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Santa Dorotea, virgen y mártir. — 6 de febrero.

(+ 308)

Santa Dorotea, tan ilustre en toda la Iglesia latina, nació de nobles


padres, en Cesárea de Capadocia, y por su honestidad y grandes
virtudes estaba puesta en los ojos de toda la ciudad.
Por esta causa, luego que llegó a Cesárea el impío gobernador
Sapricio, la mandó prender para que escarmentasen en su
cabeza los otros cristianos. Ordenóle, pues, que sacrificase a los
dioses inmortales, como lo mandaban los emperadores. A esto
respondió Dorotea: Dios verdadero y emperador del cielo me ha
mandado que a él solo sirva y reconozca por Dios. ¿A quién te
parece que debemos obedecer, cuando se contradicen: al
emperador del cielo o al de la tierra?
Enojóse el presidente con estas razones de la santa doncella, y
mandó que la desnudasen y atormentasen en la garrucha; pero
viendo que perseveraba en el suplicio con ánimo invencible,
tomó a dos hermanas que se llamaban Cristeta y Calixta, las
cuales habían sido cristianas y por temor de los tormentos
habían negado la fe, y encargóles que la tuviesen en su casa y la
persuadiesen a hacer lo que ellas habían hecho, prometiéndoles
un gran premio si lo lograban. Hicieron las dos cuanto pudieron
para derribarla, más la santa, trocando sus razones, las
persuadió a ellas que reconociesen su culpa, y de nuevo tornasen
a la batalla, muriendo gloriosamente por amor de Jesucristo.
No es para decir el coraje con que salió de sí el feroz presidente
cuando supo todo esto. Mandó que fijasen a las dos hermanas
juntas por las espaldas, y que las echasen al fuego a los ojos de
Dorotea, más como ella, en lugar de espantarse, las animase
diciendo: “Id, herma hermanas, id delante de mí al cielo”, el
feroz Apricio la condenó a subir de nuevo en la garrucha, y a ser
descoyuntada y morir a puros tormentos. Estaba la santa en el
suplicio con grande gozo, y decía al tirano: Nunca en todos los
días de mi vida he estado tan alegre como hoy: lo uno, por haber
ganado a Cristo dos almas que tú le habías quitado, y lo otro,
porque espero gozar con ellas de mi Señor.
Aplicábanle a los costados hachas encendidas, abrasábanle las
entrañas, y Dorotea, cuanto más atormentada, más alegre se
mostraba, haciendo burla de sus atormentadores. Finalmente,
cansados ya los verdugos, y turbado y confuso Apricio, mandó
que fuese descabezada, en cuyo tormento entregó su purísima y
preciosísima alma al celestial Esposo.
El mismo día fué martirizado San Teófilo, convertido a la fe
por haberle mostrado la santa unas flores del cielo.

Reflexión: Cuando Santa Dorotea se vio en el potro, con


grande seguridad y constancia decía al juez: Haz presto lo que
has de hacer para que yo vea a Aquél que es mi Esposo y nos
convida para que vayamos al paraíso de deleites, donde hay
manzanas de admirable hermosura, que duran en su frescura
todos los tiempos; en donde hay azucenas y rosas y flores
innumerables que nunca se marchitan y fuentes de aguas vivas
que jamás se secan, y las almas de los santos que gozan de
Cristo.
Piensa tú también en el cielo, hijo mío, que el recuerdo de
aquella eterna gloria, de que puedes gozar dentro de breve
tiempo, es suficiente para convertir en miel todas las amarguras
de la vida y de la muerte.
Oración: Concédenos, benignísimo Señor, por la gloriosa
Santa Dorotea, tu virgen y mártir insigne, el que despreciemos
las cosas de la tierra, y deseemos las del cielo, pues por medio de
la santa concediste a Teófilo, el que, despreciada la muerte,
llegase a las puertas de tu paraíso eterno. Por Jesucristo,
Nuestro Señor. Amén.

FLOS SANCTORVM

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