Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
En una reflexión histórica sobre la arquitectura del pasado, se toma como punto de
partida el carácter autorreferencial de la arquitectura. Cuando se indaga en el
proceso de creación de la formas arquitectónicas del pasado, en las ideas primigenias
y mitos que subyacen en su origen, siempre aparecen referencias a otras
arquitecturas, siendo el caso más ilustrativo el de la cabaña primitiva, que surge de la
insistencia con que la cultura arquitectónica tanto de la Ilustración como con
anterioridad la del Renacimiento, plantearon la búsqueda de los orígenes de la Arquitectura, en
la creencia de que tales orígenes suponen una garantía de «naturaleza» incontaminada por el devenir
histórico, con el mito de la cabaña primitiva como centro de las principales tratados y escritos.
(Arquitectura y naturaleza. El mito de la cabaña primitiva en la teoría arquitectónica de la Ilustración. Juan A.
Calatrava Escobar).
Así pues, la cabaña primitiva aparece como referente para los teóricos tanto del
Renacimiento como de la Ilustración, teniendo su origen en la recuperación del
manuscrito de Los Diez Libros de Arquitectura del ingeniero militar romano Marco
Vitruvio Polión, a partir del cual, tiene su base teórica la hipótesis de una «cabaña
primitiva» en la que se encontrarían plasmadas las «reglas naturales» de la
arquitectura, auténtico edificio primigenio –arqutipo- que vendría a demostrar la
íntima conexión entre la Arquitectura y la Naturaleza, entendiendo que la primera no
podía sino seguir las reglas marcadas por la segunda.
En el capítulo primero del Libro II del De Architectura de Vitruvio, aparece, como punto
de partida para el origen de la sociedad humana y de los progresos con ella
asociados, tales como el lenguaje y la propia arquitectura, la hipótesis de un incendio
primero que haría a los hombres conocer, al mismo tiempo que el miedo ante la fuerza
de la naturaleza, las ventajas del fuego, convertido así en un auténtico motor social:
«Por tanto, con ocasión del fuego surgieron entre los hombres las reuniones, las asambleas y
la vida en común, que cada vez se fueron viendo más concurridas en un mismo lugar; y
como, a diferencia de los demás animales, los hombres han recibido de la Naturaleza
primeramente el privilegio de andar erguidos y no inclinados hacia la tierra; y
secundariamente la aptitud de hacer con gran facilidad con sus manos y los órganos de su
cuerpo todo cuanto se proponen, comenzaron unos a procurarse techados utilizando ramas y
otros a cavar grutas bajo los montes, y algunos a hacer, imitando los nidos de las
golondrinas con barro y ramas, recintos donde poder guarecerse. Luego, otros, observando
los techos de sus vecinos y añadiéndoles ideas nuevas, fueron de día en día mejorando los
tipos de sus chozas. Y como los hombres son por naturaleza imitadores y dóciles, haciendo
alarde cada día de sus nuevas invenciones, se mostraban unos a otros las mejoras de sus
edificaciones, y ejercitando así su ingenio fueron de grado en grado mejorando sus gustos.
Al principio plantaron horcones, y entrelazándolos con ramas levantaron paredes que
cubrieron con barro; otros edificaron, con terrones y céspedes secos, sobre los que
colocaron maderos cruzados, cubriendo todo ello con cañas y ramas secas para resguardarse
de las lluvias y del calor; pero para que semejantes techumbres pudieran resistir las lluvias
invernales, las remataban en punta y las cubrían con barro para que, merced a los techos
inclinados, resbalase el agua» (Libro II del De Architectura de Vitruvio).
En principio –así lo creemos- el género humano buscó lugares para descansar en cualquier
sitio que fuera seguro y allí, una vez encontrada una zona apropiada y agradable, se
estableció y tomó posesión del emplazamiento mismo, de modo y forma que no fue su
deseo que se hicieran en el mismo lugar lo familiar y lo individual, sino que quiso que un
lugar fuese para dormir, que en otro distinto se conservara el hogar, que cada cosa se
emplazara en un lugar distinto según su función. En este punto a tal grado de reflexión
llegó , que colocaban techumbres para protegerse del sol y la lluvia; y para conseguirlo,
levantaron muros sobre los que hicieron descansar las cubiertas; abrieron por último desde
el suelo y a lo alto lugares de acceso y ventanas, con las que no solo se facilitaría la entrada
y la posibilidad de reunirse, sino que sobre todo se obtendría luz y aire en la época adecuada
y se harian salir la humedad y los olores que eventualmente se hubieran formado puertas
adentro. Así pues, sea quien fuere quien dio origen a esas costumbres, ya la diosa Vesta,
hija de Saturno, ya los hermanos Euríalo e Hiperbio, ya Gelión o el cíclope Tifinquio, en
definitiva así pienso que fueron estos primeros fundamentos y ordenación de los edificios.
Consideremos al hombre en su primer origen y sin ningún auxilio; sin otra guía que el
instinto natural de sus necesidades. Precisa un lugar de reposo. Al borde de un tranquilo
riachuelo ve un prado; su naciente verdor complace a sus ojos, su tierno césped lo invita;
acude allí y, blandamente tendido sobre esta alfombra esmaltada, no se cuida sino de gozar
en paz de los dones de la naturaleza; nada le falta y no desea nada. Pero pronto el ardor del
sol, que le quema, le obliga a buscar un abrigo. Ve un bosque que le ofrece el frescor de su
sombra corre a ocultarse en su espesura, y helo de nuevo contento. Sin embargo, mil
vapores elevados al azar se encuentran y se reúnen, espesas nubes cubren el aire y una
lluvia espantosa se precipita como un torrente sobre este bosque delicioso. El hombre, mal
cubierto al abrigo de sus hojas, no sabe cómo defenderse de una humedad incómoda que le
penetra por todas partes. Aparece una caverna y se introduce en ella, encontrándose a
resguardo.
Pero nuevas desazones le disgustan también en este refugio. Se encuentra en tinieblas y
respira un aire malsano y se decide, por ello, a suplir con su industria la falta de atención y
las negligencias de la naturaleza. El hombre quiere hacerse un alojamiento que le cubra sin
sepultarlo. Algunas ramas caídas en el bosque son los materiales propios para su designio.
Escoge cuatro de las más fuertes y las alza perpendicularmente disponiéndolas en un
cuadrado. Encima coloca otras cuatro de través, y sobre éstas coloca otras inclinadas que se
unan en punta por dos lados. Esta especie de tejado está cubierto de hojas los bastante
apretadas entre sí como para que ni el sol ni la lluvia puedan penetrar a través de él; y he ahí
al hombre ya alojado. Es cierto que el frío y el calor le harán sentir su incomodidad en esta
casa abierta por todas partes, pero entonces llenará los espacios comprendidos entre los
pilares y se encontrará guarnecido.
La conclusión a la que llega Laugier tras esta descripción en la que el hombre pasa
sucesivamente de la intemperie a la gruta y de ésta a la invención de la arquitectura:
La pequeña cabaña rústica que acabo de describir es el modelo sobre el cual se han
imaginado todas las magnificencias de la Arquitectura. Es acercándose, en la ejecución, a la
simplicidad de este primer modelo como se evitan los defectos esenciales y se consiguen las
perfecciones verdaderas.
A partir de este momento, atenderemos a las aportaciones concretas que nos ofrecen
los teóricos de la historia de la arquitectura, acerca de las referencias a considerar en
el estudio
Así, Giorgio Grassi, establece que el origen se sitúa en la relación entre idea y forma,
de manera que las formas más sencillas y originales dan lugar al concepto de
arquetipo. Estas formas primigenias y simples, posteriormente serán objeto de una
proceso de complejización, y en su estadio más primitivo no son de naturaleza
individual, sino que surgen de la satisfacción de necesidades de la colectividad.
Así, el primer arquetipo sería la gruta, la cueva como espacio- refugio. Esta primera
idea aparece detrás de formas arquitectónica ya complejizadas , como los ninfeos, o
los ábsides semicirculares.
Hay que considerar al arquetipo como algo propio del inconsciente, en el que se
encuentra el origen de la arquitectura.
Si bien, creo que el bosque en si, no se puede considerar como arquetipo, no obstante
su simbolismo ha sido muy importante, en el origen, creación y mantenimiento de los
mitos, lo se manifiesta en construcciones que si pueden considerarse arquetipos, con
espacios construídos en base a la repetición de pórticos de columnas, creando
espacios de sombra y oscuridad, realizados para la iniciación a los ritos. En la
arquitectura griega, observamos, cómo, se da todo el protagonismo a la columna, el
bosque, dentro del cual se forma un recinto donde se sitúa la cabaña, en el claro del
bosque.
O la idea del paraíso imaginado como un oasis con palmeral, al que nos remite
directamente las salas hipóstilas, como Persépolis.
Del camino entre árboles surge la idea de calle y de ahí, la forma arquitectonica de la
basílica.
EL CONOCIMIENTO DE LA ARQUITECTURA DEL PASADO Y DE LOS CENTROS HISTÓRICOS 8 de octubre de 2014
La palabra tipo no representa tanto la imagen de una cosa para copiar o para imitar
perfectamente, cuando la idea de un elemento que el mismo debe servir de regla al
modelo.
El modelo, entendido según la ejecución práctica del arte, es un objeto que debe
repetirse tal cual es. el tipo es por el contrario, un objeto según el cual cada uno puede
concebir obras que no se parecerán en nada entre sí. Todo es preciso y está dado en el
modelo. Todo es mas o menos vago en el tipo.
Para G.C. Argan, el tipo podía ser definido como la estructura formal interna, común a
una serie de edificios.