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CAMPEÓN

María Teresa Andruetto


A Beppe
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La noticia corrió como un reguero de pólvora sobre el


pueblo:

- ¡El Negro salió campeón!


- ¡Salió campeón!
- ¡Salió campeón!
4-5
El mío es un pueblo como tantos, partido en dos por el ferrocarril
y la ruta nacional, con casas pequeñas, veredas anchas, focos en
las esquinas, terrenos baldíos, una tienda, la cooperativa de
tamberos, varios silos para guardar la cosecha fina y un horizonte
donde el sol pone su huevo de oro, todas las tardes.

- ¡El Negro salió campeón!


- ¡Salió campeón!

La noticia corrió hasta la plaza.


6-7
- ¡El Negro salió campeón!
- ¡Salió campeón!

La noticia rebotó en los silos.


- ¡El Negro salió campeón!
- ¡Salió campeón!

La noticia llegó a la ruta.


8-9

- ¡ El Negro salió campeón!


- ¡ Salió campeón!

La escucharon las mujeres, los empleados de la tienda,


los changarines, los colonos, los tenedores de libros.

- ¡ El Negro salió campeón!


- ¡ Salió campeón!
- ¡ Salió campeón!

La noticia se metió en el Colegio Sagrado Corazón, en los


recreos, en la dirección, en el aula de sexto.

***

10-11

La maestra de matemáticas se puso los anteojos y


dijo:

- No voy a tomar la Regla de Tres Simple porque el Señor


Director quiere hablar con ustedes.

Y después de pedirnos que dejáramos de masticar chicles,


se fue al salón de actos a festejar con las señoritas de los otros
grados.
12-13

Apenas estuvimos solos, el Japonés, que se sienta en


el segundo banco, pasó al frente y gritó:

- ¡Chiiicos! ¡ Eeel Neee grooo saaa liooo caaam peoooonn!


- ¡Qué sabés vos! – le gritó Lencho desde el fondo.
- ¡Si mi papá lo ha visto en el diario, che!- le retrucó el Japonés,
con lo que le tapó la boca a Lencho, porque todos sabemos que el
padre del Japonés es tenedor de libros y lee mucho.

***

Estábamos haciendo unos avioncitos de papel,


cuando entró el director con su cara de siempre.
14-15

- ¡Mis amados niños! – empezó diciendo- A todos


nos ha embargado de alegría la noticia de que el Negro, nuestro
Negro, ha sido elegido campeón. Sí, mis alumnos, el Negro, una
criatura grata a los ojos de Dios, una criatura humilde, pero
criatura al fin. Por eso, mis amados niños, mis dilectos alumnos,
nosotros iremos a recibirlo junto a las fuerzas vivas del pueblo,
iremos a hacerle presente nuestro agradecimiento ni bien el
cuerpo docente concluya con los preparativos.

Tato, el Gringo y el Sapo, que se sientan cerca de la


ventana, pegaron un grito porque pasaban, desfilando por la
plaza, los chicos de la Escuela Nacional.

- Es necesario –continuó diciendo el director- que tengamos


presente la envergadura de este acto.....

- ¡El Negro salió campeón! –gritaban desde afuera los chicos de la


Escuela Nacional.

- ¡El Negro salió campeón! –les contestábamos nosotros


desde adentro.

- ... porque el Negro es un ejemplo –seguía insistiendo el


director- de lo que puede el trabajo en la vida; el Negro nos
ha dado una lección: la lección del trabajo, la lección del
esfuerzo, la lección del sacrificio como condición
indispensable para llegar a ser campeones en todo lo que
emprendamos.
16-17
El director no paraba de hablar en difícil, pero ya no
lo escuchaba nadie más que las chupamedias del primer
banco con sus caras de mosquitas muertas. Nosotros está-
bamos con el ojo largo hacia la ventana mirando a la gente
pasar.

***

18-19

Pasaron los del Sindicato de Peones.


Pasaron las Hijas de María, rezando el rosario.
Pasaron las Devotas del Corazón de Jesús.
Pasaron las mujeres del corralón, todas juntas,
haciendo ruido con las tapas de las cacerolas. Algunas con
chicos en los brazos o prendidos de las polleras.
Pasaron los empleados de la Cooperativa de
Tamberos.
Pasaron las monjas.
Y el Padre Máximo.
Y Pelusa.
Y el Mal Llevado Suárez.
Y la Pata Álvarez.
Y el doctor Pibouleau.
Y el Miclin que se ha vuelto ciego, y la Miclina
acompañándolo.
Y los Bomberos Voluntarios, con el tío José tocando
el clarinete.
Y los del Club Flor de Ceibo.
Y los de la Sociedad Piamontesa.
Y la Niña Carmen.
Y Doña Matilde.
Y el padre de Ésper.
Y los Bonansea.
Y Panqueque, el tonto.
Y...

***
20-21

Sin texto

22-23

- Finalmente –terminó de decir el director- quiero pedirles


que guarden compostura en el festejo para que el nombre
de nuestro querido colegio no ande por el suelo.
El director terminaba de hablar cuando llegó Cifuentes, con
la bandera y los escoltas.
Mientras tanto, nosotros salimos al patio para formar
fila, tomar distancia y practicar el paso.
En un rincón, Beppe y Mifli repetían un poema
gauchesco y, en el aula de música, los alumnos de la
Academia Amancay ensayaban una chacarera.

***
24-25

Cuando las maestras estuvieron seguras de que todo


estaba bien, salimos a la calle.
El pueblo entero iba a verlo al Negro.
Mientras avanzábamos, recibíamos los saludos de la
poca gente que se había quedado en sus casas y:

- ¡Viva la Patria! ¡Viva el Negro! – le contestábamos.


26-27

Caminamos como media hora, porque la fiesta


era en el campo, cerca de la Capillita, pero estábamos
contentos, sobre todo porque nos habíamos salvado de la
clase.
Cuando llegamos, todo era una verdadera fiesta.
Los árboles y los alambrados estaban adornados con
cintas celestes y blancas y el palco se veía precioso con
la escarapela de papel crepe en el medio.
Arriba del palco, ya se habían acomodado los
directores de las dos escuelas, el intendente, el cura, el
comisario, los jefes de la estación y del correo, el dueño
de la tienda Los Vascos, el de la Casa Dauria, algunos
tenedores de libros y el gerente de la Cooperativa de
Tamberos que era el encargado de decir el discurso.

28-29

- ¡Daaale campeón! ¡Daaale campeón!


- ¡Daaale campeón! ¡Daaale campeón!
- ¡Daaale campeón!

Estuvimos gritando mucho tiempo.

Hasta que por allá lejos lo empezamos a ver.


Venía despacito, seguido por una caravana
de autos.

30-31

Aún así, de lejos, se notaba que era un


verdadero campeón.

32-33
El mejor toro del mundo.

34-35
Textos autores

36
Legales

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