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De Vaclav Havel
El piso de Vera y Miguel: una amplia sala de estar con un comedor elevado al fondo;
una ventana deja ver la cocina, que está detrás del escenario. A la izquierda hay una
puerta que da al pasillo; a la derecha, una gran chimenea. En medio de la sala destaca
una mesita antigua, rodeada por varios sillones de diseño moderno. La sala está
decorada con objetos antiguos y pintorescos, como por ejemplo el rótulo modernista de
una tienda, un jarrón chino, un angelito barroco de piedra, un baúl, una pintura
folclórica sobre cristal, un icono ruso, antiguos morteros y molinillos, etc.; en un nicho,
en la pared, hay una virgen gótica de madera; un reloj de cuco rococó decora la
chimenea; en la pared, encima de la chime- nea, cuelga una espada turca. El comedor
está decorado en estilo rústico, con una rueda de carro en la pared. Una alfombra gruesa
de pelo largo cubre el suelo, y sobre ella unas alfombritas pequeñas, persas, y una piel
de oso con la cabeza mirando hacia la chimenea. ]unto a la pared de la izquierda hay un
confesonario de madera tallada. Hay un altavoz de alta gama. Encima de la alfombra
hay una mesita de servir con ruedas, llena de botellas de distintas bebidas, copas, cubitos
de hielo y una bandeja con conchas rellenas. Cuando sube el telón, David, que acaba de
llegar, está en la puerta; Vera y Miguel le reciben. David lleva en la mano un ramo de
flores; lo esconde detrás de su espalda.
Miguel se acerca a la mesita de servir y empieza a preparar tres vasos de whisky; David,
indeciso, alarga el ramo a Vera.
Nunca te olvidas
Vera se aleja para poner las flores en un florero. David mira a su alrededor con
curiosidad.
Pausa breve.
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VERA: ¡No sabes el trabajo que le dio a Miguel! Ya le conoces, ¿verdad ? Cuando se
pone a hacer algo, no para hasta que no queda tal como lo había planeado.
MIGUEL: Terminé los últimos retoques anteayer; todavía no lo ha visto nadie, así que
hoy celebramos una especie de inauguración. ¿Con hielo?
DAVID: Bueno.
Vera regresa a la sala. David aún pasea la vista por la habitación con curiosidad.
MIGUEL: No ha sido fácil, te lo puedes imaginar. Tengo enchufe con los anticuarios y
coleccionistas y tuve que hacer uso de mis habilidades sociales para traérmelo a casa. Lo
más difícil fue no desanimarme cuando no conseguía enseguida el objeto que quería.
DAVID: Hum.
VERA: He de confesar que ni yo mismo esperaba este resultado. Si quieres dar un carácter
definido a tu piso no basta con tener afición por las antigüedades; hay que saber
conseguirlas y tener mucha sensibilidad artística para colocarlas y combinarlas con los
muebles modernos. Y ya lo ves, Miguel entiende tanto de todo eso, que no encontrarás ni
una sola cosa que desentone con el resto.
Miguel ofrece los vasos a Vera y a David, después coge el suyo, lo alza y se dirige a
David.
MIGUEL: Cuando estaba decorando la casa pensaba mucho en ti y en qué dirías al verlo
todo terminado.
DAVID: ¡Salud!
DAVID: Bonita.
MIGUEL: Pues fíjate, la trajo Vera por su propia iniciativa y ella misma la colgó ahí
donde la ves, sin siquiera saber que estaba como loco por encontrar algo parecido para
poner encima de la chimenea. ¿No es maravillosa?
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VERA: Siéntate.
DAVID: Gracias.
Los tres se sientan en los sillones. Pausa breve. David observa otra vez las cosas de su
entorno. Vera y Miguel le miran con satisfacción. De repente David se fija en el
confesionario.
¿Qué es eso?
MIGUEL: No sabes la suerte que tuve. Me enteré de que iban a cerrar una iglesia y me
presenté allí. Bueno, ése es el resultado. Me lo vendió un sacristán por trescientos.
DAVID: ¿Sólo?
VERA: Es un trabajo francamente admirable; creo que Miguel hizo una buena
adquisición.
Pausa breve.
David se da la vuelta.
DAVID: Acogedor.
Pausa breve.
MIGUEL: ¿Sabes lo que me llena de orgullo? Esa virgen gótica. Quería colocar una
estatua en esa hornacina y parecía una conspiración, pero en todas partes las tenían o más
grandes o demasiado pequeñas.
MIGUEL: No quería. Me parece que éstas son las dimensiones más adecuadas.
VERA: Ya ves lo perfeccionista que es. Con tal de no ampliar el hueco se recorre todo el
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país
Pausa.
DAVID: No lo sé.
MIGUEL: Ya es hora de que hagáis algo con ello ¿o pensáis vivir toda la vida en esa
madriguera provisional?
MIGUEL: Si a ti no te apetece, ¡que se encargue Eva! ¡Tiene todo el tiempo del mundo!
VERA: Sí, creo que a Eva le convendría hacer algo así, le daría confianza en sí misma.
VERA: Miguel tiene ahora mucha experiencia y le aconsejaría cómo hacerlo, qué buscar.
MIGUEL: Le diría dónde encontrar las cosas apropiadas, a dónde hay que ir y con quién
hablar.
VERA: ¿Sabes? Miguel y yo opinamos que el piso influye en la vida de las personas;
cuando tienes lo que nosotros llamamos un piso con carácter, quieras o no, tu vida también
adquiere cierto carácter, una especie de nueva dimensión, otro contenido, otro orden
¿verdad que es así, Miguel?
MIGUEL: ¡Desde luego, David! Igual que tienes que preocuparte de lo que comes,
también tiene que importarte con qué comes, dónde comes, con qué te secas, cómo vistes,
con qué te lavas y dónde duermes. Cuando empiezas a hacer una cosa, en seguida te das
cuenta de que tienes que hacer otra y ésta señala la siguiente y así se crea toda una cadena;
y seguirla significa elevar el nivel cultural de tu vida y así te elevas a ti mismo hacia una
armonía interior; y elevas incluso tus relaciones con la gente. ¿Qué te parece, Vera?
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DAVID: De verdad.
VERA: Eres nuestro mejor amigo, te queremos mucho y no puedes imaginarte hasta qué
punto deseamos que tus problemas se resuelvan.
Pausa. De repente, el reloj de pared toca los acordes de una melodía antigua. David se
asusta. Al cabo de un rato el reloj deja de sonar. Pausa.
DAVID: Sí
Miguel coge del carrito la bandeja con conchas y la pone delante de David.
VERA: Sírvete.
VERA: Estos días es nuestro plato predilecto. Miguel ha traído de Suiza una caja entera
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de conchas.
VERA: El secreto está en saber el momento preciso en el que el relleno deja de esponjarse
pero aún no ha empezado a bajar.
David coge una concha y come muy concentrado con una cucharita. Vera y Miguel le
observan con atención.
¿Qué te parece?
MIGUEL: De woodpeak.
MIGUEL: Una idea excelente, ¿verdad? ¡Hay que decir que Vera tiene un gran talento
para cocinar! No recuerdo ni una sola semana en la que no haya preparado un plato nuevo
y siempre con imaginación. Como, por ejemplo, el sábado pasado ¿qué fue lo que
comimos? Ah, sí, hígado con nueces. ¡Qué cosa más exquisita! Bueno, dime, ¿se te
hubiera pasado por la cabeza echar woodpeak a los groombles?
DAVID: No.
VERA: Cocinar para Miguel es un placer. Él sabe apreciar y halagar hasta la idea más
modesta; y cuando algo me sale bien, se alegra de verdad. Si se lo tragara todo sin decir
ni pío y sin preocuparse de lo que come, seguramente la cocina no me interesaría tanto.
DAVID: Lo entiendo.
MIGUEL: Pero también hay otros aspectos: cuando sabes que en casa te espera una cena
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original, una sorpresa gastronómica, entonces estás deseando llegar en vez de rondar por
los bares con los compañeros. A lo mejor parece una tontería, pero creo que incluso esas
cosillas proporcionan el aliciente que mantiene unida la familia y que ayuda a crear una
sensación muy agradable: en casa tienes tu refugio. ¿No te parece?
Pausa.
DAVID: A mí me gusta.
VERA: Porque te has acostumbrado. Pero, perdóname, la carne que comimos en vuestra
casa un día… ¿cuándo fue? Antes de Navidades, ¿no?
DAVID: Sí.
VERA: Lo siento, pero a una buena cocinera no le puede ocurrir nunca algo parecido.
Dime, ¿qué platos te prepara?
MIGUEL: Oye, David, no quiero meter las narices en tus asuntos, pero ¿por qué no
mandas a Eva a hacer un cursillo de cocina? Tiempo no le falta.
VERA: ¿Eva? ¿Un cursillo? ¡Qué dices! ¿Crees que Eva iría a un cursillo?
DAVID: De verdad.
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MIGUEL: Ya lo sé, no te gusta hablar de ello. Pero entiéndeme, últimamente Vera y yo
hemos hablado mucho de vosotros dos hemos pensado en vosotros y nos preocupa vuestra
manera de vivir.
MIGUEL: Eres nuestro mejor amigo te queremos mucho y no puedes imaginarte cómo
deseamos que tus problemas se resuelvan.
VERA: ¿ Quieres oír música, entonces? Miguel ha traído de Suiza un altavoz bluetooth
de última generación.
Pausa.
De repente, el reloj de pared toca los acordes de una música antigua. David se asusta.
Al cabo de un instante, el reloj deja de sonar.
Pausa.
MIGUEL: ¿ De cerveza?
DAVID: Sí.
Pausa.
MIGUEL: Es fantástico. Pasé sólo diez días en Suiza y a la vuelta ni le conocía. ¡Había
crecido una barbaridad!
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VERA: Perspicaz.
MIGUEL: ¡En fin, ¡qué quieres que te diga! ¿Sabes lo que me ha preguntado esta
mañana? (Dirigiéndose a Vera.) ¡Vaya! ¡Si no te lo he contado! De golpe y porrazo viene
y me dice: «Papá, ¿una rana se puede ahogar?» ¿Qué te parece? ¿No es increíble?
VERA: ¿De verdad te ha preguntado eso? ¿Si una rana se puede ahogar?
MIGUEL: Sabes, David, a veces pienso que eso es lo único que tiene sentido en esta vida:
tener un hijo. Y educarlo. Es una gran confrontación con el misterio de la vida ¡Una
escuela de respeto hacia la vida! Quien no lo ha vivido, jamás podrá entenderlo.
VERA: De verdad, David, es una experiencia espléndida, exquisita, única. Un día aparece
una pequeña criatura y tú sabes que es tuya, que sin ti no existiría, que la has hecho tú y
de repente está ahí. Vive su propia vida, crece ante tus ojos, después empieza a caminar,
a hablar y a preguntar y a reflexionar. Bueno, dime, ¿ no es un milagro?
VERA: ¡Por supuesto! Piensa sólo en la responsabilidad que tienes. De ti depende cómo
será esa persona, qué sentirá, qué pensará, cómo vivirá…
MIGUEL: Y más aún: como eres tú quien la ha traído al mundo, quien le ha permitido
entrar en contacto con todo y quien le orienta repentinamente, empiezas a sentir una gran
responsabilidad, incluso hacia el mundo que te rodea. ¿Me explico?
DAVID: Hum,
MIGUEL: Jamás lo hubiera creído, pero ahora veo que el niño te da una perspectiva
completamente nueva. Una nueva escala de valores. Te hace entender que lo más
importante es lo que harás por él, qué clase de hogar le ofrecerás, como le educarás, qué
posibilidades le aseguraras y, desde esa tremenda responsabilidad, la mayor parte de las
cosas que antes considerabas cruciales te parecerán una tontería.
VERA: ¿Cómo era la pregunta? ¿Si una rana puede ahogarse? Ya ves qué maravillas
pueden surgir en esa cabecita. ¿No es fantástico ?
DAVID: Hum.
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Pausa.
DAVID: No lo sé
VERA: ¡No entiendo a esa chica! ¿Tanto le asustan los deberes que comporta tener un
niño? Si lo quisiera de verdad, ya lo tendría.
MIGUEL: Es que no os preocupáis en absoluto por vuestro futuro. ¡Si para vosotros un
niño sería precisamente la mejor solución! Eso os ayudaría a bajar de las nubes y a ver
las cosas con más realismo.
VERA: Vuestra relación saldría ganando, porque empezaríais a compartir vuestras vidas.
MIGUEL: De la limpieza.
MIGUEL: De ti.
VERA: De sí misma.
DAVID: Os creo.
Pausa.
VERA: Claro que hay mujeres a las que los hijos no les dicen nada y entonces
compadezco a los pobres críos.
MIGUEL: No obstante, tampoco sería correcto pensar que un hijo es la solución a los
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problemas, existen unos requisitos indispensables.
VERA: Eso es cierto. Miguel, por darte un ejemplo, es un padre ideal. Por un lado, trabaja
hasta reventar para traer dinero a casa; a veces llega tan cansado que da pena. Y por otro
lado, dedica casi todo el tiempo libre a la familia y al hogar. Como ahora con el piso:
regresa de la oficina y, en vez de echarse un rato se pone a trabajar aquí, para que su hijo
crezca en un ambiente agradable, para que aprenda a apreciar las cosas hermosas. E
incluso encuentra tiempo para jugar con el niño...
MIGUEL: Pero Vera también es estupenda. ¿Sabes lo duro que es hacer la compra,
ocuparse del niño, cocinar, limpiar, lavar? ¿Y hacerlo además en una casa que está en
obras? ¿Y al mismo tiempo conservar su buen aspecto? No creas que es una broma. Tengo
que decirte que cada vez la admiro más.
MIGUEL: Eso sí. Nos entendemos perfectamente. No recuerdo haber discutido por nada
serio últimamente.
VERA: Nos interesamos el uno por el otro, pero tampoco nos limitamos ni nos atamos
mutuamente. Nos comportamos de una forma amable y llena de atenciones sin cansarnos
con una atención exagerada. Y nunca se nos acaban los temas de conversación porque,
además, tenemos el mismo sentido del humor.
VERA: Sí, es verdad, ¡eso es sumamente importante! En ese sentido, Miguel es fabuloso:
sabe ser al mismo tiempo salvaje y tierno, sanamente egoísta y lleno de atenciones,
dedicado, apasionado, directo e ingenioso y refinado.
MIGUEL: Pero eso se lo debo a Vera, que siempre sabe cómo excitarme y atraerme.
VERA: ¡Te quedarías admirado, David, de cuántas veces lo hacemos! Y eso es posible
porque conservamos la ilusión, actuamos como si siempre fuera la primera vez y por eso
cada momento nos parece nuevo, distinto. Una experiencia única, inolvidable. Siempre
nos ponemos a ello en cuerpo y alma; por eso, hacer el amor nunca nos resulta monótono,
aburrido ni rutinario.
MIGUEL: Es que para Vera ser buena esposa no consiste sólo en ser buena ama de casa
o una buena madre. Ella siente, y con razón, que antes que nada debe ser una buena
amante. Se cuida tan bien que incluso mientras hace el trabajo más duro sabe conservarse
sexy e irresistible.
VERA: ¿Te acuerdas, Miguel, anteayer cuando estaba fregando el suelo y llegaste antes
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de lo habitual?
VERA: ¿Por qué crees que Miguel no se siente atraído por otras chicas? Porque sabe que
en casa no tiene una fregona hecha un asco, sino una mujer de verdad que sabe dar y
recibir.
MIGUEL: Vera no ha dejado de ser guapa; incluso creo que después del hijo ha
madurado, tiene el cuerpo increíblemente joven y fresco, bueno, compruébalo tú mismo.
Bonitos, ¿verdad?
DAVID: No.
Miguel se pone a besar a Vera primero en la oreja y luego en el cuello; Vera suspira
excitada:
MIGUEL: En otra ocasión, te enseñaremos más para que veas qué cosas tan sofisticadas
hacemos juntos.
MIGUEL: Nos gustaría enseñarte las posibilidades que existen en este campo.
Pausa.
DAVID: Depende.
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VERA: ¿Y qué tal?
MIGUEL: Seguramente lo hacéis de cualquier manera, deprisa, para que se acabe cuanto
antes.
VERA: ¡Yo no entiendo a esa chica! ¿Por qué no intenta hacer bien por lo menos eso?
VERA: Pues ya ves: ése precisamente es vuestro error, que ignoráis algo fundamental.
¿Cómo queréis que vuestra relación vaya bien si os lo tomáis a la ligera? Hay que
preocuparse por ello, hacer un esfuerzo y a lo mejor vuestra relación mejoraría.
MIGUEL: Seguro que a Eva le vendría muy bien, ya verías cómo cambiaba.
VERA: De ti.
VERA: ¡Y cómo influiría en ti! Piensa que perderías la tentación de rondar por los bares
con tus compañeros.
VERA: De beber.
DAVID: De verdad.
VERA: Eres nuestro mejor amigo, sentimos mucho cariño por ti y no puedes imaginarte
cuanto deseamos que tus problemas se resuelvan.
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VERA: Bueno, déjalo ¿Quieres que encienda la chimenea?
Pausa. De repente, el reloj de pared toca los acordes de una melodía antigua. David se
asusta. Después el reloj deja de sonar. Pausa.
DAVID: ¿Cuál?
MIGUEL: La virgen.
DAVID: Hum.
MIGUEL: ¿Te das cuenta de la tensión dramática que se crea entre ella y la espada turca?
DAVID: Hum.
Pausa.
Pausa.
Pausa.
MIGUEL: No quiero meterme en tus asuntos, pero deberías llevarla a ver gente de vez en
cuando. Así tendría un motivo para arreglarse, pintarse, peinarse.
DAVID: De verdad.
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MIGUEL: Ya sé que no te gusta hablar de ello, pero nosotros no dejamos de pensar en tu
bienestar.
DAVID: Ya lo sé.
MIGUEL: ¿Has visto las fotos de mi viaje a Suiza en mi Instagram? Te envié un enlace
a mi story…
DAVID: No me fijé…
Pausa.
VERA (a Miguel): ¿Qué es lo que te ha preguntado el niño? ¿Si una rana se puede ahogar?
Pausa.
DAVID: ¿ Qué?
VERA: Vamos una vez a la semana y no puedes imaginarte cómo se te relajan los nervios.
MIGUEL: Perdona, David, pero cometes un error. Te vendría bien psíquica y físicamente
y te ayudaría a serenarte. Seguro que te sentirías mejor y perderías menos tiempo que en
las tertulias de las tabernas con tu pandilla de inútiles.
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MIGUEL: Bueno, a esa tribu de fracasados. A aquel actorcillo de teatro y los demás.
DAVID: De verdad.
Pausa.
DAVID: ¿Qué?
VERA: Y práctico.
MIGUEL: Es que Vera trabaja mucho con las almendras, así que un pelador eléctrico le
ahorrará mucho tiempo.
DAVID: Me lo imagino.
Pausa.
Pausa.
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DAVID: Hum.
DAVID: No mucho.
MIGUEL: Pero me parece que antes de trabajar en la fábrica de cerveza tampoco escribías
mucho.
DAVID: No…
VERA: Oye, ¿y no harás ese trabajo para justificarte ante ti mismo por no escribir?
MIGUEL: ¿Entonces por qué escribes tan poco? ¿No te sale? ¿Estás pasando una crisis?
DAVID: Es difícil de explicar, es una mala época, uno tiene la sensación de que todo es
inútil.
MIGUEL: Perdona, David, pero a mí me parece que eso de la época es otra excusa, como
lo de la fábrica de cerveza, y que la verdadera causa está sólo en ti mismo. En fin, estás
desmoralizado, frustrado. Te has resignado. Te da pereza hacer cualquier esfuerzo, luchar
por algo, superar los obstáculos.
VERA: Miguel tiene razón, David. Deberías hacer un esfuerzo por animarte.
MIGUEL: Dar carácter a tu piso y subir las imágenes para tener likes.
VERA: Ir a la sauna.
DAVID: De verdad.
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VERA: Te queremos mucho.
VERA: ¿Te apetece algo de música? Miguel ha traído de Suiza un altavoz bluetooth de
última generación.
DAVID: Hum.
DAVID: No te entiendo.
MIGUEL: Mira, no te enfades, pero nosotros no vemos qué sentido puede tener eso.
MIGUEL: Esos gestos no tienen sentido ¿Qué quieres demostrar? Ya sabes que hace
mucho que eso no le interesa a nadie.
VERA: De hecho, eres una persona inteligente y trabajadora, tienes talento, lo has
demostrado en tus textos. Entonces ¿por qué tienes miedo a afrontar la vida?
MIGUEL: La vida es dura y el mundo se ha escindido. Todos nos han abandonado y nadie
nos ayudará. Nuestro destino es difícil y lo será cada vez más. ¡Pero tú no puedes cambiar
eso! ¿Para qué sirve pues darse cabezazos contra la pared y correr contra corriente?
VERA: Hombre, con esos que hablan de cambio climático, desigualdad y otras cosas y
con toda esa panda de intelectuales que les apoyan. Dime, ¿qué tienes tú en común con
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ellos? ¡No sigas de perrito faldero, mándales a freír espárragos y ocúpate de ti!
MIGUEL: No queremos decir que sea fácil salir de ese círculo vicioso. Pero no tienes
más remedio y nadie lo hará por ti. Todos estamos muy solos, pero creo que tú eres lo
bastante fuerte como para soportar la soledad.
VERA: No hace falta mirar muy lejos, míranos a nosotros, podrías ser igual de feliz.
MIGUEL: Vestirte a la última moda y tener muchos likes en tus redes sociales.
VERA: Ir a la sauna.
MIGUEL: El hijo.
David se levanta y en silencio se dirige a la puerta. Cuando Vera y Miguel se dan cuenta
de ello, se levantan sorprendidos.
MIGUEL: ¡David!
DAVID: Hum
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MIGUEL: ¿Adónde?
DAVID: A casa.
MIGUEL: Que te transmitiríamos fuerza para salir de la situación en la que estás metido.
MIGUEL: El amor.
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MIGUEL: ¡Después de todo esto no puedes ser tan ingrato con nosotros!
VERA: ¡Con todo lo que hacemos por ti, no merecemos este trato!
MIGUEL: ¿Para quién crees que Vera se ha pasado toda la tarde preparando groombles?
MIGUEL: ¿Para quién crees que queríamos poner música en el altavoz bluetooth de
última generación? ¿Para quién gasté el dinero? ¿Para quién cargué con él por media
Europa como un imbécil?
VERA: ¿Por quién crees que me he puesto guapa, que me he pintado, peinado y
perfumado?
MIGUEL: ¿Por quién crees, en el fondo, que hemos arreglado el piso? ¿Por quién crees
que hemos hecho todo esto? ¿Por nosotros mismos?
VERA (con ansiedad): ¡David! ¡No puedes dejarnos así! ¡No puedes hacernos esto! ¡No
nos abandones, quedan tantas cosas que queríamos decirte! ¡Qué haremos sin ti! ¿No lo
entiendes? ¡Quédate! Te lo suplico, ¡quédate con nosotros!
David se marcha, pero antes de que cierre la puerta, Vera se pone a llorar histérica.
David se detiene y le mira perplejo.
VERA (llorando): ¡Eres un egoísta! ¡Un ignorante! ¡Un traidor! ¡Te odio! ¡Ay, cuánto te
odio! ¡Vete! ¡Fuera!
Vera corre hacia el ramo de flores que le había traído David, lo saca del florero y se lo
tira con rabia.
David está un rato indeciso, después recoge el ramo de flores y vuelve a colocarlo con
vacilación en el florero. Despacio vuelve a su sillón y se sienta, irresoluto. Vera y Miguel
siguen atentamente su reacción y cuando ven que se ha sentado, vuelven a comportarse
con naturalidad y, sonriendo, también se sientan. Pausa breve.
Miguel se dirige al altavoz, lo enciende. Del altavoz irrumpe una explosión de música
estridente, ordinaria y ramplona. El telón baja, pero la música sigue sonando fuerte hasta
que sale de la sala el último espectador.
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FIN DE LA OBRA
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