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¿ESTAMOS SOLOS EN EL UNIVERSO?

Facultad de Ciencias Básicas


Epistemología de la Biología Programa de Biología
Molinares Acosta Lizeth, Gámez Pereira Luis
Estudiantes de Biología, Facultad de ciencias básicas, Universidad del Atlántico, Km 7
Antigua vía Puerto Colombia

El espacio, la última frontera


-Star Trek

El universo es un lugar increíblemente vacío. Siempre nos hemos maravillado de la


cantidad de estrellas en todas las miles de millones de galaxias que podemos observar,
son números tan grandes que hasta pueden hacernos creer que un viaje en el espacio
estaría lleno de obstáculos a nuestro paso que dificultarían nuestro avance. El cinturón
de asteroides siempre aparece ilustrado como una densa colección de enormes rocas
que una nave espacial debe esquivar con mucho cuidado para poderlo atravesar. La
realidad es, por supuesto, muy diferente a esta ficción. Los cuerpos del cinturón de
asteroides están separados por un promedio de cientos de miles de kilómetros, tanto
así que cuando los ingenieros de la NASA trazan la ruta de una sonda espacial que
debe atravesar el cinturón, en realidad se toman el trabajo de dirigirla hacia el asteroide
más cercano pues son muy pocas las oportunidades que tienen de estudiar estos
objetos tan de cerca. Una buena comparación para hacernos una idea más intuitiva de
lo absurdas que son las distancias en el espacio proviene de la densidad del universo.
La densidad nos permite saber cuánta materia podemos encontrar dentro de un cierto
espacio, y la cantidad de materia en el universo observable es tan escasa que si éste
fuera del tamaño de nuestro planeta, un pequeño grano de arena representaría toda la
masa que encontraríamos en él. O dicho de otra manera, si nuestro planeta
desapareciera, y todo lo que quedara de él fuera el espacio que ocupaba y esta única
partícula de arena, seguiría siendo tanto o incluso más denso de lo que es el resto del
universo (NASA, 2014). Esto dos da una idea de la poca cantidad de materia que
existe, y lo apartada que se encuentra entre sí.

Muchas veces nos preguntamos si existe vida en otros lugares del universo, pero no
cabe entonces preguntarse: si existe ¿alguna vez la alcanzaremos? ¿Alguna vez
podrán encontrarse dos formas de vida provenientes de estrellas diferentes? La Parker
Solar Probe será la sonda espacial más rápida jamás lanzada con respecto al sol, con
una velocidad proyectada de más de setecientos mil kilómetros por hora (NASA, 2018).
Pero incluso a esa tremenda velocidad, alcanzar la estrella más cercana a nuestro sol
tomaría más de seis mil años, atravesar la vía láctea tomaría más de doscientos veinte
millones de años, llegar a la galaxia más cercana tomaría casi cuatro mil millones de

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años y llegar a la galaxia más lejana que hemos observado unos setenta
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años, esto último sin contar el hecho que el espacio del universo se está expandiendo
de manera acelerada (NASA, 2013), por lo que en realidad el viaje sería entonces
imposible incluso en teoría.

Todas estas comparaciones nos sirven para apreciar correctamente la magnitud de la


pregunta: ¿Estamos solos en el universo? Si estuviéramos naufragando en medio el
mar, ¿En realidad nos haría sentir menos solos el saber, incluso por experiencia, que
hay miles de barcos pesqueros, de carga, de pasajeros, de investigación, navegando
sobre toda esa expansión de agua, cuando no hay ninguno a la vista que pueda
salvarnos? Pero el poder comunicarnos con esos barcos y darles nuestra ubicación
cambiaría completamente esta situación, por supuesto, ilustrando la enorme diferencia
que hay entre encontrar vida simple en otros planetas, y encontrar vida inteligente, con
la cual nos podamos comunicar exitosamente. Encontrar señales de vida simple en
otros planetas sería un gran descubrimiento sin duda, pero con un impacto limitado a
nuestro mundo, pues se centra en la observación y no en la interacción. Como ya se ha
mostrado antes, las distancias involucradas son enormes, haciendo que por el
momento el contacto directo sea prácticamente imposible. Por otro lado, las ondas
electromagnéticas, nuestro principal medio de comunicación, viajan mucho más rápido
y con mayor facilidad a través de todo ese espacio vacío, y a esa misma velocidad se
propagarían todos los efectos de contactar a una forma de vida inteligente en otro
planeta. Pero dado que es la inteligencia y la capacidad tecnológica para captar ondas
de radio la característica que más nos interesa en este marco de ideas, debe tenerse
en cuenta que estas no son características intrínsecas de la vida, y que bien pueden
existir en la completa ausencia de organismos vivos. Quizás hayan sido fabricados por
seres vivos, pero los instrumentos y computadoras que usamos para observar y
analizar las señales provenientes del espacio son tan inertes como rocas. Así, la
pregunta de si hay vida en otros planetas sigue siendo importante, pues hasta ahora no
existen evidencias que la inteligencia y la tecnología puedan surgir sin organismos
vivos que la generen, aunque al buscar inteligencia extraterrestre no debemos asumir
que ésta sólo puede localizarse en lugares que puedan albergar vida.

Entonces, tomando a la vida como la generadora de esta inteligencia, ¿Puede surgir


vida de la materia inorgánica? Una de las más prominentes hipótesis sobre este tema
fue propuesta en 1924 por el bioquímico Alexander Oparin, ésta se basa en las
condiciones físico-químicos que había en la tierra primitiva hace unos 4000 millones
años. Oparin propuso que gracias a la energía aportada principalmente por la radiación
solar y las constantes tormentas eléctricas, las pequeñas moléculas de los gases
atmosféricos (H2O, CH4, NH3) dieron lugar a unas moléculas orgánicas llamadas
prebióticas. Estas moléculas, cada vez más complejas, eran aminoácidos y ácidos

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nucleicos. Según Oparin, estas primeras moléculas quedarían atrapadas
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charcas de aguas poco profundas formadas en el litoral del océano primitivo. Al
concentrarse, continuaron evolucionando y diversificándose. Estas hipótesis incitaron a
científicos como Stanley Miller a crear experimentos haciendo una réplica de lo que
sería la atmosfera primitiva, replicando las tormentas eléctricas en un ambiente
controlado junto a las soluciones que utilizó que remplazarían las encontradas en la
atmosfera terrestre de hace 4000 millones de años. Al final del experimento se
encontraron aminoácidos, carbohidratos y otros compuestos orgánicos esenciales para
la vida (Hill HG, 2003).

Desafortunadamente en la actualidad no existe un método que pueda llevar a estas


moléculas a una configuración a la que podamos llamar vida sin que tengan que pasar
millones de años. Sin embargo queda claro que los primeros pasos son posibles en
franjas de tiempo muchísimo más cortas, lo que ya de por sí es una clave que nos
indica que el universo no es un lugar tan inhóspito como puede parecer. La vida
primitiva puede incluso prosperar en condiciones que para la vida moderna serían
letales. Ejemplos claros de esto que incluso hoy podemos encontrar son las arqueas,
uno de los tres grandes dominios de la biología al cual pertenecen especies de
microorganismos bien llamados extremófilos, que generalmente viven en fuentes de
aguas termales de altísimas temperaturas y composición química carente de oxígeno
(Rampelotto, 2010). Las arqueas son el linaje de vida conocido más primitivo que
existen en la actualidad (Wang, 2007), cosa que no es de extrañar pues son las que
mejor se hubieran adaptado a las condiciones de hace miles de millones de años.

Indudablemente pasar de la no-vida a la vida primitiva no es nada simple, así como


tampoco lo es pasar de esta a nuestras avanzadas civilizaciones. Incluso el último
segundo del calendario geológico, que abarca toda la historia de la humanidad hasta
ahora, nos ha mostrado que llegar a este punto es un proceso arduo en el que mucha
sangre y mucho sudor debe ser derramado. Por lo tanto no debemos extrañarnos que
en este vasto pero joven universo por el momento no se vean señales de inteligencia, y
aún menos si vemos hacia galaxias distantes cuya luz ha demorado eones en
llegarnos. Aunque la exobiología es una rama de la ciencia que sigue en pañales; Tal
vez no estemos mirando en la dirección correcta, tal vez hayan millones de
civilizaciones por toda la galaxia, que aprendieron a prosperar no solo en planetas
inhabitables sino también sin un planeta, en el gran vacío del espacio donde menos
esperaríamos encontrarlas. Sería una enorme sorpresa si el día de mañana nos
despertamos, y por el azar que es tan propio de nuestro universo, calibremos nuestros
instrumentos en el punto exacto y sintonicemos la frecuencia precisa que nos permita
ver todo un vecindario de imperios interestelares que nos rodean, y que hace milenios
nos estaban saludando.

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“Dios mío… ¡EstáPrograma
lleno dede Biología
estrellas!”
– 2001, Una Odisea del Espacio

Wang M, Yafremava LS, Caetano-Anollés D, Mittenthal JE, Caetano-Anollés G


(November 2007). "Reductive evolution of architectural repertoires in proteomes and the
birth of the tripartite world". Genome Research. 17 (11): 1572–85

Rampelotto, P. H. (2010). "Resistance of microorganisms to extreme environmental


conditions and its contribution to Astrobiology". Sustainability. 2 (6): 1602–1623.

Hill HG, Nuth JA (2003). «The catalytic potential of cosmic dust: implications for
prebiotic chemistry in the solar nebula and other protoplanetary systems». Astrobiology
3 (2): 291-304.

NASA (2018). Parker Solar Probe: Humanity’s First Visit to a Star.


https://www.nasa.gov/content/goddard/parker-solar-probe-humanity-s-first-visit-to-a-star

NASA/WMAP Science Team (2014). WMAP- Content of the Universe. NASA. "Universe
101: What is the Universe Made Of?". Recuperado de
https://map.gsfc.nasa.gov/universe/uni_matter.html

NASA/WMAP Science Team (2013). WMAP- Big Bang Expansion: the Hubble
Constant. NASA. " Tests of Big Bang: Expansion”. Recuperado de
https://map.gsfc.nasa.gov/universe/bb_tests_exp.html

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