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Santa Teresita del Niño Jesús, que en palabras del Papa San Pío X fue “la
Santa más grande de los tiempos modernos”.
Desde hace unos años, custodio (no soy yo) con gran cariño una reliquia ex-
ossibus (un trocito de hueso) de la carmelita más querida en el mundo
católico; esa reliquia llegó a mis manos de manera providencial, sin buscarla
ni pretenderla, porque me parecía casi imposible obtenerla por los medios
“oficiales”, ya que las diferentes Postulaciones de los Santos ponen muchos
cortapisas a la hora de conceder una reliquia.
Faltaría a la verdad si no dijese que desde aquél día que la reliquia llegó a mi
vida, siento la presencia y la intercesión de Santa Teresita con mayor fuerza;
esa cercanía ha sido muchas veces literal, ya que cuando he tenido que visitar
a un enfermo, a alguien necesitado de aliento espiritual e incluso cuando asisto
a la Santa Misa, llevo sobre mi pecho, junto con el Escapulario, la hermosa
teca de plata que contiene la reliquia de mi querida Santa.
Son innumerables las veces que he encomendado a Santa Teresita no sólo para
alcanzar algún favor espiritual, sino también para que actúe de abogada ante
cuestiones familiares y hasta materiales, porque los Santos, nuestros amigos
incondicionales, no sólo se ocupan de nuestra alma, sino también de todo
aquello que nos preocupa, porque también ellos un día vivieron en este valle
de lágrimas y comprenden bien de nuestras miserias y necesidades.
“Nunca he dado a Dios más que amor, y Él me pagará con amor. Después de
mi muerte dejaré caer una lluvia de rosas.”
“Amar a Jesús y hacerlo amar debe de ser, cada vez más, la meta de mi vida.”
“Sentí un gran dolor al pensar que aquella sangre caía al suelo sin que nadie se
apresurase a recogerla. Tomé la resolución de estar siempre, con el espíritu, al
pie de la Cruz para recibir el rocío divino que goteaba de ella, y comprendí
que luego debería derramarlo en las almas. . .