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El fetichismo

de la mercancía
(y su secreto)

Karl Marx
1 n traducción de Anselm J appe
lo qu es el fetichismo
1 a mercancía y sobre
od mos librarnos de él

Anselm JAPPE
S 1 BIEN LAS REFERENCIAS al «fetichismo de la mercan­
CÍa>> se han hecho más frecuentes en los últimos años,
estas no siempre se han visto acompañadas por una
profundización en el concepto. Un poco como ocurre
ron el término «sociedad del espectáculo», el d� «fe­
tichismo de la mercancía» parece resumir sin mucho
(•¡.¡fuerzo las características de un capitalismo posmo­
derno que se supone ha virado esencialmente hacia el
( onsumo, la publicidad y la manipulación de los de­
svos. Según cierto uso popular de la palabra, influido
además por su empleo en el psicoanálisis, el fetichis­
rno no sería más que un amor excesivo a las mercan­
das y la adhesión a los valores que estas representan
(velocidad, éxito, belleza, etc.).

Desde luego los intelectuales marxistas no incu-


1 ren en semejante error. Pero casi todos ellos compar­

ll'n una concepción del fetichismo de la mercancía que


rl'sulta igualmente reductora. Conforme a la opinión

9
predominante, con dicho término Marx designaría sas etapas intermedias, hasta llegar a los precios de

una «ideología espontánea» que tendría esencialmen­ mercado -el único nivel inmediatamente perceptible

te como objetivo velar el hecho de que la plusvalía tiene para los actores económicos, y que constituye el obje­

su origen exclusivo en el trabajo no pagado al obrero. to casi exclusivo de la ciencia económica burguesa-.

De este modo, el fetichismo constituiría una engañifa De igual modo, las dos exposiciones más importantes

o una mistificación y contribuiría a la auto-justificación del tema del fetichismo} en Marx corresponden, por

de la sociedad capitalista.'
un lado, a 1� esencia y, por el otro, a la forma feno­
ménica. Tras la larga y meticulosa descripción de las
Efectivamente, en ocasiones Marx utiliza el tér­
relaciones que mantienen entre sí la tela y el traje, el
mino fetichismo en este sentido. Tal es el caso sin
café y el oro -y que contienen ya en germen, como
duda en un fragmento sobre la «fórmula trinitaria»
el propio Marx dice, toda la crítica del capitalismo-,
que Friedrich Engels, al reunir el material dejado por
y antes de introducir, al comienzo del segundo capí­
Marx, situó en la parte final del Libro III de El capital.
tulo, a los seres humanos en cuanto «guardianes» de
Allí Marx habla de la «personificación de las fuerzas
las mercancías, que «no pueden ir solas al mercado»,4
productivas» y del «mundo encantado» por el que se
Marx intercala, en una aparente digresión, el capítulo
pasean «Monsieur le Capital et Madame la Terre>>! Lo
sobre el carácter fetichista de las mercancías. Pero el
cierto, sin embargo, es que este no es el mismo feti­
preciso lugar que ocupa en la erudita arquitectura de
chismo que es analizado en el primer capítulo de El
la obra de Marx sugiere que este capítulo se encuentra
capital. Mejor dicho, se trata de dos niveles diferentes
en el centro mismo de toda su crítica del capital: si el
de análisis que no se contradicen entre sí. El camino
análisis de la doble naturaleza de la mercancía y de la
seguido en El capital va de la esencia a la apariencia,
doble naturaleza del trabajo constituye, por expresarlo
de la crítica categorial al análisis de la superficie em­
con los términos de Marx, el «pivote» (Springpunkt) de
pírica, de las categorías puras a las formas concretas
su análisis,s sin duda el capítulo sobre el fetichismo
que dichas categorías asumían en su época. El caso
forma parte de dicho núcleo. El fetichismo no es un
paradigmático es el recorrido que lleva desde el «va­
fenómeno perteneciente a la simple esfera de la con-
lor» -categoría no empírica-, a través de numero-

II
IO
ciencia, no se limita a la idea que los actores sociale
s del capital ni del salario, de la fuerza de trabajo o de
se hacen de sus propias acciones; en esta fase inicial
la propiedad de los medios de producción. Aunque se
de su análisis, de hecho Marx no se preocupa
de sa­ suponga implícitamente su existencia (porque el or­
ber cómo los sujetos perciben las categorías básica
sy den lógico de la exposición no coincide con el orden
cómo reaccionan ante ellas. El fetichismo forma
parte, histórico y la mercancía, por más que sea la «célula
pues, de la realidad fundamental del capitalismo
y es germinal» del capital, no existe de forma completa
la consecuencia directa e inevitable de la existen
cia de más que en un régimen capitalista), Marx los dedu­
la mercancía y del valor, del trabajo abstracto y del
di­ te, en el plano lógico, de las categorías anónimas de
nero. La teoría del fetichismo de Marx es idénti
ca a su mercancía, trabajo abstracto, valor y dinero. En su ni­
teoría del valor, porque el valor, así como la merca
n­ vt•l más profundo, el capitalismo no es el dominio de
cía, el trabajo abstracto y el dinero, son ellos mism
os 1111a clase sobre otra, sino el hecho de que la sociedad
categorías fetichistas. El fetichismo de la merca
ncía ¡•ntera está dominada por abstracciones reales y anó­
existe dondequiera que exista una doble natura
leza llimas. Desde luego hay grupos sociales que gestionan
de la mercancía y dondequiera que el valor merca
.t:J.­ , ·se proceso y obtienen beneficios de él, pero llamarles
til, que es creado por la faceta abstracta del trabajo
y •<cl::tses dominantes» significaría tomar las apariencias
representada por el dinero, forme el vínculo
social y por realidades. Marx no dice otra cosa cuando llama al
decida, por consiguiente, el destino de los produ
ctos v;dor el «sujeto automático»7 del capitalismo. Son la
y de los hombres, mientras que la producción de
valo­ v,dorización del valor, en cuanto trabajo muerto, a tra­
res de uso no es más que una especie de consec
uencia vh; de la absorción del trabajo vivo, y su acumulación
secundaria, casi un mal necesario.6 Dicho fetichi
smo , ·n rorma de capital las que gobiernan la sociedad capi­
se constituye «a espaldas» de los P?rticipantes,
de ma­ t.dista, reduciendo a los actores sociales a simples en­
nera inconsciente y colectiva, y adquiere toda
la apa-. r•,ranajes de ese mecanismo. Según Marx, los propios
rienda de un hecho natural y transhistórico.
1 apitalistas no son más que «suboficiales del capital».
En esta fase de la demostración -es decir, en el 1.:1 propiedad privada de los medios de producción y la
análisis de la forma del valor- no se trata todavía ni ¡•xplotación de los asalariados, el dominio de un grupo

12 13
social sobre otro y la lucha de clases, aunque son sin en el que ese tipo de trabajo resulta más «productivo»
duda reales, no son sino las formas concretas, los fe­ ha establecido un nuevo estándar. De este modo, la
nómenos visibles en la superficie, de ese proceso más faceta «abstracta» se convierte en algo terriblemente
profundo que es la reducción de la vida social a la crea­ real que lleva a nuestro campesino a la ruina.
ción de valor mercantil.
En lugar de limitarse a poner en cuestión el
Allí donde los individuos no se encuentran más
ocultamiento de las «verdaderas» relaciones de pro­
que como productores separados que deben reducir cía
ducción, el concepto de fetichismo de la mercan
sus productos a una medida común -que los priva de se crean efectiva ­
analiza las relaciones sociales que
toda cualidad intrínseca- para poder intercambiarlos
mente en la sociedad capitalista. j1 fetichismo no es
y para poder formar una sociedad, el valor, el trabajo
una «representación» que acompañe a la realidad del
humano abstracto y el trabajo «universalmente huma­
trabajo abstracto. Para comprender que se trata de una
no» (es decir, no específico, no social, el puro gasto
«inversión real», en primer lugar hay que darse cuen­
de energía sin consideración a los contenidos y a las
ta de que el trabajo abstracto no es una abstracción
consecuencias) se imponen al valor de uso, el trabajo
nominal, ni una convención que nazca (aunque fuera
concreto y el trabajo privado. Aunque sigan ejecutan­
inconscientemente) en el intercambio: es la reducción
do trabajos concretos y privados, los hombres deben
efectiva de toda actividad a un simple gasto de ener­
constatar que la otra «naturaleza» de esos mismos tra­
gía. Esta reducción es «efectiva» en el sentido de que
bajos, su faceta abstracta, es la única que cuenta desde los
las actividades particulares -y de igual manera,
el momento en que quieren intercambiarlos por otra s
individuos que las realizan- solo se vuelven sociale
cosa distinta. Así, por poner un ejemplo, el campesino Si
en cuanto quedan reducidas a dicha abstracción.
que ha trabajado durante toda la jornada para cosechar s
la consideración del fetichismo ha conocido alguno
su trigo, como siempre ha hecho, podría constatar en
avances en estos últimos años, la temática del traba­
el mercado que su jornada de trabajo concreto y priva­
jo abstracto -el «corazón de las tinieblas» del modo
do de repente no «vale» más que dos horas de trabajo �
de producción capitalista- y la crítica de la onto o­
porque la importación de trigo proveniente de países
gización del trabajo siguen siendo, por el contrano,

I4
IS
un continente por descubrir. Cuando la categoría del
¡\, 1 .ttlálisis su carácter negativo y destructor. Pero no
fetichismo se entiende solo como mistificación de las
1n,111iendo un juicio «moral» a un desarrollo cientí­
«relaciones reales» de explotación, es posible incluso
lt•o. sino haciendo que la negatividad emerja en el
que, de forma grotesca, se exprese una (pseudo)crítica
111oilisis mismo. Marx pone de relieve una inversión
del fetichismo en nombre del «trabajo» que el fetichis­
tiiiiHiante entre lo que debería ser el elemento prima­
mo «ocultaría>>. En realidad, no es posible superación
ti! 1 y lo que debería ser el elemento derivado, entre lo
alguna del fetichismo sin abolir prácticamente el tra­
d t•llr; tc to y lo concreto. La primera particularidad de
bajo como principio de síntesis social.
11 lorma de equivalente, en apariencia tan inocente
1 Vl'lllle varas de tela =un traje»): el valor de uso se
11111vic1te en la «forma fenoménica» de su contrario,
1 1 v.dor. El mismo discurso vale a continuación para
¿PoR QUÉ es real el fetichismo? La sociedad en la que
,¡ 11.1bajo: «una segunda particularidad de la forma
los productos del trabajo asumen la forma mercantil
.¡,. 1·quivalente estriba en que el trabajo concreto se
es «una formación social en que el proceso de pro­
'""vierte en forma fenoménica de su opuesto, traba­
ducción domina a los hombres y el hombre aún no
l•• ltumano abstracto».10 Y finalmente, «una tercera
domina al proceso de producción».8 Como acabamos
p.lllit ularidad de la forma de equivalente consiste en
de decir, el subepígrafe sobre el fetichismo no es un
tjlll' !'1 trabajo privado devenga la forma de su opues­
simple añadido. En él, Marx extrae las conclusiones
l•t, 11 :1bajo en forma social directa».11 A lo que hay que
de su análisis precedente sobre la forma del valor.
olll.l!lir que la forma general del valor «revela de esta
Las categorías básicas ya están descritas ahí como
11,., te que, dentro de este mundo [de las mercancías],
fetiches, por más que no aparezca el término «feti­
··l1 ,11t1cter generalmente humano del trabajo consti­
chismo». Hay que tenerlo siempre en mente: Marx
t11y1· su carácte� específicamente social».12 Estas tres
no «define» tales categorías como presupuestos neu­
t11wn;iones» son inversiones entre lo concreto Y lo
tros, como hacían los economistas clásicos del estilo
,ti Hll racto. El que debería ser el elemento primario, lo
de David Ricardo y como harían los marxistas pos­
, 11111 1 cto, se convierte en un derivado de lo que debe-
teriores.9 En realidad, denuncia desde el comienzo
1¡,1 •w r el derivado de lo concreto: lo abstracto. En tér-

r6
I7
minos filosóficos, se podría hab
lar de una inversión Naturalmente, la mercancía no ocupa exactamen­
entre la sustancia y el acciden
te. lt t•l tnismo lugar en la vida social que Dios. Pero Marx
Si el fetichismo consiste en �llf\ll'I"C que el fetichismo de la mercancía es la conti-
esa inversión real
entonces resulta que no es tan 1111,1< ión de otras formas de fetichismo social como el
diferente de la aliena :
ción de la que Marx hablaba 11'11< hismo religioso. Lo cierto es que ni el «desencan­
en sus primeros textos.
No hay �n «corte epistemológico» entre
un joven l.llllicnto del mundo» ni la «secularización» tuvieron
Marx, filos ofo humanista, y lllf1.11": la metafisica no desapareció con la Ilustración,
un Marx maduro al que
se su�one convertido a la cien •ll111 que bajó del cielo y se mezcló con la realidad te-
cia, ni entre el concepto
de fetichism_
o y la crítica de la religión del 11 t•Hl re. Es lo que quiere decir Marx cuando llama a la
joven Marx.
Ya el origen del término «fet llll'r'cancía un «objeto sensiblemente suprasensible».
ichismo», así como su
presencia en las primeras pub 1.1 dt•scripción de la alienación que Marx ofrece en los
licaciones de Marx 'l
dan testimonio de dicha continui
lor» a la �

dad. Atribuir un «V ­
ercancía, es decir, tratarla segú
hl11nuscritos de 1844 no se presenta, pues, como una

n el trabajo .tproximación fundamentalmente diferente de la con-


que ha Sido necesario para su 1 ••pt11alización del fetichismo, sino como un primer
producción -pero un
trabajo ya pasado, que ya no 111 t•rcamiento, como una aproximación todavía insu­
está ahí- y, lo que es
mas ,
, tratarla no en consideración lu lt•nle, que ya decía implícitamente, sin embargo, lo
al trabajo que se ha
� �
gastado eal e ndividualmente,
sino en cuanto parte ••t�•·llcial: la desposesión del hombre por el trabajo que
del traba¡o social global (el trab Ht• ha convertido en el principio de síntesis social.
ajo socialmente nece­
sario para su producción): he
aquí una «proyección»
que no lo es en menor medida
que la que tiene lugar
en la religión. El producto solo
se convierte en mer­
cancía porque en él se represen 111 CONCEPTO de fetichismo de la mercancía se mantuvo

ta una rel ción social
Y dicha relación social es tan «fanta
sentido de que no forma part
smagórica» (en e Í • l11 r;1 nte mucho tiempo en el mismo estado que la Be­
ll.t l)urmiente, y solo mereció una atención renovada a
e de la naturaleza de las
cosas) como un hecho religioso 11.11 ti r de los años sesenta. A continuación se convirtió
.
t'll la pieza central de la «crítica del valor», tal como
se desarrolló a partir de 1987 en las revistas alemanas ''' .¡,.otros grupos sociales, empezó a combatirse solo
Krisis y Exit! y en los trabajos de su autor principal, Ro­ 1'11.1 .1 j u s tar determinados detalles. Por otro lado, este
bert Kurz, y de una manera en parte diferente en los de llpo t de luchas a menudo ha contribuido, sin que los
Moishe Postone en los Estados Unidos.'4 Conforme a ltlfllt'S se dieran cuenta de ello, a que el capital alcan­
este enfoque, la mayor parte de los antagonismos den­ ,¡.,,. su siguiente fase en contra de la voluntad de la
tro del capitalismo no afectan a la existencia misma ¡o.11lt' más corta de luces de los propietarios del capi­
de las categorías fetichistas básicas. Ya en el siglo xrx, ¡,¡1 Así, el consumo de masas en la época fordista y
el movimiento obrero se habría limitado, tras algunas 1 1 1\stJdo social, lejos de ser solo «Conquistas» de los
resistencias iniciales, a demandar un reparto distinto IIHiiratos, permitieron al capitalismo una expansión
del valor y del dinero entre aquellos que contribuyen a 1 \ll'llla e interna que contribuyó a compensar la caída
la creación de valor a través del trabajo abstracto. Casi 111111inua de la masa de beneficios.
ninguno de los movimientos que ponían en cuestión
Hn efecto, la contradicción fundamental del ca­
al capitalismo -«la izquierda»- consideraba ya el
pll. i li smo no es el conflicto entre el capital y el trabajo
valor y el dinero, la mercancía y el trabajo abstracto,
11.11,1 riado: desde el punto de vista del funcionamiento
como datos negativos y destructores, típicos solo del
.¡,.¡ < apital, el conflicto entre capitalistas y asalariados
capitalismo, que en consecuencia debían ser abolidos 1 ·� 1111 conflicto entre los portadores vivos del capital
en una sociedad postcapitalista. Sencillamente desea­ lqn y los portadores vivos del capital variable; en con­
ban redistribuirlos según criterios de una mayor justicia
'•I'<IICncia, un conflicto inmanente al sistema mismo.
social. En los países del socialismo real se pretendía,
1 .1 rontradicción fundamental reside más bien en el
por añadidura, que era posible «planificar» de una ma­
lwt l1 o de que la acumulación de capital socava ine-.
nera consciente dichas categorías, aunque por su pro­
v11.1blemente sus propias bases: solo el trabajo vivo
pia esencia sean fetichistas e inconscientes. Una vez
1 1<',1 valor. Las máquinas no añaden nuevo valor. La
que la «lucha de clases» se convirtió en la práctica -si
oounpetencia, sin embargo, empuja a cada propieta­
dejamos a un lado cierta retórica- en un combate por
llo de capital a utilizar la mayor cantidad de tecno­
la integración de los obreros en la sociedad mercantil,
iflt\fa posible para producir (y, en consecuencia, para
Y más adelante por la integración o el «reconocimien-

20 2I
vender) cada vez más barato. Al mismo tiempo que U NA GRAN parte del pensamiento que hoy en día se
de momento incrementa su propio beneficio, cada pretende anticapitalista o emancipador rehúsa obsti­
capitalista contribuye, sin quererlo, sin saberlo y sin nadamente hacerse cargo de esta nueva situación. Las
poder impedirlo, a disminuir la masa global de valor «luchas de clases» en sentido tradicionaL y aquellas
y, en consecuencia, de plusvalía, y por consiguiente, que las sustituyeron a lo largo del siglo x x (las luchas
de beneficio. Durante mucho tiempo, la expansión in­ de los «subalternos» de todo tipo: las mujeres, las
terna Y externa del capital pudo compensar la dismi­ poblaciones colonizadas, los trabajadores precarios,
nución del valor de cada mercancía particular. Pero !'te.), son más bien conflictos «inmanentes», que no
con la revolución microelectrónica -es decir, a par­ van más allá de la lógica del valor. En el momento
tir de los años setenta- la disminución del valor ha t•n el que el desarrollo del capitalismo parece haber
continuado a tal ritmo que nada ha podido frenarla. alcanzado sus límites históricos, esas luchas corren
La acumulación de capital sobrevive desde entonces a menudo el riesgo de limitarse a la defensa del statu
esencialmente bajo la forma de la simulación: crédito t¡uo y a la búsqueda de unas mejores condiciones de
Y especulación, es decir, capital ficticio (en consecuen­ supervivencia para uno mismo en medio de la crisis.
cia, dinero que no es el resultado de una valorización l�sto resulta perfectamente legítimo, pero defender
lograda a través de la utilización de la fuerza de traba­ nuestro salario o nuestra jubilación en absoluto con­
jo). Hoy está de moda atribuir toda la culpa de la crisis duce por sí mismo a superar una lógica fetichista en
Y de sus consecuencias a la especulación financiera, la que todo está sometido al principio de «rentabili­
pero sin ella la crisis habría llegado mucho antes. La dad», en la que el dinero constituye la mediación so­
sociedad mercantil trabaja en su propio derrumbe. Lo < ial universal y en la que la producción misma de las
que la condena no es el simple hecho de ser mala, <osas más importantes puede ser abandonada si no
pues las sociedades precedentes también lo eran. Es se traduce en una cantidad suficiente de «valor» (y,
su propia dinámica la que la pone contra las cuerdas. t'll consecuencia, de beneficio). Ahora resulta menos
st•nsato que nunca exigir «medidas para el empleo» o
d<•fender a los «trabajadores» por la simple razón de

22
liClLd puc"'
ant�-capltansmo, se
,1 ........ "'-•..::cw vdlUl». �s prec1so, por el contrario, defen­ 1111'"1,1�. En lugar de un
. "tall"smo» no son so1o
, 1 , 1111 a¡ter-caplt
a¡·tsmo . El «Capt
der el derecho de cada uno a vivir y a participar de los · ntras
neos, role
banqueros y los .
beneficios de la sociedad, incluso si él o ella no han \1111 "1 apitalistas», los

seríam s los «bue
nos> � . El
logrado vender su fuerza de trabajo . 1\111' . . nosotr
os», el pueblo,
un sistema que
nos mcluye a todo
s, n \
1 .qlll:llismo es
an « :
amo: �
estar fuera. El eslog
dll• puede pretender mas estupt­
el
más demagógico y
1)' ¡".m es sin duda el _
o, e mcluso
chado en m�cho tiemp
DE LO que habría que emanciparse es de las categorías ''" qur se haya escu
muy pehgroso.
fetichistas del dinero y de la mercancía, del trabajo y ll''llllta potencialmente
del valor, del capital y del Estado en cuanto tales. No do la impresión
de que, e �
Uno tiene a menu
desea la contt-
podemos activar uno de esos factores contra el otro, s todo el mundo
l ad, más o meno
11 , .1 1'lt
e 1os « ganado-
considerándolo el polo positivo: ni el Estado contra el ma, y no solament .
ltllidad de este siste _ .
capital, ni el trabajo abstracto en su fase muerta (capi­ se con vierte casi en un prlVllegw
ado
\f''{•>. Ser expoli . defiend en,
fabnl
tal) contra el mismo trabajo en su fase viva (fuerza de del viejo proletariado
(1\IH' los restos �
toda E ropa)
trabajo y, por consiguiente, salario). Parece dificil, en uñas y dientes en
1'11'1 livamente, con
consecuencia, atribuir la tarea de superar el sistema alismo transforma
a cada ez mas � per-
'11.11\do el capit Pero
en «residuos».
fetichista a grupos sociales que se constituyeron me­
111111:1S en «hom
bres superfluos»,
cns ls
· ·

economKa , de la
.
,

diante el desarrollo de la propia mercancía y que se


1 ·1 t hoque
con)· unto de la crisis
definen por su papel en la producción de valor.
,
energetKa obllgara

" , �
mu pron-
1'1 ol6gica y de la crisis .
. .
d , b. cas .
ras Nadie garanbza, sm
deCls tones
En los años sesenta y setenta, los movimientos '" :1 Lomar
es acertadas. La

serán las decisio
de protesta a menudo se dirigían contra el éxito del l'lllbargo, que estas
s, sinommo d
_ � eman-
capitalismo, contra la «abundancia mercantil», y se '1 isis ya no
es, ni mucho meno
, se conVl erte en
que esta en 1·uego .
expresaban en nombre de una concepción distinta de 1 1 pación. Saber lo
disponer de una
vtswn
.,
global, :�
la vida. Por el contrario, las luchas sociales y económi­ .dgo fundamental y
centrada en la e -
una teoría social
cas de hoy se caracterizan a menudo por el deseo de .dgo vital. Por eso,
que el capitalismo respete al menos sus propias pro-

24
tica de las categorías
básicas de la socie dad
no es un lujo teóric mercantil Notas
o que esté ale¡'ad
o de las preoc u-
pacwnes reales y
·

prácticas de los seres


humanos en
1ucha, smo que
·
constituye una cond Incluso entre los autores pertenecientes al marxismo críti­
ición necesaria
para cualquier. proye
cto de emancipac co, el concepto de fetichismo se empleaba en raras ocasio­
ión. De ah'1 que
la obra de Marx . nes antes de la década de los setenta. En las mil páginas de
y muy en partic
, ular, el primer ca-
_

pitulo de El cap�ta. la Marx's Theory of Alienatior� del lukacsiano lstván Més­


l- siga siendo
indispensable para
comprender lo que záros, publicada en 1970, aunque todavía hoy se considera
nos ocurre cotidiana
mente Espe- un clásico sobre el tema, la palabra «fetichismo» práctica­
remos que un . d'Ia se estudIe
. sola
·

. mente para disfrutar mente no aparece. El subepígrafe sobre «El carácter feti­
de su bnllantez
intelectual. chista de la mercancía y su secreto», que cierra el primer
capítulo de El capital, se consideraba entonces a menudo
como una digresión tan incomprensible como inútil, una
recaída en el hegelianismo, un capricho metafísico. Con­
viene tener presente que, en 1969, Louis Althusser quería
prohibir a los lectores de El capital que comenzaran por el
primer capítulo, al que juzgaba demasiado dificil. Los lec­
tores debían percibir el conflicto visible entre el trabajo vivo
y el trabajo muerto como el punto de partida y el «pivote»
de la crítica marxiana y considerar el análisis de la forma
del valor únicamente como una precisión suplementaria,
en la que habría que profundizar en un segundo momen­
to. El gran Dictio1111aire critique du marxisme, publicado en
Francia en 1982, no consagra al fetichismo más que un es­
pacio muy exiguo. Incluso los marxistas más críticos y más
dialécticos de este periodo seguían presos de una ontología
del trabajo y, en consecuencia, no les resultaba posible aco­
tar de forma más clara las categorías del fetichismo y de
la alienación. Fue necesario esperar hasta la crisis real y
visible de la sociedad del trabajo, una crisis que se instaló
indefinidamente a partir de los años setenta, para llegar a la

26
. En los Grundrisse, Marx
comprensión teórica del trabajo abstracto y, de este modo y 7 Marx El capital, ed. cit., p. zo8
rrr: na como sujeto>>. (Karl Marx,
en último análisis, del fetichismo de la mercancía. afi a: <<El valor entra en esce ­polí
para la crítica de !a economfa
2 Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política, Libro
Elementos fondamentales
8 (1), Méx co � ?�· �
SJ
_
_ lo Vemt!U ��
tica (Grundrisse) 1857-185
I!T, Tomo III, Akal Ediciones, Madrid, 2000, p. 265 y ss. jose Anco, Miguel Murrm
Editores, p. 251· Traducción de
Traducción de Vicente Romano García.
y Pedro Scaron).
3 A las cuales hay que añadir otras ocurrencias de la palabra II4 [p. so de la presente
edi·
8 Marx, El capital, ed. cit., p.
fetichismo en casi todas las obras de crítica de la economía
ción].
política de Marx, sin contar los pasajes en los que habla

les califica de <<socialistas rica
de él sin que el término aparezca explicitamente. Hemos 9 A menudo y con razón, se <<val or­
ión ricardiana del
de admitir que todas las consideraciones de Marx en torno dianos>>, pues aceptan la concepc
al fetichismo son fragmentarias y difíciles de comprender, trabajo>> y de una eterna <<ley del valo �
r», ue s�ncillamente
.
e a los pnnop!OS de la JUS-
tanto porque recurre a metáforas como por la dificultad se trataría de <<aplicar>> conform
efectiva de describir un fenómeno que nadie antes que ticia social.
Marx se había aventurado a explorar. ed. cit., p. 85.
ro Marx, El capital,

4 Karl Marx, El capital, ed. cit., p. n9 [p. 55 de la presente


u Marx, E! capital, ed. cit., p. 86.
edición]. Se podría decir que toda la problemática del feti­
9
chismo se encuentra en esta frase irónica sobre los hom­ 12 Marx, El capital, ed. cit., P· 7·
Rena·
bres, que no entran en escena más que para servir a las a Asamblea de la Provincia
13 Karl Marx, Actas de la Sext
mercancías, los auténticos actores del proceso. Madera,
sobre la Ley de Robos de
na. Tercer artículo. Debates
�na,
Editorial Gedisa. Barcel
5 Marx, El Capital, ed. cit., p. 6} «Esta naturaleza doble del en Los debates de la dieta renana, .
al y Antomo GarCJa.
trabajo contenido en la mercancía la he demostrado yo por 200 7. Traducción de Juan Luis Verm
primera vez de un modo crítico. Como este es el punto en trabajo y dominación soci �l.
torno al cual gira la comprensión de la economía política,
14 Véase Moishe Postone, Tiempo,
Una reinterpretación de
la teoría crítica � �
Marx, M roal
debemos examinarlo más de cerca>>.
Pons, Madrid-Barcelona, zoo
6. TraducclOn de Mana Se­
rrano [Publicado originalmen

te en I993l· A selm Jappe;
6 Es mejor hablar de la <<faceta abstracta del trabajO>>; resulta .
osición del cap�tal¡smo ��
y s cn­
más claro que <<trabajo abstracto>>. En efecto, en un régimen Crédito a muerte. La descomp
capitalista todo trabajo posee una faceta abstracta y una face­ ticos, Pepitas de Calabaza
, Logroño, zon. Traducoon de
ta concreta. No se trata de dos géneros distintos de trabajo.
Diego Luis Sanromán. Anselm )appe, Robert Kurz y Claus
Peter Ortlieb, El absurdo mercado de los hombres sin cualida­
des. Ensayos sobre el fetichismo de la mercancía, Pepitas de

El carácter de fetiche de
Calabaza, Logroño, 2014 (segunda edición]. Traducción de
Luis Andrés Bredlow y Ernrna lzaola. Grupo Krisis, Ma­

eto
la mercancía y su secr
nifiesto contra el trabajo, Virus Editorial, Barcelona, 2002.
Traducción de Marta María Fernández [publicado original­

seguido de
mente en I999l·

o
El proceso de intercambi

Karl MARX
1 n carácter de fetiche de
la. mercancía y su secreto
(l:'l capital, 1, capítulo 1.4}'

Título original: Das Kapítal, I, Erstes Kapi­


tel, 4: <<Der Fetischcharakter der Ware und
sein Geheimnis»; Zweites Kapitel: <<Der
Austauschprozess».
\)NA MERCANCÍA PARECE SER, a primera vista, una
1 osa evidente y trivial. De su análisis resulta que es
1111a cosa de lo más endiablada, llena de sutileza meta­
ft�ica y de entresijos teológicos. En tanto que es valor
dl· uso, no tiene nada de misterioso, lo mismo que se
111irc desde el punto de vista de que, en virtud de sus
propiedades, satisface unas necesidades humanas o
qttc adquiere esas propiedades solo como producto
d\'1 Lrabajo humano. Es palmario que el hombre, me­
di:tnle su actividad, altera las formas de las materias
ll:tlurales de un modo que le resulta útil. La forma
dt· la madera, por ejemplo, queda alterada cuando se
l1.1n' de ella una mesa. Y, sin embargo, la mesa sigue
Hlt'lldo madera, una cosa sensible ordinaria. Pero des·
d,· 1'1 momento en que se presenta como mercancía,
1111' 1 rasmuta en una cosa sensible y, a la vez, suprasen-

33
sible. No solo está colocada con las patas en el suelo ¿De dónde brota, pues, el carácter misterioso del

sino que se coloca de cabeza frente a todas las demá � producto de trabajo desde el momento en que adquie­

mercancías, y en su cabeza de madera desarrolla unos re la forma de mercancía? Evidentemente, de esa for­

caprichos mucho más extravagantes que si se pusiera ma misma. La igualdad de los trabajos humanos toma

a bailar por libre voluntad.2 forma de cosa como objetividad de valor igual de los
productos del trabajo; la medida del gasto de fuerza
El carácter místico de la mercancía no brota, por
de trabajo humana en función de su duración toma
tanto, de su valor de uso. Ni tampoco brota del con­
la forma de la magnitud de valor de los productos del
tenido de las determinaciones del valor. Pues, en pri­
trabajo; y, en fin, las relaciones entre los productores,
mer lugar, por muy diversos que sean los trabajos úti­
dentro de las cuales se ejercen aquellas determinacio­
les o actividades productivas, es una verdad fisiológica
nes sociales de sus trabajos, toman la forma de una
que todos ellos son funciones del organismo humano
relación social entre los productos del trabajo.
Y que cualquiera de esas funciones, sean cuales sean
su contenido y su forma, es esencialmente un gasto Lo misterioso de la forma de mercancía consiste,

de cerebro, nervio, músculos, órganos de los sentidos, pues, sencillamente en que les presenta a los hombres,

etc., de los hombres. Y en segundo lugar, en cuanto como reflejados en un espejo, los caracteres sociales

a lo que subyace a la determinación de la magnitud de su propio trabajo como caracteres objetivos de los

de valor, esto es, la duración de aquel gasto o la canti­ productos mismos del trabajo, o como unas propieda­

dad de trabajo, cabe distinguir incluso por medio de des sociales inherentes a la naturaleza de esas cosas;

los sentidos entre la cantidad de trabajo y su cualidad. de ahí que también la relación de los productores con

En cualesquiera circunstancias tuvo que interesarle al el trabajo total se les presente como una relación so­

hombre el tiempo de trabajo que cuesta la producción cial entre objetos que existe fuera de los productores.

del sustento, aunque no en igual medida en los diver­ Mediante ese quid pro quo los productos del trabajo

sos niveles evolutivos.l Y, en fin, apenas los hombres se convierten en mercancías, en cosas sensibles y a la

trabajan unos para otros, de la manera que sea, su vez suprasensibles, o en cosas sociales. Así la impre­

trabajo adquiere también una forma s�cial. sión luminosa de una cosa en el nervio óptico no se

34 35
presenta como un estímulo subjetivo del nervio óptico brota del peculiar carácter social del trabajo que pro­
mismo, sino como forma objetiva de una cosa fuera duce mercancías.
del ojo. Pero en el caso de la visión realmente se pro­ Los objetos de uso solo se convierten en mercan­
yecta luz desde una cosa, el objeto exterior, sobre otra cías porque son productos de trabajos privados que
cosa, que es el ojo. Se trata de una relación física entre se ejercen con independencia recíproca. El conjunto
cosas físicas. En cambio, la forma de mercancía y la de esos trabajos privados constituye el trabajo total de
relación de valor entre los productos del trabajo, en la sociedad. Dado que los productores solo entran en
la cual aquella se presenta, no tienen absolutamente contacto social mediante el intercambio de los produc­
nada que ver con la naturaleza física de los mismos tos de su trabajo, resulta que también los caracteres es­
ni con las relaciones resultantes entre cosas. No hay pecíficamente sociales de sus trabajos privados se ma­
aquí nada más que una determinada relación social nifiestan solamente dentro de tal intercambio. Dicho
entre los hombres mismos, que adquiere para ellos de otro modo, s i los trabajos privados se ejercen, en
la forma fantasmagórica de una relación entre cosa9. efecto, como partes integrantes del trabajo total de la
Para encontrar una analogía hemos de refugiarnos, sociedad, es solamente por gracia de las relaciones en
por tanto, en la nebulosa región del mundo religioso. que el intercambio hace entrar a los productos del tra­
Ahí los productos de la cabeza humana parecen perso­ bajo y, por mediación de estos, a los productores. Por
najes dotados de vida propia, que se relacionan entre consiguiente, a estos últimos las relaciones sociales de
ellos y con los hombres. Lo mismo sucede en el mun­ sus trabajos privados se les aparecen como lo que son,
do de las mercancías con los productos de la mano esto es, no como unas relaciones inmediatamente so­
humana. A eso yo lo llamo el fetichismo que adhiere ciales entre las personas en sus trabajos mismos, sino
a los productos del trabajo, desde el momento en que como unas relaciones de cosas entre las personas Y
son producidos como mercancías, y que es, por tanto, como unas relaciones sociales entre las cosas.
inseparable de la producción de mercancías.
Solamente en el intercambio los productos del
Como ha demostrado ya el análisis que prece­ trabajo adquieren la condición de objetos de valor o­ �
de, ese carácter de fetiche del mundo de la mercancía cialmente iguales, separada de su condición de obje-

37
lV:s ue uso sensiblement
e dlterentes. Esa escisión
del
producto de trabajo en cos intercambio de productos: esto es, el carácter social­
a útil y cosa de valor solo
se ejerce prácticamente des mente útil de sus trabajos privados se refleja en la for­
de el momento en que el
intercambio haya alcanza
do ya un voh,¡men y una im­
ma de que el producto del trabajo ha dé ser útil, 1�
que
.
portancia suficientes par es decir, útil para otros; el carácter social de la Igual­
a que las cosas útiles se pro
­
duzcan para el intercambio dad de los diferentes trabajos se refleja en forma del
, de manera que el carácter
de valor de las cosas se tien carácter de valores que es común a esas cosas m te­
e en cuenta ya en la pro­ �
ducción misma. A partir de rialmente diversas que son los productos del trabaJO.
ese momento, los trabajos
privados de los productore Los hombres, por tanto, no relacionan unos
s adquieren efectivamente
un carácter social doble. productos de trabajo con otros como valores porque
Por un lado, como trabajos
útiles determinados, han esas cosas les valgan solo como envolturas fisicas del
de satisfacer una determi
na­
da necesidad social, acreditá trabajo humano igual, sino al revés: en el intercam­
ndose así como partes in­
tegrantes del trabajo tota bio, al igualar sus diferentes productos co �o valores,
l, del sistema nativo de la
di­
visión social del trabajo. igualan sus diferentes trabajos como trabaJo humano.
Por el otro lado, satisfacen
las
diversas necesidades de sus
propios productores solo Ellos no lo saben, pero lo hacen.4 El valor, por tan o, �
en la medida en que cad no lleva escrito en la frente lo que es. Bien al contrar o,�
a uno de los trabajos útil
es
privados es intercambiab el valor trasforma cada producto de trabajo en un Je­
le por cualquier otro gén
ero
útil de trabajo privado y, roglífico social. Luego los hombres tratan de descifrar
por tanto, es su equivalent
e.
La igualdad de unos trab el sentido del jeroglífico, penetrar en el secreto de su
ajos tato coelo diferentes
solo
puede consistir en que se propio producto social, pues la determinación de los
haga abstracción de su des
­
igualdad real; solo puede
consistir en la reducción
al �

objetos de uso como valores es pr ducto soc al de los
carácter común que poseen hombres no menos que el lenguaJe. El tardw des u­ �
como gasto de fuerza de
trabajo humana, como trab brimiento científico de que los productos de trabaJO,
ajo humano abstracto. El
cerebro de los productore en cuanto valores, son meras expresiones fisicas del
s privados refleja ese dob
le
carácter social de sus trab
ajos privados únicamente
en
?
trabajo humano gastado en su producci n, hace épo­
las formas que aparecen ca en la historia evolutiva de la humamdad, pero no
en los tratos prácticos, en
el

39
ahuyenta en modo alguno la apariencia de objetividad de sus propiedades físicas y químicas diferentes. Y, en
de los caracteres sociales del trabajo. Lo que solo vale efecto, el carácter de valor de los productos del traba­
para esta forma peculiar de producción que es la pro­ jo solo se consolida por el hecho de que estos funjan
ducción de mercancías, a saber, que el carácter especí­ como magnitudes de valor. Estas últimas varían cons­
ficamente social de los trabajos privados mutuamente tantemente, con independencia de la voluntad, los co­
independientes consiste en su igualdad como trabajo nocimientos previos y la actividad de los agentes del
humano y adquiere la forma del carácter de valor de intercambio. Su propio movimiento social posee para
los productos del trabajo, eso se les aparece a quie­ ellos la forma de un movimiento de cosas a cuyo con­
nes están atrapados en las relaciones de la producción trol están sometidos en lugar de controlarlo. Hace falta
de mercancías, antes lo mismo que después de aquel una producción de mercancías plenamente desarrolla­
descubrimiento, como algo no menos definitivo que da para que de la experiencia misma surja la constata­
el hecho de que la descomposición científica del aire ción científica de que los trabajos privados (que se rea­
en sus elementos deja subsistir la forma del aire como lizan independientemente unos de otros, pero, como
forma de un cuerpo físico. componentes nativos de la división social del trabajo,
Lo que en primer lugar les interesa prácticamen­ dependen todos de todos) se reducen constantemente
te a los intercambiadores de productos es la cuestión a su medida socialmente proporcional, porque, en las
de cuántos productos ajenos reciben a cambio del pro­ fortuitas y siempre fluctuantes relaciones de intercam­
ducto propio, es decir, en qué proporciones se inter­ bio de sus productos, el tiempo de trabajo socialmente
cambian los productos. Una vez esas proporciones necesario para su producción, cual ley reguladora de la
hayan madurado hasta alcanzar una cierta estabilidad naturaleza, se impone a la fuerza, de la misma manera
consuetudinaria, parecen brotar de la naturaleza de que la ley de la gravedad se impone cuando a uno se
los productos del trabajo, de manera que, por ejemplo, le cae encima la casa.5 La determinación de la magni­
una tonelada de hierro y dos onzas de oro poseen el tud de valor por el tiempo de trabajo es, por tanto, un
mismo valor, del mismo modo que una libra de oro secreto oculto bajo los movimientos aparentes de los
y una libra de hierro poseen el mismo peso, a pesar valores relativos de las mercancías. El desvelamiento
de ese secreto deshace la apariencia de una determi­ como la encarnación general del trabajo humano abs­
nación meramente fortuita de las magnitudes de valor tracto, la demencia de la formulación salta a la vista.
de los productos del trabajo, pero no deshace en modo Pero cuando los productores de la chaqueta, las botas,
alguno su forma objetiva. etc., relacionan esas mercancías con el lienzo -o con

La reflexión sobre las formas de la vida humana, el oro y la plata, lo que no cambia la cosa- como equi­

incluyendo el análisis científico de las mismas, suele valente general, entonces la relación de sus trabajos

tomar un camino opuesto a la evolución real. Empieza privados con el trabajo total de la sociedad se les apare­

post festum, partiendo de los resultados acabados del ce precisamente de esa forma demencial.

proceso evolutivo. Las formas que sellan los productos Y es que tales formas constituyen las categorías
del trabajo como mercancías y que, por tanto, están de la economía burguesa. Son formas de pensamiento
presupuestas en la circulación de mercancías, poseen socialmente válidas y, por tanto, objetivas para las re­
ya una estabilidad propia de formas naturales de la vida laciones de producción de este modo social de produc­
social, antes de que los hombres traten de darse cuenta ción históricamente determinado que es la producción
y razón, no ciertamente del carácter histórico de esas de mercancías. Todo el misticismo del mundo de la
formas, a las que ya tienen por inmutables, sino de su mercancía, todas las brujerías y apariciones de ánimas
contenido. Así solamente el análisis de los precios de que envuelven cual bruma a los productos del traba­
las mercancías condujo a la determinación de la mag­ jo que se desarrolla sobre la base de la producción de
nitud del valor, y solo la común expresión dineraria de mercancías, se desvanecen inmediatamente en cuan­
las mercancías condujo a la fijación de su carácter del to nos volvamos hacia otras formas de producción.
valor. Pero justamente esa forma acabada del mundo
Como a la economía política le gustan las robin­
de la mercancía, la forma de dinero, es la que, en lugar
sonadas,6 empecemos con Robinsón en su isla. Frugal
de revelarlo, encubre bajo la forma de cosa el carácter
como es de suyo, tiene, sin embargo, diversas necesi­
social de los trabajos privados y, por tanto, las relacio­
dades que satisfacer y debe, por tanto, ejecutar traba­
nes sociales de los trabajadores privados. Si digo que
jos útiles de diversa índole, confeccionar herramien­
la chaqueta, las botas, etc., se relacionan con el lienzo
tas, fabricar muebles, domesticar una llama, pescar,

43
cazar, etc. No hablamos de rezar y cosas por el estilo, Pasemos ahora de la isla luminosa de Robinsón
ya que nuestro Robinsón encuentra en ellas un placer a la oscura Edad Media europea. En lugar del hombre
Y considera semejantes actividades como un recreo. A independiente, encontramos aquí a todos los hombres
pesar de la diversidad de sus funciones productivas, dependientes: siervos de gleba y terratenientes, vasa­
él sabe que estas no son más que diferentes formas llos y señores, seglares y curas. La dependencia perso­
de actividad del mismo Robinsón, es decir, diferentes nal caracteriza a las relaciones sociales de la produc­
modalidades de trabajo humano. La necesidad misma ción material lo mismo que a las esferas de la vida que
le obliga a repartir su tiempo minuciosamente entre se levantan sobre ella. Pero justamente porque las rela­
sus diversas funciones. Que una ocupe más espacio ciones de dependencia personal forman la base social
dentro de su actividad total y otra menos depende de la dada, a los trabajos y a los productos no les hace falta
mayor o menor dificultad que se haya de vencer para tomar una forma fantástica distinta de su realidad. En­
lograr el efecto útil deseado. La experiencia se lo ense­ tran en el engranaje social como servicios y prestacio­
ña, y nuestro Robinsón, que ha salvado del naufragio nes en especie. La forma inmediatamente social del
el reloj, el libro mayor, la tinta y la pluma, como buen trabajo es aquí su forma natural, su carácter específico,
inglés que es, empieza pronto a llevar la contabilidad y no su universalidad, como sucede sobre la base de
de sí mismo. Su inventario contiene un listado de los la producción de mercancías. El trabajo del siervo se
objetos de uso que posee, de las operaciones que se mide en tiempo lo mismo que el trabajo que produce
requieren para su producción y, finalmente, del tiem­ mercancías, pero todo siervo sabe que gasta una de­
po de trabajo que le cuestan, por término medio, unas terminada cantidad de su fuerza personal de trabajo
cantidades determinadas de esos productos diversos. sirviendo a su amo. El diezmo que se ha de entregar
Todas las relaciones de Robinsón con las cosas que al cura es más evidente que los efectos de la bendición
forman su riqueza, que él mismo ha creado, son tan que el cura imparte. Por tanto, y sea cual sea el juicio
sencillas y transparentes que hasta el señor M . Wirth7 que a uno le merezcan las máscaras de personajes tí­
podría comprenderlas sin mucho esfuerzo intelectual· picos con las que los hombres entran aquí en tratos
y, sin embargo, en ellas están contenidas todas las de � recíprocos, las relaciones sociales de las personas en
terminaciones esenciales del valor.

44 45
sus trabajos aparecen en todo caso como sus propias de por sí como determinación social de los trabajos
relaciones personales, y no disfrazadas en relaciones mismos, porque las fuerzas individuales de trabajo ac­
sociales de las cosas, de los productos del trabajo. túan ya de por sí solamente como órganos de la fuerza

A fin de considerar el trabajo en común, es de­ de trabajo común de la familia.

cir, el trabajo inmediatamente socializado, no hace En fin, imaginemos, para variar, una asocia­
falta retroceder a la forma primitiva del mismo que ción de hombres libres que trabajan con medios de
encontramos en los umbrales de la historia de todos producción comunitarios y que gastan sus múltiples
los pueblos civilizados.8 Un ejemplo más próximo nos fuerzas de trabajo individuales, con plena conciencia
ofrece la industria rural patriarcal de una familia cam­ de sí, como una sola fuerza de trabajo social. Todas las
pesina, que produce cereales, ganado, hilo, tela, ropa, determinaciones del trabajo de Robinsón se repiten
etc., para sus propias necesidades. Esas cosas diversas aquí, solo que de modo social en lugar de individual.
se le ofrecen a la familia como diferentes productos Todos los productos de Robinsón eran su producto
de su trabajo familiar, pero no se ofrecen unas a otras personal exclusivo y, por tanto, eran inmediatamente
como mercancías. Los diversos trabajos que producen objetos de uso para él. El producto total de la asocia­
esos productos, la agricultura, la ganadería, el hilar y ción es un producto social. Una parte de ese producto
el tejer, la sastrería, etc., son, en su misma forma na­ sirve a su vez de medios de producción y sigue siendo
tural, funciones sociales, por ser funciones de la fa­ social; pero otra parte es consumida por los miembros
milia, que posee su propia división nativa del trabajo, de la asociación, a modo de medios de subsistencia, y,
lo mismo que la producción de mercancías posee la por tanto, debe ser repartida entre ellos. Las modalida­
suya. Las diferencias de sexo y de edad y las condicio­ des de tal reparto variarán según la índole particular
nes naturales del trabajo, que varían con el cambio de del propio organismo social de producción y el nivel
las estaciones, regulan el reparto de las tareas entre de desarrollo histórico de los productores que en cada
los miembros de la familia y el tiempo de trabajo de caso le corresponda. Solo para establecer un parale­
cada uno. El gasto de las fuerzas de trabajo individua­ lismo con la producción de mercancías, supongamos
les, medido por la duración, aparece, sin embargo, ya que la parte de los medios de subsistencia que corres-

47
ponde a cada productor se determina por su tiempo pero tanto más importante cuanto más se adentran

de trabajo. El tiempo de trabajo jugaría, por tanto, un las comunidades en la etapa de decadencia. Unas na­

doble papel. Su reparto, planificado por la sociedad, ciones de comerciantes en sentido propio solo existen

regula la proporción justa entre las diversas funciones en los intermundios del mundo antiguo, como los

de trabajo y las diferentes necesidades. Por otra parte, dioses de Epicuro, o como los judíos en los poros de

el tiempo de trabajo sirve a la vez de medida de la par­ la sociedad polaca. Aquellos organismos antiguos de

te individual del productor en el trabajo común y, por producción social son mucho más sencillos y transpa­

tanto, de la parte del producto común que puede ser rentes que el organismo de producción burgués; pero

consumida individualmente. Las relaciones sociales se fundan o bien en la inmadurez del hombre indivi­

de los hombres con sus trabajos y con los productos de dual, que no se ha soltado aún del cordón umbilical de

su trabajo siguen siendo de una sencillez transparen­ la unión natural con los otros de su especie, o bien en

te, tanto en la producción como en la distribución. relaciones inmediatas de señorío y servidumbre. Esos
organismos de producción están condicionados por
Para una sociedad de productores de mercan­
un bajo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas
cías, cuya relación universal de producción social con­
del trabajo y por las correspondientes relaciones de
siste en tratar a sus productos como mercancías, es
dependencia que los hombres mantienen en el pro­
decir, como valores, y en relacionar entre sí sus tra­
ceso de producción material de su vida y, por tanto,
bajos privados bajo esa forma de cosas, como trabajo
entre ellos y con la naturaleza. Esa dependencia real se
humano igual, la forma de religión más adecuada es
refleja idealmente en las antiguas religiones naturales

el cri tianismo, con su culto del hombre abstracto, y
y populares. El reflejo religioso del mundo real solo
espeoalmente el cristianismo en su desarrollo bur­
puede desaparecer, en general, desde el momento en
gués, el protestantismo, el deísmo, etc. En los modos
que las condiciones de la vida práctica de los trajines
de producción del Asia arcaica, de la Antigüedad clási­
cotidianos se les presenten a los hombres, día tras día,
ca, etc., la transformación del producto en mercancía
como unas relaciones transparentes y racionales entre
y, por tanto, la existencia de los hombres como pro­
ellos y con la naturaleza. La forma del proceso vital de
ductores de mercancías juegan un papel subordinado,

49
la sociedad, esto es, del proceso material de produc­ Hasta qué punto se dejan engañar algunos eco­
ción, solo se quitará el velo de bruma mística cuando nomistas por el fetichismo inherente al mundo de la
se encuentre, corno producto de hombres libremente mercancía o por la apariencia de objetividad de las de­
socializados, bajo el control consciente y planificado de terminaciones sociales del trabajo, lo demuestra, en­
los mismos. Pero para eso se requiere un fundamento tre otros ejemplos, la tediosa e insípida querella sobre
material de la sociedad o una serie de condiciones ma­ el papel de la naturaleza en la formación del valor de
teriales de existencia que son a su vez el producto de cambio. Dado que el valor de cambio es una determi­
una larga y atormentada historia evolutiva. nada manera social de expresar el trabajo que se ha

La economía política ha analizado ciertamente, dedicado a una cosa, no puede contener más sustan­

aunque de manera irnperfecta,9 el valor y la magnitud cia natural que la que contiene, pongamos por caso, el

del valor y ha descubierto el contenido que se esconde tipo de cambio bursátil.

en esas formas. Jamás ha formulado ni tan siquiera la La forma de mercancía es la forma más universal
pregunta de por qué tal contenido torna tal forma, esto de la producción burguesa y la menos desarrollada,
es, por qué el trabajo se expresa en el valor y por qué por lo cual aparece tempranamente, aunque no de la
la medida del trabajo por la duración se expresa en la misma manera dominante y, por tanto, característica
magnitud de valor del producto del trabajo.10 Unas fór­ que hoy en día; de ahí que su carácter de fetiche parez­
mulas que llevan escritas en la frente que pertenecen a ca todavía relativamente fácil de descubrir. Al llegar
una formación social en que el proceso de producción a formas más concretas, desaparece incluso esa apa­
domina a los hombres y el hombre aún no domina al riencia de sencillez. ¿De dónde venían las ilusiones
proceso de producción pasan en la conciencia burgue­ del sistema monetarista o mercantilista ?" No veía que
sa de los economistas por ser unas necesidades natu­ el oro y la plata, en cuanto dinero, representan una
rales tan evidentes corno el proceso de trabajo mismo. relación social de producción, pero que la representan
De ahí que la economía política trate a las formas del en forma de cosas naturales dotadas de extrañas pro­
organismo social de producción anteriores a la bur­ piedades sociales. Y en cuanto a la economía moderna,
guesía de la misma manera que los Padres de la Iglesia que mira por encima del hombro al sistema mercan-
trataban a las religiones anteriores al cristianismo. u

so 51
tilista, ¿no se hace palpable su fetichismo apenas pasa tancia química, presumiendo de profundidad crítica,
a tratar del capital? ¿Cuánto hace que se desvaneció la encuentran, sin embargo, que el valor de uso de las
ilusión de los fisiócratas, según la cual la renta inmo­ cosas es independiente de las propiedades que tienen
biliaria brota de la tierra y no de la sociedad? como cosas, mientras que el valor les pertenece como
a cosas. Lo confirma, a sus ojos, el extraño hecho de
Para no adelantarnos, bástenos aquí otro ejem­
que el valor de uso de las cosas se realiza para el hom­
plo relativo a la forma misma de mercancía. Si las
bre sin intercambio, en la relación inmediata entre la
mercancías supieran hablar, dirían: «Nuestro valor de
cosa y el hombre, mientras que, a la inversa, el valor se
uso acaso le interese al hombre, pero a nosotras, como
realiza solo en el intercambio, es decir, en un proceso
cosas, no nos pertenece. Lo que nos pertenece como a
social. Quién no se acuerda del bueno de Dogberry,
cosas que somos es el valor. Lo demuestran nuestros
que enseña al sereno Seacoal: «Ser varón apuesto es
propios tratos como cosas mercantiles: solo nos rela­
un don de las circunstancias, pero saber leer y escribir
cionamos unas con otras como valores de cambio».
es un don de la naturaleza>>.'s
Ahora escuchen al economista hablando como si le
saliera del alma a la mercancía misma: «El valor (valor
de cambio) es una propiedad de las cosas, la rique­
za (el valor de uso) es una propiedad del hombre. El
valor, en este sentido, implica necesariamente el in­
tercambio, la riqueza no lo implica».'J «La riqueza (el
valor de uso) es un atributo del hombre, el valor es un
atributo de las mercancías. Un hombre o una comuni­
dad son ricos; una perla o un diamante son valiosos...
Una perla o un diamante tienen valor en cuanto tal
perla o diamante».'4 Hasta ahora, ningún químico ha
descubierto el valor de cambio en la perla o en el dia­
mante. Los economistas que han descubierto esa sus-

53
El proceso de intercambio
(El capital, I, capítulo 2)

lAs MERCANCÍAS NO PUEDEN ir solas al mercado ni


intercambiarse solas. Hemos, pues, de buscar a sus
cuidadores, los propietarios de mercancías. Las mer­
cancías son cosas; por tanto, están indefensas ante
el hombre. Si no obedecen, el hombre puede usar la
fuerza, lo que es decir, tomarlas.16 Para relacionar esas
cosas unas con otras como mercancías, los cuidado­
res de mercancías tienen que comportarse unos con
otros como personas cuya voluntad habita en aque­
llas cosas, de tal manera que cada uno se apropia la
mercancía ajena, enajenando la suya, solamente con
el consentimiento voluntario del otro, es decir, me­
diante un acto de voluntad común a uno y otro. Por
tanto, deben reconocerse mutuamente como propie­
tarios privados. Esa relación jurídica, cuya forma es el
contrato, legalmente formulado o no, es una relación
entre voluntades en la que se refleja la relación econó­
mica. El contenido de esa relación jurídica o de volun-

55
tades viene dado por la relación económica misma.17 jenarla a cambio de otras mercancías cuyos valores de
Las personas solo existen aquí unas para otras como uso le satisfagan. Todas las mercancías son valores de
representantes de la mercancía y, por tanto, como pro­ uso para quienes no son sus propietarios, y no son va·
pietarios de mercancías. Veremos, con el avance del lores de uso para sus propietarios. De ahí que tengan

desarrollo, que en general las máscaras de personajes que cambiar de manos por todos lados. Pero ese cam·
típicos de la economía que llevan las personas no son bio de manos constituye su intercambio, y su ínter·

más que las personificaciones de las relaciones econó­ cambio las relaciona unas con otras como valores y las
micas que las personas, al relacionarse, representan. realiza como valores. Por tanto, las mercancías tienen
que realizarse como valores antes de poder realizarse
Lo que distingue, en particular, al propietario de
como valores de uso.
la mercancía de la mercancía misma es el hecho de
que a esta cualquier otro cuerpo de mercancía le vale Por otra parte, las mercancías tienen que acre­

únicamente como forma fenoménica de su propio ditarse como valores de uso antes de poder realizarse

valor. Por tanto, la mercancía, leveUer18 y cínica nata, como valores. Pues el trabajo humano que en ellas se

siempre está a punto de intercambiar no ya tan solo haya gastado solo cuenta en la medida en que se haya

el alma, sino el cuerpo con cualquier otra mercancía, gastado de tal forma que sea útil para otros. Pero que

aunque esta adolezca de más defectos que Maritornes. el trabajo haya sido útil para otros y que, por tanto, su

Ese sentido de lo concreto que hay en el cuerpo de las producto satisfaga necesidades ajenas o no, es algo
mercancías, sentido del cual la propia mercancía care­ que solo el intercambio puede demostrar.
ce, lo suple el propietario de mercancías mediante sus Cada propietario de mercancías quiere enajenar
propios cinco o más sentidos. Su mercancía no tie­ su mercancía únicamente a cambio de otras mercan­
ne para él ningún valor de uso inmediato; pues de lo cías cuyo valor de uso satisfaga sus necesidades. En
contrario no la llevaría al mercado. Tiene valor de uso ese sentido, el intercambio es para él un proceso me·
para otros. Para él no tiene, de inmediato, más valor ramente individual. Por otra parte, quiere realizar su
de uso que el de ser portadora de valor de cambio y, mercancía como valor y, por tanto, en cualquier otra
por tanto, medio de intercambio.19 Por eso quiere ena- mercancía del mismo valor, sin importarle que su pro-

57
pia mercancía tenga valor de uso para el propietario valores y, por tanto, como mercancías relacionándo­

de la otra mercancía o no. Y en ese sentido, el inter­ las, por contraposición, con alguna otra mercancía

cambio es para él un proceso social universal. Pero un que sirva de equivalente universal. Eso había resultado

mismo proceso no puede ser al mismo tiempo para del análisis de la mercancía. Pero solo la acción social

todos los propietarios de mercancías un proceso me­ puede hacer de una mercancía determinada el equi­

ramente individual y, a la vez, ser exclusivamente un valente universal. La acción social de todas las demás

proceso social universal. mercancías excluye, por tanto, a una mercancía deter­
minada, en la cual todas ellas representan sus valores
Mirándolo más de cerca, a cada propietario de
respectivos. Así la forma natural de esa mercancía se
mercancías le vale cada mercancía ajena como equiva­
convierte en forma de equivalente socialmente válida.
lente específico de la suya y, por tanto, su propia mer­
Mediante el proceso social, la función de equivalente
cancía le vale como equivalente universal de todas las
universal se convierte en la función social específica
demás mercancías. Pero como todos los propietarios
de la mercancía excluida. Así esta se convierte en di­
de mercancías hacen lo mismo, ninguna mercancía es
nero . «Illi unum consilium habent et virtutem et po­
un equivalente universal y, por consiguiente, las mer­
testatem suam bestiae tradunt. Et ne quis posset eme­
cancías no poseen ninguna forma universal de valor
re aut vendere, nisi qui habet characterem aut nomen
relativo en la que puedan equipararse como valores
bestiae, aut numerum nominis eius» (Apocalipsis)!0
Y compararse como magnitudes de valor. No se rela­
cionan, por tanto, en modo alguno como mercancías' La cristalización en dinero es un producto nece­

sino meramente como productos o valores de uso. sario del proceso de intercambio, en el cual los diver­
sos productos del trabajo se equiparan efectivamente
En su perplejidad, nuestros propietarios de mer­
unos a otros y, por tanto, se convierten efectivamente
cancías piensan como Fausto: en el principio fue la
en mercancías. La expansión y el ahondamiento his­
acción. Han actuado ya antes de haber pensado. Las
tóricos del intercambio despliegan, por tanto, la opo­
leyes de la naturaleza de la mercancía se ejercen en
sición entre valor de uso y valor que dormita en la
el instinto natural de los propietarios de mercancías.
naturaleza de la mercancía. La necesidad de represen-
Solo pueden relacionar sus mercancías entre sí como

59
tar esa oposición de manera externa para el comercio otras. Tal relación de extrañeza recíproca no existe,
impulsa hacia una forma autónoma del valor de las sin embargo, para los miembros de una comunidad
mercancías y no descansa hasta que tal forma se haya nativa, lo mismo que tenga la forma de una familia
definitivamente alcanzado mediante el desdoblamien­ patriarcal, una comunidad de la India antigua, un Es­
to de la mercancía en mercancía y dinero. Por consi­ tado incaico, etc. El intercambio de mercancías em­
guiente, la transformación de la mercancía en dinero pieza ahí donde acaban las comunidades, en sus pun­
se consuma en la misma medida que la transforma­ tos de contacto con otras comunidades o con miem­
ción de los productos del trabajo en mercancías.zr bros de las mismas. Ahora bien, una vez las cosas se

El intercambio inmediato de productos tiene, han convertido en mercancías en la vida exterior de

por un lado, la forma de la expresión simple del valor la comunidad, de rebote se hacen tales también en
su vida interior. La razón cuantitativa del intercambio
y, por otro lado, no la tiene todavía . Aquella forma era:
es, en un principio, de todo punto fortuita . Las cosas
x mercancía A = y mercancía B. La forma del inter­
son intercambiables en virtud del acto de voluntad
cambio inmediato de productos es: x objeto de uso A
de sus propietarios de enajenarlas recíprocamente.
= y objeto de uso B." Aquí las cosas A y B no son mer­
Con todo, la necesidad de objetos de uso ajenos se
cancías antes del intercambio, sino que se hacen tales
va consolidando poco a poco. La constante repetición
por obra del intercambio. El primer modo de que un
del intercambio lo convierte en un proceso social re­
objeto de uso sea valor de cambio en potencia es su
gular. Pasando el tiempo resulta, por tanto, necesario
existencia como algo que no es valor de uso, como
que a lo menos una parte de los productos del trabajo
una cuantía de valor de uso que excede las necesida­
se produzca deliberadamente para los fines del inter­
des inmediatas de su propietario . Las cosas son de por
cambio. A partir de ese momento, se consolida, por
sí ajenas a los hombres y, por tanto, enajenables. Para
un lado, la separación entre la utilidad de las cosas
que la enajenación sea recíproca, solo hace falta que
para el sustento inmediato y su utilidad para el in­
los hombres se relacionen tácitamente como propie­
tercambio: su valor de uso se separa de su valor de
tarios privados de aquellas cosas enajenables y, con
cambio. Por el otro lado, la razón cuantitativa a que se
eso mismo, como personas independientes unas de

6o 6r
intercambian pasa a depender de la producción mis­
táneo que la suscitó; de modo cambiante y fugaz se
ma. La costumbre la fija como magnitud de valor.
atribuye a tal mercancía o a tal otra. Con el desarrollo
En el intercambio inmediato de productos, cada del intercambio de mercancías, sin embargo, acaba
mercancía es inmediatamente medio de cambio para
adhiriéndose exclusivamente a ciertas clases parti­
su propietario y equivalente para el que no es propie
­ culares de mercancías, lo que es decir que se crista­
tario, pero solo en la medida en que es valor de uso
liza en forma de dinero. A qué clase de mercancías
para él. Por tanto, el artículo de intercambio no con­
quede finalmente adherida depende, en un principio,
tiene todavía ninguna forma de valor independient
e del mero azar; pero en general hay dos condiciones
de su propio valor de uso o de las necesidades indi­
decisivas. La forma de dinero se adhiere o bien a los
viduales de quienes llevan a cabo el intercambio. La
artículos de intercambio más importantes que entran
necesidad de esa forma se desarrolla a medida que
desde fuera, y que son, en efecto, las formas nativas
crezcan la cantidad y la diversidad de las mercancías
en que se manifiesta el valor de cambio de los pro­
que entran en el proceso de intercambio. La tarea sur­
ductos autóctonos, o bien se adhiere a aquel objeto
ge al mismo tiempo que los medios para su solució
n. de uso que constituye el elemento principal de las po­
Un comercio en que los propietarios de mercancías
sesiones enajenables autóctonas, como, por ejemplo,
intercambian y comparan sus propios artículos con
el ganado. Los pueblos nómadas son los primeros en
varios otros nunca tiene lugar sin que los diversos
desarrollar la forma de dinero, porque todas sus pose­
propietarios, en su mismo comercio, intercambien
siones se encuentran en forma móvil y, por tanto, in­
las diversas mercancías por una misma tercera clase
mediatamente enajenable, y porque su modo de vida
de mercancías y las comparen con ella en cuanto valo­
los pone constantemente en contacto con otras comu­
res. Esa tercera mercancía, al hacerse equivalente de
nidades y, por consiguiente, los invita al intercambio
diversas otras mercancías, adquiere inmediatamente,
de productos. Los hombres han usado a menudo al
aunque dentro de estrechos límites, la forma de equi­
hombre mismo, en forma de esclavo, como materia
valente universal o social. Esa forma de equivalente
dineraria primitiva, pero nunca a la tierra. Semejante
universal nace y perece junto al contacto social instan-
idea solo pudo surgir en una sociedad burguesa ya
desarrollada: data del último tercio del siglo xvn, y
su ejecución a nivel nacional solo se intentó un siglo tir diferencias puramente cuantitativas, esto es, que
después, en la revolución burguesa de los franceses. debe ser posible dividirla a discreción y recomponerla

En la misma medida en que el intercambio de a partir de las partes; y el oro y la plata poseen por

mercancías rompe sus cadenas meramente locales naturaleza esas propiedades.

y el valor de las mercancías se ensancha, por consi­ El valor de uso de la mercancía dineraria se des­
guiente, hasta hacerse expresión material del trabajo dobla. Junto a su peculiar valor de uso como mercan­
humano en general, la forma de dinero se transfiere a cía (tal como el oro, por ejemplo, sirve para relleno de
aquellas mercancías que se prestan por su propia na­ muelas, materia prima de artículos de lujo, etc.), esta
turaleza a la función social de equivalente universal, adquiere un valor de uso formal, que resulta de sus
esto es, a los metales preciosos. funciones sociales específicas .

Ahora bien, «aunque el oro y la plata no son por Dado que todas las demás mercancías son sola­
naturaleza dinero, el dinero es por naturaleza oro y mente equivalentes particulares del dinero, mientras
plata»;2> lo cual demuestra la congruencia de las pro­ que el dinero es el equivalente universal de las otras
piedades naturales de esos metales con sus funcio­ mercancías, estas se relacionan como mercancías parti­
nes. •4 Hasta ahora, sin embargo, no conocemos más culares con el dinero, que es la mercancía universal.25
que una función del dinero, a saber, la de servir de Hemos visto que la forma de dinero no es más
forma fenoménica del valor de las mercancías o de que el reflejo, adherido a una mercancía, de las relacio­
material en que se expresan socialmente las magnitu­ nes entre todas las demás mercancías. Por consiguien­
des de valor de las mercancías. Una forma fenoméni­ te, el hecho de que el dinero sea una mercancía26 es un
ca adecuada del valor, o expresión material del trabajo descubrimiento solamente para quien haya partido de
humano abstracto y, por tanto, igual, solo puede ser su forma acabada para analizarla después. El proceso
una materia cuyos ejemplares posean todos la misma de intercambio no le da valor a la mercancía a la que
cualidad uniforme. Por otra parte, como la diferencia transforma en dinero, sino que le da su forma de valor
entre las magnitudes de valor es meramente cuantita­ específica. La confusión de esas dos determinaciones
tiva, la mercancía que funj a como dinero debe admi- ha ll evado a que se tuviera por imaginario al valor del
oro y de la plata ."7 Como el dinero puede reemplazarse, todavía cuánto valen, digamos, diez libras de oro. Al
para ciertas funciones, por meros signos de sí mismo, igual que cualquier otra mercancía, el dinero puede ex­
surgió el otro error de ver en el dinero un mero signo; presar su propia magnitud de valor solo relativamente,
error que contenía, por otra parte, la vislumbre de que en otras mercancías. Su propio valor está determinado
la forma de dinero es exterior a la cosa misma, mera por el tiempo de trabajo que se requiere para su pro­
forma fenoménica de las relaciones humanas que de­ ducción, y se expresa en aquella cantidad de cualquier
trás de ella se ocultan. En ese sentido, toda mercancía otra mercancía en la que se haya coagulado la misma
sería un signo, porque, en cuanto valor, no es más que cuantía de tiempo de trabajo!9 La fijación de su magni­
un envoltorio palpable del trabajo humano que en ella tud relativa de valor tiene lugar en la fuente de produc­
se haya gastado. 28 S e trata de caracteres sociales que ción, en un trueque inmediato. Una vez entra en la cir­
adquieren las cosas, o de caracteres de cosas que ad­ culación como dinero, su valor ya está dado. Saber que
quieren las determinaciones sociales del trabajo sobre el dinero es una mercancía es un principio del análisis
la base de un modo de producción determinado; al de­ del dinero que ya en los últimos decenios del siglo xvn
clararlos meros signos, se los convierte a la vez en pro­ se había rebasado con mucho, pero no es más que el
ducto arbitrario de la reflexión de los hombres. Tal era principio. La dificultad no está en comprender que el
el procedimiento que gustaban de usar los ilustrados dinero sea una mercancía, sino en comprender cómo,
del siglo xvrn para lograr que las formas enigmáticas por qué y en virtud de qué la mercancía es dinero.3°
de las relaciones humanas, cuyo proceso de formación
Hemos visto que ya en la expresión más simple
aún no se sabía descifrar, perdieran a lo menos por un
del valor, «X mercancía A = y mercancía B», la cosa
rato la apariencia de extrañeza.
en la que se representa.la magnitud de valor de otra
Decíamos antes que la forma de equivalente de cosa parece poseer la forma de equivalente con inde­
una mercancía no incluye la determinación cuantita­ pendencia de esa relación, a modo de una propiedad
tiva de su magnitud de valor. Con saber que el oro es social inherente a la naturaleza de la cosa. Hemos
dinero y, por tanto, inmediatamente intercambiable seguido la consolidación de esa falsa apariencia, que
por todas las demás mercancías, no por ello sabremos se completa desde el momento en que la forma de

66
equivalente universal se haya connaturalizado con la Notas

forma natural de una clase particular de mercancía o


í presentamos sigue la edi

ci n de Kar�
se haya cristalizado en forma de dinero. Una mercan­ La traducción que aqu . ¡e, Band l.
politische11 OkotJ.Om
Marx, Das Kap¡ta¡· Kritik der
.
cía no parece convertirse en dinero solamente porque · :
Frankfurt
ess des Kapitals, Ull
st m,
Der ProduktiotJ.sproz �
todas las demás mercancías representen en ella sus
reproduce el texto mte �
la se ro de
Berlín-Viena, 1978, que . n del texto
valores, sino que, al revés, las otras mercancías pa­ ma ver 5lo
"n (Hamburgo ' r872),
últi
gunda ed'lClO
recen representar universalmente sus valores en esa a person alm ent e por Marx, con indicación
alemán revisad las edl.
.
mercancía porque ella es dinero. El movimiento de oducidas por Engels en
de las modificaciones intr Hemos
(Hamburgo, r883 y r89 o).
mediación desaparece en su propio resultado y no ciones tercera y cuarta s de El Cap¡ta¡
.
. do también las traducciones cas tell ana
deja rastro. Sin tener arte ni parte en ello, las mer­ cote¡a . 1975 ) y de Ma-
X:Xl, Buenos Alres,
cancías encuentran su propia forma de valor ya hecha de Pedro Scaron (Siglo ..
rx y els, vol . xu, Gn¡al-
� �:
. Obr as de Ma EtJ.g
nue1 Sacnst a
' n (en
y acabada, como un cuerpo de mercancía que existe o 'bles
mejores hasta ahor d'Js
bo' Barcelona, 197 6), las � os e lles.
fuera y al lado de ellas. Esas cosas, el oro y la plata, mejorable s en m
en nuestra lengua, aunque , � t a
tal como salen de las entrañas de la tierra, son a la de nuestra vers10n respec
. Espero que las discrepancias un meJOr
en, en lo que puedan' a
vez la encarnación inmediata de todo trabajo huma­ estos predecesores ayud
páginas (N. del t.).
no. De ahí la magia del dinero. E l comportamiento entendimiento de estas
a bailar
meramente atomista de los hombres en su proceso y las mesas empezaron
2 Se recuerda que China par ad o... pour
mundo parecía estar
social de producción y, de ahí, la forma de cosas, inde­ cuando todo el resto del ta cam pesma
.
[Marx alude a la revuel
pendiente del control de los hombres y de su actividad en.courager les autres. y a la di·
China, entre r8so y r864,
individual consciente, que adquieren sus propias rela­ de los tai pitJ.g del sur de del
.
mJsmo
istas en la Eur opa
fus1on, de las prácticas espirit 8 (N . del
las revoluc10nes de I 84
ciones de producción, se manifiesta en primer lugar
.
.
peno . do, tras la derrota de
en el hecho de que los productos de su trabajo ad­
t.).]
quieran universalmente la forma de mercancías. Por antiguos germanos, la e
�tensión
3 Nota a la 2.• ed.j Entre los
consiguiente, el enigma del fetiche dinero no es más
que el enigma del fetiche mercancía que se ha vuelto
�e una yugada de tierra
se calculaba por el trab
, por lo cual la yugada se llamaba
a¡o de un
Tagwerk [labor de una
d1a,
visible hasta el punto de cegar la vista .

1:-\. � l\ Q_ í\C: '(o e_\ o'(\


i
1
jornada] o Tagwarme [bielda de una jornada],jumale,juma­ bilizar sus instrumentos de trabajo, consulten las tablas de
lis, terrajumalis,jomalis o diumalis, Mannwerk, Mannskraft, anualidades que se usaban en 1817 en la Bolsa de Londres.
Mannsmaad, Mannshauet [labor, fuerza o siega de un hom­ Los "paralelogramas del Sr. Owen" parecen ser la única for­
bre], etc. Véase Georg Ludwig von Maurer, Einleitung zur ma de sociedad que conocía, aparte de la burguesa>> (Karl
Geschichte der Mark-, Ho}, usw. Veifassung [Introducción Marx, Zur Kritik der politischen Okonomie [Contribución a la
a la historia de la organización de las marcas, haciendas, crítica de la economía política], Berlín, 1859, pp. 38, 39).
etc.], Múnich, 1854, pp. 129 y s.
7 Max Wirth (1822-1900), economista alemán (N. del t.).
4 [Nota a la 2.' ed.] Por consiguiente, cuando Galiani dice que
8 [Nota a la 2. ' ed.] <<Es un prejuicio ridículo, difundido últi­
el valor es una relación entre personas («La richezza e una
mamente, que la forma de la propiedad común nativa es
ragione tra due persone»), debería haber añadido: una rela­
una forma específicamente eslava o incluso exclusivamente
ción oculta bajo un envoltorio de cosas (Galiani, Delta mo­
rusa. Es esta la forma primitiva, que podemos documentar
neta, p. 221, t. m de la colección de Custodi de los «Scrittori
entre los romanos, los germanos, los celtas, y de la cual se
Classici Italiani di Economía Política>>, Parte Moderna, Mi­
encuentra todavía hoy entre los indios todo un muestrario
lán, 1803).
de casos variados, aunque en parte en estado ruinoso. Un
5 «¿Qué hemos de pensar de una ley que no logra imponerse estudio más detenido de las formas asiáticas, y especial­
más que por medio de revoluciones periódicas? Pues sen· mente indias, de la propiedad común demostraría cómo
cillamente que se trata de una ley de la naturaleza, que des­ de las diversas formas de la propiedad común nativa resul­
cansa sobre la inconsciencia de los implicados>> (Friedrich tan diversas formas de su disolución. Así, por ejemplo, los
Engels, «Umrisse zu einer Kritik der Nationaliikonomie>> diversos tipos primitivos de la propiedad privada entre los
[Bosquejo de una critica de la economía política], Deutsch­ romanos y los germanos pueden derivarse de las diferentes
Franzosische jahrbücher [Anales Franco-Alemanes], ed. por formas de la propiedad común de la India>> (Karl Marx, Zur
Arnold Ruge y Karl Marx, París, 1844). Kritik..., ed. cit., p. 10).

6 [Nota a la 2.' ed.] Tampoco a Ricardo le falta su robinsona­ 9 La insuficiencia del análisis de la magnitud de valor lleva­
da: <<Al pescador y al cazador primitivos les hace en seguida do a cabo por Ricardo (que es, con todo, el mejor que hay)
intercambiar el pescado y la caza, cual propietarios de mer­ quedará patente en los libros tercero y cuarto de esta obra.
cancías, en razón del tiempo de trabajo objetivado en esos En cuanto al valor en general, la economía política clásica
valores de cambio. En esa ocasión, incurre en el anacronis­ jamás distingue expresamente y a sabiendas entre el trabajo
mo de que el pescador y el cazador primitivos, para conta- tal como se representa en el valor y el mismo trabajo en tan·
to que se representa en el valor de uso. Evidentemente, hace diferenteS>> (el valor de uso y el valor de cambio) del <<valor
esa distinción de hecho, dado que considera el trabajo desde del trabajo>>; con lo cual cae en la superficialidad de la eco­
un punto de vista ora cuantitativo, ora cualitativo. Pero no nomía vulgar, que presupone el valor de una mercancía (en
repara en que la diferencia meramente cuantitativa entre este caso, del trabajo) para luego determinar a partir de ahí
los trabajos presupone su unidad o igualdad cualitativa, esto el valor de las otras mercancías. Ricardo lo entiende como
es, su reducción a trabajo humano abstracto. Ricardo, por si dijera que tanto en el valor de uso como en el valor e �
ejemplo, se declara de acuerdo con Destutt de Tracy cuando cambio se representa el trabajo (y no el valor del trabajo). El
este dice: <<As it is certain that our physical and moral facul­ mismo, sin embargo, está tan lejos de discernir el carácter
ties are alone our original riches, the employment of those ambiguo del trabajo, representado por partida doble, que en
faculties, labour of sorne kind, is our original treasure, and todo el capítulo <<Value and Riches, their Distinctive Proper­
it is always from this employment that all those things are ties>> [El valor y las riquezas, sus propiedades distintivas] se
created which we cal! riches ... lt is certain too, that all those ve obligado a debatirse laboriosamente con las trivialidades
things only represent the labour which has created them, de un J. B. Say. De ahí que, al final, acabe muy sorprendido
and if they have a value, or even two distinct values, they de que Destutt, aun estando de acuerdo con él acerca del
can only derive them from that (the value) of the Jabour trabajo como fuente de valor, concuerde, sin embargo, por
from which they emanate>> [Como es cierto que nuestras otra parte con Say acerca del concepto de valor.
facultades fisicas y morales son nuestras solas riquezas ori­ ro Uno de los defectos fundamentales de la economía política
ginarias, el empleo de esas facultades, el trabajo de alguna clásica es que nunca haya logrado, partiendo del análisis de
clase, es nuestro tesoro originario, y es siempre de ese em­ la mercancía y especialmente del valor de la mercancía, dis­
pleo que se crean todas esas cosas que llamamos riquezas ... cernir aquella forma del valor que lo constituye precisamen­
Es cierto también que todas es·a s cosas solo representan el te como valor de cambio. Justamente en sus mejores repre­
trabajo que las ha creado, y si tienen un valor, o incluso dos sentantes, como A. Smith y Ricardo, trata la forma de valor
valores distintos, solo pueden derivarlos de aquel (valor) del como algo del todo indiferente o extrínseco a la naturaleza
trabajo del que emanan] (Ricardo, The Principies of Política! de la mercancía misma. El motivo no es únicamente que su
Economy, y ed., Londres, r8zr, p. 334). Nos limitamos a atención esté absorta toda entera por el análisis de la magni­
apuntar que Ricardo le atribuye inadvertidamente a Des­ tud de valor; radica en algo más profundo. La forma de valor
tutt un sentido más profundo del que sus palabras tienen. del producto de trabajo es la forma más abstracta, pero tam­
Destutt dice, en efecto, por un lado, que todas las cosas que bién la más universal del modo de producción burgués, que
forman la riqueza <<representan el trabajo que las ha crea­ por ella queda caracterizado como una especie particular de
do>>, pero por el otro lado dice que reciben sus <<dos valores

73
producción social y con ello, a la vez, como un hecho históri­ n «Les économistes ont une singuliere maniere de procéder.
co. Por tanto, cuando se la malentiende como forma natural Il n'y a pour eux que deux sortes d'institutions, celles de
y eterna de la producción social, se pierde forzosamente de l'art et celles de la nature. Les institutions de la féodalité
vista también lo específico de la forma de valor, esto es, de sont des institutions artificielles, celles de la bourgeoisie
la forma de mercancía, que luego se despliega en la forma sont des institutions naturelles. Ils ressemblent en ceci aux
de dinero, de capital, etc. De ahí que, en aquellos economis­ théologiens, qui eux aussi établissent deux sortes de reli­
tas que concuerdan plenamente acerca de la medición de la gions. Toute religion qui n'est pas la leur est une invention
magnitud del valor por el tiempo de trabajo, se encuentren des hommes, tandis que leur propre religion est une éma­
las ideas más variopintas y contradictorias acerca del dinero, nation de Dieu. Ainsi il y a eu de l'histoire, mais il n'y en
esto es, la forma acabada del equivalente universal. Lo cual a plus» [Los economistas tienen una manera singular de
se hace palmario, por ejemplo, en el tratamiento del siste­ proceder. Para ellos no hay más que dos clases de institu­
ma bancario, donde los lugares comunes sobre la definición ciones, las del arte y las de la naturaleza. Las instituciones
del dinero ya no bastan. Por contraste surgió, por tanto, un del feudalismo son instituciones artificiales, las de la bur­
sistema mercantilista restaurado (Ganilh, etc.), que no ve en guesía son instituciones naturales. En eso se parecen a los
el valor más que la forma social, o más bien su apariencia teólogos, que también establecen dos clases de religiones.
insustancial. Toda religión que no sea la suya es una invención de los
hombres, mientras que su propia religión es una emana­
Para decirlo de una vez por todas, entiendo por econo­
ción de Dios. Así ha habido historia, pero ya no la hay] (Karl
mía política clásica toda la economía, desde W. Petty en ade­
Marx, Misere de la philosophie. Rtfpon.se a la Philosophie de la
lante, que indaga la coherencia interna de las condiciones de
misere de M. Proudhon. [Miseria de la filosofía. Respuesta a
producción burguesas, por oposición a la economía vulgar,
la «Filosofía de la miseria» del Sr. Proudhon], r847, p. IIJ).
que solo da vueltas dentro de los límites de la coherencia
aparente, volviendo a rumiar una y otra vez los materiales Verdaderamente gracioso es el señor Bastiat, que se
suministrados desde hace mucho por la economía científi­ imagina que los antiguos griegos y romanos vivían única­
ca y tratando de hacer entender de manera plausible, para mente del robo. Pero cuando alguien vive del robo durante
uso doméstico de la burguesía, los fenómenos, por así de­ muchos siglos, debe haber siempre algo para robar, o sea
cir, más bastos, y que por lo demás se limita a sistematizar, que el objeto del robo debe reproducirse constantemente.
pedantizar y proclamar como verdades eternas las triviales Parece, por tanto, que también los griegos y los romanos
y fatuas imaginaciones de los agentes de producción bur­ tenían un proceso de producción, o sea una economía, que
gueses acerca de su propio mundo como el mejor de todos. formaba el fundamento material de su mundo exactamen-

74 75
te del mismo modo que la economía burguesa forma el y al catolicismo en el otro. Por lo demás, no hace falta un
fundamento material del mundo actual. ¿O acaso cree Bas­ conocimiento muy profundo de la historia de la repúbli­
tiat que un modo de producción basado en el trabajo de los ca romana, por ejemplo, para saber que la historia de la
esclavos descansa sobre un sistema de robo? Entonces se propiedad de la tierra constituye su historia secreta. Por
coloca en terreno peligroso. Si un gigante del pensamiento otra parte, pagó ya don Quijote muy caro el error de creer
como Aristóteles erraba en su apreciación del trabajo de la caballería andante igualmente compatible con cualquier
los esclavos, ¿por qué un economista enano como Bastiat forma económica de sociedad.
habría de acertar en su apreciación del trabajo asalariado?
12 Monetarsystem, en el original alemán; systeme mercantile, en
Aprovecho la ocasión para rebatir brevemente una ob­ la traducción francesa revisada por Marx. Se trata de las teo­
jeción que me hizo un periódico germano-americano al rías económicas de los siglos XVII y xvm, que identificaban
aparecer en 1859 mi escrito Contribución a la crítica de la la riqueza nacional con los metales preciosos (N. del t.).
economía política. Dicho periódico decía que mi manera de
ver, según la cual el modo de producción determinado y 13 <<Value is a property of things, riches of man. Value, in
las relaciones de producción que en cada caso le corres­ this sense, necessarily implies exchanges, riches do not»
pondan, en suma, «la estructura económica de la sociedad (ObseiVations on sorne verbal disputes in Política! Economy,

es la base real sobre la que se yergue una supraestructura particularly relating to value, and to supply and demand [Ob­

jurídica y política, y a la cual corresponden unas determi­ servaciones sobre algunas disputas verbales en economía
nadas formas sociales de conciencia>>, y <<el modo de pro­ política, particularmente acerca del valor y de la oferta y la
ducción de la vida material condiciona el proceso de vida demanda], Londres, 1821, p. 16).
social, político e intelectual en general>>, que todo eso era 14 <<Riches are the attribute of man, value is the attribute of
ciertamente correcto para el mundo actual, donde domi­ commodities. A man or a community is rich, a pearl or a
nan los intereses materiales, pero no para la Edad Media, diamond is valuable ... A pearl or a diamond is valuable as
donde dominaba el catolicismo, ni para Atenas y Roma, pearl or diamond>> (S. Bailey, A Critica! Dissertation on the
donde dominaba la política. Para empezar, es sorprenden­ Nature, Measures, and Causes of Value, chiefly in reference to
te que alguien pueda dar en suponer que hay quien ignore the writings ofMr. Ricardo and hisfollowers [Una disertación
esos tópicos archisabidos sobre la Edad Media y el mundo crítica sobre la naturaleza, las medidas y las causas del va­
antiguo. Lo evidente es que ni la Edad Media podía vivir lor, sobre todo en relación con los escritos del Sr. Ricardo y
del catolicismo ni el mundo antiguo de la política. El modo de sus seguidores], Londres, r825, pp. 165 y s.).
que tenían de obtener el sustento explica, a la inversa, por
qué les tocaba el papel principal a la política, en un caso, 15 [Shakespeare, Much Ado About Nothing, acto m, escena ter­
cera, 14: <<To be a well-favoured man is the gift of fortune,

77
but to write and read comes by nature» (N. del t.)]. El autor natura!ité y de la affinite? ¿Acaso con decir que la <<usura>>
de las Observations y S. Bailey acusan a Ricardo de haber es contraria a lajustice éternelle, a la équité éterne!!e, la mutua­
convertido el valor de cambio de algo meramente relativo en Lité éternelle y demás vérités éternel!es, sabremos más sobre
algo absoluto. Lo contrario es cierto: la relatividad aparen­ la <<Usura>> de lo que sabían los Padres de la Iglesia cuando
te que poseen esas cosas (diamantes y perlas, por ejemplo) la declaraban contraria a la grace éternelle, la foi éternelle o la
como valores de cambio, Ricardo la redujo a la verdadera volonté éternelle de Dieu?
relación que se oculta detrás de la apariencia, a la relatividad r8 Los !evellers (<<niveladores>> o <<igualadores>>) fueron la co­
de esas cosas como meras expresiones de trabajo humano. rriente democrática radical de la revolución inglesa, entre
Si los ricardianos responden a Bailey de manera ruda pero los años r645 y r64 8 (N. del t.).
no contundente, es porque en las obras del propio Ricardo
no encontraron ninguna aclaración sobre el nexo íntimo en­ 19 <<El uso de cada bien es doble [... ]: uno es propio de la cosa
tre el valor y la forma de valor o valor de cambio. como tal, el otro no, tal como es de la sandalia el servir de
calzado y el ser intercambiable. Lo uno y lo otro son valores
r6 En el siglo X I I , tan renombrado por su religiosidad, figuran de uso de la sandalia, pues también el que intercambia la
a menudo entre esas mercancías unas cosas muy tiernas. sandalia por lo que le falta, por ejemplo, el alimento, se
Un poeta francés de la época cuenta entre las mercancías sirve de la sandalia como sandalia, pero no según el modo
que se encontraban en el mercado de Landit, junto a telas, de uso natural, pues la sandalia no está ahí por el intercam­
zapatos, cuero, aperos de labranza, pieles, etc., también a bio>> (Aristóteles, Política, 1, 9).
«femmes folles de leur corps».
20 <<Estos tienen un mismo propósito, y entregarán su poder
17 Proudhon empieza por extraer su ideal de justicia, de jus­
y su autoridad a la bestia ... y que ninguno pudiese comprar
tice éternelle, de las relaciones jurídicas correspondientes ni vender, sino aquel que tuviese la marca o el nombre de
a la producción de mercancías (suministrando de paso la la bestia, o el número de su nombre>> (Apocalipsis de san
prueba, tan consoladora para todos los burgueses biem­ Juan, 17, 13; 1 3 , 17; trad. de Casiodoro de Reina, revisada
pensantes, de que la forma de la producción de mercancías por Cipriano de Valera) [N. del t.].
es tan eterna como la justicia), y luego pretende amoldar a
tal ideal la producción real de mercancías y el derecho real 21 Júzguese según eso la astucia del socialismo pequeñobur­

que le corresponde. ¿Qué se diría de un químico que, en gués, que quiere eternizar la producción de mercancías y
lugar de estudiar las leyes reales del metabolismo y resol­ abolir al mismo tiempo la <<Oposición entre dinero y mer­
ver determinados problemas sobre las base de las mismas, cancía>>, o sea el dinero mismo, que solo subsiste dentro
quisiera amoldar el metabolismo a las <<leyes eternaS>> de la de esa oposición. Lo mismo se podría abolir al papa y dejar

79
General Notions ofMoney, Trade, and Exchange, as they stand
subsistir el catolicismo. Para más detalles sobre ese punto,
in relations to each other. By a merchant (Discurso sobre las
véase mi escrito Zur Kritik der politischen Okonomie, pp. 61
nociones generales de dinero, comercio e intercambio, en
y SS.
cuanto se relacionan entre sí. Por un comerciante), Lon­
22 Mientras no se intercambien todavía dos objetos de uso dres, 1695, p. 7). <<Silver and gold, coined or uncoined, tho'
diferentes, sino que se ofrezca una masa caótica de cosas they are used for a measure of all other things, are no less
como equivalente de otra, como sucede a menudo entre los a commodity than wine, oyl, tobacco, cloth or stuffs» [La
salvajes, el intercambio inmediato de productos se encuen­ plata y el oro, acuñados o no, aunque se usen como medida
tra todavía en su fase preliminar. de todas las demás cosas, son mercancías no menos que el
23 Karl Marx, loe. cit., p. 135. <<I metalli. .. naturalmente mane­ vino, el aceite, el tabaco, el paf1o o los géneros] ((J. Child,)
ta>> (Galiani, Delia maneta, en la colección de Custodi, Parte A Discourse conceming Trade, and in particular of the East­
Jndies, etc. [Discurso sobre el comercio, en particular de
Moderna, t. m, p. 13 7).
las Indias orientales), Londres, 1689, p. 2). «The stock and
24 Más detalles sobre ese punto se encuentran en mi escrito riches of the kingdom cannot properly be confined to mo­
citado, en la sección <<Los metales preciosoS>>. ney, nor ought gold and silver to be excluded from being
25 <<Il danaro e la merce universale>> (Verri, Meditazioni sulla merchandize>> [Los haberes y riquezas del reino no pueden
economía política, en la edición de Custodi, Parte Moderna, cifrarse con justeza en el dinero, ni han de excluirse el oro
t. XV, p. 16). y la plata de la condición de mercancías) ([fh. Papillon,] The
East India Trade a most Pro.fitable Trade [El comercio con las
26 <<Silver and gold themselves, which we may call by the ge­ Indias Orientales, un comercio sumamente provechoso),
neral name of Bullion, are. .. commodities... raising and fa­ Londres, r677, p. 4).
lling in ... value... Bullion then may be reckoned to be ofhig­
her value, where the smaller weight will purchase the grea­ 27 «L'oro e !'argento hanno valore come metalli anteriore
ter quantity of the producl or manufacture of the country>>, all'essere maneta>> [El oro y la plata tienen valor como
etc. [La plata y el oro mismos, que podemos designar con el metales antes de ser dinero] (Galiani, loe. cit., p. 72). Loc­
nombre genérico de metales preciosos, son ... mercancías ... ke dice: <<El acuerdo general de los hombres atribuyó a
que suben y bajan de... valor ... Los metales preciosos pue­ la plata un valor imaginario, debido a las cualidades que
den considerarse entonces de un valor más elevado cuan­ la hacen apta para ser dinero>> [John Locke, Some Consi­
do con un peso menor se adquiere una cantidad mayor de deration-s of the Consequen-ces of the Lowering of interest, cmd

frutos o artefactos del país] ([S. Clement,] A Discourse ofthe Raisin-g the Value ofMoney (Algunas consideraciones sobre

8o
las consecuencias de bajar el interés y aumentar el valor ed. por E. Gans, en Werke, vol. vm, Berlín, r84o, p. roo).
del dinero, 1692), en Works, I777· vol. II, p. rs]. En contra, Mucho antes que por los economistas, la idea del dinero
Law: <<¿Cómo habrían podido dar diferentes naciones un como mero signo y del valor meramente imaginario de los
valor imaginario a la cosa que sea ... , y cómo podría haber­ metales preciosos había sido divulgada por los juristas que
se mantenido semejante valor imaginario?», aunque poco ejercían de sicofantes al servicio de la realeza, cuyo derecho
entendía él mismo del asunto: <<La plata se intercambiaba a adulterar la moneda justificaron a lo largo de toda la Edad
según el valor de uso que tenía, es decir, según su valor Media, apoyándose en las tradiciones del Imperio romano
real; a través de su determinación como dinero adquirió un y los conceptos monetarios de las Pandectas. Su aplica­
valor suplementario (une valeur aditionnelle)>> (Jean Law, do discípulo Felipe de Valois dice en un decreto de 134 6:
Considérations sur le numéraire et le commerce [Considera­ <<Qu'aucun puisse ni doive faire doute que a nous et a no­
ciones sobre la moneda y el comercio], en E. Daire, ed., tre majesté royale n'appartienne seulement... le mestier, le
Économistes.financiers du XVIII siecle, pp. 469, 470). fait, !'état, la provision et toute l'ordonnance des monnaies,
de donner te! cours, et pour tel prix comme il nous plait
28 «L'argent en (des denrées) est le signe» [El dinero es su et bon nous semble>> [Que nadie pueda ni deba poner en
signo (de las mercancías)] (V. de Forbonnais, Élements du duda que a nadie más que a Nos y a Nuestra Real Majestad
commerce, 2.• ed., Leiden, 1766, tomo 11, p. 143). <<Comme
nos incumbe... el negocio, la acuñación, la condición, el
signe il est attiré par les denrées» [Como signo, es atraí­ suministro y toda la reglamentación de la moneda, el po­
do por las mercancías] (ib., p. 15 5). <<L'argent est un signe
nerla en circulación y a tal precio como nos plazca Y bien
d'une chose et la représente» [El dinero es el signo de una nos parezca]. Fue dogma del derecho romano que el em­
cosa y la representa] (Montesquieu, Esprit des lois, en Oeu­ perador decretaba el valor del dinero. Estaba expresamente
vres, Londres, 1767, t. n,
p. 3 ). <<L'argent n'est pas simple prohibido tratar el dinero como mercancía. <<Pecunias vero
signe, car il est lui-méme richesse; il ne représente pas les nulli emere fas erit, nam in usu publico constitutas oportet
valeurs, il les equivaut>> [El dinero no es un mero signo, ya non esse mercero>> [A nadie le será permitido comprar el
que él mismo es riqueza; no representa los valores, sino dinero, pues es justo que lo que está hecho para uso públi­
que les equivale] (Le Trosne, De l'intérét social, en E. Daire,
co no sea mercancía]. Una buena discusión del tema ofrece
ed., Physiocrates, deuxieme partie, París, r846, p. 910). <<Si G. F. Pagnini, Saggio sopra il giusto pregio delle cose [Ensayo
examinamos el concepto de valor, la cosa misma se con­ sobre el precio justo de las cosas], 1751, en Custodi, Parte
sidera solo como un signo; no cuenta como ella misma Moderna, t. Il. Sobre todo en la segunda parte del escrito,
sino como lo que vale» (Hegel, Grundlinien der Philoso­ Pagnini polemiza contra los señores juristas.
phie des Rechts [Fundamentos de la filosofia del derecho],
días, no carece del todo de fundamento>> (Wilhelm Roscher,
29 «lf a man can bring to London an ounce of silver out of
Die Grundlagen der Nationak!konomie [Los fundamentos de
the earth in Peru, in the same time that he can produce a
bushel of corn, then one is the natural price of the other;
la economía nacional], 3·' ed., 1858, pp. 207·2ro). ¡Más...
menos ... no bastante ... en este sentido... no del todo! ¡Vaya
now if by reason of new and more easier mines a man can
unas determinaciones del concepto! ¡Y semejante cháchara
procure two ounces of silver as easily as he formerly did
ecléctica y profesoril la bautiza el señor Roscher, modesta·
one, the corn will be as cheap at ro shillings the bushel, as
mente, el «método anatómico-fisiológico>> de la economía
it was before at 5 shillings, caeteris paribus» [Si un hombre
política! Se le debe, sin embargo, un descubrimiento: a sa­
puede llevar a Londres una onza de plata sacada de la tierra
ber, que el dinero es una «mercancía agradable>>.
en el Perú en el mismo tiempo en que puede producir un
bushel de trigo, entonces lo uno es el precio natural de lo
otro; pues bien, si en razón de nuevas y más fáciles condi­
ciones de minería un hombre puede obtener dos onzas de
plata con la misma facilidad con la que antes obtenía una
sola, el trigo será tan barato a diez chelines el bushel como
era antes a cinco chelines, caeteris paribus] (William Petty,
A Treatise ofTaxes and Contributions [Tratado de impuestos
y contribuciones], Londres, r667, p. 31).

30 El profesor Roscher nos informa: <<Las definiciones erró­


neas del dinero pueden dividirse en dos grupos principales:
las que lo toman por más y las que lo toman por menos que
una mercancía>>; a lo que sigue un variopinto catálogo de
escritos sobre el sistema monetario, en el que no se traspa­
renta ni la más remota comprensión de la historia real de
la teoría, y luego la moraleja: «Por lo demás, no se puede
negar que la mayoría de los economistas recientes no pres­
tan bastante atención a las peculiaridades que distinguen
el dinero de las otras mercancías ...» (¿será que, en fin de
cuentas, era más o menos que una mercancía?), «y en este
sentido, la reacción de Ganilh y otros, mercantilista a me-

ss
Índice

Anselm JAPPE

De lo que es el fetichismo de la mercancía y


sobre si podemos librarnos de él ............................... 7

Notas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27

Karl MARX

El carácter de fetiche de la mercancía y su secreto,


seguido de El proceso de intercambio .......................... 31

El carácter de fetiche de la mercancía


y su secreto

(El capital, I, capítulo 1.4) .................................... 33

El proceso de intercambio

\
(El capital, I, capítulo 2) ....................................... 55

Notas ......................................................................... 69

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