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S.

Juan 8:3-11
Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en
adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida
en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres.
Tú, pues, ¿qué dices? Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús,
inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en
preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero
en arrojar la piedra contra ella. E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió
escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a
uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la
mujer que estaba en medio. Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer,
le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo:
Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.

En ocasiones los equivocados, los que han pecado y no sienten que


estén mal, se molestan porque dicen “me juzgan”, “me condenan” cuando
se les enseña acerca de sus malas actitudes, se excusan en que no los
entienden, que no hay amor, que son todos hipócritas, porque los atacan.
Pero nada más alejado, en realidad, la iglesia tiene la responsabilidad
de enseñar, (Ez. 3:17/19) de mostrar lo bueno y lo malo, mostrando lo justo y
aquello que es pecado, a fin de que los seres humanos puedan diferenciar y
decidir por lo bueno, aquello que los lleve a la vida y bendición (Dt. 30:19).
Y esa enseñanza no beneficia a Dios, el apartarse de lo malo, no es
beneficio para terceros, es un beneficio personal! Vemos a la mujer,
sorprendida en pecado, juzgada y humillada por los religiosos de la época,
que querían su muerte, según la ley de los hebreos! Pero la iglesia no, la
religión condena; Dios, y por lo tanto su iglesia, no! Solo enseñan como lo
malo provoca horrendos resultados, y estos, solo los padece el pecador.
Vemos a la mujer expuesta, avergonzada, habiendo perdido su testimonio y
sus valores, humillada por causa de su propio pecado. Jesús la ama, y la
perdona, diciéndole, “no peques más”, no es que le dice no importa, seguí
viviendo como quieras, no! la perdona, y le pide, cambia de vida, porque a
pesar del perdón y la nueva oportunidad, ese momento horrible, la pérdida
de valores, la vergüenza, no es algo que se borra, quizá el tiempo lo
aliviane, pero ella sabe del resultado de su acción, no solo en su vida, sino
también las consecuencias en las vidas de otros, las heridas, el dolor, las
tragedias que se generan con las malas acciones, y que tienen ese efecto
cascada, que va arrollando y afectando todo a su paso.
No la está condenando; si, mostrando que su pecado, aunque la
perdone, tiene consecuencias, que luego se han de padecer, consecuencias
por las que muchas personas lloran y sufren por mucho tiempo, quizá años
o toda la vida; y que algunos son incapaces de soportar. Consecuencias que
los tienen por culpables, y que, conforme a la Palabra, los pone como
receptores indudables de la futura cosecha; lo que aumenta siempre el
padecimiento (Ga. 6:7).-
Es verdad que ningún hombre tiene la autoridad de condenar, de
hecho, uno a uno, desde los de más edad, hasta los más jóvenes, dejaron
sus piedras, demostrando que sus conciencias les recordaban también su
condición de humanos, llenos de fallas y pecados, pero ninguno de ellos es
quien perdona, ni quien establece el “no peques más”, sino Jesús; quien
muestra su amor y sin condenar, perdona, pero establece, que el pecado no
está ni aceptado ni justificado, ya que te aleja de Dios y provoca
consecuencias siempre nocivas. No le hace daño a Dios, sino a uno mismo
y a quienes nos rodean, ese entorno de personas a quienes decímos
apreciar, y que padecerán directa o indirectamente las consecuencias.
Solemos en ocaciones decir, es mi vida y hago lo que quiero, total yo soy
quien lo sufrirá, como si fuésemos Islas, desconectados del resto de la
humanidad, pero no, somos seres sociales. Y nuestro pecado afecta a
quienes nos rodean para mal…

Job 35:6-8
Si pecares, ¿qué habrás logrado contra él? Y si tus rebeliones se multiplicaren,
¿qué le harás tú? Si fueres justo, ¿qué le darás a él? ¿O qué recibirá de tu mano? Al
hombre como tú dañará tu impiedad, Y al hijo de hombre aprovechará tu justicia.

…así como nuestra justicia lo hace para bien!

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