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CICLO TROYANO:

El llamado "ciclo troyano" constituye un conjunto de leyendas relativas el origen, el


desarrollo y las consecuencias de la guerra de Troya. Dicho ciclo se inicia con el rapto
de Helena, esposa de Menelao, rey de Esparta, por parte del príncipe troyano Paris.
Éste, hijo del rey Príamo, se la lleva consigo hasta Troya, lo que provoca que los reyes
griegos, al mando de Agamenón, rey de Micenas, se unan para vengar aquel ultraje.

El penoso asedio a Troya y la cólera de Aquiles son los argumentos que Homero
desarrolla a lo largo de la Ilíada: este poema épico, concretamente, arranca a partir del
décimo año del asedio de los griegos a Troya.

Sin embargo, no resultará halagüeño el regreso de los griegos a su país, una vez
concluida la contienda: Ulises sólo podrá volver a su patria, Ítaca, después de un largo
periplo por el Mediterráneo, periplo que constituye el argumento de la Odisea homérica.
También relacionado con el funesto regreso de los griegos a su patria, el átrida
Agamenón morirá nada más llegar a Micenas, asesinado por su propia esposa,
Clitemnestra, y el amante de ésta, Egisto, como podemos comprobar en algunas
tragedias de Esquilo.

La guerra de Troya es punitiva. Se hace para castigar a los troyanos.

AQUILES Y LA ILÍADA:

La Ilíada narra la encarnizada lucha entre griegos y troyanos, y el hilo conductor de la


narración es el sentimiento de cólera de su personaje principal, Aquiles. Es bien sabido
que el rapto de Helena, esposa del griego Menelao, constituye el origen de la contienda.
Helena resultará ser la causante del enfrentamiento entre el pueblo griego y el troyano.

Centrándonos ya en el relato homérico, la partida de Aquiles para Troya, acompañado


de su inseparable amigo Patroclo. En este sentido, la archiconocida muerte de Aquiles,
alcanzado por Paris (o tal vez por Apolo) en la única parte vulnerable de su cuerpo.

Tras los nueve años de asedio a Troya por parte de los griegos, al fin se entabla la
encarnizada batalla.

Patroclo toma las armas de Aquiles y se dispone a luchar contra Héctor. Sin embargo, el
troyano acaba con la vida del inseparable amigo de Aquiles, hecho este que sume al
héroe en una profunda tristeza. Héctor sabe que ésta es su hora final y que su alma se
dispone a descender hasta los infiernos. Héctor es consciente que ahora la suerte sonríe
a Aquiles, y que su destino ya estaba escrito, su muerte es inminente.

Aquiles da rienda suelta a su ira, toma venganza y se ceba con el cadáver de Héctor, que
una vez profanado y humillado, servirá de alimento a los perros y los buitres. Héctor
yace en el campo de batalla, todo cubierto de heridas. Los dioses le han retirado su
protección, en favor del héroe griego. Aquiles ha cumplido con el deber que se le ha
asignado, ha vengado la muerte de Patroclo.

Aquiles celebra los funerales en honor de Patroclo y que cierra la Ilíada. Aquiles expía
la muerte de su amigo con el sacrificio de varios animales, con la sangre de doce

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jóvenes troyanos capturados junto al río Escamandro, y arrastrando por tres veces el
cadáver de Héctor alrededor de la pira funeraria de Patroclo. Así es como Aquiles
inflige su castigo y venga la muerte de su compañero.

ULISES Y LA ODISEA:

También debe incluirse dentro del ciclo troyano el relato homérico de las peripecias
vividas por Ulises a lo largo del Mediterráneo, una vez acabada la guerra de Troya. Ya
durante la contienda Ulises se mostró como un valeroso y astuto guerrero, y ello pese a
que, en los inicios de la guerra, fingió estar loco para evitar marchar hasta tierras
troyanas. Se suele atribuir a Ulises la invención del caballo de Troya, en cuyo vientre se
escondió un contingente de griegos que acabaron tomando la ciudad, tras diez años de
penoso asedio.

Durante el viaje de regreso a Ítaca, Ulises hace escala primeramente en el país de los
ciclones, en Tracia. En el país de los Lotófagos, le ofrecen loto, un fruto que provocaba
el olvido a aquellos que lo probaban.

Más adelante, Ulises llega con su tripulación hasta el país de los Cíclopes, situado
tradicionalmente en la isla de Sicilia. Tras escapar de Polifemo sirviéndose de una astuta
treta, el cíclope invocó a su padre, Poseidón, para que castigase a Ulises. A partir de
entonces el dios del mar se cebará con el griego y lo hará vagar sin rumbo por el Mar,
impidiéndole que pueda regresar a Ítaca junto a los suyos.

Durante su estancia en Etolia, la tierra de Eolo, el dios le entrega un odre en el que se


guardan los vientos. La tripulación lo abre, creyendo que se trata de un tesoro, y se
desencadena una tempestad que empuja sus barcos nuevamente hasta Etolia. En esta
ocasión Eolo se niega a ayudarlo con un viento favorable, ya que los dioses se han
manifestado contrarios a su regreso a Ítaca.

Será entonces cuando Ulises comience su incierto peregrinar por el Mediterráneo. En el


país de los Lestrigones pierde once de sus doce naves. A continuación, Ulises alcanza la
isla de Eea, en la que habita la maga Circe. Tras una larga estancia junto a la hechicera
(con la que tiene un hijo llamado Telégono), ésta le aconseja que recurra al adivino
Tiresias, para que le prediga el futuro.

Tras reanudar su viaje, llega Ulises a la isla de las Sirenas, genios marinos, mitad mujer,
mitad ave, que con sus cantos atraían a los embelesados navegantes, a los que
devoraban después que sus barcos se estrellaban contra las rocas. Ulises taponó los
oídos de su tripulación y se hizo amarrar al mástil de la nave, pues sentía curiosidad de
escuchar a las Sirenas, de cuyo funesto embrujo ya le había advertido Circe. Este
episodio es tan conocido hoy día que incluso expresiones del tipo "canto de sirenas"
forma parte de la lengua común.

Prosiguiendo con su viaje, al llegar al Estrecho de Mesina, Ulises se ve obligado a pasar


entre Escila y Caribdis, dos monstruos marinos situados a cada lado del estrecho, que
devoraron a seis de los compañeros de Ulises.

Más adelante, Ulises llega como náufrago a las costas de Ogigia (con toda probabilidad
la actual Ceuta), donde es recogido por la ninfa Calipso (literalmente, "la que oculta").

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La Odisea nos cuenta cómo Ulises pasará junto a Calipso cerca de diez años. Con la
vana promesa de la inmortalidad, Calipso retendrá al héroe griego durante todo este
tiempo, si bien los textos nos hablan del sentimiento de nostalgia de Ulises, cuya
intención era volver a su patria. Las distintas fuentes nos transmiten también que de ella
tuvo un hijo (Latino) o, más verosímilmente, dos (Nausínoo y Nausítoo). Ante los
ruegos de Atenea, Zeus enviará a Hermes ante Calipso, para que dejara marchar a
Ulises.

Seguidamente, Calipso se duele por tener que dejar marchar a su amado, después de
haber pasado tanto tiempo junto a él. Calipso es consciente de que Ulises tiene un
destino que cumplir, que es volver junto a los suyos, en Ítaca. Ella quedará sola y
desconsolada, en la playa, mientras ve cómo se aleja su nave y nunca más volverá a
verlo.

Después de varias peripecias y vicisitudes sufridas por nuestro héroe, por fin arribará a
Ítaca, donde será finalmente reconocido por su esposa, Penélope, y todo acabará de
forma dichosa.

Sin embargo, la espera ha sido tan larga que ninguno de los dos son ya el mismo: el
tiempo ha pasado y la pobre Penélope no puede identificar al que acaba de regresar con
él de sus recuerdos.

LA SAGA DE LOS ATRIDAS:

La dinastía comienza con Tántalo, quien robó el néctar y la ambrosía en un banquete,


invitado por dios. Tántalo descuartiza a su hijo Pélope y se lo sirve a los dioses como
alimento. Pélope es salvado y reconstruido por los dioses. Después Pélope mata a
Mírtilo. Antes de morir, Mírtilo maldice a Pélope. Esta maldición explica la mancha de
los Atridas.

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Dos de los hijos de Pélope – los gemelos Atreo y Tiestes – matan a su propio hermano
Crísipo (quien antes fue víctima de Layo). Pélope castiga a los gemelos con el destierro.
Ambos son exiliados a Micenas por su padre.

Tiestes es amante de la mujer de Atreo, llamada Aérope. Los gemelos pelean por el
trono de Micenas. Los dioses toman partido, invierten el movimiento del sol para
favorecer a uno u otro. Atreo mata a los hijos de Tiestes. Los hierve y los sirve en la
mesa en honor a Tiestes. En el banquete le muestra las cabezas de sus hijos, para que
descubra qué es lo que ha comido. Tiestes lanza entonces la maldición a Atreo. Tiestes
tiene un hijo con su propia hija Pelopia. Este hijo se llamará Egisto. Tiestes lo hace pues
un oráculo le dijo lo siguiente: si se acostaba con su hija, el hijo que tendrían mataría a
Atreo. Y así fue.

Atreo tenía dos hijos: Agamenón y Menelao. Menelao es el marido de Helena de Troya,
la mujer que es raptada por Paris y llevada a Troya. Esta es la causa entre griegos y
troyanos. Agamenón mató accidentalmente a un ciervo sagrado de la diosa Artemisa.

Cuando los griegos estaban yendo a Troya, Artemisa altera los vientos e impide que los
griegos zarpen hacia allí. Para aplacar la ira de la diosa, Agamenón trae engañada a su
hija Ifigenia, asegurándola que la va a casar con Aquiles. Con el sacrificio de Ifigenia,
Artemisa se calma y permite que los vientos vuelvan a permitir el rumbo del barco.

LA ORESTIADA:

Dentro del ciclo mítico troyano se incluye también los episodios legendarios que
protagonizan los hijos de Atreo, Menelao y muy especialmente Agamenón, a su vuelta
de la guerra de Troya, unos episodios que Esquilo desgrana a lo largo de varias de la
Orestíada, una trilogía que comprende tres tragedias: Agamenón, Las Coéforas y Las
Euménides. El triunfo de Troya hasta la muerte de Agamenón y Casandra, la venganza
cumplida finalmente por Orestes, hijo de Agamenón y Clitemestra.

Argos es la ciudad donde vive Agamenón antes de partir a la guerra. En el principio del
Agamenón de Esquilo: un vigía se encuentra a la espera de que la luz de una antorcha le
indique el final de la guerra y la conquista de Troya. Con una sorprendente fidelidad con
respecto al modelo griego, el vigía cumple la misión que Clitemestra le ha
encomendado. El vigía divisa la antorcha y a voces proclama a la reina la caída de
Troya, al tiempo que lamenta la depravación que Agamenón va a encontrar en su propio
palacio. En Esquilo es un buey el que pesa sobre la lengua del vigía y le impide referir
los crímenes que suceden en palacio. El heraldo anuncia la llegada de Agamenón
victorioso, y anima a los ciudadanos a recibir a su rey como merece, pues es el elegido
por los dioses para alcanzar el triunfo.

La alegría del coro de ancianos y de Electra por la vuelta de Agamenón se ve mezclada


de un sentimiento de tristeza por la situación que el rey va a encontrar en su palacio. La
alegría por la vuelta de Agamenón dará paso a la tragedia que está a punto de
sobrevenir: Clitemestra y Egisto cumplen su crimen y, mientras se está bañando,
asesinan a Agamenón, así como a su amante, la profética Casandra. Clitemestra muestra
toda su saña cuando se dirige al asesino Egisto.

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Egisto al fin ha podido vengar el triste destino de su padre, Tiestes, hermano gemelo de
Atreo. Éste último había servido a Tiestes sus propios hijos en un banquete, para así
vengarse de las relaciones que Tiestes había tenido con Aérope, su esposa. Según un
oráculo, Tiestes sólo podría vengar aquel sacrilegio si tenía un hijo fruto de un incesto:
y así fue cómo nació Egisto, que con el paso del tiempo vengó a su padre asesinando al
hijo de Atreo, Agamenón

Clitemestra excusa el asesinato que acaba de cometer, y es el sacrificio de su hija


Ifigenia, a manos de su propio padre, Agamenón, un sacrificio que también recoge
Esquilo en su pieza.

Tras el lamento de Electra por el sacrílego asesinato de su padre a manos de su madre


(un lamento que abre el siguiente drama de la trilogía: Las Coéforas), el primer acto se
cierra con el triunfo de Egisto y Clitemestra y las invocaciones a Zeus padre por parte
del coro de ancianos, no sin dejar una puerta abierta a la esperanza que encarna Orestes.
El oráculo que Apolo revela a Orestes en Las Coéforas, según el cual no sólo es lícita la
venganza que se propone, sino que es necesaria e ineludible.

Orestes se sirve para entrar en palacio de una treta: se hace pasar por un mensajero que
viene desde la Fócide con la noticia de la muerte de Orestes. Cuando Clitemestra manda
llamar a Egisto, éste muere a manos del propio Orestes y queda así cumplida su
venganza.

Como ocurre con todos los homicidas, la locura se apodera de Orestes, y las Erinias no
dejarán ya de acosarle. Las Erinias o Euménides son divinidades encargadas de vengar
los crímenes, y precisamente Las Euménides será el título de la tercera de las tragedias
que componen la llamada Orestiada de Esquilo. Las Erinias ya no dejan en paz a
Orestes, y Apolo tiene que intervenir y liberar al joven de la insoportable persecución a
la que se ve sometido. No en vano, Apolo había sido el que profetizara a Orestes un
terrible castigo si no mataba a su madre.

Siguiendo el relato de Esquilo, la intercesión de Apolo en favor de Orestes y en contra


de las Erinias es crucial para la posterior salvación de aquél. Se celebra luego un juicio
en al Areópago de Atenas, al que Orestes, siguiendo el mandato de Apolo, acude
acompañado de Hermes.

Orestes sale victorioso del juicio que le enfrentaba a las Erinias vengadoras de
Clitemestra.

El tema de la Orestiada es la Justicia. Una transición entre dos justicias. En primer lugar
tenemos la justicia tribal, basada en la venganza. En segundo lugar, la justicia
democrática, basada en procesos judiciales y en la imparcialidad.

ORESTIADA (RESUMEN)

En la primera tragedia, Clitemnestra asesina a su marido Agamenón a la vuelta de la


guerra de Troya, como venganza del asesinato de la hija de ambos, Ifigenia, condición
impuesta por el sacerdote para que tuvieran vientos favorables los griegos.

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Tras la muerte de Agamenón, Egisto se une a Clitemnestra y usurpa el trono. Diez años
han pasado desde el crimen pero Electra, hija de Agamenón y de Clitemnestra, no lo ha
olvidado. Electra encuentra a su hermano Orestes en la tumba paterna y le incita al
asesinato y la venganza. Acabará Orestes matando a Egisto y a su madre. Esta es la
historia de la segunda tragedia, Las Coéforas.

Pero el matricidio de Orestes alzará contra él a las Furias, tercera tragedia. Orestes será
juzgado por el parlamento bajo la protección de Palas Atenea. El parlamento absolverá
al héroe por considerar que obró en la salvación de la ciudad y por el honor de la
familia, ultrajada en la figura de su rey. Las Furias se calman y pasan a las Euménides.

I Agamenón.

Se abre con un grandioso prólogo, no tan extenso en realidad si tenemos en cuenta que
es el prólogo de una trilogía, como apuntó Lesky en Die tragische Dichtung der
Hellenen. Gottinga 1956, pág. 73 y ss.

La acción empieza con la noche, un centinela está vigilando por orden de Clitemnestra
en la azotea del palacio de los Atridas, en Argos. No es casual que la acción comience
de noche, la oposición Noche/Luz es básica en la obra y llena la trilogía entera de este
simbolismo que se ve en Coéforas 961, 962, 972.
961 "¡Ya es posible ver luz! ¡Ya se le han quitado a la casa las fuertes cadenas!".

Es curioso el protagonismo y estudio de este personaje, el vigía, tan inusual en


personajes secundarios: Lenguaje cuidado que expresa el desgarro interno mediante
anacolutos y expresiones de origen popular. Es un verdadero y sencillo hombre del
pueblo visto en el juego de dados y en la composición anular. Para Rose en Symbolae
Osloenses 32-1956 pág 1 y ss. lo identifica con el guardia de la Antígona sofoclea. El
vigía es capaz de fijar una angustia en el ánimo del espectador-lector tras sus palabras.

Seguidamente sale el coro, formado por ancianos y al igual que en Persas hay un
sentimiento de angustia. En la párodo se nos ilustran los antecedentes de la trama y del
hecho decisivo al que aludíamos antes, (parakopá): El sacrificio de Ifigenia.

Tras la párodo, un largo estásimo de métrica polimórfica, predominando el ritmo


dactílico para dotarlo de un tono épico. Se nombran acciones prehistóricas del drama: el
portento de las águilas; la interpretación de Calcante.

Le sigue un famoso himno vv. 160-183, que ha planteado problemas de interpretación.


Dawe lo coloca tras el v. 217 aunque no hay motivos suficientes para alterar el orden
tradicional. A partir de este himno se ha planteado el problema de una religión personal
de Zeus.

Es un rasgo distintivo de la tragedia esquilea el que el héroe tenga que tomar una grave
decisión que desencadenará toda la carga de tragicidad de la obra. El poeta llama a esto
anánkê que sugiere una indecisión ineludible con poca libertad de maniobra, pero sin
que Esquilo deje a sus personajes sin libertad humana. El héroe tiene responsabilidades
lo que provoca una cierta ambigüedad para no insistir demasiado en el juego
Culpa/Castigo. Como dice Fraenkel, en ninguna parte de la obra se nos dice por qué la
cólera de Artemisa va dirigida contra el Atrida. El prodigio de Calcante es, para algunos

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críticos, el símbolo de la causa de la cólera, ahora bien, el prodigio tiene lugar antes de
iniciar la expedición, por lo tanto, Agamenón no puede ser el responsable. De todas
formas, lo que resulta claro de este estásimo es que la destrucción de Troya es algo
exigido por la Justicia de Zeus, aunque este castigo se haga efectivo a través de un acto
criminal: Sacrificio de Ifigenia. La doble cara de todo acto humano alcanza aquí su cenit
en el modo de pensar de Esquilo.

El sacrificio de Ifigenia es descrito en los vv. 218 y ss. Como anécdota, el sacrificio de
Ifigenia llegó a ser una de las representaciones plásticas más frecuentes del S. V. Este
crimen será la razón del asesinato de Agamenón por su esposa Clitemnestra.

El canto coral termina en el v. 57. El corifeo habla respetuosamente con la reina. Largo
parlamento de Clitemnestra describiendo lo llamado "telégrafo ígneo" (264-350).

En el 355 da comienzo un nuevo estásimo, recordando la noche de la toma de Troya por


parte del coro, pero yendo más allá, como por ejemplo el rapto de Helena y sus
consecuencias, siendo un complemento del estásimo anterior, organizados al modo
arcaico por el procedimiento del Ringkomposition, lo más antiguo se dice en segundo
lugar, lo más reciente, al principio. Aparecen los griegos como culpables de impiedad, y
en el culmen del estásimo se dice una frase que recibirá más tarde todo su profundo
sentido, estamos en el verso 471: " No sea yo u destructor de ciudades".

Hay otro sentimiento en este segundo canto: duda sobre la veracidad de la conquista. Se
confirma la noticia mediante un mensajero enviado por Agamenón. Entabla
conversación con Clitemnestra y con el coro, respondiendo el mensajero a todas las
preguntas que ambos le formulan.

La preocupación del coro será ahora Helena, la causa humana de la guerra. Se juega con
la etimología de su nombre, "la matadora de hombres", comparación con la cría del
león. La conclusión del coro es de carácter ético-religiosa: la felicidad (olbós)
conseguida por medio de hybris acarrea terribles consecuencias. Doctrina arcaica de
Solón y de Herodoto.

Terminado el estásimo, aparece Agamenón. El coro lo saluda como "Destructor de


ciudades", dando a entender que está ya condenado por los dioses. El matrimonio se
saluda fríamente y él se niega a pisar una rica alfombra que ella le ha puesto.
Simbolismo de la alfombra, pero de difícil interpretación. Textualmente se lee que era
un tapiz dedicado al culto de los dioses. Pisarlo significaría un sacrilegio. El punto de
vista psicológico de este hecho:
· Nobleza de Agamenón, no quiere discutir con su esposa tras diez años sin verse, y por
lo tanto, pisa.
· Arrogancia y frialdad de Agamenón.

Difícil de explicar es que el caudillo griego ceda a las súplicas de su esposa.


Clitemnestra se dirige a Zeus antes de salir de escena.

Tras un nuevo estásimo (975-1034) que aumenta la tensión espiritual y de angustia


viene la escena de Casandra. Estamos en el clímax de la obra. Nadie dará crédito a esta
profetisa cuando anuncie el crimen de Agamenón.

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La última parte de la obra presenta varias escenas

1. El asesinato, que tiene lugar entre bastidores;


2. La reacción del coro, que no comprende qué está pasando;
3. Canto amebeo entre el coro y Clitemnestra discutiéndose la culpabilidad de la reina;
4. Treno o lamento fúnebre por un rey asesinado.

La obra se cierra con una discusión entre el pueblo, coro, y Egisto, el tirano nuevo que
termina la obra amenazando al coro. La obra se cierra dejando al espectador en un clima
de espera por la libertad y la justicia, que caerá sobre los culpables.

II Coéforos

Los primeros versos de la pieza se han perdido, cayéndose las primeras páginas del
manuscrito Marciano, supliéndose con los textos de Aristófanes de Ranas.

El coro está formado por mujeres troyanas esclavas. La párodos (22-83) está constituida
por tres tríadas que terminan en un epodo, el ritmo es yámbico. Su tema es el envío que
Clitemnestra ha mandado de unas libaciones a la tumba de Agamenón, para calmar la
pesadilla que tuvo la noche anterior no se cumpla. Este sueño narra toda la obra:
Llegada de Orestes y muerte de Clitemnestra.

Tras el canto, Electra, que está confundida, dialoga con las esclavas. Su madre le ha
ordenado que haga ofrendas a Agamenón, su padre, pero ella no quiere por considerarlo
un acto sacrílego, y pide consejo a las esclavas, que le darán una solución (84-164).
Electra acepta el consejo y pronuncia una larga rêsis en el sentido de sus consejeras
(165-161).

Tras esto, Electra comunica al coro que ha visto un rizo en la tumba de su padre, así
como unas pisadas, y piensa que ha sido Orestes quien ha mandado hacer esta ofrenda.
Sale Orestes de su escondite y se realiza el anagnorismós entre los dos hermanos.
Orestes le dice que ha sido enviado por Apolo para vengarse y que si no lo cumple,
recibirá grandes penas del dios.

El kommós (306-407) es un pasaje lleno de controversia. Es un canto amebeo muy


largo, precedido por anapestos, con un ritmo predominante eólico, con algunos yambos
e itifálicos. Terminado el kommós, Orestes y Pílades entran en palacio para realizar la
venganza, el coro permanece callado, Electra para disimular entra en casa y por si
tuviera que intervenir (551-584).

El coro entona un estásimo (585-651) donde se canta la maldad de Clitemnestra, el


colmo de la perfidia y la perversidad. Los coreutas revisan todos los crímenes del mito y
dicen que siempre ha habido justicia.

Orestes llama a palacio, consigue entrar tras fingirse un caminante que trae la noticia de
la muerte de Orestes. La nodriza de Orestes comunica al coro que Clitemnestra le ha
ordenado que vaya a buscar a Egisto para oír de labios del caminante la muerte de
Orestes, el coro le dice que aconseje a Egisto que acuda sin su escolta, para facilitar las
cosas a Orestes en su venganza (652-782).

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Con un nuevo estásimo el coro invoca a los dioses implorando su ayuda en esta
venganza, el estásimo (783-837) está compuesto por tres tríadas con un canto
intermedio entre cada estrofa y antistrofa de ritmo crético, con lecitios y docmios.
Aparece Egisto (838), el coro entona un canto de júbilo (856-868), se oye un grito de
dolor (869), aparece un criado que comunica que Egisto ha muerto asesinado.
Clitemnestra recibe la noticia de este de esta forma "el muerto asesina a los vivos" es el
verso 886, la reina comprende el significado y la venganza está casi completada, sólo
falta que Clitemnestra también muera, Orestes y Pílades salen a su encuentro y tras una
pequeña vacilación, Orestes mata a su madre en el verso 899. Pílades le recuerda el
oráculo de Apolo. Tras una breve conversación madre-hijo se culmina la venganza con
el matricidio. Es entonces cuando el coro estalla en alegría con un estásimo de ritmo
docmiaco (935-972). La luz brilla de nuevo.

Orestes justifica su obra, recuerda el oráculo de Apolo, los crímenes de Clitemnestra


(972-1020). Sin embargo, la maldición de la madre empieza a actuar y la sangre llama a
las Erinias. Orestes siente que se le va la razón.

III Euménides.

El Agamenón termina con un asesinato, que pide venganza. Orestes se la da, pero
mediante otro asesinato, el de Egisto y Clitemnestra, que también pide venganza,
aunque haya sido por mandato de un dios. Las Erinias serán las encargadas de la
venganza del segundo asesinato. Las Coéforos terminan con un triunfo parcial de la
Justicia, sin embargo, necesitaríamos una cadena interminable de sangre para vengar los
crímenes realizados para vengar los crímenes realizados... jamas terminarían los
asesinatos salvo si interviene una divinidad. Y eso es lo que encontramos en las
Euménides, que ellas se enfrentan a divinidades preolímpicas y hace falta una divinidad
neutral para poner solución al conflicto entre Apolo y las Erinias. El resultado es la
purificación mediante un rito.

El prólogo de las Euménides es recitado por la profetisa de Delfos (1-63) quien tras una
breve historia del oráculo presenta a un hombre perseguido por las Erinias. Aparece
Orestes suplicando a Apolo protección quien se la dará (64 y ss). Tras la desaparición de
Apolo aparece el espectro de Clitemnestra exigiendo que las Erinias acosen a Orestes
hasta aniquilarlo (93-116).

No hay párodos, el coro está dormido en escena y Clitemnestra le despierta, una vez
despierto entona un estásimo (143-177) quejándose de sus derechos pisoteados por los
olímpicos. Aparece Apolo intentando expulsar a las Erinias de su templo. Se entabla un
diálogo entre Apolo y el coro sobre los derechos de cada uno.

Hay un cambio de escena, estamos ahora en el Areópago, aparece Orestes, que tras
haberse purificado de la sangre vertida ha ido a abrazarse a la imagen de Atenea,
corriendo tras él las Erinias. Entona un estásimo (254-275), tras el cual intenta
justificarse ante el coro quien no acepta la solución apolínea y le responde a las
propuestas de inocencia de Orestes.

Aparece entonces Atenea que acude tras oír la petición de Orestes. Se establece un
diálogo esticomítico, diálogo entre actores usando cada uno un verso, entre el corifeo y
Atenea. La diosa presidirá el tribunal juzgante de Orestes, interroga a las dos partes.

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Tras la idea de juicio, el coro se enfurece ya que no quiere juzgar a su acusado, piensa
que las Erinias deben actuar automáticamente.

Tras la votación mediante un tribunal humano instituido por Atenea en el cual cada juez
emitirá su voto, se produce un empate, según la diosa había dispuesto, el acusado es
absuelto. Las Erinias no se conforman y amenazan con infestar la ciudad, Atenea les
promete culto en Atenas y se convierten en las Euménides.

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