes de mi dependen­
cia, me obligó a plantear el caso en la Asamblea de An­
tioquia y aunque hubo serias resistencias y no faltó
quien arguyese que la medida sería contraria a los in­
tereses del obrerismo, puesto que en tales condiciones
nadie les anticiparía dinero a cuenta de trabajo (o go­
losinas y licores de la proveeduría), se aprobó la orde­
nanza que prohibía a la autoridad intervenir en el co­
bro de deudas de trabajo. Pero hasta donde llega mi
información del mismo régimen subsiste todavía en
otros departamentos. Es un aspecto brutal del consor­
cio entre el Estado y la empresa industrial.

Volviendo a las proveedurías, conviene anotar aquí 741


que este sistema de pagar en géneros es bastante em­
pleado en las empresas de la costa atlántica. Ya sabe-

- 81 -
Alejandro López, I. C.

mos todos, por dolorosas ocurrencias de repercusiones


nacionales, que allí hay empresas en donde no se les
paga a los obreros su salario sino cada quince o vein­
te días, sistema que (lo repito) parece ideado a fin de
obligar al obrero a proveerse en las proveedurías de
la misma empresa. Denuncio, además, ese sistema co-
originador de un fuerte interés en importar víveres
extranjeros, lo que ha sido causa de que la región cos­
tanera siga indefinidamente haciendo parte del siste­
ma económico de otros países, sin que existan mayores
probabilidades de ligar esa zona al sistema económico
nacional. El día que logremos introdcir una reforma
legal que prohíba en absoluto el pago de géneros, obli­
gando a todo empresario a efectuar en dinero el pago
de todo jornal sin deducción alguna, ese día consumi­
rán las familias de la costa los víveres de procedencia
nacional, y habrá más demanda de frutos nacionales
como incentivo para la agricultura de esas regiones.
742 Ahí tiene usted, amigo mío, tres intromisiones del
Estado en los dominios de la empresa privada que nos
van a excusar los intransigentes partidarios de la doc­
trina del laissez-faire, pues si algún día hemos de asu­
mir los liberales la administración del país, habremos
de violar las libertades absolutas del empresismo co­
lombiano para prohibirle:
743 Que paguen a los obreros en otros días que los
semanales.
744 Que paguen en géneros los salarios o sueldos.
745 Que hagan la menor deducción en los salarios, por
cualquier motivo o pretexto.

— 82 -
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

Que concierten a sus obreros, obligándolos a tra­ 746


bajar por deudas de cualquier género.

Si agregamos la obligación de albergarlos en cam­ 747


pamentos aseados, sanos y decentes, y la de hospita­
lizarlos en casos de personal numeroso, tampoco me
parece mal; pero le advierto que estas dos medidas
completan las reinvidicaciones de los obreros de la Zo­
na Bananera, si se exceptúa la exigencia de mayor sa­
lario, y es tan imposible conseguir esas reformas ahora,
que ya sabe usted que a esos obreros les costó una
formal sangría el pretenderlo.

Estas medidas y otras análogas, como la prohi­ 748


bición de emplear a obreros y campesinos como policia­
les ocasionales sin retribución alguna, se deducen na­
tural y lógicamente de uno de los renglones del pro­
grama liberal que las engloba: defender, proteger y
ayudar al trabajador y su hogar.

El anticuado dogma que he venido estudiando no 749


es, a mi entender, tema de simple controversia acadé­
mica sino punto sustancial y céntrico de la política
del país. Sitiar al viejo partido liberal dentro de ese y
otros dogmas doctrinarios es, aparte de despojarlo de
su carácter esencialmente renovador y positivo, de­
clararlo inhabilitado para ejercer el poder, reconocien­
do el conservador, como único partido organizador y
digno de gobernarnos, no obstante el desgaste que ha
sufrido en nueve lustros de mando. Ya hemos visto
que ni la desorganización del partido liberal, ni los
errores conservadores, ni una activa propaganda, lo­

- 83 -
Alejandro López, I. C.

graron la creación de un tercer partido. También se ha


visto que las otras dos teorías con que han pretendido
cubrir su resignación o su inercia algunos liberales, la
de la infiltración de principios y métodos y la de la
cooperación en el Ejecutivo, no dieron otro resultado
que desacreditar y desgastar al partido liberal sin me­
jorar la situación política, involucrar las ideas y bara­
jar y desvanecer las responsabilidades. Entre tanto el
país sufre con el desgaste y las divisiones conservado­
ras. Las crisis que se acentúa al entrar el año de 1930
no es solamente financiera y económica sino moral y
política. El país ha perdido crédito interno y externo;
ha perdido también la confianza en sus hombres. En
las postrimerías del régimen liberal se volvieron into­
lerables el desorden y la anarquía, y era general la
creencia de que el partido gobernante era ya incapaz
de contrarrestarlos. Hoy nos aboca la desconfianza y
nos aniquila el descrédito, ni tenemos fe ni nos dan la
fe del crédito, y hemos llegado al desorden y la anar­
quía por vías diferentes, con el mismo sentimiento de
impotencia para remediarlo. Pero el restablecimiento
de la fe y la confianza no es obra de la fuerza orga­
nizada ni de medidas adjetivas. En vano esperaríamos
volver a la normalidad por medio de empréstitos ex­
tranjeros. Para restablecer la normalidad tenemos que
provocar un renacimiento moral y económico como base
de una política racional y sincera, pero ese renacimien­
to no puede engendrarlo un partido desgastado en el
poder y con políticos desacreditados, cuya única dis­
culpa es haber contaminado a los hombres de la opo­
sición. Se excusa la actual, evidente desmoralización
del país, alegando que es general. Es esa precisamente

- 84 -
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

la gran responsabilidad de los dos partidos históricos:


la del conservador, por haber procurado por cuantos
medios ha tenido a mano la descomposición liberal,
como si lo que este pierde lo ganara el otro partido o
el país; como si democratizando los métodos nuñistas
estos se tornan aceptables; la del partido liberal por
haber pretendido cumplir sus responsabilidades para
con la Nación infiltrándose o fundiéndose en el parti­
do gobernante, olvidando, que lo odioso y execrable
del doctor Núñez no era la traición sino la corrupción
que adoptó al cambiar de partido. Llevamos veinte
años de situación política irregular en demasía, en que
la juventud de uno y otro partido desempeña papeles
nimios y plebeyos. La juventud liberal nace a la vida
pública sin esperanza de que su partido llegue algún
día al poder y le brinde un campo fecundo de realiza­
ciones inspiradoras de sacrificios y de renunciamientos.
La juventud conservadora, tan generosa como liberal,
surge sin más aliciente que la conservación y defensa
del poder heredado, la captación de las influencias que
dan acceso al favoritismo, sin más virtudes que la del
seguimiento. Dejo a un lado, desde luego, el vulgar
y torpe argumento del presupuesto como poder motor
de lado y lado, en tratándose de la juventud colombia­
na; ni hace falta ese argumento para mostrar que
todo un pueblo viene viviendo una vida insincera, de
esfuerzos estériles o infecundos, en que predomina la
afectación, resolviendo un problema cuyo resultado se
conocen de antemano.
Por donde quiera que se contemplen los proble­ 750
mas que a todos nos preocupan, cualquiera que sea el

- 85 -
Alejandro López, I, C.

aspecto que se considere, sea el moral, el político, el


económico o el intelectual, se ofrece una sola y única
noción como salida: Organización. Solo una buena orga­
nización administrativa nos permitiría resguardar el
crédito del personal y poner coto al desgaste de repu­
taciones que nos va dejando sin hombres en quienes
el público ponga su confianza y a quienes les abra un
crédito de confianza que facilite toda operación, pues
a fuerza de desconfiar nos vamos inmovilizando. Or­
ganizado todo es la más urgente obra nacional. Orga­
nizar las ideas y sistemas políticos y organizar los par­
tidos como entidades separadas e independientes.
751 Considero fundamental para el recto funcionamien­
to de la república, más aún, para la existencia misma
de la nacionalidad, que haya dos partidos bien organi­
zados, el uno en el poder y el otro preparándose para
sustituirlo a su turno por medios legales y pacíficos.
Es imposible seguir viviendo la vida republicana por
medio de un partido que permanezca indefinidamente
en el poder y otro que le ayude, esto es, con partido y
medio. Aquello es lo racional y conveniente, no solo
para la República sino para el partido gobernante. Sin
mayor perspicacia y sin alegar sentido profético se
puede afirmar que el partido conservador puede cos-
tarle cara su intransigencia de un lado y sus tentativas
para desacreditar al otro partido. El veto que ha opues­
to a toda posibilidad de alternar en el poder con el
otro partido es suicida a la larga, aunque no sea sino
por el efecto que tal actitud produce en la juventud
conservadora. Estamos viviendo con letras giradas so-

- 86 -
Liberalismo Clásico y Neoliberalisnto

bre el porvenir, tanto en la economía como en la polí­


tica nacional. Si por el ahorro se llega a la acumulación
de una fortuna que despeje las incertidumbres del
futuro, solo el sacrificio de la hora presente puede pro­
porcionarnos las acumulaciones políticas que hemos de
legar a la otra generación.
Tanto en el partido conservador como en el libe­ 752
ral se pueden notar dos tendencias contrarias: unos
desean borrar los linderos que separan los partidos,
y otros tienden a exagerar su diferenciación. La fusión
de los partidos es imposible y dañina. Pretender hoy
que los partidos conserven la actitud irreconciliable y
apasionada que asumieron en las postrimerías del siglo
pasado es querer volver atrás los ríos. Ya no nos se­
paran las libertades fundamentales cuya reivindica­
ción constituía todo un programa de partido, tales co­
mo la libertad de prensa, el derecho de reunión y el
de representación adecuada en los cuerpos de elección;
ni se encarcela a nuestros periodistas ni se destierra
a nuestros estadistas y jefes, ni tenemos que responder
con un rencor sedicioso a las continuas y estúpidas
provocaciones del gobierno y sus secuaces (dolorosas
recordaciones que solo merecen mencionarse aquí como
término de comparación), ni nuestros economistas ale­
gan argumentos tan poderosos contra el partido opues­
to como el insidioso papel moneda que se creyó un
tiempo ser arma favorita del régimen. La verdad, la
simple verdad, es que se nos han caído de la mano los
gruesos argumentos negativos y, afortunadamente para
Colombia, la lucha se plantea hoy en una atmósfera

- 87 -
Alejandro López, /. C.

menos pasional, con programas más constructivos y de


diferencias más tenues, menos estridentes y angulosas.
Tan errado es sostener que el liberalismo carece de
un programa característico como pretender, de otro
lado, mantener la actitud del siglo pasado. Nuestro
programa ya no es negativo, no inspira movimientos
pasionales, de los que encabezan los caudillos sino el
desarrollo que puedan darle los estadistas que estudian
e investigan los problemas económicos y administra­
tivos que requieren soluciones radicales.
753 Cuanto a la otra tendencia que procura la difusión
de los partidos, repito que la considero dañina e impo­
sible: es contraproducente porque tiende a borrar la
responsabilidad de los partidos y de sus estadistas,
produciendo a la larga efectos contrarios a los perse­
guidos. Lo aconsejable desde el punto de vista de la
Nación, es mantener independientes los dos partidos,
y canalizar la actitud de transigencia en el sentido de
establecer campos de acción neutral y conquistas co­
munes indiscutidas de lado y lado. El problema político
se plantea de esta manera, a mi modo de ver: poner­
nos de acuerdo hasta donde sea posible sin comprome­
ter los dos sistemas ni afectar la independencia recí­
proca o la existencia de los dos partidos.
754 Pero ¿será verdad que hay dos sistemas políticos
diferentes en Colombia? Supuesto que “la libertad se
ha vuelto conservadora" cual lo sostienen algunos, y
el liberalismo ya no sostiene las libertades absolutas,
¿queda base alguna que explique, justifique o haga
necesaria la existencia de dos partidos?

- 88 -
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

Explicación del bipartidismo


Por mi parte contesto a esta cuestión afirmando 755
que en Colombia, como en todos los países constituidos,
ha habido, hay y habrá siempre un espíritu liberal y
un espíritu conservador. Si no fuera un desacato im­
perdonable respecto a los próceres de nuestra indepen­
dencia, se podría mostrar que desde entonces se dibu­
jan las dos tendencias del espíritu humano, encarnadas
en los Tories y los Whigs de antaño en Inglaterra. Los
partidos han encarnado, interpretado y encauzado esas
dos corrientes: no las han creado; son efecto y no
causa. De la simpatía espontánea creada por la comu­
nidad de ideas y de criterio para juzgar y apreciar los
acontecimientos surge la comunidad de intereses inte­
lectuales y de tendencias que buscan su real expresión
en la dirección política de los pueblos por medio de los
partidos, organismos que adoptan generalmente, aun­
que no siempre, los nombres de liberal y conservador,
y que en todo caso son dos aspectos diversos o dos
puntos de vista diferentes de las cuestiones políticas
y administrativas. Este representa la herencia y aquel
la adaptación. El uno conserva y el otro fecunda. De
un lado la tradición, del otro la inquietud del futuro.
Estático y tradicionalista el espíritu conservador, lucha
con el liberal, inconforme y dinámico. Uno es como el
trabajo que repite lo anterior indefinidamente dando
permanencia a la vida; el otro obra como la innovación,
que renueva adaptando a condiciones nuevas que aquel
se encargará de sistematizar y estabilizar. Son dos cri­
terios, dos actitudes que se manifiestan diversos ante
cada problema. Hasta en la aceptación de la herencia

- 89 -
Alejandro López, I. C.

política se diferencian: el partido conservador tiene


orgullo en conservar inalterables los principios, doctri­
nas y normas establecidos o interpretados por sus pro­
hombres de la época pasada y amolda a ellos su cri­
terio y proceder. Nosotros nos consideramos herede­
ros y deudores del espíritu liberal que alentó e informó
la obra de patricios como López y Murillo Toro, Sal­
gar y Gutiérrez, Acosta y Camargo, Pérez y Parra, y
obramos con la misma tendencia renovadora y positiva
del espíritu que heredamos y la herencia que aceptamos
con gratitud para aplicarla como criterio general a
las realidades de esta época, readaptando la política a
fin de que sea fiel expresión de ese mismo espíritu
renovador e inquieto, que busca apasionado la verdad
y persigue por medio de la libertad y la justicia el
mayor enriquecimiento de la personalidad colombiana
y el empleo más eficiente de los recursos que nos fue­
ron concedidos. Es el mismo espíritu liberal, al servi­
cio de los mismos ideales, perseguidos con la misma
buena fe y hombría, aunque las armas, la táctica y la
estrategia cambien para adaptarse a las circunstancias.
El conservatismo, es un sistema casi religioso que gira
alrededor de un principio casi teológico, el principio
de autoridad. El liberalismo no es un sistema irreligio­
so porque colocamos la religión colombiana en un plano
superior, que no es el de nuestras actividades e incum­
bencias, dejando que el ciudadano tenga absoluta li­
bertad como creyente; nuestra actividad peculiar tiene
más que ver con el principio de causalidad, nos atrae
más la clínica social que nos permite diagnosticar acer­
tadamente los males nacionales; nuestra obra futura

- 90 -
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

será más moral que religiosa, y los cambios que apor­


taremos a la estructura social son más del orden eco­
nómico que del eclesiástico.
Dice usted, y lo dice muy bien, que “el liberalis­ 756
mo, más que un cuerpo de doctrina es un temperamen­
to; más que un credo, es una actitud mental”. El con­
servatismo, a más de ser un credo y una doctrina, co­
mo todos ellos lo afirman, es, como el liberalismo un
criterio, una actitud mental, una orientación incon­
fundible. Uno y otro temperamento se manifiestan
concretamente en la ponderación y prelación que dan
a los tres conceptos abstractos de Orden, Libertad,
Justicia, que ellos ponen en orden de prelación y de
importancia descendente, mientras nosotros los enun­
ciamos dando la mayor importancia y prelación a la
Justicia y la Libertad respecto al orden. Así como nie­
go que los conservadores hayan logrado, como ellos
afirman, gobernar manteniendo en equilibrio acep­
table los dos conceptos del escudo nacional, me parece
insostenible que los conservadores sean enemigos de
la libertad. Se diría más bien que éstos dan la prela­
ción y la supremacía al orden, respecto a la libertad
y la justicia, y que es propio del sistema conservador
alimentar y divulgar cierta intolerancia respecto al
desorden, que los lleva a considerar como secundaria
la libertad y a sostener a todo trance un orden aunque
sea injusto, pero que tiene el mérito de haber existido.
Ya se ha dicho que toda su doctrina tiene como eje
principal el principio de autoridad, que exige e impo­
ne obediencia y crea una autoridad hecha y reforzada
para guardar el orden. La autoridad la funda los con-

- 91 -
Alejandro López, I. C.

servadores ante todo en la fuerza y creando privile­


gios que se prestan a ser otros tantos núcleos de au­
toridad, como intereses creados alrededor de un orden
dado. Nada, en efecto, cuadra mejor con el sistema
que las concesiones, monopolios y latifundios que cons­
tituyen organizaciones de acción convergente con la
autoridad civil. Es propio del sistema, en efecto, apo­
yarse en unos cuantos pilotes, más bien que extender
el peso de la estructura sobre una ancha base demo­
crática, como lo hace el liberalismo. Ni es que sean
partidarios directos del privilegio y, por consiguien­
te, del caciquismo; sino que echan mano de cuanto pue­
de reforzar la autoridad y el orden, que es su interés
central. Ni creo tampoco que posean una inclinación
morbosa al recurso de la fuerza que emplean para to­
do, como herramienta de trabajo; es que buscan el or­
den por el método directo, quitándole su carácter de
instrumento de emergencia. La teoría conservadora
respecto al orden es consecuencia lógica y natural de
la creencia en un orden natural, providencial que no
se puede ni se debe cambiar, por más que sus injus­
ticias salten a la vista, pues se habrá notado que den­
tro de cada conservador hay un fatalista, así como en
el fondo de cada liberal hay un iluso. Se comprende
muy bien que los conservadores muestren menos in­
tolerancia que los liberales ante la injusticia, y que
su espíritu religioso, o simplemente ritual, les inspire
una simple reacción de caridad, si acaso, ante las in­
justicias, aun las más remediables.
757 El espíritu liberal, por el contrario, es intransi­
gente con la injusticia. Se diría que está tan prendado

- 92 -
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

de la justicia como de la libertad y que sus reformas


tienden a establecer el reinado de la justicia, más o
menos directamente. Es enemigo nato del previlegio
y contra éste se orienta siempre. Sacrifica el orden
por correr tras la libertad o la justicia, como atribu­
tos y derechos máximos de la personalidad humana.
No es que seamos partidarios del desorden; es que no
aceptamos un orden que encierra privilegios, aun cuan­
do sea en la forma de prerrogativas y favores que im­
pidan generalizar los efectos de las normas y leyes;
es que nuestro espíritu renovador e inquieto les im­
prime a nuestras doctrinas un efecto disociador y cen­
trífugo que no siempre hemos sabido o podido contra­
rrestar. Por añadidura, es impropio de nuestra índole
contar con la obediencia o la sumisión pasiva, recla­
mar la independencia individual sin concederla; por
eso todo el sistema libera1 se funda en la disciplina
individual, que es obediencia razonada y libremente
aceptada. Como que nosotros apelamos más a la ra­
zón y al interés colectivos, mientras que el sistema con­
servador se ancla en los sentimientos del individuo en
su más mezquina aceptación haciéndolo más sucep-
tible a los incentivos pasionales y más sometido a la
conducción. No es, en efecto, el principio de autoridad
lo que hace más fácilmente organizables y aptas para
el seguimiento a las huestes conservadoras; es que el
liberalismo no apela tanto al sentimiento cuanto a la
razón y a los intereses intelectuales de sus adherentes,
dejando amplia libertad para el examen individual y
la exégesis doctrinaria y personal. Se analizará dema­
siado de este lado a expensas de la organización, es

- 93 -
Alejandro López, I. C.

verdad; pero la intransigencia doctrinaria, el espíritu


de seguimiento y el providtncialismo, exponen del otro
lado a la aparcería pura y simple y a la complicidad pa­
siva.

758 No creo engañarme al afirmar que el conservatis­


mo implica cierto grado de fatalismo y hasta de escep­
ticismo crudo en asuntos sociales; y es natural, pues­
to que la conservación de lo existente no inspira arres­
tos ni anima a audacias que se mueven al compás de
la fe en la evolución de las sociedades. Fuera de que
los conservadores no creen que otro pueda hacer lo que
ellos no han hecho sea por impotencia o porque su doc­
trina no les impulsa a intentarlo.

759 Si alguien dudare de que los dos sistemas políti­


cos se diferencian sustancialmente, no tiene sino que
examinar cómo funciona en uno y otro el coeficiente
de error doctrinario o sistemático, esto es, indagar a
dónde conduce la exageración o decaecimiento de los
principios respectivos y de los hombres que los apli­
can en el poder. Cabe mencionar simplemente el pun­
to, para no penetrar en el campo de las recriminacio­
nes. El conservatismo degenera hacia el despotismo,
el autoritarismo y la violencia, mientras que el libera­
lismo crea a la larga la anarquía: dos polos opuestos.

760 Hay, pues, en Colombia dos espíritus, el uno libe­


ral y el otro conservador, que corresponden a dos sis­
temas diferentes de gobernar. La diferencia es mental
y sentimental y se refleja en dos actitudes, dos tempe-

- 94 -
Liberalismo Clásico y Neoliberalismo

ramentos, dos orientaciones definidas, palpitantes, in­


confundibles. Ninguno de los dos sistemas políticos
posee el monopolio de las cualidades, ni de las virtudes,
ni de las capacidades administrativas, ni virtualidad
alguna para el bien colectivo que no esté compensada
en el otro por una virtualidad equivalente y caracte­
rística. Son dos sistemas complementarios en la mar­
cha de la nación, y su función y sus responsabilidades
respecto a la patria común las cumplirán alternándo­
se en el manejo de la cosa pública, sin que a ninguno
de ellos le sea dado desempeñar sus responsabilidades
rehuyendo la lucha y confundiendo dos sistemas que
son inconfundibles.

Es cuestión fundamental de la política colombia­ 761


na establecer bien claro esto, que parece trivial: los
dos partidos ya no están hondamente separados por
cuestiones sustanciales; el progreso tiende a hacer sus
diferencias más y más tenues y a establecer acuerdo
entre los dos en numerosas cuestiones administrati­
vas; pero las diferencias ideológicas y metodológicas
son y serán siempre suficientes para hacer necesaria,
conveniente e imprescindible la existencia de dos par­
tidos independientes uno del otro. Solo la conciencia
de que pertenecemos a dos partidos distintos el uno
del otro, como organismos que sirven a dos sistemas
políticos diferentes e inconfundibles, que por lo mis­
mo no han menester exagerar sus principios para evi­
tar que se desvirtúen el contacto del adversario, nos
permitirá establecer acuerdos patrióticos en cuanto a
conquistas comunes, en que predominen los intereses

95 -
Alejandro López, 1. C.

nacionales. Reconocer y respetar la independencia de


los dos partidos es la base del acercamiento que todos
deseamos, a fin de disminuir motivos de discordia y
establecer un fondo común a todos los partidos, que
es lo que reclama la salud de la patria.

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