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Aquí, en la Iglesia de “Times Square” hemos designado este año como uno de
oración para el avivamiento. El “avivamiento” no lo conceptuamos como un
grandioso mover espiritual en donde la gente viene de lejos para ver algo
sensacional. Por el contrario, estamos anhelando que haya gente preparada.
¡Preparada en santidad para ser una morada de la presencia del Señor!
Queremos un avivamiento de la santa presencia del Señor, en donde las cosas
sean tan agradables a Dios que Él venga para suplir cada necesidad. ¡Un lugar
donde Su gloria es revelada!
Donde el Espíritu Santo está trabajando, la gente en las bancas está clamando por
la Palabra. Yo recibo cientos de cartas de santos necesitados que claman:
“Estamos hambrientos. No escuchamos la verdadera Palabra. Recibimos la letra
muerta sin la unción: “¡Jabón suavizado!”. Donde Dios está obrando hay Biblias
por todos lados. Hay una expectación de la predicación y la enseñanza con una
verdadera reverencia por la Palabra, la Palabra es amada y honrada.
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Y los levitas Jesúa, Bani, Serebías, Jamín, Acub, Sebatai, Hodías,
Maacías, Kelita, Azarías, Jozabeth, Hanán y Pelaía, hacían
entender al pueblo la ley; y el pueblo estaba en su lugar.
Y leían en el libro de la ley de Dios claramente y ponían el sentido,
de modo que entendiesen la lectura.
Y Nehemías el gobernador, y el sacerdote Esdras, escriba, y los
levitas que hacían entender al pueblo, dijeron a todo el pueblo: Día
santo es a Jehová nuestro Dios; no os entristezcáis, ni lloréis;
porque todo el pueblo lloraba oyendo las palabras de la ley” (Neh.
8:6-9). Y Nehemías el gobernador, y el sacerdote Esdras, escriba,
y los levitas que hacían entender al pueblo, dijeron a todo el
pueblo: Día santo es a Jehová nuestro Dios; no os entristezcáis, ni
lloréis; porque todo el pueblo lloraba oyendo las palabras de la ley”
(Neh. 8:6-9).
Cuando un avivamiento del Espíritu Santo llega, los cristianos no guardan rencor,
no murmuran, calumnian o critican. No están tratando de corregir a la iglesia o a
los pastores. ¡No se sientan ociosamente como un costal de papas enfrente de la
televisión! ¡No! Ellos están postrados delante de Dios, llorando, porque la palabra
ha impresionado sus corazones. No están juzgando ni mirando a otros. Ellos
están siendo redargüidos por la Palabra, por no alcanzar los estándares de Dios.
“Luego les dijo: Id, comer grosuras, y beber vino dulce, y enviad
porciones a los que no tienen nada preparado; porque día santo es
a nuestro Señor; no os entristezcáis, porque el gozo de Jehová es
vuestra fuerza.
Los levitas, pues, hacían callar a todo el pueblo, diciendo: Callad,
porque es día santo, y no os entristezcáis.
Y todo el pueblo se fue a comer y a beber, y a obsequiar
porciones, y a gozar de grande alegría, porque habían entendido
las palabras que les habían enseñado” (Neh. 8:10-12).
Moisés y Josué descendieron del monte al clamor del pueblo que gritaba: “No es
voz de alaridos de fuertes, ni voz de alaridos de débiles; voz de cantar oigo yo…”
(Ex. 32:18). Ellos estaban gritando, cantando y danzando, pero Moisés sabía
desde el principio que todo era de la carne. Él sabía que ellos eran un pueblo
rebelde y de dura cerviz, lleno de lujuria, fornicación, desnudez y sensualidad. ¡Era
el grito de idolatría!
¿Por qué había tan grande regocijo y un espíritu de gozo tan festivo en este
avivamiento relatado en Nehemías? Ellos tenían grande alegría. “…porque habían
entendido las palabras que les habían enseñado” (Neh. 8:12). En otras palabras
ellos discernieron y lo tomaron en serio: ¡ellos obedecieron!
Los líderes, los sacerdotes y los levitas se reunieron con Esdras para escudriñar
las escrituras y ver que quería Dios de ellos. Ellos encontraron algo que el Señor
les había mandado años atrás, un mandamiento perpetuo que había sido
abandonado desde los días de Josué. Se encontraba en Levítico 23:40-43: “Y
tomaréis el primer día ramas con fruto de árbol hermoso, ramas de palmeras, de
árboles frondosos, y sauces de los arroyos, y os regocijaréis delante de Jehová
vuestro Dios por siete días.
Y le haréis fiesta a Jehová por siete días cada año; será estatuto perpetuo por
vuestras generaciones; en el mes séptimo la haréis.
Por siete días el pueblo de Dios edificaría un refugio temporal (en hebreo
“sukkah”) hecho con un techo de varias ramas. Se les mandó vivir en sus refugios
por siete días.
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Estos no fueron siete días tristes de trabajo arduo, por el contrario, fueron siete
días de júbilo y de gran alegría. “… y os regocijaréis delante de Jehová vuestro
Dios por siete días” (Lev. 23:40). “Siete días celebrarás fiesta solemne a Jehová tu
Dios en el lugar que Jehová escogiere; porque te habrá bendecido Jehová tu Dios
en todos tus frutos, y en toda la obra de tus manos y estarás verdaderamente
alegre” (Deut. 16:15).
Hoy en día se predica mucho acerca de la fiesta de los tabernáculos, se dice que
la Iglesia está entrando en su tiempo de cosecha, “una colecta del maíz y el vino”,
un tiempo de bendición y crecimiento; que estamos en un tiempo de gran regocijo
y alabanza, un tiempo de gozo glorioso en el Señor. ¡Lo que está faltando a ese
mensaje es el sukkah, el mover hacia la cabaña! Toda la alabanza, la adoración,
el júbilo y la alegría debería ser bajo el tabernáculo, “en el lugar que el Señor
escogiere”.
¿Qué significa todo esto para nosotros el día de hoy? ¿Qué tiene que ver el
sukkah con el caminar con Cristo hoy en día?
Los siete días pasados en el terrado, aludían a los setenta años del lapso de vida
humana. El sukkah era para recordarles que su vida era temporal. Conforme las
hojas se marchitaban, ellos iban a ver el deterioro de su vida, de su salud y de su
fortaleza. Dios quería que sus corazones y mentes estuvieran puestos en la
eternidad. Ellos debían recordarse a sí mismos y a sus hijos: “Solamente estamos
acampando aquí. Nos regocijamos no únicamente por todas estas bendiciones
pasajeras, sino que también nuestra esperanza y gozo están en la ciudad que
desciende del cielo: ¡Sion!”. En los días de Nehemías esto era lo que Dios quería
que entendieran: “Han reconstruido los muros, colocado las puertas, establecido
los hogares y plantado los jardines y viñedos. El Señor había sido bueno, pero
este no es un lugar de reposo. ¡Deben buscar una ciudad de la que el constructor
y el hacedor sea Dios!”.
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“Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de
recibir como herencia; y salió sin saber a donde iba. Por la fe habitó como
extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con
Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que
tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Heb. 11:8-10).