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Los terremotos constituyen una de las catástrofes naturales más devastadoras y
más aterradoras que existen. La Tierra, fuente y símbolo de lo constante, firme e
imperecedero, es súbitamente sacudida y rota, atemorizando al hombre que
encara el fenómeno con su condición de mortal y su impotencia ante las fuerzas
enormes de la naturaleza. En unos cuantos momentos, miles de personas pueden
perder bienes, salud, seres queridos y, tal vez, la vida. Algunos terremotos han
llegado a causar cientos de miles de muertes y graves daños en áreas de miles de
kilómetros cuadrados, y se recuerdan como fechas dolorosas de la historia de la
humanidad. Desde tiempos históricos se guarda la memoria de un gran número de
terremotos destructivos; sin embargo, la ciencia que se dedica al estudio
sistemático de éstos es bastante reciente.
Esta red está formada por 9 estaciones telemétricas distribuidas dentro del
territorio nacional que envía su señal en tiempo real directamente a la Estación
Central localizada en el Instituto de Geofísica de la UNAM. La mayoría de los
equipos utilizados son sensores verticales.
Durante los terremotos registrados en las distintas fechas en México, se pudo
notar que las viejas casonas y palacios construidos, algunas desde la época de la
Colonia, sufrieron daños menores. Una de las explicaciones fue que las normas
para construir en la capital no tomaron en cuenta las condiciones del suelo, que en
sitios como el Centro y la colonia Roma se componen fundamentalmente de
arcilla. Otra de las consecuencias fue crear instituciones para prevenir o mitigar los
efectos de un desastre natural. Así nació, por ejemplo, el Centro Nacional de
Prevención de Desastres (Cenapred), que no sólo atiende el problema de los
sismos sino que en las últimas décadas se concentra cada vez más en las
afectaciones por huracanes e inundaciones.
Un gran problema con los sismos en el caso de los edificios es que aquellos que
tienen de 2 a 12 pisos son los más peligrosos para la construcción en zonas
sísmicas de suelo blando en la capital, dado que entran en resonancia y es más
fácil que se caigan, ya que los efectos de las ondas sísmicas se amplifican y duran
más. Los temblores se producen por la acomodación de las enormes placas que
forman la corteza terrestre, en total 12 enormes placas que se mueven
constantemente, sobre todo debido al nacimiento de nuevas montañas. Éstas son
como las piezas de un enorme rompecabezas de miles de kilómetros cuadrados,
con la particularidad de que tienen un grosor de alrededor de 100 kilómetros y
además no embonan muy bien, sino que se meten unas debajo de otras,
fenómeno que los sismólogos denominan subducción
Las ondas que producen los temblores viajan a una velocidad aproximada de 24
mil kilómetros por hora (Km/hr) como los cohetes, mientras que las ondas de luz,
como la radio y la televisión, viajan a mil ochenta millones (1,080,000,000) km/hr