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TRISTAN PLATT

estado boliviano
y
ayllu andino
T IE R R A Y T R I B U T O
EN EL N O R T E D E PO TO SI

In s t it u t o de E s t u d io s P eru a n o s
© IE P ediciones
Horacio U rteaga 6 94, Lima
Telfs. 3 2 -3 0 7 0 - 2 4 -4 8 5 6
Impreso en el Perú
1* edición, agosto 1982
Contenido

P r e s e n t a c ió n d e H eraclio Bonilla I

INTRODUCCIÓN 11

1. Los ANTECEDENTES DEL DEBATE REPUBLICANO 23

2. E l “a n t i g u o r é g i m e n ” t r i b u t a r i o ;
GOBIERNO INDIRECTO Y AUGE COMERCIAL,
1 8 2 5 -1 8 8 0 36

3. P ro ceso y fra ca so de l a p r im e r a refo rm a

AGRARIA 73

a. “El “nuevo sistema rentístico”, 1874-1902 73

b. La resistencia de los ayllus de Chayanta,


1882-1885; dos perspectivas sobre la
relación entre comunidad y Estado 94
a. La expansión de la propiedad privada de
la tierra en el Norte de Potosí, 1881-1918 114

b. El “Pacto” renovado: antecedentes de la


sublevación indígena de Chayanta de
1927 132

5. E p il o g o ; L os ayllus fu en te a la seg u n d a

REFORMA AGRARIA DE 1953 148

A n exo s :

1. Los linderos de los ayllus de Macha (1719) 173

2. Proyecto para propender el desarrollo de la


agricultura en la Provincia de Nor-Chayanta 182

3. Litigio sobre indios residentes en Cantón Po-


roma, Departamento de Chuquisaca, que son
tributarios de Cantón Tinguipaya, Depar­
tamento de Potosí 187

B ib l io g r a f ía 193
Una de las instituciones esenciales de la sociedad rural
andina es la llamada “com unidad de indígenas”. Con
un pasado prehispánico, pero reestructurada por las au­
toridades coloniales alrededor d e 1550 com o un m eca­
nismo para facilitar la asignación de la fuerza de traba­
jo a las principales unidades productivas, esta institución
atravesó por profundos cam bios durante todo el perío­
do colonial. Las expresiones d e estos cam bios fueron
la intensificación de la diferenciación cam pesina, la al­
teración de sus vinculaciones con el m ercado, la trans­
form ación del p apel político de sus miem bros, el nue­
vo contenido y significado de la cultura andina. L os
estudios antropológicos realizados en el área andina a
partir d e la década de 1940 perm iten detectar la pre­
sencia de estas instituciones cum pliendo aún roles sig­
nificativos, pese a que sus estructuras internas fueron
m odificadas com o consecuencia del incremento de la
mercantilización de sus economías.
En esta larga trayectoria histórica, constituye toda­
vía un enigma la estructura y el funcionamiento de es­
tas com unidades de indígenas en el siglo XIX. L a id eo ­
logía que animó la acción de los Libertadores era in­
com patible con la persistencia d e instituciones que fr e ­
naran la líbre circulación de la tierra y que impidieran
la constitución d e una sociedad, de pequeños propieta­
rios. De ahí que la legislación agraria de los primeros
años de la R epública apuntara directam ente a la can­
celación de este tipo de com unidades. Ciertam ente que
no es menos cierto qu e decisiones de esta naturaleza
prepararon el camino, al romper la protección otorgada
por el estado colonial, para la expansión de los grandes
latifundios aledaños t¡ para la constitución de un m er­
cado más o m enos libre de fuerza de trabajo. En lo
esencial es éste un proceso que adqu iere sus ribetes
más precisos en el último tercio d el siglo XIX. Es este
proceso el que fundam enta el juicio de algunos obser­
vadores, quienes sostienen que la condición social del in­
dio fue mucho peor en e l siglo XIX que durante el con­
junto de la época colonial.
H acia 1920-1930, por otra parte, la profunda altera­
ción de los fundam entos de la sociedad rural andina,
la pérdida de los recursos esenciales por parte d e las
comunidades, provocó un form idable estallido de la re­
belión campesina. H abría en realidad que remontarse
hasta 1780 y Tupac Amaru para encontrar una hogue­
ra cam pesina de tal magnitud. Este fue el escenario
social donde surgió lo mejor de la plástica, de la músi­
ca, d e las artes, de la literatura indigenista. Carente de
una expresión política adecuada, los indios y sus luchas
pasaron a convertirse de sujetos de la historia en o b je­
tos d e una d e las reflexiones más genuinas sobre su con­
dición y posibilidades. Fue la misma fuerza de esta
movilización, conjuntamente con el m iedo que inspi­
raran en las capas mestizas y blancas de los Andes, la
que obligó a que el Estado oligárquico se decidiera a
levantar una barrera de contención.
En la transform ación que lleva a que comunidades
creadas bajo el mismo patrón en el siglo XVI ter­
minen siendo instituciones diferenciadas en el primer
tercio d el siglo XX, probablem en te el siglo XIX encie­
rra las mayores causalidades. L a historia económ ica y
social de la región andina, todavía en un estado muy
incipiente, ha privilegiado con razón el estudio del re­
nacimiento d e sus econom ías de exportación, proceso
que en general ocurre a partir de 1870. El desdén por
las décadas anteriores estaría basado en la creencia de
que fueron décadas con una econom ía estancada y con
un profundo inmovilismo social, cortada solamente por
los sucesivos “cuartelazos” de rústicos caudillos. Esta
im agen probablem en te tenga algún grado de certidum ­
bre en ciertos niveles, pero no elimina la posibilidad de
qu e existieran profundas transformaciones dentro de la
sociedad rural y, d e manera más precisa, en las comu­
nidades andinas. E l hecho decisivo d e que, con una
econom ía estancada, los campesinos y sus recursos eran
lo único relevante justifica am pliam ente esta suposición.
Aún más, probablem en te este proceso contiene una
de las claves para entender más adecuadam ente el m e­
canismo de disolución de una estructura colonial y el
montaje de un mecanismo regional y nacional mucho
más com patible con las nuevas dem andas del m ercado
y d el capital internacional al despuntar el siglo XX.
El libro d e Tristan Platt E st a d o B o l iv ia n o y A y l l t j
A n d in o es en este contexto un libro decisivo, pues mués-
tra las innovaciones introducidas por el siglo XIX en la
condición cam pesina y porque descubre los tensos m e­
canismos de subordinación y rechazo establecidos en­
tre el “Estado” boliviano y la base campesina.
H e r a c l io B o n il l a
Introducción
E s t e t r a b a j o se limita a presentar algunos elementos
para una futura historia republicana de los grandes ay-
llus de la región boliviana hoy conocida como el Norte
de Potosí. La elaboración de esta historia tropieza —co­
mo toda empresa en sus comienzos— con grandes dificul­
tades. Los pocos estudios existentes sobre la historia
boliviana del siglo XIX raras veces se ocupan de aque­
lla “otra sociedad”, creada y reproducida por los indios
de los ayllus dentro del contexto mercantil y cristiano
de la formación colonial, vigente aún en 1825, cuando
un pequeño grupo criollo decidió lanzarse a la aventura
de un proyecto nacional altoperuano. Incluso cuando los
historiadores han optado por tomar en cuenta las llama­
das “comunidades originarias de indios libres”, la au­
sencia de un componente antropológico en el análisis
—debidamente arraigado en el trabajo de campo con­
temporáneo y en la etnohistoria andina y colonial— lle­
vó frecuentemente a errores de interpretación de la es­
casa información documental a nuestra disposición.
La exposición siguiente no está a la altura de los
requerimientos citados. Constituye tan sólo un inten­
to de “centrar” la discusión futura en torno al eje de
partida constituido por las relaciones ideales y mate­
riales entre los ayllus y el Estado criollo durante el
siglo pasado. Si el presente trabajo tiene algo nove­
doso que ofrecer es la extensión temporal considera­
da. Limitándonos a este “hilo maestro”, hemos queri­
do seguir las vicisitudes de la relación ayllu-Estado
en términos muy generales, desde un punto de partida
situado en la herencia andino-colonial y prolongado du­
rante la época “proteccionista”, de las primeras déca­
das de la República, hasta la crisis precipitada por las
políticas agrarias librecambistas después de la década
de 1870, al consolidarse la apertura del país hacia el
mercado mundial. Luego se sigue con el replanteo in­
dígena de la relación “tradicional”, a principios del si­
glo XX, y se termina con una breve consideración del
vacío jurídico surgido en las últimas décadas con pos­
terioridad a la Revolución de 1952. Por el momento, se
ha omitido el lapso comprendido entre 1927 y 1952.
Omisión que, sin afectar la coherencia de nuestro ar­
gumento central, debe tenerse en cuenta en futuras in­
vestigaciones.
Las desventajas de nuestro procedimiento son ob­
vias: sólo podemos esperar detectar los contornos más
generales de la dinámica conflictiva de intereses, a
costa del minucioso engranaje de desconfianza, miedo,
obstinación, oportunismo, engaño y combatividad apa­
sionada, que constituye la trama de la vida política nor-
potosina. Tampoco debe buscarse aquí un análisis de
la estructura interna del ayllu andino ni del Estado bo­
liviano. Por el momento, debemos contentarnos con una
caracterización algo burda de los principales actores
sociales en el escenario regional. Caracterización que
se justifica en la medida que otorga coherencia a los
cambios en la estructura regional de poder que se ma­
nifiestan en una perspectiva histórica larga. De ahí
nuestro énfasis en los ayllus y sus caciques, los peque-
ños productores mestizos, los terratenientes con sus
siervos, y el aparato estatal a través de sus represen­
tantes regionales; grupos cuya composición interna sólo
se tendrá en cuenta cuando sea relevante para captar
sus interrelaciones más significativas.
Por su peso demográfico y por las superficies te­
rritoriales bajo su control, los ayllus representan has­
ta hoy el grupo social preponderante en el Norte de
Potosí. Lejos de restar importancia al sector minero,
cuya larga historia argentífera ha culminado en este
siglo con el nacimiento del gran complejo estañífero
de Llallagua-Uncía (Siglo X X ), esta afirmación sólo
busca rectificar un desequilibrio en las ideas corrien­
tes sobre la región. Para establecer las bases de una
historia económica regional, debe reconocerse la im­
portancia paralela de la antigua producción mercantil
de los ayllus, en especial de trigo, maíz y harina. Gran
parte de nuestro argumento girará en torno a la rui­
na de este comercio de exportación bajo el efecto de
las políticas librecambistas en la segunda mitad del
siglo XIX. De ahí que la imagen “metalocéntrica” que
actualmente ofrece el Norte de Potosí deba conside­
rarse como producto de las políticas gubernamenta­
les favorables a la libertad de comercio y el aumento
consiguiente en las importaciones trigueras, y no —co­
mo generalmente se supone— como resultado de una
agricultura atrasada y tradicional, siempre orientada
principalmente a la producción para la subsistencia.
La marginación de los ayllus regionales ha sido obra
del gobierno boliviano; no representa un estado origi­
nario de pobreza premercantil.
La ruina del comercio triguero de los ayllus nor-
potosinos debe comprenderse como parte de la crisis
más generalizada de otras economías regionales, origi­
nada en la derrota de las políticas proteccionistas por
ciertos sectores de la oligarquía minera y terrateniente
de Sucre y Potosí desde 1870. El Estado boliviano, al
borde de la bancarrota durante las primeras décadas de
la República, decidió sacrificar el mercado interno here­
dado de la Colonia en aras de su propia supervivencia.
Sólo con los ingresos procedentes de las exportaciones
mineras, y la consiguiente apertura del país a las impor­
taciones extranjeras, llegaría a sanearse el presupuesto
nacional. Los avatares de la economía regional deben
atribuirse, en gran medida, a esa causa inicial. Los ay-
llus norpotosinos, junto con otras regiones, fueron sacri­
ficados para asegurar la superviviencia de la “nación”
(identificada con el Estado) y el predominio de las ca­
pas criollas que manejaron el débil aparato estatal.
Supervivencia “nacional” a costa del país: sea cual
fuere la utilidad de semejante paradoja para explicar
la génesis de cierto tipo de sicología colectiva, el re­
sultado fue el desplazamiento en las luchas estatales
del “enemigo interno”, representado por los indios, quie­
nes con su tributo sustentaron durante los primeros
cincuenta años de vida republicana el presupuesto na­
cional, por el “enemigo externo”, representado por los
intereses transnacionales que buscaron acaparar gran
parte de las utilidades mineras. Durante las primeras
décadas del siglo XX, las aspiraciones “nacionalistas”
de las capas criollo-mestizas se dirigirían, principal­
mente, a derrumbar el “superestado minero” y bloquear
el escape de divisas, tratando de reorientarlas hacia el
erario nacional, dejando a su retaguardia rural la ta­
rea pendiente respecto a la “indiada”.
En la década de 1870 los primeros gobiernos libre­
cambistas todavía no estimaban necesario prescindir
totalmente del sector agrario. Más bien soñaban con
una transformación capitalista del campo, a través de
lo que ahora podemos reconocer como una primera re­
forma agraria. A partir de la Ley de Exvinculación, de
1874, se propuso la extinción definitiva de los ayllus, la
privatización de la tenencia y la creación de un mer­
cado de tierras que permitiera la formación de grandes
propiedades agrícolas. Al quedar marginados del mer­
cado nacional, deberían eliminarse definitivamente esas
formas “primitivas” de organización social. Algunos
criollos de la época incluso comentaron con optimismo
la inminente extinción de la “raza”, debido a las epi­
demias que azotaron las comunidades indígenas entre
1856 y la Guerra del Pacífico. Debe haber sorprendi­
do la poderosa resistencia de los indios ante la prime­
ra reforma agraria, que culminó con una movilización
general durante la Guerra Federal, a favor de las fuer­
zas de Pando, y que en 1902 forzó el abandono definiti­
vo de las operaciones exvinculatorias en el Norte de
Potosí.
Es a partir de entonces que puede detectarse los ini­
cios de un lento proceso de reovdenamiento en la balan­
za de fuerzas en el Norte de Pote-i. Para el Estado
oligárquico, el enfrentamiento de las últimas dos déca­
das del siglo X IX se planteó entre las “fuerzas del pro­
greso” —los criollos— y un grupo “semisalvaie” —los av-
llus que defendían tenazmente una forma “anacrónica”
de organización y propiedad. Los pequeños producto­
res mestizos fueron marginados de la batalla: el Esta­
do los consideraba simplemente como “usurpadores” de
tierras de los ayllus, concebidas a su vez como propie­
dad pública. Amenazados con la venta de sus parcelas
en subasta pública, los mestizos no vacilaron en aliar­
se con los ayllus en su lucha contra el Estado. Sin em­
bargo, desde comienzos del siglo XX las operaciones
catastrales de tierras narticulares permitieron la exten-
í

sión de numerosos títulos a ios productores mestizos,


que de esta forma fueron separados de sus antiguos alia­
dos, y adscritos al bloque terrateniente y estatal.
Queda por aclarar nuestro uso de las palabras in­
dio, mestizo y criollo. A mediados del siglo XIX es po­
sible asociar cada una de estas categorías étnicas, tal
como aparecen en el contexto rural norpotosino, con
tres tipos de propiedad agraria. Indio es quien vive
dentro del régimen del ayllu, salvo cuando se encuen­
tra incorporado a las haciendas como siervo. Criollo
es el terrateniente con acceso a fuerza de trabajo ser­
vil. El mestizo, si bien desde la Colonia había logra­
do insertarse en los márgenes del régimen del ayllu,
en el siglo X IX había empezado a reclamar un dere­
cho particular a las tierras “usurpadas”, que cultivaría
con mano de obra predominantemente familiar desde
su residencia en los pueblos regionales, crecientemen­
te abandonados por los indios desde fines del siglo
XVIII. En la medida que los pueblos podían contar to­
davía con las prestaciones laborales de los indígenas
( como sirvientes del Corregidor y del Cura, por ejem­
plo, o para atender las postas, el tambo, las escuelas y
la iglesia), los mestizos de los pueblos empezaron a
considerarse como patrones colectivos de los ayllus
—una especie de hacendado multipersonal—, relación que
persiste en los últimos treinta años, como veremos en
el último capítulo.
Naturalmente, estas categorías no pueden delimi­
tarse sin ambigüedades. Aparte de constituir la fuer­
za de trabajo servil de las haciendas, en las pocas zo­
nas donde éstas habían desplazado al régimen comu­
nitario, el indio también pudo participar como trabaja­
dor permanente o estacional en el sector minero. El
hacendado criollo también sería dueño de minas, co­
merciante mayorista, o representante regional del apa­
rato estatal como subprefecto, diezmero, recaudador
del tributo indígena “ o de impuestos mineros. Final­
mente, el mestizo se dedicaría también al transporte

° E n Bolivia el término generalmente empleado es ‘indigenal’.


(como arriero) o al comercio minorista; ocuparía el
cargo de Corregidor o Cura; la falta de tierras inclu­
so lo llevaría a solicitar parcelas en los ayllus, some­
tiéndose en este contexto a los curacas indígenas pa­
ra el pago del tributo correspondiente. Sin embargo,
para nuestros fines ( que aquí conciernen exclusiva­
mente al sector rural) hemos encontrado conveniente
aferramos al uso de la época para calificar a los dis­
tintos tipos de agricultor y a los tres sistemas de pro­
piedad en los que generalmente se inscribían. Este
uso, todavía persistente en el Norte de Potosí, permi­
te expresar la dinámica larga de los intereses econó­
micos y políticos sin excluir la dimensión étnica, pro­
fundamente arraigada en la realidad boliviana. A tra­
vés de una situación en la que las variables asociadas
con etnía y clase se encuentran relativamente coinci­
dentes, pensamos que es posible llegar a algunas hipó­
tesis sobre su interrelación profunda en un plano más
general.
De ahí que la adscripción de una masa de pequeños
productores mestizos al bloque terrateniente-criollo, a
comienzos del siglo XX, representa no sólo un proceso
de “racionalización” de la propiedad agraria mediante
el catastro, y de la consolidación de la “iniciativa priva­
da” como móvil sicológico más apropiado para la espe­
rada “transformación capitalista” del país, sino también
una victoria táctica, aunque pírrica por sus consecuen­
cias, por parte de los criollos en su lucha contra la
“cultura alternativa” de la mayoría “autóctona”. Par­
tiendo de una postura de benevolencia paterna, las ac­
titudes criollas frente a los indios se transformarían en
desdén autoritario cuando éstos se mostraban reacios
a participar en un “proyecto nacional”, cuya realización
presuponía la destrucción de sus propias organizacio­
nes tradicionales. Cuando el Estado oligárquico logró
salvarse de la quiebra crónica mediante el desarrollo
de la “economía mono-exportadora de metales”, las ac­
titudes empezarían a suavizarse, por lo menos en cier­
tos círculos intelectuales. Sin embargo, cuando los ay-
llus norpotosinos volvieron a sublevarse en 1927 fren­
te a los intentos expansionistas del bloque mestizo-
criollo, no faltaría una voz entre los terratenientes que
lamentaría la imposibilidad de repetir en Bolivia la
solución “heroica” adoptada por los Estados Unidos pa­
ra resolver su “problema indio”. Cualesquiera fuesen
las actitudes asumidas, de hecho sumamente variadas,
hay un factor constante: después del fracaso de la pri­
mera reforma agraria se consolidaría una unidad aje­
na, opuesta, impenetrable, que permitió a los criollos,
y progresivamente a los mestizos, construir su propia
“identidad nacional” en contraposición al grupo “autóc­
tono”.
La adscripción de los mestizos al grupo criollo, en
el plano de la propiedad privada de la tierra, prepara­
ría el terreno a una solución ideológica del problema
indio, esta vez emergente de las filas mestizas del triun­
fante Movimiento Nacionalista Revolucionario (M N R).
Colocado en 1952 a la cabeza de una masiva insurgencia
popular, el MNR se vio obligado a nacionalizar las prin­
cipales minas de estaño y decretar una segunda refor­
ma agraria, que prometía entregar las tierras de las ha­
ciendas a los colonos y restituir a los ayllus sus tie­
rras “usurpadas”. Sin embargo, en la práctica la refor­
ma agraria que desde 1953 se realizaría en el Norte
de Potosí sólo buscó la creación de una multitud de
pequeños productores particulares, con títulos de pro­
piedad privada. Esta práctica regional, a favor del ré­
gimen mestizo de propiedad, subyace en la solución
propuesta a los problemas raciales del país. Para los
caudillos del MNR, en cuanto representantes de un na­
cionalismo mestizo, la palabra indio no era sino una
mera supervivencia “feudal”, originada por la conquista
española. El mestizaje racial era de tal naturaleza, se­
gún ellos, que el país debía admitir su propio mestiza­
je. No habría indios ni blancos. Todos se asimilarían
al grupo mestizo, en cuanto denominador común de am­
bas castas. Por decreto los indios se convertirían en
“campesinos”. ¿Acaso no eran “trabajadores del campo”?
Así, en el MNR una corriente de pensamiento “racista
pequeño-burgués” intentaba resolver un problema emi­
nentemente cultural por simple negación. Recuperada la
lucidez histórica, el país reconocería como un hecho con­
sumado la homogeneización corporativista de los com­
ponentes étnicos de la Nación, y podría dedicar sus es­
fuerzos multi-clasistas, alimentados por el aporte racial
tanto ibérico como americano, a la construcción de una
patria moderna. E l planteamiento hábilmente identifi­
caba “mestizaje racial” (fenómeno genético) con “homo­
geneidad étnica” (mito nacionalista).
En este trabajo buscamos contribuir al análisis crí­
tico que debe realizarse en torno a aquella magistral
neblina de ambigüedades que fue el movímientismo; so­
bre todo por el modo como ejecutó la segunda reforma
agraria en relación a los ayllus que acabamos de men­
cionar. Una perspectiva histórica larga permite reco­
nocer en ella un grado significativo de continuidad con
los objetivos originalmente planteados por los gobier­
nos oligárquicos del siglo pasado a través de la pri­
m era reforma agraria. Ambas reformas propugnaron
la extinción de los ayllus, la propiedad privada de la
tierra y un nuevo sistema impositivo (predial rústico
o impuesto único) que se aplicaría en base a operacio­
nes previas de agrimensura y catastro. La diferencia
más importante radicaba en que así se consolidaban
ahora los pequeños productores mestizos en la pose­
sión de las tierras usurpadas a los ayllus. Los mesti­
zos aparecían entonces como la “vanguardia” del régi­
men de propiedad rural. Desde esta perspectiva, el en­
sanchamiento de la pequeña propiedad entre los indios,
iniciado con cierto éxito entre los colonos de las ex ha­
ciendas, puede conceptuarse no como una simple poli-
tica agraria que buscaba instaurar un régimen “mer­
cantil simple” en el campo boliviano, sino también —y
no menos importante— como parte de una ofensiva ét­
nica que buscaba la asimilación de las dos antiguas
“castas” en un “mestizaje universal”.
Desde esta perspectiva deben comprenderse dos pa­
trones contrastados de sindicalización entre los ayllus
y las ex haciendas del Norte de Potosí. Por una parte,
algunos dirigentes mineros, partiendo de un análisis ex­
clusivamente clasista de la situación, buscaron la for­
mación de sindicatos cam pesinos (sic), dispuestos a
plegarse a las luchas proletarias. Por otra parte, los
mestizos de los pueblos (conscientes o no de las reali­
dades étnicas de la situación) también buscaron esta­
blecerse como dirigentes oficialistas, esperando llevar
a los indios (sic) a colaborar con el gobierno en la atomi­
zación de sus propios ayllus. Aunque se logró cierto éxi­
to en la sindicalización de los valles norpotosinos (más
afectados que la ¡ouna por la penetración de la propie­
dad privada), ambas tácticas tropezaron con el hecho
no enteramente sorprendente que los indios comune­
ros de la puna vieron con profundo recelo una revo­
lución que amenazaba convertirlos en pequeños propie­
tarios, a costa de la destrucción de su organización
tradicional y obligándolos a pagar un nuevo impuesto
único. El MNR, como los criollos del siglo XIX, pre­
sentó su reforma agraria como una medida en favor de
los intereses campesinos. Para los ayllus esta refor­
ma significaba una prolongación de los intentos secula­
res de diversos gobiernos de desconocer el antiguo
“pacto de reciprocidad” que en las primeras décadas de
la República regía las relaciones ideales entre ayllus
y Estado. La esencia de este pacto consistía en la obli­
gación del Estado no sólo de reconocer los derechos
colectivos de los ayllus a sus tierras, sino también de
aceptar como contraparte los servicios tradicionales y
la tasa, antiguo tributo indígena pagado por los indios.
Este recelo de los indios comuneros sobre los ver­
daderos propósitos del MNR, que constituye la interro­
gante inicial del presente estudio, condujo en la déca­
da de 1960, y no solamente en el Norte de Potosí, al
resurgimiento de un planteamiento “indio” de la situa­
ción. Aquí no entraremos en las ramificaciones actua­
les y las proyecciones futuras de los “movimientos in­
dios” del país. Será suficiente constatar una quiebra
importante en el planteamiento “mestizo”, heredero a
su vez del “nacionalismo blanco” del siglo XIX, sugi­
riendo que los problemas derivados de la composición
multiétnica de Bolivia difícilmente se resolverán por
simple negación. Nuestro examen de la historia de las
relaciones entre los ayllus norpotosinos y el Estado bo­
liviano espera lograr una comprensión más adecuada
de la situación actual del indígena de esa región. Sin
embargo, aunque nuestro análisis parecerá circunscri­
to a una experiencia local, y en particular a una expe­
riencia “Macha-centrista”, no debe olvidarse que los
indios comuneros 0 de toda la sierra boliviana siguen
pagando voluntariamente el antiguo tributo. Es urgen­
te un sondeo de opiniones y un examen de la experien­
cia histórica no sólo en los otros ayllus norpotosinos
sino, también, en los otros departamentos del país. Es
posible que la tasa tradicional deba mantenerse como
parte de un replanteo de las relaciones entre ayllus y
Estado. En este replanteo será imprescindible tomar en
cuenta la experiencia .uorpotosina resumida en estas
páginas.
Debo hacer público mi agradecimiento a Angel Ro­
bles, Director del Proyecto de las Naciones Unidas de
Apoyo al Programa Nacional de Desarrollo Rural In­
tegrado ( BOL/78/017), quien consideró justificable el
financiamiento de tres meses de investigación, esencial

* E n B o liv ia e l t é r m in o g e n e r a lm e n t e e m p le a d o e s ‘c o m u n a -

r io '.
para la preparación de este trabajo. Una primera ver­
sión del mismo fue presentado en 1980 como un Infor­
me a dicha institución. E l presente texto representa
una revisión del informe original, preparado en el mar­
co de los Estudios Comparativos del Area Andina, pa­
trocinados por el Instituto de Estudios Peruanos. La
edición de las partes correspondientes al Informe cuen­
ta con la gentil autorización del Departamento de Coo­
peración Técnica para el Desarrollo (D C T D ) de Na­
ciones Unidas. Deseo también agradecer particular­
mente a Christine Hünefeldt y Heraclio Bonilla por sus
comentarios críticos al texto inicial, y por el aliento
necesario para que me anime a publicarlo. Entre las per­
sonas que han colaborado de una manera u otra en su
preparación quisiera mencionar a Xavier Albó, Raúl Cal­
derón, Mario Chacón, Daniéle Démelas, Gunnar Mendo­
za, Winston Moore, John V. Murra, María Elena Orihue-
la y Antonio Rojas, como también al equipo del IEP (L i­
ma), del Grupo Avances (L a Paz) y del Programa Na­
cional de Desarrollo Rural Integrado (L a Paz). Final­
mente, quiero agradecer de manera muy especial al cura­
ca de Macha (Aransaya), don Agustín Carvajal, y a sus
hijos Santiago y Gregorio, por la confianza depositada en
mí a través de los últimos diez años, y el acceso brin­
dado al Archivo Cacical de los ayllus bajo su jurisdic­
ción, tanto en la puna como en el valle del Norte de Po­
tosí. Sin embargo, la responsabilidad por las opiniones
aquí vertidas y los errores de concepto o hecho deben
atribuirse exclusivamente al autor.
T r is t a n P la tt
Sucre, 1981
1
Los antecedentes del debate republicano

“ C h a y a n t a o C h a r c a s , e s e l ú lt im o p a r t id o d e lo s d e

e s te g o b ie r n o I n t e n d e n c ia . . . T ie n e 2 0 c u ra to s e n la

p u n a y v a lle s , c o n la b e lla p r o p o r c ió n d e q u e s u s

n a t u r a le s n o t ie n e n q u e s a lir e n n in g ú n t ie m p o d e l

p a r t id o p a r a s u s s ie m b r a s y r e c o jo d e g r a n o s , p o r ­

q u e p o s e y e n d o t ie r r a s e n u n o s y o tro s t e m p e r a m e n ­

to s d e s u p r o v in c ia , e n e lla s c o s e c h a n c u a n t o n e ­

c e s it a n . P o r e s to s o n lo s in d io s m á s a c o m o d a d o s

d e to d o s lo s p a r t id o s , lo s q u e c o n m á s f a c ilid a d

c o n t r ib u y e n e l t r ib u t o , y e n t r e lo s q u e s e e n c u e n ­

t r a n a lg u n o s n o ra ro s d e m á s c iv iliz a c ió n q u e e n

o tr o s ” .

J u a n d e l P in o M a n r iq u e ( 1 7 8 7 )

En 1825 e l g o b e r n a d o r d e c h a y a n t a escribía al Inten­


dente General de Potosí, general Guillermo Miller,
ofreciéndole un resumen de la situación económica de
la provincia a finales de la Guerra de la Independencia.
El cuadro presentado muestra que, a pesar de los des­
trozos de los soldados y la crisis reinante en el sector
minero, las bases de su comercio tradicional en trigo
y harina se mantenían todavía intactas. En 1787 el In­
tendente de Potosí, Juan del Pino Manrique, había co­
mentado cómo los indios del pueblo de Chayanta
. .bajan a los valles de Micani, San Pedro y Ca-
rasi, en que poseen tierras, y con las harinas y
granos que conducen a La Paz, Yungas y Oruro,
retornan coca, algodón y agí, extendiéndose algu­
nos hasta la costa, de donde regresan con aguar­
dientes” (Pino Manrique 1836 [1787]: 18).
Lo significativo es que este comercio floreciente fue
llevado a cabo, no sólo por los hacendados, que en es­
ta provincia eran pocos, sino también por los indios de
los ayllus.1
¿Cómo es que los indios de los ayllus chayanteños
lograron establecerse en esta ventajosa posición mer­
cantil? La respuesta es compleja, y nos obligaría a exa­
minar los términos precisos de la incorporación de la
región a la economía colonial durante el siglo XVI.
Aunque no podemos ofrecer aquí un análisis de la es­
tructura socioeconómica de la confederación preinca
de los Charka y Karakara,2 es necesario señalar que, a
diferencia de las otras regiones conocidas hasta la fe­
cha, los indios de Chayanta se ubicaban en una provin­
cia colonial que cubría todas las principales zonas eco­
lógicas que habían sustentado a la antigua confedera­
ción. 3 Cuando Pino Manrique quiso explicar la eviden­
te prosperidad de los ayllus norpotosinos, encontró la
razón en el acceso que tenían a tierras de puna y valle
dentro de su propia jurisdicción:
“Tiene 20 curatos en la puna y valles, con la be­
lla proporción de que sus naturales no tienen que
salir en ningún tiempo del partido para sus siem-

1 . E n u n e s t u d io p io n e r o , E r w in P . G r ie s h a b e r h a lla m a d o

la a t e n c ió n s o b re la e s c a la d e l m e r c a n t ilis m o c lia v a n t e ñ o , o fr e ­

c ie n d o im p o r t a n t e s lu c e s s o b re la t r a y e c t o r ia e c o n ó m ic a d e la

r e g ió n h o y lla m a d a N o r t e d e P o t o s í ( G r ie s h a b e r 1 9 7 7 ) , y c it a n d o

e l In f o r m e d e l G o b e r n a d o r d e C h a y a n t a d e 1 8 2 5 .

2 . E n c o la b o r a c ió n c o n T h ie r r y S a ig n e s e s ta m o s p r e p a r a n d o

u n a c o le c c ió n d o c u m e n t a l c o n e n s a y o s in t e r p r e t a t iv o s q u e p r o m e ­

te a c la r a r , e n a lg u n a m e d id a , la e s t r u c t u r a s o c io e c o n ó m ic a d e la

a n t ig u a c o n f e d e r a c ió n , q u e d o m in ó t o d a la v e r t ie n t e o r ie n t a l d e l

M a c iz o B o liv ia n o ( M e n d o z a 1 9 5 7 [ 1 9 3 5 ] ) e n t re S a c a c a y C h ic h a s ,

c o lin d a n d o h a c ia e l o e s te c o n la c o n f e d e r a c ió n a lt ip lá n ic a d e lo s

Q u illa c a s y lo s A s a n a q u e s .

3 . L a a f ir m a c ió n es a p r o x im a d a : p o r lo m e n o s lo s c o c a le s d e

lo s C h a r k a y K a r a k a r a , u b ic a d o s e n la s Y u n g a s d e S a n t a C r u z

( T ir a q u e ) , fu e r o n s e p a r a d o s t e m p r a n a m e n t e d e l c o n t r o l d e lo s c u ­

ra c a s d e la p u n a n o r p o t o s in a .
bras y recojo de granos, porque poseyendo tie­
rras en unos y otros temperamentos de su pro­
vincia en ellas cosechan cuanto necesitan”.4

Lejos de desestructurarse las bases prehispánicas de


la prosperidad andina, en esta zona el antiguo patrón
del “control vertical de un máximo de pisos ecológicos”
(Murra 1975: 59-115) se mantuvo como un elemento ins­
titucionalizado dentro de la formación colonial. Es más,
los ayllus regionales consistían en franjas continuas
que bajaban desde las alturas hasta los valles cálidos
o en dos zonas discontinuas, cada una situada en uno de
los dos polos climáticos. Dado que la mita potosina se
aplicó a través de los curacas de cada ayllu, la misma
economía minera funcionó asegurando la persistencia
de las condiciones verticales de reproducción de su pro­
pia fuerza de trabajo rotativa.
Frecuentemente suele suponerse que los pueblos de
reducción temprana lograron desarticular las identida­
des étnicas precolombinas, al reagrupar la población
indígena en torno a un nuevo centro administrativo y
religioso. La experiencia de Chayanta sugiere que és­
ta no es una explicación suficiente. Los cinco reparti­
mientos reconocidos por el virrey Toledo —Moromoro,
Karakara, Macha, Chayanta y Sacaca— aumentaron a sie­
te cuando Pocoata y Aymaya insistieron en separarse
del repartimiento de Macha (Platt 1978b). Sin embar­
go, los indios de Macha, Pocoata, Aymaya, Chayanta y
Sacaca fueron distribuidos en pueblos, tanto en la puna
como en el valle, manteniendo su afiliación étnica pre­
colombina. Si bien los diversos ayllus tuvieron a ve­
ces que compartir un solo pueblo, particularmente en
la zona de valle donde la formación de “archipiélago”
era más acentuada, las identidades étnicas se mantu­

4. V er Pino Manrique (1 8 3 6 [ 1 7 8 7 ] ) : la antigua provincia de


C h ayan ta coincide, precisam ente, con el área hoy dividida en
cinco provincias y llamada N orte de Potosí.
vieron al asignarse “calles” específicas a cada ayllu.5
Este patrón de asentamiento puede detectarse en las
fuentes coloniales y se mantiene en mayor o menor
grado hasta la fecha.
La distribución “vertical” de la población, conocida
durante la Colonia como “doble domicilio”,6 fue comen­
tada nuevamente por el Gobernador en 1825. Resumien­
do su Informe, Grieshaber señala cómo los indios de
Sacaca se desplazaban durante los meses de verano ha­
cia sus maizales y trigales en Santiago y Acacio; los
de Chayanta a los valles de Micani, San Pedro de Bue­
na Vista y Carasi; y los de Pocoata a Chayala, Mica­
ni y Carasi (Grieshaber 1977: 167). Agregamos que
los de Macha tuvieron su asentamiento de valle en San
Marcos de Miraflores, y también compartían el pueblo
de Carasi con los indios de Chayanta (Laymis) y Po­
coata. E l control de tierras én puna y valle permi­
tió que la subsistencia familiar fuera asegurada den­
tro de la misma provincia, y sirviera de base para el
cultivo de excedentes comercializables, probablemente
(como sugeriremos en el próximo capítulo) en tierras
“de la comunidad”, al margen de los predios familiares.
En este caso, la administración de la producción y la
comercialización de los cereales habría estado a car­
go de los curacas de los ayllus.
Estamos empezando a reconocer la importancia de
este “modelo cacical” de mercantilismo agrario para de­
terminados momentos de la época colonial (ver, por

5 . P a r a la p r á c t ic a d e l s ig lo X V I , v e r Los yndios d e tacobam-

ba contra los quillacas i asanaques sobre q u e sean Lechados


d e las tierras d e g u a ch e y sarotala, e n : “ T i e r r a s e I n d i o s ” ( E
A ñ o 1 6 1 1 , N 9 8 ) , A r c h iv o N a c io n a l d e B o liv ia ( A N B ) , S u c r e . H a s ­

t a h o y , lo s p u e b lo s m u lt i-é t n ic o s s ig u e n d iv id ié n d o s e e n b a r r io s c o ­

r r e s p o n d ie n t e s a c a d a a y llu , e s p e c ia lm e n t e d u r a n t e la s p e le a s

r it u a le s (tinku) q u e s e c e le b r a n d u r a n t e d e t e r m in a d a s f ie s t a s .

6 . V e r lo s c o m e n t a r io s d e l C u r a d e S a n M a r c o s d e M ir a f lo r e s

e n 1 7 9 7 c it a d o p á r r a f o s m á s a b a jo . P a r a e l u s o a c t u a l d e l c o n ­

c e p t o , v e r H a r r is 1 9 7 8 a .
ejemplo, Murra 1977; Rivera 1978a). E l modelo se in­
serta, como una estructura productiva específica de los
ayllus, dentro del vasto circuito mercantil generado por
Potosí, y el resto del sector extractivo, en cuanto pro­
ductor de moneda-circulante y mercado principal para
bienes de consumo e insumos para la producción mine­
ra (Assadourian 1982). Es importante contrastar esta
estructura productiva con la que se desarrolló en las
zonas de haciendas. En Cochabamba, por ejemplo, el
otro gran centro altoperuano de producción de cerea­
les, la expansión de la producción señorial se encontró
en conflicto con el sector de subsistencia de los vana-
j
conas, determinando que durante la larga crisis del si­
glo X V III la producción se entregara a arrendatarios
aislados, con el retiro consecuente del hacendado de las
actividades de producción y comercialización (Larson
1978, 1980). Es posible que el florecimiento del comer­
cio triguero de Chayanta, a fines del siglo X V III y du­
rante la primera mitad del XIX, guardara relación con
el repliegue cochabambino frente a un mercado en con­
tracción. En este caso el “modelo cacical” de produc­
ción mercantil puede haber tenido ventajas relativas
en épocas de baja demanda. Pero todavía no sabemos
cuándo se inició la exportación regional de Chayanta,
aunque ya en 1628 Vázquez de Espinosa había comen­
tado la importancia de la producción regional de trigo
y maíz (Vázquez de Espinosa 1948[ 1628] ).
Como recaudador del tributo y “enterador” de los
mitayos, el curaca colonial tuvo que asumir el papel
de intermediario entre los ayllus y el Estado español.
Frente a sus ayllus, el curaca se presentaba como el
encargado del Estado de confirmar a cada unidad do­
méstica en la posesión de sus tierras, y de asegurar la
cancelación del tributo (a veces a través de la comer­
cialización de los excedentes producidos en las tierras
“de la comunidad”) y las demás obligaciones exigidas
por el Estado colonizador. A través del curaca, el rey
de España podía presentarse ante los indios como el
sucesor legítimo del Inca: ambas jefaturas reclama­
ban un derecho eminente sobre todas las tierras culti­
vadas, y Wachtel (1973) ha mostrado cómo las estruc­
turas ideológicas precolombinas fueron reacomodadas
dentro del aparato colonial de dominación. Es así co­
mo los curacas pudieron mantener su acceso a las pres­
taciones laborales, que por tradición se les otorgaba en
su condición de “señor natural” de los ayllus bajo su
jurisdicción. Su capacidad de movilizar la fuerza de
trabajo indígena, mediante los tradicionales mecanis­
mos de la reciprocidad andina, debe considerarse como
la base de su éxito como mercader dentro de la econo­
mía colonial —en determinadas coyunturas y regiones
que todavía no han sido definidas con precisión—, un
éxito que (como Silvia Rivera ha propuesto) podía ser­
vir para proteger a sus ayllus del peso desintegrador
de las exacciones coloniales. Existen algunos indicios
de esta práctica en Chayanta durante el siglo X V II.7
Y es- en este contexto que debe comprenderse la poca
evidencia existente sobre la suerte del “modelo caci­
cal” durante las Guerras de la Independencia.
La creciente diferenciación entre curacas e indios
comunes, representada nítidamente en Chayanta por el
caso del cacique-hacendado de Moscarí, don Florencio
Lupa, fue acentuada por el fortalecimiento de una capa
mestiza probablemente procedente de las capas indíge­
nas más pujantes, cuyos miembros desde la primera
mitad del siglo X V III ocuparon algunos cargos impor­
tantes dentro de los ayllus, iniciando así la expulsión
de los indios de sus antiguas reducciones. Es en este
proceso que debe buscarse los orígenes del núcleo
m estizo d e los pueblos hoy conocido como los “vecinos”
o “mozos”. En 1731 los indios del repartimento de Ma­

7. P latt 1978b ; cf. la denuncia de su caciq ue por los indios


de Pocoata en Ram írez del Aguila 1 9 7 8 [1 6 3 9 ].
cha denunciaban la presencia de los mestizos en el pue­
blo de ese nombre, citando las leyes de la Recopilación
de Indias en las que se prohibía la entrada de “mesti­
zos, cholos ni otras mixturas” a los “pueblos de indios”,
“por el motivo que da la mesma ley de que no se con­
taminen en los costumbres”.8 La usurpación de los ca­
cicazgos por mestizos fue uno de los motivos de la gran
sublevación encabezada en Chayanta por don Tomás
Katari, de Macha. E l mayor control español sobre es­
tos cargos, ejercido después de la derrota de Katari,
parece que nuevamente se diluyó en el curso de las
Guerras de la Independencia.

La persistencia de la antigua organización vertical


en la puna y valles de la provincia de Chayanta, que se
había integrado a los mecanismos de reclutamiento de
la mita minera, significó una ausencia relativa de ha­
cendados en la mayor parte de la región. De ahí que
en Chayanta no se dio esa lucha entre mineros y ha­
cendados por la mano de obra indígena que ha sido do­
cumentada por Thierry Saignes para la región de La-
recaja (Saignes 1978). E l conflicto que surgió a fines
del siglo X V III fue más bien entre los intereses mine­
ros y los de la Iglesia. Frente a la crisis potosina, el
intendente Paula Sanz intentó instituir una “nueva mi­
ta” entre los indios de Chayanta para su aplicación a
los decadentes ingenios de Potosí. Esta política trope­
zó con el hecho que los indios tenían que participar en
las cofradías y fiestas de las parroquias de ambas zo­
nas ecológicas, para asegurar su acceso a las tierras
de puna y valle. Durante el largo debate suscitado por
este conflicto, los indignados azogueros de Potosí re­
clamaron contra los curas de Chayanta que “para el

8. V er “Tierras e Indios” ( E Año 173 1 , N9 5 1 2 8 ) , Archivo


Nacional de Bolivia, Sucre. Los indios de M acha volvieron a que­
jarse, esta vez de un usurpador mestizo del cacicazgo, en 172 2 :
ver “Tierras e Indios” ( E Año 177 2 , N9 2 2 3 ) , A NB, Sucre.
Rey cada yndio es una sola persona: mas para el cura
hace las veces de dos yndibiduos, por que la comunidad
que pasa fiestas en Chayanta las pasa tambéin en Ca-
rasi”. 9 Efectivamente, la documentación disponible so­
bre las responsabilidades de las cofradías y el ritmo
intenso de las fiestas celebradas en cada Doctrina, mues­
tran el tiémpo de trabajo ocupado por los indios en el
suministro de bienes y servicios a la Iglesia. 10 Pue­
de suponerse que a fines del siglo X V III la prosperi­
dad visible de Chayanta se expresó a través del es­
plendor y lujo de las celebraciones religiosas, que de
esta manera lograron absorber buena parte de los ex­
cedentes comercializables de los ayllus regionales.
Para preparar el escenario, aunque sea de manera
todavía hipotética, sobre la riqueza sorprendente de
los indios de Chayanta en los albores de la vida repu­
blicana, será necesario analizar tres conflictos surgidos
entre los ayllus de Macha y los curas de una Doctrina,
para lo que se dispone de un “Libro de Fábrica” que co­
rre desde 1779 hasta 1823.11 Se trata de la parroquia
de San Marcos de Miraflores, iglesia en el valle del
gran ayllu de Macha. En la información incompleta pro­
porcionada por esta fuente creemos poder entrever una
estrategia cacical para la recuperación de los exceden­
tes previamente absorbidos por la Iglesia, pero ya no
en provecho de los azogueros potosinos (la mita se abo-

9 . V e r Recurso de Curas de Chayanta contra la Mita de Potosí,


e n : In t e n d e n c ia J u s t ic ia A ñ o 1 7 9 5 ( f . 3 8 ) , A r c h iv o d e L a P a z

( U n iv e r s id a d M a y o r d e S a n A n d r é s ) . A g r a d e z c o e s ta r e f e r e n c ia a

R e n é A r z e . C o m p á r e s e la d is c u s ió n d e la “ N u e v a M it a '’ e n

B ü c h le r 1 9 7 7 , A r z e 1 9 7 8 .

1 0 . V e r p a r t ic u la r m e n t e lo s e s ta tu t o s d e la s c o f r a d ía s d e S a n

M a r c o s d e M ir a f lo r e s , r e s u m id o s p o r e l d o c t o r G e r ó n im o d e C a r ­

d o n a y F a g le d , e n Libro de la Fábrica de esta Santa Iglesia de


San Marcos de Miraflores que corre desde el día siete de sep­
tiembre del año de 1779. . . C o n s u l t a d o e n l a B i b l i o t e c a P a r r o ­
q u ia l d e S a n P e d r o d e B u e n a V is t a ( P r o v in c ia C h a r c a s ) e n 1 9 7 1 .

1 1 . Ibid.
lió definitivamente en 1812) sino para ensanchar la
prosperidad indígena a través de una ampliación del
comercio triguero, y probablemente maicero, cuya es­
cala en 1825 llamó la atención del Gobernador de la
provincia. Será de gran importancia la investigación de
las posibles estrategias cacicales correspondientes a
los otros ayllus del Norte de Potosí.
Las consecuencias institucionales del “control ver­
tical” de los indios de Chayanta de las tierras de puna
y valle habían producido perplejidad entre los admi­
nistradores blancos desde las visitas toledanas del si­
glo XVI. En 1797 el cura de San Marcos de Miraflores,
deseoso de emprender la reconstrucción de una capilla
en un anexo alejado de la Doctrina, obra que requería
la colaboración de los indios “locales”, se encuentra la­
mentando “la poca espiriencia que tube de trabajar se­
mejantes obras con yndios de aillos que tienen doble
domicilio en puna y valle”:
“los de este anexo lejos de hacer la menor demos­
tración de regocijo. . . concurrían casi forsados
con una lentitud y tibieza los unos cerca del me­
dio día y otros a tiempo de la chicha o comida, y
esto por un día y dos o tres cuando mas, y lue­
go se retiraban o fingían viaje a la puna”.

Vemos que los mismos indios consideraron excesivo el


peso de las obligaciones eclesiásticas que los obliga­
ban, en palabras de los azogueros, a dividirse en “dos
yndibiduos”.
La renuencia de los indios de la puna a colaborar en
las obras religiosas del valle al parecer se agravó en
el curso de las Guerras de la Independencia, como pue­
de verse en un nuevo conflicto surgido en 1823 entre
el cura y los curacas de Macha, residentes éstos a va­
rias leguas de distancia en la puna. En esa época crí­
tica los cofres doctrinales del valle se encontraban ca­
si vacíos debido a los “desgraciados tiempos de gue­
rras” y “las urgentísimas necesidades del Exercito del
Rey y de la Nasion”. Además, el cura lamentaba la abo­
lición de ciertos servicios tradicionalmente prestados
por las cofradías de San Marcos, señalando como res­
ponsables a las mismas autoridades indígenas:
. .estos Curacas, por su propia autoridad abusi­
va, han abolido aún las funciones o prosesiones
que comunmente denominan Tuta Alférez, que
habían sido sinco, las han quintado.. . y las acos­
tumbradas heran de dose pesos.. . ”. 12

Sin embargo, en las otras doctrinas de los ayllus se se­


guía pagando la suma tradicional,
“sin atender que de este Curato tienen sus ali­
mentos por los sembradíos de maíz y trigo, con
cuios frutos pagan sus tributos y demás pensio­
nes que tienen en los Curatos de Macha, Chaira-
pata y Surumi por la doblada residencia”. 13

Se trata, aparentemente, de una reducción sistemá­


tica de los servicios prestados en la doctrina del valle,
buscada por los curacas del mismo modo que había si­
do hecha por los azogueros de Potosí. El cambio pare­
ce consistir en eliminar la autonomía doctrinal a los
valles del ayllu, reduciéndolos a la posición de un sim­
ple apéndice perteneciente al grueso de la población re­
sidente en la puna. El maíz y el trigo de San Marcos
debían canalizarse directamente hacia la puna, en lu­
gar de ser absorbidos por la Iglesia local.
Otra evidencia de este conflicto se encuentra en los
intentos del cura de reconstruir la misma Iglesia de
San Marcos en el mismo año. Ya se ha señalado el de­
sinterés de los indios de la puna, en 1797, por la refac­

12. Ib id., ver nota 10.


13. Ver nota 10.
ción de la capilla. Pero en 1823, frente al derrumbe
aparente del orden colonial, la negativa es tajante: el
cura denunció que la Iglesia fue refaccionada “todo a
mi costo, sin que ningún Curaca, ni vesino de este pue­
blo me haiga ayudado con un centavo”. Su acusación a
los curacas va más lejos todavía:

. .son tan yndevotos dichos mandones, que solo


consultan por sus propios yntereses, como son
Tarachi, el Curaca de Majasaya, y su compañero
de la Parcialidad de Anansaya, Pirapi, que solo
para sus utilidades con empeño y abusivas cos­
tumbres yntroducidas por ellos los hazen trava-
jar [a los indios] sin atender que en las leyes y
recopilación de Yndias expresamente mandan que
paguen sus respectivos jornales en presencia de
sus párrocos quando los ocupan a los naturales
de sus parcialidades, pero estos han derogado es­
tas leyes”. 14

Se trata, visiblemente, de un desconocimiento de la re­


lación asalariada, promovida por la legislación colonial,
por parte de los curacas de Macha, quienes preferían
movilizar las tradicionales prestaciones de fuerza de tra­
bajo que les correspondían dentro de las reglas de la
“reciprocidad” andina. Nuevamente presenciamos el re­
tiro de los servicios indígenas a la Iglesia y su empleo
para propósitos definidos por los mismos curacas.
¿Cuáles serían estos propósitos? Lamentablemente,
la fuente no informa al respecto. Pero en vista de los
logros anteriores del “modelo cacical”, debemos pregun­
tamos si no se trataba de un “proyecto indígena” en
manos de los curacas, aislado de las aspiraciones crio­
llas salvo en la medida que ambos grupos rechazaban
la opresión virreinal, y que buscaba fortalecer el “mo­
delo cacical” de mercantilismo andino para que los in­

14. Ver nota 10.


dios pudiesen enfrentar el mercado republicano en con­
diciones más favorables. En todo caso, Bolivia nació
con su demanda interna de cereales y harina entera­
mente abastecida por una producción regional centra­
da en Cochabamba y Chayanta, que incluso pudo reba­
sar los límites de la nueva República para integrar en
su circuito las regiones colindantes del sur peruano. A
mediados del siglo X IX esta autosuficiencia empezó a
destruirse por la lenta penetración de productos extran­
jeros. En 1866, el subprefecto de Chayanta, Matías Ar-
teche, comentaba los efectos desastrosos que la impor­
tación de productos foráneos causaba en el comercio
provincial:
“Las harinas de castilla [de Chayanta] no sola­
mente se consumían en los pueblos del Norte de
la República: su estracción era aún más activa a
todo el Departamento de Puno, territorio del Pe­
rú. Hoy con motivo de la internación de las ha­
rinas de la República de Chile, por la vía de Tac­
na, hasta el Departamento de La Paz, por medio
de arrías, ha desaparecido aquel consumo acti­
vo de granos, que antes era la vida de la Provin-
c ía .. . . 5

En los próximos capítulos, veremos el contexto y las


consecuencias de la ruina del mercantilismo indígena
de Chayanta, consumada en aras de las aspiraciones
“nacionalistas” del Estado oligárquico, cuyas políticas
en el plano más general desembocaron en una larga
“guerra étnica” (la Guerra Federal) como expresión
definitiva de la pérdida de fe experimentada por los in­
dios frente al Estado “traidor”.

1 5 . A r c h iv o H is t ó r ic o d e P o t o s í, Prefectura Departamental N Q

1 1 8 0 , A ñ o 1 8 6 6 , n o . 5 4 -5 .
El "antiguo régim en ” tribu tario :
gobierno indirecto y auge com ercial,
1825-1880

. .solo por solucionar nuestros Tributos consegui­


mos aquella cantidad que nos está asignada por
nuestra clase con un imponderable trabajo, vendien­
do el poco fruto que recogem os de nuestras c o r­
tas posesiones en un presio el mas ín fim o .. . ”
Agustín Billegas, R ecaudador de Chayantacas,
y otros, al Subprefecto de C hayanta, M osca-
rí, 5 de agosto de 1829 (A rchivo Nacional
de Bolivia, M inisterio d e H acienda, P refectu ­
ra Potosí recibidas, T. 1 6 , no. 22 ).
“Los cereales por lo com ún se venden y consumen
en el mismo departam ento que los produce. Salen
de esta regla C ochabam ba y la Provincia de C ha-
yanta correspondiente a Potosí, que proveen de tri­
go y maíz a los departam entos de L a P az y O ruro”.
José M aría D alence (1 9 7 5 [1848]-. 2 7 6 ) .

que se extiende desde la fundación


D u k a n te e l p e río d o
de la República, en 1825, hasta los años previos a la
Guerra del Pacífico, el debate económico criollo se ca­
racterizó por una pugna entre una corriente de pensa­
miento “proteccionista” (cuyo representante más elo­
cuente fue José María Dalence), y los protagonistas de
un programa “librecambista” que llegarían a consoli­
dar su modelo de “progreso” desde el principio de la
década de 1870. Los efectos del desarrollo de este mo­
delo fueron previstos en gran medida por los proteccio­
nistas: la eliminación de las barreras aduaneras, la anu­
lación del monopolio estatal sobre la exportación de
pastas de plata, la construcción de ferrocarriles hacia
los puntos de exportación, en desmedro de la integra­
ción vial interna. Todos estos factores contribuirían
a crear una crisis del mercado interno, cuyo fomento
había sido la base de las políticas proteccionistas. En
el Norte de Potosí los efectos del programa liberal se
expresaron a través de la crisis de la producción regio­
nal de trigo y el renacimiento paralelo de la gran mine­
ría argentífera de exportación en el antiguo asiento mi­
neral de Aullagas (Colquechaca).
Pero los primeros gobiernos librecambistas no qui­
sieron excluir totalmente de sus proyectos al sector
agrario. La década de 1870 se caracteriza también por
la elaboración de una nueva política agraria a través de
la “Ley de Exvinculación” de 1874, que buscaba “moder­
nizar” la producción agropecuaria del país mediante la
disolución de los ayllus y su reemplazo por un nuevo
régimen de “capitalismo agrario”, en los términos de la
época. Esta transformación del sector rural debería
ser la contraparte de la gran minería exportadora, y se
suponía que iba a poder competir con los productos ali­
menticios importados. En la práctica, la política agra­
ria liberali6 fracasó rotundamente, lo que constituyó
un factor clave en el desarrollo desenfrenado de la eco­
nomía monoexportadora de metales, cada vez más de­
pendiente de la importación de insumos mineros y de
ciertos artículos de consumo de primera necesidad.
En los capítulos siguientes se examinará algunas de
las razones de este fracaso, a través de un análisis del
proceso de aplicación de las nuevas políticas agrarias
en el Norte de Potosí. Frente a la masiva resistencia

16. Usamos la palabra “liberal” en el sentido de una corrien­


te de pensamiento económico librecam bista, asociado con la ideo­
logía “positivista”, y no com o el nom bre de un partido político.
Desde esta perspectiva, tanto el Partido Conservador como el P a r­
tido L iberal se dejaban orientar por el liberalismo económ ico, y
sus diferencias versaron más sobre la sede del gobierno y los
términos de la paz con Chile.
indígena, el Estado boliviano nunca llegó a movilizar
los recursos necesarios para desarrollar sus propósi­
tos por la fuerza. Sería incorrecto suponer que la mo­
vilización de los indios constituyó una explosión ciega,
desprovista de objetivos claros. Se trataba más bien de
una defensa crecientemente airada de un orden “tradi­
cional”, que no solamente regía las relaciones normati­
vas entre el Estado y el ayllu, sino que también brinda­
ba las garantías necesarias para el desarrollo del gran
comercio triguero de la región. Para comprender la ló­
gica de la resistencia indígena debemos partir de una
consideración de este orden “tradicional”, cuyo eje cen­
tral fue el sistema del tributo indígena.
La conversión de un excedente comunitario en el di­
nero necesario para cancelar el tributo requería parti­
cipar en el mercado de trabajo o de productos. Para la
provincia de Chayanta la comercialización del trigo pa­
rece haber sido la base tradicional del tributo. Dado
que las exigencias estatales recaían sobre la persona
del “cacique recaudador”, no hay ninguna razón para su­
poner que cada unidad doméstica se encargara indivi­
dualmente de la venta de su propio excedente trigue­
ro. La generalización del comercio triguero para fines
impositivos resultaría, en todo caso, imposible fuera de
las zonas apropiadas para su cultivo, y podría inte­
rrumpir la circulación de diferentes productos entre
ecologías especializadas dentro de la comunidad. Aquí
vuelve a presentarse la posibilidad de un “modelo caci­
cal” de tributo, basado en la movilización de la fuerza
de trabajo colectiva para el cultivo de ciertos produc­
tos en tierras “de la comunidad”, encargándose el mis­
mo curaca de la comercialización de las cosechas, a la
vez que se devolvía una porción a los cultivadores en
señal de redistribución. Este modelo está documentado
mediante testimonio oral para el ayllu Jukumani, del
norte potosino, en el período previo a la Revolución de
1952 (Godoy s/f). Una variante para el caso del ayllu
Macha fue el descenso anual del curaca recaudador a
los valles para el cobro del tributo, en maíz, de las fa­
milias individuales, antes de proceder a su comerciali­
zación (Platt 1978a). Estos indicios etnográficos de­
muestran que si bien el monto del tributo se calculaba
sobre el total de las unidades domésticas en edad de tri­
butar, los mecanismos precisos por los que cada uni­
dad participaba en su pago podían variar notablemente
entre ayllus.
No se dispone aún de las fuentes documentales que
permitan aclarar la situación dentro del ayllu de Cha-
yanta durante las primeras décadas de la República.
Debe tenerse en cuenta esta advertencia, puesto que en
lo que sigue consideraremos predominantemente las
obligaciones tributarias en cuanto responsabilidades in­
dividuales de cada unidad doméstica. Aparte de algu­
nas sugerencias para futuras investigaciones, las fuen­
tes utilizadas nos obligan a enfatizar la función del cu­
raca cara el E stado en perjuicio de su papel económico
y político dentro de la comunidad.
En 1848, José María Dalence, en su B osquejo Esta­
dístico d e Bolivia, señalaba nuevamente el florecimien­
to del comercio cerealero en la provincia de Chayanta:
“Los cereales por lo común se venden y consu­
men en el mismo departamento que los produce.
Salen de esta regla Cochabamba y la provincia
de Chayanta correspondiente a Potosí, que pro­
veen de trigo y maíz a los departamentos de La
Paz y Oruro” (Dalence 1975).

El mismo autor atribuye una producción de trigo al de­


partamento de Potosí más alta que la de Cochabamba.
Puede inferirse que en las primeras décadas republica­
nas Chayanta fue el centro de producción triguera más
importante del país.
En 1846 el valor real del tributo fue equivalente a
aproximadamente una o dos fanegas de trigo. Entre
1816 y 1877 el monto del tributo se mantiene constante
a 9 pesos 6 reales por originario, 7 pesos por agrega­
do y 5 pesos por forastero. Por otra parte, Dalence en
1846 indica un precio de 4 pesos por fanega de trigo.
La relación fluctuante entre el precio del trigo y el tri­
buto permitiría establecer un lím ite inferior al comer­
cio de trigo, de acuerdo con la población tributaria de
los ayllus trigueros. El monto realizado mediante esta
participación “forzada” en el mercado lo recuperó el
Fisco, que buscaba la capitalización del Estado sin la
destrucción de las condiciones de producción de los ay­
llus. En este sentido podemos considerar la percepción
tributaria como una vía fiscal de “acumulación primiti­
va permanente” (Bartra 1974), con la diferencia de que
aquí el principal beneficiario sería el Estado. Sin em­
bargo, este límite inferior no excluye la posibilidad si­
multánea de un proceso de expansión mercantil por par­
te de los curacas encargados de recaudar el tributo de
sus ayllus, en la medida que llegaron a vender una can­
tidad mayor al valor exigido por el Estado.
El acceso a una parte de los excedentes campesinos
fue decisivo para la reproducción del débil aparato es­
tatal, pese a que la palabra “tributo” y su resabio colo­
nial fueron repugnantes para el oído republicano. Du­
rante la Colonia, la corona española había mantenido la
convergencia entre “impuesto” y “renta”, característica
del Estado Inca. Los indios pagaban el tributo o tasa
a la corona, en cuanto ésta gozaba de un derecho emi­
nente sobre la tierra; pero lo consideraban parte de lo
que llamaremos un “pacto de reciprocidad”, que les ga­
rantizaba el acceso seguro a sus tierras. E l Estado re­
publicano, en cambio, prefirió enfatizar que los ayllus
eran simples usufructuarios de las tierras del Estado
—más tarde se diría que las tierras habían sido “se­
cuestradas”— y que el tributo era en realidad un sim-
pie arriendo que se pagaba al Estado como dueño de las
tierras comunales. Esta oposición dejaba abierto el ca­
mino jurídico que “justificaría” las ventas forzadas
impuestas sobre las comunidades de algunas regiones
por el gobierno de Melgarejo. Por otra parte, permitía
que otros gobiernos —desde los decretos dictatoriales
de Bolívar hasta la Ley de Exvinculación de 1874— asu­
miesen una postura de “generosidad paternal” cuando
planteaban la consolidación de la tenencia individual a
través de la extinción formal de los ayllus. Tales ofer­
tas fueron violentamente rechazadas por los ayllus, co­
mo veremos más adelante. Sin embargo, en las prime­
ras décadas de la República los gobernantes se conten­
taban con la reconceptualización jurídica de la tasa de
arriendo y la percepción semestral del antiguo tributo,
que seguía costeando los sucesivos intentos de conver­
tir al Estado en un protagonista eficaz de los intereses
de una embriònica burguesía criolla ( Sánchez-Albor­
noz 1978).
La fluctuación demográfica de la población contribu­
yente exigía un reajuste periódico del monto presu­
puestado del tributo para cada provincia. Por lo tanto,
fueron necesarios los empadronamientos regulares, si­
guiendo la costumbre implantada durante la época colo­
nial. Estos empadronamientos, llamados “Revisitas”, bus­
caron anotar los nombres de cada contribuyente y de
los miembros de su familia, junto con detalles sobre el
terreno que ocupaba y la categoría tributaria a la que
pertenecía. Entre los contribuyentes se distinguía a
los “próximos” (los hijos varones de 13 a 17 años, que
entrarían en la categoría de contribuyentes en la pró­
xima Revisita), “los reservados” ( “que hubiesen cum­
plido la edad de cincuenta años” ), como también a los
enfermos, los curacas hereditarios, las autoridades in­
dígenas de turno, los sirvientes de la Iglesia y los pos­
tillones de turno. Las variaciones en la composición
demográfica se explicaba también porque con el trans-
curso de los años algunos contribuyentes habían muer­
to o entrado en la edad de los “reservados”, los “próxi­
mos” llegado a la edad de tributar, algunos campesinos
se habrían ausentado por migración, mientras que otros
“advenedizos” habrían alcanzado a inscribir sus terre­
nos. A veces cuando un terreno era arrasado por el río,
su ocupante tenía que asegurarse la posesión de otro.
Todas estas modificaciones tenían que tomarse en cuen­
ta al formar el nuevo Libro de Revisita, que siempre
terminaba calculando el nuevo monto tributario corres­
pondiente a cada provincia. Según el Reglamento de
28 de febrero de 1831, las Revisitas debían practicar­
se cada cinco años, aunque en la práctica los interva­
los fueron más largos. Para la provincia de Chayanta
disponemos de Libros de Revisita para 1830, 1837, 1843,
1858, 1863 y 1877.17
Según el Reglamento de 1831, la Revisita estuvo a
cargo del Gobernador (más tarde convertido en Sub-
prefecto) de cada provincia, quien era también el res­
ponsable de recaudar el tributo semestral correspon­
diente a los pueblos y ayllus de su jurisdicción, perci­
biendo un porcentaje del monto recaudado. Los intere­
ses del Estado estaban representados por mi Apodera­
do Fiscal, acompañado de un secretario y un intérpre­
te, nombrado por el Gobierno en base a una lista pro­
puesta por el Prefecto del departamento. E l Tesoro de­
partamental debía entregar una copia de la matrícula
anterior al Apoderado Fiscal, quien debía ponerla a dis­
posición de la mesa revisitadora para su actualización
en el curso de la Revisita. La mesa se instalaba suce­
sivamente en cada pueblo de la provincia, y debían acu­
dir los párrocos y corregidores de cada cantón: los pri­
meros debían mostrar los Libros eclesiásticos de bau­
tismos, casamientos y entierros, necesarios para calcu­

17. Los padrones coloniales pueden consultarse en el Archivo


General de la Nación, Buenos Aires.
lar su movimiento demográfico, mientras que los corre­
gidores tenían que exhibir los padroncillos en base a
los cuales se había realizado la cobranza cantonal. El
Corregidor también recibía un porcentaje del monto
recaudado en su cantón. Por otra parte, los terrate­
nientes del cantón debían presentar las listas de los
colonos contribuyentes de sus haciendas. Finalmente,
una vez instalada la mesa revisitadora en cada pueblo,
debían acudir los cobradores indígenas —curacas, se­
gundas, filanqus, alcaldes— a la cabeza de los ayllus de
su jurisdicción. Detrás de ellos, estancia por estancia,
desfilaban todas las unidades domésticas —hombres,
mujeres y niños— del cantón.
Ahora bien, en la visión esquemática del legislador,
todos los ayllus y sus miembros debían pertenecer sin
ambigüedad a un solo cantón, provincia y departamen­
to. Sin embargo, en la realidad la situación era mucho
más compleja. Desde los primeros días de la Colonia
los esfuerzos españoles de concentrar la población in­
dígena en pueblos locales con integridad territorial ha­
bían entrado en conflicto con técnicas alternativas de
organización espacial, características de las poblacio­
nes andinas, que preferían mantener un patrón alta­
mente disperso de tenencia para asegurar su acceso a
los productos de múltiples ecologías alejadas entre sí
(Murra 1975). En el siglo X IX las autoridades frecuen­
temente manifestaron perplejidad al encontrar terre­
nos dentro de su jurisdicción local como propiedad de
pueblos muy alejados de otro cantón, provincia o de­
partamento (cf. Anexo 3). En los mismos linderos depar­
tamentales se encontraba comunidades que reclamaban
tierras a ambos lados de la frontera. En tales casos
los Prefectos no vacilaron en basarse sobre los recla­
mos comunitarios para justificar la expansión de su ju­
risdicción a costa del departamento vecino. De esta ma­
nera surgieron conflictos que, en muchos casos, hasta
hoy siguen sin solución.
Tomemos el ejemplo de los terrenos de Bombo, en
la frontera entre la provincia de Chayanta y el depar­
tamento de Oruro. Estos terrenos fueron reclamados
por el ayllu Chullpa de Chayanta pero se encontraban
dentro de la jurisdicción de Oruro. Como explicó el
Apoderado indio de los Chullpa en 1844:
. .los infelices moradores en dichos terrenos su­
fren dobles gravámenes, pagando arriendos a es­
te departamento [de Potosí], la contribución en
Oruro i la doctrina en Poopó; se resuelba por el
Supremo Gobierno que dichos yndios pertenes-
can de una vez a la Comunidad de Chullpas en
todo”. 18

Sin embargo, en 1835 el Prefecto de Oruro había


expresado una opinión divergente:

“Los indígenas de Bombo satisfacen animalmen­


te la cantidad de serca de trescientos pesos a
los de Chayanta como renta proveniente de las
tierras que ocupan, y como los espresados tie­
rras están cituadas en este departamento, pare­
ce que la espresada renta debe pertenecer a la
Beneficiencia.. .”. 19

El Prefecto tomó por su cuenta las medidas corres­


pondientes. En 1835 mandó una nota al Juez de Paz del
cantón de Sora-Sora:
. .me anotisia hallarse en la Estancia de Bom­
bo el Casíque de Chayanta con el fin de cobrar
los arriendos que pagavan los indígenas de di­
cha estancia. Pase Ud. a aquella con la veloci­
dad de rayo. .. y haga la cobranza en los mismos
términos que lo hacían en años pasados y siem-

18. V er el expediente de la Revisita de Chullpas, Revisita de


Chayanta de 184 7 . A N B, Sucre.
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pre que los Yndigenas hayan satisfecho alguna
cantidad al referido Casique, recoja Ud. [y] obli­
gúeles a que vuelban a pagar de nuebo. . . Ud.
queda autorizado para todo lo que pueda ocu­
rrir. . ,”20

El Juez de Paz ejecutó la orden, asaltando al Cobra­


dor de Chullpa.
“. . .en paraje despoblado y de ningún recurso: es
demasiado notable en las autoridades del Depar­
tamento de Oruro donde creo aun se concerban
los despotismos del tiempo Español. . . ”. 21

Es evidente que estamos en presencia de una suerte de


bandolerismo fiscal, por el cual la Prefectura intenta
ampliar sus fuentes de ingreso a costa de la jurisdic­
ción tradicional de las autoridades indígenas.
Muchos otros casos podrían citarse,22 pero lo que
aquí interesa es la propiedad ejercida por algunos ay-
llus sobre tierras lejanas en diferentes departamentos,
provincias o cantones. Un buen ejemplo que se ofrece
es el de la presencia de un enclave comunitario en el
cantón San Marcos (provincia de Charcas, departa­
mento de Potosí), perteneciente a los indios Collanas
del ayllu K’ulta (provincia de Challapata, departamen­
to de Oruro), cuya existencia actual pudimos confir­
mar en el terreno en 1970. Este enclave, sembrado

20. Ver el expediente de la Revisita de Chullpas, Revisita de


Chayanta de 1847. A N B, Sucre.
21. Ibid.
22. Por ejemplo, el cu raca de la Comunidad de Ormiri (p ro ­
vincia de Tomás Frías, departam ento de P o to sí), con tra la Pre­
fectu ra de Oruro y Subprefecto de la provincia de Paria ( E x ­
pediente en posesión del cu raca de O rm iri). Problemas semejan­
tes subyacen en la ubicación de un ayllu de K’ulta (provincia
de Challapata, departam ento de O ru ro) dentro de la provincia
de Tom ás Frías, departamento de Potosí (inform ación del antro­
pólogo Tom ás Abercrombie en 1 9 8 0 ) . Cf. tam bién Anexo 2.
principalmente con maíz, se ubica en el corazón de las
tierras del valle del ayllu Macha. En 1866 el titular
Mariano Llanqui se quejaba de los despojos practica­
dos por los indios vecinos de Macha,

. .sin que las autoridades cantonales nos hayan


amparado en la posesión de nuestras tierras; por
el contrarío nos ha hostilizado el corregidor de
San Marcos volviéndose a los indios de Llucho”.23

Según información recogida en 1970, los indios K’ulta


del valle de San Marcos siempre habían pagado su con­
tribución a los caciques de Oruro. Por lo tanto, los Co­
rregidores (cuyo salario incluía un porcentaje del tri­
buto recaudado) no se interesaban en amparar una po­
sesión cuyo tributo no caía dentro de su jurisdicción.
Los indios de K’ulta fueron amparados en su posesión
de los terrenos por el Revisitador de 1885, en base a
una “posesión secular de serca de tres siglos”; 24 sin
embargo, los conflictos entre Macha y K’ulta siguen
hasta el presente.
Si ahora consideramos a los grandes ayllus de la
provincia de Chayanta, encontramos que también es­
tán distribuidos entre varios cantones en la puna y el
valle. Hasta la Revisita de 1837 es significativo que
el empadronamiento se realizara para cada ayllu en un
solo lugar, dado que el curaca podía presentar los datos
de todo su ayllu, sin necesidad del desplazamiento de
las mesas, a través del territorio. Pero desde 1843 en­
contramos que los habitantes de cada ayllu se anotan
en forma separada según el cantón que ocupan. El cua­
dro 1 muestra la distribución muí ti-cantonal de ocho
ayllus norpotosinos, cuyos habitantes deben sumarse
para llegar a la población total del ayllu. Este fenóme-

2 3 . D o c u m e n t o p e r t e n e c ie n t e a l A r c h iv o C a c ic a l d e l c u r a c a

d e M a c h a ( A r a n s a y a ) .

2 4 . Ib id .
no es sumamente importante, pues muestra el princi­
pio de los repetidos intentos republicanos de descono­
cer el ayllu muid-cantonal, sometiéndolo a una frag­
mentación administrativa que sigue amenazando las ba­
ses multíecológicas de producción que sustentaron el
florecimiento comercial de Chayanta durante el siglo
X I X .25
Un examen del cuadro 1 muestra un hecho sobresa­
liente: mientras que algunos ayllus (M acha y Pukwa-
ta, por ejemplo) ocupan tierras en la puna, chawpiranci
(región intermedia: “cabeza de valle”) y valle, consti­
tuyendo dos franjas verticales continuas que bajan des­
de las alturas hasta la zona cálida, otros ayllus sólo
ocupan tierras en los cantones correspondientes a los
dos polos climáticos y, por lo tanto, no disfrutan de un
control sobre un territorio unificado. Para estos ay­
llus la “comunidad” propiamente dicha abarca dos áreas
geográficas discontinuas.

Además, se notará que muchos cantones albergan a


más de un ayllu en su jurisdicción: la frontera entre
dos ayllus puede pasar por el centro de un solo can­
tón. En los cantones de valle se encuentra hasta cua­
tro ayllus, cuyos integrantes ocupan terrenos dentro de
la jurisdicción de un solo corregidor, puesto que en
las zonas de valle los ayllus están “mezclados” ( chaj-
rusqa dicen los indios actualmente). Se trata de una
superposición administrativa, derivada de las doctri­
nas coloniales, que desconoce la existencia de formas

25. Hemos com probado estadísticam ente (P la tt 1 9 8 2 ) que en


1 9 7 8 los productores campesinos de la región con mayores ven­
tas agrícolas coincidieron tendencialm ente con aquellos que m an­
tenían el cultivo en puna y valle. E l argum ento que hoy se
utiliza para privarles de sus tierras lejanas es, precisam ente, que
son tierras correspondientes a otros cantones, provincias o depar­
tamentos. L as bases de esta argum entación ya empiezan a per­
filarse en la Revisita de 1843.
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alternativas para organizar el espacio y la población en
el Norte de Potosí.
Los ayllus que aparecen en el cuadro 1 estaban com­
puestos por un gran número de ayllus subsidiarios, con
una jerarquía interna que variaba de un ayllu a otro
(Platt 1978c, Harris 1978b). Macha, Pukwata, Murumu-
ru, Sakaka y algunos ayllus de menor importancia se
dividían en dos parcialidades llamadas Aransaya y
Urinsaya, y cada parcialidad se subdividía en un nú­
mero variable de ayllus menores. Cada ayllu menor es­
taba constituido por otros ayllus más pequeños, llama­
dos cabildos, que representaban las unidades impositi­
vas mínimas por encima de la unidad doméstica. Aho­
ra bien, las tierras de valle correspondientes a un ay­
llu grande se repartieron entre los distintos cabildos
y sus miembros. En cada nivel de segmentación se
produjo una duplicación de los ayllus entre los dos po­
los climáticos de la provincia de Chayanta. Dentro de
los cabildos, las unidades domésticas de la puna se
agrupaban en estancias, que generalmente representa­
ban las casas correspondientes a los descendientes de
un antepasado común, mientras en el valle las casas se
construían aisladamente en la parte central de los mai­
zales familiares. Este esquema general, que sufre mo­
dificaciones en cada caso concreto, sigue constituyen­
do la base del ayllu norpotosíno de nuestros días.

Para el revisitador lo esencial era establecer la ca­


tegoría tributaria correspondiente a cada unidad do­
méstica, dejando a las autoridades indígenas la tarea
de recoger la tasa mediante ceremonias semestrales
de cobranza y entregar el monto final al corregidor del
cantón de residencia de la máxima autoridad indígena.
Más adelante se trataría de las modificaciones produ­
cidas en el sistema actualmente en vigencia. Por el mo­
mento debe destacarse la autonomía relativa de las au­
toridades de los ayllus, tanto en la recolección del tri­
buto entre los comuneros, como en la entrega de infor­
mación tributaria a las mesas revisitadoras.
¿Cuáles fueron, pues, las categorías tributarias que
tanto preocupaban a las mesas revisitadoras? E l re­
glamento de 1831 sólo reconocía tres categorías de con­
tribuyentes :
“El padrón, como queda dicho, comprenderá só­
lo las dos clases principales de originarios y fo­
rasteros con tierras, y forasteros sin ellas. . 26

Dalence, al estimar la población contribuyente total del


país en 1846, también divide a los contribuyentes en
tres categorías aunque cambia la denominación de “fo­
rasteros con tierras”, utilizada en el Reglamento, por
“agregados con tierras”:
“E l número de los comuneros con tierras es de
48,295 jefes de familia, el de agregados con tie­
rras de 57,837 y el de forasteros sin tierras
31,972”. 27
Sin embargo, al definir las categorías reemplaza el tér­
mino “agregado” por “forastero”:
“En el ejido posee por asignación cada jefe de fa­
milia originaria, tierras bastantes para los sem­
brados y los pastos comunes. A más de los ori­
ginarios hay agregadas a las comunidades mu­
chas familias que llaman forasteros con tierras;
o sin ellas, según se las hubiesen asignado o no.
A estos últimos les dan mielgas en sus eras, los
que las tienen bajo la condición de que los ayu­
den en las siembras y cosechas”. 28
Se notará que, en la definición de Dalence, incluso
los “forasteros sin tierras” tienen un acceso limitado a

2 6 . Flores M oncayo (C o m p .), 195 3 .


2 7 . D alence, op. cií.
2 8. Ibid.
la tierra de algún titular, a cambio de algunas presta­
ciones de servicio en épocas en que se requiere de
abundante mano de obra debido al ciclo agrícola.
Los actuales datos etnográficos recogidos en el
campo norpotosino confirman esta categorización tri­
ple de la población contribuyente. Citemos aquí la de­
finición que hemos propuesto en otro trabajo (Platt
1981) de las tres categorías mencionadas.
“En una primera categoría se agrupan los origina­
rios supuestamente descendientes de los comunarios
reconocidos durante los primeros repartimientos colo­
niales del siglo XVI. Durante los siglos posteriores,
los indios que podían mostrarse emparentados patri-
linealmente29 con los beneficiados de estos reparti­
mientos originales, eran llamados “originarios” y se les
reconocía un derecho seguro e inalienable de posesión
sobre sus predios, siempre que cumplieran estricta­
mente sus obligaciones frente a la comunidad mayor y
frente al Estado. Demás está decir que, en los empa­
dronamientos que venían practicándose regularmente
desde entonces, no todos los que aspiraban al estatus
de “originario” podían demostrar su derecho con evi­
dencias genealógicas: existía, pues, la posibilidad de
adscribir a esta categoría a otros individuos, foraste­
ros o recién llegados, siempre que contaran con la auto­
rización de los otros originarios. Al lado de esta cate­
goría de usufructuarios, con posesión supuestamente ab
inicio, pero condicionada por su pertenencia a la comu­
nidad, se encontraba otra categoría de campesinos que
se habían adscrito al ayllu para cultivar en sus tierras
sobrantes, contribuyendo así a reforzar la población
con que las autoridades indígenas podían contar para
hacer frente a las múltiples obligaciones impuestas por
el Estado. . . se les llamó agregados y se les pedía una

2 9 . V e r , p a r a la t r a n s ic ió n h a c ia e l s is t e m a p a t r ilin e a l im p u e s ­

to p o r lo s e s p a ñ o le s , R iv e r a y P la t t 1 9 7 8 .
contribución tributaria menor, en relación con el me­
nor tamaño del predio asignado. . . sus derechos eran,
además, menos estables, y en caso de conflicto con los
originarios sobre linderos territoriales, podía aducir­
se contra ellos su condición de allegados, con el fin de
debilitar su posición jurídica”.
“Una tercera manera de acceder a la tierra, también
reconocida por las mesas revisitadoras, fue aún más
precaria: los llamados kantu runas (quechua; witu jaqi
en aymará), no disponían de ningún derecho propio a
la tierra que cultivaban, más allá que el usufructo que
les concedían los titulares de ella, sean estos origina­
rios o agregados. En recompensa por el favor mostra­
do por estos titulares, al permitirles cultivar en los
márgenes de sus posesiones, los kantu runas (literal­
mente hombres del margen), debían cancelar algunos
pocos servicios a favor de los titulares, y ofrecer algu­
nas prestaciones laborales al Cura local en representa­
ción de la comunidad de su residencia. Desde 1874 se
ofreció eximir a los forasteros sin tierras de toda con­
tribución indígenal”.
“En principio, los forasteros y agregados disponían
de una superficie menor que los originarios, y el actual
curaca octogenario de Macha (Aransaya) me ha infor­
mado que solamente los originarios tenían acceso a tie­
rras en los dos polos ecológicos ( puna vallentin)”.
Esta observación debe llevarse más lejos: sería más
correcto decir que cada ayllu mínimo o cabildo se cons­
tituyó a partir de un número limitado de “tierras de ori­
gen” y otras “tierras sobrantes”, además de los pastiza­
les para el uso colectivo de sus miembros. La calidad
de “originario” no correspondía estrictamente a un in­
dio por sus características genealógicas, sino simple­
mente por ocupar uno de los “terrenos de origen” del ay­
llu. Este terreno estaba formado por un gran número
de parcelas, cultivadas o en descanso, distribuidas a tra-
ves de una gama de mícroclimas hasta abarcar tierras
lejanas en la zona cálida del valle.
Ahora bien, en un sistema de producción basado pre­
dominantemente en la mano de obra familiar, el área del
“terreno de origen” bajo cultivo efectivo, o al menos in­
corporado a los ciclos de rotación, dependería del nú­
mero de productores —que generalmente significaría el
número de hijos en edad productiva— a disposición de
cada familia campesina. Además, un “terreno de origen”
tendría que fraccionarse cuando los hijos se independi­
zaban económicamente y establecían sus propias unida­
des domésticas de producción. Así, un solo “terreno de
origen” podría cultivarse parcialmente por una familia
pequeña, o llegar alternativamente a sustentar a varias
familias, según el ciclo de desarrollo doméstico y según
el número de descendientes del “originario” empadrona­
do en aquel terreno (Platt 1982).
De acuerdo con la información recogida en Macha,
un “terreno de origen” fraccionado entre dos hijos se
convertiría en un número igual de “terrenos agrega­
dos”. En estos casos los “agregados” no tendrían necesa­
riamente un origen foráneo, sino que serían simple­
mente los campesinos que ocupaban una fracción de un
“terreno de origen”, aun si su padre había sido “origina­
rio”. Igualmente, un “forastero sin tierras”, o kanturli­
na, no era necesariamente un allegado a la comunidad:
los nietos del “originario” podían establecerse en los
“márgenes” del terreno (de allí la palabra kanturuna)
y ofrecer ayuda ocasional al único tributario del grupo
familiar extendido, o a su padre “agregado”, siempre
que se hubiese producido la división formal del predio
originario. Esta situación ocurriría cuando la fuerza
de trabajo de las familias “agregadas” aún no alcanzaba
a incorporar al cultivo toda la superficie del predio
“originario”. Pero la muerte del padre “agregado” pro­
duciría un cambio en el status tributario del kanturn-
na, convirtiéndose en “agregado” al asumir el cqntrol
de la parte que le correspondía dentro del predio de su
padre (Platt 1982).
La situación descrita no excluye la posibilidad de
adscribir a “agregados” o “forasteros” de origen forá­
neo, en los márgenes de los “terrenos de origen”, o en
las “tierras sobrantes”. La rápida repoblación de la
provincia de Chayanta después de la epidemia de 1856
sólo pudo lograrse debido a la asimilación de una masi­
va población inmigrante, cuyos orígenes sería muy im­
portante investigar. Lo que queremos destacar es que
las categorías tributarias se establecían más por el ta­
maño de la tierra ocupada (aunque no necesariamente
cultivada), que por las características genealógicas de
la población. Sobre todo, es importante reconocer la im­
portancia de los cambios de categoría según el balance
hombre-tierra en cada localidad específica.
Los expedientes de las mesas revisitadoras mues­
tran varios casos de estas recategorizaciones. Ya en la
revisita de 1816 encontramos anotaciones marginales
que señalan el traspaso de “originarios” y “agregados”
a la categoría inversa. Estos traspasos se encuentran,
en primer lugar, entre los contribuyentes de un solo
ayllu, sin implicar un cambio de residencia, y posible­
mente deban atribuirse a las consecuencias del ciclo de
desarrollo doméstico que acabamos de señalar. Tam­
bién ocurren traspasos entre ayllus subsidiarios de un
gran ayllu. Así, un “agregado” de Sullcata se convir­
tió en “originario” de Collana, dentro del gran ayllu
Kharacha. Finalmente, se dan casos cuando un “agrega­
do” de Kharacha se transforma en “originario” de otro
gran ayllu, el de Aymaya. En este caso se trata de
acuerdos entre los curacas y jilancos de diferentes ay­
llus, ratificados por la mesa revisitadora, para lograr
una redistribución de la población tributaria de acuer­
do con la tierra disponible en cada ayllu.
Se encuentra más ejemplos en los expedientes de la
Revisita de 1863. En un momento, el contador fiscal re­
clamó por la ausencia de un terreno de origen en los pa­
drones elaborados por el apoderado fiscal. El apodera­
do contestó que:
“El [terreno] conocido con los nombres de Opari
y Yampara se ha dividido para dos agregados del
mismo aillo, la primera mitad ha tomado Petro-
na Chivari i la segunda Jiliana Fernández. Las
tierras de Quichiquichi se ha dividido también
para los agregados Mariano Puma i Juan Gonza-
les. No hai falta de tierras sino aumento de con­
tribución pues; que en lugar de once originarios
i veintinueve agregados que tenía este aillo, hoi
consta de nueve originarios i treinta i tres agre­
gados”. 30

Esta cita es un ejemplo de un principio general, se­


gún el cual un aumento en la población contribuyente
implica una reducción relativa en el número de origi­
narios, cuando la presión demográfica no permite esta­
blecer nuevos “terrenos de origen”. Sin embargo, la si­
tuación determinó un aumento en el monto tributario to­
tal, dado que mientras un originario pagaba 9 pesos 6
reales cada año, el agregado pagaba 7 pesos.
En el mismo año también se observa la conversión
de un “agregado” en “originario”, al quedar empadrona­
do en el “terreno de origen” de un ausente:
“José Santos Collque pasó a originario por ausen­
cia de Mercedes Huaihua, sin que nadie lo haya
reemplazado en su clase de agregado, por no te­
ner ningún terreno, así como no lo tienen muchos
indígenas del aillo. . .”. 31

3 0 . R e v is it a d e C h a y a n t a , 1 8 6 3 . R e v is it a s N 9 2 1 5 , A N B , S u c r e .

3 1 . Ibid.
Es discutible si muchos agregados del ayllu realmente
carecían de tierras. Lo más probable es que se trate
de una ficción legal para evadir las obligaciones tribu­
tarías, que presentaría la ocupación de una fracción de
un “terreno de origen” como carencia de tierras. Otra
interpretación parece sugerir la pérdida del “terreno
agregado” por derrumbes, tal como se comprueba en los
expedientes correspondientes a la Revisita de 1877. Pe­
ro debe reconocerse la incapacidad de la mesa para de­
terminar la existencia de algunos terrenos:
“Los terrenos de Alzuri i Machacamarca de agre­
gados i pertenecientes a los finados Hilarión Ala-
vi i Manuel Tola no han sido destinados [a otros]
por no haberse podido esclarecer su existencia,
porque los indios ocultan la verdad cuando se
trata de tierras, sin que se haya encontrado me­
dios eficaces para evitar ese fraude”. 32

Nuevamente:
. .hay muchos agregados especialmente en este
cantón cuyos terrenos no están señalados en el
libro de la matrícula pasada, ya porque los ocul­
tan, ya porque verdaderamente no los poseen”. 33

Pese a que algunos revisitadores crearon nuevas cate­


gorías de “agregados sin tierras” y “forasteros con tie­
rras”, creemos que esta ampliación de la categorización
triple ya señalada proviene, en la mayoría de los casos,
de confusiones probablemente fomentadas por los mis­
mos indios.
La pérdida de su terreno, por razones no especifica­
das, también pudo obligar a un originario a convertirse
en forastero.

3 2 . R e v is it a d e C h a y a n t a , 1 8 6 3 . R e v is it a s N " 2 1 5 , A N B , S u c re .

3 3 . Ibid.
“El originario Mariano Robles justificó ante la
mesa que no existe el terreno Vilani-pampa. .. [y]
se resignó a pasar a la clase de forasteros sin
tierras.. 34

Nosotros interpretaríamos este cambio como la reubi­


cación del originario por el curaca como kanturuna en
el margen de otro “terreno de origen”.
Otra situación que motivó consultas por la mesa re­
visitadora de 1863 fue la posesión de tierras del ayllu
por algunos “españoles” y “mestizos”, donde la definición
de “raza” dependía de la categoría social expresa en las
partidas de bautizo, más que de un hecho genético. En
una resolución del 30 de setiembre de 1863 se contestó
a la consulta determinando que:
“los individuos que no pertenecen a la raza indi-
genal deben ser escluidos del repartimiento de
tierras comunes y de la matrícula de contribu­
yentes. . . [y] que todas las propiedades territo­
riales que se hallan poseídas usurpativamente
por individuos de otra raza. . . deben venderse en
pública subasta”. 35

Esta resolución anticipó una cláusula de la Ley de Ex­


vinculación de 1874, que suscitaría graves problemas,
como se verá en el capítulo siguiente. Sin embargo,
una aplicación demasiado literal de la ley hubiera sig­
nificado una pérdida de los ingresos del fisco, por lo
que generalmente la mesa revisitadora llegó a un com­
promiso prudente:
“. . .los pocos españoles i mestizos que aparecen
por tierras han sido concervados en ellas a fin
de que sigan produciendo en provecho del Erario

3 4 . R e v is it a d e C h a y a n t a , 1 8 6 3 . R e v is it a N 9 2 1 5 , A N B , S u c r e .

35. Ibicl.
hasta el momento de ser vendidas por el Subpre-
fecto de aquella provincia”. 36

Pese a que la ley determinaba que la herencia de la


tierra era exclusivamente para varones mayores de 17
años, la amenaza que representaba la epidemia de 1856
para los ingresos fiscales, llevó al apoderado fiscal de
1863 a considerar en el status de contribuyentes a mu­
jeres y menores. Con esta decisión, el apoderado sólo
estaba confirmando una práctica establecida entre los
ayllus de Chayanta aún vigente, según la cual las mu­
jeres podían heredar la tierra en ausencia de un here­
dero varón. Así, el apoderado declaró que había
“matriculado a los niños, niñas, viudas y muje­
res solteras que poseen tierras, por haberlas en­
contrado matriculadas también en las dos Revi­
sitas anteriores, a las que me he sujetado. . . es­
ta práctica es desde tiempo inmemorial: ella se
halla en uso en toda la provincia de Chayan­
ta. . .”. 37

Esta costumbre debe relacionarse con la asociación de


los predios con familias determinadas, hoy en Macha se
sigue hablando de “Willka tasa”, “Mamani tasa”, etc., pa­
ra señalar los predios y sus poseedores tradicionales.
Este fenómeno explicaría por qué en 1863
“. . .los menores, viudas y solteras. . . solicitan
[las tierras de orijen] con avides, sin permitir
que pasen a manos extrañas”.

Grieshaber ha calculado que en 1859 había 1,306 muje­


res y menores matriculados como contribuyentes, o sea
el 9.4% de todos los contribuyentes de la provincia. En
1863 esta cifra se mantenía en 9.3% del total (Gries­
haber 1977).

3 6 . R e v is it a d e C h a v a n t a , 1 8 6 3 . R e v is it a s N " 2 1 5 , A N B , S u c re .

37. Ibid.
Es tal vez significativo que, mientras en 1863 nin­
gún forastero aparece convertido en agregado, en 1877
esta forma de conversión parece ser la más común. Co­
mo sugerimos más adelante, esta tendencia puede ex­
plicarse a partir de la recuperación de los niveles de­
mográficos anteriores a la epidemia de 1856. En los ex­
pedientes de la Revisita de 1877 vemos claramente có­
mo el forastero podía empezar habilitando tierras no
reclamadas o “sobrantes”. En el caso de Martín Espa­
dero, del ayllu menor Alapicha del gran ayllu Macha
(cantón Chayrapata), sus terrenos
“. . .antes fueron yermos o poromas que no perte­
necían a ningún individuo”. 38

Solicitando, a su vez, su conversión en agregado “pa­


ra mayor garantía de sus posesiones”. Es importante
notar que su conversión se había preparado con antici­
pación, pues como parte de la solicitud presentaba un
documento firmado por el maestro de postas, certifi­
cando su servicio en la posta, servicio que pertenece
únicamente a los agregados y no a los forasteros”:
“El indígena Martin Espadero de la Parcialidad
Aransaya, Doctrina de Chairapata, Aillo Alapi­
cha, su Cavildo Lurucachi, a servicio en la posta
seis meses y dies dias por haberle ordenado su
Segunda Diego Aguilar, por los terrenos que ocu­
pa nominados Guañacochi y dos Chancharis chi­
cos con la condición de pagar su tributo de tres
pesos cuatro reales [semestrales] en clase de
agregado. . .”. 39

Vale la pena destacar la curiosa combinación de pa­


labras: por una parte su “segunda” le “ordena” servir
en la posta, con la “condición” de pagar el tributo co-

3 8 . R e v is it a d e C h a y a n t a , 1 8 6 3 . R e v is it a s N 9 2 1 5 , A N B , S u c r e .

3 9 . R e v is it a d e C h a y a n t a , 1 8 7 7 . R e v is it a s , A N B , S u c r e .
rrespondieqte a los “agregados”. Lo qué el Segunda con­
sidera una-“obligación” es para Martín Espadero un fa­
vor concecftder^a-^earnbio de cancelar- el ntrevo trfbuto.
Es fácil reconstruir la secuencia de los acontecimien­
tos. Evidentemente la condición de “forastero” no ofre­
cía garantía alguna para asegurar la tenencia. Martín
Espadero se acerca a su “Segunda”, quien ofrece res­
paldar su reclamo en la próxima Revisita, pero le acon­
seja que anticipe el traspaso modificando sus presta­
ciones al Estado. Una primera condición consiste en el
alza del tributo al nivel de los 7 pesos anuales exigidos
a los “agregados”. Cumplido este requisito, el curaca
ordena formalmente al nuevo agregado que cumpla con
sus servicios al Estado en el Tambo de Ocurí (proba­
blemente Qulqapujyu). Lo importante —y volveremos
en detalle a las actitudes subyacentes en el capítulo
3— es que para Martín Espadero los servicios ofreci­
dos al Estado lo comprometen a reconocer el status
tributario correspondiente. Así presenta formalmente
su solicitud:
“Martin Espadero, viudo de la clase de forasteros
del Aillo Alapicha. .. espongo que. .. deseando ro­
bustecer el derecho de propiedad he servido 6
meses en el Tambo de Ocurí, siendo así que es­
te serbicio pertenece únicamente a los agrega­
dos y no a los forasteros. . . pido que se me pa­
se a la clase de los agregados en mi mismo Ai­
llo. . . cumplo con mi deber, pues no hago más
que aumentar mi contribución cuando antes pa­
gaba veinte reales, poseyendo siempre el mismo
Terreno: el fin que me propongo es dar aumento
al Erario Nacional i nada m as.. . ”. 40

Muchos otros ejemplos de conversión de forasteros


en agregados existen para esta misma fecha, la mayo-

40. Revisita de Chayanta, 1877, Revisitas, ANB, Sucre.


lía aparentemente en Macha. En todos los casos no se
trata de un cambio de residencia o parcela, sino sim­
plemente de la modificación del derecho de posesión:
. .teniendo cada uno posesión esclusiva de te­
rrenos de Comunidad. . . poseen sus terrenos por
suseción a sus antepasados”,

aunque probablemente los “antepasados” no eran sino


sus padres inscritos como “forasteros” después de la
epidemia de 1856. El Revisitador siempre consulta con
las autoridades indígenas ( “Segunda, Alcaldes e Ylan-
co Gobernador, todos del mismo Cabildo”), quienes
“. . .expresaron uniformes que los indijenas recla­
mantes poseen pacificamente sus terrenos sin
cuestión alguna desde la ultima Revisita”. 41

Es evidente que la mesa revisitadora casi nunca to­


ma una decisión sin consultar a las autoridades indíge­
nas, recolectores del tributo y jueces internos, quienes
son así los agentes del “gobierno indirecto”, y el eje ar-
ticulador entre el Estado y los ayllus.
Examinemos algunos indicios cuantitativos respecto
al significado de las categorías tributarias, que ilus­
tran lo hasta aquí expuesto. Una aproximación global
de los cambios de categoría la ofrecen las cifras de la
Revisita después de la epidemia de 1856, cuyas conse­
cuencias para el número de contribuyentes pueden ver­
se en el cuadro 2. E l empadronamiento de 1858 mostró
un descenso en la población contribuyente de Chayan-
ta, de 13,600 en 1843 a 12,900 en 1858. Este descenso
se reproduce entre agregados, forasteros y colonos de
las haciendas. Sin embargo, se observa un ascenso en
el número de originarios. Obviamente, la peste no fa­
vorecería a/ninguna categoría: debemos concluir, pues,

41. Revisita de Chayanta, 1877. Revisitas, A NB, Sucre.


CUADRO 2

que muchos sobrevivientes de las otras categorías se


convirtieron en originarios, pasando a ocupar los terre­
nos de los muertos, o creando nuevos “terrenos de ori­
gen” en las “tierras sobrantes”, habilitadas por los fo­
rasteros en años anteriores.
Entre 1858 y 1863 el mismo cuadro muestra una re­
cuperación global de la población, reflejada en todas las
categorías con la excepción de los originarios, cuya ta­
sa de aumento empieza a nivelarse. Esta tendencia se
confirma entre 1863 y 1877, cuando disminuye el núme­
ro de los originarios frente a un enorme aumento de la
población global. Simultáneamente se observa una dis­
minución en el número de forasteros, compensándose
esta doble disminución por un aumento notable en el nú­
mero de los agregados y de los colonos de las hacien­
das. Por una parte, este resultado confirma la parcela­
ción de algunos “terrenos de origen”, que ya hemos co­
mentado. Además, la disminución del número de foras­
teros sugiere que muchos se habían convertido en
“agregados”, siguiendo el procedimiento señalado. Al re­
cuperarse los niveles demográficos veinte años después
de la epidemia de 1856, es probable que los hijos de los
forasteros que inmigraron a los ayllus norpotosinos du­
rante los primeros años de despoblación, prefirieran
buscar esta recategorización para consolidar sus débi­
les derechos de hijos de allegados.
Naturalmente, este cuadro global debe desglosarse
para tomar en cuenta los procesos internos de determi­
nados ayllus. En el cuadro 3 se aprecia los cambios
en la población global y en las categorías tributarias
para ocho ayllus norpotosinos entre 1843 y 1877. Un
primer examen confirma una de las conclusiones del pá­
rrafo anterior; en todos los casos, a través de los años
se modifica la proporción de la población global repre­
sentada por los originarios en un sentido inverso al mo­
vimiento de la población global. Se trata de la propor­
ción, no del número absoluto. Frente a un aumento de­
mográfico general también puede producirse un leve
aumento en el número de “terrenos de origen”, en la me­
dida que la tierra disponible permite a las autoridades
indígenas y revisitadores crear nuevos “terrenos de ori­
gen” en las “tierras sobrantes”. Sin embargo, el aumen­
to de los “terrenos de origen” es siempre menor al au­
mento de los terrenos correspondientes a las otras dos
categorías.
Aparte de esta característica general, la situación in­
terna de los diversos ayllus es sumamente variada. Cua­
tro ayllus —Chayantaka, Laymi, Qhana y Sikuya— decla­
raron no tener forasteros en ninguno de los años cita­
dos, mientras que los Jukumanis sólo empezaron a te­
ner población forastera durante este periodo. Los Ma­
cha, por otra parte, durante los años de la Revisita tu­
vieron siempre una mayoría absoluta de forasteros,
mientras que sus “terrenos de origen” eran insignifi­
cantes. Finalmente, los Pukwata mantuvieron una ma­
yoría relativa de originarios en todos los años de Re­
visita, pese a tener una población casi tan numerosa
como los Macha, y el número de “terrenos de origen”
muestra un fuerte aumento entre 1843 y 1877 (aunque
el movimiento proporcional de sus originarios se ade­
cúa a la tendencia ya indicada). Estas diferencias pue­
den reflejar distintas estrategias de sus curacas. Es
probable que los Jcanturuna de Chayantaka, Laymi, Qha­
na y Sikuya no se empadronaran, o que se incluyeran
en la categoría de agregados. Parece más conveniente
sustentar antes una hipótesis más fácil de evaluar: las
diferencias en la relación hombre-tierra dentro de ca­
da ayllu. La diferencia entre Macha y Pukwata, por
ejemplo, se explicaría en caso de que la presión sobre
la tierra, y por tanto el fraccionamiento de los “terre­
nos de origen”, haya sido mucho más fuerte en Macha.
Igualmente, el exceso de tierras en Pukwata explicaría
el aumento importante de “terrenos de origen” en ese
ayllu entre 1843 y 1877. La evaluación rigurosa de esta
hipótesis permitiría, simultáneamente, resolver un pro­
blema de primera importancia: no se sabe aún cómo
los Padrones de Revisita reflejan la posibilidad del cul­
tivo bizonal, en puna y valle, por una familia originaria.
Si se procediera a la reconstrucción de genealogías con
los datos de las Revisitas de diferentes años, sería po­
sible detectar la relación entre el ciclo de desarrollo do­
méstico y la redistribución de los “terrenos de origen”
Originarios, agregados, forasteros :
caso de 8 ayllus
cambios relativos entre 1843 y 1877 en el

ORIGINARIOS agregado s FORASTEROS TOTAL


AYLLU AÑO
°/ o N? °/ o N<? % N? %

647 32.4 1317 66 1997 100


1843 33
OJ 1.6
667 37 1100 61.2 1800 100
1853
i o d 1.8
MACHA 491 26 1369 72.2 1894 100
4 O/ “i
1863 I d 1.8
831 32.5 1690 66 2560 100
1877 39 1.5

549 85.5 0 0 642 100


1843 93 14.5
440 84 0 0 525 100
1858 85 16
CHAYANTAKA 541 85 0 0 635 100
1863 94 15
652 86 0 0 761 100
.1877 109 14

38.4 451 37 300 24.6 1220 100


1843 469 100
501 30 552 33 1683
1858 630 37
PUKWATA 776 42 437 23.6 1848 100
1863 635 34 4 o t o A'X ? 2^ 2 4 4. 2 1 4 9 l o o . 1
i a~7~7 704 737 ~7

1843 108 11 520 54 332 35 960 100


M URUM URU 1858 107 1 0 .7 520 5 2 .3 368 37 995 100
1863 94 8.8 541 50.6 433 40.5 1068 99.9
1877 107 8.8 566 47. 538 44 1211 99.8

1843 321 44 403 56 0 0 724 100


LAYMI 1858 318 43 415 57 0 0 733 100
1863 346 53 301 46.5 0 0 647 99.5
1877 328 37 553 63 0 0 881 100

1843 129 44 163 56 0 0 292 100


JUKUMANI 1858 126 39 151 47 45 14 322 99
1863 ? ? ? 2
1877 136 34 160 40 104 26 400 100

1843 117 25 346 75 0 0 463 100


QHANA 1858 116 29 282 70 0 0 398 99
1863 119 26 339 74 0 0 458 100
1877 126 23 428 77 0 0 554 100

1843 62 22 216 78 0 0 278 100


SIKUYA 1858 60 22 216 78 0 0 276 100
1863 59 20 235 80 0 0 294 100
1877 63 19 265 81 0 0 328 100

Fuente: Revisitas, ANB Sucre.


entre las familias descendientes de un antepasado “ori­
ginario”. Posteriormente, sería necesario graficar las
parcelas especificadas en la revisita, a través del tra­
bajo de campo, para poder relacionar las genealogías
reconstruidas con la disponibilidad de tierra dentro de
cada ayllu.
Se ha dicho ya que el área efectivamente cultivada
por cada unidad familiar dependería, en la mayoría de
los casos, de la fuerza de trabajo doméstica a disposi­
ción de cada unidad. Esto significa que una numerosa
familia de agregados podrá cultivar una extensión ma­
yor que una pequeña familia de originarios. Para el ca­
so del cantón Murumuru, en 1885 el Revisitador de Cha-
yanta, don Narciso de la Riva, señala una situación que
puede haber surgido de este tipo de estructura fami­
liar:
“. . .según las mensuras practicadas por el Agri­
mensor Justo Leigue Moreno la capacidad de los
terrenos ocupados por los llamados agregados es
inmensa y de un valor considerable, mayor quizá
a todo un orijen: estos grandes terrenos se hallan
poseidos bajo el régimen individual; y sin embar­
go los ocupantes se llaman agregados debiendo
llamarse oripnarios” (Riva 1885).

Sin embargo, no debe olvidarse el acceso a la fuerza


de trabajo extra-familiar de acuerdo con los mecanis­
mos de la reciprocidad andina. La forma más generali­
zada hasta hoy sigue siendo el ayni, gama de servicios
entre unidades familiares mutuamente comprometidas.
Además, las unidades con mayores niveles productivos
pueden celebrar chuqhus, “fiestas” de trabajo colectivo,
en las que el oferente reparte coca, chicha y comida.
En el siglo X IX debe mencionarse también los “servi­
cios” ofrecidos a cada curaca —y tal vez a las autorida­
des indígenas menores— por los indios bajo su mando.
En el contexto del comercio triguero de las primeras
décadas de la República, sería importante preguntar
hasta qué punto algunos grandes productoíes se habían
liberado de la dependencia de la fuerza de trabajo fami­
liar y recíproca para contratar minie as, jornaleros re­
munerados con una parte de la cosecha. De todos estos
factores dependería la superficie efectivamente cultiva­
da por cada familia, y sería erróneo suponer que los
originarios necesariamente cultivaban más tierras que
las otras categorías. La ventaja que favorecía a los ori­
ginarios, según el testimonio del actual curaca de Ma­
cha (Aransaya), sería el acceso a tierras en ambas zo­
nas ecológicas, puna y valle.
Parece probable que los curacas contaran con la ayu­
da “ocasionar de forasteros o agregados asentados en
los márgenes de las “tierras de origen”. Este acceso
privilegiado a la fuerza de trabajo de los allegados per­
mitiría el desarrollo de niveles de producción y comer­
cialización superiores a los alcanzados por los indios
comunes. Tal situación la sugiere el Revisitador de Tin-
quipaya, en 1901, cuando denuncia que:
“. . .se tiene conocimiento que los principales de
este Cantón poseen grandes propiedades al am­
paro de arrimantes agregados i forasteros, quie­
nes hacen todo el servicio a que están obligados
los originarios, a la vez que contribuyen al pago
contribucional. En mérito de estas porciones que
relativamente son grandes, no quieren que el Go­
bierno conozca la riqueza territorial. . . ”. 42

Para las futuras investigaciones será de gran im­


portancia el análisis más preciso de las formas de ac­
ceso que tuvieron los curacas norpotosinos a la tierra
y a la fuerza de trabajo. ¿Existía una tendencia hacia

42. Archivo Histórico de Potosí, P refectu ra D epartam ental N°


3 0 2 8 (Tinguipaya, 3 de diciem bre de 1 9 0 1 ). Casa de la Mone­
da, Potosí.
el uso de mano de obra asalariada en tierras “de comu­
nidad”, efectivamente privatizadas por el curaca? (cf.
Rivera 1978c). El comercio triguero ¿se basaba en el
acceso al trabajo colectivo de todo un cabildo, o a las
prestaciones laborales de agregados y forasteros en tie­
rras que todavía se consideraban como pertenecientes
a la comunidad? Podemos postular también la coexisten­
cia conflictiva de ambos modelos. Finalmente, —y sin
desmedro de la vigencia simultánea de las situaciones
ya tipificadas— podemos preguntar si los curacas no
fueron simplemente individuos privilegiados dentro de
una capa mucho más amplia de “indios ricos”, cuya ri­
queza derivaba principalmente de un acceso coyuntura!
a “tierras de origen” en puna y valle, de acuerdo con
mecanismos de redistribución generacional dentro de
cada linaje patrilineal, tal como hemos sugerido en otro
trabajo para comprender la situación actual (Platt 1981).
Lo cierto, sin embargo, es que ningún modelo podría
dar cuenta exhaustiva de la realidad, si no llega a seña­
lar las tendencias hacia el cambio en las relaciones de
producción norpotosinas que se estaban gestando antes
que el modelo liberal del “progreso” lograra hundir la
economía regional en una crisis de la que todavía no
se ha recuperado.
El auge comercial de Chayanta desapareció con la
victoria de las políticas librecambistas. Grieshaber ha
mostrado el enorme incremento de las importaciones a
Bolivia de trigo y harina chilenos desde poco antes de la
Guerra del Pacífico. E l trigo importado aumentó de
658,490kilos en 1861, a 2’543,730 kilos en 1877-78 (Gries­
haber 1977), sentando las bases para la dependencia na­
cional respecto al trigo extranjero, que se mantiene has­
ta el presente. En 1885, Narciso de la Riva denunciaba
la falta de producción comercial en Chayanta, atribu­
yéndola al ^‘aislamiento comunitario” que, supuestamen­
te, obligaba al indio a apartarse de los circuitos de in­
tercambio mercantil (ver anexo 2 ). Pero el programa
liberal no solamente destruyó las condiciones mercan­
tiles protegidas en que la producción triguera pudo sos­
tener un proceso de “desarrollo” regional. También bus­
có desmantelar todo el edificio de la sociedad regional,
disolviendo los ayllus y reemplazándolos por la pequeña
propiedad privada como un paso previo a la expansión
de un “capitalismo agrario”. Se trató de un intento muy
ambicioso de reforma agraria, precursor de la legisla­
ción “revolucionaria” de 1953. En el fracaso de este pri­
mer proyecto de transformación “impuesta”, podemos
ver los orígenes de la situación ambigua de “vacío ju­
rídico” que hoy caracteriza la tenencia de la tierra y
las formas de trabajo en el Norte de Potosí.
El fracaso de la política agraria liberal en el nor­
te potosino representa un caso más del fenómeno que
ha llamado la atención de los investigadores
O del sido
O
X IX boliviano: la expansión limitada de la gran propie­
dad rural fuera del altiplano norte de La Paz (Rivera
1978b). Algunos autores (por ejemplo, Grieshaber 1977,
Bonilla 1981) han atribuido la falta de dinamismo de la
expansión terrateniente al lento crecimiento de la po­
blación urbano-minera, y con ello del mercado para pro­
ductos agropecuarios. Esta sugerencia debe examinar­
se comparándola con el aparente éxito de los exporta­
dores chilenos de trigo y harina al conquistar los mer­
cados altiplánicos. En lo que se refiere a estos artícu­
los, la presencia de un fuerte competidor debe haber
tenido un efecto desalentador. Volveremos más adelan­
te sobre las razones del fracaso del “proyecto liberal”
de reforma agraria, orientado a fomentar la expansión
de la gran propiedad rural. Las encontraremos tanto
en los cambios en la estructura de los ingresos fisca­
les, como en la ruptura de la legitimidad pre-existente
del Estado frente a los ayllus. Sin embargo, puede de­
tectarse el sustento económico tras la masiva resisten­
cia indígena. Si el comercio triguero de los ayllus de
Chayanta pudo efectivamente desarrollarse en el pía-
no de las exportaciones interregionales, cabe pregun­
tarse si la movilización campesina no representó un re­
chazo, en los puntos regionales de producción, frente a
una política que amenazaba con derrumbar toda la com­
pleja estructura socioeconómica elaborada por los ay-
llus y sus curacas desde el siglo X V III (por lo menos)
en torno al gran comercio de cereales. Desde esta pers­
pectiva, no debe sorprender si los defensores más em­
pedernidos de la política económica de los proteccio­
nistas incluyeran, precisamente, a los mismos ayllus
que tanto habían florecido gracias a tal “protección”.
3
Proceso y fracaso de la
prim era reform a agraria

“No es Muñoz ni M elgarejo, los que han inventa­


do la venta de com unidades; son ideas y hechos
de todas las naciones, que nos vienen desde si­
glos atrás; pues Muñoz y M elgarejo son los últimos
en vender, porque sólo en Bolivia (co n escándalo
de la civilización) existieron com unidades” .

Anónimo, folleto ( 1 8 7 1 )

E n t r e 1874 y la Guerra Federal (1899-1900) los go­


biernos bolivianos hicieron un enorme esfuerzo por re­
formar totalmente el sistema de la propiedad rural, a
fin de implantar un nuevo sistema tributario y fomen­
tar la emergencia de un mercado de tierras. Lo prime­
ro permitiría aumentar los ingresos fiscales, mientras
que lo segundo se consideraba un paso imprescindible
para el desarrollo de un “capitalismo agrario”, comple­
mento necesario de la gran minería de exportación. El
nuevo sistema de propiedad consistiría en la extensión
de títulos individuales tanto a los comuneros de los ay-
llus —considerados como simples usufructuarios de tie­
rras estatales— como a los propietarios de haciendas, cu­
yas tierras no dependían ya del control comunal.

a. E l “nuevo sistem a rentístico”, 1874-1902


Para la realización del gran proyecto de reforma
agraria se establecieron dos fundamentos jurídicos. En
primer lugar fue necesario crear una legislación espe­
cífica para los ayllus. Mediante la ley del 5 de octubre
de 1874 se propuso confirmar a los originarios, agrega­
dos y forasteros en “la propiedad absoluta en sus res­
pectivas posesiones, bajo los linderos y mojones cono­
cidos actualmente”, mientras “los demás terrenos que
no se hallen poseídos por los indígenas se declaran so­
brantes y como tales, pertenecientes al Estado”. Se
crearía una mesa revisitádora para “recorrer los terre­
nos. . . previa citación de colindantes”, para después con­
ferir la propiedad individual mediante la extensión de
títulos de propiedad. La comisión revisitadora incluiría
“un perito agrimensor titulado”, pues a diferencia de
las Revisitas anteriores, un objetivo básico era esta­
blecer el área precisa correspondiente a cada propie­
tario. Una vez extendidos los títulos, “la lei no recono­
cerá comunidades. Ningún individuo o reunión de in­
dividuos podrá tomar el nombre de comunidad o aillo
ni apersonarse por éstos ante ninguna autoridad” (F lo ­
res Moncayo 1953).
Un objetivo principal de la legislación de “Exvincu­
lación” fue la destrucción de lo que un Ministro de Ha­
cienda llamaría en 1889 “el híbrido y pernicioso siste­
ma de las comunidades”. 43 Varias justificaciones se
presentaron para este atropello “legal”. Por una parte,
se ofrecía el argumento económico de que “este ele­
mento exótico en nuestro organismo político, se man­
tiene aún extraño al movimiento económico del país”,
proposición que fue resumida sucintamente en la teo­
ría de las “manos muertas”. 44 Desconociendo la histo­
ria comercial de los ayllus de Chayanta, se suponía que

43. Ministerio de Hacienda, M em orias, 1889, p. 24, Biblioteca


Nacional de Bolivia (B N B ), Sucre.
44. V er: Un vecino de Chayanta, L a prop ied ad d e las tierras d e
originarios^y la injusticia de las ventas d e ellas ( 1 8 7 1 : 1 2 ) : “Se
acusa a éstos (aborígenes) de incuria, ignorancia y pobreza que
los inhabilita para cultivar y mejorar sus terrenos y por esto se
les llama manos muertas. . .” (B N B , Sucre, M 4 2 0 x ) .
3 / P rim e ra re fo rm a a g ra ria 75

“los comunarios poseen grandes extensiones de terre­


nos, que cultivan en su menor parte según sus limita­
das necesidades”. 45 En base a esta apreciación, y de la
identificación ideológica entre com ercio y civilización,
que analizaremos en el próximo capítulo, se argüía que:
. .la reforma. .. se propone sustraer del estanca­
miento grandes valores territoriales y arrancar
a toda una raza del estado semi-salvaje para cul­
tivarla y convertirla en elemento de prosperidad
nacional”. 46

■Tales intentos para encubrir los verdaderos objeti­


vos de la nueva política agraria estaban reforzados por
una teoría “positivista” del individualismo como el es­
tado natural del hombre-
“La comunidad en la clase indígena ha venido sa­
crificando a un principio abstracto, lo que hay de
más esencial en el espíritu humano. Absorbe la
iniciativa individual, sin la concurrencia del es­
fuerzo mutuo, y restringe las espontaneidades de
la personalidad, anulando los estímulos del inte­
rés privado”. 47

Era obvio, finalmente, que solamente la “liberación” del


“interés privado” en el indio sería un camino adecuado
para que este “elemento exótico” se abriera a las “exita-
ciones del patriotismo”, 48 pues los gobernantes del país
estaban convencidos de que el futuro nacional debería
identificarse con el desarrollo de la “iniciativa indivi­
dual”.

45. Ministerio de H acienda, M emorias, 1891 (p p . 4 7 - 4 8 ) . BNB,


Sucre.
46. Ministerio de Hacienda, M em orias, 1 8 8 6 (p p . 3 6 - 3 8 ) . BNB,
Sucre.
47. Ministerio de H acienda, M em orias, 1 8 9 6 (p . 1 6 6 ). BNB,
Sucre.
48. Ib id.
En 1874 los legisladores trataron el aspecto tributa­
rio con cautela: “la junta revisitadora fijará (el impues­
to territorial) tomando por base la contribución que ac­
tualmente satisfacen”, aunque se planteaba un aumento
del impuesto para aquellos terrenos “que sean muy con­
siderables respecto a los que poseen los demás”. Se pro­
ponía, además, un incremento general del 25%, median­
te el cobro del impuesto en la nueva moneda fuerte ( bo­
livianos), en vez de los pesos febles que valían sólo 80
centavos de un boliviano. La recaudación del impuesto
se entregaría a los subprefectos provinciales al haber
desaparecido, mediante el Decreto de 24 de diciembre
de 1874, los recáudadores comunitarios. Sin embargo,
la forma de cobranza propuesta fue de transición, has­
ta que se pudiera recalcular la renta en base a la pro­
ducción de cada predio, tal como se contempló para las
propiedades ya privadas.
Las propiedades no sujetas al régimen comunal fue­
ron objeto de otra legislación. Mediante la ley de 26 de
octubre de 1879, se planteaba “una de las (Reformas)
más radicales e importantes en la hacienda pública”. El
objetivo fue el levantamiento de un catastro de todas
las propiedades privadas destinado a calcular la exten­
sión y rentas anuales de cada propiedad, como base pa­
ra la imposición del nuevo impuesto predial. Con la
percepción de este impuesto se procedería a abolir los
diezmos y primicias sobre la producción anual, que aún
representaban una suma significativa en la estructura
impositiva del país. Con esto se buscaba homogeneizar
los impuestos rurales, pues incluso las propiedades re-
visitadas y exvinculadas de las antiguas comunidades
deberían inscribirse en el catastro general, “para la su­
jeción del impuesto a los efectos de la renta predial”.49

49. Ministerio de H acienda, M em orias, 1888, p. 6 2 : “. . .pre­


ciso es delimitar en absoluto las propiedades de los indijenas
en la com unidad de que se les exvincula y enrolarlas en el
catastro g e n e ra l.. B N B , Sucre.
De esta manera se perseguía la creación de un “impues­
to único” casi 80 años antes de su reformulación por
los gobiernos posteriores a la Revolución de 1952.
Si bien los objetivos del nuevo sistema de propie­
dad e impuestos fueron muy claros en la teoría, en la
práctica fue muy difícil logrados. La posición teórica
subyacente derivaba, como decía el subprefecto de Cha-
yanta, Dalio Fernández, en 1889, de Adam Smith: “las
leyes económicas con Adam Smit (sic) fijan la sabia
regla de gravar la renta pero no el capital”. 50 La crea­
ción de un “capitalismo agrario” a través del estableci­
miento de un mercado de tierras permitiría, además,
elevar la producción agropecuaria con consecuencias
benéficas para el Fisco. Narciso de la Riva, el primer
Revisitador de Chayanta, agregaba que el resultado de
tal proceso de acumulación originaría sería la libera­
ción de la mano de obra campesina para su empleo en
las nacientes industrias y en las grandes haciendas en
vías de formación.51 Sin embargo, el periodo de tran­
sición del antiguo régimen al nuevo orden, aprobado por
las “leyes económicas”, fue crítico, pues el anterior es­
taba sancionado por la costumbre de siglos y se susten­
taba en el gran comercio triguero.

En primer lugar, la declaración de la Guerra con


Chile, en 1879, dio lugar a una grave crisis financiera,
cuyo remedio parcial se buscó en la ley de 1° de oc­
tubre de 1880, que modificaba la ley de 1874:
“La disposición culminante de la nueva ley con­
siste indudablemente en haber prescrito que los

50. Dalio Fernández, Inform e d el S u b p refecto d e Chayanta al


P refecto d e Potosí, p. 18. Potosí 1889, (B N B , Sucre, PO Informes
C hayanta 1 8 8 9 ).
51. Narciso de la Riva, In fo rm e del Revisitador de tierras de
origen de la provincia de Chayanta. Sucre 1885. (B N B , Sucre,
M 7 8 0 v ií). V er nuestro análisis de este texto en el próximo ca­
pítulo.
títulos de propiedad en favor de los indígenas
se conferían en papel sellado especial del valor
desde Bs. 5.00 hasta 50.00, prometiéndose por es­
te concepto un rendimiento de Bs. 200,000.00”. 52

Además, dada la demora que implicaba la realización de


la Revisita y la percepción de la contribución territo­
rial reajustada,
“. . .el Gobierno se vio en la imprescindible nece­
sidad de expedir el decreto de 30 de diciembre
de 1881, ordenando su recaudación en la forma
acostumbrada durante el período de 1882, sin
convertir los pesos en bolivianos, declarando a
los indígenas contribuyentes escentos de impues­
to personal y del servicio militar obligatorio”. 58

Finalmente,
“.. .con el propósito de interesar a la raza indíge­
na en la defensa nacional, y poder contar con su
coadyuvación, que no carece de importancia, se
suspendieron las operaciones de la Revisita por
Circular de Octubre 20 de 1883”. 54

Evidentemente, la Guerra con Chile produjo un grave


desbarajuste en la implantación del nuevo sistema tri­
butario.
Sin embargo, “pasado el conflicto, se ordenó que con­
tinúen dichas operaciones (revisitarias)”. No obstan­
te, no se derogó el artículo de la ley de 1° de octubre
de 1880, que disponía el cobro a los indios del valor
del papel sellado, dando origen a la resistencia de los

52. Ministerio de H acienda, M em orias, 1 8 8 2 (p . 1 6 ) . BN B,


Sucre.
53. Ministerio de H acienda, M em orias, 1882 (p . 1 8 ) . B N B , Su­
cre.
54. Ministerio de Hacienda, M em orias, 1884, (p . 1 9 ) . BN B,
Sucre.
ayllus que terminaría con el fracaso en gran parte del
país de la política estatal de Exvinculación. Como ob­
servó el Ministro de Hacienda en 1886:
“En la práctica, ese artículo produjo el descon­
tento de la raza aborigen que reagravado por el
cobro del valor del papel de títulos, por las com­
pras poco equitativas de las tierras de origen, y
por el pago del impuesto en bolivianos en vez de
pesos de a 80 centavos, le hizo estallar en rebelión
abierta, dando lugar a descenlaces sangrientos”.55

Con la ley de 26 de noviembre de 1886 se intentó redu­


cir la'' tensión, disponiendo que mientras duraba la Re­
visita el tributo se cobraría en pesos febles y no en
bolivianos. En 1887, sin embargo, el Ministro comenta­
ba la persistencia de estos problemas:
“Numerosas sublevaciones en los departamentos
de La Paz, Potosí y Oruro, hacían temer una con­
flagración que habría puesto en peligro el orden
social”. 56

De hecho, las esperanzas de alcanzar los objetivos


iniciales se habían debilitado desde 1881, al autorizar­
se la extensión de títulos pro-indiviso a las comunida­
des que rechazaban el reconocimiento de los linderos
de los terrenos de sus miembros. En 1885 el Revisita­
dor de Chayanta, Narciso de la Riva, expresaba su de­
sacuerdo con una medida que contradecía todos los pro­
pósitos de la reforma:
“la reforma intentada tiene por objeto. . . la fun­
dación de un sistema rentístico nuevo, cuya ba­
se ineludible es el Catastro: ¿puede existir éste

55. Ministerio de H acienda, M em orias, 1886 (p p . 3 6 -3 8 ). BN B,


Sucre.
56. Ministerio de H acienda, M em orias, 1 8 8 7 (p . 2 8 ) . BN B,
Sucre.
sin medición, avaluación y estimación de frutos
para calcular la renta imponible? No . . . .Por las
razones sentadas, la propiedad de cada indíge­
na debería ser sometida a las formas revisita-
rias sujetándolas al régimen individual, y en nin­
gún caso pro-indiviso”. 57

No obstante las objeciones coherentes de Narciso de


la Riva, resultaba evidente que sólo el despliegue masi­
vo de las Fuerza Armadas permitiría a un gobierno aco­
sado por la amenaza de una insurrección general de los
ayllus prescindir de tales medidas pragmáticas y con­
temporizantes. Es sintomático de la debilidad del Es­
tado criollo el que los comandantes no estuviesen dis­
puestos a aceptar el traslado de los regimientos hacia
el campo. Escuchemos nuevamente al Ministro de Hat
cienda en 1887:

“Varios revisitadores, y señaladamente el de Pa­


cajes, han pedido el auxilio de (la fuerza públi­
ca), sin haber sido posible acceder a ello porque,
en sentir del Ministro de Guerra, la conserva­
ción del orden público demanda el mantenimiento
de los cuerpos del Ejército con todo su personal
y sin fraccionarlos”. 58

En 1889 el Ministro evaluaba, en términos alarman­


tes, el progreso de la Revisita hasta la fecha, y señala­
ba la crisis suscitada por los intentos de Reforma:
“Desvinculada una parte de las tierras, mante­
niéndose la otra bajo el híbrido y pernicioso sis­
tema de las comunidades, la administración pú­
blica no sabe a qué atenerse: colocada entre los
despojos del sistema comunal viejo y los albores

57. Narciso de la Riva, In fo rm e del R e v i s i t a d o r . pp. 6-7.


58. Ministerio de H acienda, M em orias, 1 8 8 7 (p , 2 8 ) , B N B , Su­
cre.
3 / P rim e ra re fo rm a a g ra ria 81

de la desvinculación o sistema nuevo, sufre la


disminución progresiva de los ingresos; el or­
den social recibe los sangrientos sacudimientos
de las colisiones en la campaña; las postas, las
escuelas, las iglesias, los corregimientos, se ba­
ilan privados de los antiguos elementos de esta­
bilidad y subsistencia. . . La gran necesidad del
momento es la terminación de las revisitas”. 59

Sin embargo, la resistencia indígena pronto logra­


ría extraer otra concesión del Estado. En 1891, expre­
sando amargamente que “hace diez y siete años que es­
ta operación no puede llevarse a término por la resis­
tencia de la clase indígena”, el Ministro sugería que, in­
cluso si se lograba fijar el monto del impuesto en base
a la producción anual de los productores, la suma per­
cibida sería ínfima debido a la poca producción de ca­
da unidad campesina. La solución que entonces se pro­
puso fue:
. .mantener el sistema tributario en sus actua­
les condiciones de cuota fija sobre el terreno po­
seído por blancos o indígenas mientras la agri­
cultura, mediante brazos y capital, reciba mayor
incremento. . .”. 60

En otras palabras, el único objetivo inmediato sería la


individualización de la tenencia y la creación conse­
cuente de un mercado de tierras: sólo cuando el nuevo
“capitalismo agrario” se hubiese asentado, como conse­
cuencia de la progresiva concentración de la tenencia,
seria posible modificar el sistema tributario en el sen­
tido de un impuesto predial sobre la producción anual.

59. Inform e de Isaac Tam ayo en Ministerio de Hacienda, M e­


morias, 1889 (p . 2 4 ) . BN B, Sucre.
60. Ministerio de H acienda, M em orias, 1891 (p p . 4 7 -4 8 ) BNB,
Sucre.
En la próxima sección se analizará en detalle las
operaciones de Revisita en la provincia de Chayanta 61
en 1882-1885, encomendadas a Narciso de la Riva. E l
análisis regional permitirá comprender mejor las razo­
nes de la resistencia de los ayllus norpotosinos, y las
potencialidades insurreccionales de la ideología comuni­
taria que Iegitimizaba las relaciones tradicionales en­
tre los ayllus y el Estado. Por el momento, nos limita­
remos a examinar la correspondencia oficial de los úl­
timos Revisitadores del Norte de Potosí durante la úl-.
tima década del siglo XIX, pues en este periodo se in­
tensificó la tensión entre los ayllus regionales y los
representantes gubernamentales, que desembocaría fi­
nalmente en el apoyo masivo ofrecido a las fuerzas de
Pando durante la Guerra Federal de 1899-1900.
Entre 1892 y 1902, cuando se abandonó el último in­
tento de imponer la exvinculación de las tierras comu­
nitarias en el Norte de Potosí, diversos Revisitadores
asumieron sucesivamente el cargo en las provincias de
Chayanta y Charcas, para dimitir poco tiempo después
ante la imposibilidad de la tarea sin un masivo desplie­
gue militar. Para la provincia de Chayanta sabemos que
don José Nava Morales asumió el cargo en 1892 y en
1894 fue denominado “patriota” por el Ministro de Ha­
cienda, debido a los avances logrados frente al crecien-

61. “E l Supremo D ecreto de 9 de febrero de 1877, dividió


en dos provincias la de C hayanta denominándolas Ñor y Sud
Chayanta. L a L ey de 1 3 de setiem bre de 1880, cambió los nom­
bres con los de C h ayan ta y C harcas. Por L e y de 21 de noviem­
bre de 1882, fue separado de la provincia de Chayanta el can ­
tón Chayanta, haciéndolo depender con Laim es y Chayantacas de
la provincia de Charcas que quedó dividida en dos secciones,
siendo ésta la segunda sección con S acaca la capital. Por L ey de
2 7 de noviembre de 1882, fue C olquechaca declarada capital
de la provincia de C hayanta”. Dalio Fernández, In fo rm e del S u b-
prefecto de Chayanta al P refecto d e Potosí. Potosí, 1889. ( B N B ,
Sucre, PO Informes Chayanta 1 8 8 9 ).
te rechazo de los indios. En algún momento fue reem­
plazado por don Félix Leiton,62 de quien no se sabe na­
da más que su nombramiento. Pero en octubre de 1897
encontramos a don Guillermo Rasguido con la mesa re-
visitadora en Pocoata, pidiendo urgentemente apoyo ar­
mado para cumplir con sus funciones.
La reforma agraria liberal no afectaba solamente a
la tenencia comunitaria de la tierra-, amenazaba también
1 con minar toda la estructura regional de autoridad. Pol­
lo tanto, es importante notar que el Subprefecto de la
provincia, con sede en Colquechaca, le negaba toda co­
laboración a Rasguido. Como éste señala:
“. . .el señor Subprefecto, por órdenes del señor
Tesorero Departamental, nos ha retirado al Co­
rregidor, Alcaldes, Hilancos i Recaudadores, de
modo que la mesa ha quedado sin acción algu­
na”. 63

Se nota la oposición del Tesoro departamental, prin­


cipal beneficiario del antiguo tributo. Debe pensarse
también que el Subprefecto recibía como parte de su
haber un porcentaje del monto recaudado en su provin­
cia. De ahí que Rasguido solicitara se mantuviera al
Escuadrón “Junín” en Chayanta, “i si esto no fuese po­
sible, nos remita una fuerza de 25 hombres”. En apo­
yo de la solicitud, dirigida al Prefecto de Potosí, se in­
formaba que:
. .esta provincia se sublevó el año pasado con­
tra la Revisita i que hoi aun mas tenaz con el ex­
cito que siempre ha tenido corriendo a cuatro Re-

62. Ceferino V acaflor, In fo rm e d el S u b p refecto d e Chayanta


al P refecto d e Potosí. C olquechaca, 1898. ( B N B , Sucre, PO infor­
mes C hayanta 1 8 9 8 ) .
63. A rchivo H istórico de Potosí. P refectu ra D epartam ental N9
2 7 1 3 (P o co ata, 8 de octubre de 1 8 9 7 ) . C asa de la M oneda, P o­
tosí.
visitadores: por tanto no se puede adelantar un
paso sin tener un piquete bien amuniciado”. 64

De hecho, al día siguiente Rasguido informaba al


prefecto de la instalación formal de la mesa con la asis­
tencia del subprefecto, el intendente de policía, el pá­
rroco, y “diez hombres del piquete que dieron honor a
aquel acto solemne”. Sin embargo, las únicas autorida­
des indígenas presentes eran algunos presos. Además,
en enero del año siguiente, Rasguido se quejaba otra
vez de conflictos con las autoridades provinciales, quie­
nes intervenían en los reclamos territoriales y por la
forma de percibir la contribución indígena. Más ade­
lante veremos que el subprefecto, además de su inte­
rés personal en la percepción del tributo, no estaba
dispuesto a provocar a los indios y arriesgar un asalto
contra los pueblos de los vecinos. Conscientes de los
peligros implícitos en la presencia de la mesa revisi­
tadora, los subprefectos confiaron más en las formas
tradicionales de tratar con los ayllus y preferían fre­
nar todo acto de prepotencia por parte de la Comisión.
De ahí los comentarios sobre Rasguido enviados por
el subprefecto Ceferino Vacaflor a la Prefectura Depar­
tamental en 1898:

“.. .por desgracia, el Juez Revisitador don Gui­


llermo Rasguido, además de que no conoce la
Ley, es objeto de la más profunda aversión de la
raza indígena de toda la provincia, según lo ase­
veran las autoridades cantonales.. . ” ,65

No sabemos las causas de esta aversión; sin embargo,


es evidente que la subprefectura consideraba inútil y

64. Ibid.
65. Ceferino Vacaflor, In fo rm e del Su bp refecto d e Chaijanta. . .
p. 12.

i
i
\

provocativa la presencia de la mesa revisitadora sin el


respaldo de “una fuerza competente de línea”. 66
Sin embargo, el gobierno no respondió a los pedidos
del revisitador y subprefecto. En marzo de 1898, Ras­
guido mandó otra carta al prefecto. Habían empezado
las renuncias: el agrimensor había dejado su cargo,
“afirmando desempeñarlo siempre que esta Revisita
tenga a su disposición por lo menos unos cincuenta sol­
dados de la fuerza pública”. La razón era que los co­
muneros de Pocoata se habían sublevado contra un des­
linde practicado por el revisitador entre ellos y sus ve­
cinos de Macha:
“. . .lejos de proponer su defensa ( los indios de
Pocoata) presentando sus títulos respectivos,
apelaron ( al motín) amenazando en número más
de mil victimar al Cuerpo de la Revisita y a sus
contendores ( de M acha) que inferiores en núme­
ro fueron apaleados y heridos en mi presencia,
pues resultó un combate grave del que me salvé
con mi fuga, habiendo tenido la casual suerte de
tomar ocho cabecillas qu e condu cidos a esta Sub-
prefectura fueron puestos en inm ediata liber­
tad”. ( Subrayado m ío).

Un último detalle muestra nuevamente la cautela de la


Subprefectura frente a los esfuerzos inútiles de la Co­
misión para “imponer la ley”. Rasguido se mostraba in­
dignado con el subprefecto y su constante negativa a
poner “la fuerza pública” a disposición de la Revisita,
mientnjs que los indios de Macha preferían denunciar
al subprefecto como partidario de los indios de Pocoa­
ta ( !) . Pero en una región donde la presencia estatal se
reducía a unas pocas islas rodeadas por un mar de ayllus

66. Ceferino Vacaflor, In fo rm e del S u bp refecto de Chaijunta.


p. 12.
enfurecidos, resulta comprensible la renuencia del sub-
prefecto. Además de su interés en el tributo tradicio­
nal, estaba en juego toda la estructuraVegional de au­
toridad. En su última carta, de mayo de 1898, Rasgui­
do denunció una vez más la falta de colaboración del
subprefecto, y abandonó el cargo.
Mientras tanto, ¿cómo andaban las cosas en la pro­
vincia de Charcas? En febrero de 1897 encontramos a
don Natalio Uzeda, el Revisitador nombrado para esa
provincia, con su mesa revisitadora instalada en el can­
tón de Chayanta. Este cantón, también sacudido por re­
petidos “motines”, estaba constituido por seis ayllus
principales: Chayantaka, Chullpa, Sikuya, Laymi, Pura-
ka y Kliaracha, cuya población —de acuerdo con la Re­
visita de 1877— estaba formada por 2,574 contribuyen­
tes (o sea más de 12,000 indios).
También en este caso la situación enfrentada por
Uzeda más parecía una campaña militar que un proce­
dimiento burocrático. Como en el caso de Rasguido, su
primera queja atañe a la “retirada de Ja fuerza pública
que garantizaba las operaciones de la Revisita, preci­
samente en los momentos en que se iba a definir la aza­
rosa situación en que se encontraba la Comisión que
presido”. 67 Debido a la falta de apoyo armado, la Co­
misión tuvo que retirarse hacia San Pedro, donde el Re­
visitador resumió el “estado de operaciones”:
“.. .los cantones de Moscarí, Carasi y Micani no
están revisitados, habiendo sido a medias el pri­
mero. Aún para complementar Moscarí. . . se ne­
cesitaría una fuerza de línea”.

Sin embargo, se ha comentado ya la reticencia del


Ministro de Guerra a la dispersión de sus fuerzas, y
don Natalio anticipó esta inevitable negativa:

67. Ceferino Vacaflor, In form e del S u b p refecto d e Chayanta. . .


p. 22.
. .en caso de ver imposible desprenderla (la
fuerza de línea) del ejército, siquiera se recaba­
ra la orden para que esta Subprefectura organi­
ce una pequeña fuerza con los nacionales, tenien­
do los elementos precisos de armas y municio­
nes en Sacaca, como son 60 rifles Remington y
cartuchos a bala. . . ”.

Entre tanto:
. .me concreto al trabajo de oficina, desde que
mi antecesor había formado un considerable nú­
mero de procesos con un curso muy lento. . . ”. 68

Sin embargo, una ventaja que Uzeda disfrutaba fren­


te a Rasguido, era la presencia del Escuadrón “Junín”
en su provincia, presumiblemente una concesión por
parte del Ministro de Guerra que, sin embargo, no pu­
do dar cobertura a las operaciones de Revisita en am­
bas provincias. En abril de 1897 encontramos al Revi-
sitador en Sacaca, con parte de este Escuadrón, circuns­
tancia que obligó a los indios a modificar sus tácticas.
Así Uzeda declara estar
“. . .usando de todos los medios de persuación con
los indios no-revisitados, que siempre se resis­
ten con no presentarse para la mensura de sus
terrenos. . . se halla íntegra la Mesa no teniendo
empero el agrimensor en qué ejercitar su fun­
ción”. 69

Finalmente, logró completar el empadronamiento de


Sacaca trasladándose a Moscarí, donde se habían alza­
do los indios de varias estancias durante el periodo del
Revisitador anterior.

68. Ceferino Vacaflor, In form e d el S u bp refecto de Chayante. . .


p. 12.
69. Ibid.
Al principio Uzeda estaba optimista, ya que podía
contar, además, con un piquete de 8 hombres del Junín.
Así el 23 de mayo de 1897 despachaba al agrimensor
con cuatro soldados hacia Sacabamba, “lugar de los al­
zados”. “Al parecer la indiada se manifiesta obediente”,
escribía, aunque un fenómeno extraño le llamó la aten­
ción: “se ha notado la ausencia de varones del pueblo,
no concurriendo sino mujeres. . .”. Su próxima carta de­
ja ver que se encontraba de regreso en San Pedro, la­
mentando “la sublevación de los comunarios en general
del cantón de Moscarí”. Desde allí informaba al pre­
fecto la renuncia del secretario de la mesa. Su última
carta, fechada en Sacaca el 14 de setiembre de 1897, se­
ñalaba únicamente que “dos sublevaciones seguidas han
interrumpido la prosecución de mis funciones”. Poco
después abandonó el cargo.
Nuestra hipótesis es que el incremento de subleva­
ciones durante los últimos años del siglo X IX culminó
en la movilización indígena durante la Guerra Fede­
ral. Hay indicios de que el rechazo de los comuneros
frente a la política de exvinculación fue hábilmente ex­
plotado por los liberales paceños para movilizarlos en
su favor contra el gobierno conservador de Chuquisaca.
Ya en 1885, Narciso de la Riva comentaba “la oposición
a la Revisita, vigorosamente desarrollada en los dia­
rios del norte”. 70 De ser correcta la afirmación, cabría
añadir las Revisitas a la lista de causas de la moviliza­
ción indígena en favor de Pando, señalada por Ramiro
Condarco Morales en su libro sobre Zarate, el “tem ible”
W illka (L a Paz 1966). Lo que sí parece cierto es que
el proyecto de “integración nacional”, formulado a tra­
vés de las leyes de exvinculación, se enfrentaba a la
incapacidad ejecutiva del gobierno conservador y la te­
naz resistencia de los comuneros, para terminar rom­
piendo la hegemonía chuquisaqueña con el traslado de

70. N arciso de la Riva, O p. cit., p. 21.


la sede del gobierno a La Paz, como consecuencia de
la Guerra Federal.
* #
Analicemos el otro fundamento jurídico de la gran
reforma proyectada: el catastro de las propiedades pri­
vadas. En 1880, el Ministro se mostraba optimista al
respecto:
“. . .no cabe pues la menor duda de que en el mes
de agosto se tendrá el catastro de toda la Repú­
blica y el cálculo aproximativo de las rentas.. . se
mandará la recaudación del impuesto en el año
próximo”. 71

Hemos podido ubicar los libros de este primer ca­


tastro para las provincias de Chayanta y Charcas, que
constituyen una fuente valiosísima para evaluar el rit­
mo de la expansión de la propiedad privada en el nor­
te de Potosí. Sin embargo, la validez de este primer
intento fue seriamente impugnada, y en el contexto de
lo que los bolivianos llamaron la “Guerra chilena”, pa­
recía arriesgado abolir las contribuciones de diezmos,
primicias y veintenas, cuando no podía garantizarse el
monto del impuesto predial con el que debían reempla­
zarse. Por lo tanto, —y vista la falta de autorización de
la Santa Sede— se decidió rescindir los artículos co­
rrespondientes de la ley de 15 de agosto de 1880 orde­
nando:
“. . .la cobranza de diezmos, primicias y veinte­
nas en la forma de costumbre, disponiendo al
propio tiempo que las operaciones catastrales
continúen con el carácter de medidas estadísti­
cas y preparatorias”. 72

71. Ministerio de H acienda, M em orias, 188 0 , p. 13, BN B,


Sucre.
72. Ministerio de’ Hacienda, M em orias, 1882 (A nexo N15 5 ) ,
B N B , Sucre. V
Entre tanto, se creó la Comisión Rectificadora del Ca­
tastro, cuyos jueces debían asegurar el perfecciona­
miento paulatino de los datos obtenidos.
El proceso fue lento. Con la ley de 25 de noviem­
bre de 1887 se buscó nuevamente
“. . .establecer el impuesto predial, en sustitución
al de diezmos y primicias. El tipo de impuestos
es del 8% sobre la renta líquida en los predios
rústicos y 4% en los predios urbanos. .. Su re­
caudación fue librada a colectores especiales de
provincia”.

No obstante la autorización recibida de la Santa Sede,


la recaudación fue nuevamente postergada. En 1892, el
Ministro, señalando la lentitud del proceso, indicaba que
el problema fundamental era la definición precisa de la
renta anual, ya que los propietarios preferían subesti­
mar sus ingresos para evitar el pago de altos impues­
tos. El P de octubre del mismo año fue necesario
“.. .crear Comisiones unipersonales en las capi­
tales de departamento para conocer en apelación
de las decisiones de los Jueces Rectificadores
del Catastro en las provincias”. 73

Sólo en 1894 fue posible declarar la sustitución de


los diezmos y primicias por el impuesto predial en el
departamento de Taríja, con una tasa de 12% sobre la
producción anual de los predios.74 En Potosí la mis­
ma sustitución demoraría unos veinte años más.
* # #
Lo expuesto hasta ahora representa una primera
aproximación a la crisis desencadenada por los inten-

73. Ministerio de Hacienda, M em orias, 1 8 9 2 (p . 1 1 9 ) , BN B,


Sucre.
74. Ministerio de Hacienda, M em orias, 1 8 9 4 (p . 1 7 1 ) . BN B,
Sucre.
3 / P rim e ra re fo rm a a g ra ria 91

tos gubernamentales para implantar lo que un “progre­


sista” saludaba como la “gran reforma rentística”. De­
be enfatizarse nuevamente los vastos alcances del pro­
grama. Lo que empezó siendo un modelo jurídico ela­
borado por las fuerzas del “progreso” agrominero, para
lograr la “racionalización” de la tenencia y la “moder­
nización” del régimen agrario, terminaba minando las
bases mismas de la sociedad civil que se había desa­
rrollado a partir de la herencia colonial. Los datos re­
visados ofrecen un cuadro dramático: escuelas, postas
e iglesias, privadas de las prestaciones laborales de
los indígenas, el sistema de autoridad regional en cri­
sis, la prepotencia estatal puesta al desnudo frente al
rechazo tajante de la sociedad indígena y, como vere­
mos, mestiza.

Los malentendidos se multiplicaban en la medida que


la oligarquía criolla estaba convencida de que sus po­
líticas agrarias se justificaban por los beneficios que
—supuestamente— representarían para los indios. Cabe
insistir en que las contradicciones surgidas durante es­
ta primera etapa de la reforma liberal fueron explota­
das por la burguesía regional de La Paz para reforzar
Jsus pretensiones frente a la oligarquía argentífera de
Sucre. Pero la hegemonía paceña, conquistada a través
de la Guerra Federal de 1899, no condujo al abandono
de la política agraria de sus rivales. El caudillo indí­
gena Zárate Willka fue fusilado, los brotes de autono­
mía indígena reprimidos, y se reiniciaron las operacio­
nes de Revisita. La “modernización” estaba a la orden
del día, y los nuevos liberales paceños la asumieron.
El fracaso definitivo de la Revisita de Exvinculación
en el Norte de Potosí sólo se produce en 1902, cuando
el prefecto de Potosí, Carlos Torrico, denunció la “po­
ca seriedad” de los revisitadores anteriores, proponien­
do que el recorrido de los terrenos individuales se prac­
ticara obligatoriamente, sin expedir títulos pro-inclivi-
so. 75
En 1901, en el pueblo de Tinquipaya, provincia de
Porco, el revisitador Benigno Aramayo recibió el recha­
zo formal de las autoridades indígenas:
>
. .el día de hoi se han presentado ante la Comi­
sión Revisitadora los curacas de este Cantón i
han significado que dicha Comunidad no acepta
los trabajos de exvinculación de sus tierras por­
que teme que no sea favorable para ellos”. 76

En octubre del mismo año, el curaca Gregorio Quis-


pe “Ita marchado ante el Señor Presidente de la Repú­
blica a averiguar la verdad de los hechos que tiene que
desarrollar la Revisita”, y Aramayo sugiere al prefec­
to “que por comunicación telegráfica insinúe el pronto
despacho del nombrado indígena”. Sin embargo, al re­
tomo del curaca, las autoridades indígenas no se pre­
sentaron a la mesa revisitadora, y el frustrado Arama­
yo estalló en rabia:
“En efecto, la imbecilidad que les es caracterís­
tica, su crueldad instintiva i la presión de sus
principales hacen de este grupo de hombres bes­
tias salvajes e inhumanas”.

En un último ataque de indignación denuncia la ignoran­


cia de los indios sobre
. .lo beneficioso que es la Revisita que les des­
ligará de todo otro gravamen odioso que es per­
judicial a sus propios intereses i no nivela el de­
ber de cada propietario”. 77

75. Prefecturas d e Potosí, M em orias e In fo rm es : Inform e Anua]


al Supremo Gobierno del Prefecto de Potosí, Carlos Torrico ( 1 9 0 2 :
8 3 ).
76. Ibid.
77. Ibid.
Los intentos de renovar la Revisita en el Nofte de
Potosí fueron aún más breves. Tenemos solamente una
carta del revisitador nombrado, don Vicente Algarte,
fechada en Colquechaca el 3 de octubre de 1902. Según
esta carta,
“.. .la Comisión Revisitadora de esta provincia
(de C h ay an ta)... ha llegado al convencimiento
de que es imposible la realización de ella (la
Revisita), sin la concurrencia de la fuerza ar­
mada competente”. 78

Con la experiencia organizativa de la Guerra Fede­


ral aún fresca,79 los ayllus no estaban dispuestos a ce­
der frente a lo que percibieron como mala fe estatal.
Cuenta el revisitador que
“las comunidades de Pocoata, se asegura que es­
tán en connivencias hasta con las de Challapata
para resistir a la operación revisitadora. Las de­
más comunidades están igualmente prevenidas pa­
ra igual resistencia”.

En este contexto hostil, incluso la Comisión de Ca­


tastro se encontraba en dificultades. Nicanor Cabezas
atestiguaba nuevamente los resquemores de la Subpre-
fectura de Chayanta en Colquechaca:
“. . .dicha autoridad abriga temores fundados de
ser confundida esta Comisión con la Revisitado­
ra, no pudiendo prestarle ninguna garantía con
la pequeña fuerza policiaca de que dispone. . . ”. 80

Las últimas palabas de Nicanor Cabezas muestran cla­


ramente el nuevo balance de poder en la provincia, co­

78. P refectura D epartam ental N 9 3 0 2 9 ( Colquechaca, 3 de oc­


tubre de 1 9 0 2 ). C asa de la M oneda, Potosí.
7 9. V er Condarco Morales 1966.
80. P refectura D epartam ental N 9 3 0 2 9 ( Potosí, 3 de noviem­
bre de 1 9 0 2 ). Casa de la M oneda, Potosí.
mo consecuencia de la creciente movilización campesi­
na durante los veinte años anteriores:
. .la última palabra de la indiada, dirijida a los
pueblos arriba mencionados (Macha y Pocoata)
es, de no someterse a ninguna Comisión, conmi­
nándolos con la amenaza de ser ellos los prime­
ros atacados en caso de no secundar sus propó­
sitos”. 8J

Encontramos, pues, a los indios dando un ultimátum a


los pueblos mestizos, y presionándolos para que des­
conozcan las órdenes del gobierno. No habrá, desde en­
tonces, más intentos concertados por parte del Estado
para modificar la tenencia de los ayllus norpotosinos
hasta la segunda reforma agraria de 1953.

b. L a resistencia de los ayllus de Chayanta 1882-1885:


dos perspectivas sobre la relación entre comunidad
y Estado
En esta sección se examina con más detalle la ideo­
logía liberal asociada a la Revisita de exvinculación y
su incompatibilidad con la concepción comunitaria de
las mutuas obligaciones entre comunidad y Estado. Pri­
vilegiamos los años 1882-1885 dado que para este lapso
se cuenta con el testimonio particularmente elocuente
del primer Revisitador de la provincia de Chayanta,
Narciso de la R iva.82 A través de este testimonio pue­
de concluirse que la resistencia de los ayllus no repre­
sentó simplemente un rechazo “visceral” frente a los
atropellos materiales que resultaban de la política agra­
ria liberal, sino que su actitud se expresó a través de

81. Prefectura D epartam ental N 9 3 0 2 9 (P otosí, 3 de noviem­


bre de 1 9 0 2 ) . Casa de la M oneda, Potosí.
82. Todas las citas de esta sección provienen de N arciso de
la Riva, In fo rm e del Revisitador d e Tierras d e O rifen d e la Pro­
vincia d e Chayanta. Sucre, 188 5 , salvo cuando se especifica lo
contrario.
una ideología compleja, según la cual la política esta­
tal representaba un acto de mala fe y conllevaba una
p érd id a d e legitim idad por el Estado criollo frente a
los ayllus. Al introducir en el análisis las estructuras
m entales andinas podemos constatar nuevamente có­
mo la acción social no debe reducirse burdamente a los
intereses económicos sino que responde, sobre todo en
el caso de los grupos tradicionales que se encuentran
frente á la expansión capitalista, a una “noción de legi­
timidad” que justifica la insurrección popular con refe­
rencia a una trama de derechos y obligaciones que se
sienten bajo ataque por los grupos sociales afectados
( Thompson 1979).
La Revisita de exvinculación, decretada para toda la
República el 16 de setiembre de 1879, inició sus opera­
ciones en las dos provincias de Chayanta83 el 24 de
agosto de 1882 en el cantón Moromoro (hoy Ravelo),
bajo la presidencia del Revisitador Narciso de la Ri-
va. Tres años más tarde, de la Riva presentó su renun­
cia al Ministro de Hacienda jurando que “no volvería a
ser Revisitador ni por mil bolivianos mensuales”. Co­
mo en el caso de los Revisitadores posteriores, las ra­
zones principales para su renuncia fueron, primero,
las sublevaciones indígenas contra las operaciones de
la Revisita, y segundo, “la ineficacia de las medidas to­
madas por el Supremo Gobierno para someter a obe­
diencia a la indiada”. A pesar de su agotamiento “físi­
co y moral”, de la Riva ofreció un informe detallado so­
bre el curso de la abortada Revisita, y sobre los pro­
blemas prácticos surgidos en el intento de aplicar a
una realidad desconocida una ley basada en considera­
ciones a prioñ : “sin práctica y sin esperiencia, las teo­
rías darán siembre el nocivo fruto del error”.
Su Informe representa un testimonio elocuente de
la brecha ideológica entre los legisladores, inmersos en

8 3 . V er nota 61.
los debates europeos sobre la economía política, teñi­
dos por el evolucionismo social de la época (Démelas
1981) y la realidad andina de los ayllus norpotosinos.
Empezaremos analizando las proposiciones de Narciso de
la Riva acerca del “problema indígena”, que buscaban
justificar la política liberal del gobierno en términos del
beneficio social que supuestamente significaría para los
indios.
Para el Revisitador, “la bondad de la Ley (de Ex­
vinculación) es innegable”: aunque, las tierras “estatales”
se encuentran “secuestradas” por los ayllus, el Estado
—mediante “la más elevada filantropía”— ha concedido
al indio un derecho enf'téutico perfecto, y ahora ha dis­
puesto la Revisita para que pueda convertirse en pro­
pietario pleno, abriéndose de esta manera al “cambio,
que es el instrumento más poderoso en el desarrollo
del trabajo”. “La parte esencial.. . de la ley consiste en
la exvinculación de las tierras de orijen, con el fin de
disolver esos grupos de individuos rezagados” (los ay­
llus). Esta ley es:
. .un instrumento esencialmente móvil, que se­
mejante al mar produzca flujos y reflujos, con
cuyo poder el aboríjena salga de las grutas don­
de habita, . se interpole con las masas ilustradas
del país, y despiérte a la vida del progreso”.

La incorporación del indio al mercado aparece como una


medida humanitaria para lograr su incorporación a la
sociedad “civilizada”.
La imagen del Estado-paternal es un elemento cla­
ve en este planteamiento típicamente liberal del “pro­
blema indígena”. Como un padre autoritario, el Esta­
do busca llevar al indio infantil hacia la “ilustración”
mediante leyes bondadosas. Encuentra, sin embargo,
que sus protegidos rechazan a menudo sus intenciones
y se resisten a su autordad. La ideología liberal inter­
preta esta resistencia como una nueva evidencia del
estado “pre-civilizado”, e incluso “pre-humano”, de los
indios. Se supone evidente que
' “la exvinculación de tierras de orijen pone a los
poseedores en actitud de entrar de lleno en las
transacciones usuales de enajenar la propiedad;
este hecho por si solo pondrá al indíjena en con­
tacto y relación con los blancos, y el roce con es­
tos será el primer paso que dé en su civiliza­
ción. . .”.

Se argumenta que el indio sólo llegará a “civilizar­


se” si vende sus tierras y se convierte en proletario po­
tencial dentro del naciente capitalismo boliviano. Cuan­
do los indios se levantan contra este programa filantró­
pico, el Revisitador encuentra defectuosa la ley, en
cuanto
“Ira sido expedida para un grupo de jentes ilus­
tradas, y no para la atravesada raza indigenal
que yace en la mas negra ignorancia, con todos
los visos de la barbarie”.

De ahí que el Revisitador dedique todo un capítulo


al “Estado de civilización de los aborijenes en Chayan-
ta”. Trata de justificar la imposición violenta de la ley,
mostrando que el indio, por su “modo de ser salvaje”,
no puede conocer su propio interés.
“El jénero de vida de la raza, es como para con­
servarse en perfecta ignorancia; habitantes de
las montañas, sin roce ni trato con jente civiliza­
da. . . su idioma lo aleja de todo trato social y re­
chaza hablar el español en que se expresan las
ideas”.

Este argumento permite criticar las supuestas garan­


tías ofrecidas por el Estado: “la protección invocada
por la raza, ha resultado nugatoria, porque con ella se
ha fomentado y sostenido sus errores”. Se supone que
el indio aprovecha las concesiones estatales para con­
solidar su propio estilo de vida. La única fuerza capaz
de recuperarlo para la “civilización” es “el cambio con
su jnájica varilla”: la mercantilización de sus tierras,
de sus productos, de su fuerza de trabajo. Sin embar­
go, para los hombres “civilizados” de la época “el cam­
bio se deriva de la racionalidad del hombre, sin que ha­
ya ejemplo de que lo verifique el bruto”. Este “aforis­
mo económico” es
“.. .muy aplicable a nuestros indios, que, si no lo
eluden en lo absoluto (el cambio), lo reducen a
expresión tan ínfima, que sus efectos no dejan
sentir los bienes de la actividad”.

Con el gran comercio triguero en ruinas, el Revisita­


dor pensaba detectar una resistencia por parte del in­
dio frente al proceso de “hominización” representado
por su mayor participación en el mercado. Por lo tan­
to, los colocaba claramente en la categoría de los “bru­
tos”, para así justificar las medidas de fuerza que ase­
gurarían su salvación.
Piemos esbozado anteriormente los objetivos econó­
micos de la polítipa agraria criolla. No creemos, sin
embargo, que sea adecuado descartar la ideología aso­
ciada como simple hipocresía. Esencialmente eurocén-
tric'o, incluso en los mismos ideales que alimentaron las
declaraciones de 1825, el pensamiento criollo difícil­
mente ha podido aceptar la “otredad” andina, pues la
adopción gubernamental de esta perspectiva enfatiza­
ría una continuidad esencial con la teoría colonial de
las “dos Repúblicas”. Con sus ojos puestos en el hori­
zonte europeo, la persistencia del ayllu andino-colonial
aparecía como un obstáculo anacrónico que posterga­
ba continuamente la hora en que Bolivia tomaría su lu­
gar dentro de la comunidad de “naciones libres”, pro­
clamada por las burguesías metropolitanas. De ahí la
oscilación entre una postura de paciencia paterna y los
gritos racistas que fueron expresión de la frustración de
las burguesías nacionales. Dadas las premisas de la ló­
gica librecambista, era inevitable que el rechazo andi­
no frente a la oferta criolla de tratar a los indios como
“hombres libres e individuales” llevara a la conclusión
inversa de que este tratamiento carecía de fundamento.
Las aspiraciones criollas por el contrario, se volca­
ron hacia el racismo frente a los problemas de incor­
porar a las masas tradicionales en su “proyecto nacio­
nal”.
Este pensamiento polarizado no encontraba reflejo
en las instancias regionales del poder estatal. Fue en
base a su experiencia en Chayanta que Narciso de la
Riva concluía que los
“. . .errores comunes y frecuentes en la adminis­
tración, comprueban lo inútil de los desvelos de
los conductores del país cuyo saber y ciencia no
bastan a suplir la falta de conocimiento de las
cosas y personas para quienes se legisla.. . ”.

E l mismo Revisitador reconoció al finalizar su misión


que el comunero indígena no debía confundirse cqn el
hom o ecoriom icus del pensamiento europeo burgués.
Cuestionó la actitud gubernamental, por ejemplo,'fren­
te a los servicios obligatorios que tradicionalmente re­
caían sobre los ayllus. Para el legislador, estos servi­
cios prestados a los párrocos, los corregidores, los cura­
cas, en postas y escuelas, representaban mecanismos
tradicionales de explotación, que deberían ser reem­
plazados por los “contratos libres”, característicos de
la venta de la fuerza de trabajo. El Revisitador señala­
ba, sin embargo, que estas prestaciones laborales las
cumplían los indios con buena voluntad:
“En el pueblo de Pocoata, manifestáronme los in­
dígenas que no querían dejar de servir como an­
tes por ser esa una costumbre de sus tradicio­
nes, de süerte que, renunciaban a esa parte be­
neficiadora de la Ley, concebida por ilusiones y
fantasías”.

Lejos de considerarlas abusos, los indios percibían es­


tas prestaciones como servicios al Estado, y se ofre­
cían de buena gana siempre que el Estado se mostra­
se garante de sus derechos tradicionales respecto a sus
tierras. Al querer mercantilizar las relaciones de au­
toridad y poder, la ley amenazaba con destruir los me­
canismos que convalidaban la autoridad estatal frente
a los ayllus.
E l Revisitador no reconoce, sin embargo, que la mis­
ma Revisita estaría apuntando a una crisis semejante.
Para él,
“.. .el propósito de la Ley es variar la naturale­
za del tributo, conversión practicable mediante
la mensura del terreno, tasación, y aproximado
cálculo de productos y renta. Sin esta previa
operación, no es dable establecer el impuesto pre­
dial ordenado”.

Pero dentro de la ideología comunitaria, tanto los “ser­


vicios forzados” como la cancelación del tributo, de
acuerdo a cánones tradicionalmente aceptados, consti­
tuían la contraparte comunal de un pacto d e reciproci­
d a d con el Estado. Con la Revisita, se planteaba una
transformación total del sistema impositivo vigente, o
sea el desconocimiento unilateral del “pacto”. Se busca­
ba revisar las categorías tributarias conocidas ( origi­
n a r io a g r e g a d o , fo ra stero ), extender títulos individua­
les previa agrimensura, extinguir la comunidad como
unidad impositiva, reajustar el impuesto de acuerdo a
la producción de cada predio. L a abolición de los “ser­
vicios forzados” fue un mero detalle en este asalto ma­
sivo por la “racionalidad capitalista” contra la comple­
ja red de obligaciones y contraobligaciones que fun­
daban las relaciones comunidad/Estado en la ideología
andina. Para los comuneros incluso el aspecto paternal
del Estado era correcto y justo, siempre y cuando és­
te cumpliera con su tradicional papel de protector, que
incluía la obligación ele aceptar sus prestaciones.84
Podemos apreciar mejor las dimensiones de la cri­
sis ocasionada por la Revisita, si consideramos las ex­
periencias del Recaudador Cantonal de Tributos, Rai­
mundo Roso, cuya casa fue asaltada por los indios en­
furecidos de Pitantora en 1884. Como explica Narciso
de la Riva, este cargo correspondía tradicionalmente a
“individuos Mestizos de cada Cantón”. Ra'mundo Roso
era propietario de grandes haciendas en el cantón de
Pitantora.85 Los recaudadores tenían que ser indivi­
duos acaudalados:
“Estos encargados tienen por lo regular sus co­
modidades y recursos; en caso de pedirse el ter­
cio adelantado, el Sub-prefecto les hace notificar
con el Correjidor; con este aviso se encaminan
a la Capital llevando el respectivo entero'cuyo re­
embolso lo hacen más tarde cobrando a los Con­
tribuyentes. Los recaudadores tienen sus segun­
das y cobradores, quienes en ocasiones ayudan
a la reunión del dinero”.

Así, los recaudadores cumplían las veces de pres­


tamistas del tributo en favor de los ayllus. Para éstos,
el cargo representaba un servicio estatal, que facilita­
ba la renovación de sus derechos territoriales; por lo
tanto, ofrecían con toda voluntad ciertas contrapresta­
ciones al recaudador:

8 4. Ver M arcel Mauss ( 1 9 5 0 ) para las tres obligaciones (d a r,


recibir y devolver) que definen la prestación social.
8 5 . Archivo H istórico de Potosí, P refectu ra D epartam ental N (
56. Predio Rústico d e Chaijanta, L ib ro 2 ( 1 8 8 1 ) . C asa de la Mo
neda, Potosí.
“No siendo el cargo de recaudador retribuido, la
costumbre les hubo concedido ciertas regalías,
como la de servicios por turno en sus casas pres­
tado por los indíjenas; cultivarles algunos terre­
nos hasta ponerles la semilla en algunas oca­
siones, proporcionarles todo lo que pudieren ne­
cesitar en las respectivas localidades. . . En al­
gunos Cantones se acostumbra el pago de Sem a­
neras, que consiste en un saco cuya capacidad
admite dos o tres arrobas de cereales. . .”.

E l rompimiento de este “equilibrio percibido” se dio por


la insistencia de Narciso de la Riva en cobrar a los in­
dios el valor de los nuevos títulos extendidos por la me­
sa revisitadora. En la sección anterior se ha visto el
rechazo general despertado por esta práctica. Aquí se
detecta la lógica subyacente. Para los comuneros de Pi-
tantora, este acto —aunque dispuesto por la ley— cons­
tituían un atropello y una evidencia de la mala fe esta­
tal. Su primer intento de resistencia reafirma la expli­
cación ofrecida líneas arriba para la reclamación indí­
gena a su d erech o de cumplir con los “servicios forza­
dos”:
“Insistentes los indígenas en su negativa (de pa­
gar el valor del papel sellado), encontraron el
dilatorio recurso de solicitar del Supremo Go­
bierno la dispensación absoluta del pago de títu­
los, fundándose en los servicios prestados al E s­
tado en la posta d e Carneara, ora con sus p erso­
nas, ora con sus propias bestias. . . ” ( subrayado
mío).

En esta cita se aprecia mejor la preocupación mi­


nisterial, citada en la sección anterior, respecto a que
en las regiones donde la exvinculación se había lleva­
do a cabo, “las postas, las escuelas, las iglesias, los co­
rregimientos, sé hallan privados de los antiguos ele-
3 / P rim e ra re fo rm a agraria 103

mentos de estabilidad y subsistencia”, instituciones que


se valían tradicionalmente de los “servicios forzados” de
los indios.
En Pitantora el. Estado apenas había dado los pri­
meros pasos hacia la cancelación unilateral del “pacto
de reciprocidad”: por tanto la represalia indígena no
alcanzaría mayores proporciones. Pero el Revisitador
se puso nervioso en cuanto empezaron a acercarse gru­
pos de indios, “con aire altanero y bélico, pues ceñían
a la cintura hondas y sogas de que se proveen en actos
de agrésión”. Sin embargo, al estallar la violencia, ésta
tuvo un blanco inesperado:
“E l recaudador del tributo Dr. Raimundo Roso
fue asaltado en su casa por las turbas y saquea­
do de algunas cargas de cereales, espresando per-
ten ecerles por haber sido dadas por ellos en pa­
go de la retribución que la costumbre otorgaba
antes a los que desempeñaban ese cargo; pose­
sionados de la especie la condujeron a la plaza
pública, y de allí a su campamento donde hicie­
ron la partija”.

¿Por qué los indios atacaron al recaudador de tri­


butos, quien nada tenía que ver con el cobro del va­
lor de los nuevos títulos, y no al Revisitador? Narciso
de la Riva quedó perplejo, pues los indios
“. . .no reclamaban infracción ninguna de ley, ni
faltas en los actos de la revisita, único caso aten­
dible para que ésta se detuviese aguardando la
resolución del Superior.. . ”.

Nuevamente la respuesta se encuentra en las diferen­


tes concepciones de la relación comunidad/Estado, co­
rrespondiente a las ideologías liberal y andina. Pa­
ra Narciso de la Riva, la Revisita emanaba del poder
legislativo del Estado, y sólo podía combatirse median­
te la insurrección. Para los indios, en cambio, en esta
etapa temprana de la resistencia, que el Estado rom­
piera el “pacto de reciprocidad” los liberaba de la obli­
gación de cumplir con sus representantes a nivel lo­
cal. La mesa revisitadora representaba una interven­
ción ajena a los mecanismos localmente reconocidos de
legitimación estatal: la ley que quería im poner fu e una
letj ilegal. La represalia comunal consistió en retirar
las “semaneras”, una de las prestaciones tradicional­
mente reconocidas dentro de la estructura de autoridad
regional.
En el caso analizado se trata de una reacción mera­
mente negativa que sólo buscó sancionar al Estado en
la persona de sus representantes tradicionales, sin bus­
car un enfrentamiento con la misma mesa revisitadora.
Pero cuando Narciso de la Riva avanzó hasta Pocoata
para proseguir con sus tareas, se encontró con una re­
sistencia de mayor envergadura. E l 11 de marzo de
1885,

“aparecieron en el patio de mi alojamiento cin­


cuenta indíjenas, y en algazara expusieron ‘que
no querían la revisita’ al menos que ella se eje­
cutara en la forma de las quinquenales”.

Como se ha visto en el capítulo anterior, las Revisitas


se realizaban quinquenalmente y consistían en un sim­
ple acto de empadronamiento de acuerdo con los datos
proporcionados por los curacas. Los ánimos se calma­
ron momentáneamente cuando el Revisitador hizo com­
parecer “al Corregidor con algunos vecinos de los más
notables”. Es destacable la influencia del corregidor so­
bre los indios: la misma autoridad incluso participó en
el saqueo del recaudador Raimundo Roso ( “dícese tam­
bién haber asistido.. . al acto de la distribución meri-
tuada”). Como en el caso del subprefecto mencionado
en la sección anterior, las élites locales parecen haber
temido los efectos de la Revisita sobre la estructura de
poder regional.
Al completarse la Revisita del ayllu Chacaya de Po-
coata sólo quedaba la entrega de los títulos, previo pa­
go de los derechos correspondientes. Una vez más la
resistencia fue unánime, y el Revisitador decidió man­
dar una comisión "comandada por el Secretario de la
Mesa y el Corregidor suplente por ausencia [¿intencio­
nal?] del propietario”. Pero cuando la comisión salió de
la Posta Ancocagua, se encontró frente a una concentra­
ción masiva de indios —“en número de mil más o me­
nos”— provenientes no sólo de los ayllus de Pocoata, si­
no también de Macha, Ayrnaya y Condo, éstos del depar­
tamento de Oruro. En este caso no se trata ya de una
resistencia intraprovineial, sino de una alianza interde­
partamental. Los comisionados fueron cercados en la
estancia de Pacotanga, y los indios, 'muchos con sus cu­
chillos desenvainados y todos con hondas”, amenazaron
con degollar a los miembros de la comisión, llevándo­
los a “un lugar llamado Calvario” o “a la Posta de An­
cocagua con el mismo objeto”. Sólo la persuasión y el
ruego, y el hecho de que “dos o tres indios (sin duda
in flu yen tes)... compadecieron nuestra situación”, lo­
gró salvarlos.
¿Por qué la intención de victimar a los miembros de
la comisión en el Calvario o en la Posta? Pensamos que
esta elección puede comprenderse en términos de la
“economía moral” (Thompson 1979) que rige las rela­
ciones comunidad/Estado en la visión andina. La posta
fue, precisamente, el lugar donde se prestaban servi­
cios al Estado para garantizar los derechos comunales
sobre la tierra. El Calvario, en cambio, es una colina
sobre la que se levanta una capilla dedicada al tata wi-
lákrus, patrón de las tierras circundantes y de los tin-
kus, peleas rituales, que garantizaban el acceso de ca­
da estancia a sus tierras (Platt s/f). En ambos casos,
se trata de un sacrificio del elemento perturbador del
orden tradicional —la comisión— en los mismos lugares
que representan y garantizan ese orden. Evidentemen­
te, aquí se hace infranqueable la brecha entre la ética
mundana del mercantilismo criollo y el ordenamiento
cosmológico de las relaciones entre la sociedad y la na­
turaleza andinas, que exige una depuración ritual de las
amenazas profanas.
Hasta ahora se ha intentado esbozar las premisas
de dos visiones opuestas del orden social y mostrar su
curso conflictivo durante los inicios de la Revisita de
exvinculación. Este dualismo aparente obliga a insis­
tir sobre la posición ocupada por las capas mestizas en­
tre las autoridades estatales y los ayllus. Se ha seña­
lado ya las ambigüedades de los corregidores cantona­
les, e incluso de la misma Subprefectura provincial.
Además de ser representantes estatales frente a los ay­
llus, estas autoridades representaban también la socie­
dad pueblerina de vecinos, comerciantes, mineros y pe­
queños agricultores frente al Estado, que dependía de
ellos para mantener la paz social entre pueblos y ay­
llus, y también para recaudar el tributo indígena, fun­
damental para las finanzas nacionales. Por su parte,
las capas mestizas esperaban apoyo y comprensión del
Estado en su conflictiva convivencia con una población
india mucho más numerosa.
Hemos visto que las autoxidades vieron con sospe­
cha, e incluso no acataron, el desarrollo de una refor­
ma promovida por “teóricos” de ciudades lejanas, que
amenazaba con destruir el delicado equilibiio social en­
tre ayllu y pueblos. Esta inquietud debe haber aumen­
tado enormemente si se considera que la ley de 1874 no
ofrecía ninguna garantía a los pequeños agricultores
de los pueblos. Al contrario, había declarado propie­
dad del Estado todos los terrenos “usurpados” por los
mestizos durante los 150 años previos a la Revisita y
ordenado su venta pública en beneficio del fisco. De allí
que muchos mestizos, lejos de facilitar el cumplimiento
de la ley, apoyaron la resistencia comunal para evitar la
comprobación de su falta de títulos.86 Frente a esta
situación, Narciso de la Riva insistió en que:
“se hace necesario sostener a los mestizos en la
posesión de los cortos terrenos que poseen, so­
metiéndoles a las operaciones de la revisita, y
designarles la cuota anual que por sus tierras
deberían abonar”.

Agrega irónicamente que: “parece que el lejislador se


hubiese encontrado fascinado con la idea de reportar
sumas gruesas de dinero ordenando la venta de esas
tierras”. Evidentemente, tales artículos en la ley de
1874 representan una visión totalmente ajena a las rea­
lidades políticas locales, e incluso obligaron a la socie­
dad pueblerina a resolver su ambigüedad inherente en
favor de los indios de los ayllus.
Sin embargo, en 1883 se había propuesto ya una so­
lución legal a una situación que amenazaba la factibili­
dad de la exvinculación. Con la ley de 23 de noviembre
de ese año, se propuso excluir de las operaciones de Re­
visita a las tierras de origen que se habían consolida­
do durante la Colonia mediante cédulas de composición,
otorgadas por los visitadores coloniales. Una ficción
utilizada por los mestizos fue, precisamente, que sus
terrenos tenían sus antecedentes en las composiciones

86. “E l orijen de las sublevaciones es m uy conocido. E n to­


dos los cantones existen cholos o mozos que m ediante usurpa­
ciones se hallan en posesión de varios terrenos de origen y a
éstos les conviene im pedir las operaciones de la Revisita, su­
gestionando a los indios para m antenerse en la p acífica posesión
de los terrenos usurpados”. Dalio Fernández, In fo rm e del Sub-
p refecto d e Chayanta al P refecto d e Potosí. Potosí, 188 9 . (B N B ,
Sucre, Publicaciones Oficiales, C hayanta 1 8 8 9 ).
leales de la Colonia.87 L a solución fue desafortunada,
pues muchos ayllus también habían recibido títulos de
composición, y no vacilaron en presentarlos para recla­
mar la exención total del pago de tributos. Estos recla­
mos derivaron en una nueva sublevación de los indios de
Pocoata, en 1913, esta vez por “no estar dispuestos a
pagar la contribución”, apoyándose en una Suprema Re­
solución de 13 de diciembre de 1899, que los declaraba
exentos de la Revisita en base a la precitada ley de 23

87. Según un expediente consultado en el mismo pueblo, en


1 8 9 4 los vecinos de M ach a tenían que defenderse con tra la de­
nuncia de estar ocupando “usurpativam ente los terrenos del E s ­
tado y sin ningún título constituyendo ellos al presente todos
los canchones que se ven en los suburbios y pam pas al occi­
dente de éste” . Después de lam entar la desaparición de “los
títulos primitivos que acreditaban el derecho adquirido p or nues­
tros abuelos, debido a las sublevaciones de los herm anos K atari
y de T ú p ac A m aru”, dicen: “en el año mil quinientos setenta y
uno, época en que a la sazón se estaba form ando el pueblo
de M acha, se había conferido comisión al Obispo de Quito, F ra y
Luis de Pope, en protección del naciente pueblo de M acha, el
dicho Obispo adjudicó p o r composición en propiedad sin condi­
ción ni restricción alguna la extensión de una legua en contorno
d e tierras labrativas a los primitivos pobladores” . E s ta “adjudi­
cación a los vecinos del pueblo de M ach a” fue confirm ada por
José de la V ega A lvarado en 1 6 4 6 . E n este docum ento los ve­
cinos se consideran descendientes de “los indios particulares de
M acha, fundadores del pueblo” . Y finalm ente aducen el argu­
m ento más contundente: “si nuestras propiedades son poseídas
usurpativam ente lo serían igualm ente todas aquellas que están
com prendidas en la inmensa latitud de que hablan los títulos,
m arcando hasta la provincia de M izque, m uy especialm ente las
fincas situadas en nuestro Cantón, tales com o A yom a, San L ázaro,
Esq uen a, L a P alca, Rosario, C huricala y Santa M argarita”. E stas
fincas son m ayorm ente ingenios creados en los siglos X V II y X V III
p ara el beneficio de los m etales extraídos del m ineral de Aulla-
gas (C o lq u e ch a c a ). Sus hacendados no tienen objeciones a la R e­
visita, puesto que son ellos miembros de la misma clase y casta
que prom ovía la creación de un m ercado de tierras, y no sor­
prende encontrar al dueño de una hacienda de P ocoata (H u an -
caran i) com o el único colaborador de don Guillermo Rasguido en
octubre de 1 8 9 7 : este h acendado fue corregidor del pueblo en
esa fech a, corregidor que representaba al otro polo de la am bi­
güedad del cargo. V er P refectu ra D epartam ental N ° 2 7 1 3 (P o ­
coata, 8 de octubre de 1 8 9 7 ) . C asa de la M oneda, Potosí.
de noviembre de 1883.88 Así, lejos de ser simples víc­
timas de las argucias legales criollas, los indígenas de
la República, como sus antepasados coloniales, logra­
ron compenetrarse con el contradictorio corpus legal
republicano y, al identificar las partes que apoyaban sus
intereses, sostener litigios y argumentos legales para
proteger su acceso tradicional a la tierra.
La confusión jurídica reflejaba una situación inhe­
rentemente conflictiva, derivada de los intentos de en­
cubrir un statu qu o d e fa d o , con una apariencia d e ju­
re, para después aplicar la reforma a una realidad pu­
ramente documental. Además, la administración crio­
lla apenas encubría una actitud frente al mestizo, si­
milar a la que asumía frente al indio. Así, para Nar­
ciso de la Riva, el mestizo sólo ‘ está una línea más
adelante del indio”
‘ . . .vive muy poco mejor, es flojo y desidioso; cul­
tiva en la ajustada medida de sus necesidades,
ayudado siempre por el indíjena; pobre como és­
te, no dispone de recursos pecuniarios con qué
adquirir nada que lo haga un propietario o labra­
dor levantado al lado del indíjena”.

Con tales frases, el Revisitador excluyó al mestizo de


la categoría de los “civilizados” y, desde su perspecti­
va criolla, lo colocó en el bando de los “brutos”.
Frente a esta exclusión, los mestizos de los pueblos
no vacilaron en aliarse con los comuneros cuando así
lo dictaban sus intereses. Existía, además, una capa
mestiza —poco investigada— que incluso ofreció aseso-

88. P refectu ra s d e Potosí, M em orias e In form es: Inform e


Anual al Supremo Gobierno del P refecto de Potosí, José Aguirre
A chá (P otosí, 1 9 1 4 : 5 2 - 3 ) . B N B , Sucre.
ramiento legal a los ayllus.89 Pero la convergencia co-
yuntural de intereses no debe confundirse con identi­
dad cultural. Como mediatizadores del poder estatal,
no podían sino aparecer frente las comunidades como
seres ajenos, aun si la convivencia significaba ciertas
ventajas para ambas partes. A través de la etnografía
de las comunidades actuales,90 es posible profundizar
en la ideología indígena respecto a los mestizos de los
pueblos. Es significativo que, aun hoy, para los ayllus
éstos se asocian generalmente con los animales salva­
jes, cuya relación predatoria con los ayllus los hace, a
la vez, temibles y respetados. Aquí nuevamente los
mestizos se encuentran ideológicamente excluidos de
la “sociedad humana”.
Si bien los criollos y los indios se acusaban mutua­
mente de estar fuera de la sociedad humana, por su
parte los mestizos tocaron ambos polos, pero se defi­
nieron por la exclusión de ambos. Si en algunos mo­
mentos pudieron encabezar las reivindicaciones indí­
genas, en otros se aliaron más bien con las capas do­
minantes para extraer parte de los excedentes indíge­
nas. Es esta ambigüedad, junto con Ja reducida impor­
tancia numérica de los mestizos en el Norte de Potosí,
la que contribuye a definir el “oportunismo cholo”, que
se mantiene como un elemento decisivo dentro de la es­
tructura regional de poder.
El enfrentamiento entre la nueva ética individualis­
ta y la “economía moral” de los grupos tradicionales no

89. “Existen también abogados y leguleyos que viven de la


ignorancia de los indios y que especulando sobre sus espíritus
los h acen jestionar con solicitudes que en el prim er grado im ­
portan resistencias y en el segundo consum an sublevaciones”.
Dalio Fernández, In form e d el S u h p refecto d e Chayanta al P re fe c ­
to d e Potosí”. Potosí, 1889. (B N B , Sucre, Publicaciones Oficiales,
Chayanta 1 8 8 9 ).
90. Nuestro trabajo de cam po fue realizado inicialm ente en
1 9 7 0 -7 1 , y ha sido reforzado por visitas anuales de corta dura­
ción desde 1973.
3 / P rim e ra re fo rm a a g ra ria 111

es un fenómeno propio de Bolivia. Este conflicto se ha­


bía producido también en todos los países europeos du­
rante las fases preliminares del capitalismo metropoli­
tano. Pero la oligarquía criolla se sintió atrasada en
una carrera internacional, en la que el precio de entra­
da era la transformación total de las estructuras eco­
nómicas tradicionales bajo el control del Estado. En
estas condiciones de “apuro histórico” (si cabe tal pa­
radoja), fue incluso difícil mantener la ilusión de le­
gitimidad, puesto que la única “solución” ál problema
parecía ser la aplicación implacable de las mismas me­
didas violentas que había utilizado, por ejemplo, Ingla­
terra en el periodo de su propia acumulación origina­
ría. Por eso, Narciso de la Riva, como otros revisita­
dores posteriores, pedían desesperadamente al gobier­
no la designación de “unos 30 hombres de línea que
acompañen a la comisión en el resto de labores que le
queda”. L a renuencia gubernamental a buscar conflic­
tos con “la indiada” —salvo cuando la misma supervi­
vencia criolla estaba en juego— refleja la profunda de­
bilidad de un Estado empeñado en “quemar etapas his­
tóricas” en pos de un objetivo planteado fuera del país.
4
E l desenlace

“E n el mecanismo nacional se encuentra un órgano


poco menos que atrofiado, conocido con el nom ­
bre de raza in d íg e n a .. . las últimas investigaciones
científicas de antropom etría llevadas a cabo por
el distinguido pedagogo Jo rg e Roum a, han dem os­
trado claram en te la existencia de elementos bioló­
gicos étnicos susceptibles de ser aprovechados ven­
tajosam ente en ciertos órdenes de la actividad hu­
m ana” .

Jo sé A guirre A chá, P refecto de Potosí, I n ­


fo rm e A n ua l al Su p rem o G obierno, L a Paz,
191 5 .

“L a exterm inación simple de 3a raza indígena es el


método heroico adoptado en los Estados Unidos (p a ­
ra solucionar el “problem a indio” ). . . P ero nosotros
no podemos dam os ese lujo de los yanquis, por­
que el altiplano, expurgado de los indios, se con­
vertiría en un yerm o inhabilitado e inhabilitable” .
Dem etrio Canelas, p ara los terratenientes, en
L a Razón, L a Paz, 2 1 de agosto de 192 7 .

E l abandonode la primera reforma agraria por parte del


Estado no debe atribuirse exclusivamente a la fuerza
de la resistencia indígena. Igualmente importante fue
la disminución de la proporción correspondiente al tri­
buto indígena dentro del presupuesto del Estado, del
41% en 1852 al 23% en 1880 ( Sánchez-Albornoz 1978),
permitiendo que después de la Guerra del Pacífico las
contribuciones comunales fueran asimiladas creciente­
mente a los Tesoros departamentales. De hecho, ya en
1872 la Ley Orgánica de Presupuesto y Administración
Financiera había diferenciado entre Fondos Nacionales
y Fondos Departamentales, excluyendo de los primeros
la contribución indígena. Pero la situación de quiebra
crónica en que se encontraba el erario nacional obligó
al Estado a buscar subvenciones en los fondos departa­
mentales,91 práctica que alcanzó su punto culminante
durante la Guerra del Pacífico. En este contexto, la con­
tribución pudo seguir aplicándose al presupuesto del Es­
tado, no obstante la legislación de 1872.
E l Estado sólo prescindiría de esta fuente de ingre­
sos cuando los impuestos procedentes de las exporta­
ciones metálicas y gomeras resolvieran su crisis finan­
ciera. Entre 1871 y 1880, la proporción de los ingresos
gubernamentales representada por esta nueva fuente
aumentó del 4% al 31% de los ingresos totales (Griesha-
ber 1977: 291-3). Por tal razón, el auge minero —pri­
mero de la plata y luego del estaño— permitió que el
Estado soslayase un enfrentamiento definitivo con los
ayllus, que habría sido imprescindible para el desarro­
llo sistemático de un “capitalismo agrario” en el sector
rural. Aunque los tributarios norpotosinos no pudieron
impedir la ruina de su proyecto mercantil, sí limitaron
la expansión, de la propiedad privada en esa región.
De los escombros del conflicto mutuamente destructi­
vo entre estos dos proyectos agrarios incompatibles,
surgiría la economía monoexportadora de metales como
el hecho dominante en la historia y política del país
hasta mediados de este siglo.
Entre la Guerra Federal y la gran sublevación indí­
gena de Chayanta de 1927, el problema agrario se cons­
tituyó en una preocupación predominantemente depar­

91. E n su Inform e de 1874, el Ministro de H acienda, don,


Pantaleón D alen ce observó que “administradas con separación
de la Tesorería nacional, las rentas departam entales se invierten
en el pago de los servicios de la respectiva circunscripción” ;
pero inm ediatam ente agregó que el déficit del E stad o fue tal
que la única solución fue la subvención que ofrecían los T eso­
ros departamentales.
tamental, pues las contribuciones de los ayllus seguían
siendo un elemento importante en el presupuesto de
los departamentos (ver cuadro 4 ). Sin embargo, el fra­
caso del proyecto original de los propiciadores del li-
brecambismo fue demasiado evidente como para alber­
gar esperanzas al respecto, y los prefectos se limitaban,
en sus informes anuales al gobierno, a lamentar la fal­
ta de control fiscal sobre el proceso de recaudación.
Frente al abandono del proyecto originario por el go­
bierno y la incapacidad prefectural de retomarlo a ni­
vel departamental, los terratenientes y pequeños pro­
pietarios de los pueblos empezaron a tomar la inicia­
tiva.

a. L a expansión d e la p ro p ied a d privada de la tierra


en el N orte d e Potosí, 1881-1918.

Las mesas revisitadoras extendieron varios títulos in­


dividuales, no obstante su incapacidad para realizar un
empadronamiento completo con fines fiscales. Estos tí­
tulos los conservan hasta hoy los descendientes de los
beneficiarios, como otra evidencia de que su acceso con­
suetudinario a la tierra tiene fundamentos jurídicos. Des­
de el punto de vista del derecho criollo, la extensión de
los títulos gracias a la Revisita determinaba la extin­
ción formal de la comunidad, en cuyo territorio se ubi­
caban las parcelas correspondientes. Esta extinción fue
desconocida por los ayllus norpotosinos, que hasta hoy
siguen reconociendo su derecho colectivo por encima del
usufructo individual.
Sin embargo, la extensión de los títulos por los Re-
visitadores significó el establecimiento de las condicio­
nes legales que harían posible la formación ele un mer­
cado de tierras, según los objetivos originales de la pri­
mera reforma agraria. Por lo tanto, empezaremos exa­
minando en qué medida se produjo efectivamente una
expansión de la propiedad privada hacia las zonas an-
O O o oo oo
O o O
o Q
o O OO
o O O s § o o o
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sO Os Os ro O *—1 rO CO Os T—< 10 00 rsj s¿
£ O CN O 0 O »—( CO ÍN t—l sQ r - 00 00 00 Os r - 00
<N <N <N r j CN CN rH ro ro <N <N (N (N <N (N <N e s
La contribución indígena del departamento de Potosí como

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porcentaje del presupuesto total del departamento

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Contribución
Año indígena Diezmos Primicias Total
Suma °/o Süma % Suma °/o Suma °/o

1900 173.748 59 44.000 15 20.000 7 292.678 100


1901 173.800 51 44.000 13 20.000 6 341.281 100
1902 173.672 39 46.000 10 20.000 4.5 444.864 100
1903 173.672 44 (Impuesto Pred ial : 70.745 = 18%) 393.537 100
1904 173.635 41 46.000 11 20.000 5 426.303 100
1905 173.707 55 49.000 15.5 ■ 20.400 6.5 314.107 100
1906 173.707 54 56.000 17 23.400 7 320.407 100
1907 173.707 58 71.000 24 28.400 9.5 298.530 100

Contribución Recargo del 20% Diezmos V


Año indígena para diezmos, etc. primicias Catastro Total
Suma % Suma % Suma % Suma % Suma %

1908 174.207 41 _____ __ ____ 123.000 29 425.143 100


1909 175.040 35 — .— — .— 107 000 21 ---.__ __ 504.979 100
1910 175.532 38.5 — .— — .— 42.270 9 110.000 24 455.402 100
1911 177.164 32 — .— — .— 25.000 4 125.000 22 560.000 100
1912 178.506 39 — .— — .— 30.000 6.5 110.000 24 457.307 100
1913 179.427 39 35.885 8 — .— —.— 130.004 28 460.616 100
1914 179.795 33 30.000 5.5 — — — 130.004 28 460.616 100
( l e r . s e m e s t r e

1915 1 6 9 .5 4 8 37 16.955 4 __ _____ — .— 136.991 30 461.561 lOO


1916 1 6 9 .8 1 7 33 1 6 .9 8 K " ) 3 __ .__ — .— 1 3 5 .6 5 6 26 5 1 9 .0 2 2 100

1917 1 7 9 .6 5 8 34 3 3 .9 3 8 6 -- 1 3 5 .6 5 6 26 5 2 6 .0 5 2 100

1918
1 3 5 .6 5 6 20 6 6 8 .3 7 7 100
1919 1 8 0 .1 2 1 27
16
__ ___ 1 3 5 .6 5 6 12 1 .1 3 2 .1 4 9 100
1920 1 8 0 .5 9 3
1 8 0 .6 7 3 .15
__ __ 1.35.655 12 1 .1 6 7 .7 4 5 100
1921
1 3 5 .6 5 6 16 8 6 2 .6 5 4 100
1922 1 8 0 .6 7 3 21
22
__ __ 1 3 5 .6 5 6 16 8 2 3 .6 2 7 100
1923 1 8 0 .6 7 3
1 3 5 .6 5 6 6 2 .2 1 3 .6 6 2 100
1924 1 8 0 .6 7 3 8
15
______ _ __ __ 1 3 5 .6 5 6 11 1 .2 0 6 .4 5 6 100
1925 1 8 0 .6 7 3
1926 1 8 0 .6 7 3 11 _____ 1 3 5 .6 5 6 8 1 .6 1 2 .0 6 0 100

1927
1928 1 8 0 .6 7 3 16 — .— — .— — .— 1 3 5 .6 5 6 12 1 .1 0 1 .8 8 0 100

1929
2 8 .1 9 4 4 7 3 2 .7 6 1 100
1930 1 3 7 .0 3 0 19

F u e n te : P r e s u p u e s to G e n e ra l d e la N a c ió n , 1879 1930. B N B , S u c r e .
N O TA : L o s d ie z m o s y la s p r im ic ia s se r e m a t a r o n en la s p r o v in c ia s , d e a c u e r d o c o n la ley d e 20 de
e n e ro d e 1900. Su v a lo r r e a l v a r ia b a d e a c u e r d o c o n " l a c a lif ic a c ió n d e la J u n t a d e A lm o n e d a s, en
v is ta de la o f e r ta y la d e m a n d a ” . E n 1912 se e s p e c if ic a q u e los c o r r e s p o n d ie n te s a la s ti e r r a s
de o r ig e n e s tu v ie ro n a c a r g o de lo s c u r a c a s . E l r e c a r g o d t ! 10% s o b r e la c o n tr ib u c ió n c o r r e s p o n ­
d ie n te '1a c a d a s e m e s tr e , r e p r e s e n t a u n a e t a p a de tr a n s ic i ó n h a c ia el r e e m p la z o de lo s d iezm o s
y p r im ic ia s p o r el c a t a s t r o .
teriormente controladas por los ayllus. El punto de par­
tida se nos ofrece con los resultados de la primera co­
misión catastral, que en 1881 entregó los dos libros co­
rrespondientes a las tierras privatizadas de las provin­
cias de Chayanta y Charcas. Pese a que estos libros no
sirvieron para implantar el impuesto predial, quedando
como “medidas estadísticas y preparatorias”, para nues­
tros fines representan un cuerpo de información de gran
interés.
Muchas veces suele suponerse que la mayor medida
de fuerza contra las comunidades indígenas durante el
siglo X IX fue la dispuesta por el Presidente Mariano
Melgarejo mediante la venta de los terrenos de comu­
nidad, decretada el 20 de marzo de 1866. Esta supo­
sición es errónea. Si examinamos el cuadro 5 por ejem­
plo, vemos que, fuera de los departamentos de La Paz
y Mejillones, las sumas de la venta forzada de tierras
comunales fueron muy limitadas. Las tierras vendidas
en el departamento de Potosí estaban constituidas por
las llamadas “tierras sobrantes”, o sea tierras que, no
obstante su ubicación dentro de los linderos de un ayllu,
no tenían poseedor efectivo. Estas ventas representaren
solamente el 2% del total de las operaciones realizadas
a nivel nacional.92 Además, dentro del total departa­
mental, las tierras correspondientes a la provincia de
Chayanta representaban el 12.5%, es decir 0.25% del to­
tal nacional. Después de la caída de Melgarejo, como
ha señalado Grieshaber (1977), las reivindicaciones de
las tierras comunales confirmadas por el Presidente Mo­
rales generalmente tuvieron éxito. En conclusión, pue­
de sostenerse que a principios del período de la políti-

92. Las “ tierras sobrantes” fueron categorizadas com o tales


dentro de una visión estatal que no reconoció la función que
tales terrenos podían cum plir en relación con la gam a de m e­
canismos que lograron redistribuir tierra y población según p re­
siones dem ográficas diferenciales en diferentes estancias de un
sólo ayllu. V er P latt 1982.
CUADRO 5
“Cuadro demostrativo de las tierras sobrantes y de
comunidades vendidas en subasta pública desde la
publicación del Supremo Decreto de 20 de marzo de
1866 hasta el 31 de diciembre de 1869".

Comu­
Tierras so­ nidades y Valores
Departamento Provincias brantes fracciones totales

CHUQUISACA 82 12 58,096.10
LA PAZ — 109 156,436.45
M EJILLONES — 216 430,262.80
Chayanta 11 1 2,010.60
Porco 6 _ 10,988.30
POTOSI
Sud-Chichas 3 ---- 2,403.65
Cercado 3 717
(Total) 23 1 16,119.55
COCHABAMBA 27 15 55,449.95
ORURO — 3 4,840
TARATA 2 4 6,742.76
BEN I 25 — 459.20

TOTAL 159 356 728,406.81

Fuente: Ministerio de Hacienda, Memorias, 1870.


BNB, Sucre.

ca exvinculatoria, las tierras privadas del norte potosi-


no fueron principalmente aquellas cuyos orígenes se
remontaban a la época colonial.
En los Libros de Catastro de 1881 están anotados los
nombres de todas las propiedades individuales y sus
respectivos dueños, como también su valor estimado y
renta anual. Este último dato se obtuvo en base a
una lista de los ingresos aproximados de cada propie­
dad, desglosados por producto agrícola y por otras fuen­
tes: multiplicación de ganado, herbajes, arriendos de
tierras y molinos, etc. Es importante notar que los fo­
rasteros y yanaconas de las pocas haciendas norpotosi-
ñas siempre habían cancelado la contribución territo­
rial, tradicionalmente recaudada por los hacendados
correspondientes. Sin embargo, en 1881 estos grupos
aparecen como arrendatarios de la hacienda, y su anti­
gua contribución, convertida en arriendo, se incluye den­
tro de los ingresos globales que constituyen la base pa­
ra el cálculo del impuesto predial. Esta transformación
recuerda la entrega de tierras a arrendatarios por los
hacendados cochabambinos a fines del siglo X V III, co-

CUADRO 6

La concentración de la propiedad privada en el Norte de


Potosí, por provincia y cantón, según el catastro del año
1881. (Valores en pesos)

1. PROVINCIA CHAYANTA

Valor
calculado
como por­
centaje del
V alor total valor
Cantón calculado Renta anual Im puesto catas trado

Aymaya 0
Chayala — .— — .— — .— 0
Chayanta 8.580 1.212.40 97.39 1
Chayrapata 9.068.40 922.60 83.44 1
Guaycoma 98.112 7.980.72 638.44 15
Macha 113.316.20 10.267.88 820.80 17
Maragua 61.274 4.305.80 343.50 9
Moromoro 86.896.80 5.189 415.11 13
Ocurí 86.808 0.775.56 381.49 13
Panacachi — .— — ,— — .— 0
Pitantora 185.089 10.583.30 834.12 28
Pocoata 18.944.25 3.543.45 281.28 3
Surumi 0

TOTALES 668.088.65 48.782.71 3.895.57 100

Fuente: Prefectura Departamental N? 56, Casa de la Mo­


neda, Potosí.
V alor
calculado
como por­
cen taje del
Valor total valor
Cantón calculado Renta anual Im puesto catastrado

Acasio 107.561.80 10.591.40 848.05 13.5


Arampampa 39.996 4.000 320. 5
Carasi y
Torotoro 160.104 16.012.20 1.283.50 17
•*>
Micani 19.080 1.910.20 153 Z
Moscarí 183.170.50 18.317.50 1.455.70 21
Sacaca 144.082 14.039.60 1.122.65 17
San Marcos 4.410 441.25 35.30 0.5
San Pedro 187.318.50 17.778.10 1.625.39 22
Toracarí 16.891.60 2.111.60 176.40 2

TOTALES 862.614.40 85.201.85 7.019.99 100

Fuente: Prefectura Departamental N? 40, Casa de la Mo­


neda, Potosí.

m o una respuesta a la contracción del mercado urba­


no-minero de Potosí (Larson 1980). Sería interesante
examinar en qué medida se dio o no un proceso aná­
logo en Chayanta, como resultado de la crisis en el co­
mercio triguero regional.
En el cuadro 8 se presenta un resumen de los tres
rubros principales: valor calculado, renta anual e impues­
to. La cuarta columna muestra los valores calculados
correspondientes a cada cantón como porcentajes del to­
tal provincial, permitiendo evaluar el peso de cada can­
tón dentro del conjunto de la propiedad privada de la
provincia. Estos valores no corresponden exclusivamen­
te a latifundios. En 1903, según el presidente de la co­
misión catastral, Nicanor Cabezas, aún existían 240 “fin­
cas propiameirte dichas”, de un total de 1782 propieda­
des inscritas: las demás eran “de pequeña importancia
. . .no constan sino de huertas i canchones de poco valor
i extensión”.93 Estas “huertas i canchones” son los terre­
nos usurpados por los grupos mestizos quienes, al ins­
cribirse en el catastro experimental de 1881, buscaron
protegerse de las amenazas contenidas en la ley de
1874, analizadas en el capítulo anterior.
La importancia de estos grupos, respecto a la gran
propiedad agrícola, puede detectarse en el catastro de
1881. E l cuadro 7 muestra la distribución de las pro­
piedades inscritas en aquel año de acuerdo con su valor

CUADRO 7

La distribución de las propiedades privadas por


valor calculado según cantón
(Valores en pesos)

I. PROVINCIA CHA YANTA

Menos de l.OCO— 5.000— 10,000— 15,000—


CANTON 1.000 4.999 99.59 14,999 19,999 20,000 +

Aymaya
Chayala
Chayanta 1 2 1 — — —
Chayrapata 5 4 — — — —
Guaycom a 3 6 1 1 — 2
Macha 171 3 2 1 — 2
Maragua 35 10 3 1 — —
Moromoro 7 14 3 2 — —
Ocurí 8 11 3 3 — —
Panacachi — — — — — —
Pitantora 29 17 6 4 1 1
Pocoata 146 2 1 — — —
Surumi

TOTALES 405 69 20 12 1 5

Fuente: Prefectura Departamental N? 56, Casa de la Mo­


neda, Potosí.

9 3. P refectu ra D epartam ental N ? 3 0 9 5 ( 3 0 de setiem bre de


1 9 0 3 ) . C asa de la Moneda, Potosí.
Menos de 1.000— 5.090— 1 0 ,0 0 0 - 15,000—
CANTON 1.000 4.999 99.99 14,999 19,999 20,000+

Acasio 85 11 1 1
Arapampa 50
Carasi y
Torotoro 12 19 5 2 2 —

Micani 21 4 — — — —

Moscarí 178 36 6 — — —

Sacacaca 186 36 3 — — —

San Marcos 6 1 — — — —

San Pedro 107 52 3 — — 1


Toracarí 45 2 1 — — —

TOTALES 690 161 19 2 2 2

Fuente: Prefectura Departamental N? 40, Casa de la Mo­


neda, Potosí.

calculado: destaca la importancia de los propietarios cu­


yos terrenos tenían un valor inferior a Sb. 1.000 (pesos).
Por una parte se registraron los latifundios de diversa
área, candidatos supuestos para el desarrollo de aquel
"capitalismo agrario” buscado por los legisladores de
1874. Pero simultáneamente aparecen numerosos pe­
queños propietarios, quienes trabajaban sus parcelas con
mano de obra predominantemente familiar, o median­
te arreglos de ayuda mutua con los ayllus vecinos.
Ahora bien, los cantones que en 1881 representaban
5% o más de cada total provincial (ver cuadro 6 ), pue­
den agruparse alrededor de cuatro focos de expansión
de la propiedad privada. En primer lugar, podemos
distinguir los cantones fronterizos con el departamento
de Chuquisaca: Guaycoma, Mofomoro (hoy Ravelo), O-
curí y Pitantora en la provincia de Chayanta; y Carasi
en la de Charcas. En estos cantones la importancia de
los pequeños propietarios resulta insignificante en com­
paración con los grandes latifundistas. Consideramos
que estos cantones constituyen la frontera de expansión
de la hacienda chuquisaqueña hacia el norte de Potosí.
Un argumento a favor de esta afirmación la ofrece la
presencia en estos cantones de capitales procedentes de
censos y capellanías, pertenecientes a los monasterios
chuquisaqueños de Remedios, Santa Clara y Carmen, co­
mo también de la misma Catedral. Para calcular la
renta anual de estas propiedades, el registrador restaba
el valor de los intereses anuales (2%) pagados al pro­
pietario religioso, para llegar a la base del impuesto
predial. Así, por la ubicación de las propiedades y por
la presencia de los censos y capellanías religiosas, pue­
de sugerirse que los seis cantones afectados estaban in­
cluidos en el área de operaciones de los terratenientes
de la capital.
Al otro extremo de la región, los cantones de Acasio
y Arampampa, en la provincia de Charcas, se ubican
en la frontera con el departamento de Cochabamba,
otro foco de expansión del latifundio (Larson 1978,
1980; Rodríguez 1978). Sin embargo, la gran mayoría
de las propiedades inscritas en estos cantones corres­
ponde a pequeños propietarios, sugiriendo que en esta
época la hacienda cochabambina había penetrado po­
co en el Norte de Potosí.
En el centro de la provincia de Charcas, se encuen­
tra el eje Sacaca-San Pedro-Moscarí, caracterizado por
una gran concentración de tierras privadas. E l cuadro
6 muestra que el grueso de estos valores proviene de
la multitud de pequeños propietarios -radicados en es­
tos pueblos, aunque también se nota la presencia de
algunas haciendas medianas, una de las cuales pertene­
ció a un monasterio de Sucre.
Finalmente, el área de Macha se caracteriza por un
grupo de haciendas valiosísimas cuyos orígenes se en­
cuentran principalmente en los ingenios formados pa­
ra el beneficio de los minerales de Aullagas durante
la Colonia, los que en 1881 seguían supeditados a la
producción argentífera de Colquechaca.94 Sin embargo
también se encuentra, igual que en Pocoata, un gran
número de pequeños productores mestizos, cuya impor­
tancia ya se ha señalado en el capítulo anterior.
Con los datos actualmente disponibles, no podemos
cuantificar las diferentes extensiones controladas por el
régimen privado y el régimen comunal en el Norte de
Potosí, en 1881. Sin embargo, para 1903 Nicanor Ca­
bezas ofrece una estimación aproximada de las superfi­
cies bajo ambos regímenes:
“(L a circunscripción de Charcas) está poblada
casi en su totalidad por indígenas tributarios; de
ahí que las propiedades particulares, entremez­
cladas con las de aquellas resultan escasas rela­
tivamente a su vasta extensión”.

Y para la provincia de Chayanta informa que:


“Todas las propiedades particulares están com o
en Charcas, entremezcladas con las posesiones de
comunidades i tributarios i constituyen también
una parte muv limitada del extenso territorio
que forma la provincia”.

Esta apreciación debe haber tenido mayor validez en


1881
De hecho, en 1874 los legisladores buscaron cuanti­
ficar la tenencia y producción de los comuneros median­
te la extinción de los ayllus y la conversión de sus
miembros en propietarios plenos. De acuerdo con la
ideología positivista predominante, la cuantificación en

94. C añete y Dom ínguez (1 9 5 2 [ 1 7 8 7 ], C ap. X I I ) da los nom­


bres de los principales ingenios de Aullagas en el siglo X V III: '
Rosario, P alca, Angostura, Churicala, A yom a y G uancarani, la ma- ¡
yoría anotados como haciendas en el C atastro de 1881.
hectáreas se consideró parte de una agricultura “cien­
tífica”, asociada por definición con la consolidación de
la propiedad privada. Sin embargo, hoy como en el si­
glo XIX, los datos de extensión tienen poco valor si
no están acompañados por una evaluación precisa de
la calidad de los suelos y del microclima de cada pre­
dio. La topografía sumamente accidentada del Norte de
Potosí hace difícil definir áreas climáticamente homo­
géneas. Por lo tanto, el sistema de medidas tradicio­
nalmente utilizado en la región evalúa un terreno en
términos del cultivo apropiado y del volumen de se­
millas necesario para sembrarlo: al decir “1/2 olla de
maíz” u “8 Mamas de papas” expresan las característi­
cas relevantes del terreno, según el volumen y tipo de
semilla cpie puede sembrarse en él. Este sistema de
agrimensura sigue apareciendo en los contratos de com­
pra-venta por lo menos hasta 1915, y aún se mantiene
vigente en la región, aunque nunca ha sido empleado
por los observadores gubernamentales en la recopila­
ción sistemática de información.
Otro indicador de la importancia relativa de los ay-
llus y de las haciendas en cada cantón consiste en
comparar el número de colonos y comuneros entre los
cantones con penetración latifundista. Evidentemente,
este indicador no es siempre confiable, dado que el va­
lor de una hacienda no corresponde necesariamente a
la cantidad de mano de obra que dispone. La posesión
de un horno de miel o un trapiche, la instalación de
un molino de granos, o de un ingenio para minerales,
permitiría al propietario mantener un nivel de ingre­
sos muy por encima de las unidades productivas basa­
das en la fuerza de trabajo exclusivamente familiar e,
incluso, de otros hacendados con una fuerza de trabajo
servil más numerosa. Algunas haciendas que aparecen
en el Padrón de yanaconas de 1836 con una alta po­
blación de colonos y que después, en 1877, muestran
una caída abrupta en la mano de obra servil, se regis-
tran en el catastro de 1881 como propiedades valiosísi­
mas con altos ingresos anuales, debido a su elección
de cultivos que no requieren una fuerza de trabajo per­
manente, como los frutales.
Sin embargo, la inversión productiva en las hacien­
das fue generalmente limitada en el siglo XIX, y es pro­
bable que los principales medios de producción se li­
mitaran a la tierra y mano de obra en la mayoría de
los casos. Por eso resulta útil comparar la población
servil y comunal en los cantones que muestran altos
valores de propiedades privadas en el catastro de 1881.
Un examen del cuadro 8 muestra que, incluso li­
mitándonos a los cántones afectados por la expansión
de la propiedad privada, los colonos sólo representan
el 22.4% de la población total. Además, si se conside­
ra los cantones de Pitantora y Sacaca donde se encuen­
tra casi el 50% de la población servil del Norte de Po­
tosí, en el primero los colonos constituyen el 58% de la
población cantonal (599/1031), mientras en Sacaca la
cifra correspondiente sólo llega al 14%. Unicamente en
Ocurí y Maragua se encuentra un claro predominio de
colonos sobre comuneros.
Sin embargo, en las dos provincias se encuentra una
mayoría de cantones apenas afectados por la hacienda.
E l cuadro 9 muestra que, a nivel regional, solamente
11.6% de los tributarios registrados en la Revisita de
1877 estaban sujetos al régimen de hacienda. Fuera de
los cuatro focos de propiedad privada, antes menciona­
dos, la época de la política exvinculatoria empieza con
un vasto predominio del régimen comunal en el Norte
de Potosí.
¿En qué medida la Revisita exvinculatoria logró cum­
plir sus objetivos mediante la extensión de títulos indi­
viduales? Lamentablemente para el presente estudio ha
sido imposible comparar el catastro de 1881 con los pos­
teriores de 1903, 1910 y 1922. Por ahora nos limitare-
Colonos y comunarios en cantones con penetración
latifundista en 1877 (por cantón)

Cantón Colonos Comunarios Pobl. Total


N? % N«? % %

Acasio 176 8.4 503 7 679 7


Carasi y
Torotoro 92 4.4 527 7 619 6 .6
Guaycoma * 24 1 — 0 24 0.2
Maragua 284 13.5 — 0 284 3
Moromoro 34 1.6 1,211 16.6 1,245 13
Moscarí 216 10 662 9 878 9
Ocurí 210 10 77 1 287 3
Pitantora 599 28.5 432 6 1,031 11
Sacaca 425 20 2,620 36 3,045 32
San Pedro 42 2 1,248 17 1,290 14
TOTAL (1) 2,102 100 7,280 100 9,382 100
TOTAL (2) 2,101 22.4 7,280 77.6 9,382 100

* E n la Revisita de 1877, los 24 habitantes de Guaycoma


aparecen como colonos de hacienda. Sin embargo, Nar­
ciso de la Riva aclara en 1885 que “este pequeño Cantón
apenas posee veinticinco indígenas originarios, cuyo do­
micilio mantienen en el Cantón de Condo provincia de
Paria donde abonan el tributo”. Se trata, evidentemente,
de una situación común en las áreas cerca a Sucre, se­
gún la cual algunas haciendas pertenecen a comunida­
des lejanas en el Altiplano. Compárese la hacienda de
Tuero en el Cantón Moromoro, que aparece en el catas­
tro de 1881 como propiedad de la "Comunidad Corque
de Carangas”. Parece que las otras háciendas de Guay­
com a no poseían colonos.
Los datos de la Revisita de 1877 no señalan la existencia
de colonos en Macha. Sin embargo, el catastro de 1881
enumera 26 colonos "entre indios y mestizos” para esa
fecha en la importante hacienda-ingenio de Ayoma. E s­
ta corrección debe llamarnos la atención sobre las limi­
taciones de la información de la Revisita en lo que atañe
a los colonos de haciendas.
Fuente: Libros de Revisita de las provincias de Charcas y
Chayanta, año 1877. Revistas, ANB, Sucre.
mos a otros indicadores parciales, como es el número
de las rentas de las tierras de origen registradas en
la Sección Propiedades del Archivo de Derechos Reales
en Potosí, entre 1889 y 1918. En el cuadro 10 pode­
mos examinar el número de ventas realizadas entre
1889 y la Guerra Federal, en comparación con el nú­
mero de transacciones correspondientes al período de
gobierno liberal entre 1901 y 1918.

En primer lugar, los cantones afectados por estas


ventas son precisamente los previamente asociados al
proceso de la privatización en 1881. En el área de
Sacaca-San Pedro-Moscarí, se ha detectado 231 transac­
ciones para el período referido. En los cantones de la
frontera chuquisaqueña (Moromoro, Pitantora, Ocurí y
Carasi) 125; y 69 en Acasio, en la frontera cochabam-
bina. Los demás cantones sólo vieron 25 transacciones
(excluyendo a los no-identificados). E l área de Macha
manifiesta apenas una transacción. Salvo en Alacha,
durante este período se consolidó la propiedad privada
en las áreas donde siempre había existido.
Es interesante constatar que la gran mayoría de las
transacciones se realizaron después de la Guerra Fede­
ral, en la época liberal. Este resultado coincide con la
situación ya comprobada para La Paz (Rivera 1978b).
Sin embargo, a diferencia de La Paz, incluso en el se­
gundo período las ventas siguen concentrándose en las
áreas tradicionales de tenencia individual. Además, las
extensiones enajenadas son ínfimas en comparación con
La Paz, donde se pusieron en venta comunidades ente­
ras. En el Norte de Potosí son excepcionales las ven­
tas de toda una “asignación” (parcela de originario o
agregado), siendo normal la venta de una fracción de
una parcela. Aunque por las razones expuestas consi­
deramos inútil buscar equivalencias en hectáreas para
las fracciones vendidas, es obvio que se trata de super­
ficies ínfimas en comparación con el Altiplano norte.
Colonos de hacienda e indios de comunidad en 1877,
como porcentaje de la población tributaria total
(por cantón)

Cantón Colonos Comunarios Pobl. Total


N<? % N<? % N<? »/o

Acasio 176 26 503 74 679 100


AuIIagas — 0 79 100 79 100
Ay maya — 0 621 100 621 100
Carasi y
Torotoro 92 15 527 85 619 100
Chayrapata — 0 715 100 715 100
Chayanta — 0 2,574 100 2,574 100
Guaycoma 24 100 — 0 24 100
Macha — 0 1,310 100 1,310 100
Maragua 284 100 — 0 284 100
Micani — 0 179 100 179 100
Moromoro 34 2.7 1,211 97 1,245 100
Moscarí 216 24.6 662 75.3 ,878 100
Ocurí 210 73 77 27 287 100
Panacaehi — 0 587 100 587 100
Pitantora 599 ■58 432 42 1,031 100
Pocoata — 0 2,033 100 2,033 100
Sa caca 425 14 2,620 86 3,045 100
San Marcos — 0 298 100 298 100
San Pedro 42 3 1,248 97 1,290 100
Surumi — 0 149 100 149 100
Toracarí — 0 156 too 156 100

TOTAL 2,102 11.6 15,981 88.4 18,083 100

Fuente: Libros de Revisita de las provincias de Charcas y


Chayanta, año 1877. Revisitas, ANB, Sucre.
Sin embargo, ¿por qué el ritmo y la escala de las
ventas de tierras, por limitados que fuesen, aumentaron
tanto después de la Guerra Federal? Una explicación par­
cial enfatizaría la extensión efectiva de numerosos tí­
tulos durante el período previo a esta Guerra, que ser­
vían de base para los trámites legales de enajenación
desde principios del siglo XX. Según este argumento,
sólo se pudo recoger los frutos de la política exvincu­
la toria una vez terminados los intentos de la Revisita.
Efectivamente, fue necesaria la identificación precisa
de la ubicación y tamaño de las parcelas para permi­
tir la transferencia del título correspondiente. Pero más
importante fue, probablemente, la impaciencia crecien­
te de los propietarios privados por el abandono del pro­
yecto terrateniente por parte del Estado, y sus intentos
de tomar la iniciativa en el proceso de expropiación
de tierras comunales en las márgenes de las zonas ya
controladas por el régimen privado. Los contratos de
compra-venta señalan los precios pagados por los terre­
nos enajenados. Significativamente, muchos contratos
estipulan que se trata de precios nominales, sumas can­
celadas en los pesos febles que se estaban retirando
de circulación desde 1875, y en otros casos la transfe­
rencia del título se debe a razones de endeudamiento
del poseedor indígena. Por otra parte, los vendedores
aluden a las obligaciones tributarias que deben asumir
los compradores: fracciones del tributo correspondientes
a fracciones de una “asignación”, y en algunos casos la
transferencia de la obligación de seivir en las postas.
Estos detalles ilustran cómo el abandono estatal de la
“gran reforma rentística” aumentaba el interés del fisco
departamental en la retención de los ingresos proceden­
tes del antiguo tributo. La consecuencia fue paradóji­
ca: por una parte, se iba reanudando el vínculo tradi­
cional entre los tributarios dé los ayllus y el Tesoro po-
tosino. Simultáneamente los propietarios privados em­
pezaron a roer más intensivamente los linderos de los
ayllus, logrando desprender una cantidad limitada de
terrenos, para después encontrarse sujetos a los ftñsmos
gravámenes tradicionales teóricamente derogados por la
ley de 1874.
E l cuadro 10 muestra que la expansión de la hacien­
da en el Norte de Potosí fue muy limitada durante el
período examinado. En su mayoría los cantones queda­
ron inafectos de la venta de tierras comunales. Aun­
que el Ministro de Hacienda comentó la inscripción de
3068 propiedades correspondientes a las provincias de
Chayanta, Charcas y Bustillo95 en el catastro de 1910,96
señalando que 1117 “corresponden. . . a nuevas propieda­
des recientemente catastradas”, no puede inferirse un
proceso de consolidación de la gran propiedad agraria.
Aparte de las superficies reducidas de los terrenos ven­
didos, al parecer este aumento del número de propie­
dades registradas en el catastro refleja la decisión de
muchas familias mestizas, cuyos derechos a la tierra ha­
bían sido negados por la ley de 1874, de romper su
alianza con los ayllus, para adscribirse al régimen de
propiedad favorecido y garantizado por los terratenien­
tes y el gobierno boliviano. En este proceso puede re­
conocerse los orígenes del realíneamiento de las lealta­
des mestizas hacia una capa oligárquica, que de esta
manera logró iniciar el arrinconamiento paulatino de los
ayllus rebeldes de la “anti-sociedad” andina.

b. El “Pacto” renovado: antecedentes d e la subleva­


ción indígena d e Chayanta de 1927.
E l siglo X X nació con todas las “fuerzas del progre­
so” concentradas en el sector minero, cuyas exportacio-

9 5 . L a Provincia de Bustillo fue cread a p or ley de 8 de o c­


tubre de 1 9 0 8 , para responder a las crecientes necesidades ad­
ministrativas del centro minero de U ncía y Llallagua.
9 6 . P refecturas d e Potosí, M em orias e In fo rm es, Inform e Anual
al Supremo Gobierno del P refecto de Potosí, D r. N éstor G utié­
rrez ( 1 9 1 3 : 8 1 ) . B N B , Sucre.
Las ventas de las tierras de origen, por provincia
y cantón, entre 1889 y 1918 (N° de ventas).

I. PROVINCIA CHAYANTA (Con provincia Bustillo


desde 1909)

Cantón 1889-1900 1901-1918 TOTAL

Chayanta . 3 3
Macha — 1 1
Moromoro (Ravelo)
y Tomuvo 15 69 84
Panacachi — 1 1
Pitantora y Ocurí 2 4 6
Surumi 1 1 2
Uncia — 9 9
No identificado 1 5 6

TOTAL 19 93 112

Fuente: Registro de Propiedades, Derechos Reales, Potosí.

II. PROVINCIA CHARCAS

Cantón 1889 -1900 1901 -1918 TOTAL

Acasio 3 66 69
Carasi y Torotoro 6 29 35
Moscarí 4 15 19
Sacaca y Caripuyo 1 23 24
San Marcos — 1 1
San Pedro 38 150 188
Toracarí 1 8 9
No — identificado 11 21 32

TOTAL 64 313 377

Fuente: Registro de Propiedades, Derechos Reales, Potosí.


nes de estaño constituían el principal ingreso fiscal del
Estado. Frente a los logros del capitalismo extractivo,
el sector agrario atraía siempre menor atención por par­
te del gobierno y el “problema indio” fue asumido cre­
cientemente por las prefecturas departamentales, que
seguían dependiendo de la contribución indígena para
cubrir gran parte de su presupuesto (ver cuadro 4). La
expansión de la propiedad privada en el Norte de Po­
tosí, cuyqs limitaciones acabamos de anotar, se logró
en un contexto ambivalente. Mientras que la realiza­
ción de los primeros catastros prometía la transforma­
ción esperada del sistema impositivo en el campo, el
Tesoro departamental no podía prescindir del cobro del
antiguo tributo. Se volvió a presentar, en el plano de­
partamental, el antiguo problema de la transición, y la
Prefectura potosina difícilmente pudo resolver un con­
flicto con los ayllus que el mismo Estado había prefe­
rido soslayar. De ahí la actitud contradictoria que pue­
de observarse en los Informes prefecturales de las pri­
meras décadas del siglo. Mientras que formalmente se­
ñalan un apoyo para la expansión de la propiedad pri­
vada, emprendida ahora por iniciativa directa de mesti­
zos y terratenientes, simultáneamente -se nota una preo­
cupación constante por el volumen de la contribución
de los ayllús, que se traduce encuna aceptación provi­
soria de un renovado “pacto de reciprocidad” entre el
Tesoro departamental y las autoridades indígenas.

La nueva situación que surgió después de la Guerra


Federal no pudo sino preocupar a la Prefectura. E n pri­
mer lugar, tardó mucho en establecerse el cobro de la
contribución en bolivianos, pese a no saber cuándo los
antiguos pesos febles fueron finalmente desplazados
del circuito fiscal. Por otra parte, la misma ley de l 9
de octubre de 18S0 había liberado a los forasteros de
los ayllus de sus obligaciones tributarias, con la consi­
guiente reducción, en el monto del tributo. Además,
después del abandono de la Revisita exvinculatoria en
el Norte de Potosí, las autoridades fiscales no tenían
ningún padrón de los contribuyentes que permitiera
controlar la suma percibida, por lo que se encontraban
obligadas a confiar en el monto recaudado y entrega­
do por los curacas y sus cobradores. Finalmente, los
propietarios particulares empezaron a impacientarse por
la lenta marcha de la reforma, y buscaron acelerar el
logro del objetivo original del Estado mediante la ex­
propiación o compra forzada de los terrenos comunales
ubicados en los límites de sus posesiones.

Analicemos primero la situación de los forasteros:


¿por qué la ley de exvinculación parecía dispuesta a
renunciar a la contribución de semejante número de
tributarios? La respuesta la ofrece un oficio dirigido a la
Prefectura de Potosí, en abril de 1885, por el primer Re­
visitador de Chayanta, Narciso de la Riva:
“E l forastero es el colono de hacienda que pres­
ta su servicio a los patrones del fundo. Fuera de
esta clase de forasteros no puede existir otra sal­
vo casos muy especiales; porque no se concibe
la existencia de numerosos indígenas de la es­
pecie en centros de Aillos o comunidades donde
no pueden arrendar su trab ajo.. .”.97

Según este comentario, los legisladores .considéraban al


forastero como un típico fenómeno de la hacienda:' sú
presencia en los ayllus aparecía así como una simple
anomalía. La cláusula de la ley de 1874, que liberó
a los forasteros de sus obligaciones tributarias, estuvo
dirigida, en primer lugar, a lograr la conversión de los
forasteros (o yanaconas) de las haciendas en arrendata­
rios, tal como se ha indicado. Así el gobierno renuncia-

97. N arciso de la Riva, In fo rm e d el Revisitador d e Tierras d e


Orijen d e la Provincia d e Chayanta. Sucre, 1885.
ba a un impuesto que debía convertirse en un arriendó
pagado al hacendado, y el fisco esperaba recuperar su
pérdida m ediante el nuevo impuesto predial calculado
sobre los ingresos totales ( incluso los arriendos) de los
nuevos “capitalistas agrarios”.
E l propósito del legislador fu e anulado p or la pre­
sencia efectiva d e numerosos forasteros dentro de los
ayllus. En Macha, p o r ejemplo, la Revisita d e 1877 arro­
jó la cifra de 1690 forasteros en am bas parcialidades
( casi 70% d e la población total). Para Narciso de la
Riva este fenóm eno resultaba injustificable e irracional,
que sólo podía atribuir a un “réjimen comunario des­
atendido desde lo remoto” por “la superior jerencia ad­
ministrativa”. E l mismo problema surgió respecto a la
situación de muchos agregados. E n el caso de Moromo-
ro, Narciso de la Riva comentó:
“S i.. . el agregado es el individuo añadido al ori-
jinario que posee un común, el simple buen sen­
tido rechaza la posibilidad de que 304 individuos
puedan agregarse a 83 comunarios; añádase a es­
ta razón incontrovertible que según las mensuras
practicadas por el Agrimensor Justo Leigue Mo­
reno, la capacidad de los terrenos ocupados por
los llamados agregados es inmensa y de un valor
considerable, mayor quizá a todo un orijen ...”

De ahí que la mesa revisitadora buscara recategorizar


a los contribuyentes sospechosos, de acuerdo con la ex­
tensión efectivamente ocupada, desconociendo el papel
de las categorías dentro del ciclo de desarrollo de ca­
da unidad doméstica, esbozada en el capítulo 2. De es­
ta manera, de la Riva pudo pretender que:
“. . .la pérdida proveniente de la abolición del tri­
buto correspondiente a los forasteros, habría sido
subsanada con superabundancia, evitando el défi-
‘ cit que habría sido una realidad rentística, sin los
í trabajos de la Revisita”.98

El subprefecto de Chayanta, Dalio Fernández, no fue


tan optimista. E n 1889, comentó un déficit de Bs. 4,528.60
para los cantones de Pitan tora y Moromoro, en relación
al monto presupuestado en la Revisita de 1877. Este
défcit aumentó en Bs. 1,159.40, tomando en cuenta la ley
de 26 de noviembre de 1886, que había dispuesto el
cobro de la contribución en pesos febles, en vez de bo­
livianos, debido a las continuas sublevaciones de los in­
dios. Pero el subprefecto quiso también subrayar sus
propios esfuerzos en favor del fisco: en 1891 logró re­
caudar Bs. 4,950 sobre el monto presupuestado para la
provincia, valiéndose de la ley de 30 de octubre de 1890
que, conf irmando la práctica de Narciso de la Riva, ha­
bía exigido
. .que el indíjena terrateniente impropiamente
llamado ‘Forastero’ pague Bs. 2.80 cts. semestral
por su asignación y que sea incluido en la clase
de ‘Agregados’

Así, la “generosidad” aparente de la legislación exvin-


eulatoria debió corregirse una vez que se constató la
presencia de numerosos forasteros en los ayllus.
L a exención de los forasteros del pago de la contri­
bución representa otro ejemplo de la profunda ignoran-

98. Id em . Por ejemplo, para el Cantón M orom oro, la Revisita


de 1 8 8 7 Rabia registrado 8 3 originarios, 3 0 4 agregados y 331
forasteros; con una contribución total (sacan d o a los forasteros
de acuerdo con la L ey de 1 8 7 4 ) de $ 2 9 3 7 .2 0 . Pero después de
la Revisita exvinculatoria, 6 4 8 contribuyentes fueron matriculados
con una contribución total de $ 4 8 0 6 .2 0 , o sea un aum ento de
$ 1 8 6 9 . Si suponemos que la población se había mantenido cons­
tante desde 1 8 7 7 , entonces, el núm ero de forasteros se hubiera
reducido a solamente 7 0 individuos.
99. Dalio Fernán d ez, Inform es del Su b-P refecto d e Chayanta
al P refecto d e Potosí. Potosi, 1 8 8 9 , 1 8 9 0 , 1891.
cía de los legisladores criollos sobre el funcionamiento
interno de la sociedad indígena. Repitiendo las pala­
bras de Narciso de la Riva, citadas en el capítulo ante­
rior, tales “errores . . . comprueban lo inútil de los des­
velos de los conductores del país cuyo saber y ciencia
no bastan a suplir la falta de conocimiento de las co­
sas y personas para quienes se legisla. . Ya hemos
visto cómo los indios supieron aferrarse a las clausulas
favorables de la legislación “blanca”. No sorprende, en­
tonces, que durante este siglo los forasteros (o cantu
runas) no hayan pagado ningún tributo, aparte de al­
gunos servicios tradicionales en la iglesia (los m onákus
del ayllu M acha), hasta muy recientemente. Con el
abandono de la Revisita de Chayanta, en 1902, se deja­
ron de lado las prácticas correctivas de las autoridades
nacionales, mientras que los curacas aplicaron la le­
tra de la ley de .1874 en lo que correspondió a los fo­
rasteros de sus ayllus.
Fue durante los primeros años del siglo XX que las
autoridades indígenas decidieron encargarse directa­
mente de la recaudación del tributo, en un intento de
restablecer el antiguo “pacto de reciprocidad” de acuer­
do con su percepción de la justicia. En 1906, la regu­
laridad . de las entregas de las provincias de Chayanta
y Charcas llamó la atención del prefecto de Potosí,
Fructuoso Ramos (dueño de la hacienda-ingenio de “A-
yoma” en el cantón M acha):
. .por costumbre tradicional, ( estas provincias)
son las únicas que aportan al Tesoro casi el total
de cada semestre dentro del primer trimestre
respectivo, o sea, con anticipación de tres me­
ses a los plazos determinados, 30 de junio y 31
de diciembre. . .”.100

100. Fructu oso Ramos, Inform e ante el Suprem o Gobierno de


la República, Potosí, 1906. ( B N B , Sucre. P refecturas d e Potosí,
M em orias c In form es 1 8 7 1 -1 9 1 4 ).
Igualmente, en 1909 el prefecto Nicanor Serrudo comen­
tó la misma regularidad para la provincia de Chayanta:

. .no se ha presentado ninguna inconveniencia,


sin embargo de que se han suprimido los recau­
dadores, habiendo ejercido las funciones de és­
tos, personas nombradas de entre los mismos co-
munarios, con el título de curacas recaudado­
re s ..

En la reaparición del título colonial ( “curacas recau­


dadores”) y en la regularidad de las entregas, puede
apreciarse la seriedad con la que las autoridades indí­
genas tomaron la reanudación del pago del tributo, es­
forzándose por mantener de su parte el antiguo “pac­
to”, a fin de asegurar los derechos de sus ayllus a la
tierra.
El nombramiento “entre los mismos comunarios” de
los nuevos curacas recaudadores representa un elemen­
to clave dentro del nuevo statu quo. Igualmente im­
portante fue la medida tomada por las autoridades in­
dígenas para asegurar el comportamiento legítim o de
los representantes del Estado. En 1910, Nicanor Serru­
do señaló que los padrones actualizados sólo se encon­
traban en manos de los curacas, quienes se negaron a
entregarlos a las autoridades fiscales. Nuevamente, en
1918 el prefecto Carlos Gutiérrez confirmó que

“. . .en las circunstancias actuales, las autoridades


aspiran a nada más que recaudar la suma calcu­
lada en el presupuesto, porque tampoco tienen
base sólida para perseguir más, y ese hecho pro­
viene de que los padrones están en poder de los
curacas, que no los confían a nadie, y el Tesoro

101. N icanor Serrudo, Inform e ante el Suprem o Gobierno de


la República. Potosí, 1 9 0 9 . (B N B , Sucre. P refecturas d e Potosí,
M em orias e In fo rm es, 1 8 7 1 - 1 9 1 4 ) .
Departamental no tiene tampoco listas auténticas
de los contribuyentes porque ningún funcionario
se las puede suministrar”. 102

Finalmente, en 1921 el prefecto, mayor Armando Bre-


tel, propuso que
“. . .se procure que estos pagos [del tributo] se
haga directamente a este Tesoro por los Curacas
e Ilacatas, sin la interferencia de la autoridad
subprefectural.. .”.103

Con esta última modificación se estableció el sistema


de recaudación actualmente vigente, basado en la res­
ponsabilidad directa de las autoridades indígenas fren­
te al Tesoro departamental, aunque sin la entrega de
los padrones actualizados a las autoridades fiscales. La
retención de los padrones constituyó un reconocimiento
por parte de los curacas de la fragilidad del nuevo
“pacto”, y un testimonio de su profunda desconfianza'
hacia el Estado. Sin los padrones de los contribuyentes
por lo menos sería más difícil un nuevo intento de ha­
cer privada la tenencia y disolver los ayllus. Como se
señala en el próximo capítulo, muchas autoridades ip-
dígenas del Norte de Potosí aún se mantienen dispues­
tas a cumplir con su parte del “pacto”, recaudando la
contribución escrupulosamente de sus ayllus para ga­
rantizar el acceso colectivo a la tierra.
¿Qué ocurrió con el peso del tributo indígena den­
tro del presupuesto del Tesoro departamental? E l cua­
dro 4 muestra el porcentaje representado por este item
de 1880 a 1930. Se ha señalado ya la disrupción en
su cobro durante los últimos veinte años del siglo XIX,
como también la apropiación de parte de los ingresos

102. Carlos Gutiérrez, In fo rm e d el P refecto y C om a nda nte G e ­


neral d el D epartam ento d e Potosí. Potosí, 191 8 .
103. Armando Bretel, In fo rm e A n ua l d el P erfecto d e Potosí
ante e l S u p rem o G obierno d e la R epú blica. Potosí, 1921.
departamentales por el erario nacional hasta fines de
la Guerra del Pacífico. Sin embargo, los valores pre­
supuestados son representativos de la importancia del
tributo desde la perspectiva del Tesoro departamental.
Se notará que en 1880 los indios aportaron casi el 95%
del total, y todavía en 1907 su contribución constituía
más de la mitad del monto global. Incluso en víspe­
ras de la Guerra del Chaco, la suma presupuestada pa­
ra 1930 representaba casi 20% del total. Además, si
bien se reducía el porcentaje correspondiente al tributo
durante los 50 años examinados, esta reducción no se
refleja tanto en pn aumento del impuesto predial pro­
cedente de las tierras privatizadas, sino de los ingre­
sos procedentes de otras fuentes. En ningún año llegó
el impuesto predial a superar en importancia la con­
tribución territorial. Mejor prueba no puede haber del
fracaso de la primera reforma agraria de 1874. En el
departamento de Potosí incluso los diezmos y primicias
sólo se eliminarían en 1917, después de un período de
transición de cinco años, cuando se reemplazaron por
un recargo de 20% sobre la contribución anual de los
indios.
Frente a la importancia persistente del tributo tra­
dicional, repetidas veces los prefectos de Potosí plan­
tearon al gobierno la urgencia de retomar las Revisitas
de las tierras comunales. Pero las razones aducidas no
tuvieron ya las ambiciones de la ley de 1874. Lo que
se temía era, sencillamente, la defraudación de los in­
tereses fiscales, sea por las maniobras de los curacas,
sea por la asimilación de las “tierras del Estado” —co­
mo aún se consideraban las tierras de los ayllus— por
propietarios particulares:
“Se tiene comprobado que en cada parcialidad
ha disminuido el número de contribuyentes, pa­
sando las saijañas [tierras de origen] a manos
extrañas, sin obligación ninguna, o abandonadas
por falta de ocupante. Se ha evidenciado tam­
bién la existencia de otras ilegalmente constitui­
das, con fines de incautar los territorios de co­
munidades extinguidas bajo la insignificante ta­
sa de 60 centavos para justificar su dominio”.104

Se trata probablemente de las compras semilegales de


fracciones de “asignaciones” (predios originarios) ob­
servadas en la sección anterior, cuyas obligaciones tri­
butarías ( supuestamente proporcionales a la fracción
comprada) parecen haber sido desconocidas por los
nuevos propietarios particulares, aunque algunos segura­
mente registraron sus adquisiciones en el catastro, con
la consecuente obligación de pagar el impuesto predial.
Las esperanzas del Tesoro departamental quedaron
igualmente defraudadas en lo referente a las llamadas
“tierras sobrantes” de los ayllus. Estas tierras fueron
las que, pese a no estar ocupadas en un momento dado,
sirvieron a los ayllus para hacer frente a las presiones
demográficas desiguales sobre la tierra correspondiente
a diferentes estancias. E l aumento de la población en
una zona pudo conducir a la reubicación de familias
específicas en las “tierras sobrantes” (cf. Platt 1982).
En 1913, el prefecto José Aguirre Achá comentó que se
había consiganado Bs. 6,000 en el presupuesto departa­
mental “como ingreso por arrendamiento de terrenos
sobrantes de comunidades”.105 E l item resultó “total­
mente ilusorio”, porque
“. . .ni siquiera se sabe cuáles pueden ser esos
terrenos sobrantes. . . posiblemente con las opera­
ciones de Revisita que deben realizarse, podrá co­
nocerse recién el sobrante de terrenos de comu­
nidad”.

104. N icanor Serrado, In fo rm e ante el Su prem o G obierno d e la


R epública. Potosí, 1910.
105. José Aguirre A chá, In fo rm e A nual del P refecto d e Potosí
ante el Su prem o G obierno d e la R epública. Potosí, 1914.
Nuevamente se aprecia cómo la retención de los pa­
drones por las autoridades indígenas permitió la nega­
ción de otra cláusula de la ley de 1874, esta vez por
considerarse atentatoria respecto a la organización in­
terna del ayllu.
En 1913, en un gesto casi patético, el mismo pre­
fecto ofreció a los indios la exención de los servicios
de postillón (parcialmente superados por el uso del
telégrafo), siempre que se inscribieran en el catastro.
Después del análisis de los “servicios forzados” ofreci­
do en el capítulo anterior, no sorprende el ningún efec­
to de tales ofertas a los ayllus. Estamos lejos de los
grandes esquemas de los primeros gobiernos librecam­
bistas, con su visión de un “capitalismo agrario” que
volcaría un floreciente impuesto predial a las arcas fis­
cales, en base a una producción abundante y “cientí­
ficamente” organizada. Se trata ahora de rescatar de
las ruinas de la primera reforma agraria lo indispen­
sable para asegurar la solvencia del presupuesto de­
partamental.
Se ha visto como los propietarios privados, algunos
terratenientes, pero generalmente pequeños producto­
res mestizos, empezaron a intensificar sus esfuerzos ex­
pansivos frente al abandono efectivo del proyecto terra­
teniente por parte del mismo Estado después de la Gue­
rra Federal. Este proceso, formalmente apoyado por los
funcionarios departamentales, entrañaba como conse­
cuencia inevitable una reducción del número de con­
tribuyentes indígenas y, por lo tanto, una disminución
del monto tributario percibido por el fisco departamen­
tal. La situación se agravó porque los propietarios par­
ticulares no siempre quisieron registrar todas sus nuevas
adquisiciones al margen de su propiedad nuclear, a fin
de evitar mayores gravámenes impositivos. En 1922-23,
el prefecto Manuel Diez Canseco lamentó la pérdida
fiscal implícita en la expansión ilegal de la hacienda:
“. . .se impone.. . organizar la comisión revisita­
dora del catastro indigenal, pues es de todos co­
nocida la formación de extensas propiedades
agrícolas, a base de la compra de terrenos de
orijen y que, sin embargo, siguen pagando im­
puestos ínfimos”.106

Sin embargo, detrás de la prudencia fiscal, estaba el


miedo a otro estallido de sublevación por parte de los
indios agredidos. Ya £n 1925 el prefecto Enrique Apa­
ricio Loza señalaba que
“. . .tal fue el grado de hostilidad que demostraron
- los indígenas en el segundo semestre del pasado
año, que llegaron a promover serios disturbios,
amenazando las vidas y propiedades de los ha­
cendados”.107

Probablemente, esta fue la preocupación subyacente en


la ley de 1925, que prohibió la venta de tierras de co­
munidad. Pero la ley de 1925 llegó demasiado tarde.
En 1926, el mismo prefecto indicaba
. .un estado alarmante de tirantez, que se deja
notar entre las relaciones de los indígenas con
sus patrones y de los comunarios con los parti­
culares que tienen sus propiedades rústicas co­
lindantes con las tierras que poseen aquellos”.108

Como de costumbre, los indios parecen haber empeza­


do su resistencia por la vía legal, mostrando sus títulos
coloniales y de Revisita, para sostener sus reclamos con­
tra los propietarios particulares. Es significativo que
Aparicio Loza denunciara también:

106. M anuel Diez Canseeo, In fo rm e A nual del P refecto d e Po­


tosí. Potosí, 1 9 2 2 -2 3 .
107. E nriqu e Aparicio L oza, In fo rm e d el P refecto d e Potosí,
G estión 1 9 2 5 -2 6 . Potosí, 1 9 2 5 -2 6 .
10 8. Ibid.
. .la facilidad con que las autoridades adminis­
trativas subalternas otorgan amparo a los indíge­
nas que. . . se presentan solicitándolo. . . con sim­
ples papeles de dudosa procedencia. . . en los que
se hace constar que el indígena impetrante po­
see determinado terreno desde tiempo inmemo­
rial y resultando en la realidad tratarse de pro­
piedades particulares constituidas legalmente. . .
Crece aún más la urgencia de proceder a la for­
mación de padrones de tierras. . /

Es posible que el apoyo ofrecido por ciertas autorida­


des provinciales a la “antigua legalidad” de ¡os títulos
•presentados por los indios reflejara, nuevamente, ia re­
nuencia a aceptar los avances provocativos de los par­
ticulares, que ponían una vez más en tela de juicio la
estructura regional de poder, producto del renovado
“pacto de reciprocidad” restablecido por los ay bus des­
de los primeros años del siglo.
Aquí no entraremos en los detalles de la subleva­
ción de 1927, que debe ser objeto de una investigación
minuciosa.110 Las pocas entrevistas realizadas hasta la
fecha en la zona sublevada muestran cómo las reivin­
dicaciones indígenas se canalizaron a través de una
compleja ideología, lo que hace posible compararla sis­
temáticamente con las sublevaciones contra las Revisi­
tas, anaihadas en el capítulo anterior. Sin embargo, en
1927 el blanco principal de la reacción indígena pare­
cen haber sido, no tanto ves autoridades estatales, como
en loe •5, riñó los hacendados que se habían encargado

1 0 9 . E r r iq u o A p a r ic io L o z a . Inform e del í’ivfecio de Tótem.


Gestión 1925-26. P o t o s í, 1 9 2 5 -2 6 .

1 1 0 . V e r , s in e m b a r g o , C u estion es hidispnales, e n : Memoria de


Gobierno para 1927-28 (p p . 2 7 6 - 3 2 9 ) . U n a c a p i a p u e d e consul­
tarse e n la B ib lio t e c a N a c io n a l e le S o liv ia ( S u c r e ) . U n e s t u d io

s o b r e la s u b le v a c ió n e n el N o r t e e le Potosí lo está p r e p a r a n d o

A b r a h a r n ¡ .u p a .
de proseguir con la reforma por “iniciativa privada”.
De ahí la elección de Julio Berdeja, propietario de Gua­
dalupe, como víctima, sacrificado de forma que recuer­
da el enfrentamiento entre los indios de Macha, Po-
coata y Condo, por un lado, y la Comisión enviada en
1S85 por Narciso de la Riva para cobrar el precio de
los nuevos títulos de la Revisita. Ciertas partes del ca­
dáver fueron consumidas por los alzados, y el resto en­
terrado como ofrenda a un cerro poderoso de la ve­
cindad.111 La comunicación mágico-religiosa con el
espíritu de este cerro podría ofrecer luces insospecha­
das sobre la ideología del movimiento de 1927.
Los pocos datos actualmente disponibles sugieren una
modificación muy importante en la trama de las alian­
zas regionales, a partir de la Guerra Federal, contra el
Estado oligárquico de los “patriarcas de la plata” (M i­
tre 1981). Si bien entre 1882 y la Guerra Federal el
enemigo principal de los ayllus fue el Estado, represen­
tado por las autoridades fiscales, pudiéndose contar con
los pequeños propietarios mestizos en una lucha contra
un opresor común, en 1927 el blanco del resentimiento
indígena se desplazó hacia los terratenientes y peque­
ños propiefarios mestizos, sus aliados de antaño, quie­
nes ahora hacían causa común con los hacendados en
favor de la extensión de la propiedad privada a costa
de los ayllus. Los recaudadores criollos habían sido re­
emplazados, desde principios del siglo, por los nuevos
“curacas recaudadores”, quienes lograron centralizar gran
parte del poder fiscal en sus propias manos como par­
te del replanteo cauteloso del antiguo “pacto de reci­
procidad”. Por otra parte, el avance del catastro en el
norte potosino tuvo un significado político desproporcio­

1 1 1 . E n t r e v is t a c o n G u m e r c in d a B e r d e ja d e E s p a d a , e n G u a ­

d a lu p e ( p r o v in c ia C h a y a n t a ) , d u r a n t e a b r il d e 1 9 7 8 . G u m e r c in d a

B e r d e ja e s d e s c e n d ie n t e d ir e c t a d e l h a c e n d a d o v ic t im a d o ; e l c e ­

rr o b e n e f ic ia d o c o n lo s re s to s d e d o n J u lio f u e C ó n d o r N a s a d e l

c a n t ó n v e c in o d e A n t o r a .
nado en relación a sus limitados logros territoriales.
Los pequeños productores de los pueblos podían ahora
consolidar sus títulos dentro del régimen privado me­
diante el pago del impuesto predial. Esta modificación
del status jurídico de los mestizos produjo una ruptura
en la alianza de ayllus y mestizos, alianza que había
encauzado la resistencia a la Revisita exvinculatoria.
L a transformación consiguiente en el equilibrio re­
gional de poder desencadenó un lento proceso de arrin-
conamiento de los ayllus norpotosinos, pese a su supe­
rioridad demográfica y las grandes extensiones territo­
riales que todavía se encontraban bajo el régimen del
ayllu. Los aspectos tributarios del ayllu se mantendrían
intactos, como también su régimen agrario y organiza­
ción. Sin embargo, la iniciativa política empezaba a
pasar a manos de los mestizos. Sólo la fuerza convul­
siva del rechazo indígena contra la ruina económica y
el acorralamiento político llegaría a invertir este pro­
ceso en ciertas circunstancias claves. E l “Congreso In-
digenal” del gobierno de Villarroel, por ejemplo, o la
masiva movilización en busca de un “Estado popular”
entre 1947 y 1953.
Epílogo: Los ayllus fre n te a la
segunda refo rm a agraria de 1953

“L a Reform a A graria no implica necesariam ente un


criterio socialista, es un criterio liberal: representa
salir del régim en feudal superado y a en muchas
naciones, pero que en los países atrasados econó­
m icam ente, com o son los de Latino-A m érica en su
m ayoría, persiste to d a v ía .. . U na R eform a socialista
implica ia nacionalización y socialización de la tie­
rra, no la subdivisión de la tierra en pequeñas p a r­
celas p ara ser entregadas individualmente. . .” .
V ícto r P az Estenssoro (1 9 5 5 : 310)

“No queremos, ni aceptarem os por nada el Predial


Rústico, que quiere decir que nosotros los cam pesi­
nos debem os pagar por cada hectárea determ inada
cantidad de dinero, lo que anteriorm ente no exis­
tía, nosotros los campesinos quienes somos los indios,
no pagaremos el Predial Rústico, porque no nos con­
viene, si algún día hemos llevado al Gobierno al
Dr. P az Estenssoro, ha sido p ara que nos ayude
efectivam ente, pero no para que quiera explotarnos
m ar cobrando en vano. . .”
Pronunciam iento d e los cam pesinos d e M acha ( 19G3)

E l proyecto liberal de desarrollo agrario estaba des­


tinado a un fracaso parcial. Incluso en las regiones
donde se logró la total expansión de la hacienda, el
embrionario “capitalismo agrario” raras veces encontró
fuentes adecuadas de capital o la tecnología apropiada
para las condiciones altoandinas. De los recursos dispo­
nibles, la mano de obra servil fue evidentemente el
más barato, dado que su reproducción se costeaba en
las parcelas familiares adscritas a la hacienda. En mu­
chos aspectos, el régim en d e hacienda se asemejaba ai
antiguo sistema de los curacas en cuanto buscaba legi­
timarse ante los colonos con actos de “generosidad se­
ñorial” (en primer lugar, la “concesión” de sus terre­
nos), aunque esta magnanimidad cacical resultó, a su
vez, algo manchada por las eludas positivistas sobre el
“grado de humanidad” alcanzado por los indios.
Los niveles de mercantilización de los mismos hacen­
dados fueron objeto de ataque por los afiliados al Mo­
vimiento Nacional Revolucionario (M N R ). Este proble­
ma constituye un terreno casi virgen para las futuras
investigaciones, aunque sospechamos que muchas ha­
ciendas manifestaban una “racionalidad campesina”, en
la medida que vendían su producción de. acuerdo a
sus necesidades, no siempre motivadas por el afán de
ganancia en una situación de competencia capitalista.
De ser así, será necesario atribuir a los ideólogos del
MNR el mismo error cometido SO años antes por Nar­
ciso de la Riva. Al negar una “racionalidad capitalista”
O J-

a las unidades de producción —familiares o señoria­


les—, no puede deducirse su falta de interés en la pro­
ducción mercantil. En éste, como en muchos otros as­
pectos, tras la imagen “revolucionaria” del MNR queda­
ba encubierta una continuidad con el pensamiento po­
sitivista liberal.
Sin embargo, al proponer generalizar el modelo de
producción familiar en el campo boliviano, el MNR
aparentemente representaba una ruptura importante
con los modelos de desarrollo imperantes antes de
1952. Se abandonó la búsqueda de una “vía terratenien­
te” hacia el “capitalismo agrario”, proponiéndose el mo­
delo mercantil simple, basado en la transferencia de
valores del sector rural hacia los sectores urbanos e in­
dustriales, a partir de un proceso de “acumulación pri­
mitiva permanente”, cuyo principal medio de extrac­
ción del plustrabajo campesino sería el mercado. Al
igual que la “vía fiscal” anteriormente analizada, la re­
forma agraria de 1953 esperaba evitar la separación del
productor familiar de la tierra. Más bien, los princi­
pales costos de reproducción del régimen mercantil sim­
ple los asumirían las mismas unidades campesinas de
producción, en cuanto gran parte de la cosecha anual
seguiría siendo consumida dentro de la unidad produc­
tora. Sin embargo, se vislumbraba una nueva época,
marcada por una creciente tecnificación que permitiría
el pago del “impuesto único” por cada unidad propieta­
ria, aboliéndose la contribución territorial y coinpatibili-
zando los intereses fiscales con los iutereses urbano-in­
dustriales, a través de la estructura de precios y un nue­
vo sistema impositivo.
Ahora bien, este objetivo no difería mayormente del
proyecto liberal. Se trataba de una multitud de peque­
ñas unidades campesinas, cuya tecnificación se espera­
ba lograr mediante mecanismos determinados, como la
cooperativización, en lugar de un número reducido de
grandes “capitalistas agrarios”. Pero un proyecto similar
ya había sido formulado por algunos pensadores libe­
rales, en especial por Narciso de la Riva en su “Proyec­
to para propender al desarrollo de la agricultura en la
provincia de Nor-Chayanta”, de 1885, que buscaba la
creación de empresas molineras y la compra del trigo
norpotosino, a precios subvencionados, a los pequeños
propietarios privados, que debería resultar de la reali­
zación de la Revisita de Exvinculación (ver Anexo 2 ).
En el aspecto jurídico, la reforma agraria retomaba
también los objetivos ya planteados en el siglo XIN
por su antecesor liberal. Es importante no perder de
vista algunas cláusulas contradictorias del Decreto Su­
premo Ny 03464 de 2 de agosto de 1953. La enuncia­
ción de principios generales, como el reconocimiento
jurídico de las comunidades y la restitución de los te­
rrenos usurpados por ajenos, en la práctica no afectaba
la aplicación de otras cláusulas más coherentes con los
objetivos verdaderos de la reforma’ agraria.

Por ejemplo:
“Las comunidades indígenas son propietarias pri­
vadas de las tierras que poseen en conjunto. Las
asignaciones familiares hechas en las revisitas o
las reconocidas por la costumbre, dentro de esta
Comunidad, constituyen la propiedad privada fa­
miliar”. (Tit. II, Cap. X I, Art. 57).

Pero, para evitar los problemas mencionados con los


mestizos de los pueblos, antiguos usurpadores de la tie­
rras comunales, se aclaró en otro artículo:
“Las tierras usurpadas a las comunidades indíge­
nas desde el 1° de enero del año 1900 les serán
restituidas cuando prueben su derecho de acuer­
do a reglamentación especial” (Tit. II, Cap. VI,
Art. 42).

Esta reglamentación especial estuvo contenida en el


Decreto-Ley, N° 03732 de 19 de marzo de 1954, que es­
pecificaba las circunstancias en las que no se debería
proceder a la “restitución de las tierras de las (comuni­
dades indígenas”. Estas excepciones incluyen la situa­
ción de
“las tierras de comunidad. .. [que] estuvieran
poseidas por agricultores o campesinos que en
condición de pequeños propietarios las trabajan
personalmente” (Art, 10).

Así, las únicas circunstancias en las que se permitía


la restitución era la asimilación de tierras de comuni­
dad por un gran ten-ateniente. Pero cuando —como en
la mayoría de los casos del Norte de Potosí— las tie­
rras usurpadas se encontraban trabajadas bajo el régi-
men privado por los mestizos del pueblo, quedaba ex­
cluida la posibilidad de que un indio, expropiado de
su tierra por medios violentos o semi-legales, lograra
su restitución. Vemos como, pese a la retórica de algu­
nos artículos, el objetivo principal de la reforma agra­
ria fue la creación de una masa de pequeños propie­
tarios privados antes que la defensa del ayllu. En este
sentido, el Decreto debe considerarse como una prolon­
gación de la Ley de Exvinculación de 1874, y un reco­
nocimiento formal de la importancia creciente de los
pequeños propietarios mestizos, ya señalada en el capí­
tulo anterior.

De hecho, el mismo reconocimiento de los títulos


de la Revisita fue incompatible con el proyecto de res­
titución de tierras comunales. La presentación de estos
títulos fue requerida por la ley de 1953 a los campe­
sinos que reclamaban la restitución de tierras usurpadas.
Pero los títulos de la Revisita fueron otorgados —como
se ha visto— en calidad de propiedad privada, y espe­
cificaban la extinción formal de la comunidad pre­
existente. Citemos un ejemplo, presentado como parte
de un trámite de restitución en 1958. En 1896 el Re­
visitador José María Ayaviri había utilizado la siguien­
te fórmula para consolidar la tenencia privada del ante­
pasado del demandante:
“. . .quito y segrego de la comunidad Jilaticani. . .
en consecuencia queda extinguida la comunidad
J i l a t i c a r i y doy la propiedad absoluta. . . al nom­
brado Matías Alachi. . . quien podrá ejanenar
(sic) ipotecar transferir en herencia y ejercer en
general todos los actos permitidos por las Leyes
a los propietarios particulares. . .” 112
Esta contradicción fue reconocida inmediatamente
por los mestizos en posesión de tierras reclamadas por
los indios. ¿Cómo era posible restituir tierras a una co­
munidad cuando va no le pertenecían y además si esa
comunidad había sido formalmente extinguida, según
legislación expresamente reconocida por la misma re­
forma agraria?
Veamos un ejemplo de un pleito sobre “restitución
de tierras de comunidad”, presentado por Nicolás Nina,
“indio originario
O
de Changolla”
O
del cantón Catacora en
la provincia General Bilbao.113 Las tierras reclamadas
se llaman Chusicari v Changolla. y consistían en 22 lo­
tes dispersos con un área cultivable de 13 Has., tradi­
cionalmente pertenecientes al avllu Jilaticani del gran
ayllu Sacaca (Urinsaya). E l derecho reclamado por Ni­
na provenía de que sus abuelos fueron consolidados en
la tenencia de las parcelas por la Revisita del siglo XIX,
aunque su madre dio los terrenos de Changolla a un
vecino de Sacaca, Manuel Maldonado, en prenda preto­
ria, o anticresis, “ahora unos 10 años más o menos”, re­
cibiendo en cambio 30 pesos febles y un kuchu (1/2
cesto) de coca. Denunciaba, entonces, que Maldonado
había construido casas sobre el terreno v fraguado
J O un
documento de compra-venta. E l demandado, Juan Ma-
reño, yerno de Maldonado. alegaba estar trabajando el
terreno “personalmente con mi familia”. La reforma
agraria negaba el reclamo de Nina, dado que según la
consi gira movimientista, “la tierra es para quien la tra­
baja”.
En otro caso vemos a un campesino asentado en la
puna de la provincia de Alonso de Ibáñez, reclamando
su derecho a tierras del valle en “otra provincia”. Se
trata evidentemente de tierras en otra zona ecológica
pertenecientes a su “abuelo originario”, ubicadas en el
cantón Acasío de la provincia General Bilbao. Las tie­
rras tenían 15 Has. cultivables, y tradicionalmente co­
rrespondían al ayllu Samca del gran ayllu Sacaca.
Pero el “usurpador” Pedro Hermoso decía que sus dere­
chos provenían de un contrato de compra-venta cele­
brado por su padre con la madre del demandante, y
que éste vivía alejado de la tierra disputada “en el Al­
tiplano”, a una distancia de más de nueve leguas. Mien­
tras tanto, el demandado afirmaba estar labrando la tie­
rra personalmente con sus hermanos y contribuyendo
“al mercado de Cliza, Cochabamba y otros”. Aunque la
demanda fue aprobada en 1955, el fallo fue anulado
en 1956, pues “la demanda de restitución había que
convertirla en afectación de los campesinos (o sea, los
mestizos, T. P .) allí asentados”. Esta vez la consigna “la
tierra es para quien la trabaja” permitía la desestructu­
ración del sistema de tenencia “vertical”,114 que tradi­
cionalmente había sostenido los altos niveles de produc­
ción de trigo en la provincia (P lait 1982).
En un tercer caso podemos apreciar el desconoci­
miento de las reglas tradicionales de herencia en Cha-
yanta y la imposición por la reforma agraria de su pro­
pio principio de “herencia legítima”. En otro trabajo
hemos analizado el sistema de herencia imperante en
el gran aviíu Macha, que permite la reunificación de
las tierras de puna y valle de un “terreno de origen”,
donde éstas se habían dividido por el fraccionamiento
del terreno entre varios descendientes (Platt 1982), La
reforma agraria desconoció a todos los descendientes
de un “originario” revisitado, siempre que no fueran
“herederos en línea directa. Quedan excluidos los pa­
rientes colaterales” (Decreto-Ley N° 03732, Art. 9 ). Aho­
ra bien, en el gráfico 1 puede verse la compleja situa­
ción de parentesco que se presenta en este tercer caso.
Encarnación Fiquí reclamaba un derecho de restitu­
ción sobre el terreno Mollepampa, de 1.67 Has. de
área cultivable, ubicado en los valles del cantón Pa-
rarani, y tradicionalmente perteneciente al ayllu Cati
del gran ayllu Sacaca. Denunciaba el secuestro del te­
rreno por Herculano Salazar. Pero explicaba que el viu­
do Nazario Jachacata de la heredera María Fiqui, des­
pués se casó con Emeteria Carrasco. Esta lo sobrevivió
y después se casó con Herculano Salazar. Por lo tanto,
el terreno había pasado “horizontalmente” a través de
esta línea de matrimonios a manos “legítimas” de Her­
culano Salazar.

GRAFICO 1
La tram a de parentesco en el pleito Fiqui-Salazar

H. Salazar argumentaba que Encarnación Fiqui


era solamente “sobrina” de María Fiqui y, en consecuen­
cia, excluida por la ley. Afirmaba, además, estar trabajan­
do el terreno “personalmente”, y —finalmente— que En­
carnación Fiqui poseía “grandes extensiones de tierras
componentes de la misma asignación en la región de la
Puna” (provincia Alonso de Ibáñez). Su hijo Erasmo
reiteró que “Encarnación Fiqui no puede ser poseedora
de tierras en distantes lugares o territorios”.
Parece claro que el “terreno de origen” de los F i­
qui originalmente abarcaba parcelas tanto en la puna
como en el valle, y que Encarnación Fiqui estaba bus­
cando reunificar el predio “vertical” correspondiente a
su parentela extendida. Este sistema de tenencia fue
sancionado dentro de las reglas de herencia de los ay-
llus norpotosinos. Sin embargo, aunque el reclamo fue
“probado” en 1958 (porque Herculano Salazar 110 pudo
encontrar su Certificado de Matrimonio con Emeteria
Carrasco), en .1959 el fallo fue anulado, porque “las de­
mandas de restitución.. . sólo'' pueden ser ejercitadas
por comunarios desposeídos o descendientes en línea
directa”.115 Así, la reforma agraria desconoció las re­
glas de herencia que hacían posible la reunificacíón
de parcelas diseminadas entre la puna y el valle, per­
tenecientes al mismo “terreno de origen”, prefiriendo
respaldar el derecho cuestionable de Herculano Salazar
a la “tierra que él trabajaba”.
Sin embargo, en las zonas donde el ayllu norpoto-
sino mantenía su vigencia —es decir en la mayor par-
té de la región—, los curacas y demás cobradores in­
dígenas seguían recaudando la contribución semestral
de los ayllus de su jurisdicción, para su posterior entre­
ga al Tesoro departamental. Para los contribuyentes de
los ayllus, el pago del antiguo tributo seguía siendo la
forma reconocida de legitimar su posesión de la tierra.
Pese a los estallidos periódicos, especialmente los de
1927 y 1947, los ayllus seguían insistiendo sobre la im­
portancia del “pacto de reciprocidad” con el Estado. Así,
en 1971 el curaca de Macha (Aransaya) me explicó
que sus contribuyentes querían mantener los “servicios
forzados” en el tambo y posta de Macha, no obstante
saber que ya no había leyes que los compelieran.116

115. Archivo de la Reform a A graria, Provincia General Bilbao.


E xp ed iente N 9 3 7 2 9 .
116. L a posta en M acha solam ente fue suspendida en 197 3 ,
cuando los vecinos del pueblo expropiaron el tam bo (la p arte
de la co cin a) para perm itir una ampliación de la E scu ela M u­
nicipal. Pero en los ayllus de Jukum ani se mantienen volunta­
riam ente los “servicios forzados” de los postillones (inform ación
del antropólogo Ricardo G od oy ).
En 1969 la actitud comunal se expresó mediante la pro­
testa formulada por los miembros de un cabildo del ayllu
menor Sullkhawi (gran ayllu Macha) contra la par­
celación ele la comunidad practicada por la reforma
agraria:
“Al Señor jilanco v Curaca
del Ayllu Suljahue.
Mediante este oficio, en una asamblea general
de :oda la comunidad, le rogamos a usted, como
autoridad mayor del campo qu e no aceptarnos las
mediciones de hectáreas por ningún lado. Vamos
a estar como sea que nos han dejado nuestros
abuelos terrenos. . . en los terrenos de origen, ha­
ciendo obligación (es) para nuestro Estado, co­
mo sean nuestros costumbres. ,’V!7

Al decir “nuestro Estado” se referían a un Estado que re­


conociera sus derechos, en el cual participaban mediante
las prestaciones laborales que ofrecían.
Pero el Estado que finalmente surgió con la R evo­
lución de 1952 no tenía una mejor predisposición hacia
los ayllus que la de sus antecesores. Se carece de in­
formación sobre la actuación de las autoridades indí­
genas durante la década de 1950, aunque hay eviden­
cia de una posición “indianisfa” que favorecía a los in­
dios del Norte de Potosí. Así, cuando el subprefeeto de
Colquechaca quiso realizar en 1953 un censo agropecua­
rio y cobrar por garantías escritas de propiedad, los men­
sajeros que los curacas enviaron a La Paz fueron reci­
bidos en “este refugio incaico Tiro Yupanqui”, v se les
aseguró que “no se conoce ningún decreto que autorice
dicho procedimiento”. 113 En 1960 encontramos que el
hijo del curaca de Aransa a era Secretario General de1

1 1 7 . A r c h i v o d e l c u r a r a d o M a c h a ( A r a n s a v a ) . A g r a d e c e n '.-...

a don A gcstín C a r v a j a l e l o e n n i s o d e c o n s u lt a r e s t e A r c h i v o .

1 1 8 . Ibid.
Comando Cantonal del MNR de Macha.119 Obviamente,
el nuevo sindicalismo movimientista necesitaba mante­
ner contacto con los campesinos de base mediante el re­
clutamiento de algunas autoridades indígenas, aunque
éstas pronto estarían subordinadas a las Centrales de los
pueblos mestizos.
El MNR al ampliar el electorado otorgando el vo­
to a los campesinos, no tardó en montar el aparato sin­
dical necesario para asegurarse que los nuevos ciudada­
nos votaran ‘‘correctamente”. En la región de Macha,
como generalmente en el Norte de Potosí, este aparato
fue manejado por los mestizos de los pueblos,120 y uti­
lizado para ensanchar su control político sobre los in­
dios de las estancias y ayllus circundantes. Al evaluar
la prepotencia mestiza frente a los ayllus, es necesa­
rio reconocer que el factor subyacente fue el miedo a
que la “indiada” volviera a amenazar vidas y propie­
dades de los habitantes de los pueblos. Por lo tanto
quedó descartada la posibilidad de buscar los elemen­
tos necesarios para establecer una “democracia popular”
entre las autoridades tradicionales de los ayllus y, las
de las Centrales y Subcentrales, establecidas en las ca­
pitales provircíales y cantonales. Esto se debió a que
no se tomó en cuenta la falta de correspondencia en­
tre la jerarquía de los ayllus ( con jurisdicción “verti­
cal” entre puna y valle) y la estructura administrativa
nacional.
Los dirigentes mestizos buscaron subordinar a los in­
dios a la política nacional del MNR y de otros gobier­
nos posteriores. También buscaron la inscripción de to­
dos los campesinos en el Partido. Así, en 1961 el Se­
cretario General del cantón de Macha, Hugo Reinaga,

119. Archivo del curaca de M acha (A ran say a).


120. V er, sin em bargo, Harris y Albó ( 1 9 7 5 ) para la im portan­
cia de Jos dirigentes mineros en el establecimiento de sindicatos
campesinos en ciertas áreas.
mandó la siguiente nota “a los campesinos Alcalde y
Secretario General del ayllu Leconi” (que es una estan­
cia dentro del cabildo de Pichichhua, Aransaya, ayllu
menor AlaQuyana, del gran ayllu M acha):
“Compañero:
Notifique Ud. a los campesinos de su jurisdicción
para que el día de sábado se hagan presentes
en ésta a objeto de recibir carnet del Partido,
además serán dadas las instrucciones con motivo
de llevarse a cabo una Primera Conferencia In­
terna en la Localidad de Choroma, del 14 al 20 de
mayo del año en curso. Es una obligación de los
cc. campesinos asistir a esta clase de evento. El
incumplimiento bajo sanción fuerte”.121

Para las elecciones de 1962, los “Secretarios Gene­


rales y alcaldes de campo” fueron notificados que

“.. .las elecciones para senadores y diputados se


efectuará el día domingo 3 de junio próximo. Uds.
como de costumbre deben concurrir el sábado en
la tarde y nosotros les vamos a esperar con los
cuartos corrientes”.122

Con tales comunicaciones se puso en marcha la “máqui­


na” electoral, del MNR que estableció esta práctica, co­
mún en el Norte de Potosí mucho tiempo después que
los movimientistas dejaron el poder.
¿Cuál fue la actitud de los sindicatos movimientis­
tas hacia el antiguo tributo? E l valor real del tributo
(o contribución territorial) se había devaluado a punto
tal que, al igual que los servicios forzados, su suspen­
sión no tenía mayor significación, en cuanto se busca­

121. Archivo del cu raca de M acha (A ra n sa y a ). Agradecemos a


don Agustín Carvajal el permiso de consultar este Archivo.
122. Ib id .
ba la manera más conveniente de reemplazarlo por el
nuevo “impuesto único”. Pero los curacas y cobrado­
res indígenas no abandonaron tan fácilmente una prác­
tica considerada como elemento constitutivo de sus de­
rechos a la tierra. Además, el Tesoro departamental no
quiso suspender su derecho al único gravamen fiscal
que pesaba sobre las tierras comunales. Así, ambas par­
tes dentro del “pacto de reciprocidad”, renovado en las
primeras décadas del siglo, y mantenido por voluntad
propia de los “curacas recaudadores”, tuvieron que en­
frentarse a las nuevas autoridades movimientistas.
Vista la tenacidad con que las autoridades fiscales
indígenas y departamentales insistían en mantener la
contribución territorial, los sindicatos lanzaron una con-
\ tra-oíensiva entre los comuneros de los valles (provin­
cia de Charcas), arguyendo que éstos estaban someti­
dos a la explotación de los cobradores en la puna, lo­
grando reducir y en algunas zonas abolir el pago se­
mestral del tributo. En la puna, por otra parte, inten­
taron acaparar ellos mismos el tributo que seguía re­
caudándose, por la autoridad fiscal del ayllu, a través de
los antiguos cabildos semestrales de cobranza. Estos in­
tentos condujeron a la airada reacción del Tesoro depar-
i j_

tamental. En 1983, el Tesorero Vidaurre escribió al cu­


raca de Macha (Aransaya) sobre los intentos de se­
cuestrar el tributo para usos “sindicales” por parte del
Secretario General mestizo de los sindicatos del cantón
Alacha:
“Teniendo consideración esta Administración que
el señor Plugo Reinaga viene saboteando la recau­
dación de impuestos destinados al Tesoro Depar­
tamental, comunico a Ud. que dicho señor nada
tiene que hacer con estas imposiciones y menos
interferir el traslado de esos fondos pertenecien­
tes al Impuesto de la Contribución Territorial, ma­
nifestando que esos debían ser enviados a la ciu­
dad de La Paz. Todo impuesto por este concepto
es de propiedad legal del Tesoro Departamental y
nadie, menos este señor ni el Subprefecto pueden
retener en su poder dichas recaudaciones”.123

La introducción del subprefecto provincia] como ob­


jeto de las denuncias del Tesorero parecería reflejar la
nueva alianza entre los dirigentes m estizos y las auto­
ridades administrativas, que debería permitir la crea­
ción de un frente efectivo contra la amenaza constan­
te de la movilización indígena. De ahí las denuncias
que el Tesorero Vidaurre volvió a enviar al curaca de
Macha sobre los intentos similares por parte del Sub­
prefecto :
. .instruyo a Ud. para que haga comprender a
toda la Comunidad dependiente de su autori­
dad, que el Subprefecto de la Provincia nada tie­
ne que ver con la recaudación de la contribu­
ción territorial. Pues los anteriores Subpreíeetos
han recaudado fondos por este concepto sin nin­
guna autorización v en forma arbitraria para dis­
poner en beneficio de ellos sin que hasta la fe­
cha no hayan hecho ningún depósito de ninguna
clase en el Tesoro Departamental”. 124

Si bien aparece un cierta rivalidad entre las autorida­


des sindicales y provinciales sobre el destino de la con­
tribución territorial, esta pugna parece secundaria res­
pecto al enfrentamiento de ambas contra el eje fiscal
tradicional representado por el curaca recaudador y el
Tesoro departamental. Se recordará que la oposición
del Tesoro departamental también había aparecido du­
rante el siglo X IX contra las operaciones de Revisita

123. A rchivo del curaca de M acha (A ra n sa y a ). Agradecemos a


don Agustín Carvajal el permiso de consultar este Archivo.
124. Ibid.
destinadas a abolir el tributo indígena, su principal fuen­
te de ingresos.
El rechazo creciente a los sindicatos mestizos y ofi­
cialistas por parte de los comuneros hizo crisis cuando
en 1963 el Secretario General Hugo Reinaga expresara
al gobierno que todos los campesinos de su jurisdic­
ción cantonal estaban dispuestos a aceptar el “impues­
to único”. Citemos in extenso el documento de repudio
a Hugo Reinaga, Paz Estenssoro y al movimienlismo en
general por parte del gran ayllu Macha, pues represen­
ta la opinión de las autoridades indígenas frente al nue­
vo impuesto:
“En el Local Sindical Campesino de Milluri que
pertenece al Cantón de Macha, Provincia Chayan-
ta del Norte del Departamento de Potosí, a los
20 días del mes de octubre de 1963, se hicieron
presentes los Campesinos Agustín Carvajal, Cura­
ca del Ayllu AJasaya, Siprian Colque Hilanco,
Francisco Alvarado Alcalde, Gregorio Mamani Al­
calde de Ayoma, y Celestino Lujano Alcalde de
Tapunata, y otros, que constituyen una Provincia,
alcanzando un total de 80 representantes de di­
ferentes comunidades, para pronunciarse frente a
los programas falsos y gastados del Movimientis-
mo traficante, los mismos que dijeron de la si­
guiente manera:
Primero.—En vista de que el falso Dirigente que
se dice ser Hugo Reynaga, viene cometiendo to­
da clase de abusos v falsedades a toda la clase
campesina, nosotros habiéndonos reunido en gran
asamblea, nos permitimos repudiar completamen­
te al indicado, que en primer lugar en el año
195-1 amenazó incendiar a! Pueblo de Macha,
porque todo el pueblo lo cobró de las deudas
que había contraído cuando los famosos cupos
se inauguraron, siendo este el primer ladrón es-
tafador de los alimentos destinados al pueblo, ha­
biendo también sacado herramientas por varías
veces, las cuales se lo ha negociado no obstan­
te que tenían destino hacia los campesinos, y ni
una herramienta ha llegado a manos de los com­
pañeros campesinos, es por eso que no le escu­
charemos ni una palabra más, más que todo por­
que el Movimiento Nacionalista Revolucionario
siempre se ha caracterizado desde un principio
en fomentar el robo y la flojera, y los abusos
a todo el pueblo de Bolivia, aclaramos también
que el Ministerio de Asuntos Campesinos le ha
dado a Hugo Reinaga confiando que cumpliría
todos los mandatos, material para escolares, he­
rramientas, y todo, pero nada hemos recibido.
Segundo.—o p o s ic i ó n co m pleta y a b ie r t a a l p r e ­

d ia l RÚSTICO QUE ES CONTRARIO A LA CLASE CAMPE­


SINA e m p o b r e c i d a . En la siguiente forma: No que­
remos, ni aceptaremos por nada el Predial Rústi­
co, que quiere decir que nosotros los campesinos
debemos pagar por cada hectárea determinada
cantidad de dinero, lo que anteriormente no exis­
tía, nosotros los campesinos que somos los indios,
no pagaremos el Predial Rústico, porque no nos
conviene, si algún día hemos llevado al Gobierno
al Dr. Paz Estenssoro, ha sido para que nos ayu­
de efectivamente, pero no para que quiera ex­
plotarnos más cobrando en vano, además no nos
dejaremos engañar por los movimientistas, de
que nos dicen que antes pagábamos siete impues­
tos, lo que es completamente falso, no queremos
ni uno y medio impuesto, por qué vamos a pagar,
no tenemos plata, que paguen los millonarios
que ganan en dólares los mismos que están en­
caramados en todo el mando del Gobierno, co­
mo ser los matones y asesinos.
Tercero.—Además sabemos también que el indica­
do falso dirigente y mentiroso Hugo Reynaga, ha
sacado del Ministerio de Educación la suma de
2’000,00Q. de Bs. con destino a la escuela de Ma­
cha, lo cual no sabemos donde ha ido, luego
también ha sacado otros dos millones de Bs. pa­
ra el pueblo, tal cosa tampoco hemos visto, sa­
bemos también que ha conseguido plantas para
arborizar el pueblo de Macha, del Ministerio de
Agricultura, y los mismos que se lo ha vendido,
y cada día ha ido terminando farreando, eso pue­
de ser un buen dirigente? nosotros nos pregun­
tamos, que nunca puede ser y si sigue perma­
neciendo en ese pueblo en compañía de Zabala,
no garantizamos sus vidas, porque no seremos
más engañados, por estos engañadores' del Pue­
blo y del Gobierno.
Finalmente, decimos que mantendremos nuestra
posición en contra del Predial Rústico, luego en
contra del falso dirigente Hugo Reynaga, todos
estamos unidos, y para prueba firmamos juntos.
Milluri, 20 de Octubre de 1963”.'25

Pese a la aparente ingerencia de alguna facción ri­


val del pueblo en la formulación de este texto, debe
notarse la identificación entre el “impuesto único” pro­
puesto por el MNR, y el antiguo “predial rústico” que
debían pagar los pequeños propietarios mestizos una vez
inscritos sus terrenos en los libros de catastro. Parece
claro que los indios de los ayllus percibían directamen­
te la continuidad en el plano impositivo entre el pro­
yecto de exvinculación, lanzado en 1874, y la nueva po­
lítica agraria del MNR. Por otra parte, es significativo
que los dirigentes mestizos fueran acusados de enga­
ñar, no solamente al '‘pueblo-' (en este caso los avilus),
sino también al “gobierno”. En este caso se trata, evi­
dentemente, del “gobierno” representado por el fisco
departamental, y por tanto copartícipe del "pacto de re­
ciprocidad” entre ayllu y Estado. E l “proyecto político ’
de los ayllus aparece aquí con toda nitidez: un “gobier­
no popular” sería un grupo de gobernantes dispuestos
a respetar el antiguo “pacto de reciprocidad” con los
ayllus. El MNR aparece como traidor frente al “proyec­
to popular” en la medida que sus representantes se
muestran desconocedores de los términos del “pacto”
y, por lo tanto, como sucesores directos de los funcio­
narios liberales en lo referente a su política agraria fren­
te a los ayllus.
Habiéndose rechazado el “impuesto único”, fue im­
portante mostrar la predisposición indígena a seguir pa­
gando Ja contribución territorial. Asi encontramos que
el curaca de Macha mantuvo la práctica de emitir cer­
tificados de pago a los contribuyentes del ayllu. Por
ejemplo:
“E l indígena Francisco Mamani cobrador del aillo
Sullcavi ha cancelado la contribución indigenal
con la suma de 66,000 Bs. correspondiente del se­
mestre de San Juan del presente 1964 del Cabil­
do Challuiri en presencia de su principal Ylanco
Pedro Paco, Alcalde Andrés Paco; en consecuen­
cia se le da el presente finiquito por el Recau­
dador Agustín Carvajal.
Tolapocro, 19 de Octubre de 1965”.’24

La devaluación progresiva de la contribución territo­


rial la había convertido en un impuesto meramente no­
minal, pese a su importancia simbólica en el proceso
de renovación de los derechos comunales a la tierra.

126. Archivo del curaca de M acha (A ran sav a).


Esto no importaba mientras se esperaba su rápido reem­
plazo por el “impuesto único”. Debido a su posterga­
ción el prefecto de Potosí decidió aumentar el monto
de la contribución, mediante Resolución Prefectural N9
16/75 de 30 de setiembre de 1975. Según esta Resolución,

“. . .se dispone el reajuste de la tasa de contri­


bución territorial en todo el Departamento de Po­
tosí, basta la suma de 20 Bs. para originales ( sic),
Bs. 15 para agregados y para eventuales [léase
canturunas, T. P.] Bs. 10 con carácter anual. . .”

Esto quiere decir que durante la última década se


ha confirmado la antigua tasa colonial. Como conse­
cuencia de la resolución prefectural, el monto ha em­
pezado a crecer, como puede verse en el cuadro 11.
En él se nota la mayor cantidad percibida anualmente-
te desde la Resolución de 1975. De hecho, desde en­
tonces muchos “agregados” han decidido convertirse en
“originarios” aunque sus terrenos no se han ampliado,
porque creen que la mayor suma les ofrece mayores
garantías sobre los mismos. Por otra parte, muchos
“eventuales” todavía no han aceptado pagar la contribu­
ción, puesto que fueron absueltos por la Ley de Exvin­
culación de 1874. Pero cada año va aumentando el
monto entregado, y algunos “originarios” que se encuen­
tran en posesión de cuatro “terrenos de origen” han pa­
gado 80 pesos por el total de los terrenos que poseen.
Para los contribuyentes, la ceremonia de cobranza
de la tasa es una “costumbre” que significa el reconoci­
miento público de sus tierras por los miembros de ca­
da ayllu. De acuerdo con los padrones formados por
los curacas que, como se ha visto, no se entregan al
Tesoro Departamental desde principios de este siglo, ca­
da tasero debe presentarse frente a la mesa del cabil­
do de recaudación correspondiente a cada semestre (San
Juan o Navidad) para cancelar la tasa en presencia de
Contribución territorial de los ayllus del Norte de Potosí *
(en pesos 1963-1978)

Provincia Provincia Provincia Provincia Provincia


AÑO Chayanta B ustillos Charcas Ibáñez Bilbao TOTAL

1963 5956.40 5064.40 332.00 557.50 11910.00


1964 4590.40 4499.50 58.50 591.50 — .— 9739.90
1965 5277.10 472.00 — .— 428.60 309.00 6486.70
1966 6555.30 3084.50 — .— 675.20 10315.00
1QA7
IVO/
1968 5333.00 2624.00 273.00 454.50 . 8684.50
1969 4783.20 4536.00 63.00 229.00 ----. ----- 9611.20
1970 2219.00 861.00 127.00 265.50 ----, ----- 3472.50
1971 6804.00 3307.00 430.00 3037.10 ----. ----- 13578.00
1972 5586.90 4171.00 ---------- 760.30 693.30 1 1 2 1 1 .0 0
1973 5906.60 4760.00 362.00 694.00 678.50 12401.00
1974 9450.00 2636.00 968.50 2 0 2 0 .2 0 458.00 15532.00
1975 8430.40 3020.70 574.00 808.20 771.70 13605.00
1976 15085.90 4063.00 622 00 540.00 — .— 20310.00
1977 21980.20 9378.00 108.00 1777.50 — ,— 33243.00
1978 36778.00 5206.50 3118.50 2918.90 — .— 45103.00

Fuente: Tesoro de la Prefectura Departamental de Potosí.


* Estas cifras se han formado sumando todas las entre­
gas correspondientes a los años indicados, aun cuando
la última entrega a menudo se anota en el Libro de
Cuentas del año siguiente.

los demás. Estas son ceremonias festivas, y en ellas las


autoridades indígenas otorgan recibos a cada contribu­
yente como comprobante de pago. La ceremonia cum­
ple así dos funciones: primero representa la contrapar­
te del reconocimiento estatal de la distribución de los
terrenos de cada ayllu entre sus miembros; pero tam­
bién implica una validación interna de esta distribución
que limita los litigios sobre linderos.
Mientras tanto, en la Prefectura de Potosí se recau­
da el “tributo” que traen los indios, aunque se insiste
que se trata simplemente del pago de un “alquiler”
sobre las tierras del Estado. Es así que estamos frente
a la misma contradicción, aunque en menor escala, que
dominaban el panorama a fines del siglo pasado (cf.
el capítulo 2 ). Mientras los comuneros vuelven a acos­
tumbrarse a la contribución territorial, se mantienen
los planes gubernamentales para reemplazarlo por el
“impuesto único”, calculado sobre una evaluación preci-'
sa de las superficies y tipos de tierras en manos de ca­
da unidad doméstica, mediante la continuación del ca­
tastro. Aunque la reforma agraria ha suspendido la par­
celación de los ayllus, y está otorgando títulos colec­
tivos en algunas regiones, el Jefe Técnico de la reforma
agraria en Potosí ha señalado que se trata de un pe­
ríodo interino, frente a la resistencia de los indios, pe­
ro que el objetivo sigue siendo la creación de las con­
diciones para el impuesto único. Significativamente, las
tareas del catastro han sido entregadas desde 1964, año
del golpe de Barrientos, al Instituto Geográfico Militar,
donde se registran los títulos individuales y se realiza
una evaluación del terreno para poder establecer su va­
lor catastral.
Se trata de un “vacío jurídico”, en que la confirma­
ción de la contribución territorial se acompaña de los
preparativos gubernamentales para la implantación del
impuesto único. E l gobierno de García Meza parecía
estar de acuerdo con esta última meta. De acuerdo
con una noticia publicada en Presencia tuvo lugar una
reunión de los jefes distritales del catastro rural del
Instituto Geográfico Militar. Según el coronel Alfaro
Cortez, la reunión serviría para mejorar los sistemas de
tramitación de títulos de propiedad rural para los cam­
pesinos:
“Añadió que. .. se busca que el campesino, como
poseedor de la tierra, encuentre los medios ade­
cuados en el lugar de su residencia para efectuar
su tributación al Estado. . . Manifestó que la tarea
de los jefes distritales de catastro rural en el
campo contribuirá a la incorporación activa del
campesino a la vida nacional. . . El Instituto Geo­
gráfico Militar prestará respaldo técnico y eco­
nómico para que la tarea del catastro rural sea
efectiva. Se informó que el IGM adquirió equipos
de fotointerpretación, restitución aerofotogramé-
trica, así como instrumental de campo satelita­
ño, equipos que permitirán un eficiente traba­
jo. . .”.127

Finalmente, se justificaba el catastro en términos de los


créditos que se permitiría entregar a los campesinos,
dado que los créditos agrícolas sólo se ofrecen a los
propietarios inscritos en el catastro del Instituto Geográ­
fico Militar. Se trata, visiblemente, de un intento de
liquidar definitivamente lo que en el siglo pasado se
llamó el “problema indio”, que por tanto tiempo ha
atormentado los sueños de los gobiernos criollos y mes­
tizos del país.
# O #

En esta apretada síntesis de la política movim¡entis-


ta y militar frente al régimen de propiedad de los ayllus
norpotosinos, y de la posición asumida por las autorida­
des indígenas y sus comunidades contra el impuesto
único, podemos detectar la presencia de los mismos ac­
tores sociales que participaron en la historia conflictiva
de la región entre 1882 y 1927. El ausente principal
es el gran terrateniente, que actuó notoriamente en las
pecas zonas donde se había convertido en fuerza efec­
tiva antes de la Revolución de 1952. Se nota, sin em­
bargo, una profundización de aquel realineamiento de
las alianzas políticas, ya visible durante las primeras
décadas de este siglo. Con la elaboración del catastro
desde 1903 y 1910, y el reconocimiento fiscal de los
derechos privados a tierras “usurpadas” de los avllus,
los pequeños propietarios mestizos empezaron a separar­
se del bloque ayllu-pueblo, que se había movilizado
conjuntamente contra la primera reforma agraria del si­
glo XIX. Igualmente, después de la euforia revolucio­
naria entre 1952 y 1956 (año del Plan de Estabilización
promovido por el Presidente Siles Suazo), cuando todos
los sectores populares imaginaban que la Revolución se
había realizado en los intereses de cada uno, los ayllus
se decepcionaron tempranamente en la medida que iban
detectando la tendencia de la segunda reforma agraria
de consolidar a los mestizos en la posesión privada de
los terrenos “usurpados”, percibiendo los deseos del go­
bierno de recurrir nuevamente al “predial rústico” o im­
puesto único y la posición “oficialista” de los nuevos
dirigentes mestizos empeñados en llevar a los ayllus
hacia un acuerdo con la política gubernamental.

Una concepción de los ayllus que los coloca al mar­


gen de la “vida nacional”, y los rotula de incapaces de
participar en la “historia del país”, sin una adecuada
dirección política por parte de los pueblos —opinión que
hemos escuchado de diversos mestizos pueblerinos—
comete un error análogo a aquel que llevó a los pro­
ceres liberales y conservadores a considerar a los ay­
llus como marginados de los circuitos comerciales. La
“incorporación” de un campesinado atomizado a la “de­
mocracia criollo-mestiza”, por ejemplo, o la manipu­
lación clientelista de los ayllus por coordinadores mili­
tares o cuadros partidarios representa un traslado mo­
derno al plano político de los proyectos económicos de
los antiguos gobiernos liberales, impacientes por la in­
sistencia del indio de mantenerse al margen del “pro­
greso”.
La política comunal no es menos coherente que la
política sindical de los mineros. La resistencia de los
ayllus a la primera reforma agraria se debe, precisa­
mente, al derrumbe de la comercialización mercantil
de cereales, que se había desarrollado en la región
en base a técnicas probadas de aprovechamiento de los
recursos humanos y naturales, previamente a la victo­
ria de las políticas económicas liberales. Su rechazo a
la segunda reforma agraria de 1953 derivaba de una
percepción igualmente lúcida de las verdaderas inten­
ciones del MNR, expresadas a través de una práctica
agraria frente a los ayllus y directamente enraizada en
la “reforma” liberal de 1874.

La reforma agraria del MNR evitó el error político


de su antecesora, conquistando las simpatías de los mes­
tizos con sus políticas agrarias e intensificando el arrin-
conamiento de los grandes ayllus regionales, mediante
' la entrega del aparato sindical a los dirigentes de los
pueblos. Hasta hoy las luchas políticas en el plano na­
cional se reflejan en la rivalidad de diversas facciones
dentro de los pueblos rurales. Frente a los ayllus cada
facción intenta copar los puestos sindicales locales, dan­
do lugar a una especie de clientelismo “multi-polar”,
que busca la movilización de los ayllus en función de
distintos “proyectos nacionales”. En este contexto, la
competencia entre los representantes de dichos “proyec­
tos” para asegurarse la “lealtad” indígena, ha ido encu­
briendo, últimamente, los objetivos exvinculatorios de
la segunda reforma agraria. Pero los ayllus norpotosi-
' nos han respondido ofreciendo su participación aparen­
te en tocios estos “proyectos”, de acuerdo con las reali­
dades coyunturales del poder a nivel nacional. Una
lealtad más duradera no debe esperarse mientras en
ningún proyecto se ofrezcan por lo menos las garan­
tías jurídicas mínimas para el fortalecimiento de la de­
bilitada organización comunal.
Queda por verse si el “miedo racial” de los políticos
criollo-mestizos frente a la “sociedad alternativa” plan­
teada por los ayllus se ha disipado ya, el punto que los
futuros gobernantes puedan ofrecer estas garantías, en
reconocimiento por lo menos de la potencialidad econó­
mica, señalada repetidas veces en estas páginas, de la
formación cultural cuya “otredad” se han empeñado con
tanto idealismo en negar, y con tanto realismo en mani­
pular. De otro modo es probable que los movimientos
indígenas, surgidos en varias regiones del país desde
la década de 1980, se vean obligados a asumir posicio­
nes cada vez más extremas de enfrentamiento étnico
contra las nuevas “fuerzas del progreso” que aún bus­
can prolongar la desastrosa experiencia liberal.
LOS LINDEROS DE LOS AYLLUS DE MACHA (1719) *

De las diligencias de archivo que franquea el suscrito


Notario de Hacienda, referente a un deslinde de Aransava
y Urinsaya del Cantón Macha, de la Provincia Chayanta
del Departamento de Potosí, en favor de Agustín Carvajal.
Y, cuyo tenor literal es como sigue:
TESTIMONIO DE LOS LINDEROS DE ARANSAYA Y
URINSAYA DEL CANTON MACHA, PROVINCIA CHA-
YANTA DEL DEPARTAMENTO DE POTOSI, AMPARADOS
DEL SEÑOR JO SEP DE LA VEGA ALVARADO DEL
AÑO MIL SETECIENTOS DICINUEVE

TESTIMONIO: De los títulos y mojones de


los linderos de las doctrinas de San Pedro de Macha y
de San Marcos de Miraflores y de Oruy Carasi, que doy
para inteligencia, amparo y resguardo de Don Diego Chu­
ra y Buenaventura. Yo, el Visitador y medidor de tierras.
Don Josép de la Vega Alvarado, amparándoles en sus an-

* Archivo del curaca do M acha (A ran sav a).


liguas posesiones, p ara que no les perturben cuales-
quier persona de cualquier estado, como consta en los
instrumentos originales y son sabedores todo el común de
los indios y los caciques principales de los dicho pueblos,
que fueron en aquel tiempo Don Juán Chura y Buenaven­
tura y su compañero Don Pascual Zenteno, siendo el Co­
rregidor de la provincia don Ignacio Oquendo y su tenien­
te don Felipe Sotomayor y el Cura Párroco del pueblo de
Macha, el doctor Francisco, cura antiguo, dado en veinte
dias del mes de agosto de mil setecientos veintiún años
y es como sigue:

PRIMERAMENTE: Desde el valle de Oruy Ca-


rasi, el río Grande para arriba, hasta Tarara, donde se en­
cuentran con el río que baja a Gudalupe y todo el rio de
todo Guadalupe hasta un manantial de agua caliente que
está bajo de Sapiri y coje toda la peña arriba al alto de
Sarasaca, donde se encuentran con el camino real que
viene del asciento mineral de Ocurí, hasta Chicmo y va el
rio arriba de San Mateo, hasta donde entra un arroyo de
mano izquierda, para un paraje llamado Tarquiaqui y bajo
dicho arroyo a la habra que llaman del Mando, de donde
se da a la quebrada Ilavi y coje todas las de Loma, hasta
dar vista a Maragua y se coje arriba y de donde se divisa
el camino que sale del rio Maragua y a esta parte se ve
las pampas de Santiago y yendo siempre por el camino
real, para Potosí y sale al cerro alto Lupichoco y Chiaraco-
11o y va por media ladera a Calapisaca, nombrando Llu-
chochoco y de ahí a las peñas blancas que están entre
Molle Puncu y Titiri y sigue a Queñuacumo que es un ce­
rrillo, junto a una apacheta camino real para Potosí y si­
gue a una Estancia de Españoles, cuyo nombre es atina
(sic) y de ahí se va a Pisaquira, asimismo Estancia de Es­
pañoles y tira de ahí, a los altos de Sayascka, a unas pe­
ñas coloradas Tipacato y todo el camino real a salir a la
habra de Chipara y prosigue al cerro alto, de Condornaza,
cuyos vertientes dividen la jurisdicción de Tinguipaya y
Macha, hasta la síñiga del cerro alto de Pacrita, de donde
baja una cíñiga larga y hace linderos con la doctrina de
Cando Condo, en la de Mucayllita y sigue a los cerritos que
están en la Pampa de íquiquira y se endereza a una lagu­
na seca y va al rio de Cala Cala, donde se juntan dos ca­
minos el uno de indios de Chayanta y el otro de los de Po-
coaía y Macha, siguiendo una séñiga que comunmente lia-
man Carachiocko, que en frente del cerro de Ichuta, ver­
tientes de Janchallaviri, y endereza para el cerro de Tan-
gatanga a Quillcavilque yendo por la cuchillada hasta dar
vista a un camino real que va por Livichuco, sigue la Pam­
pa derecha a divisar a Cacachaca y se va por una séñiga
larga, en donde hay una piedra grande junto al camino de
Orcopata que llaman Calapairuma y sigue las vertientes
que son linderos de Macha con la doctrina de Pocoata,
está loma derecha que Marcavillque y está una piedra
grande que sirve de Mojón y se endereza por la loma, da
a unas sepulturas de indios gentiles entre Esquina de Ma­
cha y de Pocoata y se trastorna la loma a una Estancia,
donde hay muchos churquis, enderezando a una Pucara,
camino que sale de ahí a Pocoata y Aullagas, toda la lo­
m a arriba hasta la habra de donde se divisa la Pampa de
Vinaga y sigue todo el camino enderezando al cerro alto
de Condornaza, cuyas vertientes corresponde a la parte
de Macha y prosigue para Tinquelquera, que es la divi­
sión de Macha con la parte de Pocoata y prosigue al ce­
rro de la Laguna de Surumi, donde hay dos lagunas de una
y o tra parte y baja a una Estancia de indios de Pocoata
y prosigue al cerro donde se juntan dos arroyos que divi­
den de Lupijara y subiendo a los altos de Surumi Cocha se
traslucina la loma Iyaco, se entra por una quebrada onda
de Sapacari de Macha y Pocoata y se endereza, bajando
el rio abajo hasta la punta del agua detrás de la loma, por
una quebrada corta al rio para abajo donde se juntan dos
rios y para un camino real para Valle, donde está un mo­
jón y baja para Chapichapi y camino para Quitapaya, has-
te el cerro Sesto y de ahí coje por imas peñas coloradas
y se va para el rio Grande de Paria, tiene el camino de
los indios Ucumamani Alta, allí está un mojón de Sitique-
rani y vertientes responden a la parte de Macha, de ahí
prosigue para arriba y a un lugar que llaman Jucumariri
y va siguiendo por esa loma arriba, que sale al Paiquichu
del lugar de la división de Macha con Pocoata, de ahí se
entra en la lom a derecha donde está una piedra nombra­
da Arcocala y se endereza bajando hasta la Junta de los
arroyos que es el mojón y sigue, enderezando al cerro al­
to de Cupita y se entra a un arroyo, donde hay una huer­
ta grande y sus vertientes, para la parte de Macha, perte­
necientes ya a la doctrina de San Marcos y se endereza,
bajando rio abajo hasta dar a Escam am ania donde se jun­
tan dos arroyos, es el mojón, y prosiguen loma arriba que
sale al cerro alto de Orckopata, que es la división de Ma­
cha con Pocoata y endereza loma derecha, hasta Quicha-
quicha y va bajando a Guaycaguapu, sigue para Yurica
Palca, donde juntan dos rios grandes que es el mojón y
prosigue por media ladera que hace Monte, que sale a los
altos de Arampampa y va siguiendo a la habra pelada que
va a dar al camino real, que pasa para Molle Molle, cu­
yos vertientes dividen la jurisdicción de Pocoata con la
de Macha, de ahí prosigue para Ayoma a donde está un
mojón y las vertientes son linderos de Macha y Pocoata,
de ahí sigue para las peñas coloradas y se va a un cerri­
llo que le llaman Chui y pasa para Queyoma, donde se
juntan al rio grande, que hace linderos y coje en esta
arriba y sale a los altos de Punilla y de allí, sigue a Ma­
zo Cruz y entra a un arroyo, hasta dar a la ciudad de Mis-
que. Aquí se acaba la división, hecha de las provincias
y doctrinas y sigue la de las parcialidades que son dos de
la doctrina Conde y la de Macha, de allí sigue al pabellón
que entra hasta Soicocaima y prosigue rio abajo, hasta
Colipa Pampa y se va, entrándose rio abajo, donde están
dos piedras pariadas, cuyo nombre se dice Chitacala que
es mojón de las dos parcialidades de Aransaya y Urinsa-
ya y sigue a Guancani, de ahí a Liquinca y pasa a Chara-
villque o Charcavillque, hasta Llustaqui, y se va a los al­
tos de Arichaca y baja un arroyo de Umajila, que es el
mojón del repartimiento y va a Chiyara Cochi y prosigue
por los altos de Tacapuso a donde está un mojón grande
y va yendo Pisarcollo y se entra a Cusipampa, que es la
división de los ayllus de Guaracata y Majacoyana y prosi­
gue rio arriba por la capilla de San Lázaro, Escalarilla,
Coiquechaca, hasta Guaynacuchu en el asiento de Aulla-
gas, allí se acaba la mojonera de ambas parcialidades de
Aransaya y Urinsay.

LINDEROS, que dividen la jurisdicción de Condo Condo y


la de Macha y empieza desde el rio de Cala Cala, donde
se juntan dos caminos, el uno de los indios de Chayanta y
el otro de Pocoata y Macha el repartimiento de las dos
parcialidades entra de Guaguani Cala, hasta el cerro colo­
rado, que es el mojón, pasa a la Amarilla y sigue a una la­
guna seca, cuyo nombre es Auca Auca y se va yendo a un
arroyo llamado Yacayaquiri, y se entra al rio Salinillas y se
va por media ladera a Calasaya, hasta Queñuacuma, Que-
ñuacoro y pasa a la Palcka Chiruni, que es la demarca­
ción de los ayllos Macoyana y Sullcavi y prosigue loma arri­
ba a salir al cerro de Yanayana que es el mojón, y pasa
por media ladera a Viscachiri, enderezando a Pacotanga
y se entra a Morado Collo que es el mojón, y pasa rio aba­
jo a dar ; l Ancoyo Habra, de ahí prosigue a Charaguato por
el rio arriba al anterior mojón Ancoyo Habra.

LINDEROS: De Tangatanga, que dividen ia jurisdic­


ción de la doctrina de Condo Condo y a ¡a de Macha, en­
tra el repartimiento ai Cerrillo, junto a Choque Gayara y pa­
sa a Ticacaima, siguiendo rio abajo, hasta el cerrillo Chi­
quito a C'atariri, hasta la Habra de Cala Cala, que es el mo­
jón, y entra a Palcoyo, donde se juntan dos arroyos, es el
mojón, y pasa a Chapicoro, hasta Larím arca y a la peña
Amarilla, que es el mojón del repartimiento de las parcia­
lidades de Aransaya y Urinsaya, y se va siguiendo al cerro
de Sesto y entra a Negra Guarituta, siguiendo rio arriba a
Cala Putiri, a donde hay sepulturas de Gentiles y prosigue
por la loma de Chacaía, corriendo la división a la ciénaga
de agua clara, enderezando a Condomaza, hasta llegar
a los altos de Yocona o cerro Colorado, allí se acaba la
mojonera de los ayllus de Sullcavi con Alacoyana ..

LINDEE.OS: De Pisaquiri, que dividen la jurisdicción


de Tinguipaya a la de Macha, entra el repartimiento a Cala
Pallani y sigue por la loma hasta el mojón de Topavillque
prosiguiendo la loma Peñas Blancas, pasando a Andavili-
que por la loma, hasta dar a la Palcka de Chiruni, donde
se a c a b a ............

LINDEROS: De Queñuacumo a ¡a mano izquier­


da una Apacheta que divide la jurisdicción Tinguipaya a
la de Macha entra el repartimiento de Girañacagua a Cha­
picoro y se va por media ladera a Peñas Blancas y se en­
dereza al Cerrillo Colorado, donde está un corralón nom­
brado Carachuyo, que es el mojón siguiendo por la cu­
chillada se entra a una sepultura de Gentiles y pasa a la
Piedra Redonda, yéndose por media ladera de Auca Au­
ca, y salir a una Peña Colorada y se va por ¡a loma de
Tarabilla y se entra a Chakaapachi, Guayri Ckassa Apa­
cheta yendo por la desa, se llega a Paycoro Payacoro, ca­
sas de los Tapunata, y entra como una cola y sigue Pam­
pa abajo, hasta llegar a la Sepultura Colorada de los Gen­
tiles, de ahí sigue a Charaguayto, donde se acaba ei mojón
de los indios de Sullcavi, Guaracata y Tapunata y Majaco-
yana y sigue por el camino grande, que va a Chuquisaca y
llega a donde el Alcalde Jihuata, a salir a Llustaqui, que es
el mojón, repartimiento de los ayllos de Sullcavi y Guara-
cata de la parcialidad de Aransaya

LINDEROS: Del cerro alto Lupichoco donde una


Apacheta colorada, cuyas vertientes dividen de Yarataco-
Uo y Cambalachi, la jurisdicción de Maragua y Macha, en­
tra la división a Cambalachi Palca, se juntan y el río es el
mojón y prosigue rio arriba a la peña de Angostura y San­
tiago y va al cerro de Calapara, siguiendo a Yarquincachi
y se entra a Guacani Cala y pasa a una quebrada, junto a
Titicaca, allí es el mojón, y prosigue rio abajo a dar a To-
pacoro y entra a Peñas Coloradas, siguiendo al Tambillo,
hasta Siguienca donde se parte el camino real a Chuquisa­
ca y el valle, que es el mojón, donde se acaba el deslinde
de los ayllos de Majapicha, Tapunata, Condata y Sullcavi,
corre la divisionaria arriba a Churicala, Angostura, Palca
y Rosario, hay confinación de cuatro ayllos, que son Ala-
coyana, Sullcavi, Guaracata y Alapicha y partiendo dos
ayllos, prosigue rio arriba a la Alcantarilla y se endereza al
cerro de Tococarí, allí está el mojón del repartimiento y
se va lom a a dar a la Apacheta colorada donde es la di­
visión de tres ayllos que es de Sullcavi, Alapicha y Maja-
picha y se entra por media ladera de Uruñusata, hasta la
Apacheta Amarilla, que es el mojón y se entra a Guaricha-
ta, Muru Utani hasta llegar a Tapacoro donde se acaba
mojonera de ambos ayllos de Sullcavi y Alapicha.

LINDEROS: Del alto de Molle Puncu, que dividen la


jurisdicción Tinquipaya, con la de Macha, entra el reparti­
miento al Trapichi y sigue rio arriba de Titiri, que sale a la
habra o apacheta y se va por la loma Tunaya Puca Cai­
ma, siguiendo la Cuchillada a Patacochi hasta Ckaka, Apa­
cheta, Guari Ckassa y ahí se va apacheta Combura y de
ahí rio abajo a Paicoro, este es el mojón de Tapunata y
Sullcavi, Guaracata y Tapunata y prosigue por el camino
real de Sami, Caima Pampa y sigue a Kaquesana, yendo
cuesta arriba, hasta llegar a la Estancia de Caimuna y si­
gue a Condoriri Ckasa, de ahi sigue Turuiquina Escalera,
hasta Challacahua, este es el mojón de Tapunata.

LINDEROS: De los altos de Surumi Cocha, que


es el mojón, pasa al cerro de Apapaasta, el rio de Achina
donde esta un cerrillo redondo que es el mojón de repar-

'{
i
timiento, y prosigue al cerro de Santiago y se endereza a
Cambalachi, Chambicota, hasta el rio de Irpuma, a dar a la
angostura del Rosario donde se acaba el mojón, del cerro
de Paichicho, que hace lindero con la doctrina de Macha
y Pocoata, entra el repartimiento y prosigue por la loma a
Hiscachiri a la apacheta, donde hay sepulturas de indios
gentiles que es camino real para el Valle y se va por la
loma hasta dar a donde una cruz, enderesando por la lo­
ma hasta un mojón, siguiendo por la laguna seca de San­
ta Barbara, por donde se va el deslinde, se entra por Cha-
cacoro a la encañada, donde se juntan dos rios que for­
man el mojón, y prosigue rio arriba hasta la capilla de San
Roque que es el mojón y sube por arriba, hasta Cutucutu-
ni y se va por media ladera de Turuquiri y sale al cerro al­
to, a donde está una cruz, que acaba la mojonera de am­
bas parcialidades de Aransaya y Urinsaya, sigue el repar­
timiento de la loma y se endereza bajando hasta una cruz
que acaba de los antiguos que es el mojón, siguiendo por
el camino real, hasta dar al cerro de Pichiquiza, donde
endereza, que es el mojón, y pasa a una pampichuela lla­
mado Tarantaran, va yendo por la encañada, sube cues­
ta arriba y sale a los altos de Leoque, entra a Nacna Coro
y endereza, bajando a Torcapuri, a donde da a la peña y
Condornaza, que es el mojón, y prosigue rio abajo hasta
la punta del agua, detras de la loma por una quebrada
corta, al rio donde se juntan dos arroyos que baja de
Chayta y Llanquiri donde hace el mojón, cuyo nombre es
Crucero y prosigue abajo, hasta dar al rio grande, donde
hay un cerrillo monstruoso llamado Chuicoro que es el mo­
jón Lindero de los ayllos de Majacoyana y Condata.

LINDEROS: Del rio Grande que esta al frente


de la Palca de Guaycoma, donde hay una capilla caida
que es el mojón y va siguiendo por la loma arriba a Vill-
ca, hasta Taconi y se va al cerrillo alto de Llanquiri pata,
donde está una laguna seca que es el mojón y división
de los ayllos Majacoyana y Guaracata, y se pasa a una
quebrada corta donde se juntan dos arroyos y se va a la
Esquina izquierda, hasta un algarrobo que tiene tres cla­
vos, que es el mojón, y prosigue Pampa derecha de Cha-
papani y se endereza a Romero Cocha, que linda con la
jurisdicción de Yamparais y Macha, allí se acaba el repar­
timiento de los ayllos expresados, Majacoyana y Guara-
cata.
LINDEROS: Del rio de Cantuyo que baja un arro­
yo, que es el mojón, demarcamiento de los ayllos de Gua-
racata y Sullcaví y sigue quebrada arriba a salir al cerro
alto de Carasi, y es el mojón, y se va por la loma diviso­
ria, hasta dar al cerro de Maricoro, donde se acaba la di­
visión de los ayllos citados.

LINDEROS DE SAN MARCOS. Que empieza del mojón


donde está una cruz y pasa por la loma derecha hasta dar
al crucero donde se parte el camino real y está una cruz
y prosigue por el camino mismo al cerro de Pichiquiza que
es el mojón o división de los ayllos Sullcavi, Sullcata y se
entra por la loma de Tarantarani y se endereza, bajando a
Huerta Pampa donde está una capilla caida y prosigue pa­
ra arriba al cerro alto de Maicollo, que es el mojón de los
ayllos de Alacoyana y Sullcavi, pasa por una quebrada de
Higosani, hasta llegar a Escamamania, hay se acaba los
mojones.

LINDEROS: De Ucumanis, que entran a Calque-


pampa y va siguiendo a Esclavoniri que está en frente de
la capilla de Anco Cruz y se va por media ladera de Gua-
cañusata y endereza al cerro alto de la piedra pirita, que
es el mojón, y se endereza a una quebrada de Chenque-
ni Urna, que baja al rio de Charicharillo y prosigue para
arriba al cerro alto de Cupita, que linda con los de Po-
coata y Macha y se entra por la Cuchillada, hasta la capi­
lla corrida de Charicharillo y pasa a Palca Marca, prosi­
gue a Pequeñacara hasta el cerro alto, que es el mojón,
y se entra a Mutonorea y Pusuta Pampa y sigue por Tan-
gatanga Chuto, a donde está el mojón, allí se acaba, co­
rre el dem arcamiento de Vichuata Carachoco y sigue a
Guancuri donde está el mojón que linda las tierras que
son pertenecientes al ayllo Majacoyana y entra siguien­
do a Challauta que es el mojón y pasa a Chicmuri, Qui-
chinquiri, que es el mojón, prosigue rio abajo a Laquiri,
hasta Coyaallita, y se acaba el mojón con el ayllo Sullca­
ta, sigue el repartimiento de Tana Aque y Enquellquisa, lin­
deros de doctrina de Pocoata y Macha, y partiendo ambas
parcialidades entra a Boticlaca, Gualloma, hasta dar al rio
hondo de Achina, donde hay un cerrillo que hace mojón
y endereza a la pampa de Santiago Chambuota hasta Ir-
puma, que es el mojón y trastornando a la habra de Ma­
cha Caquiri, endereza a Guaylloma que sale al cerro alto
de Achina, es el mojón de los ayllos de Alacoyana y Sull-
cavi, y va por la loma derecha a Torcarque entra a Moile
Puncu y la junta del rio es el mojón de los ayllos Alacova-
na, Majapicha y Sullcavi y se va entrando a Inckackassa,
Chacka Agua Caliente de Sapira y pasa a un arroyo que se
juntan al rio frente de la Capilla de Charaguaytura, que es
el mojón, y sigue por el rio arriba a peñas coloradas a sa­
lir al cerro alto, peñas bravas, donde se acaba.

LINDEROS: Del cerro alto de Guayllamarca


que entra a Guacacala peñas coloradas a salir al cerro
de Pajaltesiña, que es el mojón, y prosigue por la loma
señora Jiliuata, y se entra a Chiquipuro, que es el mojón
del repartimiento, y prosigue a Calachiata, hasta dar a
Martin Cala, que es el mojón y se entra a Cala Calan! y
Jaruvillque y pasa a Cotanizo y tira al rio Grande, de donde
se encuentran con el rio de Yacom a, que es el mojón, y
prosigue rio arriba a Palca M arca siguiendo a Acero Urna,
y a la habra pelada, y se acaba la mojonera del ayllo
Guaracata, en cu\'o al tito, Molle Pucru.

Concluyó el testimonio d el deslinde y mojonamiento de


las provincias, doctrinas, parcialidades y ayllos, y en su
virtud, para darle la pureza y valor que corresponde, lo
firmamos con el Corregidor, Don Ygnacio Oquendo y su
teniente Don Felipe Sotomayor, Don Josep de la Vega Al-
varado y hecho ante mi el Escribano público real y de la
provincia de Charcas en veintiún años (s ic ).
A nexo 2

PROYECTO PARA PROPENDER AL DESARROLLO DE LA


AGRICULTURA EN LA PROVINCIA DE NOR-CHAYANTA.
Narciso de la Riva (1885)

La provincia de Nor-Chayanta, posee un suelo rico en


los dos reynos vejetal y mineral; su clima frió en las altu­
ras, es suave y cálido en los valles, hasta producir los
frutos de la zona tórrida. En sus vegas y vajíos se produ­
ce en abundancia el trigo, maíz, ocas, papas esquisitas y
variadas. La producción al presente es sumamente limita­
da, por causa del escaso trabajo del indíjena que es el
dueño de los terrenos, pues el número de hacendados es
diminuto; tiene abrevaderos y dehezas magníficas para la
cria del ganado ovejuno, y abundancia de agua para el
cultivo.
Todos esos elementos que contienen en sí verdadera
riqueza, permanecen improductivos por la neglijencia del
indíjena, cuyas poquísimas necesidades limitan el cam ­
bio, que es el instrumento más poderoso en el desarrollo
del trabajo.
El aforism o económico de que el cambio se deriva de
la racionalidad del hombre, sin que haya ejemplo de que
lo verifique el bruto, es muy aplicable a nuestros indios
que, si no lo eluden en lo absoluto, lo reducen a expresión
tan ínfima, que sus efectos no dejan sentir los bienes de
la actividad.
La vida de los aboríjenas es aislada y permanecen sin
conocer las ventajas del cambio, porque sin él, provee a
sus necesidades; su frugal alimentación, su estrecho al­
bergue, y su vestido que le sirve de abrigo, constituyen
necesidades de fácil satisfacción obtenidas por ellos mis­
mos; hasta sus útiles de labranza son primitivos, y los ad­
quieren a ínfimo precio. Con este modo de ser, manifes­
tado en necesidades mínimas, el cambio se limita hasta la
esterilidad. Sólo el cambio podría variar este cuadro del
indíjena, bajo la influencia de su m ájica varilla. A la mo­
notonía de sus labores, sería necesario oponerle medios
de estímulo para hacerle sentir las necesidades del hom­
bre civilizado, con que se encuentre punzado hasta po­
ner los medios de satisfacerlos.
Preocupado por esa idea, cuya ejecución será la reje-
neración de la raza indijenal, he podido convencerme de
la necesidad de que el Estado tome la iniciativa en apli­
c a r los medios más eficaces para alcanzar laudables
fines.
E l accidentado suelo de que me ocupo, hace inacce­
sible el tráfico que sin ese inconveniente físico tendría fa­
cilidades con que llegaría a esos sitios provocando el
cambio con el indíjena. E sa dificultad es la que en mi
concepto debería combatirse, procurando encontrar el me­
dio de hacerlo. Si el espíritu de empresa ha tomado al­
gún vuelo en el país, es necesario que el Estado lo utilice
en pró del interés nacional.
La industria dominante al presente es la minería; los
capitales se han movido, y a pesar de que el éxito no con­
testa satisfactoriam ente a las esperanzas concebidas, se
insistirá, por ser la única aparecida con las facilidades
que ofrecen las sociedades anónimas.
Si nuestro suelo se manifiesta con otros elementos de
riqueza como son los de la agricultura, convendría llevar
a ésta los esfuerzos de administración para darle ensan­
che y desarrollo, porque siendo m ás seguro y permanente
el éxito, el capital se encontraría más bien garantizado,
y la ganancia no diferería en nada quizá de la que con
peligro se busca en la minería. Agrégase que no es con­
veniente afluyan los capitales y los esfuerzos del trabajo
en una sola industria, máxime si su prosperidad es even­
tual, y precaria.
Con el propósito de avivar otras fuentes de prosperi­
dad, abrir mercados a la agricultura, donde con el presti-
jio del cambio pueda levantarse acreciendo la produc­
ción que mantiene, y a fin de fundar nueva industria que
estimule el trabajo en nuestros indios; he concebido la
idea que someto a la consideración del Ministerio y paso
a establecer.
Dejo dicho que la provincia de Chayanta puede ensan­
char la agricultura en vasta escala; para alcanzar la ver­
dad de ese aserto, sería necesario establecer dos cosas:
1? Allanar los caminos que son impracticables.
2 ° Fundar un mercado inmediato a donde los cereales,
en especial el trigo, puedan conducirse con seguri­
dad de expendio.
Lo primero no demanda la necesidad de caminos de
fierro ni carreteros; bastaría abrir buena y ancha senda
para camino de herradura. El costo de este trabajo per­
fecto como sería, no demanda grandes sacrificios.
El riachuelo que pasa por el asiento mineral de Gua-
nuni, se halla situado distante 12 leguas de Oruro, es apa­
rente para fundar allí molinos, procurando hacerlo por ac­
ciones como se hace al presente en las empresas mineras.
La obra sería como las que existen en la costa para
lo que se traería de afuera un especialista. El Estado to­
m aría a su cargo la mitad del valor dejando la otra para
el público.
Las distancias a los sitios donde el trigo se produce en
mayor abundancia son cortas.
De Guanuni a Chayanta 12 leguas, de ahí a Pocoata 14,
y de este punto a Macha 4; se nota que la inmediación
de esos centros de producción, facilita considerablemen­
te el arreglo de los caminos.
Fundado el establecimiento de molinos en condiciones
de adelantos vij entes, se elaboraría tan buena harina, co-
mo la que se obtiene de Chile y Lima, cuya mejor calidad
al parecer, proviene del sistema de beneficio.
El capital próximamente calculado sería de Bs. 300.000
para la construcción de la obra, y fondo permanente de
com pra de la m ateria prima, pues sería necesario que el
indíjena tenga la plena seguridad de vender sus trigos al
precio de tarifa que la empresa fijaría, para que se esti­
mule en el trabajo y no desmaye.

Las harinas votadas por el molino, se expendería en


Orurc, La Paz y el sur del Perú; como esta industria es de
magnas proporciones, principiaría una vez en práctica, a
exigir mejores medios de transporte que los de actualidad.
Sin adherirme a los soñadores con ferrocarriles, que los
suponen de fácil fijación en el país, sería posible cruzar
la altiplanicie con una buena carretera dotada del mate­
rial rodante necesario, y construida en condiciones de se­
guridad, comodidad y economía de transporte inherentes
a ese jénero de caminos, que precedieron al ferrocarril.

El establecimiento indicado, atraería al comercio e in­


dustrias diversas; —el indíjena se hallaría obligado a
ejercirar y practicar el español, sentiríase poseído de ne­
cesidades que hoy no tiene, y le llegaría lo que le falta y
determina su atraso— ; estímulo con que agrandaría su
trabaj o.
Sería demasiado extenso este párrafo, si continuase
detallando las ramificaciones del proyecto, los grandes
bienes que rendiría, los diferentes problemas económicos
y sociales que se resolverían.
Es evidente que el indíjena es el brazo que sostiene
la agricultura, prestando servicios en los cultivos; razón
más por lo que le debemos afecto y estimación; tiene por
lo mismo derecho a exigir servicios de la administración,
que no pueden ser otros que los de propender a ilustrarlo
a fin de ofrecerle vida cómoda con las ventajas conquis­
tadas por el hombre civilizado. La compasión hasta aquí
manifiesta en favor de los aboríjenas, ha sido nugatoria,
porque no es eficaz, y mucho menos conveniente interce­
der por la perpetuación en la calidad de párias en que se
mantienen; poner los medios para civilizarlos a fin de que
sean ciudadanos como todo boliviano, es procurar su bien
y el de la comunidad que hacen parte.
Sin afectar presciencia, asísteme la seguridad de que
la idea concebida y propuesta, encaminaría al país a me­
i ores destinos, y se levantaría de la postración en la que
se halla.
A nexo 3

LITIGIO SOBRE INDIOS R ESID EN TES EN CANTON


POROMA, DEPARTAMENTO DE CHUQUISACA, QUE SON
TRIBUTARIOS DE CANTON TINGUIPAYA, DEPARTA­
MENTO DE POTOSI.*

Potosí, 3 de octubre de 1894


Señor Ministro de Hacienda e Industria
Sucre

Señor:
El Señor Prefecto y Comandante General del Departa­
mento de Chuquisaca, me ha dirijido, por el último correo,
la adjunta nota oficial, transcribiéndome la Resolución Su­
prem a de 22 de setiembre último, relativa a que los indije-
nas de las parcialidades de Soicoco y Colquebamba se so­
metan a las imposiciones del Correjidor de Poroma, e in­
citándome a que dicte las órdenes conducentes al cumpli­
miento de dicha Suprema Resolución.

° Anexos del Inform e del P refecto de Potosí ante el Supre­


mo Gobierno, L uis N avarro, Potosí, 1 8 9 5 (U N B , Prefecturas P o ­
tosí, Memorias e Inform es 1 8 7 1 - 1 9 1 4 ) .
Creyendo de mi estricto deber la defensa de los inte­
reses del Departamento de Potosí, de mi mando, y habien­
do conocido ya los antecedentes antes de ahora, los he
compulsado en los autos legalmente fenecidos y en los ex­
pedientes archivados, donde constan los siguientes he­
chos sustanciales:
19 Que allá, en 1879, surgieron ya las pretensiones e
imposiciones del Correjidor del Cantón Poroma, Provincia
de Yamparaez, Departamento de Chuquisaca, sobre los in-
dijenas de Soicoco y Colquebamba, que son comunarios y
tributarios del Cantón de Tinguipaya, provincia del Cer­
cado de esta ciudad de Potosí, donde se hallan m atricula­
dos en los respectivos padrones.
2? Que con motivo de que dicho Correjidor de Poroma,
trataba, por una parte, de imponer a dichos indios servi­
cios en ese Cantón, que no es el de su domicilio, sino el
de su precaria y corta residencia cada año; y de que por
otra parte, pretendía explotar a los indijenas jóvenes cali­
ficándolos de próxim os contribuyentes de Poroma, cuando
sus padres eran tributarios de Tinguipaya, y por consi­
guiente, los hijos no podían ser sino próximos tributarios
del mismo Cantón, ocurrieron dichos indios en demanda de
am paro y de justicia, primeramente ante esta Prefectura,
y después, para mayor seguridad de sus personas y dere­
chos, ante el Supremo Gobierno Constitucional del Señor
Doctor Don Tomás Frías, por el Ministerio de Gobierno del
Sr. Dr. Dn. Mariano Baptista, actual Presidente Constitucio­
nal de la República, quien por creer que el asunto no per­
tenecía a su Cartera, lo pasó al Ministerio de Hacienda
que desempeñaba, entonces el Sr. Dr. Dn. Pantaleon Da-
lence.
3? Que este egrejio jurisconsulto incapaz de festina­
ción y, de antiguo, acostumbrado a decidir litijios con rec­
to criterio y a examinar pruebas, estudió con imparciali­
dad y cuidado las presentadas por los tributarios de Tin­
guipaya, pidió informes a los correjidores de ese Cantón
y del de Poroma, oyó el dictamen del Sr. Fiscal General de
la República, que lo era otro experto jurisconsulto el Sr. Dr.
Dn. Manuel Ignacio Salvatierra; llegando por todas estas
investigaciones prolijas a la convicción de que: los indije­
nas de Soicoco y Colquebamba eran tributarios del Cantón
de Tinguipaya, Provincia, entonces, de Porco de Potosí, y
hoy de la de su Cercado: que en este Cantón se hallan
empadronados y en él, en las postas de Yocalla y de Le­
ñas, prestaban el servicio de postillonaje, desde tiempo
inmemorial: que nunca habían prestado ni debían prestar
servicio alguno en el Cantón de Poroma de Chuquisaca, y
que si en alguna época del año residían precariamente
en Poroma, era solamente porque desde el coloniaje, y
sin servicio alguno, tenían allí terrenos dados en compen­
sación de la esterilidad de los que tenían en Tinguipaya,
lugar único de su verd ad ero dom icilio y de los servicios
que allí prestaban.
49 Que con tales datos, plenamente acreditados y de
conformidad con el dictamen del Sr. Fiscal General, el Go­
bierno del Sr. Frías, por el Ministerio del Dr. Dalence, y en
uso de sus atribuciones constitucionales, resolvió definiti­
vam en te el asunto imponiendo perpétuo si’encio a las pre­
tensiones del Correjidor de Poroma, Provincia de Yampa-
raez, y declaró: l 9 que los indíjenas de Soicoco y Colque-
bamba pertenecían exclusivamente al Cantón de Tinguipa­
ya, provincia de Porco, donde eran tributarios y donde
prestaban y únicamente debían prestar sus servicios indi-
jenales; 2? que el Correjidor de Poroma se abstuviese en
lo sucesivo de imponer a dichos indios servicio ni obliga­
ción alguna; y 39 que el Sr. Prefecto del Departamento de
Chuquisaca hiciese notificar a dicho Correjidor el puntual
cumplimiento de la Resolución Suprema citada, que es de
7 de julio de 1874, cuyo tenor literal ha copiado el Sr. Sub-
prefecto del Cercado de Potosí en el adjunto informe que
reproduzco.
5? Que el Prefecto de Chuquisaca Dr. Pedro José Zil-
veti ordenó el cumplimiento de la sentencia definitiva y la
abstención bajo de responsabilidad, en adelante, del Co­
rrejidor, a quien se hizo saber legalmente la Resolución
por medio de exhorto comisionando al Juez Parroquial de
Poroma.
Terminado así, legal y defin itiv am en te el asunto, era
de esperar que el Correjidor de Porom a cumpliese en lo
sucesivo la orden suprema de abstenerse de molestar a
los indijenas de Soicoco y Colquebamba, con ningún servi­
cio ni obligación, pero .no fue así, más que por unos quin­
ce años, al cabo de los cuales, ya en el año de 1891, el
dicho Correjidor había obtenido, por sorpresa y subrepti­
ciamente, una Resolución del Gobierno en favor de sus
pretensiones contra los indijenas de Soicoco y Colque-
bamba, Resolución que, para su cumplimiento, fue transmi­
tida a la Prefectura de Potosí, entonces dignamente de­
sempeñada por el actual Sr. Ministro de Hacienda e Indus­
tria, a quien me toca dirijirle esta reclamación, muy feliz­
mente. El Señor Prefecto Dr. Dn. Enrique Borda cumplió
entonces, con su notorio celo, el mismo deber, que hoy ten­
go el honor de cumplir, observando la Resolución Supre­
ma, con cuyo motivo, volvieron las cosas a su antiguo es­
tado y recobró su imperio la antigua R esolución definitiva
de 1874.
Cuando tales antecedentes imperaban, es que recibo,
Señor, la nota oficial adjunta, en la cual el Sr. Prefecto del
Departamento de Chuquisaca me incita a cumplir la Supre­
m a Resolución de 22 de Septiembre último, que me trans­
cribe, nuevamente arrancada por sorpresa.
Conforme, pues, a la ley, que permite a las autorida­
des subálternas, observar las Resoluciones Supremas que
no creen legales; siguiendo la costumbre establecida en
casos análogos, o más bien dicho, en el mismo asunto,
por el Sr. Ministro a quien me dirijo; y sin ánimo de re­
husar el cumplimiento de su orden, si insiste en ella, me
permito, respetuosamente, reclam ar de la Resolución de 22
de Septiembre último, por la concluyente razón de que im­
porta la revocatoria ilegal e inusitada de una verdadera
sentencia ejecutoriada que, con audiencia de partes inte­
resadas, decidió definitivamente este asunto en favor del
Cantón de Tinguipaya, sentencia no sólo ejecutoriada sino
ejecutada por el Sr. Prefecto del Departamento de Chuqui­
saca y por el Correjidor de Poroma. Pido en consecuencia:
1° que dignándose U. reconsiderar la Resolución de 22
de septiembre último, la declare insubsistente y que se
mantiene la definitiva de 7 de julio de 1874 que puso tér­
mino al asunto; y 2" que se sirva dictar esa Resolución en
los obrados mismos en que se dictó la que reclamo, para
evitar ulteriores sorpresas; o bien, que si esos obrados
no jiran ya en la Secretaría de Hacienda, que la Resolu­
ción que pido se transcriba al Sr. Prefecto de Chuquisaca,
previniéndole que la haga cumplir con el empecinado Co­
rrejidor de Poroma.
Obligado a distraer las tareas del Sr. Ministro con esta
extensa reclamación que me impone el deber de mi car­
go, tengo el honor de repetirme, con mi más atenta consi­
deración, su muy respetuoso Servidor.

Señor Ministro
L. Navarro C.areaga.

M INISTERIO DE HACIENDA E INDUSTRIA


Sucre, octubre 18 de 1894.

Vistos la representación de la Prefectura del Departa­


mento de Potosí, en que reclam a del pago de contribu­
ción y servicios personales que se imponen por las auto­
ridades de este Departamento de Chuquisaca a los indí-
jenas del Cantón de Tinguipaya de aquel Departamento,
quienes, por antiguos repartimientos, en calidad de com­
pensación, poseen terrenos de cultivo en los lugares de­
nominados Soicoco y Colquebamba en el Cantón Poroma,
provincia de Yam paraez; con los documentos que acom­
pañan y el dictamen fiscal que precede, considerando:
que son atendibles las razones en que se apoya la repre­
sentación merituada; que no han desaparecido los funda­
mentos que sirvieron de base a la Suprema Resolución de
7 de julio de 1874, que en copia se registra a fs. 7 vuelta
de los presentes obrados; que finalmente, sólo puede dic­
tarse una Resolución definitiva sobre la base de las opera­
ciones de revisita y catastro respectivamente, operacio­
nes que no se hallan terminadas en ninguna de las provin­
cias m ateria de este asunto, se resuelve: Quedan en sus­
penso los efectos de las Supremas Resoluciones de 14 de
abril de 1891 y 22 de Setiembre último, manteniéndose
la de 7 de julio de 1874; y por lo que toca a servicios per­
sonales y al nombramiento de Correjidor de que hace mé­
rito el informe de fs. 10 recúrrase ante el Sr. Ministro de
Gobierno a quien corresponde esta m ateria. Rejístrese, de­
vuélvase y trascríbase a las Prefecturas de este Depar­
tamento y Potosí para su ejecución y cumplimiento.
BAPTISTA.
E . BORDA.
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