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Instituto de Formación Docente Nº 9

Profesorado en Enseñanza Secundaria de Lengua y Literatura


Literatura Latinoamericana I
Prof. Rocío Fit

Clase II: La literatura latinoamericana: entre canon y archivo

19 de agosto de 2020

En la clase anterior, además de presentarnos y compartir un panorama de la materia, nos aproximamos


a las representaciones acerca de qué es América Latina y qué entendemos por literatura latinoamericana. Hoy
vamos a seguir trabajando en esa dirección a partir de 1) los factores que intervienen en la conformación del
canon latinoamericano, 2) la problematización de estas ideas a partir de la noción de archivo y 3) una
aproximación a la mirada imperial que pesa sobre América Latina desde el “descubrimiento” europeo.
Finalmente, 4) comparto algunas reflexiones que ustedes hicieron en la Actividad 1.

1) Literatura latinoamericana y canon

¿Quién define qué es la literatura latinoamericana? ¿Desde cuándo podemos hablar de literatura
latinoamericana? Antes de considerar estas preguntas, es preciso explicitar una cuestión que, por su obviedad,
podría correr el riesgo de naturalizarse: los autores y autoras que estudiamos como representativos de una
literatura, aquellos a los que tenemos acceso a través de nuestros sistemas de formación y comunicación,
forman parte de un proceso de selección, circulación y legitimación que conforma el canon.

Ahora bien, ¿qué entendemos por canon? Veamos a continuación algunas acepciones de este término, según el
Diccionario de la Real Academia Española (DRAE):

Canon:
1. m. Regla o precepto.
2. m. Catálogo o lista.
3. m. Modelo de características perfectas.
4. m. En arte, regla de las proporciones de la figura humana, conforme al tipo ideal aceptado por
los escultores egipcios y griegos.
5. m. Catálogo de autores u obras de un género de la literatura o el pensamiento tenidos por modél
icos. (…)
14. m. Rel. Decisión o regla establecida en algún concilio de la Iglesia católica sobre el dogma o
la disciplina.
15. m. Rel. Catálogo de los libros tenidos por la Iglesia católica u otra confesión religiosa comoaut
énticamente sagrados.

https://dle.rae.es/canon

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Noten el origen normativo, modélico e idílico del nombre “canon” y también su significado religioso ligado al
dogma. Ustedes tienen en la bibliografía un texto de Susana Zanetti, “Apuntes acerca del canon
latinoamericano”, en el que plantea un panorama de las discusiones respecto al tema. En relación a la
definición de canon, apunta:

“La noción de canon guarda siempre su lazo original con el dogma, esgrime simbólicamente su
varita disciplinante a través de los dictámenes de una élite, de instituciones, que ejercer el poder de
reglar el gusto, de sostener la preeminencia de ciertos “valores estéticos”. Selecciona y por lo tanto
excluye, ignora en función de intereses no solo artísticos sino también políticos, ideológicos”

“El canon protege a los textos en él incluidos del desgaste del paso del tiempo, de los cambios de
retóricas, de estéticas, etc. a través de una continua interpretación crítica que busca mantenerlos en
una modernidad intemporal”. (Zanetti, 2000: 91)

El canon, entonces, “regla el gusto”, disciplina en función de ciertos valores estéticos –que también son
políticos- y en esa selección deja fuera los discursos que se rigen bajo otros valores estéticos. La problemática
que se plantea es quiénes determinan la conformación de un canon. El canon se conforma por el peso de su
valor estético intrínseco y a partir de allí, “regla el gusto”? ¿O es el contexto social, cultural, económico y
político el que permite que determinados discursos sean valuados y legitimados?

La postura extrema del esteticismo fue planteada por Harold Bloom; probablemente ustedes ya hayan leído
acerca de este crítico estadounidense. En 1995 Bloom publicó El canon occidental con el objetivo explícito
de ordenar la “anarquía” del campo literario y dictaminar qué vale la pena leer y qué no.
De este modo, buscaba salvaguardar la grandeza estética de lo que llamó “Escuela del Resentimiento” para
referirse a las corrientes críticas post-estructuralistas, marxistas, sociológicas, feministas. Propuso entonces un
canon occidental compuesto de veintiseis autores “representativos” de la “sublimidad” literaria. En la selecta
lista caben solo tres mujeres (George Eliot, Jane Austen y Virginia Woolf) y solo dos escritores
hispanoamericanos (Pablo Neruda y Jorge Luis Borges).

En cambio, desde una perspectiva sociológica, Pierre Bourdieu se pregunta cómo se van conformando las
diferentes operaciones y relaciones en los campos intelectuales y culturales, entre instituciones y actores
legitimados que articulan tradiciones y relaciones de poder que habilitan que “una obra de arte sea una obra de
arte y no un objeto en el mundo o un mero utensilio”. En el campo literario, son instituciones como las
universidades, las academias, los centros de investigación los críticos literarios, las revistas, las editoriales las
que construyen ese sistema de selección y legitimidad que se proyecta en la conformación del canon. Es en
esta dirección tiene sentido la tan citada reflexión de Ángel Rama: “ocurre que si el crítico no construye las
obras, sí construye la literatura, entendida como un corpus organizado en que se expresa una cultura, una
nación, el pueblo de un continente”.

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Uno de los principales problemas para la conformación de un canon latinoamericano fue, precisamente, la
ausencia de instituciones de alcance y autoridad continental. Las discusiones acerca de la conformación de la
literatura local –despegada de la literatura europea, alcanzaban solo el nivel nacional, en consonancia con los
procesos de consolidación de los estados nacionales. Los cánones en América latina son, en verdad,
nacionales, y de ahí se proyectan hacia un orden mayor. Es recién a finales del siglo XIX y principios del siglo
XX que comienza a delinearse un canon latinoamericano. En este proceso, son factores importantes las
novedades tecnológicas de la modernización que van permitiendo una comunicación más dinámica entre
naciones y, también, la expansión del modernismo como primer movimiento literario propiamente
latinoamericano (vamos a estudiar esta etapa en la unidad 3).

Zanetti refiere la incidencia de uno de los primeros críticos latinoamericanos, Pedro Henríquez Ureña, en sus
operaciones por articular la historia literaria y cultural del continente. El intercambio que realiza en 1930 con
Alfonso Reyes -poeta y crítico mexicano- para editar los Clásicos de Américas constituye una especie de hito
en la fundación del canon latinoamericano. Henríquez Ureña publica su curso Las corrientes literarias en la
América Hispánica que es leído como la primera historia literaria y cultural de Latinoamérica. El volumen se
publica en 1945 en inglés y en 1949 en español.

Es recién en este curso que Pedro Henríquez Ureña en incluye a Brasil dentro de la literatura latinoamericana,
que hasta entonces se limitaba los países hispanohablantes. La inclusión del Caribe tendrá que esperar hasta
mediados del siglo XX cuando la identidad latinoamericana comienza a sentarse en el continente. Los
territorios del Caribe –incluso el no latino- fueron accediendo cada vez más, en términos de literatura y
cultura, a una integración con América Latina.

Paralelamente, este lento avance historiográfico-literario comienza a considerar las literaturas indígenas y
también las dificultades de considerar estos materiales heterogéneos. En la mayoría de las aproximaciones
teóricas hasta el siglo XX se han observado dos actitudes: la de negar su existencia y que directamente no
aparezcan o la de reducirlas al período precolombino. Ahora bien, el desafío de trabajar las literaturas
indígenas desde una perspectiva historiográfica occidental consiste, por una parte, en reivindicar y visibilizar
estas literaturas con derecho a una existencia histórica y, por otra, de situar con realismo nuestras limitaciones
respecto de ellas.

Es importante señalar que la perspectiva de unidad diversificada con la que se puede hablar de literatura
latinoamericana –aún con sus silencios, sus relegaciones- plasma en el nivel estético la organización que
estructura históricamente al continente y que se expresa en la cultura. La respuesta a qué es la literatura
latinoamericana tiene que ubicarse dentro de las significaciones comunes que se van desarrollando y que
renuevan a cada instancia sus respuestas. Si, por un lado, la literatura es un patrimonio universal y la
experiencia estética no conoce fronteras, al mismo tiempo las obras surgen en una cultura y en una
determinada sociedad. Por eso necesitamos observar el sistema en donde se insertan, el imaginario social que
proyectan. (Zanetti, 1985)

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2) La noción de archivo

Pensar la literatura y todos los discursos sociales a partir de la noción de archivo que propone Michel
Foucault nos permite una visión más compleja y dinámica de lo dicho y lo decible en una sociedad
determinada. En La arqueología del saber Foucault define al archivo como conjunto complejo de discursos
que regula “la ley de lo que puede ser dicho, el sistema que rige la aparición de los enunciados como
acontecimientos singulares” (2018: 170) y que determina que estos enunciados se relacionen y se agrupen
según sus afinidades y regularidades. Desde esta perspectiva, el archivo define su posibilidad de existir, de
subsistir y de mordicarse; regula el funcionamiento o los modos en los que actúan los enunciados. Asimismo,
Foucault subraya con énfasis que el archivo representa las reglas de lo decible pero también incluye, por
exclusión, lo que no ha sido dicho. En otras palabras, cada enunciado viene a dar cuenta de su rareza porque
viene a demostrar lo que no está dicho.

En este sentido, notemos que “archivo” excede el significado corriente de caja y oficina cerrada en
donde se almacenan documentos. En la concepción foucaultiana el archivo se abre al infinito e incluye todo lo
que ha sido dicho pero sobre todo indica lo que en ese momento era decible. El archivo rebasa ampliamente la
“biblioteca” de los libros y saberes legitimados que una persona tiene que leer para ser culta. Esa biblioteca de
saberes escritos y cerrados corresponde al canon (selección legitimada) y al corpus (selección) de una
sociedad. Lo que estamos tratando de ver es que detrás de esa biblioteca hay un archivo virtual inagotable de
saberes y experiencias.

De hecho, la pregunta respecto del archivo, en sus múltiples acepciones, ha sido una constante en la crítica
literaria latinoamericana y las Humanidades en general en las últimas décadas. Colombi (2019) refiere que los
estudios literarios coloniales se propusieron la restitución de ciertos textos (crónicas perdidas, crónicas
mestizas y de tradición indígena, intervenciones iconográficas, mapas, textualidades de naturaleza diversa que
habían sido excluidas de los estudios literarios) a partir de una concepción del archivo como poderosa
máquina de autorrepresentación. En particular, los archivos coloniales se conforman como archivos imperiales
que fundan imágenes de lo americano, modelos de escritura y de conquista, estereotipos y retóricas de
apropiación, como en Cristobal Colón o Hernán Cortés.

3) Archivos imperiales

Entonces, vamos a leer los primeros textos occidentales que se escribieron acerca de América. Les dejo en la
plataforma una parte de Diarios de viaje de Colón. Se trata de una lectura no obligatoria, que pueden hacer
cuando tengan un tiempo. La mirada de Colón lleva consigo el asombro de quien ve el mundo –literalmente-
por primera vez. Los Diarios de Colón son, exactamente, los diarios de sus cuatro viajes a América, dirigidos
a la Corona Española que financiaba sus expediciones. También vamos a leer, para la próxima clase, la
Segunda Carta- Relación de Hernán Cortés, que refiere la conquista de la ciudad más grande del antiguo
México.

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Cuando hablamos de “cartas relatorias” o de “relaciones” nos referimos a textos que relatan un
acontecimiento y que pretender documentar. Son comunicaciones, informes, solicitudes enviadas a la Corona.
Quizás se estén preguntando por qué leemos en una materia de Literatura Latinoamericana textos que no
fueron escritos como literatura. Precisamente, como expone Mignolo (1982), esta familia textual nos interesa
en tanto comparte un referente en común (el descubrimiento y la conquista), las mismas coordenadas
cronológicas (el período colonial, en los siglos XV-XVII) y un horizonte ideológico (el de la mirada
imperial).

Se trata de textos escritos en una situación enunciativa específica: quien escribe es un “descubridor”, un
viajero, un colonizador; su destinario directo es el Rey de España –a quien rinde cuentas de todo conquistado-
y su destinatario general es el lector de las ciudades españolas y europeas, ávido de aventuras y de noticias
sobre ese mundo desconocido, ese espectáculo de naturaleza deslumbrante. La formación discursiva de la
prosa colonial fue al mismo tiempo un discurso práctico que tenía como requisito la validez; quien había
viajado podía dar cuenta de lo que existía, de lo que se había tomado. Había que narrar, describir, exponer esa
tierra extraña e inédita: la pluma de estos viajeros “inventa” América para el ojo europeo.

Es imprescindible señalar que todo el discurso sobre América es enunciado desde una “mirada imperial”
(Zabala, 1993), eurocéntrica y colonizadora. Desde esta perspectiva monológica y autoritaria, los
conquistadores modelaron una representación del espacio y de los sujetos americanos según la afirmación de
jerarquías, parámetros y valores europeos (la escritura, el orden, la ley, el monoteísmo, el sedentarismo). La
producción textual de la conquista fue central para afirmar en el imaginario social de la época la legitimación
de la conquista y de la evangelización, es decir, del dominio material y espiritual sobre las poblaciones
americanas. Este imperialismo textual de las crónicas relaciones e historias contribuyen también al proceso de
conquista.

4) Representaciones de América Latina en lucha

Con el recorrido a través de estos textos nos proponemos problematizar la condición de sometimiento de
América Latina desde 1492 hasta nuestros días. En sus lecturas de los mapas, ustedes hicieron reflexiones muy
interesantes acerca de la lucha de los pueblos latinoamericanos que sigue sufriendo las consecuencias de ser “el
tercer mundo”. Quisiera recuperar algunos pasajes de lo que escribieron:

… una América dolida y, con su puño en color rojo sangre, revela la historia escondida de las realidades
sociales latinoamericanas. Deja ver el dolor por el despojo de nuestros recursos naturales, por el abuso de
poder ejercido hacia las primeras civilizaciones -hasta la actualidad-, pero también devela que somos un
pueblo que respira lucha

Pienso, también, en las políticas violentas a las que el pueblo entero ha sido sometido y en las luchas
que se dieron para garantizar derechos. Como dice una canción de Calle 13, en esta imagen “(…) se respira
lucha”.

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…esta división entre el norte y el sur, diferencia las tierras que producen y se vacían a desgarro, y las
tierras que se nutren de capital ajeno; mientras van silenciando culturas originarias, despojándolas de toda
identidad milenaria, avasallando cada rincón por codicia y ansias de poder.

También, reflexionaron acerca del cuarto mapa, obra del artista uruguayo Paez Vilaró, ese que parece
poner a América Latina patas arriba:

El cuarto y último mapa me sorprendió, verlo en forma invertida mostrando el sur como si fuera el norte
muy cercano a la salida del sol, sería otra mirada de nuestra América Latina, lejos de ataduras e
imposiciones.

América Latina invertida en una posición que queda ubicada en el mapa sobre el hemisferio norte y por
tanto con una visión superior con respecto a Europa y Norteamérica. Se trata de cambiar la concepción que
tenemos de los continentes y los prejuicios tercermundistas instalados por la mirada desde el norte hacia
los de “abajo”. Libertad, el personaje de Quino, hace mención a esta postura en uno de sus diálogos
aduciendo que el mapa estará al revés según con respecto a qué se lo mire puesto que la tierra está en el
espacio sin tener un arriba ni un abajo.

Por último, me encontré con el cuarto gráfico que muestra el polo sur “al revés” y, siguiendo con la misma
línea de Galeano, me pregunto ¿Por qué el norte en los mapas se encuentra alto y grande, a diferencia del
sur lejano, bajo y pequeño? Una clara estrategia geopolítica que engrandece a las potencias mundiales para
perpetuar su rol controlador sobre el resto.

Los mapas son representaciones del mundo, como tales, son construidas por personas, por grupos humanos
con intereses políticos y económicos específicos. Que nuestro continente sea llamado América del Sur, que
aceptemos que estamos al Sur solo es verdadero si tomamos como referencia los parámetros y los valores
europeos con los que nos pensamos y aprendimos a pensar. ¿Cómo inventar otras alternativas por fuera de ese
sistema que nos moldea, nos educa y nos sostiene? En ese camino estamos. ¿Seguimos?

Bibliografía de la clase

Bloom, Harold (2004). El canon occidental. Madrid: Anagrama.


Foucault, Michel (2000). Arqueología del saber. Trad. Aurelio Garzón. México: Siglo XXI Editores.
Mignolo, Walter (1982). “Cartas crónicas y relaciones”, en Íñigo Madrigal (coord.) Historia del a literatura
hispanoamericana. Madrid. Cátedra.
Pierini, Margarita (1993), “La mirada y el discurso: la literatura de viajes” en Ana Pizarro (org.), América
Latina, palavra, literatura e cultura, San Pablo, Editora de Unicamp. 161-183.
Todorov, Tzvetan (1987). “Descubrir”. En La conquista de América. El problema del otro (pp. 13-58).
México: Siglo XXI Editores.
Zanetti, Susana (2000). “¿Un canon necesario? Acerca del canon literario latinoamericano”. En Voz y
escritura, 10, pp. 227-241.
Zavala, Iris (1993), “Formas de la prosa: siglos XV-XVIII” en Ana Pizarro (org.), América Latina, palavra,
literatura e cultura, San Pablo, Editora de Unicamp. 359-388.

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