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ZONA CALLE LA PUEBLA

XIOMARA, LETICIA Y MIREYA


ÍNDICE

 Introducción
 Grupos sociales
 Análisis de la zona
 Conservación actual
 Conclusión
Introducción
Barrio de La Puebla: en uno de los barrios más amplios y vivos de la capital. En él se
encuentra la plaza Mayor, el ayuntamiento o casa consistorial de Palencia, la iglesia de
San Francisco, la Diputación de Palencia, la iglesia de San Lázaro, el Teatro Principal
entre otros monumentos situados en la calle Don Sancho de Castilla que recibe ese
nombre por el palacio de don Sancho que estuvo donde hoy se encuentra el edificio
Banco Español de Crédito, las armas de don Sancho de Castilla aparecen en el templo
de San Lázaro. Sus edificios, calles y monumentos pertenecen a distintas épocas. El
Distrito posee la esencia neoclásica y el art nouveau. Además, es la zona que cuenta
con una mayor oferta de ocio nocturno (bares, discotecas...).

Grupos sociales
Durante la Edad Media se conformaron en Palencia cuatro grupos sociales:
 El de las familias de la alta nobleza: Formado por miembros de grandes linajes
como los Osorio o los Enríquez.
 El de los caballeros: Era el grupo más encumbrado, pero no pudo desarrollar
todo su potencial económico y político debido a que la ciudad tenía una
jurisdicción muy reducida y porque el hecho de que fuese un señorío episcopal
le impidió monopolizar el control del gobierno municipal.
 El de la aristocracia urbana: Formada a su vez por: personas enriquecidas
pertenecientes al común que habían logrado alcanzar el rango caballeresco e
individuos que solamente contaban con un poder económico considerable.
Ambos grupos basaban su riqueza en actividades industriales y comerciales, lo
que impidió el desarrollo de linajes tan particulares en Palencia como sí
surgieron en otras ciudades.
 El del común: Era la clase popular, formada por artesanos, labriegos y
pequeños comerciantes. Se hallaban organizados en instituciones como
gremios, cofradías, o vecindades, lo cual les permitía tener cierta influencia en
la vida política de la ciudad.

Todos estos grupos, en definitiva, se comportaron con bastante fluidez. Esto es


consecuencia de que los sucesivos obispos trataron de evitar siempre la formación de
un contrapoder que le hiciese frente.

En esta zona se alojaban personas con más poder adquisitivo al igual que las zonas
paralelas como la Calle Mayor.
Actualmente es una zona con muchos pisos en la que vive gente de todos los poderes
adquisitivos no hay tanta distinción como antiguamente. También hay que decir que se
trata de un barrio bastante transitado ya que está repleto de bares y lugares de ocio y
bastantes viviendas.

La escuela del Barrio de la Puebla, conocida en la actualidad como colegio "Modesto


Lafuente", es un centro educativo histórico.
El edificio, construido en 1897 por Juan Agapito y Revilla, presenta rasgos de la
Arquitectura ecléctica de fines del siglo XIX con cierto carácter neomudéjar, tendencias
arquitectónicas de moda en la época en que se construyó. Esto benefició mucho al
barrio ya que muchos niños y niñas acudían a la escuela.
Actualmente se considera Bien de Interés Cultural desde el 25 de septiembre de 1998
con categoría de Monumento, y se sigue utilizando como escuela.

Análisis de la zona
Cayeron casas, corrales, corralillos, se modificó el trazado de sus calles que se hicieron
más limpias, más rectas, más claras por la anchura, más sombrías por la altura de sus
casas.

De aquel barrio viejo quedan tres edificios singulares: el templo de San Lázaro, el
Colegio Público “Modesto Lafuente” y el recién renovado en Manuel Rivera (antigua
Ronda), en su día Hospital Psiquiátrico Provincial.

La iglesia de San Lázaro quedaba en el barrio, fuera de la zona murada. La calle más
importante de la ciudad era la de la Rúa, más tarde Mayor Antigua. Con el tiempo las
murallas abarcarán el barrio y ya no será, propiamente, puebla, pero, como siguió
manteniendo su personalidad diferenciadora, no pierde el nombre.

En 1942, tenía sus límites longitudinales entre Manuel Rivera y la calle de Colón,
aunque ésta no era parte y sí frontera. Las casas de esta calle aparecían ya, en su
mayoría, modernas y ricas y hasta con miradores de madera y cristal. Las casas
verdaderas, las autóctonas, del barrio habían desaparecido por completo. Casi todas
constaban de una planta sobre un bajo que, en su tiempo, fue obrador hasta que
surgieron las fábricas. Los materiales que les dieron cuerpo fueron: adobe y tapial y, no
muy frecuente, el ladrillo. La piedra solo se usó en los edificios de la Iglesia.

Eran sus calles las de Burgos y Colón como límites, y dentro, hasta alcanzar las otras
dos lindes: José Antonio (ahora: paseo del Salón, antes: General Amor, y cuando
estaba la muralla en pie: de La Corredera) y Manuel Rivera.
Y dentro de ellas: San Juan de Dios, Alfonso VIII, Empedrada, Valverde, (la gente seguía
diciendo del Bolo o de los Muertos) corral de Paredes, (por más que su nombre fuera
el de Cirilo Tijerina) Mariano Prieto, (todavía llamada de la Plata por los mayores)
Rizarzuela, Estrada, Barrantes con su corral, del Cura, de la Bondad, la recién abierta de
Teniente Velasco y los corrales de Salpiedra, de Ros, del Moral y de Matorras.
Ni que decir tiene que la calle de Becerro de Bengoa acababa en la calle de Colón.

Becerro de Bengoa (profesor, periodista, publicista, político, académico y dibujante


español) escribió en 1875:
“Cuéntase en La Puebla seis u ocho fábricas de primer orden, que sostienen
constantemente de cuarenta a sesenta operarios; veinte de segundo orden y treinta o
cuarenta respectivamente de pequeñas industrias en regular y poca fabricación.”

Próximos al regeneracionismo, el Ayuntamiento del pueblo comenzó a pedir escuelas,


petición que se hizo realidad en 1897. Juan Agapito Revilla fue el responsable de
levantar ese hermoso edificio modernista que hoy llamamos Colegio Público “Modesto
Lafuente”, por el que percibió en 1897 una gratificación de 1500 pesetas por lo airoso
del proyecto que amparaba, también, la realización de la plaza de Abastos por la que
no había recibido nada por ser el arquitecto municipal y la obra suponía un orgullo de
la ciudad.

Al terminar el siglo XIX Palencia contaba con 16.000 habitantes. La Puebla era un barrio
cantarín y bullicioso desde la mañana.

Había albañiles, cuatro carbonerías, una carpintería, una herrería artística, una
hojalatería, un sillero, varios zapateros, un indiano, pescadores de río, barbería,
chatarrería, taller de pintura y rotulación, varias tiendas de ultramarinos, dos
almacenes de coloniales, fruterías, casquerías y tres cantinas famosas: La Marea, El
Porroncillo y la de la “Marrana” (un lugar donde casi todos los marginados de la ciudad
arrastraban su desgracia).
Había también tiendas pobres. Y un parque: El Salón, aunque ya quedaba fuera de La
Puebla, y en el que los chicos del barrio no eran bien vistos, no pasando de golfillos o
muertos de hambre, que así les llamaban algunas lenguas clasistas en voz baja, ya que
les temían.

El barrio vivía sobre todo en verano y había tertulias nocturnas cada pocos portales. Se
sacaban de las casas sillas a las aceras hasta que el fresco despertaba el cansancio. Los
hombres en un grupo y las mujeres en otro, normalmente. Y los niños en libertad, pero
sin alejarse de los grupos.
El barrio se mostraba con una personalidad sabrosamente definida de pueblo. En él la
gente era conocida por su mote.

Se decía “najarse” (largarse de un sitio por miedo, acobardarse), “no te bañes” (quería
señalar que no te quedases con lo que no te correspondía, lo que no era tuyo, o
siéndolo, uno cogía más de lo debido), “dabuten”, “date el piro”, “hacerse el longuis
ante los guris” (disimula ante la poli) o “la trena”, y se iba a los quioscos a comprar “el
papel”. ¿Cómo explicar la existencia de esas palabras en el léxico de los hablan-tes de
La Puebla? A lo mejor no tiene más explicación que la puramente social, es decir, que
la condición de barrio marginal creó o asimiló ese lenguaje marginal.
El habla distinta ha dado paso (sobre todo a ciertas horas, por aquello de “la zona”) a
una manifestación de informalidad.

En realidad, La Puebla comenzó a ver su muerte cuando partieron su espacio en dos al


abrir la calle que llamaron del teniente Velasco, hoy de La Puebla. Como era calle
nueva, se alzaron nuevas casas, es decir, vistosas y con un concepto distinto de
habitabilidad. En ellas vivía gente distinta a la que hasta el momento vivía en el barrio,
pues no eran albañiles, ni manteros, ni sastres, ni casqueros; sino médicos,
funcionarios de Hacienda, dueños de comercios elegantes. Entre ellos y nosotros
existía una mutua y silenciosa hostilidad.

Todo ha cambiado: el piso del barrio, la altura del barrio, el habla del barrio.

Conservación actual
En el Barrio de “La Puebla” se encontraban las casas de la mayor parte los obreros que
trabajan en la industria textil de Palencia. Si comparamos sus calles y sus casas con las
actuales nos daremos cuenta de que han ido mejorando, gracias al paso del tiempo y a
las nuevas innovaciones de materias primas e instrumentos para hacer más fácil su
construcción.
Las calles en torno al siglo XVIII eran estrechas y con malas ventilaciones, en cambio,
en pleno siglo XXI son anchas, limpias, construidas con buen material donde se
diferencia claramente la carretera (donde circulan los coches) de la acera (donde
pasean los peatones) y con buen acceso a todos los espacios de la ciudad sin tener que
ir por caminos mal hechos.

Las casas antiguas de los obreros se dividían en un piso bajo, húmedo, sin empedrado,
ni embaldosado. El segundo, que constaba del techado, tan enmohecido y negro, tan
sucio y antiguo. Además, las casas tenían paredes mugrosas y destacaban por lo
ruinoso y carcomido de la edificación. También carecían de retretes lo que hacía que
aumentará las condiciones insanas. Por eso se decía que este aire alterado y confinado
en locales cerrados o mal ventilados conserva los microbios patógenos. Por eso en los
dormitorios mal ventilados en que había aglomeración de personas se propagaban con
mucha más intensidad las enfermedades contagiosas como el tifus o la cólera. Sin
embargo, las casas actuales se encuentran, en general, en edificios que se dividen en
cinco o más plantas con buena edificación de ladrillo, acero, hormigón o madera.
Además, con buena ventilación gracias a ventanas o terrazas y con higiene a favor de
los retretes, bañeras, lavabos, vides…

Conclusión
La Puebla es un barrio muy antiguo que ha tenido una gran variedad y serie de
cambios. Comenzó siendo un barrio marginal, y con el paso del tiempo pasó a estar
habitado por personas de clases sociales altas. Hoy en día, no hay tal distinción, pero el
lenguaje es muy diferente a las jergas de aquella época. Las calles han cambiado, y la
clase de edificios, en consecuencia, también.
También hay que añadir que se conserva ciertos edificios como la iglesia San Lázaro o
la escuela Modesto Lafuente.

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