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Trabajo práctico #1

Jesús Armando Juárez Nieto


¿En qué sentido/s la historia de los métodos y técnicas de investigación cualitativa (con sus
desarrollos, tradiciones e innovaciones metodológicas y técnicas) tiende a operar sobre el
presente? ¿Por qué desde la perspectiva cualitativa “el acto de investigación cualitativa ya no
puede pensarse como en sus inicios desde una perspectiva positivista, neutral y objetiva”?

Con la finalidad de resolver la consigna es pertinente contextualizar que, como bien se


argumenta dentro de la investigación desarrollada por el equipo de la UNLP encabezado
por Juan Ignacio Piovani (Piovani y Cohen, 2008: 121), la dicotomía
cualitativo/cuantitativo, en torno a la cual se articulan las principales discusiones en
cuestión de metodología de la investigación, se ha convertido en una especie de sentido
común que atraviesa a la comunidad científica en Ciencias Sociales y frente a la cual pocas
veces se toma una postura crítica. Si bien puede parecer que lo anterior no dice mucho del
papel actual del método cualitativo y sus técnicas de investigación, resulta importante
tomar esta línea ya que detrás de este sentido común, con el cual se conceptualiza aquello
que denominamos “cualitativo” en ciencia social, se encuentran un considerable número de
fundamentos y compromisos ontológicos, epistemológicos, cognoscitivos e incluso
ideológico-políticos (Piovani y Cohen, 2008: 135-144) que orientan la práctica de los
investigadores, muchas veces sin que estos sean plenamente conscientes de ello. En este
sentido, no es de sorprender que muchos científicos sociales sostengan una férrea defensa
respecto a la superioridad de su método mediante la exclusión de su “contraparte” sin
reflexionar que ambos polos de la dicotomía cualitativo-cuantitativo, lejos de ser sendas
totalmente separadas, son producto de un desarrollo paralelo lleno de puntos en común (por
ejemplo, el desarrollo de la metodología cuantitativa y el survey y la emergencia de los
posicionamientos críticos de la metodología cualitativa en respuesta al concenso ortodoxo
de la ciencia social en la segunda mitad del siglo XX (Piovani y Cohen, 2008:134).
No obstante, esta contextualización no debe llevarnos a pretender ignorar las
particularidades del método cualitativo de investigación y los usos de sus herramientas en
pos de un eclecticismo metodológico acrítico y sin fundamentos teóricos. Antes bien, es
importante considerar que la ruptura a distintos niveles con el modelo tradicional positivista
(asociado comúnmente a la estadística y otras herramientas cuantitativas) tiene una razón
de ser. Si en la actualidad ya no podemos pensar el acto de investigación desde una

1
perspectiva positivista, neutral y objetiva, se debe principalmente a la conceptualización,
desde distintos campos, de la existencia de la realidad simbólica que nos rodea (incluidos
los investigadores), la cual es en extremo compleja y desborda por completo los intentos de
enclaustrarle en un sistema de causalidades y objetos materiales completamente definidos y
estáticos (Hughes y Sharrock, 1999: 238-246). Si se piensa el mundo hiperconectado y
altamente volátil en que vivimos, plantear el positivismo como enfoque único y suficiente
(esto es, reducir la función de la ciencia social a una serie de modelos nomológico-
predictivos y relaciones lineales entre sistemas de variables) es un posicionamiento que se
refleja incapaz de interpretar las acciones y significados con los que los agentes sociales
construimos nuestro mundo. Para sostener esto, basta con observar los acontecimientos
globales contemporáneos (como puede ser la pandemia actual), los múltiples efectos e
interpretaciones derivadas de ellos y la forma particular en que estos nos afectan pese a una
aparente similitud en cuestión de contextos; ya sea dentro de distintos estados de una
nación, o en el caso de distintos países de una región como América Latina.
Si volvemos a nuestro tema eje, luego de estas ideas, podemos plantear que la
historia de los métodos y técnicas cualitativas que opera sobre el presente puede
distinguirse en dos maneras: por un lado, como el mencionado sentido común científico1
como resultado de posicionamientos críticos, discusiones teóricas y necesidades concretas
para comprender la sociedad que emergieron a lo largo del tiempo y que aún en estos días
siguen teniendo relevancia para pensar aspectos como la realidad subjetiva y simbólica de
los actores sociales; y, por otro lado, puede distinguirse también como un marco histórico
que nos brinda la posibilidad de comprender y cuestionar el desarrollo de la metodología
desarrollada en nuestro tiempo, así como las posibilidades dentro del método cualitativo y
su relación con la metodología cuantitativa a partir de una posición flexible e incluyente,
como es el caso de aquellos investigadores que apuestan por cuestionar y proponer nuevas
formas de pensar las fronteras rígidas de una división dicotómica que, en la práctica
concreta, muchas veces resulta insuficiente para pensar e intervenir la complejidad social
(Piovani y Cohen, 2008: 144-153).

1
Es de resaltar que este sentido común no es incorrecto simplemente por ser compartido e integrado por una gran parte de
la comunidad científica. Antes bien, tal estatuto de normalidad y aceptación se debe a su pertinencia, funcionalidad
operativa y constante actualización con nuevas herramientas técnico-analíticas que permiten comprender, de una forma
cada vez más amplia, la conducta social como un fenómeno único, irrepetible e irreplicable (Archenti y Piovani, 2007:21).

2
Bibliografía:

Archenti, N. y Piovani J. (2007). Metodología de las Ciencias Sociales. Buenos


Aires: Emecé.

Cohen, N. y Piovani, J. (Comps.). (2008). La metodología de la investigación en


debate. La Plata: EDULP; Buenos Aires : Eudeba.

Hughes, J. y Sharrock, W. (1999). La filosofía de la investigación social. México:


FCE

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