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Saúl Quiroz.

BBF3

El saxofonista estaba parado bajo las estrellas,


quebrando con su lamento el silencio
El aire dentro del diamante vibraba en caóticos compases
Cuchillos que penetran la noche con el día, en medio de un girar imparable

El saxofonista agitando las alas del murciélago que blandía su nombre sin letras
Se levantó para echar una ojeada detrás de la música
porque el tiempo es solo un pretexto para ello
Y él y yo sabemos,
el intangible lenguaje que nos acaricia el pecho
Mañana tejeremos trenos que nos arranquen de estas moles de concreto
y soledad donde nadie tiene rostro
O moriremos en el intento de abrir una ventana entre las antenas hacia el propio
interior

Mis gritos están más hambrientos que los vagabundos


y ambos se siguen resistiendo a llorar
Negado el lugar del colapso y sólo las cuerdas mantienen el delirio
Los arroyos de mi cerebro anhelan que me llueva la mar de los ojos
Que se erosionen por enésima vez las ideas hasta florecer en metamorfosis
Que el estallido sonoro constriña mi cuerpo hasta prescindir de él
Pues lo único que se nos prohibió fue la caída estrepitosa
Pero el vértigo lisérgico nos acerca tambaleantes a la orilla
De algo que no comprendemos.

El saxofonista estaba ahí


En las lágrimas que arrancaba cada suspiro tajante del metal
¿Dónde estaban tus números y deudas y millones de televidentes?
¿Dónde tu dinero y tu guerra y el hambre de millones y la muerte?
La música es un refugio de nómadas,
familia de huérfanos
y todo en su lugar
éxtasis intangible en que robamos tiempo al tiempo
Porque siempre hemos de mantenernos al paso,
antes que sobrevenga

el silencio

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