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Suelo urbano y vulnerabilidad

socioambiental en la ciudad de Morelia

Patricia Ávila García*


Carmen Buerba Franco**
Universidad Nacional Autónoma de México
Centro de Investigación en Ecosistemas, Campus Morelia

Resumen

En los últimos diez años, las políticas de suelo urbano en la ciudad de Morelia han
tendido a aumentar la vulnerabilidad socioambiental y deteriorar la calidad de
vida de sus habitantes. Importantes extensiones de suelo, que habían sido
definidas en los años ochenta por los planes de desarrollo urbano como de
preservación y reserva ecológica, fueron cambiadas de destino para estimular la
creación de zonas de urbanización para población de altos ingresos, atentando
contra el patrimonio natural de la ciudad, al reducir las zonas forestales y de
recarga de acuíferos ubicadas en sus inmediaciones, así como eliminar los
espacios verdes potenciales en su interior.
Varias zonas de reserva territorial creadas para los sectores pobres, se
encuentran aun sin urbanizar, debido a que los mecanismos clientelares de
asignación beneficiaron a sectores sin necesidades reales de suelo. Ahora son
tierras baldías que se encuentran en espera de un incremento de los precios en el
mercado del suelo urbano.

*
Ingeniera civil con maestría en Desarrollo Urbano y doctorado en Antropología Social. Premio Nacional en
Ciencias Sociales 2003 (Academia Mexicana de Ciencias). Correo electrónico: <pavilagarcia@oikos.unam.mx>.
** Maestra en Arquitectura, UNAM; profesora investigadora en Facultad de Arquitectura, Universidad Michoacana y
UNAM, sede Morelia. Correo electrónico: <carmenbuerba@oikos.unam.mx>.

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En la presente ponencia se intenta analizar el impacto que han tenido las
políticas de suelo urbano en la calidad de vida de los habitantes de Morelia,
tomando como ejes la vulnerabilidad socioambiental y conflictividad urbana. El
periodo de análisis comprnde desde los años noventa hasta el 2005.

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Primer Congreso Nacional de Suelo Urbano.
¿Cuáles políticas, con qué instrumentos?

El proyecto dominante de ciudad, que desde la segunda mitad de los noventa comenzó a aplicarse
en Morelia, afianzó los intereses económicos de grupos de poder local, a costa de hipotecar el
patrimonio natural y calidad de vida de los pobladores urbanos y rurales de Morelia, así como sus
municipios aledaños (Charo, Tarímbaro, Álvaro Obregón).
Un factor clave en el fortalecimiento de esta tendencia es la reforma al artículo 27
constitucional, que contribuyó a la liberación del suelo urbano, haciendo posible la compra de los
terrenos ejidales que rodean las ciudades. De igual manera, las desregulaciones en materia de
desarrollo urbano liberaron al gobierno federal y estatal de esta responsabilidad, concentrando las
funciones en el gobierno municipal, instancia muy cercana a los grupos de poder local.
Durante la gestión gubernamental de Cuauhtémoc Cárdenas, en los años ochenta, se
crearon las bases institucionales y legales para elaborar los planes de desarrollo urbano en el
estado de Michoacán: el de Morelia fue uno de los primeros en elaborarse y aprobarse en 1983
(Ávila, 1996). Luego hubo modificaciones (en 1987, 1991 y 1998) hasta llegar al programa
vigente (aprobado en septiembre de 2004). Con los cambios a la Constitución y legislación
urbana estatal, se otorgaron mayores atribuciones a los gobiernos municipales para la
elaboración, revisión y aprobación de los programas de desarrollo urbano, así como facultades
para cambiar los usos del suelo (Ávila, 1998a). Y se puso fin al papel rector que hasta entonces
tenía el gobierno estatal en la planeación urbana.
El programa1 de desarrollo urbano 1998-2015 se concibió desde 1993, durante la gestión
municipal priista de Sergio Magaña, hasta concretar su aprobación en 1998 con el panista
Salvador López Orduña (actualmente y por segunda vez, presidente municipal de Morelia). Las
resistencias ciudadanas (Foro Ciudadano Construyendo la Ciudad que Queremos y Consejo
Municipal de Ecología) que defendían un proyecto alternativo de ciudad, fueron el principal

1
A nivel federal, desde la gestión presidencial de Ernesto Zedillo, los planes desaparecieron, ya que sólo se
considera como tal el Plan Nacional de Desarrollo, todos los restantes son Programas.

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obstáculo para su aprobación durante el periodo 1993-1998. La razón principal para su oposición
fue que el programa de 1998-2015 conllevaba el cambio de uso del suelo de importantes
extensiones, destinadas en los planes anteriores (1983, 1987 y 1991) a la preservación ecológica
y reserva ecológica urbana, con lo cual la ciudad podía perder su ya entonces amenazada
sustentabilidad, como ha ocurrido.
Con la aprobación del programa en 1998 se perdieron 5,594 ha de áreas verdes y de
preservación ecológica; valor equivalente a la superficie de la ciudad de Morelia en ese mismo
año (Garza Caligaris, 1997). Es decir, se creaba una reserva urbana para el crecimiento futuro,
equivalente al doble del tamaño de la ciudad, lo que daba holgura para los siguientes 17 años
(año 2015). Las principales áreas afectadas fueron las ubicadas al sur y sureste de la ciudad
(Loma de Santa María y el Cerro del Punhuato), zonas agrícolas y forestales ambas. Sin embargo,
a tres años de publicarse el programa 1998-2015 (mayo 1999), la gestión municipal prisita,
encabezada por Fausto Vallejo, comenzó a elaborar una nueva propuesta de modificación del
2
programa vigente (Gobierno Municipal, 1999; IMDUM, 2003). Éste lo aprobó el cabildo, con el
acuerdo de los partidos políticos (PRI, PRD y PAN) en septiembre del 2004, a pesar de los
cuestionamientos y observaciones realizadas por la ciudadanía, incluso por la Secretaría de
Urbanismo y Medio Ambiente del gobierno estatal.
El argumento para la modificación del programa fue que las reservas urbanas se habían
agotado, a pesar de que la población moreliana no había crecido de manera importante (tasa anual
del 2.6 por ciento, según los censos de 1990 y 2000). Es decir afirmaban que ¡en tres años la
ciudad ya no contaba con una reserva programada para 17!
El punto es que las reservas urbanas ya estaban compradas desde que se aprobó el
programa en 1998 y sólo había que “legalizar” su cambio de uso de ecológico a urbano. Incluso
el ayuntamiento fue el primero en violar el programa, ya que entre 1998 y 2004 autorizó un
sinnúmero de cambios de uso de suelo en reservas ecológicas, con el fin de crear nuevos
fraccionamientos residenciales y clubes de golf (como es el caso de Tres Marías).

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IMDUM son las siglas del Instituto Municipal de Desarrollo Urbano de Morelia, institución creada por el gobierno
municipal para diseñar los programas de desarrollo urbano al gusto de los especuladores inmobiliarios.

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La mancha urbana de Morelia no creció diez veces (entre 1990 y 2000) como señaló el
ayuntamiento (IMDUM, 2003 y 2004). Más bien los grandes grupos inmobiliarios se apropiaron de
un buen porcentaje de las reservas urbanas y ecológicas, sobre todo al sur y oriente de la ciudad.
Así, la especulación de mayor superficie de suelo urbano fue en realidad el motivo central para
“modificar” nuevamente el programa de desarrollo urbano en el 2004.
Los lotes y áreas baldías de la ciudad no se ocuparon, y aún siguen teniendo una extensión
considerable (Garza Caligaris, 1997); las mencionadas reservas urbanas tampoco se poblaron,
como se observa en las fotos aéreas que el mismo ayuntamiento tomó en 2002 y que se incluyen
en el documento del programa en revisión (IMDUM, 2003 y 2004): son simples áreas libres en
espera de valorización para su venta (como sería la acción de proyectos gubernamentales de
dotación de infraestructura vial y servicios de agua).
De acuerdo con Garza Caligaris (1997), se estima que la mancha urbana de Morelia en el
2004 era de 6,500 ha (más las 3,800 ha de reserva desocupada que supuestamente se agotaron en
tres años). Sin embargo, la reserva urbana se amplió con la modificación del programa a 9,224
ha, más una provisión para el crecimiento futuro (llamado corredor metropolitano) de 9,766 ha y
un área de bordes suburbanos de 2,228 ha (IMDUM, 2004).
Estas dos últimas categorías fueron inventadas por los técnicos del ayuntamiento, ya que
no están definidas en la legislación urbana ni en el lenguaje de los planeadores urbanos. En total,
con la modificación y aprobación del programa de desarrollo urbano en 2004, se amplió el área
urbana de 6,500 ha a cerca de 22,000 ha, esto es, más de tres veces el tamaño actual de la ciudad.
El problema de la ciudad no es la falta de suelo, sino su especulación y manejo
discrecional. No obstante, la solución que propuso el ayuntamiento fue hacer más de lo mismo, es
decir, crear más reservas urbanas. La lógica es clara: los grupos de poder local (desde la
Organización Ramírez, dueños de la empresa Cinépolis, y otras familias locales de abolengo)
quieren acumular más y más dinero, haciendo partícipe al gobierno municipal en la legitimación
de actos irregulares de compra-venta de terrenos, que hasta el 2004 eran de preservación
ecológica, pero que con la modificación del programa pasaron a ser urbanos.
Cabe señalar que en la legislación urbana y ambiental se especifica que el carácter
ecológico de estas áreas no prescribe y, por tanto, no puede hacerse cambio de uso del suelo. Pero

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de la ley a los hechos hay un abismo. Y justo allí está el negocio. Tal es el caso del suelo ejidal
(ubicado actualmente en zonas de preservación ecológica, e incluso fuera del ámbito de
aplicación del programa vigente) que se ubica en las inmediaciones y mediaciones de la ciudad.
Su adquisición la llevan a cabo con fines especulativos para su posterior venta (una vez
modificado el uso del suelo). Es decir, los promotores inmobiliarios y grupos locales compran a
los campesinos y ejidatarios sus tierras, que hasta ese momento son ecológicas o agrícolas y cuyo
precio en el mercado es casi nulo (5 pesos/m2) y una vez que se cambia el uso del suelo (de
ecológico a urbano) venden los terrenos hasta 800 veces más caros (4,000 pesos/m2).
Por ejemplo, en la Loma de Santa María se ha utilizado incluso la amenaza y la coerción3
para obligar a los campesinos a vender sus parcelas, a precios ínfimos, donde antes producían
maíz para su autoconsumo, pastaban sus animales y extraían madera y recursos forestales. Con
ello se deteriora la base social y productiva de las zonas rurales aledañas a Morelia. Al despojar a
los campesinos de su patrimonio productivo y natural, se contribuye al aumento del desempleo y
pauperización social ¿De qué viven ahora los campesinos de la tenencia de Santa María y Jesús
del Monte, sólo por citar algunos ejemplos? ¿Son los nuevos albañiles y sirvientas (si bien les va)
o incrementan el numeroso ejército de desempleados y subempleados de la ciudad o de braceros
que ewmigran a Estados Unidos?
La utilidad de comprar barato y vender caro es altísima, de allí su atractivo: sin invertir
productivamente, sólo especulando, se logran atractivas ganancias. Además de que gracias a sus
buenas relaciones con las esferas del poder político estos grupos locales de poder obtienen
importantes subsidios del erario público, como la construcción de vialidades con pavimentos e
infraestructura de primer mundo, como ha ocurrido en la Loma de Santa María, donde se ubica el
Tecnológico de Monterrey y el complejo urbanístico Montaña Monarca. Varias de esas vialidades
fueron iniciadas durante el gobierno estatal priista de Víctor Manuel Tinoco Rubí; y otras

3
Hay el caso de un campesino de la Loma de Santa María que se negaba a vender sus tierras a los grupos
inmobiliarios que pretendían urbanizar esa zona. Una noche, llegaron los judiciales a su casa y lo apresaron por
varios días bajo el argumento de que se había robado unos animales. Para obtener su liberación, tuvo que vender sus
tierras, ya que lo amenazaron con que si se negaba a hacerlo, a la siguiente vez le meterían droga a su casa y le
harían daño a su familia (informante clave, junio de 2004).

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pretenden concretarse con el actual gobierno perredista encabezado por Lázaro Cárdenas Batel,
como los libramientos y el megapuente.4
De igual manera, sin una inversión importante, los grupos empresariales ligados al sector
inmobiliario, como Organización Ramírez y Montaña Monarca, entre otros, cuentan con el
respaldo del gobierno municipal que elabora los programas de desarrollo urbano y les diseña a su
gusto y discrecionalidad los programas parciales de desarrollo urbano. Los primeros financiados
en su totalidad con recursos públicos del gobierno municipal; los segundos, con la participación
adicional del gobierno estatal y la iniciativa privada a través de Coopera (asociación civil de corte
empresarial impulsada por la hermana de Martha Sahagún).
Casualmente, de los ocho programas parciales propuestos, sólo hubo recursos públicos
para financiar dos: el del sur y el del oriente de la ciudad, es decir, la Loma de Santa María y Tres
Marías, donde se ubican las nuevas zonas residenciales para sectores de altos ingresos. Cabe
señalar que meses antes de la firma del convenio para su elaboración (en el que participó el
gobernador Lázaro Cárdenas Batel), los programas ya habían comenzado a maquilarse por una
empresa privada con fuertes nexos con el gobierno municipal y la Organización Ramírez.
Las prioridades sociales continúan postergándose, como sería el caso de la elaboración de
los programas parciales para el norte y poniente de la ciudad, donde se ubican las zonas más
pobladas y con mayores necesidades urbanas (déficit de servicios e infraestructura); además, son
las que presentan mayor vulnerabilidad por inundaciones y explosiones (por la presencia de un
gasoducto).
El programa —recientemente aprobado— de desarrollo urbano es perjudicial para el
ambiente, pues se intenta construir dos libramientos (uno llamado metropolitano y otro regional)
que siguen el mismo contorno de la ciudad y que en varios tramos tienen sólo una separación de
200 metros. No hay argumentación técnica ni social para su realización, ya que no resuelven los
problemas ni flujos viales de la ciudad, tampoco contribuyen al desarrollo regional. Más bien
facilitan y mejoran las conexiones y accesos viales de los nuevos desarrollos urbanos que aún no

4
El 3 de noviembre del 2005, el secretario de Comunicaciones y Obras Públicas del gobierno estatal anunció
públicamente lo que será la obra más importante del actual sexenio: la construcción de un megapuente para unir dos
nuevos fraccionamientos de lujo (baldíos en un 90 por ciento): Montaña Monarca y Club de Golf Tres Marías.
Ambos desarrollados en lo que hasta 1998 se estipulaba como zona de preservación ecológica.

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tienen población (Tres Marías, Montaña Monarca y Cerro Verde). Además de que implican
elevados costos de construcción, que sin duda sufragará el gobierno estatal, con apoyo del
gobierno federal. Incluso su acceso será restringido para la población de bajos recursos
económicos, ya que uno de ellos sería de cuota.
Tales vialidades propuestas atraviesan zonas de alta importancia ecológica y productiva,
como las cuencas de los ríos Chiquito y Grande, que han sido las fuentes históricas de
abastecimiento de agua de Morelia, donde, además, se ubican varias localidades rurales que viven
del aprovechamiento forestal y agrícola. Con esta medida, lo único que se propiciará es la
expansión de la ciudad, como ocurrió con el actual libramiento de Morelia, además de que
contribuirá a que el acceso a los bosques sea más fácil, acelerando su explotación y deterioro.
De igual manera, la delimitación que se hizo de la cuenca del río Grande careció de
criterios científicos: el lado poniente del parteaguas hidrológico, en vez de estar ubicado en los
puntos de mayor altitud topográfica, fue marcado justo en el límite con la carretera Morelia-
Pátzcuaro; y del otro lado se aprobó el desarrollo de un corredor industrial y una extensa área
para el crecimiento urbano.
La modificación, ya aprobada, plantea la construcción de dos vialidades que atraviesan
áreas naturales protegidas, utilizadas actualmente por los morelianos con fines de esparcimiento,
cuya función ecológica es la producción de oxígeno y agua, además de ser zonas de alta
vulnerabilidad, una de éstas por ser una falla geológica.
La estrategia de los promotores inmobiliarios y grupos de poder es clara: equipar de
infraestructura vial los espacios que ya han sido adquiridos con fines especulativos, sin importar
si actualmente son de preservación ecológica. Esto, desde luego, con el apoyo de los tres niveles
de gobierno, que a través de las obras públicas subsidian a los inversionistas privados. La lógica
dominante es incrementar sus ganancias en el corto plazo, sin considerar los costos sociales y
ambientales que ese tipo de urbanización “salvaje” implica.
El modelo de ciudad que se impulsa contribuye a la segregación socioespacial y tiene
altos costos ambientales: por un lado, hay una estrategia de urbanización para la población de
altos ingresos en zonas forestales, que actualmente son de preservación ecológica. Tales zonas
cuentan con recursos hídricos limitados. No obstante, se construirán allí dos clubes de golf que

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requieren elevado consumo de agua, así como lagos artificiales (por ejemplo, en la Loma de
Santa María, hay la apropiación privada del agua de un manantial que antes corría libremente y
alimentaba las fábricas artesanales de tabique, hoy desplazadas). Todas estas áreas son tipificadas
como de baja densidad y, en términos de nomenclatura, son las únicas que se marcan como
exclusivamente habitacionales (IMDUM, 2004).
Empero, en los hechos se observa que los terrenos para vivienda en la mayoría de los
conjuntos residenciales “amurallados” son de casi 200 m2 y poseen un mínimo de áreas verdes
comunes en su interior. No es claro cuáles son las áreas de donación para la construcción de
parques y jardines u otros espacios públicos. Es decir, aun en el nivel residencial de altos
ingresos, los promotores inmobiliarios tratan de masificar la vivienda con el fin de maximizar sus
ganancias. Su única labor es construir bardas perimetrales de sillar, con su caseta de vigilancia e
introducir un camino común adoquinado con servicios ocultos (electricidad, cable, teléfono).
Ejemplos de ello hay muchos en las nuevas áreas residenciales de la ciudad, donde los ricos
también viven en hacinamiento, con una serie de contrastes arquitectónicos carentes de estética,
en contraste con el centro histórico, orgullo arquitectónico de los morelianos e importante fuente
de ingresos por la derrama turística para muchos de los dueños de esas viviendas residenciales.
En consecuencia, el concepto arquitectónico que intenta predominar en esta nueva
estrategia de “modernización urbana” es de una ciudad amurallada, con casetas de vigilancia que
impiden el acceso libre a las personas y vehículos, con una infraestructura vial de primer nivel y
cableado subterráneo. Sin parques ni espacios públicos para la recreación y expresión cultural,
todo limitado y circunscrito a lo privado. Eso sí, con grandes centros comerciales que se
construirán al estilo estadounidense, como el complejo Montaña Monarca, que atraerá a varias
firmas trasnacionales y que alentará la nueva religión de los morelianos: la del consumo suntuoso
y apego a lo material. Incluso su promoción se dispone en carteles de las llegadas internacionales
del aeropuerto de la ciudad de México.
Además, se quieren inducir las acciones del gobierno estatal y municipal por medio del
desvío de sus inversiones públicas para proyectos sociales en obras de beneficio privado. Tal es
el caso de la zona de Tres Marías, que por su proyección internacional, al construir campos de
golf y residencias para sectores de muy altos ingresos (los terrenos se cotizan en dólares),

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requiere de accesos rápidos y directos al aeropuerto, así como de zonas comerciales y servicios
de equipamiento diversos que afiancen su inversión. Como resultado, se orienta la inversión
pública en la construcción de un eje carretero que conectará Tres Marías con el aeropuerto de
Morelia, así como de un libramiento con un megapuente de cien millones de pesos que permitirá
acceder a otro desarrollo residencial: Montaña Monarca, en la Loma de Santa María. También se
promueve una nueva área bancaria y comercial a escasos minutos del “sueño americano” llamado
Tres Marías, consistente en residencias rodeadas de campos de golf y lagos artificiales en un
terreno otrora yermo.
En otros casos, aparentemente se mejora el equipamiento carretero de comunidades
rurales como San José de las Torres. No obstante, la intención va más allá de una buena acción en
localidades marginales, que por cientos de años se mantuvieron aisladas de Morelia. El camino
recientemente concluido será una extensión más del nuevo libramiento de la ciudad que se
conectará con el megapuente. Con ello se trastocará la dinámica productiva basada en el cultivo
de maíz y aprovechamiento forestal, además de que atentará contra el patrimonio natural de los
habitantes urbanos y rurales. Las inconformidades de los campesinos y ejidatarios han sido
manifestadas en un foro público realizado para discutir el proyecto del megapuente.
Tal situación contrasta con la otra cara de la ciudad: la de los pobres y asalariados,
quienes por su limitada capacidad económica se ven orillados a vivir en terrenos marginales y de
alta vulnerabilidad a las inundaciones (cerca del cauce de ríos y arroyos o en antiguas ciénegas),
explosiones (como el gasoducto que atraviesa justo el poniente y norte de la ciudad), fallas
geológicas (aceleradas por la sobreexplotación de pozos profundos) y contaminación (cerca de
drenajes, industrias y tiraderos de basura). Esto es porque el costo del suelo urbanizable es muy
elevado y la única modalidad para adquirir un patrimonio es por medio de la compra de terrenos
irregulares, sin servicios, ubicados en zonas no destinadas al crecimiento urbano, más allá del
ámbito de influencia del programa de desarrollo urbano (hacia los municipios de Tarímbaro,
Charo y Álvaro Obregón).
Tal situación no sólo produce grandes beneficios para los promotores urbanos informales
(que compran terrenos ejidales baratos, en zonas no aptas para el crecimiento urbano, y los
dividen en pequeñas porciones sin contar con servicios y equipamiento urbano), ya que los

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beneficios son también muy altos para los líderes que organizan los grupos de colonos. Sus
métodos tradicionales de control político (clientelar) y económico (extorsión y fraude) son una
realidad en la ciudad (Ávila, 2001a). Incluso hoy en día los nuevos desarrollos urbanos del sur de
la ciudad, tan lejanos como Cerro Verde (un fraccionamiento supuestamente sustentable) atraen
la formación de asentamientos irregulares ante la ilusión de que pronto llegarán allí los caminos;
así, terrenos de 100 m2, en zonas de alta pendiente y sin servicios, se cotizan en el mercado
informal a $20,000.
De igual manera, están los pobres que habitan en el interior del área urbana, cuyas
colonias aún carecen de servicios, equipamiento e infraestructura adecuada para garantizar
mejores condiciones de vida. Muchas colonias del poniente y norte de la ciudad no cuentan con
pavimento ni drenaje, sus vialidades son precarias y el servicio público de transporte es
deficiente. El servicio de agua es irregular y se reparte por tandeo, 2 o 3 veces por semana y unas
cuantas horas. En este sentido, aún falta por consolidar muchas colonias que conforman la
mancha urbana actual.
En la modificación del programa urbano, los espacios destinados para la vivienda futura
de los pobres de la ciudad (marcados como zonas de alta densidad o de uso mixto habitacional
con industrias) son sugeridos, sobre todo, en el poniente y norponiente, en zonas muy vulnerables
a las inundaciones, como las inmediaciones del manantial de la Mintzita (33 por ciento del agua
que abastece a la ciudad proviene de allí) y márgenes del río Grande. Estos espacios están
cercanos a zonas de alta peligrosidad (como la del gasoducto) y contaminación (como la industria
papelera Crisoba, que desde hace más de 25 años deteriora la calidad del agua, aire y suelos).
Parece que las cada vez más graves y frecuentes inundaciones en la ciudad o las
explosiones ocurridas hace varios años en San Juan Ixhuatepec y en Guadalajara, no importan a
los técnicos del desarrollo urbano. De hecho, en 2005 se produjeron inundaciones nunca antes
vistas en Morelia, en zonas donde el agua (saturada de lodos por la erosión que produce la
deforestación y urbanización) alcanzó 2 m de altura.
Aún así, el actual programa permite extender el crecimiento urbano hacia una zona que va
mucho más allá de los actuales límites de la ciudad y del programa vigente, inventando una nueva
categoría o nomenclatura: “provisiones para el crecimiento futuro”, que el IMDUM define como

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áreas susceptibles de urbanizarse si hay necesidad de generar mayor oferta de suelo (IMDUM,
2004). Esto se presta al uso discrecional de tales áreas por parte de los gobiernos municipales y a
la adquisición de los terrenos con fines especulativos. El destino de estas áreas será
fundamentalmente para vivienda popular y corredores industriales (se sugiere uno junto a la presa
de Cointzio, principal fuente de abastecimiento hídrico de la ciudad). Además de que será un
espacio propicio para el crecimiento irregular y la urbanización popular, conllevará altas
ganancias económicas y políticas.
Como resultado de estas “provisiones para el crecimiento futuro”, la mancha urbana de
Morelia se extenderá, formando lo que ellos incorrectamente llaman “un corredor metropolitano”,
que incluirá localidades rurales del municipio de Morelia.
Fue bajo este marco que se amplió el ámbito de aplicación en el nuevo programa de
desarrollo urbano, cambiando el polígono y haciéndolo crecer tres veces respecto del programa
vigente hasta septiembre de 2004, es decir, de 27,851 ha a 88,885 ha. De allí que la llamada
actualización del programa 1998-2015 es, en realidad, una versión totalmente diferente del
aprobado en 1998, ya que aumenta significativamente su área de influencia o ámbito de
aplicación: abarca 85 por ciento de la superficie total del municipio de Morelia.
Los costos sociales y ambientales de este corredor serán muy altos, ya que se inducirá la
urbanización en zonas eminentemente rurales, de vocación agrícola y pecuaria. Es decir, el área
de reserva urbana la ubicarán en las cercanías de la presa de Cointzio y en un área de alta
importancia geohidrológica, como los malpaíses y acuíferos que alimentan los manantiales y
pozos profundos del poniente de la ciudad. La cercanía de este corredor con el actual tiradero de
basura es un alto riesgo para la salud, pues el acuífero está contaminado por los lixiviados que allí
se forman. Hay estudios de la Universidad Michoacana que demuestran la contaminación del
acuífero con metales pesados.
La alta densidad en el uso de estos espacios se ejemplifica con el proyecto inmobiliario
Villa Magna: pequeñas viviendas de interés social (de 65 y 90 m2) donde habitarán alrededor de
15,000 personas, sin áreas verdes y de recreación. La deficiencia en la dotación de servicios,
como el agua potable, así como la falta de vialidades adecuadas para satisfacer el alto flujo

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vehicular en una zona a más de 30 kilómetros del centro de la ciudad, será una constante en el
futuro inmediato.
La cortedad de visión de los planeadores urbanos y promotores inmobiliarios está
acabando con las posibilidades de desarrollo de la ciudad y la volverá sumamente vulnerable, al
deteriorar las condiciones de vida de la población, al destruir el entorno natural y los espacios
rurales donde se produce alimento.
El nuevo proyecto de ciudad quiere ubicar a los pobres en sentido opuesto a los nuevos
desarrollos urbanos de los sectores de altos ingresos, ubicados en el oriente y sur. Es decir, los
pobres serán segregados hacia el poniente, suroeste y noroeste, las zonas más susceptibles a
inundaciones, donde hay mayores niveles de contaminación de agua, aire y suelos, y donde el
riesgo por explosión es mayor, al atravesar el gasoducto.
Y esto, a partir del desmembramiento de las zonas rurales y ejidos existentes,
despojándolos veladamente mediante la venta voluntaria o forzada de sus terrenos. Desde luego,
varias de estas adquisiciones ya han sido realizadas por los señores del dinero y de la política,
previendo que en un futuro no tan lejano (en pocos años más, cuando supuestamente se agoten las
reservas urbanas que se proponen en la nueva versión del programa) se destinarán para el
crecimiento urbano.Con ello pretenden repetir su ya conocida lógica especulativa de no producir
valor ni generar fuentes de empleo. Esto significa que la riqueza generada será artificial, ya que
será a costa de la pobreza que se producirá en las áreas rurales y en el sobreprecio que impondrán
a los consumidores urbanos.
La anarquía reinante en el norte de la ciudad (en los límites con el municipio de
Tarímbaro), es un aspecto que el ayuntamiento de Morelia intenta omitir, porque no propone la
creación de un programa de conurbación con Tarímbaro que contribuya al ordenamiento del ya
caótico crecimiento que los promotores inmobiliarios están generando sobre importantes zonas de
riego. Como resultado, se transfieren responsabilidades (y costos de urbanización) a un municipio
con partidas presupuestales reducidas y con grandes carencias sociales en sus localidades rurales.
Así se da un efecto de doble deterioro social: para los nuevos habitantes urbanos cuyas
necesidades superan las capacidades del ayuntamiento de Tarímbaro y aplazando la atención de

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la población rural que allí se asienta, por el desvío de los pequeños fondos existentes para apoyar
los nuevos desarrollos urbanos.
Estas nuevas áreas urbanas se localizan hacia el camino al aeropuerto, en el distrito de
riego Morelia-Tarímbaro-Álvaro Obregón. Los desarrollos habitacionales son de interés social,
con un nivel de hacinamiento elevado. Se ubican en zonas planas, expuestas a inundaciones,
como en zonas de alta pendiente (como en el caso de varios cerros urbanizados). En las
inundaciones de septiembre de 2005, varias viviendas de estos fraccionamientos resultaron
afectadas, incluso las empresas inmobiliarias están demandadas.
Adicionalmente, en esas áreas la exposición a la contaminación es alta, pues los canales
de riego llevan las aguas residuales de la ciudad de Morelia y atraviesan los fraccionamientos
urbanos y zonas rurales (Ávila, 2001b). Esta situación genera una alta insalubridad, ya que en
años pasados se presentaron brotes de cólera. De allí que con los nuevos desarrollos
habitacionales esta situación será un factor que aumentará su vulnerabilidad.
Otro factor que contribuye a aumentar la vulnerabilidad urbano-ambiental es la ubicación
de la planta de tratamiento de aguas residuales de Morelia y el nuevo tiradero de basura en los
límites con los municipios de Charo y Tarímbaro. Con ello se transfieren los costos ambientales
de la contaminación de Morelia a zonas de riego y localidades rurales como La Palma y Uruétaro.
Además, se quiere promover el crecimiento urbano para sectores populares en localidades rurales
como Atapaneo y La Aldea; donde incluso el gobierno estatal adquirió suelo ejidal para la
creación de reservas territoriales para el crecimiento urbano (IMDUM, 2004).
El problema es que, junto a esas reservas territoriales, se encuentra la Ciudad Industrial,
donde se construirá la nueva planta de tratamiento de aguas residuales; también pasa por allí el
río Grande de Morelia, al que vierten todas las descargas contaminantes de la ciudad. Sin duda,
ésta es una situación bastante delicada, ya que el lugar será habitado por clases pobres que estarán
expuestas a la contaminación del agua, aire y suelo provenientes de la aún inexistente planta de
tratamiento y de la zona industrial de Morelia.
Por lo que se observa, el actual programa urbano no tiene compromiso alguno con la
mayoría de la población pobre, ni con el medio ambiente; más bien tiende a agudizar los
problemas —ya de por sí complejos— de la ciudad y el campo. Y, sobre todo, reproduce un

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modelo de desarrollo urbano no sustentable en lo social y ambiental —similar al de la ciudad de
México— al buscar extender el área actual de la ciudad de Morelia, sobre terrenos ejidales y
forestales, despojando así a campesinos que durante cientos de años han producido alimento para
la ciudad (como serían los casos del distrito de riego Morelia-Tarímbaro-Álvaro Obregón, Jesús
del Monte, San José de las Torres, los Itzícuaros, Cuto de la Esperanza, Capula, Atapaneo, La
Aldea y otras localidades).
A todo esto se agrega que la actual concepción urbanística rompe justamente con la
belleza arquitectónica y natural de la ciudad de Morelia y su entorno rural, puesto que es
agresiva con la vocación intelectual, cultural y artística que históricamente ha demostrado (Ávila,
1998b; Barkin, 2004; Unesco, 2004), ya que impone un modelo artificial, en el que se rinde culto
a lo material y al despilfarro, al construir grandes centros comerciales, campos de golf, lagos
artificiales y desarrollos habitacionales residenciales, en zonas donde el recurso líquido es muy
escaso y sobre áreas de alta importancia ecológica e hidrológica.
Con ello se alientan formas y estilos de vida totalmente ajenos a la ciudad de Morelia y su
entorno rural; asimismo se debilitan sus funciones urbanas tradicionales como centro político-
administrativo y de prestación de servicios educativos, profesionales y comerciales diversos.
También se trastocan las formas de vida rural, al forzar la urbanización en esos espacios.
La lógica predominante es la de hacer crecer la ciudad en todas sus direcciones, con el fin
de captar habitantes de ingresos medios y altos provenientes de la ciudad de México, e incluso
del extranjero (con el proyecto de Tres Marías). Además de ser la ciudad un espacio receptor de
la población depauperada de las zonas rurales deprimidas del estado de Michoacán.
En toda la propuesta de crecimiento de la ciudad, no hay una visión de desarrollo
económico que sea la base para la generación de empleos (Barkin, 2004). Más bien lo que parece
mostrar es que los habitantes pobres seguirán siendo la mano de obra barata para la construcción
de viviendas (como albañiles, plomeros y demás), para su mantenimiento (como sirvientes y
jardineros) y para la vigilancia (policías o guaruras) ante el temor desatado por la “inseguridad”
que la masa de pobres y desempleados produce en la gente de “buenas costumbres”.
Hay intenciones aisladas de promover el desarrollo de industrias artesanales, dentro de las
colonias populares, como es el caso de Trincheras de Morelos; así como construir un corredor

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industrial por la salida a Pátzcuaro, frente a la presa de Cointzio, como ya se explicó, principal
fuente de abastecimiento de la ciudad (IMDUM, 2004). Sin embargo, históricamente, la ciudad ha
mostrado su falta de vocación hacia la inversión productiva y, en el caso industrial, los ricos de
ayer y hoy nunca han querido arriesgar su capital. El camino más fácil ha sido la usura, la
compra-venta de terrenos, es decir, la especulación.
Todo parece indicar que el capital que se invierta en Morelia provendrá de otras ciudades
(México o Guadalajara) y regiones distantes (Estados Unidos). La apuesta está en que los nuevos
pobladores urbanos invertirán en bienes raíces en Morelia, atraídos por su belleza arquitectónica
y calidad de vida. No obstante, la actual ventaja comparativa que ofrece Morelia, justamente se
vulnera con la nueva concepción de desarrollo urbano al estilo ciudad de México y con
inspiración en Las Vegas.
Así se tienen dos modelos de ciudad, que en vez de integrar a sus habitantes, los separa y
segrega socialmente: por un lado, está la ciudad amurallada de los ricos (conjuntos privados con
casetas de vigilancia), rodeada de bosques y lagos y, por otro, la ciudad de los pobres, la de alta
vulnerabilidad socioambiental, por ubicarse en zonas inundables, con gasoductos, tiraderos de
basura, industrias contaminantes y plantas de tratamiento de aguas residuales, donde los espacios
son limitados por el hacinamiento y donde son nulas las áreas de esparcimiento y desarrollo
artístico y cultural.
En términos ambientales, el panorama es alarmante: ¿de dónde se abastecerá de agua una
ciudad que actualmente se halla en una situación de limitada disponibilidad al respecto? ¿Será
sobreexplotando aún más sus pozos profundos y construyendo otros nuevos?, ¿o quizás
importando agua de otras cuencas, como del oriente de la ciudad, hacia Mil Cumbres y Tierra
Caliente? ¿Cómo afectará el crecimiento urbano a las zonas forestales donde se genera el agua de
la ciudad?
En la nueva versión del programa no hay una sola propuesta de crear mayores espacios
públicos para el goce y espearcimiento de sus habitantes, ni de ampliar las áreas verdes en el
interior de la ciudad; tampoco de proteger las zonas de importancia ecológica, como el Bosque
“Lázaro Cárdenas” o la cañada del río Chiquito, sólo para citar unos ejemplos. La separación del

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centro histórico de Morelia del resto de la dinámica urbana es ya una realidad (IMDUM, 2004;
Barkin, 2004).
El riesgo de perder el título de Ciudad Patrimonio de la Humanidad (obtenido en 1991) no
se halla muy distante, ya que el patrimonio cultural y el natural se encuentran estrechamente
ligados. Esto se muestra claramente en el logotipo de la Unesco: un círculo que representa el
entorno o patrimonio natural, en cuyo interior se halla un rombo que representa la acción de los
seres humanos o el patrimonio cultural. La fusión de ambos es lo que da sentido a la noción de
patrimonio o protección de las obras de la naturaleza y de la humanidad. Hecho que fue
concebido siglos atrás por los constructores de la ciudad5 y que soslayan los “promotores”
contemporáneos del crecimiento urbano (Unesco, 2004).
No obstante, en la actualidad los grupos locales de poder (puesto que los promotores
inmobiliarios son a su vez dueños de hoteles, restaurantes, cafés y establecimientos turísticos
diversos) se benefician y lucran con un título que, a larga, se encargarán de destruir con sus
acciones irracionales, egoístas e individualistas. Incluso el actual presidente municipal, junto con
sus hermanos, son dueños de una cadena de cafeterías ubicadas por toda la ciudad.
Particularmente en el centro histórico se han apropiado de un espacio público, que recientemente
había sido liberado de los vendedores ambulantes: el portal frente a Catedral, donde ya se invadió
con mesas para tomar café. Ésta es una nueva modalidad de privatización e invasión de los
espacios públicos: la expulsión de los ambulantes para abrir espacios a los empresarios.
Frente a este panorama, es necesario rescatar el sentido social de la planeación urbana y el
papel del Estado (llámese gobierno federal, estatal o municipal) como garante del interés público
y colectivo. No puede dejarse el desarrollo urbano de Morelia al libre juego de las fuerzas del
mercado, ni convertirla en un botín y medio de enriquecimiento de unos pocos. Por ejemplo, los
partidos políticos que han gobernado desde 1993 en la ciudad de Morelia (PRI y PAN) han

5
En la catalogación de Morelia como Patrimonio de la Humanidad se señala: “Construida en el siglo XVI, Morelia es
un magnífico ejemplo de planeación urbana que combina las ideas del Renacimiento español con la experiencia
mesoamericana. Bien adaptada al contorno de una colina, sus calles aún siguen la traza original. Más de 200 edificios
históricos, todos hechos de cantera, roca característica de la región, refleja la historia arquitectónica de la ciudad,
revelando una mezcla magistral y ecléctica del espíritu medieval con elementos del Renacimiento, Barroco y
Neoclásico. Morelia fue lugar de nacimiento de varias personalidades importantes del México Independiente y ha
jugado un importante papel en la historia de México” (La traducción es mía. Véase Unesco, 2004).

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defendido e impulsado el mismo proyecto de ciudad que vulnera a la sociedad y al ambiente.
Situación que no difiere de lo que ha hecho el gobierno estatal, en sus modalidades PRI y PRD, ya
que han apoyado de manera incondicional y han desviado recursos públicos para valorizar y
favorecer la inversión privada en la ciudad.
Se requiere impulsar una nueva racionalidad, que conlleve un proyecto alternativo de
ciudad incluyente y que beneficie a la mayoría; que garantice una mejor calidad de vida para la
población; que conlleve a pautas de consumo y producción más racionales (agua y energía); que
fortalezca las funciones urbanas, como centro educativo, cultural y prestador de servicios
diversos (salud, comerciales y profesionales), y que propicie una relación más armónica y
respetuosa con los entornos natural y productivo (los espacios rurales) que son el soporte mismo
de la ciudad. Es un compromiso social y ético que no se puede aplazar, por el bien de las
generaciones presentes y futuras. Es, pues, momento de pensar y construir la ciudad que
queremos.

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Fuentes

Ávila, Patricia (1996), “La planificación urbana en Morelia (1980-1996): del control estatal a la
desregulación” en Eduardo López Moreno y Adriana Fausto, ed., La política de constitución de
reservas territoriales en los estados de Colima, Jalisco y Michoacán. México: Conacyt-
Universidad de Guadalajara,.
(1998a), “La política de reservas territoriales en Morelia: éxitos y fracasos” en Adriana Fausto (coord.),
Políticas y estrategias sobre suelo urbano. México: Conacyt -Universidad de Guadalajara.
(1998b), “Nuevas tendencias de urbanización y problemática urbana en una ciudad media: el caso de
Morelia”, en Víctor Muro, Ciudades provincianas de México: crisoles de cambio. México: El
Colegio de Michoacán,.
(2001a), Urbanización popular y conflicto por el agua en Morelia. México: CIESAS, tesis doctoral,.
(2001b), “Agua, conflicto y deterioro ambiental en Morelia”, en David Barkin, Innovaciones mexicanas
en el manejo del agua. México: Centro de Ecología y Desarrollo-UAM-Xochimilco.
Ávila, Patricia et al. (2003), “Observaciones al proyecto de modificación del programa de desarrollo
urbano de Morelia 1998-2015. Morelia, documento de trabajo.
Barkin, David (2004), “Sustentabilidad en Centros Históricos: el caso de Morelia”, La Jornada
Michoacán, 28 julio al 1 de agosto.
Gobierno Municipal (1999), Programa de Desarrollo Urbano de Morelia 1998-2015 (documento y
cartografía). Morelia: Gobierno Municipal.
Garza, José (1997), Estudio técnico sobre los usos del suelo y sus cambios en la ciudad Morelia. Morelia:
Foro Ciudadano Construyendo la Ciudad que Queremos.
IMDUM (2003), Proyecto de modificación del Programa de Desarrollo Urbano de Morelia 1998-2015.
Morelia: Ayuntamiento de Morelia.
IMDUM (2004), Proyecto de modificación del programa de desarrollo urbano de Morelia 1998-2015: 2a
versión. Morelia: Ayuntamiento de Morelia.
Unesco (2004), World Heritage, véanse documentos varios, <http://whc.unesco.org/>.

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Fotos

Pobreza urbana y clientelismo político en la zona noroeste de Morelia. Patricia Ávila, 2004

La urbanización popular en terrenos marginales como ex ciénegas


en los alrededores de Morelia. Patricia Ávila, 2005

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Tres Marías con su campo de golf: el “sueño americano” en Morelia. Patricia Ávila, 2004

Los fraccionamientos amurallados en la Loma de Santa María. Patricia Ávila, 2004

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Ciudad de México, 23 al 25 de noviembre de 2005
Inundación en la zona noroeste de la ciudad, La Jornada Michoacán, 4 de septiembre de 2005

Pérdidas casi totales de sus bienes en las zonas noroeste y sur de la ciudad,
La Jornada Michoacán, 5 septiembre 2005

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