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ESCUELA DE SOCIOLOGÍA

La precariedad más allá de las condiciones laborales objetivas: configuración identitaria


en trabajadores del área social en la región de Valparaíso.

Estudiante: Felipe Leiva.


Profesor Guía: Dr. Osvaldo Blanco.
Fecha: 21/06/2020.

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Contenido
I. Resumen ..................................................................................................................................... 3
II. Introducción ................................................................................................................................ 4
III. Antecedentes .............................................................................................................................. 6
1) Cambios en la matriz “Estado Céntrica” ................................................................................. 6
2) Chile y la reactivación de la política social ............................................................................ 10
3) Estado, Sociedad Civil y la emergencia del tercer sector ...................................................... 11
4) La externalización de servicios .............................................................................................. 14
IV. Pregunta y objetivos de investigación ..................................................................................... 16
1) Pregunta de investigación ..................................................................................................... 16
2) Objetivo general .................................................................................................................... 16
3) Objetivos específicos ............................................................................................................. 16
4) Justificación y pertinencia sociológica .................................................................................. 16
V. Marco Metodológico ................................................................................................................ 18
1) Tipo y paradigma de investigación ........................................................................................ 18
2) Instrumento y muestra.......................................................................................................... 18
VI. Marco Teórico ........................................................................................................................... 20
1) Cambios estructurales y nueva morfología del trabajo en América Latina .......................... 20
2) Estado del arte sobre precariedad laboral ............................................................................ 23
3) Flexibilidad laboral y relaciones laborales ............................................................................ 26
4) Flexibilidad laboral y precarización del Trabajo .................................................................... 30
5) Las dimensiones objetivas de la precariedad laboral ........................................................... 32
6) Precariedad laboral y subjetividad ........................................................................................ 33
7) Trabajo e identidad ............................................................................................................... 37
a) Identidad: la antesala del concepto .................................................................................. 37
b) Identidad laboral: cuando el trabajo genera identidad .................................................... 39
VII. Análisis ...................................................................................................................................... 44
1) Identidad laboral: tensión en tres ejes.................................................................................. 44
2) Inestabilidad, alta rotación e intensidad de las jornadas...................................................... 49
3) Las disparidades en torno a la renta ..................................................................................... 54
4) Percepciones sobre el SENAME ............................................................................................ 58
5) Percepciones sobre el rol ejecutor........................................................................................ 61
6) Vida Privada........................................................................................................................... 67
VIII. Conclusiones ............................................................................................................................. 71
1) Alcances, limitaciones y principales hallazgos de la investigación ....................................... 71
a) La percepción de los actores sobre condiciones laborales ............................................... 72
b) La percepción de los actores respecto de las instituciones .............................................. 73
c) La percepción de la precariedad y algunos efectos en la vida personal y familiar ........... 76
2) Comentarios finales............................................................................................................... 78
IX. Bibliografía ................................................................................................................................ 80

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I. Resumen
El objetivo central de esta investigación es identificar las características subjetivas de la
precarización laboral que configuran las identidades de los trabajadores y trabajadoras del
área social que se desempeñan laboralmente en la implementación de políticas de infancia
en contexto de externalización de servicios. Se pasa revisión de los antecedentes del
proceso de externalización de la política pública para poder profundizar en los aspectos
subjetivos y sociopolíticos de la precariedad laboral de los profesionales ejecutores de
planes y programas provenientes del SENAME. Al articularse con la exposición de los
resultados, este recorrido permite mostrar algunos de los principales efectos de la forma
en que los profesionales del área social conciben su propia condición laboral, sus proyectos
de vida y su problemática relación con el Estado, la política pública y la población-objetivo
que ellos deben atender. El trabajo termina concluyendo algunas líneas de investigación
que se abren a partir de la evidencia producida y analizada, resaltando la importancia de
seguir profundizando en aspectos cualitativos de la precariedad del empleo en el sector
público.

Palabras clave: Precariedad laboral - Precariedad subjetiva - Políticas de infancia -


Externalización de la política social.

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II. Introducción
Producto de los distintos procesos de modernización del Estado que se han desarrollado
durante las últimas décadas en Chile, la política social se ha implementado a través de la
externalización de servicios, específicamente a través de organizaciones del tercer sector
(Fundaciones, Corporaciones, Organismo No gubernamentales, etc.). Esto responde a las
profundas transformaciones que buscaban mejorar la eficacia y la eficiencia de las
instituciones, las cuales adoptaron enfoques tales como la New Public Mangement (NPM).
La reforma del Estado llevada a cabo en los años noventa se caracterizó por limitar la
función de éste, proceso que responde a las indicaciones emanadas desde el Consenso de
Washington ligadas a la reducción del Estado y la apertura a la economía de mercado global
como formas de salir de la crisis en que estaban los países del llamado “tercer mundo”. Ello
principalmente a través de programas de privatización, tercerización y transferencia de
funciones hacia el sector público no estatal, privatizándose funciones que antes eran
desarrolladas por el Estado. Lo paradojal de esto es que, si tradicionalmente este tipo de
instituciones se constituyeron desde la defensa de los derechos humanos, hoy asumen una
relación instrumental con el Estado, implementando políticas sociales desde la
precarización de las condiciones laborales de sus trabajadores, vulnerando los derechos de
éstos. Es decir, se combate la vulneración de derechos sociales vulnerando derechos
laborales.

En este contexto, la presente investigación busca analizar las percepciones identitarias de


los profesionales que desempeñan funciones ejecutoras de programas y proyectos de la
política de infancia liderada por SENAME. Este análisis lo realizamos desde la óptica de la
precariedad laboral, dando cuenta de aspectos materiales y subjetivos ligados al trabajo. El
enfoque de la precariedad laboral puede verse enriquecido al profundizar en los aspectos
subjetivos de los trabajadores, así como en el análisis y estudio de las configuraciones
laborales de las políticas de infancia. De este modo, creemos que estamos frente a un objeto
novedoso que permite analizar de qué forma la precariedad laboral agrieta las fisuras del
ámbito de las políticas públicas, aquella zona gris donde se ensamblan lineamientos
generales provenientes del Estado y los procesos de ejecución llevado a cabo por
colaboradores privados. Elementos tales como las condiciones laborales, las percepciones
respecto del trabajo y las instituciones empleadoras, percepciones respecto de la política
pública y la labor del SENAME, así como las visiones respecto del continuo entre trabajo y
vida privada constituyen los ejes principales de investigación.

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La presente investigación comienza con la exposición de los antecedentes sobre las
transformaciones de la política pública chilena, la emergencia del tercer sector y la aparición
de la externalización de servicios ejecutores. Este marco de antecedentes permite presentar
las preguntas, objetivos y pertinencia de la investigación, así como los elementos
fundamentales del marco metodológico, tipo y paradigma de la investigación.
Posteriormente, se desarrollará el marco teórico estructurado por los enfoques de la
precariedad laboral, las transformaciones del trabajo y por las relaciones entre trabajo e
identidad. Luego del análisis y sistematización de los datos cualitativos, el texto termina con
las conclusiones, las cuales se encuentran estructuradas por los alcances y limitaciones, así
como por los principales hallazgos. Por último, se definen algunas líneas de investigación a
seguir desarrollando en el futuro.

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III. Antecedentes
1) Cambios en la matriz “Estado Céntrica”
Previo a la década de los ochenta, el Estado tenía un papel protagonista como mecanismo
articulador de las relaciones sociales. Bajo la matriz nacional desarrollista, el Estado es
empresario, regulador, empleador y subsidiador, roles que no constituían objeto de
cuestionamiento (Salazar, 2003). Históricamente, la especificidad del intervencionismo
estatal en América Latina estuvo marcada por la ejecución de un modelo de desarrollo y
por el deseo de implantar una sociedad moderna, lo que produjo consecuencias decisivas
en la configuración del orden social. Esto se manifiesta claramente en el período 1930-1970,
cuando el Estado despliega un rol preponderante al impulsar un modelo de desarrollo hacia
adentro, basado en la sustitución de importaciones y en la ampliación de los mercados
internos (Salazar, 2003). El Estado, con el objetivo de integrar a sectores medios y
populares, se dedica a invertir en obras de infraestructura, ampliar los servicios públicos y
a estimular cambios estructurales (reforma agraria, propiedad de recursos naturales, etc.).
En ese momento, la intervención estatal es guiada por una voluntad política, sustentada
técnicamente en Keynes y posteriormente en el desarrollismo de la CEPAL (Ramírez, 2009).

Pero este modelo entro en crisis en la década de los setenta, momento en el cual comienzan
a registrarse los signos su agotamiento. Son dos los acontecimientos centrales que marcan
el inicio de la crisis: 1) la decisión de la Administración Nixon para poner fin al régimen de
Bretton Woods; 2) la crisis de los precios del petróleo y la consiguiente crisis de la
hegemonía del sector industrial y su forma salarial como eje de cohesión social (Wallerstein,
2005; Hobsbawm, 2006). Esta situación se agudiza en los años ochenta con la recesión
mundial, de modo que la caída de los precios de las materias primas y el alza de los intereses
—medida de la Reserva Federal para contrarrestar la inflación norteamericana— conducen
al colapso económico mundial (ibid.).

Ante un escenario de crisis internacional –la denominada “crisis de la deuda”–, los países
acreedores recetan una serie de medidas que suponen, para los propios países deudores,
asumir los costos del saneamiento. Se imponen planes de cambio estructural a fin de
asegurar en el futuro la capacidad de pago (Barros Aguirre, 2006). Las estrategias
propuestas en el marco de la reforma estructural surgen como producto del cambio de
paradigma en el pensamiento económico de los países industrializados a partir de los años
setenta. Estos países abandonan los planteamientos keynesianos por un retorno a ciertas
concepciones liberales, las cuales quedan plasmadas en el denominado Consenso de

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Washington. Este último se concibe como un programa político que sintetiza una serie de
propuestas de política neoliberal y de experiencias de programas de ajuste estructural que
se unifican y vuelven directriz para América Latina. Entre los principales temas del Consenso
están la disciplina fiscal, las privatizaciones, la desregulación, la liberalización comercial y
financiera, las reformas tributarias, los cambios en las prioridades del gasto, entre otras
(Ramírez, 2009).

En América Latina, se experimentan una serie de trasformaciones en el aspecto económico,


político y social. Los cambios responden a que las políticas emanadas del Consenso de
Washington buscan la desestatización de las economías, ya que estas debían atraer a los
capitales internacionales y a la banca privada para salir de sus respectivas crisis. Todas estas
medidas abogaban por una transformación de los vínculos establecidos entre el Estado, el
mercado y la sociedad civil (Barros Aguirre, 2006).

Las recomendaciones de Washington fueron concebidas como un recetario universal, lo


cual no daba márgenes interpretativos para la realidad de cada país. Estas recomendaciones
prestaron más atención a los temas económicos que a las problemáticas sociales como la
lucha contra el desempleo, la pobreza y la desigualdad. Se impulsó la privatización y el
fortalecimiento del sector privado y se dio poca importancia al fortalecimiento y
mejoramiento del sector público (Barros Aguirre, 2006). La década de los ’90 fue el período
donde los estados latinoamericanos vivieron las profundas transformaciones ligadas a la
aplicación de las políticas del Consenso de Washington, cambiando de raíz la orientación de
las políticas públicas y en especial de las políticas sociales (ibid.). Es en este contexto, donde
se empezará a cuestionar el papel del Estado como diseñador de políticas públicas, ya que
éste se limitó a seguir las recomendaciones y políticas del Consenso, promovidas por
organismos financieros internacionales como el Banco Mundial (BM), el Banco
interamericano de Desarrollo (BID) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Dichas
reformas fueron inducidas a condición del otorgamiento de préstamos o para renegociar
los existentes y fueron asumidas por los países latinoamericanos para no verse excluidos
del sistema financiero y comercial internacional (ibid.).

Es precisamente a finales de la década de los ochenta donde casi la totalidad de los países
latinoamericanos comenzara procesos de reforma estatal que reconocen dos momentos
claramente diferenciados, denominados habitualmente “primera” y “segunda” generación
de reformas. Ambas etapas se inspiran más en criterios fiscales de recorte del gasto que en
el interés por optimizar la gestión estatal. Estas medidas no conciben al Estado como

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garante del bien común, sino en términos de tamaño y presupuesto (Ramírez, 2009). El
Estado se debilita a favor de los mercados, constatándose la retirada masiva en lugar de su
rediseño y la falta de voluntad política para dotarlo de herramientas capaces de llevar a
cabo políticas de mediano y largo plazo.

Las reformas de primera generación buscaban 1) descentralizar, transfiriendo


responsabilidades de gestión y ejecución a gobiernos locales; 2) privatizar, dejando la
provisión de gran parte de los servicios públicos a empresas privadas; 3) la desregulación,
desmantelando o eliminando organismos que ejercen funciones reguladoras de actividades
económicas, por representar un freno para el libre desarrollo de las mismas; 4) externalizar,
reemplazando la provisión de servicios e insumos propia (a través de unidades operativas
estatales) por la ofrecida en el sector privado y; 5) la reducción de personal en la
administración pública (ibid.).

Norbert Lechner, en su trabajo titulado El debate sobre Estado y Mercado (1992), plantea
que la crisis del Estado desencadena la crítica del Estado. De ahí que toda intervención
estatal será percibida desde la óptica neoliberal como perjudicial para el buen desarrollo de
la economía (Lechner, 1992). En otros términos, frente a la crisis, la solución consiste en
correr las fronteras que competen al mercado, sustituyendo Estado por mercado,
instaurando un nuevo esquema de división social del trabajo y desregulando la actividad
económica.

En el marco de este proceso reformista, el Estado se debilita. Por un lado, debe asumir el
costo financiero de las reformas (deuda externa, saneamiento de empresas públicas para
su privatización). Por otro, debe asumir el costo político de una tajante reducción y
encarecimiento de los servicios públicos, situación que lo lleva a focalizar la asistencia a los
más pobres. Mientras tanto, la desintegración y polarización social van en aumento, sin que
el Estado cuente con la capacidad política para manejar la situación a través de mecanismos
democráticos (ibid.). No se elimina del todo la intervención: más bien se centra en la
represión de reivindicaciones sociales y en la liberalización de los mercados a los sindicatos
(leyes laborales).

A mediado de los noventa se hace evidente que, junto con el recorte del Estado y con el
ajuste estructural, se va desintegrando el tejido social hasta producir sociedades cada vez
más polarizadas que ponen en serio riesgo el orden social y, por ende, las condiciones de
gobernabilidad. Entonces, se toma conciencia de que la propia sostenibilidad de las

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reformas económicas está condicionada y en gran medida depende de las reformas
institucionales (Banco Mundial, 1997). Con el diagnóstico claro, organismos como el Banco
Mundial comienzan a propiciar y apoyar financieramente las llamadas reformas de segunda
generación, enfocadas a la cuestión de la racionalidad funcional y organizativa del Estado,
con la idea de fortalecer el aparato estatal y volver más eficiente y transparente su
desempeño y, al mismo tiempo, de restablecer ciertos equilibrios sociales y políticos
perdidos en el curso de la primera etapa, más allá de sostener los equilibrios
macroeconómicos ya logrados (Ramírez, 2009).

La segunda generación de reformas contó con un referente concreto. Desde finales de los
años setenta se venían emprendiendo importantes reformas en la administración pública
de varios países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE),
conocidas como New Public Management (NPM). Fueron ampliamente difundidas y
crecientemente aplicadas en los países desarrollados, adquiriendo relevancia global. Estas
reformas se caracterizaron por una marcada preocupación respecto a 1) la eficacia de la
intervención del sector público, en términos de adecuación de medios a objetivos; 2) la
eficiencia económica en la provisión de servicios, es decir, consecución de los objetivos con
los mínimos costes; 3) la mejora de la equidad en la provisión de servicios a través de un
enfoque más dirigido al gasto corriente y de capital en los sectores sociales (especialmente
en salud y educación) y; 4) la creación de un entorno propicio para el desarrollo del sector
privado (ibid.).

La reorientación de las estrategias de desarrollo, con una creciente presencia de


mecanismos de regulación de mercado como asignador de recursos, el retorno a sistemas
políticos democráticos, la reformulación de las tareas y los roles del Estado, así como las
transformaciones en el seno de la sociedad civil, marcaron pauta para cambios sustanciales
en las políticas sociales del continente. Las reorientaciones conceptuales y programáticas
de la política social están en estrecha relación con los cambios en la estrategia de desarrollo
y la reorientación de la política económica en los países latinoamericanos (Sottoli, 2002).
Conceptos tales como compensación, focalización y combate a la pobreza contribuyen a
redefinir la actividad estatal en el ámbito del desarrollo social, mientras que los enfoques
privatizadores y descentralizadores de la acción social afectan la definición de las esferas de
lo privado y lo público, redistribuyendo competencias y recursos del Estado central y otros
actores sociales (ibid.).

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Es posible identificar diferentes etapas en la discusión y consecuente reorientación de la
política social en el continente (ibid.). A fines de la década de 1980 y durante buena parte
de la de 1990 la discusión estaba marcada por la crítica a la “política social tradicional” y la
emergencia de nuevos enfoques. Como una especie de correlato de las ideas que
impregnaban las reformas económicas, conceptos tales como focalización, privatización y
descentralización fueron incorporados a la discusión como alternativas al déficit de la
política social tradicional, conformando los elementos centrales de una “nueva política
social” (ibid.).

2) Chile y la reactivación de la política social


Ya en Chile, luego del deterioro sufrido durante los ‘70 y ‘80, las políticas sociales
tradicionales (salud, vivienda, educación y previsión social), experimentaron una
importante dinamización que ha sido relevada en el contexto latinoamericano, aunque se
combinaron factores de continuidad con los lineamientos de la dictadura y de cambio que
marcaron el entorno institucional, político y financiero para la sociedad civil chilena. Del
conjunto de tendencias establecidas durante el gobierno dictatorial (es decir, reducción de
financiamiento, focalización, desconcentración, municipalización y privatización), se
modificó significativamente la primera, aumentando el gasto y parcialmente la focalización,
por cuanto se refinaron los procedimientos para ella y se agregaron nuevos “grupos
prioritarios” (Delamaza, 2000).

Un rasgo distintivo de la postdictadura en Chile fue la reactivación de las políticas públicas.


Luego del predominio de la ideología “anti estatista” y el prolongado debilitamiento de las
funciones no represivas del Estado, la Concertación planteó la necesidad de renovar la
acción pública, y lo hizo priorizando el área social (Delamaza, 2005). Desde 1990 se crearon
nuevas instituciones especializadas en el área social, las que debían hacerse cargo de los
programas innovadores que marcarían la diferencia con la dictadura1. Estas instituciones
estaban focalizadas en grupos de la población considerados como vulnerables y frente a los
cuales no se habían desarrollado programas y políticas, adquiriendo así un enfoque
potencialmente multisectorial. Se las agrupó en un nuevo ministerio creado para tal efecto:
el Ministerio de Planificación Nacional (MIDEPLAN), nacido de la antigua Oficina de

1
En una primera etapa se constituyeron instituciones especializadas en jóvenes (Instituto de la Juventud- INJUV), mujeres
(Servicio Nacional de Mujeres, SERNAM), pueblos indígenas (Comisión Especial de Pueblos Indígenas, CONADI) y extrema
pobreza (Fondo de Solidaridad e Inversión Social, FOSIS). Más tarde, se crearon los servicios del Adulto Mayor y el Fondo de
la discapacidad (FONADIS). También se adscribió a MIDEPLAN la Agencia Chilena de Cooperación Internacional que luego fue
transferida a la Cancillería. Más adelante se agregarían servicios especializados en áreas nuevas de intervención pública, como
la Comisión Nacional de Medio Ambiente (CONAMA), el Consejo Nacional para el Control del Consumo de Estupefacientes
(CONACE) y el Servicio Nacional del Consumidor (SERNAC).

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Planificación Nacional (ODEPLAN), que administró la red social durante los ‘80 directamente
desde la Secretaría de la Presidencia (ibid.).

Estas nuevas instituciones mantienen contactos más permanentes con las organizaciones
civiles del sector donde trabajan, constituyendo un sinnúmero de instancias de
participación en distintos niveles de implementación de la política. Sin embargo, el formato
de proyectos de corta duración asignados competitivamente reduce la participación a una
dimensión meramente instrumental (la obtención del proyecto) y no permite la
construcción de una asociatividad de tipo más permanente. Las metas, tiempos,
modalidades y productos esperados de las instancias participativas se han vuelto
tecnocráticos o, en el peor de los casos, clientelares, en la medida en que se subordinan a
la agenda de la institución. La multiplicación de instituciones especializadas que convocan
a la sociedad civil, independientemente de otras, produce como efecto una asociatividad
fragmentada y efímera (ibid.).

Desde el punto de vista de las políticas públicas, se observa que el Estado no ha contado
con las herramientas necesarias para alterar la desigualdad en las oportunidades, ni para
reorientar el modelo económico que la causa y que bloquea las posibilidades del 40% de la
población de menores ingresos. Esto a pesar del importante crecimiento del gasto público
y la reactivación de las políticas asociadas al área (Delamaza, 2000).

Durante los gobiernos de la concertación se ha impulsado significativamente la oferta


programática y se ha impulsado un proceso de descentralización de la inversión pública que
modifica el panorama institucional del Estado. Sin embargo, no todos los cambios han dado
los resultados esperados, persistiendo importantes rasgos de continuidad en el diseño
institucional del sector público con respecto a las reformas impulsadas durante los ‘80 por
los “antiestatistas”. No está alejado de la realidad afirmar que el Estado chileno se ha
especializado en el área social.

3) Estado, Sociedad Civil y la emergencia del tercer sector


Por Sociedad Civil la literatura en general entiende un espacio intermedio ubicado entre el
Estado y el sector privado con fin de lucro, lo que la ha llevado a ser conocida generalmente
como “tercer sector”, teniendo como características principales su independencia del
aparato del Estado, el no tener fines de lucro como objetivo de su creación y la motivación

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por intervenir en problemáticas de tipo social (Serrano, 1998; Laurnaga, 1999; Delamaza,
2000).

Siguiendo a Serrano (1998), se distinguen tres grandes grupos que darían forma al tejido
social entendido como Sociedad Civil:
• Organizaciones No Gubernamentales y acciones de voluntariado.
• Expresiones asociativas y comunitarias.
• Universidades y Centros de pensamiento.

Es posible afirmar que a la Sociedad Civil se le comienza a reconocer un fuerte rol en el


ámbito de la política social, a partir de la reforma estructural impuesta por organismos
internacionales a finales de los ‘70. Este hecho trae consigo la reducción del aparato del
Estado e impulsa la aparición de diversas organizaciones no gubernamentales a inicios de
los ‘80 comprometidas principalmente en la lucha contra la dictadura (ibid.).

Existen dos causas para lo anterior. Primero, por causas de tipo sociopolíticas: es en este
momento histórico en que se reúnen grupos de profesionales desvinculados de la esfera
pública a causa de las reformas y que, con la ayuda de organismos internacionales, levantan
organizaciones no gubernamentales que enfocan su acción en aquellas áreas de la política
social que no estaban siendo cubiertas por el Estado. Segundo, por razones de tipo
ideológico: como respuesta a las políticas implementadas por el aparato estatal/dictatorial
en la época en cuestión (Pilotti, 1994; Ferrer, Monje y Urzúa, 2005). En este contexto, se
comienzan a generar acciones que expresan el interés de atender a las necesidades de los
grupos vulnerables, pero estando en algunos casos desvinculadas del aparato estatal,
dando lugar a una corresponsabilidad “implícita” entre el Estado y la Sociedad Civil.

Con el Golpe militar del 11 de septiembre de 1973 comenzó en Chile un régimen dictatorial
al mando de Augusto Pinochet que durante 17 años introdujo profundos cambios en lo
social, lo político y en lo económico. La represión política contra opositores del régimen, la
implementación del modelo económico neoliberal y el consiguiente empeoramiento de las
condiciones de vida fueron el contexto en el cual surgen, se desarrollan y legitiman los
organismos no gubernamentales en Chile (Gruninger, 2002). Como principal meta política
de la dictadura se puede mencionar la aprobación y proyección de un nuevo régimen
institucional, lo que a poco andar se tradujo en una serie de transformaciones políticas y
económicas que en lo sustancial buscaba pasar del estatismo socialista a una economía de
mercado (Moulian, 1996).

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En relación a las políticas sociales, se desmonta el sistema estatal tradicional de servicios.
Se opta por la reducción del gasto social y su focalización en los segmentos más pobres de
la población a través de una red social compensatoria de situaciones de pobreza extrema y
una reestructuración intersectorial del gasto en salud y educación hacia niveles de atención
menos complejos (Gruninger, 2002). Se privatiza una parte de los servicios sociales que se
expresa en la externalización de servicios específicos hacia el sector privado, en la
incorporación de mecanismos de mercado en la asignación de recursos a los servicios, en la
creación de un sistema de previsión social de capitalización individual administrado por el
sector privado y de un sistema privado de salud orientado a las familias con capacidad de
pago (Raczynski, 2000).

Con la derrota de Pinochet en el plebiscito de 1988 y la elección de Patricio Aylwin como


presidente de la Republica en el año 1989, se inicia la llamada transición a la democracia en
Chile. Una de sus principales características es su carácter pactado, es decir, que es
producto de una serie de acuerdos suscritos entre la oposición y las autoridades de la
dictadura, con el fin de evitar un cambio político brusco y violento. Esto significaba
consensuar algunas reformas políticas graduales, junto con la mantención del modelo
económico neoliberal y la Constitución de 1980. Entre los obstáculos estaba la ya antes
señalada constitución de 1980 que asegura la descentralización del Estado y la privatización
de varias de sus funciones. Otro obstáculo es la necesidad de cuidar el equilibrio de las
fuerzas políticas y optar por una política de consenso antes que de enfrentamiento con la
derecha política. A esto se suma un clima internacional a favor de las reformas económicas
neoliberales y las democracias “prudentes” (Drake, 2000).

Más que realizar cambios profundos, la Concertación optó por adaptar el sistema heredado
de la dictadura a la democracia. Eso significó la mantención del modelo económico, pero al
mismo tiempo mayor inversión social para la reducción de la pobreza (Gruninger, 2002). Se
trataba de gobiernos neoliberales con vocación socialdemócrata. El propósito de la
transición era suavizar el neoliberalismo más puro hacia una “economía social de mercado”.
Toda esta operación ha redundado en una resignificación democrática del sistema impuesto
por el autoritarismo y, por ende, la legitimación del modelo neoliberal como pauta
económica y social para el país. Desde ahí surge el gran problema que atravesó la transición
a la democracia, el de resolver el difícil conflicto entre crecimiento económico y equidad
social (Meller, 1994).

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En relación a la equidad, dado los recursos limitados, se priorizó la focalización del gasto
social. Un objetivo era el fortalecimiento de las políticas sectoriales que aseguraran un nivel
básico de ciudadanía para toda la población en educación, salud, vivienda, seguridad social,
trabajo y justicia. El otro objetivo fue el desarrollo de programas específicos dirigidos a los
sectores pobres y vulnerables (ibid.). El principal mecanismo para realizar estas políticas
sociales fueron los fondos concursables. Eso significa básicamente que los organismos
gubernamentales no ejecutan directamente sus programas (Gruninger, 2002).

4) La externalización de servicios
Los programas definen términos de referencia técnicos y administrativos y se llama a
concurso y/o licitaciones. Dependiendo del contexto (programa, organizaciones sociales,
organizaciones no gubernamentales, fundaciones sin fines de lucro, municipalidades, el
sector privado comercial, etc.) se presentan propuestas de proyectos que compiten entre
sí, son evaluados según criterios de calidad y costo y, luego, adjudicadas por jurados locales
o regionales o Comités especiales. Se ha extendido, de esta forma, de un lado la
colaboración político-privada en la ejecución de programas sociales, y de otro, el
mecanismo de los fondos concursables (Raczynski, 2000).

En relación al trabajo, se ha estudiado el fenómeno de tercerización y mayor inclusión de


ONG y de organizaciones sociales en la ejecución de la política social, ya que esto constituyó
una estrategia utilizada por el Estado de Chile que favoreció la aparición del fenómeno de
precarización de las condiciones laborales de los trabajadores y trabajadoras del área social
(Cano, 2004; Gruninger, 2002). En relación a esto, los trabajadores y trabajadoras del área
ejecutan la política social del Estado desde las instituciones de la sociedad civil, las cuales
llevan a cabo programas y proyectos con una duración limitada y con orientaciones
diseñadas directamente desde niveles centrales del Estado. Se producen vínculos laborales
de prestación de servicios, generándose una alta rotación e inseguridad en el empleo. Es
decir, quienes implementan la política social del Estado, contradictoriamente, lo hacen en
un contexto de desregulación de las leyes laborales (Cano, 2004).

La década de los ‘70 será el momento histórico en que se darán las condiciones necesarias
para imponer un nuevo discurso hegemónico sobre la gestión pública. Así, la nueva gerencia
pública o NGP, también conocida como gerencialismo, nueva gestión pública o New Public
Management, se impuso precipitando un giro ideológico en muchas democracias
occidentales (Moriconi: 2011). En este contexto, se dio una oleada de reformas que
terminaran por imponer una nueva visión sobre la organización institucionalmente del

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Estado, modificando así las relaciones en el seno del servicio público. La disminución del
Estado y el predominio total del mercado serán los dos puntos nodales sobre los que se
sustentara el nuevo discurso y marco institucional (ibid.).

La NGP llegara a redefinir el alcance de lo público y lo privado. Para esta corriente de


gestión, si durante el siglo XX el Estado era ejecutor de políticas, en el siglo XXI deberá ser
un “Estado que regule y transfiera recursos” (Bresser, 1996: 22). La vertiente más radical de
la NGP, tal como se puso en práctica en América Latina, plantea soluciones como las
privatizaciones y la contratación externa (contracting out) de las actividades
gubernamentales (Cunill, 1997). Las reformas promovidas desde la NGP no se centran en
incorporar prácticas de contratación por concursos de mérito, ni en promover un servicio
civil profesional y de carrera. Por el contrario, favorecen la contratación flexible y temporal
(ibid.). Sobre la externalización de servicios, la literatura se refiere a diferentes conceptos:
externalización, outsourcing o tercerización. El surgimiento de la externalización de
servicios por parte de los organismos públicos se da, según refiere Herrera (2001), en los
años ochenta, a partir de la crisis del binomio Estado-Mercado y sus limitaciones para
garantizar el bienestar, razón por la cual los sistemas societarios recurrieron a
organizaciones del tercer sector.

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IV. Pregunta y objetivos de investigación
1) Pregunta de investigación
• ¿Cuáles son las características identitarias de los trabajadores y trabajadoras
estudiados en términos de la precariedad desde ámbitos contractuales, de
protección, de ingresos, de condiciones de trabajo, así como de temporalidad y vida
privada?

2) Objetivo general
• Describir las características de las configuraciones identitarias de los trabajadores y
trabajadoras estudiados respecto de la precariedad laboral, específicamente en
relación a ámbitos objetivos y subjetivos.

3) Objetivos específicos
i. Caracterizar los elementos principales del discurso de los trabajadores y
trabajadoras estudiados en relación con su identidad, específicamente respecto de
cómo ésta se relaciona con su situación contractual, ingresos, seguridad previsional,
acceso a salud y condiciones laborales en general.

ii. Caracterizar el discurso de los trabajadores y trabajadoras estudiados respecto del


rol del Estado y la función de las políticas públicas en las cuales trabajan,
estableciendo en qué medida la precariedad problematiza esta condición y cómo
instituyen demandas, justificaciones y reivindicaciones.

iii. Indagar cómo influye la precariedad en ámbitos de la vida de los trabajadores y


trabajadoras del área social, analizando de qué forma la precariedad puede llegar a
extenderse más allá de lo laboral e invadir momentos de la vida personal y familiar.

4) Justificación y pertinencia sociológica


La investigación asume a la precariedad desde aspectos relacionales y subjetivos,
complementando la tradicional mirada de los enfoques de precariedad laboral desde
perspectivas estadísticas (Blanco y Julián, 2019a, 2019b).

De este modo, se busca comprender de qué forma los factores estructurales de


transformación de las políticas públicas, y específicamente en las políticas de infancia
vulnerable llevadas a cabo por SENAME, se corresponden con aspectos personales,

~ 16 ~
decisiones prácticas, racionalidades, perspectivas de desarrollo profesional y formas de
subjetividad relativas al empleo y la trayectoria laboral.

Se espera que la investigación aporte al debate de las políticas públicas desde los efectos
que estas condiciones tienen en la configuración de identidades y subjetividades de los
profesionales que las ejecutan. Tal y como lo veremos a lo largo de esta investigación, la
precariedad no sólo remite a aspectos estrictamente laborales reducidos a indicadores
cuantitativos específicos, sino que también afecta la subjetividad del trabajador, la manera
en que visualiza su trabajo, así como también tiene relación con el resultado mismo de su
trabajo.

~ 17 ~
V. Marco Metodológico
1) Tipo y paradigma de investigación
Se abordó una metodología cualitativa para obtener información y antecedentes desde la
perspectiva de los actores involucrados, comprendiendo cómo se construyen y actualizan
significados y acciones. Esto nos permite discernir el sentido común de los actores frente a
sus propias precariedades, así como los criterios de evaluación y legitimación de tal
condición. Esta búsqueda implica enfrentar el problema desde un nivel teórico que pueda
develar procesos sociales complejos dentro de los cuales se insertan (y se ven a sí mismos)
los sujetos.

A partir de esta información, se pudo comprender y analizar los procedimientos y


significados que los sujetos emplean para construir y actualizar el sentido y justificación
otorgada a esta experiencia de la precariedad. Interrogamos la construcción identitaria de
los sujetos en sus formas y modelos de caracterizar y dialogar con la precariedad laboral
(Lindón, 2003; MacCabe, 2007), buscando dar cuenta de los discursos y narrativas
interpretativas, así como explorando los sentidos que están presentes en la representación-
de sí mismos y su condición (De la Garza, 2005; Stecher, 2013). Otro elemento central
fueron los elementos de la precariedad laboral que dan sentido al conflicto laboral, la
condición de ser empleado público subcontratado y la acción colectiva (De la Garza y Neffa,
2010).

Se consideró el marco social y cultural específico, las características laborales, las biografías
y experiencias del trabajo a lo largo del tiempo, entre otros aspectos. Se tuvo como
premisas ontológicas fundamentales al análisis crítico del discurso (ACD) (Van Dijk, 1999,
2000, 2011), por lo que el discurso fue visto como producto histórico constitutivo de
relaciones de poder, la sociedad y la cultura, lo que implica representaciones, relaciones e
identidades específicas (Fairclough y Wodak, 2000).

2) Instrumento y muestra
El instrumento a aplicar es la entrevista semiestructurada en profundidad, desarrollada a
partir de una pauta de preguntas abiertas y descriptivas que permitirán el constante
contraste con la realidad (Valles, 1997). La entrevista en profundidad permitió explorar el
sentido, la situación y las prácticas cotidianas de la precariedad.

~ 18 ~
Se realizaron un total de 10 entrevistas semi-estructuradas a profesionales del área social
que trabajaban ejecutando políticas públicas desde instituciones colaboradoras del Estado.
Se trata de un total 7 mujeres y 3 hombres entre 25 y 35 años, con profesiones tales como
trabajadores sociales (3), psicólogos (5) y educadoras (2). Las ONG donde esta/os
entrevistados se desempeñan son cinco: ACJ, SERPAJ, PAICABI, LA CASONA DE LOS
JOVENES, SEDEJ.

La aplicación de entrevistas permitirá dar cuenta de los principales elementos que


componen la relación entre sujeto, identidad, historia (biografía, narrativas) y trabajo. La
metodología de análisis tiene entonces como núcleo central un análisis centrado en las
narrativas identitarias (Sisto, 2012; Stecher, 2013; Julián, 2013; Soto, 2015) fijado en la
dimensión subjetiva de la precariedad laboral (Piñeiro, 2011).

Luego de la aplicación de entrevistas se usó la metodología de la “Grounded Theory”,


extrayendo citas y categorías, así como una serie de familias que se entrelazan como una
teoría subyacente al material recogido, proceso de tipo inductivo en constante construcción
y desarrollo (Glasser & Strauss, 1967). Dentro de este enfoque el énfasis estuvo en la teoría
como proceso, vale decir, como una entidad en desarrollo, permitiendo relacionar la teoría
con la realidad estudiada y, de un modo inductivo, construir relaciones e hipótesis
interpretativas.

~ 19 ~
VI. Marco Teórico
1) Cambios estructurales y nueva morfología del trabajo en América Latina
En las últimas cuatro décadas, el desarrollo y emergencia de nuevos paradigmas
productivos ha dado paso a una nueva morfología del trabajo en América Latina (Antúnez,
2003). La economía regional ha sido atravesada por la conformación y acoplamiento al
sistema mundial capitalista y la instalación de un régimen social de acumulación
disciplinario que han generado una nueva fase de subordinación económica a los intereses
extranjeros-transnacionales, así como una nueva forma de inserción en la división
internacional del trabajo (Boltanski y Chiapello, 2002). Este proceso ha contado con un
desarrollo desigual en la adaptación por parte de las economías nacionales y de los distintos
sectores productivos a una lógica internacional del capitalismo global que ha estado
sentada en la subordinación productiva en el marco de un circuito y una geografía mundial
de división del trabajo y de un proceso de expansión de los límites de la acumulación
capitalista (Harvey, 2007; Dörre, 2010).

Para Moras Salas (2005), los cambios que definen el nuevo modelo de relaciones laborales
se efectúan en Latinoamérica durante el decenio ‘80 y ‘90. La finalidad de esto fue el
combatir los efectos de la crisis de la deuda en esta parte del continente. Como lo vimos en
el marco de antecedentes, los países latinoamericanos adoptaron un modelo de políticas
de ajuste que asume como propio el paquete de políticas económicas de corte neoliberal
formuladas por las instituciones que forman el Consenso de Washington. De esta manera,
los gobiernos han adoptado políticas que han buscado flexibilizar los regímenes de
contratación laboral, pues la doctrina económica dominante en la región ha caracterizado
como “rigideces” a los sistemas institucionales de fijación de salarios mínimos, provisión
social, regulación de la duración de la jornada laboral y de los mecanismos de contratación
y despido de la fuerza laboral (Moras Salas, 2005).

Entre 1950-1980 la expansión económica y el proceso de urbanización experimentado por


los países latinoamericanos tuvieron un impacto transcendental en la estructura sectorial
de la región (Rendón y Salas, 2003: 557). El sector agrícola se reduce significativamente,
mientras que el crecimiento del empleo asalariado se ha concentrado principalmente en
comercio y servicios (ibid.). No obstante, una parte importante de la fuerza de trabajo se
concentró en actividades de baja productividad, muchas veces de subsistencia (ibid.: 558),
con fuerte proliferación de pequeños negocios donde predomina el trabajo no asalariado,

~ 20 ~
generando un proceso de profunda tendencia a la terciarización del empleo, deterioro de
la calidad del empleo y medias de salarios menores que en la industria (ibid.: 559).

Ya en la década de los ’80, el estudio de las transformaciones del trabajo y las clases sociales
en América Latina se enfrentó a un desafiante contexto de cambios e incertidumbres dado
por la confluencia de procesos fuertemente ligados entre sí: cambio de modelo económico
(economía abierta), programas de ajuste estructural, reactualización de la informalidad y
precarización del trabajo, desprotección y desindicalización, entre otras temáticas. Estas
transformaciones tuvieron consecuencias directas en la fisonomía de la estratificación
social. En este contexto, se ha instalado un campo de investigaciones en torno a una nueva
estratificación social, nueva estructura de ocupaciones, nueva división social del trabajo,
nuevas formas de lucha entre clases y nuevas formas adscriptivas y de movilidad social para
algunos grupos (Atria, Franco y León, 2007: 43-64). La globalización no es transversal a todos
los sectores y estratos sociales, ni implica la evolución pura de un estadio a otro: más bien,
en América latina coexistirían modos de producción modernos, variadas formas de
pequeñas y microempresas, así como una proliferación de estrategias de subsistencia
(Atria, 2004). En los países en desarrollo como el nuestro, los procesos de globalización,
modernización y desarrollo no son una secuencia, sino más bien una superposición de
elementos. Son rupturas y quiebres políticos, culturales y sociales los que marcan esa
heterogeneidad traslapada, segmentos de la sociedad que están en el seno de la primera
oleada de una modernización industrializante y que conviven con segmentos que están
plenamente insertos en la segunda oleada tecnológica y del conocimiento (ibid.). Este
desajuste implica que la presente fase histórica se caracterizaría, al menos para América
Latina, estructuralmente por una fuerte desigualdad de la riqueza y de las oportunidades.
Existe un aumento en la desigualdad del ingreso, una firme concentración de la riqueza, una
rápida expansión de la clase de microempresarios y el estancamiento (y en algunos casos
aumento) del proletariado en el sector informal (Portes y Hoffman, 2003). De este modo,
los procesos de modernización orientados por modelos de acumulación basados en
economías abiertas, con competencia mercantil y liderazgo del sector privado, generaron
ciclos que se mantuvieron por un lapso de duración suficiente para producir efectos en la
estructura social y, especialmente, en los patrones de estratificación social (Atria, 2004).

Dentro de este contexto, los reordenamientos de la estructura de clases ante la


reorientación del modelo de desarrollo de la región, pusieron en relieve la significativa
persistencia de la marginalidad e informalidad del trabajo (Portes y Hoffman, 2003;

~ 21 ~
Tokman, 2004: 177-234)2. En la región se observa una proporción de población no
incorporada a relaciones de trabajo formal (legalmente reglamentada, insertas en el mundo
productivo y con cobertura previsional y/u otras garantías sociales). Es decir, se observa una
importante proporción que sobrevive en la marginalidad y desarrollo de actividades de
subsistencia informal, así como también un importante número de trabajadores por cuenta
propia y microempresarios. El modo inconcluso del capitalismo latinoamericano tiene una
gran masa de trabajadores con salarización incompleta y heterogeneidad interna en cuanto
a los tipos de actividades productivas desarrolladas, tanto de economía formal como
informal. La región se diferencia de las sociedades capitalistas desarrolladas en el hecho
que una importante parte de su población no es incorporada a relaciones de trabajo
legalmente reglamentadas e insertas integralmente en el mercado.

Un segmento que ha vivido un crecimiento es el empresariado, fundamentalmente en los


sectores del comercio, servicios y construcción. El impulso a la iniciativa privada estuvo
acompañado por una disminución significativa de la iniciativa pública, así como una
transformación paralela de los asalariados y obreros, quienes también se desplazan desde
lo público a lo privado. Otro fenómeno que también se debe incluir en este recuento tiene
relación con la disminución de las clases medias ligadas a empleo público y la progresiva
importancia de nuevas clases medias con escolaridad elevada (Barozet y Espinoza, 2008;
2009), pero con escasa movilidad (Wormald y Torche, 2004; Torche, 2006) y bajo acceso a
ocupaciones formales y de buen ingreso (Portes y Hoffman, 2003; León y Martínez, 2001).

En Chile, los cambios recién mencionados implican adaptaciones de los grupos a las
transformaciones macro-estructurales, especialmente en lo que respecta a la educación y
al ingreso, lo que termina siendo una especie de obstáculo a la movilidad social que los
cambios supuestamente traerían consigo. La estructura social chilena presentaría
obstáculos que pueden caracterizarse como “fluidos” para ciertos momentos del tiempo,
pero que a la larga guardan características “estructurales” (Wormald y Torche, 2004;
Torche, 2006). Si bien existe un progresivo aumento de la riqueza y un mayor grado de
acceso y satisfacción de necesidades, este relativo bienestar se da dentro de una marcada
desigualdad estructural (León y Martínez, 2001), lo cual condiciona las posibilidades de
movilidad social ascendente por parte de los sujetos y sus familias. Pese a la inversión de

2
En Chile, Wormald y Torche observaron que pese a cierta mayor formalización en los trabajos dependientes ello no se tradujo
necesariamente en una mejor calidad o protección del empleo, ya que en las empresas se observó un aumento de los empleos
sin contrato escrito de trabajo (2004: 24-29). Por su parte, América Latina también se ve afectada por otras estrategias de
adaptación que incluyen violencia criminal y la migración (Portes & Hoffman, 2003), fenómenos importantes en función de
que la estructura de clases latinoamericana deja espacios vacíos de desocupados que migran de un territorio a otro, así como
también permite la aparición de actividades de subsistencia de tipo criminal y/o delincuencial que se han instalado como una
tarea importantísima para la legitimidad del Estado frente a la opinión pública (ibid.).

~ 22 ~
recursos en políticas públicas destinados a limitar los efectos perversos del sistema
económico, no se ha superado la desigualdad social, ni mucho menos erradicado la clausura
de las élites, quienes siguen siendo un grupo herméticamente cerrado (Wormald y Torche,
2004). Los casos de movilidad social que permiten la llegada de personas provenientes de
sectores medios o bajos a la cúspide social se deben más del esfuerzo personal y de las
estrategias educativas de las familias que a un movimiento general de la sociedad, es decir,
a las disposiciones y las estrategias individuales y familiares de acceso a los recursos, en
especial al de la educación (ibid.: 69-71). De hecho, un porcentaje significativo de la
movilidad social que se observa en Chile es de “distancia corta” y no implica un cambio
sustancial en el estatus socioeconómico ni en el nivel de bienestar material de las personas
(ibid.: 70).

2) Estado del arte sobre precariedad laboral


Una primera aproximación podemos encontrarla en la definición de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT), quien entiende la precariedad laboral desde la calidad del
empleo (contrato, previsión social, salud, acceso a capacitación, etc.), ofreciendo como eje
de análisis la dicotomía Trabajo Decente/ Trabajo Precario (OIT, 1999; Rodger, 1992; Marín,
2013).

El enfoque político, a su vez, está representado por una serie de miradas que van desde
entender la precariedad laboral como una nueva clase social (Standing, 2013; 2014),
entenderla desde la emergencia de nuevas relaciones de producción (De la Garza y Neffa,
2010; Antúnez, 2003, 2005; Harvey, 2007), transformándose la gestión del trabajo (Agacino
y Echeverría, 1995; Barattini, 2009; Moras, 2005, 2010; Fernández Bujanda, 2006;
Echeverría, 2003; Muñoz, 2012). A la precariedad también suele relacionársela con el
colapso de la seguridad social y su devenir en desprotección (Castel, 1997, 2001, 2004), así
como un fenómeno mayor ligado al proceso de precarización de la vida (Julián, 2012, 2013;
Stanfing, 2011; Kalleberg, 2018). Se habla de un “hábitus precario” (Julián, 2013), esto es,
un ser precarizado sujeto a presiones cotidianas constantes que desbordan las debilidades
laborales y alcanza dimensiones subjetivas, reproductivas, familiares y personales. En este
sentido, la precariedad sería también un cúmulo de experiencias ligadas a vivir
constantemente el presente, sin proyección ni identidad segura o sentido del logro de
desarrollo personal a través del trabajo y el estilo de vida (Standing, 2013; 2014).

Más allá de las condiciones materiales de pequeñas unidades u ocupaciones, las


condiciones de degradación del empleo refuerzan procesos de reconocimiento y malestar

~ 23 ~
(psico)social de situaciones formales e informales, estables e inestables, seguros e
inseguros, colonizando los mundos de la vida laboral y de los imaginarios del trabajo (Julián,
2017; Blanco y Julián, 2019a). En ese sentido, la precariedad es propia de la crisis del trabajo,
la cual aparece junto con fenómenos de individualidad, riesgo, incertidumbre, inseguridad
y ausencia de certezas (Beck, 2000; Castel, 2010). La condición de precariedad laboral sería
una expresión de una nueva cuestión social, moviéndose fluidamente por la estructura del
empleo a partir de una multidimensional forma de incidir en las condiciones de trabajo,
incertidumbre que se encuentra acompañada de nuevos modos de gestión empresarial y
de estrategias individuales y colectivas para enfrentar sus consecuencias.

En este escenario, la precariedad desmonta y problematiza los enfoques tradicionales de


entender las características estructurales de composición de las clases sociales y del trabajo
(Blanco y Julián, 2019a, 2019b), estando asociada a distintas vertientes y dimensiones, las
cuales se han convertido en una tendencia a nivel internacional en el reordenamiento de
los espacios de trabajo y de restructuración productiva desde la década de los ‘80 (Auer y
Cazes, 2000; Antunes, 2001; Castel y Dörre, 2009; Marín, 2013). Esta incorporación de la
precariedad como parte de la nueva realidad del empleo exhibe una aparente
permeabilidad e internalización de los debates de las ciencias y estudios del trabajo sobre
los cambios en la matriz socio-productiva (Kalleberg, 2003; Paugam y Zhou, 2007; Van der
Linden, 2014). La flexibilización del empleo sería un detonante clave para la masificación de
dicho fenómeno (Esping-Andersen y Regini, 2000; Thompson y Van der Broek, 2010), así
como también habría que señalar que la precariedad comienza a ser parte discursiva de
muchos procesos de resistencias, colectividades y movilización social (Frege & Kelly, 2004;
Ross, 2008; Barattini, 2009; De la Garza, 2011).

A nivel teórico, la precariedad ha sido abordada desde diversos enfoques, entre los que
pueden destacarse (Blanco y Julián, 2019b): 1) un enfoque institucionalista y regulacionista
centrado en la protección social y la definición de la precariedad como producto de un
proceso de descomposición del Estado, erosión de las condiciones del empleo y retroceso
de las políticas de aseguramiento social (Castel, 2003; 2010); 2) un enfoque neo-marxista
que problematiza la relación y reproducción de la precariedad con los procesos y cambios
globales en los patrones de acumulación de capital, especialmente a través de la
financiarización, el despojo y la sobreexplotación del trabajo (Dörre, 2009); y 3) un enfoque
post-estructuralista que concibe la precariedad como parte de una estrategia y régimen de
gobierno que redefine las formas de control, dominación y subordinación de poblaciones
específicas (Lorey, 2015).

~ 24 ~
Para algunos, la precariedad se definiría por características clasistas, tanto por su carácter
estructural como relacional (Standing, 2013; 2014). El “precariado” sería una posición
estructural clase social relativa, una clase social en proceso de formación (ibid.). Esta
definición de la precariedad como una clase social puede ser matizada por una perspectiva
donde la precariedad es más bien un fenómeno transclasista, cruzando transversalmente
no sólo segmentos de trabajadores de baja cualificación, sino que también profesiones
tradicionalmente cargadas de mayor estatus y estabilidad (Blanco & Julián, 2019a; 2019b).

No obstante, cada vez más cantidad de personas comenzaría a comprender su situación


dentro del precariado, lo que construiría una conciencia común de clase que engrosaría las
corrientes populistas de izquierda o extrema derecha, potencial protagónico del numeroso
sector de trabajadores que podrían nutrir futuras dinámicas políticas conservadoras y/o
progresistas (Standing, 2013; 2014). El precariado se definiría en relación con otros grupos,
consistiendo en un agregado de personas que comparten al menos tres rasgos de clases
similares.

i. En primer lugar, el precariado tendría diferentes relaciones de producción o


relaciones de trabajo las cuales, a diferencia de lo vivido por el proletariado
clásico, se basarían en actividades inseguras, inestables, a menudo con
contratos incompletos o subcontratados. No se trataría de una condición de
pérdida de estatus, sino más bien de una pérdida de control sobre el tiempo,
desarrollo y uso de las capacidades propias (ibid.). Sería entonces una
condición de subutilización de las capacidades y cualificaciones, por lo que
se trataría de un grupo que –a diferencia del viejo proletariado– tendría un
nivel educativo y formativo por encima del nivel exigido en sus actividades3.
Otra característica es que el precariado, dada su falta de continuidad laboral,
emplearía más recursos en trabajos no remunerados, tales como el “trabajo
para buscar trabajo”, invadiendo horas de trabajo por fuera de las jornadas
laborales normales (Standing, 2013).

ii. El precariado posee unas relaciones de distribución específicas, vale decir,


que sus fuentes de ingresos difieren de las de otros grupos sociales (Standing,
2013; 2014). El precariado recibe prácticamente todos sus ingresos en forma

3
“Este hecho difiere de las características del proletario clásico, quien, en el mejor de los casos, aprendía un oficio o habilidad
a una edad temprana, y si era competente podría ascender de oficial a artesano y de artesano a maestro o supervisor”
(Standing, 2014: 8).

~ 25 ~
de salarios monetarios, no obstante, no accede a la serie de beneficios no
salariales de empresa, ni tampoco beneficios regulados por las leyes del
estado, evidenciándose como un grupo significativamente dependientes de
los salarios, cuestión que lo alejaría de la situación del sector informal, más
bien caracterizados por ingresos por fuera del mercado regulado.

iii. En tercer elemento que caracteriza al precariado son sus relaciones


específicas con el Estado, siendo debilitados en sus derechos civiles,
culturales, sociales, políticos y económicos. En ese sentido, el precariado ha
ido perdiendo sistemáticamente los derechos conquistados por los
ciudadanos (Standing, 2013; 2014: 9). Estaría conformado en gran parte por
denizens; sujetos que no gozan de todas las garantías que provee el status
de ciudadano, tensionando la relación entre ciudadanía y trabajo (Cuevas,
2015). No sólo trabajadores inmigrantes, sino también nacionales que no
califican a prestaciones sociales, quedando en zonas de incertidumbre y
riesgo, desamparados y sumamente dependiente del inestable ingreso
propio.

De esta forma, sería útil diferenciar entre el proletariado manual estable, con identidad y
estatus de clase trabajadora, del precariado con características diferentes en cuanto a las
relaciones de producción, distribución y relaciones con el Estado, lo cual tiende a generar
una conciencia específica de pérdida y privación (Standing, 2013; 2014). Mientras el
precariado nos remitiría a este tipo de posiciones estructurales, la precarización sería el
proceso en el que el sujeto es sometido a presiones y experiencias de vida debilitadas, con
fuerte grado de incertidumbre respecto del futuro, con una identidad insegura y
desconfianza respecto del desarrollo personales por la vía del trabajo y el estilo de vida
(Cuevas, 2015).

3) Flexibilidad laboral y relaciones laborales


Las dinámicas de los modelos productivos y la transformación de las formas de gestión
racional del trabajo, así como de transformaciones que responden a la crisis de la
hegemonía del modelo industrial-keynesiano-fordista, tuvieron un profundo impacto en el
trabajo asalariado y estable, tanto en términos identitarios (subjetivos) como políticos
(sindicalismo, cooperativismo, etc.). Los criterios usados en la bibliografía para caracterizar
estas transformaciones de las relaciones entre capital y trabajo han sido las dimensiones de
lo “contractual” y la “organización” (Gálvez, 2001; Palomino, 2004; Acuña y Pérez, 2005;

~ 26 ~
Chamorro, 2012). Mientras el contrato –en tanto relación formal entre capital y trabajo–
define la condición dependiente/independiente de la relación laboral, el factor de la
organización –relación real entre trabajo y capital, por tanto, formas de dominación del
trabajo por parte del capital– define el grado de subordinación/autonomía de la relación
laboral.

Respecto de la primera dimensión, el componente contractual define un continuo de


actividades que expresan situaciones de dependencia e independencia. Por el lado de la
“dependencia”, se trata de una situación del empleo caracterizada por aspectos
contractuales que definen las relaciones laborales entre el empleador y el asalariado, en el
sentido de un trabajador que vende su fuerza de trabajo, colocándola a disposición del
empleador. Vale decir, la condición de dependencia se refleja en un contrato que da cuenta
del intercambio del trabajo por dinero, relación que se expresa en el hecho de trabajar bajo
las órdenes de otro (Gálvez, 2001; Palomino, 2004). El empleador determina tiempos y
formas de realizar las actividades, debiendo ser cumplidas por el trabajador, incluso cuando
éstas seas erradas o inadecuadas.

Por su parte, el trabajo “independiente” o autónomo remite a la forma en que el propio


trabajador organiza su actividad productiva, donde el usuario o cliente final valora el trabajo
sólo por sus resultados y no a partir de una relación de monitoreo o supervisión del proceso
productivo (ibid.). La independencia aparecería como un factor trasversal presente en
diferentes ocupaciones y clases sociales e implica la transformación de las viejas
seguridades y modalidades asalariadas de dependencia y subordinación en formas de
sujeción independientes y autónomas, pero también marcadas por la flexibilidad,
precariedad, trabajo atípico, subsistencia y nuevas formas de trabajo propias de las actuales
clases trabajadoras (De la Garza, 2001; 2009). De este modo, el trabajo independiente es la
respuesta de un profundo proceso de transformación del trabajo asalariado,
evidenciándose como réplica a la precarización, flexibilización y crisis de la sociedad salarial.
No obstante, lejos de ser dos situaciones mutuamente excluyentes, hoy en día las relaciones
entre capital y trabajo han cambiado desde una sujeción asalariada directa hacia una
sujeción indirecta, volviendo cada vez más porosa la frontera entre el trabajo asalariado y
el trabajo por cuenta propia, tránsito que tiene relación con los cambios en las relaciones
contractuales y en las formas de organización/explotación.

En cuanto a la dimensión de la “organización” del trabajo, en ciertas ocasiones, parte de la


clase obrera –bajo formas contractuales dependientes o independientes– puede llegar a

~ 27 ~
ejercer la función de la “organización” (control) del trabajo de terceros (Bidet, 2010),
cumpliendo una función de poder de mando al interior de los procesos productivos,
adquiriendo un estatuto de clase contradictorio (Wright, 1992), indeterminado y
fragmentado4. A su vez, la organización no sólo nos representa la condición de clase de
nuevos grupos destinados a gestionar el trabajo de terceros5, sino que también implica una
dimensión ligada a técnicas de gestión del trabajo, donde la flexibilidad es uno de los
mecanismos más importantes en la actualidad.

En definitiva, no podemos hablar de precariedad laboral si hablar de flexibilidad laboral. La


flexibilidad laboral constituye una política que tiene por objetivo fundamental la
desregulación del mercado de trabajo, esto es, la reducción o eventual eliminación de
aquellas instituciones o regulaciones que en su momento fueron creadas con el propósito
de garantizar a los trabajadores mejores condiciones de vida. La flexibilización laboral ha
consistido en un conjunto de acciones de política dirigidas a reducir la participación tanto
del Estado como de los sindicatos en el mercado de trabajo, bajo el presupuesto de que
tales intervenciones constituyen “rigideces” que favorecen el desempleo (Fernández
Bujanda, 2006). En términos generales, se distinguen dos tipos principales de flexibilidad
(Allen-Sheila, 1994; Kiely, 1998; Echeverría, 1994; Arancibia, 2011: 45-46).

1. La primera es la “flexibilidad interna”, con prácticas laborales y de organización del


trabajo realizadas al interior de las empresas, con su propio personal, que impiden
la adscripción rígida de los trabajadores a un puesto de trabajo definido y a un único
modo de desempeñar sus tareas. Aparecen medidas tales como la rotación de tareas
y puestos de trabajo, polivalencia, trabajo en equipo, desarrollo de equipos intra-
empresa y la organización variable de las horas de trabajo (horas extras, turnos, fines
de semana, horas alternadas, escalonadas, pausas, semanas comprimidas,
anualización del tiempo de trabajo y de la remuneración, redistribución de los
permisos anuales, etc.). A su vez, también se gestionan elementos tales como la
disponibilidad y localización del lugar de trabajo (jornadas parciales, contratos a
plazo fijo, acuerdos “on call”, a pedido, teletrabajo) o la organización variable del

4
Este fenómeno fue acompañado, en las sociedades capitalistas avanzadas, por la transformación de la tendencia histórica
del capitalismo basada en la separación entre propiedad y la administración (gestión), comenzándose a observar un
comportamiento donde la propiedad de los medios de producción se expresaba también mediante la posesión de
acciones/títulos (Duménil y Lévy, 2005). Muchos altos directivos comenzaron a ser grupos igualmente acreedores con derecho
a recibir parte de las ganancias de las empresas (Foster y Holleman, 2010; Harvey, 2007).
5
En Sociología, todo el debate sobre la irrupción de las “nuevas clases medias” dentro de la crisis de la matriz keynesiano-
fordista introdujo los conceptos de las posiciones de “autoridad” (Dahrendorf, 1962; Giddens, 1996: 58-75), su clasificación
–bastante controversial– como trabajo “improductivo” y su determinación político-ideológica proclive a la ideología burguesa
(Poulantzas, 1977; 1983: 96-126), el uso de credenciales educativas como estrategias de “cierre social” (Parkin, 1984), así
como su carácter “contradictorio” y de “explotaciones múltiples” (Wright, 1994).

~ 28 ~
trabajo durante el ciclo vital (permiso por paternidad/maternidad, permiso para la
educación, permiso sabático, edad para jubilar y retiro por fases).

2. La segunda forma es la “flexibilidad externa”, con prácticas de reducción/ampliación


de las plantillas laborales de las empresas ligadas a aumentar o disminuir la dotación
de personal. Aparece aquí el uso frecuente de contrataciones y despidos,
incorporando y retirando personal a través de subcontratados suministrados por
empresas contratistas o prestadoras de servicios temporales (empresas
especialmente dedicadas a proveer soluciones de personal “estratégicas”, de largo
plazo, y/o “tácticas”, de corto plazo, tales como servicios especializados,
consultores, outplacement, outsourcing). Otros elementos de la flexibilidad laboral
apuntan también a la regulación de la relación capital/trabajo por la vía de los
contratos y remuneraciones (Echeverría y López, 2004). En los sistemas de
contratación se cambia la reglamentación de los contratos de trabajo y disminución
de los controles legales sobre los contratos laborales, generando situaciones tales
como empleo a tiempo parcial, empleo temporal, empleo eventual (irregular o
intermitente), empleo en el marco de contratos de capacitación, empleo
subcontratado por terceros, entre otros. Respecto de las remuneraciones, se busca
condicionar los salarios a las variaciones de productividad individual y colectiva, así
como a las presiones de los costos ejercidas por el mercado. Los aspectos más
importantes de esta flexibilidad son los sistemas de negociación salarial, el papel de
los salarios mínimos, la vinculación de la remuneración al rendimiento y la
indexación de los salarios, entre otros.

Magdalena Echeverría (2003) plantea la existencia de una relación asimétrica entre la


implementación de políticas de flexibilización del trabajo entre los países desarrollados y
los países en vías de desarrollo. En los países desarrollados, los procesos de cambio en las
relaciones de trabajo habrían sido más integrales, respondiendo a fenómenos tecnológicos
que serían complementarios de los cambios en la organización del trabajo. Se habría dado
una coherencia entre las transformaciones en la producción (de estandarizada a variable) y
los cambios en el empleo (de estable a adaptable a esas transformaciones). En cambio, en
los países en vías de desarrollo, el concepto se ha aplicado con soltura a cualquier cambio
en las relaciones laborales que rompa con los marcos de la relación de trabajo dependiente
clásica, aun cuando el sustrato y los contenidos de la relación no se hayan transformado
(ibid.). Siguiendo el mismo enfoque, la autora define la flexibilidad laboral haciendo
diferencias entre las características cualitativas de la flexibilidad interna, definiendo esta

~ 29 ~
como la capacidad de adaptación y movilidad al interior de la empresa, situando una
correspondencia directa entre este fenómeno y conceptos tales como trabajo
autoprogramable, polivalencia, reconversión y readecuación de tareas y puestos de trabajo,
y las características cuantitativas de la flexibilidad externa, en tanto movimiento estratégico
de las empresas para aumentar o reducir la cantidad de trabajadores cada vez que se
requiera, sea por el carácter estacional de los bienes producidos o los servicios prestados,
por diversas necesidades de la producción o, si se quiere, “necesidades de la empresa”
(ibid.).

4) Flexibilidad laboral y precarización del Trabajo


La implementación de una política de flexibilización del trabajo en América Latina ha
propiciado la emergencia de un nuevo concepto de trabajo, el cual responde cada vez
menos a los principios proteccionistas e integradores del s. XX. El trabajo flexible se inscribe
como nuevo paradigma de trabajo, trayendo consigo nuevas problemáticas a ser
abordadas. Una de estas es la precarización del trabajo y sus consecuencias directas en la
vida de trabajadores y trabajadoras (Antúnez, 2003). Inestabilidad, incertidumbre y
desprotección de trabajadores y trabajadoras, son consecuencias de las políticas de
flexibilización implementadas en América Latina durante el decenio 80-90. Estas
consecuencias son constituyentes de la nueva forma de trabajo para el continente. Este
proceso ha sido identificado por diversos autores como “precarización del trabajo” (ibid.).

Todo lo anterior no quiere decir que los procesos de flexibilización laboral lleven
necesariamente a la precarización del empleo. Sin embargo, en la práctica esto es lo que
parecería que ocurre con mayor frecuencia, ya que muchas empresas terminan utilizando
estos conceptos para desestructurar el trabajo estable y seguro, precarizándolo con el fin
de reducir sus costos (Piñeiro, 2008). Cuando hablamos de precarización del trabajo o
precarización laboral, estamos haciendo referencia a la aparición (y creciente
generalización) de formas de trabajo que suponen inestabilidad, incertidumbre e
inseguridad, en la medida en que vienen a sustituir al “empleo tradicional”, caracterizado
por jornadas laborales completas, estabilidad en el puesto de trabajo y mecanismos de
negociación salarial centralizados. La precarización del trabajo se asocia a la generalización
de prácticas laborales y formas de empleo antes atípicas, tales como el empleo temporal, a
tiempo parcial, el trabajo por cuenta propia y la externalización, entre otras formas
(Antúnez, 2005; Fernández Bujanda, 2006; Muñoz, 2012; Julián, 2013).

~ 30 ~
En términos generales el término se utiliza para referir a un conjunto de situaciones
empíricas que han adquirido una destacada presencia en la realidad de nuestro continente
en las últimas décadas. Con él se trata de englobar procesos relacionados con la emergencia
y expansión de relaciones no formales de trabajo en sectores en los que este tipo de
relaciones laborales no existía previamente o eran marginales (Moras, 2005). El concepto
también suele emplearse para dar cuenta de situaciones laborales en las que las
condiciones de trabajo se han deteriorado ya sea como consecuencia de la caída de los
ingresos-salarios por debajo de los mínimos fijados por ley; la prolongación de las jornadas
laborales por encima de los límites fijados por ley, o bien la contratación creciente de
trabajadores y trabajadoras a tiempo parcial (ibid.).

La OIT definió la precariedad laboral el año 1974, señalando que se caracterizaba por la
inestabilidad en el puesto de trabajo, ya sea por la inexistencia de contrato (en este sentido,
directamente ligado con la informalidad) o bien por contratos por tiempo determinado
(Barattini, 2009). En la actualidad, el mismo organismo define el trabajo precario desde su
antítesis, es decir, el trabajo decente, extendiéndose tanto en la economía informal como
en el sector formal, como un fenómeno amplio y creciente de alcance universal (Marín,
2013). De este modo, puede haber trabajo precario sin y con una relación de trabajo clara,
reflejando esta realidad un comportamiento ambivalente de empleadores privados y
públicos que lo utilizan a su arbitrio y al margen de la legalidad (ibid.). Tanto para la OIT
(1999) como para la CEPAL (2000), la precarización del trabajo es uno de los rasgos más
sobresalientes de la dinámica de los mercados laborales latinoamericanos a finales de la
década de los ‘90, al punto que se le considera como fenómeno estructural (Moras, 2005).

La precariedad laboral se constituye como elemento estructural en la medida en que es un


proceso que afecta de un modo u otro al conjunto de la estructura del empleo y de la
sociedad. Más que una clase social que se ubica en una posición estanca y homogénea
dentro de las relaciones de producción capitalista (Standing, 2013, 2014), se trataría de un
fenómeno transversal presente en posiciones profesionales, técnicas y de baja o nula
cualificación, formales e informales, cubriendo así diferentes rincones del mercado laboral
(Blanco y Julián, 2019a, 2019b). A su vez, el carácter estructural de la precariedad sólo es
entendible en su complejidad como síntoma de los cambios y mutaciones en la dinámica e
interior del patrón de acumulación capitalista y como parte de una respuesta del capital a
su propia crisis (Antúnez, 2005; Harvey, 2007). La precariedad emerge como fenómeno
propio de las transformaciones de la dinámica del patrón de acumulación capitalista, como
una característica del cambio hacia un tipo de capitalismo donde comienzan a vislumbrarse

~ 31 ~
nuevas formas de explotación y gestión de la fuerza de trabajo, donde el uso de recursos
humanos y habilidades blandas van a la par de una producción desfragmentada y atenta ya
no a la oferta, sino que a la demanda. En este contexto, la precariedad emerge de manera
irruptora como una condición, una forma de estar y ser en el mundo vinculado a la pérdida
y/o debilitamiento de los vínculos sociales de integración y protección social que sostenían
el compromiso social fordista (Julián, 2013).

Dicho lo anterior, el trabajo precario sería aquél que emerge de una doble aproximación:
tanto la que tiene en cuenta la subjetividad del trabajador, como la perspectiva externa de
un observador que atribuye a una serie de variables la propiedad de colocar al trabajador
en una situación de precariedad. Esta definición será muy importante para el desarrollo de
esta investigación por la implicancia que tiene para el tema el punto de vista de los
trabajadores y trabajadoras a la hora de identificar sustancialmente la precariedad laboral.
Se trata de salir del enfoque clásico que busca en la estructura las condiciones para que este
fenómeno se dé, para poder adentrarnos en las consecuencias que en la práctica definen
las formas de actuar de trabajadores y trabajadoras que desarrollan su quehacer en
condiciones precarias de trabajo (ibid.). La condición de precariedad repercute entonces
no sólo en modalidades objetivas y materiales de contratación a corto plazo, inestabilidad
laboral, rotación de la mano de obra o en una diferencia en el nivel de ingresos, sino que
también se articula como un campo intersubjetivo complejo en su morfología, dando
cuenta de aperturas, discontinuidades y fragmentos del espacio constitutivo de
identidad(es) en y con el trabajo (Julián, 2013).

5) Las dimensiones objetivas de la precariedad laboral


Tradicionalmente, la precariedad laboral ha sido definida desde sus componentes objetivos,
es decir, desde elementos observables y aprehensibles no necesariamente a través de los
sujetos: jornadas y condiciones de trabajo, temporalidad y seguridad laboral, entre otras,
definirían que es y no es trabajo precario. El trabajo sería precario según: 1) la relación
contractual que se tenga (relaciones contractuales por períodos cortos o inciertos, para
tareas específicas, etc.); 2) el nivel de la remuneración que se obtenga (muy por debajo de
los trabajadores estables y formales aun en los mismos rubros productivos y similares
puestos de trabajo) y; 3) las condiciones de seguridad que se entreguen (riesgos de
accidentes o enfermedad en que se ejecute el trabajo). Estos criterios deberían permitiros
caracterizar cuando un trabajo es precario o no.

~ 32 ~
Para Cano (2000) la precarización del trabajo se definiría desde la inseguridad, bajos
salarios, disminución de derechos laborales, dependencia personal respecto al empleador,
malas condiciones de trabajo, ausencia de reconocimiento profesional, etc. Para Gerry y
Rodgers (1992) son 4 las características que definen el fenómeno del trabajo precario: 1)
trabajo realizado por un período de tiempo definido o que tiene un alto riesgo de ser
finalizado; 2) genera ingresos insuficientes para la reproducción social del trabajador,
siendo esta característica social y culturalmente determinada; 3) carece de una adecuada
protección social dada por la cobertura social, ya sea porque no tiene seguro contra
despido, porque no se realizan los aportes jubilatorios correspondientes, porque no tiene
protección para la salud, etc., y ; 4) cuando el trabajador no tiene un adecuado control de
los salarios y/o de sus condiciones de trabajo debiendo aceptar condiciones como la
extensión de la jornada laboral, o del ambiente físico en que se desarrolla el trabajo, o
relaciones de dominación y sujeción personal, o de peligro físico en el desarrollo de las
tareas, o de malas condiciones de higiene en el lugar de trabajo, etc. (Rodger, 1992 cit. por
Piñeiro 2008). Por su parte, Mora Salas (2005) propone abordar el concepto,
fundamentalmente, desde cuatro elementos, a saber: 1) el vínculo entre procesos de
precarización, desregulación de los mercados de trabajo y reorganización productiva; 2) el
cambio en los modelos de regulación laboral; 3) la relación entre modelos de relación
laboral y ciudadanía social y; 4) la pérdida de seguridad en la continuidad del empleo y la
vulnerabilidad social (Moras 2005).

Todos estos elementos permitirían describir objetivamente el proceso de precarización del


trabajo, así como también situarnos temporalmente en los cambios que se producen en la
lógica de acumulación y en la lógica de administración de la fuerza de trabajo/explotación.
La inseguridad, las bajas remuneraciones, la inestabilidad, la exclusión de la seguridad
social, los riesgos, la disminución de derechos laborales, la dependencia personal con el
empleador, las malas condiciones de trabajo, la ausencia de reconocimiento profesional, la
falta de capacidad de negociar y la ausencia de organización, serán las características
objetivas de la precarización del trabajo.

6) Precariedad laboral y subjetividad


El proceso objetivo de reestructuración capitalista y las transformaciones del trabajo que
este conlleva no deben ser analizados únicamente en términos económicos (modelos
productivos), institucionales (mercados y regulaciones laborales), sociopolíticos
(incremento de la asimetría y cambios objetivos en la correlación de fuerzas capital-trabajo)
o tecnológicos (nuevo paradigma tecnológico) (Antúnez, 2005; Fernández Bujanda, 2006;

~ 33 ~
Julián, 2013; Muñoz, 2012). Este proceso y sus transformaciones exigen también una
interrogación profunda sobre el modo en que ellos han supuesto cambios significativos en
los imaginarios, practicas, identidades y experiencias laborales de los sujetos (individuales
y colectivos) que trabajan, y más ampliamente aun, dada la centralidad del trabajo en la
modernidad capitalista, en la totalidad de las esferas de la vida social y el conjunto de los
actores sociales (Stecher et.al, :2015).

Históricamente, la incapacidad de “ganarse la vida” trabajando cuestionaba el registro de


la pertenencia social del individuo, ya que este extraía de su salario los medios para su
subsistencia y esto lo volvía incapaz de gobernar su existencia a partir de sus propios
recursos (Castel, 2004). Desde ahí que el trabajo deja de ser una relación puramente
mercantil relacionada a un contrato entre empleador/asalariado y se vuelve una condición
vivida con garantías no mercantiles como el derecho al salario mínimo, las protecciones del
derecho laboral, la cobertura por accidentes, por enfermedad, el derecho a jubilación y
retiro, etc. La situación del trabajador deja de ser precaria y se vuelve condición salarial: la
disposición de una base de recursos y de garantías sobre la cual el trabajador puede
apoyarse para gobernar el presente y dominar el futuro (ibid.). La no precariedad no estaría
relacionada simplemente a mejores condiciones de trabajo, a mayores beneficios sociales
o a mayores ingresos, sino también a condiciones subjetivas de seguridad que permitirían
la posibilidad de planificar la vida. Es precisamente esa seguridad la que se ve trastocada
con la precarización del trabajo.

Como se ha señalado anteriormente, los procesos de flexibilización laboral derivaron en


precarización del trabajo (en la precarización del estatus de trabajador/trabajadora) e
hicieron emerger una nueva forma de trabajo basada en la inestabilidad y la inseguridad de
trabajadores y trabajadoras. Además del desempleo, además de los periodos de alternancia
entre empleo y desempleo, la proliferación de múltiples formas contractuales (contratos a
plazo fijo, contratos por faena, trabajo subcontratado, trabajo parcial, etc.) generaron un
modo de control abstracto y mercantil del trabajo por parte de los empleadores y una nueva
forma de entender y vivir el trabajo por parte de trabajadoras y trabajadores (Castel, 2001).
De esta forma, la estructura ocupacional se ha caracterizado en la última década por la
desestabilización general de las condiciones de trabajo, el aumento del desempleo y el
subempleo, la informalización, las legislaciones abiertas a la flexibilidad laboral y la
precarización del trabajo (Tokman, 2006; Weller, 2011). La precariedad laboral ha
erosionado la cohesión social y ha incrementado la incertidumbre respecto a la posibilidad
de anticipar y organizar el porvenir, conjunto a la conformación nuevas identidades

~ 34 ~
laborales y a las formas de entender y subjetivar el trabajo (De la Garza, 2005; Sisto, 2009;
Stecher, 2013).

La forma en que se ha impuesto la precariedad laboral no ha sido a través de mecanismos


de “flexibilidad amable” (negociada y enriquecedora del trabajo), sino que más bien se ha
caracterizado, en primer lugar, por un claro predominio de flexibilizaciones no pactadas,
impuestas a sindicatos y trabajadores, cambiando los contratos colectivos en detrimento
de estos últimos y dando lugar a una flexibilización con unilateralidad gerencial (McCabe,
2007). En segundo lugar, la precariedad se ha impuesto por la conformación de un modelo
de relaciones laborales y sociales que reproduce las relaciones de valorización precaria del
trabajo (Julián, 2014). Se ha reforzado de un modelo de consentimiento, cooperación y
generación del “esfuerzo de trabajo” (ibid.), con una correspondiente forma de apropiación
del trabajo en la producción (Burawoy y Olin Wright, 1990: 252-256) que involucra, por una
parte, la valorización de la fuerza de trabajo, por medio de estándares coercitivos y
asimétricos en la relación con el empleador, los cuales apuntan a un valor de subsistencia y
pobreza; y por otra, a la penetración de una concepción ideológica y política de movilizar,
internalizar y encarnar la precariedad laboral como relación “habitual” y “normal” para los
sujetos (Julián, 2013: 417-420). En este contexto, es posible identificar una serie de
“escenarios del trabajo” (Soto, 2015), donde la relación polisémica y polimorfa que asume
el trabajo hoy en día en su concreción, exhibe la pérdida del significado social de la
subordinación sumisa, integrando una dimensión identitaria particular (Stecher, 2013).

El incremento de la subcontratación, la precariedad de la externalización laboral, la


informalidad, el subempleo, la insuficiencia salarial y la inestabilidad del empleo, centran
los diagnósticos sobre el empleo en Chile. En este proceso se da forma a una cierta red de
relaciones que constituyen la producción de la realidad del trabajo y el sujeto, dando forma
a “identidades precarias subalternas” (Julián, 2013). Estas identidades se encuentras sujetas
a un mapa de formas del trabajo precario, en donde la precariedad laboral se inscribe como
un modo de dominación de nuevo cuño, basado en la institución de un estado generalizado
y permanente de inseguridad que tiende a obligar a los trabajadores a la sumisión, y a la
aceptación de la explotación laboral (Bourdieu 1999: 125-126). Las subjetividades
emergentes en este campo presentan características inestables y contradictorias,
constreñidos a condicionamientos que requieren de su mutabilidad permanente y de su
identificación con una “no-identificación con sí mismos” (Stecher, 2013; Julián, 2013; Soto,
2015). En la misma dirección, la experiencia del trabajo de las subjetividades actuales está
cruzada por la relación con la dimensión temporal, la capacidad de renuncia y la relación

~ 35 ~
con el talento. Estas relaciones son parte de una cadena en la que el sujeto es conducido a:
1) observarse y reconocerse desde la conformación de una temporalidad inestable y
cambiante, con la ausencia de contratos estables, la emergencia de contratos temporales y
de población que no reúnen las condiciones objetivas y subjetivas necesarias para los
requerimientos de un empleo formal (Soto, 2015; Julián, 2013, 2014); 2) una condición de
renuncia a la seguridad, a cualquier tipo de cobertura, con la flexibilidad de despido y
cualquier forma de regulación/protección, con la correspondiente violación de los derechos
sindicales, de negociación colectiva y del conjunto de la legislación laboral, como parte de
una vulnerabilidad relacional e institucionalizada (Paugam y Zhuo, 2007, Julián, 2012a); y 3)
una maximización del talento, como contra-tendencia adaptativa a la sobreexplotación
autocreativa en contra de la insuficiencia relacionada a los subempleos, la individualización
de la relación laboral, los salarios bajos y la autonomía encubierta (Sisto, 2012; Soto, 2015).
En este contexto de valorización precaria del trabajo (Julián, 2014), la estructuración de
acciones e identificaciones colectivas descansa, aun así, en la existencia de tensiones
derivadas de un complejo campo de fuerzas y posiciones en el sistema social que no
garantizan el predominio abierto del capital sobre el trabajo (Abal et alt., 2014). En efecto,
en la posibilidad de aquellos mismos campos de contradicción, negación, tensión y
subordinación se constituyen las posibilidades de desenvolverse y expresarse en prácticas
efectivas por parte de los agentes/actores sociales.

La discusión en torno al trabajo, a las vivencias/experiencias de las personas que lo


desarrollan y las subjetividades que hay se genera, debe estar inevitablemente vinculada a
las condiciones de producción y de empleo que caracterizan a la sociedad en un momento
determinado. El trabajo, como actividad humana fundamental, expresa el estrecho vínculo
entre las condiciones estructurales del entorno y la experiencia subjetiva de las personas
(Soto: 2008).

Por ello, para poder adentrarnos en las características subjetivas de la precariedad laboral
se hace necesario echar mano a lo que Román (2008) declarara como la “metáfora del
sujeto”, la cual se refiere a la facultad del sujeto de ser “sujeto de, sujeto a o sujeto por”.
Esto permite enfocarnos en las diferentes formas en que somos sujetados al movimiento
de totalización y gobierno de la sociedad (ibid.). De esta forma, se entiende como sujeto al
fenómeno de prácticas, más o menos permanentes, más o menos institucionalizadas,
organizadas y arraigadas, a través de las cuales producimos y reproducimos sujetos sociales
y en/por las cuales venimos a hacernos de una subjetividad (ibid.). El proceso de
subjetivación, es decir, la relación entre las formas de sujetar y las de sujetarse, no han de

~ 36 ~
ser siempre armonioso. Las relaciones de sujeción social pueden, y suelen ser, el campo de
conflictos, en donde se encuentren movimientos de dominación y explotación, con
movimientos de emancipación (ibid.). La subjetivación es el proceso mediante el cual el
individuo llega a probar y a acrecentar los poderes de la vida en él (el poder de verse
afectado u oprimido por la vida, el poder de hablar y el poder de actuar o hacer) (Perilleux,
2008). No se nace sujeto, se llega a serlo explorando los poderes vitales que permanecen
siendo potencialidades en tanto han sido llevados al acto. No se llega a ser sujeto por sus
propios medios, por la voluntad y el control. Se trata más bien de trabajar en dejar advenir
los poderes vitales: un sujeto es siempre relacional y, en ese sentido, no es otra cosa que la
forma en la cual toma lugar en las relaciones de poder y de dependencia que lo constituyen
(ibid.).

7) Trabajo e identidad
a) Identidad: la antesala del concepto

El trabajo no es sólo una actividad, sino también en régimen estructural de gobierno, por
tanto, de producción de sujetos. La precarización es consecuencia de la implementación de
políticas de flexibilización del trabajo, las cuales se enmarcan dentro de un modelo de
desarrollo neoliberal que, a su vez, se basa en un sistema de acumulación flexible, en la
desposesión de derechos fundamentales y el disciplinamiento de trabajadores y
trabajadoras. Todo ello a partir de lo que, en nuestro caso, es el proceso de la precariedad
en el trabajo en trabajadores y trabajadoras del área social que implementan políticas
públicas desde organismos privados a través de un sistema de tercerización/externalización
de servicios por parte del Estado.

Antes de entrar al tema de la identidad laboral, toma relevancia realizar una descripción
general del concepto de identidad, el cual nos servirá como punto de partida para la
conceptualización del mismo desde el punto de vista de lo laboral. El concepto de identidad
ha sido profundamente abordado por las ciencias sociales, dando como resultados
múltiples enfoques teóricos al respecto.

Históricamente se han elaborado dos conceptos diferentes en relación a la identidad,


ambos caracterizados, erróneamente, por abordar el tema de la identidad desde un punto
de vista, sin considerar los elementos externos al individuo que son relevantes en la
construcción de su identidad (Larraín, 2001, 2003):

~ 37 ~
1. El primero supone que ha existido una postura ontológica que considera que la
identidad es el principio definitorio del ser, lo que se traduce en que el principio de
identidad de cada objeto está determinado por el hecho de que este objeto sea igual a
sí mismo. En este sentido la identidad no es dependiente de la articulación de una
reflexión por parte de un agente. Por ejemplo, una mesa o un animal son idénticos
consigo mismos de la misma manera en que lo pueden ser una flor o una persona
cualquiera. Bajo esta concepción, la identidad no está determinada por la conciencia y
la reflexión, ya que depende solamente de la existencia de un objeto o ser (ibid.).

2. El segundo se enfoca en el tema de la reflexividad y la conciencia, que son los elementos


que diferenciarían a seres humanos de objetos inanimados y animales. Desde este
punto de vista, el reconocimiento propio y la autoconciencia son los elementos más
relevantes en el proceso de construcción de identidad humana. Por ello es que en esta
conceptualización tienen importancia el tema de la memoria y la responsabilidad moral
de los seres humanos en la construcción de su identidad (ibid.).

3. Frente a estas dos posiciones, se puede agregar la existencia de una perspectiva que
deja de lado la perspectiva individual, entendiendo la identidad como un conjunto de
características con las que personas y grupos se perciben como íntimamente
conectados, constituyéndose en la forma en que se ven y definen a sí mismos (ibid.).
Esta perspectiva incorpora elementos sociales al proceso de construcción de identidad.

En este sentido, si la construcción de la identidad es un proceso social, se hace necesario


establecer los elementos que la constituyen, pudiendo identificar a lo menos tres:

1. Los individuos se identifican a sí mismos a través de categorías sociales compartidas que


son relevantes para su proceso de construcción identitaria. Al dar forma a sus propias
identidades, las personas comparten lealtades grupales bajo características genéricas,
sean religiosas, sexuales, de clase, étnicas, nacionalidades, etc. (ibid.) Estas cualidades
genéricas comunes son culturalmente determinadas y contribuyen a especificar al
sujeto y su sentido de identidad. En este sentido, durante la modernidad las identidades
culturales más importantes en la construcción de las identidades personales fueron la
identidad de clase y la identidad nacional (ibid.).

2. Otro elemento constitutivo de la identidad es el factor material que, básicamente, se


refiere tanto al cuerpo como a otras posesiones que signifiquen para el individuo la

~ 38 ~
entrega de elementos de auto reconocimiento. Es mediante este aspecto material que
la identidad puede relacionarse con el fenómeno del consumo y de las industrias
culturales, ya que muchas veces el acceso a determinado tipo de bien material significa
la pertenencia a un determinado grupo social o comunidad que es deseada por el
individuo (ibid.).

3. La existencia de un “otro”. Por un lado, los otros son relevantes ya que ellos emiten las
opiniones y categorías que los individuos internalizan sobre si mismos; en este sentido,
es que el sujeto se define en términos de cómo lo perciben sus otros. Por otro lado, los
“otros” representan aquello respecto de lo cual el sujeto se diferencia, adquiriendo una
forma que le es propia; esto porque la definición del sí mismo supone la existencia de
otro con un modo de vida, valores y costumbres diferentes, del que es necesario
diferenciarse para construir la identidad propia.

En términos generales, la identidad personal es una construcción donde confluye gran


cantidad de relaciones sociales, siendo significativamente compleja y variable, pero al
mismo tiempo capaz de integrar la multiplicidad de expectativas en un cuerpo totalizante y
coherente en cuanto a actividades, sentidos y tendencias (ibid.). Por tanto, al estar
determinada por la pertenencia a un determinado grupo social, la identidad responde a la
pregunta de ¿quién soy yo a los ojos de otros? y ¿quién me gustaría ser ante los ojos de
otros? Desde esta perspectiva, se hace relevante presentar que el fenómeno denominado
globalización ha tenido influencia sobre estos procesos (de construcción de identidades),
sin embargo, esta influencia no significa un eclipse de la producción de identidades
personales, más bien, erosiona la noción de una identidad integrada.

b) Identidad laboral: cuando el trabajo genera identidad

Como se ha presentado durante el desarrollo de esta investigación, se considera que una


de las principales fuentes de identidad individual y colectiva es el trabajo. Sin embargo, esto
no quiere decir que la identidad de las personas, históricamente, se haya conformado
exclusivamente por su trabajo. La identidad es una construcción que se realiza a partir de
muy diversas fuentes de carácter psicológico y social, entre las que se encuentran la
educación, la familia, la pertenencia a una clase social, la nacionalidad y los rasgos de
personalidad, entre muchos otros aspectos.

A pesar de que se asume una multiplicidad de factores en la conformación de la identidad,


el trabajo ha sido uno de los elementos más importantes en este proceso, ya que es la

~ 39 ~
actividad que permite que los individuos se expresen, en la medida en que la actividad
laboral representa la objetivación y la trascendencia de la vida individual, lo que de otra
forma permanecería sólo en el ámbito de la actividad mental. Se puede actualizar la
discusión sobre el trabajo desde las actuales tendencias a la individuación, la insatisfacción
e identidad. En la tradición de pensamiento cristiano, el trabajo humano representa la
continuidad con la creación iniciada por Dios y, por lo tanto, la posibilidad que tienen los
seres humanos de dominar la naturaleza. La organización científica del trabajo es un peligro
para la realización de su esencia, ya que las formas racionalizadas de este tienden a
deshumanizarlo, alejándolo de su sentido, que consiste en su carácter racional y libre
(González, 2001). Por otro lado, desde la filosofía europea (especialmente la alemana con
los planteamientos de Hegel y Marx) el trabajo se visualiza como fuerza creativa y creadora,
propiamente humana (ibid.). El objeto producido es la forma en que quien trabaja trasforma
en objeto su subjetividad. Cuando se despoja al trabajador de su libertad y de su autonomía,
el trabajo pierde la capacidad de ser la fuente de transformación del individuo. De ahí que
las formas alienadas de trabajo (según Marx), deben ser combatidas, en la medida en que
significan la negación de la principal fuente de autonomía y libertad de los seres humanos,
y por ende identidad (ibid.). Ambos enfoques, a pesar de su antigüedad, permiten orientar
adecuadamente el tema de la relación que existe entre la identidad y el trabajo, toda vez
que se destaca la importancia del significado del trabajo en la existencia de los individuos y
el desarrollo de una identidad en relación al que hacer de estos (ibid.).

Ya establecida la importancia del trabajo en el proceso de conformación de identidad


(individual y/o colectiva), se hace necesario poner en evidencia las consecuencias que han
tenido en este proceso las transformaciones en el mundo del trabajo. En ese sentido, se ha
señalado la importancia de los deseos y relaciones intersubjetivas como un aspecto
duradero de la experiencia emocional. Las profundas transformaciones del capitalismo se
caracterizan, precisamente, entre otras cosas por poner énfasis en formas flexibles de
producción, eliminando las rigideces que impiden la reacción rápida de la empresa frente a
las condiciones cambiantes de mercado. Esto impone a los trabajadores nuevas condiciones
laborales que suponen una mayor agilidad y una constante disposición al cambio, lo que
tiene como supuesto el hecho de que los trabajadores estén dispuestos a asumir los riesgos
de esta nueva forma de capitalismo (Sennet, 2000).

Esta nueva forma de capitalismo flexible tiene consecuencias negativas en el carácter de los
trabajadores, teniendo significativas consecuencias en la identidad laboral. El capitalismo
de la etapa keynesiano-fordista se caracterizaba por actuar en el largo plazo, permitiéndose

~ 40 ~
a los trabajadores elaborar relatos coherentes de su propia existencia, identificada por su
linealidad y su carácter acumulativo. Esto permitió a los sujetos dar coherencia al relato de
su vida, dando estabilidad a su carácter (ibid.). En tanto forma históricamente hegemónica,
el trabajo asalariado fue convertido en el eje de cohesión social más importante de la
sociedad salarial (Castel, 1997), forma histórica y específica de organización del proceso
productivo y de las relaciones sociales de producción, así como de las formaciones sociales
que lo acompañaron.

En cambio, el capitalismo flexible se caracteriza desde su cortoplacismo, lo que se traduce


en la imposibilidad de un trabajador para desarrollar una carrera tradicional, por ende, un
relato coherente de su ser-trabajador, trayendo consigo consecuencias negativas en la
conformación del carácter (Sennet, 2000). Este capitalismo de corto plazo conlleva una
amenaza de “corrosión del carácter”, especialmente aquellos tipos de lazos y factores de
cohesión que brindaban una sensación de un yo sostenible (ibid.). La incorporación de
tecnologías al proceso productivo trae como consecuencia un proceso en el que se tiende
a simplificar las tareas de producción, lo que contribuye al creciente debilitamiento de las
identidades laborales, ya que precisamente los trabajadores tienden a identificarse con las
tareas que representan un reto para sus cualidades (ibid.). Los mecanismos por los que
funcionan las tecnologías aplicadas al proceso de trabajo son tan complejos que sólo
permiten que los trabajadores tengan un conocimiento superficial de su trabajo. Dicho de
otro modo, es complejo que un trabajador se identifique con una tarea que no logra
comprender.

Esta nueva relación que los trabajadores establecen con su actividad trae como
consecuencia el desmantelamiento de la forma clásica de la ética del trabajo. La ética del
trabajo del capitalismo clásico está caracterizada por el uso auto disciplinado del tiempo,
permitiendo que los trabajadores posterguen la gratificación de su trabajo para el futuro
por medio de la organización de su labor, ingresos y actividades a largo plazo. Los nuevos
rasgos del capitalismo dejan obsoleta esta ética del trabajo, ya que los métodos de trabajo
en equipo que son aplicados representan el polo opuesto de lo antes expuesto. El trabajo
en equipo que se aplica en el capitalismo flexible se basa precisamente en el cortoplacismo,
en la superficialidad de la unión del grupo y en la ausencia de autoridad que se haga
responsable de las decisiones.

Este cambio de paradigma ético nos enfrenta a un nuevo problema: ¿cómo es posible que
los trabajadores se formen una imagen coherente de sí mismos, que les permita organizar

~ 41 ~
su vida personal, enfrentar el futuro y dar sentido a los éxitos y fracasos de la vida laboral?
En este nuevo panorama se hace imposible que un trabajador elabore un relato coherente
de su vida, ya que este adolece de no poseer un hilo conductor, los que trae como
consecuencia la imposibilidad de crear una narrativa coherente respecto del futuro. De esta
forma, bajos esta nueva forma del capitalismo flexible el riesgo se transforma en uno de los
rasgos característicos del trabajo (ibid.; Beck, 2000; Castel, 1997, 2001, 2004, 2010). La
inestabilidad misma de las organizaciones flexibles impone a los trabajadores la necesidad
de asumir riesgos de forma constante, colocando a los trabajadores en un escenario
incesante de volver a empezar, impidiendo la estabilización y solidificación del carácter
(ibid.). Además, los trabajadores se ven obligados a asumir estos riesgos, sabiendo de ante
mano, que las posibilidades de recompensa o mejora de su situación son escasas.

Desde nuestro punto de vista, las consecuencias sobre el carácter de los nuevos rasgos del
capitalismo, son similares a los efectos que la precarización ha tenido sobre el carácter de
los trabajadores latinoamericanos. Creemos que las consecuencias sobre el carácter de los
trabajadores tienen su correlato latinoamericano en el creciente proceso de precarización,
que impide que los trabajadores se formen relatos coherentes de su existencia y su vida
laboral. Esto es especialmente significativo en la relación entre la precarización de la
identidad de los trabajadores y la acción colectiva (Basttistini, 2004). El trabajo
necesariamente debe ser entendido desde los sujetos y desde los múltiples significados que
la relación trabajo-trabajador posee, por lo que identidad consiste en descubrir lo que se
dice de sí mismo en la medida en que también se considera la visiones de los otros que
influyen en ese verse a sí mismo. La identidad laboral estará atravesada por la vida pasada,
por las múltiples relaciones intersubjetivas desplegadas en el presente, así como por la
prospección personal a proyectos futuros, todo esto marcado por múltiples relaciones,
continuidades y cambios (ibid.). En suma, la identidad se encuentra relacionada con el
desarrollo de las historias individuales y colectivas y su influencia en la imagen que los
trabajadores se hacen de sí mismos.

Los cambios en la dinámica del trabajo que se ha experimentado durante las últimas
décadas traen consigo cambios dentro de la empresa que tienden a trasformar el carácter
del empleo, volviéndolo inseguro e inestable, lo que se contrapone a la estabilidad que es
necesaria para la concretización de los proyectos de vida que la conformación de identidad,
por parte de los trabajadores requiere. La multiplicidad de formas y situaciones de empleo,
así como el crecimiento del subempleo, el desempleo, la inestabilidad, incertidumbre y
temporalidad del mismo, son factores claves que problematizan los espacios tradicionales

~ 42 ~
desde donde se construyeron los proyectos de vida de los trabajadores. De este modo, la
dificultad que emerge para los trabajadores está en encontrar referentes lo
suficientemente estables en el tiempo como para organizar en torno a ellos su identidad
laboral.

~ 43 ~
VII. Análisis
El objetivo general de esta investigación es identificar las características subjetivas de la
precarización laboral que permitan aproximarnos a la forma en que se configuran las
identidades de los trabajadores y trabajadoras del área social que se desempeñan en la
implementación de políticas públicas/sociales de infancia en contexto de externalización de
servicios.

Este propósito lo hemos abordado estructurando tanto la entrevista a aplicar, como los
ámbitos de la sistematización y análisis del discurso. En primer lugar, un propósito central
fue caracterizar los elementos principales del discurso de los trabajadores y trabajadoras
del área social relacionados a su identidad, específicamente respecto de cómo esta se
relaciona con su actividad laboral. La condición laboral de los trabajadores estudiados
puede ser problematizada por éstos, incluso al punto de ser entendidas como regímenes de
justificación, críticas y marco de demandas y reivindicaciones. Dentro de los tópicos de
análisis, una cuestión importante tiene relación con la forma en que el discurso de los
trabajadores estudiados se establece frente al rol del Estado y la función de las políticas
públicas donde estos sujetos trabajan, todo ello en el marco no sólo de lo estrictamente
laboral, sino respecto de la percepción que se tiene de sí mismo, así como la influencia de
estas percepciones en el ámbito privado.

Cada uno de estos factores por separado abarcan diferentes caminos por donde adentrarse
al desarrollo del objetivo general de investigación. Esto fue configurando los aspectos
subjetivos de la precariedad laboral en el área social, permitiéndonos abordar el problema
de su multidimensionalidad. A continuación, se presentarán las categorías que emergieron
del proceso de análisis de contenido al cual se sometió la información obtenida desde las
entrevistas en profundidad realizadas para esta investigación.

1) Identidad laboral: tensión en tres ejes


Emergen ciertas tensiones que cruzan los procesos identitarios de los trabajadores y
trabajadoras del área social, las que sirven como hitos desde donde entender y caracterizar
dicho proceso. No se busca crear perfiles ni caracterizaciones monolíticas de lo que es o no
es la identidad del trabajador en el área social sino, como se dijo anteriormente, identificar
nudos críticos desde donde comprender dichos procesos identitarios.

~ 44 ~
Lo primero a señalar tiene relación con la existencia de una clara tensión entre el trabajo
en el área y las disposiciones institucionales, tensión que se entiende desde la intervención
misma, desde el quehacer como trabajador del área social y la política propiamente tal. En
efecto, los trabajadores refieren estar cómodos con el trabajo que realizan, soliendo señalar
que les gusta lo que hacen, que se sienten a gusto trabajando directamente con los usuarios,
mas no así siguiendo las directrices de la institución. Tal y como lo podemos ver en las
siguientes citas:

“Me gusta lo que hago, me gusta el trabajo con los chiquillos, me interesa el tema
de los infractores de ley en particular desde la perspectiva de que son los más
marginados de lo marginado. Para mí ha sido una oportunidad y un desafío
tremendo el conocer ese mundo que los que queremos cambiar el mundo en nuestra
perra vida (sic) lo hubiésemos conocido. Conocerlo de cerca ha sido sumamente
impactante y me interesa seguir conociéndolo. Esto en un aspecto muy romántico,
muy vocacional. Mi frustración pasa netamente por el tema institucional”. (E. No.
10)

“A mí me gusta mi trabajo. Desde el punto de vista financiero. Desde el punto de


vista técnico, te llega todo muy detallado desde la institución y creo que hemos
sabido innovar dentro de ese contexto. Se hace complejo, es bien complicado porque
tienes que justificar todo, todo. Si tú quieres solicitar instrumentos tienes que
justificar técnicamente para que los quieres y que beneficio directo van a tener los
cabros chicos, entonces ahí tienes que apelar a cranearte (sic), a buscar un marco
teórico que pueda dar respuesta a esos requerimientos, a esas solicitudes, o la
institución lisa y llanamente te los veta y tienes que devolver la plata”. (E. No. 3)

En ese sentido, la tensión de la que hablamos dice relación con las constricciones técnicas
y administrativas que encierra la racionalidad operativa proveniente de la institución versus
el ímpetu y ganas de cambiar la realidad social en la cual se trabaja. El intento por expandir
las estrechas fronteras de acción que se permiten desde la institucionalidad obliga al
profesional a llevar a cabo una profunda y a veces creativa resignificación de los marcos
teóricos y epistémicos. Entre la acción concreta y la racionalidad técnico-administrativa está
el proceso de resignificación llevado a cabo por el profesional del área social.

Otra de las tensiones es la que existe entre los trabajadores y trabajadoras del área con los
Organismos Colaboradores (ONG). La incongruencia entre el discurso de dichos organismos,

~ 45 ~
sus prácticas laborales, sus prácticas organizacionales e institucionales deriva en que se
coarten los procesos de identificación con la institución. En efecto, tal y como se puede ver
en las siguientes citas:

“yo difícilmente me siento de la XXX, difícilmente me siento compañera. Compañeros


que muchos hablan si no los conozco y no los conozco porque a los locos (sic) los veo
en las mesas técnicas y chao no hay un vínculo, no hay una identidad del trabajador
no hay una identidad que se construya en torno a la construcción de un proyecto, la
forma de ejercer, de ejecutar estos proyectos con líneas ideológicas claras, con líneas
técnicas claras tampoco. Simplemente nos une que nos paga el mismo jefe.” (E. No.
1)

“...yo no me siento vinculada a XXX más que por la remuneración. No siento un


resguardo institucional por la corporación, yo siento que trabajo para el programa
más que para XXX…” (E. No. 5)

A nuestro juicio, la tensión más significativa en el área es la que se genera entre los
trabajadores y trabajadoras con el Estado. Si bien estos implementan una política pública,
al hacerlo desde agentes externos (organismos colaboradores) no reciben reconocimiento
como trabajadores del Estado. Esto a pesar de que para los usuarios estos representen al
Estado, al ser quienes ejecutan en terreno la política pública. Cabe destacar que este
fenómeno corresponde a un modelo de Estado que intenta disminuir su tamaño y presencia
externalizando servicios, generando precisamente el efecto inverso. Lo que se termina
externalizando son las responsabilidades con usuarios y trabajadores.

“Yo no me considero una trabajadora del Estado, aunque esté ejecutando una
política pública, aunque si reconozco que así me ven los usuarios con los que yo
trabajo. Usted es de la institución. Usted es del gobierno. Usted es del Estado. Usted
es funcionaria pública. No me siento así para nada. Yo no vengo a representar la
línea estratégica de este gobierno para el Estado. Vengo a ejecutar funcionalmente
una política porque es la pega que elegí. En realidad, no es la que elegí; es la que me
tocó. Que si es la carrera que elegí, que sé que es el espacio “medio público” (sic) en
el que yo me puedo desempeñar, etc. Pero no me siento para nada trabajadora del
Estado.” (E. No. 10)

“¿Que implicaría que la institución nos reconociera como trabajadores? Caleta de

~ 46 ~
cosas que nunca van a querer cumplir.” (E. No. 2)

“En relación al rol del Estado en cuanto garante de respetar mis condiciones
laborales, éstas quedan resguardadas bajo el código del trabajo. Pero ocurre algo
interesante con el código del trabajo y es que no especifica qué es el área social, qué
es el trabajador del área social. Todo queda a la interpretación. Si, por ejemplo,
alguien sufre un trastorno psiquiátrico derivado del trabajo con menores vulnerados
sexualmente, sería súper difícil demostrar que es una enfermedad laboral. En ese
sentido, el desamparo de los trabajadores del área social es bastante.” (E. No. 6)

De esta manera, y no menos importante, emerge también la tensión que existe entre
reconocerse o no como trabajador o trabajadora del área, de identificarse como tal. En sus
entrevistas, trabajadores y trabajadoras por lo general esquivan la respuesta respecto a la
pregunta de su condición como trabajadores. Tienden a situarse desde fuera, siempre
refiriéndose a otros y asociando su trabajo a algo circunstancial. Surge una tendencia a
verse a sí mismo como profesionales en desmedro de una identidad relacionada a su
condición de trabajadores y trabajadoras. Esto se visualiza no solo en relación a como ellos
se describen, sino también en su trabajo, existiendo una despersonalización del usuario,
sustituyendo nombres por códigos.

“Uno tiene que forzarlo. Si tú no generas las condiciones para que esa identidad se
visualice y crezca, fácilmente puede quedar en un plano inferior. O sea, tú tienes que
estar constantemente haciendo valer tu condición de trabajador. Y eso significa
hacer bien tu pega. Y eso significa responder a los requerimientos que te están
pidiendo. Significa ser estratégico cuando tú quieres exigir, sugerir o pedir algo, etc.
A mayor pasividad, menor identidad. Si tú eres un trabajador mucho más activo la
identidad se nota más.” (E. No. 4)

“Con los otros locos (sic) es la falta de perspectiva. Hice un noventa y seis, hice un
uno, listo. Así de tecnificada la cosa. Un noventa y seis es una intervención directa
con un niño del psicólogo. Un uno es una intervención directa con un adulto
responsable. Ese nivel de operatividad, casi en una fábrica. El mismo lenguaje que
ocupan cuando dicen que ‘está pasado a usuario’ y echan desodorante ambiental.
Igual echo la talla, pero pa’ no pegarme un tiro (sic). Si yo también cuestiono las
cosas, también me cuestiono que esta hueva vale callampa (sic). También me
cuestiono que el hecho de tener un auto no me hace pertenecer a otra clase especial.

~ 47 ~
Yo ando a pata (sic), ando con mis zapatillas rotas, me da lo mismo, me siento más
cercano a los usuarios. Igual me gusta vivir bien, pequeñas comodidades, pero
tampoco me creo el cuento, ese cuento profesional. Mi metro cuadrado es un poco
de aquí, un poco de allá, pero tengo mis cosas claras como que de aquí puedo sacar
aprendizajes en términos académicos y a partir de que vaya desarrollando un poco
estos aprendizajes, ir sistematizándolos, extrayendo información, leyendo esa
información y proponiendo ciertas líneas de trabajo y ahí entra el mercenario. Me
puedo ceder, me puedo instalar en otra institución que a lo mejor me puede
garantizar mejores condiciones para que yo haga estas cosas que me interesan, ahí
está mi mercenarismo”. (E. No. 1)

“Muchos que llegan a XXX y creen que tienen la carrera cumplida, por lo tanto, a ellos
no les significa mayor necesidad de desarrollar esa identidad del trabajador o del
colectivo trabajador. No logran visualizar las dificultades porque están súper
conformes con lo que tienen, que no es lo mismo que estar satisfecho que con la pega
que tú estás haciendo” (E. No. 7)

De esta forma, la identidad laboral se encuentra tensionada desde, al menos, tres ejes. El
primero tiene relación con los marcos técnicos administrativos, a veces sentidos como
excesivamente rígidos, frente a los cuales la vocación social del profesional que se enfrenta
a una realidad social e histórica siempre cambiante, desafiante, frente a la cual se deben
colocar y movilizar de la mejor manera posible los principios teóricos si no se quiere
terminar cayendo en una racionalidad simplemente burocrática, impersonal y lejana de la
realidad a la cual supuestamente se pretende ayudar. En ese sentido, pareciera que la
tensión identitaria del profesional representa una frontera entre los ideales de las ciencias
sociales que pretenden ayudar a generar cambios en las realidades en las cuales se trabaja
versus una función meramente técnica y administrativa del problema de la marginalidad
social. El peligro con llegar a ser cómplice pasivo evidentemente tensiona la identidad
laboral de este tipo de trabajadores que operan en la primera línea social, enfrentados cara
a cara con la realidad y la marginalidad.

En segundo lugar, encontramos una tensión relacionada con la situación de externalidad


propia y con lo que representan los órganos colaboradores y con el Estado. Es una doble
situación de estar dentro y fuera, de ser y no ser al mismo tiempo trabajador del Estado, de
ser y no ser al mismo tiempo un actor de cambio. Creemos que la mera ejecución de
programas por parte de este tipo de profesionales puede ser entendida como un

~ 48 ~
significativo vacío de sentido de la labor que se realiza. Los trabajadores no se sienten
identificados ni con la organización, ni con el Estado. De hecho, pareciera que el único
parámetro de identificación y sentido es el programa mismo, convirtiéndose en un discurso
y líneas de acción prácticas que otorgarían sentido al profesional de área social.

Lejos de una categoría estanca y homogénea, la identidad laboral sería el proceso mediante
el cual los actores intentan enfrentar procesos estructurales con sus intenciones y
propósitos agenciales, estando atravesadas por nudos no resueltos entre las constricciones
objetivas e institucionales con los deseos, ideologías, formas de percepción de sí de parte
de los profesionales entrevistados. Esto se relaciona con la tercera tensión detectada
referida a la propia condición de trabajador, proceso complejo que consiste en la generación
de estrategias de movilidad laboral y crecimiento profesional, así como el peligro latente de
la burocratización, el tedio, la falta de expectativas y de crecimiento académico. En este
punto, lo más relevante a nuestro juicio tiene relación con lo complejo que sería el proceso
de crecimiento, madurez y proyección profesional en terrenos no sólo de incertidumbre en
cuanto a las condiciones laborales propiamente tales, sino que, más profundamente, con
las lógicas propias de intervención social que provienen de los lineamientos técnicos y
teóricos institucionales de los programas.

2) Inestabilidad, alta rotación e intensidad de las jornadas


En la dimensión de las condiciones laborales también podemos encontrar algunos puntos
de tensión que definen las condiciones laborales de los trabajadores y trabajadoras del área
social. Uno de los ejes constituyentes del trabajo en el área es la inestabilidad laboral,
entendida como la inseguridad estructural que existe entre los trabajadores y trabajadoras
del área social sobre la duración de sus trabajos (más allá de lo que digan los contratos) y la
imposibilidad de hacer carrera profesional trabajando en el “Tercer Sector”, es decir, ONG,
Corporaciones y fundaciones que prestan servicios al Estado.

Tanto a nivel nacional como en la escala de la V región los trabajos muestran importantes
grados de estabilidad en el tiempo, aunque la mayor parte de los casos han entrado en este
sector específico en los últimos años. A simple vista, se trata de actividades relativamente
estables.

~ 49 ~
Gráfico 1. Tipo de actividad (Nivel Nacional) Gráfico 2. Tipo de actividad (V región de Valparaíso)

Fuente: Elaboración propia CASEN 2017 (N = 1.765) Fuente: Elaboración propia CASEN 2017 (N = 221)

Gráfico 3. Año de inicio del trabajo (Nivel Nacional)

Fuente: Elaboración propia CASEN 2017 (N = 1.765)

Sin embargo, a niveles subjetivos las condiciones laborales se evidencian como precarias,
principalmente debido a la duración de proyectos y de la intervención que muchas veces es
intermitente. Esto tiende a dar una sensación de usufructo ligado a la propia externalización
de servicios, así como a la inestabilidad y circularidad de contratación relativa a la propia
iteración de los ciclos de vida de los proyectos. Podemos rescatar al respecto las siguientes
citas:

“Te finiquitan de un proyecto con renuncia voluntaria y automáticamente te contrata


la misma empresa con una distinta dirección” (E. No. 11)

“Los peros que yo veo en mi condición laboral. Primero, la inestabilidad, la


incertidumbre de saber que más allá de que tu contrato diga indefinido esto no
signifique nada porque con un buen proyecto puedes no ganarte la licitación y quedar
sin pega. No puedes hacer una proyección de vida en esta pega, no se puede hacer
carrera profesional. Tampoco se puede aspirar a ganar más plata, porque el
financiamiento se basa en la ley se subvenciones. Lo otro tiene que ver con la
estructura, con la política pública que estás implementando y que muchas veces, sin
darte cuenta, te transformas en un mero implementador de una política pública, con
la cual no siempre estás de acuerdo. (E. No. 8)

~ 50 ~
“Yo tengo contrato indefinido. Para XXX significa que el proyecto cuando acabe,
como son proyectos institucionales, que tienen un periodo de tiempo, nos tienen que
finiquitar. En este caso, mi contrato indefinido dura 2 o 3 años. La duración de los
proyectos depende de la cantidad de dinero que venga en la licitación. Mayor
cantidad de dinero significa menos años.” (E. No. 4)

En el acápite anterior habíamos señalado que los procesos identitarios se tensionaban en


términos subjetivos a partir de discursos de proyección, exigencia profesional y desarrollo
de la profesión respecto de los lineamientos técnicos y administrativos que definen a la
intervención misma, sus grados de acción y posibilidades de convertir al profesional en un
agente de cambio o bien en un mero ejecutor de políticas estandarizadas.

En este punto, estas condiciones discursivas y de posibilidades de acción se cruzan con


condiciones objetivas ligadas a las formas en que las relaciones laborales y situaciones de
empleo están definidas por figuras contractuales. En ese sentido, las condiciones laborales,
las fisonomías formales que vinculan al profesional con la institución ejecutora, también
son un importante elemento que repercute en la proyección que tienen los entrevistados
respecto de su trabajo. La continuidad laboral no está asegurada, estando definida por
intervalos no constantes de trabajo y por la inseguridad de licitaciones que inician y finalizan
de forma circular. Cabe preguntarse si estas modalidades de ejecución externalizada, no
lineales, en el sentido de una inexistencia de plazo indefinido, permiten generar procesos
de construcción identitaria en torno a lo laboral o son más bien un contexto propicio para
el extrañamiento y la ausencia de identificación con el rol laboral que se ejecuta.

Gráfico 4. Estadísticos descriptivos de horas trabajadas a la semana, nivel nacional

Fuente: Elaboración propia CASEN 2017 (N = 1.765)

Un punto interesante es que los indicadores cuantitativos no estarían percibiendo dice


relación con el sentido percibido subjetivamente de la carga horaria. En efecto, al ver los

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datos cuantitativos percibimos que las jornadas laborales giran alrededor de las 45 horas
semanales.

De este modo, podríamos estar frente a un eje relativo a la percepción subjetiva de la


sobrecarga laboral, no en cuanto a las horas de las jornadas laborales efectivamente
realizadas, sino más bien en relación con la cantidad de intervenciones que dentro de un
mismo intervalo de tiempo se le exige cumplir al profesional. Pareciera que detrás de ello
habría una verdadera gestión del recurso humano y de su productividad, no ligada en
cuanto a la simple extensión de las horas de trabajo, sino en cuanto al grado de intensidad
dentro de un mismo intervalo de tiempo legal de la jornada de trabajo.

Más aún, los entrevistados señalan que no se respetan los tiempos pactados por contrato,
además que las planificaciones no están pensadas en tiempo real. Así, hay una
desproporción entre número de horas de trabajo y número de casos que tiende a comprimir
muchos ejercicios de intervención en una jornada legal. De esta forma, no sólo el trabajo es
discontinuo, fragmentado o temporal, sino que las jornadas están sobrecargadas, cuestión
directamente ligadas a creciente cantidad de casos por atender.

…se exige al que trabaja 33 horas lo mismo al que trabaja 44 y al de 33 obviamente


le pagan menos, pero hay que rendir lo mismo, tiene la misma cantidad de casos,
tiene las mismas responsabilidades. Entonces, no tiene que con que sea titulado o no
titulado, tiene que ver con una mala repartición de labores y tareas del programa”
(E. No. 5)

“A nosotros se nos plantea que los casos se atiendan una vez por semana. Pensemos
que tenemos setenta y cinco casos. Una vez por semana, cada dupla tiene veinticinco
casos. Ya con eso tú estás pensando en un tiempo de intervención de media hora
para alcanzar a atender, porque el tiempo administrativo no se cuenta. Ahí tú verás
en qué momento lo haces. Entonces claro, si uno piensa con una sobrecarga de casos,
ya con eso no te da. Por lo tanto, es imposible atenderlo toda la semana. Los tiempos
por sesión también se reducen. La instrucción para nosotros es que los proyectos no
tengan listas de espera. Obviamente, trata de egresar los casos lo más rápido posible
para que pueda ir no teniendo lista de espera (SIC), que es la única forma de ir
moviendo la maquinita. Y eso implica que una vaya viendo, y dice este caso está más
o menos bien, ya listo, chao, para fuera; este caso está bien, listo chao para fuera.
Entonces, no hay una visión desde lo que le está pasando al niño, lo que le está

~ 52 ~
pasando a la familia, porque en el fondo los tiempos administrativos no calzan con
los tiempos humanos, con los procesos de reparación en este caso. No calza con el
tiempo que te están poniendo desde afuera.” (E. No. 7)

“... para XXX siempre su misión ha sido intervenciones de calidad, de excelencia. Y


para lograr intervenciones de excelencia uno requiere condiciones mínimas, tanto de
infraestructura, como por carga laboral por trabajador. Eso, a mi visión (sic), no te lo
asegura, porque trabajan con tiempos que no calzan con los tiempos humanos, al
menos que tu dediques más de las horas laborales que tienes por contrato para hacer
tus labores” (E. No. 1)

Un problema directamente ligado a la sobrecarga es el de la rotación. En efecto, los


trabajadores y trabajadoras del área social señalan la multiplicidad de roles que deben
ejercer, es decir, que deben desarrollar competencias que no poseen y cumplir diversos
roles para el buen desempeño de su trabajo. Es así como deben desarrollar, además de la
profesión la cual ejercen, roles de educadores y terapeutas, entre muchos otros que deben
cumplir para el desarrollo de la intervención. Esto complejiza el desarrollo de las actividades
laborales, combinándose dentro de la jornada de trabajo dinámicas relativas a la intensidad
creciente de las intervenciones, así como a la rotación y polivalencia o superposición de
funciones.

“Trabajo en condiciones laborales negligentes. Las exigencias técnicas que tiene que
tener un proyecto como este son aberrantemente (sic) más altas de las que yo
cuento. No cuento con un equipo de apoyo de profesionales que vengan a dar
soporte a las exigencias técnicas que cada joven requiere. Por ejemplo, yo tengo diez
jóvenes a cargo y a la semana tengo a disposición dos horas de psicólogo, no cuatro
horas de psicólogo, a la semana. Eso significa que de diez jóvenes ella puede ver a
uno o a dos ¿Qué pasa con los otros ocho jóvenes que, por requerimientos de análisis,
por requerimiento excepcionales, requieren por ejemplo un trabajo terapéutico? No
lo va a tener ¿Y quién tiene que hacer esa pega? Yo. Cuando uno hace estos reclamos
a la institución, cuando nosotros tenemos la oportunidad como trabajadores de
hablar con los supervisores de la institución, les decimos ¿sabe qué? Tenemos ocho
horas de psicólogo, no tengo horas de profesor, no tengo horas de terapeuta
ocupacional, no tengo horas de, y así un sin número de cosas. Y que es lo que te
responde, bueno, pero nosotros le pagamos a la XXXX para que les tenga un equipo
de alta complejidad, que eso significa tener psiquiatra, tener psicopedagogo, tener

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profesores, tener psicólogos, tener no sé, un sin número de profesionales de apoyo
que permitan hacer intervenciones de alta complejidad como corresponde. En esos
términos nosotros trabajamos desde la voluntariedad de cada delegado, para ver
cuánto está dispuesto a auto explotarse, a hacerse mierda (sic). Y, en ese sentido, las
condiciones son bastante deplorables. Yo con lo único con lo que puedo contar en
estricto rigor (sic) de lo que se me ofreció en un principio es que tengo mi sueldo
todos los fines de mes y que entro a las nueve y salgo a las seis, nada más. No tengo
ningún otro requerimiento propio del proyecto cumplido a cabalidad, ninguno.” (E.
No. 10)

“Nosotros nos habíamos dado cuenta, habíamos detectado que el trabajo que se
hace, hasta el año pasado que se había hecho era súper clínico, un trabajo súper
clínico con trabajadores poco competentes para desarrollar ese trabajo tan clínico.
Donde un delegado tiene a cargo diez jóvenes que tiene que ver todo, desde su
aspecto psicológico, salud, educativo, etc., muy individualmente, sin contacto con
otros profesionales que te puedan un poco alumbrar ciertas cosas que estás ahí como
contención (sic), etc.” (E. No. 4)

3) Las disparidades en torno a la renta


En relación a la renta que perciben, quienes se desempeñan en el área consideran que no
les permite asumir gastos que están relacionados directamente con su trabajo (gastos
médicos, por ejemplo). Aseguran que sus ingresos por concepto de desenvolverse
laboralmente en el área social les permiten cubrir con sus gastos básicos más gastos
menores asociado al ocio.

Gráfico 5. Media y mediana de ingresos del trabajo (Nivel Nacional)

Fuente: Elaboración propia CASEN 2017 (N = 1.765)

Nuevamente aquí habría una diferencia entre un ingreso que cuantitativamente alcanzaría
niveles de suficiencia media, pero que desde el punto de vista subjetivo parecería que no
se corresponde con lo que los profesionales señalan que merecen recibir. Es decir, si bien

~ 54 ~
estamos frente a niveles de ingreso medios-altos, la percepción de los casos entrevistados
es que los ingresos no son suficientes. Más aún, tal y como se puede ver en las citas que
siguen a continuación, esta ambivalencia entre ingresos objetivamente suficientes, pero
subjetivamente percibidos como bajos es algo que los propios profesionales tienen
consciente.

“Mi renta me permite poco margen de distracción. Mi renta me permite


subsistencia. Me permite suplir las necesidades que yo tengo, mis gastos fijos,
algunos gastos variables, algunos, no todos. Y me permite darme pequeños gustos
que me permiten recrearme (sic), salirme un poco de todo esto que estoy viviendo”
(E. No. 7)

“Con mi pareja alguna vez hicimos el ejercicio de analizar, en relación a los quintiles,
en que quintil estábamos como familia y resulta que somos unos privilegiados
porque estamos entre el 4to y 5to quintil. Desde el punto de vista del poder
adquisitivo, nosotros podemos acceder a muchas más cosas que el promedio de la
gente, pero para darnos una vida como la de estar entre el 4to y 5to quintil
tendríamos que vivir endeudados. Ya lo hacemos en todo caso” (E. No. 4)

Sumado a lo anterior, los trabajadores dan cuenta de procesos de endeudamiento. Si bien


asumen tener poder adquisitivo, este está directamente relacionado con la capacidad de
endeudamiento que, por ser profesionales jóvenes, estos detentan. Ello trae como
consecuencia un tema no menor a la hora de hablar de identidad, a saber, que en la
posibilidad latente de una adscripción identitaria por parte de las y los trabajadores del área
social, emerge una interesante tensión entre el ser profesionales y el sentirse trabajadores
u obreros calificados, implementando un trabajo de corte técnico, externalizado y
totalmente precarizado.

“Yo creo que todos vivimos las penurias concretas en términos económicos, yo creo
que no hay ni uno que llegue a fin de mes tranquilo, pero que hay muchos que no se
sienten pobres. Yo me siento una obrera calificada, una obrera calificada.” (E. No.
11)

Un nuevo nudo que emerge en torno a la renta es la disparidad entre lo que se gana y lo
que se trabaja. Y es que la relación trabajo-salario aquí aparece como una relación desigual,
principalmente por la alta intensidad que se dice ofrecer y la baja compensación que se

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señala recibir. Se trata de actividades desgastantes, no sólo en términos físicos, sino
también intelectuales y psicológicos. Esta brecha se abre como una identidad disociada,
alejada de los objetivos de desarrollo y crecimiento personal.

“Siento que todo lo que yo entrego, todo lo que yo hago, no se visualiza en mi renta
final. Yo creo que la gran pega que nosotros hacemos amerita a que los sueldos sean
mucho más altos“. (E. No. 2)

Me imagino que esto debe suceder en otros programas no sé si el mismo problema,


pero si la diferencia o el desequilibrio entre carga laboral y sueldo existe en todos los
programas. Yo creo que es un apéndice estos de las horas, por ejemplo, yo creo que
en general los programas sociales son programas que pagan muy poco a los
profesionales, con mucha exigencia, con mucho desgaste emocional para el
profesional, mucho desgaste físico a demás y con un nivel de estrés que se le agrega
que no es acorde a lo que se le paga. Yo creo que tendría que ser un poco más masivo
(E. No. 1)

En relación a lo anterior, emergen identidades que no tienen que ver con el trabajo en sí,
sino más bien una posición de vida que dice querer adaptarse al medio sea como sea, aun
así, se tengan que sacrificar ideales y puntos de vista sobre el tema en que se está
trabajando. Ahora, cuando el tema que se está abordando es la política pública en su amplio
sentido, que quien desarrolle esta tarea literalmente trabaje “al mejor postor” es un
problema. Cuando las condiciones de trabajo son precarias, se precariza la vida del
trabajador/a y también el resultado de su trabajo. Pero, además, se solidifica un
sentimiento de injusticia, de falta de compensación o retribución justa, aumentando la
sensación de un intercambio desigual.

“Yo esto lo veo como algo transitorio, así que... mira yo pienso que la relación laboral,
que la relación de dependencia, así como con el espacio de trabajo, lo veo... le puse
un nombre, es como una especia de militancia mercenaria, yo lo veo así. Veo que
estamos en un contexto en el cual no puedes esperar hacer carrera, como tus abuelos
que cumplían veinticinco años en la misma fabrica y les regalaban su tele y su bono,
como las bodas de oro entre la relación entre empleador y empleado, no, esa relación
ya fue, y no va a volver. No creo que volvamos a un estado en el cual efectivamente
empleador, ya sea privado o Estado, más privado que Estado porque el Estado se
reduce cada vez más, prolongue su coexistencia por mucho tiempo. Estoy más por

~ 56 ~
esa opción de que uno se tiene que estar adaptando a estar cambiando de pega cada
cierto tiempo, el tema es eso, asumir los riesgos, saber bien que es lo que tú quieres
hacer, es como tratar de encontrar la estabilidad en la inestabilidad, asumirlo como
algo real que no va a cambiar y a partir de ahí empezar a apostar por mejores pegas,
de repente estay bien, estay estable, pero si te sale otra opción te vay, y tu militancia
chao. El tema es ese, es saber cuándo tu teni que tomar la decisión que te
corresponde y cuando la tomay tenis que asumir los riesgos nomas, de que te puede
ir muy bien cómo te puede ir muy mal, y por lo mismo uno nunca sabe…. Uno tiene
que ser hábil, el compromiso con la institución llega hasta un punto nomas, con los
usuarios el compromiso es al 100% pero solo lo que tu podi entregar nomas. (E. No.
10)

Un elemento central parece ser la precarización del trabajo y de la subjetividad del


trabajador mismo. La precariedad laboral que experimentan los trabajadores y trabajadoras
del área social no solamente les afecta de manera económica, sino que lo obliga a vivir su
trabajo de manera precaria, afectando el factor de cómo se vive el trabajo, cómo se asume
y cómo se hace. De esta manera, no sólo las condiciones laborales están precarizadas, sino
que el trabajador y el trabajo mismo lo están.

“…las condiciones tanto físicas como humanas no son adecuadas. Uno tiene la
capacidad de poder adaptarse a las situaciones y de hacer con poco harto. Pero es
como una situación que como profesional no tendrías por qué adaptarte, porque no
solo te está adaptando tú al trabajo precario, sino que también estas entregando un
nivel precario de trabajo...” (E. No. 8)

“[desenvolverse profesionalmente] es súper frustrante porque te day cuenta que no


solo la población con la que trabajamos es marginada, sino que los profesionales que
trabajamos en eso somos igualmente marginados y como lo notas tú en que las
condiciones que se te ofrecen para trabajar son paupérrimas. Cuando tú empiezas
en estas pegas, creo que lo puedo poner en estos términos porque lo he conversado
con mis compañeros, las expectativas son súper altas. Altas en el sentido de que tú
piensas que como es un espacio de tan alta complejidad tú vas a tener recursos, son
hartos recursos por lo demás un chico en libertad asistida especial tiene una
subvención de ciento cincuenta lucas, ciento treinta lucas, un chico de protección
tiene treinta lucas. Cinco veces más vale una cabra de RPA, de Responsabilidad Penal
Adolescente, y tú dices donde esta esa plata. Yo te hago el siguiente ejercicio. Yo

~ 57 ~
tengo 10 cabros, un millón y medio. A mí me pagan quinientas lucas y el otro palo
¿dónde está? Sin oficina, entre cinco proyectos pagan ciento cincuenta lucas [para
una oficina], la secretaria gana el mínimo, no hay inversión en material socio
educativo, no hay inversión en profesionales, donde está la plata y ahí tú dices me
tienen aquí, trabajando en condiciones muy deplorables, sabiendo que en verdad
pudiese no serlo, mínimamente pudiese no serlo. Es frustrante, es súper agotador y
es lo que te lleva a pensar todos los días en que tienes que irte de ahí rápidamente.”
(E. No. 6)

“...yo no ocupo Test, pero en algún caso se podrían ocupar ¿cachay? o herramientas
de trabajo físicas u otro tipo de materiales, otro tipo de recursos con los que tú
puedes trabajar específicamente con los niños. A veces pasa por ahí la calidad del
trabajo que tu podí entregar, a veces, no siempre, pero cuando eso es precario, por
más voluntad que tengai, el trabajo también se comienza a precarizar.” (E. No. 9)

4) Percepciones sobre el SENAME


La precariedad configura subjetividades laborales que hasta aquí hemos ligado a aspectos
materiales como los grados de disconformidad con los ingresos percibido, la extensión de
la jornada horaria, así como la estabilidad, condiciones contractuales, laborales, entre otros
aspectos. Ello está relacionado a la forma en que los profesionales del área social en
políticas de infancia establecen sus relaciones laborales con ONG que terminan
configurando situaciones laborales directas la mayor parte de las veces, aunque con una no
menor presencia de la subcontratación (Tablas 1 y 2). En este punto es importante
profundizar una importante categoría surgida del análisis de discurso ligada al grado de
participación que tienen los trabajadores en el diseño y evaluación del programa, más allá
de la mera ejecución del mismo.

Tabla 1. Con quién firmó o estableció acuerdo de contrato según sexo en Profesionales área social de políticas de infancia (V región)
Hombre Mujer Total
Directamente con la empresa o negocio donde trabaja 33,1% 100,0% 56,1%
Con un contratista o subcontratista de bienes o servicios 66,9% 0,0% 43,9%
Con una empresa de servicios transitorios 0,0% 0,0% 0,0%
Total 100,0% 100,0% 100,0%
Fuente: Elaboración propia CASEN 2017 (N = 221)

Una situación como esta se relaciona directamente con elementos que veníamos
trabajando anteriormente, a saber, el rol del sector de ONG como factores de
implementación y seguimiento del funcionamiento de SENAME. Las organizaciones
privadas funcionan como entidades que ejecutan lo diseñado y evaluado desde niveles

~ 58 ~
centrales del SENAME, cuestión que tiene un efecto en el proceso identitario de los
profesionales del área social aquí estudiados.

Tabla 1. Con quién firmó o estableció acuerdo de contrato según sexo en Profesionales área social de políticas de infancia (Nivel
Nacional)
Hombre Mujer Total
Directamente con la empresa o negocio donde trabaja 75,4% 91,9% 87,2%
Con un contratista o subcontratista de bienes o servicios 24,6% 5,4% 10,8%
Con una empresa de servicios transitorios 0,0% 2,7% 1,9%
Total 100,0% 100,0% 100,0%
Fuente: Elaboración propia CASEN 2017 (N = 1.396)

De manera más específica, surge una tensión en relación a las propuestas que pueden
realizar los trabajadores en relación a la política que están ejecutando. En opinión de
trabajadores y trabajadoras, estas escasamente se toman en consideración. Para ellos, la
institución se hace la sorda cuando se trata de sus denuncias y propuestas, lo cual es grave
considerando que estos últimos son quienes implementan directamente la política que
emana desde esta institución del Estado y deberían ser valiosos a la hora de evaluar si se
están o no cumpliendo los objetivos.

“...todo lo que se plantea desde los equipos hacia la institución queda en palabras.
No hay ningún cambio sustancial que permita decir, no se po, en la forma en la como
estamos guiando la línea programática del proyecto se ve este cambio favorable
para el proceso de los cabros. Ninguno.” (E. No. 3)

“Yo desde que estoy trabajando he ido a un montón de jornadas…y siempre salen
estos temas, pero estos temas salen como la pataleta, como la queja, y al final por
las estructuras esto siempre es mal recibido. Nunca es el espacio. Para el directorio
el tema de las subvenciones, de las condiciones laborales, no son tema, ya asumieron
que eran así y no son temas, no se lo cuestionan”. (E. No. 12)

La posición que asumen los profesionales del área social tiene relación con la
institucionalidad y los usuarios. Los trabajadores desarrollan labores para ONG,
Fundaciones o Corporaciones, ejecutando una política pública la cual es parte del aparato
del Estado. Para el usuario no hay diferencia si el que ejecuta la política es el Estado o el
Privado. Por ende, no sólo se traspasa al privado una tarea, sino también la responsabilidad
con el trabajador y la responsabilidad con los usuarios.

“El estado y el gobierno de turno hacen una parte no más, que es como el aporte

~ 59 ~
para que estos programas puedan ejecutar, en el fondo, entre comilla, por eso el
pensamiento que los profesionales del área social, son la carne de cañón,
independientemente de que sea, si es trabajador social, sociólogo, o sea los que
están en el terreno, tienen claridad mayor respecto a la realidad que nosotros
vivimos”. (E. No. 6)

Esto se refleja en la relevancia de las metas numéricas por sobre los procesos de
intervención. Habría una mayor preocupación por los números en los cuales se reflejan las
intervenciones más que en el sentido de las mismas. A estas metas numéricas estarían
asociados también los pagos, por lo que se le otorgan de parte de los mismos trabajadores
y de las instituciones ejecutoras una relevancia preponderante.

“La institución como representante del Estado no está garantizando nada, en la


medida que las supervisiones y las evaluaciones van netamente al cumplimiento de
metas numéricas, no están evaluando procedimiento, no están evaluando
flexibilidad de tiempos de intervención, las personas no son robot, que tengan todos
los mismos tiempos, que suceda todos tal cual exige el ciclo metodológico, nosotros
sabemos que eso no ocurre, la institución también lo sabe, pero sin embargo evalúa
metas numéricas todos los meses, y te pagan por eso, entonces ahí está el tema,
ósea si está hablando de las lucas que va a recibir a fin de mes, obviamente que va a
hacer lo posible por cumplir esa meta, sea verdad, sea mentira, sea de buena o mala
calidad, entonces desde ese punto de vista no están garantizando de ninguna forma
la atención.” (E. No. 7)

La institución emerge como una figura que genera conflictos en quienes implementan la
política pública más que propiciar un buen desarrollo del trabajo de intervención. Tensiona
los equipos desde las orientaciones metodológicas y desde la supervisión, mostrando
estándares siempre cambiantes a los cuales los equipos deben responder.

“La cuestión económica atraviesa todas las instituciones, son las reglas básicas, que
se hace implícito cuando decimos colaborador, en esos términos, pero es una
tensión, ahí está el muñequeo, en que al final la institución te dice yo pongo las lucas
y tu teni que bailar al ritmo que yo te diga que teni que bailar, y la ONG también se
aprovecha de la cláusula ambigua de colaborador y también tensiona, muñequea,
cede pero de a poquito, es un juego, una negociación, un juego. Ahora en términos
operativos el que pone las lucas es el que corta el queque, es súper simple. Y si pensar

~ 60 ~
que efectivamente es la única fuente de recursos. Ahora, lo curioso es que el la
institución tiene un ritmo bien particular para marcar el ritmo, porque aún no se pone
de acuerdo si quiere charlestón, si quiere cumbia villera o si quiere heavy metal, no
hay una claridad en la política pública sobre qué es lo que se espera, es como estar
dando palos de ciego, y por lo mismo creo que eso redunda en cuanta saturación que
tienen los programas, porque no se sabe que quieren al final.” (E. No. 1)

“la institución genera tensión, incertidumbre. No sabi como van a llegar, que vienen
a ver, sabi que lo que viene a buscar es el error, entonces yo creo que sí, nos genera
tensión a todos… de alguna manera si ha generado conflictos dentro del equipo, al
final estay en la supervisión y en la observación todo el rato, es como inevitable, creo
que incluso hasta la misma tensión que genera dentro del equipo de alguna manera
ya de alguna forma genera cierta inestabilidad... interrumpe la paz que uno puede
tener”. (E. No. 11)

5) Percepciones sobre el rol ejecutor


En relación a los organismos colaboradores que corresponden a las instituciones que
ejecutan los programas y dentro de las cuales se desempeñan los trabajadores y
trabajadoras sujetos a entrevistas, surgen diversas tensiones que profundizan todo lo que
venimos tratando. Esto último referido a la posición que ocupan estas instituciones en
relación al Estado. Más específicamente, los trabajadores sostienen que el enfoque del
organismo colaborador cambia según quien esté en el gobierno.

“En el fondo el hecho de que la corporación tenga tantos proyectos hace que no se
quiera quemar con nada, por eso es que es un organismo neutral, la misión de la
corporación cambia, mira esa es mi visión, porque yo estuve cuando estuvo Bachelet
y estuve ahora que esta Piñera y la visión de la corporación cambia según quien esté
en el gobierno, le da más o menos énfasis a ciertas cosas, porque claro, siempre
quiere estar bien con el gobierno de turno por el mismo tema” (E. No. 2)

“Al Estado de Chile no le interesa tu rol como trabajador en la implementación de


sus políticas públicas, en este caso sociales. Desde el hecho de que no se hable de
inversión social sino de gasto ya se deja entrever una posición ideológica del tema.
Básicamente dependiendo de quién gobierne es la cantidad de dinero presupuestado
para el gasto social”. (E. No. 9)

~ 61 ~
Todos estos acoplamientos institucionales que sobrepasaron los primeros mandatos de
Bachelet y Piñera nos remiten a procesos de precariedad donde la subjetividad del
trabajador del área social termina siendo percibido como entidades burocráticas. Al
describir su relación con el organismo colaborador, los entrevistados argumentan que se
encuentran en una condición despersonalizada. Ello pues el creciente aumento dentro de
las organizaciones ha implicado una deshumanización en el trato. Esto se acompaña de un
proceso de tecnificación de las organizaciones que comienzan a regular desde las
direcciones centrales lo financiero y técnico.

“Es una relación basada en el código del trabajo. No es mala, pero antes, Cuando
éramos pocos trabajadores, era una relación más cercana, más amable. Ahora que
la corporación se ha adjudicado más proyectos, hemos aumentado en número los
trabajadores, lo que ha llevado a despersonalizar la relación. Con decirte que existe
un departamento de recursos humanos, recursos humanos po.” (E. No. 10)

“La Corporación en realidad, fuera de ser mi empleador genera procesos de


supervisión a los proyectos que ejecutan, en el caso mío es supervisión técnica y
financiera también, supervisión y control, también controla un poco procedimientos
técnicos, generando ciertos lineamientos desde la propia corporación y a nivel
financiero también. Tenemos encargados de las dos áreas que nos regulan un poco
las formas de proceder” (E. No. 8)

En relación al rol del trabajador y su ubicación dentro del engranaje del aparato Estado,
surge desde los entrevistados una sensación de abandono por parte de este. Los
trabajadores se visualizan como el último eslabón de una cadena, como aquellos que se
presentan en los territorios ante los usuarios y las problemáticas sociales. Por tanto, esta
posición presenta una desprotección en la que se encuentra el trabajador, donde el Estado
externaliza en terceros las labores de intervención, creándose una situación de baja
protección. Como consecuencia, sentimiento de falta de desarrollo personal con el trabajo
que se desempeña.

“No, el Estado no se hace presente, yo sinceramente creo que no. Porque al final es
uno el que hace la pega allá en la calle, uno es como el último eslabón de esta gran
cadena que se formó…el niño es el último del último eslabón, es uno el que se
relaciona con el niño, es ahí donde uno sin representar a nadie, yo no represento a
la institución cuando voy a trabajar, es uno el que hace la intervención” (E. No. 1)

~ 62 ~
“Desconozco si existe algún tipo de protección al trabajador, también pienso que no
lo asegura en la medida que el estado, ni nadie, se preocupa de los procesos de los
sindicatos al interior de las organizaciones por ejemplos, no hay nadie que vele por
ese tema, ni que se preocupe de qué pasa con la corporación cuando hay un sindicato
de diez personas cuando son dos mil trabajadores, no hay nadie que se preocupe de
eso, entonces desde ahí yo puedo pensar que el estado tampoco se preocupa de las
condiciones mínimas de los trabajadores, nadie se preocupa de los despidos que hay
en la corporación, de las cartas que hay en la inspección del trabajo, están ahí no
más“ (E. No. 5)

“En realidad somos los que ponemos el cuerpo, somos los que hacemos presencia en
el territorio, los que vamos al tribunal, los que ponemos la cara, el cuerpo y todo po”
(E. No. 4)

“somos la carne de cañón …a veces sin querer representas a esta institución que es
una caballería bastante pesada, que está ahí siempre como en la evaluación, en la
crítica y como que en verdad el mayor aporte que puede hacer es en términos
lucrativos, como aportes importantes al desarrollo social, o al crecimiento de los
profesionales, o al perfeccionamiento de la labor que se hace, como que no hay
mucha vinculación, de hecho, no la hay” (E. No. 10)

Los trabajadores al ejecutar la política social refieren estar haciendo el trabajo sucio del
Estado, dando cuerpo a una política que aparece funcional cuando de fondo posee
falencias, además de presentar fines netamente asistencialistas.

“Mi relación con los cabros, los receptores de estas políticas públicas, yo cuando
pienso en el ejercicio profesional que hacemos nosotros como trabajadores,
profesionales, de estas entidades colaboradoras del Estado, que en su mayoría es
así, muchas veces tenemos que hacer la pega sucia de convencer de que hay un
aparato estatal que funciona y muchas veces somos nosotros mismos los que no
permitimos que el usuario vea como trabajamos, no permitimos que se den cuenta,
que complejicen su propia situación más allá de su propia miseria. Nosotros mismos
cuando trabajamos con personas en situación de vulneración nos abocamos
principalmente al problema. Muchos profesionales tienen la forma super
asistencialista de trabajarlo, de abordarlo, desde yo soy el que viene a entregarte las

~ 63 ~
herramientas para que tu salgas adelante desde tu condición de pobreza, de
maternidad, de delincuencia, salud, etc. Pero entendemos el potencial que hay en
esa misma relación, entre nosotros ejecutores de políticas públicas y el usuario de
estas políticas públicas que es la retroalimentación que se debe generar en las
dificultades que tiene un Estado que ejerce determinada forma de detentar el poder,
que tiene determinada forma de instalar un modelo de sociedad, permitir que en
esos micro espacio, de micro política, se de ese espacio necesario para
transversalizar incluso las necesidades, las críticas y las demandas, y fomentar una
visión colectiva no solo de dificultades, una visión colectiva de crítica, sino que
también potenciar una mirada más transversal de lo que debiera ser en el día de
mañana una lucha de clases, dejar de presentarnos nosotros como el profesional que
no le pasa nada, que vive bien, que gana bien, que viene a entregar recursos sino que
presentarnos como un sujeto más, una víctima más de este Estado represivo,
controlador, neoliberal, individualista.” (E. No. 8)

“A mí me parece interesante, en nosotros mismos, el poder que tenemos de visualizar


una idea de Estado. Cuando te compray el cuento socialdemócrata de las políticas
públicas que van en ayuda, que son benefactoras, subsidiarias, claro, se hace la pega
lo mejor posible para que parezca que la muni funciona, que el consultorio funciona,
pa que te paguen bien después el bono. Pero cuando tienes una visión un poquito
más crítica tú soy el que al final entrega la idea que el Estado quiere entregar” (E.
No. 1)

Trabajadores y trabajadoras, al ser interrogados, refieren una contradicción en entre su rol


de ejecutores de la política social y el ejercicio de exclusión que lleva adelante el Estado al
negárseles sistemáticamente el reconocimiento de su condición como trabajadores. Desde
este ejercicio de exclusión es que deviene que trabajadores y trabajadoras no sientan un
especial apego a la institución y al Estado, dado que han aceptado que son trabajadores de
organismos colaboradores ejecutando una política pública.

“No, no me siento trabajadora del Estado, no para nada, porque también XXX te lo
hace sentir así, nosotros somos trabajadores de un organismo a parte del estado,
que tenemos que ejecutar, es que esa es la cuestión, en el fondo lo que nosotros
tenemos que hacer es cumplirle al estado, que es quien nos controla, esa es la visión
que tengo yo, y que es la visión que nos traspasan, el estado solo te controla y te
paga, el estado le paga a XXX, por lo tanto ellos tienen que cumplir” (E. No. 7)

~ 64 ~
“Yo tengo incluso prohibido decir en audiencias que yo trabajo para la institución,
para el Estado. Así de corta. Porque yo no trabajo pal Estado, yo trabajo para la XXX.
Tengo un compañero en Valparaíso que una vez dijo en audiencia que él trabajaba
implementando políticas públicas y la supervisora pidió el audio de la audiencia, que
está todo grabado, escucho eso y casi lo echan cagando, porque no es trabajador
público. ¿Que implicaría que nos reconociera como trabajadores? Caleta de cosas
que nunca van a querer cumplir”. (E. No. 7)

En cuanto al propósito del trabajo realizado, trabajadores y trabajadoras sujetos a


entrevistas, consideran que este no cumple con los objetivos que dice poseer. De este
modo, lo visualizan como un parche, como un trabajo que no alcanza a rozar el verdadero
origen de las problemáticas con las que deben trabajar.

“Siento a veces que mi trabajo no sirve de mucho como que estoy haciendo un
trabajo parche, un trabajo ambulatorio que si yo no estoy puede auto regularse igual
como que no es un trabajo profundo, no digo que mi trabajo sea mentiroso, lo que
digo es que mi trabajo no es suficiente y el de todos los trabajadores del área social…
como está hecho el sistema no permite que uno como trabajador…llegue a hacer
cambios estructurales en un niño o en su mundo, es falsa la intención del Estado de
respecto a los niños” (E. No. 5)

“Mal no me ha ido. Estoy mediana-altamente satisfecho. Partí como educador, luego


coordinador de proyecto y ahora coordinador técnico, todo esto en tres años. Igual
creo que la institución ha valorado un poco mis aportes, por lo mismo he logrado
este ascenso. Hay momentos en los cuales me saturo, hay momentos en que he
estado muy mal, y principalmente en esos momentos en que he estado mal, en que
he estado insatisfecho con la pega que hago, es o por políticas que no comparto del
director del proyecto, y dos la insatisfacción está también en esta sensación de que
la pega que así es súper parche. Somos parches, somos aspirinas combatiendo un
cáncer, hay veces en que te sentís así, en que estay avanzando cinco pasos y
retrocediendo tres. Pero le he dado una vuelta a eso y lo graficaba como el salmón
que nada contra la corriente”. (E. No. 2)

~ 65 ~
Desde lo referido por los entrevistados, el rol cumplido desde la ejecución de los programas
es de control social, de mantención de paz social, desde la visión de los trabajadores el
Estado no delegaría este trabajo si buscara cumplir otro rol.

“El Estado desde estos proyectos solamente intenta desarrollar en concreto el control
social no más. Estos proyectos no son una proyección de una política a largo plazo,
no son una proyección de una visión país, de un proyecto país, sobre estos
determinados temas. Estos proyectos son la manifestación concreta de un estado de
derecho represivo que funciona solo para delimitar el ejercicio concreto de la libertad
individual. El Estado es quien entrega la claridad frente a ello. No me refiero a la XXX
porque puede ser institución 1, puede ser institución 2, puede ser cualquiera que lo
ejecute y no creo que lo ejecute tan distinto. El Estado con estos casos, con estas
inversiones que hace entre comillas, no hay ninguna expectativa de cambio, si lo
fuese sería tan distinto en la forma en la que se desarrollan. Serian primero
estamentos directamente dependientes del Estado. El Estado sería un interventor
concreto en estos ámbitos para abordar estos problemas que son país. Por ende,
como delega esta responsabilidad a terceros sin supervisar mucho como lo hacen
esos terceros, solamente que te rindan las cuentas y chao, su función se remite al
control”. (E. No. 1)

“El objetivo de estas políticas es mantener el circo en paz. De partida, por lo que he
visto, mostrar que se hace algo, pero no veo una línea estratégica detrás que oriente
que es lo que queremos hacer de manera coherente”. (E. No. 3)

“Control social, yo veo eso, control social. Que también responde al


desmantelamiento del rol del estado, de su rol protagónico, pasar de un Estado de
bienestar a un Estado subsidiario, asistencialismo, etc. Los pobres nos molestan solo
cuando dejan una cagada, o cuando se matan entre ellos, o cuando se meten con los
locos de plata. Eso es lo implícito. Lo veo así, veo que al Estado se le erizan lo pelos
cuando aparecen casos mediáticos, para evitar los escándalos, salir planteando de
que se hace algo para que eso no ocurra. Pero aparecen solo cuando queda la caga,
no hay algo de trasfondo, una reflexión más allá del porque quedan estas cagadas,
cuáles son las condiciones sociales que gatillan, que se estructuran y que se articulan
en estos grupos excluidos, vulnerables, donde ves micro-tráfico, negligencia
parental, todos estos “problemas sociales” pero no te preocupan las causas
estructurales de un sistema, no llegay hasta ese nivel de discusión, solamente te

~ 66 ~
preocupa cuando se traspasa esta línea, cuando se traspasan los derechos privados,
cuando queda alguna cagada. En el fondo somos aspirina y también somos control
social. Pero para no sonar tan pesimista aun así en estos espacios existen bolsas de
aire, tu puedes hacer lo que quieres, por eso la importancia de la autonomía relativa,
tu puedes hacer lo que quieres. Por ejemplo, que en el proyecto donde trabajo ahora
este efectivamente un grupo trabajando en un espacio haciendo pega comunitaria,
que tiene todas mis aprehensiones desde un punto de vista teórico metodológico,
pero que lo esté haciendo a la vieja escuela, porque son dos educadoras,
autodenominadas educadoras populares, es bueno. Porque si bien le estay
respondiendo al Estado en lo que quiere, eso de la visita individual, por otro lado
estás haciendo lo que te gusta. Entonces al final estas instrumentalizando esto, estas
instrumentalizando esta intervención clínica, individualizada, pero para mantener
esto otro. Es un espacio súper acotado, muy pequeño, desgraciadamente de muy
poco impacto, pero esta”. (E. No. 5)

Finalmente, de los distintos relatos subyace una crítica, una mirada reflexiva de sí mismo y
el sentido de sentirse apenas un engranaje. Se sienten muchas cosas en los diferentes
relatos: frustración, rabia, pena, crítica. Incluso la crítica llega a generar cierto grado de ética
optimista. La precariedad misma desarrolla aspectos estructurales y agenciales, donde cada
vez más cantidad de gente comenzaría a comprender su situación dentro del entramado de
instituciones, funciones y flujos.

6) Vida Privada
La precariedad laboral se ha asimilado a la crisis de los sistemas de bienestar y protección
social, inscribiéndose un modo de gestión del trabajo basado en la institución de un estado
generalizado y permanente de inseguridad. No obstante, ello se extiende no sólo en
aspectos ligados a condiciones laborales, contractuales, de salarios y jornadas, así como
tampoco se reduce a las perspectivas que el individuo tiene respecto de su rol como
trabajador público, la relación con el Estado y las instituciones ejecutoras.

En efecto, la precariedad supone también un tipo de riesgo e inseguridad que alcanza la


vida privada de los actores. Esta relación con el riesgo supone la constante “posibilidad de
que sobrevenga una circunstancia más o menos probable susceptible de irrumpir en nuestra
vida personas o social y de transformar su curso” (Castel, 2013: 34). Aparecen una serie
multiforme de miedos, temores, falta de proyección, etc.

~ 67 ~
En este capítulo emergen 2 temas relacionados con la vida fuera del trabajo de quienes se
desempeñan en el área social: uno tiene que ver con los sueldos y el otro con el tiempo
libre. Cuando se les pregunta por su renta, las trabajadoras y los trabajadores del área
señalan que en esta no se refleja el trabajo que ellos realizan, ya que este siquiera alcanzaría
a cubrir necesidades básicas relacionadas al trabajo mismo que estos realizan. Es así como
muchas veces, debido a las complicaciones derivadas del trabajo en sí, estos deben recurrir
a gastos que afectan sus proyecciones económicas. El sueldo no les alcanza a fin de mes.

“Mi nivel de renta no me permite ni siquiera pagarme el psiquiatra que yo creo que
debería ir a visitar cada cierto tiempo. Mi nivel de renta me permite pagar mis gastos
básicos de vida, me permite tener espacios de ocio bien autodestructivos, carrete,
copete, etc. Y no me permite tener más esta visión de autocuidado más seria. Yo creo
que los trabajadores que nos dedicamos a estos temas tan complejos debiéramos
tener por lo menos su vista al psicólogo, o aun terapeuta alternativo si queri todos
los meses, cada dos meses, cada tres meses, y la renta no te lo permite y es frustrante
porque sabi que estay pa la caga, porque savi que estay súper agotado y que
necesitay hasta pegarte un viaje de repente y no podi porque no te alcanza, no te
alcanza.” (E. No. 10)

“… en términos del pago, de la remuneración, también genera cierta precariedad


también el desenvolvimiento personal…, igual vei que a duras penas a veces, pasai
el fin de mes , …que a veces teni que generar recursos, ingresos de otro lado, como
pa poder solventar los gastos, básicos, mínimos que uno tiene como pa vivir, ni
siquiera pa darse lujos … (E. No. 4)

“… a mí no me molesta adaptarme a lo precario, a mí lo que me molesta es la


demanda de trabajo con la que tengo que cumplir, que esa demanda no sea bien
remunerada y que además signifique trabajar en un lugar precario.” (E. No. 6)

Los trabajadores entrevistados reconocen que la inestabilidad en la que desarrolla su


trabajo y las bajas remuneraciones complican las posibilidades de planificar su vida a largo
plazo. Para poder cumplir con sus expectativas quienes se desempeñan en el área social
deben contraer deudas con instituciones bancarias privadas.

“Queremos salir de viaje y nos tenemos que endeudar, estamos endeudados a 20


años por un crédito hipotecario para poder tener una casa y estamos endeudados

~ 68 ~
porque necesitábamos un auto. Creo que son muy pocas veces en la cuales hayamos
querido hacernos de algo y que esto no lo pagásemos en cuotas. Tengo la absoluta
certeza que en este país tu estatus está relacionado más con la capacidad de
endeudamiento que uno puede llegar a tener más que con lo que uno gana por su
trabajo. Una vez me ofrecieron un crédito por 10 veces mi sueldo. Imagínate.” (E. No.
3)

“No me permite proyectarme. No me permite ni decir me compro la casa. No me


permite pensar en comprarme un auto chiquitito para llegar más rápido, no. No me
permite ahorrar. Yo no tengo capacidad de ahorro y yo me considero ordenada. Yo
no gasto en huevadas, me compro pilchas cuando se me rompen, me compro zapatos
cuando no tengo, trato de hacer durar dos años las cosas. Mercadería compro lo
necesario, pago un arriendo barato, no tengo grandes lujos y así todo no puedo
proyectarme. En lo particular ir al doctor es un tema. Me enfermo de la guata y son
diez lucas por el bono, más 30 lucas el examen y si es que me compro los remedios.
Mejor me hago la loca hasta septiembre y que me llegue un bono y ahí me gasto la
plata en esas cosas. Entonces proyectarte, ni siquiera te deja proyectarte la vida. Yo
me prometí a mí misma dejar de ser trabajadora social porque quiero vivir muchos
años y si yo sé que si sigo en esta misma dinámica me voy a morir por todas las
enfermedades que sé que se me van a desarrollar por las bajas defensas y por lo
negligente que he sido conmigo misma. Yo esperé dos años, tres años, junté lucas
para hacerme los exámenes a la guata, porque estaba súper cagá (sic). Me pregunto
yo que va a pasar cuando tenga un hijo. Espero que el compañero que tenga me
pueda apañar, si me quedo sola no sé qué voy a hacer, como chucha lo hago, por
donde corto. Ni siquiera me permite proyectarme en ese sentido. ¿Tener un hijo?
¡Ay!” (E. No. 9)

Al existir un desajuste entre el tiempo proyectado y el tiempo real que toma llevar a cabo
un trabajo de intervención con menores, el tiempo de trabajo comienza a ganarle espacio
al tiempo destinado a la vida privada. Aspectos importantes para el desarrollo de la vida
como lo son el compartir, el hacer ejercicio o deporte, el esparcimiento, se ven afectados
debido a esto. Se precariza el trabajo, se precariza la intervención, se precariza la vida. Este
hecho también exhibe la profunda potencia que ha tenido la precariedad como articulador
de nuevas prácticas de normalización social y consentimiento respecto a nuevas formas de
relacionarnos con el trabajo que hoy inciden directamente en la formación de “vidas
precarias” (Kalleberg, 2018). El proceso de precarización se entiende como el “ser-

~ 69 ~
precarizado”, es decir, “ser sujeto a presiones”, las cuales involucran experiencias que
conducen a una existencia precaria, de vivir en el presente, sin una identidad segura o
sentido del logro de desarrollo (personal) a través del trabajo y el estilo de vida (Standing,
2011).

“Me voy al sur, me voy a vivir a Puerto Natales, porque en realidad el hecho de estar
acá en Santiago ha implicado que mi vida se reduzca absolutamente al trabajo, a las
preocupaciones del trabajo, tanto de mi trabajo, como el trabajo de mi equipo. No
lo aguanté. Tengo la posibilidad de irme al sur y no todo el mundo la tiene. Hay gente
que tiene que seguir ahí no más, porque tienes una familia que mantener, porque te
tienes que mantener a ti mismo. En la fantasía, me encantaría quedarme en Santiago
y hacer otras cosas. Dedicarme al tema de las plantas que me gusta a mí, por
ejemplo. O salir a hacer otras cosas, pero no puedo, porque no me alcanza el tiempo
no más, y que en el fondo a mí me pagan por la pega hecha y si no tengo la pega
hecho no me van a pagar...” (E. No. 8)

“Yo llego a mi casa y lo único que quiero es acostarme, los fin de semanas también,
y me preocupa en particular, en este programa que tengo mucha preocupación por
mi equipo, no es que en los otros no, pero en este más, porque yo veo que se llevan
carpetas los viernes, se llevan carpetas para su casa, que el almuerzo, al final es un
almuerzo super corto, porque entre que llega la gente, que hay que entregar esto,
que aquí, que allá, entonces yo digo, chuta así no se puede vivir, no puedes tener una
vida si tu vida es tu trabajo, no se puede” (E. No. 7)

“yo antes igual era súper deportista, quizás le podría dedicar más tiempo al deporte
también, hacer una mejor distribución de los tiempos, aun así, uno trata de darle
tiempo a todas las cosas, de tener tiempo para todo. He dejado de hacer deporte y
me he dedicado más a esta otra parte que es lo social que hago después de mi
jornada de trabajo y de una biblioteca que estamos armando, creo que los espacios
recreativos que uno puede tener, son a los que uno menos tiempo de dedica, como
de esparcimiento, de hacer nada, el ocio, la cultura, la música” (E. No. 6)

~ 70 ~
VIII. Conclusiones
1) Alcances, limitaciones y principales hallazgos de la investigación
La precariedad de los trabajadores externalizados del SENAME en la V región resulta una
configuración compleja y tejida por diferentes aristas. En esta investigación hemos
explorado una revisión de un grupo ocupacional de tipo profesional, donde la precariedad
resulta de un telón histórico mayor dado por trasformaciones macroestructurales ligadas a
los cambios de la política pública y los (des)ajustes institucionales que significó la aplicación
de procesos de externalización de entidades ejecutoras y flexibilización de funciones de los
funcionarios en el sector público. Partimos de la base que el análisis de la precariedad desde
un punto de vista subjetivo y agencial posee un grado de correspondencia con niveles
institucionales, estatales y, por tanto, estructurales. No obstante, lo que aquí se ha mostrado
es apenas una primera exploración que obliga a seguir profundizando en análisis cualitativos
comparados en términos de factores relevantes tales como, por ejemplo, el género de los
funcionarios, los años de servicio, el tipo de organismo, los territorios, entre otros
importantes aspectos.

Una cuestión relevante es entender la precarización del trabajo y de la subjetividad del


trabajador mismo como una experiencia no sólo relativa a elementos objetivos, sino
también una mirada de sí mismos, de su trabajo y el contexto institucional en el cual se ven
envueltos. La precariedad laboral que experimentan los trabajadores y trabajadoras del área
social aquí estudiados no solamente les afecta en cuanto a salarios y condicionales
laborales, sino que lo obliga a vivir su trabajo de manera precaria, afectando cómo se vive
el trabajo, cómo se asume y cómo se hace. Es así que no es sólo que las condiciones
laborales estén precarizadas, sino que el trabajador y el trabajo mismo lo están.

Es relevante señalar los alcances y limitaciones del estudio, aunque también es importante
indicar también que estamos ante una preocupación novedosa por el doble motivo de estar
analizando el fenómeno de la precariedad desde un punto de vista subjetivo (abarcando
niveles laborales, estructurales y relativos a la vida privada de los sujetos), así como también
ubicándonos en el sector público, históricamente entendido como lugar de una
empleabilidad segura y estable. Respecto de esto último, la función pública es llevada a
cabo en realidad por profesionales que responden a organizaciones privadas. Esta
disociación abre una zona gris en donde el trabajador es visto por las comunidades
focalizadas como parte del sector público, más en su fuero interno sabe que es un trabajador
del sector privado. Ya veremos con mayor profundidad algunas conclusiones sobre este

~ 71 ~
importante punto.

Por ahora, separemos en tres aspectos el análisis de la precariedad hasta aquí realizado: a)
percepción de los actores respecto de las condiciones laborales; b) percepción de los
trabajadores respecto de sí mismos y su relación con el entramado de instituciones que se
articulan en la ejecución de las políticas de infancia (Estado y ONG, fundaciones y
Corporaciones); c) la percepción de los trabajadores respecto de los efectos de la
precariedad en la vida personal y familiar.

a) La percepción de los actores sobre condiciones laborales

El área de las políticas públicas es un campo donde también se puede explorar las
configuraciones de la precariedad laboral, tradicionalmente entendida como producto de
transformaciones del trabajo en el seno de las relaciones de producción capitalistas (sector
privado). Pocas veces se ha reflexionado sobre la fisonomía de la precariedad en la vereda
del sector público y, mucho menos, desde la política pública misma. Vimos de qué manera
se trata de un tipo de empleo que no es capaz de ofrecer seguridad a quienes se
desempeñan en él, condicionando el tiempo de trabajo a la duración de los programas. De
esta forma, se trata de un trabajo que no es indefinido, mermando las proyecciones
personales de hacer carrera, no respetando los años de servicio, ni los beneficios que esto
conlleva. Por otro lado, la sobrecarga laboral es un hecho normalizado en el área, donde no
se respetan los horarios acordados en los contratos, con planificaciones que no están
pensadas en tiempo real. Existe una desproporción entre el número de horas de trabajo y
el número de casos que se complementa con un excesivo trabajo de control a través de un
sistema de registro (SENAINFO) que no se compatibiliza con las horas en terreno6.
Entrevistados y entrevistadas reportan que deben realizar una multiplicidad de tareas,
desplegar competencias que no poseen y cumplir diversos roles para el buen desempeño
de su trabajo. Es así como deben desarrollar, además de la profesión la cual ejercen,
diferentes roles a cumplir (educadores, terapeutas, etc.) para el desarrollo de la
intervención.

En relación a la renta, quienes se desempeñan en el área consideran que no les permite


asumir gastos que están relacionados directamente con su trabajo. Aseguran que sus
ingresos les permiten cubrir gastos básicos más gastos menores asociado al ocio. Los

6
En relación a SENAINFO, el SENAME exige que se lleven informes detallados y actualizados de cada una de las intervenciones
que se desarrollan en la ejecución de los programas. El registro, pese a que puede parecer una simple tarea, toma más tiempo
de lo debido porque la cantidad de casos que debe tomar cada trabajador es grande. Por ende, entre más trabajo documental
hay menos tiempo para las intervenciones. En algunas instituciones además de SENAINFO trabajan con sus propias bases de
datos y se les exige a los trabajadores mantener al día éstas también.

~ 72 ~
trabajadores dan cuenta de procesos de endeudamiento. Si bien asumen tener poder
adquisitivo, este está directamente relacionado con la capacidad de endeudamiento que
detentan por ser profesionales jóvenes. Esto trae como consecuencia un tema no menor a
la hora de hablar de identidad, a saber, que en la posibilidad latente de una adscripción
identitaria por parte de las y los trabajadores del área social emerge una tensión entre el
ser profesionales y el sentirse trabajadores u obreros calificados, implementando un trabajo
de corte técnico, externalizado y totalmente precarizado.

Otro de los temas que emergen en torno a la renta es la disparidad entre lo que se gana y
lo que se trabaja. La relación trabajo-salario aquí aparece como desigual. Emergen
identidades que no tienen que ver con el trabajo en sí, sino más bien una posición de vida
que dice querer adaptarse al medio sea como sea, aun cuando se tengan que sacrificar
ideales y puntos de vista sobre el tema en que se está trabajando. Cuando el tema que se
está abordando es el resguardo de la infancia en su amplio sentido, es problemático que
aquél que desarrolla esta tarea literalmente trabaje “al mejor postor”. Cuando las
condiciones de trabajo son precarias, se precariza la vida del trabajador y también el
resultado de su trabajo. En este caso, la intervención psicosocial es deficitaria, de bajos o
nulos resultados.

b) La percepción de los actores respecto de las instituciones

Surge una tensión en relación a las propuestas que pueden realizar los trabajadores en
relación a la política que están ejecutando. En opinión de trabajadores y trabajadoras,
escasamente se toman en consideración. SENAME se hace el sordo cuando se trata de sus
denuncias y propuestas, lo cual es grave considerando que estos últimos son quienes
implementan directamente la política que emana desde esta institución del Estado y
deberían ser valiosos a la hora de evaluar si se están o no cumpliendo los objetivos.

Otra tensión que emerge desde los trabajadores entrevistados se relaciona con la posición
que asumen los trabajadores y trabajadoras del área social respecto a la institucionalidad y
a los usuarios. Los trabajadores desarrollan labores para ONG, Fundaciones o
Corporaciones, ejecutando una política pública que emana desde SENAME, el cual es parte
del aparato del Estado. Para el usuario no hay diferencia si el que ejecuta la política es el
Estado o el Privado. Por ende, no sólo se traspasa al privado una tarea, sino también la
responsabilidad con el trabajador y la responsabilidad con los usuarios.

Otra tensión que surge de parte de los trabajadores dice relación con la relevancia de las

~ 73 ~
metas numéricas por sobre los procesos de intervención. Habría una mayor preocupación
por los números en los cuales se reflejan las intervenciones más que en el sentido de las
mismas. A estas metas numéricas estarían asociados también los pagos, por lo que se le
otorgan de parte de los mismos trabajadores y de las instituciones ejecutoras una relevancia
preponderante.

En este sentido, SENAME emerge como una figura que genera conflictos en quienes
implementan la política pública, más que propiciar un buen desarrollo del trabajo de
intervención. Tensiona los equipos desde las orientaciones metodológicas y desde la
supervisión, mostrando estándares cambiantes a los cuales los equipos deben responder. El
papel que juega el sistema de subvenciones del SENAME es otras de las tensiones que
surgen en las entrevistas con los trabajadores y trabajadoras del área social. Estas
subvenciones se entregan una vez que el proyecto ya se encuentra en ejecución, por lo que
las organizaciones deberían tener un capital inicial para comenzar a poner en pie los
proyectos, situación que dista de lo que realmente sucede en la implementación. En virtud
de la subvención recibida, se genera una distinción entre programas con mayor o menor
subvención.

La compleja configuración de entidades públicas y privadas que se observa en aquellas


actividades ejecutoras de la política de infancia llevada a cabo al alero del SENAME nos
permite señalar un tipo de precariedad que se expresa también como una especie de
disociación o alienación entre el ser trabajador público y ser trabajador privado. En efecto,
estos trabajadores poseen una condición real de empleadores privados, más su contexto de
trabajo remite a quehaceres propios de la ejecución de políticas públicas. Aparece una figura
triangular, donde el trabajador se ubica en medio de una doble exigencia, por un lado, de
sus empleadores directos y, por otro, de la entidad mandante (SENAME).

En relación a los organismos colaboradores, surgen diversas tensiones que refieren a la


posición que ocupan estas instituciones en relación al Estado. Los trabajadores sostienen
que el enfoque del organismo colaborador cambia según quien esté en el gobierno. Al
describir su relación con el organismo colaborador, los entrevistados argumentan que se
encuentran en una condición despersonalizada. Ello pues el creciente aumento dentro de
las organizaciones ha implicado una deshumanización en el trato, lo que se acompaña de un
proceso de tecnificación de las organizaciones que comienzan a regular lo financiero y
técnico desde las direcciones centrales.

~ 74 ~
En relación al rol del trabajador y su ubicación dentro del engranaje del Estado, surge desde
los entrevistados una sensación de abandono por parte de este. Los trabajadores se
visualizan como el último eslabón de una cadena, como aquellos que se presentan en los
territorios ante los usuarios y las problemáticas sociales. Esta posición presenta una
desprotección en la que se encuentra el trabajador, donde el Estado no se preocuparía por
las condiciones mínimas de ejecución de los programas sociales. Los trabajadores al ejecutar
la política social refieren estar haciendo el trabajo sucio del Estado, dando cuerpo a una
política que aparece funcional cuando de fondo posee falencias, además de presentar fines
netamente asistencialistas. Trabajadores y trabajadoras, al ser interrogados, refieren una
contradicción entre su rol de ejecutores de la política social y el ejercicio de exclusión que
lleva adelante el Estado al negárseles sistemáticamente el reconocimiento de su condición
como trabajadores. Desde este ejercicio de exclusión es que deviene que trabajadores y
trabajadoras no sientan un especial apego a la institución y al Estado, dado que han
aceptado que son trabajadores de organismos colaboradores ejecutando una política
pública. En cuanto al propósito del trabajo realizado, trabajadores y trabajadoras consideran
que este no cumple con los objetivos que dice poseer, visualizándolo como un parche, un
trabajo que no alcanza a rozar el verdadero origen de las problemáticas con las que deben
trabajar. De hecho, el rol parecería ser visto como una especie de mecanismo de simple
control social, de mantención de paz social. Si de verdad el Estado buscase superar de raíz
los problemas de niños y familias entonces no delegaría este trabajo al punto de hacerlo
precario.

Otra interesante consecuencia de la precarización laboral tiene relación con la pérdida de


las formas de organización tradicionales que han tenido trabajadores y trabajadoras en
nuestro país, evidenciado a través de los múltiples procesos de despolitización. Al no ser
reconocidos como trabajadores del Estado, los trabajadores y trabajadoras del área social
quedan fuera del amparo de la ANEF (Asociación Nacional de Empleados Fiscales). Esto, en
la práctica, significa que no son considerados en las negociaciones de dicha organización,
quedando marginado de los beneficios que esta logra tras cada movilización7. Su
organización queda limitada a la figura del sindicato de empresa, quedando disminuido su
rango de negociación a lo vigente en el código de trabajo, bajo la mediación de la inspección
del trabajo8. Esta marginación impacta negativamente sobre trabajadores y trabajadoras, ya

7
En relación a las reivindicaciones que se podrían levantar o conquistar desde la organización, la principal es el reconocimiento
de su condición de trabajadores por parte del Estado, reconocimiento de los años trabajado (antigüedad), disminución de las
horas de trabajo, disminución de la carga laboral, contar con un reglamento que legisle sobre la relación laboral en el área
social, una real incidencia en el diseño de la política pública que se está implementando, mayor estabilidad en el trabajo y
sueldos acordes con la tarea que se está desarrollando.
8
Según el código laboral vigente en Chile, si la empresa tiene cincuenta o menos trabajadores, podrán constituir un sindicato
ocho de ellos, siempre que representen como mínimo el 50% del total de trabajadores de dicha empresa. La constitución de
un sindicato en una empresa que tenga más de cincuenta trabajadores, requerirá de un mínimo de veinticinco trabajadores
que representen, a lo menos, el diez por ciento del total de los que presten servicios en ella.

~ 75 ~
que quedan en condición de desamparo ante un código laboral que los deja indefensos ante
el empleador. Estos y otros factores provocan la desconfianza en la organización y el temor
a las represalias. Se suma a ello la despolitización, pasividad y las condiciones que dificultan
la posibilidad de reunión, revelando un escenario en donde la adaptación de los
trabajadores y trabajadoras del área a sus condiciones laborales pareciera ser una tarea
individual alejada de la necesidad de estos de organizarse.

Existe una clara tensión entre el trabajo en el área y las disposiciones institucionales, es
decir, de SENAME. Esta tensión se entiende desde la intervención misma, desde el quehacer
como trabajador del área social y la política institucional propiamente tal. No obstante, los
trabajadores refieren estar cómodos con el trabajo que realizan, que les gusta lo que hacen,
que se sienten a gusto trabajando directamente con los usuarios, mas no así siguiendo las
directrices de SENAME.

Otra de las tensiones es la que existe entre los trabajadores y trabajadoras del área con los
Organismos Colaboradores (ONG, Corporaciones y Fundaciones). La incongruencia entre el
discurso social de dichos organismos, sus prácticas laborales, sus prácticas organizacionales
e institucionales deriva en que se coarten los procesos de identificación con la institución.
Desde la perspectiva de los trabajadores, si bien sienten que implementan una política
pública, al hacerlo desde agentes externos (organismos colaboradores) no reciben
reconocimiento como trabajadores del Estado. Ello a pesar de que para los usuarios estos
representen al Estado, al ser quienes ejecutan en terreno la política pública. En suma, lo que
se termina externalizando son las responsabilidades con usuarios y trabajadores.

En síntesis, la contracara de todo lo anterior es la ausencia de reconocimiento e


identificación con el trabajo realizado. En sus entrevistas, trabajadores y trabajadoras del
área por lo general esquivan la respuesta respecto a la pregunta de su condición como
trabajadores. Tienden a situarse desde fuera, siempre refiriéndose de otros y asociando su
trabajo a algo circunstancial. Por otra parte, surge una tendencia a verse a sí mismo como
profesionales en desmedro de una identidad relacionada a su condición de trabajadores y
trabajadoras. Esto se visualiza no solo en relación a como ellos se describen, sino también
en su trabajo. Existe una despersonalización del usuario, sustituyendo nombres por códigos.

c) La percepción de la precariedad y algunos efectos en la vida personal y familiar

Los trabajadores dan cuenta de procesos de endeudamiento. En efecto, si bien asumen


tener poder adquisitivo, este está directamente relacionado con la capacidad de

~ 76 ~
endeudamiento. Ello trae como consecuencia un tema no menor a la hora de hablar de
identidad, a saber, que en la posibilidad latente de una adscripción identitaria por parte de
las y los trabajadores del área social emerge una tensión entre el ser profesionales y el
sentirse trabajadores u obreros calificados, implementando un trabajo de corte técnico,
externalizado y precarizado.

De esta forma, emergen identidades que no tienen que ver con el trabajo en sí, sino más
bien una perspectiva de vida que se adapta obligatoriamente al entorno. No obstante, esta
adaptación por sobrevivencia tiene sus costos, principalmente relacionados con el sacrifico
de ideales, proyectos personales y de desarrollo profesional. Tal y como lo hemos venido
sosteniendo, todo esto afecta la calidad de la intervención misma. En efecto, acaso si una
de las grandes lecciones que podemos sacar de esto es que cuando las condiciones de
trabajo son precarias, se precariza la vida del trabajador y también el resultado de su
trabajo. En este caso, al precarizar el trabajo se precariza el sujeto y la propia calidad de la
intervención psicosocial, por lo que resulta interesante entender que la precariedad permea
tanto las condiciones estructurales, las disposiciones e identidades subjetivas, así como los
resultados del propio trabajo. La precariedad no es un fenómeno monolítico, sino al mismo
tiempo estructural y agencial, objetivo y subjetivo, micro y macro. Las condiciones
ontológicas de este fenómeno las podemos advertir ahora mediante el enfoque dual de la
sociología.

Por último, agregar la fuerte relación entre sueldos (un elemento ya mencionado más
arriba) y la posibilidad de goce del tiempo libre. Ya señalamos que, debido a las
complicaciones derivadas del trabajo en sí, los trabajadores deben recurrir a gastos que
afectan sus proyecciones económicas. La inestabilidad en la que desarrollan su trabajo, así
como las bajas remuneraciones, complican las posibilidades de planificar su vida a largo
plazo. Esto obliga al trabajador a cumplir con jornadas que, desde su perspectiva, son largas
y agotadoras. Al existir un desajuste entre el tiempo proyectado y el tiempo real que toma
llevar a cabo un trabajo de intervención con menores, el tiempo de trabajo comienza a
ganarle espacio al tiempo destinado a la vida privada. Aspectos importantes para el
desarrollo de la vida como lo son el compartir, el hacer ejercicio o deporte, el esparcimiento,
se ven afectados debido a esto. Se precariza el trabajo, se precariza la intervención, se
precariza la vida, afectando cómo se vive el trabajo, cómo se asume y cómo se hace.

~ 77 ~
2) Comentarios finales
Es posible terminar desarrollando algunos breves comentarios respecto de las posibles
líneas de investigación que la presente tesis posibilita, pero que requieren ser profundizadas
en el futuro. Una primera línea de investigación a seguir tiene relación con el supuesto
carácter clasista de la precariedad laboral, cuestión muy relevante en las discusiones a nivel
teórico y empírico realizadas a nivel internacional y nacional. En efecto, ¿es la precariedad
una “clase social” (o un fenómeno que está en vías de serlo)?, ¿es más bien un fenómeno
que permea diferentes posiciones en la división del trabajo, por tanto, no se trata de una
única clase, sino más bien de un fenómeno transversal a los diferentes rincones y posiciones
de la estructura del empleo?, ¿se encuentra presente única y exclusivamente en los sectores
de menor protección, cualificación e ingresos o también lo podemos ver en aquellos
segmentos tradicionalmente considerados de mayor estatus y protección?

Se trata de una cuestión sustancial, en la medida en que los enfoques de las clases sociales
tienen relación con abordar postulados ontológicos que articulan múltiples niveles,
pudiéndose diferenciar énfasis preocupados por ver a la precariedad como macrofenómeno
de transformación y/o reproducción de las estructuras sociales a gran escala, o bien
enfoques concentrados en ver a la precariedad como parte de procesos de nivel micro,
efectos en las actitudes, comportamientos y posibilidades de vida. Sin querer entrar en
detalles, se trata de una compleja serie de callejones que buscan resolver las
contradicciones entre dimensiones estructurales y agenciales, niveles micro y macro
sociales, abstractos y concretos, objetivos y subjetivos, etc. En ese sentido, creo que es
importante señalar de qué forma la precariedad laboral de los profesionales del área de las
políticas de infancia pareciera ser, al mismo tiempo, tanto producto de grandes
transformaciones históricas del Estado, las políticas públicas y la externalización de servicios,
como así también una condición vivida por los agentes, afectando sus expectativas, la forma
en que se auto perciben y la manera en que enjuician no sólo lo que hacen, sino también el
dispositivo estructural y de organizaciones en las que se encuentran. Tal y como fue visto
aquí, esto tiene como efecto una precariedad que parece mostrarse como un continuo entre
lo estructural y lo agencial, incluso llegando al producto mismo, la intervención.

De esta forma, es necesario seguir profundizando en aspectos teóricos y ontológicos


respecto del concepto de precariedad laboral, buscando determinar de qué forma podemos
pensarlo no sólo como algo macro y estructural, sino también como algo micro y subjetivo.
Además, es necesario profundizar en investigaciones mixtas cualitativas y cuantitativas que
busquen abordar esta dualidad, vale decir, aproximaciones epistémicas y metodológicas que

~ 78 ~
permitan alcanzar una convergencia y triangulación de los resultados, buscando alcanzar
una mirada lo más profunda posible del problema a investigar. En ese sentido, la conjugación
de miradas cualitativas y cuantitativas para el estudio de la precariedad laboral permitirían
apuntar hacia la misma finalidad, dividiéndose funciones según aspectos estructurales y
agenciales, cotejando mutuamente la información generada y ahondando la veracidad y
riqueza de los datos.

Hay que tener en cuenta también las problematizaciones que han puesto en tela de juicio
la directa vinculación entre la posición ocupada en la estructura de clases, la conciencia y la
acción de los agentes. Pienso, por ejemplo, en una mirada “post- estructuralista” o “post-
marxista”, la que deja a la “identidad” como fenómeno discursivo y contingente a
“posiciones de sujeto” no reducibles a la clase. Parecería que aquellas visiones de las clases
como fenómenos estancos internamente homogéneos han sido desplazadas por visiones
desagregadas que darían cuenta de lógicas de acción más individualistas y propias de las
sociedades posindustriales. Es más, pareciera que el aspecto material de las relaciones de
producción y de la división del trabajo se desacoplan de niveles culturales y simbólicos
propios del lenguaje, el discurso y el caudal ideológico de nuestras sociedades.

Esto nos lleva a señalar que las futuras investigaciones sobre la precariedad laboral debiesen
también estar muy atentas a evitar caer en la rápida sentencia de ver a la precariedad como
el reconocimiento de una única y gran clase social trabajadora, teniendo precaución de
llevar a cabo investigaciones que traten de entender a la precariedad de forma desagregada
y cercana a perspectivas microscópicas de pequeños agrupamientos de ocupaciones dentro
de la división del trabajo. Las conclusiones más contundentes debiesen ser el último eslabón
de un cúmulo significativo de investigaciones empíricas específica antes de convertirse en
supuestos ontológicos estancos que invisibilizan las fisuras, grietas y diferencias intra-
categoriales. Es decir, es necesario seguir profundizando enfoques estructurales y agenciales
que tengan en cuenta la variabilidad interna de sectores económicos, tipos de ocupaciones,
territorios, género, etc., dando cuenta de las diferentes fisonomías del trabajo precario (esto
es, de la diversidad de precariedades) a lo largo del tiempo y de los territorios, así como de
las oportunidades y percepciones de los actores.

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