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perspectiva positivista, neutral y objetiva, se debe principalmente a la conceptualización,
desde distintos campos, de la existencia de la realidad simbólica que nos rodea (incluidos
los investigadores), la cual es en extremo compleja y desborda por completo los intentos de
enclaustrarle en un sistema de causalidades y objetos materiales completamente definidos y
estáticos (Hughes y Sharrock, 1999: 238-246). Si se piensa el mundo hiperconectado y
altamente volátil en que vivimos, plantear el positivismo como enfoque único y suficiente
(esto es, reducir la función de la ciencia social a una serie de modelos nomológico-
predictivos y relaciones lineales entre sistemas de variables) es un posicionamiento que se
refleja incapaz de interpretar las acciones y significados con los que los agentes sociales
construimos nuestro mundo. Para sostener esto, basta con observar los acontecimientos
globales contemporáneos (como puede ser la pandemia actual), los múltiples efectos e
interpretaciones derivadas de ellos y la forma particular en que estos nos afectan pese a una
aparente similitud en cuestión de contextos; ya sea dentro de distintos estados de una
nación, o en el caso de distintos países de una región como América Latina.
Si volvemos a nuestro tema eje, luego de estas ideas, podemos plantear que la
historia de los métodos y técnicas cualitativas que opera sobre el presente puede
distinguirse en dos maneras: por un lado, como el mencionado sentido común científico1
como resultado de posicionamientos críticos, discusiones teóricas y necesidades concretas
para comprender la sociedad que emergieron a lo largo del tiempo y que aún en estos días
siguen teniendo relevancia para pensar aspectos como la realidad subjetiva y simbólica de
los actores sociales; y, por otro lado, puede distinguirse también como un marco histórico
que nos brinda la posibilidad de comprender y cuestionar el desarrollo de la metodología
desarrollada en nuestro tiempo, así como las posibilidades dentro del método cualitativo y
su relación con la metodología cuantitativa a partir de una posición flexible e incluyente,
como es el caso de aquellos investigadores que apuestan por cuestionar y proponer nuevas
formas de pensar las fronteras rígidas de una división dicotómica que, en la práctica
concreta, muchas veces resulta insuficiente para pensar e intervenir la complejidad social
(Piovani y Cohen, 2008: 144-153).
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Es de resaltar que este sentido común no es incorrecto simplemente por ser compartido e integrado por una gran parte de
la comunidad científica. Antes bien, tal estatuto de normalidad y aceptación se debe a su pertinencia, funcionalidad
operativa y constante actualización con nuevas herramientas técnico-analíticas que permiten comprender, de una forma
cada vez más amplia, la conducta social como un fenómeno único, irrepetible e irreplicable (Archenti y Piovani, 2007:21).
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Bibliografía: