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La crisis es sistémica
Sin duda, el Ecuador está frente a la crisis más profunda del último siglo (al menos). Esta es la
crisis del capitalismo dependiente, del modelo de acumulación y de la estrategia neoliberal; hay
crisis y, por momentos quiebra, en el régimen político; a nivel social se ha producido un desastre
de proporciones bíblicas; hay también una crisis ideológico-cultural; todo lo cual configura una
crisis de hegemonía. El inmoral e irracional peso del pago de la deuda externa (por sobre el 54%
de las asignaciones presupuestarias), el costo del saneamiento bancario (calculado en la Carta de
Intención en cerca del 25% del PIB), la contracción del PIB y del PIB per cápita (de 19.710
millones de dólares y 1.621 USD respectivamente en 1998 a 13.769 millones y 1.109 USD en
1999) ubican con toda su brutalidad en el tipo de crisis del que se habla.
a) Crisis Económica
Economista. Profesor de la Escuela Politécnica Nacional.
Capitalismo Dependiente.- Pero, además del modelo de acumulación y las estrategias
neoliberales, el mismo capitalismo dependiente exuda crisis y muestra agotamiento. La
articulación subordinada al mercado mundial condena al Ecuador a ser un exportador de bienes
primarios, puesto que las únicas “ventajas comparativas” que le quedan son fuerza de trabajo
barata y superexplotada y medio ambiente susceptible de ser depredado; en tiempos de
globalización, esa condición sanciona el carácter de la inclusión del país en la división
internacional del trabajo, lo conduce al estancamiento y a la inviabilidad, vuelve irrealizable
cualquier perspectiva de desarrollo propio. El pago de la deuda externa, la remisión de utilidades,
la fuga de capitales, entre otros mecanismos, hacen de nuestro país un exportador neto de
capitales. El petróleo acentuó el rentismo, y los subsidios al gran capital se han multiplicado. Los
ejemplos más notorios han sido, en 1983, la “sucretización” de la deuda externa privada y en la
actualidad, el “salvataje” bancario. La corrupción ensucia con sus aguas putrefactas al conjunto
de la sociedad, lo que realimenta la crisis; ella es el signo distintivo de la acumulación en nuestro
capitalismo dependiente. Entonces, al menos en los últimos 20 años el país ha vivido una guerra
sistemática de pauperización y saqueo sostenida por el capital transnacional y sus aliados internos
en contra de la nación y los sectores populares.
Durante las últimas décadas, la preeminencia cada vez mayor del FMI-BM, la asunción de un rol
asociado-subalterno por la burguesía criolla (en especial por la fracción monopólica), y el proceso
de reestructuración y transnacionalización del Estado ecuatoriano con progresiva sujeción
económico-política y monitoreo militar de acuerdo al designio imperial, han convertido a la
burguesía transnacional en la fracción hegemónica de un bloque dominante paulatinamente más
volcado hacia y dirigido desde fuera. La continuidad en el ajuste revela la existencia de un
proyecto de dominación integral y único, que se viene ejecutando desde hace al menos década y
media: el de dicha fracción hegemónica extranjera. En la actualidad ella lidera el proceso de
globalización homogenizante e imperialista a nivel planetario y lo ha impuesto también en
Ecuador. El modelo implantado, que ha requerido del ajuste sostenido para garantizar la
ganancia, alcanzará su cúspide en las privatizaciones con la transferencia de dominio sobre las
principales riquezas nacionales. Esto significa la renuncia abierta a un proyecto de desarrollo
capitalista nacional, autónomo, y la liquidación material de tal posibilidad.
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ha agrietado de manera fundamental. El régimen democrático-formal ha estallado en crisis
sucesivas; las escuálidas legitimidades que reparte duran menos que un suspiro; el Congreso y el
Poder Judicial viven sumidos en el desprestigio, que de a poco alcanza a la Iglesia, las FFAA y
los medios, y al Ejecutivo de manera cíclica. Es el quebradero de cabeza de la burguesía y la
embajada USA. Cinco Presidentes en menos de cuatro años, dos gigantescas crisis institucionales
que barrieron con los Jefes de Estado respectivos (Bucaram y Mahuad) en complejos mecanismos
de sucesión (tres gobiernos simultáneos en el primer episodio, dos triunviratos efímeros en el
segundo), con el pueblo (y en primer lugar el movimiento indígena) asumiendo el protagonismo a
través de sus Levantamientos, disputando en forma creciente el poder, construyendo formas de
poder alternativo en los Parlamentos Populares, delinean la crisis de la dominación política.
c) Crisis Social
A nivel social, el pueblo del Ecuador ha sufrido una verdadera hecatombe. En el gobierno de
Mahuad, la pobreza y la miseria se incrementaron de manera drástica, al pasar del 60% al 80% la
población bajo la línea de pobreza, según reconocen las cifras oficiales y los organismos
internacionales. La población económicamente activa atrapada en el desempleo y el subempleo
pasó de los 2/3 a los ¾. Al menos el 20% de los niños y jóvenes del Litoral dejaron de estudiar en
1999. Hay un sostenido crecimiento de la violencia social. Los habitantes huyen del país: se
calcula que el desangre de gente alcanzó las 400.000 personas (aproximadamente) en 1999, que
se sumaron a los 2 o 3 millones que desde antes se estimaba que vivían fuera. Y así por el
estilo…
d) Crisis ideológico-cultural
Todo ello abona a profundizar una crisis de dirección ético-cultural: la clase dominante no logra
encubrir sus responsabilidades en el desastre ni consigue estructurar un horizonte posible que
convoque y se convierta en sentido común del conjunto de la población. La inexistencia de
proyecto de nación se vuelve más evidente. No se avizora solución a la crisis; es más, ella está
abierta. La dolarización solo la agudizará para las amplias mayorías.
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Carácter de la crisis
La crisis, así configurada, es una crisis de hegemonía. No existe consenso o es muy débil (por
ejemplo en la dolarización y las privatizaciones) y es reducido el espacio para la coerción (el
pueblo busca organizarse, incluso con independencia, y las FFAA están divididas). La clase
dominante no logra presentar su interés particular como interés general.
1
Gramsci, Antonio, Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el Estado moderno, México, Juan
Pablos Editor, 1975, p. 76-77.
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Si la crisis actual es sistémica, requiere de salidas de un nivel tal que superen la lógica cerrada del
actual ordenamiento. A la larga, se revelarán falsas las salidas de corto plazo y aquellas
reformistas solo ayudarán a la burguesía a trasladar los costos a los sectores populares, a que ellos
admitan compartir la carga de una resaca producto de una fiesta en la que no participaron. Si la
crisis actual es sistémica, hay que apuntar a convertirla en crisis de ruptura. Y esa es la única
salida en la cual el pueblo tendrá algo que ganar.
Entonces, la pregunta central de todo el período es ¿quién va a pagar la crisis? Por ella, la
sociedad se ve abocada a enfrentar su secreto constituyente más íntimo, su división irremediable.
Por ella se ve confrontada a la lucha de clases. Porque o la crisis la pagan los banqueros y los
grandes empresarios favorecidos por créditos vinculados, internacionales o del gobierno, por
subsidios faraónicos (sucretización, renegociación de la deuda, liberalización de la banca y
salvataje). O nos la hacen pagar a todos vía impuestos (en los precios de los combustibles, la
facturación de los comerciantes minoristas e informales, el ICC, el incremento del IVA, mientras
se deja de lado la enorme elusión y evasión tributaria del gran capital y las pérdidas por
corrupción); recorte del gasto social (en el presente año solo se asigna el 8% del presupuesto a
educación y el 2,8% a salud); mayor endeudamiento (buena parte del acuerdo con el FMI vendrá
para el “saneamiento”!!; el 33% del Presupuesto 2000 se financia con nueva deuda); devaluación
(entre agosto del 98 y enero del 2000, la apreciación del dólar fue del 356%) o inflación (el año
99 cerró con el 60,7%, en el presente año se proyecta que pasará del 100%), fomentada por la
descontrolada emisión inorgánica (según el Banco Central, la emisión monetaria creció en el 261%
entre principios de agosto del 98 y diciembre del 99). Dado que este accionar desquició la
economía, la dolarización y las privatizaciones son la continuación y profundización de esa política
por otros medios.
La crisis, entonces, agudiza la lucha de clases. Incluso la oligarquía se ve afectada (por la quiebra
de sus bancos, entre otras razones) e intenta “negociar” otro nivel de subordinación, otra forma de
articulación al capital transnacional, por lo que agita el regionalismo, se producen fricciones
(antes impensables) con el Fondo Monetario, se une en pos de la “reingeniería” de la deuda y
demás. Ella se prepara una salida de la crisis que la deje bien situada.
Se equivocan quienes ven en las jornadas de marzo o julio de 1999 o enero del 2000 solo
momentos de resistencia popular. Si, su gloria es que fueron importantes victorias coyunturales.
Pero su drama es que solo fueron eso, porque no lograron perturbar el curso estratégico del
modelo. Pese a la gran envergadura de las luchas sociales, estas no afectaron en forma
contundente al modelo neoliberal. El resultado global es que los sectores populares siguen
pagando el costo de la crisis.
Para el FMI-BM el objetivo es dotar de una cierta racionalidad (desde el punto de vista del
capital) que permita la supervivencia del sistema más allá de la crisis y que el capital
transnacional gane con ella. Para el Fondo es importante hacer del Ecuador un ejemplo y un
5
experimento en el tratamiento de la crisis y la imposibilidad de pago de la deuda, por la presión
del G7 para que modifique su enfoque tradicional.
Para los neoliberales en Cámaras, medios y partidos, la salida estratégica gira alrededor de las
privatizaciones. Además pasa por la dolarización que, junto con la pérdida completa de
soberanía, permite la libre circulación de mercancías pero no de personas; instaura los precios del
Primer Mundo junto a los salarios del Tercero; ahonda (aún más) el desastre social, con el riesgo
de la quiebra masiva de empresas (en especial pequeñas y medianas), la caída del salario real, el
incremento del desempleo (como ha sucedido en Argentina); la rigidez de la política económica
dificultaría continuar con el descongelamiento de recursos; entre otras consecuencias. La
contraparte política es desde ya el ejercicio de una gobernabilidad autoritaria y en el ámbito
ideológico se propicia el individualismo, la ética del trabajo y la deconstrucción de los lazos
colectivos y sus solidaridades. En esta perspectiva, lo social se reduce a una pragmática que
intenta lograr el control y la sujeción de la sociedad al menor costo posible.
Así como algunos grandes empresarios ganaron con las quiebras bancarias, también quieren
ganar con la reprivatización o con la privatización de las áreas rentables del Estado. Pese a la
quiebra del 70% de la banca, a pesar del colapso del “modelo de mercado” y de “libre
competencia” en el sector financiero, en la política cambiaria y monetaria, en las tasas de interés,
etc. Como si el neoliberalismo no hubiera fracasado y hundido al país, todavía pujan por
continuar el saqueo.
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Además que un proyecto semejante requiere de una clase social que lo porte, de una fracción
burguesa interesada en un proceso de capitalismo nacional, autónomo. Algo que, en el caso
ecuatoriano, ni cuando estalló el boom petrolero se pudo concretar, peor va a ocurrir en la
actualidad cuando todos se inscriben en la globalización y hacen cola para sacar ventaja de las
privatizaciones. Además que la constitución de tal clase o fracción no es solo un acto de
voluntad, requiere de condiciones objetivas. En el Ecuador, la gran burguesía es copartícipe del
saqueo; los sectores de la pequeña y mediana burguesía en general también están articulados al
proyecto hegemónico (excepto tal vez ciertos segmentos, en especial indígenas) y, en todo caso,
carecen de fuerza y alternativa propias, por lo que siempre escogen el camino de la negociación.
Pero incluso si todas las objeciones anteriores se superaran, si el capitalismo idílico fuera posible,
para viabilizar tal propuesta reformista y/o de un liberalismo emancipado habría que derrotar
políticamente no solo al gobierno, sino al capital transnacional y la burguesía monopólica local.
Eso significa, al menos, un proceso de toma del poder y de revolución de liberación nacional (o
algo semejante). Pero ¿qué fracción de la clase dominante criolla va a estar dispuesta a romper
(aunque sea solo parcialmente) con los gringos? Ya suscribía el Che: “la experiencia demuestra
que en nuestras naciones esa clase [la burguesía local] ha sido incapaz de enfrentarse a éste [al
imperialismo], paralizada por el miedo a la revolución social y asustada por el clamor de las
masas explotadas”2. Además que, si los sectores populares se embarcan en un proceso de tal
profundidad, no va a ser para cambiar los actuales explotadores por otros. Es decir, si se consigue
modificar la correlación de fuerzas hasta el punto de estar en capacidad de imponer aquella
propuesta, quiere decir que un bloque contra-hegemónico tendría la fuerza como para hacer
prevalecer un programa propio.
Todo lo dicho revela, además, buena parte de las debilidades de una propuesta neokeynesiana que
giraría alrededor de incrementar la demanda agregada para generar un proceso de acumulación
productiva, con líneas como fortalecer la intervención del Estado en la economía, propender a la
disminución de las tasas de interés, procurar incrementar la recaudación de impuestos, favorecer
la reactivación productiva y hasta la inversión en capital humano. Del planteamiento surgen
nuevos problemas: dicha acumulación se haría en provecho de un nuevo sector de propietarios,
no de las masas populares. Además ninguna fracción de la clase dominante estaría dispuesta a
retomar la senda del Estado-providencia puesto que la situación actual (intervencionismo a favor
del capital, en especial monopólico) le es ventajosa; tampoco hay razones como para pensar que
un alza de sueldos no sea trasladada vía precios, dado que esa ha sido la práctica; finalmente no
está claro qué fracción estaría dispuesta a sustentar tal modelo cuando antes (en mucho mejores
condiciones) no lo hicieron. Las discrepancias (cuando se expresan) son coyunturales. Ciertos
sectores de la clase dominante, relativamente afectados por aspectos de la política económica,
siempre buscarán instrumentalizar a los movimientos populares para obtener ventajas o para
negociar un estatus diferente con la fracción hegemónica transnacional.
2
Segunda Declaración de La Habana, cit. por Ernesto Che Guevara en “Táctica y estrategia de la
revolución latinoamericana”, Escritos y Discursos, Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1977, t. 9, p.
236.
3
“La aparente comunidad en que se han asociado hasta ahora los individuos ha cobrado siempre una
existencia propia e independiente frente a ellos y, por tratarse de la asociación de una clase en contra de
7
instrumento de dominación de clase: “la violencia organizada de una clase para la opresión de
otra”, según dice el Manifiesto.
otra, no solo era, al mismo tiempo, una comunidad puramente ilusoria para la clase dominada, sino
también una nueva traba” (Marx-Engels, La ideología alemana, Ed. Pueblos Unidos, Buenos Aires, 1973,
p. 87).
4
Ver al respecto, por ejemplo, los artículos de Maxime Durand y de Francisco Louçã. En el caso
ecuatoriano, algunos años antes de que se formule la “tercera vía”, el gobierno de Rodrigo Borja (1988-
92) ya demostró el abandono del programa reformista por una socialdemocracia tercermundista sin base
obrera, la adscripción a un neoliberalismo “gradualista” y (por ejemplo) la defensa de la nación de matriz
oligárquica frente a las demandas del movimiento indígena. Algo parecido sucedió en Venezuela con los
gobiernos de AD (Carlos Andrés Pérez y demás).
5
Según resalta Michael Löwy en “Marxismo, modernidad y utopía”, MAS allá de lo posible, 1,
Montevideo, marzo-abril de 1993, p. 30-34.
6
Ver “Socialismo o barbarie en el umbral del siglo XXI”, Inprecor para América Latina, 24, Agosto de
1992, p. I-XX (dossier).
8
naturaleza7, el respeto a lo diverso y la democracia radical en todos los aspectos de la vida social,
también en la cotidianidad.
En la alternativa de construir un programa de transición, para ligar los medios con los fines, hay
que levantar una gama de reivindicaciones parciales y sectoriales que en su desarrollo afectarán
los cimientos del régimen burgués al apuntar en el sentido de la democratización creciente de la
sociedad, la economía y la vida misma. Además, hay que entender las iniciativas no como
medidas estáticas o administrativas sino como procesos políticos en los que se priorice la
participación y la movilización, forjados en caliente, en medio de la lucha popular, a través de
campañas, plebiscitos (como en el caso de la deuda externa por ejemplo), etc. Allí se construyen
las alianzas sociales y políticas que pueden conformar un bloque contra-hegemónico y se
especifican los elementos-guía más interesantes de un programa alternativo, como pueden ser el
combate contra el desempleo y la pobreza, la reforma agraria democrática, el no pago de la deuda
externa, la plurinacionalidad y la propuesta popular de reforma del Estado, la lucha por la
emancipación de las mujeres, la reivindicación de un nuevo orden económico internacional.
El cambio de modelo debe significar romper con el guión fondomonetarista. Esto es, recentrar la
economía en la producción para la satisfacción de las necesidades prioritarias de nuestro pueblo,
en la producción para el mercado interno, fundamentalmente en proveer seguridad alimentaria,
dejando de lado la apuesta por el modelo centrado en las exportaciones (que reprimarizó las
prioridades de nuestra economía). Esto solo es posible sobre la base de un despegue económico
protegido de la avalancha del comercio internacional, resguardado de la diferencia de
productividades y competitividades realmente existente, conquistando niveles de autonomía
relativa del mercado mundial8. Una “desconexión parcial” conseguida con “regulaciones” que
estabilicen la relación con la economía mundial (no se propone la autarquía), con el desarrollo de
“los intercambios y las complementariedades entre los países del Sur”9, con la prioridad de la
integración y el comercio regionales y con las formas del nuevo internacionalismo de los pueblos.
Junto al cambio de modelo económico, hay que trabajar por un cambio en el modelo político
cuyo norte sea la ampliación de la democracia y la participación. Para ello habrá que consolidar
las formas de nuevo poder democrático encarnado en los Parlamentos Populares, para que ejerzan
el control progresivo sobre el Estado. La exigencia por “construir un nuevo Estado”10 solo será
realidad como producto del desarrollo del poder popular y la toma del poder político por el
Parlamento Nacional de los Pueblos del Ecuador que garanticen y consoliden los avances
democráticos y el control de la economía por la sociedad. En el campo de las relaciones
internacionales, en general habrá que levantar la bandera del pleno respeto del principio de no-
intervención y del derecho a la autodeterminación de los pueblos. En específico, la negativa
rotunda a la intervención en Colombia y la expulsión del Ecuador de las bases y los militares
norteamericanos.
7
“Un mundo ecológicamente viable implica una disociación entre el crecimiento del consumo mercantil
y una mejora en la calidad de vida”( Toussaint, Eric, Deuda externa en el Tercer Mundo: las finanzas
contra los pueblos, Caracas, CADTM (Bélgica) – Convergencia Socialista (México) – Nueva Sociedad
(Venezuela), 1998, p. 233), al contrario del paradigma dominante que identifica consumismo y/o
productivismo con progreso (?) y calidad de vida.
8
Samary, Catherine, “Planificación, mercado y democracia: la experiencia de los llamados países
socialistas”, Cuadernos de estudio e investigación, 7/8, IIIF, 1989, p. 5. Como subraya la autora, la
cuestión fundamental para salir del subdesarrollo y la dependencia es “la necesidad de mantener
relaciones con el entorno capitalista, pero la imposibilidad de someterse a sus criterios si verdaderamente
se quiere aplicar una lógica de satisfacción de las necesidades de la población” (Ibid, p. 51).
9
Toussaint, E., Ob. cit., p. 234-235.
10
Coordinadora de Movimientos Sociales, Una nueva estrategia de desarrollo, Quito, 1999.
9
Pero estas reformas serán estériles si a la larga no se cambian las relaciones de propiedad, en
especial de los grandes medios de producción y distribución; se quedarán cortas si no se pretende
desde ellas y por su intermedio afectar el entramado básico de la sociedad burguesa, con políticas
que recuperen para el pueblo-nación el control del poder y la economía, que organicen ésta para
garantizar la satisfacción de las necesidades de la mayoría de la población y no la tasa de
ganancia y la extracción de plusvalía; serán superficiales, poco eficaces y fácilmente funcionales
si en paralelo no se disputan espacios al poder del mercado mundial. De allí que una alternativa
popular debe plantearse, como salida estratégica a la crisis, afectar a la gran propiedad en favor
de los no propietarios asociados (asalariados y excluidos) y de las comunas y los pequeños
propietarios para establecer la democratización de la propiedad y el control social de los grandes
medios de producción. Por ello, de la estatización parcial de la banca y el control de cambios,
habrá que avanzar hacia la propiedad social del sistema financiero; habrá que profundizar las
iniciativas hacia el control social del comercio exterior (para evitar casos como el del banano), la
Reforma Agraria que avance a la redistribución democrática de la tierra para quien la trabaja, la
Reforma Urbana que afecte a la gran propiedad inmobiliaria (especulativa), en fin, progresar en el
control social sobre las grandes empresas. En paralelo se deberá propiciar la más amplia
participación democrática en las principales decisiones políticas y/o económicas que afectan al
conjunto de la población.
En el largo plazo, de lo que se trata es de evitar que se impongan sin mas las fuerzas ciegas del
mercado con su corolario de desempleo, pobreza, desperdicio, irracionalidad, destrucción y crisis
periódicas, para en su lugar erigir la autogestión y la planeación democrática y consciente del
conjunto de la población, esto es, de las y los productores. Pero no es la discusión oponer el plan
burocrático al mercado. Lo que se pretende es asimilar la experiencia que la economía de
transición tendrá dos reguladores: la planificación democrática como mecanismo-eje y el
mercado bajo control social consciente; esto es, superar el conflicto entre los dos reguladores por
el lado de la ampliación de la democracia, entendiendo que “la cuestión de la democracia como
factor de producción debe ser puesto en el centro de los mecanismos de la acumulación” en una
sociedad de transición11.
Como se decía en otro lado12: “La superación del capitalismo se va perfilando no solo como
posibilidad objetiva, sino también como necesidad de la humanidad en su conjunto: o
construimos en el ámbito internacional una sociedad solidaria, democrática, ecológicamente
sustentable, o la barbarie se enseñoreará aún más profundamente… Frente a los mundos posibles
con mayores niveles de salvajismo se vuelve imperativo levantar una alternativa socialista basada
en la solidaridad y la comunidad (contra la exacerbación del individualismo burgués), en la
planificación democrática de la economía [en la perspectiva de la satisfacción de las necesidades]
(contra la ganancia y la planificación burocrática), en la sustentabilidad ecológica de la misma
(contra la devastación medioambiental), en el control social de la producción y del poder, para
apuntar a la socialización en su sentido original: menos Estado, más Sociedad (contra el
autoritarismo y la dictadura burguesa y la degeneración bonapartista de los Estados de transición),
en la riqueza de la diversidad étnico-cultural, regional y de género (contra la homogenización
promovida por la cultura de masas, el consumismo, el racismo y la sociedad patriarcal), en una
nación plural que surge del pueblo (contra el proceso de globalización y de dominio imperial que
la diluye). Esto es, de nuevo, enarbolar la posilidad de una modernidad alternativa al
neoliberalismo”.
11
Samary, C., Ob. cit., p. 52 y 8. En otras palabras, “hacer uso del mercado al mismo tiempo que se lucha
contra sus criterios implícitos” (Ibid, p. 51).
12
Rosero Andrés, La actualidad del pensamiento marxista a los 150 años del Manifiesto, Quito, Ed. El
Pirata Rojo, Octubre de 1998, p.17-18.
10
PROPUESTA ALTERNATIVA
La fase actual de la crisis, que arrancó con la liberalización de la economía en tiempos de Sixto
Durán, representa un momento de agudización en relación al curso anterior. En el presente
período, más que los elementos coyunturales como el fenómeno de El Niño, la caída del precio
del petróleo o los efectos de la crisis internacional, tienen influencia decisiva los componentes
más estructurales como el peso de la deuda externa y los subsidios al capital monopólico
(salvataje bancario; mezcla de crudos, participaciones, regalías, etc. en los compromisos
petroleros; Emelec y los contratos de generación; entre múltiples ejemplos). En el último tiempo,
la tramposa lógica económica dominante ha llevado del salvataje, que quebró la economía, a la
dolarización, y de ésta a las privatizaciones, planteadas por la Trole II como el sustento
imprescindible de aquélla. Las estrategias neoliberales, adoptadas en el marco de una política
económica decidida y tutelada por el FMI-BM y aplicadas en un país controlado por una
oligarquía vendepatria y filibustera, llevaron a la debacle financiera. Por ello, la fase aguda de la
crisis es también crisis de las estrategias neoliberales para salir de ella. Sin embargo,
contradictoriamente, con el mascarón de proa de la dolarización se vuelven a adoptar esos
recetarios fracasados.
Desde el punto de vista del proceso de acumulación de capital, la dolarización significa una
redistribución del reparto de la masa de plusvalía en favor del capital financiero y de los sectores
más activamente ligados al mercado mundial a partir del interés del capital extranjero
(importadores, contrabandistas); además que favorece las privatizaciones y la especulación. Por
ello, los principales beneficiarios son el capital transnacional y el monopólico interno.
Sin embargo, la dolarización no acaba de cuajar. La estabilidad, que fue uno de los principales
argumentos de propaganda, demora en producirse, los precios suben y se tiene una fuerte
inflación en dólares; más aún, el nuevo nivel de los precios relativos se logrará a cotas muy altas.
Si bien se eliminó la emisión inorgánica y la devaluación, fue a costa de un violento proceso de
encarecimiento general (se prevé que el 2000 cerrará con más del 100% de inflación) lo que,
además de elevar los insumos y restar competitividad, contrajo la demanda; de allí que el nuevo
equilibrio se obtendrá por arriba y con mayores exclusiones. Pese a los recursos absorbidos por la
crisis y a los comprometidos hacia el futuro, la banca no convalece y, en vez de canalizar el
crédito, especula e invierte en el exterior (!?) (El Comercio, 24/8/2000, B1). No hay que perder
de vista que solo debido al elevado nivel alcanzado por el precio del petróleo el esquema
mantiene ciertos horizontes (el barril de petróleo se presupuestó en 14,7 dólares, pero por las
condiciones del mercado internacional alcanzó un promedio superior a los 24). Tampoco se
avizora la deseada reactivación; es más, continúa la recesión. El ingreso real se sigue
deteriorando por el incremento de los precios y por el fraude abusivo. Las tasas de interés (en
dólares) se mantienen altas (la activa, cerca del 18% y la pasiva por el 6-8%), debido al “riesgo-
país”; esto aumenta las ganancias bancarias y favorece la especulación. El acuerdo con el FMI
significó más dinero para la banca (1.300 millones de dólares adicionales), la eliminación de
subsidios para la mayoría de la población (incremento de precios de los combustibles, de las
tarifas telefónicas y eléctricas, del transporte, etc.), el aumento de la deuda externa, el
11
compromiso de las privatizaciones; es decir, más de lo mismo. El gobierno produjo una
renegociación de la deuda Brady en términos absolutamente favorables a los acreedores en
precios, plazos, interés y demás condiciones; en consecuencia, ese acuerdo no afectó su condición
de dogal estratégico, pues la deuda pública se mantuvo como el mayor rubro del gasto estatal
(43% en la Pro forma 2001). Pero además, la sostenibilidad estratégica del modelo de
dolarización exige aún mayores sacrificios, contenidos en la Trole II; esto es, requiere de entregar
al saqueo las riquezas nacionales, acentuar la devastación medioambiental e incrementar la
precarización del empleo. Más allá de las cifras citadas, la gente no se engaña con discursos y
vota con los pies: la huida masiva hacia el Primer Mundo, agudizada en el último tiempo, ha
puesto fuera del país a una quinta parte de la población en un testimonio trágico y demoledor
sobre las devastadoras consecuencias del capitalismo dependiente y de las estrategias
neoliberales.
Frente al programa dolarizador, frente al discurso totalitario (“no hay opciones”) y unívoco (“no
hay regreso posible”), es necesario sostener la concepción de la historia como un proceso de
posibilidades múltiples, sin finalismos ni teleologías; hay que denunciar los beneficios buscados
por el capital monopólico con el nuevo esquema monetario; y levantar una Propuesta
Alternativa que parta de reivindicar el interés plurinacional-popular, tal como se detalla a
continuación.
PLAN EMERGENTE
12
f) Fortalecer los controles a la banca. Fijación de “spread” entre tasas activa y pasiva; fijación de
tasas; no reprivatización. Control social y estatal sobre el mercado financiero y de valores.
g) No pago de la inmoral deuda externa.
h) En el terreno fiscal, detener la evasión y elusión impositiva, en especial, controlar el cobro a
los grandes evasores de los impuestos. Establecer el impuesto al patrimonio, a los bienes de lujo
y al consumo suntuario. Disminuir el gasto del Estado por medio de la eliminación de la
“burocracia dorada” y el “piponazgo” en todo el Estado (gobierno, Congreso, organismos
seccionales,…) y de entidades como el privatizador CONAM. Recortar el gasto militar para
situarlo en niveles aceptables para un país en crisis. Priorizar el gasto social. Eliminación de los
subsidios al gran capital.
i) Controlar los flujos de capitales: capitales golondrina y exportación de capitales. Creación de
impuestos al movimiento de capitales, en especial de corto plazo, y a la repatriación de utilidades.
Afectación de los capitales dolosos depositados en el exterior. Impuesto y sanción a la
exportación de capitales. Levantar el sigilo bancario para identificar a quienes (banqueros y
especuladores, funcionarios con acceso a información privilegiada) sacaron capitales del país
para eludir el impuesto del 1% y antes del feriado y el congelamiento, cobro de lo eludido e
impuesto extraordinario por el fraude.
j) En anticorrupción, control democrático de los contratos estatales, expropiación de bienes y
sanción a los corruptos (en atracos al Estado y a los particulares, en la especulación, en el
financiamiento de campañas). Transparencia y no a la impunidad.
k) Establecer un Fondo para el Desarrollo controlado democráticamente por los pueblos y las
organizaciones populares. Su capitalización provendrá de lo ahorrado con el no pago de la deuda
externa, de lo expropiado a los corruptos y especuladores, de los impuestos extraordinarios y de
los rendimiento obtenidos. Dicho Fondo será utilizado en programas y obras públicas socialmente
útiles y ecológicamente viables.
l) IESS: creación del banco del afiliado para fortalecer al Fondo de Inversión.
m) Reactivación de la producción: Apoyo a los artesanos y pequeños productores además de las
comunas campesinas y las cooperativas de producción en capacitación, asistencia técnica,
créditos directos a tasas que sean un incentivo para la producción. Reforma Agraria democrática:
afectación de tierras, dotación de infraestructura, control de la intermediación y de los precios;
democratizar la tenencia de tierras y el acceso al agua. Fomentar las experiencias de
comercialización directa y la utilización de mecanismos alternativos no monetarios, como el
trueque.
n) Ejecución de un plan contra el desempleo con un importante eje de inversión estatal. No a la
flexibilización laboral. Recuperación del poder adquisitivo de los salarios para incrementar la
demanda. Establecer un sistema de subsidios directos y cruzados para los más pobres.
o) Complementar lo esbozado en un programa alternativo, cuyos ejes sean: el combate contra el
desempleo y la pobreza, la reforma agraria democrática, el no pago de la deuda externa, la
plurinacionalidad y la propuesta popular de reforma del Estado en pos de una nueva democracia
que combine la descentralización con la participación popular, la lucha por la emancipación de
las mujeres, la reivindicación de un nuevo orden económico internacional. Ver, al respecto, la
propuesta de Programa de Gobierno Alternativo del Parlamento de los Pueblos de Pichincha y su
esquema de Resistencia frente a la dolarización.
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Bibliografía
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