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El poema describe la nostalgia del hablante por el Rin y las colinas donde navegó en el pasado. Menciona Viena, donde alguien exhaló su último suspiro, y sugiere que prefiere imaginar que allí acecha la oscuridad y el mal. También describe recuerdos de alegría y celebraciones compartidos con el hablante.
El poema describe la nostalgia del hablante por el Rin y las colinas donde navegó en el pasado. Menciona Viena, donde alguien exhaló su último suspiro, y sugiere que prefiere imaginar que allí acecha la oscuridad y el mal. También describe recuerdos de alegría y celebraciones compartidos con el hablante.
El poema describe la nostalgia del hablante por el Rin y las colinas donde navegó en el pasado. Menciona Viena, donde alguien exhaló su último suspiro, y sugiere que prefiere imaginar que allí acecha la oscuridad y el mal. También describe recuerdos de alegría y celebraciones compartidos con el hablante.
Nos dejas. Tenderás por el Rin la mirada y por las bellas lomas a cuya sombra un día yo con él navegué; y pasarás, rozando las tierras estivales, de trigos y viñedos,
hacia aquella ciudad donde exhalara el último
suspiro. No parece en su esplendor más viva que la ligera llama cuyo brillo contempla la Muerte en el Leteo.
Que su amplio Danubio discurra en su hermosura
y ciña aquellas islas, remoto a mis miradas: no he visto a Viena y nunca la veré; pues prefiero soñar que allí se oculta
una oscuridad triple, y que allí el Mal acecha
la boda, el nacimiento; que, a menudo, el amigo del amigo se aparta y los padres se inclinan allí sobre más tumbas, y aúllan mil angustias,
Nos dejas. Tenderás por el Rhin la mirada...
Nos dejas. Tenderás por el Rin la mirada y por las bellas lomas a cuya sombra un día yo con él navegué; y pasarás, rozando las tierras estivales, de trigos y viñedos,
hacia aquella ciudad donde exhalara el último
suspiro. No parece en su esplendor más viva que la ligera llama cuyo brillo contempla la Muerte en el Leteo.
Que su amplio Danubio discurra en su hermosura
y ciña aquellas islas, remoto a mis miradas: no he visto a Viena y nunca la veré; pues prefiero soñar que allí se oculta
una oscuridad triple, y que allí el Mal acecha
la boda, el nacimiento; que, a menudo, el amigo del amigo se aparta y los padres se inclinan allí sobre más tumbas, y aúllan mil angustias,
persiguiendo a los hombres, y hacen presa
en los fríos hogares, y la tristeza erige su sombra contra el vivo esplendor de los reyes. Y, empero, de sus labios oí que no hay ciudad materna donde avance, aquí y allá, con fasto mayor, el doble curso de los carruajes, yendo por parques y suburbios, bajo el color castaño
de follajes más vivos; ni habrá mayor contento,
me decía, en ninguna muchedumbre, cuando todo lo alegran los faroles y suenan regocijos y cantos en la tienda y la choza,
en estancia imperial o en la abierta llanura;
y va rodando en círculos la danza, y el cohete estalla, hecho mil copos de color carmesí o lluvia de esmeralda.
Versión de Màrie ManentNos dejas. Tenderás por el Rhin la mirada...
Nos dejas. Tenderás por el Rin la mirada y por las bellas lomas a cuya sombra un día yo con él navegué; y pasarás, rozando las tierras estivales, de trigos y viñedos,
hacia aquella ciudad donde exhalara el último
suspiro. No parece en su esplendor más viva que la ligera llama cuyo brillo contempla la Muerte en el Leteo.
Que su amplio Danubio discurra en su hermosura
y ciña aquellas islas, remoto a mis miradas: no he visto a Viena y nunca la veré; pues prefiero soñar que allí se oculta
una oscuridad triple, y que allí el Mal acecha
la boda, el nacimiento; que, a menudo, el amigo del amigo se aparta y los padres se inclinan allí sobre más tumbas, y aúllan mil angustias,
persiguiendo a los hombres, y hacen presa
en los fríos hogares, y la tristeza erige su sombra contra el vivo esplendor de los reyes. Y, empero, de sus labios oí que no hay ciudad materna donde avance, aquí y allá, con fasto mayor, el doble curso de los carruajes, yendo por parques y suburbios, bajo el color castaño
de follajes más vivos; ni habrá mayor contento,
me decía, en ninguna muchedumbre, cuando todo lo alegran los faroles y suenan regocijos y cantos en la tienda y la choza,
en estancia imperial o en la abierta llanura;
y va rodando en círculos la danza, y el cohete estalla, hecho mil copos de color carmesí o lluvia de esmeralda.